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Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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sábado, 31 de julio de 2010

Los Profetas I

Profeta Isaias por Antonio Balestra

Los Profetas
Profeta es una voz griega, y designa al que habla por otro, o sea en lugar de otro; equivale por ende, en cierto sentido, a la voz "intérprete" o "vocero". Pero poco importa el significado de la voz griega; debemos recurrir a las fuentes, a la lengua hebrea misma.

En el hebreo se designa al profeta con dos nombres muy significativos:

El primero es "nabí" que significa "extático", "inspirado", a saber por Dios. El otro nombre es "roéh" o "choséh" que quiere decir "el vidente", el que ve lo que Dios le muestra en forma de visiones, ensueños, etc., Ambos nombres expresan la idea de que el profeta es instrumento de Dios, que no ha de anunciar su propia palabra sino la que el Espíritu de Dios le sopla e inspira.

Según I Reyes 9:9, el "vidente" es el precursor de los otros profetas; y efectivamente, en la época de los patriarcas, el proceso profético se desarrolla en forma de "visión" e iluminación interna, mientras que más tarde, ante todo en las "escuelas de profetas" se cultivaba el éxtasis, señal característica de los profetas posteriores que precisamente por eso son llamados "nabí".

Otras denominaciones, pero metafóricas, son: vigía, atalaya, centinela, pastor, siervo de Dios, ángel de Dios (Isaias 21:1; 52:8; Ezequiel 3:17; Jeremias 17:16; IV Reyes 4:25; 5:,8; Isaias 20:3; Amos 3:7; Hageo 1:13).

El concepto de Profeta se desprende de esos nombres. El es Vidente u hombre inspirado por Dios. De lo cual no se sigue que el predecir las cosas futuras haya sido la única tarea del profeta; ni siquiera la principal. Había Profetas que no dejaban vaticinios sobre el porvenir, sino que se ocupaban exclusivamente del tiempo en que les tocaba vivir. Pero todos, y en esto estriba su valor, eran voceros del Altísimo, portadores de un mensaje del Señor, predicadores de penitencia, anunciadores de los secretos de Dios, como lo expresa el Profeta Amós 3:7 "Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas."

En un sentido más amplio del vocablo, profetas hubo desde los primeros días del mundo, tanto Abrahám (Génesis 20:7) como Moisés (Deuteronomio 18:15) fueron llamados profetas. Según 1 Reyes 9:9, el "vidente" es el precursor de los otros profetas; y efectivamente, en la época de los patriarcas, el proceso profético se desarrolla en forma de "visión" e iluminación interna, mientras que más tarde, ante todo en las "escuelas de profetas" se cultivaba el éxtasis, señal característica de los profetas posteriores que precisamente por eso son llamados "nabí"Otras denominaciones, pero metafóricas, son: Vigía, Atalaya, Centinela, Pastor, Siervo de Dios, Ángel de Dios. (Isaias 21:1; 52:8; Ezequiel 3:17; Jeremías 17:16; 2 Reyes 4:25; 5:8; Isaias 20:3; Amos 3:7; Hageo 1:13).

El Espíritu del Señor los arrebataba, irrumpía sobre ellos y los empujaba a predicar aún contra la propia voluntad (Isaias 6; Jeremías 1:6). Tomaba a uno que iba detrás del ganado y le decía: Ve, profetiza a mi pueblo Israel (Amos 7:15); sacaba a otro de detrás del arado (2 Reyes 19:19), o le colocaba sus palabras en la boca y tocaba sus labios (Jeremías 1:9), o le daba sus palabras literalmente a comer (Ezequiel 3:3). El mensaje profético no es otra cosa que "Palabra de Yahvé", "oráculo de Yahvé", "carga de Yahvé", un "así dijo el Señor"La Ley divina, las verdades eternas, la revelación de los designios del Señor, la gloria de Dios y de su Reino, la venida del Mesías, la misión del pueblo de Dios entre las naciones, he aquí los temas principales de los profetas de Israel.

En cuanto al modo en que se producían las profecías, hay que notar que la luz profética no residía en el profeta en forma permanente (2 Pedro 1:20), sino a manera de cierta pasión o impresión pasajera (Santo Tomás). Consistía, en general, en una iluminación interna o en visiones, a veces ocasionadas por algún hecho presentado a los sentidos (por ejemplo, en Daniel 5:25 por palabras escritas en la pared); en la mayoría de los casos, empero, solamente puestas ante la vista espiritual del profeta, por ejemplo, una olla colocada al fuego (Ezequiel 24:1), los huesos secos que se cubren de piel (Ezequiel 37:1); el gancho que sirve para recoger fruta (Amos 8:1), la vara de almendro (Jeremías 1:11), los dos canastos de higos (Jeremías 24:1), etc., símbolo todos éstos que manifestaban la voluntad de Dios. Pero no siempre ilustraba Dios al profeta por medio de actos o símbolos, sino que a menudo le iluminaba directamente por la luz divina, de tal manera que podía conocer por su inteligencia lo que Dios quería decirle:

Isaias 7:14 Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.

A veces el mismo profeta encarnaba una profecía. Así, por ejemplo, Oseas debió por orden de Dios casarse con una mujer pecadora, que representaba a Israel, simbolizando de este modo la infidelidad que el pueblo mostraba para con Dios. Y sus tres hijos llevan nombres que asimismo encierran una profecía: "Jezrael""No más misericordia", "No mi pueblo" (Oseas 1).

El profeta auténtico subraya el sentido de la profecía mediante su manera de vivir, llevando una vida austera, un vestido áspero, un saco de pelo con cinturón de cuero (2 Reyes 1:8; 4:38; Isaias 20:2; Zacarias 13:4; Mateo 3:4), viviendo solo, y aun célibe, como Elías, Eliseo y Jeremías.

No faltaba en Israel la peste de los falsos profetasEl profeta de Dios se distingue del falso por la veracidad y por la fidelidad con que transmite la Palabra del Señor. Aunque tiene que anunciar a veces cosas duras: "cargas"; está lleno del espíritu del Señor, de justicia y de constancia, para decir a Jacob sus maldades y a Israel su pecado (Miqueas 3:8). El falso, al revés, se acomoda al gusto de su auditorio, habla de "paz", es decir, anuncia cosas agradables, y adula a la mayoría, porque esto se paga bien. El Profeta auténtico es universal, predica a todos, hasta a los sacerdotes; el falso, en cambio, no se atreve a decir la verdad a los poderosos, es muy nacionalista, por lo cual no profetiza contra su propio pueblo ni lo exhorta al arrepentimiento. Por eso los verdaderos profetas tenían adversarios que los perseguían y martirizaban (véase lo que el mismo Rey Profeta David dice a Dios en el Salmo 16:4); los falsos, al contrario, se veían rodeados de amigos, protegidos por los reyes y obsequiados con enjundiosos regalos.

Siempre será así: el que predica los juicios de Dios, puede estar seguro de encontrar resistencia y contradicción, mientras aquel que predica "lo que gusta a los oídos" (2 Timoteo 4:3) puede dormir tranquilo; nadie le molesta; es un orador famoso. Tal es lo que está tremendamente anunciado para los últimos tiempos, los nuestros (1 Timoteo 4:1 ss.; 2 Timoteo 3:1 ss.; 2 Pedro 3:3 s.; Judas 18; Mateo 24:11).

Jesús nos previene amorosamente, como Buen Pastor, para que nos guardemos de tales falsos profetas y falsos pastores, advirtiéndonos que los conoceremos por sus frutos (Mateo 7:16). Para ello los desenmascara en el almuerzo del fariseo (Lucas 11:37-54) y en el gran discurso del Templo (Mateo 23), y señala como su característica la hipocresía (Lucas 12:1), esto es, que se presentarán no como revolucionarios antirreligiosos, sino como "lobos con piel de oveja" (Mateo 7:15). Su sello será el aplauso con que serán recibidos (Lucas 6:26), así como la persecución será el sello de los profetas verdaderos (ibid. 22 ss.).

En general los profetas preferían el lenguaje poética. Los vaticinios propiamente dichos son, por regla general, poesía elevadísima, y se puede suponer que, por lo menos algunos profetas los promulgaban cantando para revestirlos de mayor solemnidad. Se nota en ellos la forma característica de la poesía hebrea, la coordinación sintáctica ("parallelismus membrorum"), el ritmo, la división en estrofas. Sólo en Jeremías, Ezequiel y Daniel se encuentran considerables trozos de prosa, debido a los temas históricos que tratan. El estilo poético no sólo ha proporcionado a los videntes del Antiguo Testamento la facultad de expresarse en imágenes rebosantes de esplendor y originalidad, sino que también les ha merecido el lugar privilegiado que disfrutan en la literatura mundial.

No es, pues, de extrañar que su interpretación tropiece con oscuridades. Es un hecho histórico que los escribas y doctores de la Sinagoga, a pesar de conocer de memoria casi toda la Escritura, no supieron explicarse las profecías mesiánicas, ni menos aplicarlas a Jesús. Otro hecho, igualmente relatado por los evangelistas, es la ceguedad de los mismos discípulos del Señor ante las profecías. ¡Cuántas veces Jesús tuvo que explicárselas! Lo vemos aún en los discípulos de Emaús, a los cuales dice El, ya resucitado: "¡Oh necios y tardos de corazón para creer todo lo que anunciaron los profetas!" (Lucas 24, 25). "Y empezando por Moisés, y discurriendo por todos los profetas, El les interpretaba en todas las Escrituras los lugares que hablaban de El" (Lucas 24:27). Y aquí el Evangelista nos agrega que esta lección de exégesis fue tan íntima y ardorosa, que los discípulos sentían abrasarse sus corazones (Lucas 24, 32).

