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Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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lunes, 4 de junio de 2018

Los Concilios Regionales III

Crónica del Concilio de Constanza de Ulrich Richental

Siglo VIII
XVIII Concilio de Toledo
El décimo octavo Concilio de Toledo fue el último de los Concilios de Toledo convocado en la Hispania visigoda antes de la conquista musulmana y quizás, el último del Siglo de los Concilios.

Las actas de este concilio están perdidas desde siempre, por lo cual se desconoce la fecha exacta de su celebración, los prelados que participaron y las cuestiones tratadas. Algunos autores lo mencionan como celebrado durante el reinado conjunto de Égica y Witiza, esto es, entre los años 698 y 702, presidido por el obispo de Toledo Félix, basándose en la Crónica mozárabe de 754; otros dicen que fue presidido por Gunderico en el primer año del reinado de Witiza,​ tomando como fuente el catálogo toledano publicado por Juan Bautista Pérez.

A mediados del siglo XIII Rodrigo Jiménez de Rada mencionaba que había sido celebrado en la iglesia pretoriense de San Pedro y San Pablo de Toledo, anotando la ausencia de las actas del concilio en la recopilación conciliar iniciada por Isidoro de Sevilla y continuada por Julián de Toledo, pero en el siglo XVIII Enrique Flórez publicaba en la España sagrada un pergamino manuscrito del s. X hallado por el padre Martín Sarmiento en el monasterio de Celanova, en el que se daba cuenta de todos los concilios celebrados hasta entonces, incluido el XVIII de Toledo, y conjeturaba que si en esta fecha se conocía de su existencia, tal vez sus actas estuvieran en algún otro códice desconocido. El pergamino, en el que se podía leer que concurrieron más de 50 obispos, fue trasladado al seminario de Sigüenza, en el que durante años se pensó que había sido destruido por un incendio en 1936 durante la guerra civil española hasta que fue redescubierto en los años 80.

Acerca del contenido y del motivo de la desaparición de las actas, historiadores modernos sugirieron que al producirse la invasión musulmana poco tiempo después de la celebración del concilio, no hubo tiempo material para recoger sus contenidos en la recopilación conciliar hispana, ​o que en el concilio no se trató de asuntos eclesiásticos, sino civiles. ​Otra hipótesis dice que fueron deliberadamente destruidas debido a que contenían cánones polémicos o heterodoxos, probablemente relativos al matrimonio de los eclesiásticos en aprobación de los cánones del Concilio Quinisexto, y que en época del rey Fruela I de Asturias fueron formalmente repudiados​.

Concilio de Roma (769)
El año 769 el Papa Esteban III convocó un concilio en Roma que estuvo compuesto por doce Obispos de Francia, de otros muchos de Toscana, de Campania y del resto de Italia.

En él se condenó a una penitencia perpetua al falso Papa Constantino. Se quemaron las Actas del Concilio que había confirmado su elección y se hizo un Decreto sobre la elección del Papa con prohibición de turbarla. Se ordenó, que las reliquias y las imágenes de los Santos se honrarían según la antigua tradición. Este concilio hizo un decreto prohibiendo con pena de anatema el promover al obispado a ningún seglar o clérigo que no hubiese llegado por grados al orden de diácono o de cardenal presbítero.

Concilio de Fráncfor
El Concilio de Fráncfort tuvo lugar el 1 de junio de 794 y fue convocado y presidido por Carlomagno. En este concilio la iglesia condenó la herejía adopcionista y revocó los decretos sobre los iconos sagrados que se habían establecido en el año 787 en el Concilio de Nicea. En este documento aparece la primera mención documentada del señorío de Franconovurt ('Ciudad de los francos') como lugar con un importante sínodo de la nobleza franca bajo la dirección del emperador Carlomagno.

Aporta luces sobre la relación existente entre el Reino de Asturias y el Imperio carolingio. Destaca la relación entre el Beato de Liébana y Alcuino de York, respectivamente. Es reseñable el apoyo tanto del emperador Carlomagno, de Alcuino de York y del Papa al Beato de Liébana en el conflicto adopcionista.

Antecedentes
El Concilio de Nicea de 787 había prohibido el culto iconoclasta. Fue un concilio marcadamente político organizado gracias a la presión de la emperatriz bizantina Irene, regente durante la minoría de edad de su hijo Constantino VI, para resolver la controversia iconoclasta, sin que ningún representante de la Iglesia Franca hubiera sido invitado. La Corte Franca no reconoció a los teólogos ecuménicos de Nicea, tachando de ambigua la decisión tomada allí y en respuesta escribió (probablemente a cargo de Teodulfo de Orleans) una serie de tratados (Libri Carolini). Estos, publicados en 791, fueron una referencia para apoyar la veneración de las imágenes.

