Bautismo de Constantino I por Giovanni Francesco Penni
Siglo IV (300-400)
El macedonianismo es un movimiento herético surgido a mediados del siglo IV que debe su nombre al arzobispo de Constantinopla, Macedonio y que negaba la divinidad del Espíritu Santo. Surgido cuando la Iglesia se encontraba inmersa en las disputas teológicas provocadas por el arrianismo, que negaba la consustancialidad del Hijo con el Padre y por tanto la divinidad de Jesucristo; el macedonianismo no negaba dicha consustancialidad, pero sí la del Espíritu Santo al que consideraban como una criatura del Hijo y por tanto inferior a este. Condenada formalmente como herética en 381 por el I Concilio de Constantinopla que se decretó, mediante la revisión del Credo niceno, que el Espíritu Santo era consustancial con el Padre y el Hijo, conformando las tres naturalezas de La Santísima Trinidad. Los seguidores de esta nueva postura radical fueron también llamados pneumatómacos (adversarios del Espíritu).
Apolinarismo
El apolinarismo fue una doctrina considerada herética por la ortodoxia cristiana debida a Apolinar de Laodicea y surgida como reacción contra el arrianismo. Esta doctrina afirmaba que en Cristo, el espíritu o intelecto no era humano sino divino al encarnarse en un cuerpo sin alma que era sustituida por el mismo Verbo. Con este presupuesto la naturaleza humana del Redentor quedaba mutilada ya que, al negarle un alma humana, su figura quedaba reducida a una especie de marioneta manipulada por Dios. La negación de la naturaleza humana de Cristo hizo que las enseñanzas de Apolinar fueran oficialmente condenadas por el papa Dámaso I en sendos concilios celebrados en Roma en 374 y 377, y posteriormente en el Primer Concilio de Constantinopla celebrado en 381. En 388 sus seguidores fueron condenados al destierro por el emperador Teodosio. Existieron comunidades apolinaristas en Constantinopla y Siria. A pesar de que los discípulos intentaron perpetuar la doctrina a la muerte de Apolinar, acaecida en 392, alrededor de 416 la mayoría había pasado a la fe de los Concilios de Nicea y Constantinopla y el resto al monofisismo.
El apolinarismo fue una doctrina considerada herética por la ortodoxia cristiana debida a Apolinar de Laodicea y surgida como reacción contra el arrianismo. Esta doctrina afirmaba que en Cristo, el espíritu o intelecto no era humano sino divino al encarnarse en un cuerpo sin alma que era sustituida por el mismo Verbo. Con este presupuesto la naturaleza humana del Redentor quedaba mutilada ya que, al negarle un alma humana, su figura quedaba reducida a una especie de marioneta manipulada por Dios. La negación de la naturaleza humana de Cristo hizo que las enseñanzas de Apolinar fueran oficialmente condenadas por el papa Dámaso I en sendos concilios celebrados en Roma en 374 y 377, y posteriormente en el Primer Concilio de Constantinopla celebrado en 381. En 388 sus seguidores fueron condenados al destierro por el emperador Teodosio. Existieron comunidades apolinaristas en Constantinopla y Siria. A pesar de que los discípulos intentaron perpetuar la doctrina a la muerte de Apolinar, acaecida en 392, alrededor de 416 la mayoría había pasado a la fe de los Concilios de Nicea y Constantinopla y el resto al monofisismo.
Arrianismo
En algunos grupos de los primeros cristianos se enseñaba que Cristo había pre-existido como Hijo de Dios desde antes de su encarnación en Jesús de Nazaret, y que había descendido a la Tierra para redimir a los seres humanos. Arrio creía que Dios Padre y Dios Hijo no habían existido juntos desde siempre. Los arrianos creen que el Logos era un ser divino creado por Dios Padre antes que el mundo y que el Hijo estaba subordinado al Padre. Arrio y sus seguidores apelaban al Evangelio de Juan 14:28, donde Jesús dice: Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo.
También apelaban a Proverbios 8:22, que dice: Jehová me poseía en el principio, Ya de antiguo, antes de sus obras.