Las oscuridades, propias de las profecías, se aumentan por el gran número de alusiones a personas, lugares, acontecimientos, usos y costumbres desconocidos, y también por la falta de precisión de los tiempos en que han de cumplirse los vaticinios, que Dios quiso dejar en el arcano hasta el tiempo conveniente (véase Jeremías 30:24; Isaias 60:22; Daniel 12:4).

En lo tocante a las alusiones, el exégeta dispone hoy día, como observa la nueva Encíclica bíblica "Divino Afflante Spiritu", de un conjunto muy vasto de conocimientos recién adquiridos por las investigaciones y excavaciones, respecto del antiguo mundo oriental, de manera que para nosotros no es ya tan difícil comprender el modo de pensar o de expresarse que tenían los profetas de Israel.

Con todo, las profecías están envueltas en el misterio, salvo las que ya se han cumplido; y aun en éstas hay que advertir que a veces abarcan dos o más sentidos. Así, por ejemplo, el vaticinio de Jesucristo en Mateo 24, tiene dos modos de cumplirse, siendo el primero (la destrucción de Jerusalén) la figura del segundo (el fin del siglo). Muchas profecías resultan puros enigmas, si el expositor no se atiene a esta regla hermenéutica que le permite ver en el cumplimiento de una profecía la figura de un suceso futuro.

Sería, como decíamos más arriba, erróneo, considerar a los profetas sólo como portadores de predicciones referentes a lo por venir; fueron en primer lugar misioneros de su propio pueblo. Si Israel guardó su religión y fe y se mantuvo firme en medio de un mundo idólatra, no fue el mérito de la sinagoga oficial, sino de los profetas, que a pesar de las persecuciones que padecieron no desistieron de ser predicadores del Altísimo.

Nosotros que gozamos de la luz del Evangelio, "edificados en Cristo sobre el fundamento de los Apóstoles y los Profetas" (Efesios 2:20), no hemos de menospreciar a los voceros de Dios en el Antiguo Testamento, ya que muchas profecías han de cumplirse aún, y sobre todo porque Pablo nos dice expresamente: "No queráis despreciar las profecías (I Tesalonicences 5:20). En la primera Carta a los Corintios, da a la profecía un lugar privilegiado, diciendo: "Codiciad los dones espirituales, mayormente el de la profecía" (I Corintios 14:1); pues "el que hace oficio de profeta, habla con los hombres para edificarlos y para consolarlos" (I Corintios 14:3).

Clasificación Cronológica:
8 de los Profetas se relacionaban con la destrucción de la nación hebrea;
2 con el exilio;
3 con su restauración;
3 predicaron a naciones extranjeras.

Profetas relacionados con la destrucción de la Nación Hebrea:
La destrucción de la nación se efectuó en dos etapas.
Caída de Samaria, Israel, Reino del Norte, 34-721 a. C., 2 Reyes 18:9-12. Profetas: Amós. Oseas.
Caída de Jerusalén, Judá, Reino del Sur, 606-586 a. C., 2 Reyes 25:1-6. Profetas: Isaías, Miqueas, Sofonías, Jeremías, Nahúm, Habacúc.

Profetas del exilio:
Daniel y Ezequiel. Aunque Jeremías profetiza en los dos períodos.

Profetas de la restauración:
Restauración 536-444 a. C., Esdras 1:1-4. Profetas: Hageo, Zacarías y Malaquías.

Profetas que predicaron a otras naciones:
Jonas, Nahúm a Nínive,
Abdías a Edom.

Clasificados según los destinatarios
Aun cuando incluían mensajes de mayor alcance, se dirigían principalmente como sigue:
A Israel: Amós, Oseas.
A Nínive: Jonás, Nahum.
A Babilonia: Daniel.
A los cautivos en Babilonia: Ezequiel.
A Edom: Abdías.
A Judá: Joel, Isaías, Miqueas, Jeremías, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías.

Los escritos de los Profetas
Los libros proféticos, Isaías hasta Malaquías, corresponden a los días del ocaso de la nación hebrea.

Hay 17 libros proféticos; y 16 profetas, ya que Jeremías escribió dos libros; el que lleva su nombre, y Lamentaciones. Estos libros se dividen en “Profetas Mayores” y “Profetas Menores,” como sigue:
Profetas Mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel.
Profetas Menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías.

Esta clasificación se basa en el tamaño de los libros, no en los profetas o sus mensajes. El evento histórico que marcó la obra de los profetas fue la apostasía de las diez tribus al final del reino de Salomón, 1 Reyes 12.

Como medida política para mantener alejados a los dos reinos, el reino del norte adoptó como religión nacional la adoración de un becerro, la religión de Egipto. Poco después añadió el culto de Baal, que también logró infiltrarse en el reino del sur. En esta crisis, cuando el pueblo abandonaba a Dios y se entregaba a idolatría de las naciones vecinas, y el nombre de Dios desaparecía de las mentes de los hombres y Sus planes para la redención del mundo parecían fracasar, fue cuando aparecieron los profetas. Es importante memorizar los nombres de estos profetas, a fin de poder referirse fácilmente a cualquiera de los libros.

El Mensaje Social de los profetas
Muchos escritos actuales acerca de los profetas, hacen gran énfasis en su mensaje social, su denunciación de la corrupción política, de la opresión y de la podredumbre moral de la nación.

Sin embargo, lo que más preocupaba a los profetas era la idolatría de la nación; que erraba la nación en su concepto de Dios. A este respecto hay que recordar que la vida de una nación es producto directo de sus principios religiosos.

Sacerdotes y Profetas
Los sacerdotes quienes dirigirán el culto a Dios, formaban una clase hereditaria, descendientes de la familia de Aarón; a menudo eran los más malvados de la nación. Pero con todo, fueron los maestros de religión. Muchos de ellos, en lugar de clamar contra los pecados, caían en los mismos y llegaban a ser caudillos de iniquidad.

Los profetas no eran una clase hereditaria. Cada uno recibió un llamado directo de Dios; elegidos de entre diferentes circunstancias. Jeremías y Ezequiel eran sacerdotes; quizás también Zacarías. Isaías, Daniel y Sofonías eran de sangre real. Amós era pastor. No sabemos lo que hayan sido los demás.

Misión y Mensaje de los profetas
La generalidad de personas cree que la labor del profeta es predecir el futuro. Esta creencia errónea surge tal vez por la referencia a que ellos ven visiones. Sin embargo lo que estos hombres hacen es recibir un mensaje Divino y comunicarlo al pueblo. Ahora bien, aquel mensaje emitido por Dios en la mayoría de las veces es para denunciar la condición de pecado del pueblo.

Si se cuantifica el contenido del mensaje de los profetas se determina que un 80% se refiere a denunciar el pecado del pueblo, el 20% restante a predecir el futuro glorioso de la Nación. Y en algunos casos el porcentaje d denuncia es mayor.

El mensaje profético tiene cuatro grandes énfasis:
Denunciar el pecado, la desobediencia del pueblo, Isaías 1:1-4,
Advertir las consecuencias por su rebeldía, Isaías 1:5-15,
Llamar al arrepentimiento, a volverse a Dios, Isaías 1:16-17,
Prometer perdón y reconciliación, Isaías 1:18-19.

Ellos trataros de evitar la idolatría y maldad del pueblo. Ante el rechazo a este llamado, anunciaron que la nación sería destruida. Que tan solo un remanente seria salvo. Este remanente generaría una influencia que se extendería por toda la tierra, y traería a Jehová a todas las naciones.

Dicha influencia estaría a cargo de un hombre descendiente de la familia de David. Los profetas le llamaban “el Renuevo.” Del trono de la familia nacería un vástago, un retoño tan grande que sería en sentido especial “el Renuevo”.

Periodo de los Profetas
Abarcó, poco más o menos 400 años, 800-400 a. C.. El evento céntrico del período fue la destrucción de Jerusalén, cronológicamente más o menos a mediados del período. Con este evento, de una o de otra manera, se relacionaban siete de los profetas: Jeremías, Ezequiel, Daniel, Abdías, Nahum, Habacuc y Sofonías.

La caída de Jerusalén fue el tiempo de mayor actividad profética, ya sea para tratar de evitarla, o para explicarla. Aunque Dios mismo permitió la destrucción de Jerusalén, hizo cuanto pudo para evitarla.

Sin haber podido salvar a la “ciudad santa” por la falta de santidad de ella, los profetas arden en explicaciones y seguridades divinas de que la caída de la nación elegida no significa el fin de los planes de Dios; que después de un tiempo de castigo habría una restauración, y para el pueblo de Dios, un futuro glorioso.

El Elemento Profético
El pensamiento más persistente en todo el Antiguo Testamento, es que Jehová, Dios de Israel, llegará a ser Dios de todas las naciones.

