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lunes, 28 de febrero de 2011

Los Profetas III

Visión de Ezequiel (1518), por Rafael Sanzio

siglo VIII
Amós (780-760 a. C.)
Amós fue uno de los doce profetas hebreos conocidos como los Profetas menores. Era un pastor y productor de higos en Técoa, en el límite del desierto de Judá (Amos 1:1). Fue profeta en Israel y el Reino del Norte durante el reinado de Jeroboam II (783 a. C. - 743 a. C.). Le es atribuido el libro de la Biblia que lleva su nombre.

Profeta
Amós, con la rudeza y estilo directo de un pastor e inspirado por la fidelidad a Yahveh, condenó la corrupción de las élites, la injusticia social y el ritualismo ajeno al compromiso de vida, anunciando el fin de Israel. Acusado por el sacerdote Amasías de conspirar contra el rey (Amós 7:10-11), fue expulsado del templo de Betel (Amós 7:12-13). Según el apócrifo Vida de los Profetas fue herido en la cabeza por un hijo de Amasías, a consecuencia de lo cual murió al llegar a su tierra.

Según la Biblia (Isaías), el padre del profeta Isaías se llamaba también Amós. Sin más base que el hecho de tratarse de homónimos que vivieron hacia la misma época, algunos han pensado que se trata del mismo personaje, pero la mayoría de expertos descartan esa hipótesis, dado el origen social de Isaías. Fue ganadero y punzaba higos de sicomoro, una clase de higos considerados alimento de pobres. La práctica de punzar higos tenía por objeto acelerar su maduración y aumentar el tamaño y la dulzura de la fruta (Amos 7:14).

Al igual que el pastor David a quien Yahveh llamó para efectuar servicio público, Dios procedió a tomar a Amos de seguir tras el rebaño y lo convirtió en profeta. De la soledad del desierto meridional, a Amos se le envió al reino idólatra de diez tribus con su capital Samaria. Amos comenzó su profecía de Dios dos años antes del gran terremoto que ocurrió en el reinado de Ozías, rey de Judá. La profecía de Amos queda dentro del periodo de 26 años entre 829 y 804 a. C. Amos como profeta fue de tal magnitud que Zacarías hizo mención de él unos 300 años después.

Oseas (760-722 a. C.)
Oseas (norte de Israel, siglo VIII a. C.) fue un profeta del Antiguo Testamento, hijo de Beeri y el primero del grupo de los doce profetas menores.Se le atribuye la autoría del llamado Libro de Oseas, en el que el profeta denuncia la infidelidad del pueblo para con Yahvé y revela el amor tierno de Dios, comparable al del esposo que perdona a su esposa infiel o al del padre que ama a su hijo rebelde. El profeta combate las bien conocidas tendencias idolátricas del reino septentrional y el culto del becerro de oro (una polémica que tendría en Jerusalén sabor arcaico), llamando a su pueblo a la piedad interior, a la devoción espiritual que lo unirá a Dios en unos esponsales de amor. La presunta tumba de Oseas se encuentra en el monte que lleva el mismo nombre, y todavía los beduinos le ofrecen sacrificios.

En idioma hebreo su nombre se escribe הוֹשֵׁעַ (Hôšēă, ‘salvación de Yahvéh’ o ‘la salvación es Yahvéh’), en idioma griego su nombre es Ὠσηέ (Ōsēe).

Jonás (740-730 a. C.)
Jonás (en hebreo, יוֹנָה, pr. Yōnā), que significa "paloma", en latín Ionas, o en árabe يونس ("Yūnus"), fue un profeta de Yahveh, en el Antiguo Testamento, y del Tanaj judío; es el quinto de los profetas menores del Nevi'im, hijo de Amitai. En el Corán (Corán 37 (As-Saaffat), 139–148), Jonás es también uno de los profetas del islam.

La misión
Según la Biblia, el Tanaj y el Corán, Jonás fue profeta. En cumplimiento de la palabra de Yahveh, difundida por boca de Jonás, el rey Jeroboán II de Israel alcanzó logro positivo en restablecer "el límite de Israel, desde el punto de entrada de Hamat hasta el mismo mar del Arabá (el mar Muerto)". De modo que al parecer Jonás fue profeta en el reino de diez tribus durante el reinado de Jeroboán II. Es la misma persona a quien Yahveh comisionó para proclamar juicio contra Nínive, por lo que es considerado el autor del libro bíblico homónimo.

Su desobediencia
En lugar de cumplir con su asignación de predicar a los nínivitas, Jonás decidió huir de ella. En el puerto de Jope consiguió un pasaje en una nave que se dirigía a Tarsis (que por lo general se relaciona con España o la península ibérica), a más de 3.500 km al oeste de Nínive.

Después de embarcar, Jonás se durmió profundamente en las "partes más recónditas" del barco. Mientras tanto, los marineros se enfrentaron a un viento tempestuoso enviado por Dios que amenazaba con destrozar la nave. Clamaron a sus dioses por ayuda y arrojaron objetos por la borda para aligerar la nave. El capitán de la nave despertó a Jonás, instándole a que también invocase a su "Dios". Finalmente los marineros echaron suertes para determinar por culpa de quién se había originado la tormenta. Yahveh hizo que la suerte cayera sobre Jonás. Cuando se le preguntó, confesó que había sido infiel a su comisión y, como no deseaba que otros perecieran por su culpa, pidió que le arrojasen al mar. Una vez que fracasaron todos los esfuerzos por volver a tierra, los marineros le hicieron a Jonás según su palabra y el mar detuvo su furia.

Cuando se hundió en el agua, se le envolvieron algas marinas alrededor de la cabeza. Por fin cesó su sensación de ahogo, y se halló dentro de un gran pez o ballena, depende de la traducción. Jonás oró a Yahveh glorificándole como salvador y prometiéndole pagar lo que había prometido en voto. Al tercer día el pez o ballena vomitó al profeta en tierra seca.

Jonás en Nínive
El gran pez expulsa a Jonás en la costa. Cerámica mural en el Hospital de la Caridad de Sevilla.
Cuando se le comisionó por segunda vez para ir a Nínive, Jonás emprendió el largo viaje hacia esa ciudad. "Finalmente Jonás comenzó a entrar en la ciudad por distancia de un día de camino, y siguió proclamando y diciendo: Solo cuarenta días más, y Nínive será derribada."

La Biblia no dice si Jonás conocía el idioma asirio o si se le facultó de forma milagrosa para hablarlo. Quizás habló en hebreo y alguien que conocía este idioma hizo de intérprete. En tal caso, es posible que las palabras de Jonás suscitaran gran curiosidad y mucha gente se preguntara qué decía ese extranjero.

Después de haber pasado cuarenta días sin que le ocurriera nada a Nínive, Jonás estaba muy disgustado porque Yahveh no había destruido la ciudad. Incluso oró a Dios para que le quitase la vida. Pero Yahveh le contestó con la pregunta: "¿Es con razón que te has enardecido de cólera?". Posteriormente el profeta dejó la ciudad y más tarde se hizo una cabaña. Desde ese lugar, al oriente de Nínive, vigiló para ver lo que le ocurría a la ciudad.

La lección
El relato dice que cuando de manera milagrosa creció una calabaza vinatera para proveerle sombra, el profeta estuvo muy satisfecho, pero su alegría fue efímera. Al día siguiente, muy de mañana, un gusano hizo que la planta se secase. Privado de su sombra, Jonás quedó expuesto a un viento abrasador procedente del este y al sol ardiente que batía sobre su cabeza. De nuevo, pidió morir.

Por medio de esta calabaza vinatera Dios le enseñó a Jonás una lección de misericordia. Él sentía lástima por la calabaza vinatera cuando ni la había plantado ni cuidado. De modo que Yahveh le dijo a Jonás: "Por mi parte, ¿no debería yo sentir lástima por Nínive, la gran ciudad, en la cual existen más de ciento veinte mil hombres que de ningún modo saben la diferencia entre su mano derecha y su izquierda, además de muchos animales domésticos?".

Sus tumbas
Se ha dicho, de varios sitios, que son el lugar donde fue enterrado Jonás, pero ninguno de ellos ha sido confirmado como tal. La más reconocida de sus tumbas se encontraba en la ciudad iraquí de Mosul, en la provincia de Nínive, donde el profeta vivió y cumplió su mandato divino, aunque no descansaba cuerpo alguno en ella. El sitio era un lugar sagrado para judíos, cristianos y musulmanes, pero fue destruido el 24 de julio del 2014 por el Estado Islámico.