Asuntos tratados
Los temas y elementos de la agenda del Concilio de Fráncfort fueron ordenados en 56 cánones o capítulos. Los puntos o temas de debate tenían distinto peso según sus características, ya sea teológica, política o legal. Los primeros cinco puntos de este «programa» se consideran de mucha importancia histórica:
  • Discusión sobre el adopcionismo, una herejía de origen en Hispania en contraposición con la iglesia del Reino de Asturias, propagada por Félix, obispo de Urgel (783-792) y (798-799) y Elipando, obispo de Toledo, según la cual Jesucristo es el hijo adoptivo de Dios, así como la posibilidad de rezar en la lengua vernácula. El concilio condenó la doctrina y a los obispos Félix y Elipando por unanimidad como herejes.
  • Revisión y rechazo del acuerdo del Concilio de Nicea II, referente a la iconoclasia. La defensa teológica defendida en los Libri Carolini fue formalizada, aceptada y adoptada en el Consejo, es decir, se desecharon tanto la condena de la dulía ('veneración' de los iconos) como la iconoclasia ('destrucción de los iconos'), permitiéndose considerar las imágenes como dispositivos educativos útiles, pero negando que fueran dignos de veneración. El papa Adriano I, que defendió los decretos de Nicea II, se negó a asistir y en su lugar envió dos legados para no incurrir en ambigüedad.
  • Caída final del duque Tasilón III, el último representante de la casa agilolfinga, en el ducado de Baviera. En el año 787, Tasilón III, que se había unido a los lombardos fue derrotado por los carolingios. Al año siguiente, 788, renunció al ducado en favor de Carlomagno, que se proclamó emperador de Baviera. Fue desterrado a un monasterio hasta ese año cuando tuvo que comparecer ante el consejo para hacer las paces con el monarca y pedir su misericordia. Renunció formalmente a todos sus derechos al trono ducal y a sus propiedades particulares. Después fue enviado de nuevo al retiro monástico, donde moriría en el año 796. Su humillación en el Concilio de 794 marcó el sello carolingio en el ducado de Baviera.
  • Fijación de precios del grano y el pan en el reino franco. Esta medida tenía por objeto restringir el consumo, evitar sobreprecios y también poner énfasis en la responsabilidad de todos los señores feudales, que deben preocuparse de que sus vasallos no mueran de hambre.
  • Ordenanza sobre la reforma monetaria. Carlomagno había comenzado con un sistema monetario basado en el oro y acabó por establecer un nuevo patrón. Este asunto fue llevado al Consejo a fin de que la reforma monetaria fuera de obligado cumplimiento. El objetivo después del Consejo de Fráncfort era que en todo el reino circularan los nuevos denarios de plata con el monograma grabado de Carlomagno. Este sistema monetario estándar o temprano se adoptó en gran parte del continente europeo.
  • El Concilio también condenó la persecución de supuestas brujas y magos, llamado creencia supersticiosa en la brujería, y ordenó la pena de muerte para aquellos que pretenden quemar brujas. El consejo también reguló los pesos y medidas, y ofreció directrices sobre la disciplina eclesiástica y la observancia laico-religiosa.
  • El canon XXV estipula la creación del diezmo eclesiástico con la fórmula «Omnis homo ex sua proprietate legitimam decimam ad ecclesiam conferat».
Los cincuenta y un capítulos que siguen a los cinco primeros tratan también, entre otras cosas, de los decretos sinodales para varios obispos españoles sobre diversos temas, desde la prohibición de recaudar dinero para la entrada a los monasterios y otras decisiones relativas al derecho eclesiástico, hasta minutiæ sobre regulaciones fiscales sobre la recaudación del diezmo.

Incidencia en Hispania
El adopcionismo nace como una controversia en el interior de la Iglesia de Hispania y del Reino de Asturias. Distinguía, pues, entre hijo verdadero y propio, e hijo adoptivo en el Verbo encarnado. Consideraba esta distinción como ortodoxa e intentaba fundarla en ciertos textos de la liturgia mozárabe.

Sin embargo, esta posición fue contestada por la Iglesia del Reino Asturiano, la cual pretendía una independencia respecto a la Iglesia de Hispania (Toledo). Así, el monje Beato de Liébana acusa a la fórmula de Elipando de romper la unidad personal del único Hijo de Dios y, de ahí, también de nuestra unión con Cristo. Elipando encontró apoyo en Félix de Urgel, geográficamente muy cercano a la frontera franca. Preocupado por reforzar la unidad y la concordia de la Iglesia española, la cercanía de los musulmanes le hace sensible a la cuestión del significado de Cristo en la historia de la salvación. La obra de Félix, En defensa de Elipando (789), nos ha llegado en las refutaciones de Alcuino de las doctrinas de Félix de Urgel.

Adriano I es informado inmediatamente de esta cuestión por los adversarios de Elipando en Asturias. Su respuesta condena la doctrina de Elipando como nestoriana. La reacción de Carlomagno fue rápida y radical: Félix debía retractarse en un sínodo en Ratisbona en 792. Lo mismo tendría que hacer en Roma sobre la tumba de Pedro, haciendo confesión de fe. Pero, retornado a su diócesis, Félix desmintió su retractación. La suerte de Félix alarma a Elipando y al episcopado español, los cuales rechazan la herejía del Beato de Liébana y los sufrimientos de Félix.

