Sana Doctrina

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, Judas 1:3 Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.

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martes, 22 de julio de 2008

Seres Espirituales II: La Invisibilidad de Cristo

Cena en Emaus (1648) por Rembrandt

El se hizo invisible
Hay pasajes de las Sagradas Escrituras que no son muy claros, pero que bien podrían entenderse considerando el fenómeno de la invisibilidad, fue algo que el cuerpo de Jesús experimentó incluso antes de su Resurrección. Así que Jesús más de una vez se hizo literalmente invisible a los ojos de sus enemigos, como aquel en que, después de que Jesús hablara en Nazaret:

Lucas 4:28-30
28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; 29 y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. 30 Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue.

Juan 10:22-39 Y también el pasaje donde en Jerusalén cuando los judíos... intentaron nuevamente detenerlo, pero Él se les escapó de las manos.

Si bien no se da una explicación de cómo es que Jesús pudo librarse, esta podría ser la explicación: «Unos veinte fariseos lo rodearon a la salida [de la sinagoga de Nazaret]... Él les dijo que lo dejasen libre porque los seguiría, y ellos marchaban rodeándolo como guardias y mucho pueblo iba detrás, llegaron a una pendiente alta, una vez en el lugar pretendían primero preguntar y hacer hablar a Jesús para arrojarlo luego al precipicio, cuando se acercaban al lugar, se detuvo Jesús, que estaba entre los fariseos, mientras ellos continuaron caminando, Jesús volvió sobre sus pasos y pasó por en medio del populacho que vociferaba sin verlo, nada puede imaginarse más ridículo que la locura y la confusión que se originó entre los fariseos y demás cuando no vieron más a Jesús entre ellos».

La Invisibilidad y la Apariencia de Jesucristo
Lo mismo que vemos en el Antiguo Testamento con relación a la invisibilidad de Dios y Su aparición a los hombres, surgen nuevamente en el Nuevo Testamento, con la apariencia de JesucristoJesús es el único que ha visto al Padre y que ahora habla por Él:

“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha hecho conocer” (Juan 1:18).

“No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; éste ha visto al Padre” (Juan 6:46)

“Yo hablo lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre” (Juan 8:38).

Jesús estuvo con el Padre desde el principio (Juan 1:1-2). Sólo Él ha visto verdaderamente al Padre (6:46). Él habló de aquellas cosas que vio cuando estaba con el Padre (8:38). Él es la revelación última y completa a los hombres (Hebreos 1:1-3a). Haríamos bien en atender lo que Él ha hablado y lo que ha sido registrado por aquellos que lo vieron, cuya confiabilidad como testigos fue confirmada por las señales y maravillas que Dios hizo a través de ellos (Hebreos 2:1-4).

¡Cristo es la imagen del Dios invisible!. Unas de las pruebas que el apóstol Pablo da a favor de ésta declaración, es que en Jesús fueron creadas todas las cosas. En Él fueron creados los tronos, dominios, principados y potestades visibles e invisibles, (Colosenses 3:15-17). Estas cosas han sido creadas para Él. Nunca fue el propósito de Dios, que la creación visible e invisible a nuestra vista, viviese separada de su perfecta voluntad. La razón del porque el mal reina entre nosotros, está ligada a que algunos ángeles y la humanidad entera, dejamos de vivir para Aquel que nos creó.

- Jesús se vistió de carne humana y sin disminuir su deidad: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14).

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:5-8).

Este cuerpo de carne, en el cual fue puesto el Señor con toda Su deidad, no fue hecho tan atractivo para que hombres y mujeres no fueran atraídos hacia Él de una forma carnal, como lo señala (Isaías 53:1-2). Cuando los discípulos finalmente concluyeron que Jesús era en realidad el Mesías prometido por Dios, el Hijo de Dios, Jesús le dijo a Simón Pedro, el interlocutor de los discípulos, que sería bendecido porque no había llegado a esa conclusión a través de “carne y sangre”: “Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:17).

Jesús era reconocido espiritualmente a través de medios espirituales. No era una deducción humana sino una revelación divina que permitió a los discípulos “ver” que Jesús era el Mesías prometido del Antiguo Testamento, a quien los judíos buscaban pero que no veían. Aún cuando Dios apareció ante los hombre en carne humana, los hombre no lo “veían” y no lo podían “ver” como tal, sin la obra divina en sus corazones:

“Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis” (Juan 6:36). y  Juan 12:38-42 y Juan 6:44-47. “Y dijo: Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre” (Juan 6:65).

Para los incrédulos, el ver no era creer. Ellos vieron varias señales y maravillas; pero esto no los convenció de que Jesús era el Mesías. En vez de ello, pedían más y más señales:

“Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. Él respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12:38-40).

No fue por falta de evidencia que los hombres se negaron a creer en Jesús como el Mesías de Dios. Sus corazones estaban tan endurecidos que incluso negaron la evidencia que era irrefutable (Juan 9:18). Cuando Lázaro resucitó de los muertos, los judíos no podían negarlo y, por lo tanto, quisieron asesinarlo (Juan 11:47-53). El rechazo a la evidencia los hizo aún más culpables:

“Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi padre” (Juan 15:24).

Incluso aquellos que creyeron en Jesús, no vieron toda Su gloria. La gloria estaba velada en Su encarnación (Filipenses 2:6-7). Sólo ocasionalmente hubo rasgos de esta mayor gloria revelada a algunos de Sus seguidores. En la transfiguración, por un momento se reveló algo de esta gloria futura del Señor, ante los ojos de Pedro, Jacobo y Juan:

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él” (Mateo 17:1-3).

Pero aparentemente, esta gloria es mucho menor que la gran gloria que aún deberá ser revelada a los seguidores de nuestro Señor en el reino de Dios. Jesús, en Su gran oración sacerdotal, oró para que Sus discípulos vieran esta gloria:

“Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo” (Juan 17:24).

Debemos tener conciencia que mientras nuestro Señor vino a manifestar la presencia de Dios entre los hombres, Él no ha sido visto completamente. Verlo completamente, contemplar Su ‘rostro’ es algo que todavía estamos buscando, vease 1 Corintios 13:12 y 1 Juan 3:2.

