Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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viernes, 31 de enero de 2014

La Excomunión I



La esperanza es que la disciplina sacuda a la persona de tal manera que cambie de actitud. La disciplina no es castigo, sino el último paso de un proceso diseñado para salvar al hermano en error.

Disciplina en la iglesia

Hay una inmensa variedad de interpretaciones (o distorsiones) en la práctica del tema. Es porque, como iglesia, vivimos una tensión entre la necesidad de ser santa, pura, y la necesidad de amar, aceptar, perdonar.

La congregación que pone mucho énfasis en la "santidad", en la necesidad de separarse del mal, fácilmente llega a ser como una "secta" que rechaza a todos menos a los que piensan exactamente como ellos. Seguramente saben que no vivimos bajo la ley, sin embargo, su sistema de interpretación, su defensa de las tradiciones que recibieron de los misioneros o de la generación pasada, llega a ser como una ley. Y ¡ay del hermano que se atreva a pasar por encima de los límites trazados!. Pero la iglesia que pone mucho énfasis en la aceptación, con facilidad se convierte en un "club" que acepta a todos y a todo. Simplemente se adapta a la cultura que la rodea. En la mayoría de los casos, lo que la sociedad acepta, ellos también aceptan. Pero al hacerlo, dejan a un lado el llamado del Señor hacia la santidad. El reto principal de Pablo contra la iglesia de Corinto, en su primera carta a esa iglesia, en el capítulo 5 (el caso del hombre que vivía con su madrastra), no tenía que ver tanto con el pecador, sino con la iglesia porque esta no había disciplinado a ese hombre.

Leamos algunos extremos, por un lado tenemos a una señorita que bailó con el novio en la fiesta de casamiento de su hermana. Su iglesia le impuso un castigo fuerte. Difícilmente podemos justificar bíblicamente la posición de la iglesia.

Por el otro lado tenemos el caso del hijo de uno de los ancianos de la iglesia, que tiene relaciones sexuales con su novia. Todo el mundo lo sabe, pero nadie hace nada. "Y bueno... es algo normal para la juventud actual."

Dos extremos que dañan seriamente a la iglesia. El equilibrio entre estos dos extremos es la disciplina bíblica correctamente aplicada. Enfatizo la palabra "correctamente" porque en demasiados casos la disciplina que se aplica tiene poco que ver con las pautas bíblicas. Pero vamos a eso luego.

Razones

Sugiero dos razones porqué la disciplina, necesariamente, es un tema que la iglesia tiene que comprender y aplicar.

Primero, porque la iglesia de Dios es un templo santo. Ahí vive el Espíritu de Dios, el Dios Santo. Tal como el Señor exige que cada uno de nosotros sea santo (1 Pedro 1:16), de igual manera espera que su iglesia también ande en santidad.

Pero la iglesia es gente, usted y yo. Y no puede ser más santa que el miembro menos santo. Una de las características de la santidad es la pureza. Si tenemos un litro de agua, y cae en él un sólo grano de polvo, ya no es puro. Si la iglesia anda bien, en obediencia a Dios, pero un miembro persiste en pecado, la iglesia ya no es un templo santo, a menos que se aplique el proceso de la disciplina bíblica. La tendencia de fingir que los problemas (de los que todo el mundo reconoce) no existen, produce un tremendo daño a la iglesia. Creo que aquí se aplica bien la advertencia de Pablo en Efesios 4.30Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios," Sospecho que algunas de nuestras congregaciones le hacen llorar.

Segundo, la disciplina es necesaria porque la iglesia es un cuerpo. Y como bien explica 1 Corintios 12:26, si un miembro de la iglesia sufre, todos sufren. ¿Qué significa eso?.

Significa que si hay un hermano enfermo espiritualmente, toda la iglesia sentirá un malestar. Y si no se cura esa enfermedad local, todo el cuerpo sufrirá. Hay congregaciones que viven por muchos años con las heridas y cicatrices de un problema que no confrontaron a su debido tiempo, o nunca lo hicieron.

Naturaleza de la disciplina

Antes de entrar en los detalles acerca de la disciplina bíblica, quiero destacar dos aspectos de su naturaleza.

Primero, disciplinar es amar.
Y ¿qué es amar? Es buscar el bienestar de la otra persona. Y esto implica que si esa persona se está dañando a sí misma o a otros, amarla es ayudarle a corregirse. La iglesia que no disciplina a los que persisten en el pecado no solamente se hace daño a sí misma, sino también a la persona errada.
Amar es ayudar al pecador a salir del error, a huir del pecado, a restaurar su santidad en Cristo.

Segundo, la disciplina nunca debe ser "castigar".
La disciplina bíblica siempre busca sanar. Vamos a pensar en dos casos hipotéticos pero posibles.

Ejemplo: Juan, hombre casado con una linda familia, cae en una relación adúltera con su secretaria.
Cuando su esposa se entera, habla con el pastor de la iglesia. El pastor intenta aconsejar a Juan, y mostrarle su error. Pero Juan no quiere saber nada. "He orado mucho acerca de esto, y creo que es Dios quien creó esta relación. Creo que lo comprende y acepta. He encontrado la verdadera felicidad..." La negación de Juan de considerar su situación, arrepentirse, y pedir perdón a Dios y a su esposa exige que la iglesia dé paso al proceso de disciplina. Pero supongamos que Juan reconoce su error. Renuncia a su relación ilegítima, pide perdón a su esposa. Y va hasta el extremo de pedir perdón públicamente a la iglesia. ¿Cómo debe responder la iglesia en este caso?. Pues, el Señor mismo nos da la respuesta. ¿Cuántas veces debemos perdonar a nuestro hermano, y perdonarlo de corazón? Ya sabemos la respuesta (Mateo 18:35). O como afirma Pablo"De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros" (Colosenses 3:13).

Bíblicamente no tenemos facultad para disciplinar a un hermano que peca pero que se arrepiente.
La disciplina es para el que no se arrepiente.

Modelo de disciplina

Hebreos 12:3-11 nos ofrece el mejor modelo de la disciplina. Habla de la disciplina que todos recibimos, o por lo menos, debemos recibir, de parte de Dios. Notemos tres características de esta disciplina.

1 Es disciplina paternal, de un Padre que nos ama y nos comprende. 
Un buen padre disciplina porque ama (v. 6). Un buen padre disciplina porque quiere que su hijo crezca hasta ser una persona sana, recta, íntegra. Un buen padre disciplina porque está preocupado por las consecuencias del pecado en la vida de su hijo. Nuestro Padre no nos disciplina porque "merecemos castigo", sino porque necesitamos ser corregidos; Jesucristo se entregó a sí mismo para presentarnos como una iglesia sin mancha y sin arruga.

2 Es disciplina con dolor
En nuestra familia, cuando los chicos eran pequeños, teníamos reservada una tabla ancha que ellos conocían. La tuvimos que utilizar muy pocas veces, pero fue muy efectiva aplicada al trasero de un niño desobediente, porque hacía mucho ruido, y porque la aplicación dolía. Este pasaje habla del sufrimiento, pero es importante destacar que Dios no es el autor de ese sufrimiento. Los hebreos estaban sufriendo las consecuencias de declarar Señor a Jesucristo (10:32-33). Nosotros, parte de un mundo caído, sufrimos de diferentes maneras, pero no son sufrimientos "enviados" por Dios, tal como la persecución que sufrían los hebreos no venía de parte de Dios. (Santiago 1:13, 17).

Pero lo que este pasaje destaca (y muchos otros) es que Dios utiliza ese sufrimiento para nuestro bien. "Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados" (v. 11). Y lo insólito es que, hablando de Jesucristo, el autor de Hebreos dice "...aunque era Hijo, a través del sufrimiento aprendió lo que es la obediencia." (5:8).

3 Es disciplina que da fruto 
Tanto Santiago (Santiago 1:2, 12) como Pablo (Romanos 5:3, 4) destacan que la prueba, el sufrimiento, nos pueden hacer bien. Dios utiliza lo que nos duele para forjar más de su Hijo en nosotros. La disciplina no solamente sana a personas, sino también a iglesias. Del ejemplo del Padre, vemos que la disciplina nace de una preocupación por el bienestar de nuestros hermanos, y aunque duele, es algo que necesitamos para nuestro bien. Habiendo definido la naturaleza y las características de la disciplina bíblica, se hace necesario explorar el proceso bíblico de cómo aplicar la disciplina.

¿Cómo se realiza? El proceso.


La iglesia, por su propia salud y por la salud de sus miembros, necesita practicar la disciplina. Pero como ya hemos visto en los párrafos anteriores, hay disciplina, y hay disciplina. Una buena mayoría de la disciplina que practican las iglesias no se practica según las pautas bíblicas, y en muchos casos, es más castigo que disciplina. La única descripción del proceso que hemos de seguir para aplicar la disciplina viene del Señor mismo. Esta descripción concuerda con muchos otros pasajes del Nuevo Testamento. Siguiendo la pauta de Mateo 18:15-17, los pasos son esencialmente tres.

Primero, acerquémonos personal e individualmente a quien pensamos que anda mal. Nunca debemos confiar en otros: "quiero que ores por Juan, porque aparentemente...". Hablar con otros, antes de hablar con la persona afectada, es chisme, o peor, calumnia. El acercamiento debe ser no para acusar, sino en amor, para averiguar. Hemos oído de tal cosa, o nos damos cuenta de otra... ¿es cierto? Es muy posible que nuestras primeras impresiones sean falsas, y con un poco de conversación se aclara todo. Y con esto, asunto terminado.