Los obispos francos respondieron sin excitación con el sínodo de Fráncfort en 794: la condena del adopcionismo era el punto más importante. Muy preocupante para los francos era que el adopcionismo cobraba cierta importancia en los confines fronterizos de la Septimania, donde se celebraba la liturgia mozárabe, la cual era sospechosa para los francos. Los obispos de Lyon y Narbona hacen un viaje en 798 a esa zona fronteriza, predicando contra la herejía adopcionista. Pero esto no era suficiente para Carlomagno. En 799 un sínodo en Aquisgrán vuelve a ocuparse del problema. Para sorpresa de todos se presentó Félix. La disputa entre él y los teólogos francos concluye con una declaración de Félix por la que se plegaba a la mejor argumentación franca. Como prueba de la veracidad de su actitud, hace una confesión de fe por la que se separa de su antigua concepción teológica y profesa la doctrina de la Iglesia universal. Con todo, Carlomagno lo apresó y le envió a Lyon, donde moriría en 818. El adopcionismo desaparece de Hispania en el siglo IX.

Siglo IX
Concilios de Tours
Los Concilios de Tours (Concilium Turonese) se refieren a los diferentes concilios no ecuménicos celebrados durante el medievo por la Iglesia Católica en la ciudad francesa de Tours (Civitas Turonum), una importante antigua sede del cristianismo.

Concilio de Tours de 461
Atenio, obispo de Rennes, participó en el Primer Concilio de Tours en el año 461. El último en firmar los cánones fue Mansueto, episcopus Brittanorum ('obispo de los británicos' en Armórica). También asistieron al concilio León, obispo de Bourges y Victorio, obispo de Le Mans.

Concilio de Tours de 567
Los obispos bretones declinaron asistir, ya que el obispo de Tours, Eufronio, reclamó su autoridad sobre la iglesia bretona. En este Segundo Concilio, se decretó que las puertas del santuario debían permanecer abiertas para que los fieles pudieran, en cualquier momento, ir al altar a rezar (canon IV). Un obispo casado debía tratar a su esposa como una hermana (canon XII). Ningún sacerdote o monje debía compartir su cama con otra persona y los monjes no debían tener celdas simples o dobles, sino tener un dormitorio común donde dos o tres monjes debían turnarse para mantenerse despiertos y leer al resto (canon XIV). Si un monje se casaba o tenía familiaridad con una mujer, debía ser excomulgado de la iglesia hasta que regresara penitente al recinto del monasterio y luego se sometiera a un período de penitencia (canon XV).

A ninguna mujer se le debía permitir entrar al recinto del monasterio, y si alguien veía entrar a una mujer y no la expulsaba inmediatamente, debía ser excomulgado (canon XVI). Los sacerdotes, diáconos y subdiáconos casados ​​debían hacer que sus esposas durmiesen juntas con las sirvientas, mientras ellos deben dormir separados, y si se descubriese que alguno de ellos duerme con su esposa, se le excomulgaría durante un año y lo rebajaría al estado laico (canon XIX). En el canon XVII se prescribieron oraciones y una misa de expiación para el día de Año Nuevo, prohibiéndose los bailes y explicaron que los ayunos cristianos expiarían los delitos paganos. Cuando se fijó la Navidad el 25 de diciembre, se santificó el día de Año Nuevo al conmemorar en él la Circuncisión. Los cristianos no deseaban que la celebración de esta fiesta fuera muy solemne, para que no pareciera tolerar, de alguna forma, la extravagancia pagana del año nuevo.

El Concilio también observó que todavía se seguían algunas costumbres galo-romanas de culto a los antepasados. Así, el Canon XXII decretó que a cualquiera que se supiese que participa en estas prácticas se le prohibiría recibir la comunión y no se le permitiría entrar en una iglesia.

Los obispos de París estaban particularmente preocupados por la práctica merovingia de apoderarse de las propiedades eclesiásticas en las áreas periféricas para financiar sus guerras intestinas.

Concilio de Tours de 813
El Tercer Concilio de Tours, que se celebró en 813 decidió que los sacerdotes debían predicar sermones en rusticam Romanam linguam aut Theodiscam o sea, en lengua romance rústica o en alemán,​ una mención al latín vulgar entendido por la gente, a diferencia del latín clásico que la gente común ya no entendía. Fue el primer reconocimiento oficial de una lengua francesa temprana distinta del latín, y puede considerarse como la fecha de nacimiento del francés.

Concilio de Tours de 1055
Este Cuarto Concilio fue ocasionado por una controversia sobre la naturaleza de la Eucaristía. Fue presidido por el legado papal Hildebrando, más tarde papa Gregorio VII. Berengario de Tours escribió una profesión de fe donde confesaba que después de la consagración, el pan y el vino eran verdaderamente el cuerpo y la sangre de Cristo.

