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lunes, 3 de febrero de 2014

La Biblia I: Papiros I

Biblos al Norte de los Reinos de Israel y Juda

Papiro
Papiro (del latín papyrus, y este del griego πάπυρος) es el nombre que recibe el soporte de escritura elaborado a partir de una planta acuática, muy común en el río Nilo, en Egipto, y en algunos lugares de la cuenca mediterránea, una hierba palustre de la familia de las ciperáceas, el Cyperus papyrus.

Etimología
La palabra papiro proviene del término griego πάπυρος papiros, que en latín es papyrus (el plural es papyri). Está tomada del antiguo término egipcio, que significa 'flor del rey', pues su elaboración era monopolio real. También es el origen de la palabra papel.

El papiro como soporte de escritura
Fue profusamente empleado para la fabricación de diversos objetos de uso cotidiano, siendo su principal utilización la elaboración del soporte de los manuscritos de la antigüedad denominado papiro, precedente del papel moderno. El fragmento más antiguo de papiro se descubrió en la tumba de Hemaka,1​ ​2​ ​ chaty del faraón Den, en la necrópolis de Saqqara, aunque no han perdurado los posibles signos jeroglíficos escritos en él. Su elaboración era monopolio real y fue muy apreciado, por su gran utilidad, entre los pueblos de la cuenca oriental del Mediterráneo, exportándose durante siglos en rollos de alto valor, como se describe en el relato del viaje de Unamón. El uso del papiro no comenzó a ser universal hasta la época de Alejandro Magno (siglo IV a. C.). Su uso decayó al declinar la antigua cultura egipcia, siendo sustituido como soporte de escritura por el pergamino. Disminuyó en el transcurso del siglo V y desapareció del todo en el siglo XI. La mayoría de las grandes bibliotecas de Europa poseen manuscritos en papiro.

Elaboración del papel papiro
Primero, el tallo de la planta de papiro se mantenía en remojo entre una y dos semanas; después se cortaba en finas tiras llamadas phyliae y se prensaban con un rodillo, para eliminar parte de la savia y otras sustancias líquidas; luego se disponían las láminas horizontal y verticalmente, y se volvía a prensar, para que la savia actuase como adhesivo; se terminaba frotando suavemente con una concha o una pieza de marfil, durante varios días, quedando dispuesto para su uso. La unidad de medida del papiro era la plagula (hoja). Se solían fabricar rollos de papiro de unas veinte plagulas que se pegaban entre sí, con un tamaño medio total de cinco metros. El mayor papiro encontrado es el Papiro Harris I que mide más de 41 metros.

Textos
Las inscripciones se realizaban en la cara del papiro que tenía dispuestas las tiras horizontalmente: el anverso. En la otra cara (el reverso) raramente se escribía (en este caso se denominan opistógrafos) aunque, por ser muy caro, si lo que estaba escrito perdía interés, era borrado y vuelto a utilizar (ver palimpsesto). Fundamentalmente por esta razón, para los escritos de menor importancia, se utilizaba en su lugar los ostraca.

Uso
El volumen se guardaba en un estuche de pergamino teñido a veces de rojo con el jugo del arándano (vaccinium). Un trozo de pergamino (titulus, index) se unía al rollo y llevaba escrito en ocasiones con tinta roja, el título de la obra. El lector sujetaba el volumen con su mano derecha, y lo iba desenvolviendo con la izquierda; esta misma le servía para enrollar la parte del libro ya leído; de aquí las expresiones evolvere, explicare, ad umbilicum pervenire, para significar que se había llegado hasta el final del texto.

Simbolismo
Es el papiro sagrado, utilizado para elaborar las barcas de dioses del Antiguo Egipto. La planta también tenía una función religiosa surgida en épocas antiguas: nacida en el sagrado Nilo, se representaba en los templos y era portada en las procesiones, donde simbolizaba el renacimiento y la regeneración del Mundo. Planta específica del Delta del Nilo, ésta era el emblema del Bajo Egipto y representaba a la diosa Uadyet (uady: jeroglífico del papiro, significando también el verde de malaquita, y "la prosperidad"). La planta de papiro fue representada desde la época predinástica como símbolo del Bajo Egipto; figura en la maza votiva de Horus Escorpión.

