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Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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lunes, 21 de agosto de 2017

La Biblia XXIV: Santiago

Santiago el Menor, por el Greco (1609)
Epístola de Santiago
En el cristianismo, la Epístola de Santiago (en griego antiguo, Ἰάκωβος), por lo general referida simplemente como Santiago, es una carta (epístola) del Nuevo Testamento. Los primeros manuscritos existentes de Santiago generalmente se datan a mediados y finales del siglo III.

El autor se identifica como «Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo» y la epístola se atribuye tradicionalmente a Santiago el Justo.

Hay cuatro puntos de vista sobre la Epístola de Santiago:
-que la carta fue escrita por Santiago antes de las epístolas paulinas,
-que la carta fue escrita por Santiago después de las epístolas paulinas,
-que la carta es pseudoepigráfica,
-que la carta comprende material originario de Santiago, pero reelaborado por un editor más tarde.

Enmarcado dentro de un tema general de la perseverancia paciente durante pruebas y tentaciones, el texto condena diversos pecados. La epístola fue dirigida a «las doce tribus que están en la dispersión» (Santiago 1:1.), por lo que es considerada generalmente para la audiencia judeocristiana fuera de Palestina.

Composición
La epístola no puede ser una verdadera pieza de correspondencia con partes específicas, sino más bien un ejemplo de literatura de la sabiduría formulado como una carta para su circulación. El trabajo se considera la literatura sapiencial del Nuevo Testamento porque, «como Proverbios y Sirácides, consiste en gran parte de exhortaciones morales y preceptos de carácter tradicional y ecléctico». Del mismo modo, la Enciclopedia Católica dice: «Los temas tratados en la Epístola son muchos y variados y, además, Santiago no pocas veces, mientras que dilucida un punto determinado, pasa abruptamente a otro, e inmediatamente se reanuda una vez más su argumento anterior».

Autoría
El escritor se hace llamar simplemente «Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo» (Santiago 1:1.). Jesús tenía dos apóstoles llamados Santiago, pero es poco probable que cualquiera de ellos escribiera la carta. Un apóstol, Santiago, hijo de Zebedeo, fue martirizado alrededor del 44 d. C. Esto sería muy temprano para que hubiera sido el escritor. El otro apóstol Santiago, hijo de Alfeo, no es prominente en el registro de las Escrituras, y muy poco se sabe sobre él.

Por el contrario, la evidencia apunta a Santiago, el hermano de Jesús, a quien Jesús, evidentemente, había hecho una aparición especial después de su resurrección, como se describe en el Nuevo Testamento. Este Santiago fue prominente entre los discípulos. El escritor de la carta de Santiago identifica a sí mismo como «siervo de Dios y del Señor Jesucristo», de la misma manera como lo hizo Judas, quien en la Epístola que lleva su nombre se llamó a sí mismo «siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo» (Santiago 1:1., Judas 1.). Por otra parte, el saludo de la carta de Jacobo incluye el término «Salud», de la misma manera como lo hizo la carta sobre la circuncisión que se envió a las congregaciones (Hechos 15:23.). En este último caso, al parecer Jacobo, el hermano de Jesús, habló en un lugar destacado en la asamblea de «los apóstoles y los ancianos» en Jerusalén.

A partir de mediados del siglo III, los autores patrísticos citan la epístola escrita por Santiago el Justo, hermano de Jesús y primer obispo de Jerusalén. No contado entre los Doce Apóstoles, a menos que se le confunda con Santiago el Menor, Jacobo fue, no obstante, una figura muy importante: Pablo lo describió como «el hermano del Señor» en Gálatas 1:19. y como uno de los tres «pilares de la Iglesia» en 2:9. Tradicionalmente se le considera el primero de los setenta discípulos. Juan Calvino y otros sugirieron que el autor era el apóstol Santiago el Menor, a quien a menudo se le confunde con Santiago el Justo. Si fue escrito por Santiago el Justo, el lugar y el tiempo de la redacción de la carta sería Jerusalén, donde Jacobo residía antes de su martirio en el 62.

El reformador protestante Martín Lutero negó que fuera la obra de un apóstol y lo llamó una «epístola de paja», en comparación con algunos otros libros del Nuevo Testamento, siendo una causa no menos importante el conflicto que piensan que levantó con Pablo en la doctrina de la justificación.

Muchos estudiosos consideran que la epístola se escribió a finales del siglo I o II. Entre las razones para esto están:
-el autor se presenta simplemente como un «siervo de Dios y del Señor Jesucristo», sin necesidad de invocar cualquier relación especial con la familia de Jesús.
-la lengua griega culta de la Epístola, se afirma, no podría haber sido escrita por un judío de Jerusalén. Algunos estudiosos sostienen una versión primitiva de la carta fue compuesta por Jacobo y luego pulida por otro escritor.
-la epístola fue aceptada sólo gradualmente en el canon del Nuevo Testamento.
-algunos ven paralelismos entre Santiago y 1 Pedro, 1 Clemente, y el Pastor de Hermas y asumen que refleja la situación socio-económica que cristianos tenían a finales del siglo I o principios del II. Por lo tanto, podría haber sido escrita en cualquier parte del Imperio donde los cristianos hablaban griego. Hay algunos estudiosos que argumentaron por Siria.

Contenido
Las Sociedades Bíblicas Unidas del griego del Nuevo Testamento dividen la carta en las siguientes secciones:

-Saludo (1:1)
-La fe y la sabiduría (1:2-8)
-La pobreza y la riqueza (1:9-11)
-Juicio y Tentación (1:12-18)
-Oír y hacer la Palabra (1:19-27)
-Advertencia contra la parcialidad (2:1-13)
-La fe y las obras (2:14-26)
-La Lengua (3:1-12)
-La sabiduría de arriba (3:13-18)
-Amistad con el Mundo (4:1-10)
-Juzgar un Hermano (4:11-12)
-Advertencia contra la jactancia (4:13-17)
-Advertencia a los ricos (5:1-6)
-La paciencia y la oración (5:7-20)

Visión alternativa
Hay otros enfoques para la comprensión, y la lectura, de la epístola de Santiago. El enfoque histórico comienza en diferentes supuestos, y no se conforma dejando el libro sólo como una «literatura de la sabiduría del Nuevo Testamento, como un pequeño libro de Proverbios», o como un conjunto disperso de perlas al azar que cayó en ningún orden en particular, en un pedazo de cuerda. Un artículo periodístico de 2013 explora los antecedentes históricos violentos detrás de la epístola y ofrece la sugerencia de que fue efectivamente escrita por Jacobo el hermano de Jesús, y por lo tanto escrito antes del año 62, el año de su asesinato. La década de los 50 vio el crecimiento de la agitación y la violencia en Palestina y los judíos se sintieron cada vez más frustrados con la corrupción, la injusticia y la pobreza. Se prolongó en los años 60 y cuatro años después del asesinato de Jacobo, estalló la guerra con Roma, una guerra que llevaría a la destrucción de Jerusalén y la dispersión de la población. La epístola de Santiago es conocida por exhortaciones sobre la lucha contra la pobreza y el cuidado de los pobres de manera práctica (1:26–27; 2:1–4; 2:14–19; 5:1–6), defender a los oprimidos (2:1–4; 5:1–6) y no ser «como el mundo» en la forma en que uno responde al mal en el mundo (1:26–27; 2:11; 3:13–18; 4:1–10). La sabiduría del mundo es rechazada y se exhortó a la gente abrazar la sabiduría celestial, que incluye el establecimiento de la paz y la búsqueda de la rectitud y la justicia (3:13–18).

Este enfoque considera la epístola como una verdadera carta con un propósito inmediato real: alentar a los judeocristianos a no volver a la violencia en su respuesta a la injusticia y la pobreza, sino más bien para mantenerse enfocados en hacer el bien, mantenerse santos, y abrazar la sabiduría de los cielos, no la sabiduría del mundo.

Doctrina
Justificación
La carta contiene el siguiente pasaje famoso acerca de la salvación y justificación: Santiago 2:14-26

Este pasaje ha sido citado en los debates teológicos cristianos, especialmente en relación con la doctrina de la justificación. Cayo Mario Victorino (IV siglo) asocia la enseñanza de Santiago en las obras con la secta herética de los simaquinos, seguidores de Símaco el ebionita, y cuestionaron abiertamente si las enseñanzas de Santiago eran heréticas. Este pasaje también se ha contrastado con las enseñanzas de Pablo, el Apóstol de la justificación; de hecho, algunos estudiosos creen que este pasaje es una respuesta a Pablo. Un tema en el debate es el significado de la palabra griega δικαιόω (dikaiόο), «hacer justicia o tal como debe ser», con algunos de entre los participantes que tomaron la idea de que Santiago está respondiendo a una mala interpretación de Pablo.

La Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa sostienen que este pasaje refuta la doctrina de la justificación por la fe sola (o sola fide), mientras que los primeros y muchos protestantes modernos siguen creyendo que las interpretaciones católicas y ortodoxas no entienden completamente el significado del término «justificación» y solucionan el conflicto aparente de Jacobo y Pablo acerca de la fe y las obras en formas alternativas a los católicos y ortodoxos: Pablo estaba tratando con un tipo de error mientras que Santiago estaba tratando con un error diferente. Los erroristas que Pablo estaba tratando eran personas que dijeron que se necesitaban las obras de la ley añadidas a la fe, con el fin de ayudar a ganar el favor de Dios. Pablo respondió este error señalando que la salvación era por fe solamente, aparte de obras de la ley (Gálatas 2:16.; Romanos 3:21-22.). Pablo también enseñó que la fe salvadora no está muerta sino viva, mostrando la gracia de Dios en sus actos de amor (Gálatas 5, 6. [«... porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor»]). Santiago estaba tratando con erroristas que dijeron que si tenían la fe no tenían que demostrar el amor en una vida de fe (Santiago 2, 14-17.). Santiago respondió este error al enseñar que la fe está viva, mostrándose como tal por actos de amor (Santiago 2:18,26.). Ambos, Santiago y Pablo, enseñan que la salvación es por la fe sola, y también que la fe nunca está sola, sino que manifiesta estar viva por actos de amor que expresan el agradecimiento de un creyente a Dios por el regalo de la salvación por la fe en Jesús.

Unción de los enfermos
La epístola de Santiago también es el texto bíblico que menciona la unción de los enfermos. Santiago escribió: 14 Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.

G.A. Wells sugirió este pasaje era evidencia de una autoría tardía de la epístola, con el argumento de que la curación de los enfermos que se realiza a través de un organismo oficial de presbíteros (ancianos) indica un desarrollo considerable de la organización eclesiástica, «mientras que en los días de Pablo para sanar y hacer milagros se referían a los creyentes indiscriminadamente (1 Corintios 12, 9.)».27​

Canonicidad
La epístola fue invocada por primera vez explícitamente y citada por Orígenes de Alejandría, y, posiblemente, un poco antes por Ireneo de Lyon, así como por Clemente de Alejandría en una obra perdida según Eusebio, a pesar de que no fue mencionado por Tertuliano, quien escribió a finales del siglo II. También está ausente en el fragmento de Muratori, la lista más antigua conocida de los libros del Nuevo Testamento.

La Epístola de Santiago fue incluida en la primera lista de los veintisiete libros del Nuevo Testamento hecha por Atanasio de Alejandría, en su Epístola Festal trigésima novena (367 d. C.) y fue confirmada como una epístola canónica del Nuevo Testamento por una serie de concilios en el siglo IV. Hoy en día, prácticamente todas las denominaciones cristianas consideran que este libro es una epístola canónica del Nuevo Testamento.

En los primeros siglos de la Iglesia la autenticidad de la epístola fue puesta en duda por algunos, entre ellos Teodoro, obispo de Mopsuestia en Cilicia. Debido al silencio de varias de las iglesias occidentales respecto a ella, Eusebio la ubica entre los escritos Antilegomena o impugnados (Historia ecclesiae, 3,25; 2,23). Jerónimo da una valoración similar, pero añade que con el tiempo se había admitido universalmente. Cayo Mario Victorino, en su comentario sobre la Epístola a los Gálatas, cuestionó abiertamente si las enseñanzas de Santiago eran heréticas.

Su reconocimiento tardío en la Iglesia, sobre todo en Occidente, puede explicarse por el hecho de que fue escrita para o por los judeocristianos, y por tanto no fue ampliamente difundida entre las Iglesias gentiles. Hay algunos indicios de que algunos grupos desconfiaban del libro debido a su doctrina. En tiempos de la Reforma unos pocos teólogos, sobre todo Martín Lutero en su carrera temprana,​ argumentaron que esta carta no debía ser parte del Nuevo Testamento canónico. Pero la opinión de Lutero sobre la Epístola de Santiago cambió más adelante: en algunos casos, afirmó que no fue escrita por un apóstol mientras que en otros casos describió la obra de Santiago como la de un apóstol. Incluso lo cita como enseñanza con autoridad de Dios y describe la Epístola de Santiago como «un buen libro, porque en él no se establece ninguna doctrinas de hombres, sino que se promulga enérgicamente la ley de Dios». Actualmente los luteranos sostienen que la Epístola forma parte correctamente del Nuevo Testamento, citando su autoridad en el Libro de la Concordia; sin embargo, sigue siendo parte de la antilegomena luterana.