Concilio de Tours de 1060
En este Quinto Concilio se establecieron diez cánones, de los que los cuatro primeros condenaban la simonía.[1]​ Abordaba el tema de que los hombres que se casasen con sus parientes, o aquellas mujeres que mantuviesen una comunicación impúdica con sus parientes, y se negasen abandonarlo o a hacer penitencia, serían excluidos de la comunidad de los fieles y expulsados ​​de la Iglesia (canon IX).

Concilio de Tours de 1163
Poco antes de este Sexto Concilio, Gofredo de Auxerre se reunió con el papa Alejandro III en París para solicitar la canonización de su predecesor Bernardo de Claraval. El Papa lo aplazó en ese momento debido a las muchas solicitudes similares que había recibido. Durante el Concilio, Thomas Becket solicitó que se canonizara a Anselmo de Canterbury, otro arzobispo de Canterbury que había tenido dificultades con un rey. Aunque Alejandro autorizó a Becket a celebrar un concilio provincial sobre el asunto, a su regreso a Inglaterra, Becket parece no haber seguido con su intento.​ Se publicaron diez cánones entre los que se encontraban los que abordaban la usura entre el clero, la venta de iglesias y bienes eclesiásticos a los laicos, y contra las sectas heréticas como la de los albigenses que se extendían por el sur de Francia desde Toulouse, prohibiendo toda relación sexual con ellos, proporcionarles un retiro o protección, o realizar compras y ventas con ellos. El Canon IV prohibía a cualquier sacerdote aceptar cualquier cantidad por administrar los últimos ritos o presidir un entierro.

Sínodos de Quierzy
Hubo en el siglo IX tres concilios regionales o sínodos en que se realizaron en Quierzy, en una residencia real Carolingia, hoy un poblado insignificante en Oise, en el departamento francés de Aisne, en Picardía.

Sínodo de 838
El sínodo de septiembre del año 838,​ ordenó a los monjes de la abadía de Saint-Calais, dependientes de la diócesis de Le Mans, volver a su monasterio, del que habían falsamente declarado que habían sido expulsados por su obispo. También condenó algunas de las opiniones litúrgias de Amalarius de Metz.

Sínodos de 849 y de 853
Los siguientes concilios, que se llevaron a cabo en 849 y en 853, trataron el caso de Godescalco de Orbais y su peculiar enseñanza sobre la predestinación. La primera de estas reuniones sentenció al monje a castigos físicos, depocisión de su oficio sacerdotal y encarcelación. Sus libros fueron quemados. En el segundo concilio, en 853, los cuatro decretos o capítulos elaborados por Hincmar sobre la predestinación fueron publicados. Aseguraban:
  • la predestinación de algunos hacia la salvación y, como consecuencia del conocimiento anterior de Dios, la suerte de otros al castigo eterno;
  • el remedio a las malas tendencias del libre arbitrio a través de la gracia;
  • la intención de Dios de salvar a todos los hombres;
  • el hecho de la redención universal.
El concilio sostenido en febrero de 857 consiguió disolver los desórdenes prevalentes en el reino de Carlos el Calvo. El sínodo de 858 fue realizado por los obispos que permanecían leales a Carlos el Calvo durante las invasiones de sus dominios por Luis el Germano. Esto condujo a una firme pero también conciliatoria carta al invasor estableciendo sus actitudes hacia él por las intenciones que expresó, pero cuyas acciones contradecían. Incidentalmente, esto fue un terminus ante quem para que las falsificaciones conocidas como Falsas decretales, que eran citadas en la cuestión de la inmunidad para las propiedades de la Iglesia.

Siglo XI
Cortes de León
Cortes de León es la denominación historiográfica tanto de las reuniones de las Cortes privativas del reino de León, cualquiera que fuera la ciudad donde tuvieran lugar, como de las reuniones de las posteriores Cortes de la Corona unificada de León y de Castilla que tuvieron lugar en la ciudad de León.

Según la Memoria del Mundo de la Unesco son la cuna del parlamentarismo o, al menos, «el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo».

Cortes, asambleas o concilios de León
Las primeras que se celebraron se hicieron según la tradición de los Concilios de Toledo del reino visigodo, por lo que en realidad eran más bien concilios eclesiásticos con participación civil, o bien una reunión ampliada del aula regia. Los que tienen lugar en León desde el siglo X han sido denominados en la historiografía con distintas expresiones, como "Cortes", o "junta de caudillos", o "consejo de magnates", o "sínodo", o "fidelis concilius". Ya en el siglo XI aparecen citados el Concilio o Cortes de León de 1020, con Alfonso V de León; las Cortes de León de 1037, con Fernando I de León; y la asamblea, concilio o Cortes de León de 1091, con Alfonso VI de León, a la que asistieron tanto nobles como villanos, para tratar de un nuevo impuesto.

