Sana Doctrina

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, Judas 1:3 Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.

Unete

domingo, 17 de abril de 2011

El Apocalipsis i: El Libro II


Juan recibe el Apocalipsis de Hans Memling.


El Libro del Apocalipsis o Apocalipsis de Juan (griego: Ἀποκάλυψις Ἰωάννου [Apokálypsis Ioánnou]«Revelación de Juan») es el último Libro del Nuevo Testamento. También es conocido como el Apocalipsis de Jesucristo, por el título que al principio se da a este libro (Ἀποκάλυψις Ἰησοῦ Χριστοῦ [...]) y, en algunos círculos protestantes, simplemente como Revelación o Libro de las revelaciones. Por su género literario, es considerado por la mayoría de los eruditos el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético. El Apocalipsis quizás sea el escrito más rico en símbolos de toda la Biblia. La cantidad de símbolos, eventos y procesos complica la tarea de interpretar la totalidad del texto y, como tal, ha sido objeto de numerosas investigaciones, interpretaciones y debate a lo largo de la historia.

El Origen del Apocalipsis
Mientras que el era un prisionero en la isla de Patmos, en la costa griega, el Apóstol Juan anotó (más de 1,900 años atrás) en el libro de Apocalipsis lo que ocurriría en el cercano futuro, en nuestro tiempo.

El titulo griego del libro, apokalupsis, quiere decir “revelación:—aparecer, surgir, presentarse, aclarado, manifestación, ser revelado, revelación” “una revelación de la verdad, instrucción acerca de cosas divinas nunca antes conocidas.” Algunos suponen que los símbolos usados en Apocalipsis son para oscurecer sus significados. Pero ¿Por qué dio por titulo Dios a este libro “para revelar,” si de verdad quiere decir “para esconder”?

El Apocalipsis Revelación, comienza, “La Revelación de Jesucristo, que Dios [el Padre] le dio a El [Jesús], para enseñarle a Sus siervos [verdaderos Cristianos] las cosas que deben suceder pronto; y El la envió y la mostró por medio de Su ángel a Su siervo Juan (Apocalipsis 1:1). Esta revelación se originó con Dios el Padre, que se la pasó a Jesucristo. Entonces Cristo a través de una visión, se la pasó a Juan. Lo que el escribió para nosotros fue “la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que el vió” (v. 2).

Juan fue trasladado adelante en el tiempo a lo que es descrito en el Capitulo 1, versículo 10 como el “Día del Señor.” “Día del Eterno.” A el le fueron dado mensajes por Cristo con respecto a “…las cosas que son, y las cosas que han de ser después de estas” (Apocalipsis 1:19).

El Día del Señor es el tiempo al final de esta era cuando Dios va a intervenir en los asuntos de la humanidad y traer a su fin 6,000 años de desgobierno. Este día está descrito en diferentes lugares de la Biblia (Isaias 13:9; Jeremias 46:10; Joel 1:15; Sofonias 1:14-18; Malaquias 4:5; Lucas 21:34).

Apocalipsis; San Juan
Capítulo 1º: Problemas literarios
El Apocalipsis es junto al cuarto evangelio y la primera carta de Juan, los escritos que son de una misma corriente, que puede definirse como <<tradición joánica>>. La fecha de edición del Apocalipsis debe situarse hacia el año 95, datación anterior a la edición final del cuarto evangelio y de las cartas.

El género literario del Apocalipsis
Apocalipsis y profecía
Cuando hablamos del género literario del Apocalipsis nos referiremos en primer lugar a la significación del término Apocalipsis, cuya transcripción literal viene del sustantivo griego (cf. Ap 1, 1) que deriva de un verbo que significa: descubrir, levantar el velo que cubre una cosa y la oculta a las miradas. Para entenderlo mejor podemos usar el término <<revelación>> hecha por Dios a los hombres, de cosas ocultas que él solo conoce.

La profecía
Cuando queremos hablar del género apocalíptico debemos hacer primero referencia al género profético ya que de el deriva. Juan se presenta a sí mismo como profeta, en 6 ocasiones en el texto.

En el Antiguo Testamento, el profeta era el mensajero, el intérprete de la palabra divina, es el hombre enviado para recordar constantemente al pueblo santo sus obligaciones y las exigencias de la alianza. Para realizarlo puede ser favorecido con revelaciones especiales concernientes a un acontecimiento próximo, en el que prevé y anuncia anticipadamente los castigos que van a pesar sobre el pueblo de Dios. Una vez acaecida la catástrofe, anuncia perspectivas de restauración y de renacimiento religioso. Este anuncio del porvenir tiene por objeto favorecer la misión presente del profeta: recordar al pueblo santo sus obligaciones morales individuales o colectivas.

En el cristianismo primitivo, el profetismo conserva una importancia de primer orden cuya función principal fue explicar, a la luz del Espíritu, los oráculos de las Escrituras y así descubrir el misterio del plan divino.

El Apocalipsis
El elemento primordial en el apocalipsis está orientado hacia los misterios del porvenir. Los apocalipsis se desarrollaron en períodos de crisis, entonces se hacía urgente sostener la moral de los fieles explicándoles el sentimiento sobrenatural de la prueba que los afligía y prometiendo el fin miserable de los perseguidores para volver a una edad de oro.

Asistimos a una evolución literaria en la presentación del mensaje. En los orígenes, el profeta presenta sus revelaciones como visiones, esto hay que entenderlo en sentido de conocimiento o de previsión más que en sentido de visión real a la manera de percepción sensible o imaginativa. Se trata de hecho de un contacto místico con Dios.

Daniel es el último de los profetas y el primero de los videntes apocalípticos, a partir de este momento el objeto de la visión no es ya una cosa que sirve de soporte a una comparación analógica, sino toda una escena que se desarrolla y que simboliza la sucesión de los acontecimientos que está encargado de anunciar el profeta.

El simbolismo
Entendemos por simbolismo la propiedad que tienen las cosas materiales de evocar, natural o convencionalmente, realidades no materiales o ideas abstractas. En una visión apocalíptica, los detalles concretos adquieren valor simbólico y son una enseñanza. Juan usará una serie de símbolos de los cuales algunos darán su equivalencia y otros supondrá que el lector los sabe. Los colores y los números también tienen un valor simbólico.

El vidente traduce en símbolos las ideas que Dios le sugiere. Su objetivo no es ya describir una visión coherente, es pues necesario entrar en su juego y su incoherencia. Sería un error preguntarse cómo pueden diez cuernos repartirse en siete cabezas, hay que traducir intelectualmente los símbolos sin detenerse en particularidades.

El Apocalipsis y el Antiguo Testamento: Los préstamos del Antiguo Testamento.
Esta no es la única fuente del simbolismo de Juan, ni su principal, a no ser que se quieran englobar en ellas las visiones de: Ezequiel, Zacarías y Daniel. En las últimas profecías del Antiguo Testamento, se puede hallar el origen de los más importantes símbolos joánicos.

Los Apocalipsis apócrifos, para autentificar su mensaje se ponían bajo el patrocinio de una figura del Antiguo Testamento. Juan, por el contrario, reproduce los temas y las expresiones bíblicas tradicionales. Escribe de una manera sistemática.

La originalidad del Apocalipsis
El autor del Apocalipsis cuando quiere reproducir los temas antiguos le da una impronta de sobriedad, sencillez y hasta de poesía. Juan es sencillamente un vidente, es un hombre poseído por el Espíritu.

Juan es una persona que conoce muy bien la Biblia, por ello cuando quiere expresar una idea se nota en su expresión un toque de profetismo tradicional. Quiere, aun así, mantener la línea de los profetas del Nuevo Testamento que tenían como misión explicar las profecías antiguas en función de las coyunturas presentes.

II La composición literaria
Nos encontramos ante la dificultad de asignar un plan lógico y coherente al conjunto de las visiones del Apocalipsis. Se repiten las visiones, encontramos dos visiones que se siguen sin nexo lógico y se producen contradicciones entre ellas.

La hipótesis de fuentes distintas
Para tratar de explicar estas anomalías se han planteado las hipótesis de que se haya usado más de una fuente para escribir el texto. Hay muchas teorías de cuales pueden ser los textos tomados.

La investigación de los procedimientos de composición
Swete y Allo hablan de una unidad literaria del conjunto del libro, que se ve reflejado en su lengua, con sus solecismos y semitismos, y en sus procedimientos de composición literaria. Habría que hablar, por tanto, de temas de inspiración más que de fuentes distintas.

En el caso de los tropiezos y repeticiones que aparecen en el texto, deberemos atribuirlo a la composición adoptada por Juan. Notamos la presencia de septenarios, lo que ha hecho pensar que la obra pudiera estar construida con referencia a la cifra siete. Cada septenario va precedido de una sección preparatoria que la acompaña.

Vuelta a la hipótesis de las fuentes
En el caso de admitir diferentes documentos reunidos por un redactor último, no hay inconveniente en que este quisiera disponer según leyes definidas del material que utilizaba. Surgen dificultades literarias para reforzar la teoría de Allo: hay un desorden al final (22:6-21), hay dos descripciones de la Jerusalén futura.

Charles y Gächter, renuncian a la hipótesis de documentos diferentes y proponen que el libro es de un mismo autor (unidad literaria), pero como Juan habría muerto antes de acabar su obra esta habría sido acabada por un discípulo, el cual habría trastocado los tres últimos capítulos por eso se encuentran tan desordenados. Pero con esta hipótesis no se resuelven la totalidad de problemas del Apocalipsis, por lo que muchos vuelven a cuestionar la unidad literaria de la obra.

El problema de las <<cartas a las siete iglesias>>
Esta sección se distingue por su estilo peculiar y por su contenido moralizante. Por estas características se ve como una unidad literaria distinta. Hay un indicio literario que remarca su carácter adicional de las cartas y es que los versículos del 11 al 18 del capítulo 1 son una inserción marcada por la <<repetición>>, este texto sería como la preparación a las cartas.

El problema de los duplicados
Esta sección se distingue tanto por el estilo como por su contenido moralizante. Es considerada una unidad literaria distinta e indicio literario que hacen ver el carácter adicional de estas cartas. Los vv. 11 al 18 del capítulo 1 están marcados por la repetición por lo que habrían sido añadidos al mismo tiempo que las cartas y como preparación a estas.

El Apocalipsis ofrece numeroso duplicados, explicado según Allo con la teoría de la ley de las ondulaciones: “Una visión esquemática que contiene toda la revelación contemplada, se explicita luego en divisiones más amplias que ella, idénticas a la primera en cuanto al fondo, pero aportando una nueva precisión y claridad”. Vamos a ver el duplicado constituido por la visión de la bestia, en los capítulos 13 y 17:


Semejanzas
Capítulo 13
Capítulo 17
diez cuernos y siete cabezas
siete cabezas y diez cuernos
nombres blasfemos
nombres blasfemos
llena de admiración
se llenarán de admiración
los hombres de la tierra, cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida
los habitantes de la tierra, cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida
desde la creación del mundo
desde la creación del mundo

Sin embargo hay también diferencias:
1 En un texto habla de que la bestia surge del mar y en el otro texto habla del abismo.
2 En el texto del capítulo 13 parece que la bestia iba a perecer porque una de sus cabezas había sido herida de muerte, mientras que en el otro texto no dice nada.