Arrio había sido discípulo de Luciano de Antioquía en la academia privada de Antioquía, y heredó de él una versión modificada de las enseñanzas de Pablo de Samosata. Después de que las disputas acerca del arrianismo se politizasen, se adoptó una solución general a esta división. Hubo una gran mayoría que adquirió la posición trinitaria, y la posición arriana fue declarada heterodoxa.
La controversia acerca del arrianismo de finales del siglo III continuó a lo largo de buena parte del siglo IV. Incumbió a muchos miembros de la Iglesia: simples creyentes, sacerdotes, monjes, obispos, emperadores y miembros de la familia imperial romana. Los emperadores romanos, Constancio II y Valente, se convirtieron en arrianos o semi-arrianos. También se hicieron arrianos los godos, vándalos y lombardos antes de la caída del Imperio Romano. La profunda controversia en el seno de la Iglesia durante este periodo podría no haberse materializado sin la significativa influencia histórica de las doctrinas arrianas. De los trescientos obispos que acudieron al Concilio de Nicea I, solo dos no firmaron el credo niceo, que condenaba el arrianismo. Esta mayoría se debió, al menos en parte, a la pena de exilio o de muerte para aquellos que rehusasen firmar el credo de Nicea impuesto por Constantino. Además, si se encuentra algún escrito sobre Arrio, podría ser arrojado al fuego, por lo que no solo se borra la maldad de su enseñanza, sino que no quedará nada para recordarlo. Y por esto hago una orden pública, de que si se descubriese que alguien esconde un escrito compuesto por Arrio, y no lo lleva inmediatamente a su destrucción por fuego, la pena será la muerte. Tan pronto como se descubra su ofensa, él podría ser sometido a castigo capital [...].
Edicto del emperador Constantino con los arrianos
El arrianismo continuó existiendo durante varias décadas, aunque el aparente resurgimiento del arrianismo después de Nicea fue, más bien, una reacción anti-nicea explotada por los simpatizantes de los arrianos que algo propiamente arriano. A finales del siglo IV, se había derrotado todo resto de arrianismo en el seno de la jerarquía oficial de la iglesia romana, que era trinitaria. En la Europa Occidental, el arrianismo, que había sido predicado por Ulfilas, un misionero arriano entre las tribus germánicas, era dominante entre godos y lombardos (y en el crepúsculo del Imperio, fue significativo entre los vándalos); pero dejó de ser una creencia mayoritaria en estas tribus en el siglo VIII, a medida que los legisladores de esas tribus germánicas fueron adoptando gradualmente el catolicismo. Este proceso empezó Clodoveo I de los francos en el 496, siguió con Recaredo I de los visigodos en el 587 y culminó con Ariberto I de los lombardos en el 653.
Creencias
Arrio había sido discípulo de Luciano de Antioquía en la academia privada de Antioquía, y heredó de él una versión modificada de las enseñanzas de Pablo de Samosata. Después de que las disputas acerca del arrianismo se politizasen, se adoptó una solución general a esta división. Hubo una gran mayoría que adquirió la posición trinitaria, y la posición arriana fue declarada heterodoxa.
La controversia acerca del arrianismo de finales del siglo III continuó a lo largo de buena parte del siglo IV. Incumbió a muchos miembros de la Iglesia: simples creyentes, sacerdotes, monjes, obispos, emperadores y miembros de la familia imperial romana. Los emperadores romanos, Constancio II y Valente, se convirtieron en arrianos o semi-arrianos. También se hicieron arrianos los godos, vándalos y lombardos antes de la caída del Imperio Romano. La profunda controversia en el seno de la Iglesia durante este periodo podría no haberse materializado sin la significativa influencia histórica de las doctrinas arrianas. De los trescientos obispos que acudieron al Concilio de Nicea I, solo dos no firmaron el credo niceo, que condenaba el arrianismo. Esta mayoría se debió, al menos en parte, a la pena de exilio o de muerte para aquellos que rehusasen firmar el credo de Nicea impuesto por Constantino. Además, si se encuentra algún escrito sobre Arrio, podría ser arrojado al fuego, por lo que no solo se borra la maldad de su enseñanza, sino que no quedará nada para recordarlo. Y por esto hago una orden pública, de que si se descubriese que alguien esconde un escrito compuesto por Arrio, y no lo lleva inmediatamente a su destrucción por fuego, la pena será la muerte. Tan pronto como se descubra su ofensa, él podría ser sometido a castigo capital [...].
