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Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, Judas 1:3 Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.

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domingo, 19 de octubre de 2014

La Biblia VI: Apócrifos I

Los trece Códices de Nag Hammadi con los tratados que los constituyen

Los Evangelios apócrifos
Los evangelios apócrifos o extracanónicos son los escritos surgidos en los primeros siglos del cristianismo en torno a la figura de Jesús de Nazaret que no fueron incluidos ni aceptados en el canon del Tanaj judío hebreo-arameo, de la Biblia israelita Septuaginta griega, así como tampoco de ninguna de las versiones de la Biblia usadas por distintos grupos de cristianos como la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa, Comunión anglicana e Iglesias protestantes. Entre esos escritos se encuentran los Manuscritos de Nag Hammadi.

El término apócrifo (griego: από 'lejos', κρυφος 'oculto'; latín: apócryphus), que originalmente significaba "ocultar lejos", y luego fue derivando en "oculto, obscuro", ha sido utilizado a través de los tiempos para hacer referencia a algunas colecciones de textos y de escritos religiosos sagrados surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos. Con él se califican una cantidad de libros que las Iglesias cristianas de los primeros siglos no reconocieron como parte de la Sagrada Escritura, pero que se presentan con nombres o características que los hacen aparecer como si fueran libros canónicos. Cuestión distinta es la de si un determinado escrito, forma o no parte de la Biblia, de si se considera o no un libro inspirado. Cuando un determinado escrito o libro merece ser considerado como formando parte de la Biblia, se dice que es "canónico". El canon consiste en un elenco de los escritos bíblicos. Católicos, cristianos no católicos y judíos tienen distintos cánones. Cuando el carácter canónico de un escrito es reconocido tardíamente se dice que es "deuterocanónico". En ocasiones un libro puede ser simultáneamente apócrifo y no canónico. Tal sucede con el Evangelio de Tomás. Ni Tomás es realmente su autor, ni se considera que forme parte de la biblia. Cuestiones distintas son las de si El Libro de la Sabiduría fue o no escrito por Salomón y la de si forma o no forma parte de la Biblia.

Diferencias entre los evangelios canónicos y apócrifos
Es un fragmento de papiro con dichos o pronunciamientos (logia) escritos en griego que el autor pone en labios de Jesús. Fue descubierto por Grenfell Hunt en 1897 y está datado de la primera mitad del siglo III. Se considera una sección del apócrifo evangelio de Tomás. A los evangelios apócrifos se les dio el nombre de evangelios por su aspecto, similar al de los cuatro evangelios admitidos en el canon del Nuevo Testamento. Sin embargo, difieren de los evangelios hoy llamados «canónicos» en su estilo y en su contenido,2​ y fueron abrupta o progresivamente desconsiderados por las comunidades cristianas para el anuncio de la «buena noticia» (significado etimológico del término «evangelio»).

Estilo y contenido en general
Los evangelios denominados «canónicos» conservan el estilo propio de una predicación apostólica templada, carente de adornos. Algunos autores redactaron otros escritos distintos de los evangelios resultantes de aquella predicación apostólica. En los evangelios apócrifos, se pueden encontrar relatos resultantes de abundante fantasía (en algunos de ellos, Jesús realiza milagros mucho más numerosos y extravagantes), o doctrinas diferentes de las transmitidas en los evangelios canónicos, o enseñanzas misteriosas reservadas a unos pocos. Las Iglesias cristianas históricas consideraron que estos escritos son el resultado de una incorrecta intelección de lo que significa la palabra «evangelio». En general, se observa en los «evangelios canónicos» un estilo mucho más sobrio que en los «evangelios apócrifos». Varios apócrifos ya no fueron aceptados por las primeras comunidades cristianas.

Autoría
A diferencia de los evangelios canónicos, cuyos escritores apenas señalan su autoría de los escritos, los autores de cada uno de los evangelios apócrifos destacan muchas veces la presunta autoría del escrito por parte de algún personaje distinguido de la comunidad (Pedro, Felipe, Santiago, María Magdalena, Tomás, etc.), buscando un respaldo en ese nombre.

Intelección
Algunos de los Evangelios apócrifos surgieron en comunidades gnósticas (por ejemplo, el evangelio de Tomás) y contienen «palabras ocultas» (en griego, apokryphos) al entendimiento de la mayoría, quizá con la finalidad de dar apoyo a sus doctrinas cuando éstas no estaban en total acuerdo con los materiales canónicos, incluidos hoy en la Sagrada Escritura. Estos mensajes ocultos entre los discursos atribuidos a Jesús estaban reservados a los iniciados en esas comunidades. Aunque en principio se calificó como «apócrifo» únicamente a este tipo de escritos, se extendió posteriormente esta valoración a todos los materiales que no se incluyeron en el canon del Nuevo Testamento, independientemente de su finalidad, oculta o no. Según el Diccionario de la lengua española (Real Academia Española), «apócrifo» significa «fabuloso», «supuesto» «fingido». En nuestros días, la acepción más utilizada para el término «apócrifo» presenta una connotación de falsedad. Por tal motivo, se ha empezado a llamar también a esos escritos «evangelios extracanónicos», para evitar la evocación de algo falso, siendo que las Iglesias cristianas históricas consideran que son materiales no inspirados por Dios, aunque no por eso carentes de valor.

Evangelios apócrifos
El término apócrifos, lejos de referirse a las consabidas acepciones adversas negativas que tiene, es una expresión que reviste otro carácter: se trata de textos cuyo acceso fue oculto, vedado, denegado ante las grandes masas de cristianos católico-ortodoxos, escritos revestidos en un aura de magia y misticismo.

Se trata de otras palabras y enseñanzas de Jesús, que posiblemente fueron escritas por siete, Felipe, Tomas, Bartolomé, Andrés (hermano de Simón Pedro), Judas Iscariote, Simón el Zelote y Jacobo hijo de Zebedeo, conocido como Santiago el Mayor (hermano de Juan), de los doce discípulos de Cristo, ya que de acuerdo con los textos del Nuevo testamento, sólo aparecen compilados documentos escritos por cinco, Mateo, Juan (hermano de Jacobo hijo de Zebedeo, conocido como Santiago el Mayor), Simón Pedro (hermano de Andrés), Judas Tadeo y su hermano Jacobo hijo de Alfeo, conocido como Santiago el Menor, de estos doce discípulos. Se trata de escritos que alegan ser las enseñanzas ocultas de los restantes apóstoles y cuyo contenido no respalda muchas de las ideas mesiánicas comúnmente aceptadas por grupos de cristianos, y que fueron documentos tenidos en gran estimación. Los apócrifos del Nuevo Testamento incluyen varios evangelios y vidas de los apóstoles. Algunos de ellos fueron escritos evidentemente por autores gnósticos o miembros de otros grupos posteriormente definidos como herejes. Muchos de estos textos fueron descubiertos durante los siglos XIX y XX, generando una intensa oleada de especulaciones en torno a su importancia en los inicios del cristianismo entre los eruditos religiosos. Si bien los protestantes, católicos y, en general, los ortodoxos están de acuerdo acerca de qué libros deben ser incluidos en el canon del Nuevo testamento, la Iglesia ortodoxa etíope solía incluir las epístolas I y II de Clemente y al Pastor de Hermas. A su vez, otras iglesias como la Copta tenían en sus pasajes escritos que describían la niñez de Jesús.

Lutero consideraba apócrifa a la epístola de Santiago, dudando y cuestionando su autoría a manos de cualquiera de los dos apóstoles llamados por el nombre de Jacobo Santiago, que algunos atribuyen a otro JacoboSantiago el Justo. También porque la epístola contiene una declaración que contradice aparentemente las enseñanzas de Lutero de la salvación solo por la fe: la "fe sin obras está muerta" (2:26). Lutero, en su propia edición de la Biblia, degradó y relegó al nivel de unos simples apéndices la Epístola de Santiago y otros tres documentos, a saber: la Epístola a los Hebreos, la Epístola de Judas y el libro de Apocalipsis. Posteriormente se incluyeron estos libros con el canon protestante en su Nuevo Testamento, pero los colocaron luego de esos libros. Por lo tanto, los libros del Nuevo Testamento luterano (al menos en alemán) están ordenados en forma diferente a otras Biblias protestantes.

Un libro apócrifo del Nuevo testamento bien conocido es el Evangelio de Tomás, el único texto completo que fue encontrado en la ciudad egipcia de Nag Hammadi en 1945. Otro evangelio propio de las corrientes gnósticas dentro del cristianismo de los primeros siglos, atribuido a Judas de Carioth, el Evangelio de Judas, generó expectativa entre los seguidores de estudios y cuestiones del judeocristianismo cuando fue rescatado, reconstruido y presentado en el año 2006, en esfuerzo conjunto de Maecenas Foundation y National Geographic Society.

Han ejercido y ejercen un enorme influjo en la piedad e iconografía cristianas. Entre las tradiciones conservadas únicamente en los apócrifos, se cuentan los nombres de los padres de María, (Joaquín y Ana), el episodio de la Presentación de la Virgen niña en el templo, el número y los nombres de los Reyes Magos (Melchor, Gaspar, Baltasar), y la presencia de un asno y un buey en el pesebre donde María dio a luz. Allí también se encuentran los nombres y las historias del Buen Ladrón (Dimas) y del Mal Ladrón (Gestas); la historia de Verónica (recogida inclusive en la devoción piadosa del Via Crucis, de tradición católica); el nombre de Longinos, el centurión que atravesó el costado de Jesús en la cruz; o la primera sugerencia explícita de la virginidad perpetua de María, que se encuentra en el Protoevangelio de Santiago. La fuerte presencia de esas tradiciones en la liturgia lleva con frecuencia a olvidar que ninguno de ellos ha sido incluido entre los Evangelios canónicos.

Entre los textos apócrifos se cuentan numerosos Evangelios; entre ellos hay los que llevan nombres de personajes famosos de la iglesia primitiva a los que se atribuyen estos escritos, como el Evangelio de Tomás, del cual se encontraron antiguas copias en copto, manuscritas por una comunidad de cristianos gnósticos; otros fueron titulados por el supuesto contenido de la obra (Evangelio de la Verdad), por su origen (evangelios atribuidos a Marción, a Cerinto) o por el grupo al que estuvieron destinados (Evangelio de los Hebreos, de los Griegos, etc.).

En el siglo XIX comenzaron a hacerse unos estudios a fondo sobre estos textos. Se hallaron escritos "apócrifos" desde el año 300 a. C. hasta el Nuevo testamento, que proporcionaron a los investigadores una gran riqueza como fuentes históricas, así como posturas divergentes sobre temas como inmortalidad y resurrección, y la creencia en ellos a través de los siglos, desde un punto de vista siempre escatológico.

Valoración de los evangelios apócrifos
Durante algún tiempo, varios de esos escritos fueron tenidos como canónicos por comunidades o grupos del judaísmo o del cristianismo. Más aún, algunos de ellos dejaron su huella en textos y celebraciones litúrgicas y en la piedad popular. Si bien muchos textos apócrifos permearon ciertos aspectos de la liturgia y de la piedad de los fieles cristianos, las Iglesias cristianas históricas tienden a considerar que los materiales apócrifos en general no aportan contenidos de relevancia para la fe de los creyentes. Sin embargo, los estudiosos y especialistas de las propias Iglesias consideran que el estudio de los evangelios apócrifos puede ser útil para conocer el pensamiento y la forma de expresión de la fe que tuvieron ciertos grupos judíos o cristianos en momentos específicos de la Historia. En una extensa carta a Laeta, quien le había consultado sobre la crianza de su hija Paula, Jerónimo da una serie de consejos; entre ellos, que la instruya en las Escrituras, sugiriendo el orden en que ha de leerlas, añadiendo: "Que [Paula] evite todos los escritos apócrifos, y si ella es llevada a leerlos no por la verdad de la doctrinas que contienen sino por respeto a los milagros contenidos en ellos, que ella entienda que no son escritos por aquellos a quienes son adjudicados, que muchos elementos defectuosos se han introducido en ellos, y que requiere una discreción infinita buscar el oro en medio de la suciedad"Jerónimo.