De todos modos, hay unanimidad sobre la interpretación general:
La bestia simboliza al imperio romano (a Nerón), las cabezas a los emperadores.
Los dos textos tratan de la <<resurrección>> de la bestia.
Hay una doble explicación simbólica de las siete cabezas:
La primera, compara las siete cabezas con siete colinas por lo que habla de Roma.
La segunda, se pregunta ¿cómo puede existir una de las cabezas (v. 10: cinco han pasado, una es, la otra no ha venido), si la bestia no existe?

En conclusión parece tratarse de dos variaciones diferentes de un solo y mismo tema, de dos tradiciones diferentes. Pero vemos que son dos tradiciones paralelas y que además la interpretación simbólica de la primera ha sido desplazada y unida a la de la segunda, prescindiendo de toda lógica.

Conclusión
Con los duplicados del Apocalipsis, sería posible reconstruir dos textos primitivos escritos en fechas diferentes y fundidos más tarde en un solo texto por una mano diferente.

Estudios recientes 
H. Stierlin, ve que sería indicado hablar de <triplicados>, ya que nota tres títulos y tres conclusiones. Para F. Rousseau, el Apocalipsis sería el resultado de una compleja evolución realizada en 5 etapas. Mientras que para H. Kraft sería el resultado de una evolución larga, por adiciones sucesivas de elementos diversos, partiendo de un núcleo primitivo (la visión de lo siete sellos) y terminar con la descripción del fin de los tiempos.

Capítulo 2º: El mensaje y las enseñanzas del Apocalipsis
I El mensaje del libro
Las diversas interpretaciones
Debemos en este punto preguntarnos por cual es el mensaje que el vidente tenía que transmitir al mundo. Hay respuestas muy diversas, unos opinan que es solo interpretación espiritual, mientras que otros (la mayoría) creen que hay hechos históricos. En la Edad Media se interpreto las diversas visiones como las etapas principales de la vida de la Iglesia. En el siglo XX, se pensó que hacía alusión a los acontecimientos políticos contemporáneos de Jesús, con un marcado color escatológico creído así por la creencia próxima del fin del mundo.

Autores como Swete, Allo y Bonsirven, estiman que hay que retener del Apocalipsis un espíritu.

Ensayo de explicación: designio del autor
El distinto objetivo de las dos partes:

1ª parte ! Las cartas a las siete iglesias (1-3)
En esta primera parte se hace varias veces alusión a la nueva venida de Cristo y a las recompensas escatológicas, pero lo esencial de esta parte está constituido por amonestaciones concernientes a la vida moral de las iglesia y a la necesidad de guardar el depósito de la fe. Estamos ante un género propiamente profético que pretende despertar el fervor religioso de los fieles.

2ª parte ! Abarca el resto del Apocalipsis (4-21)
En esta parte no se hallan apenas preceptos morales y las visiones se hallan sin interrupción. Se habla del cumplimiento del <misterio> de Dios. Este si que es un género propio de los Apocalipsis. Se escribe en un periodo grave de crisis, de persecución religiosa. Se trata de mártires, que llevan palmas y de la persecución.

Un mensaje de esperanza para una época de persecuciones
El Apocalipsis joánico fue escrito con referencia a una situación histórica muy concreta, para responder a una crisis de conciencia de los primeros cristianos. El vidente ante esta situación trágica quiere que los fieles tengan confianza.

El mensaje apocalíptico, es un mensaje de esperanza: aun en medio de las peores dificultades, los cristianos deben conservar su confianza en la omnipotencia de Dios, que ha prometido salvar a su pueblo de todo mal.

II La enseñanza escatológica
Observaciones generales
Es difícil determinar el alcance exacto de la enseñanza escatológica del Apocalipsis. Veamos como ejemplo Apocalipsis 6:12-17: “12 Cuando el cordero abrió el sexto sello, se produjo un terremoto violento, el sol se oscureció como un tejido de crin, la luna se hizo toda como de sangre,13 y las estrellas del cielo se cayeron sobre la tierra, como una higuera deja caer sus higos verdes sacudida por un viento fuerte; 14 el cielo desapareció como un volumen que se enrolla, y todas las montañas y todas las islas fueron removidas de su sitio. 15 Los reyes de la tierra, los príncipes, los generales, los ricos, los poderosos, todos los hombres, esclavos y libres, se escondieron en las cavernas y en las rocas de las montañas. 16 Y decían a las montañas y a las rocas: Caed sobre nosotros y ocultadnos lejos de la cara del que está sentado en el trono y de la ira del cordero; 17 porque ha llegado el gran día de su ira, y ¿quién podrá resistir?” Este texto presenta una descripción del llamado <<fin del mundo>>, pero no debe tomarse a la letra la descripción del trastorno cósmico. No hay que hacer una interpretación literal del Apocalipsis.

En el texto de 6, 12-17, se ve lo denominado como <<signos cósmicos>> que son una expresión mediante imágenes tradicional en el profetismo. Sería un grave error servirse de este texto como argumento para afirmar que el <<el fin del mundo>> tendrá lugar en forma de catástrofe cósmica: el momento final sigue oculto en el misterio.

La cuestión del milenarismo
La creencia milenarista en la Iglesia
Esta es una cuestión compleja. El texto nos dice que Satán es arrojado al abismo, donde debe permanecer encadenado por espacio de mil años (20, 1-3), luego los mártires vuelven a la vida y reinan con Cristo durante estos mil años (20, 4).

En los primeros siglos del cristianismo algunos padres interpretaron estas visiones en el sentido más estricto. El milenarismo fue sostenido entre otros por: Papías, Justino, Ireneo, Tertuliano, Hipólito, Metodio de Olimpo, Apolinar de Laodicea, entre otros. En la edad media, Joaquín de Fiore también fue partidario de este pensamiento. Durante la segunda guerra mundial la tesis milenarista gozó de un cierto favor entre los católicos, pero un decreto del Santo Oficio declara que: “no puede enseñarse (esta doctrina) sin peligro”.

¿Cómo interpretar el <<milenio>> de Apocalipsis 20, 1-10?
Siguiendo a Agustín, muchos aceptan una explicación espiritualista, basada en Jn 5, 24-29. En este pasaje Juan distingue una doble resurrección:

Espiritual: En la que el hombre recibe y escucha la palabra de Dios.
Corporal: Que acontecerá al fin de los tiempos, en la que los muertos saldrán vivos de sus sepulcros.

En Apocalipsis 20, 4-5, se habla de la <<primera resurrección>> en sentido espiritual y la lograrán todos los que se mantengan adictos a la doctrina de Cristo. El <<reino de los mil años>> es la fase terrestre de la vida de la Iglesia, que abarca desde Pentecostés hasta el fin de los tiempos. La <<segunda resurrección>> (Apocalipsis 20, 12-13) sería la del cuerpo, pero no sólo esa sino la del hombre entero considerando toda su unidad psicosomática.

¿Habría, por tanto, que interpretar Apocalipsis 20, 4-5 en un sentido puramente simbólico?
Esta <<primera resurrección>> debe simbolizar la renovación de la Iglesia después de las persecuciones sangrientas. El <<reino de los mil años>> sería la fase terrestre de la Iglesia, desde el cese de las persecuciones fomentadas por Roma hasta el fin de los tiempos.

Debemos separar el texto de Apocalipsis 20, 1-15 de lo que le precede (Apocalipsis 19, 11-15), porque sino se cambia el sentido del texto y es preciso evitar todo concordismo en la interpretación del texto.

Los datos ciertos
Lugar de la escatología en el mensaje
Dios nos promete un mundo <<nuevo>> en el que seremos perfectamente felices porque el mal habrá desaparecido. En este mundo <<nuevo>>, habitará Dios de manera especial en medio de su pueblo, compuesto por justos (Apocalipsis 21, 1-8). Antes de este reino escatológico, los muertos resucitarán para ser juzgados (Apocalipsis 20, 11-15). Estos dos signos irán precedidos de una prueba terrible, comparable sólo a la persecución que la Iglesia hubo de sufrir los primeros siglos de su historia (Apocalipsis 20, 7-11).

El valor actual del libro
Es difícil admitir que el vidente del Apocalipsis quisiera abarcar el desarrollo total de la vida de la Iglesia. Se interesa principalmente de dos periodos, en los que está sometida al asalto de Satán:

-La persecución romana.
-La consumación escatológica.

Satán es el gran adversario, pero durante el reinado de mil años estará ligado y arrojado al abismo, de modo que no puede seducir a las naciones durante este lapso de tiempo (Apocalipsis 20, 1-5). Por lo que hay un periodo de paz y de tranquilidad relativa.

Debemos notar 3 cosas:
-Aunque el Apocalipsis no contuviera más que la enseñanza sobre los últimos tiempos, su valor no sería menos actual.
-Juan esquematizó en exceso las cosas restringiendo la acción de Satán a los dos periodos extremos de la vida de la Iglesia. Tampoco nos dice con precisión cómo se realizará el combate escatológico.
-Las promesas de Dios sobre la protección de su Iglesia, siguen vigentes en todos los tiempos.
Por tanto, podemos concluir que el mensaje del Apocalipsis es un mensaje de esperanza que tiene aplicación a todos los tiempos; es un <<evangelio eterno>> (Apocalipsis 14, 6).

III La enseñanza teológica
La enseñanza sobre Dios
Dios y Padre
El Apocalipsis empieza con una fórmula trinitaria: Gracia y paz a vosotros de parte de aquel que es, que era y que ha de venir, y de parte de los siete espíritus presentes delante del trono y de parte de Jesucristo, el testigo fidedigno

En el capítulo 13 describe a los enemigos como caricatura de la Trinidad:

El dragón = a Dios Padre.
La primera bestia = es una caricatura de la resurrección de Cristo.
La segunda bestia = el Espíritu Santo.

Dios es presentado como el Padre de Cristo en gloria, pero es ante todo el Dios de majestad y de poder. Dios es el ser por excelencia, es el principio y el fin de todas las cosas, el Señor absoluto del universo. El poder absoluto de Dios sobre todo el universo garantiza el mensaje de esperanza que el autor del Apocalipsis tiene encargo de transmitir a los hombres.

Cristo y el Espíritu Santo
Cristo aparece como el Juez enviado por Dios para desahogar su ira contra los enemigos de su pueblo. Es también el Rey mesías, la Palabra misteriosa que había bajado del cielo. A él le entrega Dios el libro sellado con los siete sellos, que contiene los decretos exterminadores contra las naciones paganas perseguidoras de los fieles de Dios.

A Cristo se le ha dado también los rasgos:

Comparte el trono de Dios (22:3).
Recibe la adoración del mundo entero (5:12-14).
Da a los hombres la gracia y la paz (1:4-5).
Es el cordero muerto y resucitado, el nuevo cordero pascual (5:6).