Gálatas 6:1 afirma que debemos acercarnos "amablemente", con mansedumbre, implica que debemos acercarnos con el presupuesto de que nuestra sospecha es falsa. Especialmente si la "evidencia" viene de terceros, hay una gran posibilidad de que es una distorsión. Pero, ¿si la sospecha resultó ser cierta, y nuestro hermano anda mal? Entonces debemos aconsejarle, ayudarle a discernir, con las Escrituras en la mano, qué no está bien. Buscamos que cambie de actitud, que reconozca su error, el peligro y riesgos que corre si persevera en el error (Santiago 5:19). Si nuestro hermano reconoce su error, y se arrepiente de él: asunto terminado. No debemos hablarle a nadie más acerca del tema. Tampoco hay indicaciones en el Nuevo Testamento de que debemos "castigar" al pecador arrepentido. Si Dios perdona, tenemos la obligación de hacer lo mismo (Efesios 4.32). Si no hay purgatorio en el cielo, tampoco debe haberlo en la iglesia. Pero ¿si no quiere aceptar nuestro consejo, si se justifica y no muestra ninguna intención de cambiar?. Debemos, en ese caso, pasar al segundo paso del proceso de disciplina.

Segundo, acerquémonos de nuevo al hermano en error, pero esta vez con una o dos personas más que nos acompañan. Deben ser hermanos de mucha confianza, hombres y mujeres espirituales, que pueden ayudar en la tarea de "convencer al pecador" y no ir desparramando la noticia por todos lados. De esta forma, el "errado" se dará cuenta que no es simplemente un capricho personal de nuestra parte, sino que es algo que involucra también a la iglesia. También vemos que el principio de hacer una acusación acompañado por "dos o tres testigos" es un principio fundamental en la Biblia (2 Corintios 13:1 y Hebreos 10:28). De nuevo, si reconoce su error, y se arrepiente, asunto terminado. Nuestro propósito se habrá logrado. Pero si no nos hace caso, entonces hay un tercer paso (Mateo 18:17). Los primeros dos pasos no son asunto de la iglesia. Pero a esta altura la persona "enferma" ha entrado en un estado grave, y es necesario involucrar a toda la congregación. No tenemos detalles de cómo proceder con este paso, pero supongo que será necesario que los "dos o tres testigos" hablen con el pastor o los ancianos de la iglesia primeramente. Y él (o ellos) hablará con la persona errada. Si se confirma el testimonio de los testigos, es decir, que esa persona se mantiene firme en su decisión de no cambiar, entonces será necesario hacer una denuncia pública en la iglesia. En el Nuevo Testamento, la última etapa de la disciplina involucraba a toda la iglesia. Lo vemos, por ejemplo, en el caso del hombre que vivía con su propia madrastra. Las instrucciones del apóstol eran "Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros." (1 Corintios 5:13).

Pablo también dice a la iglesia de Roma que deben apartarse de hermanos que causan divisiones y ponen tropiezos a la iglesia (Romanos 16:17). Exige, como consecuencia, la unidad de la iglesia. Si la iglesia aplica esta clase de disciplina a una persona, hace mucho daño si un miembro de la congregación, o un grupito, reciben al "pobrecito". Esta es la única forma de disciplina que encontramos en el NT. No encontramos diferentes "niveles" de disciplina, menos de castigo. En esencia, hay dos escenarios: el pecador que se arrepiente, y recibe perdón, o el pecador obstinado que está separado de la iglesia. Y en todo caso, la disciplina siempre tiene el mismo propósito: efectuar un cambio en la persona. Como dice Pablo, "para que le dé vergüenza" (2 Tesalonicences 3:14). Si hace falta castigo o venganza, es algo que debemos dejar en las manos del Señor. "A mí me corresponde hacer justicia: yo pagaré, dice el Señor." (Romanos 12:19).



Las causantes

Un tema clave pero delicado, es discernir qué asuntos deben ser objeto de disciplina. Personalmente, me hubiera gustado que el NT ofreciera una lista con todos las causantes de la disciplina. Pero, respetando la sabiduría del Autor del libro, necesitamos discernir entre varios pasajes. Para simplificar el panorama, sugiero, para resumir los datos, tres causantes principales:

Deben ser disciplinados aquellos que siguen en directa desobediencia a la Palabra. 
Si la Biblia es realmente Palabra de Dios, entonces es la regla absoluta para nuestras vidas. No podemos dejar a un lado los mandatos que no nos convienen, aunque esa sea una práctica bastante común. Con esto todos estaremos de acuerdo, aunque no siempre es fácil ponerlo en práctica. Creo (y reconozco que muchos lo niegan enfáticamente), que hay áreas "grises" en las Escrituras con respecto a prácticas. Es decir, que no son ni blancas ni negras. Un ejemplo. Pablo en 1 Timoteo 2:8 dice que los hombres deben levantar las manos cuando oren. ¿Es pecado no hacerlo? Hay iglesias donde lo hacen, otras que no. Otro ejemplo. El Señor en Juan 13:15 dice que debemos lavar los pies de los hermanos. Hay muy pocos grupos que lo hacen. ¿Será pecado no hacerlo?. Quiero llegar a lo siguiente. Hay temas en el Nuevo Testamento, en los que las iglesias, en la práctica, tienen cierta flexibilidad. No siempre es fácil determinar si la posición de la iglesia depende principalmente de una comprensión clara de las Escrituras, o de una tradición denominacional. Necesitamos discernir dirigidos por el Espíritu. En todo caso, la regla final para la conducta de los creyentes tiene que ser la Palabra, y la iglesia no puede permitir que un hermano directamente la desobedezca.

Debemos disciplinar a los que enseñan falsa doctrina
Enseñar doctrina falsa hace mucho daño a la iglesia, y Pablo en su carta a los Gálatas dice que la persona que lo hace sea "anatema", es decir, está bajo condenación, algo que se debe evitar (Galatas 1.8). Juan dice que no debemos recibir a tal persona (2 Juan 10).

Hay muchas advertencias en el Nuevo Testamento acerca de la enseñanza de doctrina falsa, especialmente porque puede ser (¿siempre es?) enseñanza diabólica (1 Timoteo 4:1). Pablo en su exhortación a los ancianos de la iglesia de Éfeso dice que pueden levantarse hombres dentro de la congregación con "nuevas" verdades, como también "maestros" de afuera que pueden traer doctrina errónea a la iglesia. Pero es importante destacar que nunca se debe disciplinar a un hermano porque piensa de una manera diferente que nosotros. Puede ser que su interpretación de la profecía, por ejemplo, sea diferente de la posición "oficial" de la iglesia. Pero si esa diferencia no afecta su conducta cristiana, y si él no intenta imponer sus ideas sobre los otros miembros de la iglesia, no existe ningún problema. Siempre habrá personas en la congregación con sus ideas e interpretaciones propias, pero no por esa razón requieren disciplina, estas son las llamadas posturas.

Se debe disciplinar a los que crean divisiones en la iglesia
Pasajes como Romanos 16:17-18 y Tito 3:10-11 tratan el tema. Pero el pasaje más contundente es 1 Corintios 3:16-17, en él Pablo dice que Dios destruirá a la persona que destruye a su iglesia. La iglesia es una posesión muy apreciada por Dios, y ¡ay de la persona que le hace daño!. Se ve en las Escrituras que la disciplina es necesaria, pero también que no es arbitraria. Los fariseos preguntaron a Jesús"¿Le está permitido a uno divorciarse de su esposa por un motivo cualquiera?" (Mateo 19:3), y de la misma manera, podemos preguntarnos: "¿Le está permitido a la iglesia disciplinar por un motivo cualquiera?" En ambos casos la respuesta tiene que ser "no". La disciplina en sí es el acto final de todo un proceso, y llegamos a ese punto solamente en casos extremos, casos que seriamente perjudican a la persona o a la congregación.

Funciones de la disciplina
La disciplina en la iglesia cumple por lo menos tres funciones:

Sirve para despertar al pecador de su situación. 
La esperanza es que la disciplina sacuda a la persona de tal manera que cambie de actitud. La disciplina no es castigo, sino el último paso de un proceso diseñado para salvar al hermano en error.

La disciplina sirve para advertir a toda la iglesia.
No se puede jugar con el pecado. Dios lo odia, y todos deben darse cuenta de que Él exige santidad de su pueblo. Si le permitimos a un hermano que siga con algo que es contrario al carácter Dios, no lo amamos (ni al hermano, ni a Dios).

La disciplina es necesaria para la salud del pueblo de Dios.
Y no solamente eso, sino también por el testimonio de la iglesia frente al mundo. Ya hemos tenido demasiadas noticias de líderes conocidos que han caído en pecado. Ya hemos escuchado demasiadas veces "Fulano es uno de ustedes, y mire cómo vive, mire qué ha hecho. ¡Son todos iguales!".

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domingo, 5 de enero de 2014

Sectas Judias III: Divisiones Étnicas

El Judío en Negro y Blanco por Marc Chagall 1914

Los Azhkenazis
Estos son los judíos que se dispersaron por países germánicos como Alemania, Austria, Holanda, Suecia y por supuesto, Estados Unidos y Canadá. También son judíos azhkenazis los rusos y eurorientales. Cabe destacar que entre estos abundan los seguidores de la fundamentalista secta Chassidic, para desgracia de los eslavos. Son los más famosos y reconocidos. Tienen pieles muy blancas, pero sus fenotipos mantienen los rasgos faciales semíticos y el cabello y ojos oscuros de los pueblos medioorientales. Hablan un dialecto llamado Yídish, mezcla del hebreo y el germano.