Clasificación
Entre los más de 50 descritos, pueden citarse:

Evangelios Gnósticos
Evangelio de Tomás - Evangelio de Marción - Evangelio de María Magdalena - Evangelio de Judas - Evangelio apócrifo de Juan - Evangelio de Valentín o Evangelio de la Verdad - Evangelio griego de los egipcios

Evangelios de la Natividad
Protoevangelio de Santiago - Evangelio del pseudo-Mateo -  Evangelio de la natividad de María - Extractos del "Liber de Infantia Salvatoris" (cód. Arundel 404 del British Museum) - Otros apócrifos de la Natividad

Evangelios de la Infancia
Evangelios de la infancia de Tomás - Evangelio árabe de la infancia - Historia de José el Carpintero -Evangelio armenio de la infancia - Liber de Infantia Salvatoris (ms. lat. 11867 de la Biblioteca Nacional de París)

Evangelios de Pasión y Resurrección
Evangelio de Pedro (fragm. de Akhmim) - Evangelio de Nicodemo, también llamado "Hechos de Pilatos" (Acta Pilati) y Escritos complementarios - Evangelio de Bartolomé

Evangelios asuncionistas
Libro de San Juan Evangelista (el Teólogo) - Libro de Juan, arzobispo de Tesalónica - Narración del Pseudo José de Arimatea

Cartas del Señor
Correspondencia entre Jesús y Abgaro - Carta del domingo

Otros
Evangelio secreto de Marcos - Evangelio del Pseudo-Santiago - Evangelio cátaro del pseudo-Juan -Evangelio de Bernabé - Evangelio de Taciano - Evangelio de los nazarenos - Evangelio de Ammonio - Evangelio de la Venganza del Salvador - Evangelio de la muerte de Pilato - Evangelio apócrifo de Galilea

Manuscritos de Nag Hammadi
Apocalipsis de Pablo

Evangelios perdidos
Evangelio de los hebreos - Evangelio de los ebionitas, también llamado "Evangelio de los Doce" -Evangelio de los Egipcios - Evangelio o Tradiciones de Matías - Evangelio de Tomás - Evangelio de Felipe - Evangelio de Pedro - Evangelio de los adversarios de la Ley y de los Profetas - Memoria de los Apóstoles - Tres clases de frutos de vida cristiana - Evangelio de los cuatro rincones y quicios del mundo - Evangelio de Apeles - Nacimiento de María - Evangelio de Judas Iscariote - Evangelio de Eva - Ascensión de Santiago - Evangelio vivo - Preguntas de María - Evangelio de la Perfección - Evangelio de Basílides - Evangelio de Marción

Fragmentos papiráceos
Oxyrhynchus pap. 655 - Oxyrhynchus pap. 840 - Oxyrhynchus pap. 1081 - Berlin pap. 11710 -Fragmento evangélico de Fayum - Fragmento de El Cairo n. 10735 - "Logia" de Oxyrhynchus -Egerton pap. 2 - Fragmento P. Ryl. III, 463 - Fragmentos evangélicos coptos

Agrapha
Agrapha canónicos extraevangélicos - Variantes de los manuscritos evangélicos - Agrapha citados por los Padres - Agrapha de origen musulmán

Traducciones al español
Hay varias traducciones al español de los llamados Evangelios apócrifos. Entre las completas pueden citarse Los Evangelios Apócrifos, por Edmundo González-Blanco, Madrid, 1934, 3 tomos, reimpresa en 2 tomos por Hyspamérica-Ediciones Argentina, 1985; es la versión más completa, porque incluye textos que no se consideran hoy en día apócrifos; y la edición crítica bilingüe de Aurelio de Santos Otero, Los Evangelios Apócrifos, La Editorial Católica: Biblioteca de Autores Cristianos, 1956, reimpresa varias veces, la última en 2005. Hay muchas otras que no poseen nihil obstat ni imprimatur y otras parciales. Sumándolas todas son las siguientes:

-Los Evangelios Apócrifos: Colección de textos griegos y latinos. Versión crítica, estudios introductorios, comentarios e ilustraciones por Aurelio de Santos Otero. Biblioteca de Autores Cristianos; t. 148. 1963. 10ª ed. (rev. y corr.) Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1999.
-Evangelios apócrifos [recopilado por Joseph Carter]. Málaga, Sirio, D.L. 1996.
-Evangelios apócrifos. Barberà del Vallès (Barcelona), Humanitas, D.L. 1994.
-Los evangelios apócrifos: para esclarecer el Nuevo Testamento.Textos escogidos y presentados por Pierre Crépon; [traducido por M. García Viñó]. Madrid, Edaf, D.L. 1993.
-Evangelios Apócrifos, según la versión de Uriel Koss. Pedro Muñoz (Ciudad Real), Perea, D.L. 1990.
-Evangelios apócrifos, según la versión de Charles Michael..., P. Peeters. Barcelona, Edicomunicación, D.L. 1989.
-Evangelios apócrifos [traducción, Edmundo González-Blanco]. Barcelona, Hyspamérica, 1987.
-La cueva de los tesoros. Apócrifos cristianos. Edición de Pilar González Casado. Editorial Ciudad Nueva. Madrid, España. 
-Hechos apócrifos de los apóstoles. Edición de Antonio Piñero, Tomos I y II. Editorial Biblioteca de Autores Cristianos. Madrid, España. ISBN 84-7914-716-4 (Obra completa).
-Hechos de Andrés y Mateo en la ciudad de los antropófagos. Martirio del Apóstol San Mateo.
-Apócrifos Cristianos. Edición de Concepción García Lázaro y Gonzalo Aranda Pérez, Editorial Ciudad Nueva. Madrid, España.
-Biblioteca de Nag Hammadi. Volúmenes I, II, III. Textos Gnósticos. Edición de Antonio Piñero y colaboradores. Editorial Trotta. Madrid, España. ISBN 84-8164-163-4 (Obra completa).
-El evangelio de Judas. Textos Gnósticos. Edición de Francisco García Bazán. Editorial Trotta. Madrid, España.
-Apócrifos árabes cristianos. Edición de Juan Pedro Monferrer Sala. Editorial Trotta. Madrid, España. 
-La dormición de la virgen. Cinco relatos árabes. Edición de Pilar González Casado. Editorial Trotta. Madrid, España.

Frases Apócrifas
Las frases apócrifas son frases célebres que se citan de forma incorrecta o se atribuyen a fuentes erróneas. La palabra "apócrifa" proviene del griego Απόκρυφα que significa ocultar lejos, y actualmente se relaciona con la autenticidad dudosa.

Ejemplos
"Ayúdate que yo te ayudaré". Suele ser atribuida a Jesús, sin embargo en la Biblia no existe tal expresión; la más aproximada podría estar en Josué 1:9 que dice "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas".
"Al que madruga Dios le ayuda" es una frase que no se encuentra en la Biblia, ni ninguna parecida. Una aproximación a esta frase se encuentra en Proverbios 9:17 que dice: "Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan". También se puede encontrar en el Antiguo Testamento en el que se muestra que el pueblo tenía que madrugar para recoger el maná del cielo.
"Errar es humano, pero echarle la culpa a otro, es más humano todavía" es una de la gran cantidad de frases que se le atribuye al grupo Les Luthiers, sin embargo estos lo han desmentido.
"Elemental, mi querido Watson" es atribuida a Sherlock Holmes, sin embargo esta combinación exacta de palabras no existe en los libros originales, sino en películas e historietas de otros autores.
"Ladran Sancho, señal que cabalgamos".

Es sin duda, la frase apócrifa más conocida de “El ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha - Escrita por Cervantes ”. En dicha obra, cabe resaltar que en ninguno de sus párrafos se encuentra la frase de referencia; de hecho, ni siquiera hay una frase parecida.

La frase es de Goethe en su poema "Kläffer" (Ladrador, 1808), prueba de ello es que en español, la referencia más antigua conocida se encuentra en la edición de agosto de 1903 de la Revista «Nuestro Tiempo»; en el artículo «Los dos catolicismos», de Edmundo González Blanco, dice: «El perro, empleando la comparación de Goethe, quisiera acompañarnos desde el establo; pero el eco de sus ladridos nos prueba que cabalgamos». El poema de Goethe al que se refiere dice (traducción de Arturo):
Kläffer (1808)Ladrador (1808)
Wir reiten in die Kreuz und Quer
Nach Freuden und Geschäften;
Doch immer kläfft es hinterher
Und bellt aus allen Kräften.
So will der Spitz aus unserm Stall
Uns immerfort begleiten,
Und seines Bellens lauter Schall
Beweist nur, daß wir reiten.
Cabalgamos por el mundo
En busca de fortuna y de placeres
Mas siempre atrás nos ladran,
Ladran con fuerza…
Quisieran los perros del potrero
Por siempre acompañarnos
Pero sus estridentes ladridos
Sólo son señal de que cabalgamos

Ágrafa de Jesús
Se denominan Ágrafa (griego no escrita; singular agraphon) a los dichos atribuidos a Jesús no contenidos en los evangelios canónicos. El término fue utilizado por primera vez por Johann Gottfried Körner, un teólogo alemán, estudioso de la Biblia en 1776. En el Evangelio de Juan (Jn 20,30: 21,25), San Juan deja constancia de que no estaba escrito todo lo que había dicho y hecho Jesús.
Jesús hizo otras muchas señales milagrosas delante de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.
Jesús hizo otras muchas cosas. Tantas que, si se escribieran una por una, creo que en todo el mundo no cabrían los libros que podrían escribirse.

Las ciencias bíblicas han ido recogiendo durante años los dichos y hechos de Jesús de fuentes antiguas extrabíblicas. Las primeras colecciones fundamentales fueron las de A. Resch, entre 1889 y 1906.

Fuente
Los evangelios canónicos, según ellos mismos afirman, no contienen todas las cosas que Jesús pronunció en su vida. Esto generó en ciertos ámbitos la pregunta acerca de la completitud de la Biblia y si quizá alguna parte importante de su enseñanza se hubiese perdido. Así abundaron distintos conjuntos de dichos y frases atribuidas a Jesús que se han preservado en distintas fuentes. Este material forma parte de los ágrafa: son los dichos que originalmente no fueron registrados en los evangelios o se atribuyeron a Jesús de fuentes distintas a los evangelios canónicos.

Las fuentes de los ágrafa son al menos tres grupos:
1. Los ágrafa contenidos en los libros canónicos del Nuevo Testamento, obviamente fuera de los cuatro evangelios. Es el caso de los Hechos de los Apóstoles (Hch 20, 35).
En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
2. Los que citan los Padres Apostólicos (por ejemplo, Epístola de Bernabé 12,1) y los contenidos en las variantes de los códices del Nuevo Testamento.
De nuevo igualmente define acerca de la cruz en otro profeta, que dice: ¿Y cuándo se cumplirán estas cosas? Dice el Señor: Cuando el madero se incline y se levante y cuando del madero destilare sangre. Ahí tienes otra vez cómo se habla de la cruz y del que había de ser crucificado.
3. Finalmente, fuentes apócrifas, fuentes judías así como en fuentes islámicas más tardías. Por ejemplo el Corán (19,30-33).
Dijo él: Soy el siervo de Alá. Él me ha dado la Escritura y ha hecho de mí un profeta. Me ha bendecido dondequiera que me encuentre y me ha ordenado la azalá y el azaque mientras viva, y que sea piadoso con mi madre. No me ha hecho violento, desgraciado. La paz sobre mí el día que nací, el día que muera y el día que sea resucitado a la vida.

Entre las fuentes apócrifas la más representativa es el Evangelio de Tomás, un escrito gnóstico con 114 dichos, algunos de ellos presentes en los evangelios canónicos y otros no.

En loa Padres Apostólicos 
En los escritos del primer siglo cristiano, llamado también período de los Padres Apostólicos por el hecho de que muchos escritores habían conocido a los apóstoles o a sus discípulos directos, se conservan algunos dichos transmitidos a viva voz por tradición oral. A veces sucede que estos dichos son recogidos en momentos muy tempranos y en lugares muy dispersos lo cual alimenta la hipótesis de que hayan sido diseminados como parte constitutiva del mensaje cristiano.

Sude en tu mano la limosna
El antiguo texto titulado Didaché o Enseñanza de los doce apóstoles, escrito a mediados del siglo I en Siria, contiene una cita que ha sido interpretada como tradición oral de una enseñanza de Jesús de Nazaret: Que tu limosna sude en tus manos hasta que sepas a quién das.

El autor hace esta cita de Jesús para justificar y explicar lo que había afirmado: «¡Ay del que recibe! Pues si recibe por estar necesitado, será inocente; mas el que recibe sin sufrir necesidad, tendrá que dar cuenta por qué recibió y para qué».

Trescientos años más tarde, del otro lado del mediterráneo, Agustín de Hipona (354 – 430) en su comentario al salmo 102 vuelve a citar este ágrafon: «Enim dictum est "omni petenti te da", et de alio dictum est "desudet eleemosyna in manu tua, donec invenias iustum cui eam des"», que en español significa: «En efecto, ha sido dicho "da a todo el que te pida", y sobre el otro tema ha sido dicho: "sude la limosna en tu mano, hasta que conozcas al justo a quien se la das"».​ No sabemos de qué texto lo leyó, pero efectivamente se repite la misma cita que en la Didaché, y la vuelve a repetir en su comentario al salmo 46,. En ambas ocasiones se inicia la frase con «dictum est»: ha sido dicho. Más sorprendente es la cita que hace en su comentario al salmo 142, afirmando que «La escritura dice»: «Scriptura dicit: Sudet eleemosyna in manu tua...».​

También Casiodoro (c. 485 – c. 580), describiendo el salmo 40 en su Expositio in Salterium dice «Scriptum est etiam: Desudet eleemosyna in manu tua, donec invenias iustum, cui eam tradas», que quiere decir: «Está escrito también: sude la limosna en tu mano, hasta que conozcas al justo a quien se la des». Similarmente el papa Gregorio Magno (c. 540 – 604) en su Regula Pastoralis afirma «Scriptum est: Desudet eleemosyna in manu tua», y lo mismo dice Bernardo de Claraval (1090 – 1153).