Debemos hacer una observación final con relación a la ‘visibilidad’ de Dios en la persona de Jesucristo. Él fue visible en la carne durante un período de tiempo muy corto. Desde Su resurrección y ascensión, Jesús ya no fue visible para los hombres. Jesús le dijo a Sus discípulos que regresaría al Padre y que esto significaría que ya no le verían más. Sin embargo, esta invisibilidad del Señor Jesús sostenía la promesa de muchos beneficios, de su llegada y presencia a través del Espíritu Santo pueden resumirse en las siguientes frases del Evangelio de Juan 14:

1) La ausencia física de Jesús, origina el envío del Espíritu Santo quien será nuestro Consolador y morará con nosotros para siempre. (14:16).
2) El mundo no puede ver o conocer al Espíritu Santo; pero nosotros sí. (14:17).
3) Aunque Jesús habitó entre los hombres durante Su vida terrenal, ahora Él mora dentro de cada creyente por medio del Espíritu Santo. (14:17).
4) El Espíritu Santo traerá consigo una intimidad con Dios aún más grande de lo que jamás ha experimentado el hombre. (14:20).
5) El Espíritu Santo es “el Espíritu de verdad”. (14:17). Él no sólo convocará la presencia de Cristo en los santos y revelará a Su iglesia todo lo que necesitamos saber de Dios (16:12-15). Él convencerá a los pecadores de las verdades que son esenciales para su salvación. (16:8-11). Aún cuando el mundo ya no ‘verá’ más a Jesús en Su cuerpo físico, Él será ‘visto’ por Sus santos. Este ‘ver’, no es físico ni ‘verlo’ literalmente. ‘Vemos’ a Jesús por fe, estando seguros que Él está con nosotros y en nosotros (14:19; 16:16)

El Dios que es Espíritu y que, por lo tanto, es invisible, ha querido por gracia manifestarse a los hombres en varias formas a través de la historia. Finalmente, Dios se reveló completamente en Jesucristo (Hebreos 1:1-3a; 2:1-4). Adoramos a un Dios que no podemos ver, a un Dios que es invisible. Esta verdad pareciera ser como un ’mosquito’ teológico; una verdad eclipsada por muchos más ‘camellos’ teológicos prácticos. Pero la doctrina de la invisibilidad de Dios es una verdad con muchas implicaciones y aplicaciones muy significativas. Al concluir, me gustaría señalar algunas ramificaciones prácticas de la invisibilidad de Dios.

-La Invisibilidad de Dios está unida de forma inseparable a nuestra fe, a nuestra esperanza y a nuestro amor. La fe, la esperanza y el amor, son tres temas fundamentales de la Biblia. Pablo habla de ellos en 1 Corintios 13:13. Observen cómo los escritores del Nuevo Testamento unen cada uno de estos tres elementos importantes de nuestra fe y de nuestra vida cristiana a la invisibilidad de Dios.

Hebreos 11:1-3 - Nos habla claramente sobre la Fe que agrada al Señor. (Romanos 8:24-25) y (1 Pedro 1:8).

-La Invisibilidad de Dios, uno de los atributos de Dios, es un atributo fundamental de muchas de las bendiciones que tenemos como cristianos. La invisibilidad de Dios no es una obligación que debiéramos buscar para negar o superar. Él no está menos presente entre nosotros por el hecho que se haya ido y que sea físicamente visible. Está más presente a través de Su Espíritu, a quien Él nos envió. El Espíritu Santo convoca la presencia de Cristo. El Espíritu Santo mora en el individuo y por tanto, en la iglesia. El Espíritu Santo inspiró a los apóstoles para recordar y después registrar las palabras y enseñanzas de nuestro Señor. El Espíritu Santo regenera y convierte a los no creyentes e ilumina y le da poder a los creyentes. Por Su invisibilidad, no somos espiritualmente más pobres, sino más ricos debido a Su invisibilidad.

-La invisibilidad de Dios, también puede ser un problema para los santos. Desafortunadamente, los cristianos no siempre aceptan los beneficios que tenemos por la presencia invisible de la presencia con nosotros de nuestro Señor a través del Espíritu Santo. Existen ocasiones en que queremos tener la seguridad de que Él está con nosotros. Cuando perdemos la visión de los beneficios de la invisibilidad de Dios, comenzamos a buscarle en medios visibles. Podemos vernos inclinados a ‘mirar las cosas exteriormente’ (2 Corintios 10:7), más que enfocarnos en los cosas que no se ven, las cosas invisibles que son eternas (2 Corintios 4:16-18). Peor aún, es posible que nos veamos tentados a probar a Dios, demandando que Él pruebe Su presencia ejecutando algún milagro visible, como lo hicieron los israelitas en el desierto (Éxodo 8:1-7; Números 14:1-25). Esto es exactamente el llamado que hiciera Moisés hiciera a los israelitas en el sentido que no lo hicieran (Deuteronomio 6:16). Esto es también lo que Satanás trató de hacer al tentar a nuestro Señor (Mateo 4:5-7). Y es lo que Pablo solicitó a los cristianos no hacer (1 Corintios 10:9).

-La invisibilidad de Dios nos indica que miremos las cosas que son invisibles y no las que lo son. Por ejemplo los ciegos, debido a su ceguera no pueden confiar en la visión; en vez de ello, deben confiar más en los otros sentidos. La invisibilidad de Dios (lo que causa nuestro andar espiritual y nuestros conflictos), significa que debemos confiar más en nuestros sentidos que en nuestra visión física. En palabras de Pablo, debemos “caminar por fe y no por vista” (2 Corintios 5:7). El escritor a los Hebreos señala la relación entre la fe y lo que no se ve: Hebreos 11:1-3.

¿En qué, entonces, basamos nuestra fe si no es por vista?. Basamos nuestra fe en la Palabra de Dios. Esta es la forma que siempre se pensó que fuera. Es a la Palabra de Dios, que Adán y Eva decidieron desobedecer. Confiaron en una serpiente más que en Dios, y comieron el fruto prohibido porque parecía ser bueno. Como resultado, sus ojos fueron abiertos; pero lo que ‘vieron’, no fue bueno (Génesis 3:1-7).

Las espectaculares evidencias visibles de la presencia de Dios en el Monte Sinaí, no fueron una revelación de la forma de Dos. Los israelitas deseaban ‘ver’ a su Dios; por eso hicieron una imagen dorada que representaba a Dios en la forma de un becerro de oro. Dios, sin embargo, quería representarse a Sí mismo a través de Su Palabra. Fue la Palabra de Dios la que se grabó en piedra y no Su imagen física. Fue la posesión de la Palabra de Dios que distinguió a los israelitas por sobre todas las naciones y Dios confirmó Su Palabra con las obras poderosas que Él ejecutó en la visión de ellos (Deuteronomio 4:1-8). Las cosas de las cuales fueron testigo los israelitas en el Monte Sinaí, fueron hechas para que el pueblo pudiera creer y obedecer la Palabra de Dios (Deuteronomio 4:9-18). Dios castigó a los israelitas por haber desobedecido a Su Palabra, a pesar de las evidencias visibles de Su presencia y del poder y de la verdad de Su Palabra (Números 14:22).