La teología del Espíritu Santo permanece bastante embrionaria. En tres ocasiones se habla de los siete espíritus que están delante del trono de Dios, pero sin determinar los exegetas si se trata del Espíritu Santo septiforme o de siete ángeles. El Espíritu aparece también conforme a la tradición veterotestamentaria, como el espíritu de profecía.

Satán y el misterio del mal
A satán se le describe como:

Un dragón de siete cabezas y diez cuernos (12:3).
La serpiente que sedujo a la mujer en el paraíso (12:9).
El adversario de Dios y de su reino (13:15).

Es el continuador de la obra maléfica de seducción suscitando a dos bestias:

El imperio romano.
El sacerdocio pagano.

Dios es más fuerte que el poder del mal, y esto es lo que funda la esperanza de los fieles. El mismo género literario del libro implica el recurso sistemático al lenguaje simbólico para evocar el poder del mal y sus obras.

La Iglesia en el Apocalipsis
Del pueblo de Dios a la esposa del Cordero
La Iglesia es el centro de interés del libro. Es el objetivo de la lucha entablada por satán contra Dios. La antigua alianza hizo de Israel la prometida, la nueva alianza hace de la Iglesia la prometida de Cristo, cuyo papel primordial es alabar a Dios y servirle.

La mujer del capítulo 12
Esta es una interpretación muy discutida. ¿Representa al pueblo de Dios, o a María? Veamos una serie de observaciones para plantear el problema. El niño engendrado representa al Mesías. Quizá haya que ver una alusión no ya al nacimiento terrestre del Mesías, sino al parto doloroso en que se engendra al nuevo pueblo de Dios. Algunos rasgos de la descripción se aplican al pueblo de Dios y no a María. La mujer simboliza en sentido primario al pueblo de Dios que engendra al Mesías y al pueblo mesiánico.

En sentido secundario ¿la mujer simboliza también a María? Habría que probar que el autor del Apocalipsis quiso dar una importancia especial a María en cuanto madre personal de Cristo. Más serio es pensar que la mujer del Apocalipsis está descrita con referencia a Eva, que fue tentada por Satán, la <<antigua serpiente>>.

Los argumentos que se hacen valer en este sentido no son suficientes para imponer la convicción.

Capítulo 3º: Autor y fecha de composición
El problema del autor

Datos tradicionales
¿Quién es el autor? Él mismo nos ha transmitido su nombre: Juan. Él mismo se califica de <<profeta>>. Hasta el siglo III no se puso en duda la autoría del Apocalipsis por el apóstol Juan.

En el siglo III, aparecen los primeros ataques, el sacerdote Cayo atribuía la obra al hereje Cerinto. S. Dionisio de Alejandría fundándose en análisis literarios y teológicos, ponía en duda el origen apostólico del Apocalipsis, aunque sin negar su canonicidad.

De una forma más radical, la tradición oriental, en el siglo IV, rechazó la canonicidad del escrito. La versión siríaca clásica, la Peshitta no la incluye; pero en el siglo IV fue ya incluida en la versión de Filomeno de Mabbug. 

El Apocalipsis y el cuarto evangelio
La Reforma protestante volvió a discutirse de nuevo el problema de la canonicidad, resuelto en sentido positivo por el concilio de Trento. Hay que reconocer que la atribución del Apocalipsis al mismo Juan presenta serias dificultades. Veremos ahora sus semejanzas y diferencias:

Semejanzas:
Afinidades lingüísticas y doctrinales.
Ambos emanan del mismo medio.
Gusto por la alegoría y el simbolismo.
Emplean las mismas comparaciones: el agua viva, el pastor, etc.
Usan temas comunes: el testimonio, Cristo, el Verbo de Dios.

Diferencias:
El vocabulario y el estilo.
La teología.

Faltan en el Apocalipsis palabras claves: luz, verdad, amor, etc.

En los dos escritos se designa a Cristo como Cordero, y se utilizan dos términos griegos distintos: ἀρήν, nombre masculino, Joven oveja, y ἀμνός, o αρνιον [arnion]. (Sustantivo neutro). Cordero, carnero u oveja. (Originalmente, un diminutivo de αρην, αρνος [arên, arnos], cordero, carnero, oveja). El primero en el cuarto evangelio y el segundo en el Apocalipsis. La doctrina del Espíritu Santo aparece apenas esbozada en el Apocalipsis.

La concepción de la escatología es diferente por ambas partes. En el Apocalipsis la expectativa del retorno de Cristo; el Hijo del hombre es el Cristo glorioso que vuelve al final de los tiempos para ejecutar su juicio contra los impíos. En el evangelio y en las epístolas, Cristo ha vuelto ya ha venir habitando en el corazón de los fieles; el Hijo del hombre es Cristo exaltado por la resurrección que ha agrupado a los elegidos.

Dificultad de una solución positiva
Se plantea el siguiente dilema: para mantener la autenticidad joánica del cuarto evangelio, habrá que atribuir la autoría del Apocalipsis a un discípulo del apóstol; mientras que para mantener la autenticidad joánica del Apocalipsis habría que decir que el evangelio fue redactado por un discípulo del apóstol o un grupo de discípulos. En el cuarto evangelio la crítica actual se orienta hacia la hipótesis de una escuela joánica implantada en Éfeso después del 70 d. C., y muy viva a fines del siglo I.

La fecha del libro
La tradición cristiana antigua no es unánime. Ireneo dice que el libro habría sido compuesto hacia fines del reinado de Domiciano; lo mismo opinan: Eusebio de Cesarea, Jerónimo y Victorino de Pettau. Sin embargo, Epifanio (siglo IV) prefería el tiempo de Claudio. Si por el contrario, se admite que el autor utilizó fuentes diferentes como El canon de Muratori y los Hechos apócrifos de Juan son de la opinión de que la obra se compuso en tiempo de Nerón, siendo de la misma opinión Tertuliano, o que él mismo redactó diversos Apocalipsis, entonces los estratos más antiguos del libro podrían remontar hasta los tiempos de Nerón. Si se sostiene la unidad de la redacción, la fecha de edición del Apocalipsis habría que situarla más bien por una fecha tardía, a finales del reinado de Domiciano (hacia el año 95 d. C.), datación anterior a la edición final del cuarto evangelio y de las cartas.

Algunos exegetas, entre los que destacan Touilleux, Gelin y Feuillet, distinguen dos fechas:

La de publicación: Fines de Domiciano.
Una fecha anterior: Que rige la perspectiva de las visiones, época de Vespasiano.

Esta datación anterior permite explicar en parte las repeticiones aparentes sin poner en tela de juicio la unidad literaria del libro. Los críticos distinguen varios estratos redaccionales, la composición de éstos podría escalonarse en las últimas décadas del siglo I, del reinado de Nerón al de Domiciano. Éste es todavía un problema pendiente de estudio.

Comentarios por Capítulos
Visión 1: (Capítulos 1 al 3).
Introducción y Cartas a las Iglesias
Visión de Cristo Rey. Éste dicta a Juan siete cartas a cada uno de los siete ángeles de "las siete iglesias", que algunos interpretan como los siete períodos de la Iglesia. Los nombres son: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea. Al ángel de la iglesia de Tiatira le previene contra Jezabel, profetisa que enseña a fornicar. Este personaje, reina de Israel en el siglo IX a. C., pero de origen pagano, se ha llegado a convertir en el símbolo de la mujer malvada, que rinde culto a los falsos dioses (costumbres que practican también los nicolaítas en Éfeso y Pérgamo). La peculiar interpretación de cada período hace que hoy nos encontremos en el séptimo, el de la Iglesia tibia (Laodicea). desde 1962 (Concilio Vaticano II). Entre las curiosidades, las llaves de la muerte y del infierno, que guarda Jesús en persona. tras derrotar a satanás y su reino de la muerte.

Desde el capítulo hasta el 11 El Cordero, los Siete Sellos y Trompetas, asistimos a las visiones que anuncian grandes calamidades para el mundo, que luego se especifican más en los capítulos 12 al 16.



Visión 2: (Capítulos 4 al 7).
Visión del cielo. Allí, Dios sentado (Simbolicamente en señal de Juicio) en su trono con un libro (un rollo de papel) cerrado con siete sellos (el futuro: la humanidad sojuzgada por el diablo). Llega el cordero de Dios (Jesucristo) y va abriendo los sellos, cuya liberación va dando paso a personajes y eventos.

Los cuatro primeros son los famosos caballos y sus jinetes, señales precursoras de la gran lucha.
El blanco (falsos mesías o simples vencedores), cuyo jinete tiene una corona y recibe un arco;
El rojo (guerra): a su jinete se le entrega una espada;
El negro (hambre e injusticia), es montado por el portador de una balanza; y
El amarillento (enfermedades mortales), cabalgado por la muerte.

El Quinto sello son los mártires,
El Sexto sello las catástrofes (terremoto, sol negro, luna sangrante, estrellas cayendo) que precederán al fin.
El Séptimo sello, es el del anuncio del fin, con el sonido de las siete trompetas y los 144.000 sellados, los judíos que se salvan (también está la "gran muchedumbre", el resto de los que no caen al infierno).

Visión 3: (Capítulos 8 al 11).
Visión del altar en la Tierra.
Se abre el séptimo sello, hay media hora de silencio (suspenso) y las siete trompetas que tocan los siete ángeles corresponden a las siete plagas sobre Egipto en el Éxodo. Cada vez que toca una trompeta, pasan cosas tremendas: granizo y fuego, la mar ardiendo, meteorito (llamado Ajenjo), se apagan parcialmente el sol, la luna y las estrellas, cae luego una estrella, que abre el abismo, del que salen langostas torturadoras (Demonios)  dirigidas por Abaddón, el ángel exterminador, luego llega un ejército gigante del río Eúfrates y mata a la tercera parte de la humanidad. No obstante, los que quedan siguen adorando a falsos dioses con sus asesinatos, hechicerías, fornicaciones y rapiñas.
Un ángel sin número le da a Juan a comer un librito (las escrituras) para que predique. Y la séptima trompeta anuncia el final: triunfo del Imperio de Dios, con visión del Arca de la Alianza en el cielo incluida.

Visión 4: (Capítulos 12 al 14).
A partir del capítulo 12-20, se especifica la lucha. Los contendientes primeros: Israel y las naciones, la Iglesia y el Dragón Rojo de siete cabezas, Satanás.

El Dragón y el combate.
La historia se vuelca ahora a un combate cósmico para explicar el sentido de la historia, y a la vez también simboliza el enfrentamiento de los primeros cristianos con el imperio romano.

Visión de la gran batalla, presentando primero sus siete grandes señales. La mujer envuelta en sol, con la luna sus pies y una corona de doce estrellas (la Virgen, que está encinta y grita); el gran dragón ("la antigua serpiente, que se llama Diablo y Satanás") de siete cabezas que se quiere matar a Cristo en cuanto nazca (el diablo); el hijo que nace y Dios se lo lleva; el destierro del demonio y sus ángeles a la tierra: éste persigue a la virgen pero no puede y entonces la toma con el resto de los habitantes; la descendencia de la mujer (los creyentes); y las dos bestias, nuevas encarnaciones del Mal: la del mar, el Anticristo, poder político mundial con siete cabezas, cuyo número es el 666, y la de la tierra, el falso profeta, un religioso de dominio mundial. Luego nos muestra cómo el cordero (Jesús) y sus seis ángeles (siete en total) anuncian la victoria. Y después los ángeles se dedican a vendimiar a los buenos de entre los malos.