Las de mayor importancia política fueron las Cortes de León de 1135 (también llamadas «Concilio de León»), «en las que Alfonso VII fue proclamado Emperador. Asistieron los arzobispos, obispos, abades, condes, príncipes y duques del Reino, y particularmente constan los nombres de la Reina Doña Berenguela, de la Infanta Doña Sancha, del Rey de Navarra D. García, del Rey moro Zafadola y de los condes de Barcelona y Tolosa y otros de Gascuña y de Francia que daban parias al Emperador, y se reconocían por sus vasallos».

Las primeras que tuvieron componentes de los tres «brazos» (nobleza, clero y «común» de las ciudades), y que por lo tanto fueron las primeras Cortes propiamente dichas, fueron las Cortes de León de 1188. Al año siguiente hay constancia de unas Cortes de León de 1189, de las que «hay vaga noticia», y años después unas Cortes de León de 1208, todas ellas con Alfonso IX. También hubo convocatorias de Cortes del reino de León en otras ciudades, como Benavente.

Ya con los reinos de León y Castilla integrados en la Corona de León y Castilla, volvió a haber varias convocatorias de Cortes en la ciudad de León y otras ciudades del Reino de León, como las Cortes de León de 1342. Las Cortes del reino leonés se efectuaban de forma separada a las del castellano, en las que hasta 1250 no tuvo voto del estamento popular. De las Cortes de León de 1349 se recoge que fueron particulares de ese reino, aunque fueron las últimas antes de integrarse en las de la corona.

Concilio de Septimania (589)
El Concilio de Narbona tuvo lugar en noviembre de 589 y fue convocado por el rey de los visigodos, Recaredo, en la parte de la Galia que aún se encontraba bajo dominio visigodo: Septimania.

Historia
Allí reunió a los obispos de Narbona (capital de Septimania), Carcasona, Elna, Maguelone, Agda, Béziers, Lodève y Nimes. Se decidió primero ejecutar los decretos del III Concilio de Toledo, celebrado en mayo del mismo año. Luego se redactaron quince cánones para regular la disciplina eclesiástica. Uno de ellos estipulaba en particular que los diáconos y los presbíteros debían saber leer.

El Concilio de Narbona intentó erradicar el paganismo persistente y prohibió que el jueves se celebrara como día dedicado a Júpiter. Por un canon del Concilio de Narbona, además de la pena de excomunión, se impuso una multa de seis céntimos de oro a todos aquellos que se atrevieran a consultar a adivinos y hechiceros. Dos cánones de este concilio nos dicen que había cinco pueblos distintos habitando Septimania en esta época: los visigodos, nombrados en primer lugar porque eran la nación dominante, los galorromanos, los judíos, los sirios y los griegos. Estos dos últimos pueblos eran sin duda solo comerciantes del Levante, cuyo comercio, entonces muy floreciente en varias ciudades galas, especialmente en las de Narbona y Agda, los atraían.​

Concilio de Roma (1059)
máxima reunión de la iglesia Católica en 1059
El Papa Nicolás II convocó un concilio en Roma en 1059 asistido por ciento trece Obispos, Abades, Presbíteros y Diáconos.

En él hizo un discurso sobre la elección de los Papas seguido de un Decreto para ello, Dice: Ordenamos, según la autoridad de los Padres, que llegando a morir el Papa, traten los Cardenales Obispos, juntos los primeros en la elección, que después llamen a ella los Cardenales Clérigos y en fin, que el resto del Clero y del Pueblo dé también su consentimiento.

En este Concilio se hicieron también trece Cánones. El cuarto ordena la vida común a los Clérigos y se cree que es el origen de los Canónigos regulares. Es el siguiente: Ordenamos que los Presbíteros y los Diáconos que guarden la continencia, coman y duerman juntos cerca de las Iglesias para que han sido ordenados y que tengan en común todo lo que les proviene de la Iglesia y los exhortamos a obrar de modo que guarden la vida de los primeros Fieles. Se hizo una profesión de Fe sobre la Eucaristía. Berenguer la firmó con juramento pero después escribió contra ella llenando de injurias al Cardenal Humberto, que era su autor.

Concilio de Gerona
El Concilio de Gerona se celebró a finales de diciembre del año 1077.

Este concilio se esforzó para introducir la reforma eclesiástica. Fue un concilio tempestuoso. El arzobispo de Narbona, Guifré, que se oponía a las medidas que se querían tomar, se abstuvo de acudir y su gente perturbó la reunión. Los prelados y el legado Amado de Olorón salieron de la ciudad. Fueron a Besalú, donde el conde Bernardo II les había ofrecido refugio y defensa, y allí acabaron sus tareas (año 1078).