Los Profetas, aun cuando ellos mismos no comprendieron el significado pleno de sus palabras, y aunque algunas de sus predicciones están ocultas por la niebla del pasado; sin embargo la historia entera de Cristo y de la extensión del cristianismo sobre la tierra queda dibujada de antemano, en bosquejo y en detalle, en lenguaje que no puede referirse a ninguna otra cosa.

Los Profetas: La Imposición del Pacto en Israel
Bajo este título hay más libros de la Biblia que bajo ningún otro. Cuatro profetas mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel) y doce profetas menores (los últimos doce libros del Antiguo Testamento), escritos en el Israel antiguo aproximadamente entre 760 y 460 a.C. contienen una colección vasta de mensajes de Dios. Los profetas menores se llaman así porque estos libros son relativamente cortos; los mayores son más bien largos; estos términos no implican absolutamente nada acerca de la importancia.

Las Características de la Profecía
Debemos anotar desde el principio que los libros proféticos están entre las partes más difíciles de la Biblia en cuanto a interpretación o lectura comprensiva. Las razones de esto se relacionan con los malentendidos que existen en cuanto a su función y su forma. Antes de hablar de estos dos asuntos, son necesarios unos comentarios preliminares.

El significado de la profecía
La dificultad principal para la mayoría de los lectores modernos de los profetas se desprende de una comprensión previa inexacta de la palabra profecía. Para la mayoría de las personas, esta palabra significa lo que aparece corno la primera acepción en la mayoría de los diccionarios: "Don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras." Por eso, ocurre que muchos cristianos buscan en los profetas solamente las predicciones sobre la venida de Jesús o ciertos aspectos de la edad del Nuevo Pacto. como si la predicción de sucesos muy distantes de su época fuera el interés principal de los profetas.

Este es un uso muy selectivo de los profetas. Consideremos la siguiente estadística al respecto: Menos del 2 por ciento de las profecías del Antiguo Testamento son mesiánicas; menos del 5 por ciento describen específicamente la edad del Nuevo Pacto, y menos del 1 por ciento se refieren a sucesos que todavía están por ocurrir.

Los profetas en realidad anunciaban el futuro, pero era usualmente el futuro inmediato de Israel, Judá y otras naciones vecinas; no nuestro futuro. Una de las claves para entender a los profetas, por lo tanto, es que para que veamos sus profecías cumplidas, debemos volver atrás, a épocas que para ellos todavía eran futuras, pero para nosotros son pasadas.

Los profetas como portavoces
Si se piensa que los profetas sólo predecían sucesos futuros, se deja de ver su función principal, que era hablar a nombre de Dios a sus propios contemporáneos. Es el carácter "hablado" de sus profecías que produce muchas de nuestras dificultades para entenderlas.

Por ejemplo, de los centenares de profetas del Israel de la época del Antiguo Testamento, sólo se escogieron dieciséis para que expresaran oráculos (mensajes de Dios) que serían recopilados y escritos en libros. Sabemos que otros profetas, como Elías y Elíseo, desempeñaron un papel de mucha influencia al entregar la Palabra de Dios a su pueblo y a otras naciones fuera de Israel también, pero sabemos más acerca de la vida de estos profetas, que de sus propias palabras. Lo que hicieron fue descrito en mayor extensión y cuidado que lo que dijeron, y esto fue puesto con claridad en el contexto de su época por los escritores de las narraciones del Antiguo Testamento donde aparecen. De unos pocos profetas, como Gad (1 Samuel 22, 2 Samuel 24), Natán (2 Samuel 7, 12; 1 Reyes 1) y Hulda (2 Reyes 22) tenemos una combinación de profecía y biografía, como es el caso también de Jonas, y en menor grado, de Daniel. Generalmente, en las narraciones del Antiguo Testamento, oímos acerca de la persona de los profetas y muy poco de 10 que ellos dicen. En los libros proféticos, no obstante, oímos lo que dice Dios a través de los profetas, y poco acerca de los profetas mismos. Esa sola diferencia da cuenta de la mayor parte del problema que tiene la gente para encontrar el sentido de los libros proféticos del Antiguo Testamento.

Además. ¿ha notado usted lo difícil que es leer uno de los libros proféticos más extensos de una vez? ¿Por qué será? Creemos que es porque no fueron hechos para ser leídos así. En su mayoría, estos libros extensos son colecciones de oráculos hablados, no siempre presentados en su secuencia cronológica original, sin indicaciones, a menudo, de dónde termina un oráculo y comienza otro, y sin información, a veces, sobre el fondo histórico. Aparte de esto, ¡la mayoría de los oráculos fueron escritos en verso! Diremos más acerca de esto después.

Los problemas históricos
El problema de la distancia histórica es otro asunto que complica la comprensión de los profetas. En realidad, a los lectores modernos se nos hace más difícil entender en nuestra época la Palabra de Dios como fue expresada por los profetas, que a los israelitas que oyeron esas mismas palabras en persona. Las cosas que eran claras para ello, son obscuras para nosotros. ¿Por qué?, en parte, porque la audiencia de un orador tiene ciertas ventajas sobre los que leen más tarde las palabras del orador puestas por escrito (Compárese con lo que se dijo acerca de las parábolas en el capítulo 8). Sin embargo allí no es donde están las dificultades en su mayor parte. Antes bien, como estamos tan distanciados de la vida religiosa, histórica y cultural del Israel antiguo, sencillamente se nos hace difícil poner las palabras habladas por los profetas en su contexto apropiado. No podemos ver sus referencias y las razones de ellas con claridad.

La Función de la Profecía
Para. entender lo que Dios nos quería decir por medio de estos libros inspirados, primero debemos tener una comprensión clara del papel y la función del profeta en Israel. Hay que insistir en tres cosas:

1. Los profetas eran mediadores que debían hacer cumplir el pacto: En el capítulo anterior explicamos que la ley de Israel constituía un pacto entre Dios y su pueblo. Este pacto no sólo contiene las reglas que hay que obedecer, sino que describe las clases de castigos que .Dios tendrá que aplicar a su pueblo si no guarda la ley, como también los beneficios que impartirá a quienes lo hagan. Los castigos frecuentemente se llaman "maldiciones" del pacto, y los beneficios bendiciones". Dios no sólo da la Ley, sino que la hace cumplir, de.modo positivo con las bendiciones y de modo negativo con castigos. El oficio de los profetas era anunciar la imposición (positiva o negativa) de la ley de Dios, para que los sucesos de bendición o maldición fueran entendidos con claridad por el pueblo. Moisés fue el mediador para la Ley, cuando Dios la promulgó, y por eso es un paradigma (modelo) para los profetas. Ellos son los mediadores de Dios, o sus portavoces, para el pacto. A través de ellos,. Dios le recuerda al pueblo, generaciones después de Moisés, que si guarda la Ley, obtendrá bendiciones; pero si no, se le aplicará el castigo.

Las clases de bendiciones que recibiría Israel por su fidelidad al pacto se encuentran especialmente en Levítico 26:1-13, Deuteronomio 4:32-40 y 28:1-14. Ahora bien, estas bendiciones se anuncian con una advertencia: si Israel no obedece la ley de Dios, las bendiciones cesarán. Las maldiciones (castigos) que Israel puede esperar si viola la ley se encuentran especialmente en Levítico 26:1439 Deuteronomio 4:15-28 y 28:15-32:42.

Por lo tanto, hay que tener en cuenta que los profetas no inventaban las bendiciones ni las maldiciones que anunciaban. Tal vez compusieran, con su estilo personal cautivador y novedoso, cuando eran inspirados, pero reproducían la Palabra de DIOS, no la suya propia. Por ellos, Dios anunciaba su intención de  hacer cumplir el pacto, para beneficio o para castigo, según la fidelidad de Israel, pero siempre basado en las categorías de bendiciones y maldiciones ya contenidas en Levítico 26, Deuteronomio 4  y Deuteronomio 28-32, y de acuerdo con ellas. Si usted se toma el trabajo de aprender esos capítulos del Pentateuco, recibirá la recompensa de comprender más lo que los profetas dijeron. . .

En resumen, la ley contiene ciertas categorías de bendiciones materiales por la fidelidad al pacto: vida, salud, prosperidad, abundancia agrícola, respeto y seguridad. La mayoría de las bendiciones mencionadas estarán dentro de estas seis agrupaciones generales. En cuanto a las maldiciones, la ley describe castigos corporales: muerte, enfermedad, sequía, escasez, peligro, destrucción, derrota, deportación, despojamiento y desgracia. La mayoría de las maldiciones se acomodan a una de estas categorías.