Jesucristo Juez
Otro ágrafon recogido por los padres apostólicos es el que reporta Justino el Mártir (c. 100/114 - 162/168) en su obra Diálogo con Trifón: Justino expone una doctrina cristiana acerca del Juicio de Jesucristo, diciendo que según el antiguo Libro de Ezequiel (Ez 18:21-32) el justo que abandone la justicia será condenado, y el malvado que se arrepienta será perdonado, y que acerca de eso Jesús habría dicho: En el estado en que os sorprenda, en ése también os juzgaré.

Esto mismo reporta Clemente de Alejandría (c. 150 – c. 215) en Quis Dives Salvetur? (¿Quién es el rico que se salva?) en el capítulo 40, párrafo 

Mi misterio es para míUn ágrafon ciertamente menos claro que el anterior es aquel citado por Clemente de Alejandría en su obra Stromata, a veces llamada Miscelánea: en su quinto libro el décimo capítulo trata sobre la opinión de los apóstoles acerca de velar los misterios de la fe. Y dice Clemente Alejandrino:
El Señor anunció en Evangelio: mi misterio es para mí, y para los hijos de mi casa. Entre los siglos II y III se escribieron unas Homilías atribuidas a Clemente Romano, y en la décimo novena de ellas aparece lo siguiente «Y Pedro dijo: "Recordamos que nuestro Señor y Maestro nos ordenó, 'Guarden los misterios, para mí, y para los hijos de mi casa'"».

Fuentes apócrifasEn 1897 y 1903 se descubrieron valiosos papiros que contenían estos dichos en Oxyrhynchus, Egipto. Las primeras tradiciones atribuían a san Mateo un libro donde se recogían estos dichos de Jesús.

Otros posibles dichos auténticos de Jesús se pueden encontrar en las fuentes cristianas no canónicas, tales como el evangelio de Tomás, el evangelio de Felipe, y los escritos de los primeros líderes cristianos como Clemente de Roma y Jerónimo de Estridón. Los escribas cristianos han preservado cientos de refranes de Jesús aparte de los evangelios, algunos de los cuales se suponen auténticos y otros legendarios.

El Evangelio de MarcosOtro ejemplo proviene del Evangelio de Marcos, donde un dicho de Jesús fue probablemente añadido al evangelio casi quinientos años después de que fuera escrito, (Marcos 9, 49).
Y todo sacrificio será salado con sal.

La datación tardía de este dicho se demuestra por el hecho de que no aparece en los primeros manuscritos de Marcos, ni en latín ni en griego, y es por tanto probablemente inédito en las ediciones originales de Marcos.

Diferencia entre apócrifos y deuterocanónicos
Existen controversias tradicionales entre los diferentes grupos confesionales en el seno de la tradición judeocristiana; dado que cada uno entre los principales grupos (cristianos ortodoxos, cristianos orientales —coptos, eutiquianos, siríacos nestorianos, etc.—, católicos, protestantes y otras tendencias) ha venido planteando a través de los siglos algunas importantes diferencias con respecto del canon de los grupos restantes y ha ido reservando el término de «apócrifos» para distintos grupos de textos y de escritos no incluidos en su propia versión del Canon bíblico, aunque estén en la de otro u otros.

Los representantes del protestantismo han llamado Apócrifos a los documentos Deuterocanónicos, que son reivindicados como parte integrante del canon por distintas iglesias cristianas ortodoxas, cristianas orientales y católica. Y usan el término Pseudoepígrafos, «escritos falsamente atribuidos», para hacer referencia al resto de los libros surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos y que, sin embargo, no han sido aceptados por ninguno de los grupos antes mencionados.

El primero en usar el término en este sentido fue Jerónimo, en los escritos en que comenta la tarea que representó la traducción al latín del texto bíblico, a fin de designar a algunos de los libros que hoy son conocidos como deuterocanónicos, que habían sido incluidos en la Biblia judía griega (canon alejandrino), llamada Biblia septuaginta, o Biblia de los LXX, aun cuando no aparecen en el Tanaj judío hebreo-arameo (Canon Palestinense), que fue redefinido por judíos fariseos históricos y neotestamentarios, durante los trabajos del Sínodo de Jamnia, en fecha tan tardía como el 95 d. C., y luego utilizada por las comunidades judías de los siglos posteriores. Jerónimo ignoraba las grandes disensiones que esta aventurada decisión atraería con el tiempo entre las Cristiandades del Mundo Occidental.

Doce de estos libros: Tobit, Judit, el Resto de Ester, Baruc, la Epístola de Jeremías, la Historia de Susana, la Historia de Bel y el Dragón, el pasaje Daniel 3:24-90 (en el cual se contiene la Oración de Azarías el Himno de los tres Jóvenes), Sabiduría, Eclesiástico, 1 Macabeos y 2 Macabeos, finalmente serían aceptados por los distintos grupos históricos cristianos (cristianos ortodoxos, cristianos orientales —cópticos eutiquianos, siríacos nestorianos, etc.— y católicos).

Otros de esos textos: el Capítulo 151 del Libro de los Salmos de David (comúnmente llamado Salmo 151), el Capítulo 8 del Libro de las Odas, 3 Esdras 3 Macabeos, así como el Epílogo Griego del Libro de Job, los Epígrafes Griegos de varios de los Salmos de David y el Epígrafe Griego del Capítulo 1 del Libro de las Lamentaciones fueron recibidos como parte integrante del canon por todos esos grupos, excepto por la Iglesia católica. Todos estos escritos han sido ratificados por los escritos de muchos de los padres de la iglesia de oriente y occidente. Y, en el caso concreto de la iglesia latina, los doce documentos de la primera lista fueron legitimados por el Sínodo de Roma, en el año 380 d. C., y el Concilio de Hipona, en el año 393 d. C. A pesar de lo cual, el término «apócrifos» volvió a ser aplicado a esos doce textos por Martín Lutero y otros reformadores protestantes del siglo XVI. A causa de lo cual, la iglesia occidental ratificó su legitimación durante los trabajos del Concilio de Trento en 1546.

Algunos otros libros, incluidos en las Biblias Septuaginta (griega) y Peshitta (siríaca), como 4 Esdras, 4 Macabeos, el Libro de las odas y el Libro de los Salmos de Salomón, pueden ser leídos entre los apéndices de algunas importantes versiones y ediciones de la Biblia; como la Vulgata latina de Jerónimo, la Biblia eslavónica de Ostrog, la Biblia sinodal rusa, la Biblia del Oso de Reina (1569), la Biblia del cántaro de Valera (1602), la King James version (1611), la Revised standard version y la New revised standard version. Otros libros fueron vistos como textos sagrados e inspirados por comunidades judías marginadas, padres de la iglesia y grupos de cristianos, siendo rechazados como apócrifos más tarde, o más allá de los contextos en los cuales ellos fueron acogidos:

La Peshitta siríaca, la Biblia «oficial» de todas las iglesias Siríacas Nestorianas (las Iglesias de Siria, Asiria, Caldea, el Asia Central, Armenia, el Turquestán, China y la India, de entre cuyas filas se separó Mahoma, y, en cuyo seguimiento, a su vez, el Islam musulmán), incluye en su Libro de los Salmos, además del Salmo 151, los Salmos numerados 152, 153, 154 y 155, y la versión siríaca a la Apocalipsis de BarucLos Beta Israel, antiguos habitantes de Etiopía, tenían como libros sagrados, además del Sirácida, el Libro de Enoc y el Libro de los Jubileos. Y la Iglesia Cristiana Ortodoxa de Etiopía incluye en su Biblia formas largas etíopes de los libros de Enoc, los Jubileos, el Resto de palabras de Baruc, 1 Macabeos, 2 Macabeos y 3 Macabeos.

Estos documentos fueron rechazados por los fariseos de los siglos I y II, así como por los judíos actuales y grupos protestantes y paraprotestantes de múltiples tendencias; pero conservados por los israelitas, por los judíos de la dispersión y por los cristianismos tempranos e históricos. Los judíos actuales y los protestantes han llamado «apócrifos», de manera sistemática, a todos los escritos deuterocanónicos, excluyéndolos de sus propias versiones de la Biblia. Sin embargo, algunas de las Biblias protestantes más importantes los han incluido. Se cita como ejemplos la Biblia de Lutero, la King James Version, la Revised Standard Version y la New Revised Standard Version.

Casiodoro de Reina decidió incluirlos como parte integral del Antiguo testamento en la Biblia del oso, la primera edición de la Reina-Valera, en el año de 1569. Y Cipriano de Valera, su primer revisor y corrector de estilo, optó por reunirlos aparte, como un tercer grupo de textos intertestamentarios, entre el Antiguo y el Nuevo testamento, en la Biblia del Cántaro, de 1602. Sin embargo, a causa de confrontaciones de tipo ideológico, fueron suprimidos en 1860 por Lorenzo Lucena Pedrosa. Pero en 2009 ha sido publicada en España la Biblia del Siglo de Oro, que es una edición actualizada del texto de Reina y Valera, con restitución de nueve de sus doce Deuterocanónicos.

Continua en La Biblia VI: Apócrifos II
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lunes, 6 de octubre de 2014

La Biblia V: Cánones III

Antiguo Testamento de la Biblia de Gutenberg.

Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento es —según el canon cristiano— la primera parte de la Biblia. Contiene el Pentateuco, y otras series de libros históricos, sapienciales y proféticos. En total se numeran en el Antiguo Testamento 39 libros en la versión protestante, 46 libros en la versión de la Iglesia católica, y 51 libros en la de la Iglesia ortodoxa.

Los judíos dividen los libros del Tanaj en tres grupos distintos: Torá (la Ley), Neviim (los Profetas) y Ketuvim (los Hagiógrafos). El grupo denominado testigos de Jehová prefiere la expresión Escrituras Hebreas para referirse a esta colección de libros.

En el judaísmo
El Antiguo Testamento de los cristianos en el judaísmo es llamado Tanaj, un acrónimo para Torá, Neviim y Ketuvim (Ley, Profetas y Escritos). El Tanaj consiste en la Torá de Moisés, el único libro considerado como dictado y escrito por Dios mismo y entregado a Moisés en el Monte Sinaí; los Profetas, que son los libros que se consideran como inspirados por Revelación Profética; y los Escritos, que son una colección de escritos poéticos e históricos que se consideran inspirados por el Ruaj haKodesh (Espíritu Santo). Puesto que Dios en su Torá manda no añadir ni quitar nada de la Torá de Moisés, toda escritura que viniese después es medida a la luz de la Torá. Así, los libros que menos se acoplan a la Torá son considerados menos inspirados y por tanto, menos importantes. Por este motivo, el judaísmo no considera los Escritos de los discípulos de Jesús como inspiración Divina, por tanto la Biblia judía solo se compone del Tanaj. Algunos grupos, entre ellos los judíos nazarenos y judíos mesiánicos (no reconocidos como judíos por ninguna denominación tradicional) consideran el llamado «Nuevo Testamento» como material importante de aprendizaje, al mismo nivel que el santo Zohar o el Talmud, pero nunca al mismo nivel que la Torá de Moisés, la cual es considerada «Ley perfecta» (Salmos 19:7), «para los hijos de nuestros hijos» (Deuteronomio 4:8-9), y como Jesús mismo enseñaría, la Torá es vigente «hasta que pasen los cielos y la Tierra» (Mateo 5:18).

Géneros literarios
El Antiguo Testamento es un texto muy complejo por estar compuesto por libros escritos en múltiples géneros y en distintas épocas históricas del pueblo hebreo. En cuanto a la mayoría de los libros, se pueden reconocer cuatro tradiciones literarias que los componen (de acuerdo con la hipótesis documentaria):

-Yahvista, que hace uso del término Yahveh para referirse a Dios, al que presenta antropomórfico, manifestado de forma humana. Este género es probablemente propio del reino hebreo del sur o de Judá.
-Elohísta, que hace uso del término Elohim para referirse a Dios, al que presenta más intrascendente. Este género es probablemente propio del reino hebreo del norte o de Israel.
-Sacerdotal, que se centra en cuestiones del culto judaico, y que incluye el relato que se encuentra al principio de todo el Antiguo Testamento: la primera versión de la Creación en el libro del Génesis (la segunda versión de la Creación viene inmediatamente después y es de tradición yavista).
-Deuteronómica, que se centra en el cumplimiento de la Ley, por haber sido escrita en lo que algunos han identificado como el hallazgo de la Ley en tiempos del rey Josías. Precisamente el libro del Deuteronomio pertenece a este género. 