Isaías (742-700 a. C.)
"[Tendréis ...] alegría en el corazón como quien marcha al son de la flauta" (Isaías 30:29). Isaías (del hebreo, ישעיהו—Ieshaiáhu, y que significa ("Yahveh es salvación") fue uno de los profetas mayores de Israel, cuyo ministerio tuvo lugar durante el siglo VIII a. C. El ministerio profético de Isaías tuvo lugar en el Reino de Judá durante las monarquías de Uzías, Jotán, Acaz, Ezequías y Manasés. Profetizó durante la crisis causada por la expansión del Imperio asirio. Escribió por lo menos la primera parte del libro bíblico que lleva su nombre.

Vida y legado
Isaías nació probablemente en Jerusalén hacia 765 a. C. y fue asesinado (aserrado), según se cree, por el rey Manasés en 695 a. C. Según la tradición talmúdica, Isaías posiblemente fue primo de Ozías y pariente de los reyes contemporáneos de Judá.

Isaías fue un estadista, asesor de reyes, poeta, orador y escritor, hijo de Amós y se le considera uno de los profetas mayores hebreos, fue llamado "el príncipe de los profetas" valorándosele, fundamentalmente, por las escrituras que legó a su nación y a las subsecuentes generaciones de su pueblo elegido.

Tuvo dos hijos, cuyos nombres fueron proféticamente significativos, Sear-jasub (un remanente volverá) y Maher-salal-hasbaz (el despojo se apresura), comenta que él y sus hijos son presagios para Israel. A su esposa la llamaban "la profetisa".

El ministerio profético de Isaías llegó a durar casi medio siglo, desde fines del gobierno de Azarías, rey de Judá, hasta los tiempos del monarca Manasés. Según los libros apócrifos Vida de los Profetas (1,1) y Ascensión de Isaías (5,11-14), el profeta murió aserrado (partido) durante la persecución provocada por el rey Manasés; a ello la Biblia también parece referirse.

Isaías fue un firme opositor a la política de alianza de los reyes de Judá con los imperios extranjeros y llamó a confiar en la Alianza con Yahvéh. Se opuso al protectorado de Asiria que el rey Acaz propició para enfrentarse con el norteño Reino de Israel y aquel de Damasco. El rey Ezequías quiso contrarrestar la hegemonía asiria, aliándose con Egipto, oponiéndose Isaías también a ello, pero cuando las tropas asirias de Senaquerib sitiaron Jerusalén, Isaías apoyó la resistencia y anunció la ayuda de Yahvéh: la ciudad se salvó.

La obra de Isaías muestra que era un gran poeta, con estilo brillante, precisión, composición armoniosa e imágenes novedosas. Académicos y críticos coinciden en que fue el autor de los capítulos 1 a 12, 15 a 24 y 33 a 35 del Libro de Isaías, en tanto que la autoría del resto del libro es aún tema de debate. Los capítulos 36 a 39, que están escritos en tercera persona, fueron aparentemente escritos por sus discípulos.

La segunda parte del Libro de Isaías, conocida como Libro de la Consolación de Israel (capítulos 44-55), es muy diferente a la primera y no nombra en ninguna parte a Isaías. El escenario de estos capítulos finales supone que Jerusalén ha sido asolada, el pueblo judío está cautivo en Babilonia y Ciro ya es rey de Persia, cuya gesta causará la liberación de los hebreos. El estilo del texto es más oratorio y hasta repetitivo. El contenido registra una mayor elaboración teológica. Es entonces probable que estos capítulos finales sean obra de un autor anónimo al final del destierro, después de 560 a. C. Exégetas y estudiosos recalcan sin embargo, que las dos partes del libro de Isaías están unidas por su visión mesiánica:

En los capítulos 6 a 12 se anuncia el nacimiento del Emanuel, significando en hebreo este nombre "Dios con nosotros" (Isaías). En la segunda parte (Isaías 42,1-7;49,1-9;50,4-9;52,13;53,12) se presentan los Cánticos del Siervo de Jhvh, seguidor perfecto de Dios que con plena fe sufre para expiar los pecados de su pueblo y es glorificado.

Estudios sugieren que el uso reiterado de derivados de נצר en ambas partes del libro de Isaías, es una alusión mesiánica: natser, transcrita Nazer, traducida como "retoño", "vástago", "rama" o "renuevo"; y en otros contextos como vigilar, guardar, observar, defender, rodear, preservar (del peligro) o esconder (refugiar). Consideran que a ello se refiere Mateo 2:23 cuando dice que habitó en la ciudad que se llama Nazaret, y así se cumplió lo dicho por los profetas, que había de ser llamado Nazareno (נצר, Notsri).

El cristianismo estima que el Libro de Isaías anunció el nacimiento, sacrificio y gloria de Jesús y además, el alcance universal de la salvación por lo que se considera en algunas ocasiones como el "Príncipe de los Profetas".

Según la tradición judeocristiana, Isaías pudo haber muerto como mártir. Durante su vida, Isaías enseñó la supremacía, la santidad y el carácter ético del mensaje de Dios. Criticó los errores de su pueblo, al que a su vez alentó durante el cautiverio en Mesopotamia, y profetizó asimismo el futuro renacer de Sion y Jerusalén.

Miqueas (722-701 a. C.)
Miqueas fue un profeta de origen campesino de finales del siglo VIII a. C., proveniente de Moreshet una pequeña aldea de la fértil llanura de Sefela a unos 30 kilómetros al suroccidente de Jerusalén. Fue autor del libro de la Biblia que lleva su nombre.

Profecía
Su labor se cumplió en tiempos de los reyes Jotán de Judá, Acaz y Ezequías y fue contemporáneo de los profetas Isaías, Oseas y Amós. Demostró un gran celo por el pacto con Yahveh y consideró que la infidelidad al amor de Dios se hace sentir en la explotación del prójimo. Amó a su pueblo campesino y pastoril y vio en él el interés de Yahveh . Denunció a los ricos y poderosos y a los sacerdotes y falsos profetas que actuaban para conseguir poder y privilegios. Rechazó el abuso de los aristócratas de Jerusalén contra la mayoría del pueblo campesino y la instrumentalización de la religión para ocultar las injusticias sociales. La predicación de Miqueas fue de tal alcance que influyó para que Ezequías intentara algunas reformas en Judá.

Uso en el Nuevo Testamento
Especial significado y valor representa el pasaje Miqueas 5:14​ citado expresamente en Mateo 2:65​ como profecía del lugar del nacimiento del Mesías, Belén de Judá:

Y tú, Belén Efratá, tan pequeña entre los clanes de Judá, de ti me nacerá el que debe gobernar a Israel: sus orígenes se remontan al pasado, a un tiempo inmemorial. Miqueas 5:16​.

Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel. Mateo 2:67​.

siglo VII
Sofonías (640-622 a. C.)
Sofonías es el noveno de los profetas menores del Antiguo Testamento, hijo de Cusi, de la tribu de Simeón. Empezó a profetizar bajo el reinado de Josías de Judá (c. 624 a. C.), probablemente antes de que ese piadoso rey haya reformado los desórdenes de su nación.

Las predicciones de Sofonías se contienen en tres capítulos bíblicos. Exhorta en ellas a los judíos a la penitencia, predice la ruina de Nínive y después de hacer terribles amenazas a Jerusalén, concluye con promesas consoladoras sobre la vuelta de la cautividad de Babilonia, el restablecimiento de la ley y la vocación de los gentiles.

Escribió en un estilo vehemente, muy semejante al de Jeremías.

Nahum (630-610 a. C.)
Nahum (hebreo: נַחוּם, Najum) fue un profeta menor originario de Galilea que escribió el Libro de Nahum, uno de los libros del Antiguo Testamento. Es el séptimo profeta según la lista tradicional de doce profetas menores.

Su nombre proviene del hebreo נָחוּם [Nājjūm], que significa "lleno de consolación". Con todo, poco se sabe de este Najum. En el propio Libro de Nahum dice que era un «elkesita» o «elkoshita». El exégeta bíblico Jerónimo de Estridón, en su comentario respecto a este libro, nota erróneamente que «eljoshita» es una indicación patronímica: "hijo de Elqosh". Sin embargo, se trata de un gentilicio: el profeta nació en Eljosh.

La teoría más aceptada respecto a sitio proviene de Vidas de los profetas, obra que se suele atribuir a san Epifanio«Elqosh queda más allá de Beth-Gabre, en la tribu de Simeón».

Beth-Gabre (Beit Jibrín) sería la antigua Eleuterópolis, en la frontera de Judá con Simeón. Esta postura fue adoptada por el martirologio romano: el 1 de diciembre se celebra Begabar (lo cual posiblemente sea derivación de Beth Gabre).

Hulda
(femenino de Héled, que significa: “Duración de la Vida; Sistema de Cosas”; o, posiblemente: “Rata Topo”). Hulda (en hebreo חֻלְדָּה) era una profetisa. Esposa de Salum, guardarropa real del rey Josías, en Jerusalén. Junto a Débora y María, hermana de Moisés, es una de las pocas mujeres del Antiguo Testamento con autoridad.

