Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Dios V: Teofania y Epifanía

Josue pasando el Jordan con el Arca del Pacto por Benjamin West
Teofanía
El termino Teofanía tiene una connotacion trinitaria. Una Teofanía es una manifestación local (como una aparición visible) de Dios o una deidad a seres humanos. Una teofanía es una manifestación de Dios en la Biblia, que es tangible para los sentidos humanos. En su sentido más restrictivo, es una aparición visible de Dios en el período del Antiguo Testamento, con frecuencia, pero no siempre, en forma humana. Se llama Teofanía, (del griego antiguo Θεοφάνεια', theos= Dios, y faino = aparecer, manifestación) son las apariciones de Dios o de seres angélicos que se nos narran con frecuencia en el antiguo y en el nuevo testamento. 

A menudo los relatos teofánicos presentan la escena con riqueza de detalles descriptivos, poniéndola preferentemente en lo alto de un monte o enmarcándola en una nube. Con esto quieren decir que Dios está al mismo tiempo presente y oculto. Sin embargo una de las Teofanías más famosas, la de la anunciación (Evangelio de Lucas 1:26-38), no consta ningún rasgo descriptivo, sino que se subraya únicamente el mensaje traído por el ángel Gabriel a la Virgen María.

Teofanías en la Biblia Hebrea (Tanaj o Antiguo Testamento)
Un ejemplo temprano de Teofanía en la Torá (los primeros cinco libros de la Biblia) es la aparición de Dios a Moisés desde la zarza ardiente (Éxodo 3:4-6). Dios le pide a Moisés quitarse sus zapatos, pues el suelo que pisaba era sagrado. Moisés esconde su rostro porque tiene miedo de mirar a Dios.


A menudo, el término “la gloria del Señor” refleja una Teofanía, como en Éxodo 24:16-18; “la columna de nube” tiene una función similar en Éxodo 33:9. Una frecuente introducción para las teofanías puede verse en las palabras “descendió el Señor,” como en Génesis 11:5; Éxodo 34:5; Números 11:5; y 12:5.

Probablemente el mejor ejemplo conocido de Teofanía en el mundo occidental sea el de Dios dando los Diez Mandamientos a Moisés en una montaña llamada Sinaí u HorebEn ese momento, el pueblo de Israel queda advertido que si se acercan mucho a Dios, morirían (Éxodo 19:21). El pueblo no ve la forma de Dios (Deuteronomio 4:12), pero esta primera experiencia personal con Dios es obviamente terrorífica, ya que piden a Dios dejarlos y esperan morir si oyen directamente a Dios otra vez (Éxodo 20:18-19). Las Teofanías están usualmente indicadas en la Biblia diciendo que Dios se aparece a alguien. De igual manera, el Ángel del Señor es una expresión que en muchos contextos se refiere a una TeofaníaLas Teofanías ocurren muchas veces en la Biblia hebrea. Tan solo en la Torá, Dios se aparece a Abram (Génesis 17:1; 18:3), a Agar (Génesis 21:17-18), a Jacob (Génesis 28:10-18; 32:30; 35:9; 48:3) y a Moisés (Éxodo 3 etc.). Cuando la tienda del encuentro es construida por Moisés, la "gloria del Señor llenó la tienda" (Éxodo 40:3) y desde entonces Dios hablaba con Moisés desde esta tienda (Levítico 1:1).

Las Teofanías usualmente llenan a quienes las presencian de un sentimiento de terror o miedo, y ningún ser humano puede en realidad ver el rostro de Dios y vivir (Éxodo 33:20)Aun cuando Dios sólo aparece localmente en una Teofanía, la Biblia hebrea repetidamente indica que Dios no está limitado por esto para estar presente en un solo lugar. Esto está implicado por la creación de Dios de los cielos y la tierra (Génesis 1), así como por la creencia aceptada de que Dios escucha las oraciones de todos. La presencia universal de Dios queda explícita cuando, en su oración porque la presencia de Dios habite en el recién construido templo de Jerusalén, Salomón dice:

"¿Habitará Dios sobre esta tierra? Pero el cielo y el cielo de los cielos no pueden siquiera contenerte a ti. Mucho menos esta casa que te he construido.1 Reyes 8:27; (Vease Isaias 66:1; Jeremías 23:24; Salmos 139:7-16).

Por ejemplo, en el Libro del Profeta Isaías 6:1, la historia de la vocación de Isaías, cuando éste ve a Dios sentado sobre un trono es una Teofanía.

Libro del Profeta Isaías 6:1-4
1 En el año que murió el rey Uzíast vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. 2 Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. 3 Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. 4 Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 

Teofanías inter-testamentales 
Algunas tradiciones judías inter-testamentales personifican esta expresión de Dios como un ángel especial que tiene la tarea de representar a Dios ante los hombres. Este ángel es llamado el Ángel del Rostro, o el Ángel de la Presencia, o Metatron, o en hebreo anan o mal'ak, y segun la tradicion se dice que tiene el máximo lugar en el Cielo, junto a Dios, y que intercede por Israel.

De acuerdo al filósofo judío Filón de Alejandría (siglo I), Dios es puramente trascendente, así que sus interacciones con el mundo material se dan a través de una expresión de sí mismo: su Logos o palabra. Es a través de esta Palabra que, en Génesis 1, Dios crea el mundo. Los trabajos de Filón son anteriores por muy poco al Nuevo Testamento.

Cristofanías el Angel del SeñorA partir de las obras de Justino Mártir (que identificaba el "ángel del Señor" con el Logos), se identifican también Cristofanías en el Antiguo Testamento, como manifestaciones de Cristo pre-encarnado. Algunos comentaristas bíblicos creen que cada vez que alguien recibía una visita del “ángel del Señor,” éste era de hecho el Cristo pre-encarnado. Estas apariciones pueden ser vistas en Génesis 16:7-14; Génesis 22:11-18; Jueces 5:23; 2 Reyes 19:35; y otros pasajes. Otros comentaristas creen que estas fueron de hecho Angelofanías, o apariciones de ángeles. Mientras que no hay Cristofanías indisputables en el Antiguo Testamento, cada Teofanía en la que Dios adopta una forma humana, prefigura la encarnación, donde Dios tomó la forma de un hombre para vivir entre nosotros como Emanuel, “Dios con nosotros” (Mateo 1:23).

Teofanías en el Nuevo Testamento
En referencia a Génesis 1, cuando Dios crea todas las cosas a través de su Palabra, el evangelio de Juan comienza diciendo "En el principio, Dios creó todas las cosas a través de su Palabra" (Logos). El Evangelio luego dice que esta Palabra (que es Dios) vino a la tierra y tomó forma humana (Juan 1:1, 14), y habitó entre los hombres (como Jesús). Esto es lo que los cristianos llaman encarnación, y requiere lo que luego los teólogos llamarían una unión hipostática (‘sustancia individual o singular’, algo distinto de la naturaleza, physis, y la esencia, ousía, ‘ser de un modo verdadero’‘ser de un modo real’ o también ‘verdadera realidad’). Según muchos han notado, la rara palabra griega que Juan usa para "habitar" en este pasaje significa habitar como en una tienda, lo que es interpretado usualmente como un paralelismo a la tienda en la cual Dios hablaba con Moisés, en especial porque Juan se refiere a la "gloria" que también bajó a la tienda donde Moisés escuchaba a Dios, y que acompañaba a la presencia local de Dios. Por esta y otras razones, los cristianos creen en Jesús como completamente Dios y completamente humano, aunque manteniendo la distinción entre su divinidad y su humanidad. El evangelio de Juan enfatiza esta unión paradójica y esta distinción de naturalezas afirmando que "nadie ha visto a Dios" (Juan 1:18), aun cuando los hombres han visto a Jesús; y que "la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios" (Juan 1:1). 

Por este testimonio de Juan, la conclusión es que Dios se vuelve específicamente inmanente a través de la Teofanía física de Jesús, (del latín immănens), es un término que se utiliza en la filosofía para nombrar a aquello que es inherente a algún ser o que se encuentra unido, de manera inseparable, a su esencia, siendo el ente intrínseco del cuerpo, puede oponerse a la trascendencia ya que la acción inmanente tiene su fin en el mismo ser, y no es algo transitorio que implica la actuación de un principio exterior. 

El Bautismo
En el momento del bautismo de Jesús en el río Jordán, los evangelios describen la aparición simultánea de Jesús, el Espíritu Santo en la forma de una paloma, y la voz audible del Padre. Este evento en su totalidad se considera una Teofanía, y la habilidad de las tres formas de la deidad cristiana para aparecer a la vez pero también con funciones distintas soporta también el dogma cristiano de la Trinidad.

Cristofanías Neotestamentarias
Las Cristofanías son las manifestaciones de Jesucristo tras La Ascensión, como la ocurrida en la conversión de Pablo (llamada "cristofanía de Damasco"). El Apocalipsis abunda en descripciones enigmáticas, alguna de las cuales se identifica con pasajes del Antiguo Testamento, como las visiones Teofánicas de Isaías y Ezequiel.

En el siglo IVEusebio de Cesarea escribió un libro llamado Theophania, refiriéndose a la Encarnación de Jesús.

Según el cristianismo, una cristofanía es una aparición de Jesucristo preencarnado o después de su crucifixión. Estas teofanías son debatidas entre los teólogos y pueden ser interpretadas de diferentes formas.

Supuestas cristofanías
Génesis 14:18-20
Salmos 110:4
Hebreos 7
Génesis 16:7
Oseas 12:4
Josué 5:13-15
Daniel 3:25
Génesis 32:30

Deidad
Una deidad, o un dios, es un ser sobrenatural al que normalmente se le atribuyen poderes importantes (aunque a algunas deidades no se les atribuye poder alguno). Puede ser adorado, concebido como santo, divino, sagrado o inmortal, tenido en alta estima, respetado o temido por sus adeptos y seguidores. Las deidades se representan con gran variedad de formas, pero con frecuencia con forma humana o animal; se les asignan personalidades y conciencias, intelecto, deseos y emociones como los humanos. Se le atribuyen fenómenos naturales tales como rayos, inundaciones y tormentas, así como milagros. Pueden ser concebidos como las autoridades o controladores de cada aspecto de la vida humana (tales como el nacimiento, la muerte o la otra vida). Algunas deidades son consideradas las directoras del tiempo y el propio destino, los dadores de la moralidad y las leyes humanas, los jueces definitivos del valor y el comportamiento humanos y los diseñadores y creadores de la Tierra o el Universo. Sin embargo, en las religiones monoteístas abrahámicas se considera blasfemo imaginar a la deidad con cualquier forma concreta.

Etimología
La palabra española «deidad» procede del latín deitas, ‘naturaleza divina’. Al igual que el sánscrito deva, ‘ser celestial’ o ‘dios’, proviene de la raíz protoindoeuropea *deiwos, ‘brillar’. De esta misma raíz derivan varias palabras relacionadas con el cielo: dies, ‘día’ o divum, ‘cielo abierto’.

Relación con la humanidad
De algunas deidades se piensa que son invisibles o inaccesibles para los humanos (morando principalmente en lugares sobrenaturales, remotos o apartados y sagrados, tales como el Cielo, el Infierno, el firmamento, el inframundo, bajo el mar, en la cima de montañas altas, en bosques profundos o en un plano sobrenatural o esfera celestial; o incluso en la mente y/o el subconsciente humano), revelándose o manifestándose en raras pero escogidas veces a los humanos y dándose a conocer principalmente por sus efectos.

En el monoteísta suele creerse que un único dios que mora en el Cielo también es omnipresente e invisible.

En el politeísmo los dioses se conciben como un contrapunto a los humanos. En el reconstruido e hipotético protoindoeuropeo los humanos eran descritos como tkonion, ‘terrenales’, en oposición a los dioses, que eran deivos, ‘celestiales’. Esta relación casi simbiótica está presente en muchas culturas posteriores: los humanos son definidos por su posición de súbditos a los dioses, a los que nutren con sacrificios, y los dioses son definidos por su soberanía sobre los humanos, castigándoles y recompensándoles, pero también dependientes de su adoración y en ocasiones la gente trata a su dios como alguien que les sirve a ellos.

El límite entre humano y divino no es en modo alguno absoluto en la mayoría de las culturas. Los semidioses son la descendencia de la unión entre un humano y una deidad, y las mayoría de las casas reales de la Antigüedad reclamaban ascendencias divinas. Comenzando con Neferirkara (siglo XXV a. C.), los faraones del Antiguo Egipto se hacían llamar «Hijos de Ra». Algunos gobernantes humanos, tales como los faraones del Imperio Medio, los emperadores japoneses y algunos emperadores romanos, han sido deidades adoradas por sus súbditos incluso en vida. El primer gobernante de quien se sabe que reclamó su divinidad es Naram-Sin (siglo XXII a. C.). En muchas culturas se cree que gobernantes y otras personas prominentes o santas se transforman en deidades tras su muerte.