Santiago el Mayor
Santiago de Zebedeo o Jacobo de Zebedeo (en griego antiguo: Ἰάκωβος Ya'akov), conocido en la tradición cristiana como Santiago el Mayor para distinguirlo del otro discípulo homónimo, fue uno de los doce apóstoles. Nació probablemente en Betsaida (Galilea). Fue hijo de Zebedeo y Salomé, y hermano de Juan el Apóstol. Murió a manos de Herodes Agripa I en Jerusalén entre los años 41 y 44 de nuestra era. Es el patrono de España.

Historia de Vida
Datos de la Biblia
Era hijo de Zebedeo (cf. Mateo.), y tenía un hermano llamado Juan, que sería también discípulo de Jesús (cf. ibid). Probablemente también su madre Salomé seguía a Jesús (cf. Mateo.). Su maestro Jesús les puso el sobrenombre de «Boanerges» (Marcos.), que, según el mismo evangelista afirma, quería decir «hijos del trueno»; el episodio narrado por Lucas en que Santiago y su hermano Juan desean invocar a Dios para que consuma a fuego una ciudad de samaritanos (Lucas.) hace honor a este nombre. Fue uno de los primeros que recibieron el llamamiento de Jesucristo, cuando estaba pescando en el lago de Genesaret junto a su hermano (Marcos.). Más tarde será llamado a formar parte del más restringido grupo de los Doce (cf. Mateo.). Junto con su hermano Juan y con Simón Pedro, tiene un trato privilegiado con Jesús: es testigo presencial de la resurrección de la hija de Jairo (Marcos.), de la transfiguración de Jesús (Lucas.) y de la oración en el Huerto de los Olivos (Marcos.). También formó parte del grupo restringido de discípulos que fueron testigos del último signo realizado por Jesús ya resucitado: su aparición a orillas del lago de Tiberíades y la pesca milagrosa (Juan.). Los Hechos de los Apóstoles registra su presencia en el Cenáculo en espera orante de la venida del Espíritu Santo (Hechos.). Santiago es condenado a muerte y decapitado por orden del Rey de Judea Herodes Agripa I (Hechos.). Por este dato podemos poner la fecha de muerte de Santiago entre los años 41 y 44, pues fueron los años en que Agripa I fue rey de Judea.

Datos de la tradición medieval
Según una tradición medieval, tras el Pentecostés (hacia 33 d. C.), cuando los apóstoles son enviados a la predicación, Santiago habría cruzado el mar Mediterráneo y desembarcado para predicar el Evangelio en la Hispania (actuales España y Portugal). Según unos relatos, su prédica habría comenzado en la Gallaecia, a la que habría llegado tras pasar las Columnas de Hércules. Según el escritor gaditano Fray Gerónimo de la Concepción, Santiago fue quien consagró el Templo de Hércules a San Pedro (Sancti Petri). Siguió bordeando la Bética y la deshabitada costa de Portugal; otras tradiciones afirman su llegada a Tarraco y su viaje por el valle del Ebro, hasta entroncar con la vía romana que recorría las estribaciones de la Cordillera Cantábrica y terminaba en la actual La Coruña. Una tercera versión postula su llegada a Carthago Nova (actual Cartagena, por el barrio de Santa Lucía), de donde partiría hacia el norte. Esta tradición hace de Santiago el santo patrón protector de España.

En cualquier caso, la tradición de la evangelización por el Apóstol Santiago indica que este hizo algunos discípulos, y siete de ellos fueron los que continuaron la tarea evangelizadora una vez que Santiago regresó a Jerusalén. Para ello fueron a Roma y fueron ordenados obispos por San Pedro. Son los siete Varones apostólicos. La tradición de los Varones Apostólicos los sitúa junto a Santiago en Zaragoza cuando la Virgen María se apareció en un pilar.

De acuerdo a la tradición cristiana, hacia el año 40, el 2 de enero, la Virgen María se apareció a Santiago el Mayor en Caesaraugusta. María llegó a Zaragoza «en carne mortal» —mucho antes de su asunción— y como testimonio de su visita habría dejado una columna de jaspe conocida popularmente como «el Pilar». Se cuenta que Santiago y los siete primeros convertidos de la ciudad edificaron una primitiva capilla de adobe en la vera del Ebro.

Tradicionalmente, se ha afirmado que los restos hallados en Santiago de Compostela a principios del siglo IX correspondían al apóstol Santiago, pero la falta de un análisis directo de dichos restos, permite suponer que pueden ser los restos del obispo Prisciliano, o de otra persona importante del período romano. No obstante, el papa León XIII, en 1884, en forma de Bula Papal reafirmó la pertenencia de los restos al apóstol, tras mandar analizar los restos conservados dentro de la tumba.

La tradición que sitúa a Santiago el Mayor fuera de Jerusalén, poco antes de su martirio, la recogen diversos apócrifos neotestamentarios (El libro de la Dormición de María, etc.), todos ellos anteriores al "descubrimiento" de la Tumba del Apóstol. Según estos relatos, cuando María ve cerca su muerte, recibe la visita de Jesucristo resucitado. Ella le pide estar rodeada por los apóstoles en el día de su muerte, pero todos ellos están dispersos por el mundo. Jesucristo le concede su deseo y permite que sea la misma María, por medio de aparición milagrosa, quien avise a sus discípulos. La aparición de María a Santiago se habría producido sobre un pilar en Caesaraugusta (actual Zaragoza), columna que se sigue venerando en la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, en la capital aragonesa.

Santiago habría hecho todo el viaje de vuelta desde España hasta Jerusalén para encontrar a María, madre de Jesús de Nazaret (ya que ella seguía viva allí, en la capital de Judea) antes de su dormición, hallando la muerte ante Herodes Agripa en el martirio. La leyenda se cierra con que dos de sus discípulos, Atanasio y Teodoro, habrían llevado su cuerpo (conservado de alguna manera) por el mar Mediterráneo en una mítica embarcación de piedra y habrían costeado el Atlántico nuevamente hasta Galicia, donde lo habrían enterrado justamente en Iria Flavia, donde el obispo Teodomiro lo halló en el siglo IX.

La tumba del Apóstol
Alrededor del año 813, en tiempos del Rey de Asturias Alfonso II el Casto, un ermitaño cristiano llamado Paio (Pelayo) le dijo al obispo gallego Teodomiro, de Iria Flavia (España), que había visto unas luces merodeando sobre un monte deshabitado. Hallaron una tumba, probablemente de origen romano, donde se encontraba un cuerpo decapitado con la cabeza bajo el brazo. El rey Alfonso ordenó construir una iglesia encima del cementerio (compositum), origen de la Catedral de Santiago de Compostela («Santo Jacob del compositum»). Otros sostienen que la palabra Compostela proviene de campus stellae: «campo de las estrellas», debido a las luces que bailoteaban sobre el cementerio (véase fuego fatuo).

En el mes de mayo de 1589, Francis Drake amenazó Compostela después de desembarcar en La Coruña. El Arzobispo, Juan de Sanclemente, acordó con el Cabildo de la Catedral ocultar cuanto de importante había en ella. Por ello, los restos fueron depositados en un escondrijo dentro del ábside de la capilla mayor, detrás del altar. Tales restos fueron encontrados a treinta metros de profundidad respecto del suelo en las excavaciones realizadas en la Catedral en 1878 y 1879 por Antonio López Ferreiro.

En tales excavaciones, se pudo encontrar, entre los restos de un mausoleo romano, una inscripción sepulcral en griego, Athanasios martyr y los restos de tres personas distintas: dos de edad media y una en el último tercio de vida, lo que llevó a identificarlos con los tradicionales Santiago y sus discípulos Atanasio y Teodoro. No obstante, el Papa León XIII nombró una Congregación extraordinaria para el estudio de estos restos. Los documentos enviados a Roma, sin embargo, no le satisficieron, enviando a Monseñor Agostino Caprara, Promotor de la Fe en el proceso, a Santiago para que examine sobre el terreno los restos y tome declaración a quienes intervinieron. Caprara, no obstante, mandó analizar primero el presunto resto de Santiago venerado en Pistoia, tarea que estuvo a cargo del Doctor Chiapelli, quien dictaminó que se trataba de una apófisis mastoidea derecha con restos de sangre coagulada, pieza que habría sido separada a consecuencia de una decapitación.

El 8 de junio de 1884 llega a Santiago, y en el examen se constata que uno de los tres cráneos carece de apófisis mastoidea derecha. La resolución de la Congregación fue publicada el 25 de julio del mismo año, festividad de Santiago. León XIII publicó el 1 de noviembre del mismo año la Bula Deus Omnipotens, donde hacía un repaso a la Historia del Santuario y llamaba a emprender nuevas peregrinaciones a Santiago

Sin embargo, quedaba por constatar la datación cronológica de los restos, lo que llevó a mediados del siglo XX a voces críticas. Así, Claudio Sánchez Albornoz: ...pese a todos los esfuerzos de la erudición de ayer y de hoy, no es posible, sin embargo, alegar en favor de la presencia de Santiago en España y de su traslado a ella, una sola noticia remota, clara y autorizada. Un silencio de más de seis siglos rodea la conjetural e inverosímil llegada del apóstol a Occidente, y de uno a ocho siglos la no menos conjetural e inverosímil traslatio. Sólo en el siglo VI surgió entre la cristiandad occidental la leyenda de la predicación de Santiago en España; pero ella no llegó a la Península hasta fines del siglo VII.

C. Sánchez Albornoz: "En los albores del culto jacobeo", en Compostellanum 16 (1971) pp. 37-71.
Por una parte, se ha documentado arqueológicamente la existencia previa de una necrópolis dolménica y luego de un cementerio utilizado en época romana y sueva. Estos descubrimientos solo prueban que Compostela era una necrópolis precristiana, pero no soluciona nada con respecto a la tumba de Santiago, cuyos restos podrían pertenecer bien al mismo apóstol (el tráfico de reliquias comenzaba a desarrollarse en ese periodo), bien a cualquier otro mártir cristiano. Incluso algunos proponen que se trate de los restos del mismísimo Prisciliano. En 1955 se encontró, en las proximidades de la tumba, la cubierta sepulcral de Teodomiro, lo que confirma que quiso enterrarse en el lugar de su propio hallazgo.

En 1988, dos académicos de la Real Academia de la Historia avanzan en los descubrimientos: el filólogo Isidoro Millán González-Pardo afirma haber hallado la inscripción martyr y una referencia a Atanasio en una piedra datada a finales del siglo I o principios del siglo II, mientras que el arqueólogo Antonio Blanco Freijeiro confirma los restos del Apóstol.

Los descubrimientos más recientes proceden de un estudio desarrollado por Enrique Alarcón, profesor de Metafísica de la Universidad de Navarra, publicado el 24 de junio de 2011, en el ámbito de la clausura de la Cátedra Camino de Santiago, sobre la base de los estudios realizados en 1988 y de reproducciones de la tumba, por no tener acceso físico a la misma, afirmando haber hallado la inscripción Jacob (Santiago, en hebro), con simbología propia de la estética del cementerio judeocristiano de Israel del siglo I. Una de las inscripciones contiene supuestamente referencias a la fiesta judía del Shavu'ot con representación de panes rituales. Esta fiesta, de la que se tiene conocimiento por el Levítico, se considera desapareció en torno al 70 d. C., con motivo de la destrucción del Templo de Jerusalén por los romanos, lo que permitiría ubicar cronológicamente la tumba. Estos datos permitirían rechazar cualquier atribución de los restos a Prisciliano.

Dicho estudio continúa actualmente, pues faltan todavía las aportaciones que pueda realizar la propia Universidad de Santiago y el Cabildo de la Catedral.

La configuración actual de la cripta bajo el altar procede de las excavaciones realizadas a finales del siglo XIX. Los restos fueron depositados en una urna de plata realizada en 1886 por los orfebres Rey Martínez, dentro de un cofre de madera forrado con terciopelo rojo y con tres compartimentos, para Santiago, Atanasio y Teodoro.

Onomástica
Su nombre en hebreo es Jacob (יעקב), pero con el tiempo se ha ido deformando en Jacobo, Iago, Yago, San Iago, San Yago, Santiago, Tiago o Thiago, Diego, Jaime, James, Jim, Jimmy, Jackes, Jacques. Decir San Santiago es un error.

Santiago el Menor
Santiago el Menor (Ἰάκωβος, Iakōbos en griego; en hebreo, יעקב בן חלפי‎ Ya'akov ben Halfay) o Santiago, hijo de Alfeo para distinguirlo del otro apóstol del mismo nombre, (Santiago el Mayor o Santiago, hijo de Zebedeo) fue uno de los doce apóstoles de Jesucristo. Era hijo de Cleofás o Alfeo y de María de Cleofás, y hermano de Judas Tadeo y de otro José (Marcos 15, 40.).