Se pueden reconocer los siguientes géneros literarios en el Antiguo Testamento:

-Histórico. Abarca todos los textos en forma de relato. Incluye: historias reales, noveladas y ficticias; relatos populares (mitos, leyendas, sagas, cuentos); datos informativos, y biográficos; relatos que anuncian la venida del Mesías.
-LeyColecciones de normas y preceptos por los que se regía el pueblo hebreo, tanto en lo civil como en lo religioso.
-Profecía. Dichos y discursos pronunciados por un profeta (mensajero que habla en nombre de Dios). Incluye oráculos, relatos biográficos, visiones y acciones simbólicas.
-LíricaTextos poéticos, generalmente en verso, que expresan sentimientos y vivencias profundos. Incluye cantos de amor, elegías de dolor, poemas de oración.
-Sabiduría. Colecciones de sentencias, proverbios, alegorías y refranes que expresan de forma popular y razonada la experiencia de vida propia del sabio.

Libros del Antiguo Testamento
Pentateuco o Torá
-Génesis: El libro del Génesis relata la historia de la creación del mundo, el relato de la caída de Adán del jardín del Edén, la narración del Diluvio Universal, la historia de la Torre de Babel, el llamado del patriarca Abraham y la aparición de las 12 tribus de Israel que terminarían viviendo en Egipto.
-Éxodo: Los principales hechos del libro giran alrededor de la partida de los esclavos hebreos de Egipto, bajo el liderazgo de Moisés, y culmina fervorosamente con la entrega de la Sagrada Torá en el monte Sinaí.
-Levítico: Este libro trata los temas de las leyes referidas a los sacrificios, la consagración de los sacerdotes y las leyes referidas a la pureza y santidad; mayormente mandamientos para los grupos levitas y sacerdotales.
-Números: Este libro narra los mandamientos dados durante las estancias en el Sinaí, el desierto de Qades-Barnea y los llanos de Moab.
-Deuteronomio: Este libro relata lo que sucedió desde la entrega de las Tablas de la Ley hasta la llegada a los llanos de Moab. Es considerado el discurso final de Moisés antes de morir.

Libros Históricos
-Libro de Josué: Este libro narra la conquista de la Tierra Prometida y el reparto que Josué efectúa entre las diversas tribus. Luego trata algunos temas de la Asamblea de Siquem y de las disposiciones de Josué. Es considerado libro profético en el canon judío.
-Libro de los Jueces: Narra el período que va desde la muerte de Josué hasta el nacimiento de Samuel, un tiempo en que el pueblo de Israel ha abandonado su vida nómada y acaba de instalarse como semisedentarios primero y agricultores luego, habitando en casas de material o chozas de adobe. Es considerado libro profético en el canon judío.
-Libro de Rut: El libro narra la historia de Elimélec, un efrateo de Belén de Judá que emigró con su familia al país de Moab. Su mujer se llamaba Noemí y sus hijos, Majlón y Quilión. Al morir Elimélec, sus dos hijos se casaron con Orpá y Rut de Moab, respectivamente.
-Primer Libro de Samuel: Este libro cuenta la historia de Samuel y del reinado del rey Saúl hasta su muerte, incluyendo la guerra de los israelitas contra los filisteos y la gran hazaña del pastorcillo David al derrotar al gigante Goliat. Es considerado libro profético en el canon judío.
-Segundo Libro de Samuel: siendo la continuación de I Samuel, cuenta la historia de Israel a partir de la muerte del rey Saúl y el subsiguiente reinado de David, con un suplemento al final.
-Primer Libro de los Reyes: Este libro cuenta la historia del reinado de Salomón, hijo de David y de los reinos de Judá e Israel.
-Segundo Libro de los Reyes: En este libro continúa la historia de los reinos de Judá e Israel desde la muerte de Salomón hasta la caída de Samaria y de Jerusalén, cabe resaltar que todos los reyes israelitas hicieron lo malo a los ojos de Dios, entre ellos, Jeroboam, Omrí, Ahab y Jezabel, Oseas y Joacaz. También relata los milagros del profeta Eliseo y al final del libro se continúa la historia para culminar en el Exilio de Babilonia.
-I Crónicas o I Paralipómenos: Este libro en particular narra el período comprendido desde los orígenes hasta la muerte de David. Cuenta la historia desde Adán hasta Saúl en su primera mitad y luego la de David.
-II Crónicas o II Paralipómenos: Este libro en particular narra el período comprendido entre la muerte de David y la liberación final. Cuenta la historia de cada rey de manera muy esquemática y no exhaustiva, indicando en general: nombre del padre, nombre de la madre, duración del reinado, sucesor, lugar de la sepultura, principales acontecimientos y sincronía de cada uno de los reyes de Israel.
-Libro de Esdras: Esdras trata especialmente de la reconstrucción del Templo y de la organización legal del judaísmo.
-Libro de Nehemías: este libro narra la reconstrucción de las murallas de Jerusalén, el arreglo del templo y las reformas llevadas a cabo por Nehemías.
-Libro de Tobías: Es parte del canon católico y ortodoxo mas no el de la mayoría de las iglesias protestantes y la religión judía . Este libro relata el acompañamiento que el arcángel Rafael hace a un joven lleno de fe, que va a buscar esposa y finalmente se casa luego de sortear enormes dificultades con la ayuda del ángel enviado por Dios. Es una apología de los valores familiares y humanos.
-Libro de Judit: El libro cuenta la historia de Judit hija de Merari en plena guerra de Israel contra el ejército asirio.
-Libro de Ester: Es de gran valor entre el pueblo judío, ya que narra la salvación de los judíos de un exterminio inminente preparado por Haman el amalecita. Dicha salvación se conmemora con la fiesta de Purim.
-I Macabeos: forma parte del canon católico y ortodoxo mas no del canon protestante y judio. Macabeos narra el intento de helenizar por la fuerza a los judíos por parte de Antíoco IV Epífanes.
-II Macabeos: El libro se centra en dos fiestas religiosas: la Dedicación del Templo luego de su reconstrucción (Jánuca), y el día en que Nicanor asedia el templo. También cuenta la historia de Heliodoro, y el martirio de Eléazaro, y de los siete hermanos y su madre. Al igual que I Macabeos, es parte del canon católico y ortodoxo mas no del de la mayoría de los protestantes y los judios

Libros Sapienciales
-Libro de Job: Éste libro, cuenta la historia de Job (Biblia), un hombre justo y temeroso de Dios que es probado duramente para ver si negaba a Dios y se apartaba de él.
-Libro de los Salmos: Este libro contiene salmos y oraciones, mayormente del rey David.
-Proverbios: son las enseñanzas de la filosofía teológica que enseñan al hombre a ser como los sabios y a vivir en consecuencia.
-Eclesiastés: Es el compendio de las meditaciones de Salomón. Tras investigar la vida y ver que todo es vanidad, discurre que lo único importante en la vida es guardar la Palabra de Dios, por la cual seremos juzgados.
-El Cantar de los Cantares: Trata de dos amantes, Salomón y Sulamit, que han sido obligados a separarse.
-Libro de la Sabiduría: pertenece al canon católico y ortodoxo. Este libro se dirige a los hermanos de su autor alertándolos sobre la ruina a los que los conducirán la idolatría y el ateísmo si se dejasen llevar por ellos.
-Libro del Eclesiástico: El libro está dirigido a los judíos piadosos que quieran vivir la vida según la Ley, sin olvidar a los paganos que quieran saber lo que les espera al convertirse en buenos judíos.

Libros Proféticos
Profetas mayores
-Libro de Isaías: Este libro contiene profecías con muy vivos destellos de tempranos sueños y aspiraciones de una redención universal para todos los pueblos de la tierra. La exégesis moderna lo divide en al menos tres grandes colecciones de poemas proféticos (Capítulos 1-35, 40-55 y 56-66), y un apéndice histórico (Capítulos 36-39), en parte paralelo o retomado de partes o pasajes de II Reyes.
-Libro de Jeremías: Este libro contiene la historia y profecías de Jeremías, un hidalgo judío sumamente sensible, que desde muy joven se sintió obligado a concienciar al pueblo de la necesidad de ser fieles y obedientes ante Dios. De manera insistente profetizó el exilio y destierro del pueblo y de los reyes de Judá por Nabucodonosor de Babilonia, por lo que muchas veces se metió en problemas con las autoridades civiles y religiosas del Reino de Judá.
-Libro de las Lamentaciones: Este libro contiene cuatro lamentaciones acróstico-alefáticas, y una oración, escritas con motivo de la devastación de Jerusalén tras caer en las manos de Nabucodonosor II. Evocan vivamente los horrores del sitio, caída y destrucción de Jerusalén, y la insondable pena de ver a los judíos humillados, marchando hacia el exilio, llevados como ovejas por los conquistadores babilonios.
-Libro de Baruc: Baruc o Baruj Es un texto que pertenece al canon católico y ortodoxo mas no al de la mayoría de los protestantes y judíos . Es una serie de documentos adscritos a Baruc o Baruj, escriba y secretario del profeta Jeremías, en donde se alecciona a los judíos sobre cómo afrontar y sobrellevar el exilio y cautiverio con responsabilidad y dignidad, y lealtad al Señor. Numerosos autores, así como editores de los escritos bíblicos, presentan como un cuerpo de texto independiente del cuerpo de este libro de Baruc, el Capítulo 6, que contiene una Epístola adscrita al profeta Jeremías.
-Libro de Ezequiel: En la introducción, Dios entrega al profeta los lineamientos de su misión profética, mientras que los capítulos siguientes detallan una larga serie de amenazas y futuros castigos para Jerusalén y Judá, para los falsos profetas y, en general, para todos los judíos que han pecado antes de la invasión de Nabucodonosor.
-Libro de Daniel: Este libro es la suma de hasta doce distintos documentos que relatan historias y visiones adscritas a Daniel, un sabio y consejero judío del exilio que prestó sus servicios en las cortes de reyes babilonios. En el canon judío, el libro de Daniel no es considerado parte de los libros de los Profetas, sino como parte de los Ketuvim (Escritos inspirados por el Ruaj haKodesh). En el canon católico se agrega la historia de Susana y la del Dragón

Profetas menores
-Libro de Oseas: Este libro relata una profecía que se divide en dos partes.
-Libro de Joel: El libro de Joel se encuentra dividido en dos partes claramente diferenciadas. En la primera, una devastadora plaga de langostas destruye el país, produciendo una celebración penitencial entre las víctimas. La segunda parte trata acerca de los frutos de la penitencia y de la liberación que anuncia una redención futura.
-Libro de Amós: Este libro da un mensaje de advertencia hacia las naciones paganas y a los pecadores de Judá e Israel ya que serán juzgados por Yavé (Dios) y castigados pero eventualmente podrían ser perdonados.
-Libro de Abdías: El libro de Abdías profetiza la venganza de Yavé contra Edom, que llegará en 312 con su conquista por parte de los árabes.
-Libro de Jonás: El libro da cuenta del profeta Jonás y una historia bien conocida en la cual Dios manda a Jonás profetizar o predicar al pueblo de Nínive para persuadirlos de arrepentirse o recibir destrucción.
-Libro de Miqueas: Este libro trata sobre el castigo de Dios sobre el reino del norte por pecados como: idolatría, adoración de Baal, sacrificios, rituales de niños, magia y encantamientos.
-Libro de Nahúm: Nahúm profetiza la destrucción de Nínive, que simboliza la liberación de todas las esclavitudes.
-Libro de Habacuc: Este libro narra los días finales del Imperio Asirio y el principio del dominio de Babilonia a escala mundial bajo Nabopolasar y su hijo Nabucodonosor.
-Libro de Sofonías: El libro de Sofonías es una invitación a la penitencia y una afirmación del amor de Dios hacia el pueblo.
-Libro de Ageo o Libro de Hageo: Este libro trata principalmente de la reconstrucción del Templo y se divide en cuatro discursos o sermones que se encuentran en orden cronológico.
-Libro de Zacarías: Este libro habla principalmente sobre la restauración del Templo y de Jerusalén y de la coronación del Sumo sacerdote Josué.
-Libro de Malaquías: Este es el último libro del Antiguo Testamento que reprocha las actitudes de las familias al separarse y el comportamiento de los sacerdotes por el no cumplimiento al culto divino.