Estas mismas categorías se aplican a lo que Dios comunica a través de los profetas. Por ejemplo, cuando El desea predecir bendiciones futuras para la nación (no para individuos) a través del profeta Amós, lo hace con metáforas tomadas de la abundancia de la agricultura, la vida, la salud, la prosperidad, el respeto y la seguridad (Amós 9:11-15). Cuando anuncia el castigo a la desobediente nación de la época de Oseas, lo hace anunciando destrucción en Oseas 8:14, y deportación en Oseas 9:3. Estas maldiciones son a menudo metafóricas, aunque también pueden ser literales. Siempre se refieren a toda la nación. Las bendiciones o maldiciones  no le garantizan prosperidad ni escasez a ningún individuo en particular. Según las estadísticas, la mayor parte de los anuncios de los profetas durante los siglos octavo, séptimo y principios del sexto a. C. fueron maldiciones, pues la derrota y destrucción mayores del reino del norte no ocurrieron hasta el 722 a. C, y la destrucción del reino del sur (Judá) no ocurrió hasta el 587 a.C. Los israelitas, tanto del norte como del sur, iban rumbo al castigo durante esa era. Por tanto, es natural que predominaran las advertencias de maldición, más que las de bendición, mientras Dios trataba que su pueblo se arrepintiera. Después de la destrucción de ambos reinos, esto es, después del 587 a.C., los profetas se sentían impulsados con más frecuencia a dar bendiciones y no maldiciones, porque una vez consumado el castigo de la nación, Dios vuelve a su plan básico, que es mostrar misericordia (Deuteronomio 4:25-31 da una descripción resumida de esta secuencia).

Al leer a los profetas, busque esta sencilla norma:
(1) la identificación del pecado de Israel, o del amor de Dios por él;
(2) una predicción de bendición o maldición, según las circunstancias. En la mayoría de los casos, eso es lo que los profetas comunican bajo la inspiración de Dios.

2. El mensaje de los profetas no era suyo propio, sino de Dios, Era Dios quien suscitaba a los profetas (Éxodo 3:1 y ss.; Isaías 6; Jeremías 1; Ezequiel 1-3; Oseas 1:2; Amós 7:14, 15; Jonás 1:1, y otros). Si un profeta presumía de serlo por sí mismo, esto era una buena causa para considerarlo falso (Jeremías 14:14; 23:21). Los profetas respondían a un llamado divino. La palabra hebrea que traducimos profeta (niibi) proviene en realidad del verbo semita "llamar" (nabüu). Notará al leer a los profetas. que ellos dicen en el prefacio o la conclusión, o intercalan continuamente en sus oráculos expresiones como "Así ha dicho Jehová" o "dice Jehová". Casi todo el tiempo, el mensaje profético se presenta directamente como recibido del Señor, en primera persona, de modo que Dios habla de sí mismo como "Yo" o "mí".

Lea por ejemplo Jeremías 27 y 28. Considere la difícil tarea de Jeremías, que debía comunicarle al pueblo de Judá que era necesario que se sometiera al ejército imperial de su enemigo Babilonia, si quería agradar a Dios. La mayoría de sus oyentes consideraban que este mensaje equivalía a traición. Cuando presenta el mensaje, sin embargo, aclara muy bien que no están oyendo sus puntos de vista sobre el asunto sino los de Dios. Comienza recordándolas: "Jehová me ha dicho así. .. " (27:2), y luego cita el mandato de Dios: "Y los enviarás... por mano de los mensajeros..." (27:3); "les mandarás que digan a sus señores" (27:4), y añade: "Dice Jehová" (27:11). Su palabra es la Palabra de Dios. Es dada en la autoridad de Dios (28:15, 16), no en la suya propia.

Como vehículos a través de los cuales Dios daba su Palabra a Israel y a otras naciones, los profetas tenían cierto oficio social. Eran como embajadores del tribunal celestial, encargados de manifestar la soberana voluntad de Dios al pueblo. Los profetas eran en sí algo diferente, no reformadores sociales radicales ni pensadores religiosos innovadores. Las reformas sociales y el pensamiento religioso que Dios quería impartir al pueblo ya habían sido revelados en la Ley del pacto. Fuese cual fuese el grupo que quebrantara esas leyes, la Palabra de Dios a través del profeta anunciaba castigo. Ya estuviera la culpa de las violaciones del pacto en la realeza (2 Samuel 12:1-14; 24:11-17; Oseas 1:4), entre los sacerdotes (Oseas 4:4-11; Amós 7:17; Malaquías 2:1-9), o en cualquier otro grupo, el profeta daba fielmente el mensaje de Dios acerca de la maldición nacional. En realidad, por la palabra de Dios los profetas aun ponían y quitaban reyes (1 Reyes 19:16; 21:17-22) y declaraban guerras (2 Reyes 3:18, 19; 2 Crónicas 20:14-17; Oseas 5:5-8) o sea declaraban contra ellas Jeremías 27:622).

Lo que leemos en los libros proféticos, entonces, no es solamente la Palabra de Dios como el profeta la vio, sino como Dios quería que el profeta la presentara. El profeta no actuaba ni hablaba independientemente.

3. El mensaje de los profetas no es original. Los profetas fueron inspirados por Dios para presentar el contenido esencial de las advertencias y promesas del pacto (maldiciones y bendiciones). Por tanto, cuando uno lee las palabras de ellos, lo que se lee no es nada verdaderamente nuevo, sino la esencia del mismo mensaje dado por Dios originalmente a través de Moisés. La forma de la presentación del mensaje puede variar mucho, por supuesto. Dios suscitaba a los profetas para llamar la atención de las personas a las que eran enviados, Para esto necesitaban cambiar la estructura y la expresión de algo que ellos ya habían oído muchas veces, así que en este sentido, lo dicho por los profetas tiene cierta "novedad". Sin embargo, eso no es lo mismo que iniciar un nuevo mensaje o cambiar el viejo. Los profetas no fueron inspirados para hacer mensajes ni anunciar doctrinas que no estuvieran ya contenidas en el pacto del Pentateuco. Como primer ejemplo de esta conservación del mensaje, considérese la primera parte de Oseas 4:2: "Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen..."

En este versículo, que forma parte de una larga descripción de la pecaminosidad de Israel en tiempos de Oseas (750-722 a.C.), se resumen cinco de los diez mandamientos, cada uno con una sola palabra. Estas son: "Perjurar", el tercer mandamiento: "No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano" [Éxodo 20:7; Deuteronomio 5:11). "Mentir", el noveno mandamiento: "No hablarás... falso testimonio" (Éxodo 20:16; Deuteronomio 5:20). "Matar", el sexto mandamiento: "No matarás" (Éxodo 20:13; Deuteronomio 5:17). "Hurtar", el octavo mandamiento: "No hurtarás" (Éxodo 20:15; Deuteronomio 5:18). "Adulterar", el séptimo mandamiento: "No cometerás adulterio" (Éxodo 20:14; Deuteronomio 5:18).

Es tan interesante notar lo que los profetas inspirados no hacen, como lo que hacen. Por ejemplo, Oseas no cita los Diez Mandamientos al pie de la letra. Menciona cinco resumidos con una palabra, como lo hace Jesús en Lucas 18:20. No obstante, la mención de esos cinco, aun fuera del orden acostumbrado, es un modo muy eficaz de comunicarles a los israelitas que ellos han quebrantado los diez. Al oír cinco de los Mandamientos, el oyente pensaría: "¿Y qué pasó con los otros? ¿Qué fue de su orden normal? Las palabras originales son ..." La audiencia comenzaría a pensar en los Diez Mandamientos, acordándose de lo que las leyes del pacto demandaban en cuanto a una justicia elemental. Oseas no cambió nada de la ley, como tampoco lo hizo Jesús, al citar cinco de los mandamientos para producir un efecto semejante, pero sí grabó la Ley en sus oyentes de un modo que nunca hubiera podido lograr al repetirla palabra por palabra.

El segundo ejemplo se refiere a las profecías mesiánicas. ¿Son nuevas? No. Ciertamente, los detalles sobre la vida y el oficio del Mesías que encontramos en los Cantos del Siervo, en Isaías 42, 49, 50 y 53, se pueden considerar nuevos. No obstante, Dios no le presentó la noción de un Mesías al pueblo por primera vez a través de los profetas. En realidad, se había originado con la Ley. De lo contrario, ¿cómo podía Jesús describir su vida como cumplimiento de lo escrito "en la ley de Moisés, los profetas y los salmos" (Lucas 24:44)? Entre otras porciones de la Ley mosaica que predicen el ministerio del Mesías, Deuteronomio 18:18 es prominente: "Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandaré."

Juan 1:45 también nos recuerda que la Ley ya hablaba de Cristo. No era nada nuevo para los profetas hablar de El. El modo, el estilo y el detalle con los cuales hicieron sus predicciones inspiradas, no tenían que restringirse a lo que ya contenía el Pentateuco, pero el hecho esencial de que habría un Nuevo Pacto iniciado por un nuevo "Profeta" (según las palabras de Deuteronomio 18) era, en realidad, historia antigua ya.

La Exegesis
La necesidad de ayuda externa
Anotamos en el capítulo 1 que hay una idea popular de que todo en la Biblia debía ser claro para todo aquel que la lee, sin estudio ni ayuda externa de ninguna clase. El razonamiento es que si Dios escribió la Biblia para nosotros (para todos los creyentes), deberíamos poder entenderla completamente la primera vez que la leamos, pues tenemos al Espíritu Santo en nosotros. Tal noción es incorrecta. Hay partes de la Biblia cuyo significado es obvio de inmediato, pero hay otras que no. Debido a que los pensamientos de Dios son profundos en comparación con los pensamientos humanos (Salmo 92:5; Isaías 55:8) no debería sorprendernos que se necesiten tiempo y estudio paciente para entender algunas partes de la Biblia.