Asquenazí o asquenazi, también escrito como askenazí o ashkenazí, es el nombre dado a los judíos que se asentaron en Europa Central y Oriental, que una conjetura no probada afirma que son descendientes de los jázaros que se convirtieron al judaísmo en el siglo VII y que se habrían desplazado masivamente hacia Europa oriental y central a partir del siglo X. Se establecieron principalmente en Alemania, Austria, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Polonia, Ucrania, Rumania, Rusia, Bielorrusia, Bulgaria, Lituania y Letonia. Los asquenazíes son los descendientes de las comunidades judías medievales establecidas a lo largo del Rin, desde Alsacia, al sur, hasta Renania, en el norte. Ashkenaz, término hebreo medieval comúnmente empleado para designar a Alemania, es también el nombre dado en dicha lengua a toda la región del centro y este europeo, mientras que asquenazí es un término que designa de un modo general a la población judía que desciende de los mencionados judíos que se asentaron en Europa central y oriental. Desarrollaron costumbres y leyes particulares, que los diferencian de otros grupos del pueblo judío (sefardíes y mizrajíes, por ejemplo). Los asquenazíes desarrollaron su propia lengua, el yidis, que combina términos provenientes de diversos dialectos alemanes junto con algunos de origen eslavo y hebreo.

El término ashkenazí tiene su origen en el personaje bíblico Ashkenaz, en hebreo אַשְׁכְּנָז y en asirio Asguzai, bisnieto de Noé; Génesis 10:3). Durante la Edad Media, el término geográfico Ashkenaz se asimiló a Alemania —quizás a causa de cierta similitud con Sajonia—, que pasó a ser el centro vital del judaísmo centroeuropeo o ashkenazí. Muchos de los asentados originalmente en esta región emigraron más tarde a otras zonas de Alemania, Hungría, Polonia, Rusia y, en general, a las naciones de la Europa del Este entre los siglos X y XIX. Desde el Medievo hasta la primera mitad del siglo XX la lengua común entre los judíos askenazíes fue el yidish. Existió otra con mucha menor extensión, el hebreo de raíz eslava (judeo-checo) ya extinto. Este subgrupo judaico desarrolló una cultura y tradición litúrgica peculiar influenciada por el contacto con la idiosincrasia de la nación a la que pertenecían. Aunque en el siglo XI representaban solamente el 3% de la población judía mundial, los askenazíes llegaron a constituir, en su momento álgido del año 1931, el 92% del total.

Actualmente alcanzan aproximadamente el 80%. La mayoría de las comunidades judías con una historia extensa en Europa son asquenazíes, excepto aquellas asentadas en el Mediterráneo. Una gran parte de los judíos que emigraron hacia otros continentes en los siglos XIX y XX eran de este origen, especialmente los grupos que partieron a los Estados Unidos y Argentina.

Judíos asquenazíes
Normalmente hay discrepancias acerca de quién debe ser considerado judío. Esto hace especialmente difícil definir qué es un judío asquenazí, pues implica una definición religiosa, cultural o étnica. Dado que la mayoría de estas personas ya no vive en la Europa del Este, migraron a Europa del Oeste, el Norte de Europa y América, el aislamiento que en un momento ayudaba a distinguir la religión y cultura específicas ha desaparecido. Más que esto, la palabra «asquenazí» ha evolucionado y cobrado nuevo significado, especialmente en Israel. En este país frecuentemente adquiere significados que no se corresponden con los tradicionales. Aún hoy muchas comunidades judías poseen dos sinagogas, una para realizar los rezos a la usanza asquenazí y otra para el rito sefardí. Aunque la distinción tiende a desvanecerse con el paso del tiempo, se considera que los judíos sefardíes desarrollan una actividad comunitaria más bien religiosa, mientras que las instituciones asquenazíes suelen desplegar un abanico más amplio (cultura, deportes, Tnuot Noar, teatro, política, economía, sionismo, etc.). Otra característica es que la incidencia del ateísmo y la militancia política son históricamente mayores en el mundo asquenazí. Por otro lado, el judaísmo asquenazí también incluye grupos conservadores ortodoxos en Israel. Una secuela de la división asquenazí-sefardí que es interesante resaltar es la existencia de un partido religioso sefaradí, el Shas, que es una de las principales fuerzas políticas en Israel.

Los Sefardíes
Estos son los judíos que se dispersaron por los países latinos, tales como Italia, España, Portugal, y por supuesto, Latinoamérica. De hecho, seferdita proviene de España en hebreo, que es Sefarad. Además, por persecuciones naturalmente sufridas, los judíos sefardíes se dispersaron por países del Norte de África, principalmente Marruecos. Hay una gran comunidad en Turquía -el país islámico con mayor cantidad de judíos,a propósito, Turquía es el único país islámico miembro de la OTAN y el único país islámico que es aliado de Israel-. Los sefardíes hablan un idioma llamado Ladino mezcla de hebreo y latín. Se ha usado el término para referirse a todos los judíos orientales, pero estos -en particular los de China, India y África-, tienen nomenclaturas propias. Solía haber un amplio número de judíos en el mundo islámico antes de la creación de Israel. En Yemen los tenían casi como esclavos y hasta muy recientemente se les permitió emigrar. En Irak había otra importante comunidad judía, erradicada tras la llegada de Saddam Hussein al poder. Las comunidades de judíos yemeníes e iraquíes tenían unos 2500 años. En Irán solían haber cuatro religiones oficiales, el islamismo, el zoroastrismo, el cristianismo y el judaísmo. Muchos de estos judíos del mundo cristiano se convirtieron al cristianismo de forma falsa y subterfugiada. Lo que se llamó criptojudaísmo. Es decir, judíos conversos que seguían practicando el judaísmo a escondidas. Fueron llamados Marranos en España. Fueron criptojudíos marranos los famosos genocidas Cristóbal Colón y Torquemada -aunque este último quizás si era cristiano de corazón-. También es criptojudío el fundador de la secta católica de corte masónico y cabalístico del Opus Dei, Josemaría Escrivá de Balaguer.

Los sefardíes o sefarditas y también sefaradíes o sefaraditas (del hebreo ספרדים literalmente «Los judíos de España»), son los judíos que vivieron en la península ibérica hasta 1492 y también sus descendientes, quienes, más allá de residir en territorio ibérico o en otros puntos geográficos del planeta, permanecen ligados a la cultura hispánica. En la actualidad la comunidad sefardí alcanza los dos millones de integrantes, la mayor parte de ellos residentes en Israel, Francia, Estados Unidos, Turquía y Argentina. También hay comunidades sefardíes en Canadá, Brasil, Serbia, Bosnia y Herzegovina, Marruecos, Túnez, Argelia, Países Bajos, México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Colombia, Panamá, Cuba, Italia, Chile, Venezuela, Ecuador y Perú.

Durante el siglo XIX, el término sefardí se empleaba además para designar a todo judío que no era de origen askenazí (judíos de origen alemán, centroeuropeo o ruso). En esta clasificación se incluía también a judíos de origen árabe, de Persia, Armenia, Georgia, Yemen e incluso India, quienes aparentemente no guardaban ningún vínculo con la cultura ibérica que distingue a los sefardíes. La razón por la cual se utilizaba ese término indistintamente se debía principalmente a similitudes en el rito religioso y la pronunciación del hebreo que los sefardíes comparten con las poblaciones judías de los países mencionados (y que son claramente distintas a los ritos y pronunciaciones de los judíos azkenazíes). No obstante, a partir de la fundación del Estado de Israel, se consideró ya un tercer grupo dentro de la población judía, los mizrahim (del hebreo מזרח 'Oriente'), para garantizar que el término «sefardí» haga exclusivamente alusión al grupo humano antiguamente vinculado con la península ibérica. Los judíos desarrollaron prósperas comunidades en la mayor parte de las ciudades españolas. Destacan las comunidades de las ciudades de Ávila, Burgos, Córdoba, Granada, Jaén, León, Málaga, Segovia, Sevilla, Soria, Toledo, Tudela, Vitoria y Calahorra. En la Corona de Aragón, las comunidades (o Calls) de Zaragoza, Gerona, Barcelona, Tarragona, Valencia y Palma de Mallorca se encuentran entre las más prominentes. Algunas poblaciones, como Lucena, Hervás, Ribadavia, Ocaña y Guadalajara, estaban habitadas principalmente por judíos. De hecho, Lucena estuvo habitada exclusivamente por judíos durante siglos en la Edad Media. En Portugal, de donde son originarias muchas ilustres familias sefardíes, se desarrollaron comunidades activas en las ciudades de Lisboa, Évora, Beja y en la región de Trás-os-Montes.