Tabla
Los libros en disputa, incluido en un canon, pero no en otros, a menudo se llaman apócrifos bíblicos, un término que se utiliza a veces para describir específicamente los libros incluidos en los cánones católicos y ortodoxos que están ausentes en el texto masorético judío y en las biblias protestantes más modernas. Los católicos, siguiendo el Canon de Trento (1546), describen estos libros como deuterocanónicos, mientras que los cristianos ortodoxos griegos, tras el Sínodo de Jerusalén (1672), utilizan el nombre tradicional de anagignoskomena, que significa “lo que ha de ser leído”. También están presentes en algunas versiones protestantes históricas: la Biblia alemana de Lutero incluía tales libros, al igual que la Biblia del rey Jacobo (1611).
Tanaj
(Biblia judía)
(24 libros)​
Los libros en negrita forman parte del Ketuvim
Antiguo Testamento
Protestante
(39 libros)
Antiguo Testamento
Iglesia Católica
(46 libros)
Antiguo Testamento
Iglesia ortodoxa
(51 libros)
Idioma original
TorahPentateuco o los Cinco Libros de Moisés
BereishitGénesisGénesisGénesisHebreo
ShemotÉxodoÉxodoÉxodoHebreo
VayikraLevíticoLevíticoLevíticoHebreo
BamidbarNúmerosNúmerosNúmerosHebreo
DevarimDeuteronomioDeuteronomioDeuteronomioHebreo
Nevi'im (Profetas)Libros históricos
YehoshuaJosuéJosuéJosué (Iesous)Hebreo
ShofetimJuecesJuecesJuecesHebreo
Rut (Ruth)RutRutRutHebreo
Shemuel1 Samuel1 Samuel (1 Reyes)​1 Samuel (1 Reinos)​Hebreo
2 Samuel2 Samuel (2 Reyes)​2 Samuel (2 Reinos)​Hebreo
Melakhim1 Reyes1 Reyes (3 Reyes)​1 Reyes (3 Reinos)​Hebreo
2 Reyes2 Reyes (4 Reyes)​2 Reyes (4 Reinos)​Hebreo
Divrei Hayamim (Crónicas)1 Crónicas1 Crónicas (1 Paralipómenos)1 Crónicas (1 Paralipómenos)Hebreo
2 Crónicas2 Crónicas (2 Paralipómenos)2 Crónicas (2 Paralipómenos)Hebreo
1 EsdrasHebreo
Ezra-NehemiahEsdrasEsdras (1 Esdras)Esdras (2 Esdras)​Hebreo y Arameo
NehemíasNehemías (2 Esdras)Nehemías (2 Esdras)​Hebreo
Tobit (Tobias)Tobit (Tobias)Arameo (¿y Hebreo?)
JudithJudithHebreo
EstherEstherEsther​Esther​Hebreo
1 Macabeos​I MacabeosHebreo
2 Macabeos​II MacabeosGriego
III MacabeosGriego
IV Macabeos​Griego
Ketuvim (Escritos)Libros sapienciales
Iyov (Job)JobJobJobHebreo
Tehillim (Salmos)SalmosSalmosSalmos​Hebreo
Oración de ManasésGriego
Mishlei (Proverbios)ProverbiosProverbiosProverbiosHebreo
Qoheleth (Eclesiastés)EclesiastésEclesiastésEclesiastésHebreo
Shir Hashirim (Cantar de los Cantares)5Cantar de SalomónCantar de los CantaresCantar de los Cantares (Aisma Aismaton)Hebreo
SabiduríaSabiduríaGriego
Sirach (Eclesiástico)SirachHebreo
Nevi'im (Últimos Profetas)Profetas mayores
YeshayahuIsaíasIsaíasIsaíasHebreo
YirmeyahuJeremíasJeremíasJeremíasHebreo y Arameo
Eikhah (Lamentations)LamentacionesLamentacionesLamentacionesHebreo
Baruc​Baruc​Hebreo14
Carta de Jeremías​Griego (opinión mayoritaria)16
YekhezqelEzequielEzequielEzequielHebreo
DanielDanielDaniel​Daniel​Hebreo y Arameo
Profetas menores
Los Doce
or
Trei Asar
OseasOseasOseasHebreo
JoelJoelJoelHebreo
AmósAmósAmósHebreo
AbdíasAbdíasAbdíasHebreo
JonásJonásJonásHebreo
MiqueasMiqueasMiqueasHebreo
NahumNahumNahumHebreo
HabacucHabacucHabacucHebreo
SofoníasSofoníasSofoníasHebreo
HageoHageoHageoHebreo
ZacaríasZacaríasZacaríasHebreo
MalaquíasMalaquíasMalaquíasHebreo
Varios libros incluidos en el canon ortodoxo también se encuentran en el apéndice de la Biblia Vulgata Latina, que fue en su momento la Biblia oficial de la Iglesia católica.
Libros en el Apéndice de la Biblia Vulgata
Nombre en la VulgataNombre para los Ortodoxos orientales
3 Esdras1 Esdras
4 Esdras
Oración de ManasésOración de Manasés
Salmo de David, en el que mata a Goliat (Salmo 151)Salmo 151
El Antiguo Testamento en el catolicismo
La Iglesia católica siempre ha considerado los libros del Antiguo Testamento como inspirados. En el Concilio Vaticano II se encuentra un resumen del aspecto histórico-salvífico y del sentido de las experiencias del pueblo judío como fundamento de su inclusión en las fuentes de la revelación cristiana:

Dios amantísimo, buscando y preparando solícitamente la salvación de todo el género humano, con singular favor se eligió un pueblo, a quien confió sus promesas. Hecho, pues, el pacto con Abraham (cf. Genesis 15:18) y con el pueblo de Israel por medio de Moisés (cf. Éxodo 24:8), de tal forma se reveló con palabras y con obras a su pueblo elegido como el único Dios verdadero y vivo, que Israel experimentó cuáles fueran los caminos de Dios con los hombres y, hablando el mismo Dios por los profetas, los entendió más hondamente y con más claridad de día en día, y los difundió ampliamente entre las gentes (cf. Salmo 21, 28-29; 95, 1-3; Isaias 2, 1-4; Jeremias 3:17). La economía, pues, de la salvación pronunciada, narrada y explicada por los autores sagrados, se conserva como verdadera palabra de Dios en los libros del Antiguo Testamento; por lo cual estos libros inspirados por Dios conservan un valor perenne. Conc. Vaticano II, Const. Dei Verbum, 14.

Canonización
El Antiguo Testamento o Tanaj comenzó su canonización en el 450 a. C. y terminó su canonización en el concilio de Yavne (96 d. C.), por el Sanedrín del siglo I. Aunque el concilio de Yavne fue más una confirmación que canonización. El último libro en ser canonizado fue el libro de Daniel, en Yavne (Yamnia). Cuando se debatió si Cantar de los Cantares era simplemente un idilio amoroso, Rabí Akiva se levantó en su defensa (ver Halajá) diciendo que Salomón estaba hablando inspirado por el Espíritu Santo, como un Midrash (romance metafórico) entre Dios y el pueblo de Israel.(También, por motivos similares se planteó la aceptación o rechazo de Eclesiastés y el rollo de Ester. El Sanhedrín consideró que Ester Salomón estaban dotados del espíritu de profecía. Rabí Hanina (siglo I) tuvo un arduo trabajo alineando la teología del libro de Ezequiel con la Ley de Moisés. Gracias a eso al final el libro también fue aceptado en el canon.

El Sanedrín terminó listando a aquellos que escribieron el Tanaj“Moisés escribió la Torá y Job. Josué escribió su libro y (según ciertos sabios) los últimos 8 versos de Deuteronomio. El libro de Josué fue terminado por Eleazar y Finees. Samuel escribió su libro, Jueces y Rut. El libro de Samuel fue terminado por Gad y el profeta Natán. David escribió el libro de los Salmos, agregando sus cantos a los libros de los ancianos (Adam (Salmo 139:16), Melquizedec (Sal 110), Abraham (Salmo 89), Moisés (Salmo 90), Heman, Jedutún, Asaf y los tres hijos de Coré). Jeremías escribió su libro, Lamentaciones y Reyes. Ezequías y sus compañeros editaron los libros de Isaías, y de Salomón (proverbios, Cantar de los Cantares y Eclesiastés). Los hombres de la gran asamblea, (450 a.c.) editaron el libro de Ezequiel, los doce profetas menores, Daniel y el rollo de Ester (aunque estos fuesen originalmente escritos o dictados por sus respectivos autores). Esdras escribió su libro y las genealogías del libro de Crónicas. Crónicas fue terminado por Nehemías, hijo de Hacalías”.(Talmud; Bava Batra 14b-15a). Más allá del Tanaj, no se considera canónico ningún libro, como dijera el Sanedrín: “Cuando Hageo, Zacarías, y Malaquías murieron, el Espíritu Santo dejó Israel”.

El cristianismo naciente no utilizaba el canon del Sanedrín, sino que utilizaba la versión griega llamada de los setenta. Por esta razón, la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa conservaron los llamados libros deuterocanónicos, que formaban parte del canon en las comunidades judías fuera de Palestina, (la versión griega llamada de los setenta). Por su parte, siglos después, el protestantismo, surgido durante el siglo XVI, rechazó el canon que utilizase la Iglesia católica y prefirió usar el canon del Sanedrín para su Antiguo Testamento.

Las Escrituras hebreas según los Testigos de Jehová
Los testigos de Jehová, a partir de una exégesis del texto de Pablo de Tarso, usan la expresión «Escrituras hebreas». La cita es la siguiente:

Afirman que el contexto del párrafo y el sentido de la expresión griega correspondiente (διαθηκη) alude a la ley de Moisés o al Pentateuco Así, la expresión «Testamento» se referiría solo a esos libros y no al conjunto de la Biblia (sea el Antiguo o el Nuevo Testamento) a lo que se añade el hecho de que la expresión «Nuevo Testamento» no aparece en ninguna parte de la Biblia. Un dato particular: al Apocalipsis, el último libro de la Biblia, los Testigos de Jehová lo llaman Revelación, como los cristianos de habla y cultura inglesa. De todas formas no es privativo de los anglófonos, que en vez de Apocalipsis, se use Revelaciones: El término griego Apocalipsis puede traducirse Revelaciones a todas las lenguas romances o que hayan tomado como préstamo el latín revelatio. Los Testigos de Jehová prefieren utilizar la expresión «Escrituras hebreas» para referirse a la versión del Antiguo Testamento, y «Escrituras griegas cristianas» para referirse al Nuevo.

El canon del Antiguo Testamento antes del Concilio de Trento
La opinión ampliamente mayoritaria hasta el siglo XVI es que el canon del AT como regla de fe era el hebreo; admitiéndose al mismo tiempo que los libros llamados Apócrifos o Eclesiásticos y luego deuterocanónicos son útiles para la edificación pero no para fundar doctrinas.

I. El canon del Antiguo Testamento: siglos II y III
Más allá de lo que puede inferirse en base al uso de determinados libros, el primer autor cristiano cuya opinión explícita del canon del AT se ha conservado (gracias a Eusebio de Cesarea) es Melitón, obispo de Sardis en Asia Menor (m. hacia 190). En su carta a Onésimo da un «catálogo de los escritos admitidos del Antiguo Testamento» que corresponde esencialmente al canon hebreo, con la sola omisión de Esther (Eusebio, Historia Eclesiástica  IV, 26:12-14).

Un catálogo similar y probablemente contemporáneo (siglo II) , pero con el añadido de Ester, fue hallado en 1875 en el mismo manuscrito en el que se halló la Didajé, o Doctrina de los Doce Apóstoles, uno de los más antiguos documentos cristianos extracanónicos.

A mediados del siguiente siglo, el sobresaliente erudito bíblico  Orígenes de Alejandría, quien puede considerarse con justicia el padre de la  crítica textual, afirmaba: «No se ha de ignorar que los libros  testamentarios, tal como los han transmitido los hebreos, son veintidós,  tantos como número de letras hay en entre ellos». Orígenes da luego  una lista de tales libros que corresponden casi exactamente al canon hebreo  excepto por el añadido de la «carta de Jeremías»; como parte del libro  canónico del mismo nombre, y la omisión de los Profetas menores (Eusebio, Historia  Eclesiástica VI, 25: 1-2). Esto último es seguramente un desliz original o de  transcripción, ya que el total nombrado es de 21 y la canonicidad de dicho  libro –los Doce Profetas Menores- nunca estuvo en entredicho. Dice Orígenes explícitamente que los libros de Macabeos están «aparte de estos». Hay que reconocer, sin embargo, que en la práctica, Orígenes se negó a excluir totalmente los apócrifos, porque se los empleaba  en la Iglesia, como él mismo lo explica en su Carta a Julio Africano.