Todo lo que la Biblia narra sobre Hulda se encuentra en comienza en el Segundo Libro de los Reyes 22, 11-20 y Segundo Libro de Crónicas 34:22. Su papel es intrigante: sin presentación previa, sin tener aparentemente nada que ver con la historia, así como aparece, desaparece y no vuelve a ser mencionada más.

Historia
Tras encontrar, durante las obras de reparación del Templo de Jerusalén el Libro de la Ley (סֵפֶר הַתּוֹרָה), el rey Josías se rasgó las vestiduras, porque, decía, "ha debido de encenderse la ira del Señor contra nosotros, porque nuestros padres no obedecieron las palabras de este libro, haciendo lo que está escrito". Por eso Josías mandó a varios de sus funcionarios a consultar al Señor. Y estos le dirigieron a la profetisa Hulda

Según una tradición, la tumba de Hulda estaba junto al Templo de Jerusalén, en su lado sur. Por eso una de las puertas de acceso al patio del templo, la que estaba más cerca de la tumba de la profetisa, se llamaba "Puerta de Hulda".

Mensaje de Hulda
El mensaje de la profetisa Hulda se divide claramente en dos partes:
-la primera (2 Reyes 22:15-17) declara la palabra de Dios dirigida a la nación judía;
-la segunda (2 Reyes 22:18-20a) declara lo que Dios dice al rey. Ambos mensajes están unidos entre sí gracias a una estructura quiástica: en el mensaje a la nación primero cuenta lo que sucederá, y después da el motivo, mientras que en el mensaje al rey primero da el motivo y luego le anuncia lo que le sucederá.

El mensaje a la nación consiste en que el Señor traerá un gran desastre a Jerusalén y a sus habitantes, según "todas las palabras del libro que el rey de Judá ha leído". El motivo del castigo es que "ellos me han abandonado y han ofrecido sacrificios a otros dioses".

El mensaje al rey Josías comienza con el motivo: "Porque tu corazón se ha conmovido y te has humillado ante el Señor..."; y sigue con el anuncio: "Haré que te reúnas con tus antepasados... en paz. Tus ojos no verán el desastre que yo traeré a este lugar".

Incógnita sobre su papel
Existían al menos dos profetas conocidos en Jerusalén, Jeremías y Sofonías. Se desconoce el motivo por el que los enviados del rey no acudiesen a ellos. En su lugar, el libro de los reyes narra que fueron donde la profetisa Hulda.

Según la tradición rabínica, Josías se dirigió a Hulda en lugar de a Jeremías porque pensó que las mujeres estaban más inclinadas a la misericordia de lo que lo estaban los hombres, y que por ello la profetisa intercedería a Dios con más facilidad de lo que lo haría Jeremías.

En cambio Lowell K. Handy sugiere que a la consulta a Dios para confirmar la oportunidad de reparar o reconstruir un templo era un topos normal en la literatura del Medio Oriente antiguo (como se puede ver en las reformas hechas por los reyes de Babilonia Esarhaddon y Nabonido).

Normalmente en estas literaturas el rey dirige esta consulta a dioses menores, pero el redactor bíblico no podría haber puesto al santo rey Josías consultando a dioses, así que pone como intermediaria a esta profetisa.

Erhard S. Gerstenberger propone ver a Hulda como una especie de escriba (angehende Schriftgelehrte), a la cual Josías consultaría para interpretar el libro recién encontrado.

Cuando Josías oyó la lectura del “mismísimo libro de la ley”, hallado por Hilquías, el sumo sacerdote, durante las obras de reparación del templo, envió una delegación para inquirir de Jehová. Se dirigieron a Huldá, quien a su vez les transmitió la palabra de Jehová, indicándoles que todas las calamidades registradas en el “libro” le acaecerían a la nación apóstata por causa de su desobediencia. Huldá añadió que Josías no tendría que contemplar la calamidad, sino que sería recogido a sus antepasados y llevado a su cementerio en paz debido a que se había humillado delante de Jehová. (2 Reyes 22:8-20; 2 Crónicas 34:14-28.)

Algunos consideran equivocada la profecía de Huldá en vista de la muerte de Josías en una batalla innecesaria. (2 Reyes 23:28-30.) Sin embargo, es obvio que la “paz” que Josías hallaría en su cementerio contrasta con la “calamidad” que tenía que venir sobre Judá. (2 Reyes 22:20; 2 Cronicas 34:28.) Josías murió antes de la llegada de esa calamidad, cuando los babilonios en 609-607 a. C. sitiaron y destruyeron Jerusalén. Además, la expresión ‘ser recogido a sus antepasados’ no excluye necesariamente el morir de una manera violenta en batalla, como lo indica el uso de la expresión equiparable ‘yacer con los antepasados’, que hace referencia tanto a morir en batalla como a una muerte no violenta. (Compárese con Deuteronomio 31:16; 1 Re 2:10; 22:34, 40.)

Jeremías (626-586 a. C.)
Jeremías (Anatoth, Judea 650 a. C. - Daphnae, Egipto 585 a. C.) fue un profeta hebreo, hijo del sacerdote Hilcías, Jeremías vivió entre el 650-586 a.C. en Judá, Jerusalén, Babilonia y Egipto. Fue coetáneo de Ezequiel y anterior a Daniel.

Llamamiento y misión
Es autor del volumen de la Biblia conocido como el Libro de Jeremías. Se le atribuye a él la autoría de los libros de los Reyes y del Libro de las Lamentaciones. La labor de Jeremías el profeta fue llamar al arrepentimiento al reino de Judá y principalmente a los reyes Josías, Joacim o Joaquim y Sedecías o Sedequías, debido al castigo impuesto por Yahvéh de que serían conquistados por los caldeos si no volvían su corazón hacia Dios. Su vida como profeta se caracterizó por soportar con una férrea entereza los múltiples apremios y acusaciones que sufrió a manos de estos reyes y de los principales de Israel, desde azotes hasta ser abandonado en estanques o encerrado entre rejas.

La mayoría de sus profecías fueron escritas en rollos por el escriba Baruc, hijo de Nerías quien le acompañó en una buena parte de su misión.

Con sus profecías sobre la invasión de los "pueblos del norte" (Babilonia) desafió la política y el paganismo de los reyes de Judea, Joaquim y Sedecías y anunció el castigo de Yahvéh por la violencia y corrupción social, que rompían la alianza con Dios: Hablan de paz, pero no hay paz, escribió.

Según Jeremías 36:23, la primera versión de su libro profético fue destruida a fuego por el rey Joaquim, bajo cuyo gobierno el profeta vivió en continuo peligro de muerte. La persecución contra Jeremías se acrecentó bajo el mandato de Sedequías. Este, a pesar de reconocerlo como portador de la palabra de Dios, lo trató con crueldad y lo acusó de espía de los babilonios, consecuencia de proclamar que Juda sería destruida si no se arrepentía de sus pecados y de no retomar la alianza con Yavhé. Jeremías llegó a lamentarse por su destino, pero finalmente decidió continuar su misión profética (Jeremías 20:7-11)

Jeremías llamó a liberar a los esclavos como muestra de conversión. En principio, su llamamiento fue acatado, aunque luego los amos volvieron a privar de la libertad a los que habían sido liberados. Esta actitud fue considerada por el profeta como el sello del destino que sobrevendría al reino Judá, de Sedequías y de Jerusalén (ver Jeremías 34:8-22). El anuncio de la derrota de Judea fue acompañado, además, por la profecía sobre la futura destrucción de Babilonia, (Jeremías 31:31) y la instauración de la Nueva Alianza.

En el año 587 a. C. Nabucodonosor derrotó a los judíos, llevó cautivos a los notables, esclavizó a miles de personas, ejecutó a los hijos del rey en su presencia y luego le arrancó los ojos y lo llevó cautivo a Babilonia. En esa incursión, los babilonios destruyeron el Templo de Jerusalén. Únicamente los pobres fueron respetados y Jeremías se retiró a Mizpah y luego a Egipto. Nabucodonosor además protegió a Jeremías sacándolo de la prisión de Ramá (Belén) donde estaba encadenado junto a los principales cautivos de Jerusalén y Judá para que viviera entre los caldeos, este hecho lo llevó a ser tratado como un traidor y espía de los babilonios. Muchos judíos huyeron a Egipto y fueron también parte de las profecías de Jeremías.

Urías (608. a. C.)
Profeta de Jehová, hijo de Semaya, que era de Quiryat-jearim. Durante el reinado de Jehoiaquim, Uriya profetizó contra Judá y Jerusalén, tal como hizo Jeremías. Sin embargo, cuando se enteró de que Jehoiaquim quería darle muerte, huyó a Egipto, pero se lo llevaron de allí a la fuerza, lo asesinaron y arrojaron su cuerpo a una fosa común. (Jeremías 26:20-23.)