Origen y uso del término sefardí
Manuscrito sefardí en hebreo. Biblia de Burgos, creada por Menahem bar Abraham ibn Malik.4 Página 'alfombra' perteneciente a un Pentateuco hebreo miniado, procedente de Burgos e iluminado en 1260. Sefardíes jugando al ajedrez. Libro de los juegos (1251-1283), encargado por el rey Alfonso X. Sefardí proviene etimológicamente de Sefarad, término bíblico con el que las fuentes hebreas designan la Península Ibérica y es empleado para designar todo aquello perteneciente o relativo a Sefarad. El uso de tanto Sefarad como sefardí es sumamente frecuente ya desde fines del siglo XX en adelante. Ellos se emplean para respectivamente referirse a la Península Ibérica y los judíos nacidos, o provenientes, o descendientes de dicha región. Como ejemplos de ello considérese:

-Ministerio de Cultura y Centro Nacional de Exposiciones de España: Toledo, Sinagoga del Tránsito, La vida judía en Sefarad, exposición y catálogo, noviembre de 1991 - enero de 1992.
-Centro Cultural Cervantes: "El legado de Sefarad - La España sefardita" - Memoria de Sefarad en América, sitio educativo, 2009.
-Biblioteca Nacional de España: "Biblias de Sefarad", exposición, con catálogo digitalizado, 2012.
-David Stern, Universidad de Pensilvania: Una introducción al estudio de la Biblia hebrea en Sefarad. Quien afirma que: "Los libros hebreos que los judíos de Sefarad produjeron durante la Edad Media constituyen uno de los logros culturales más importantes de la historia judía. [...] En este ensayo me propongo esbozar las líneas fundamentales de la historia de la Biblia hebrea en Sefarad, desarrollando algún aspecto de carácter más general relacionado con ella."
-Shimon Iakerson, Instituto de Manuscritos Orientales de la Universidad Estatal, San Petersburgo: Los primeros impresos hebreos de Sefarad. Quien explica que: "En la actualidad, no podemos dar una respuesta precisa y adecuada a la pregunta de quiénes fueron los primeros impresores de textos hebreos. De hecho, ni siquiera sabemos si estos fueron de origen sefardí, italiano o askenazí. A partir de los primeros datos de los que disponemos, podemos únicamente decir que el impresor del primer incunable hebreo que ha sobrevivido era de origen sefardí."
-Museo Sefardí de Toledo (inaugurado en 1964) y Toledo Sefarad: Web Oficial del Toledo Judío (Patronato Municipal de Turismo de Toledo).
-Centro de la Memoria Sefardí de Granada - Granata al-Yahud
-Casa de Sefarad, Córdoba (España) - sitio oficial
-Centro Sefarad-Israel, Madrid
-Radio Sefarad - Federación de Comunidades Judías de España
-Tarbut Sefarad
-Museo Sefardí, Caracas (inaugurado en 2000).
-El arabista Emilio García Gómez, a quien cita Joseph Pérez, cree inapropiado el uso del término sefardí para referirse a todo aquello lo relativo a los judíos españoles de la época medieval. El origen del término sefardí, según Pérez, sería posterior a la expulsión de 1492 y acaso un modo de distinguir a los judíos procedentes de España de aquellos que ya residían en otros lugares (tal el caso, por ejemplo, de los judíos askenazíes); a raíz de ello, prefiere reservar las palabras Sefarad y sefardí a épocas posteriores a 1492.

Las comunidades primigenias
Se tiene conocimiento de la existencia de comunidades judías desde tiempos remotos. El hallazgo de evidencias arqueológicas lo confirman. Un anillo fenicio del siglo VII a. C., hallado en Cádiz con inscripciones paleo-hebraicas, y un ánfora, en la que aparecen dos símbolos hebreos del siglo I, encontrada en Ibiza, figuran entre las pruebas de la presencia judía en la península ibérica. La presencia hebrea en el actual territorio español experimentó cierto incremento durante las guerras púnicas[cita requerida] (218-202 a. C.), durante las cuales Roma se apoderó de la península ibérica (Hispania), y se sabe con precisión[cita requerida] que el aumento de la población judía se dio varios siglos después a raíz de la conquista de Judea por el general romano Tito, bajo mandato del emperador Vespasiano (70 d. C.). Se calcula que en la Hispania romana se asentaron, durante las primeras décadas de la Diáspora, alrededor de 80 000 personas procedentes de Palestina.[cita requerida] Esta cifra se elevará de manera considerable posteriormente. Igualmente, la presencia hebrea en la península también se debió a la importación de esclavos por los romanos para diversas actividades.

Hispania visigoda
Al adoptar los visigodos el catolicismo durante el reinado de Recaredo (587 d. C.) se inicia una época de persecución, aislamiento y rechazo de los judíos. Es en esta época cuando comienzan a formarse las primeras aljamas y juderías.

Al-Ándalus
Las difíciles condiciones en que se encontraban los judíos durante el Reino visigodo de Toledo católico hicieron que éstos recibieran a los conquistadores musulmanes como una fuerza liberadora.
A partir del año 711 las juderías aumentan en número y tamaño por toda la península. La victoria del bereber Táriq ibn Ziyad aseguraba un ambiente de mejor convivencia para los hebreos, ya que la mayor parte de los regímenes musulmanes de la península ibérica fueron bastante tolerantes en asuntos religiosos, aplicando la ley del impuesto a los dhimmi (judíos y cristianos), que junto con los mazdeítas eran considerados las gentes del libro, según lo estipulado en el Corán. La comunidad judía andalusí, durante esta época, fue la más grande, mejor organizada y más avanzada culturalmente. Numerosos judíos de diversos países de Europa y de los dominios árabes se trasladaron a Al-Ándalus, integrándose en la comunidad existente, y enriqueciéndola en todos los sentidos. Muchos de estos judíos adoptaron el idioma árabe y se desempeñaron en puestos de gobierno o en actividades comerciales y financieras. Esto facilitó enormemente la incorporación de la población judía a la cultura islámica, principalmente en el sur, donde los judíos ocuparon puestos importantes y llegaron a amasar considerables fortunas. La prohibición islámica que impide a los musulmanes dedicarse a actividades financieras, caso similar para los cristianos que consideraban la actividad como impía, hace que los judíos de la península absorban por completo las profesiones de tesoreros, recolectores de impuestos, cambistas y prestamistas. Por lo tanto, es bajo el dominio del Islam cuando la cultura hebrea en la península alcanza su máximo esplendor. Los judíos cultivan con éxito las artes y las ciencias, destacando claramente en medicina, astronomía y matemáticas. Además, los estudios religiosos y la filosofía son quizás la más grande aportación. Algunos nombres destacan en tales áreas.

El rabino cordobés Moshé ibn Maimón, conocido como Maimónides, se distingue sobre los demás por sus aportes al campo de la Medicina, y sobre todo en la filosofía. Sus obras, como la Guía de perplejos y los comentarios a la Teshuvot, ejercieron influencia considerable sobre algunos de los doctores de la iglesia, principalmente sobre Tomás de Aquino. En el campo de la matemática, se les atribuye a los judíos la introducción y aplicación de la notación numeral indoarábiga a Europa Occidental. Azraquel de Sevilla realiza un estudio exhaustivo sobre la Teoría de Ecuaciones de Diofanto de Alejandría, mientras que Abenezra de Calahorra escribe sobre las peculiaridades de los dígitos (1-9) en su Sefer ha-Eshad, redacta un tratado de aritmética en su Sefer ha-Mispad y elabora unas tablas astronómicas. Años antes de la Reconquista, el converso Juan de Sevilla tradujo del árabe un volumen del álgebra de Mohammed al-Khwarismi que fue posteriormente usado por matemáticos como Nicolo di Tartaglia, Girolamo Cardano o Viète. En estilo andalusí se construye la Sinagoga del Tránsito (o de Samuel Ha-Leví) en la ciudad de Toledo, exponente máximo de la arquitectura judía de esta época, al igual que la Sinagoga de Córdoba.

La diáspora sefardí
La mayoría de los judíos expulsados de España en 1492 se instalaron en el norte de África, a veces vía Portugal, o en los estados cercanos, como el reino de Portugal, el reino de Navarra o en los estados italianos –donde paradójicamente muchos presumieron de ser españoles, de ahí que en el siglo XVI los españoles en Italia fueran frecuentemente asimilados a judíos-. Como de los dos primeros reinos también se les expulsó pocos años más tarde, en 1497 y en 1498 respectivamente, tuvieron que emigrar de nuevo. Los de Navarra se instalaron en Bayona en su mayoría. Y los de Portugal que no se convirtieron al cristianismo acabaron en el norte de Europa (Inglaterra o Flandes). En el norte de África, los que fueron al reino de Fez sufrieron todo tipo de maltratos y fueron expoliados, incluso por los judíos que vivían allí desde hacía mucho tiempo –de ahí que muchos optaran por regresar y bautizarse-. Los que corrieron mejor suerte fueron los que se instalaron en los territorios del Imperio Otomano, tanto en el norte de África y en Oriente Próximo, como en los Balcanes -después de haber pasado por Italia-. El sultán Bayaceto II dio órdenes para que fueran bien acogidos y exclamó en una ocasión refiriéndose al rey Fernando: "¿A éste le llamáis rey que empobrece sus estados para enriquecer los míos?". Este mismo sultán le comentó al embajador enviado por Carlos V "que se maravillaba que hubiesen echado los judíos de Castilla, pues era echar la riqueza"-. Como algunos judíos identificaban España, la península ibérica, con la Sefarad bíblica (término tomado por los sefarditas del fenicio Span, que significa país lejano o escondido habida cuenta la gran distancia que existe entre la Península Ibérica e Israel y finalmente hebraizado S'farad), los judíos expulsados por los Reyes Católicos recibieron el nombre de sefardíes. Estos, además de su religión, "guardaron asimismo muchas de sus costumbres ancestrales y particularmente conservaron hasta nuestros días el uso de la lengua española, una lengua que, desde luego, no es exactamente la que se hablaba en la España del siglo XV: como toda lengua viva, evolucionó y sufrió con el paso del tiempo alteraciones notables, aunque las estructuras y características esenciales siguieron siendo las del castellano bajomedieval. […] Los sefardíes nunca se olvidaron de la tierra de sus padres, abrigando para ella sentimientos encontrados: por una parte, el rencor por los trágicos acontecimientos de 1492; por otra parte, andando el tiempo, la nostalgia de la patria perdida…".