Visión 5: (Capítulos 15 y 16).
Visión de los vencedores y las siete copas de oro rebosantes de la cólera de Dios que lanzan las siete plagas contra los idólatras.

La que los ulcera, la que mata la vida marina, la que mata la vida de las aguas dulces, la que enciende el sol hasta achicharrar, la que oscurece todo y da dolor, la que seca el Eúfrates (en esta sexta copa se menciona el Armagedón, que es la batalla del cordero contra las fuerzas del mal) y la que provoca catástrofes. Pero los adoradores de la Bestia siguen blasfemando contra Dios (se entiende).

Visión 6: (Capítulos 17 al 19).
Visión de la Gran Ramera.
(Babilonia; también el Imperio Romano anticristiano coetáneo de Juan), que cabalga sobre la bestia escarlata o roja (así llaman al comunismo) de siete cabezas, y con quien fornican todos (metáfora de la idolatría).

Después viene la consiguiente victoria del cordero, acabando con la prostitución y el lujo de la Ramera. Los mercaderes se lamentan, porque ya no tienen donde enriquecerse con su comercio de "oro y plata, piedras preciosas y perlas, lino y púrpura, seda y escarlata, toda clase de maderas olorosas y toda clase de objetos de marfil, toda clase de objetos de madera preciosa, de bronce, de hierro y de mármol; cinamomo, amomo, perfumes, mirra, incienso, vino, aceite, harina, trigo, bestias de carga, ovejas, caballos y carros; esclavos y mercancía humana".

Tras la victoria llegan, por fin los siete juicios... y las bodas del cordero. O sea, Dios, que se casa con los justos (Jerusalén). Luego vuelve a contar la batalla, con Jesús montado esta vez en un caballo blanco, y por fin el festín.

Visión 7: (Capítulos 19 al 22).
Visión de la alegría tras el banquete victorioso; después, los mil años del reinado de Jesús (en su segunda visita a la Tierra, según unos; en el cielo, según otros).

Muestra siete hechos: Satanás encadenado en el abismo durante estos mil años; el milenio de los mártires (los santos, que ya están con Jesús, antes que los buenos que esperan el juicio final); el milenio nuestro, el de quienes estamos vivos; Satanás soltado "por poco tiempo" (hasta su derrota); la gran batalla; Satanás (en sus tres personalidades) arrojado al fuego; y el Juicio.

La Nueva Jerusalén, (Capitulo 21-22).
Luego descripción del cielo (la Jerusalén celestial, la novia del Cordero), empezando por el estado eterno de quienes se encuentren allí o en el infierno; la descripción habla de su brillo de oro puro, su forma cúbica, su belleza, y su ambiente diurno, con un río de agua viva, árboles de la vida y demás. Al final, la promesa de que Jesús viene pronto (para permanecer reinando sobre el mundo durante un tiempo indeterminado) y las plagas y la condena eterna para quienes modifiquen las palabras del texto. Como curiosidad de este último bloque, la promesa de siete novedades: un cielo y tierra, un pueblo, una esposa, un hogar, un templo, una luz y un paraíso. Todo nuevo.

El Apocalipsis cierra pues el ciclo bíblico, que comienza con El Génesis (origen de todo), y cuenta con los mismos elementos: el cielo y la tierra, el día y la noche, el sol y la luna, la vida (y su árbol) y la muerte, la mujer y la serpiente, y al final, la expulsión del hombre del Paraíso acaba bien, recuperando Dios a los hijos de Adán que no le han fallado.

Continua en El Apocalipsis II: La Revelación de Jesucristo
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domingo, 10 de abril de 2011

El Apocalipsis I: El Libro I

Icono del siglo XVI con imagenes del Apocalipsis
Apocalipsis
El Apocalipsis de San Juan (en griego antiguo, Ἀποκάλυψις Ἰωάννου Apokálypsis Ioánnou 'Revelación de Juan'), también conocido como el libro de las Revelaciones, es el último libro del Nuevo Testamento y de la Biblia cristiana. También es conocido como Revelaciones de Jesucristo por el título que al principio se da a este libro (Ἀποκάλυψις Ἰησοῦ Χριστοῦ [...]) y, en algunos círculos protestantes, simplemente como Revelación o Libro de las revelaciones. Por su género literario, es considerado por la mayoría de los académicos el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético. El Apocalipsis quizás sea el escrito más rico en símbolos de toda la Biblia. La cantidad de símbolos, eventos y procesos complica la tarea de interpretar la totalidad del texto y, como tal, ha sido objeto de numerosas investigaciones, interpretaciones y debate a lo largo de la historia.

La historia del libro 
La Autoria
El autor se identifica a sí mismo dentro del libro como Juan, y en condición de desterrado en la isla de Patmos (en el mar Egeo) por dar testimonio de Jesús (Apocalipsis 1:9).

La coincidencia de este nombre con el de Juan el Evangelista y el autor de otros escritos del Nuevo Testamento es en gran parte la razón por la cual se atribuye el libro de manera tradicional al apóstol Juan (a quien se le atribuyen también el cuarto Evangelio y tres cartas: 1 Juan, 2 Juan y 3 Juan). Sin embargo en el Apocalipsis, el autor sólo menciona su nombre, sin identificarse nunca con el mismo apóstol Juan de los Evangelios, o que se trate siquiera del mismo autor de los otros escritos atribuidos al apóstol.

La mayoría de los Padres de la Iglesia primitiva, o Padres Apostólicos, como PapíasHipólito, Ireneo, Policarpo Justino y otros más, afirmaban que el autor de este Libro inspirado era el propio Evangelista, discípulo del Señor; en el año 633 el IV Concilio de Toledo, intentando despejar la duda creada recién a partir del último tramo del siglo III, cuando ya no vivía ningún discípulo que hubiese tratado o conocido al autor del IV Evangelio, afirmó que el Apocalipsis era obra del Evangelista y que debía tenerse por obra divina y ciertamente canónica, fulminando la excomunión para quienes lo negasen. De manera tal que la Iglesia Católica considera normalmente al Libro como de la autoría del Apóstol Juan, el mismo llamado Evangelista, que se trata de un libro divinamente inspirado y que forma parte de las Sagradas Escrituras que deben ser creídas con fe.

De cualquier manera, una corriente dentro de las investigaciones modernas suele agrupar los escritos atribuidos a Juan y algunos llegan a afirmar que pertenecen a una supuesta comunidad denominada "joánica". Esta postura no indicaría necesariamente la autoría directa del apóstol Juan, pero sí que una comunidad ya sea fundada por él o fuertemente influenciada por él, sería la que generaría estos documentos (Scott Hahn, 2001). Así, sostiene que, aunque Juan no hubiera escrito de puño y letra el Apocalipsis, sería como si lo hubiera hecho a través de esta comunidad.

Además, piensan que asignar como autor de las obras a un personaje de renombre era común en la tradición de la literatura apocalíptica, no para darle un crédito extra aunque falso a la obra, sino porque de hecho el autor verdadero se identifica plenamente con el personaje que se marca como autor de la obra (Vanni, 1982: 18-19).

Contexto histórico de su escritura
Históricamente, se sabe que el Apocalipsis o Revelaciones fue escrito a finales del siglo I o principios del siglo II, cuando las persecuciones romanas contra los cristianos se hicieron más cruentas, en tiempos del emperador Domiciano (que fue César del imperio romano a fines del siglo I). Este, como algunos otros emperadores, exigían (ya sea por simple vanidad o como estrategia de coerción a sus súbditos) que sus estatuas fueran adoradas a lo largo de todo el imperio, cosa que los cristianos se negaban a hacer por motivos religiosos: los Césares se autoproclamaban 'Señor de Señores', además de 'hijos de Dios', títulos que los cristianos reservan exclusivamente para Jesucristo.

Por ello, el Apocalipsis conllevaría también un trasfondo histórico que haría referencias múltiples a estas persecuciones y a los consejos que el autor daría a sus lectores, cristianos, de mantenerse en la fe para soportar las angustias, poniendo la esperanza final de la nueva Jerusalén como premio seguro para los que fueran firmes (Jean Pierre Prévost, 2001: 27-32).

La siguiente es una lista (incompleta) de algunas fechas importantes a tener en cuenta en el contexto histórico de la escritura del Apocalipsis (Prévost, 2001: 27):

Década de los años 30: muerte (y resurrección para los cristianos) de Jesús. Años 60: probables fechas de las muertes de los apóstoles Simón Pedro y Pablo de Tarso. Persecución de los cristianos bajo el emperador Nerón.

70-73: destrucción por parte de los romanos del templo de Jerusalén, expulsión de los judíos de Jerusalén. Luego del año 73: los conflictos crecen entre cristianos y judíos. Para los años 90, en que probablemente fue escrito el Apocalipsis, la separación es casi completa.
81-96Domiciano es emperador de Roma. Impone con fuerza el culto divinizante al emperador.

Canonicidad
El Apocalipsis es considerado uno de los libros más controvertidos y difíciles de la Biblia, por la variedad de posibles interpretaciones en los significados de nombres, eventos y símbolos que se narran. La admisión de este texto en el canon bíblico del Nuevo Testamento no fue nada fácil, la polémica entre los Padres de la Iglesia respecto a la canonicidad del Apocalipsis duró varios siglos.

Reconocimiento y aceptación del Apocalipsis
¿Quién es el autor?. Él mismo nos ha transmitido su nombre: Juan. Él mismo se califica de profeta. Hasta el siglo III no se puso en duda la autoría del Apocalipsis por el apóstol Juan.

Al final del siglo II, el Apocalipsis fue reconocido por los representantes de las iglesias principales como una obra genuina del apóstol Juan. En Asia, Melitón, obispo de Sardes, reconoció el Apocalipsis de Juan y escribió un comentario sobre él (Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, IV, 26). En la Galia, Ireneo de Lyon creía firmemente en su autoridad divina y apostólica (Adversus Haer.,[1] V, 30). En África, Tertuliano citó frecuentemente el Apocalipsis sin dudas aparentes sobre su autenticidad (Contra Marción, III, 14, 25). En Roma, el obispo Hipólito asignó su autoría al Apóstol Juan, y el Fragmento Muratoriano, lo enumera junto con las otras escrituras canónicas. La Vetus Latina contenía el Apocalipsis. En Alejandría, Clemente y Orígenes creían sin vacilación en su autoría joánicaOrígenes aceptaba el Apocalipsis como inspirado, y lo catalogaba como parte del Homologoumena. Atanasio, obispo de Alejandría, lo reconoció plenamente en su carta pascual 39 en el año 367.