Urías 
es un nombre propio masculino en su variante en español procedente del hebreo Uriah y significa mi luz es Yahve.

En la Biblia
En el libro de Jeremías, aparece Urías hijo de Semaya, profeta (Jeremías 26:20), que fue ejecutado por el rey Joaquim (Jeremías 26:23), y con ello se demostró el peligro en que estaba el propio Jeremías.

Habacuc (606-586 a. C.)
Habacuc (חֲבַקּוּק de jabaq abrazar) es el nombre de un profeta hebreo y del libro de la Biblia cuya autoría se le atribuye y que de acuerdo con los expertos se escribió cerca del año 612 a. C., puesto que Habacuc 1:6 Se refiere al surgimiento de los Caldeos como potencia internacional, lo cual se relaciona con la caída de Nínive y el fin del poder de Asiria. Esta referencia significaría también que el libro se escribió antes del 605 a. C. pues no se da noticia la primera invasión los babilonios a Judea.

Libro de Habacuc
La primera parte del libro de Habacuc (1:1 2:4) expone en un diálogo con Yahvéh, el drama de los poderes humanos, políticos y económicos, ansiosos por conquistar pueblos, territorios y riquezas y como consecuencia las víctimas tiranizadas, saqueadas y masacradas. El profeta asume la vocería de las víctimas y clama por la redención. Expresa la certeza de la intervención de Yahvéh en favor de los débiles y ratifica que la visión profética se cumplirá en una fecha concreta y si se tarda hay que esperarla, porque vendrá ciertamente y el justo por su fe vivirá (Habacuc 2:3-4).

La segunda parte (2.5 a 2:20) es una colección de condenas a los explotadores, opresores e idólatras. El rechazo a la ganancia injusta y a la avaricia se expresa en estilo literario que prepara la tercera parte (capítulo 3), un cántico de gran belleza a la salvación de Yahvéh, cuya elevada calidad literaria ha hecho pensar a varios críticos que se trata de la obra de un autor diferente al de las dos primeras partes.

Libro de Daniel
El Libro de Daniel (14:32-38) habla de que, cuando, en tierras judías, Habacuc se disponía a llevar la comida kosher que había preparado a los campesinos judíos, un ángel lo tomó por los pelos, lo llevó a Babilonia y lo introdujo en la fosa de los leones donde estaba encarcelado el profeta Daniel, para que éste se alimentara con aquélla; después, fue devuelto por el ángel a "su sitio". Recordemos que Daniel pertenecía a una familia judía noble, pero servía como funcionario en la corte dominadora babilónica, tras la destrucción del Primer Templo de Jerusalén. Este pasaje está bellamente representado por Gian Lorenzo Bernini en una magnífica escultura que se conserva en la Capilla Chigi de la Basílica de Santa María del Popolo, en Roma, y que guarda un gran parecido formal con el Éxtasis de Santa Teresa, escultura también debida a su privilegiada mano y que se halla en la Capilla Cornaro de la Iglesia de Santa María de la Victoria, igualmente en Roma. Estas esculturas forman parte de la misma concepción plástica que, por ejemplo, la pintura del ángel guiando la escritura de San Mateo, de Caravaggio, que se conserva en la Capilla Contarelli de la Iglesia de San Luis de los Franceses (Roma). Sin estos dos grandes artistas de la Contrarreforma, Roma no sería tan eterna como es. También está reproducido dicho pasaje en fresco de 1657 de Agostino Scilla (1629-1700), , en la Cappella del Sacramento del Duomo de Siracusa.

siglo VI
Ezequiel (593-573 a. C.)


Ezequiel fue un sacerdote y profeta hebreo, que ejerció su ministerio entre 595 y 570 a. C., durante el cautiverio judío en Babilonia. El nombre Ezequiel (del hebreo יְחֶזְקֵאלIjezkél) significa "Dios es mi fortaleza". Sus profecías se encuentran en el Libro de Ezequiel, siendo su mensaje de reverencia para con la santidad de Dios e incluyó reflexiones sobre la futura reconstrucción del Templo de Jerusalén, enfatizando asimismo la responsabilidad moral de cada individuo.

A diferencia de otros profetas, Ezequiel tuvo importantes revelaciones en forma de visiones simbólicas que según la creencia hebrea le fueron transmitidas por Yahvéh. Ezequiel provee descripciones detalladas de sus visiones. En su primera visión, Ezequiel percibió el tetramorfos, es decir, los cuatro seres vivientes tirando de un carro celestial. Sus profecías advirtieron de la destrucción inminente de Jerusalén, condenaron las prácticas idólatras y envisionaron la restauración de Israel.

Ezequiel vivió en la misma época que el profeta Jeremías, tornánose profeta durante el exilio babilónico. Estaba casado (Ezequiel 24:18), era hijo de Buzí, de linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Joaquim de Judá (597 a. C.) y permaneció en una ciudad de Mesopotamia llamada Tel-Abib, cerca de Nipur en Caldea, a orillas del río Cobar. Cinco años después, a los treinta de edad (cf. 1, 1), Yahvé lo llamó al cargo de profeta, que él ejerció entre los desterrados durante 22 años, hasta el año 570 a. C.

A pesar de las calamidades del destierro y de los falsos profetas, los cautivos no dejaban de abrigar esperanzas de que el cautiverio terminaría pronto y de que Yahvé restauraría la santa ciudad de Jerusalén y su Templo (Jeremías 7).

Con la caída de Jerusalén y la destrucción del Templo, no pocos habían perdido la fe. La misión de Ezequiel consistió en combatir la idolatría, la corrupción por las malas costumbres, y las ideas erróneas acerca del pronto regreso a Jerusalén; para consolar a su pueblo, predicó la esperanza del tiempo mesiánico.

El Libro de Ezequiel comprende un prólogo, que relata el llamamiento del profeta (caps. 1-3), y tres partes principales: la primera (caps. 4-24) comprende las profecías acerca de la ruina de Jerusalén; la segunda (caps. 25-32), el castigo de los pueblos enemigos de Judá; y la tercera (caps. 33-48), la restauración. En la última sección de su profecía (40-48), Ezequiel describe detalladamente la restauración de Israel después del cautiverio: el Templo y la ciudad de Jerusalén, así como sus arrabales y la tierra prometida repartida equitativamente entre las doce tribus israelitas.

Las profecías de Ezequiel se caracterizan por la riqueza de alegorías, imágenes y acciones simbólicas; san Jerónimo se refiere a ellas como el "mar de la palabra divina" y el "laberinto de los secretos de Dios". Ezequiel es venerado como profeta en el judaísmo, cristianismo, islam y bahaísmo. Según la tradición judía, Ezequiel murió mártir.

Interpretaciones doctrinarias del ministerio de Ezequiel
Llamamiento y papel de Ezequiel según la tradición judeocristiana
Cuando Ezequiel recibe su llamamiento, según sus palabras en el texto bíblico, "una mano" se extiende hacia él y le otorga "un libro enrollado" con el mensaje que él debe transmitir y predicar a su pueblo. Israel está en pie de guerra y Dios ha puesto al profeta como centinela para dar la voz de alarma ante el peligro.

Ezequiel carga con la responsabilidad del pueblo entero
Ningún profeta siente una necesidad tan imperiosa de entregarse al examen detenido de ciertos problemas y de poner en claro todas sus implicaciones. Ezequiel es no solo profeta sino también teólogo.

La profecía sobre Gog de la tierra de Magog
En relación a esta profecía, Ezequiel indica lo siguiente: ‘Esto es lo que ha dicho el Señor Soberano Yahvé: “¿No será en aquel día en que mi pueblo Israel esté morando en seguridad que tú [lo] sabrás? Y ciertamente vendrás de tu lugar, de las partes más remotas del norte, tú y muchos pueblos contigo, todos ellos montados a caballo, una gran congregación, hasta una numerosa fuerza militar. Y de seguro subirás contra mi pueblo Israel, como nubes para cubrir el país. En la parte final de los días ocurrirá, y ciertamente te traeré contra mi tierra, con el propósito de que las naciones me conozcan cuando me santifique en ti delante de sus ojos, oh Gog.”

Impureza por el pecado y la santidad de Yahveh
Con su palabra y con su silencio, Ezequiel fue el advertidor de Israel rebelde. Todo pueblo tiene en su historia un pecado continuo, pero lo interesante es la idea que este profeta tiene del pecado. Pecado es la ofensa a la santidad de Dios (Yahveh) y la transgresión de un orden sagrado, o de unas órdenes sagradas. Degollar a un inocente, es indigno para Ezequiel, sobre todo por la profanación del templo que ello ocasiona (Ezequiel 23:39). Se explica así, la responsabilidad enorme que recae sobre los sacerdotes, guardianes del templo (Ezequiel 22:26). Para el hebreo había lo puro y lo impuro y Yahveh era quien definía la esfera de lo santo a lo puro, lo impuro y profano (Ezequiel 8: 6-17). El problema era saber por dónde corría o cuál era la relación de Israel con Yahveh. Porque el pueblo judío debía ir siempre en marcha, y Yahveh con él alumbrándole el camino.