En latín eclesiástico se le denominaba Sanctus Iacobus, literalmente "San Jacobo", compuesto que devino en Sant Iaco y Sant Iague (o Yagüe) para culminar como Sant Iago.

Identidad
Mateo nos dice que hay dos apóstoles llamados Santiago (llamado Jacobo en la biblia Reina Valera): Los nombres de los doce apóstoles son estos: primero Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano; Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano; Felipe, Bartolomé, Tomás, Mateo el publicano, Jacobo hijo de Alfeo, Lebeo, por sobrenombre Tadeo, Simón el cananita, y Judas Iscariote, el que también le entregó. Mateo 10:2-4

Lucas nos confirma lo mismo, el primero sería llamado Santiago el Mayor y el segundo como Santiago el Menor. Simón, a quien también llamó Pedro, y a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, Mateo y Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón al que llamaban el Zelote, Judas hermano de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser traidor. Lucas 6, 14-16

El mismo Judas Tadeo manifiesta que es pariente cercano de Santiago el Menor, diciendo: Judas, siervo de Jesucristo, y hermano de Jacobo, a los llamados, santificados en Dios Padre, y guardados en Jesucristo: Judas 1:1

La tradición cristiana siempre lo ha identificado como "el hermano del Señor" que se entrevistó con Pablo; con el Santiago mencionado en la Carta a los Gálatas como una de las "columnas de la Iglesia"; con el que tomó la palabra durante el Concilio de Jerusalén, evidentemente un líder de la comunidad, al que Pedro había mandado anunciar su liberación; quien quedó a cargo de la Iglesia de dicha ciudad cuando la dispersión de los apóstoles por el mundo y fue su primer obispo; con el Santiago a quien -según cuenta Pablo- se le apareció Jesús resucitado; y con el autor de la Carta de Santiago.

Algunos estudiosos en el tema afirman que Santiago el Menor hace referencia al mismo Santiago "hermano de Jesús" como es el caso de la doctrina católica, mientras que otros afirman que se tratan de personas diferentes, como sucede con la doctrina protestante. Según ésta doctrina, Marcos nos hace ver la diferencia entre los dos Apóstoles llamados Santiago, y el otro Santiago, pariente de Jesús, que algunos identifican como Santiago el Justo.

Jesús, quien antes de los 30 años ayudaba a su padre en la carpintería, fue reconocido por las personas donde había crecido: ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.
Marcos 6:3

La misma doctrina afirma que Pablo habla también de este tercer Santiago (Jacobo), el cual era diferente a los dos Apóstoles: Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los Apóstoles, sino a Jacobo, el hermano del Señor. Gálatas 1:18-19

Aunque el acierto más favorable viene de los escritos no bíblicos del historiador Flavio Josefo. Es de tomar en cuenta que en la sociedad del lugar, de naturaleza patriarcal, el término "hermano" cubría un amplio número de parientes cercanos, y no necesariamente implicaba el ser "hermano de sangre", es decir, hijo de los mismos padres. Así mismo con el término "primo", ya que la Virgen María y Santa Isabel tenían seguramente una relación familiar más lejana que la que se entiende hoy por ese término.

Josefo nos ilustra la muerte del hermano de Jesús en manos del Sumo Sacerdote Anás ben Anás o Ananus (Ananías) el cual no es el Ananías ben Nebedeo que enjuició al Apóstol Pablo :

Ananías era un saduceo sin alma. Convocó astutamente al Sanedrín en el momento propicio. El procurador Festo había fallecido y el sucesor, Albino, todavía no había tomado posesión. Hizo que el Sanedrín juzgase a Santiago, hermano de Jesús, quien era llamado Cristo, y a algunos otros. Les acusó de haber transgredido la Ley y les entregó para que fueran apedreados. (Antigüedades judías, 20.9.1). La historiografía data este evento en el año 62.

Identificación con Santiago, hijo de Alfeo
Jerónimo identificó a Santiago, el Menor con Santiago, hijo de Alfeo, escribiendo en su obra titulada La virginidad perpetua de la bienaventurada María lo siguiente:

Nadie duda que habían dos apóstoles de nombre Santiago, Santiago el hijo de Zebedeo, y Santiago el hijo de Alfeo. ¿Usted pretende que el comparativamente menos conocido Santiago el menor, quién es llamado el hijo de María, pero no de María la madre de nuestro Señor, es un apóstol, o no lo es? Si él es un apóstol, entonces debe ser el hijo de Alfeo y un creyente en Jesús. (...) La única conclusión es que la María que es descrita como la madre de Santiago el menor era la esposa de Alfeo y la hermana de María, la madre del Señor, aquella que es llamada por Juan el Evangelista “María de Cleofás”2​
Papias de Hierápolis, quien vivió alrededor del año 70-163 d. C., en los fragmentos de su obra Exposiciones de los Oráculos del Señor relata que María, esposa de Alfeo, es la madre de Santiago el Menor: María, madre de Santiago el Menor y de José, esposa de Alfeo, era la hermana de María, la madre del Señor, a quien Juan llama Cleofás. Por lo tanto, Santiago, hijo de Alfeo, sería el mismo que Santiago el Menor.

Posible identidad con Santiago, hermano del Señor
Santiago el Menor también podría ser identificado con Santiago el hermano de Jesús (Santiago el Justo). Jerónimo también concluyó que Santiago "el hermano del Señor" es el mismo que Santiago el Menor. Para explicar esto, Jerónimo primero dice que Santiago el Menor debe identificarse con Santiago, el hijo de Alfeo. Después de esto, Santiago el Menor siendo el mismo que Santiago, hijo de Alfeo, Jerónimo relata en su obra llamada De Viris Illustribus que Santiago "el hermano del Señor" es el mismo que Santiago, hijo de Alfeo: Santiago, quien es llamado hermano del Señor, apellidado el Justo, hijo de José de otra esposa, como algunos piensan, pero, como a mi me parece, el hijo de María, la hermana de la madre nuestro Señor, María de Cleofás, de quien Juan hace mención en su libro (Juan 19:25). Así, Jerónimo concluye que Santiago, el hijo de Alfeo, Santiago el Menor, y Santiago, hermano del Señor, son una y la misma persona.

Variantes del nombre
Puede existir cierta confusión de nombres según la biblia que se lea en el idioma español. Algunas biblias, entre ellas la Reina Valera, usa la palabra Jacobo en lugar de la palabra Santiago, ambas palabras son variantes del idioma español del nombre propio Ya'akov (en hebreo: יַעֲקֹב). Por tanto, "Santiago el Menor" es lo mismo que "Jacobo el menor"; y "Santiago, hijo de Alfeo" es lo mismo que "Jacobo, hijo de Alfeo".

Santiago el Justo
Santiago o Jacobo el Justo (en hebreo, יעקב‎, Ya'akov; en griego antiguo, Iάκωβος, Iákōbos, de allí Jacobo), muerto en el martirio en 62 o 69 d. C., fue una figura importante de la Edad Apostólica. Sus epítetos habituales son Santiago o Jacobo, el hermano del Señor y Santiago el Justo. La mayoría está de acuerdo que no se debe confundir con Santiago, hijo de Zebedeo. En la Biblia es llamado Jacobo o Santiago, derivación de «San Jacobo» (Sancti Iacob). La tradición católica generalmente sostiene que este Santiago debe ser identificado con Santiago, hijo de Alfeo, conocido como Santiago el Menor.

Los católicos y los ortodoxos, así como algunos anglicanos y luteranos, creen en la virginidad perpetua de María; ellos enseñan que Santiago, junto con otros nombrados en el Nuevo Testamento como "hermanos de Jesús" (Griego: ἀδελφοὶ, transliteración: adelphoi) no eran los hijos biológicos de María, sino posiblemente primos de Jesús o hermanos de un matrimonio anterior de José.

Identificación
Como obispo de Jerusalén
En una carta pseudoepigráfica del siglo IV atribuida a Clemente de Roma (siglo I), Santiago es llamado «obispo de obispos, que gobierna Jerusalén, la Santa Asamblea de los Hebreos, y todas las asambleas en todas partes».

Hegesipo, en el quinto libro de sus Comentarios, escribiendo sobre Santiago, dice que: «Después de los apóstoles, Santiago el hermano del Señor, de sobrenombre el Justo, fue nombrado jefe de la Iglesia en Jerusalén».

Clemente de Alejandría escribió en el sexto libro de su Hypotyposes que Santiago el Justo fue elegido como obispo de Jerusalén por Pedro, Santiago (el Mayor) y Juan: "Porque dicen que Pedro, Santiago y Juan después de la ascensión de nuestro Salvador, Como si también fuera preferido por nuestro Señor, no se esforzó después de honor, sino que escogió a Santiago, el Justo obispo de Jerusalén". Sin embargo, el mismo autor, en el séptimo libro de la misma obra, relata también lo siguiente acerca de él: «El Señor, después de su ascensión, entregó el conocimiento (gnosis) a Santiago el Justo, a Juan y a Pedro; éstos a su vez lo entregaron a los otros apóstoles y a los setenta, de los cuales Bernabé era uno.»

De acuerdo con Eusebio de Cesarea, Santiago fue nombrado obispo de Jerusalén por los apóstoles: "Santiago, hermano del Señor, a quien los apóstoles habían confiado el asiento episcopal en Jerusalén". Jerónimo escribió lo mismo: "Santiago ... después de la pasión de nuestro Señor ... ordenado por los apóstoles obispo de Jerusalén ..." además escribe que Santiago "gobernó la iglesia de Jerusalén treinta años".

El Oxford Dictionary of the Christian Church afirma que Santiago el Justo fue "desde una fecha temprana con Pedro un líder de la Iglesia en Jerusalén y desde el momento en que Pedro dejó Jerusalén después del intento de Herodes de matarlo, Santiago aparece como la autoridad principal que presidió el Concilio de Jerusalén".

Además de un puñado de referencias en los Evangelios sinópticos, las fuentes principales de su vida son los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas paulinas; Eusebio y Jerónimo quienes también citan a los primeros cronistas cristianos Hegesipo y Epifanio. La Epístola de Santiago en el Nuevo Testamento se atribuye tradicionalmente a él, y él es el principal autor del Decreto Apostólico de Hechos 15. En las listas existentes de seudo Hipólito de Roma,16​ seudo Doroteo de Tiro, el Cronicón pascual y Demetrio de Rostov, él es el primero de los Setenta Discípulos aunque algunas fuentes como la Enciclopedia Católica declara que estas listas son desafortunadamente inútiles.

Posible identidad con Santiago, hijo de Alfeo
Jerónimo considera que el término «hermanos» del Señor eran los primos de Jesús, amplificando así la doctrina de la virginidad perpetua. Además, concluye que Santiago «el hermano del Señor» (Gálatas 1, 19.), por lo tanto es Santiago, hijo de Alfeo, uno de los doce apóstoles de Jesús, hijo de María de Cleofás. Fuentes contemporáneas cercanas también insisten en que Santiago también fue un «célibe perpetuo» desde el vientre, un término que según Robert Eisenman fue aplicado más tarde a su madre, María.

En dos pequeñas pero potencialmente importantes obras de Hipólito, Sobre los Doce Apóstoles de Cristo y Sobre los Setenta Apóstoles de Cristo, él relata lo siguiente: Y Santiago hijo de Alfeo, cuando predicaba en Jerusalén, fue apedreado hasta la muerte por los judíos, y fue sepultado allí al lado del templo. Santiago, el hermano de Jesús, también fue apedreado hasta la muerte por los judíos. Con este testimonio de Hipólito hay buenas razones para suponer que Santiago el hijo de Alfeo es la misma persona que Santiago el hermano de Jesús.

Estas dos obras de Hipólito son a menudo descuidadas porque los manuscritos se perdieron durante la mayor parte de la edad de la iglesia y luego fueron encontrados en Grecia en el siglo XIX. Como la mayoría de los estudiosos los consideran falsos, a menudo se atribuyen a Pseudo-Hipólito. Los dos son incluidos en un apéndice a las obras de Hipólito en la colección voluminosa de los Padres de la Iglesia Primitiva.

Según los fragmentos de la obra Exposiciones de los Oráculos del Señor del Padre apostólico Papías de Hierápolis, que vivió cerca del 70-163 d. C, Cleofás y Alfeo son la misma persona, y María, la esposa de Cleofás o Alfeo, sería la madre de Santiago el hermano de Jesús, de Simón y de Judas (Tadeo) y de un José.

(1) María, la madre del Señor; (2) María, esposa de Cleofás o Alfeo, quien fue madre de Santiago el obispo y apóstol, de Simón y de Tadeo, y de un José; (3) María Salomé, esposa de Zebedeo, madre de Juan el evangelista y Santiago; (4) María Magdalena. Estos cuatro se encuentran en el Evangelio ... (Fragmento X)

Así, Santiago, el hermano del Señor sería hijo de Alfeo, quien es el esposo de María, esposa de Cleofás, o de María, esposa de Alfeo. Para el teólogo anglicano J.B. Lightfoot este fragmento citado anteriormente sería falso.