II. El canon del Antiguo Testamento: siglos IV y V
Una evidencia de la «fluidez» del canon del AT en aquel tiempo, en lo que a los libros Eclesiásticos concierne,  está indicada por los más antiguos códices existentes: el Sinaítico y el Vaticano, ambos del siglo IV, y el Alejandrino, del siguiente siglo. Estos manuscritos que son cristianos, incluyen el Antiguo Testamento griego de la Septuaginta, la  traducción judía alejandrina precristiana, pero (además de pérdidas accidentales) difieren en los libros apócrifos/deuterocanónicos incluidos. El Sinaítico incluye, además de Tobit, Judit, 1 Macabeos, Sabiduría de Salomón y Eclesiástico (Sirá), a 4 Macabeos (que nunca fue tenido por  canónico), al tiempo que excluye 2 Macabeos y Baruc. El códice Vaticano excluye todos los libros de Macabeos; por el contrario, el Alejandrino incluye los cuatro libros de Macabeos. En otras palabras, en los manuscritos a veces faltan libros tenidos hoy por  canónicos por la Iglesia de Roma, y en otras ocasiones se incluyen libros  cuya canonicidad rechaza la citada Iglesia.

Atanasio, obispo de Alejandría y campeón de la ortodoxia nicena, en su carta pascual 39ª de 367 da a los obispos africanos una lista de libros del  Antiguo Testamento similar a la hebrea, con la diferencia de que incluye Baruc y la Carta de  Jeremías y omite a Ester. La lista es parecida a la de Orígenes, aunque pone a Ruth separado de Jueces. Dice Atanasio"Pero para mayor exactitud debo ... añadir esto: hay otros libros fuera de éstos, que no están ciertamente incluidos en el canon, pero que han sido desde el tiempo de los padres dispuestos para ser leídos a aquellos que son convertidos recientes a nuestra comunión y desean ser instruidos en la palabra de la verdadera religión. Estos son la Sabiduría de Salomón, la Sabiduría de Sirá [Eclesiástico], Ester, Judit y Tobit ... Pero mientras los primeros están incluidos en el canon y estos últimos se leen [en la iglesia], no se ha de hacer mención a los libros apócrifos. Son la invención de herejes que escriben según su propia voluntad ..." Nicene and Post-Nicene Fathers, 2nd Series (= NPNF2), 4:551-552.

Como puede verse, Atanasio tornó explícito lo que Orígenes hizo en la práctica: reconocer esencialmente el canon hebreo, al tiempo que admitía la  existencia de libros que, si bien fuera del canon, tenían valor para la  instrucción. Por otra parte, aquellos que él llama apócrifos son obra de herejes y deben ser excluidos. Cuatro años antes de que Atanasio escribiese esta carta hubo un sínodo en Laodicea, en cuyo canon 59 se establecía que en las Iglesias debían ser leídos sólo los libros canónicos de los Testamentos Antiguo y Nuevo. El canon 60 da una lista esencialmente igual a la de Atanasio, pero que incluye al libro de Ester (NPNF2 14:158-159). Es posible que este canon 60 sea una adición posterior.

Cirilo, obispo de Jerusalén entre 348 y 386, sigue básicamente la  opinión de Orígenes, pero incluye Baruc (NPNF2, 7:27).
Gregorio Nazianceno (330-390) da una lista de libros canónicos en verso, en donde reconoce veintidós libros; omite Ester (Himno 1.1.72.31). Anfiloquio, obispo de Iconio (m. hacia 394) da una lista igual a la de Gregorio, pero añade: «Junto con éstos, algunos incluyen Ester».
Epifanio, obispo de Salamis en Chipre (315-403) da una lista de 22 libros similar a la anónima del siglo II mencionada más arriba (Sobre pesos y medidas, 23). En otra parte, añade como apéndice a una lista de libros del Nuevo Testamento a la Sabiduría de Salomón y a la de Sirá (Panarion 76:5).
Jerónimo (346-420) fue secretario del obispo de Roma, Dámaso, entre 382 y 384. Por pedido de Dámaso, comenzó a revisar los Salmos y los Evangelios (o quizá todo el Nuevo Testamento) de la versión bíblica llamada  Latina Antigua. Luego de la muerte de Dámaso, en 384, comenzó un peregrinaje hasta que se estableció en Belén (Palestina) en 386. Allí prosiguió su tarea. Comenzó con una nueva revisión del Salterio en latín conforme a la Septuaginta (LXX) . Pronto se convenció, empero, de que debía trabajar a partir del texto hebreo. Su obra de traducción del AT fue completada en 405. Al parecer no planeaba incluir los apócrifos/deuterocanónicos pero más tarde cedió al uso prevalente (eclesiástico) y realizó una traducción de Tobit y Judit  «del arameo»; el resto de los apócrifos/deuterocanónicos no fue traducido por él, sino añadido por otros tal como se hallaban en la Latina Antigua. No es cierto que los incluyese por orden de Dámaso, quien había estado muerto por más de 20 años cuando Jerónimo completó su trabajo.

Jerónimo enumera el canon hebreo  palestino exactamente, y da cuenta de la doble numeración como 24 ó 22, según si Rut y Lamentaciones se contasen por  separado o añadidos, respectivamente, a Jueces y Jeremías. Luego escribe: "Este prólogo a las Escrituras puede servir como un prefacio con yelmo [galeatus] para todos los libros que hemos vertido del hebreo al latín, para que podamos saber -mis lectores tanto como yo mismo- que cualquiera [libro] que esté más allá de estos debe ser reconocido entre los apócrifos. Por tanto, la Sabiduría de Salomón, como se la titula comúnmente, y el libro del Hijo de Sirá [Eclesiástico] y Judit y Tobías y el Pastor no están en el Canon."
Jerónimo trazó la diferencia entre los libros canónicos y los eclesiásticos como sigue: "Como la Iglesia lee los libros de Judit y Tobit y Macabeos, pero no los recibe entre las Escrituras canónicas, así también lee Sabiduría y Eclesiástico para la edificación del pueblo, no como autoridad para la confirmación de la doctrina." De igual modo, subrayó que las adiciones a Ester, Daniel y Jeremías (el libro de Baruc) no tenían lugar entre las Escrituras canónicas.

Agustín (354-430), obispo de Hipona, fue el gran autor cristiano casi  contemporáneo de Jerónimo. Agustín poseía un vuelo teológico que le faltaba a Jerónimo, pero en compensación éste tenía un sentido crítico bíblico mucho  más desarrollado. Aunque Agustín reconocía la importancia de las lenguas  originales, no sabía hebreo, e instó en su correspondencia con Jerónimo a  que éste realizase su nueva versión a partir de la Septuaginta. Da una lista  del canon del Antiguo y Nuevo Testamentos en Sobre la Doctrina Cristiana 2 (8):13, en el cual incluye los apócrifos/deuterocanónicos. Sin embargo, en  ocasiones Agustín demuestra haber sido consciente de la distinción entre el canon y el uso eclesiástico: Desde el tiempo de la restauración del templo entre los judíos no hubo ya reyes, sino príncipes, hasta Aristóbulo. El cálculo del tiempo de éstos no se encuentra en las Santas Escrituras llamadas canónicas, sino en otros escritos, entre los cuales están los libros de los Macabeos, que no tienen por canónicos los judíos, sino la Iglesia... La Ciudad de Dios, XVIII:36. Sin embargo, como otros autores cristianos antes que él, en la práctica la  distinción era a menudo  soslayada.

Concilios africanos
Estos se realizaron a fines del siglo IV y principios del V, y la autoridad de Agustín parece haber sido decisiva. No hay documentos del Concilio de Hipona de 393, pero otro sínodo en Cartago (397) reafirma la lista de libros del AT y NT, este último tal como hoy lo conocemos (una lista igual había sido dada 30 años antes por Atanasio en su Carta Pascual), y el AT con los libros Eclesiásticos, incluido 1 Esdras (= 3 Esdras en el Apéndice a la Vulgata), que no forma parte del Canon de Trento. La decisión fue ratificada en el sexto Concilio de Cartago de 419. No figuran las distinciones que había indicado Agustín (y otros antes que él).

El obispo de Roma Inocencio I, en una carta al obispo de Tolosa, Exuperio, da en 405 una lista de libros del AT que incluye los apócrifos/deuterocanónicos (con 1 Esdras).

Rufino, contemporáneo de Jerónimo, en su Comentario al Credo de los  Apóstoles da luego del Concilio de Cartago de 397 una lista de libros del AT que corresponde exactamente al canon hebreo. Luego precisa: Pero debiera saberse que hay también otros libros que nuestros padres no  llaman canónicos, sino eclesiásticos, es decir, Sabiduría, llamado Sabiduría  de Salomón, y otra Sabiduría, llamada la Sabiduría del hijo de Sirá, el  último de los cuales los latinos llaman por el título general de Eclesiástico ...

A la misma clase pertenecen el libro de Tobit, y el libro  de Judit, y los libros de los Macabeos ... todos los cuales se han leído en  las Iglesias, pero no se apela a ellos para la confirmación de la doctrina.  A los otros escritos les han llamado «Apócrifos»;. Estos no han admitido que se lean en las Iglesias. (NPNF2  3:558).

Se atribuye a Gelasio, obispo de Roma (492-496) un decreto acerca de los libros que deben ser recibidos y los que no deben ser recibidos, que según algunos manuscritos es atribuida al papa Dámaso; sin embargo, el tal Decreto parece ser una compilación realizada en Italia en el siglo VI.

III. El Canon del Antiguo Testamento: siglos VI y VII
Un siglo más tarde Gregorio Magno, obispo de Roma  (590-604) continuaba insistiendo en la distinción entre libros canónicos y  eclesiásticos: Con referencia a tal particular no estamos actuando irregularmente, si de los libros, aunque no canónicos, sin embargo otorgados para la edificación de la Iglesia, extraemos testimonio. Así, Eleazar en la batalla hirió y derribó al elefante, pero cayó debajo de la misma bestia que había matado [1 Macabeos 6:46]. Library of the Fathers of the Holy Catholic Church, 2:424; negritas añadidas. Que la cuestión del canon del AT no estaba zanjada, ni mucho menos, lo confirma no sólo Gregorio Magno, sino otros obispos como los africanos Jumilius y Primasius (siguen a Jerónimo), Anastasio de Antioquía y Leoncio, que reconocen el canon hebreo.

Sexto Concilio Ecuménico. En el sínodo de Constantinopla, llamado  Trulano, reunido en 692 como una especie de continuación del Sexto Concilio  Ecuménico, Tercero de Constantinopla (680-681) se ratificaron los cánones de  los Concilios previos, incluyendo el de Cartago. Con esto podría pensarse  que implícitamente se ratificó el canon del AT allí determinado. Sin  embargo, en el mismo documento los obispos conciliares también ratificaban los «cánones» (cartas decretales) de Atanasio, Gregorio Nazianceno y Anfiloquio, los cuales, como vimos, defendían un canon virtualmente igual al hebreo (NPNF2 14:361). De modo que no queda clara la posición de estos obispos del VI Concilio Ecuménico acerca del canon del AT; es posible que ellos mismos no tuviesen una posición uniforme.

En el mismo siglo Juan de Damasco (aprox. 675-749), en su Exposición de la Fe Ortodoxa (4:18) defiende asimismo el canon hebreo, el cual explica con cierto detalle, y agrega: Está también el Panaretus, esto es la Sabiduría de Salomón, y la Sabiduría de Jesús, publicada en hebreo por el padre de Sirá [=Eclesiástico] y posteriormente traducido al griego por su nieto, Jesús hijo de Sirá. Estos son virtuosos y nobles, pero no son contados ni fueron depositados en el arca. NPNF2 9:89-90).

IV. El Canon del Antiguo Testamento: Curso Posterior
Podrían citarse muchos otros autores entre los siglos IX y XV que  sostuvieron explícitamente el canon hebreo y respetaron la distinción  trazada por Jerónimo. Por ejemplo, Beda,  Alcuino, Nicéforo de Constantinopla, Rabano Mauro, Agobardo de Lyon, Pedro Mauricio, Hugo y Ricardo de San Víctor, Pedro Comestor, Juan Belet, Juan de Salisbury, el anónimo autor de la Glossa Ordinaria, Juan de Columna, arzobispo de Mesina, Nicolás de Lira, William Occam, Alfonso Tostado, obispo de Avila, y el Cardenal Francisco Ximenes de Cisneros (editor de la famosa Políglota Complutense, el mayor monumento a la erudición bíblica católica del siglo XVI). 

La posición de este último  era la siguiente: "El cardenal Ximénez de Cisneros produce en España su monumental Biblia políglota llamada Complutense (1514–1517), con el texto latino de la Vulgata en el centro, el griego de la Septuaginta de un lado y el hebreo masorético del otro, que representan respectivamente la Iglesia Griega y la Sinagoga, y dice que el texto latino se imprime en medio «como Jesús fue crucificado entre dos ladrones». Pero en cuanto a los Deuterocanónicos, que van incluidos en la Complutense, explica en su Prefacio que son recibidos por la Iglesia para edificación, más bien que para fundamentar doctrinas, por lo que se ve que el dictamen de Jerónimo sigue todavía en vigencia." (Gonzalo Báez-Camargo, Breve historia del Canon bíblico , 1980, p. 56; negritas añadidas).