No basta con señalar que lo que define la santidad en Israel es su relación con Yahveh. Hay que tener en cuenta, la jerarquía de valores de santidad y pureza, impureza y profano. De esta forma lo santo es el valor absoluto. Y toda purificación está al servicio de la santificación. La pureza está en apartarse de lo impuro, porque desagrada a Yahveh y además hay que agradar a Dios en la santidad. Por esto Ezequiel denuncia con vehemencia las impurezas y abominaciones de Israel. No se puede decir que Ezequiel sea un predicador moralizante, sino un predicador de las costumbres buenas de los hombres ante Yahveh. Para descubrir y denunciar el pecado, el profeta dispone de una serie de criterios que le ofrece la tradición sacerdotal: los mandamientos de la Ley. Así, los mandamientos eran dados y recibidos como señal visible de pertenencia al pecado delante de Yahveh. Como resultado de un examen de conciencia, tras reconocer lo impuro y malo a los ojos de Yahveh, el profeta debe predecir la destrucción a la ciudad sanguinaria por estar contaminada (Ezequiel 22:3-4).

Ezequiel cumplía su oficio encomendado de profeta, que anuncia la ruina del templo y de guardián del santuario donde mora la gloria de Yahveh. Entonces la gloria y la santidad de Yahveh, habitaban en medio de su pueblo para procurarle la vida. Después de todo, el nombre de Yahvéh, es un nombre de gracia y perdón. Con el destierro como castigo, Yahveh pretendía salvar, purificar, santificar y renovar a Israel. La santidad al hombre mismo es en definitiva lo único que hace honor a Yahveh, porque no obliga a éste a recurrir al castigo.

Comunidad y persona
Al sentir Ezequiel el peso crítico de la comunidad desterrada por Dios, responde al pueblo: “el que muera, será por su propia culpa...” (Ezequiel 18,3-4). Es interesante el contraste de Ezequiel de lo individual a lo comunitario. Por una parte trata de la responsabilidad y libertad personales y por otra, emite juicios globales y de grandes secuencias históricas.

En el espíritu hebreo parece coexistir dos esquemas de pensamiento; análogos a los siguientes enunciados: Justicia electiva: Dios escoge un pueblo, le da una ley y lo bendice. Lo castiga de manera pedagógica para provocar el arrepentimiento. Este sistema concierne al pueblo. Justicia retributiva: Se cuenta la observancia y las transgresiones sin dejar de ser un don divino, es un programa humano de acciones meritorias y satisfacción por los pecados, y su juicio particular sobre unas y otras. Este sistema concierne al individuo.

Se puede distinguir de lo anterior dos momentos así:
-Momento de lo comunitario (Israel antiguo).
Uno no se pierde ni se salva solo. Esta es la primera enseñanza de Israel. En este primer período la salvación se materializa en recompensas terrenas y el pecado se castiga con desastres temporales. Predomina la idea de la solidaridad, idea que se va purificando a medida que el grupo étnico se va haciendo más comunidad religiosa.
-Momento de la persona (destierro y restauración).
Ezequiel los hizo a todos solidarios porque vio a cada uno comulgando con la conducta culpable de sus antepasados, lo mismo que con la de sus contemporáneos. Pero el proverbio de los hijos que tienden a realizar lo mismo que sus padres, es considerado por la nueva generación como algo de lo cual se considera independiente de sus antepasados (Ezequiel 18,2). Y a ella le da razón Ezequiel cuando afirma que en la nueva era, cada uno va a estar delante de Dios con lo que es, bueno o malo y no con lo que otros fueron o con lo que fue él mismo (Ezequiel 18, 4). Cuando se forma un Israel más cualitativo y lo personal aflora en variadas manifestaciones.

Finalmente a Ezequiel se le ha llamado el “padre del judaísmo”, por haber inspirado y orientado, con su visión sacerdotal de Israel futuro, la resurrección posexílica y la existencia ulterior del pueblo judío. La temática teológica del profeta anteriormente mencionada, justifica en buena parte este apelativo.

Abdías (585 a. C.)
El nombre Abdías se deriva del hebreo Obhádhyah, que significa "sirviente, servidor, o adorador de Yahvé".1​ En el Antiguo Testamento hay doce personas con este nombre, de las cuales el más importante es el profeta Abdías.

Abdías es el cuarto profeta menor y a quien se adjudica el más breve de los libros proféticos del antiguo testamento (contiene veintiún versículos). El título del libro es dedicado al nombre del autor. Sin embargo, recientemente algunos académicos consideran que debería ser reconocido como un apellido, debido a que comúnmente "sirviente de Yahvé" sería adjudicado sólo como apellido o sobrenombre, por otra parte, no se da ninguna otra distinción informativa acerca del escritor, quien es identificado como Abdías.

Es cierto que al carecer de información con autoridad, tanto judíos como cristianos han llegado a suplir libremente esa carencia en términos de autor, pero también queda la evidencia de que "no se conoce nada de Abdías, en términos de familia, período de vida, lugar de nacimiento, muerte y otras circunstancias que son desconocidas a nosotros" (Abbé Trochon, Les petits prophètes, 193). La única información identificable acerca del autor es que pertenecía al reino de Judá. La breve profecía de Abdías trata casi exclusivamente con el destino de Edom, tal y como es dado a conocer en las primeras palabras. Dios ha convocado a las naciones contra Edom, que confía en su reacción rápida y dura, contundente, pero es en vano. Los ladrones la destruirían completamente (1-6). Los aliados y amigos han dado la espalda (7) y la sabiduría que cree poseer le fallará (8,9). Los castigos vendrán por la conducta mostrada hacia Judá, será cuando los extraños echen suertes sobre Jerusalén (10-11). Los resultados surgen a raíz de la conducta indigna (12-14). El "día de Yahvé" está cerca sobre "todas las naciones", en que donde la ruina espera a Edom y la compartirá unida a la "casa de Jacob" y "la casa de José" (16-18). En cuanto a Israel, las fronteras se ampliarán en cada dirección; los "salvadores" aparecerán en el montaje de Sion para "juzgar" el montaje de Esaú, y la ley de Yahvé será establecida (19-20).

Sobre las fechas de la Profecía de Abdías
Además de la brevedad del libro de Abdías y de su carencia de título, tal y como normalmente se estila en el Antiguo Testamento, existen varias razones, tanto literarias como exegéticas, que previenen a académicos acerca de fijar una fecha de la composición de este texto. Entre ellos son varios (Keil, Orelli, Vigouroux, Trochon, Lesêtre, etc.) quienes asignan la composición en el reinado de Joram de Judá (siglo IX a. C.). Su mayor base para esta aserción, se deriva de la referencia que Abdías hace a la captura de Jerusalén (11-14), lo que se identifica con el saqueo de la Ciudad Santa realizado por filisteos y árabes bajo el reino de Joram (II Paralip., xxi, 16,17).

La única otra captura de Jerusalén durante la cual Abdías puede ser entendido (11-14) podría ser la ocurrida durante la vida del profeta Jeremías y que estuvo relacionada por el tiempo de Nabucodonosor II (588 a. C.-587 a. C.). Sin embargo, esta posibilidad se toma como descontada dado que la descripción de Jeremías sobre este evento (Jeremías 49:7-22 xlix, 7-22) es vista como dependiente de la descripción de Abdías (11-14) apareciendo esta última como un escrito antecedente o que ocurrió primero. Se descarta asimismo el silencio de Abdías respecto a la destrucción del Templo el cual fue llevado a cabo por Nabucodonosor, el cual, hasta donde se tiene entendido, no ocurrió en el tiempo del rey Joram.

Un segundo argumento para cifrar en una fecha temprana esta profecía se deriva de la comparación de los textos de Amós y Joel. Las similitudes son estrechas y cuando se les examina cuidadosamente, se demuestra que Abdías fue anterior a ambos: Joel y Amos. De hecho, en Joel 2:32 (Hebreos 3:5) "como el Señor ha dicho" es la introducción a una cita tomada de Abdías (17). Por tanto se infiere que la profecía de Abdías se debió de haber originado entre el reino de Joram y el tiempo de Joel y Amos, es decir, aproximadamente en la mitad del siglo IX a. C. Esta deducción también se indica que es confirmada por la pureza del estilo de la profecía de Abdías.