Otros usos del papiro
El soporte de escritura no era el único producto elaborado en el Antiguo Egipto a partir de esta planta, muy común en épocas antiguas, también se podían fabricar objetos de cestería, sandalias, calzones, cuerdas, e incluso embarcaciones. Se consumía su raíz y a veces el interior del tallo. También se decía que tenía cualidades curativas. En la actualidad la planta, casi desaparecida en Egipto, se utiliza para elaborar objetos turísticos.

Clasificación de los papiros
Según Plinio el Viejo, se clasificaban por su calidad en ocho clases:

Emporíticos: los de inferior calidad, utilizados como papel de envolver.
Taeneóticos: los de mala calidad.
Saíticos: los de baja calidad, elaborados con materiales sobrantes.
Anfiteátricos: los de media calidad.
Fanianos: los de buena calidad.
Livios: los de muy buena calidad.
Augusticos: los de alta calidad.
Hieráticos regios: los de más alta calidad, sólo utilizados para textos sagrados.

Algunos de estos nombres proceden de diversos motivos:
Del lugar en que se fabricaba, como papel saítico, de la ciudad de Sais.
Del nombre de la fábrica como anfiteátrico, del anfiteatro de Alejandría.
Del dueño de la fábrica, como janniano de Jannio Palemón.
Del personaje a quien se hallaba dedicado, como Augusto, Liviano, Claudio, por estarlo a los emperadores y emperatrices de este nombre.
De su destino, como hierático, por estar destinado a usos sagrados.
De la grupo principal que lo usara, como emporético o empórico, que era más grosero y servía para envolver mercancías.
De otras circunstancias, como el llamado charta dentada, por ser bruñido con dientes de animales, principalmente, del jabalí.​ ​
Debido al gran número de papiros encontrados, se utilizan diversos y dispares esquemas de clasificación para poder identificarlos, así:

Por la persona o fundación que poseía el manuscrito: Papiro Westcar, Papiros Bodmer 14 y 15 conocidos como P75.
Por el lugar de origen: Oxyrhynchus Papyri
Por el sitio donde se conserva: Canon de Turín, Papiro Rylands P52
A los papiros se les asigna además un número, para facilitar su identificación en las labores de clasificación.

El papiro y la Biblia
Referencias de la planta y sus usos
Moisés describe en el libro de Éxodo 2:3 la manera en que su madre lo protegió y dio lugar al encuentro casual con la hija del Faraón. Cuando ya no pudo ocultarlo, entonces tomó para él un arca de papiro y le dio una mano de betún y pez, y puso en ella al niño, y la puso entre las cañas, junto a la margen del río Nilo. Por otra parte, el libro de Job, hace referencia a la planta del papiro cuando Bildad —uno de los tres amigos de Job— le pregunta: “¿Crecerá y se hará alto el papiro sin un lugar pantanoso?”. (Job 8:11). En Isaías 18:2 se dice que se hicieron de papiro embarcaciones de mayor tamaño para viajar distancias más largas.

Es el que despacha enviados mediante el mar, y mediante embarcaciones de papiro sobre la superficie de las aguas, [diciendo:] “Vayan, mensajeros veloces, a una nación de alta talla y bruñida, a un pueblo que en todas partes es inspirador de temor, a una nación de resistencia a la tensión y de pisoteo, cuya tierra han arrollado los ríos”.

Utilización como material de escritura
La obra Perspicacia para comprender las escrituras dice que [en el tiempo en el que se escribió la Biblia] las hojas podían pegarse por los extremos para formar un rollo, que solía constar de unas veinte hojas. También podían doblarse en forma de hojas para formar el códice, semejante a un libro, que se popularizó entre los primeros cristianos. Un rollo medía como promedio de 4 a 6 m. de largo, aunque se conserva un ejemplar de 40,5 m. En un principio, la palabra griega bí‧blos designaba la médula blanda de la planta del papiro, pero más tarde se utilizó para denominar el libro en sí. (Mateo 1:1; Marcos 12:26.) El diminutivo bi‧blí‧on tiene como plural la palabra bi‧blí‧a, cuyo significado literal es «libritos», de la que se deriva la palabra «Biblia»(2 Timoteo 4:13, Int.) Biblos era una ciudad fenicia que debió su nombre a que fue un importante centro de la industria del papiro. Los rollos de papiro se utilizaron de manera habitual hasta comienzos del siglo II, cuando el códice de papiro empezó a reemplazarlos. Más tarde, en el siglo IV, la popularidad del papiro empezó a disminuir y fue reemplazado por un material de escribir mucho más duradero: la vitela.