Posible identidad con Santiago el Menor
Jerónimo también concluyó que Santiago "el hermano del Señor" es el mismo que Santiago el Menor. Para explicar esto, Jerónimo primero dice que Santiago el Menor debe ser identificado con Santiago, hijo de Alfeo, e informa en su obra "Sobre la Virginidad Perpetua de la Bienaventurada María" lo siguiente: Nadie duda que habían dos apóstoles de nombre Santiago, Santiago el hijo de Zebedeo, y Santiago el hijo de Alfeo. ¿Usted pretende que el comparativamente menos conocido Santiago el menor, quién es llamado el hijo de María, pero no de María la madre de nuestro Señor, es un apóstol, o no lo es? Si él es un apóstol, entonces debe ser el hijo de Alfeo y un creyente en Jesús. (...) La única conclusión es que la María que es descrita como la madre de Santiago el menor era la esposa de Alfeo y la hermana de María, la madre del Señor, aquella que es llamada por Juan el Evangelista “María de Cleofás”

Después de decir que Santiago Menor es el mismo que Santiago, hijo de María de Cleofás, esposa de Alfeo y hermana de María la madre del Señor, Jerónimo describe en su obra De Viris Illustribus que Santiago "el hermano del Señor" es el mismo que Santiago, hijo de Alfeo y de María de Cleofás: Santiago, quien es llamado hermano del Señor, apellidado el Justo, hijo de José de otra esposa, como algunos piensan, pero, como a mi me parece, el hijo de María, la hermana de la madre nuestro Señor, María de Cleofás, de quien Juan hace mención en su libro (Juan 19:25). Así, Jerónimo concluye que Santiago, el hijo de Alfeo, Santiago el Menor, y Santiago, hermano del Señor, son una sola misma persona.

Epíteto
Eusebio registra que Clemente de Alejandría relató: «Este Santiago, a quien el pueblo de antaño llamaba el Justo debido a su virtud excepcional, fue el primero, como el registro nos dice, en ser elegido al trono episcopal de la iglesia de Jerusalén». El nombre también ayuda a distinguirlo de otras figuras importantes en el cristianismo primitivo del mismo nombre, como Santiago, hijo de Alfeo; Santiago, hijo de Zebedeo; Santiago el menor, hijo de una María y hermano de José (Marcos 15:40); y Santiago, hermano de Judas (Judas 1:1).

Otros epítetos son «Santiago el hermano del Señor, llamado el Justo», «Santiago el Justo», y «Santiago de Jerusalén».

Él a veces es denominado en el cristianismo oriental como «Santiago Adelphotheos» (en griego antiguo, Iάκωβος ο Αδελφόθεος) (Santiago, el hermano de Dios). La liturgia cristiana más antigua, la Liturgia de Santiago, utiliza este epíteto.

Santiagos en el Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento menciona a varios personajes llamados Santiago. Las epístolas paulinas, desde aproximadamente la sexta década del siglo I, tienen dos pasajes que citan a un Santiago. Los Hechos de los Apóstoles, escritos entre el 60 y el 150 d. C., también describen el período antes de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C. Este cuenta con tres menciones de un Santiago. Los Evangelios, con dataciones en disputa que van desde aproximadamente el 50 hasta tan tarde como el 130 d. C., describen el período del ministerio de Jesús, alrededor del 30-33 d. C. Estos mencionan al menos dos personas diferentes con el nombre de Santiago. El autor de la Epístola de Judas señala que él es un hermano de Santiago en el párrafo de apertura de esa epístola.

Las epístolas de Pablo
Pablo menciona el encuentro con Santiago, «el hermano del Señor» (τὸν ἀδελφὸν τοῦ κυρίου), a quien llama un «pilar» (στύλοι) en su Epístola a los gálatas: Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro, y permanecí con él quince días; pero no vi a ningún otro de los apóstoles, sino a Santiago el hermano del Señor. En esto que os escribo, he aquí delante de Dios que no miento. Después fui a las regiones de Siria y de Cilicia, (...) Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito. (...) a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros.Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me comunicaron. Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles), y reconociendo la gracia que me había sido dada, Santiago, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión. Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer.

Un Santiago es mencionado por Pablo en su primera epístola a los corintios, como aquel a quien Jesús se apareció después de su resurrección: Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.

Hechos de los Apóstoles
Hay un Santiago mencionado en Hechos, que la Enciclopedia Católica identifica con Santiago, el hermano de Jesús: «Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió, y se fue a otro lugar».

Santiago también es una autoridad en la iglesia primitiva en el concilio de Jerusalén (está citando Amós 9, 11-12.): Y cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo: Varones hermanos, oídme. Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre. Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito: «Después de esto volveré, y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído; y repararé sus ruinas, y lo volveré a levantar, para que el resto de los hombres busque al Señor, y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre, dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos». Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo.

Después de esto, solamente hay una mención más de Santiago en Hechos, su encuentro con Pablo poco antes del arresto de este: «Cuando llegamos a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con gozo. Y al día siguiente Pablo entró con nosotros a ver a Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos». (Hechos 21:17-18.)

Evangelios
Los evangelios sinópticos, de manera similar a la Epístola a los Gálatas, reconoce un grupo básico de tres discípulos (Pedro, Juan y Santiago) que tienen los mismos nombres que los dados por Pablo. En la lista de los discípulos que se encuentran en los Evangelios, dos de ellos llamados Santiago son mencionados en la lista de los doce discípulos.

El Evangelio de Marcos y el Evangelio de Mateo también mencionan a un Santiago como el hermano de Jesús: «¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él». El Evangelio de Juan no menciona a nadie llamado Santiago, pero menciona a unos hermanos sin nombre de Jesús que estuvieron presentes con María cuando Jesús asistió a la boda de Caná (Juan 2, 12.), y más tarde que sus hermanos no creyeron en él (Juan 7:5.).

Santiago, hijo de María
Una María también es mencionada más tarde como la madre de Santiago el menor y de José en el evangelio de Marcos: También había algunas mujeres mirando de lejos, entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé.

Por otra parte, se menciona a otra María como la madre de un Santiago y de un José en el Evangelio de Mateo y en el Evangelio de Marcos: Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle.

entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

La interpretación católica generalmente sostiene que Santiago el menor es el mismo Santiago mencionado en Marcos 16: 1 y Mateo 27:56 y debe ser identificado con Santiago, hijo de Alfeo y Santiago, el hermano de Jesús.

Otras fuentes
La Iglesia de Jerusalén
El fragmento X de Papías (escrito en el siglo II) se refiere a «Santiago el obispo y apóstol». Según Eusebio, la iglesia de Jerusalén escapó a Pella durante el asedio de Jerusalén por el futuro emperador Tito en el 70 y después regresó, con una nueva serie de obispos judíos hasta la revuelta de Bar Kojba en el 130. Después de la segunda destrucción de Jerusalén y la reconstrucción de la ciudad como Aelia Capitolina, los obispos posteriores eran griegos. Los datos de Eusebio son confirmados por el reporte del Itinerarium Burdigalense. Según la tradición ortodoxa, el actual sucesor de Santiago en la Iglesia de Jerusalén es el patriarca Teófilo III.

En los libros Apócrifos
Algunos evangelios apócrifos dan testimonio del respeto de los seguidores judíos de Jesús tenían para con Santiago. El fragmento 21 del Evangelio a los Hebreos confirma el relato de Pablo en 1 Corintios con respecto a la aparición de Jesús resucitado a Santiago, y esto se menciona también en el Evangelio de Tomás (una de las obras incluidas en la biblioteca de Nag Hammadi) en el versículo 12 el cual relata que los discípulos le preguntaron a Jesús: «Los discípulos dijeron a Jesús: ‹Sabemos que tu te irás de nosotros. ¿Quién será nuestro líder?›. Jesús les dijo: ‹Donde ustedes se encuentren, van a ir con Santiago el Justo, por cuya causa los cielos y la tierra han llegado a existir›». Epifanio (Panarion 29.4) describe a Santiago como nazareo.

El pseudoepigráfico Primer Apocalipsis de Santiago, asociado con el nombre de Santiago menciona muchos detalles, algunos de los cuales pueden reflejar tradiciones tempranas: él (Santiago) se dice que tuvo autoridad sobre los doce apóstoles y la iglesia primitiva, afirma que Santiago y Jesús no son hermanos biológicos, esta obra añade también, un tanto desconcertante, que Santiago salió de Jerusalén y huyó a Pella antes del asedio romano de esa ciudad en 70 (Ben Witherington sugiere que lo que se quiere decir con esto es que los huesos de Santiago fueron tomados por los primeros cristianos que habían huido de Jerusalén).

El seudepigráfico Segundo Apocalipsis de Santiago nombra al padre de Santiago "Theudas" en lugar de José, que se presenta como el padre biológico de Santiago.

El Apócrifo de Santiago, cuya única copia se encuentra en la biblioteca de Nag Hammadi y que pudo haber sido escrito en Egipto en el siglo tercero, relata la aparición post-resurrección de Jesús a Santiago y a Pedro, que Santiago afirma, fue registrado en hebreo. En el diálogo, Pedro habla dos veces (3:12; 9:1), pero mal entiende a Jesús. Sólo a Santiago se dirige por su nombre (6:20), y es el más dominante de los dos.

El apócrifo Evangelio de Felipe parece enumerar a María como una hermana de Jesús sin especificar si es la hija de María y José o la hija de José por un matrimonio anterior.

El Evangelio de Santiago (o «Evangelio de la infancia de Santiago»), una obra del siglo segundo, también se presenta a si misma como escrita por Santiago, una señal de que su autoría se prestaría autoridad, y también lo hacen varios tratados en los códices encontrados en Nag Hammadi.

Parentesco con Jesús
Los hermanos de Jesús (Santiago, así como Judas, Simón y José) se nombran en Mateo 13:55, Marcos 6:3 y en otros lugares. El nombre de Santiago siempre aparece primero en las listas, lo que sugiere que él era el mayor de entre ellos. En el pasaje de las Antigüedades judías de Josefo (20.9.1), el historiador judío describe a Santiago como «el hermano de Jesús, llamado el Cristo».

La interpretación de la frase «el hermano del Señor» y expresiones similares se divide entre los que creen que María tuvo algunos niños; y entre aquellos (católicos, ortodoxos orientales y algunos protestantes tales como los anglicanos y luteranos) que sostienen la perpetua virginidad de María. Lo único que la doctrina católica ha definido en relación con los «hermanos del Señor» es que no son hijos biológicos de María,, y por tanto, los católicos no los consideran hermanos de sangre de Jesús.

Hermano de sangre más joven, hijo de María y José
El Nuevo Testamento dice que Jesús fue milagrosamente concebido y nacido de una virgen, y Jesús es referido como el "hijo primogénito" de María, por lo que Santiago y los otros llamados hermanos de Jesús son considerados por algunas personas como los hermanos de sangre más jóvenes. Helvidio parece ser el primer hombre que declara directamente (c. 380) que María tuvo otros hijos además de Jesús.

El reporte de Lucas de la visita de José, María y Jesús al templo de Jerusalén cuando Jesús tenía 12 años no hace ninguna referencia a los hermanos de sangre de Jesús. Robert Eisenman, sin embargo, opina que Lucas, como un seguidor cercano del cristianismo gentil paulino, trató de minimizar la importancia de la familia de Jesús por cualquier medio posible, eliminando a Santiago y a los hermanos de Jesús del registro del Evangelio. Sin embargo, Karl Keating afirma que María y José se apresuraron sin dudarlo de vuelta a Jerusalén, cuando se dieron cuenta que Jesús estaba perdido, lo cual ellos seguramente habrían pensado dos veces antes de hacerlo si había otros niños (hermanos de Jesús) que cuidar. Por su parte, Jerónimo afirma en su tratado La Virginidad Perpetua de María Santísima que el término primogénito se utiliza para referirse a cualquier descendiente que abrió el vientre, en lugar de definitivamente aplicar a otros niños.

Medio hermano más joven, hijo de María y un segundo marido
Una variante de esta es presentada por James Tabor, quien argumenta que después de la temprana muerte de José y sin hijos, María se casó con Cleofás, a quien el acepta como un hermano menor de José, de acuerdo con la ley del levirato. De acuerdo con este punto de vista, Cleofás engendró a Santiago y a los hermanos posteriores, pero no a Jesús. John Dominic Crossan sugiere que Santiago era probablemente el hermano mayor de Jesús.

Medio hermano mayor, hijo de José de un matrimonio anterior
El Protoevangelio de Santiago dice que María estaba desposada con José y que el ya tenía hijos. En este caso, Santiago era uno de los hijos de José de su matrimonio anterior y por lo tanto, hermanastro de Jesús.