Otros académicos, entre ellos MeyrickJahn, Ackerman, Allioli, etc., se refieren a que este libro fue compuesto durante el tiempo del cautiverio en Babilonia, cerca de trescientos años después del Rey Joram. Estos autores sostienen que los términos en que se expresa Abdías (11-14) pueden muy bien ser entendidos como referentes a la captura de Jerusalén por parte de Nabucodonosor; este evento correspondería a lo que se dice de que el día "cuando extraños llevaron consigo el ejército cautivo (de Judá), y de que extranjeros entraron por sus puertas y destruyeron las fundaciones de Jerusalén", y también como el "día en que Judá sale de su país y ocurre la destrucción de los niños de Judá", "el día de su ruina", etc. También estos autores admiten que Abdías (20) hace una referencia implícita como uno de los cautivos en Babilonia.

Otros autores atribuyen al libro de Abdías una fecha posterior. Sostienen estos autores, al igual que los académicos anteriores, en que Abdías (11-14) se refiere a la captura de Jerusalén por parte de Nabucodonosor, pero advierten que (20), esto no prueba realmente que Abdías haya vivido durante el período babilónico del exilio. Insisten en señalar que un estudio detallado de Abdías (15-21) con sus rasgos apocalípticos (en referencia a que el Señor pone su mano sobre las naciones, para la restauración de Israel, y de la posición de mando que aguardaría a los judíos en el reino de Dios), relaciona necesariamente el texto de este profeta menor con otros trabajos literarios judíos [Joel, Daniel, Zacarías (IX-XIV)] lo cual, se considera, pertenece a una fecha mucho más tarde respecto al retorno de Babilonia.

Esas son las tres formas principales de opinión prevalecientes en la actualidad referente a la fecha de composición del libro de Abdías. Ninguna de ellas, no obstante, se encuentra en conflicto con la naturaleza profética sobre la posterior ruina de Edom y a los tiempos mesiánicos.

Algunos han señalado que Abdías fue mayordomo de Acab, pero no hay una certeza de ello, pues no se señala que sea el mismo que escribió el libro. Lo que es cierto es que ambos hombres eran temerosos de Dios; el mayordomo Abdías manifestó su fe en Jehová cuando escondió cien profetas hebreos dentro de una cueva y les daba de comer pan y agua.

Hageo (520-515 a. C.)
Hageo (Hebreo: חַגַּי, Ḥaggay o "Hag-i") o Ageo fue uno de los doce profetas hebreos menores, y el autor del libro de Hageo. Su nombre significa fiesta, solemnidad.

Vida
Hageo, Zacarías y Malaquías fueron los tres profetas posteriores al Destierro de Babilonia. Hageo y Zacarías fueron coetáneos, y Malaquías vivió un siglo después.

Empezó su ministerio aproximadamente dieciséis años después del retorno de los judíos a Jerusalén. El trabajo de reconstruir el templo se había detenido por el desánimo de los exiliados y las intrigas de los samaritanos. Zorobabel, hijo de Salatiel, y Josué (Jesúa), el sumo sacerdote, eran los encargados de llevar a cargo la obra.1​ Después de haber estado paradas las obras de reconstrucción del templo durante dieciocho años, se reanudaron las obras después de los esfuerzos de Hageo y Zacarías.2​ Ellos exhortaron al pueblo, que despertó de su letargo, y les indujeron a aprovecharse del cambio de política hacia los judíos del gobierno persa bajo Darío I de los aqueménidas. Su principal mensaje fue el restaurar la confianza del pueblo judío en Dios por medio de ilustraciones,3​ y de llevarlos a la meditación del respaldo de Dios al pueblo. El libro de Hageo, el cual naturalmente se cree que él mismo lo escribió, termina con una pequeña exhortación a la infidelidad del pueblo,4​ y con una promesa hacia el gobernador Zorobabel por haber obedecido en la construcción del templo.

Zacarías (520-518 a. C.)
Zacarías (Hebreo: זְכַרְיָה Zekjar·yáh) es uno de los profetas menores, a quien se atribuye el libro que lleva su nombre. Su nombre significa Yahveh Ha Recordado. Zacarias "el grande" se llama a sí mismo hijo de Berekías hijo de Idó (Zacarias 1:1,7) pero en otros pasajes se omite el nombre de Berekías. Probablemente nació en algún lugar de Babilonia, puesto que su actividad profética empezó tan solo diecisiete años después del regreso del exilio, y es razonable pensar que para entonces tenía más de diecisiete años, aunque todavía se le consideraba joven.

Yahveh se valió de Zacarías y Hageo para animar a Zorobabel, al sumo sacerdote Jesúa y a los exiliados que habían regresado a terminar la reconstrucción del Templo de Dios, aun cuando todavía estaba en vigor una prohibición del gobierno persa. La profecía de Zacarías contiene mensajes que pronunció con ese fin durante un período de dos años y un mes.

Según la interpretación cristiana, una de las profecías mesiánicas que recogería el libro de Zacarías en el capítulo 11:12-13 haría referencia al precio (treinta piezas de plata) que los sacerdotes principales ofrecieron a Judas por entregarles a Jesús. Ver el Evangelio de Mateo 26:15.

En otra de las profecías de Zacarías (14:4-5 sobre la llegada del día del Señor) se dice que el monte de los Olivos se separaría en dos y se allanaría, como el valle del Hinón se allanó por un terremoto que ocurrió en tiempos de Ozías (o Azarías), rey de Judá que reinó desde el 809 al 759 a. C. En el registro de terremotos anteriores al siglo XX cristiano, hay uno datado en octubre del 759 a. C. en Israel, y tal año es precisamente el último año del reinado de Ozías en Judá. En fecha hebrea era el año 3002 de la Era Hebrea que comenzó un 7 de octubre, el mismo día y mes de ese terremoto en Israel.

La Visión de Zacarías en la Biblia de Cervera
La "Visión de Zacarías" es una imagen representada en la Biblia de Cervera, manuscrito hebreo miniado que se encuadra dentro del arte sefardí del medioevo y que fue ilustrado por Joseph Ha-Zarfati en Cervera (España) entre 1299 y 1300. La imaginería de la "Visión de Zacarías" en la Biblia de Cervera es específicamente judaica y ello resulta claro en una imagen de la Restauración del Estado Hebreo que es simbolizada por una importante Menorá alimentada por el aceite que emana de dos olivares: dichos árboles representan el renovado linaje del Rey David y del Sacerdote del Templo.

El Libro de Zacarías
Al igual que Jeremías y Ezequiel, Zacarías era también un sacerdote (Nehemias 12:12-16). De acuerdo con la tradición, él era un miembro de la Gran Sinagoga, un concilio de ciento veinte originado por Nehemías y presidido por Esdras. Este concilio más tarde se desarrollo en los ancianos gobernantes de la nación, llamado el sanedrín. Él nació en Babilonia y se unió a su abuelo, Iddo, en el grupo de exiliados que regresaron por primera vez a Jerusalén bajo el liderazgo de Zorobabel y Josué el sumo sacerdote (Nehemias 12:4). Debido a que ocasionalmente es mencionado como el hijo de su abuelo (Esdras 5:1; 6:14; Nehemias 12:16), se piensa que su padre, Berequías, murió a una edad temprana antes que pudiera suceder a su padre en el sacerdocio.

Se divide en dos secciones: capítulos 1-8 y 9-14. En general, se piensa que tan sólo la primera parte es obra propiamente de Zacarías, mientras que la segunda, añadida posteriormente, es obra de un autor o autores anónimos. En la primera parte, Zacarías es llamado el hijo de Baraquías, hijo de Ado, lo cual da a entender que pertenecía a una familia sacerdotal. Así se explica el impulso que da al proceso iniciado por Ezequiel en favor del sacerdocio, impulso que más tarde desembocaría en el sometimiento de la función profética a la sacerdotal. Zacarías se muestra como un hombre de firme esperanza y de lenguaje claro. Por eso proclama sus visiones mirando hacia el futuro, en un estilo apocalíptico (1,7-6.8). Nunca, sin embargo, logró la independencia que caracterizó a los profetas anteriores al exilio.

Las palabras de apertura de Zacarías son fechadas desde el 520 a.C., el segundo año de Darío I (1:1). El emperador persa Ciro había muerto y fue sucedido por Cambises (530-521 a. C.) quien conquistó Egipto. Él no tenía hijo, se suicidó, Y Darío emergió al trono al subyugar une revolución. Era un contemporáneo de Hageo y comenzó a profetizar dos meses después de él. Es llamado un joven en el 2:4, sugiriendo que Zacarías era más joven que Hageo. El tiempo que duró su ministerio es incierto; la última profecía fechada (7:1) vino aproximadamente dos años después de la primera, haciéndolas idénticas en tiempo que la profecía de Hageo (520-518 a. C.). Generalmente se piensa que los capítulos 9-14 vinieron de un período que se llevó a cabo más tarde en su ministerio. Diferencias en estilo y referencias a Grecia indican una fecha de 480-470 a. C:, después de Darío I (521-486 a. C.) y durante el reinado de Jerjes (486-464 a. C.), el rey que hizo de Ester reina de Persia. De acuerdo a Mateo 23:35, él fue asesinado entre el templo y el altar, un destino semejante a un Zacarías que vino antes (2 Cronicas 24:20-21), quien había sido apedreado hasta la muerte.