Los libros proféticos requieren tiempo y estudio. La gente a menudo toma estos libros muy a la ligera, como si la. lectura. superficial a través de los profetas diera un alto grado de comprensión. Esto, que no se puede hacer con los textos escolares, tampoco resulta con los profetas.

Necesitamos repasar aquí, especialmente para la interpretación de los profetas, las tres clases de ayudas externas de que disponemos. La primera fuente sería el diccionario bíblico, que proporciona artículos sobre el fondo histórico de cada libro, su bosquejo básico, las características especiales que contiene, y asuntos de interpretación que el lector debe conocer. Le recomendamos que adquiera la práctica de leer un artículo del diccionario bíblico sobre el libro profético que va a estudiar antes de comenzar. Necesita tener algo de información de fondo antes de poder captar el significado de lo que el profeta quiere comunicar. La Palabra de Dios vino a través de los profetas a personas que se hallaban en situaciones particulares. Su valor para nosotros depende de nuestra capacidad para apreciar tales situaciones, para que a su vez podamos aplicarlas a las nuestras.

Una segunda fuente de información son los comentarios. Estos dan introducciones para cada libro, de manera parecida a los diccionarios bíblicos, pero a menudo menos organizadas. Ahora
bien, lo más importante es que dan explicaciones del significado de los versículos. Pueden considerarse esenciales cuando se estudia con cuidado una parte pequeña de un libro profético; esto es, menos de un capítulo a la vez. (Véase el Apéndice.)

La tercera fuente de ayuda serían los manuales bíblicos. Los mejores combinan aspectos de los diccionarios bíblicos y los comentarios, aunque no entran en detalles minuciosos en las
introducciones ni en las explicaciones por versículos. Cuando se leen varios capítulos de un libro profético a la vez, sin embargo, el manual bíblico puede dar mucha ayuda útil en un mínimo de tiempo.

El contexto histórico
En el estudio acerca de Jesús (capítulo 7), recordará que el "fondo o contexto histórico" se refería a todo el panorama histórico en el que vivió Jesús y al contexto específico de cualquiera de sus hechos o dichos. En el estudio de los profetas, el fondo histórico puede igualmente ser general (su época) o específico (el contexto concreto de un solo oráculo). Para hacer una buena exégesis, hay que entender ambos tipos de fondo histórico en todos los libros proféticos.

El contexto general. Vale anotar que los dieciséis libros proféticos del Antiguo Testamento provienen de una franja más bien angosta de todo el panorama de la historia israelita; es decir, de los años situados entre el 760 y el 460 a. C, ¿Por qué no tenemos libros de profecía de la época de Josué (cerca del 1400 a.C.), de Abraham (cerca del 1800 a.C.) o de David (cerca del 1000 a.C.)? ¿No hablaba Dios con su pueblo y el mundo antes del año 760 a.C.? Por supuesto que sí, y tenemos muchos materiales en la Biblia sobre esas épocas, incluso algunos que tienen que ver con profetas (1 Reyes 17-2 Reyes 13). Además, recuerde que Dios le habló especialmente a Israel en la Ley, que permanecería por todo el resto de la historia de Israel hasta que fuera reemplazada por el Nuevo Pacto (Jeremías 31:31-34).

¿Por qué entonces hay tal concentración de mensajes proféticos escritos durante los tres siglos que transcurren entre Amós (cerca del 760 a.C., el primero de los "profetas escritores") y Malaquías (cerca del 460 a. C., el último)? La respuesta es que este período de la historia de Israel demandaba especialmente una mediación destinada a poner por obra el pacto, lo cual fue la tarea de los profetas. Un segundo factor es el evidente deseo de Dios de poner por escrito para la historia las advertencias y bendiciones que esos profetas anunciaron en su nombre durante esos años tan decisivos.

Esos años se caracterizaron por tres cosas:
(1) un desorden político, militar, económico y social sin precedentes,
(2) un nivel muy elevado de infidelidad religiosa y desprecio hacia el pacto mosaico original, y
(3) cambios en los límites de la nación y de las poblaciones. En tales circunstancias, se necesitaba de nuevo la Palabra de Dios. Por eso, Dios levantó profetas y anunció su Palabra de esa forma.

Al usar los diccionarios, comentarios y manuales, notará usted que alrededor del 760 a.C, Israel era una nación dividida permanentemente por una guerra civil que había continuado por muchos años. Las tribus del norte, llamadas "Israel", o algunas veces "Efraín", estaban separadas de la tribu sureña de Judá, El norte, donde la desobediencia al pacto sobrepasaba cualquier otra cosa conocida en Judá, estaba listo para la destrucción por Dios debido a su pecado. Amós, que comenzó cerca del 760, y Oseas, que comenzó cerca del 755, anunciaron la inminente destrucción. El norte cayó frente a la superpotencia del Oriente Medio en ese tiempo, Asiria, en el 722 a.C, De allí en adelante, la creciente pecaminosidad de Judá y el surgimiento de otra superpotencia, Babilonia, constituyeron el tema de muchos profetas, entre los que están Isaías, Jeremías, Joel, Miqueas, Nahüm, Habacuc y Sofonías. Iudá también fue destruida por su desobediencia en el 587 a.C. Después de eso, Ezequiel, Daniel, Hageo, Zacarías y Malaquías anunciaron la voluntad de Dios en cuanto a la restauración de su pueblo (comenzando con el regreso del exilio en el 538 a.C.), la reconstrucción de la nación, y la reinstitución de la ortodoxia. Todo esto sigue el modelo fundamental puesto en Deuteronomio 4:25-31.

Los profetas hablan en su mayor parte con referencia directa a estos acontecimientos. A menos que usted conozca estos sucesos y otros de la época, que son demasiado numerosos para mencionarlos aquí, tal vez no pueda entender muy bien lo que los profetas dicen. Dios habló en la historia y acerca de ella. Para entender su Palabra, debemos saber algo de esa historia.

Contextos específicas: Un ejemplo. Cada oráculo profético fue dado dentro de un fondo histórico específico. Dios habló a través de cada uno de sus profetas a su pueblo en cierto momento y lugar, y bajo ciertas circunstancias. El conocimiento de la fecha, los oyentes y la situación, por lo tanto, cuando son conocidos, contribuye sustancialmente a la capacidad del lector para comprender un oráculo.

Lea usted Oseas 5:8-10, un oráculo breve y conciso agrupado junto con otros varios oráculos en ese capitulo. Un buen comentario le dará a conocer el hecho de que este oráculo está en la forma de un oráculo de guerra, un tipo o formato que anuncia el juicio de Dios realizado a través de una batalla. Los elementos usuales de tal formato son: la alarma, la descripción del ataque y la predicción de la derrota. Así como es útil reconocer la forma, también lo es la identificación del contexto específico.

La fecha es el 734 a.C. Los oyentes son los israelitas del norte (llamados aquí "Efraín"}, a quienes les predicó Oseas. Específicamente, el mensaje era para ciertas ciudades del camino que iba de la capital judaica, Jerusalén, al centro de falsa adoración de Israel, Betel. La situación es el estado de guerra. Judá .contraatacó a Israel y a Siria después de que estos invadieron a Judá (véase 2 Reyes 16:7-9). Dios, a través de Oseas, suena metafóricamente la alarma en las ciudades situadas en el territorio de Benjamín (v. 8), que era parte del reino del norte. La destrucción es segura (v. 9), porque Judá captura el territorio que invade ("fueron como los que traspasan los linderos"). No obstante, a Judá también le llegará su hora. La ira de Dios caerá sobre ambos reinos por este acto bélico y por su idolatría (2 Reyes 16:2-4). Judá e Israel estaban obligados a someterse al pacto divino, que prohibía esa guerra interna. Entonces Dios castiga esta violación de su pacto.

El conocimiento de estos pocos hechos hace muy diferente la capacidad para apreciar el oráculo de Oseas 5:8-10. Consulte los comentarios o manuales al leer a los profetas, y como siempre, trate de identificar la fecha, los oyentes y la situación en que se producen los oráculos leídos.

El aislamiento de los oráculos separados
Cuando se llega al estudio mismo o a la lectura con exégesis de los libros proféticos, la primera cosa que se debe aprender es a PENSAR EN FUNCIÓN DE ORÁCULOS COMPLETOS (así como se aprende a pensar en párrafos en las epístolas). Esto no es siempre tarea fácil, pero el conocimiento de la dificultad y la necesidad de hacer esto es el principio de un descubrimiento emocionante.

Casi siempre lo que los profetas dijeron en sus libros se presenta de corrido. Esto es, las palabras habladas en varios lugares durante los años de su ministerio han sido recogidas y escritas juntas, sin divisiones que indiquen dónde termina un oráculo y dónde comienza otro. Además, aun cuando uno puede suponer, por un cambio importante de tema que ha comenzado un nuevo oráculo, la falta de explicación, (transiciones o notas editoriales) todavía lo deja preguntándose: "¿Dijo esto el mismo día a los mismos oyentes, o lo dijo años después - o antes - a un grupo diferente bajo circunstancias diferentes?" La respuesta puede significar una diferencia muy grande en cuanto a la comprensión.
Algunas partes de los libros proféticos presentan excepciones. En Hageo y los primeros capitulas de Zacarías, por ejemplo, cada una de las profecías está fechada. Con la ayuda de un diccionario bíblico, comentario o manual, se puede seguir el progreso de estas profecías en su contexto histórico con facilidad. Algunas de las profecías de otros libros, principalmente Jeremías y Ezequiel, son fechadas también y puestas en un fondo histórico por el autor inspirado.