Aunque muy interesante, no fue sólo la revelación de Dios que demostró Su poder y Su presencia. No fue sólo que la gloria de Dios se acercara lo suficiente como para que muriera el que se acercara demasiado. También fue el oír la Palabra de Dios. Dios se manifestó a Sí mismo a través de Su Palabra y los israelitas temieron de Su Palabra —e hicieron bien de acuerdo a las palabras de Dios en Deuteronomio 18:16-17. En el contexto de estos dos versículos, Dios está advirtiendo a Su pueblo acerca del peligro de falsos profetas y también está prometiendo la venida de alguien quien, al igual que Moisés, revelará la Palabra de Dios a los hombres. Esta persona no es otra que nuestro Señor Jesucristo. Él es “la Palabra (Verbo)” (Juan 1:1-2), la revelación completa y final a los hombres a quién deberíamos prestar atención (Hebreos 1:1-3a; 2:1-4). La gloria de Dios fue revelada en el Monte Sinaí para que los israelitas tomaran en serio la Palabra de Dios. La gloria de nuestro Señor, le fue revelada a Pedro, Jacobo y Juan, para que tomaran en serio las palabras de Jesús, este era el proposito por lo cual vieron algo de la gloria de Dios. Cuando el Señor Jesús se acercó al tiempo de Su muerte, resurrección y ascensión, comenzó a hablarle en forma más abierta a Sus discípulos acerca de aquellas cosas que serían cruciales para ellos en los días de Su ausencia e invisibilidad. Esto lo vemos especialmente en el Sermón del Aposento Alto y en la oración sacerdotal de nuestro Señor en Juan 14-17. 

El Señor Jesús habla constantemente de Su Palabra y de Su Espíritu Santo. A través de estas cosas, nuestro Señor morará en Sus santos. Y ellos morarán en Él en la manera que moren en Su Palabra. Dios se ha revelado a Sí mismo en Su Palabra inspirada e infalible. Aquí está la base de nuestra fe. Aquí están los medios mediante los cuales los hombre serán salvos. Aquí están los medios mediante los cuales los creyentes crecerán. Aquí están los estándares de nuestra conducta y la luz que guiará nuestros pasos. Por medio de Su Palabra y a través de Su Espíritu, Dios está presente y es conocible en este mundo en donde los hombres no le ven. Es la Palabra de Dios que nos hace ver no las cosas que se ven, sino aquellas que no lo son (2 Corintios 17-18). Cuando ejecutamos actos de servicio y de adoración, no debemos hacerlo por los hombres, no debemos hacerlo para buscar su aprobación o sus aplausos; más bien debemos hacerlo para servirle a Él, el invisible:

“No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Y cuando ores, no seas como los hipócritas; ..Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público” (Mateo 6:2-6).

El Dios invisible, el Dios “que está en secreto”, nos insta a ejecutar nuestras acciones de justicia en una forma consecuente con Su invisibilidad. Para servir a Dios, no debemos pretender hacerlo desde una plataforma pública, sino actuar en cuanto a nuestro adoración y servicio, lo más secretamente posible, sabiendo que Dios que está “en secreto”, ve lo que estamos haciendo y nos recompensará en Su tiempo. Nuestras acciones espirituales involucran mucho más que lo que se ve (Efesios 6:10-12). De igual manera, la provisión de Dios para nuestra protección también es invisible, a no ser que nuestros ojos sean milagrosamente abiertos para ver lo invisible: Nuestra adoración debe considerar los ángeles invisibles que están presentes, observando aprendiendo (1 Corintios 11:10). A las mujeres se les advierte de no poner tanto énfasis en su apariencia externa; más bien deben dar prioridad a su ser interno escondido: Lo que no se ve, juega una parte muy importante en la vida del cristiano, cuyo Dios no puede ser visto por ojo humano, sino con los ojos de la fe.

-La invisibilidad de Dios se hace visible a través de Su iglesia y de Sus santos. ¿Cómo se manifiesta Dios a aquellos que no creen?. En Romanos 1, Pablo nos dice que Dios se revela a través de Su creación:

“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20).

Dios también se hace visible a los hombres a través de la iglesia, el cuerpo de Cristo. Lo que Dios comenzó a hacer y a enseñar por medio de Su Hijo, continúa haciéndolo y enseñándolo a través de Su iglesia (Hechos 1:1ss.). La iglesia es Su cuerpo y Su medio para trabajar y llevar testigos a los hombres en este mundo: 1 Pedro 2:9. Es nuestro llamado y nuestro privilegio manifestar las excelencias de Dios a este mundo perdido y moribundo.

-La invisibilidad de Dios es una de las barreras insuperables entre el no creyente y la fe en Dios. Muchos suponen que ver es creer. Ellos, al igual que Tomás el incrédulo, se niegan a creer en lo que no ven (ver Juan 20:25). El hecho es que ver nunca es una base suficiente para la fe, pues la fe tiene sus raíces en una convicción relacionada con lo que no se ve (Hebreos 11:1-2). Los judíos vieron a Jesús quien manifestó a Dios a los hombres —Dios encarnado. Entre más señales veían, más pedían (Mateo 12:38-45). Sólo cuando Dios abre los ojos espirituales de los no creyentes, ellos serán capaces de ‘ver’ al que es invisible. Mientras consideraba el tema de la invisibilidad de Dios y sus implicaciones para los perdidos, mi mente se volvió al encuentro de Jesús con Nicodemo, en Juan 3:1-15. 

Como judío, Nicodemo era un hombre cuya vida obró en base de lo que veía. El judaísmo estaba obsesionada con los rituales externos y visibles de la justicia. No le dio la importancia debida a los asuntos del corazón, a lo que no se veía (ver Lucas 16:15). En base a las señales y maravillas de Jesús, Nicodemo tuvo que admitir que Jesús estaba muy cerca de Dios. Pero Jesús presionó a este maestro de los judíos a ir más allá de lo visible —a lo invisible. La salvación no se trata de lo que se ve, sino de lo que no se ve. La concepción de un niño no se ve; pero con el tiempo los resultados de ese acto se hacen evidentes con el nacimiento del niño. Lo mismo sucede con la salvación. La salvación no es el resultado del esfuerzo del hombre; sino el resultado de la obra invisible de Dios (ver Juan 1:12-13).