Se destaca también, que los panteones de diversas culturas cuentan tanto con deidades benefactoras como mundanas.

Zarza ardiente
Zarza ardiente es la denominación convencional de un episodio bíblico (Éxodo capítulo 3, versículos 2 a 4) que es utilizado con alguna frecuencia en el arte cristiano.

Pasaje bíblico
Moisés, tras huir por primera vez de la corte de Egipto, apacentaba el ganado de su suegro Jetro en las tierras de Madián cuando "llevó una vez el rebaño más allá del desierto" y llegó al monte Horeb o Sinaí, "la montaña de Dios". Allí vio una zarza que ardía sin consumirse, y "en la llama de fuego" "se le apareció el ángel del Señor". La voz de Dios salió de la zarza para ordenar a Moisés que no se acercara más y se descalzara, porque el suelo que pisaba era "una tierra santa", ante lo que Moisés obedece aterrorizado, cubriéndose el rostro para no ver el rostro divino.2​ Mientras se obran varios prodigios, el diálogo entre Dios y Moisés explica la misión que ha de emprender de vuelta en Egipto, ocupando el resto del capítulo y el comienzo del capítulo siguiente (3: 5-22 y 4: 1-17);3​ entre otras revelaciones, Dios se refiere a sí mismo con las fórmulas "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham,4​ el Dios de Isaac y el Dios de Jacob" (3:6) y "yo soy el que soy"5​ (אֶהְיֶה אֲשֶׁר אֶהְיֶה, ehyeh ašer ehyeh -expresión relacionada con Yahve, el tetragramaton o teónimo del Dios bíblico-, 3:14); que es la que le ordena usar ("Tú hablarás así a los israelitas: «Yo soy» me envió a ustedes" -3:14-), y se usa en otros pasajes donde Moisés se refiere a Dios como Ehyeh (אֶהְיֶה) o Ehyeh-Asher-Ehyeh (אהיה אשר אהיה), e incluso con la expresión "el que mora en la zarza" (sók'rii s'náéh),6​ como hace durante la bendición de las tribus de Israel (Deuteronomio 33:16).7​

La denominación "zarza" (סנה seneh en hebreo, origen del topónimo Sinaí, rubus en el latín de la Vulgata),8​ que en la Biblia es un hapax legomenon (sólo se emplea en ese contexto), es un término botánico vulgar que puede designar a muchas plantas espinosas de talla arbustiva; se ha propuesto su identificación con distintas plantas, por ejemplo, la zarzamora (Rubus fruticosus). Algunas de ellas, como las del género Acacia (shittim en hebreo -que también aparece citada en la Biblia en distintas ocasiones, y especialmente como la que Dios manda usar para fabricar el Arca de la Alianza y el mobiliario del Tabernáculo-), contienen sustancias psicoactivas (como triptamina o dimetiltriptamina - DMT) que podrían explicar su asociación con lo sobrenatural. En cuanto su condición de arder sin consumirse, se ha señalado que su parasitación por la planta Loranthus acaciae (o "muérdago de flores carmesí", también frecuente en la zona), que desarrolla frutos e inflorescencias rojas, le da un aspecto visual de estar cubierta de llamas.9​ También se ha propuesto que todo el pasaje sea en realidad una referencia a la propia condición "ardiente" del monte Sinaí (סיני).10​ Todo ello participa de un estilo bíblico denominado paronomasia. La exégesis y hermenéutica bíblica interpretan el episodio como una teofanía en que se mezclan las fuentes bíblicas elohísta y yahvista, que suelen visualizar a Dios con el fuego, con la deuteronomista, que lo hace con las nubes, para manifestar la renovación de la alianza de Dios con el hombre.

Se han encontrado similitudes simbólicas e icónicas entre la zarza ardiente y otros conceptos, como el árbol de la vida y la menorah (la lámpara ritual de siete velas), que permiten interpretar la escena como una transposición del Templo en el desierto.

Tabernáculo
Según relata la Biblia, el Tabernáculo, llamado en hebreo mishkán (מִשְׁכָּן, "morada"), fue el santuario móvil construido por los israelitas bajo las instrucciones dadas por Dios a Moisés en el Monte Sinaí. No debe ser confundido con el Templo de Jerusalén, construido en el siglo X a.C.

El Tabernáculo es también conocido como Tienda del Encuentro y fue un santuario itinerante dedicado a Yahveh.5​ Constituye el primer ejemplo de articulación de espacios sacros en la cultura hebrea, involucrando a su vez las primeras creaciones simbólicas de arte judío con carácter litúrgico unívocamente monoteísta.

Se lo ha denominado el "Santuario Terrenal" (Éxodo 25:8) y, según interpretación del cristianismo, se lo compara y contrasta con el "Santuario Celestial" de la Biblia cristiana.

Descripción
Las instrucciones para la elaboración del Tabernáculo, sus implementos y utensilios, así como también las vestimentas del Sumo Sacerdote de Israel son detalladas en el Libro de Éxodo, capítulos 25-31.

El tabernáculo era un espacio rectangular de 30 codos de largo (unos 13 metros) y 10 de ancho y de altura (unos 4 metros). Tenía dos divisiones: El Lugar Santo (heb. Makóm Kadósh), de 20 codos de largo, que contenía el candelabro de siete brazos (Menorá), la mesa de los panes de la proposición y el altar donde se quemaban los perfumes e inciensos.

El Lugar Santísimo o Sanctasanctórum (heb. Kodesh ha-Kodashím) era donde se preservaba el Arca de la Alianza (conocida también como "Arca del Pacto" o "Arca del Convenio") y donde se custodiaban las reliquias del Éxodo, es decir, las Tablas de la Ley, la vara de Aarón y el maná.
Un velo precioso suspendido de cuatro columnas de madera cubiertas de láminas de oro que separaba al Lugar Santo del Lugar Santísimo.

El espacio que rodeaba el tabernáculo se llamaba atrio. En éste, frente a la puerta del Tabernáculo, estaba el Altar de los holocaustos, donde se quemaba la carne de los animales sacrificados como ofrenda. Había además un gran recipiente lleno de agua y llamado fuente de bronce, en donde los sacerdotes se lavaban las manos y los pies antes de ejercer las funciones de su ministerio. El Tabernáculo poseía un atrio donde se ubicaban quienes acudían a adorar a Dios, ya fuesen o no originariamente parte de las Tribus de Israel.

Fiesta
La fiesta de los tabernáculos, llamada en hebreo "Sucot", es una de las principales solemnidades de los israelitas. Se celebra en el mes de Tishrei y dura siete días, durante los cuales se habita bajo tiendas y enramadas en memoria del tiempo en que los israelitas habían vivido bajo ellas, antes de entrar en la Tierra Prometida.

Baltasar de Babilonia
Baltasar o Belsasar3​ (formas castellanas del latín Baltassar o del griego Βαλτάσαρ -Baltásar o Balthasar-, ambas derivadas del nombre Bel-sharra-usur, que significa en acadio «Bēl -Baal- ha protegido al reino»;6​ mientras que en otros idiomas modernos se suele transcribir con las formas Balthazar, Belshazzar, Belsatzar u otras) fue un príncipe babilónico citado en la Biblia, protagonista del episodio de "la escritura sobre la pared".8​ Murió durante la caída de Babilonia en manos de Ciro II el Grande en el año 539 a. C.

Relato bíblico
Narra el Libro de Daniel en su capítulo quinto que, en un banquete, Baltasar profanó los vasos del templo de Jerusalén, que anteriormente habían sido traídos a Babilonia como botín, al mandarlos usar como servicio de mesa de sus cortesanos. En ese momento habría aparecido una misteriosa mano que dejó escritas sobre la pared unas palabras ininteligibles. Ningún sabio de la corte fue capaz de descifrarlas, sólo el profeta hebreo Daniel, quien entendía el idioma, anunció que tal soberbia sería castigada con la muerte de Baltasar y la caída de su reino. Curiosamente, al propio Daniel se le daba el nombre de Belteshazzar («Bēl -Baal- proteja al rey»), muy similar al del propio Baltasar.6​

Otros documentos
El texto bíblico lo considera hijo (descendiente) de Nabucodonosor II ("Escucha, rey: El Dios Altísimo dio a tu padre Nabucodonosor la realeza, y también magnificencia, gloria y majestad").9​ Hay otra importante fuente escrita sobre este personaje: el cilindro de Nabónido (un documento en escritura cuneiforme, hallado en 1881), que identifica a Belsasar como hijo mayor del rey Nabónido, el último de los babilónicos, quien era de origen asirio o arameo y probablemente no estaba emparentado directamente con Nabucodonosor10​11​ sino que estaba casado con Nitocris (hija de Nabucodonosor y una princesa egipcia de su harén) quien fue a su vez madre de Baltasar.

Aunque en la Biblia se le menciona como "rey" (Baltassar rex fecit grande convivium en la Vulgata -"el rey Baltasar hizo gran convite"-),13​14​ en realidad fue corregente de Babilonia,15​ con plenos poderes, durante un periodo de diez años en que su padre se hallaba ausente de la ciudad, en Arabia;6​ de ahí que ofreciera como recompensa a quien descifrara el enigmático mensaje que apareció escrito sobre los muros del palacio "el tercer puesto" en importancia en su gobierno,16​ ya que él mismo era el segundo después de su padre, y que no se le mencione extrabíblicamente como último rey antes de Ciro, el primer rey de Persia.

Baltasar aparece como jefe de su propia casa en distintos documentos fechados en los años primero, quinto y séptimo del reinado de Nabónido (556-539 a. C.); mientras que en transacciones legales fechadas en los años duodécimo y décimotercero de dicho reinado aparece como asociado a Nabónido en los juramentos hechos en sus nombres. También consta que Baltasar emitió un edicto sobre qué tipo de funcionarios debían controlar la renta de la tierra.

Iconografía
Con los nombres de "El festín de Baltasar" o "La cena de Baltasar" (Convivium Balthasaris en latín) el tema ha sido frecuentemente representado en el arte cristiano, en la tradición de otros festines bíblicos presididos por personajes malvados, como el "festín de Herodes" o el de "el rico Epulón y el pobre Lázaro".

Entre otros pintores, ha sido tratado por Bartholomäus Strobel el Joven, Frans Francken el Joven, Rembrandt, Juan Carreño de Miranda, Andrea Celesti, Sebastiano Ricci, Francesco Caccianiga o John Martin

Tema literario
El episodio bíblico ha tenido una importante recepción como tema literario. Calderón de la Barca y Agustín Moreto escribieron sendos autos sacramentales con el título "La cena del rey Baltasar", Lord Byron la oda To Belshazzar y Heinrich Heine la poesía Belsatzar (1822). La expresión "El festín de Baltasar" fue utilizada para titular un artículo de Arturo Uslar Pietri.

El nombre del libro en hebreo es bereshith (en el principio), que es la primera frase que se encuentra en 1:1 (en la antigüedad se acostumbraba usar la primera palabras o las posprimeras como título de un libro). El título de Génesis en castellano es de origen griego y proviene de la palabra genéseos, que es la forma como los traductores de la Septuaginta (o versión de los LXX) tradujeron la palabra que aparece por primera vez en 2:4. Dependiendo de su contexto, la palabra puede significar “historia”, “lista”, “genealogía”, generación” u “origen”. De modo que, tanto en hebreo como en griego, el titulo Génesis describe apropiadamente su contenido, ya que, ante todo es un libro de comienzos.

Gloria divina
Gloria (del latín gloria, "fama, renombre") o Gloria divina es un concepto teológico del judaísmo y el cristianismo para denotar la manifestación de la presencia de Dios. Dios es denominado "el más glorioso" de los seres. La creación del hombre "a su imagen y semejanza". implica que el hombre puede participar, imperfectamente, de la gloria divina como portador de su imagen.

La escatología cristiana sitúa el destino de los bienventurados2​ (primero sus almas inmortales, tras la muerte corporal de cada uno, y tras el juicio final tanto los cuerpos como las almas)3​ en el "cielo" o "paraíso", cuyo premio es el gozo eterno de la gloria de Dios.4​ En la Gloria, Dios Padre sienta a su derecha5​ a Jesucristo (Dios Hijo); y, según el dogma católico (no compartido por el protestantismo) acoge especialmente en su presencia a la Virgen María (asunta en cuerpo y alma) y a los santos, que interceden por los hombres (comunión de los santos). La interpretación de distintos pasajes bíblicos (particularmente las teofanías del Antiguo Testamento y el Apocalipsis en el Nuevo) y textos medievales (particularmente el Pseudo Dionisio) supone la presencia en la gloria divina de los coros angélicos, entre los que están los querubines (su nombre significa "los cercanos", como guardianes de la gloria de Dios), rodeando el trono de Dios;6​ mientras que los ángeles caídos, como consecuencia de su rebelión, están privados de ella, al igual que los condenados.