Excomulgaron a Guifré de Narbona y expulsaron de sus monasterios a muchos abades simoníacos. Algunos autores creen que, en ciertas disposiciones tomadas, Amado se extralimitó. Uno de los aspectos más interesantes de este concilio fue el de las reordenaciones. La decisión de Amado de Gerona --dijo un autor-- comprometió la autoridad de Gregorio VII?. Es seguro que, por exceso de celo, los legados de este papa sobrepasaran sus instrucciones y hubiesen de ser llamados al orden. Es muy verosímil que las decisiones de Gerona sean imputables a Amado únicamente... No por eso el acta de Amado es menos instructiva, sin duda ha de explicarse así: los reglamentos pontificales excluyeron de todo ministerio a los simoníacos y los clériguos ordenados por ellos. Pero aplicar estas reglas a España habría equivalido a deponer la mayor parte de la clerecía. Para continuar el culto, el legado prescribió las reordenaciones... El 6 de febrero de 1101 hubo otro concilio en Gerona presidido por el cardenal Ricardo.

Concilio de Husillos
El Concilio de Husillos fue un concilio de la Iglesia católica de los reinos de León y Castilla celebrado en el año 1088 en Husillos. En él comenzó a gestarse la configuración estable de la diócesis de Osma y el límite meridional de la diócesis de Burgos, y se decidió la deposición del obispo de Compostela Diego Peláez por su apoyo al rey García de Galicia en contra de Alfonso VI de León. En el año 1104 se celebró otro concilio en Husillos, en el cual sólo se sabe que fueron publicados y reconocidos los derechos metropolitanos.

Concilio de Clermont
El Concilio de Clermont fue un concilio de eclesiásticos y laicos de la Iglesia católica que tuvo lugar en noviembre de 1095 y que desencadenó la Primera Cruzada. Fue proclamada por Urbano II.

Trasfondo
Godofredo de Bouillón, retrato por autor anónimo
En 1095, el emperador bizantino Alejo I Comneno envió legados a Occidente solicitando ayuda militar contra los selyúcidas. El mensaje fue recibido por el papa Urbano II en el Concilio de Piacenza. En noviembre de aquel año convocó el Concilio de Clermont para debatir el asunto. Al convocar el concilio, Urbano pidió a los obispos y abades que trajeran consigo a los señores locales de importancia.

El Concilio duró desde el 18 hasta el 28 de noviembre de 1095, y asistieron unos 300 clérigos de toda Francia. Urbano trató las reformas cluniacenses y confirmó la excomunión al rey francés Felipe I por su segundo matrimonio. El jueves 27 de noviembre, Urbano habló por primera vez de los problemas en el este y, en respuesta a la petición de ayuda del Emperador Bizantino, declaró la guerra santa (bellum sacrum) contra los musulmanes que ocupaban Tierra Santa.

En las medidas aprobadas en el Concilio se incluía la Paz y tregua de Dios, que declaraba que no se permitía a los cristianos combatirse unos a otros excepto los lunes, martes y miércoles. Esta medida se puso en marcha para alentar a los cristianos a ir a luchar contra el enemigo en el este. Según el cronista contemporáneo Fulquerio de Chartres, Urbano también habló de varios abusos de la Iglesia como la simonía y del incumplimiento de la Tregua de Dios. Luego pidió a los cristianos occidentales, pobres y ricos, que acudiesen en auxilio de los griegos en el este, pues Deus vult ('Dios lo quiere'), exclamación con la que el papa terminó su discurso. Fulquerio recoge que Urbano prometió la remisión de los pecados para aquellos que realizaran el viaje a Tierra Santa, aunque probablemente no se refería a lo que con el tiempo se llamaría indulgencias. Lo cierto es que el canon 9 del concilio afirma: A quien emprenda el viaje a Jerusalén con la finalidad de liberar a la iglesia de Dios, siempre que lo haga por piedad y no por ganar honor o riquezas, este viaje se le contará como penitencia completa.

Siglo XII
Concilio de Gerona
El Concilio de Gerona se celebró a finales de diciembre del año 1077.

Este concilio se esforzó para introducir la reforma eclesiástica. Fue un concilio tempestuoso. El arzobispo de Narbona, Guifré, que se oponía a las medidas que se querían tomar, se abstuvo de acudir y su gente perturbó la reunión. Los prelados y el legado Amado de Olorón salieron de la ciudad. Fueron a Besalú, donde el conde Bernardo II les había ofrecido refugio y defensa, y allí acabaron sus tareas (año 1078).

Excomulgaron a Guifré de Narbona y expulsaron de sus monasterios a muchos abades simoníacos. Algunos autores creen que, en ciertas disposiciones tomadas, Amado se extralimitó. Uno de los aspectos más interesantes de este concilio fue el de las reordenaciones. La decisión de Amado de Gerona --dijo un autor-- comprometió la autoridad de Gregorio VII?. Es seguro que, por exceso de celo, los legados de este papa sobrepasaran sus instrucciones y hubiesen de ser llamados al orden. Es muy verosímil que las decisiones de Gerona sean imputables a Amado únicamente... No por eso el acta de Amado es menos instructiva, sin duda ha de explicarse así: los reglamentos pontificales excluyeron de todo ministerio a los simoníacos y los clériguos ordenados por ellos. Pero aplicar estas reglas a España habría equivalido a deponer la mayor parte de la clerecía. Para continuar el culto, el legado prescribió las reordenaciones...