Jesús relacionó esta obra de Dios milagrosa; pero invisible a los efectos del viento. Nadie nunca, ha visto al viento; pero asimismo, nadie cuestiona su existencia. Sabemos que el viento está presente porque podemos ver sus efectos. Lo mismo sucede con el Espíritu Santo. No podemos ver al Espíritu Santo; pero podemos ver las evidencias de Su obra en la vida de los hombres, hombres como Pedro y Pablo y —si ustedes han nacido de nuevo como hijos de Dios— como usted. Este maestro de las Escrituras debería haber sabido de sus estudios sobre ellas, que las obras externas de los hombres no les salvan, sino la renovación interna del Espíritu Santo, una obra invisible, cuyos efectos pronto se harán evidentes. Es posible que estemos pensando que es prominente maestro de Israel, debiera saber más; pero antes que nos pongamos demasiado exigentes, consideremos este asunto a luz de nuestro propio pensamiento y práctica. ¿Somos culpables de implicar (si no establecer) que la gente se salva por llenar un formulario, alzar sus manos, ir al frente o por ser bautizados?. Seamos muy claros que la obra de la salvación es la obra invisible del Dios invisible, cuyos efectos son visibles.

Con frecuencia se oye hablar a los cristianos en el sentido que si sus amigos y familiares no creyentes creerían si sólo Dios se les revelara de alguna forma espectacular. Simplemente, esto no es así. ¿Cuánto más habría hecho el Señor Jesús para probar que Él era el Mesías, el Hijo de Dios?. Como Jesús lo dijo, sólo aquellos a quienes el Señor atrae hacia Sí, creerán. Para aquellos de nosotros que tienen una confianza indebida en nuestras habilidades apologéticas, en nuestra habilidad de convencer a hombres y mujeres fieles, les recordaría que es la Palabra de Dios y es el Espíritu de Dios que convence y convierte a los hombres. No nos engañemos a nosotros mismos pensando en que si habláramos claramente del evangelio o que si forzáramos más a los hombres, ellos creerían. Esto es signo de ignorar la doctrina de la depravación de los hombres, la invisibilidad de Dios y de la inhabilidad de todos para ‘ver’ a Dios separado del alumbramiento divino. Como cristianos, es nuestra responsabilidad hablar y ver es la obra de Dios (ver Efesios 1:15-23). Que Dios abra nuestros ojos espirituales para ver las cosas maravillosas que Él tiene para nosotros: 1 Corintios 2:6-10.

En su Resurrección
Como Creador y Dueño de todo cuanto existe, Dios Hijo no tenía necesariamente que sujetarse al hecho histórico de su Resurrección para que a partir de entonces su cuerpo pudiera desaparecer a la vista de los demás, aunque efectivamente es desde la Pascua cuando esta facultad se vuelve más evidente.

El don sobrenatural de desaparecer: El cuerpo glorioso de Jesús
Cuando Jesús resucita, su cuerpo glorioso ya no está más atado a las leyes naturales del tiempo y el espacio, como tampoco después de la resurrección de los muertos el cuerpo de aquellos que accedan a la Vida Eterna. Y esto es lógico porque, si la salvación se revela también en el cuerpo, el cuerpo resucitado tiene que ser distinto al cuerpo de la existencia temporal que se tuvo en la Tierra. Por eso el Evangelio presenta a Jesús haciendo una y otra vez apariciones y desapariciones entre sus discípulos. Así, el día de la Resurrección iban dos camino de Emaús, (Marcos 16:12) les pasó lo mismo que a María Magdalena, a quien Jesús se le aparece bajo un aspecto que hace que ella lo confunda con el jardinero (Juan 20:15). Pero tras reconocer quién es realmente, entonces Él se vuelve invisible a los ojos de ellos.

«15 Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos. 16 Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.» (Lucas 24:15-16).

Sólo hasta que el Señor, en la cena, «30 Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió, y les dio. 31 Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas él se desapareció de su vista.» (Lucas 24:30-31).

Pero de ninguna manera hay que creer que estas apariciones son ilusión o espejismo; el Señor tiene especial intención de dejar muy claro esto cuando se aparece a sus discípulos en Jerusalén, el mismo día de la Resurrección, cuando ellos se hallaban a puertas cerradas por miedo a los judíos. Les dice: «38 Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? 39 Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. 40 Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies.» (Lucas 24:38-40). Incluso le dan alimento y come delante de ellos.

La Traslación Corporal
Es casi instantánea de un lugar a otro, a veces remotísimo del primero. Es diferente a la Bilocación porque no hay simultaneidad de presencia en ambos lugares sino únicamente traslación de un lugar a otro. Y por su señorío, Jesús también es libre de proporcionarle este don a otros en casos extraordinarios.

Felipe
Así pasó con el diácono Felipe, que, tras encontrarse con el alto funcionario etíope y anunciarle el Evangelio y bautizarlo, fue Arrebatado o Trasportado súbitamente. La expresión inusual "Espíritu del Señor" sugiere la idea de que tanto el Espíritu Santo y el Señor Jesús retiraron a Felipe, y lo hizo de repente y milagrosamente, Felipe fue arrebatado literalmente de distancia o retirado por la fuerza (harpazo). Fue una acción repentina. En una acción milagrosa fue tomado del cuerpo y fue transportado a la ciudad de Azoto la antigua ciudad filistea de Ashdod a 40 km de distancia. En otras palabras Desapareció de la vista del funcionario etíope, «el etíope no lo vio más» Hechos 839-40.

Pedro
La liberación que Dios hace de Pedro por medio de un ángel, la invisibilidad explicaría cómo fue posible tal hecho siendo que el Apóstol:

5 Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. 6 Y cuando Herodes le iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel. 7 Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos. 8 Le dijo el ángel: Cíñete, y átate las sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto, y sígueme. 9 Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía una visión. 10 Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él. Hechos 12:5-10.

Enoc
En el caso de este siervo de Dios, la biblia no dice que fue al cielo, lo que dice, fue que Dios lo traspuso o lo transfirió, es decir: lo pasó de un lugar del mundo a otro, pero ¿porque ocurrió eso?, es sencillo: Enoc estuvo profetizando según dice Judas, hablo fuertemente a las personas de su tiempo.
Esto era lo que decía Enoc:

«14 De éstos también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, 15 para hacer juicio contra todos, y dejar convictos a todos los impíos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él.» Carta Universal de Judas 14-15. 

Sin duda alguna este tipo de profecía le trajo persecución y quisieron matarlo, bien dice Pablo que todo el que quiera vivir piadosamente padecerá persecución (2 Timoteo 3:12.)