Etimología
"Gloria" es una de las palabras más comunes en la Biblia. En el Antiguo Testamento se usa para traducir varias palabras hebreas, como hod7​ (הוד) y kabod​ (כבד K-B-D); y en el Nuevo Testamento para traducir la palabra griega doxa (δόξα). La palabra hebrea kabod originalmente significaba "peso" o "gravedad". La misma palabra se usa para expresar "importancia", "honor" y "majestad". Las versiones griegas de la Biblia hebrea (Septuaginta) tradujeron este concepto con la palabra doxa, lo que explica que los autores del Nuevo Testamento la usaran a su vez. Doxa originalmente significaba "juicio" u "opinión", y por extensión "buena reputación", "honor". Asumiendo que estas diferentes palabras y usos se ajustaban a un concepto único, San Agustín lo entendió como clara notitia cum laude (en latín "brillante celebridad con alabanza").

Imago Dei
Imago Dei es una expresión latina usada en la teología cristiana para referirse al modo en que el hombre habría sido creado de acuerdo con la narración del libro del Génesis (cf. Gn 1, 26-27).

El texto dice: Hagamos al hombre a nuestra imagen, como semejanza nuestra... Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra lo creó.

Y también, más adelante: El día en que Dios creó a Adán, lo hizo a imagen de Dios Gn 5, 1-3

Existen otros textos que recuerdan este ser imagen de Dios: Gn 9, 6; Sb 2, 24; Si 17, 3. Los dos últimos subrayan la semejanza con la naturaleza divina en cuanto al dominio. También se cita este versículo en St 3, 9.

El contexto parece dar a entender que tal imagen y semejanza se refiere al dominio concedido al hombre sobre las demás criaturas y a partir de allí a la dignidad del ser humano. Si además se toma en cuenta la forma de redacción se nota un paralelismo: lo creó a imagen de Dios con lo creó macho y hembra, lo que podría implicar que en su unión o capacidad de procrear, el ser humano es imagen de Dios.

Los Padres de la Iglesia dan nueva vida al texto a partir de interpretaciones platónicas de la palabra imagen. Se trataría de un don dado al hombre y exclusivo de él. En Ireneo se habla de una conformidad no perfecta (imagen) y de los dones de la gracia (semejanza). Para los de la Escuela de Alejandría la imagen era una connaturalidad que le permite ir asemejándose a Él.

Filón de Alejandría distingue entre “semejanza” e “imagen”. La semejanza implica una perfección especial de la imagen. La imagen es la del alma. Según Tomás de Aquino, todos los seres creados son semejantes a Dios. Ahora bien, las criaturas racionales lo son per ultimam differentiam, lo cual además de la semejanza añade la “imagen” (habla de “vestigios” cuando se refiere a las demás criaturas).2​ El hombre fue creado a imagen de Dios y Jesús es la imagen del Padre. La analogía se aplica de dos modos pues es evidente que las criaturas racionales no son Dios y por otro lado la perfección de esta imagen puede aumentar o disminuir de acuerdo con el obrar moral, con la gracia y con la gloria.

En general en la teología oriental se sostiene que la imagen se refiere a todos los dones naturales y sobrenaturales que son entregados al hombre por Dios. Estos dones son capacidades para poder actuar de acuerdo con su ser hijos de Dios. La teología protestante de corte calvinista, por su parte, considera tal imagen como el conjunto de dones que fueron dados al hombre antes del pecado, pero que fueron irremediablemente perdidos producto de la depravación total en que cayó. En la teología protestante de corte arminiano-wesleyano, el ser humano conserva la imago dei, a pesar de la depravación producida pòr el pecado.

El Concilio Vaticano II trató el tema de la imagen divina en el hombre en la Gaudium et Spes (núm. 12): retoma el sentido propio del contexto bíblico que relaciona la “imagen” con el dominio concedido al hombre sobre la creación.

La Epifania
La Epifanía, etimología, del griego: επιφάνεια "epiphaneia", que significa: "manifestación; un fenómeno milagroso") es un acontecimiento religioso.

Se trata del nombre de acción o cualidad el verbo επιφάνεια (hacer aparecer por encima, hacer aparecer en la superficie, mostrase), un compuesto de επι (por encima) y el verbo φάνεια (aparecer, verse, mostrarse). En el ámbito cristiano el vocablo epifanía hace referencia a la tradición de la adoración de los reyes magos al recién nacido Jesús. Para muchas culturas las Epifanías corresponden a revelaciones o apariciones en donde los profetas, chamanes, médicos, brujos u oráculos interpretaban visiones más allá de este mundo.

La Epifanía tiene una connotación cristológica. Es también una fiesta cristiana en la que Jesús toma una presencia humana en la tierra, es decir, Jesús se «da a conocer». La manifestación de Jesús a los Reyes Magos como Dios, es una manifestación para toda la humanidad, incluidos los paganos, es decir, fuera del pueblo elegido.

El término Epifanía puede ser entendido para traducir el concepto de "gloria de Dios" que indica las huellas de su paso o, más simplemente, su presencia.

En el Nuevo Testamento, en las cartas paulinas tardías, se refiere a la entrada de Cristo en el mundo, presentada como la del emperador que viene a tomar posesión de su reino (latín: adventus, de ahí el tiempo de Adviento como preparación a la Navidad). A partir de este significado, el término se usó en Oriente para indicar la manifestación de Cristo en la carne y a continuación, a partir del siglo IX, para designar la fiesta de la revelación de Jesús al mundo pagano. 

Diferencia entre Teofania y Epifanía
Tanto Epifanía como Teofanía son dos palabras de origen griego que comparten la misma etimología. Las dos tienen que ver con el significado de la manifestación o la aparición de Dios. Sin embargo, a lo largo de la historia de la Iglesia se han ido separando. Epifanía ha quedado como palabra ligada a la existencia histórica de Cristo y ha pasado a designar la fiesta litúrgica en la que se celebra que la divinidad se ha unido a la humanidad en Cristo. En cambio, la palabra Teofanía se mantiene como un nombre común utilizado para hablar de todas las manifestaciones de Dios, tanto si se habla del Antiguo como del Nuevo Testamento.

Jesús es Teofania y Epifanía
En la narración de la Biblia Jesús se dio a conocer a diferentes personas y en diferentes momentos, pero el mundo cristiano celebra como epifanías tres eventos, a saber:

La Epifanía ante los Reyes Magos (tal y como se relata en el Evangelio de  Mateo 2:1-12.) 
La Epifanía a San Juan Bautista en el río Jordán.
La Epifanía a sus discípulos y comienzo de su vida pública con el milagro en Caná en el que inicia su actuación pública.

En la Filosofía
Epifanía también puede ser conceptualizada en el sentido filosófico, es una profunda sensación de realización en el sentido de comprender la esencia de las cosas. Es todo lo que puede estar en el corazón de las cosas o de las personas, es decir, constatar que a partir de ahora se siente como resuelto, solucionado, completado, lo que era muy difícil de lograr.

Epifanía puede ser un pensamiento ilustrado, una inspiración que parece ser una cosa de Dios, como que sólo a Él se le ocurriría tal cosa.

Conversión de San Pablo
Conversión de San Pablo o caída en el camino de Damasco son denominaciones de un episodio neotestamentario (Hechos de los apóstoles, 9:1-18;​ Primera epístola a los corintios 15:8-92​), muy representado en el arte. Eclesiásticamente, los católicos lo conmemoran como un evento similar a la Epifanía, o la Navidad (sólo como solemnidad, no como feria o fiesta cristiana), cuyo día se conmemora el 25 de enero.

Introducción
Pablo de Tarso había recibido el mandato de las autoridades judías de perseguir a los cristianos de Damasco. Mientras se dirigía a ese destino, un resplandor del cielo le hizo caer del caballo dejándolo ciego, mientras él y los que cabalgaban con él oían una voz que decía Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? (Saulo era su nombre hebreo y Pablo su nombre romano). Tras esta fuerte vivencia (Pablo la describe como un abortivo), Pablo se encuentra en Damasco con Ananías, que le impone las manos en nombre de Jesús, lo que le devuelve la vista. Inmediatamente, Pablo es bautizado.

Tradicionalmente se ha considerado este episodio como el que mejor representa el tema espiritual de la conversión, de modo que la expresión camino de Damasco ha pasado a ser sinónimo de "conversión".

Encarnación
Encarnación (del latín incarnatio, de incarnatum, incarnare) para los cristianos es el momento en que el Verbo de Dios1​ (Dios Hijo) se encarnó en la Virgen María, por el poder del Espíritu Santo, y asumió para siempre la naturaleza humana sin dejar su Naturaleza Divina, en obediencia a Dios Padre para reconciliar a la humanidad perdida por el pecado original.

Según la doctrina cristiana, la única Persona de Jesucristo tiene dos voluntades, dos inteligencias y dos naturalezas: la humana y la divina. El Concilio de Calcedonia convocado en el año 451, en la carta dogmática del papa León I, así, declara que después de la Encarnación, lo que era propio de cada naturaleza y sustancia en Cristo permaneció intacto y ambas se unieron en una sola persona, pero de manera que cada naturaleza actuaba de acuerdo a sus propias cualidades y características. Jesucristo es verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo de la Santísima Virgen María. Dada la importancia de este hecho la historia se divide en antes y después de Cristo.

Según Tertuliano "el rayo divino, que es el Verbo o el Logos, descendió a una virgen, tomó carne en su seno y nació, hombre y Dios a la vez". San Cirilo de Alejandría, por otra parte, lo explicaba así: "Jesús existió, fue engendrado por el Padre antes de todos los tiempos, y no obstante nació de la carne de una mujer".

El Catecismo de Iglesia Católica señala que la Iglesia llama "Encarnación" al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación, reconociendo que el Hijo de Dios Todopoderoso vino a habitar con los hombres. En un himno tomado de S. Pablo (Flp 2, 5-8), la Iglesia canta el misterio de la Encarnación:

Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. ; (cf. Liturgia de las Horas, cántico de vísperas del sábado)

La fe en la encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana: "Podréis conocer en esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios" (1 Jn 4, 2).

Los hermanos polacos del siglo XVII, vieron la encarnación de la palabra como la encarnación del plan de Dios, en un descendiente de Abraham, y no como la encarnación de una persona que existía en el cielo, antes de su nacimiento.

Hipóstasis
Hipóstasis es un término de origen griego usado a menudo, aunque imprecisamente, como equivalente de ser o sustancia, pero en tanto que realidad de la ontología. Puede traducirse como ‘ser de un modo verdadero’, ‘ser de un modo real’ o también ‘verdadera realidad’.

Griego: ὑπόστασις, ὑποστάσεως (ἡ), ‘fundamento, base; sustancia, materia; poso, sedimento; firmeza, confianza’ Derivada de: ὑφίστημι, poner debajo, en emboscada; detener; proponer; someterse, prometer; arrostrar compuesta de: preposición ὑπό > debajo, abajo; hacia abajo; atrás ἵστημι, poner, colocar; levantar, alzar; erigir; establecer; parar, detener sufijo -σις > valor de ‘acción’

Latín: hypostasis, hypostasis (f.): sustancia, esencia, personalidad principal

El término griego tiene como sentido fundamental (a) acción de situar debajo, (b) lo que se sitúa abajo, lo que está al fondo. A partir del segundo, se emplea para aludir a los cimientos de un edificio, a los depósitos o sedimento que puede dejar, por ejemplo, la orina, a los excrementos, al agua estancada; cobra, además de este valor físico, otro de tipo moral, empleándose entonces referido a lo que se encuentra en el fondo del alma, a la firmeza de carácter o al coraje, a lo que otorga fundamento a una obra o a un discurso, y, como término de filosofía, vendría a ser algo así como ‘sustancia’ individual, es decir, ‘realidad’ en oposición a φάντασμα ‘ilusión’. En latín, aparece tardíamente y sólo tiene ya el valor abstracto. En español, el DRAE admite sólo una acepción, con valor teológico.

Unión hipostática
En teología cristiana se emplea la palabra persona para referirse a la hipóstasis de la Santísima Trinidad, queriendo significar ‘sustancia individual o singular’, algo distinto de la naturaleza (physis) y la sustancia (ousía). En particular, en el cristianismo ortodoxo, se proclama que la Santísima Trinidad son tres personas distintas e inconfundibles, pero, cada una de ellas, hipóstasis de una misma esencia inmaterial (cfr. credo niceno sin cláusula Filioque).