Edicto del emperador Constantino con los arrianos
El arrianismo continuó existiendo durante varias décadas, aunque el aparente resurgimiento del arrianismo después de Nicea fue, más bien, una reacción anti-nicea explotada por los simpatizantes de los arrianos que algo propiamente arriano. A finales del siglo IV, se había derrotado todo resto de arrianismo en el seno de la jerarquía oficial de la iglesia romana, que era trinitaria. En la Europa Occidental, el arrianismo, que había sido predicado por Ulfilas, un misionero arriano entre las tribus germánicas, era dominante entre godos y lombardos (y en el crepúsculo del Imperio, fue significativo entre los vándalos); pero dejó de ser una creencia mayoritaria en estas tribus en el siglo VIII, a medida que los legisladores de esas tribus germánicas fueron adoptando gradualmente el catolicismo. Este proceso empezó Clodoveo I de los francos en el 496, siguió con Recaredo I de los visigodos en el 587 y culminó con Ariberto I de los lombardos en el 653.
Creencias
La reconstrucción de lo que realmente dijo Arrio y el por qué lo dijo es una gran tarea, porque ha sobrevivido muy poco de su propio trabajo, con la salvedad de las citas hechas con propósitos polémicos por sus oponentes, y también porque no se sabe a ciencia cierta qué teorías teológicas y filosóficas habían conformado su sistema de creencias. Los arrianos no creen en la doctrina tradicional de la Trinidad, que sostiene que Dios, Jesús y el Espíritu Santo son un único ser. La carta del arrio Auxentius de Durostorum sobre el misionero arriano Ulfilas da una imagen clara de las creencias arrianas. Ulfilas fue ordenado obispo por el arriano Eusebio de Nicomedia y regresó a su pueblo para emplearse como misionero. Ulfilas creía que Dios Padre (el Dios Sin Comienzo, el Dios Todopoderoso) siempre había existido y era el único dios verdadero (Evangelio de Juan 17:3). Así mismo, creía que el Hijo de Dios,
Jesucristo, (Dios "unigénito", Evangelio de Juan 1:18; Dios Poderoso, Libro del profeta Isaías 9:6) empezó después de que el tiempo empezase (Proverbios 8:22-29; Libro de las revelaciones 3:14, Epístola a los colosenses 1:15), y quien es Señor/Guía (1 epístola a los corintios 8:6). El Espíritu Santo (el poder iluminador y santificador) tampoco es Señor/Guía. El capítulo 8, versículo 6, de 1 Corintios 8:6 dice: [...] para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.
Escrita por Pablo de Tarso a la comunidad cristiana de Corinto. Siglo I. En una carta a Auxentius, Ulfilas resume así sus creencias: Yo, Ulfilas, obispo y confesor, he creído siempre, y en esto, en la única fe verdadera, hago el camino hacia mi Señor: creo solo en un Dios Padre, el que no tiene comienzo y es invisible, y en su unigénito hijo, nuestro Señor/Guía y Dios, el diseñador y el hacedor de toda la creación, no habiendo otro como él. Por lo tanto, hay un Dios de todos, que también es Dios de nuestro Dios; y hay un Espíritu Santo, el poder iluminador y santificador, como dijo Cristo después de la resurrección a sus apóstoles: "Yo les enviaré lo que el Padre prometió, por eso quédense en esta ciudad hasta que sean revestidos con la fuerza que viene desde el cielo" (Evangelio de Lucas 24:49) y también dijo: "Pero recibirán la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre ustedes [y serán testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaria y hasta el confín del mundo]" (Hechos de los apóstoles 1:8). Ni Dios ni Señor/Guía, sino fiel ministro de la fe de Cristo; no igual, pero sujeto a obediencia en todo al Hijo. Y creo que el Hijo está sujeto y es obediente en todo a Dios Padre.