El obispo de Salamina, Epifanio, escribió en su obra El Panarion (374-375 d. C.) que "... Santiago (el hermano de Jesús) era de hijo de José por la primera esposa, no por María ..." Él añade que José fue padre de Santiago y de sus tres hermanos (José, Simeón, Judá) y dos hermanas (una Salomé y una María) o (una Salomé y una Ana) con Santiago siendo el hermano mayor. Santiago y sus hermanos no eran hijos de María, sino hijos de José de un matrimonio anterior. Después de la muerte de la primera esposa de José, muchos años después, cuando tenía ochenta años, "tomó a María (madre de Jesús)". Según Epifanio, las Escrituras los llaman "hermanos del Señor" para confundir a sus oponentes.

Un argumento que apoya este punto de vista es que hubiera estado en contra de la costumbre judía de Jesús al dejar a su madre al cuidado de Juan (quien para nada se sospecha el sea un pariente de sangre de Jesús) si María tuviera otros hijos vivos. Esto se debe a que el hijo mayor asumiría la responsabilidad de su madre tras la muerte de su marido; cualquiera de los otros hijos de María habría tomado esta responsabilidad si ellos hubieran existido; por lo tanto, esto está en contra de una relación directa con un hermano natural. Además, el arameo y hebreo tendían a utilizar circunloquios para señalar las relaciones de sangre; se afirma que sólo llamar a algunas personas «hermanos de Jesús» no habría implicado necesariamente la misma madre. Más bien, algo así como «hijos de la madre de Jesús» habría sido utilizado para indicar una madre común. Los estudiosos y teólogos que afirman este punto señalan que Jesús fue llamado «el hijo de María» en lugar de «un hijo de María» en su ciudad natal (Marcos 6:3.).

Primo, hijo de una hermana de María
Se afirma que Santiago, junto con los otros nombrados «hermanos» de Jesús, podrían haber sido primos de Jesús. Esta afirmación se justifica por el hecho de que los primos también eran llamados «hermanos» y «hermanas» en la lengua materna de Jesús, el arameo, que, como el hebreo bíblico, no contiene una palabra para primo. Por otra parte, las palabras griegas adelphos y adelphe no se limitaban a su significado literal de un hermano o hermana de sangre en la Biblia, ni eran sus plurales.65​ Este uso es todavía común en Grecia y otras culturas de los Balcanes. La tradición de considerar primos como hermanos o hermanas, es todavía evidente en la mayoría de las culturas orientales; en algunas lenguas, el término primo ni siquiera existe.

Eusebio de Cesarea (c. 275-339) informa la tradición de que Santiago el Justo era el hijo del hermano de José, Cleofás, y por lo tanto era de los «hermanos» (el cual Eusebio interpreta como «primo») de Jesús como se describe en el Nuevo Testamento.

Esto es compartido por Jerónimo (c. 342-419) en De Viris Illustribus (En Hombres Ilustres), Santiago se dice es el hijo de otra María, esposa de Cleofás, y la «hermana» de María, la madre de Jesús; de la siguiente manera: Santiago, quien es llamado el hermano del Señor, llamado el Justo, el hijo de José de otra mujer, como algunos piensan; pero, como a mí me parece, es el hijo de María, hermana de la madre de nuestro Señor, a quien Juan hace mención en su libro (...).

Jerónimo refiere la escena de la crucifixión en Juan 19:25, donde tres mujeres llamadas María (María, la madre de Jesús; María de Cleofás; y María Magdalena) se dice que son testigos. Juan también menciona la «hermana» de la madre de Jesús, a menudo identificada con María de Cleofás, debido a la gramática. María «de Cleofás» es interpretada a menudo como María, «esposa de Cleofás». María de Nazaret y María de Cleofás también no tienen que ser, literalmente, hermanas, a la luz del uso de dichas palabras en griego, hebreo y arameo.

Se sugiere que María de Cleofás es la misma que «María, la madre de Santiago el menor y de José», «María la madre de Santiago y de José» y la «otra María» en los relatos de la crucifixión y post-resurrección de Jesús en los Evangelios sinópticos. Los defensores de esta identificación argumentan que los escritores de los sinópticos habrían llamado a esta María, simplemente, «la madre de Jesús» si ella era, de hecho, la madre de Jesús, dada la importancia de la crucifixión y resurrección de su hijo; también se debe tener en cuenta que la madre de Santiago y de José se llama «María», mientras que la madre de Jesús es «Mariam» o «Marías» en griego. A estos defensores les resulta poco probable que María fuera referida por sus hijos naturales, aparte de Jesús, en un momento tan significativo (Santiago pasa a ser el hermano de un José, como está escrito en Marcos; o de José, como está en Mateo).

La opinión de Jerónimo sugiere una identificación de Santiago el Justo con el apóstol Santiago, hijo de Alfeo; Cleofás y Alfeo se creen son diferentes versiones griegas del nombre arameo Halpai. A pesar de esto, algunos eruditos bíblicos tienden a distinguirlos; además esto no es un dogma católico, aunque sí es una enseñanza tradicional. Dado que Cleofás es, según Eusebio, el hermano de José de Nazaret (ver arriba) y esta María se dice que es la hermana de María de Nazaret, Santiago pudo estar relacionado con Jesús por la sangre y la ley.

Otros parentescos
También, Jesús y Santiago pudieran estar relacionados de alguna otra manera, no estrictamente como «primos», siguiendo la aplicación no literal del término griego adelphos y el término arameo para hermano. Según el apócrifo primer Apocalipsis de Santiago, Santiago no es el hermano terrenal de Jesús, sino un hermano espiritual que según los gnósticos «recibió conocimiento secreto de Jesús antes de la Pasión».

Vida
No hay mención de Santiago en el Evangelio de Juan y las primeras partes de los Hechos de los Apóstoles. Los sinópticos mencionan su nombre, pero no hay más información. Sin embargo, los últimos capítulos de los Hechos de los Apóstoles proporcionan evidencia de que Santiago fue una figura importante en la comunidad cristiana de Jerusalén.

Pablo además describe a Santiago por ser una de las personas a las que el Cristo resucitado se mostró (1 Corintios 15:3-8.); más adelante en 1 Corintios, Pablo menciona a Santiago en una manera que sugiere que había estado casado (1 Corintios 9:5.); y en Gálatas, Pablo enumera a Santiago con Cefas (más conocido como Pedro) y a Juan como las tres «columnas» de la Iglesia (Gálatas 2:9.) quienes ministrarán a los «de la circuncisión» (en general a judíos y prosélitos judíos) en Jerusalén, mientras que Pablo y sus compañeros ministrarán a los «de la incircuncisión» (en general a los gentiles) (Gálatas 2:12.). Estos términos (circuncisos e incircuncisos) generalmente se interpretan en el sentido de judíos y griegos, quienes eran predominantes; sin embargo, esto es una simplificación excesiva puesto que en la Provincia de Judea del siglo I, también había algunos judíos que no estaban circuncidados, y algunos griegos (llamados prosélitos o judaizantes) y otros como egipcios, etíopes, y los árabes que sí lo estaban.

Él parece haber tomado el lugar de Santiago, hijo de Zebedeo, después de su martirio, alrededor del 44 d. C. Cuando Pedro, habiendo escapado milagrosamente de la cárcel, debe huir de Jerusalén debido a la persecución de Herodes Agripa I, pide que se le informe a Santiago (Hechos 12:17.).

Cuando los cristianos de Antioquía estaban preocupados sobre si los cristianos gentiles necesitaban ser circuncidados para ser salvos, enviaron a Pablo y Bernabé para consultar con la iglesia de Jerusalén. Santiago era el jefe local de la iglesia más antigua y el líder de la parte más conservadora de los judeocristianos. Jugó un papel destacado en la formulación de la decisión del consejo. Santiago fue la última figura al hablar, después de Pedro, Pablo y Bernabé; él entregó lo que él llamó su «decisión» (Hechos 15:19. NVI), en el sentido original está más cerca de la «opinión». Él los apoyó en estar en contra de la exigencia (Pedro había citado su revelación anterior de Dios con respecto a los gentiles) y sugirió prohibiciones acerca de comer sangre, así como carne sacrificada a los ídolos y la fornicación. Existe la opinión de que «estrangulado» y «sangre» en los textos se refieren a las condiciones de prepucio: parafimosis y frenillo roto, respectivamente. Esto se convirtió en el fallo del Concilio, acordado por todos los apóstoles y los ancianos, y se envió a las otras iglesias por carta. Cuando Pablo llega a Jerusalén para entregar el dinero que recaudó para los fieles allí, es a Santiago con quien él habla, y es Santiago quien insiste en que Pablo se limpie ritualmente a sí mismo en el templo de Herodes para probar su fe y negar los rumores de la enseñanza de la rebelión contra la Torá (Hechos 21:18. ss.) (una acusación de antinomismo).

Después de la salida de Pedro de Jerusalén, Santiago dirigió la Iglesia madre de la cristiandad hasta su muerte. A finales del segundo siglo, Clemente de Alejandría registró lo siguiente: «Porque dicen que Pedro, Santiago y Juan, tras la ascensión de nuestro Salvador, aunque eran preferidos por nuestro Señor, no persiguieron honores, sino que ordenaron a Santiago el Justo como obispo de Jerusalén». Debido a esto, Reza Aslan se refiere a Santiago como el primer Obispo de Obispos.

Jerónimo escribe que después de la Pasión, los Apóstoles seleccionaron a Santiago como obispo de Jerusalén. Al describir el estilo de vida ascético de Santiago, cita en su De Viris Illustribus a Hegesipo, en su quinto libro perdido de sus Comentarios: Después de los apóstoles, Santiago el hermano del Señor llamado el Justo fue nombrado jefe de la Iglesia en Jerusalén. De hecho, muchos son llamados Santiago. Éste era santo desde el vientre de su madre. No bebía vino ni bebida fermentada; ni comía carne; nunca se rasuró ni fue ungido con aceite; y tampoco usó del baño. Sólo él tenía permitido introducirse en el santuario, porque su atuendo no era de lana, sino de lino. Asimismo, únicamente él entraba en el templo, donde se hallaba arrodillado y rogando por el perdón de su pueblo, de manera que se encallecían sus rodillas como las de un camello.

Ya que era ilegal para cualquier persona, excepto el Sumo Sacerdote del Templo, entrar en el Lugar Santísimo; y sólo podía hacerlo una vez al año en Yom Kipur, la cita de Jerónimo de lo escrito por Hegesipo indica que Santiago era considerado un Sumo Sacerdote. Los Reconocimientos de pseudo–Clemente sugieren esto.

Jerónimo cita al no canónico Evangelio de los Hebreos: «Ahora el Señor, después de haber dado sus ropas de la tumba al criado del sacerdote, se apareció a Santiago, porque Santiago había jurado que no iba a comer pan a partir de la hora en la que hubo bebido la copa del Señor hasta que él no lo viera resucitado de los muertos. Y poco después el Señor le dijo: ‹trae una mesa y pan›. E inmediatamente él tomó el pan y lo bendijo, lo partió y se lo dio a Santiago el Justo, y le dijo: ‹Mi hermano, come tu pan, porque el Hijo del Hombre ha resucitado de entre los muertos›. Y así, él dirigió la iglesia de Jerusalén treinta años, es decir, hasta el séptimo año de Nerón».

El no canónico evangelio de Tomás confirma que Santiago era un líder importante, declarando, «Sabemos que tú te irás de nuestro lado; ¿quién va a ser el mayor entre nosotros?» Díjoles Jesús: «Dondequiera que os hayáis reunido, dirigíos a Santiago el Justo, por quien el cielo y la tierra fueron creados».

El obispo de Salamina, Epifanio escribió en su obra El Panarion (374-375 d. C.) que "Santiago, el hermano del Señor, murió en virginidad a la edad de noventa y seis".

Fuentes contemporáneas también insisten en que Santiago también era un "virgen perpetuo" desde el vientre, un término que según Robert Eisenman se aplicó posteriormente a su madre, María. De acuerdo con la Enciclopedia Católica, no se identifica, sin embargo, con Santiago el Mayor, aunque esto es discutido por algunos.

Algunos escritores como R.V. Tasker y D. Hill afirman que por lo escrito en Mateo 1:25. de que José de Nazaret: «Pero no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo»; significa que José y María tuvieron relaciones conyugales normales después del nacimiento de Jesús, y que Santiago, José, Judas y Simón, fueron los hijos naturales de María y José y, por lo tanto, hermanos de sangre de Jesús. Otros, como K. Beyer, señalan que la palabra griega ἕως οὗ (hasta) después de una negativa «a menudo no tiene incidencia alguna en absoluto acerca de lo que sucedió después de que el límite de 'hasta' se alcanzó». Por su parte, Raymond E. Brown sostiene que «el inmediato contexto favorece una falta de implicación futura aquí, porque Mateo solo se preocupa de subrayar la virginidad de María antes del nacimiento del niño».

La Epístola de Santiago
La Epístola de Santiago ha sido tradicionalmente atribuida a Santiago el Justo, ya desde el 253, pero, de acuerdo con Dan McCartney, es ahora común que los estudiosos[¿quién?] estén en desacuerdo con su autoría.