La unión hipostática es un término técnico que designa la unión de las dos naturalezas, divina y humana, que en la teología cristiana se atribuye a la persona de Jesús. De esta manera, Cristo es Dios en la carne (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Juan 1:1,14 ». Biblia; traducción Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Colosenses 2:9». Biblia; traducción Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Juan 8, 58;10, 30-34 ». Biblia; traducción Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Hebreos 1:8 ». Biblia; traducción Reina-Valera, y es plenamente Dios y plenamente hombre (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Colosenses 2:9 ». Biblia; traducción Reina-Valera. Así, tiene dos naturalezas, la de Dios y la humana, y no es “mitad Dios, mitad hombre”. Nunca perdió su divinidad, ni hubiese podido hacerlo.

Continuó existiendo como Dios cuando se encarnó y agregó la naturaleza humana a su eterna naturaleza divina (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Filipenses 2:5-11». Biblia; traducción Reina-Valera. Consecuentemente, en Jesucristo está la “unión, en una sola persona, de una plena naturaleza humana y una plena naturaleza divina”.

Jesús como Dios: es adorado (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Mateo 2:2, 11;14:33 ». Biblia; traducción Reina-Valera, se le ora (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Hechos 7:59». Biblia; traducción Reina-Valera, no tuvo pecado (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «1 Pedro 2:22 ». Biblia; traducción Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Hebreos 4:15». Biblia; traducción Reina-Valera, es omnisciente (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Juan 21:17 ». Biblia; traducción Reina-Valera, da vida eterna (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Juan 10:28 ». Biblia; traducción Reina-Valera y en él habita la plenitud de la Deidad (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Colosenses 2:9 ». Biblia; traducción Reina-Valera . Jesús como hombre: adoró al Padre (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Juan 17 ». Biblia; traducción Reina-Valera, oró al Padre (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Juan 17:1 ». Biblia; traducción Reina-Valera, fue tentado a pecar (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Mateo 4:1 ». Biblia; traducción Reina-Valera, creció en sabiduría (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Lucas 2:52 ». Biblia; traducción Reina-Valera, pudo morir (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Romanos 5:8 ». Biblia; traducción Reina-Valera y tiene un cuerpo de carne y hueso (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Lucas 24:39 ». Biblia; traducción Reina-Valera.

La unión hipostática es, según la teología cristiana, la unión entre el Verbo de Dios y una naturaleza humana en la única persona del Hijo de Dios. Esta es la base de la doctrina cristiana, en la Trinidad, el Dios único de la tradición judeocristiana, prosopon (persona), physis (naturaleza) en la unidad de una misma ousía (sustancia); el Verbo corresponde entonces a la segunda hipóstasis o persona, el Hijo. El calificativo de hipostática que se da a la unión, en Jesús de Nazaret, de la naturaleza humana y la divina alude al hecho de que se trata de una unión según la hipóstasis/persona del Verbo o Hijo de Dios; vale decir, si bien tanto la naturaleza divina como la humana mantienen todos los atributos que les son propios, de modo, por ejemplo, que se puede decir que, en Jesús de Nazaret, se dan dos voluntades, dos entendimientos y dos naturalezas (todas a la vez divinas y humanas), forman con todo, una sola persona, un único centro de imputación de conducta, y esta persona corresponde al Verbo de Dios encarnado, el Dios-hombre. Junto con la doctrina de la Trinidad, la de la Encarnación del Verbo constituye el núcleo de la la fe cristiana, que la distingue drásticamente de su tronco y raigambre hebrea; particularmente la Encarnación constituye el contenido neto de los textos neotestamentarios que, en la perspectiva cristiana continúa, interpreta y perfecciona la fe en el Dios de Israel.

La definición dogmática de Calcedonia parte de un único sujeto (Jesucristo) que es "uno y el mismo"; con verdadera divinidad y verdadera humanidad; consustancial tanto al Padre como a nosotros, la humanidad que asume es idéntica a la nuestra salvo en el pecado.

Utiliza cuatro adverbios (en griego) para decir que es sin transformación de una naturaleza en la otra; sin conversión de las dos en una tercera; sin separación y sin superposición. citando el Concilio de Calcedonia "En dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación"

La unión de las naturalezas, constituye una hipóstasis, de tal forma que no se puede decir que hay dos personas, sino sólo una. Las dos naturalezas son realidades que no se superponen ni se confunden con la unión, sino que, manteniendo cada una su consistencia óntica y dinámica, ambas constituyen la única hipóstasis o persona de Cristo.

Cláusula Filioque
En la teología cristiana la cláusula Filioque es una inserción en la versión latina del Símbolo Niceno-Constantinopolitano del Concilio de Constantinopla I (381). Esa inserción expresa la doctrina católica sobre que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. En latín el término Filioque significa: «y del Hijo». La inserción de esta cláusula en el Credo litúrgico de la Iglesia latina dio origen a una disputa entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa.

Doctrina
La doctrina de la Iglesia católica, afirmada dogmáticamente ya en el año 447 por el papa León I el Magno, se basa en el testimonio de los Padres de la Iglesia tanto latinos como alejandrinos​ y significa que el Espíritu Santo procede del Padre en cuanto Padre del Hijo. La Iglesia católica reconoce como justas tres maneras de hablar del origen del Espíritu Santo:

El Espíritu Santo procede del Padre (la fórmula en el texto original del Símbolo niceno-constantinopolitano)
El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (definición de, por ejemplo, el Concilio de Lyon II)
El Espíritu Santo procede del Padre por medio del Hijo (definición de, por ejemplo, el Concilio de Florencia).

Inserción
La primera versión del Credo litúrgico se fijó en el Primer Concilio Ecuménico celebrado en Nicea en 325, por lo que es conocido como Credo niceno. En él se hacía no más que una simple mención del Espíritu Santo sin referencia a su origen, ya que lo que en ese momento se intentaba presentar, frente al arrianismo, era la doctrina de la Iglesia en lo referente a la figura de Jesucristo, por lo que se incluyeron frases como "engendrado, no creado" y "consubstancial al Padre".

El Primer Concilio de Constantinopla, concebido inicialmente como sínodo local, fue convocado en 381 por Teodosio I, entonces emperador sólo del Imperio romano de Oriente, con la participación de 150 obispos únicamente de su dominio, sin convocar a los obispos occidentales, entre ellos al de Roma, que sólo en el siglo VI reconoció este concilio como ecuménico. Este concilio amplió el Credo niceno, y declaró, siguiendo (con una pequeña variación: ἐκ en lugar de παρά) lo dispuesto en el Evangelio de Juan (15,26b), que el Espíritu Santo "procede del Padre" al decir:

«Πιστεύομεν εἰς ἕνα θεὸν ... καὶ εἰς τὸ Πνεῦμα τὸ Ἅγιον ... τὸ ἐκ τοῦ Πατρὸς ἐκπορευόμενον»
«Creemos en un solo Dios ... y en el Espíritu Santo ... que procede del Padre» Este nuevo texto, conocido como Símbolo Niceno-Constantinopolitano, sin embargo, no tuvo carácter normativo hasta el Cuarto Concilio Ecuménico celebrado en Calcedonia en 451.

A menudo se atribuye la más temprana inserción de la cláusula Filioque en el Símbolo Niceno-Constantinopolitano al III Concilio de Toledo (589), que mandó el canto del Credo en la misa, como ya era costumbre en el Oriente. Pero no todos los manuscritos de los actos del concilio meten esta cláusula en el texto del Símbolo, a la vez que todos la meten en la profesión de fe que los conversos del arrianismo debían pronunciar. Hay dudas también sobre la eventual discusión del Filioque en el Concilio de Gentilly en 767. Por lo tanto, el primer testimonio indiscutible de la inserción del Filioque en el Símbolo Niceno-Constantinopolitano (a diferencia de otras profesiones de fe, como el Símbolo Quicumque, en la procesión del Espíritu Santo del Padre y del Hijo) se remonta sólo al Concilio de Cividale del Friuli en el año 796 o 797.

El Credo, con la cláusula Filioque, se extendió en el siglo VIII por el reino franco, y recibió el apoyo de Carlomagno, quien convocó en 809 un concilio en Aquisgrán, que ordenó la inserción. El papa León III declaró ortodoxo lo que la cláusula Filioque profesa, pero se opuso a la añadidura al Credo, diciendo que no es necesario exprimir todas las verdades en el Credo y sugiriendo seguir el ejemplo de Roma al no incluir el Credo en la celebración de la misa. También ordenó que el Símbolo Niceno-Constantinopolitano, sin la añadidura, fuera grabado sobre dos tablas de plata y expuesto en la Basílica de San Pedro. La cláusula Filioque siguió siendo utilizada en el reino franco y fue motivo de una de las acusaciones hechas por Focio contra los latinos por ocasión del cisma de 858–867.

En 1014 con motivo de su coronación como emperador del Sacro Imperio, Enrique II solicitó al papa Benedicto VIII la recitación del Credo en la misa. El papa accedió a su petición, con lo que por primera vez en la historia el Filioque se usó en Roma.

Situación actual
El teólogo ortodoxo​ A. Edward Siecienski señala que en las últimas décadas se ven pasos significativos hacia una situación en la que el Filioque ya no será un obstáculo para la plena comunión entre las Iglesias católica y ortodoxa. El Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos publicó en 1995 la Nota Las tradiciones griega y latina en relación a la procesión del Espíritu Santo, en general bien recibida en los círculos ortodoxos, que clarifica la posición católica y explica su contexto. Luego, en 2003, una declaración conjunta de teólogos católicos y ortodoxos en los Estados Unidos, reiteró que para los católicos el Filioque se refiere no a la ἐκπόρευσις del Espíritu emitido del Padre, única fuente de la Trinidad, sino a su προϊέναι (processio) en la comunión consustancial del Padre y del Hijo, y además se preguntó si sería posible para la Iglesia ortodoxa aceptar esta interpretación de la processio del Espíritu Santo y para la Iglesia católica omitir el Filioque.

Steven R. Harmon destaca la atención dedicada en un simposio en la Ciudad del Vaticano en el año 1982 a la idea de omitir el Filioque, lo que concretamente hicieron algunos papas al recitar el Credo en griego. Él menciona también el hecho que el texto griego del Símbolo usado por los católicos en Grecia es idéntico al de los griegos ortodoxos. En la Encyclopedia of Eastern Orthodox Christianity Marcus Plested señala que los teólogos ortodoxos, mientras se oponen por unanimidad a la inclusión del Filioque en el Símbolo niceno-constantinopolitano, han encontrado posibilidades de conciliación en los campos fraseológico y doctrinal.​ Ya Serguéi Bulgákov (1871–1944) declaró que el Filioque no se debe considerar ni un dogma, ni una herejía, sino una "theologoumenon", es decir, una opinión teológica aceptable.25​ Karl Barth e Yves Congar dicen que la visión de Bulgákov es compartida por la mayoría de los teólogos ortodoxos.

No todos los teólogos ortodoxos comparten esta opinión. Además de muchas "palomas" hay también –lo dice el obispo ortodoxo Kallistos (Timothy) Ware​29​30​– los "halcones", para los que el Filioque es una herejía. Uno de los más destacados de estos fue Vladimir Lossky (1903–1958), el cual vio en el Filioque la raíz de todos los problemas de las relaciones dogmáticas entre Oriente y Occidente, y declaró que la cuestión de la procesión del Espíritu Santo es la única razón dogmática para la separación entre Oriente y Occidente: los otros desacuerdos doctrinales serían no más que el resultado de esta. Se puede mencionar también al teólogo ortodoxo Jean-Claude Larchet que ha producido una refutación minuciosa de los argumentos del documento del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos​.

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lunes, 8 de noviembre de 2010

Dios IV: YHWH

El nombre de Dios adorado por los ángeles por Goya

En el Antiguo Testamento
Yahveh (transcripción y pronunciación hebraísta; en hebreo antiguo יהוה (pronunciación desconocida); transliteración «YHVH» o «JHWH»;) y su pronunciación conjetural (Yahweh, Yahvé, Yah y Yavé así como la acepción Iehová, Jehowah o Jehová) es, en dicho modo, el nombre propio utilizado en las Biblias (en lengua española; y en muchas otras lenguas) para designar y diferenciar al Dios de las religiones judeocristianas. En su forma hebrea es, en el Antiguo Testamento, el nombre que utiliza para referirse a sí mismo, siendo su significado presumiblemente una descripción de su propia naturaleza. Según el Pentateuco, escrito en hebreo, el verdadero nombre de Dios formada por las cuatro consonantes hebreas: —Y (iod), H (hei), V (vav) y H (hei), es yod-hei-vav-hei: יהוה que se la denomina también Tetragrámaton. (nótese que el idioma hebreo se escribe de derecha a izquierda) que se traduce al alfabeto occidental como YHWH, pues la escritura hebrea antigua sólo incluía las consonantes de cada palabra y descartaba las vocales. El sentido (de la forma: YHVH; ``El Tetragrámaton´´; es decir, palabra compuesta de cuatro letras del nombre Yahveh ha sido interpretado de formas muy diversas; y hasta se discute su origen cultural. No obstante, esta deidad (asociada también como Elohim), según la Biblia, indicó que sería llamada Yahveh, y lo hizo de dos maneras:

-De un modo indirecto, al aparecer 6.828 veces la grafía (YHVH) en el antiguo testamento; y 
-De manera más explícita, por ejemplo, en el relato del Libro del Génesis

Libro de Génesis 2:7 Entonces YHWH Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.