La permanencia sefardí
Según el estudio genético "The Genetic Legacy of Religious Diversity and Intolerance: Paternal Lineages of Christians, Jews, and Muslims in the Iberian Peninsula" de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y la Universidad de Leicester, liderados por el británico Mark Jobling, Francesc Calafell y Elena Bosch, publicados por American Journal of Human Genetics, los marcadores genéticos muestran que un 20% (uno de cada cinco) de los españoles tienen marcadores de judíos sefardíes (descendencia directa masculina para el Y, peso equivalente para las mitocondrias femeninas), en Cataluña conel 6%. Esto representa que el cruzamiento genético (el Y es transmisión exclusiva por linea paterna) de la mezcla con ancestros judíos en España es total. 13 Siendo la población de origen magrebí concentrada en Galicia, la mayor proporción de descendencia directa judía es Asturias con un 40% (2 de cada 5), siendo el componente norteafricano testimonial (los apellidos son indicadores de descendencia directa masculina; el apellido materno se pierde).

Los sefardíes en el Imperio otomano
Buena parte de los judíos expulsados fueron acogidos en el Imperio otomano, que a la sazón estaba en su máximo apogeo. El sultán Bayaceto II permitió el establecimiento de los judíos en todos los dominios de su imperio, enviando navíos de la flota otomana a los puertos españoles y recibiendo a algunos de ellos personalmente[cita requerida] en los muelles de Constantinopla. Es famosa su frase: Gönderenler kaybeder, ben kazanırım — «Aquellos que les mandan pierden, yo gano» (Pulido, 1993). Los sefardíes formaron cuatro comunidades en el Imperio otomano, por mucho, más grandes que cualquiera de las de España, siendo las dos mayores la de Salónica y la de Estambul, mientras que las de Esmirna y Safed fueron de menor tamaño. Sin embargo, los sefardíes se establecieron en casi todas las ciudades importantes del Imperio, fundando comunidades en Sarajevo, Belgrado, Monastir, Sofía, Russe, Bucarest, Alejandría, Edirne, Çanakkale, Tekirdağ y Bursa. Los sefardíes rara vez se mezclaron con la población autóctona de los sitios donde se asentaron, ya que la mayor parte de éstos eran gente educada y de mejor nivel social que los lugareños, situación que les permitió conservar intactas todas sus tradiciones y, mucho más importante aún, el idioma. Los sefardíes continuaron hablando, durante casi cinco siglos, el castellano antiguo, mejor conocido hoy como judeoespañol que trajeron consigo de España, a diferencia de los sefardíes que se asentaron en países como Holanda o Inglaterra. Su habilidad en los negocios, las finanzas y el comercio les permitió alcanzar, en la mayoría de los casos, niveles de vida altos e incluso conservar su estatus de privilegio en las cortes otomanas. La comunidad hebrea de Estambul mantuvo siempre relaciones comerciales con el Diván (órgano gubernamental otomano) y con el sultán mismo, quien incluso admitió a varias mujeres sefardíes en su harén. Algunas de las familias sefardíes más prominentes de la ciudad financiaban las campañas del ejército otomano y muchas de sus miembros ganaron posiciones privilegiadas como oficiales de alto rango. Los sefardíes vivieron en paz por un lapso de 400 años, hasta que Europa comenzó a librar sus dos Guerras Mundiales, con el consiguiente colapso de los antiguos imperios y el surgimiento de nuevas naciones. La amistad y las excelentes relaciones que los sefardíes tuvieron con los turcos persiste aún a la fecha. Un prudente refrán sefardí, que hace alusión a no confiar en nada, prueba las buenas condiciones de esta relación: Turko no aharva a cidyó, ¿i si le aharvó? — «Un turco no golpea a un judío, ¿y si en verdad lo golpeó?» (Saporta y Beja, 1978).

La Salónica otomana
La ciudad de Salónica, en la Macedonia griega, sufrió un cambio trascendental al recibir a casi 250 000 judíos expulsados de España. La ciudad portuaria, anteriormente habitada por griegos, turcos y búlgaros, pasó a tener una composición étnica a finales del siglo XIX de casi un 65% de sefardíes. Desde el principio, en esta ciudad establecieron su hogar gran parte de los judíos de Galicia, Andalucía, Aragón, Sicilia y Nápoles, de ahí que el judeoespañol tesalonicense se vea claramente influenciado por la gramática del gallego y esté plagado de palabras del italiano. La mayoría de los hebreos de Castilla optaron por ocupar las importantes posiciones de gobierno disponibles en Estambul, hecho que también se evidencia en la lengua hablada por los judíos turcos (Saporta y Beja, 1978). En Salónica, había barrios, comunidades y sinagogas pertenecientes a cada una de las ciudades y regiones de España. Kal de Kastiya, Kal Aragon, Otranto, Palma, Siçilia, Kasseres, Kuriat, Albukerk, Evora y Kal Portugal son ejemplos de barrios y sinagogas existentes en la ciudad macedonia a finales del siglo XIX, y son señal de que los sefardíes nunca olvidaron su pasado ni sus orígenes ibéricos. Es importante destacar que la presencia hebrea en Salónica fue tan importante que el judeoespañol se convirtió en lingua franca para todas las relaciones sociales y comerciales entre judíos y no judíos. El día de descanso obligatorio de la ciudad, a diferencia del viernes musulmán o el domingo cristiano, era el sábado, ya que la gran mayoría de los comercios pertenecían a sefardíes. La convivencia pacífica entre individuos de las tres religiones llegó incluso al establecimiento de relaciones entre familias de diferentes confesiones, logrando así que hoy en día, muchos de los habitantes de Salónica cuenten por lo menos a un sefardí entre sus ancestros (Mazower, 2005).
La comunidad de Salónica, otrora la más grande del mundo y llamada por los sionistas la Madre de Israel, cuenta hoy con muy escasos individuos, ya que casi el 80% de sus habitantes fueron víctimas del Holocausto, sin contar las innumerables personas que emigraron, principalmente a Estados Unidos y Francia, antes de la Segunda Guerra Mundial, o a Israel con posterioridad.

Destrucción de las comunidades otomanas y dispersión
De las antiguas comunidades sefardíes del Imperio otomano poco queda hoy. Se puede considerar que la primera década del siglo XX es la última década de existencia «formal» de las comunidades sefardíes, principalmente de las comunidades asentadas en territorio griego. El movimiento nacionalista que se suscitó en Grecia, como consecuencia de su movimiento de independencia, ejerció una influencia considerable en los helenos residentes de Salónica, que a principios del siglo XX permanecía en manos otomanas. La derrota del Imperio otomano en la Primera Guerra Mundial significó para las comunidades griegas el término de sus privilegios y, años más tarde, su total destrucción. La anexión de la Macedonia a Grecia y la importancia que significaba Salónica para los griegos, puesto que se considera la cuna del helenismo, desencadenó violentas demostraciones antisemitas, muchas de ellas encabezadas por jerarcas de la Iglesia Ortodoxa griega, o por miembros de partidos políticos nacionalistas. «El putrefacto cadáver hebreo se ha enquistado en el cuerpo puro del helenismo macedonio», afirmaba un panfleto de la época. Se inicia entonces la salida de muchos sefardíes, nuevamente hacia el exilio en diferentes países (Mazower, 2005). La considerable influencia francesa que ejerció la Alianza Israelita Universal sobre los sefardíes cultos hizo que muchos de éstos emigraran a Francia, mientras que otro tanto lo hizo a los Estados Unidos. Muchos de estos sefardíes no ostentaban ninguna nacionalidad, pues a su nacimiento, fueron registrados como ciudadanos del Imperio otomano, el cual dejó de existir en 1923. Aunque en algunos casos Grecia concedió pasaportes y garantías a los sefardíes como ciudadanos del reino, éstos nunca estuvieron vinculados con su nueva «patria». Un sefardí, al emigrar a Francia, declaró incluso ser de nacionalidad tesalonicense al ignorar la verdadera (Mazower, 2005). Por el contrario, las juderías de Estambul y Esmirna no sufrieron mayores cambios en su situación, dado que al declararse la República de Turquía por Mustafa Kemal Atatürk, todos ellos continuaron siendo ciudadanos turcos protegidos. La abolición del Califato por Atatürk significó la secularización del Estado turco, lo cual hizo que los sefardíes dejaran de pagar el impuesto de dhimmí, o de súbditos no musulmanes. La judería turca permaneció a salvo durante casi todo el siglo XX y sólo desde el establecimiento del Estado de Israel comienza a sufrir una desintegración paulatina. Una situación de indiferencia política, por su parte, sufren las juderías de Yugoslavia y Bulgaria, que por su reducido tamaño nunca fueron objeto de ninguna vejación, y aún hoy en día subsisten como lo han hecho durante siglos. Caso divergente, la judería de Bucarest corrió con el mismo destino que la otrora rica y poderosa comunidad de Salónica.