El papiro tenía una desventaja importante como material de escritura: no era muy duradero. Se deterioraba en un ambiente húmedo y se volvía muy quebradizo cuando se almacenaba en un ambiente demasiado seco. Hasta el siglo XVIII se supuso que todos los antiguos manuscritos bíblicos escritos en papiro habían desaparecido. Sin embargo, a finales del siglo XIX se descubrió un buen número de papiros bíblicos tanto en Egipto como alrededor del mar Muerto, lugares con un clima moderadamente seco, muy necesario para la conservación de los papiros. Algunos de los papiros bíblicos hallados en estos lugares datan hasta del siglo II o I a. C.. A muchos de estos manuscritos en papiro se les denomina «papiros», como el Papiro de Nash, del siglo I o II a. C.; el Papiro Rylands III, 458 (siglo II a. C.), y el Papiro de Chester Beatty núm. 1 (siglo III).


Biblos

Biblos (en árabe, جبيل Ŷubayl) es una ciudad en Líbano, situada en la costa del norte del país, a 30 km de Beirut. Situada en una colina, fue una antigua ciudad fenicia, denominada Gubla en los textos cuneiformes y Gebal en la Biblia.​ Se cree que fue fundada alrededor del año 5000 a. C., y según fuentes atribuidas al historiador fenicio Sanjuniatón, fue construida por Crono, y fue la primera ciudad fenicia.​ Actualmente, es ampliamente reconocida como la ciudad más antigua del mundo habitada ininterrumpidamente. (Isaac Asimov. "Historia de Canaán").

Su etimología proviene de la colina en la que estaba situada (𐤂‏𐤁‏𐤋‏ Gubla«montaña» en fenicio) que derivó en su nombre bíblico Gebal, pasando de aquí a la forma griega Byblos y de allí la palabra Biblion "libro", que también originará el término Biblia y Biblioteca. El nombre árabe, Ŷubayl, es diminutivo de ŷabal"montaña". El nombre Biblia con el que se conoce al libro sagrado cristiano es atribuido a esta ciudad, ya que la primera biblia se realizó en papiro proveniente de la misma. Fue una activa ciudad mercantil, mercado de papiros, madera de cedro, y cobre del Cáucaso, convertida en el centro comercial del Mediterráneo oriental. Mantuvo vasallaje con los faraones del antiguo Egipto; posteriormente fue ciudad tributaria de asirios y persas. De la antigua Biblos se conserva una muralla de comienzos de la Edad del Bronce, el templo Baalat Gebal, una necrópolis y numerosos restos de la época romana y medieval. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1984. También se conservan algunos edificios de inspiración renacentista así como una inmensa cantidad de ruinas de diferentes periodos, en verano se puede observar su vibrante vida nocturna (comparada con las mejores del Mediterráneo), cuando cae la noche lo que solía ser un mercado antiguo se convierte en una calle llena de pubs y vida.

Papirología
Papirología es el estudio de literatura, correspondencia, archivos legales, etc. de documentos antiguos preservados en papiro, pergamino u otras con los cuales son los soportes de escritura más comunes en las antiguas civilizaciones de Egipto, Grecia y la antigua Roma. El papiro, es el nombre con el cual se designa al soporte de escritura que se elabora justamente a partir de la planta acuática homónima (Cyperus papyrus) y que es muy común en el Río Nilo, en Egipto y en algunos otros lugares de la cuenca mediterránea. El papiro fue el soporte por excelencia de los manuscritos en la antigüedad y sería el antecedente del moderno papel. La elaboración del soporte escritorio (en formato rollo) a partir de los tallos de la planta fue descrita por Plinio. Posteriormente, el formato códice fue sustituyendo al rollo hasta caer en desuso este último. La papirología incluye la transcripción, traducción e interpretación de los documentos en diferentes idiomas (griego, latín, copto, etc), así como la restauración y la preservación de los papiros originales. Nacida en sus inicios como ciencia auxiliar de la historia y la filología, la papirología se dedica al estudio de los textos documentales o literarios transmitidos por los papiros; el clima de Egipto conservó los papiros hasta su hallazgo arqueológico. Papiros de otras regiones solo se han encontrado carbonizados, como por ejemplo los de Herculano, Derveni o Petra.