¿Quien es?
Según la tradición judía, aparentemente YHWH es la tercera persona del imperfecto singular del verbo Ser, significando por lo tanto ‘El es’ o ‘El será’. Esta explicación concuerda con el significado del nombre dado en Éxodo 3:14, donde se representa a Dios hablando, y por eso se usa la primera persona, ‘Yo soy’. «Yo soy el que soy» expresión hebrea "ejiéh asher ejiéh" (Éxodo 3:14).

«Yo soy el que soy» (Éxodo 3:14) representa la expresión más concentrada de la auto-revelación de YHWH Moisés y al pueblo de la antigua Alianza. El Dios de los patriarcas se revela bajo el nuevo nombre de Yahveh en un nuevo acto de salvación, la redención de la esclavitud de Egipto. Por lo tanto, el significado podría ser concretamente: ‘El que es’. Se ha desestimado la traducción ‘el que es autoexistente’ o ‘autosuficiente’, ya que se considera que la concepción abstracta de la existencia pura es ajena al pensamiento hebreo clásico. La existencia de Dios por sí mismo tiene su origen en la concepción hebrea del Monoteismo, el Creador no creado, que no depende de nada ni de nadie más; por lo tanto en la actualidad se lo traduce generalmente como ‘Yo soy el que soy’.

1 Libro de los Reyes 18:1 Pasados muchos días, vino palabra de YHWH a Elías en el tercer año, diciendo: Ve, muéstrate a Acab, y yo haré llover sobre la faz de la tierra.

Libro del Profeta Isaias 41:27-29
27 Yo soy el primero que he enseñado estas cosas a Sion, y a Jerusalén daré un mensajero de alegres nuevas. 28 Miré, y no había ninguno; y pregunté de estas cosas, y ningún consejero hubo; les pregunté, y no respondieron palabra. 29 He aquí, todos son vanidad, y las obras de ellos nada; viento y vanidad son sus imágenes fundidas.


Libro del Profeta Isaias 44:6, 21
6 Así dice YHWH Rey de Israel, y su Redentor, YHWH de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios. ...21 Acuérdate de estas cosas, oh Jacob, e Israel, porque mi siervo eres. Yo te formé, siervo mío eres tú; Israel, no me olvides.


Libro del Profeta Jeremias 10:10, 14
10 Mas YHWH es el Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación ...14 Todo hombre se embrutece, y le falta ciencia; se avergüenza de su ídolo todo fundidor, porque mentirosa es su obra de fundición, y no hay espíritu en ella. 


El Nombre
Yahveh es una de las diversas formas que se emplea en la Biblia para designar al nombre propio de Dios (otras son: Adón, Adonay, El, Elyón, Eloah, Elohim, Yahveh-Sbaot, etc.), y es la que más se repite en los textos originales. Referente al nombre Jehová está compuesto de las formas abreviadas del imperfecto, el participio y el perfecto del verbo hebreo «ser» (ye=yehi; ho=howeh; wa=hawah).

De acuerdo a esta explicación, el significado de Jehová sería ‘el que será, es y ha sido’. Pero tal formación de palabras no tiene analogía en el idioma hebreo. Así se indica que: Yahvéh (Yahweh) es uno de los nombres hebreos arcaicos, tales como Jacob, José, Israel, etc. (cf. Ewald, Lehrbuch der hebr. Sprache, 7.ª ed., 1863, p. 664), derivado del imperfecto de tercera persona de modo que atribuye a una persona o cosa la acción de la cualidad expresada por el verbo después de la manera de un adjetivo verbal o un participio. Furst ha coleccionado la mayoría de estos nombres y llama a la forma participialis imperfectiva. Como el Nombre Divino es una forma imperfecta del arcaico verbo hebreo «ser», Yahvéh significa ‘El que es’, aquel cuya nota característica consiste en ser, o simplemente ‘el existente’. Aquí somos confrontados con la cuestión, si Yahvéh es el hiphil imperfecto o el qal imperfecto. Calmet y Le Clere creen que el Nombre Divino es una forma hiphil; por tanto significa, de acuerdo a Schrader (Die Keilinschriften und das alte Testament, 2.ª ed., p. 25), ‘aquel que trae a la existencia, el creador’, y de acuerdo a Lagarde (Psalterium Hieronymi 153), ‘aquel que causa la llegada’‘aquel que cumple sus promesas’, ‘el Dios de la providencia’. El tetragrama fue escrito en caracteres contrastados del paleohebreo en algunos de los textos sobrevivientes más antiguos del hebreo cuadrado arameo, y se supone que se leía como Adonai, ‘Mi amo’, aún en ese período, cuando fueron encontrados.

Levítico 24:16 Y el que blasfemare el nombre de YHWH, ha de ser muerto; toda la congregación lo apedreará; así el extranjero como el natural, si blasfemare el Nombre, que muera. 

La pregunta que nos inquieta sigue siendo la misma de los israelitas: «¿cuál es Su Nombre?». La respuesta, «Yo soy el que soy», tiene una significación que va más allá del sentido original, que esta frase pueda tener dentro de su contexto literario (elohista), y dentro de las coordenadas históricas a las que responde.




El Tetragrámaton en alfabeto Paleo-Hebreo (1100 a. C. a 300d.C.), usado antes del exilio babilónico

Etimología
El significado preciso del nombre es aún objeto de disputas entre los especialistas. De acuerdo con una teoría, correspondería a una modificación del texto de Éxodo 3:13-14, en el que Dios Yahveh indica a Moisés que diga al pueblo de Israel que «Yo Soy [אהיה]» lo ha enviado. Otra variante afirma que se trata de una combinación de las formas de pasado (היה), presente (הוה) y futuro (יהיה) de la raíz del verbo ser, para indicar la eternidad de la existencia divina. Apocalipsis 1:8. De acuerdo con una tercera versión, se trataría de la forma causativa del mismo verbo, significando ‘el que causa el ser’. Muchos otros nombres en árabe y hebreo responden a esa forma, lo que parece avalar la hipótesis. De acuerdo con una cuarta versión, se trataría de la forma acusativa, estado imperfecto, del verbo hebreo hawáh (‘llegar a ser’). Entonces Yahvéh significaría: ‘Él causa que [todo] llegue a ser’. A pesar de todo, muchos expertos han llegado a la conclusión de que el nombre de Dios: Jehova, es una derivación del verbo hebreo "Yah" que se podría traducir en la parte donde se revela a Moisés como: "Yo Resultaré Ser Lo Que Resultaré Ser", quedando de acuerdo con el propósito de la Biblia, pues, Jehová Dios llegaría a ser lo que fuera para poder cumplir con su voluntad. La respuesta, «Yo soy el que soy», tiene una vigencia histórica, una «plenitud de sentido», que contribuye a una mejor comprensión de su sentido original. La «aplicación» (subtilitas applicandi) forma parte del proceso de comprensión.

Exegesis
Para tratar de desentrañar el significado del Nombre y revelación de Yahveh, nos dejaremos guiar por tres principios hermenéuticos. El objetivo último de la búsqueda exegética no es encontrar la etimología de un nombre o el sentido de una frase, ni resolver los problemas filológicos, literarios e históricos que un pasaje encierra, el texto es una mediación necesaria para llegar a comprender la «cosa», la realidad oculta que se revela en el texto, el «omen» tras el «nomen» (La exégesis histórico-critica fija en este sentido unos límites demasiado estrechos al estudio del nombre de Yahveh y de Éxodo 3:14, dentro del contexto de la tradición elohista, cfr. R de VAUX, Histoire ancienne d'Israel. Des origines il /'installation en. Canaan (Paris, 1971) 335).

La pregunta que nos inquieta sigue siendo la misma de los israelitas: «¿cuál es Su Nombre?». La respuesta, «Yo soy el que soy», tiene una significación que va más allá del sentido original, que esta frase pueda tener dentro de su contexto literario (elohista), y dentro de las coordenadas históricas a las que responde. La respuesta, «Yo soy el que soy», tiene una «vigencia histórica» («Wirkungsgeschichte»), una «plenitud de sentido», que contribuye a una mejor comprensión de su sentido original.

La «aplicación» (subtilitas applicandi) forma parte del proceso de comprensión. Ello fundamenta y legitima toda la historia de interpretación de la respuesta de Yahveh, «Yo soy el que soy», interpretada y reinterpretada en la misma Biblia, en el judaísmo, en la patrología, (es la parte de la historia de la teología cristiana que estudia las vidas y las obras de los autores ortodoxos y heterodoxos que escribieron sobre teología en los siglos I hasta el siglo VIII) y en la teología cristiana contemporánea. Nuestro esfuerzo de comprensión enlaza pues con una larga catena de interpretaciones y toda una tradición que nos precede y alimenta. La respuesta de Yahveh, «yo soy el que soy», hecha texto y Escritura, se encuadra ella misma también dentro de todo un tejido de relaciones y de una historia que la precede: una etimología o núcleo de significación embrionario y una tradición oral anterior a la fuente escrita elohista. A este nivel reencontramos la filología, la lingüística, la exégesis literaria e histórico-crítica, disciplinas que con métodos rigurosos nos permiten descubrir, con resultados por cierto no muy satisfactorios, el etymon, origen y significado primigenio del nombre de YHWH, la tradición y la forma literarias en las que este nombre y la auto-proclamación, «Yo soy el que soy», vienen transmitidas. La filología y la historia son instrumentos preciosos e irrenunciables para desvelar el nombre oculto de Dios, que ha querido revelarse por la Palabra hecha Escritura. Dos son las preguntas concretas que nos planteamos: ¿Cuál es el origen y significado del nombre YHWH?, ¿cuál es el significado de la auto-definición de Yahveh«Yo soy el que soy» ( )hyh ) s´r ) hyh)?. Las dos preguntas se relacionan entre sí; las dos suponen también otras muchas cuestiones, a las que no cabe ni siquiera aludir aquí.

Los Eruditos
La patrística y la gran escolástica encontraron en Éxodo 3:14 la fuente de inspiración y reflexión más profunda para acercarse al misterio del Dios oculto y revelado. La traducción griega de los LXX, éyw´ éiw ó w´v (más aún que la de la Vulgata, ego sum qui sum) había señalado una línea de interpretación, acentuadamente filosófica y ontológica, del ó wv, «El que es», la Esencia misma. Eusebio de Cesarea no tenía por ello reparos en decir que Platón había tomado de Moisés su filosofía del Ser (Praeparatio Evangelica Xl, 9). Según E. Gilson, el pasaje de Éxodo 3:14 fue la base de toda la filosofía cristiana: el nombre y la definición de Dios es Ser (E. GILSON, The Spirit of Medieval Philosophy (London, 1963) 51 Y 433 ss. S. Agustín, De Trinitate V, 2; Santo Tomás Summa Theologica, Prima Pars XlII, 1l.La exégesis judía con Maimónides siguió parecidos derroteros (Guía de perplejos 1, 63)

Filón de Alejandria o Filon el Judiodesarrolla esta perspectiva: «Díles», dice (Yahveh a Moisés), «que Yo soy el que es, de modo que puedan aprender la diferencia entre lo que es y lo que no es, y aprendan además que no hay nombre alguno, que se pueda decir con propiedad de Mí, a quien pertenece el existir». (Filón de Alejandría, De Vira Mosis 1, 75 (Loeb Classical Library): « ...AEyE» ότι εγώ είμαι αυτός που είναι, έτσι ώστε να μπορούν να μάθουν τη διαφορά μεταξύ του τι είναι και τι δεν είναι, και επίσης να μάθουν ότι δεν υπάρχει κανένα όνομα, μπορείτε να πείτε μαζί Μου, σε ποιον ανήκει εκεί».) 