En occidente, el libro fue definitivamente aceptado por el decreto del papa Dámaso I, en el año 382, confirmado luego en los concilios de Hipona (en el 393) y de Cartago (en el 397), junto con todos los demás escritos del Nuevo Testamento. En oriente, fue incluido en el canon después de mucha polémica (que se prolongó hasta el siglo IX), aunque es el único libro del Nuevo Testamento que no es leído como parte de la liturgia en la Iglesia Ortodoxa.

Adversarios de la canonicidad del Apocalipsis
Algunos, como el romano Cayo, a principios del siglo III rechazaron el Apocalipsis por fomentar el milenarismo.

El antagonista más importante de la autoridad del Apocalipsis fue Dionisioobispo de Alejandría, discípulo de Orígenes. Dionisio, fundándose en análisis literarios y teológicos, ponía en duda el origen apostólico del Apocalipsis, aunque sin negar su canonicidad. Él no se oponía a la idea de que Cerinto fuese el autor del Apocalipsis como se puede leer en su obra Sobre las promesas: "Esta es la doctrina que enseñaba Cerinto: el reino de Cristo será terrenal. Y como amaba el cuerpo y era del todo carnal, imaginaba que iba a encontrar aquellas satisfacciones a las que anhelaba, las del vientre y del bajo vientre, es decir del comer, del beber, del matrimonio: en medio de fiestas, sacrificios e inmolaciones de víctimas sagradas, mediante lo cual intentó hacer más aceptables tales tesis".

Otro discípulo de OrígenesEusebio de Cesarea discrepaba de su maestro alejandrino al rechazar el Apocalipsis como escrito bíblico, aunque se vio obligado a reconocer su casi universal aceptación. Afirmó lo siguiente: "El Apocalipsis es aceptado por algunos entre los libros canónicos, pero otros lo rechazan.(Historia Eclesiástica, III, 25).

Cirilo de Jerusalén no lo nombró entre los libros canónicos; tampoco aparece en la lista del Sínodo de Laodicea, o en la de Gregorio de Nacianzo. Otro argumento en contra de la paternidad apostólica del libro es su omisión de la versión Peshitala Vulgata siria en arameo.

Juan Crisóstomo y otros obispos argumentaban contra la inclusión de este libro en el canon del Nuevo Testamento, sobre todo debido a las dificultades que planteaba su interpretación y el peligro latente que podía entrañar. Los cristianos de Siria también lo rechazaron debido a que los montanistas se apoyaban mucho en él. En el siglo IX, fue incluido junto con el Apocalipsis de Pedro entre los libros "discutidos" de la Stichometría de Nicéforo, patriarca de Constantinopla.

Martín Lutero consideraba que el Apocalipsis "no es ni apostólico ni profético", y decía que "Cristo no se enseña ni se sabe de él aquí". (Tratado de Lutero de libros discutidos del Nuevo Testamento (en inglés).

Análisis del libro
La lectura del libro del Apocalipsis se puede hacer en varios planos (literal, simbólico, por su género literario, con el contexto histórico en que fue escrito, por el mensaje de fondo del que habla, etc.) Según Jean Pierre Prévost (2001: 5-9) es necesario comprender todos estos niveles para entender el libro del Apocalipsis y para evitar interpretarlo solamente desde la perspectiva de actitudes de los movimientos apocalípticos que se centran únicamente en el terror que causaría un supuesto fin del mundo:

Una lectura literal del libro puede dejar distintas impresiones en el lector, pero es importante no quedarse solamente en este nivel, sino profundizar más para una mejor comprensión. Actualmente hay un enfoque hacia la interpretación de un tema y la metodología que hizo posible dicho texto interpretativo, dicho enfoque implica que cuando un comentarista expone sobre la revelación de Juan, tiene que exponer el criterio y la metodología usada. El nivel de género literario es muy importante, pues permite ubicar al Apocalipsis dentro del contexto de otros libros (bíblicos y no bíblicos) que con una estructura o simbología similar puedan dar luz para entender lo que el autor del libro en realidad haya querido decir al escribirlo. El Apocalipsis de Juan pertenece de hecho al género Apocalíptico, aunque presenta algunas características que lo diferencian del resto de la literatura apocalíptica.

El nivel histórico permite también ubicar la época del autor, junto con las crisis y sucesos que podrían haber influido en la escritura tanto del libro en general, como de ciertos pasajes particulares.
A nivel simbólico es posible entender también lo que para el autor representarían los numerosos símbolos que aparecen en el libro. Es importante no olvidar que, en último término, el libro es un escrito cristiano, y que como tal, lleva implícito el mensaje que se encuentra en los Evangelios, centrado en la figura de Jesucristo.

Igualmente, se pueden incluir análisis que contemplen la estructura desde el punto de vista del idioma en que fue escrito el libro (griego). (Ugo Vanni, 1971: 236-247; Ugo Vanni, 1982: 12).

Escuelas de interpretacion
Según Scott Hahn (2001), básicamente existen cuatro escuelas interpretativas del contenido del Apocalipsis, a saber:

Preterista. Subraya el cumplimiento de las profecías del Apocalipsis durante el siglo I. Tiende a identificar a los personajes del libro con personajes históricos de la época del siglo I.
Idealista. Ve al Apocalipsis como una alegoría del combate espiritual entre el bien y el mal que debe tener todo fiel.
Futurista. Conlleva la identificación de los personajes del Apocalipsis con distintos personajes que han surgido a lo largo de la historia humana, como la identificación de las Bestias del Apocalipsis con Napoleón Bonaparte, Adolf Hitler, Mao Tse-Tung o Joseph Stalin, etc.
Historicista. Sostiene que el Apocalipsis expone el plan maestro de Dios para la historia, de principio a fin, incluyendo la historia particular de la Iglesia.

Para Scott Hahn, todas estas escuelas tienen su razón de ser y su parte de veracidad, y aunque dicho autor favorece ante todo la visión preterista, no rechaza del todo ninguna de las otras escuelas.

Según Ugo Vanni (1982), desde esta misma perspectiva el mensaje de todo el libro del Apocalipsis puede actualizarse a la época de cualquier creyente cristiano, o más bien de cualquier comunidad de creyentes cristianos (pues todas las citas del libro están siempre dirigidas a un grupo de gente, no a alguien aislado). Y así desde la perspectiva preterista, la Babilonia que podría haber representado para el autor la Roma perdida, una ciudad dominadora, consumista, pagana, podría representar hoy en día un sinnúmero de situaciones particulares similares, pero teniendo cuidado de discernir adecuadamente cuáles son esas situaciones y de no llevar la interpretación al extremo de la identificación (es decir, en una especie de perspectiva futurista pero sin rayar en la identificación, evitando pensar que el Apocalipsis hubiera sido escrito explícitamente para "predecir" los hechos de alguna época y nada más). Por eso dentro del Apocalipsis el libro de los siete sellos no lo interpreta, ni lo puede interpretar o siquiera abrir, cualquiera, sólo el Cordero (Apocalipsis 5:1-8), como diciéndole a la comunidad, que siempre el Cordero debe ser su criterio de discernimiento. (Vanni, 1982: 137-139).

Además, se pueden reconocer muchas otras escuelas de interpretación del Apocalipsis, como la visión esotérica y la propia de Iglesias como la Católica, la Ortodoxa oriental, la Anglicana o la Mormona, algunas de las cuales incluyen elementos de las otras escuelas (de las anteriormente citadas y las de otras Iglesias), pero se encuentran bien definidas en sus doctrinas y por eso se diferencian.

Estructura
En primer lugar, se puede ver al Apocalipsis como compuesto por cuatro partes:

1. Introducción y Cartas a las Iglesias (1-3). El contenido de la salutación está dirigido a una jurisdicción eclesiástica y representa una comunicación oficial de un dirigente a su cargo. Siguiendo el ejemplo de otros libros de la época, su distribución es local y luego de su inclusión en el canon, es distribuido a toda la Iglesia. Como si fuera una epístola (pero sin serlo), se podría reconocer aquí a los destinatarios del libro.
2. El Cordero, los Siete Sellos y Trompetas (4-11). Se ven aquí muchos símbolos que hacen alusión a la liturgia cristiana primitiva, y para Jean Pierre Prévost, en su libro "para leer el Apocalipsis" (Prévost, 2001: 28) es también una forma de definirse frente al judaísmo.
3. El Dragón y el combate (12-20). La historia se vuelca ahora a un combate cósmico para explicar el sentido de la historia, y a la vez también simboliza -según Jean Pierre Prévost, (Prévost, 2001: 28)- el enfrentamiento de los primeros cristianos con el imperio romano.
4. La Nueva Jerusalén (21-22). De forma conclusiva, como una despedida al final del libro, se menciona la esperanza que guía a todo el libro.

El libro del Apocalipsis presenta también secciones bien diferenciadas, en las que los símbolos cambian entre una y otra, aunque conservando un mensaje principal idéntico de esperanza:

-Introducción y Presentación (Ap 1.). Presenta la visión de todo el libro e introduce la siguiente sección (el mensaje a las Iglesias) como venido de parte de un ...hombre de larga túnica, cuyos cabellos eran blancos. En su mano tenía siete estrellas y de su boca salía una espada de doble filo..., en referencia a Cristo resucitado.
-El mensaje a las Iglesias (Ap 2-3.). Es una serie de evaluaciones, buenas y malas, a siete comunidades, que terminan con un reto y la inspiración para vencer. Las comunidades tienen una relación específica en la época del autor.
-Las Teofanías de Dios (Ap 4.). Se presenta un conjunto de símbolos que representan la majestad de Dios, haciendo alusión a las teofanías más importantes del Antiguo Testamento: la zarza ardiente, el monte Sinaí, la vocación de Isaías y la visión de Ezequiel en el río Quebar.
-El Cordero (Ap 5.). Se presenta, en contraste pero en unidad con la sección anterior, la humildad y poder del Cordero (Cristo), como el único que es capaz de entender al principio el designio de Dios y por lo tanto de abrir el libro de los siete sellos (sección siguiente).
-Los Siete Sellos (Ap 6-8.). En esta sección abundan los símbolos numéricos y cromáticos. La sección comienza con la famosa descripción de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, que llevan numerosas plagas a la humanidad. Durante la apertura de cada sello, se desarrollan también las visiones de cataclismos naturales, que concluyen con el Juicio Final.
-Las Siete Trompetas (Ap 8-11.). Con la apertura del séptimo sello, comienza el desarrollo de un nuevo simbolismo numérico de catástrofes anunciadas por 7 trompetas, y el surgimiento de una primera Bestia que guerrea con dos Testigos.
-El Dragón y las Bestias (Ap 12-13.). Después, en un cambio en el hilo de la historia, se narra el surgimiento del Dragón que combate con una Mujer que da a luz a un Niño. Después, el Dragón convoca a dos Bestias que lo sirven.
-Los Vencedores (Ap 14-15.). Entran en escena los que serán vencedores del Dragón y las Bestias. Aunque en esta parte no se indica aún que los venzan, sí se indica que están de parte del Cordero, y que de hecho éste los dirige, dispuestos a vencer.
-Las Siete Copas (Ap 16.). De nuevo en un simbolismo numérico, se habla de catástrofes, y de la batalla final que comienza con la reunión de los ejércitos en un lugar llamado Armagedón.
La Prostituta y la caída de Babilonia (Ap 17-19.). Entra en escena la Prostituta (denominada Gran Babilonia), que está sostenida por las Bestias y del Dragón. Entra entonces en escena Cristo montado en un caballo blanco, la Gran prostituta es vencida y las Bestias son capturadas y echadas al lago de fuego.
-La Derrota (Ap 20.). Se menciona que el Dragón queda encerrado por mil años luego de la victoria de la sección anterior y que al final volverá a salir reuniendo a todas las naciones representadas por Gog y Magog para ser vencido de nuevo, esta vez de manera definitiva.21​
-La nueva Jerusalén (Ap 21-22.). La visión concluye con esperanza: la tierra y el cielo son hechos de nuevo, Jerusalén, como símbolo de la ciudad de Dios, es toda la Tierra donde ahora Dios habita directamente en medio de todos los hombres. El libro, y por lo tanto la Biblia cristiana concluyen con una bendición y una petición que apremian a Jesús a volver pronto.