Esteban les dijo en un discurso a los hipócritas religiosos: "A quien de los profetas no persiguieron sus antepasado? (Hechos 7:52). De modo que para que Enoc no muriera en manos de sus perseguidores los traspuso o lo transfirió de un lugar a otro para no ver muerte (Hebreos 11:5), de modo que Dios lo escondió de tal manera que nadie supiera de el, por eso dice las escrituras que no fue más, porque Dios lo tomó, así como ocurrirá con la mujer de Apocalipsis 12:14 al ser perseguida por Satanás Dios la esconde y la mantiene en el desierto. Pero eso no quiere decir que Enoc no murió porque el mismo escritor de el libro de Hebreos después de nombrar a todos esos héroes de la fe donde se nombra a Enoc dice: "En fe MURIERON todos estos aunque no consiguieron el cumplimiento de las promesas" Hebreos 11:13 y finaliza el capitulo diciendo: "Sin embargo todos estos (INCLUYENDO A ENOC) aunque recibieron testimonio por su fe, no recibieron el cumplimiento de la promesa" Hebreos 11:39. 

Elias
La acción del Espíritu también en 2 Reyes 2:11, cuando Elías fue llevado, al cielo para luego se dejado en otra parte de la tierra, no hay duda que también se habla de Elías en Hebreos 11 cuando dice: Anduvieron vagando en el desierto áridos y en las montañas y en las cuevas de la tierra (Hebreos 11:38). Los que lean 1 Reyes 19 se darán cuenta que Elías andaba en desierto y cuevas, por la persecución que tenia ya que Jezabel lo quería matar, Dios envía un carro de fuego, tirado por caballos de fuego y Elias sube al cielo terrestre en un torbellino (2 Reyes 2:11), de esta manera Elías es alejado y librado también de la muerte, y sube al cielo físico como los aviones, pero no al trono celestial, porque carne y sangre no pueden heredar el reino de Dios (1 Corintios 15:50), mas adelante Elías envía una carta al rey Jehoram, hijo del rey Acab, profetizando en contra de su mala conducta (2 Crónicas 21:12-15), y eso pasó después que había subido al cielo, pero no al trono de Dios, sino al físico que nosotros podemos ver, no se sabe de donde venia ese escrito porque Elías estaba escondido por Dios en algún lugar del planeta.

Continua en Seres Espirituales III: Serafines y Querubines
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lunes, 7 de julio de 2008

Seres Espirituales I: La Invisibilidad de Dios

Jacob lucha con el Angel por Gustav Dore

La biblia nos dice que Dios es un ser de Espíritu. Aunque la naturaleza de Dios es invisible. La condición espiritual de Dios, nos dice que no es un Cuerpo Material.

La invisibilidad
La invisibilidad es la cualidad de un cuerpo físico visible de no ser visto en condiciones de luz normales para un supuesto observador. Hasta principios del siglo XXI esta cualidad solo era posible en la naturaleza y se daba en gases y seres u objetos que, por su tamaño, el ojo humano no era capaz de captar sin ayuda de lentes u otra tecnología diseñada para tal menester. Los científicos creen haber descubierto la forma de alterar el efecto de la luz sobre un cuerpo físico para conseguir el efecto de invisibilidad de forma artificial gracias a telas compuestas por estructuras electrónicas nanométricas.

La consecución de este logro tiene importantes aplicaciones en la industria del espionaje y la guerra. Sin embargo, también podría ser utilizado para la seguridad del ciudadano y una mejor observación de especies animales en su medio natural y mejorar la estética también la iluminación de algunos lugares en las que las edificaciones han creado un paisaje poco acogedor para el ser humano. La invisibilidad ha sido tratada en numerosas ocasiones por escritores y cineastas de ficción ya sea científica o mágica, casi siempre planteando el peligro que supone que este don caiga en malas manos. Un objeto puede ser clasificado como «invisible» si no puede ser observado usando la vista por los factores ambientales haciendo que éste no refleje luz. Un objeto que podría ser visible puede ser clasificado como invisibles si se encuentra en las condiciones de:

-Estar detrás de un objeto.
-Es del mismo color o apariencia que el fondo (camuflaje).
-Estar en un ambiente que es demasiado oscuro o demasiado luminoso.
-Estar en el punto ciego del observador.
-Estar alterando su propia apariencia, ya sea biológicamente (como un pulpo) o por tecnología (dispositivos portátiles, cámaras, alguna tecnología inexistente necesaria).

Ser espiritual
La palabra espíritu viene del Latín spiritus, que significa aliento o respiro, y como el aliento es sinónimo de vida, la palabra denota que el alma que sigue viviendo se separa del cuerpo muerto o cadáver, pero como tiene aliento metafóricamente se entiende que sigue viva. La palabra "inspirar" del latín inspirare, tiene la misma raíz que espíritu. Es un término compuesto del prefijo in (dentro) y del verbo spirare (respirar). En la Biblia, la palabra ruah (רוח, cuyo significado es "viento") se suele traducir como espíritu de esencia divina, lo que nos ha llegado como Espíritu Santo. Es por ello que en la escena de Pentecostés, el Espíritu Santo es representado como el "viento" y también el "fuego" que transforma a los apóstoles de Jesús y les da la fuerza para salir al mundo a predicar su palabra. Es "el fuego que enciende otros fuegos", es decir, que "inspira".

Un espíritu o ser espiritual es una supuesta entidad no corpórea que aparece en muchas religiones. En algunas partes del mundo se cree que los espíritus son capaces de poseer a las personas. Históricamente, los espíritus han sido atribuidos un número de poderes, tanto sobre la naturaleza como sobre seres humanos. Muchas veces se dice que los poderes de un espíritu están ligados a su propósito de creación. También la religión católica reconoce dones en la figura del Espíritu Santo, pero no para que los usase él, pues no son de él, sino para que los transmitiese a los humanos, por gracia divina (Dios otorgaría uno o varios dones a una persona en un momento dado, a través de él, que hace las veces de mensajero).

El Espíritu en las religiones

La palabra "espíritu" en su contexto religioso ha llegado a obtener un número de significados: Sinónimo de Fantasma, Demonio o Duendecillo, sinónimo de Alma. En términos teológicos, un "espíritu" es la parte más profunda del alma del hombre, a través de la cual los seres humanos pueden ponerse en contacto con Dios.