La papirología como disciplina, data del los años 1890 cuando una gran cantidad de papiros bien preservados fueron descubiertos por arqueólogos en diferentes localidades del Egipto greco-romano como Arsinoe Oxirrinco. Entre los primeros grandes cultivadores de la disciplina deben citarse Frederic George Kenyon, Ulrich Wilcken, Bernard Pyne Grenfell, Arthur Surridge Hunt, Wilhelm Schubart, Girolamo Vitelli y Friedrich Presigke. Los centros más importantes de estudio de papirología se encuentran en la Universidad de Oxford, Universidad de Columbia, Universidad de Heidelberg, entre otras. Las principales colecciones se hallan en Ann Arbor, Berlín, Florencia, Oxford y Viena.

Paleografia
La paleografía (del idioma griego παλαιός : palaiós, ‘antiguo, viejo’ y γράφειν: graphein, ‘el escrito’ o γράφεια: graphía, ‘escritura’) es el estudio de las escrituras antiguas; es la ciencia que se encarga de descifrar las escrituras antiguas y estudiar su evolución, así como datar, localizar y clasificar los diferentes testimonios gráficos objeto de estudio.

Objeto
La paleografía por extensión estudia toda forma de escritura en cualquier lengua y en cualquier material escrito, desde el tiempo en que el hombre comenzó a fijar por medio de signos su propio pensamiento, sin embargo el término de paleografía se usa especialmente respecto al estudio de la escritura alfabética y su evolución. Es objeto de la paleografía el examen crítico y sistemático de los elementos gráficos de la escritura, forma alfabética, signos accesorios, abreviaciones, notas musicales, reconocimiento de mano, correcciones del copista o de los editores. El modo de estudio de la paleografía puede variar dependiendo de la lengua en la que se originó ya que cada lengua desarrollo una escritura alfabética y reglas gramaticales que la rijan particularmente. El lugar de origen del documentó también puede afectar el modo en el que se estudien los elementos gráficos que lo componen puesto que la lengua tiende a variar dentro de un mismo país o región, especialmente en los documentos más antiguos.​ ​

Relación con otras ciencias
La exigencia de profundizar el estudio de los manuscritos, bajo cada aspecto que pueda ser útil a la hora de conocer su valor como testimonios culturales e históricos, ha llevado a considerar con mayor atención los caracteres externos, como la cualidad de la materia escritoria, la formación de fascículos, el formato, la rigatura, la misma escritura, etc., desarrollando en el proceso una gama de ciencias o técnicas relacionadas entre si y que se prestan obligatoria ayuda para la elaboración del propio objeto.

La primera de ellas es la codicología, a la cual, la paleografía aporta sus más valiosas luces en orden de la crítica histórica, en especial cuando se refiere a la datación y origen de manuscritos como producto de un ambiente cultural, con respecto a los textos manejados por el autor. No se puede olvidar que para este estudio crítico de la paleografía con la codicología, se incluyen abreviaturas, los errores de copias, notas marginales y miniaturas. Este conjunto de elementos son de suma importancia para que estas disciplinas puedan determinar con exactitud, el origen y el sentido de un escrito antiguo. La paleografía acompaña a la diplomática en el auxilio de la crítica histórica, necesaria para el estudio de los documentos acusados de falsos. Se puede decir que ambas disciplinados nacieron en el mismo contexto. Junto a esta se encuentran también otras ciencias relacionadas con la paleografía, como la epigrafía, la bibliología, y la numismática, las cuales no se limitan al estudio de los caracteres gráficos de sus objetos materiales sino que examinan la autenticidad, el estilo, el formulismo y otras particularidades de los documentos sobre los que versan. Otras ciencias como la Heráldica, la Sigilografía y la Lingüística también auxilian a la paleografía, permitiendo identificar el contexto donde se produjo el documentó y la utilidad que haya tenido.

Desarrollo histórico
La escrituras antiguas comenzaron a ser objeto de estudio a partir del siglo XVII, especialmente en el ambiente de disputa sobre la autenticidad de los documentos, que precisó de una mayor clasificación sistemática. Aunque si el trato científico comenzó en ese siglo, no se puede descartar que la interpretación y la descifración de las escrituras antiguas han sido de gran interés para los estudiosos de todos los tiempos.