La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto
A partir del inicio de Segunda Guerra Mundial, la comunidad sefardí de todo el mundo sufrió un dramático descenso. Muchos de sus integrantes, o bien se dispersaron por el mundo, emigrando a países como Argentina, Brasil, Venezuela, México o Chile, o bien perecieron víctimas del Holocausto. La marcha hacia el poder de Hitler fue acompañada por muestras más o menos enérgicas de preocupación y condena por distintos gobiernos. En el caso de España, este proceso fue prácticamente simultáneo a una campaña acometida sobre todo por los primeros gobiernos de la República –pero que tenía sus orígenes ya desde la dictadura de Primo de Rivera– tendientes a presentarse ante la opinión pública mundial como favorables a la vuelta a España y restitución de la nacionalidad española a los judíos descendientes de los antiguos expulsados. Esta campaña, que fue más mediática que real, porque en la práctica los filtros opuestos a las familias sefardíes que quisieron acogerse a este beneficio fueron generalmente insalvables, tuvo un importante efecto de llamada en las comunidades judías sefardíes, pero también en las ashkenazíes, que vieron en esta campaña una posibilidad de escapar a las garras del Tercer Reich. Finalmente, y a pesar de las gestiones de dirigentes comunitarios como Moisés Ajuelos y otros, que agotaron las vías administrativas y políticas para la nacionalización de sefardíes, siempre privaron más las razones de orden interno, y la vuelta de los sefarditas a España, en ese período, quedó sólo en declaraciones que prestigiaron la posición de la República en el concierto de las naciones, pero sin incidencia real en la vida de los judíos perseguidos por el nazismo. La ocupación de Francia por las tropas alemanas en 1940 se tradujo en la deportación y persecución de todos los judíos residentes, incluidos los recién emigrados sefardíes.

a subsecuente ocupación de Grecia en 1941 supuso la total destrucción de la judería de Salónica, puesto que más del 96,5% de los sefardíes de la ciudad fueron exterminados a manos de los nazis. Michael Molho, citado por Salvador Santa Puche, da cifras estimadas sobre el dramático decremento de la población judía en Salónica: de 56.200 individuos a inicios de 1941, a 1.240 a finales de 1945. Santa Puche, en su publicación Judezmo en los campos de exterminio, recopila valiosos testimonios de sefardíes de diversas localidades sobre su experiencia en los campos de concentración en Polonia y Alemania: Si mos van a matar a todos, a lo manko vamos a murir avlando muestra lingua. Es la sola koza ke mos keda i no mos la van a tomar / «Si nos van a matar a todos, moriremos hablando nuestra lengua, es lo único que nos queda y no nos la van a quitar».
Una canción que data de la Edad Media, cuando los sefardíes vivían en España, se convirtió en una especie de himno para los deportados. Fue interpretada por la vocalista Flory Jagoda durante el descubrimiento de la placa en lengua judeoespañola en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, al que asistieron sobrevivientes y miembros de la comunidad sefardí internacional:
Arvoles yoran por luvyas, i muntanyas por ayres. Ansi yoran los mis ojos, por ti kerida amante. En tierras ajenas yo me vo murir. Enfrente de mi ay un anjelo, kon sus ojos me mira. Yorar kero i no puedo. Mi korason suspira. Torno i te digo: ke va a ser de mi? En tierras ajenas yo me vo murir. / «Árboles lloran por las lluvias y montañas por los aires, así lloran mis ojos por ti, querida amante. En tierras ajenas yo me voy a morir, frente a mí hay un anhelo que con sus ojos me mira; llorar quiero y no puedo, mi corazón suspira. Vuelvo y digo: 'Qué va a ser de mí? En tierras ajenas yo me voy a morir'».

A raíz de la pérdida de muchos de los miembros de la comunidad sefardí de los Balcanes, es que la lengua judeoespañola entra en un severo período de crisis, ya que se cuenta con muy pocos hablantes nativos. Algunos de los sobrevivientes del Holocausto regresaron a Salónica, donde residen en la actualidad. Sin embargo, el paso del tiempo ha transformado radicalmente la ciudad, puesto que no queda rastro de la antigua comunidad judía que floreció durante el régimen otomano.

Franco y los sefardíes durante el Holocausto
La política de la dictadura del general Franco respecto de los judíos sefardíes y askenazíes que huían de la persecución nazi en la Europa ocupada durante la Segunda Guerra Mundial estuvo condicionada por la estrecha relación del régimen franquista con Hitler al menos hasta 1943, año en que los aliados toman la iniciativa en la guerra. Así se ordenó a los cónsules de España en Alemania y en los países ocupados o satélites del Eje que no concedieran pasaportes o visados a los judíos que lo solicitaran excepto si eran súbditos españoles. Sin embargo, la mayoría de los diplomáticos españoles no hicieron caso a esta orden y atendieron a los judíos, especialmente a los sefardíes que se presentaban en los consulados alegando que tenían el estatuto de protegidos, aunque éste ya no tenía vigencia. "Los nombres de aquellos diplomáticos que, espontáneamente, a veces contra las instrucciones que recibían de su gobierno, hicieron cuanto estuvo en su poder para salvar a hombres y familias en peligro de muerte merecen pasar a la historia para que no caigan nunca en el olvido. Éstos fueron, entre otros, Bernardo Roldán, Eduardo Gasset y Sebastián Radigales, respectivamente cónsules en París y Atenas; Julio Palencia Álvarez, Ángel Sanz Briz, encargados de negocios en Bulgaria y Hungría; Ginés Vidal, embajador en Berlín, y su colaborador Federico Oliván; sin contar con muchos otros funcionarios de rango más modesto que les ayudaron a esta tarea humanitaria". En 1949, en un momento en que el régimen padecía el aislamiento internacional, la propaganda franquista inventó el mito del "Franco salvador de los judíos", especialmente de los sefardíes. Esto permitió acusar al recién creado estado de Israel de ingratitud, ya que acababa de rechazar el establecimiento de relaciones diplomáticas con España y había votado en la ONU en contra del levantamiento de las sanciones contra el régimen –para Israel, el general Franco seguía siendo el aliado de Hitler-.

Como señala Gonzalo Álvarez Chillida, "el éxito de esta campaña [para la que se elaboró un folleto traducido al francés y al inglés] fue tan grande que sus secuelas han llegado hasta la actualidad. Y éxito especialmente en el mundo judío". Por ejemplo, The American Sephardi, con motivo del aniversario del fallecimiento del Generalísimo Franco, publicó:
El Generalísimo Francisco Franco, Jefe del Estado Español, falleció el 20 de noviembre de 1975. Al margen de cómo juzgarle la Historia, lo que sí es seguro es que en la historia judía ocupará un puesto especial. En contraste con Inglaterra, que cerró las fronteras de Palestina a los judíos que huían del nazismo y la destrucción, y en contraste con la democrática Suiza que devolvió al terror nazi a los judíos que llegaron llamando a sus puertas buscando ayuda, España abrió su frontera con la Francia ocupada, admitiendo a todos los refugiados, sin distinción de religión o raza. El profesor Haim Avni, de la Universidad Hebrea, que ha dedicado años a estudiar el tema, ha llegado a la conclusión de que se lograron salvar un total de por lo menos 40.000 judíos, vidas que se salvaron de ir a las cámaras de gas alemanas, bien directamente a través de las intervenciones españolas de sus representantes diplomáticos, o gracias a haber abierto España sus fronteras. (Haim Avni: Yad Vashem Studies on the European Jewish Catastrophe and Resistance. Jerusalem, 1970, VIII, 31-68. La España contemporánea y el pueblo judío. Jerusalem, 1975, 292 páginas. Federico Ysart: España y los judíos en la II Guerra Mundial. Barcelona, 1973, 231 páginas).

En la propagación del mito "Franco, salvador de judíos", se llegó hasta el punto de que el ministro de asuntos exteriores Fernando María Castiella obligó en 1963 a Ángel Sanz Briz "a mentir a un periodista israelí, diciéndole que lo de Budapest fue todo iniciativa directa y exclusiva de Franco". Y en una fecha tan tardía como 1970, cinco años antes de la muerte del Generalísimo Franco, el Ministerio de Asuntos Exteriores proporcionó documentación seleccionada al español Federico Ysart y al rabino norteamericano Chaim Lipschitz para que escribieran sendos libros en los que continuaron con la apología de la labor desarrollada por el régimen en la "salvación de los judíos". Así Chaim Lipschitz llegó a afirmar en su libro Franco, Spain, the Jews and the Holocaust: Tengo pruebas de que el Jefe del Estado español, Francisco Franco, salvó a más de sesenta mil judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Ya va siendo hora de que alguien dé las gracias a Franco por ello. (Declaraciones a la revista Newsweek en febrero de 1970).
El propio régimen franquista reconoció internamente las limitaciones de la política de "salvación de los judíos" como lo muestra un informe secreto elaborado en 1961 para el ministro de Asuntos Exteriores Fernando María Castiella: Durante la guerra, por razones sin duda poderosas, el Estado español aun cuando prestó eficaz ayuda a los sefarditas, pecó en algún caso de excesiva prudencia, y es evidente que una acción más rápida y decidida hubiera salvado más vidas, si bien se pueden cifrar en unas 5.000 las que figuran en el haber de nuestra cuenta con los judíos.

El mito fue desmontado por las minuciosas y documentadas investigaciones del profesor israelí Haim Avni (España, Franco y los judíos, publicado en España en 1982), los españoles Antonio Marquina y Gloria Inés Ospina, autores de España y los judíos en el siglo XX. La acción exterior (1987), y, más recientemente, por el alemán Bernd Rother (Spanien und der Holocaust, 2001; traducido al español en 2005 con el título Franco y el Holocausto). Este último ha destacado que "la contradicción española radica en que España no quería tolerar la persecución de sus judíos, pero, por otra parte, no estaba dispuesta a permitir su inmigración y carecía de una política clara al respecto". Pero a pesar de todo, como ha destacado Gonzalo Álvarez Chillida, el mito se resiste a desaparecer y "se ha convertido casi en un lugar común",20 como lo prueban los siguientes testimonios de políticos y dirigentes judíos:
Salomón Ben Ami, Ministro de Asuntos Exteriores de Israel y Embajador de Israel en España:
El poder judío no fue capaz de cambiar la política de Roosevelt hacia los judíos durante la Segunda Guerra Mundial. El único país de Europa que de verdad echó una mano a los judíos fue un país en el que no había ninguna influencia judía: España, que salvó más judíos que todas las democracias juntas. (Declaraciones a la revista Época en 1991).