Dos importantes autoridades sobre la Biblia, en esa misma época, son Erasmo de Rotterdam, el eminente humanista, y el cardenal Cayetano. Erasmo da la lista del canon hebreo omitiendo Ester. Y de los deuterocanónicos, entre los cuales pone este libro, sin duda porque está considerándolo en su texto griego (con adiciones) y no en el hebreo, dice que «han sido recibidos para el uso eclesiástico», pero que "seguramente (la Iglesia) no desea que Judit, Tobit y Sabiduría tengan el mismo peso que el Pentateuco". He aquí como resumen la situación en Occidente un autor católico: En la Iglesia latina, a través de toda la Edad Media hallamos evidencia de vacilación acerca del carácter de los deuterocanónicos. Hay una corriente amistosa hacia ellos, otra distintamente desfavorable hacia su autoridad y sacralidad, mientras que oscilando entre ambas hay un número de escritores cuya veneración por estos libros es atemperada por cierta perplejidad acerca de su posición exacta, y entre ellos encontramos a Tomás de Aquino. Se encuentran pocos que reconozcan inequívocamente su canonicidad. La actitud prevalente de los autores occidentales medievales es substancialmente la de los Padres griegos. (George J. Reid, Canon of the Old Testament, en The Catholic Encyclopedia ,1913).

El peso de la evidencia indica que por mucho tiempo existió una distinción entre los libros canónicos (básicamente el canon hebreo) y los eclesiásticos, que corresponden a los apócrifos /deuterocanónicos. Lamentablemente, la nomenclatura en los autores antiguos no es uniforme, y así el propio Jerónimo llama «apócrifos» a los Eclesiásticos; pero a veces reserva tal apelativo para los libros heréticos. De igual modo, había confusión acerca del término «canónico» que en sentido estricto solía reservarse para los libros considerados inspirados y santos de manera singular, pero que con frecuencia se refería a toda la colección, incluyendo los eclesiásticos. Este problema fue notado por el Cardenal Tomás de Vío (Cayetano): "Aquí concluimos nuestros comentarios sobre los libros históricos del Antiguo Testamento. Pues el resto (esto es, Judit, Tobit, y los libros de Macabeos) son contados por Jerónimo fuera de los libros canónicos. Y son puestos entre los apócrifos. Junto con Sabiduría y Eclesiástico, como es evidente del Prólogo con Yelmo. Y no te preocupes, como un erudito principiante, si hallan en cualquier parte, sea en los sagrados concilios o los sagrados doctores, estos libros reconocidos como canónicos. Pues las palabras tanto de los concilios como de los doctores han de ser reducidas a la corrección de Jerónimo. Ahora, según su juicio, en la carta a los obispos Cromacio y Heliodoro, estos libros (y cualesquiera como ellos en el canon de la Biblia) no son canónicos, esto es, no son de la naturaleza de una regla para confirmar asuntos de fe. Empero, ellos pueden ser llamados canónicos, esto es, de la naturaleza de una regla para la edificación de los fieles, como habiendo sido recibidos y autorizados en el canon de la Biblia para este propósito. Con ayuda de esta distinción tú puedes ver tu camino claramente a través de los que dice Agustín, y lo que está escrito en el Concilio provincial de Cartago." Cardenal Tomás de Vío. (Sobre el último Capítulo de Ester). Como puede verse, todavía bien entrado el siglo XVI eminentes eruditos católicos sostenían, para el Antiguo Testamento, la distinción entre libros Canónicos propiamente dichos (los del canon hebreo) y libros Eclesiásticos (en un nivel inferior y por tanto no canónicos en sentido estricto).

El canon del Antiguo Testamento que la Iglesia Católica determinó a su entera satisfacción no solamente difiere del hebreo y protestante, sino que es diferente del aceptado en Cartago y del admitido por las diversas iglesias Ortodoxas orientales. La decisión dogmática del Concilio de Trento puso (al menos para los católicos) fin a esta distinción muy razonable y sostenida por la mayoría durante siglos.

Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento es la parte de la Biblia cristiana compuesta por un conjunto canónico de libros y cartas escritas después de la muerte de Jesús de Nazaret, que la tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia, apartando otros textos considerados apócrifos (griego: από 'lejos', κρυφος 'oculto'; latín: apócryphus). Se le designa como Nuevo Testamento desde Tertuliano en la Iglesia cristiana. Al contrario con el Tanaj hebreo, llamado por los cristianos Antiguo Testamento, los judíos (a excepción de los llamados judíos mesiánicos), no tienen el Nuevo Testamento en común con los cristianos.

El uso del término «testamento» proviene del vocablo hebreo berith ('alianza, pacto, convenio o disposiciones entre dos contratantes'), a través del griego diatheké, y del latín testamentum. Algunos autores presentan los nombres Antiguo y Nuevo Testamento con que se designa las dos grandes secciones en que se divide la Biblia cristiana como el resultado de un error de interpretación de la palabra diatheké, que significa: 'deseo' o 'voluntad', y también 'acuerdo’ o 'convenio'.​ Con este criterio diatheké en griego haría referencia al antiguo y al nuevo convenio de Dios con los hombres más que a las Escrituras mismas.

Según otros autores, el término «testamento» proviene de la traducción de la Vulgata y del paso del concepto hebreo al griego, y sería el resultado de una búsqueda consciente.​ Los traductores de la Septuaginta habrían querido evitar que al hablar del berith (la alianza entre Dios e Israel) se entendiera que era un pacto entre iguales. Por eso no usaron el término griego syntheké (que se traduce por 'alianza'), sino que escogieron diatheké, que se traduce por 'testamento' o 'voluntad', que es la obligación de uno solo con respecto a otro que solo recibe beneficios.​ De esta forma destacaron más la disparidad entre las partes (es decir, entre Dios y los hombres). Luego, esa es una de las acepciones de la palabra testamentum, y de la castellana «testamento» (no entendida solo como última voluntad ex mortis, como en el uso coloquial). De allí que las versiones latinas, como la de Jerónimo de Estridón, y la mayoría de las versiones de la Biblia cristiana siguen utilizando el término «testamento» en lugar de «alianza» para referirse al Antiguo Testamento (alianza del Sinaí) y al Nuevo Testamento (alianza en la sangre de Cristo). Aun conviniendo que tales conceptos no hacen referencia a las colecciones de escritos sagrados, sino a relaciones entre la divinidad y los seres humanos en la historia religiosa, la mayoría de los eruditos simplemente se remiten al uso popular y coloquial de estos conceptos para referirse a los textos sagrados del canon hebreo y griego cristiano.

Las versiones más antiguas de textos del llamado Nuevo Testamento, que se conservan, están escritas en el griego denominado koiné, la lengua franca en el Mediterráneo Oriental en época romana. La mayoría de los especialistas cree que éste fue el idioma en que originalmente se redactaron, aunque algunos libros puedan haberse escrito primero en idioma hebreo o arameo, la lengua semita hablada por Jesús y su entorno.​ Aún hoy existen textos manuscritos fechados como desde el siglo V (cercanos a los más antiguos manuscritos griegos completos) en arameo como la Peshita siríaca, la Harclense y la Curetoniana, pero la mayoría de los estudiosos los consideran traducciones del griego.

Composición del Nuevo Testamento
La composición del Nuevo Testamento canónico se fijó poco a poco en los primeros siglos del nuevo movimiento. La lista más antigua se supone redactada hacia el año 170. La lista actual fue publicada originalmente por Atanasio de Alejandría en 370 y consagrada como canónica en el Tercer Concilio de Cartago de 397. Sin embargo, las disputas sobre la composición del canon no cesaron. Martín Lutero cuestionó la pertinencia de incluir la Epístola de Santiago, la Epístola de Judas, la Epístola a los Hebreos y el Apocalipsis de Juan o Libro de la Revelación; aunque finalmente, a diferencia de los deuterocanónicos del Antiguo Testamento, no fueron nunca rechazados. Sin embargo, la canonización de 2 Pedro, 2 Juan, 3 Juan, Santiago y Judas, así como de Hebreos y Apocalipsis, sigue siendo tema de debate. El Nuevo Testamento comprende los cuatro Evangelios canónicos, los Hechos de los Apóstoles, las epístolas de Pablo de Tarso, siete epístolas de diversa atribución y el Apocalipsis, como se puede observar en el esquema que se encuentra a continuación. Comprende, en total, 27 libros en el canon de la Iglesia Católica Romana, aceptado por la mayoría de las Iglesias de la Reforma. La Iglesia Siria solo acepta 22 libros en su canon. Libros como 1 y 2 de Clemente, el libro de la Alianza, el Octateuco y otros, han sido motivo de disputas, y se encuentran canonizados por parte de otras iglesias Católicas Ortodoxas.
OrdenLibroAbreviaturaNº Capítulos
1Evangelio de MateoMt28
2Evangelio de MarcosMc16
3Evangelio de LucasLc24
4Evangelio de JuanJn21
5Hechos de los ApóstolesHch28
6Epístola a los RomanosRom16
7Primera Epístola a los Corintios1 Cor16
8Segunda Epístola a los Corintios2 Cor13
9Epístola a los GálatasGal6
10Epístola a los EfesiosEf6
11Epístola a los FilipensesFlp4
12Epístola a los ColosensesCol.4
13Primera Epístola a los Tesalonicenses1 Ts5
14Segunda Epístola a los Tesalonicenses2 Ts3
15Primera Epístola a Timoteo1 Tim6
16Segunda Epístola a Timoteo2 Tim4
17Epístola a TitoTit3
18Epístola a FilemónFlm1
19Epístola a los HebreosHeb13
20Epístola de SantiagoSto5
21Primera Epístola de San Pedro1 P5
22Segunda Epístola de San Pedro2 P3
23Primera Epístola de San Juan1 Jn5
24Segunda Epístola de San Juan2 Jn1
25Tercera Epístola de San Juan3 Jn1
26Epístola de San JudasJud.1
27Apocalipsis de San JuanAp22
Los manuscritos del Nuevo Testamento
Según Robert W. Funk, fundador del Jesus Seminar (‘seminario de Jesús’), existen muchas variantes en los distintos manuscritos griegos del Nuevo Testamento que han llegado hasta la actualidad; algunas son variantes menores sin trascendencia, pero también hay cambios significativos. Él asegura: Se ha estimado que hay más de 70.000 variantes significativas en los manuscritos griegos del Nuevo Testamento. Tal montaña de variaciones ha sido reducida a un número manejable por las ediciones críticas modernas que ordenan, evalúan y eligen entre la miríada de posibilidades. Las ediciones críticas del Nuevo Testamento griego utilizadas por eruditos son, de hecho, creaciones de los críticos textuales y editores. No son idénticas a ninguno de los manuscritos antiguos sobrevivientes. Son una composición de muchas versiones distintas. Los textos maestros se clasifican según criterio en "texto mayoritario recibido" o "Receptus" y "Texto Crítico". El primero prioriza las variaciones mayoritarias y tradicionales sin importar su antigüedad, se basa en la compilación iniciada por Erasmo. El segundo prioriza las lecturas más antiguas según criterio de jerarquía temporal, basándose en los textos más antiguos encontrados, aun recientemente, como el códice Sinaítico (costumbre seguida en las obras críticas de textos clásicos seculares). La vigésima séptima edición Nestlé-Aland es el texto maestro refinado más reciente y base para las traducciones vernáculas modernas.

Manuscritos
Papiros
Los manuscritos completos más antiguos del Nuevo Testamento son los códices pergaminos Sinaítico y Alejandrino, pero en cuanto a papiros, de data anterior existen cerca de cien papiros fragmentados (algunos caben en la palma de una mano).

Papiro Rylands
El papiro Rylands (P52) es el más antiguo de los manuscritos que se han encontrado de los cuatro evangelios canónicos. Se descubrió en el desierto de Egipto. Se publicó en 1935. Contiene algunos versículos del capítulo 18 del evangelio de Juan (Juan 18,31-33.37-38). Según el estudio grafológico es anterior al año 150 (suele datarse hacia 125-130 d. C).

Papiro Magdalena Gr 17
Fue encontrado en una tienda de antigüedades en Luxor (Egipto) a finales del siglo XIX. Fue adquirido por un sacerdote llamado Charles Bousfield Huleatt, quien tras su muerte donó el papiro al Magdalen College de Oxford, donde pasó a denominarse Gr 17. (suele datarse de 200 d. C)

Papiro Magdalena
El Papiro Magdalena o Papiro Magdaliniense es el conjunto de los fragmentos: P64, P67 y probablemente también el P4 (en la numeración Gregory-Aland). Estos fragmentos en papiro transmiten parte del capítulo 26 del Evangelio según Mateo.