Sin embargo, no resulta así la mayor parte del tiempo. Por ejemplo, lea usted Amos, capítulo 5; en una edición de la Biblia que no inserte titulas explicativos (estos son solamente una opinión erudita), y pregúntese si el capítulo es sólo una profecía (oráculo) o no. Si es un solo oráculo, ¿por qué tiene tantos cambios de tema (lamentación sobre la destrucción de Israel en vv. 1-3; invitación a buscar a Dios y vivir, vv. 5,6, 14; ataques a la injusticia social, vv. 713; predicción de miserias, vv. 16, 17; descripción del día del Señor, vv. 18-20; crítica de la adoración hipócrita, vv. 21-24; y un repaso breve de la historia pecaminosa de Israel que culmina con la predicción del exilio, vv. 25-27)? Si no es un solo oráculo, ¿cómo se deben entender las partes que lo componen? ¿Son todas independientes las unas de las otras? ¿Se deben agrupar algunas? Si es así, ¿de qué modo?

En realidad, el capitulo 5 contiene lo que generalmente se considera como tres oráculos. Los vv. 1-3 forman un oráculo de lamentación corto que anuncia un castigo, los vv. 4-17 forman un solo oráculo complejo de invitación a la bendición y advertencia de castigo, y los vv. 18-27 forman un solo oráculo complejo para anunciar un castigo. Los pequeños cambios de tema, entonces, no indican cada uno el principio de un nuevo oráculo. Por otra parte, las divisiones en capítulos no corresponden con los oráculos tampoco. Para distinguir los oráculos hay que prestar atención a sus formas conocidas (véase más abajo). Los tres oráculos del capítulo 5 fueron dados a fines del reino del rey Ieroboam de Israel (793-753 a.C.), a un pueblo cuya relativa prosperidad lo hacía pensar que era imposible que su nación fuera así devastada y dejara de existir en sólo una generación. Un buen comentario, diccionario bíblico o manual de la Biblia explicará tales cosas. Evítese las dificultades que produce el tratar de leer sin ellos.

Las formas de la expresión profética
Como la diferenciación de los diversos oráculos es una clave para la comprensión de los libros proféticos, es importante que usted sepa algo acerca de las diferentes formas que los profetas usaron para componer sus oráculos. El reconocimiento de las formas es un requisito previo para la debida delimitación de los oráculos. Así como la Biblia está compuesta por muchas clases diferentes de formas o estilos literarios, así también los profetas emplearon una variedad de formas literarias al servicio de sus mensajes inspirados por Dios. Los comentarios pueden identificar y explicar estas formas. Hemos seleccionados tres de las formas más comunes para hacerle ver la importancia del reconocimiento y la interpretación correcta de las técnicas literarias allí representadas.

El litigio. Primero, sugerimos que se lea Isaías 3:1~-26, que constituye una forma literaria alegórica llamada "litigio de pacto" (hebreo rlb). En esta y en muchas otras alegorías de pacto de los profetas (Oseas 3:3-17; 4:1-19, etc.), Dios aparece imaginativamente como acusador, abogado acusador, juez y fiador en un juicio contra el acusado, Israel. En el litigio se incluyen una citación, un cargo, unas evidencias y un veredicto, aunque a veces estos elementos pueden estar implícitos. En Isaías 3, los elementos se incorporan así: El tribunal se reúne y se presenta el litigio contra Israel (vv. 13, 14). Se hace la acusación (vv. 14b-16). Como las evidencias demuestran que Israel es culpable, se anuncia la sentencia (vv. 17-26). Como el pacto ha sido violado, los castigos que aparecen en el pacto caen sobre las mujeres y a los hombres de Israel: enfermedad, indigencia, privaciones y muerte. El estilo figurado de esta alegoría es un modo eficaz y dramático de comunicar a Israel que va a ser castigado por su desobediencia, y que el castigo será severo. La forma literaria especial ayuda a la comprensión del mensaje especial.

El ay. Otra forma literaria común es la del "oráculo del ay". "¡Ay!" equivale a la palabra que los antiguos israelitas usaban como exclamación frente a los desastres o la muerte, o cuando Se lamentaban en un funeral. A través de los profetas, Dios hace predicciones de un destino fatal inminente usando el "ay", y ningún israelita podía pasar por alto el significado de esa palabra. Los oráculos de ayes contienen, en forma explícita o implícita, tres elementos que caracterizan su forma: el anuncio de una desgracia (la palabra "ay", por ejemplo), la razón de la desgracia, y una predicción de las fatales consecuencias. Lea Habacuc 2:6-8, donde hay uno de los varios casos de este libro profético de un "oráculo de ay" dicho contra la nación de Babilonia. Esta superpotencia imperialista y brutal de la antigua y fértil Mesopotamia, estaba haciendo planes para conquistar y destruir a Judá a fines del siglo séptimo a.C. cuando Habacuc presentó el mensaje de Dios contra ella. Se personifica a Babilonia como ladrón y extorsionista (la razón), el oráculo anuncia una lamentación, y predice desastre (cuando todos aquellos a quienes Babilonia ha oprimido se levanten contra ella). Esta forma es alegórica (aunque no todos los oráculos de ayes lo son: Miqueas 2:1-5; Sofonías 2:5-7).

La promesa. Otra forma literaria profética común es la promesa u "oráculo de salvación". Se reconoce esta forma por los elementos siguientes: referencia al futuro, mención de un cambio radical, y mención de una bendición. Amós 9: 11-15, ejemplar de oráculo de promesa, contiene estos elementos. El futuro se menciona como "en aquel día" (v. 11). El cambio radical se describe como la restauración y reparación del "tabernáculo caído de David" (v. 11), la exaltación de Israel sobre Edom (v. 12) y el retorno del exilio (vv. 14, 15). La bendición viene por medio de las categorías del pacto ya mencionadas (vida, salud, prosperidad, abundancia agrícola, respeto y seguridad). Todas estas cosas están incluidas en Amós 9:11-15, aunque la salud, esté implícita. La insistencia principal está en la abundancia agrícola. Las cosechas, por ejemplo, serán tan enormes, que los cosechadores todavía no habrán terminado cuando los sembradores comiencen a plantar otra vez (v. 13). Para otros ejemplos de oráculos de promesas, véanse Oseas 2:16-22 y 2:21-23; Isaías 45:1-7; y Jeremías 3:1-9.

Con estos breves ejemplos, esperamos que usted sepa que los estilos literarios proféticos bien entendidos le ayudan a comprender el mensaje de Dios con más precisión. Aprenda las formas en los comentarios (vea el Apéndice), y ¡se alegrará de haberlo hecho!

Los profetas como poetas
El hombre común aprecia poco la poesía. La poesía parece ser un modo extraño y confuso de expresar las cosas, como si tuviera el propósito de hacer las ideas menos inteligibles. Se pone poco énfasis en la poesía, excepto en la música popular, que generalmente contiene una poesía de versificación vulgar. En algunas culturas modernas, sin embargo, y en la mayoría de las antiguas, la poesía es un modo de expresión de mucho valor. Los cantos épicos nacionales y las memorias religiosas e históricas se conservaron en verso. Decimos que se "conservaron", porque una de las ventajas de la poesía sobre la prosa es que se puede memorizar con más facilidad. Un buen poema tiene ritmo llamado también (metro), equilibrio (llamado también paralelismo o esticometría) y una estructura general. Es regular y ordenado. Una vez bien aprendida, la poesía no se olvida tan fácilmente como la prosa.

La prosa poética algunas veces usada por los profetas es un estilo formal especial que emplea las mismas características antes mencionadas, aunque con menos consistencia. Como es más regular y estilizada que el habla común, también se recuerda mejor. Nos referimos a ella igualmente como "poesía".

En el Israel antiguo se estimaba mucho la poesía como medio de aprendizaje. Las cosas que por su importancia debían recordarse, se componían en verso. Así como podemos recordar la letra. de las canciones con más facilidad que las oraciones de los libros o discursos los israelitas también consideraban más sencilla la memorización de cosas compuestas en verso. El buen uso de este útil fenómeno en una época cuando la escritura y la lectura eran habilidades extrañas y cuando la posesión privada de libros era casi desconocida, Dios habló a través de sus profetas principalmente en poemas. La gente estaba habituada a la poesía, y los versos de esas profecías eran como música en su oído.