Estructura Septenaria del Apocalipsis
La estructura del Apocalipsis se puede ver también de acuerdo a septenarios. (Septenaria: Adj. Que consta de siete elementos, unidades o guarismos):

Dividido en 7 grupos, cada grupo a su vez puede subdividirse en subgrupos de 7 junto con preludios, interludios y otros excursos, (Excurso: Fragmento de un discurso que se aparta de la temática principal de éste para tocar otros asuntos más o menos extensamente) los cuales son:

Título del libro y prólogo (1:1-3).
1. Las siete cartas a las Iglesias (1:4-3:22).
Destinatarios (1:4-8).
Visión preliminar (Cristo resucitado) (1:9-20).

- Carta a la Iglesia de Éfeso (2:1-7).
- Carta a la Iglesia de Esmirna (2:8-11).
- Carta a la Iglesia de Pérgamo (2:12-17).
- Carta a la Iglesia de Tiatira (2:18-29).
- Carta a la Iglesia de Sardis (3:1-6).
- Carta a la Iglesia de Filadelfia (3:7-13).
- Carta a la Iglesia de Laodicea (3:14-22).

2. Los siete sellos (4:1-8:1).
Visión preliminar (el trono de Dios, su corte, el Cordero, las oraciones de los santos, y el Libro de los siete sellos) (4:1-5:14).

- El primer sello (el jinete del caballo blanco) (6:1-2).
- El segundo sello (el jinete del caballo rojo) (6:3-4).
- El tercer sello (el jinete del caballo negro) (6:5-6).
- El cuarto sello (el jinete del caballo verde o amarillo) (6:7-8).
- El quinto sello (los mártires) (6:9-11).
- El sexto sello (los desastres naturales) (6:12-17).

Visión intermedia (los 144.000 y los que se salvarán) (7:1-17).
- El séptimo sello (un silencio y el comienzo de las trompetas) (8:1).

3. Las siete trompetas (8:2-11:19).
Visión preliminar (las trompetas y la purificación de las oraciones de los santos) (8:2-5).

- La primera trompeta (desastres sobre la tierra) (8:6-7).
- La segunda trompeta (desastres sobre el mar) (8:8-9).
- La tercera trompeta (desastres sobre las aguas) (8:10-11).
- La cuarta trompeta (desastres sobre el cielo) (8:12-13).
- La quinta trompeta (el primer ¡Ay!) (9:1-12).
- La sexta trompeta (el segundo ¡Ay!, que se prolonga durante los 3 excursos siguientes) (9:13-21).

Excurso 1 (el ángel y el librito) (10:1-7).
Excurso 2 (el librito) (10:8-11).
Excurso 3 (los dos testigos) (11:1-14).

 - La séptima trompeta (el tercer ¡Ay!, aclamación celestial, el Arca de la Alianza vuelve a verse (11:15-19).

4. Las siete visiones de la Mujer y el combate con el Dragón (12:1-14:20).
Visión de la Mujer (12:1-2).
Visión del Dragón (12:3-17).
Visión de la Bestia (12:18-13:10).
Visión de la Segunda Bestia (13:11-18).
Visión del Cordero y los 144.000 (14:1-5).
Visión de los Tres Ángeles (14:6-13).
Visión del Hijo del Hombre y la Siega por parte de Tres Ángeles (14:14-20).

5. Las siete copas (15:1-16:21).
Visión preliminar (las copas de la ira de Dios) (15:1-8).

La primera copa (primera plaga) (16:1-2).
La segunda copa (segunda plaga) (16:3).
La tercera copa (tercera plaga) (16:4-7).
La cuarta copa (cuarta plaga) (16:8-9).
La quinta copa (quinta plaga) (16:10-11).

La sexta copa (sexta plaga, promesa de esperanza y Armagedón) (16:12-16).
La séptima copa (séptima plaga) (16:17-21).

6. Los siete cuadros sobre la caída de Babilonia (17:1-19:10).
Visión de Babilonia (17:1-18).
Visión del Ángel anunciando la caída de Babilonia (18:1-3).
Recomendaciones al pueblo de Dios en Babilonia (18:4-8).
Lamentaciones sobre Babilonia (18:9-19).
La alegría en el Cielo (18:20).
La caída de Babilonia (18:21-24).
El triunfo en el Cielo (19:1-10).

7. Las siete visiones del fin (19:11-22:5).
Visión del Cielo abierto y del Verbo de Dios (sobre un caballo blanco) (19:11-16).
Visión del Ángel Exterminador (19:17-18).
Visión de la Bestia y de su Derrota (19:19-21).
Visión del Reinado de Mil Años y juicio a Gog y Magog (20:1-8).
Visión de la Primera Resurrección, el Segundo y Último Combate Escatológico (20:4-10).
Visión del Juicio de las Naciones (20:11-15).
Visión de la Jerusalén Celestial (21:1-22:5).
Un epílogo (22:6-21).
Recomendaciones finales (22:6-21).

Simbología del Apocalipsis
El Apocalipsis cita o parafrasea frecuentemente al Antiguo Testamento, por lo que muchos de los símbolos presentes en este libro son sacados de una lectura cristiana del Antiguo Testamento (Vanni, 1982: 33).

La liturgia
Vanni (1982: 88) apunta que en el trasfondo del texto subyace el ritmo propio de la liturgia de los primeros siglos del cristianismo, liturgia que hoy sigue vigente aunque con numerosos cambios (Hahn, 2001).

En algunos puntos, pareciera como si la intención del autor fuera que se leyera el libro en comunidad, con un lector que haga las veces de Cristo, otros haciendo las veces de otros personajes, y el resto de la comunidad respondiendo en las partes que les correspondan (alabanzas, doxologías, oraciones, peticiones, etc.) Véase por ejemplo Apocalipsis 1, 1-8.; Apocalipsis 4-5.; Apocalipsis 11, 15-19.; Apocalipsis 22, 14-21., etc.

De hecho, tomando como contexto el "día del Señor", en que el autor dice haber recibido la visión (Apocalipsis 1, 9-10.), puede verse una imagen de una liturgia cristiana primitiva en todo el libro. La parte penitencial (la que pide y mueve a conversión) serían las cartas a las Iglesias (Apocalipsis 2-3.), mientras que el resto del libro hablaría a la comunidad sobre la necesidad de hacerse actora en la historia, llena, sí, de malos momentos, pero siempre acompañada del Cordero (Vanni, 1982: 127). Para (Hahn, 2001) prácticamente todos los elementos de la celebración del sacramento de la Eucaristía en la Iglesia Católica son tomados de una u otra forma de figuras del Apocalipsis, convirtiendo así al libro en una especie de guía figurada de la liturgia cristiana primitiva.

Por último, la liturgia se ve reflejada en muchos símbolos a lo largo de los pasajes del libro. Por ejemplo, las oraciones. Al inicio éstas se presentan ante el trono de Dios en copas (Apocalipsis 5, 7-8.), tal vez inmerecidas, pero purificándolas un ángel con incienso, adquieren su valor y su fuerza verdaderos (Apocalipsis 8, 3-5.). Y precisamente estas mismas copas son las que posteriormente llevan ahora la furia de Dios (ver el septenario de las copas), una respuesta a las oraciones de los cristianos (los consagrados y los santos que elevaron en un principio sus oraciones). (Vanni, 1982: 143-148)

(Hahn, 2001) muestra la siguiente tabla, en la que el autor empareja varios pasajes del Apocalipsis con partes definidas de la Eucaristía:

Culto dominical Apocalipsis 1, 10.
Sumo Sacerdote Apocalipsis 1, 13.
Altar Apocalipsis 8, 3-4,11, 1,14, 18.
Sacerdotes (presbyteroi o ancianos) Ap 4, 4,11, 16,14, 3,19, 4.
Ornamentos Apocalipsis 1, 13,4, 4,6, 11,7, 9,15, 6,19, 13-14.
Célibes consagrados Apocalipsis 14, 4.
Candeleros, o menoráh Apocalipsis 1, 12,2, 5.
Penitencia Apocalipsis 2,3.
Incienso Apocalipsis 5, 8,8, 3-5.
Libro o rollo Apocalipsis 5, 1.
Hostia eucarística Apocalipsis 2, 17.
Cálices Apocalipsis 16,15, 7,21, 9.
La señal de la cruz (la tav) Apocalipsis 7, 3,14, 1,22, 4.
El Gloria Apocalipsis 15, 3-4.
El Aleluya Apocalipsis 19, 1;3;4;6.
Levantemos el corazón Apocalipsis 11, 12.
«Santo, santo, santo» Apocalipsis 4, 8.
El Amén Apocalipsis 19, 4,22, 21.
El «Cordero de Dios» Apocalipsis 5, 6. y a lo largo de todo el libro
La Virgen María Apocalipsis 12, 1-6;13-17.
Intercesión de ángeles y santos Apocalipsis 5, 8,6, 9-10,8, 3-4.
El arcángel Miguel Apocalipsis 12, 7.
Canto de antífonas Apocalipsis 4, 8-11,5, 9-14,7, 10-12,18, 1-8.
Lecturas de la Sagrada Escritura Ap 2,3,5,8, 2-11.
Sacerdocio de los fieles Apocalipsis 1, 6,20, 6.
Catolicidad o universalidad Apocalipsis 7, 9.
Silencio meditativo Apocalipsis 8, 1.
La cena nupcial del Cordero Apocalipsis 19, 9,17.

Números y colores
Entre los numerosos símbolos presentes en todo el libro, dos características destacan: los "números" y los "colores". Muchos de los significados de estos símbolos son, de hecho, propios de la literatura apocalíptica, no solamente de este libro (Prévost, 2001: 53,60).