Historia
Fue comprado en Luxor, Egipto, en 1901 por el Reverendo Charles Bousfield Huleatt (1863–1908), identificó los fragmentos en griego como porciones del Evangelio según Mateo (26:23, 31) y los presentó al Colegio Magdalena, Oxford, en donde los catalogaron como P. Magdalen Greek 17 (P. Magdalena griego 17) (Gregory-Aland P64), a partir de entonces tienen este nombre. Finalmente, cuando los fragmentos fueron publicados por Colin H. Roberts en 1953, mostrados en una fotografía, la escritura se caracterizó como "un antecesor antiguo de los llamados 'Unciales bíblicos'" que comenzaron a surgir a finales del siglo II. El estilo uncial se muestra en el Códice Vaticano y el Códice Sinaítico. El análisis paleográfico comparativo ha sido clave para la datación del manuscrito: el resultado es c 200 e.c. Los fragmentos están escritos en ambos lados, esto prueba contundentemente que venía de un códice más bien que de un rollo. Otros fragmentos publicados en 1956 por Ramon Roca-Puig catalogados como P. Barc. Inv. 1 (Gregory-Aland P67), también fueron determinados por Roca-Puig y Roberts de venir del mismo códice, al igual que los fragmentos Magdalena, este es un punto de vista que ha mantenido el consenso erudito.

Fecha
La fecha para el P64 originalmente se asignó al siglo III por Charles Huleatt, quién donó el manuscrito al Colegio Magdalena, luego el papirologista A. S. Hunt estudió y fechó el manuscrito para finales del siglo IV. Pero debido a que pensaba que era un fechado demasiado posterior para el manuscrito, Colin Roberts publicó el manuscrito y le dio una fecha para el c. 200, que fue confirmada por otros tres papirologistas importantes: Harold Bell, T. C. Skeat y E. G. Turner, y desde entonces esta ha sido la fecha aceptada en general para el P64Pero más tarde en 1994, mucha publicidad rodeó al nuevo fechado de Carsten Peter Thiede del papiro Magdalena para mediados del del siglo I (37 a 70 d.C.). Su artículo oficial apareció en Zeitschrift für Papyrologie und Epigraphik (Diario de papirología y epigrafía) el año siguiente. El texto para el lego fue coescrito con Matthew d'Ancona y presentado como The Jesus Papyrus (El Papiro Jesús), Weidenfeld & Nicolson, Londres, 1996. (también publicado como: Eyewitness to Jesus (Testigo ocular de Jesús), 1996, Nueva York: Doubleday). Después de comparar los fragmentos con una antigua carta comercial que se encontró en Egipto, el profesor Thiede afirmó que el documento egipcio “se parece al Papiro Magdalena casi como un mellizo... en apariencia general y en la forma y disposición de las letras individuales”.​ El nuevo fechado de Thiede, en general, ha sido visto con escepticismo por los Eruditos bíblicos ya establecidos.

Philip Comfort y David Barret en su libro Text of the Earliest NT Greek Manuscripts (El texto de los manuscritos griegos más antiguos del NT) sugieren una fecha más general de 150–175 para el manuscrito, también para P4 y P67, de los cuales ellos argumentan que vienen del mismo códice. El P4 fue utilizado como material para la unión de "un códice de Filón, escrito a finales del siglo III y encontrado en una jarra que había sido tapiada en una casa, en Coptos [en 250]". Si el P4 fue parte de este códice, entonces el códice podría haber sido escrito aproximadamente 100 años antes, o más antes. Comfort y Barret también mostraron que este P4/64/67 tiene afinidad con un número de papiros de finales del siglo II.

Comfort y Barret "suelen afirmar una fecha más temprana para varios manuscritos incluidos en su volumen que podrían ser admitidas por otros paleógrafos". El Novum Testamentum Graece (Nuevo Testamento Griego), una referencia estándar para los testimonios griegos, enlista al P64/67 por separado, dando una primera fecha al siglo III, aunque por último se asignó al a. 200.7​ Más recientemente Charlesworth ha concluido 'que el P64+67 y el P4, aunque escritos por el mismo escriba, no son del mismo ... códice'.​

Papiros Bodmer II
Se trata de papiros descubiertos por M. Martin Bodmer. Del conjunto de cuatro papiros Bodmer (P66, P72, P73, P74) que se conservan en la Biblioteca de Cologny, en Ginebra, destaca el P66. Encontrado en Egipto y datado hacia el año 200, contiene catorce capítulos del evangelio de Juan.

Por su parte, los papiros Bodmer 14 y 15, conocidos como P75, fueron descubiertos también en Egipto en 1956 y están datados del año 175 al 225 d. C.. Contienen cerca de la mitad de los Evangelios de Lucas y de Juan, a saber:

Lucas 3:18-22, 33-38; 4:1-2:34-44; 5:1-10, 37-39; 6:1-4, 10-49; 7:1-32, 35-39, 41-43, 46-50; 8:1-56; 9:1-2, 4-62; 10:1-42; 11:1-54; 12:1-59; 13:1-35; 14:1-35; 15:1-32; 16:1-31; 17:1-15, 19-37; 18:1-18; 22:4-42, 45-71 (no aparecen 22:43-44); 23:1-56; 24:1-53
Juan 1:1-16a; 16b-51; 2:1-25; 3:1-36; 4:1-54; 5:1-3a; 5:5-47; 6:1-71; 7:1-52; 8:12-59; 9:1-41; 10:1-42; 11:1-45, 48-57; 12:3-50; 13:1-10; 14:8-31; 15:1-10.

P75 constituye el manuscrito más antiguo que mantiene unidos a dos Evangelios. Esto fue interpretado por diferentes escrituristas como una demostración de que, para las primeras comunidades cristianas, los Evangelios formaban una unidad. Pertenecieron a la Fundación Bodmer de Cologny (Ginebra). En 2007, fueron donados a la Biblioteca Apostólica Vaticana donde se conservan actualmente.​

Papiros Chester Beatty
Son tres papiros (P45, P46 y P47) escritos antes del año 250 d. C.. Contienen fragmentos de las epístolas de Pablo, del Apocalipsis y de los evangelios.

P45: Contiene fragmentos de los cuatro evangelios canónicos y de los Hechos de los apóstoles
P46: Contiene epístolas de Pablo: Romanos 1‑2; Corintios; Efesios; Gálatas; Filipenses; Colosenses; 1‑2 Tesalonicences.
P47: Contiene un fragmento del libro de Apocalipsis (9:10—17:2).

Pergaminos
Códice Vaticano Data de mediados del siglo IV.
Códice Sinaítico De mediados del siglo IV.
Códice Alejandrino Del siglo V
Códice de Efrén Del siglo V.
Códice Bezae Del siglo V. Solo contiene los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles. El texto de los Hechos difiere algo de otras versiones.
Códice Freer Del siglo V. Solo contiene los Evangelios.

Siglos V a XV
La Vulgata de san Jerónimo aparece en el año 382.
Recensión de Bizancio, a principios del siglo V: Da lugar a la versión koiné.
La Peshitta siríaca se escribe en el siglo V.
La versión armenia, del siglo V.
Las copias de los monasterios.

Siglos XV-XIX
La Políglota de Alcalá, del cardenal Cisneros, se forma entre los años 1502 1522. La versión de Erasmo de Róterdam se escribe en 1516 revisando solo seis manuscritos. Estas dos versiones son fusionadas por Robert Estienne. La cuarta edición de esta publicación es la utilizada, a partir de Teodoro de Beza hasta finales del siglo XIX.

Desde el siglo XIX
Se descubre el códice sinaítico (K. Tischendorf, 1859). Los códices Sinaiticus y Vaticanus dan lugar a los textos actuales.

Tercer Concilio de Cartago
En el año 397 el papa Siricio convoca el tercer concilio de Cartago donde se impone la vulgata (traducción de la Biblia al latín vulgar realizada por Jerónimo del 382-405) y finalmente se edita el Nuevo Testamento.

Nuevo Testamento español
Por siglos la Biblia fue el libro de mayor distribución en España, habiendo disponibles copias manuscritas en latín y, por varios siglos, hasta en la lengua gótica. Diversas historias bíblicas, salterios (o salmos), glosarios, relatos morales y obras similares se convirtieron en libros de mayor venta de la época. Copistas adiestrados reprodujeron concienzudamente exquisitos manuscritos bíblicos. Aunque a 20 escribas les tomaba todo un año producir un solo manuscrito de primera clase, muchas Biblias latinas y millares de comentarios sobre la Biblia latina circulaban en España para el siglo XV. Cuando el idioma español empezó a desarrollarse, surgió interés en tener la Biblia en el lenguaje vernáculo. Para el siglo XII la Biblia se tradujo al romance o español antiguo, el lenguaje que hablaba la gente común. Posteriormente la disidencia entre valdenses, lolardos y husitas hizo que por precaución a la herejía, la Iglesia prohibiera la traducción de la Biblia en lengua romance (Concilio de Toulouse, Francia, 1229). Por los siguientes doscientos años la única Biblia católica oficial publicada en España —aparte de la Vulgata latina— fue la Políglota complutense, la primera Biblia políglota, patrocinada por el cardenal Cisneros. Sólo se imprimieron 600 ejemplares. Contenía el texto bíblico en hebreo, arameo, griego y latín.

A principios del siglo XVI Francisco de Enzinas, hijo de un rico terrateniente español, empezó a traducir el Nuevo Testamento al español mientras todavía era un joven estudiante. Luego consiguió que se imprimiera su traducción en los Países Bajos, y en 1544 trató de obtener la autorización real para distribuirla en España, la cual le fue rechazada y terminó acusado ante la inquisición. Pocos años más tarde se imprimió una edición revisada de esa traducción en Venecia, Italia, la que Julián Hernández introdujo secretamente en Sevilla, siendo prendido y posteriormente ejecutado por herejía.

Sólo posteriormente se empezó a traducir la Biblia entera a lengua vernácula castellana con la Obra de Casiodoro de Reina (Biblia del Oso 1568-1569), por parte del protestantismo, y Felipe Scío de San Miguel (1790) Félix Torres Amat (1823) en el catolicismo.

Brit Jadashá
Brit Jadashá o Brit Hadashá es el término hebreo para el Nuevo Testamento. Etimológicamente, Brit proviene de la palabra hebrea «pacto», y Jadashá del vocablo «renovado» o «nuevo». También se le ha llamado Brit HaJadashá, siendo Ha el artículo definido «el», «la», «los» o «las» (en este caso haciendo la función de un «el»).

La diferencia entre el Nuevo Testamento cristiano y el Brit HaJadashá, es que este último incluye palabras hebreas intercaladas. Por ejemplo, en lugar de decir Jesucristo, dice Yeshúa HaMashíaj, o en vez de decir: Apóstol Pablo, dice: Shaliaj Shaúl o Rabí Shaúl.

Algunos cristianos afirman que los usuarios del término Brit Jadashá pretenden hebraizar a los cristianos (o cristianizar a los judíos). A pesar de eso, el término Brit Jadashá es muy recomendado por las congregaciones judías mesiánicas.

Una de las razones fundamentales de la crítica de los apologetas cristianos acerca de quienes promueven el uso del término Brit Jadashá (Pacto Renovado) en vez de Nuevo Testamento, es que no existe actualmente ningún manuscrito antiguo neotestamentario escrito en hebreo, pero si más de 5000 pergaminos neotestamentarios completos escritos en griego común o koiné. De manera que quienes afirman que el Brit Jadashá es una “traducción literal” de los manuscritos antiguos neotestamentarios hebraicos, están errando en su apreciación.

Solo existen manuscritos antiguos del Tanaj (Antiguo Testamento) en hebreo y arameo. Mientras que todos los pergaminos antiguos del Nuevo Testamento están en griego koiné. Los académicos concuerdan que los idiomas de la Biblia son el hebreo y arameo para el AT, y el griego para el NT.

El término Brit Jadashá es utilizado por el Movimiento de los Nombres Santos, Nuevos Judíos, o Judaizantes. Ellos promueven descontinuar el uso de la Biblia (especialmente el Nuevo Testamento) de origen gentil o greco-romano, por ser una traducción de los manuscritos griegos (ya que consideran que los manuscritos fueron manipulados y tergiversados por escribas helenistas, destruyendo así los manuscritos originales hebreos neotestamentarios).

Debido que los nombres como Jesús, Cristo, Jesucristo, Iglesia, y Espíritu Santo (entre otros), son de origen griego, los miembros del Movimiento de los Nombres Santos consideran estos términos como «nombres profanos» Por eso, en sus versiones neotestamentarias hebraicas literales, utilizan «Yeshúa» en vez de Jesús, «Kejilá» en vez de Iglesia, «Ruaj Ja Kodesh» en vez de Espíritu Santo, etc

Continua en La Biblia VI: Los Apócrifos I
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