No se puede decir que Filón recoja aquí simplemente ideas griegas, extrañas al modo de pensar hebreo. Filón puede muy bien estar moviéndose también en su propia tradición judía, que en Deuteronomio 32:39 y en el segundo Isaías (4:14; 42:8; 43:10; 48:12) conoce la expresión ani hü, traducida al griego eyw eaun (Isaias 41:4, «Yo, Yahveh, soy el primero y con los últimos Yo soy»Yo soy el primero y Yo el último, fuera de Mí no existe dios (es)» (cfr. 41:21-29; 43:8-13), es un claro antecedente de Apocalipsis 1:8). Junto a la perspectiva histórica y de eternidad, se manifiesta una polémica contra la no existencia de otros dioses.

Cabe relacionar con esta frase aquella del Apocalipsis, referida a Dios, «el que es y que era y que ha de venir» (ποιος είναι και ποιος ήταν και ποιος θα έρθει;, Apocalipsis 1:8, cfr. 1:17; 4:8; 11:17; 16:5; 21:6; 22:13). De la formulación bimembre se pasa con naturalidad a una en tres miembros. La primera expresión, «el que es» (ó w´v), es exactamente la misma de la Septuaginta o los LXX en la traducción de «Yo soy el que soy» (éyw´ éiw ó w´v)No cabe duda de que la fórmula del Apocalipsis (a través de versión de los LXX) juega con la del Éxodo, y parte de ella para su elaboración histórica y escatológica: «el que fue y el que viene. El Targum apunta y el Apocalipsis desarrolla la perspectiva de historia de salvación, bajo la que interpretan Éxodo 3:14. No se puede olvidar, sin embargo, la connotación ontológica y existencial del primer «el que es» (ó w´v).

Los reformadores, Lutero, Calvino y Zwinglio, prosiguen en realidad en la misma tradición medieval, con algunos cambios de acento, alegóricos en exégesis y cristológicos en teología. (M. Lutero, «AlIegorien oder geistliche Deutung dieses Andem Capitels», Weimarer Ausgabe XVI, pp. 49 Y 80-89).

Etapa Moderna

La critica exegética moderna no ha prestado menor atención al episodio de Éxodo 3:4. Se ha querido rechazar, sin embargo, toda la historia exegética anterior, acusada de ontologismo, de imponer una filosofía al texto y de interpretar el texto hebreo con categorías extrañas, propias del pensamiento griego. Es evidente que Éxodo 3:14 no pretende dar una «definición» filosófica de la esencia o aseidad de Dios. (G. VON Rad, Theologie des Alten Testaments 1 (MÜflchen, 1969) 193 s. Schild defiende, sin embargo, una interpretación existencial de Ex. 3,14a, E. ScHILD, «Qn Exodus III 14 - 'I am that I am'», VT 4 (1954) 296-302.).

Sin embargo, el desarrollo filosófico y teológico sobre Éxodo 3:14 es plenamente legítimo y está ya apuntado en la misma Biblia, en su progresiva enunciación de un monoteísmo estricto (Deuteronomio y el segundo Isaías). No cabe por otra parte oponer de un modo absoluto supuestas categorías del pensamiento hebreo y griego (la acción y el ser en contraposición). (E. JENNI - C. WESTERMANN, Diccionario teológico manual del Antiguo Testamento I (Madrid, 1978) col. 674. J. Barr ha criticado duramente las oposiciones que se han querido ver entre el pensamiento hebreo y griego, sin que se aporten para ello pruebas de carácter lingüístico, J. BARR, The Semantics 01 Biblical Language (London -New York, 1961) 58 ss. 

Como si el hebreo no hubiera adquirido nunca el concepto de ser o sólo lo hubiera asimilado tardíamente por influjo helenístico. La teología bíblica actual tiene sobrados motivos para interpretar Éxodo 3:14 desde la perspectiva de la historia y de la acción salvífica de Yahveh, pero no cabe oponer radicalmente los conceptos de acción (existir y hacer existiry de esencia (ser) y, todavía menos, sustituir la ontología por una filosofía de la historia como clave de interpretación de Éxodo 3:14. «Yo soy el que soy» viene traducido en el Targum Pseudo Jonatán (Biblia Hebrea del siglo XI= Targum de Palestina) como «Yo soy el que es y el que será». (Cfr. igualmente el Targum JonatánDeuteronomio 32:39«Yo soy el que es y fue; yo soy el que será y no hay más dioses que yo»En la traducción targúmica a Éxodo 3:14 confluyen las dos traducciones posibles del hebreo -en presente y en futuro-, que se reflejan en LXX - y en Aquila -ανέργων και κατ).

El monoteísmo bíblico supone y constituye una clara cuestión (ontológica) sobre el ser-existir único de Yahveh y el no ser ni existir de otros dioses. La declaración estrictamente monoteísta del Deuteronomio y del segundo Isaías no aparece todavía, aunque se apunta ya de algún modo, en Éxodo 3:14. A la pregunta del pueblo y de Moisés, «¿cuál es Su Nombre?», Yahveh responde: «Yo soy el que soy». Koehler niega que se trate de una verdadera respuesta. Constituye más bien una evasiva del Deus absconditus a revelar su Nombre (cfr. 32:30, y Jueces 13:18). (L. KOEHLER, Theologie des Alten Testaments (Tubingen, 1963) 234. Igualmente, A. M. DUBARLE«La signification du nom de Jahweh», RSePhTh 34 (1951) 3- 21; O. EISSFELDT«Jahwe, der Gott der Viiter», TLZ 88 (1963) 481-490( 483)).  

Sin embargo, la frase del v. 14b, «'Yo soy' me ha enviado a vosotros», supone una respuesta positiva. (Los autores rechazan por lo general la interpretación de Koeh1er, cfr. B. N. WAMBACQ,«) eheyeh ,a§er 'eheyeh», Bib. 59 (1978) 317-388 (320s). Childs la acepta en un cierto sentido, en cuanto que Yahweh retrasa su revelación, que sólo se hará manifiesta en sus acciones futuras, S. lllLDS, The Book of Exodus -Philadelphia, 1974-76). 

La forma en primera persona, «Yo soy», invita a descubrir aquí elementos propios de una Teofanía, y a interpretar el conjunto del pasaje en relación con el episodio de la zarza ardiente, como un relato del género de teofanía de Yahveh(Jorg JEREMIAS, Theohanie. Die Geschichte einer alttestamentliche Gattung, Wissenschaftliche Monographien zum Altem und Neuen Testament 10 (NeukirchenVluyn, 1965).

Sin embargo, cabe considerar la respuesta de Yahveh como una legitimación ante el pueblo de la misión de Moisés. Predominaría por lo tanto en este pasaje el género de relato de vocación, que se extiende por todo el conjunto de Éxodo 3:7-20. (R. KILIAN, «Die prophetischen Berufungsberichte», Theologie im Wandel, Tübingen Theologische Reihe 1 (München, 1967) 356-376; W. RICHTER, Die sogenannten vorprophetischen Berufungsberichte (G6ttingen, 1970).

Pero en este tipo de relato el enviado de Yahveh recibe como confirmación de su misión un signo acreditativo, no la revelación del nombre divino. La crítica del género literario no alcanza pues a determinar de un modo satisfactorio el marco adecuado de referencias de la expresión «Yo soy el que soy». Por otra parte, los ensayos de crítica literaria no resultan tampoco más satisfactorios. Los indicios de composición literaria en Éxodo 3:13-15 son más que evidentes: la frase introductoria del discurso de Yaveh se repite por tres veces, lo que determina una triple respuesta («Dijo Dios a Moisés ... , y añadió ... Dijo todavía Dios a Moisés», vv. 14-15). Se produce además una repetición, con una oscilación en el sujeto: «me ha enviado a vosotros (14b) ... me ha enviado a vosotros (15)». Muchos autores han considerado el v. 14 como una glosa, que se interpone entre los vv. 13 y 15.

Para Rudolph, el v. 14b es original, «Así dirás a los hombres de Israel: 'Yo soy me ha enviado a vosotros'». Las frases de los vv. 14a y 15 serían añadidos posteriores (W. RUDOLPH, Der «Elohist» von Exodus bis Josua, BZA W 68 -Berlin, 1939- 9.). Otros autores declaran secundario el v. 15 y retienen como primitivo el texto de los dos versículos precedentes. (H. HOLZINGER, Exodus, Kurzer Hand-Cornmentar zum Alten Testament 2 (Tübingen, 1900) ad. loc). La multiplicidad de las explicaciones propuestas y el carácter hipotético de las mismas dejan una sensación de insatisfacción. El carácter compuesto de este pasaje no constituye sin embargo un demérito; es signo de la importancia de un texto, en el que aparecen recogidas las interpretaciones bíblicas más tempranas del nombre de Yahveh. 

Es sabido que, mientras la Tradición Yahvista identifica desde comienzos el Génesis a Yahveh como el Dios de los patriarcas, la Tradición Elohista conoce y testimonia por el contrario la novedad del nombre de Yahveh, ignorado en la época patriarcal y revelado como el nuevo nombre de Dios a MoisésEsta tradición elohista es de suma importancia, por cuanto conserva el dato de la novedad y revelación del nombre de Yahveh, con la precisión igualmente importante de que, si bien el nombre es nuevo, Yahveh es el mismo Dios de los patriarcas. La novedad del nombre YHWH invita a indagar el origen del mismo. Los intentos por conocer el origen del nombre de Yahveh proceden hoy preferentemente de los campos de la lingüística comparada y de la historia de la religión yahvista. Se acepta que el nombre de Yahveh procede de la raíz semítica nor-occidental hwy (A hwh «ser»), que en hebreo se convierte en hyh. La forma gramatical sería la de un imperfecto verbal sustantivado.

Se discute si se trata de una forma simple, «él es», o causativa, «él hace ser». Albright y su escuela siguen esta segunda opinión. Ello obligaría a corregir el texto de Éxodo 3:14 en 'ahyeh 'a ser yihyeh, «Yo hago ser lo que viene a ser», o manteniendo la construcción idem per idem de la frase: 'ahyeh 'aser 'ahyeh, «Yo hago ser lo que hago ser», o «Yo creo lo que creo». F. M. Cross va más allá. La expresión se ha de leer toda ella en tercera persona, en mayor consonancia con la forma del nombre «Yahveh». En base a paralelos extrabiblicos (en Ugarit, du yakanimu, «el que crea»), Cross piensa que YHWH era en origen un nombre consistente en una breve frase referida al Dios patriarcal El, una fórmula cúltica, en la que se expresa el objeto creado («...el que crea los ejércitos», YHWH seba ót, 1 Samuel 1:3, 11; 4:4; 15:2 ... , o «el que inaugura la paz», YHWH salom, Jueces 6:24). El nombre YHWH pudiera proceder de un hiphil proto-semítico; en tal caso no existen sin embargo pruebas de que la tradición bíblica asumiera esta relación entre el nombre Yahveh y el hiphil de hyh.

Filólogos e historiadores continuarán este debate. De la discusión precedente de los eruditos, cabe señalar algunos puntos relevantes para una teología bíblica del nombre de «yahveh» - «Yo soy el que soy». El significado de la expresión «Yo soy el que soy» se inclina más bien hacia el sentido de «ser-existir», aunque no se le ha de prestar un contenido ontológico fuerte, ni se ha de excluir por otra parte la connotación de significado activo y dinamico, «actuar», «crear». Esto último resulta más evidente, si se toma en consideración el contexto en el que se encuentra. «Yo soy el que soy» constituye entonces la respuesta que garantiza la intervención salvífica de Yahveh en favor del pueblo esclavizado en Egipto. (En esta línea se orientan las interpretaciones hoy día más corrientes: «Ich bin wirklich und warhaftig da, bin bereit zu hifen und wirken ... nicht auf der ruhenden sondern auf die tatigen Existens lier.- der Nachdruck», W, EICHRODT, Theologie des Alten Testaments I (Gottingen, 1956 ) 118s.; Th. C. VRIEZEN, «'ehje 'aser 'ehje», Festschrift A. Bertholet (Tübingen, 1950) 448-512; G. VON RAD, Theol0f.ie des Alfen Testaments 1, 193s.; M. NOTH, Exodus, HAT 1/7 (Tübingen, 1971 ) 31).