En la teología occidental, el Espíritu Santo es un
a persona de la Divinidad (Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo). El Padre (Dios) como la fuente, el Hijo (Jesús como el "caudal" o el "camino"), y el Espíritu como la transmisión. En muchas culturas, los espíritus existen en el mismo plano que los dioses, aunque en un rango de jerarquía menor, como por ejemplo los Elfos nórdicos o los ángeles en el cristianismo.

Un Antiguo Deseo
La verdad es que «el sueño de la invisibilidad es casi tan antiguo como la sociedad. Desde chamanes y hechiceros hasta alquimistas y magos, siempre hubo quienes soñaron con hacerse invisibles, generalmente con fines inconfesables. Para eso se usaban capas, amuletos y pociones mágicas, pero los favoritos fueron siempre los anillos mágicos, desde aquel del Nibelungo hasta el que llevaba Frodo Bolsón». El sueño de no poder ser visto por los otros ha quedado especialmente plasmado en el mundo de las novelas, como aquella titulada precisamente: El hombre invisible, publicada en 1897 por el inglés H. G. Wells, y de la cual se han hecho muchas adaptaciones para cine, televisión, teatro y radio. El autor muestra cómo lo que al principio resulta una gran ventaja para el protagonista al poder ver todo sin ser visto, acaba por convertirse en una puerta hacia la impunidad, y el hombre invisible termina corrompido por el poder.

El Mundo Invisible
La verdadera invisibilidad, sin embargo, no necesita ser creada en un laboratorio, tal como se proclama en el Credo, Dios la Creo desde hace mucho, pues Él es efectivamente Creador «de todo lo visible y lo invisible».

Colosenses 1:16-17
16 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. 17 Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;

«Dios es la evidencia invisible» (Víctor Hugo)

«Un sólo deseo me embarga: el de descubrir lo que se oculta tras lo visible, de horadar el misterio que me da la vida y me la quita, y de saber si una presencia invisible e inmutable se oculta más allá del flujo incesante del mundo» (Nikos Kazantzakis).

El argumento básico de los incrédulos es siempre el mismo: «No creo en Dios porque no lo veo»; y de ahí se siguen con otros: que no se puede demostrar científicamente la existencia de Dios, que si Él existiera no habría tanto mal en el mundo, etc.

Escribe un ateo en un artículo titulado, Cinco razones por las que no creo en Dios: «No hay ninguna evidencia verificable de su existencia... Ninguna experiencia o sentimiento personal es evidencia razonable para que exista algo, sólo las pruebas verificables. No creo en seres invisibles. Un ser que sea visible y etéreo es en esencia inexistente, y al no ser cuantificable ni medible significa que su interacción con nuestro mundo es nula. El creyente-lector opinará: ‘Dios se relaciona frecuentemente con nosotros'; si esto fuera cierto diría el ateo, esta relación sería de alguna manera evidenciable».

Fuera del Tiempo y del Espacio
Por su parte, un creyente, el periodista español Alejo Fernández Pérez, responde en otro artículo, titulado Algunas reflexiones sobre el ateísmo: Ateo es el que no cree en la existencia de Dios. ‘Demostradme que Dios existe', exigió el ateo. ‘Demuéstranos tú que no existe', le replicó otro. Demostrar ‘racionalmente' la existencia de Dios al modo de las ciencias exactas es imposible, pero más imposible aún es demostrar que no existe. Para el creyente, Dios está fuera del tiempo y del espacio, por tanto no existe, como existen las demás cosas, pero existe, y se manifiesta en esas cosas. El descreído, en cambio, excluye de sus consideraciones lo que no está en el tiempo ni en el espacio.

Un Universo lleno de Indicios
Agrega Alejo Fernández: «El ateo corriente es un creyente con una fe: cree que ‘lo existente se explica por sí mismo', cosa que la ciencia no ha justificado nunca. Cualquier encadenamiento de razones aboca siempre a principios indemostrables, y las mismas matemáticas se levantan sobre postulados o proposiciones cuyas verdades son indemostrables. Si la ciencia se basa en principios indemostrables, ¿por qué exigimos demostración para aceptar la existencia de Dios? ¿No es suficiente la observación de las maravillas del universo o de los seres que lo habitan? ¿No son suficientes los millones de almas que viven sólo por y para su Dios? ¿Están todos equivocados? Mire uno adonde mire, aparecen los indicios de Dios».

Eso mismo observaba el Apostol Pablo: «Lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad» (Romanos 1.20).

Lo Invisible, Superior a la Visible
Entre Dios y el hombre hay un abismo infinito; porque el hombre ha sido creado de tal manera que sus ojos sólo pueden ver lo que no es de Dios, y Dios es, por tanto, esencialmente invisible para los hombres, el que cae y siempre caerá fuera del campo visual humano. Dios es esencialmente invisible. Es afirmación de la supremacía de lo invisible como propiamente real, lo cual nos lleva y autoriza a colocarnos ante lo invisible con tranquilidad impertérrita y en la responsabilidad que dimana del verdadero fundamento de todo, de lo invisible.

Creador de todo lo Visible y lo Invisible
El Símbolo de los Apóstoles profesa que Dios es "el Creador del cielo y de la tierra", en la sagrada Escritura, la expresión ‘cielo y tierra' significa: todo lo que existe, la creación entera. "El cielo" o "los cielos" puede designar el firmamento (cfr. Salmo 19:2), pero también el ‘lugar' propio de Dios: nuestro Padre que está en los cielos (Mateo 5:16; cfr Salmos 115:16), y por consiguiente también el ‘Cielo', que es la gloria escatológica. Finalmente, la palabra ‘Cielo' indica el ‘lugar' de las criaturas espirituales, los ángeles, que rodean a Dios.

O sea que no sólo Dios es invisible, sino que ha creado otros seres igualmente invisibles: «La existencia de seres espirituales, no corporales, que la sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe». «En tanto que criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad: son criaturas personales. Superan en perfección a todas las criaturas visibles».

Los demonios y ángeles caídos (los que le dijeron «no» a Dios), son de la misma naturaleza y, por tanto, invisibles, lo mismo que la acción habitual que ejercen sobre el hombre.

La ultima Obra
Pero luego aparece una criatura nueva, diferente a las demás del orden visible e invisible, el hombre, a quien Dios hace con un espíritu, como los ángeles, pero también con una naturaleza material. Desde entonces el mundo visible y el invisible quedan ineludiblemente unidos. Y al llegar la plenitud de los tiempos (cfr. Galatas 4:4) ocurre otro hecho inusitado que Agustín describe en su Carta contra el arriano Máximo: «La Persona del Verbo, aunque conservando su naturaleza de Dios invisible, toma una naturaleza de hombre visible: dos naturalezas que siguen siendo distintas aunque indisolublemente unidas».