Arrio escribió una carta a Eusebio de Nicomedia que decía: Algunos de ellos dicen que el Hijo es una erupción, otros que es una producción, otros que no tiene comienzo. Estos son impíos a los que no podemos escuchar, aunque los herejes nos amenacen con un millar de muertes. Nosotros decimos y creemos y tenemos que aprender, y que enseñar, que el Hijo no fue sin comienzo, ni ninguna parte suya fue sin comienzo, y que su subsistencia no depende de nada; sino que es por su propia voluntad y consejo por lo que ha subsistido antes del tiempo y antes de las eras tan perfecto como Dios, solo empezado e incanjeable, y que antes de ser empezado, o creado, o propuesto, o establecido, él no estaba. Porque él no carece de comienzo. Nosotros somos perseguidos porque decimos que el Hijo tiene un comienzo pero que Dios no tiene comienzo.
El Primero Concilio de Nicea y sus consecuencias
El debate cristológico podría no haberse alargado de no ser por la diócesis de Alejandría. Cuando el obispo Alejandro actuó contra Arrio, la doctrina de Arrio se había difundido más allá de su propia diócesis y se había convertido en un asunto de discusión para la cristiandad. La iglesia no era poderosa en el mundo romano. Los emperadores
Licinio y Constantino I la habían legalizado en el 313 a través del edicto de Milán. El emperador
Constantino había tenido cierto interés personal en algunos asuntos ecuménicos, incluyendo la controversia donatista en el 316, y quiso poner fin a las disputas cristológicas. Para ponerles fin, el emperador envió a Osio (Hosius), obispo de Córdoba, a investigar y, si fuera posible, a resolver la controversia. Osius iba con una carta abierta del emperador: "Sea donde sea, que cada uno de ustedes, mostrando consideración, escuche la exhortación imparcial de este siervo y compañero". Como el debate continuó, a pesar de los esfuerzos de Osio, en el 325 Constantino tomó una decisión sin precedentes: convocar un concilio ecuménico compuesto por prelados de la iglesia de todos los territorios del Imperio para resolver esta cuestión, posiblemente por recomendación de Osio.
Todas las diócesis del Imperio enviaron uno o más representantes al consejo, exceptuando la Bretaña romana. La mayoría de los obispos vinieron del este. El papa Silvestre I, que era demasiado viejo, envió a dos sacerdotes como sus delegados. Arrio acudió al concilio, al igual que el obispo de su diócesis,
Todas las diócesis del Imperio enviaron uno o más representantes al consejo, exceptuando la Bretaña romana. La mayoría de los obispos vinieron del este. El papa Silvestre I, que era demasiado viejo, envió a dos sacerdotes como sus delegados. Arrio acudió al concilio, al igual que el obispo de su diócesis,
Alejandro. También estuvieron Eusebio de Cesarea, Eusebio de Nicomedia y el joven diácono Atanasio, que podría haberse convertido en el campeón del dogma trinitario adoptado en última instancia por el concilio y que pasó la mayor parte de su vida luchando contra el arrianismo. Antes del principal cónclave convocado, Osio empezó por conocer a Alejandro y a su partidario en Nicomedia.22 El emperador participó en algunos de los debates y Osio, que era el prelado más influyente, fue el encargado de presidirlo.
A este concilio acudieron a apoyar a Arrio, 22 obispos, liderados por Eusebio de Nicomedia. Pero cuando los escritos de Arrio fueron leídos en voz alta, él fue denunciado como blasfemo por la mayoría de los participantes. Aquellos que mantenían la noción de que Cristo era coeterno y consustancial con el Padre estaban liderados por Alejandro de Alejandría.