Todos los libros proféticos contienen una gran cantidad de poesía, y varios son exclusivamente poéticos. Antes de leer los libros proféticos, por lo tanto, sería útil leer una Introducción a la poesía hebrea. Recomendamos el artículo de Norman Gottvald titulado "Poetry, Hebrew" en el Interpreter's Dictionary of the Bible (Nashville: Abíngdon, 1962). Cualquier diccionario bíblico tiene por lo menos un artículo informativo sobre poesía. Como indicación de los beneficios que produce conocer las funciones de la poesía hebraica, sugerimos que se estudien estos tres aspectos en el estilo repetitivo de la poesía del Antiguo Testamento:

1. Paralelismo sinónimo. La línea segunda o subsiguiente repite o refuerza el sentido de la primera línea o verso, como en Isaías 44:22:
"Yo deshice como una nube tus rebeliones,
y como niebla tus pecados."
2. Paralelismo antitético. El segundo verso contrasta con la idea del primero, como en Oseas 7:14:
"Y no clamaron a mí con sus corazones
cuando gritaban sobre sus camas."
3. Paralelismo sintético. El segundo verso añade información al primero, como en Abdías 21:
"Y subirán salvadores al monte de Sion
para juzgar al monte de Esaú;
y el reino será de Jehová."

Recuerde que la presentación de ideas en verso no es confusa si se lee con cuidado y conocimiento. La poesía es tan comprensible como la prosa si se conocen las reglas.

Algunas sugerencias Hermenéuticas
Si la tarea de la exégesis es poner a los profetas dentro de su propio contexto o fondo histórico y escuchar lo que Dios estaba diciendo a Israel a través de ellos, entonces ¿qué se puede decir a nivel de hermenéutica? ¿Cuál es la Palabra de Dios para nosotros a través de estos oráculos poéticos inspirados, hablados en otra época al antiguo pueblo de Dios? Primero, quisiéramos señalar que gran parte de lo que se dijo en el capítulo 4 acerca de la hermenéutica de las epístolas se aplica aquí también. Una vez que oímos lo que Dios les dijo a ellos, aunque nuestras circunstancias difieran considerablemente, a menudo lo oímos otra vez en nuestro propio ambiente de modo bastante directo. Afirmamos que el juicio de Dios siempre les espera a aquellos que "vendieron..." al pobre por un par de zapatos" (Amós 2:6), o que usan la religión para encubrir su avaricia e injusticia [Isaías 1:10-17), o que tienen idolatrías modernas mezcladas (tales como la justificación propia) con el Evangelio de Cristo (Oseas 13:2-4). Estos son pecados del Nuevo Pacto también. Violan los dos mandamientos mayores, compartidos por el Antiguo Pacto y el Nuevo (véase el capítulo 9).

Además de estas aplicaciones, hay otros tres asuntos que se deben considerar: una precaución, una preocupación y un beneficio.

Una precaución: El profeta predice el futuro
Al principio de este capítulo anotamos que la tarea principal del profeta no era predecir el futuro distante. Es cierto que predijeron sucesos futuros, pero ese futuro ya es pasado. Esto es, ellos hablaron de juicio o salvación venideros en el futuro relativamente inmediato de Israel, no nuestro propio futuro. Advertimos que, para ver el cumplimiento de sus profecías, debemos volver a los tiempos que para ellos eran futuro todavía, pero para nosotros son pasado. Hay que ilustrar este principio hermenéutico.

Como ejemplo de la concentración de los mensajes proféticos en el futuro cercano en vez del distante, sugerimos que se lean los capítulos 25-29 de Ezequiel. Obsérvese que los diversos oráculos contenidos en ellos tienen que ver con el destino de otras naciones además de Israel, que también está incluida. Es importante ver que Dios se refiere al destino de esas naciones, y que la realización de las profecías vino sólo décadas después de ser lanzadas, esto es, durante el siglo sexto a.C. Por supuesto, hay excepciones aisladas. Ezequiel 37:15-28 describe la edad del Nuevo Pacto, y las bendiciones que Dios va a derramar sobre la Iglesia por medio del Mesías. Sin embargo, la mayoría de las profecías, incluso las de los capítulos 38 y 39 (consúltese un comentario sobre estos capítulos) se refieren a tiempos y acontecimientos del Antiguo Testamento.

El demasiado celo por la identificación de sucesos del Nuevo Testamento en los oráculos proféticos del Antiguo Testamento, puede producir resultados extraños. La referencia de Isaías 49:23 a reyes que "con el rostro inclinado a tierra te adorarán" parecía muy similar a los tres magos que visitaron al niño Jesús (Mateo 2:1-11) y bastante para animar a muchos a suponer que esas palabras de Isaías son mesiánicas. Tal interpretación pasa por alto el contexto (se mencionan reyes y reinas; el tema del pasaje es la restauración de Israel después de su exilio en Babilonia), la intención (el lenguaje del oráculo tiene el propósito de demostrar lo grande que será el respeto hacia Israel cuando Dios lo restaure), el estilo (la poesía simboliza el respeto de las naciones por medio de imágenes de sus gobernantes como padrastos de Israel, y lamiendo el polvo a los pies de la nación), y las palabras (los magos son hombres sabios y astrólogos, no reyes). Debemos tener cuidado para que los oráculos proféticos, y cualquier otra parte de la Escritura, no nos digan lo que queremos oír, sino lo que Dios quiere que oigamos.

Se debe observar, por supuesto, que algunas profecías del futuro cercano fueron colocadas contra el fondo del gran futuro escatológico, y algunas veces parecen confundirse. Hablaremos de esto otra vez en el capítulo 13. Por ahora anotemos, que la razón de eso es que la Biblia por lo regular ve los actos de Dios en la historia temporal, a la luz de su plan general para toda la historia humana. Así pues, lo temporal se ha de considerar dentro del plan eterno. Es como si se vieran dos discos, uno pequeño delante de uno grande; luego, según la perspectiva de la historia subsiguiente, se los ve de lado y se nota así la distancia que hay entre ellos.

Perspectiva Profética de los Sucesos Cronologicos
Vistos de frente                                             Vistos de lado

    o O                                                                   I  I

Así que hay ciertas cosas en los profetas que pueden tener relación con los sucesos finales de esta era (Joel 3:1-3; Sofonías 3:8, 9; Zacarías 14:9). Ahora bien, los juicios temporales de los cuales se habla en conjunción con esos sucesos finales no se deben empujar hacia el futuro también. .

Se debe mencionar un punto más. El lenguaje escatológico es metafórico por naturaleza. Algunas veces esas metáforas expresan en poesía el lenguaje de los sucesos finales, pero no tienen que ser predicciones de esos sucesos en sí mismas. En Ezequiel 37:1-14 se encuentra un ejemplo. Usando palabras que describen la resurrección de los muertos, acontecimiento que sabemos ocurrirá al fin de los tiempos. Dios predice a través de Ezequiel el regreso de la nación de Israel desde el exilio en Babilonia. en el siglo sexto c.C, (vv. 1214). Así pues, un suceso que es pasado para nosotros (como se describe en Esdras 1, 2) se predice metafóricamente con lenguaje escatológico como si fuera un suceso del final de los tiempos.

Una preocupación: La profecía y los significados secundarios
En varios lugares del Nuevo Testamento se hace referencia a pasajes del Antiguo Testamento, que parecen no tener relación con el significado que les da el Nuevo Testamento. Esto es, los pasajes parecen tener un significado claro en el fondo original del Antiguo Testamento, y sin embargo, un escritor del Nuevo Testamento los usa en conexión con un significado diferente.

Como ejemplo, consideremos las dos historias de la manera como los israelitas y Moisés recibieron milagrosamente agua de la roca en el desierto: una vez en Refidim (Exodo 17:1-7) y otra en Cades (Números 20:1-13). Las historias parecen bastante sencillas y muy claras en sus contextos originales. En cambio en 1 Corintios 10:4 parece que Pablo identifica la experiencia de los israelitas con un encuentro con Cristo, y dice que "bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo". En ninguno de los dos relatos del Antiguo Testamento hay indicación de que la roca sea otra cosa. Pablo le da a la roca un segundo significado, y la identifica con Cristo. A este significado secundario se le denomina comúnmente sensus plenior (significado más completo).

Al reflexionar sobre esto, se ve que Pablo hace una analogía. El dice en realidad: Esa roca era para ellos como es Cristo para nosotros; una fuente de sustento, del mismo modo que las cosas espirituales son un sustento para nosotros. El lenguaje de Pablo en los versículos 2-4 es muy metafórico. El quiere que los corintios entiendan que la experiencia de los israelitas en el desierto se puede interpretar como una alegoría de la experiencia con Cristo, especialmente en la Cena del Señor.

Los lectores modernos tal vez no podamos notar esa analogía del modo como la describió Pablo. Si Pablo nunca hubiera escrito esas palabras, ¿habríamos nosotros identificado la nube y el mar con el bautismo (v. 2), o la roca con Cristo (v. 4)? En otras palabras, ¿podríamos nosotros solos, con certeza, decidir el sensus plenior, o sentido secundario? La respuesta es negativa. El Espíritu Santo inspiró a Pablo para que escribiera acerca de la conexión analógica entre los israelitas en el desierto y la vida en Cristo, sin seguir las reglas usuales del contexto, la intención, el estilo y las palabras (véase el subtítulo Una precaución: El profeta predice el futuro). El Espíritu Santo dirigió a Pablo para que describiera el hecho de que los israelitas sacaron agua de las rocas más de una vez, con la expresión poco común y figurada de que una roca "los seguía". Otros detalles del lenguaje descriptivo que Pablo usa en 1 Corintios 10:1-4 (expresiones no literales como "nuestros padres todos" en v. 1 y alimento y bebida "espiritual" en vv. 3, 4) son asimismo muy extraños.