Esta respuesta legitima por otra parte la misión de Moisés («'Yo soy' me envía a vosotros.») (Este aspecto ha sido puesto de relieve por S. CHILDS, Exodus, OTL (London, 19824) 68). El «actuar» de Yahveh se produce en continuidad con su acción en el pasado en favor de los patriarcas, lo que prueba la identidad («ser») de Yahveh, que es el mismo Dios de los Padres. La revelación del nombre de Yahveh tiene, pues, desde un principio una referencia a la historia de salvación: la historia de los patriarcas en el pasado, la liberación de los israelitas de Egipto en el futuro inmediato. Por ello mismo es legítimo en un cierto sentido traducir la expresión de autorevelación de Yahveh como «Yo soy el que actúa». El nombre YHWH y el nombre interpretación «Yo soy el que soy», en relación uno con otro y en el contexto en el que necesariamente se mueven, encierran a distintos niveles los dos significados básicos de «ser» y «hacer ser». Yahveh se manifiesta y revela por otra parte como el Dios, que es el mismo de los patriarcas, de Moisés y de generación en generación (v. 15). El «hacer ser» o «actuar» de Yahveh se manifiesta en cuanto «crea» y «salva». La teología de la creación y la teología de la salvación, excesivamente diferenciadas a veces en la teología actual, aparecen ensambladas en las más antigua teología yahvista y en el propio nombre de «Yahveh». Aun cuando evidentemente hay que distinguir niveles de significación y etapas de desarrollo en el significado del nombre YHWH / 'hyh sr 'hyh, niveles y etapas difíciles de precisar en detalle, no cabe establecer sin embargo una historia evolutiva, que parta de un significado puro y simple (etimológico), para desembocar en otros más complejos. Al igual que la forma larga del nombre YHWH es más antigua que las abreviadas Y'ho-/, Yo-/ Ye-, o -yahu/ -yah, el nombre YHWH viene a ser él mismo la abreviatura de una frase o fórmula cultual. No existe pues en realidad un significado etimológico al estado puro, sino que desde un principio el nombre Yahveh se mueve dentro de un determinado contexto, que no es necesariamente menos complejo en las primeras etapas de la tradición bíblica que en otras posteriores. Cabe preguntarse cuál es el contexto bíblico más antiguo identificable, en el que aparece el nombre YHWH. (El elemento teofórico «Ya», que aparece posiblemente en topónimos de los textos de Ebla, puede no tener ninguna relación con el nombre de Yahveh, cfr. M. DAHooD, «The God «Ya» at Ebla», JBL 100 (1981) 607s).

Por la época de los Jueces el nombre YHWH aparece como sujeto de frases construidas con el verbo hwh (de la misma raíz que YHWH) y con un objeto expreso (cfr. supra). Los títulos YHWH sebaót y YHWH salom, originarios de la época de los Jueces, responden a tales frases, cuyo verbo original quedó absorbido en el sujeto Yahveh de la misma raíz que el verbo: «Yahveh crea los ejércitos (celestiales) «Yahveh construye la paz». El contexto más antiguo conocido, en el que aparece el nombre de Yahveh, es pues el que se refiere a la obra de creación y a la obra de salvación. La autodefinición de Yahveh«Yo soy el que soy», constituye igualmente la proclamación de la acción creadora y de la acción salvífica de Yahveh, en las que se revela a un tiempo la profundidad de su Ser. Se ha observado recientemente que Jueces 6:16 (en el mismo relato en el que se encuentra el título YHWH salom) constituye una réplica de Éxodo 3:14. En Jueces 6:16, «'Ehyeh» se ha de traducir exactamente «Yo soy», lo que da la fórmula «Yo soy estoy contigo» (pasaje similar al de Oseas 1:9, «Vosotros no sois mi pueblo. Yo no soy Yo soy para vosotros»). La expresión, «Yo soy estoy contigo», y no simplemente «Yo estoy contigo», pone el énfasis sobre el nombre de Yahveh 'Ehyeh (obsérvese de nuevo el juego entre el sustantivo y el verbo de la misma raíz). De nuevo resultan también inseparables el Ser («Yo soy») y el actuar de Yahveh («estoy contigo»). Por otra parte el nombre de Yahveh aparece en la primitiva confesión de fe yahvista: «Yahveh (él) es Dios», (YHWH (hw') ha-'Elohlm), identificada en Josue 24:17-18 y 1 Reyes 18:39. Esta fórmula aparece utilizada en momentos en los que se pone en juego el ser y actuar de Yahveh como el Dios del pueblo, el cual por su parte ha de optar por Yahveh frente a otros dioses. En resumen, la interrelación existente entre la forma nominal YHWH y la frase verbal 'Ehyeh («Yo soy» - «Yo hago ser») encierra la plenitud de significación del nombre de Yahveh, que es, CREA Y SALVA.

Aparentemente la combinación de esas cuatro letras o tetragrama (que además es una conjugación de un verbo en hebreo) permitía evadir el problema de cómo leerlo correctamente (para no confundirlo con su raíz verbal hayah o hawah). La mayoría de los eruditos hacen notar que este verbo hebreo (hayah) no designa una mera existencia sino una presencia viva y activa, y que, por lo tanto, su conjugación, es decir, el Tetragrámaton significa: “Yo existiré por mí mismo” o “Yo soy el que existe por sí mismo”.

La Pronunciación
Debido a que por mucho tiempo los judíos consideraron una blasfemia pronunciar directamente el nombre de Dios, preferían denominarlo 'las cuatro letras’tetragramaton en griego (tetragrama en español). Por esta circunstancia, la pronunciación original del nombre del Dios judeocristiano no puede establecerse con exactitud. Los eruditos modernos conjeturan que originalmente se pronunciaba iajuéj, aunque actualmente, en las traducciones modernas de la Biblia por ejemplo, se escribe Yahveh. Todas las denominaciones modernas del judaísmo enseñan que está prohibido pronunciar las cuatro letras del nombre de Dios, YHWH, excepto por el Sumo Sacerdote en el Templo. Puesto que el Templo de Jerusalén ya no existe, nunca se pronuncia este nombre en rituales religiosos por judíos. Los judíos ortodoxos y conservadores no lo pronuncian nunca por ningún motivo. Algunos judíos no ortodoxos (pero religiosos) están dispuestos a pronunciarlo, pero sólo para propósitos educativos, y nunca en conversaciones casuales o durante la plegaria. En vez de pronunciar YHWH durante la plegaria, los judíos dicen Adonai. Las leyes judías requieren que las reglas secundarias estén puestas alrededor de la ley primaria, para reducir la posibilidad de infringir la ley principal. Como tal, es una práctica judía extendida restringir el uso de la palabra Adonai sólo durante la plegaria. En la conversación, muchos judíos llaman a Dios HaShem, que es la palabra hebrea para ‘el nombre’ (aparece en Levítico 24:11). Muchos amplían esta prohibición a algunos de los otros nombres de Dios, y añaden sonidos adicionales para alterar la pronunciación de un nombre cuando lo usan fuera de un contexto litúrgico, tal como kel, hamonai o elokimAlgunos judíos escriben además Di-s en español en vez de Dios (‘G-d’ en lugar de ‘God’ en idioma inglés). Aunque esta última sustitución no es requerida en ningún punto de la ley religiosa (sólo es innombrable el nombre hebreo, no el inglés), se hace para recordar al lector la santidad inherente al nombre de Dios. Algunos rabinos ortodoxos, por ejemplo Shlomo Ganzfried, sostienen que ninguno de los nombres correctos de Dios deben borrarse, olvidarse, o descartarse, ni tan siquiera en traducciones. Aún así, para el tiempo en que el pueblo judío fue exiliado de esclavo a Babilonia, parece ser, que ya estaba prohibido pronunciar su nombre en público (excepto por la clase sacerdotal en privado y los saludos que contenían este nombre), ya que era sagrado; por lo que fue creada esta interpretación: En el Judaismo el nombre de Dios es más que un título distinguido. Representa la concepción judía de la naturaleza divina, y de la relación de DIOS con el pueblo. Cerca del siglo IV a. C. los sacerdotes judíos Sobrecogidos por lo sagrado de los nombres de Dios, y como medio de mostrar respeto y reverencia hacia ellos, los escribas de textos sagrados «pausaban antes de copiarlos, y usaban términos de reverencia para mantener oculto el verdadero nombre de Dios.»

¿Jehova?
Por no conocer la pronunciación original de las cuatro consonantes que en las letras castellanas corresponden a YHVH y en letras latinas a JHVH, y para recordar al lector que por respeto debía decir: «Edonay» en vez de «Yahvé», pusieron las tres vocales (e, o, a) de la palabra Edonay; y resultó Jehová en latín. Es decir: tomaron las 4 consonantes de una palabra (J H V H) y metieron simplemente 3 vocales de otra palabra (Edonay) y formaron así una nueva palabra: Jehová. Está claro que la palabra «Jehová» es un arreglo de dos palabras en una. Por supuesto la palabra «Jehová» nunca ha existido en hebreo; es decir, que la pronunciación «Jehová» es una pronunciación defectuosa del nombre de «Yahvé». En los años 1600 comenzaron a traducir la Biblia a todas las lenguas, y como encontraron en todos los textos bíblicos de la Edad Media la palabra «Jehová» como nombre propio de Dios, copiaron este nombre «Jehová» literalmente en los distintos idiomas (castellano, alemán, inglés...). Y desde aquel tiempo empezaron a pronunciar los católicos y los evangélicos como nombre propio de Dios del Antiguo Testamento la palabra «Jehová» en castellano.


En el Nuevo Testamento
¿El nombre YHWH aparece en el Nuevo Testamento?

A diferencia del Antiguo testamento escrito preferentemente en hebreo con porciones en arameo. El nuevo testamento fue escrito originalmente en griego Koiné o común. En los manuscritos mas antiguos encontrados, los cuales datan preferentemente del siglo III d. C. en adelante, el Tetragrámaton como tal no existe, sólo encontramos los términos Kyrios (Señor) y Theos (Dios).

Esto ha llevado a muchos a la conclusión que los cristianos desecharon el Tetragrámaton. Algunas razones para ello:

-Los cristianos hicieron citas bíblicas no de los manuscritos hebreos sino de la Septuaginta en donde el nombre ya había sido reemplazado.
-Los cristianos dejaron de usar el nombre divino por que en su época no se usaba ni se entendía.
-Se dejó de usar el nombre en un intento de separación del judaísmo tradicional.
-Los seguidores de la doctrina de la trinidad aseguran que los cristianos adoraban a Jesús (el Señor), por lo que el nombre ya no era necesario.

El Tetragramaton, YHWH, que es lo que se traduce por Jehová en la Reina Valera de las iglesias Protestantes y evangelicas, y Yahvé en la mayoría de las católicas se ha establecido como el nombre Sagrado e Inpronunciable. Por lo que desde los primeros masoretas decidieron pronunciar Adonai en lugar donde la palabra Jehova se usa en nuestras biblias. El termino "Jehová" era totalmente desconocido para los Judíos. No existió nunca en el Diccionario hebreo tal palabra. Se trata tan solo de una aproximación, un intento humano por pronunciar algo parecido al nombre revelado por DIOS del cual tan solo se tienen las consonantes, que son estas: YWHW (Y...W...H...W) entonces aplicándoles a estas vacíos (Y...W...H...W) las vocales del nombre Adonai es que se consiguió el 100% moderno nombre de Jehová.

El Señor, se mantuvo como la forma de llamar a Dios, en la versión de los LXX se usa la palabra Kyrios, que es el Señor siempre que se habla de Dios se dice Kyrios siguiendo la forma de pensar de los masoretas. Por eso Donde dice Elohim dice Dios YHVH Yahvé. Y el Nuevo Testamento por respeto no lo hace y dice el Señor. Por eso el nombre sobre todo nombre que le es dado a Jesús es ese el del Señor pues el tiene el nombre impronunciable! el Nombre del Señor. Jesús nunca dijo “Yo soy Dios” como tampoco dijo “Yo soy un profeta” o las palabras “Yo soy un hombre”, pero sí sabemos que él fue tanto un profeta como un hombre. No es necesario que Jesús mencionara la frase exacta “Yo soy un hombre” para que nosotros supiéramos que Él era un hombre. De igual manera, tampoco era necesario que Jesús usara las palabras exactas “Yo soy Dios” para que nosotros determináramos si Él era o no divino. Tal vez Jesús no tuvo que decir la frase “Yo soy Dios” pero Él sí afirmó el nombre divino para Sí. (Éxodo 3:14 con Juan 8:58).

Evangelio de Juan 8:58 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy. Y Él también recibió adoración (Mateo 2:2; 14:33; 28:9; Juan 9:35-38).

Cuando Moisés subió al Monte para hablar con Dios, le preguntó a Dios cuál era Su nombre y Dios le respondió:  “‘Yo Soy El que Soy’. Y dijo: ‘Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, [YO SOY] me envió a vosotros.’” (Éxodo 3:14).  En Juan 8:58 dijo: “De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy."

Inmediatamente después de que Jesús pronunció estas palabras, los Judíos recogieron piedras para tirárselas a él. Posteriormente en Juan 10:30-33 Jesús declaró ser uno con el Padre y los Judíos querían nuevamente tratar de matarlo apedreándolo ya que le decían a Jesús: “…porque tú siendo hombre, te haces Dios.” Jesús había reclamado Él mismo, el nombre divino y los Judíos querían matarlo por eso. Por lo tanto, vemos que de la misma boca de Jesús estaba reclamando ser Dios.