Entonces Dios ya no puede ser tenido como inaccesible y lejano, como Aquél a quien nadie puede ver: «El que Me ha visto, ha visto al Padre» (Juan 14:9), dice Jesús a su Apóstol Felipe; y es que «a Dios nadie lo ha visto Jamás; pero el Hijo único, que está en el seno del Padre, lo ha dado a conocer» (Juan 1:18). Nuestro Señor Jesucristo es, pues, «imagen del Dios invisible». (Colosenses 1:15).

¿Cómo es que los patriarcas vieron a Dios?
Algunos podrán razonar que la invisibilidad de Dios es obvia. Debido a que no podemos ver a Dios, ¿porqué intentar probar que Él es invisible?. Otros podrán mirar la invisibilidad de Dios como un problema, algo confuso, incluso tal vez como un obstáculo a la fe y a la vida en Dios. Pero no lo es, simplemente. Si la Segunda Persona de la Divinidad, -el Hijo- aún no se encarnaba, ¿cómo es que el Antiguo Testamento tiene varios pasajes en que los patriarcas y profetas pudieron ver a Dios?.

La Biblia presenta bastantes casos en que Dios invisible se «aparece»; por ejemplo, a Abraham (Génesis 12:7; 18:1), a Isaac (Génesis 26:2), a Jacob (32:25-31; 35:1, 9), a Moisés (Éxodo 3:16; 4:5), a Samuel (1 Samuel 3:21), o a Salomón (1 Reyes 9:2).

Sin embargo, más que «apariciones» de Dios en el Antiguo Testamento, sería más conveniente hablar de «manifestaciones» de Dios, dadas ellas en diversas formas. De hecho, las «apariciones» de las que se habla suelen ser descritas de manera vaga; por ejemplo, cuando Jacob lucha en la noche con «alguien» (cfr, Genesis 32:25-31), y sólo hasta después deduce que Dios se le ha manifestado en esa pelea. El profeta Isaías tiene una visión de Dios sentado en su trono, lo que lo hace exclamar:

«Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos.» (Isaias 6:5). 

El profeta Daniel también es testigo de una visión de Dios Padre en la que:

«Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente.» (Daniel 7:9).

Daniel describe a Dios Padre como un anciano de cabello blanco; pero eso no significa que el Padre tenga cuerpo ni que esté viejo; es más bien signo o figura de su majestuosidad y de su eternidad. Lo anterior pareciera contradecir lo dicho en el Nuevo Testamento, de que nunca antes Dios había sido visto (cfr. Juan 1:18; Juan 5:37).

Dios no tiene una forma Física

“…y habló Jehová con vosotros de en medio del fuego; oísteis la voz de sus palabras, mas a excepción de oir la voz, ninguna figura visteis” (Deuteronomio 4:12).

“También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto” (Juan 5:37).

Tanto el Antiguo y el Nuevo Testamento, nos indican que Dios no tiene forma; esto es que Dios no tiene un cuerpo físico.

Dios es Espíritu
La razón de esto la explica nuestro Señor en Sus palabras dirigidas a la mujer junto al pozo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Juan 4:24).

Esta mujer se refirió a la disputa entre los judíos y los samaritanos sobre el lugar donde Dios debía ser adorado. Los judíos adoraban a Dios en Jerusalén y Jesús pudo haberla corregido señalándole esto. Pero no lo hizo. Jesús le informó que debido a Su encarnación, la adoración no sería nunca más lo mismo. Específicamente, la adoración no sería nunca más restringida a un solo lugar. Los hombres adoraban a Dios en Jerusalén porque ese era el lugar que había elegido Dios para morar. Pero cuando Dios se vistió de humanidad en la encarnación (la venida de Cristo a la tierra), Dios quiso morar no sólo entre su pueblo, sino que en su pueblo. Cuando Jesús ascendió al cielo y el Espíritu Santo vino a morar dentro del creyente, éste podía ya adorar a Dios en cualquier lugar, porque la presencia de Dios entre los hombres es espiritual y no física. Dios es espíritu, por lo que no está restringido a un lugar y tampoco la adoración está restringida a uno. Dios es invisible porque Él es espíritu y no carne.

Cuando Dios aparece a los hombres, se aparece en una gran variedad de ‘Formas’
Podríamos pensar que esta aseveración se contradice con lo que se ha dicho previamente; pero no es así. Dios no tiene una forma física; pero en la Biblia leemos que se les aparece a los hombres en variadas formas. Estas ‘formas’ son tanto vagas como variadas. Cuando Dios se les aparece a los hombres, algunas veces las descripciones de su apariencia son vagas. En Génesis 32, leemos el acontecimiento de un lucha muy extraña. De la descripción del ‘hombre’ con quien peleó Jacob, no podríamos deducir que era otro hombre:

“24 Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. 25 Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. 26 Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. 27 Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. 28 Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. 29 Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. 30 Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.” (Génesis 32:24-30).

¿Qué provocó el cambio en la mente de Jacob para constatar que ese hombre’ no era otro que Dios mismo?. No pareciera ser que se tratara de algo inusual en la apariencia de esta persona. Ciertamente, pareciera ser, que tampoco se debió al infinito poder de ese varón. La única indicación que nos dice que este ser era Dios, está contenida en las palabras que le dijo a Jacob:

“Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí” (Génesis 33:28-29).

Casi puedo ver las ruedas de la mente de Jacob, comenzando a girar: “¿Cuándo luché con Dios? y, ¿cómo puede ‘bendecirme’ esta persona; pero no decirme su nombre?.” Repentinamente, lo supo. Había estando luchando con Dios. Aquí había algo sobre lo cual podría meditar durante mucho tiempo. ¿Cómo había estando luchando con Dios?.

Es importante observar que cuando Dios se le apareció a Jacob, de la manera que lo hizo, Su apariencia fue la de un hombre. No se hace mención alguna de vestimentas blancas brillantes o de una luz brillante. No hubiéramos sabido que se trataba de Dios por Su apariencia. Pero por las palabras que Dios dijo, su identidad se nos hace evidente. Otras apariencias o manifestaciones de Dios a los hombres son más espectaculares y muestran más su majestad y su gloria. Sin embargo, las ‘descripciones’ de Dios cuando apareció, están lejos de lo que se detalla:

“Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; 10 y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno. 11 Mas no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y bebieron.” (Éxodo 24:9-11).