El 6 de febrero de 1101 hubo otro concilio en Gerona presidido por el cardenal Ricardo.

Concilio de Carrión
El Concilio de Carrión fue una reunión del clero y otros dignatarios laicos que se celebró en la localidad de Carrión de los Condes (en la actualidad, provincia de Palencia).

En 1123 el papa Calixto II equiparó las guerras contra los musulmanes en la península con las cruzadas en Tierra Santa, exhortando a los hombres de iglesia a que predicasen estas ideas. A su muerte, su sucesor Honorio II envió al cardenal Humberto como legado a latere, para corregir algunas cuestiones.

El arzobispo de Santiago, Gelmirez, convocó para ello el Concilio de Carrión que empezó en febrero de 1130 y fue presidido por el legado pontificio, el arzobispo de Santiago, el metropolitano de Tarragona Olegario y el rey Alfonso VII. El legado se dedicó a fortalecer la autoridad del rey, mientras que Gelmirez maniobró para aumentar su poder, pues se depuso a los obispos de León, de Salamanca, de Oviedo y al abad de Samos, que se habían mostrado opuestos al matrimonio del rey con Berenguela, siendo sustituidos el de León y el de Salamanca por canónigos de Santiago,) con el pretexto de asegurar esas sedes para el monarca.

Concilios de Sens
Los concilios de Sens son los concilios de la iglesia organizados por la Arquidiócesis de Sens en la ciudad francesa de Sens.

El primero se celebró alrededor del 600 o 601, en conformidad con las instrucciones del papa San Gregorio Magno que especialmente aconsejaba la guerra contra la simonía. San Columbano se negó a asistir porque la cuestión de la fecha de la Pascua (que estaba por decidirse) estaba dividiendo a francos y bretones. En 657, 669 (o 670), 846, 850, 852, 853, 862, 980, 986, 996, 1048, 1071 y 1080 se llevaron a cabo una serie de concilios (la mayoría relacionados con los privilegios de la abadía de Saint-Pierre-le-Vif, en Sens) .

El concilio de 1140, el que tuvo mayor importancia, según la carta emitida por el arzobispo Henri Sanglier, no parece haber tenido más objeto que resaltar y solemnizar la exposición de las reliquias con las que enriqueció la catedral de Sens. Sin embargo, el trabajo principal de este concilio, que incluyó representantes de las provincias eclesiásticas de Sens y Reims y al que asistió san Bernardo de Claraval, fue la condena de la doctrina de Abelardo. Abelardo apeló desde el concilio a Roma, pero los obispos de ambas provincias insistieron, en dos cartas a Inocencio II, que se confirmara la condena. Aunque Martin Deutsch dató este concilio en 1141, el abad Vacandard probó, con una carta de Pedro el Venerable a Héloïse, la 'Continuatio Praemonstratensis', la 'Continuatio Valcellensis' y la lista de los priores de Clairvaux que la fecha de 1140 de Baronius era la correcta. Sin embargo, Constant Mews ha argumentado de manera consistente, revisando todas las fuentes disponibles que, de hecho, tuvo lugar en 1141. El concilio de 1198 se ocupó de la secta maniquea de los poplicanos que se había extendido por la región del Nivernais, a la que se decía que pertenecían el deán de Nevers y el abad de Saint-Martin de Nevers. Después del concilio, el papa Inocencio III ordenó a su legado apostólico Pedro de Capua y al obispo de París Eudes de Sully que investigaran el caso. Se celebraron concilios en 1216 y en 1224, este para condenar un libro de Juan Escoto Erígena, y posteriormente, la mayoría de ellos por medidas disciplinarias, en los años 1239, 1252, 1253, 1269, 1280, 1315, 1320, 1460, 1485.

Finalmente, se celebraron en 1524 (sínodo diocesano), 1528 (concilio de la provincia de Sens), 1554, 1612 (concilio de la provincia de Sens, pero mantenido en París), 1644 (sínodo diocesano) y 1658 (comienza el 4 de septiembre, convocado por Louis Henry de Gondrin).

Siglo XIII
Concilio de Lyon I
El primer Concilio de Lyon es considerado por la Iglesia católica como el XIII Concilio ecuménico y el quinto de los celebrados en Occidente. Se desarrolló en tres sesiones (el 28 de junio, 5 de julio y 17 de julio de 1245) en dicha ciudad francesa.

Temas tratados
Fue convocado el 3 de enero de 1245 por el papa Inocencio IV al objeto de deponer a Federico II de sus títulos de rey y emperador, acusándolo de usurpador de los bienes y opresor de los bienes de la Iglesia Católica.