Muerte
De acuerdo con Josefo, Santiago fue apedreado hasta la muerte por órdenes de Ananías ben Ananías. Clemente de Alejandría relata que "Santiago fue arrojado desde el pináculo del templo, y fue golpeado hasta la muerte con un mazo".​ Hegesipo relata que los escribas y fariseos colocaron a Santiago en el pináculo del templo, lo arrojaron, y comenzaron a apedrearlo, porque no fue muerto por la caída, y uno de ellos, que era un batanero, tomó un mazo y lo golpeó en la cabeza.

Detalles
De acuerdo con un pasaje que se encuentra en los manuscritos existentes de las Antigüedades judías de Josefo, (xx.9): «el hermano de Jesús, quien era llamado Cristo, cuyo nombre era Santiago» encontró la muerte después de la muerte del procurador Porcio Festo, pero antes de que Lucio Albino, hubiera asumido su cargo (Antigüedades 20,9), que se ha fechado en el 62. El sumo sacerdote Hanan ben Hanan (Anani Ananus en latín) se aprovechó de este descuido imperial para reunir un Sanedrín (aunque la traducción correcta del griego synhedrion kriton es «un consejo de jueces») que condenó a Santiago «por el cargo de violar la ley», y luego lo habría ejecutado por lapidación. Josefo informa que el acto de Hanan fue ampliamente visto como poco más que un asesinato judicial y ofendió a varios de «los que eran considerados los más ecuánimes en la Ciudad, y estrictos en la observancia de la Ley», que fueron tan lejos como para organizar una reunión con Albino cuando el entró en la provincia con el fin de solicitarle su decisión sobre el asunto. En respuesta, el rey Agripa reemplazó a Ananus con Jesús, hijo de Damneus.

El Padre de la Iglesia Orígenes, quien consultó alrededor del 248 las obras de Josefo relató un informe de la muerte de Santiago, un informe que dio como causa el asedio romano de Jerusalén, algo que no se encuentra en nuestros manuscritos actuales de Josefo.

Eusebio escribió que "los más sensatos incluso de los judíos eran de la opinión de que esta (la muerte de Santiago) fue la causa del sitio de Jerusalén, que les sucedió inmediatamente después de su martirio por ninguna otra razón que su atrevido acto contra él . Josefo, por lo menos, no ha dudado en testificar esto en sus escritos, donde dice: «Estas cosas les sucedieron a los judíos para vengar a Santiago el Justo, que era un hermano de Jesús, que se llama el Cristo. Porque los judíos lo mataron, aunque era un hombre muy justo."

Eusebio, mientras cita el relato de Josefo, también registra de otra manera los pasajes perdidos escritos por Hegesipo y Clemente de Alejandría (Historia Ecclesiae, 2,23). Los escritos de Hegesipo varían en algo de lo que informa Josefo, probablemente en un intento de reconciliar los diferentes relatos mediante la combinación de estos. Según Hegesipo, los escribas y los fariseos vinieron a Santiago en busca de ayuda para sofocar las creencias cristianas. El relato dice: Vinieron, pues, en un cuerpo a Santiago, y le dijeron: «Nosotros te rogamos que frenes al pueblo, porque se han extraviado en sus opiniones acerca de Jesús, como si él fuera el Cristo. Te rogamos persuadas a todos los que han venido aquí para el día de la Pascua, en relación con Jesús. Para que todos escuchen tu persuasión; porque nosotros y todo el pueblo damos testimonio de que tú eres justo y no haces acepción de personas. Así pues, persuade a la multitud para que no yerre acerca de Cristo. Pues todo el pueblo y nosotros te obedecemos. Mantente en pie sobre el pináculo del templo, para que desde esa altura todo el pueblo te vea y oiga tus palabras. Ya que por la Pascua se unen todas la tribus, incluyendo a los gentiles." Para consternación de los escribas y fariseos, Santiago audazmente declaró que «Cristo mismo está sentado en el cielo, a la diestra del Gran Poder, y vendrá sobre las nubes del cielo». Los escribas y fariseos entonces se dijeron a sí mismos, «No hemos hecho bien en procurar este testimonio de Jesús. Pero subamos y tirémoslo hacia abajo, para que tengan miedo y no le crean».

En consecuencia, los escribas y fariseos: (...) arrojaron al hombre justo (...) [y] comenzaron a apedrearlo; porque él no fue muerto por la caída; sino que él se volvió y se arrodilló, y dijo: «Yo te ruego, Señor Dios nuestro Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».

Y, mientras ellos estaban allí, apedreándolo hasta la muerte, uno de los sacerdotes, hijos de Recab, el hijo de Recabín, de los que el profeta Jeremías dio testimonio, comenzó a llorar en voz alta, diciendo: «Cesad, ¿qué hacéis? El hombre justo está orando por nosotros». Y cierto hombre entre ellos, un batanero, golpeó al Justo en la cabeza con el mazo que usaba para batir las prendas, y de éste modo fue martirizado Santiago. Así sufrió el martirio; y lo sepultaron en el lugar, y el pilar erigido en su memoria aún permanece, cerca del templo. Este hombre era un verdadero testimonio para ambos, judíos y griegos, de que Jesús es el Cristo. Y poco después Vespasiano sitió a Judea, llevándolos cautivos. –Fragmentos de las Actas de la Iglesia; en relación con el martirio de Santiago, el hermano del Señor, del libro 5.

El asedio y toma de Jerusalén por Vespasiano retrasaron la selección de Simeón de Jerusalén como sucesor de Santiago.

Según Philip Schaff en 1904, este relato de Hegesipo «se ha citado una y otra vez por los historiadores como la asignación de la fecha del martirio al 69», aunque cuestionó el supuesto de que Hegesipo no da nada para denotar tal fecha. Josefo no menciona en sus escritos cómo fue enterrado Santiago.

Interpretación moderna
Los historiadores modernos de las primeras iglesias cristianas tienden a colocar a Santiago en la tradición del cristianismo judío; mientras que Pablo enfatizaba la fe sobre la observancia de la ley mosaica. Se piensa que Santiago abrazó la posición opuesta. Un corpus comúnmente citado como prueba de ello son los Reconocimientos y las Homilías de Clemente (también conocida como la literatura clementina), versiones de los escritos se han fechado en una fecha tan temprana como el siglo II, donde Santiago aparece como una figura santa que es atacado por un enemigo no identificado que algunos críticos modernos piensan que pueda ser Pablo. El estudioso James D.G. Dunn, ha propuesto que Pedro fue el «hombre–puente» (es decir, el pontífice máximo) entre las dos otras «figuras líderes prominentes»: Pablo y Santiago el Justo.

Los teólogos cristianos tradicionales han mantenido asimismo que los dos sostenían las mismas creencias; los evangélicos afirman que lo dicho por Santiago sobre las obras se refiere a las obras que Dios produce en los cristianos como prueba de conversión (como el mismo Pablo asume que las obras seguirán a la fe). Por otro lado, los teólogos ortodoxos y católicos afirman que Pablo no descarta la importancia de las obras (citando pasajes como Romanos 6 y 8), y que Santiago no se refería a las obras ceremoniales de la Torá (citando el hecho de que en el Concilio de Jerusalén, Santiago declaró que sólo una pequeña porción de la Torá debería aplicarse a los gentiles conversos).

La controversia del osario
En la edición de noviembre de 2002 del Biblical Archaeology Review, André Lemaire de la Universidad de la Sorbona en París publicó el informe que un osario con la inscripción «Ya'akov bar Yosef achui d'Yeshua» («Santiago, hijo de José, hermano de Jesús») había sido identificado perteneciente a un coleccionista, llamado Oded Golan. El osario fue exhibido en el Museo Real de Ontario en Toronto, Canadá, a finales de ese año; pero el 18 de junio de 2003, la Autoridad de Antigüedades de Israel publicó un informe concluyendo, basándose en un análisis de la pátina, que la inscripción era una falsificación moderna. En concreto, parece que la inscripción había sido añadida recientemente y hecha para parecer más antigua por la adición de una solución de tiza. Sin embargo, el documental del canal Discovery Channel Santiago, el hermano de Jesús muestra el examen de la pátina de la inscripción por el Museo Real de Ontario, usando luz ultravioleta de onda larga, y ellos concluyeron que no había «nada sospechoso» sobre el grabado, y también Golan sacó un documento de 34 páginas defendiendo la autenticidad.

El 29 de diciembre de 2004, Golan fue acusado en un tribunal israelí, junto con otros tres hombres: Robert Deutsch, un experto en inscripciones que enseña en la Universidad de Haifa; el coleccionista Shlomo Cohen; y el comerciante de antigüedades Faiz al-Amaleh. Se les acusó de ser parte de un círculo de falsificación que había estado operando durante más de 20 años. Golan negó los cargos en su contra. Según la BBC, «cuando la policía tomó a Oded Golan en custodia y buscó en su apartamento, descubrieron un taller con una serie de herramientas, materiales y ‹antigüedades› a medio terminar. Esta era evidencia de un fraude a una escala mucho mayor de la que habían sospechado». Sin embargo, el 14 de marzo de 2012, Golan fue declarado no culpable de todos los cargos de falsificación, aunque el juez afirmó que esta absolución «no significa que la inscripción en el osario sea auténtica o que fue escrita hace 2.000 años» y «que no se ha demostrado en modo alguno que las palabras ‹hermano de Jesús› se refieran necesariamente al Jesús que aparece en los escritos cristianos». Un estudio arqueométrico del 2014 realizado por Amnon Rosenfeld, Howard R. Feldman, y Wolfgang E. Krumbein apoyó la afirmación de la autenticidad de los grabados. Se encontró que la pátina en la superficie del osario coincidía con la de los grabados, y que los microfósiles en la inscripción parecían naturalmente depositados.

Simeón de Jerusalén
Simeón de Jerusalén (Symeon o Simeon Hyerosolymitanus, en griego Συμεών) (Jerusalén?, primera mitad del siglo I - 107 o 116), hijo de Clopas, y según la creencia general pariente de Jesucristo, fue un judío, uno de los primeros líderes del cristianismo y, según la tradición, segundo obispo de Jerusalén después de Santiago el Justo.1​ Es venerado como santo por toda la cristiandad.

Biografía
Era hijo de Clopas o Alfeo o Cleofás , que según Hegesipo era hermano de José de Nazaret2​ y, por tanto, Simeón sería primo de Jesús; otros autores lo hacen hijo de José con una primera esposa anterior a María. Eusebio de Cesarea lo cita como obispo después de el Justo. Eusebio dice que Santiago murió por instancia del sumo sacerdote Ananus,3​ hacia el 63, siendo entonces el obispo Simeón.

La tradición dice que fue ejecutado como cristiano y porque era descendiente de David; supuestamente tenía 120 años cuando sufrió martirio y fue crucificado durante el reinado de Trajano y con Ático como gobernador de Siria; Eusebio sitúa la muerte el 107 y otros el 116.4​

Identificación
Simeón de Jerusalén se ha identificado con uno de los profetas y maestros de Antioquía: Simeón, llamado el Negro que sale citado en Hechos 13, 1. También se ha creído que era Simón, el hermano del Señor (o primo, según la traducción) nombrado a Mateo 13, 55 i Marcos 6, 3. También ha sido identificado con Simón, el apóstol.

Continua en La Biblia XXV: Pedro-Juan-Judas
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martes, 8 de agosto de 2017

La Biblia XXIII: A los Hebreos

Comentario a los Hebreos por F.F. Bruce

Epístola a los hebreos
La Epístola a los hebreos es uno de los veintisiete libros incluidos en el Nuevo Testamento cristiano. Actualmente existe consenso entre los estudiosos bíblicos en cuanto al título que tradicionalmente se le ha venido dando, «Carta de Pablo a los hebreos», es erróneo, pues, según el punto de vista predominante en la actualidad, no fue escrita por Pablo de Tarso, no es una carta, sino más bien una homilía, y no está dirigida a los "hebreos", sino a comunidades cristianas en las que habría cierto número de conversos procedentes del judaísmo.

Se desconoce su verdadero autor. Tampoco puede ser datada con precisión, aunque existe consenso en que fue escrita entre los años 60 y 90 del siglo I. Como los otros libros del Nuevo Testamento, está escrita en griego. Su texto es de una gran densidad teológica y su estilo es solemne, casi litúrgico. El autor parece tener un dominio excepcional del Antiguo Testamento, que cita frecuentemente, acudiendo a la versión griega de la Biblia de los Setenta (Biblia Septuaginta).

Autor
El autor de la carta es desconocido: a pesar de todas las especulaciones sobre la autoría, ninguna hipótesis ha podido ser confirmada. Tal y como ha llegado hasta nosotros, la carta es anónima: en el texto no figura el nombre de su autor, ya que falta la introducción habitual en este tipo de textos en que se identifica al autor y a los destinatarios. La referencia a Timoteo, destinatario de dos de las epístolas atribuidas Pablo, hacia el final de la carta, hizo pensar que su autor era Pablo de Tarso, o al menos alguien de su círculo de colaboradores:

Sabed que ha sido puesto en libertad nuestro hermano Timoteo, en cuya compañía, si viniere pronto, os he de ver Hebreos 13:23.