En realidad este es un incidente inusual escondido en medio del libro de Éxodo. Setenta y cuatro hombres vieron a Dios y comieron una comida festiva en su presencia. No hay duda que se trata de Dios y que todos estos hombres le vieron de algún modo. Lo maravilloso es que vivieron para contarlo. Pero si alguien debiera describir a Dios sólo basándose en esta descripción, en un encuentro muy inusual con Dios, ¿cuánto sabríamos de Su apariencia?. Lo único que nos dice este texto es que cuando vieron a Dios, vieron sus pies (versículo 10). Se nos dice más de lo que estaba debajo de Sus pies que cualquier otra cosa. Ciertamente es una descripción muy vaga. Es posible que Dios haya estado visible; pero ciertamente no completo. Uno de los principales textos del Antiguo Testamento que describe la apariencia de Dios a los hombres, lo encontramos en los primeros capítulos del libro del Profeta Isaías:

“1 En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5 Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos. 6 Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas;” (Isaías 6:1-6).

Con toda seguridad Isaías vio al Dios de Israel y esto tuvo un gran impacto sobre él. Pero, ¿qué sabemos de la apariencia de Dios a partir de este pasaje?. ¿Cómo podríamos describir a Dios basados en la descripción que hace de Él Isaías?. Isaías mismo habla más de la apariencia de los ángeles que de la apariencia de Dios. Él estaba sentado en un trono y vestía un manto. Los ángeles no proclamaron sobre la apariencia de Dios, sino cómo se veía. Proclamaron el carácter de Dios. Hablaron de Su santidad y de Su gloria. El impacto sobre Isaías fue una toma de conciencia máxima de su propia maldad como un pecador. Esta revelación del carácter de Dios, provocó en Isaías una visión de cuánto había caído de la gloria de Dios. En la medida que Isaías creció en el conocimiento del carácter de Dios, creció en el conocimiento de sí mismo. Lo que Isaías vio de sí mismo, no era lindo.

Sería fatal ver el ‘rostro’ de Dios
En aquellas instancias en las que se dice que los hombre vieron a Dios, se expresa sorpresa por haber vivido para contarlo. Jacob se maravilló al ver que su vida había sido preservada (Génesis 32:30). Moisés notó que Dios “no extendió Su mano” en contra de los 74 hombres que se dice que habían visto al Dios de Israel, (Éxodo 24:10-11). Dios informó a Moisés que él no podría verlo y vivir (Éxodo 33:20). Cuando Gedeón tomó conciencia de haber visto “al ángel de Dios cara a cara” (Jueces 13:21-21), se le aseguró que no moriría (versículo 23). Manoa y su mujer, quienes se convertirían en los padres de Sansón, se asombraron de no haber muerto por haber visto a Dios como “el ángel del Señor” (Jueces 13:21-23). Al parecer Pablo está diciendo que los hombres no pueden ver a Dios y vivir cuando declara que Dios mora en “la luz inaccesible” (1 Timoteo 6:16). Acercarse a Dios es igual a dibujar cerca de un horno encendido a altas temperaturas. Es peligroso para la salud de quien lo hace (ver también Éxodo 33:2-5).

Mucha Diferencia entre ver a Dios’cara a cara’ y ‘ver la cara o el rostro de Dios’
Algunos podrán creer que la Biblia se contradice con relación a la invisibilidad de Dios. Algunos textos expresen claramente que Dios es invisible y que no puede ser visto:

“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el señor del Padre, él le ha dado a conocer” (Juan 1:8).

“Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos, Amén” (1ª Timoteo 1:17).

Pero también hay textos en los que los hombres declaran haber visto a Dios: “Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma” (Génesis 32:30).

“Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo” (Éxodo 33:11).

“…y lo dirán a los habitantes de esta tierra, los cuales han oído que tú, oh Jehová, estabas en medio de este pueblo, que cara a cara aparecías tú, oh Jehová, y que tu nube estaba sobre ellos, y que de día ibas delante de ellos en columna de nube, y de noche en columna de fuego” (Números 14:14).

Considerando las Aparentes Contradicciones
En el Antiguo Testamento ver a Dios «cara a cara» no equivalía a ver «el rostro de Dios», puesto que Dios, al ser Espíritu , carece de cuerpo. Así, Éxodo 33:11 dice que Dios «conversaba con Moisés cara a cara», pero luego Moisés le pide que le muestre su gloria (vv. 18-23), y el Señor le responde que sí pasará su gloria delante de Moisés y él verá su «espalda» pero que su rostro nadie lo puede ver. A la luz de lo que nos dicen algunos textos de que Dios es invisible y otros textos que Dios ha sido visto por los hombres, apliquemos a continuación verdades bíblicas para que nos ayuden a resolver estas contradicciones aparentes.

La expresión ‘cara a cara’ es en sentido figurado. En las Escrituras está claro que ver a Dios ‘cara a cara’, no es lo mismo que ver el rostro de Dios. Consideremos el ejemplo de Moisés, cuando en la primera parte de Éxodo 33, se dice que él ha hablado con Dios “cara a cara”Éxodo 33:9-11. Lo importante de este texto, no es que Moisés en realidad viera el rostro de Dios, sino que hablaba con Él íntimamente. Sin embargo al patriarca solo le fue mostrada las espaldas de Dios Éxodo 33:18-23. Dios le habló a Moisés “cara a cara”; pero no le permitió “ver Su rostro”. Por lo tanto, ver a Dios “cara a cara”, no es lo mismo que ver el rostro de Dios. Hablar “cara a cara”, significa hablar con alguien sobre una base personal e íntima, de la forma en que un amigo le habla a otro amigo. Encontramos algo similar en Números 14:13-14.

Dios fue visto “cara a cara” por los israelitas. En el contexto, esto significa que Dios hizo conocer Su presencia a los israelitas, por medio de la nube que les conducía y que llegó a ser una columna de fuego por la noche. No significa que Dios tiene ojos físicos y que los israelitas vieron esos ojos. La presencia de Dios estaba con Su pueblo y Él hizo que esa presencia se conociera. Pero nadie en ninguna parte vio el rostro de Dios, porque Dios no tiene rostro. Dios es Espíritu y no carne. Es invisible a los hombres, porque Él no tiene cuerpo y se hace visible a los hombres por varios medios. Aparece como un hombre, que era el ángel de Jehová. Se hizo conocer a sí mismo por medio de una nube y bajo varias otras apariencias; pero ninguna de ellas fue una revelación completa. Y no hubo ninguna ocasión en la que los hombres vieron el rostro de Dios.

Continua en Seres Espirituales I: La Invisibilidad de Cristo
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