Las palabras “YO SOY”
Cualquiera puede utilizar la frase “Yo soy” y no significa que esa persona esté afirmando o declarando que es Dios o reclamando para sí el nombre divino. De igual manera alguien podría decir: “Yo soy el profesor de Inglés” o “Yo soy el amigo de ustedes” y sin embargo, ninguno de estos ejemplos trata acerca de la divinidad ya que el uso del término “Yo soy” en el contexto nos muestra claramente que eso no es lo que está ocurriendo.

Pero en Juan 8:58 cuando Jesús dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy”, los Judíos sabían exactamente lo que Jesús estaba diciendo. Note que Él dice que antes de Abraham, o sea, antes de que Abraham naciese—hablando del pasado con relación al nacimiento de Abraham—Él, Jesús, es “Yo soy” en el presente. Jesús está aquí dirigiendo claramente la atención de los Judíos a las Escrituras del Antiguo testamento usando en el Nuevo Testamento una forma en el presente del verbo hebreo “Ser” conjugada como “Yo soy”. Aún cuando Él es en el pasado y es antes de Abraham, en el presente continúa siendo “Yo soy”.

Jesús estaba claramente reflejando el nombre divino “Yo soy” usado para Sí Mismo. Sabemos que ellos entendieron esto debido a lo que dice en:

Evangelio de Juan 10:33: “…porque tú siendo hombre, te haces Dios.”

Jesús no necesariamente dijo una frase acerca de quién es Él para hacerle entender a las personas acerca de Su verdadera naturaleza. El tema tampoco es acerca de si dijo o no cierta frase la cual construimos nosotros en términos presentes para poder satisfacer nuestras demandas teológicas.
El tema aquí es de lo que Jesús sí dijo en el contexto y en la cultura del tiempo en el cual habló.

Finalmente, nosotros sabemos que Jesús es Dios en carne debido a que la Biblia nos lo dice:

Juan 1:1, 14 
1 En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios …14 Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

Juan 20:28-29
28 Entonces Tomás respondió y le dijo: ‘¡Señor Mío, y Dios Mío!’ 29 Jesús le dijo: Porque me has visto Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.

Hebreos 1:8 Mas del Hijo dice: ‘Tu Trono, Oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino.’

Jesús y Jehova

Los Judíos, por no pronunciar el Nombre (YHVH) dicen "HaShem" ("el Nombre") y generalmente añaden un calificativo como "Baruj" ("Bendito") o "Kadosh" ("Santo"). 

Jesús hizo lo mismo diciendo en arameo: "Abuna di bishemaya, ITKADASH SHEMAK..." ("Padre nuestro en los cielos, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE...".) 

Era prohibido mencionar el nombre de su dios YHWH, según la creencia del Judaísmo de por entonces, Yeshúa=Jesus era de la clase sacerdotal, un rabino, aunque no formo parte del sanedrin, por lo tanto El lo sabía muy bien.

Otros dicen: Como santificaría algo que nunca se lo menciona. La respuesta seria que si lo menciona:

Los Testigos de Jehová tienen la idea de que "Jehová" es un término que se aplica únicamente al Padre Celestial; sin embargo, si confrontamos Isaías 40:3, que dice a la letra "Voz que clama en el desierto: Barred camino a Jehová, enderezad camino a nuestro Dios", con Mateo 3:11, que dice: "Yo (Juan el Bautista) a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; mas el que viene tras mi (Jehová o Cristo), más poderoso es que yo; los zapatos del cual yo no soy digno de llevar; él os bautizará en Espíritu Santo y en fuego".

Vemos pues que Jesucristo es llamado por el profeta Isaías como "Jehová", y no únicamente el Padre Celestial es llamado así. Por esa razón, aparece únicamente el término Padre en el Nuevo Testamento, porque el "Jehová" de Isaías se manifestó en la persona de Jesucristo.

En el Antiguo Testamento, Dios llamó a Israel "Su Pueblo," y las personas de Israel eran llamadas "siervos de Dios," pero Jesús no era tan sólo un siervo, Él era Hijo de Dios. Así como la mayoría de nosotros decimos "Papá" o "Padre" a nuestros padres, y no los llamamos por el nombre, del mismo modo, Jesús siempre lo llamó "Padre," porque tenía una relación estrecha con él. La Biblia dice que los que han creído en Cristo como Señor han sido hechos "hijos de Dios," por lo que, también nosotros podemos llamarlo "Papá," y no "Jehová."

Jesús y el Padre
Jesús introdujo también una novedad en las costumbres religiosas y nombró a Dios «Padre»:

«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra». Mateo 11:25.
«17 Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo. 18 Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.» (Juan 5:17-18). 

Además Jesús enseñó a sus seguidores a hacer lo mismo: «Por eso, oren ustedes así: Padre Nuestro, que estás en los cielos» (Mateo 6:9). Ahora, el nombre más hermoso que nosotros podemos dar a Dios es el de: «Padre nuestro».

Hay quienes dan demasiada importancia a los sonidos,como si ellos nos fueran a dar la salvación. Para los hebreos la palabra "nombre" no significa tanto el sonido como la realidad de la cosa dicha.
Por eso cuando Jesús dice: "les he revelado tu nombre" no quiere decir que les haya revelado a los Apóstoles el sonido con el que hay que designar a Dios, sino cuál es la realidad de Dios, que Dios es amor y que es nuestro Padre. El nombre de Dios lo sabía todo hebreo. No necesitaban que Jesús se lo enseñara. Con respecto a los sonidos Jesús decía: "No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos." Mateo 7:21.

El Poder de Jesucristo en el momento de su arresto
Evangelio de Juan 18:3-13. Al leer este pasaje bíblico vemos que, iban al arresto de Jesus una compañía de soldados y alguaciles de los principales sacerdotes y fariseos. Una ·compañía· era una brigada romana o la décima parte de una legión, y, por lo tanto tenía cerca de 600 hombres, que probablemente se refería a la milicia del castillo Antonia, la cual durante la Pascua estaba disponible para ayudar al Sanedrín a guardar el orden. Algunos eruditos insisten que solamente parte de la brigada vino con Judas, pero esto es meramente una especulación. El artículo pareciera implicar que el grupo completo de 600 soldados acompañó al traidor al huerto. Estos soldados se adherían a los ·oficiales· o ·alguaciles del templo· de los sacerdotes y fariseos. No se nos dice por qué tantos hombres de dos grupos de autoridades completamente diferentes fueron enviados para apresar a Jesús. Pero la anotación pareciera indicar que Judas mismo era responsable. Posiblemente esto era porque, aunque siendo traidor, Judas reconocía el asombroso poder de Jesús. O, quizás los judíos no confiaban en los romanos y no sentían que sus oficiales eran suficientes. No importando cual fuera la razón, una multitud de alrededor de seiscientos hombres vinieron con linternas y antorchas, y con armas para arrestar Jesús de Nazaret quien estaba desarmado. Incluido en esta multitud se encontraba Malco, siervo del principal sacerdote, cuya oreja fue cortada por Pedro y puesta en su lugar por las manos de Aquel que ellos vinieron a arrestar. Probablemente, la mayoría de estos hombres sentían que estaban cumpliendo con su obligación, cumpliendo órdenes, sin tener la más mínima idea de que estaban por arrestar al Rey de Gloria.

Vemos también el conocimiento del Señor y la ignorancia de la multitud -El conocimiento del Señor se plasma en pleno contraste con la ignorancia de los que le arrestaron- evidentemente ellos pensaron que Él iba a pelear, por eso trajeron a todo un destacamento de soldados armados. Ellos pensaron que Él se escondería, por eso trajeron antorchas y linternas en una noche cuando la luna llena brillaba. Ellos sólo sabían que buscaban a un hombre conocido como Jesús que procedía de la baja y despreciada ciudad de Nazaret. Veamos como el Señor sabía ·todas las cosas que le habían de sobrevenir· porque habían sido predichas por los profetas y reveladas a Él por el Espíritu Santo. Por eso ·se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis?· Un Hombre, armado de conocimiento solamente, se enfrentó a la milicia romana de seiscientos soldados y los alguaciles del templo que venían con sus armas mortíferas. El poder del Señor y el "YO SOY". En respuesta a la pregunta que hizo el Señor ·¿A quién buscáis?·, Ellos contestaron ·A Jesús nazareno·. Nótese cuidadosamente como Juan dice que el Señor contestó, Jesús les dijo: Yo soyEn algunas versiones de la Biblia los traductores añaden la palabra ·él· en cursivas, tal como lo hacen en varios datos diferentes del Evangelio de Juan (Vea Juan 4:26; 8:24, 56-58; 10:33; 13:19) el pronombre no aparece como en el original. Jesús simplemente dijo: "Yo soy".

El YO SOY del Antiguo Testamento Aquellos que eran judíos reconocieron inmediatamente que Jesús estaba usando el mismo nombre de Jehová cuando dijo ·Yo soy·. Cuando Moisés le preguntó a Dios quién diría a los israelitas que le había enviado para traerles el mensaje de liberación, Respondió Dios a Moisés: Yo soy el que soyY dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo soy me envió a vosotros· (Éxodo 3:14). Y en Deueteronomio 32:39 por boca de Moisés«Ved ahora que yo, sólo yo soy, y que no hay otro Dios junto a mí» YAHVEH es una forma del verbo ser, según dice en nota de la Biblia de Jerusalén, ed. 1975, en Éxodo 3:14.

El uso que Jesús le da al YO SOY en su propio ministerio

También aquellos que estaban entre ese grupo y habían escuchado a Jesús hablarle a las multitudes, posiblemente recordarían Su declaración de ser el Yo soy·Él no solamente usó el Yo soy, (EGO EIMÍ) como el nombre identificador de QUIEN era Él, sino que también usó el término para decirle a los israelitas lo QUE Él era. Juan particularmente anota que el Señor expresa siete veces Yo soy.

Yo soy el pan de vida (Juan 6:35)
Yo soy la luz del mundo (Juan 8:12)
Yo soy la puerta de las ovejas (Juan 10:7)
Yo soy el buen pastor (Juan 10:11)
Yo soy la resurrección y la vida (Juan 11:25)
Yo soy el camino, y la verdad, y la vida (Juan 14:6)
Yo soy la vid verdadera (Juan 15:1)  

El poder de la voz de Jesús Aunque algunos en ese grupo entendieron el significado bíblico de cuando Jesús dijo: ·Yo soy·, es casi seguro que algunos de los que estaban allí que nunca habían escuchado esta original expresión judía. Sin embargo, pareciera que cuando el Señor habló todos ellos retrocedieron, y cayeron a tierra (Juan 18:6). Hay algo envuelto aquí mucho más que el Yo soy. Había poder en la voz de Jesús, tanto que los hombres no pudieron resistirlo aun en la noche de Su arresto. Estos hombres eran soldados. Él era el profeta manso y humilde. Ellos eran los alguaciles del templo, Él era el templo que sería destruido. Ellos estaban armados. Él no tenía espada alguna. Ellos eran una multitud de más de seiscientos hombres. Él era el Nazareno solitario, pero ellos no pudieron resistir el poder de Su voz y la resuelta declaración de ·¡Yo soy!·

Judas y sus cómplices fueron a buscar a Jesús al huerto de Getsemaní para arrestarlo y entregarlo a los principales sacerdotes. Cuenta Juan que cuando llegaron ante Jesús, Este les dijo: "¿A quién buscáis ?" Ellos le respondieron: "A Jesús nazareno"Jesús les dijo: "Ego eimi", que significa "Yo soy"Y es ahí cuando Juan especifica que: "Cuando les dijo : Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra".

¿Por qué retrocedieron y cayeron a tierra esos malvados, si no es porque se les permitió percibir la presencia de YHVH el Hijo, el cual retomó, como Dios que es, sus propias palabras ya dichas a Moisés en Exodo 3:14"Yo soy me envió a vosotros", este destello de su Deidad fue bien breve, para luego ser apresado como cualquier mortal. Ego eimi que significa Yo soy, no es una fórmula mágica que haga que la gente retroceda y caiga por tierra cada vez que alguien la usa en la Biblia. El mismo Jesús dijo Ego eimi en otros pasajes de los evangelios, sin que los que le oyeron retrocedieran y cayeran a tierra. Pero en el caso de Exodo 3:14 YHVH dijo que es el "Yo soy" en cuyo nombre
Moisés fue enviado a los hebreos cautivos en Egipto.

Lo que ningún lector de Juan 18:6 puede negar es que cuando, en ese momento específico, Jesús dijo: "Yo soy", los que iban a arrestarlo "retrocedieron y cayeron a tierra". 

Continua en Dios V: Teofania y Epifania
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