Golda Meir, Primera Ministra de Israel, declaró siendo Ministra de Asuntos Exteriores: El pueblo judío y el Estado de Israel recuerdan la actitud humanitaria adoptada por España durante la era hitleriana, cuando dieron ayuda y protección a muchas víctimas del nazismo. (Debate en el Parlamento israelí, Knesset, el 10 de febrero de 1959).

Israel Singer, Presidente del Congreso Mundial Judío: La España de Franco fue un refugio importante de judíos que se arriesgaron a venir, escapando de la Francia de la libertad, la fraternidad y la igualdad. No quiero defender a Franco, pero en la Segunda Guerra Mundial muchos judíos se salvaron en España e ignorarlo es ignorar la historia. (Entrevista en El Mundo, 17 de diciembre de 2005).

Sigue abierto, sin embargo, el debate sobre el alcance de la política franquista respecto de los judíos que huían del Holocausto. El hispanista francés Joseph Pérez a la pregunta que él mismo se formula "¿se habrían podido salvar más judíos si el gobierno español se hubiera mostrado más generoso, aceptando las sugerencias de sus cónsules en la Europa ocupada por los nazis?" responde "desde luego" y añade a continuación: "Hasta 1943… Madrid no quiso complicaciones con Alemania e incluso después de aquella fecha se prestó a colaborar con agentes nazis". No obstante, Pérez concluye: "a pesar de todo, el balance global es más bien favorable al régimen: no salvó a todos los judíos que pedían ayuda, pero salvó a muchos. Así y todo, es muy exagerado hablar, como hacen algunos autores, de la judeofilia de Franco…".

La valoración de Pérez no es compartida por Gonzalo Álvarez Chillida. Según este historiador, a los judíos se les permitió atravesar España, "precisamente porque se trataba de tránsito, sostenido económicamente, además, por los aliados y diversas organizaciones humanitarias", "pero había que impedir por todos los medios que permanecieran en el país, como se ordenó reiteradamente desde El Pardo. Por ello el mayor problema se planteó con los cuatro millares de judíos españoles, que los alemanes estaban dispuestos a respetar siempre que fueran repatriados por España". A pesar de que ya tenía algún conocimiento del exterminio judío, "Franco mantuvo inalterado su criterio de que estos ciudadanos españoles, por ser judíos, tampoco podían permanecer en su propio país. Cómo convencer a los aliados de su evacuación fue más complejo, hubo muchas dilaciones que los alemanes aceptaron, y, finalmente, el régimen salvó a menos de la cuarta parte. […] Y no sólo eso. Una vez derrotada Alemania… [el ministerio de asuntos exteriores] ordenó que se consideraran plenamente nulos todos los documentos de protección otorgados durante la guerra. Sólo aquellos judíos que demostrasen poseer la ciudadanía española en toda regla serían ayudados a regresar a sus antiguos hogares, pero bajo ningún pretexto podrían entrar en España. […] Muchos judíos que se salvaron a través de España guardan un lógico recuerdo de agradecimiento hacia Franco. Los que fueron devueltos a Francia o aquéllos que fueron abandonados por no reconocérseles la nacionalidad en su inmensa mayoría no pudieron guardar recuerdo alguno".

Los sefardíes en la actualidad
La comunidad sefardí, hoy en día, es mucho más numerosa en el Estado de Israel, donde hubo desde tiempos otomanos una comunidad en Safed, Galilea. En la actualidad, existen comunidades en las ciudades de Tel Aviv, Haifa y Jerusalén. Tienen su propia representación en la Knesset e incluso un rabino actúa como líder de la comunidad, Shlomo Amar. El partido religioso sefardí Shas es una de las principales fuerzas políticas en Israel y la fuerza «confesional» más numerosa. La destrucción de casi toda la comunidad sefardí en el Holocausto originó en gran medida una disminución sustancial en la población hablante de lengua judeoespañola. Esto llevó a muchos miembros de la comunidad sefardí, esparcida principalmente en América e Israel, a intentar preservar la lengua, institucionalizarla y promover actividades científicas y culturales en torno a ella. Israel funda, a iniciativa del presidente Isaac Navón, la Autoridad Nasionala del Ladino, órgano encargado del estudio del judeoespañol, su protección y conservación. Esta institución edita periódicamente la revista Aki Yerushalayim, totalmente impresa en judeoespañol y que contiene artículos de interés para la comunidad sefardí. El Instituto Benito Arias Montano de Madrid publica también una revista de corte similar, titulada Sefarad. En Estados Unidos, destaca la Fundación para el Avance de los Estudios y la Cultura Sefardíes (Foundation for the Advancement of Sephardic Studies and Culture — FASAAC), en donde trabajaron activamente personajes como Albert Matarasso, Mair José Benadrete, Henry V. Besso y David Barocas, eruditos de la cultura sefardí. Esta institución posee un amplio archivo de fotografías y documentos para investigadores. En América Latina existen templos y cementerios sefardíes en las principales comunidades. Paulatinamente se entrelazan y cooperan con las comunidades askenazíes para sobrevivir. En pro de la preservación de la cultura sefardí, las emisoras de radio Kol Israel y Radio Exterior de España emiten programas en lengua judeoespañola y dedican gran parte del tiempo a la divulgación de los eventos en favor de la cultura. Recientemente, el Instituto Cervantes de Estambul, en colaboración con la comunidad sefardí residente en la ciudad, imparte cursos de judeoespañol de manera regular.

La Fundación Francisco Cantera Burgos en la ciudad española de Miranda de Ebro posee la mayor biblioteca en temas sefarditas y hebraicos de Europa, y una de las mayores del mundo. En 1982, España estableció el reconocimiento de la nacionalidad a los sefardíes que demostraran una clara vinculación con el país. Las nacionalizaciones se tramitaban por vía de excepcionalidad a través del acuerdo del Consejo de Ministros. Por vía ordinaria, el plazo para adquirir la nacionalidad por los sefardíes en razón de su residencia era de dos años, al igual que para los nacionales de origen de Iberoamérica, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal y ocho menos que el resto de los no nacionales. Sin embargo, en 2015 se aprobó la ley que simplificaba el proceso que, no obstante, requería dos viajes a España para completarse. Además de las diversas iniciativas que mantienen la memoria de estas personas , rey Felipe VI acogió a esta comunidad presidiendo un acto solemne celebrado en el comedor de gala del Palacio Real de Madrid con motivo de la Ley 12/2015 "en materia de concesión de nacionalidad española a los sefardíes originarios de España". Diversos medios se hicieron eco de la noticia, tanto en medios generalistas como en medios especializados.

Apellidos sefardíes
Es una tradición española considerar como apellidos propios de los judíos todos aquellos apellidos de origen toponímico, de oficios o de profesiones. Así tenemos apellidos de origen patronímico, que son aquellos derivados de un nombre propio: de Sancho–>Sánchez, de Ramiro->Ramírez, Gonzalo->González, así también Martín, Alonso, Marín etc. Toponímico, o del lugar de procedencia como Ávila, Córdoba, Franco, Lugo, Zamora etc. Apellidos inspirados en accidentes o detalles geográficos que referencian a una familia dentro de un mismo pueblo, como puede ser De la Fuente, Del Pozo, Del Río, Ríos, Montes, Plaza, Lacoste, Calle, etc. Aquellos que toman una cualidad física o psíquica para identificar a un individuo dentro del grupo, como Cano, Calvo, Moreno, Pardo, Quiroz, Rubio, Petit. Y por supuesto los que indican que se ejerce un determinado oficio o profesión (Guerrero, Tinajero, Barbero, Barragán, Cubero, Zapatero, Ferrer, Ballesteros).

Es por lo tanto muy difícil asegurar una atribución exclusiva o tan siquiera relativa de un apellido con personas de una determinada religión, como muy bien expresaba Don Julio Caro Baroja en su obra Los judíos en la España moderna y contemporánea. Al tratar precisamente del tradicionalismo de los sefarditas, tanto en sus actividades lingüísticas como al ejercer oficios y profesiones, afirma que «aparte de conservar con celo apellidos desaparecidos hace mucho en España, o que, por el contrario, les son comunes con cristianos viejos de los que aquí pueden vivir (éste el de los apellidos, es terreno muy resbaladizo, y en el que muchos pueden dejarse llevar por la pasión fácilmente...». En el apéndice X de la obra Apellidos de conversos se recoge un manuscrito de la Biblioteca Nacional que se ocupa del problema de los apellidos en Aragón.

Es de saber, que cuando los moros y judíos se bautizaron por mandado de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel, muchos hombres principales, para aficionarlos a que de mejor gana lo hiciesen, les ponían sus nombres, de donde ha sucedido que ahora los sucesores de aquellos hombres principales tienen su limpieza en disputa, por ver que se hallan confesos de su apellido. Allí se cita como ejemplo los casos de los Samaniego, Mendoza, Señores de Sangarrén, o de Don Domingo Ram, obispo de Huesca, que otorgaron su apellido a muchos bautizados. Es cierto que los judíos tomaron tradicionalmente apellidos inspirados en personajes bíblicos, pero esos son también comunes en los individuos de religión islámica o cristiana. Otra fuente de inspiración propia fueron los motivos naturales, metales, piedras preciosas o sustancias, o simplemente los nombres de los colores. Por último debemos citar el caso de los judíos conversos que adoptaron voces de inspiración cristiana.
No es posible asegurar si un apellido concreto es judío o no. El hecho de que un determinado apellido sea portado por un judío no implica que ese apellido sea judío y, por ende, que todos los que lo llevan tengan origen judío. El proceso debe ser justo el contrario, dado que podemos afirmar sin ninguna duda que los apellidos judíos todavía en uso, con sus modificaciones, falsificaciones, etc. que estén referenciados en apellidos de origen español, determinan la herencia sefardita en un judío.