La primera parte del Libro de Zacarías se inicia con una exhortación al arrepentimiento y a la conversión, a la que siguen un conjunto de ocho visiones nocturnas que el profeta experimentó en el 518 a. C. y una colección de oráculos. En la exhortación se pone de manifiesto su exigencia de pureza y moralidad interiores, pues no se contenta con condenar los errores rituales, sino que en sus palabras se descubre el sentido de pecado y de malicia; la transformación de la ciudad debe llevar a la transformación del pueblo. Las visiones nocturnas, interpretadas por un ángel para Zacarías, predicen la inminente llegada de una era mesiánica.

A diferencia de la primera, la segunda parte carece de alusiones históricas, y falta toda precisión en torno a fechas y nombres; tampoco existe la preocupación por la construcción del templo, constante en la primera parte. Mientras que el estilo de la primera parte es prosaico y redundante, el de la segunda es poético y a menudo de difícil interpretación. No obstante, el espíritu apocalíptico de la primera continúa en ésta y alcanza en el capítulo 14 su más alta expresión. Más que la obra de un determinado autor, esta segunda parte parece la expresión final de una tradición inspirada. Su composición se debió prolongar a lo largo del primer siglo de la época helenista (a partir del 332, probablemente antes del 200 a. C.), pues en el Eclesiástico ya se mencionan los doce profetas menores.

En esta segunda parte se distinguen tres secciones: en la primera el oráculo se dirige a los pueblos sirio, fenicio y filisteo, de los que Dios sacará un resto que le servirá (9:1-11:3); la segunda es una especie de acción simbólica en la imagen del pastor para expresar el abuso de los malos pastores y la venganza que sobre ellos tomará el Señor, a quien han menospreciado (11:4-17 con 13:7-9); finalmente, la tercera es una exposición de diecisiete unidades escatológicas, introducidas todas con la expresión "aquel día". El mensaje de esta segunda parte se centra en la doctrina mesiánica: se anuncia el resurgimiento de la estirpe de David y la llegada de un Mesías humilde. Estos rasgos se armonizan en la persona de Cristo, razón por la cual el Nuevo Testamento hará referencia frecuente al profeta Zacarías.

Detalles de Zacarías
Zacarías fue contemporáneo de Hageo. Mientras Hageo parece haber sido muy anciano, Zacarías quizás haya sido muy joven, pues era nieto de Iddo, que había vuelto a Jerusalén 16 años antes (Nehemías 12:14, 16) Hageo ya había estado predicando dos meses, y se había iniciado la obra del Templo, cuando Zacarías comenzó. El ministerio escrito de Hageo fue de poco menos de cuatro meses, y el de Zacarías, de dos años. Pero sin duda estuvieron presente durante los cuatro años enteros para exhortar, animar y ayudar, trabajando hombro con hombro para la terminación del Templo. El libro de Zacarías es bastante más extenso que el de Hageo. Está repleto de vislumbres mesiánicas, y menciona literalmente muchos detalles de la vida y obra de Cristo.

Temas históricos y teológicosZacarías se unió a Hageo para despertar al pueblo de su indiferencia, retándolos a volver a comenzar la construcción del templo. El propósito primordial de Hageo fue reconstruir el templo; su predicación tiene un tono de reprensión por la indiferencia del pueblo, el pecado y la falta de confianza en Dios. El fue usado para comenzar el avivamiento, mientras que Zacarías fue usado para que lo mantuviera fuerte con un énfasis más positivo, llamando al pueblo al arrepentimiento y reafirmándole bendiciones futuras.

Zacarías buscó alentar al pueblo a edificar el templo a la luz de la promesa de que algún día el Mesías vendría a habitarlo. El pueblo no solo estaba edificando para el presente, sino con la esperanza futura del Mesías en mente. Él alentó al pueblo, aún oprimidos por potencias gentiles (1:8-12), con la realidad de que el Señor recuerda sus promesas de pacto con ellos y que Él los restauraría y los bendeciría. De esta manera el nombre del libro el cual quiere decir Jehová recuerda contiene en ciernes el tema de la profecía.

Este Apocalipsis del AT como se le llama con frecuencia, se relaciona tanto a la audiencia inmediata de Zacarías como también al futuro. Esto emana en la estructura de la profecía misma, debido a que en cada una de las tres secciones principales (caps. 1-6, 7, 8, 9-14), el profeta comienza históricamente y después avanza al tiempo del Segundo Advenimiento, cuando el Mesías regrese a su templo para establecer su reino terrenal. Él profeta le recordó al pueblo que el Mesías tenía un compromiso tanto a corto como a largo plazo con su pueblo. De esta manera las palabras del profeta eran buenas palabras, palabras consoladoras (1:13) tanto para los exiliados del día de Zacarías como también para el remanente de pueblo escogido de Dios en ese día futuro.

Este libro es el más mesiánico, apocalíptico y escatológico del e AT. Primordialmente, es una profecía de Jesucristo, enfocándose en su gloria venidera como un medio para consolar a Israel (1:13, 17). Mientras que el libro está lleno de visiones, profecías, señales, visitantes celestiales y la voz de Dios, también es práctico, lidiando con asuntos tales como el arrepentimiento, cuidado divino, salvación y vida santa. La profecía estaba pronta a estar en silencio por más de 400 años hasta Juan el Bautista, entonces Dios usó a Zacarías para traer un brote rico y abundante de promesas para el futuro para sustentar al remanente fiel a través de esos años de silencio.

Vista Panorámica de Zacarías
Cuando las condiciones son deprimentes, ¿habrá esperanza en el futuro? ¿Pueden los creyentes esperar que Dios intervenga a favor de una nación que le ha rechazado? ¿Deben estar ellos optimistas acerca de las cosas por venir? ¿O deben permitir que la situación presente les lleve al pesimismo? Zacarías trató con estas preguntas respecto a las perspectivas para Israel, pero no ignoró las necesidades inmediatas de sus contemporáneos.

Zacarías era de linaje sacerdotal (1:1, 7; Nehemias 12:12, 16), y fue llamado a servir a Dios como un profeta (1:1, 7). El nació en Babilonia y murió asesinado en el recinto del templo (Mateo 23:35). El ministró a los judíos que volvieron del exilio; algunos de sus mensajes fueron dirigidos al sumo sacerdote (3:8) y al gobernador (4:6). Es esencial saber los acontecimientos bíblicos que se registraron durante el ministerio de Zacarías. En la siguiente gráfica aparecen en orden cronológico:

Aunque algunos profetas fueron contemporáneos entre sí, sólo Zacarías y Hageo, según se expresa en las Escrituras, laboraron juntos (Esdras 5:1; 6:14). Ambos desafiaron a los judíos a reedificar el templo. Para algunos esto es particularmente sorprendente porque los dos profetas eran muy diferentes. Zacarías era un predicador joven, pero muchos creen que Hageo era de mayor edad. Zacarías es diplomático en su predicación; Hageo es franco y predica directamente contra los pecados del pueblo. Zacarías es visionario en sus mensajes; Hageo es directo y casi rutinario. Zacarías ofrece vívidas promesas de la ayuda de Dios y la garantía de una nueva esperanza; Hageo llama más directamente a construir.

Zacarías, cuyo nombre significa “el Señor recuerda,” escribe e interpreta una serie de las visiones que recibió de Dios. Estas presentan verdades del futuro de Israel, pero también se aplican al presente. Con respecto al ayuno, Zacarías responde a preguntas hechas por una delegación de Betel. El profetiza tanto de la primera como de la segunda venida del Mesías. Zacarías es un profeta de esperanza en medio de la desesperación. El trae seguridad en tiempos de duda. Su ministerio es de desafíos y de consuelo.

Referencias ProféticasLas profecías acerca de Jesucristo y la era mesiánica abundan en Zacarías. Desde la promesa de que el Mesías vendría y habitaría entre nosotros (Zacarías 2:10-12; Mateo 1:23) hasta el simbolismo del Renuevo y la Piedra (Zacarías 3:8-9, 6:12-13; Isaías 11:1; Lucas 20:17-18) a la promesa de Su Segunda Venida, donde aquellos que lo traspasaron lo mirarán y llorarán. (Zacarías 12:10; Juan 19:33-37), Cristo es el tema del Libro de Zacarías. Jesús es el Salvador de Israel, una fuente cuya sangre cubre los pecados de todos los que vengan a Él para salvación (Zacarías 13:1; 1 Juan 1:7).

siglo V
Malaquías (450 a. C.)
Malaquías (en hebreo: מַלְאָכִי; en hebreo moderno: Mal'akhi; en hebreo tiberiano: Malʼāḵî) fue un profeta judío cuyas revelaciones constituyen el Libro de Malaquías, común al Antiguo Testamento de la Biblia cristiana y a la Tanaj hebrea.