Números
Prévost (2001: 39-43) menciona que los distintos números mencionados en el Apocalipsis tienen siempre un carácter simbólico. El significado de los números se daría en función del sentido que los cristianos de la época del siglo I les darían, y que estarían directamente influenciados por los significados que los judíos le darían a muchos de esos números:

-Uno. Normalmente se usa para referirse a Dios. (p.ej. Apocalipsis 4, 2.)
-Un medio, tres y medio. Parece ser que estos números están directamente heredados del libro de Daniel; representan un tiempo limitado y restringido, que no llegaría a ser uno (que significa la plenitud de Dios) o cuatro (que significa lo terrenal o universal), incluso por ser la mitad de siete (la perfección). El tres y medio se ve reflejado también en la frase un tiempo, tiempos y medio tiempo. Esta división en tres partes también se podría basar en una interpretación de la profecía de las setenta semanas de Daniel, con una división semejante en tres partes: 49 años + 434 años + 7 años, a partir de uno de los decretos dados por los reyes persas para que los judíos salieran de la cautividad babilónica, de los cuales los más famosos fueron el de Ciro el Grande en el 538 a. C. y el de Artajerjes I Longímano en el 457 a. C., (2 Crónicas 36, 22-23.), (Esdras 7, 7.), (Daniel 9, 24-27.). Asimismo, los mil doscientos sesenta días mencionados en el libro, así como los cuarenta y dos meses, son equivalentes a tres años y medio. (p.ej. Apocalipsis 8, 1;11, 2-3,9,11;12, 6,14.)
-Cuatro. Se puede referir a lo terrenal o Universal, o Creación (por los cuatro puntos cardinales), e igualmente se aplica a los cuatro Vivientes que se encuentran con Dios al inicio de la visión, y que algunos identifican con los cuatro evangelistas (aunque esto último tiene escasa justificación). Sin embargo, con base en el simbolismo de toda la Creación, los cuatro vivientes que están con Dios podrían representar más bien el dominio que tiene Dios sobre toda la Creación y la relación que ésta tiene con su Creador. (Vanni 1982: 50-51) (p.ej. Apocalipsis 4, 6-8;7, 1;20, 8.)
-Seis. En algunos contextos denota imperfección, pues le falta uno para llegar a la cifra perfecta (ver símbolo siguiente) (p.ej. Apocalipsis 13, 18.). Por otro lado también, cada uno de los cuatro Vivientes que están junto al trono de Dios tienen seis alas (Apocalipsis 4, 8.).
-Siete. Para los judíos, el número siete (en hebreo, sheba) denota la perfección. Este número está presente en muchos libros del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento, siempre con el mismo significado. (p.ej. Apocalipsis 1, 4,12,16;4, 5. y los septenarios)
-Doce. Representa en primer lugar a las doce tribus de Israel, y por extensión al pueblo de Dios. De forma cristiana entonces, este número representa a los cristianos (que según su interpretación son el nuevo pueblo de Dios), en particular representados por el número de los apóstoles (p.ej. Apocalipsis 12, 1;21, 12,14,20,21.). Otros números directamente influenciados por el doce son el veinticuatro (24 = 12 x 2), el cuarenta y ocho (48 = 12 x 4) y el ciento cuarenta y cuatro (144 = 12 x 12). (p.ej. Apocalipsis 4, 4,10;5, 8;7, 4-8;11, 16;19, 4.)
-Mil. Este número no representaría la cantidad exacta de 1000, sino la idea general de un gran número (por ejemplo, los mil años de encierro del Dragón antes de que se vuelva a levantar y sea vencido para siempre (Apocalipsis 20.), no representarían un período de exactamente mil años sino solamente la idea general de mucho tiempo). (p.ej. Apocalipsis 5, 11;7, 4-8;20, 2-7.)

Igualmente, muchos otros números aparecen en el libro, que siguiendo la interpretación de la literatura apocalíptica, tienen también un significado simbólico. El tres por ejemplo puede representar a Dios, y aunque para los judíos de por sí el número tres ya es representativo de la divinidad, desde el punto de vista cristiano también lo hace tomando en cuenta la Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por otro lado en el Apocalipsis, el tres aparece como una fracción, en vez de como el número entero (una tercera parte, un tercio, indicando también que ni es el Uno pleno de Dios, ni el Cuatro pleno de la Creación, y que dos tercios no se ven afectados por lo que la tercera parte sí lo es). Aparecen también otros números como el dos, el diez, entre otros.

Colores
Los colores también juegan un papel importante y tendrían un significado propio (Prévost, 2001: 37-38).

Blanco. Pureza, victoria. (p.ej. Apocalipsis 1, 14;4, 4;19, 14;20, 11.)
Negro. Desgracia, miseria. (p.ej. Apocalipsis 6, 5,12.)
Rojo. Violencia. (p.ej. Apocalipsis 6, 4;9, 17;12, 3.)
Verde o Amarillo. Muerte. (p.ej. Apocalipsis 6, 8.)
Púrpura. Desenfreno. (p.ej. Apocalipsis 17, 4;18, 12,16.)
Escarlata. Desenfreno. (p.ej. Apocalipsis 17, 3-4;18, 12,16.)

Los septenarios
El libro del Apocalipsis contiene series del número 7 a lo largo de todo su corpus. Las más notorias se encuentran por la relación que guardan entre sí los tres septenarios de sellos, trompetas y copas.

El septenario de los sellos (Apocalipsis 4-8, 2.) se da conforme el Cordero va abriendo uno a uno los sellos de un libro que nadie podía abrir excepto él. Antes de romper los sellos la visión se encuentra en el cielo, con las teofanías de Dios y el Cordero y la alegría que causa que éste sea capaz de abrir el libro. Los primeros cuatro sellos originan a los jinetes del Apocalipsis. Los sellos 5 y 6 originan cataclismos. Después del sexto sello se da una visión de esperanza (los 144 000) y con el séptimo sello comienza el siguiente septenario: las trompetas, y con ellas en realidad todo el resto del libro que concluye con la visión final de la Nueva Jerusalén.

El septenario de las trompetas (Apocalipsis 8-11.) comienza con una visión celeste de esperanza (básicamente los mismos 144 000 que vienen antes del séptimo sello que coincide con la primera trompeta), después se tocan las trompetas, acompañadas de cataclismos. Luego de la sexta trompeta, viene una visión de esperanza (el ángel y el librito, los dos testigos). Al tocarse la séptima trompeta, hay un cántico de victoria.

El septenario de las copas (Apocalipsis 15-22.) aparece un poco después. De nuevo, comienza con una visión celeste de esperanza (los Vencedores). Después las copas se derraman, acompañadas de cataclismos. Luego de la sexta copa, aunque sumergido en un ambiente de derrota, viene una promesa de esperanza. La conclusión de este septenario, luego de derramar la séptima copa comienza con la presentación de la Prostituta de Babilonia, pero nótese que inmediatamente comienza su declive, e in crescendo desemboca hasta la visión gloriosa del final del libro.

Así pues, los tres septenarios más importantes del Apocalipsis tienen aproximadamente la misma estructura: una visión celeste que es preludio de la esperanza, una serie de cataclismos terrestres, luego del sexto símbolo hay un interludio de esperanza y al finalizar el séptimo símbolo hay un triunfo total de salvación. (Prévost 2001: 102)

Otros septenarios del libro, algunos un tanto velados, se encuentran en las iglesias a las que se dirige el autor (Apocalipsis 1, 4.), que son las mismas a las que se dirigen las cartas a las Iglesias de los capítulos 2 y 3; en las bienaventuranzas mencionadas (Apocalipsis 1, 3;14, 13;16, 15;19, 9;20, 6;22, 7;22, 14.); en las aclamaciones litúrgicas a Cristo (Apocalipsis 1, 4-7;5, 9-10;5, 12;5, 13;7, 10;11, 15;19, 6-7.); en los espíritus que están ante el trono de Jesucristo (Apocalipsis 1, 4.), etc.

En este contexto, también se puede analizar la estructura del Apocalipsis de acuerdo a septenarios.

Personajes y figuras en la simbología del Apocalipsis
Conjuntando el significado de la diversa simbología del Apocalipsis, se pueden encontrar dentro del mismo una variedad de personajes y figuras frecuentemente analizadas y estudiadas. Además del libro, del Arca de la Alianza y de los componentes de los septenarios (los 7 sellos, las 7 trompetas y las 7 copas), en orden de aparición algunas de las figuras del Apocalipsis son:

Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis
(Apocalipsis 6, 1-8.) La imagen de caballos viene desde el libro de Zacarias, en donde se establece que son enviados por Dios. Montando cada uno un caballo con un color característico, estos jinetes llevan plagas a toda la humanidad (recordando que el número 4 representa a toda la Creación, por lo que las plagas se extenderían entonces por toda la Tierra). Recordando el significado de los colores, la interpretación más común de lo que cada jinete representa sería la siguiente (Prévost 2001: 38; Vanni, 1982: 53-54):

-Caballo rojo, representa la guerra.
-Caballo negro, representa la hambruna, la pobreza.
-Caballo verde o amarillo, representa la muerte o la enfermedad.
-Caballo blanco, representa para algunos la muerte, por el hecho de que vence siempre, pero para otros, por el color, por el hecho de que porta una corona y por el hecho de que los cristianos no creen que la muerte sea invencible, representaría más bien a Cristo (o a un jinete en su representación), haciendo referencia también a Apocalipsis 19, 11-21., donde vuelve a aparecer el caballo blanco, con Cristo montándolo.

Los 144 000
(Apocalipsis 7, 4-8.) Hay que notar primero que 144 000 = 12 x 12 x 1000, es decir, recordando el significado de los números, es un número que representa una gran cantidad (1000), multiplicada por la totalidad (al cuadrado, es decir, todavía más grande) en relación al pueblo de Dios.

Esta cifra puede interpretarse literalmente a partir del libro del Apocalipsis como el número de las personas que quedarían salvadas al final, pero leyendo más adelante, se puede leer lo siguiente: ...vi luego también una multitud que nadie podía contar, de toda nación, raza y lengua... (Apocalipsis 7, 9-17.), lo que se puede interpretar también como el hecho de que el número 144 000 no sería exacto ni literal, sino solamente representativo.

El total de 144 000 se da por la suma de doce mil miembros de cada tribu del pueblo de Israel. Según Prévost (2001: 105-106) existe una curiosidad en este listado de las tribus, que no aparece en cualquier otro listado de las tribus de Israel en toda la Biblia. En primer lugar aparece la tribu de Judá, como sería lógico para quien tiene claro de donde viene el Mesías según las profecías del Antiguo Testamento. Después viene la tribu de Rubén, que siendo hermano mayor de Judá no prevaleció. Por otra parte no aparecen las tribus de Dan, ni la de Efraín que en otros listados sí aparecen, en cambio aparecen las de Leví y José. Y después, la parte más extraña, si se recuerda que las tribus de Israel están asociadas a los 12 hijos de Jacob, y que este tuvo sus doce hijos a partir de varias esposas: dos esclavas (Zilpa y Bilha) y dos no esclavas (Lea y Raquel). Por lo general, uno esperaría, como de hecho sucede en los otros listados, que primero se enlisten los hijos de las esposas no esclavas, y por último los de las esclavas. En el listado del Apocalipsis, después de mencionar a Judá y Rubén, se enlistan primero las tribus de los hijos de las esclavas (Gad, Aser y Neftalí) y al último el resto (Manasés -hijo de José-, Simeón, Leví, Isacar, Zabulón, José y Benjamín).