Como fruto de sus tres sesiones se promulgaron 38 cánones en los que:
  • se depuso y excomulgó al emperador Federico II,
  • se excomulgó a Sancho II, Rey de Portugal,
  • se obligó a los cistercienses a pagar diezmos,
  • se decretó el sombrero rojo como propio de la vestimenta de los cardenales
  • se hicieron declaraciones rituales y doctrinales a seguir por los griegos ortodoxos como una medida de acercamiento de los mismos.
  • Se convocó una cruzada (la séptima) de la que se designaría a Luis IX de Francia (San Luis) al mando.
No se promulgaron decretos dogmáticos.

Concilio de Lyon II
Fue convocado por Gregorio X en 1274, y se consiguió una breve unión con la Iglesia de Oriente, que estaba separada de Roma desde el llamado Cisma de Oriente. Se promulgaron normas para la elección del papa. Se añadió la cláusula Filioque al símbolo Constantinopolitano.

El segundo Concilio de Lyon es considerado por la Iglesia católica como el XIV Concilio Ecuménico y el sexto de los celebrados en Occidente. Los temas principales que fueron tratados en el concilio hicieron referencia a la conquista de Tierra Santa, la unión con la Iglesia ortodoxa y el sistema de elección papal. Convocado en 1272 por el papa Gregorio X, el concilio se desarrolló en seis sesiones a las que asistieron unos quinientos obispos, sesenta abades y más de mil prelados o sus procuradores entre los que destacaron San Buenaventura que falleció durante las sesiones. En cambio, no pudo intervenir Santo Tomás de Aquino que falleció cuando se dirigía al concilio. También estuvieron presentes Jaime I de Aragón, el embajador del emperador Miguel VIII Paleólogo con miembros del clero griego, y los embajadores de los reyes de Alemania, Hungría, Inglaterra, Escocia, Francia, Sicilia entre otras monarquías, que por primera vez aparecían representadas como tales en un concilio eclesiático. Especial trascendencia tuvo la presencia de los embajadores del Khan de los Tártaros cuyo reino, situado a espalda del Islam, abría la posibilidad de atenazar a los musulmanes entre dos frentes.

Conquista de Tierra Santa
El concilio deliberó sobre la preparación de una nueva cruzada centrándose en los aspectos financieros de la misma, para lo cual se decidió que durante seis años un diezmo de todos los beneficios de la cristiandad deberían destinarse a la cruzada. Jaime I se mostró partidario de iniciarla inmediatamente pero al oponerse los Templarios no se tomó ninguna decisión (los Templarios se ocuparon de la educación de Jaime I desde el castillo de Monzón, donde se celebraron importantes concilios y tuvieron gran influencia y poder en la Corona de Aragón). Ante las indecisiones de los demás asistentes a la asamblea canónica, Jaime I se despidió del Santo Padre, abandonó la reunión con los miembros de su séquito y les dijo: "Barons, anar nos ne podem, que huy es honrrada tota Espanya" ("Barones, ya podemos irnos, que hoy ha quedado honrada toda España").1​ Hispania para los Romanos, Espanha para Jaime I, rey de la Corona de Aragón. Parece lógico que lo llamara como sus antepasados.

Unión con la Iglesia Ortodoxa
Para terminar con el cisma entre las Iglesias de Oriente y Occidente, Gregorio X había enviado una embajada a Miguel VIII Paleólogo que había reconquistado Constantinopla y había acabado con el Imperio Latino de Oriente establecido en 1204 con la toma por cruzados occidentales de la ciudad. San Buenaventura por parte de la Iglesia católica y el patriarca Juan XI Beco en representación de la Ortodoxa, lograron un acuerdo sobre las diferencias que separaban ambas Iglesias: primado romano, Filioque, sacramentos, etc. El aparente éxito de la unión fue sin embargo muy efímero ya que se encontró, desde el primer momento, sin la aceptación del bajo clero y del pueblo griego.

Elección papal
La última elección papal se había prolongado provocando que el trono de San Pedro permaneciera vacante durante casi tres años. Para evitar una situación parecida en el futuro, el concilio publicó la bula Ubi periculum en la cual se establecía que los cardenales electores debían reunirse transcurridos diez días tras la muerte del papa, en total aislamiento y encerrados bajo llave, cum clavis (cónclave).

Si no llegaban a un acuerdo transcurridos tres días, verían drásticamente reducido su alimento. Si pasados otros cinco días seguían sin tomar una decisión, sus comidas serían reducidas a pan, agua y vino. Además, se estableció que mientras durase el cónclave, los ingresos de los cardenales pasarían a ser propiedad de la Iglesia en su conjunto.

Otras decisiones
Se confirmaron los privilegios de las cuatro principales órdenes mendicantes: dominicos, franciscanos, agustinos y carmelitas, y se procedió a la supresión de otras. Respecto a la reforma de la Iglesia, se denunció la forma de vida de muchos prelados y se procedió a deponer a varios obispos y abades por su indignidad.

Se dio solución al conflicto entre Alfonso X el Sabio y Rodolfo I de Habsburgo sobre quién debía proclamarse emperador de Sacro Imperio, resolviendo el concilio a favor de este último.


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