Malaquías (מַלְאָכִי, Malʾaḫi, Mál'akhî) "mi mensajero", es el último de los 3 profetas del exilio, casi 100 años después de Hageo Zacarías, en el 450 a. C.. Es el autor del libro de Malaquías, último del Antiguo Testamento según el orden habitual de las Biblias.

Joel (400 a. C.)
Joel (hebreo: יואל) es el segundo de los doce profetas menores seguido por Abdías. Joel significa "Jehová es Dios", es de los llamados «profetas menores», hijo de Fatuel.

Parece que profetizó en el reino de Judá, después de la ruina de Israel, y el transporte de las diez tribus a Asiria. Su profecía que no contiene más que cuatro capítulos. Anuncia cuatro grandes acontecimientos a saber:

una nube de insectos que debía destruir los campos y producir un hambre en el reino de Judá. Jeremías habla de esta hambre, c.14, v. 1. un ejército de extranjeros que debía venir y acabar de devastar la Judea. Es de presumir que fue el de Nabucodonosor que destruyó el reino de Judea y llevó los judíos a Babilonia la vuelta de esta cautividad y los beneficios con que Dios debía colmar después a su pueblo por último, la venganza que sacaría de los pueblos enemigos de los judíos.

Interpretación de las profecías
En las Actas de los apóstoles, c. 2, v. 16, aplica Pedro a la venida del Espíritu Santo lo que Joel había dicho de los favores que Dios quería conceder a su pueblo y de las señales que debían aparecer con este motivo en el cielo y en la tierra. De aquí han deducido muchos padres y algunos comentadores que la profecía de Joel no se había cumplido en toda su extensión a la vuelta de la cautividad de Babilonia. Que por consecuencia se necesitaba darle un doble sentido. Algunos modernos que han visto que tampoco se habían verificado todas las circunstancias en la venida del Espíritu Santo y en la predicación del Evangelio, han pensado que lo que se dice del juicio que Dios debía ejercer sobre las naciones, debe entenderse del fin del mundo y del juicio final. En consecuencia, que hay en las palabras de Joel un tercer sentido profético.

Vida y Obra
Personalidad del Profeta
Joel significa "Jehová es Dios", es de los llamados «profetas menores». El comienzo del libro de Joel (=Jl) aporta el único dato conocido acerca de la personalidad del profeta: «Joel hijo de Petuel» (1.1). Fuera de esto, no existe noticia alguna que permita saber cuándo ni dónde vivió Joel, ni cuál fue su lugar de origen o su edad y actividad. Semejante falta de información biográfica ha dado pie a diversas conjeturas relativas a la época en que el profeta ejerció su ministerio y, por tanto, relativas a las gentes a quienes dirigió su mensaje o a las naciones a las que hizo referencia.

Tan solo algunos velados indicios puestos al descubierto por el análisis literario del texto, permiten suponer que Joel predicó en fechas posteriores al exilio en Babilonia, quizás alrededor del año 400 a.C. Se puede pensar que el desastre del año 586 a. C., con la destrucción de Jerusalén y la cautividad babilónica de sus habitantes (2 Reyes 25:1–26), está presente en la mente de Joel cuando anuncia el castigo divino contra las naciones que «esparcieron» a Israel, «repartieron» la tierra de Judá, enviaron al destierro a los habitantes de Jerusalén y hasta los vendieron como esclavos a los griegos (3.2–6). En apoyo de esta hipótesis puede observarse también que, según Joel, la autoridad en Jerusalén está en manos de los ancianos y de los sacerdotes. Ya no la asume el rey ni descansa en los funcionarios de la monarquía, institución que este libro no menciona.

A diferencia de los profetas anteriores al exilio, Joel se une en su mensaje al dolor de los sacerdotes, porque del Templo ha desaparecido «la ofrenda y la libación» (1.9), es decir, porque se ha interrumpido la actividad cúltica junto con todo lo que ella implica (1.9, 13, 14, 16; 2.14–15). En este libro parecen resonar las palabras de algunos de aquellos profetas preexílicos: Cf. 1.15 con Isaias 13:6; 2.32; Abdias 17; 3:16; Amos 1:2; 3:18; Amos 9:13.

Joel, autor del Libro que lleva su nombre
Judá, la escena para el libro, es devastada por una gran horda de langostas. Esta invasión de langostas destruye todo – los campos de grano, los viñedos, los jardines, y los árboles. Joel describe simbólicamente a las langostas como la marcha de un ejército humano, y ve todo esto como el juicio divino viniendo contra la nación por sus pecados. El libro se destaca por dos grandes eventos. Uno, es la invasión de langostas, y el otro, el derramamiento del Espíritu. El cumplimiento inicial de esto es citado por Pedro en Hechos 2, habiendo tenido lugar en Pentecostés.

Versos Clave
Joel 1:4, “Lo que quedó de la oruga comió el saltón, y lo que quedó del saltón comió el revoltón; y la langosta comió lo que del revoltón había quedado.”

Joel 2:25, “Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros.”

Joel 2:28, “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.”

Resumen
Una terrible plaga de langostas es seguida por una severa hambruna a través de la tierra. Joel usa estos acontecimientos como catalizador para enviar palabras de advertencia a Judá. A menos que la gente se arrepienta rápida y completamente, los ejércitos enemigos devorarán la tierra como lo hicieron los elementos naturales. Joel exhorta a todo el pueblo y a los sacerdotes de la tierra a ayunar y humillarse mientras buscan el perdón de Dios. Si ellos respondieren, habrá renovadas bendiciones materiales y espirituales para la nación. Pero el Día del Señor se acerca. En este tiempo, las temidas langostas, parecerán como mosquitos en comparación, mientras todas las naciones reciben Su juicio.

El tema principal del libro de Joel, es el Día del Señor, el Día de la ira y del juicio de Dios. Este es el Día en el cual Dios revela Sus atributos de ira, poder y santidad, y es un día terrible para sus enemigos. En el primer capítulo, el Día del Señor es experimentado históricamente por la plaga de langostas sobre la tierra. Capítulo 2:1-17 es un capítulo transicional, en el cual Joel usa la metáfora de la plaga de langostas y la sequía para renovar un llamado al arrepentimiento. Los capítulos 2:18-3:21, describen el Día del Señor en términos escatológicos y responde al llamado al arrepentimiento, con profecías de restauración física (2:21-27), restauración espiritual (2:28-32), y restauración nacional (3:1-21).

Referencias Proféticas
Siempre que en el Antiguo Testamento se habla del juicio por el pecado, ya sea un pecado individual o nacional, se profetiza el advenimiento de Jesucristo. Los profetas del Antiguo Testamento advierten continuamente a Israel que se arrepienta, pero aún cuando ellos lo hicieron, su arrepentimiento estaba limitado a la observancia de la ley y a las obras. Los sacrificios de su templo eran solo una sombra del último sacrificio, ofrecido una vez y para siempre, el cual vendría a la cruz (Hebreos 10:10). Joel describe el último juicio de Dios, el cual sucederá en el Día del Señor, diciendo “...grande es el día de Jehová, y muy terrible; ¿quién podrá soportarlo?” (Joel 2:11). La respuesta es que nosotros, por nosotros mismos, nunca podremos soportar tal suceso. Pero si hemos puesto nuestra fe en Cristo para la expiación de nuestros pecados, no tenemos nada que temer del Día del Juicio.

Aplicación Práctica del mensaje profético
Sin arrepentimiento, el juicio será duro, total, y seguro. Nuestra confianza no debe estar en nuestras posesiones, sino en el Señor nuestro Dios. A veces, Dios puede usar la naturaleza, el dolor, u otros sucesos comunes para acercarnos a Él. Pero en Su misericordia y gracia, Él ha provisto el plan definitivo para nuestra salvación –Jesucristo, siendo crucificado por nuestros pecados y cambiando nuestro pecado por Su perfecta justicia (2 Corintios 5:21). No hay tiempo que perder. El juicio de Dios vendrá de repente, como un ladrón en la noche (1 Tesalonicenses 5:2), y debemos estar preparados. Hoy es el día de salvación (2 Corintios 6:2). “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.” (Isaías 55:6-7). Solo apropiándonos de la salvación de Dios, podremos escapar de Su ira en el Día del Señor.

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