Edad Antigua
Los historiadores grecorromanos fueron los primeros en utilizar los escritos antiguos como referencias en sus relatos, entre ellos se encuentran Tucídides, Tito Livio, Polibio Flavio Josefo, que tienen en cuenta documentos, contratos y edictos imperiales para este cometido. Del siglo I data una obra sobre los problemas paleográficos, de Valerio Probo y su especialidad fue la recopilación de abreviaturas. Este interés por las abreviaturas continuó siendo objeto de estudio en la Edad Media. Sin embargo no se puede hablar propiamente de un estudio sistemático de los documentos antiguos, sino más bien del uso o práctica de lectura de los mismos.

Edad Media
En la edad media también se encuentran las primeras clasificaciones de las distintas escrituras, sin ningún valor científico, solo estético. Los escritores medievales utilizaron mucho una obra llamada El Maior de Donato (siglo IX) y una nueva redacción de la misma la encontramos en el Siglo XIII.

Tanto la paleografía como la diplomática recibieron grandes aportaciones en el periodo medieval, por las organizaciones cancillerescas, por la persecución y creación de preceptos legales contra la falsificación, el uso de los diplomas para la confección de obras históricas y el estudio de los documentos en su aspecto jurídico.

Edad Moderna
En la edad Moderna, con el humanismo, por caracterizarse el erudito como escrutador y crítico, se espera que aumente o se oficialice el carácter científico de estas dos disciplinas, pero surgen demasiadas polémicas entre los eruditos de la época en su desesperada búsqueda de manuscritos y su interpretación. En medio de esta polémica surge la primera condición para el carácter científico que se les dará después a estas disciplinas. Se considera a Petrarca como precursor científico de la paleografía por sus conocimientos sobre códices y documentos. Con la creación de la imprenta se logró un gran avance en la diplomática y la paleografía, ampliando sus áreas de conocimiento; luego con el surgimiento de un afán historicista, en esta época, incluso con la polémica histórica-religiosa con respecto a la reforma protestante aumentaron las investigaciones y la crítica sobre las fuentes paleográfica-diplomática.

Delia Pezzat indica que "La etapa decisiva para el desarrollo de ambas ciencias surge durante los siglos XVI, XVII y XVIII debido a dos largas discusiones que se conocen con el nombre de Guerras Diplomáticas y Movimiento Bolandista."​ ​ La primera trata sobre el tema de la autenticidad, uso y lectura e interpretación de documentos que refieren derechos y títulos nobiliarios, apegado a sus inicios durante la Edad Media; la segunda fue una continuación de las Guerras Diplomáticas, tomando un carácter científico encabezado por los benedictinos quienes tomaron gran interés en la extracción de datos históricos y generales del estudio de los documentos, planteando las bases para que la paleografía se formara como ciencia. Aunque la paleografía se desarrolló ampliamente por toda Europa por diversos académicos, hubo tres principales figuras dentro del desarrollo de la paleografía como ciencia:

Jean Mabillon
Jean Mabillon se considera el primer escritor de un tratado de paleografía, aunque si el nombre de la disciplina se debe a Bernard de Montfaucon. La paleografía y la diplomática nacen como ciencia en Francia, fruto de los estudios científicos que a fines del siglo XVII conforman la cultura europea. Fueron los monjes benedictinos de San Mauro quienes hicieron de la abadía de Saint-Germain des Près un centro de gran erudición. En él, Jean Mabillon dedicó seis años de profundo estudio en los archivos monacales de Francia, Italia y Alemania. El problema surge cuando se declaran falsos documentos conservados en los monasterios franceses y entre ellos, diplomas merovingios del de Saint-Denis. Por investigar si hay o no falsedad en estos documentos, Mabillon comienza con la observación de un gran número de documentos, cuya autoridad crítica analiza la estructura libraria e introduce la distinción sistemática de los diversos estilos escriturísticos y el tiempo en que fueron utilizados. Distingue entonces dos clases de escritura, una libraria, en códices, y otra diplomática, en documentos. La libraria la divide en: romana, antigua, gótica, salónica, francogálica y lombarda y en la romana distingue mayúscula, minúscula y uncial. Pone énfasis en sus puntos de vista sobre abreviatura, ortografía y signo de puntuación. Todo esto es compilado dentro de su obra De re Diplomatica libri VI terminada en 1681, que pone fin a las discusiones y hace surgir a la paleografía y la diplomática como ciencias nuevas. La obra de Mabillon es eminentemente diplomática como lo podemos observar en los datos mencionados, sobre todo en la intención del autor (comprobar la autenticidad de un documento). Sin embargo encontramos grandes aportes paleográficos en algunos capítulos de la obra de modo que puedan ser considerados como el primer tratado de paleografía.