El autor de estos versículos parece tener una cierta familiaridad y autoridad sobre Timoteo. Además, la expresión "os saludan los de Italia", que aparece a continuación, se ha relacionado con la cautividad de Pablo en Roma. Estas alusiones, sin embargo, se encuentran en los versículos finales, que muy probablemente se añadieron en fecha posterior para probar la apostolicidad del texto y con ello aumentar su prestigio ante las comunidades.

En los primeros siglos del cristianismo la atribución a Pablo fue discutida. Gracias a Eusebio de Cesarea (Hist. Eccl., VI, xiv, n. 2-4; xxv, n. 11-14) se sabe que en las iglesias orientales se aceptó la idea de la autoría paulina, aunque algunos autores, como Clemente de Alejandría y Orígenes, advirtieron las notables diferencias entre el estilo de Pablo y el de este libro. Clemente lo explicaba afirmando que el libro había sido escrito originalmente en hebreo, y posteriormente traducido por Lucas al griego; Orígenes pensaba que procedían de Pablo las ideas teológicas de la carta, pero no su estilo, que consideraba obra de otro autor (tal vez Lucas o Clemente de Roma).

En Occidente, la obra era conocida (hay referencias a ella en la Primera epístola de Clemente), pero en los primeros siglos del cristianismo no fue considerada obra de Pablo. Eusebio menciona que Cayo, un presbítero romano, defendía la opinión de que la epístola no era de Pablo, y refiere que varios romanos contemporáneos de la época en que Eusebio escribió compartían esta idea (Hist. Eccl., VI, xx, n.3). La carta no se encuentra en el Canon de Muratori. Tertuliano (De pudic., xx) opinaba que el autor había sido Bernabé, otro colaborador cercano de Pablo. Solo empieza a aceptarse como una carta paulina auténtica a partir del siglo IV, por autores como Hilario de Poitiers, Ambrosio de Milán, Jerónimo de Estridón y Agustín de Hipona.

En la actualidad, hay acuerdo entre los especialistas en cuanto a que su autor no es Pablo de Tarso. Muchas ideas teológicas presentes en la Epístola a los Hebreos no son propias del pensamiento paulino. Por ejemplo, no aparece en las epístolas de Pablo el tema, central en la Epístola a los Hebreos, de Cristo como sumo sacerdote. Tampoco se plantea el problema, importantísimo para Pablo, de si el cumplimiento de la ley mosaica es o no necesaria para la salvación.

Sobre la verdadera identidad del autor de la Epístola a los Hebreos, no existe ninguna certeza. Ni siquiera se puede estar seguro de si era o no judío o de si conocía el hebreo. Maneja desde luego la traducción al griego del Antiguo Testamento, la llamada Biblia de los Setenta, como otros muchos autores del Nuevo Testamento, y no la versión original en hebreo.

Entre otros candidatos a ser considerados autores de la epístola, se ha citado a Lucas, Bernabé, Clemente de Roma y Apolos. La idea de que fue este último fue propuesta por Lutero, y es considerada una hipótesis verosímil por algunos autores actuales. Apolo, judío alejandrino mencionado en los Hechos de los apóstoles (Hechos.) y en la Primera epístola a los corintios (1 Corintios.), había sido discípulo de Filón, con cuyo pensamiento tiene afinidades la epístola. También se sabe que en sus prédicas Apolo hacía frecuentes referencias al Antiguo Testamento.

Fecha
Estrechamente relacionada con el tema de la autoría está la cuestión de la datación de la epístola. No puede darse una fecha precisa, y el tema se discute, aunque hay en general acuerdo en cuanto a que fue compuesta en la segunda mitad del siglo I. Los distintos autores interpretan las evidencias de diferentes formas, con lo cual para algunos su redacción data de los años 60 del siglo I, con lo que sería contemporánea de la predicación de Pablo, mientras que para otros la fecha de composición debe atrasarse hasta 80-90.

Está generalmente aceptado que el autor de la Primera epístola de Clemente, que puede datarse con cierta precisión en el año 96, manejó la Epístola a los Hebreos (por ejemplo, 1 Clem 36, 1-5 alude a Hebreos.). Siendo así, está claro que la epístola fue redactada antes de esta fecha, que se maneja como terminus ad quem.

Hay motivos para pensar que fue escrita antes de la destrucción del Templo de Jerusalén, que tuvo lugar en el año 70, aunque esta idea no es aceptada de forma unánime. En la carta no se menciona la destrucción del Templo, y, de haberse producido, al autor podría haberle resultado útil utilizar este hecho en su argumentación (por ejemplo, el autor de la Epístola a Bernabé la utiliza para reforzar su argumento de que el sacrificio levítico ha quedado obsoleto). De hecho, en Hebreos. se dice, utilizando el presente de indicativo, que los sacrificios se celebran anualmente:

[La Ley mosaica] no puede nunca, mediante unos mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, dar la perfección a quienes se acercan a ellos. De otro modo, ¿no habrían cesado de ofrecerlos, al no tener ya conciencia de pecado los que ofrecen ese culto, una vez purificados? Al contrario, con ellos se renueva cada año el recuerdo de los pecados, pues es imposible que la sangre de toros y cabras borre los pecados.

Si la destrucción del Templo ya se hubiera producido, parecería extraño que el autor no mencionase este hecho en su argumentación. En otro pasaje (Hebreos.), al comparar la antigua y la nueva alianzas, se afirma que la antigua (es decir, la Ley judía), está "a punto de desaparecer", y no dice que haya desaparecido ya. Existe, sin embargo, una frase que algunos autores han interpretado como una tenue alusión a la destrucción del Templo (Hebreos.): De esa manera daba a entender el Espíritu Santo que aún no estaba abierto el camino del santuario mientras subsistiera la primera Tienda.

Hay ejemplos de autores cristianos que, escribiendo después de la destrucción del Templo, utilizaron el presente para describir el culto que se llevaba a cabo en el mismo (por ejemplo, 1 Clem. 41; Diogm. 3). También lo hace así Flavio Josefo en su obra Antigüedades judías (Ant. 3.102-50; 3.151-87), e incluso textos judíos mucho más tardíos de la Misná y el Talmud.

En conclusión: no hay unanimidad en cuanto a la fecha. La Enciclopedia Católica considera que la epístola fue redactada entre los años 62 y 67, e incluso precisa como fechas más probables "la segunda mitad del año 64 o los comienzos del 65". Barry Smith, sin precisar tanto, considera que es anterior a la destrucción del Templo. Rubio Morán es partidario de datarla entre 65 y 70. Edgar Goodspeed la data poco antes del año 95. Antonio Piñero, por su parte, la sitúa entre los años 80 y 90.

Género
En apariencia, el escrito tiene forma epistolar. Sin embargo, se ha puesto en duda que realmente se trate de una epístola. Carece del preámbulo habitual en las epístolas del Nuevo Testamento, especialmente en las de Pablo, en el que figuran el remitente, los destinatarios y la fórmula de salutación. Tampoco a lo largo del texto aparecen referencias personales concretas que permitan determinar que se trata de una verdadera epístola. Es cierto, sin embargo, que algunos de los últimos versículos (Hebreos.) remiten a la forma epistolar, pero parece tratarse de un añadido posterior.

La crítica actual considera que se trata más bien de una homilía destinada a ser leída en voz alta ante los fieles, dado que en los versículos finales el texto es calificado de "exhortación" (Hebreos.), una expresión que se utilizaba generalmente para designar discursos o sermones.

Que está destinada a ser leída en voz alta se infiere, además, del frecuente uso que se hace en el texto de términos relativos al lenguaje oral, tales como "decir", "hablar", "palabra", "discurso" (Hebreos.), y no, como ocurre en otras epístolas del Nuevo Testamento, del verbo "escribir". Posiblemente, la homilía fue luego escrita y enviada a una o más iglesias, lo que puede explicar las características epistolares de los últimos versículos.

Destinatarios
Los estudiosos bíblicos están actualmente de acuerdo en que el título "A los hebreos" no es original, sino una adición hecha en época posterior por alguno de los copistas del texto, que interpretó que los destinatarios de la carta eran hebreos (o sea, judíos conversos al cristianismo) porque uno de sus temas principales es la cuestión de la vigencia del culto judío según el Antiguo Testamento.

Los destinatarios son sin duda cristianos, y lo son además desde hace tiempo (Hebreos.), puesto que han perdido ya a sus primeros dirigentes (Hebreos.). No puede determinarse si son o no cristianos procedentes del judaísmo, aunque sí parece que se trata de comunidades en las que la influencia cultural de los judeocristianos era fuerte (Hebreos.). Son indicios en este sentido el uso de la palabra griega λαος (pueblo), que hace pensar que el autor solo se refiere al pueblo de Israel, ya que nunca usa εθνοι (los gentiles); y el constante uso del Antiguo Testamento y las referencias a la Alianza: el pacto de Dios se da con el pueblo de Israel, incluso el nuevo pacto. No obstante, el Antiguo Testamento era considerado una escritura sagrada por todos los cristianos, incluidos los procedentes del paganismo, por lo que éste no resulta un dato concluyente.

Se ha destacado que es poco probable que los destinatarios sean los cristianos de la comunidad de Jerusalén, ya que el autor les dice que han sido generosos aliviando la pobreza de otros (Hebreos.), y la comunidad de Jerusalén era especialmente pobre, según se sabe por las epístolas de Pablo (2 Corintios.).

Al parecer el motivo de la carta es motivar a la comunidad ante una cierta pérdida de su fervor inicial que se manifiesta en el descuido (Hebreos.) y la no asistencia a las reuniones (Hebreos.). El autor advierte que este relajamiento puede llevar a la apostasía pero que actuando la fe y la esperanza podrán volver al amor inicial (Hebreos.). Es posible que los destinatarios estén viviendo una época de persecuciones (Hebreos.), aunque sus problemas pueden deberse solo a una crisis interna.

Estructura
Según Antonio Piñero, la obra está estructurada siguiendo un esquema oratorio sencillo en dos partes (a)exposición teológica / b)exhortación moral), que se repite cuatro veces (a / a'; b / b'; c / c'; d / d´). El principal interés del autor está en la exhortación moral, pero se preocupa por dar a sus palabras un fundamento teológico que resulte convincente para su auditorio.

La primera exposición teológica (1,1-3,6) se centra en la idea de la superioridad de Jesús sobre los ángeles y sobre Moisés; a ella sigue la primera exhortación (3,7-4,11), contra la incredulidad. Sigue un segundo desarrollo teológico, en el que se presenta a Jesús como sumo sacerdote (4,12-5,10), y la correspondiente exhortación (5,11-6,20), en la cual se insiste en la necesidad de una doctrina elevada sobre Jesús, y se advierte contra el pecado de apostasía. La tercera exposición teológica (7,1-10,18) es la más extensa: la idea principal es que el sumo sacerdocio de Jesús es superior al de la antigua alianza. La admonición que sigue (10,19-10,39) destaca la importancia de la fe, y vuelve a poner en guardia al auditorio sobre la apostasía. En el cuarto desarrollo teológico (11,1-11,40), se presenta a Jesús como el más perfecto ejemplo de fe, prefigurado en varias figuras del Antiguo Testamento- La exhortación correspondiente (12,1-28) invita a seguir el ejemplo de Cristo y a perseverar en la fe al margen de las adversidades. El texto se completa con un apéndice (13,1-25).

Se encuentran en ella muchos referencias al Antiguo Testamento, específicamente a la Biblia de los Setenta, y referencias a casi todas las epístolas de Pablo.

Contenido
Cuerpo principal del texto (1,1-13,17)
El Hijo, superior a los ángeles (1,1-4,11)

-Primera exposición teológica (1,1-3,6). El texto se inicia con una solemne introducción (Hebreos 1, 1-4.), en la que el autor argumenta que la revelación hecha a través del Hijo es superior a la antigua revelación de los profetas. Dice que el Hijo es "resplandor de su gloria e impronta de su sustancia" (1,3) y que, tras haber llevado a cabo la purificación de los pecados, se sienta a la derecha de la Majestad en las alturas, siendo superior a los ángeles.

En 1,5-14, el autor se propone probar su afirmación de que el Hijo es superior a los ángeles. Para ello, aduce varias citas de las Escrituras, especialmente de los Salmos (Salmo 2,7; 2 Samuel 7,14; Deuteronomio 32,43; Salmo 104:4; Salmo 45,7-8; Salmo 102,26-28; Sal 110,1).

En 2,1-4, exhorta a su auditorio a superar la negligencia. Partiendo de una exégesis de Salmo 8,4-6, el autor expone (2,5-9) que el mundo futuro no ha sido sometido a los ángeles, sino a Jesús, que es Dios hecho hombre. Aunque Jesús dejó su posición de Dios por la de siervo (Filipenses 2.), y tras haber padecido y muerto ha sido coronado con gloria.

En 2,10-18, el autor del texto explica que Jesús fue perfeccionado por el sufrimiento. Añade que Jesús no se avergüenza de llamar a los hombres hermanos, citando textos de los Salmos (Salmo 22,22) y de Isaías (Isaias 8,17-18). Se destaca la plena humanidad de Jesús, que por primera vez es presentado como sumo sacerdote (Hebreos 2,17).