La Bestia y su número
(Apocalipsis 13.) Este es uno de los símbolos más famosos heredados del libro del Apocalipsis. El número 666 se suele identificar con el Diablo (aunque aquí el Dragón del Apocalipsis es representativo del mismo —Apocalipsis 12:9—) o con el Anticristo.

En el Apocalipsis, sin embargo, únicamente se menciona esta cifra una vez (Apocalipsis 13, 18.), para decir que es el número de la Bestia que sirve al Dragón (y después se le asocia con la marca de la Bestia que llevarían todos aquellos que concuerden con el Dragón y la Bestia). Hay que recordar primero que el significado del número 6 es de imperfección (por faltarle una unidad para la perfección del número 7), y el número 666 representaría entonces una imperfección llevada hasta el extremo.

Hay autores que buscan identificar el número 666 con un personaje histórico de la época en que fue escrito el libro ya que en numerosos textos bíblicos sugiere que el Anticristo era un personaje de la época de los apóstoles: Y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, del cual habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.

Y sobre la base de esto intentan encontrar un juego numérico (conocido como gematría) con las letras del alfabeto griego (idioma en que fue escrito el libro) que pudiera dar la equivalencia para reconocer con este número a la principal Bestia del Apocalipsis. Estos juegos eran comunes a la época de la escritura del Apocalipsis, y se han encontrado vestigios de ellos también en otros escritos. Se asigna a cada letra (alfa, beta, gamma,... psi, omega) un número: las primeras del 1 al 10 (excepto el 6), luego de diez en diez hasta el 80, luego el 100 y de cien en cien hasta el 800. Una palabra o frase conocida tenía entonces un número asociado al sumar las cifras equivalentes a cada letra; el inverso de este juego consiste en dar un número (como es el caso del 666 del Apocalipsis) y tratar de identificar qué palabra o frase cumple también con estas características. Siguiendo este juego numérico, se puede llegar a concluir que el número representaría a Domiciano, que persiguió a los cristianos en la época de la escritura del Apocalipsis, o en general a los Césares romanos que se autoproclamaban dioses y que exigían a sus súbditos que así fueran adoradas sus estatuas. (Prévost 2001: 45-49)

Algunas investigaciones también concluyen que el número 666 dado en este pasaje del Apocalipsis es erróneo, ya que existen algunas versiones del libro que datan del siglo II o III y que tienen como número de la Bestia al seiscientos dieciséis (y con el cual a través de los mismos juegos numéricos se podría relacionar a varios Césares romanos, por ejemplo Calígula, emperador romano caracterizado por su crueldad). (Prévost, 2001: 46,48) [3]

Igualmente que con otros símbolos del Apocalipsis, hay muchas otras interpretaciones que identifican a la Bestia con personajes de distinta índole a lo largo de la historia (y que a través de otros juegos ingeniosos reconocen al 666 apocalíptico con ellos). Hay incluso interpretaciones que identifican al 666 con fechas.

La primera Bestia y los Dos Testigos
Otros manejan la posibilidad de identificar a la Bestia a la que históricamente se referiría el autor del Apocalipsis, con el emperador Nerón, que para la época de la redacción del libro, aún dejaría un recuerdo de las torturas y persecuciones de su época. Tomando la frase 'Nerón César', en hebreo o en griego, considerando únicamente las consonantes y tomando números de acuerdo a una numeración del alfabeto hebreo, similar a la anterior, la suma daría de nuevo el famoso número 666. [4] Es más, si se toma la frase 'Nerón César', pero no en griego sino en latín, el número resultante es el 616. [5]

Dentro del libro del Apocalipsis se menciona que una primera Bestia mata a dos Testigos de Dios en una ciudad, los cuales, por cierto, luego de muertos resucitan a los tres días y medio y son ascendidos a los cielos a la vista de sus enemigos (Apocalipsis 11.). La descripción de dos testigos va de acuerdo con la ley judía que establece que sólo se acepta el testimonio de dos testigos. Algunos han querido reconocer en estos dos Testigos a los apóstoles Pedro y Pablo, muertos durante la época de Nerón. Sin embargo, en el Apocalipsis no se reconoce que esta primera Bestia sea la misma que la del número 666.

Para (Hahn, 2001), los dos testigos representan al profeta Elías y a Moisés, personajes en quienes a su vez se personificaría toda la Ley y los Profetas del Antiguo Testamento.

Otra interpretación que se da a los dos Testigos es que corresponden a Elías y a Enoc, debido a que en toda la historia que relata la Biblia estos dos personajes no han muerto: Elías fue llevado al cielo en un torbellino ante un carro de fuego que lo separó de Eliseo (2Kin 2, 11.), y Enoc: Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios. (Genesis 5, 24.). Debido a que todo hombre debe morir, y estos dos personajes no han muerto, se presume que el evento relatado en el Apocalipsis sería el tiempo de la muerte de ellos.

Babilonia y la prostituta
(Apocalipsis 17.) Para Prévost (2001: 32,124), en este símbolo podría verse la alusión política que en la época de la escritura del libro, el autor haría de sus enemigos:

Antes de nada, debe recordarse que para los judíos la ciudad de Babilonia representa el exilio, luego de que los babilonios exiliaron a la élite de la sociedad judía de Jerusalén en el año 587 a. C. Igualmente, significa para ellos la perversión de las costumbres judías, que se fueron mezclando con elementos de idolatría en esa ciudad, pecado fuertemente condenado por ellos. Así pues, Babilonia representa tanto el poder dominador extranjero, como la idolatría.

Por eso en el Apocalipsis (igual que en otros libros del Nuevo Testamento), Babilonia se suele identificar (siguiendo la línea de estas mismas investigaciones) con la Roma imperial que perseguía a los cristianos y que les exigía idolatrar al César como un dios. De hecho en el Apocalipsis, en la descripción de Babilonia con sus siete montes, podría reconocerse a la ciudad de Roma. La prostituta del Apocalipsis tendría entonces el mismo significado de perversión, idolatría y desenfreno característicos de la alta sociedad romana de ese entonces.

Por otra parte, otros identifican a Babilonia con la Jerusalén de los judíos (que igualmente tiene siete montes), y que contrasta fuertemente con la Nueva Jerusalén del final del libro. (Por ejemplo (Hahn, 2001), que centra gran parte de su interpretación de las catástrofes del Apocalipsis en una analogía con la caída de Jerusalén en el año 70, y también [6])

Existen muchas otras interpretaciones sobre la identidad de esta ciudad calificada de perversa, desde el papado católico, hasta una pléyade de ciudades y personalidades según se han presentado a lo largo de la historia.

La Mujer vestida de sol y el Niño
(Apocalipsis 12.) La «mujer revestida del sol, la luna bajos sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas» aparece en Apocalipsis como la que engendra al Niño que el Dragón quiere combatir. Este niño es 'raptado' al cielo para después reinar, así que el Dragón se vuelca a combatir contra la Mujer y luego contra el resto de su descendencia.

Para Prévost (2001: 108), la clave para reconocer a la Mujer se encuentra primero en reconocer al Niño. Desde una perspectiva que considera al Apocalipsis como completamente cristocéntrico, se puede interpretar entonces que el Niño representaría efectivamente a Cristo.

Desde una perspectiva de la mariología, se vería en esta Mujer un símbolo de la Virgen María. Sin embargo, son muchos los grupos cristianos (de diversas Iglesias, incluidos algunos católicos), que interpretan en este símbolo al pueblo de Dios, que antes del nacimiento de Jesús representaría al Israel fiel, y después a los cristianos. Incluso la postura mariana, no dejando atrás el hecho de que la Mujer sería efectivamente María, lo hace siempre desde la perspectiva eclesiológica, de comunidad. (Prévost 2001: 107-108)

La descripción de la Mujer en Apocalipsis 12:1. es muy parecida a la imagen de la Virgen de Guadalupe, quien está tapando el sol (pues se ven los rayos amarillos desde atrás) y está encima de la luna, y en su cabeza hay un manto con varias estrellas (que no son exactamente 12); esta imagen también es muy parecida a lo descrito en Apocalipsis 12:14., "Pero se le dieron a la mujer las dos alas del águila grande para que volara al desierto, a su lugar; allí será mantenida lejos del dragón por un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo.": en la imagen hay un ángel cargando la luna, además de que la persona a la que se le apareció la Virgen de Guadalupe se llamaba Juan Diego Cuauhtlatoatzin, nombre que significa "águila que habla", y el viaje al desierto se podría entonces referir al proceso de reevangelización desde América a España. Pueden existir más semejanzas con respecto a la Virgen de Guadalupe, sin embargo esto no significa que la mujer de Apocalipsis 12, 1. sea ella. Para algunas corrientes protestantes el niño representaría a una sección minoritaria de la Iglesia que sería arrebatada al cielo antes de que comiencen los juicios del Apocalipsis (Apocalipsis 12, 5.), mientras que la gran mayoría de la cristiandad se quedaría en la tierra a sufrir la persecución, y ellos serían el resto de sus hijos (Apocalipsis 12, 17.).

La Nueva Jerusalén
(Apocalipsis 21-22.) Este símbolo, presente en los últimos dos capítulos del Apocalipsis, se encuentra para muchos dentro de los mejores descritos, detallados y bellos del Nuevo Testamento. Con una triple recurrencia, el autor habla de la salvación de Dios al final de los tiempos.

-Primero con la nueva Jerusalén propiamente dicha, que desciende del cielo a la Tierra. (Apocalipsis 21, 1-8.)
-Después con las bodas del Cordero y su Esposa (la Iglesia). (Apocalipsis 21, 9-27.)
-Por último con una visión que recuerda a los primeros capítulos del Génesis (el primer libro en la Biblia), hablando de ríos y árboles que dan fruto eterno.36​ (Apocalipsis 22, 1-5.)

Para Prévost (Prévost, 2001: 116), esta parte (junto con el capítulo 20) es la única que en realidad tendría características escatológicas, mientras que el resto sería sólo un reflejo de los conflictos que la comunidad cristiana del autor estarían viviendo en su época y de la esperanza puesta en Dios a través de Cristo muerto y resucitado en que esos conflictos no prevalecerían y también serían vencidos tarde o temprano.

Hay otra curiosidad relativa tanto a la nueva Jerusalén (que simboliza a la ciudad santa) y a Babilonia (que simboliza a la ciudad perversa): en Apocalipsis 18. aparece un lamento por la Babilonia destruida; en Apocalipsis 21. aparece la descripción de la nueva Jerusalén. Se puede notar que ambos pasajes son paralelos e inversos, es decir, que las descripciones de lamentación y de sentido negativo dadas a Babilonia, aparecen revertidas, en sentido de gozo y alegría para Jerusalén. (Prévost 2001: 117-119).

Continua en El Apocalipsis I: El Libro II
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