Sinagogas y familias relacionadas
Mayor (Mallorca) — Cuenca, Ferrera, Arotchas, Baraja, Ben Mayor, Torres, Francés.
Provincia (Provence) — Yeoshua, Barbero, Barouch, Menachem, Eskenazy, Haim, Pitchón, Paladino.
Estrouk (León) — Pinto, Chiniyo, Aragon, Faradji, Agas, Agasi.
Bet Aharon (Galicia) — Cassouto, Pardo, Saragoussi, Toledano, Franco, Avayou, Israel, Leal, Sadoc, Zadoq, Cadoc, Cadoche, Cadoches, Cados, Kados, Cadosch, Kadosh, Qadosh, Lugo, Villegas.
Aragón (Aragón) — Chiniyo, Pinto, Azouz, Hanania, Yona, Nahoum, Levi, Sarfati.
Portugal (Lisboa) — Melo, Ferreira, Antunes, Raphael, Pereire, Paraira, Arari, Rangel, Miranda, Boueno, Hernández, Pera, Pérez, Pinto, Preciado, Santo, Vilar.
Evora (Evora) — Pinto, Ovadia, Attias, Rouvio, Ergas, Amarillio, Bivas.
Shalom (Extremadura) — Molho, Pérez, Benveniste, Albukerk, Alviz, Kuriat, Litcho, Saloum, Alvo, Pero, Perero, Perera.
Catalan Hadash (Cataluña) — Parés, Perer, Shemtov, Sento, Santob, Ravel, Ravell, Santo, Santos.
Sicilia (Sicilia) — Ouziel, Berakha, Hazan, Hassan, Segoura, Shami, Shaban, Menashe, Haver, Levi.
Calabria (Calabria) — Profeta.
Toledano (Tapiero) - Días, Díaz, Cohen.
Italia Hadash (Roma) - Kalonymus, Calimano, Shemtob, Ravelli.

Literatura sefardí
Gazeta de Ámsterdam, Holanda, 12 de septiembre de 1672. Los hebreos de Ámsterdam imprimían un periódico que muestra, en primera plana, el interés de la comunidad judía por lo que sucedía en ese entonces en Madrid y, leía además las noticias en español—después de 180 años de haber sido expulsada de España (1492; Beth Hatefutsoth). Véanse también: Categoría:Literatura en judeoespañol y Escritores hispanohebreos. Escribiendo en español se desarrolló una comunidad literaria en el Ámsterdam del siglo XVII (José Penso de la Vega, Miguel de Barrios, Nicolás Oliver Fullana, Isabel Correa, Isaac Cardoso, Isaac Orobio de Castro, Castro Tartas -La Gazeta de Ámsterdam, entre 1672 y 1702-, Juan de Prado, Benito de Espinosa). En hebreo escribió el cabalista Sabbatai Zevi, que fue considerado "Mesías" por sus seguidores y dividió a la comunidad judía. En latín escribieron Uriel da Costa y Spinoza.

Música sefardita
La música sefardí o sefardita nace de los judíos españoles instalados en Castilla y Aragón que adaptan canciones populares castellanas hasta su expulsión en tiempos de los Reyes Católicos, siendo una fusión de la música árabe y la cristiana. Árabe en el ritmo y los instrumentos y cristiana por el idioma en que se cantaban, que era el castellano. La temática más corriente de las canciones sefardíes es la amorosa, aunque también destacan las canciones de cuna y las de boda. Por lo tanto cuando se habla de música sefardí como tal no se puede hablar de un género nuevo sino de una adaptación a su medida de unas melodías ya existentes, que hicieron los judíos llegados a España, pero que ganaron con la llegada de los sefardíes en riqueza rítmica e instrumental. Los sefardíes al ser expulsados de España llevaron su música y tradiciones a Turquía, Grecia y Bulgaria, países donde se establecieron principalmente. Han sabido mantener las canciones en castellano que heredaron de sus antepasados ibéricos pese al paso de los siglos y añadir palabras propias de cada idioma autóctono. Con la música sefardí que se sigue practicando en el Mediterráneo oriental en la actualidad podemos hacernos una idea de como sonaba esta música en la Edad Media.

Los Falashas
Estos son judíos ennegrecidos que habitan Etiopía. También llamados Bene Israel. Están ampliamente mezclados con los negros, pero los judíos los consideran tan hermanos como a los azkenazis. Fueron "rescatados" por Israel y repatriados en su mayor parte a Sión.

Los Lembas
Son tribus judías africanas que habitan lo profundo del África ecuatorial y llegan a Sudáfrica. Estudios sanguíneos muestran que los judíos lemba a pesar de ser tan negros como los zulúes ó bantúes, tienen el llamado gen cohen, presente en los azhkenazis y sefardíes.

Los Beta Israel
Estos son los judíos de la India. Que según ciertos estudiosos como Miguel Serrano, se dividen en los negros y blancos. Los negros llegaron a India en épocas salomónicas muy remotas. Los blancos son de más reciente proceder. De hecho, parece que se llevan mal. Según Miguel Serrano, los judíos indios se convirtieron en una especie de quinta casta en la sociedad hindú. Fueron los judíos beta israelíes los que incentivaron la guerra entre hindúes y musulmanes, y se infiltraron entre los sikhs, incluyendo a los asesinos de Indira Gandhi. 

Los Tiu-Kiu-Koui
Estos son los judíos de China, Indochina y Japón. Su nombre deriva del chino y significa "Extractores de tendón", por sus sacrificios sangrientos. Marco Polo los menciona en sus crónicas. Son judíos tiu-kiu-kiou, los grandes líderes de la revolución comunista en China, desde Mao Tsé Tung hasta los actuales. También Ho Chi Minh en Vietnam y el asesino Pol Pot de Camboya. Los tiu-kiu-kiou llegaron a Japón y son responsables de las atrocidades japonesas como las "mujeres de confort" usadas por el ejército japonés como esclavas sexuales.

Los Mandeo-Sabeos
Aunque estos no son judíos merecen mención. El Islam reconoce sólo tres religiones como monoteístas e inspiradas por Dios, que pueden ser admitidas, aparte del islamismo. Estas son el judaísmo, el cristianismo y el sabeísmo. ¿Que es sabeísmo? Hay dos tipos; la religión nacional de la antigua Saba (hoy Yemen), que es poco probable sea la mencionada en el Corán, pués era politísta e idólatra. El otro sabeísmo, es una secta llamada mandeísmo, dispersada por Irak, que se mezcló parcialmente con elementos sabeos -de Saba-, que vivían en Mesopotamia. El mandeísmo, religión judía probablemente fundada por alguien llamado Manda, considera a Moisés un traidor. Admite a Juan el Bautista como uno de sus profetas más importantes. Pero asegura que Jesús es un traidor, que fué crucificado como castigo por Dios. Y compara a Mahoma con un demonio. El mandeísmo es tremendamente gnóstico. Se fundamenta en ideas gnoseológicas judeopersas. Utiliza mucho los ríos para su ritualismo, y suelen reunirce los domingos cerca de ríos ha realizar un bautismo análoga al de Juan. Aunque sólo hay 50.000 mandeos en el mundo actual, la mayoría en Irak, Irpan -y Estados Unidos, como siempre-, merecen mención por mostrar una religión arcaica, misteriosa y engimática.

En cuanto a sus diferencias religiosas:
Están los judíos ultraortodoxos y ortodoxos, estos son fundamentalistas que consideran al judío el pueblo elegido de Dios al punto de desear la erradicación de todos los gentiles. Su profundo odio y rencor por los no judíos los lleva a ser terroristas sangrientos y fundamentalistas. Son ultraortodoxos Ariel Sharon y demás asesinos del Likud. Los de grupos terroristas como el Nuevo Orden Judío. 

Los judíos seculares, reformistas, liberales y humanistas son judíos de ideas "progresistas", veamos algunas diferencias entre los reformistas y los ortodoxos:

Para los ortodoxos la homosexualidad es el pecado y la abominación más grande, que debe ser castigada con la muerte. Para los reformistas es tan aceptable la homosexualidad que tienen sinagogas y rabinos gays. Para los ortodoxos, la mujer es una esclava al servicio sometido de su marido. Para los reformistas, la mujer es igual al hombre. El judaísmo establece que se necesitan mínimo 10 judíos para realizar un rito. Los ortodoxos creen que deben ser 10 hombres, para los reformistas pueden ser hombres o mujeres. También es justo mencionar a los judíos mesiánicos. Estos son judíos que creen que Jesús es el Mesías, pero que lejos de fundar una nueva religión, sólo reformó el judaísmo. De manera que realizan todos los ritos judíos, fiestas, normas dietéticas, etc. Apoyan ferviertemente el Estado de Israel, aunque los Congresos Judíos Mundiales han declarado que el judío que acepte a Jesús como Mesías es apóstata, y que Israel no incluye a los mesiánicos en la ley de ciudadanía por regreso. También son judíos los cristianos bautistas de grupos como Jews for Jesus, es decir, Judíos para Jesús. Estos, al igual que los muchos cristianos, apoyan fervientemente a Israel. Es lo que se llama sionismo cristiano.

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