En 3,1-6, se compara a Jesús con Moisés: si Moisés fue fiel a Dios como servidor, Cristo lo fue como unigénito Hijo.

-Exhortación moral (3,7-4,11). El autor previene a sus oyentes contra el peligro que representa la incredulidad. Para su exhortación, parte de un texto de Salmo 95,7-11, sobre la estancia de los israelitas en el desierto. Menciona que algunos israelitas fueron castigados por su incredulidad y no se les permitió la entrada en la tierra prometida. En la segunda parte de su exhortación (4,1-4,11), explica que la firmeza en la fe es la condición necesaria para entrar en el descanso de Dios, que se relaciona con el descanso sabático del relato de la creación (Génesis 2:2).

Jesús, sumo sacerdote (4,12-6,20)

-Segunda exposición teológica (4,12-5,10).
En 4,12-14, se elogia la palabra de Dios, que es comparada con una espada de dos filos: nada escapa a ella. En 4,14 se retoma la idea de Jesús como sumo sacerdote. Puesto que Jesús es sumo sacerdote, puede compadecerse de las flaquezas humanas: se debe por tanto confiar en su misericordia (4,15-16). El sumo sacerdote, cuyo modelo en el Antiguo Testamento es Aarón, debe ser un hombre y su función es ofrecer dones y sacrificios por los pecados (5,1). Comprende a los hombres porque, siendo él un hombre, participa de su flaqueza (5,2), y no se arroga él mismo esta dignidad, sino que es llamado por Dios (5,3). El autor argumenta que Cristo fue nombrado por Dios sumo sacerdote, basándose en citas de los Salmos (Salmo 2,7; 110,4). Para ello pasó por un proceso de "formación sacerdotal", gracias a la oración y a sus padecimientos. Ahora, elevado a la perfección, es fuente de vida eterna (5,9) y ha sido hecho sumo sacerdote "a la manera de Melquisedec" (5,10).

-Exhortación moral (5,11-6,20). El autor exhorta a sus oyentes a madurar como cristianos. Distingue entre una instrucción rudimentaria, que compara a la leche de que se alimentan los niños, y una instrucción más elevada ("manjar sólido"). Antes de abordar el tema principal de su sermón, se refiere brevemente a los puntos más importantes del catecismo. Después les alerta contra el pecado de apostasía (6,4-8), en un tono durísimo, y los exhorta a perseverar en la fe para heredar las promesas. Como ejemplo de perseverancia, se presenta a Abraham.

Perfección del sacerdocio de Cristo (7,1-10,39)

-Tercera exposición teológica (7,1-10,18).
En 7,1-10, el autor hace referencia a Melquisedec, un enigmático personaje citado en el Libro del Génesis (Génesis 14,17-20), donde es llamado "sacerdote del Dios Altísimo", sin referencia alguna a su genealogía, sugiriendo que su sacerdocio es eterno. Argumenta la superioridad de Melquisedec sobre Abraham, y, por extensión, de su descendiente Leví y de los sacerdotes levitas, dado que, según el Génesis, Abraham concedió a Melquisedec el diezmo de su botín (cf. Génesis 14:20).

En 7:11-19, basándose en lo anterior, y apoyándose en Salmo 110,4, argumenta la superioridad del sacerdocio de Cristo, que es un sacerdocio "a la manera de Melquisedec", esto es, "no por ley de sucesión carnal, sino por la fuerza de una vida indestructible" (7,16)—Cristo no es sacerdote por su origen, ya que pertenecía la tribu de Judá—, sobre el sacerdocio tradicional del judaísmo, basado en "la ley de sucesión carnal" (es decir, la pertenencia a la tribu de Leví). Este nuevo sacerdocio implica la derogación de la Ley antigua. La superioridad del sacerdocio a la manera de Melquisedec se debe a que "permanece para la eternidad" (7.24), ya que fue hecho bajo juramento (cf. Salmo 110,4). El sacerdocio de Cristo es además superior porque no tiene necesidad de realizar sacrificios cada día, sino que realizó el sacrificio de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo como víctima (7,27). A continuación (8,1-13), el autor compara el culto antiguo con el nuevo culto instituido por Cristo, el nuevo sumo sacerdote. El culto según la Ley judía se realiza en "lo que es sombra y figura de realidades celestiales" (8,5), ya que, según el Éxodo, Moisés edificó el tabernáculo ("la Tienda"), de acuerdo con un modelo que le fue mostrado por Dios (cf. Éxodo 25:40).

La antigua alianza es imperfecta, y para demostrarlo el autor aduce una extensa cita del Libro de Jeremías (Jeremías 31:31-34), en la cual Dios anuncia a Israel una nueva alianza. El autor concluye que: Al decir nueva, declaró antigua la primera; y lo antiguo y viejo está a punto de desaparecer.

En 9,1-14, el autor describe el culto, pero no tal y como se llevaba a cabo en el Templo de Jerusalén, sino como se realizaba en el desierto, antes de que los israelitas llegasen a la tierra prometida (cf. Éxodo 25-26; Numero 17-18; Levíticos 26). Nombra las diferentes estancias de la Tienda (el Santo y el Santo de los Santos, donde se guardaba el arca de la alianza); y explica que en el Santo de los Santos solo puede entrar el sumo sacerdote una vez al año con la finalidad de ofrecer sacrificios para expiar los pecados del pueblo. Estos sacrificios son, a juicio del autor, estériles, y no pueden perfeccionar al hombre en su interior. Cristo, en cambio, penetró solo una vez en el santuario para obtener una liberación definitiva del pecado. La argumentación continúa en 9,15-28: Cristo es mediador de una nueva alianza, inaugurada, como la primera, con sangre (9,18-23). Ahora bien, Cristo no entró en un santuario que fuera reproducción del verdadero (cf 8,5), sino en el mismo cielo, y realizó su sacrificio de una sola vez. Se aparecerá una segunda vez para salvar a los que le esperan.

En 10,1-18, se expone la conclusión de la argumentación precedente. Los sacrificios anuales que establece la Ley judía son ineficaces "pues es imposible que la sangre de toros y cabras borre los pecados" (10,4). Para apoyar esta idea, cita y comenta Salmo 40,7-9. Mientras que los sacerdotes judíos están obligados a repetir anualmente los sacrificios, Cristo "mediante una sola oblación ha llevado a la perfección a los santificados" (10,14), y se sienta ahora a la derecha de Dios. Su sacrificio perfecto ha logrado el perdón definitivo de los pecados; cita a Jeremías (Jeremías 31,33-34) para probar que esta nueva alianza sellada con el sacrificio de Cristo es la alianza definitiva.

-Exhortación moral (10:19-39). El autor resume así la nueva situación que plantea al creyente el sacrificio de Cristo: gracias a él, se tiene acceso pleno a Dios, y el requisito es ahora, no el cumplimiento de ciertos ritos, sino la fe en Jesús. Por eso, el autor advierte severamente a su auditorio contra el pecado de apostasía (Hebreos 10, 26-31), encomiando la dureza del castigo previsto para aquellos que renuncien a su fe. Les recuerda que en el pasado fueron sometidos a persecución, y les exhorta de nuevo a no perder la fe.

La fe perseverante (11:1-12,28)
-Cuarta exposición teológica (11:1-11:40).

El autor comienza su exposición definiendo la fe (11,1), e ilustrando su definición con ejemplos tomados del Antiguo Testamento: Abel (cf. Génesis 4); Henoc (cf. Génesis 5,22-24), Noé (cf. Génesis 6:8-22); Abraham (cf. Génesis 12:1-4; 23,4; 26,3;35,12); y su esposa Sara (cf. Génesis 17,19; 22,17). Todos estos personajes murieron en la fe, sin haber visto cumplidas las esperanzas, como "peregrinos y forasteros sobre la tierra" (11,13), aspirando a una patria celestial. El autor continúa después citando más ejemplos extraídos del Antiguo Testamento: hace referencia al sacrificio de Isaac (cf. Génesis 22,1-14), así como a las historias posteriores de los patriarcas: Isaac (cf. Génesis 27), Jacob (cf. Génesis 47-48), José (cf. Génesis 50); a Moisés (cf. Éxodo 2; 12; 14); y a dos pasajes del Libro de Josué: el derrumbamiento de los muros de Jericó y la historia de la prostituta Rajab (cf. Josue 6). Menciona brevemente (11,32-39) a otros muchos personajes bíblicos, como Gedeón, Barac, Jefté, David, Samuel y los profetas, como ejemplos de fe.

-Exhortación moral (12,1-12,28). Toda esa "nube de testigos" (12,1) citados anteriormente, y, sobre todo, Jesús, son los ejemplos que los creyentes deben seguir para no desfallecer en su fe. El autor reprocha a sus oyentes que hayan olvidado la exhortación de Proverbios 10:11-12, donde se dice que los sufrimientos son enviados por Dios para corregir a los hombres, al igual que un padre hace con sus hijos. Otro texto de Proverbios (Proverbios 4:26), llama a "enderezar los caminos tortuosos", lo que para el autor significa amar tanto al prójimo como a Dios. Advierte contra los impíos, que pueden llegar a envenenar y destruir a toda la comunidad (12,16). Por último, compara la experiencia de los israelitas en el desierto (cfr. Éxodo) con la que viven actualmente los cristianos, quienes, por la gracia, han recibido un "reino inconmovible" (12,28). De nuevo repite lo terrible que será el castigo para quienes se aparten de la fe.

Apéndice y conclusión (13,1-25)
Recomendaciones (13,1-19)
El autor da ahora una serie de recomendaciones para vivir de acuerdo con la caridad cristiana: la hospitalidad (13,2), la solidaridad con los prisioneros y los maltratados (13,3), el respeto al matrimonio (13,4), el rechazo de la avaricia (13,5-6), la obediencia a los dirigentes eclesiásticos (13,7-8) y el repudio de "doctrinas diversas y extrañas" (13,9). Retomando ideas anteriores, vuelve a ensalzar a la nueva alianza en comparación con la antigua: los sacrificios que ahora agradan a Dios son "la beneficencia y la comunión de bienes".

Conclusión del sermón (13,20-21)
La homilía propiamente dicha concluye con estos dos versículos (lo que sigue parece ser un añadido posterior). El autor expresa su deseo de que Dios ("el Dios de la paz que levantó de entre los muertos al gran Pastor de las ovejas en virtud de la sangre de una alianza eterna, a Jesús señor nuestro"), les procure toda clase de bienes para que puedan cumplir su voluntad.

Palabras de despedida (13,22-25)
Estos últimos versículos se consideran un añadido posterior. Son breves palabras en que se encomienda la obra a una comunidad, tal vez distinta de aquella para la que originalmente fue pensada. En primera persona, el autor informa de que "nuestro hermano Timoteo se ha marchado", y de que, "si viene pronto, iré con él a veros". Envía saludos a la comunidad, no solo de él mismo, sino también de "los de Italia", y se despide con la frase "La gracia esté con vosotros". Este pasaje recuerda a las cartas de Pablo, tanto por su estilo como por su vocabulario.

Estilo y vocabulario
La coincidencia de la casi totalidad de los biblistas en que la carta no es obra de Pablo de Tarso se basa, además de en su contenido teológico, en su estilo y vocabulario. El texto muestra en realidad más semejanzas con el estilo y el vocabulario de los escritos atribuidos a Lucas (el Evangelio de Lucas y los Hechos de los Apóstoles), que con las cartas protopaulinas; los parecidos no son, sin embargo, tan evidentes como para que pueda defenderse con ciertas garantías la atribución a Lucas.

El estilo de la Epístola a los Hebreos es más cuidado y elegante que el de las cartas paulinas, como ya notó Orígenes: utiliza complicadas construcciones de participio y hace un uso muy diferente de las preposiciones y las conjunciones. En cuanto al vocabulario, debe destacarse que en Hebreos se encuentran 154 hapax legomena, esto es, palabras que no figuran en ningún otro libro del Nuevo Testamento. Éste es un dato significativo, pero no concluyente, para refutar la autoría paulina (cartas consideradas paulinas como Romanos o 1 Corintios contienen, respectivamente, 113 y 99 hapax legomena). Por otro lado, también figuran en el texto numerosos términos habituales en los escritos de Pablo, aunque faltan otros muy importantes, como la fórmula habitual en Pablo de referirse a Jesús de Nazaret, "Cristo Jesús", que en cambio es sustituida en Hebreos por la alusión "el Hijo", que no figura en ninguna de las cartas paulinas, o por la simple mención "Jesús", también extraña a Pablo. Además, en Hebreos Dios nunca es llamado simplemente "Padre", como en las cartas de Pablo (excepto en una cita de los Salmos y en la fórmula "padre de los espíritus", en Hebreos 12:9). Otras muchas palabras y fórmulas habituales en los escritos paulinos no se encuentran en Hebreos.

Continua en La Biblia XXIVSantiago
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