Sin embargo, nosotros no somos escritores inspirados de la Escritura. No tenemos autorización para hacer lo que Pablo hizo. Las conexiones alegóricas que él encontró por inspiración entre el Antiguo Testamento y el Nuevo son dignas de confianza. Sin embargo, en ninguna parte de la Escritura se nos dice: "Ve y haz lo mismo." Así que el principio del sensus plenior (significado más completo) está en función de la inspiración, no de la iluminación. El mismo Espíritu Santo que inspiró a un autor del Antiguo Testamento para escribir un cierto conjunto de palabras o un pasaje, puede inspirar a un escritor del Nuevo Testamento a pasar por alto las consideraciones comunes de contexto, intención, estilo y expresión de palabras e identificar ese conjunto de palabras o pasaje con un segundo significado. En cambio, nosotros no somos escritores inspirados, sino lectores iluminados. 'La inspiración es la motivación original para escribir las Escrituras de cierto modo. La iluminación es la luz interior para entender lo que los autores de la Escriture escribieron. No podemos volver a escribir ni a definir la Escritura mediante nuestra iluminación. Por eso, sólo podemos percibir un sensus plenior después de que ha sido establecido. A menos que esté identificado como sensus plenior en el Nuevo Testamento, nosotros no podemos identificarlo como tal en el Antiguo Testamento con confianza y según nuestra propia autoridad.

Las Biblias de estudio, los comentarios, los manuales y las Bíblias con columnas de referencia, generalmente identifican los pasajes proféticos del Antiguo Testamento que tienen un segundo significado en el Nuevo Testamento. Algunos ejemplos de esos pasajes son: Mateo 1:22, 23 (Isaías 7:14); 2:15 (Oseas 11:1); 2:17, 18 (Jeremías 31:15); Juan 12:15 [Zacarías 9:9).

Sólo necesitamos tomar algunos de éstos para ilustrar el fenómeno de un segundo significado adscrito a un pasaje profético: Mateo 2:15. En Oseas 11:1 leemos: "Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo."
 
En Oseas, el contexto es el rescate de Israel de Egipto por medio del Éxodo. La intención es mostrar cómo Dios amó a Israel como a su propio hijo. El estilo es el paralelismo poético sinónimo, donde "mi hijo" se identifica con la nación de Israel. Las palabras son metafóricas: Israel es personificado como un "muchacho" en este verso. La segunda persona de la Trinidad, Cristo, no aparece en el significado "llano o sencillo" de esta Escritura.

Si no tuviéramos Mateo 2:15 en nuestra Biblia, no nos sentiríamos inclinados a identificar este versículo de Oseas como una profecía sobre Jesús de Nazaret. Sin embargo, Mateo tenía algo que nosotros no tenemos; tenía la inspiración autoritaria del mismo Espíritu que inspiró a Oseas para componer Oseas 11:1. Este mismo Espíritu lo movió a decidir que las palabras que Oseas usó se podían volver a usar con contexto, estilo e intención diferentes, y en conexión con otras palabras acerca del Mesías, El Espíritu Santo había "plantado" esas palabras selectas en el libro de Oseas, para que se usaran otra vez en conexión con los sucesos de la vida de Jesús. Mateo no le aplica esas palabras a Jesús como resultado de un proceso exegético hermenéutico. Antes bien, toma esas palabras de su contexto original y les da un significado completamente nuevo, porque tiene autoridad para hacerlo. Nosotros sólo podemos leer y apreciar lo que él ha hecho, pero no hacer lo mismo con ningún pasaje dado.

Beneficio final: La insistencia en la ortodoxia y la ortopraxia
La ortodoxia consiste en tener las creencias correctas. La ortopraxia consiste en realizar las acciones correctas. A través de los profetas, Dios llama al pueblo del Israel y el Judá antiguos a tener un equilibrio de creencia y acción correctas. Este es todavía el mismo equilibrio que se exige en el Nuevo Pacto (Santiago 1:27; 2:18; Efesios 2:8-10). Lo que Dios demanda de Israel y de luda es, en sentido general, lo mismo que requiere de nosotros. Los profetas nos recuerdan constantemente la decisión de Dios de hacer cumplir su pacto. Para los que obedecen las estipulaciones del Nuevo Pacto (amar a Dios y al prójimo), el resultado final y eterno será de bendición, aunque los resultados en este mundo no sean tan animadores. Para los que desobedecen, el resultado sólo puede ser maldición, no importa cuan bien les vaya durante la vida en la tierra. La advertencia de Malaquías (4:6) todavía sigue en pie.

Samuel y "los hijos de los profetas"
En un sentido más amplio del vocablo, profetas hubo desde los primeros días del mundo. Tanto Abrahán (Gén. 20:7) como Moisés (Deut. 18:15) fueron llamados profetas.

Durante el período de los jueces el oficio profético languideció, y "la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia" (1 Samuel 3:1).

El llamado de Samuel hacia el final de ese período fue trascendental. Fue el primer "profeta" en el sentido más estricto de la palabra, y se lo puede considerar como fundador del oficio profético; iba de lugar en lugar como maestro de Israel (1 Samuel 10:10-13; cf 1 Samuel 7:16-17). Después de él y hasta el fin del tiempo del Antiguo Testamento, diversos hombres escogidos hablaron a la nación en nombre de Dios, interpretando el pasado y el presente, exhortando a la justicia, y siempre dirigiendo su vista al futuro glorioso que Dios les había señalado como pueblo. Samuel habría fundado lo que se conoció como "las escuelas de los profetas". Los jóvenes que recibían su educación en estas escuelas (1 Samuel 19:20) eran conocidos como los "hijos de los profetas" (2 Reyes 2:3-5).

La primera de tales escuelas que se mencionan estuvo en Ramá (1 Samuel 19:18, 20), la sede de Samuel (1 Samuel 7:17). Los hijos de los profetas no eran necesariamente recipientes directos del don profético, pero eran divinamente llamados, como los ministros evangélicos de hoy, para instruir a la gente acerca de la voluntad y los caminos de Dios. Las escuelas de los profetas fueron una poderosa fuerza que limitó el avance de la marea del mal, que tan a menudo amenazó con sumergir al pueblo hebreo bajo una inundación de idolatría, materialismo e injusticia, y proporcionó una barrera contra la ola de corrupción que avanzaba con mucha rapidez. Estas escuelas proveyeron el adiestramiento mental y espiritual a jóvenes seleccionados que serían los maestros y dirigentes de la nación.

Tabla Cronológica de los Profetas de Israel
Esta tabla solamente incluye las figuras proféticas mayores del período del Antiguo Testamento. El período después del año 750 a. C., que comienza con Óseas y Amós, es frecuentemente conocida como el período clásico de la profecía y a los profetas se les conoce como los profetas escritores. De alguna forma, ambos nombres no son exactos. No existe realmente una clara separación radical entre los profetas antes del comienzo del "período clásico" y de aquellos que vienen después, tal como el título puede implicarlo. Además, no todos aquellos profetas fueron necesariamente escritores; en muchos casos, otros fueron los que de hecho escribieron los libros que llevan su nombre, y escribieron sobre esos profetas, sus vidas y mensajes.

Las fechas reflejan el ministerio activo de los profetas que fue determinado por las porciones bíblicas que se pueden fechar. Excepto por las tradiciones de Isaías, no se hace el intento para clasificar los diferentes períodos de tiempo que se reflejan en los libros proféticos mismos. Por ejemplo, es claro que la colección de sermones y narraciones de Amós tuvo que pasar por un editor (que revisó la redacción) en el reino del Sur después de la destrucción de Jerusalén en el año 587 a. C., más o menos unos 150 años después del ministerio de Amós en el reino del Norte (Amós 9:11-15).

Esto solamente nos recuerda que existe una diferencia entre el contexto histórico inmediato de las figuras proféticas del Antiguo Testamento y el contexto histórico de los libros que llevan su nombre Los libros son los productos de la comunidad de fe, algunas veces a través de varios siglos, mientras se recolectaban, se reflexionaba sobre ellas, y se usaban los mensajes que los mismos profetas habían traído (para ver una tabla de los diferentes tiempos dentro del material bíblico, ver The Three Triads of Biblical Interpretation, y el artículo que lo acompaña Guidelines for Interpreting Biblical Narrative). Los libros frecuentemente llevan una clara evidencia de este dinámico uso de las tradiciones proféticas en algún período de tiempo, que también nos dice algo sobre la continua vitalidad de los escritos como la palabra viva de Dios para el pueblo.

En esta tabla no se incluye a Daniel porque ese libro normalmente no es considerado un libro profético. Existe muy poca evidencia histórica para fechar el libro de Joel, y podría colocarse entre el año 500 a. C. y tan tarde como en el año 300 a. C. El libro de Jonás se coloca en el período de la época Asiría del siglo VIII a. C., pero muchos estudiosos colocan el tiempo de la escritura de ese libro a la mitad del siglo V a. C., un poco después de las reformas de Nehemías. Esto sugiere que el libro usa tradiciones mucho más antiguas, de la época Asiría, como medios para abordar un tipo muy diferente de problemas en la comunidad post-exílica.

Continua en Los Profetas II
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