Bernardo de Montfaucon
Otro benedictino, Bernard de Montfaucon, fue el primero que dio a la disciplina que se encarga de estudiar la escritura el nombre de paleografía, en una obra publicada en 1708, Paleographia graeca sirve di ortu et progressu litterarum. Perfecciona la obra de Mabillon y establece los manuscritos característicos, la fecha de los mismos y clasifica la escritura desde el punto de vista histórico.

Francesco Scipione Maffei
Un paso decisivo fuera de Francia lo dio Scipione Maffei, estudioso italiano, que publica un trabajo sobre la Biblioteca Capitular de Verona, cuyos códices identificó en 1713. En 1726 publicó su Storia diplomática che serve d´introduzione all`arte critica, donde se ocupa de los documentos con fuertes observaciones sobre la escritura. Para Maffei existe únicamente una clase de escritura, la romana y se manifiesta en tres formas distintas: mayúscula, minúscula y cursiva. Este autor prepara el camino de la paleografía moderna haciendo derivar de la escritura romana la escritura medieval. En 1765 se abre una cátedra de paleografía en la Universidad de Bolonia y en 1777 se abre la cátedra en la Universidad de Nápoles, la cual se extendió hasta el Gran Archivo Napolitano. En Francia para los años 1750-1765 René Prosper Tassin y Charles Toustain publicaron en París 6 volúmenes con el título de Nouveau traitè de Diplomatique, aportando perspectivas nuevas a los estudios de paleografía y diplomática.

Edad contemporánea
Comienza entonces el proceso de integrar nuestras disciplinas en el pensum academicum universitario, inicialmente en la facultad de derecho. Johann Christoph Gotterer, docente en Gotinga, reunió un rico material y creó el primer seminario de paleografía, unido a la cátedra de diplomática. En 1801 Karl T. C. Schönemann publicó Versuch eines Vollständigen Systemes der allgemeinem, besonders älteren Diplomatik, en la que estudia con claridad el desarrollo de la escritura latina, distinguiendo la Mayúscula de la Minúscula dividiéndola en capital y uncial y la segunda en recta y cursiva. Y comienza también el proceso de separación del objeto de estudio de la paleografía y la diplomática. En 1821 abre en Francia la École de Chartes donde se continúan los estudios paleográficos y diplomáticos de Mabillon.

División de la paleografía
La paleografía se puede dividir en las siguientes disciplinas: 

paleografía general, que se ocupa de toda clase de manuscritos, papiros o códices antiguos. A su vez puede subdividirse en:

-Vulgar o común, que sólo trata de leer y descifrar los escritos.
-Crítica, que estudia la autenticidad y fecha del escrito atendiendo únicamente a sus elementos gráficos.

paleografía especializada, que se limita a los escritos y demás monumentos literarios que son propios de otras ciencias estrechamente relacionadas con la paleografía. Se subdivide en:

paleografía epigráfica: que estudia las inscripciones sobre cualquier tipo de soporte duradero (piedra, metal, etc.)
paleografía bibliográfica: que estudia las mismas en libros de referencia
paleografía diplomática: cuyo objeto son los caracteres gráficos y/o alfabéticos de los documentos
paleografía numismática: que estudia las inscripciones sobre monedas y medallas.

El paleógrafo
El paleógrafo debe dominar bien la lengua de los textos y sus particularidades gráficas, o sea, los estilos, las abreviaturas y los anagramas, ligogramas y nexogramas, entre otras. Dichos conocimientos son esenciales para que el paleógrafo pueda descifrar el texto antiguo, así como asignarle una fecha y un lugar de origen. El paleógrafo es como un detective de lo antiguo, un arqueólogo de las letras y los textos, que con su trabajo ayuda a descifrar muchas incógnitas del pasado histórico de la humanidad, aunque siempre bajo la limitación de lo estrictamente escrito, es decir, que puede descifrar lo que un texto antiguo dice, pero nunca —solo por el simple acto del desciframiento— acreditar como verídico o real lo que se dice en el mismo, tarea esta que finalmente quedará relegada a la disciplina arqueológica, quien finalmente se encargará de confirmar, o refutar, los datos revelados por el trabajo del paleógrafo.


Epigrafia
La epigrafía (del idioma griego επιγραφή: escrito sobre) es una ciencia autónoma y a la vez auxiliar de la Historia, a través de la cual se estudian las inscripciones hechas sobre materiales duros, estableciendo metodologías para leerlas e interpretarlas. La finalidad de la epigrafía es el desciframiento, lectura e interpretación de las inscripciones, con el fin de obtener la mayor cantidad posible de información de las mismas. Según las convenciones internacionales (especialmente para la Unesco), la existencia de epigrafía propia es el marcador que indica el paso de una cultura de prehistórica a histórica, especialmente cuando entre sus inscripciones cuenta con anales y crónicas.

La Epigrafía se relaciona de forma directa con ciencias como la historia antigua, la arqueología, la filología y la paleografía y, complementariamente, con otras como la numismática, la historia de las religiones o el derecho romano. Aunque también estudia las leyendas presentes en las monedas, el estudio especializado de las inscripciones que aparecen sobre estas es propio de la numismática.

Historia de la epigrafía
Los primeros materiales escritos que se documentan con seguridad son en signario cuneiforme, dentro de la cultura sumeria, hacia 3.800 a. C.. La epigrafía se especializa según su época histórica y también según la cultura que la produce, aunque históricamente las más desarrolladas son la cuneiforme, la egipcia, la griega y la romana.

Tipos de inscripciones
Puede dividirse en secciones diferentes en virtud del contenido u objeto de las inscripciones. Hay siete grupos o tipos principales, a partir sobre todo de la sistematización hecha para la epigrafía romana:

-Inscripciones religiosas, que se ofrecen y dedican a las divinidades o dioses; cuando son el resultado de alguna promesa se denominan votivas.
-Jurídicas o legales, que contienen leyes, edictos, decretos o epístolas oficiales.
-Públicas o monumentales que se graban en construcciones de carácter público y oficial, por ejemplo edificios, arcos de triunfo, puentes, templos, etc. expresando con frecuencia sus autores o el motivo y fecha de su construcción.
-Históricas: generalmente conmemoran hechos importantes, como los fastos.
-Honoríficas, dedicadas a honrar la memoria de un personaje distinguido.
-Funerarias o sepulcrales, son epitafios que recuerdan la muerte y señalan el lugar de entierro de alguien.
-Menores, llamadas en general instrumenta domestica: sobre objetos de uso común, como los hechos de cerámica, vidrio, marfil, etc.; pueden ser mecánicas o estampilladas (como los sellos sobre las ánforas o la vajilla de mesa) o espontáneas (grafitos, letreros pintados, etc.).

Materiales empleados
Epigrafía romana
Desde la toba volcánica que era preferentemente empleada en las inscripciones más antiguas (hasta el 121 a. C.) dado que se utilizaba más bien la caliza para las inscripciones. Cuando se pasó a la técnica de la incisión, se hizo necesario un soporte más fuerte y liso como el travertino y luego el mármol de Carrara. Está documentada la existencia de talleres de lápidas y escultores en Roma, Pompeya y Ostia pues se han encontrado obras a medio hacer, preparadas para ser «personalizadas» al momento del encargo. Lo mismo se diga para inscripciones preparadas sin datos de manera que fueran completados tras la compra.

Dos empleos:
El grabador, quien con el hacha o el cincel realizaba la incisión del texto.
El quadratarius que se encargaba de preparar las marcas del llamado campo epigráfico: los márgenes y el espacio que debían emplear las letras o entre líneas.
El efecto de claroscuro propio de algunos epígrafes antiguos se produce por la punta triangular del cincel.

Hay también indicaciones de la coloración que se introducía sobre todo en aquellas incisiones menos profundas. Normalmente rojo aunque también oro o azul. Sin embargo, resulta difícil su estudio debido a que por la naturaleza misma del pigmento empleado se ha perdido. Tenemos el testimonio de este uso incluso en fuentes del tiempo como Plinio el Viejo.

La epigrafía en España
España es un lugar especialmente rico en inscripciones ibéricas, griegas, romanas, visigodas y árabes. Destacaron en su estudio, durante el siglo XIX, Juan Catalina, Aureliano Fernández-Guerra, Fidel Fita, José Amador de los Ríos, Eduardo Saavedra y el gran compilador alemán Emil Hübner[1], autor del Corpus Inscriptionum Latinarum (1869-1892), entre otras obras. En el siglo XX, entre los ya fallecidos, Manuel Gómez-Moreno, Antonio García y Bellido o Joaquín María de Navascués.

Continua en La Biblia I: Papiros II
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