A este concilio acudieron a apoyar a Arrio, 22 obispos, liderados por Eusebio de Nicomedia. Pero cuando los escritos de Arrio fueron leídos en voz alta, él fue denunciado como blasfemo por la mayoría de los participantes. Aquellos que mantenían la noción de que Cristo era coeterno y consustancial con el Padre estaban liderados por Alejandro de Alejandría.
Atanasio no tenía permitido sentarse en el concilio porque era solamente archi-diácono. No obstante, Atanasio hizo trabajo de campo y concluyó (como el obispo Alejandro expresó en la defensa trinitaria atanasiana) que el Hijo tenía la misma esencia (homousiana) que el Padre, y que había sido generado eterno desde la esencia del Padre. Aquellos que insistían en que el Hijo de Dios vino después de Dios Padre en tiempo y en sustancia, estaban liderados por el presbítero Arrio. Durante unos dos meses, los dos bandos argumentaron y debatieron, usando citas de las sagradas escrituras para justificar sus posiciones respectivas.
Arrio defendió la supremacía de Dios Padre, y mantuvo que el Hijo de Dios era una Creación, hecha de la nada; y que esa fue la Producción Primera de Dios (la cosa primaria que Dios realmente ha hecho en toda su existencia eterna hasta ese momento), antes de todas las eras. Él insistió en que solo Dios Padre carece de principio, y que solo el Padre era infinito y eterno. Arrio mantenía que el Hijo tenía un principio. Él defendía que todo lo demás fue creado a través del Hijo. De modo que, decía Arrio, solo el hijo es una creación directa y comenzada por Dios; y que además, hubo un tiempo en el que él no existía.
Dios era capaz de hacer su propia voluntad, decía Arrio, y, por lo tanto, "si Él quiere verdaderamente un hijo, Él debe haber llegado después del Padre, por tanto, hubo un tiempo en que Él no era, y por lo tanto era un ser finito". Arrio apeló a las sagradas escrituras, citando versículos como el Evangelio de Juan 14:28; "el Padre es mayor que yo", y como Epístola a los colosenses 1:15; "el primer nacimiento de toda la creación". Por lo que Arrio insistió en que la Divinidad del Padre era mayor que la del hijo, y que el Hijo estaba bajo el Dios Padre y no era igual y eterno como Él.
De acuerdo con algunas versiones de la hagiografía de Nicolás de Bari, el debate del concilio fue tan apasionado que Nicolás golpeó a Arrio en la cara. En respuesta a eso, Eusebio orinó en la túnica de Nicolás. La mayoría de los obispos estuvieron finalmente de acuerdo en un credo, conocido posteriormente como el credo de Nicea. Este incluía la palabra "homousiano", que significa "consustancial", o "uno en esencia", lo que es incompatible con las creencias de Arrio.
Arrio defendió la supremacía de Dios Padre, y mantuvo que el Hijo de Dios era una Creación, hecha de la nada; y que esa fue la Producción Primera de Dios (la cosa primaria que Dios realmente ha hecho en toda su existencia eterna hasta ese momento), antes de todas las eras. Él insistió en que solo Dios Padre carece de principio, y que solo el Padre era infinito y eterno. Arrio mantenía que el Hijo tenía un principio. Él defendía que todo lo demás fue creado a través del Hijo. De modo que, decía Arrio, solo el hijo es una creación directa y comenzada por Dios; y que además, hubo un tiempo en el que él no existía.
Dios era capaz de hacer su propia voluntad, decía Arrio, y, por lo tanto, "si Él quiere verdaderamente un hijo, Él debe haber llegado después del Padre, por tanto, hubo un tiempo en que Él no era, y por lo tanto era un ser finito". Arrio apeló a las sagradas escrituras, citando versículos como el Evangelio de Juan 14:28; "el Padre es mayor que yo", y como Epístola a los colosenses 1:15; "el primer nacimiento de toda la creación". Por lo que Arrio insistió en que la Divinidad del Padre era mayor que la del hijo, y que el Hijo estaba bajo el Dios Padre y no era igual y eterno como Él.
De acuerdo con algunas versiones de la hagiografía de Nicolás de Bari, el debate del concilio fue tan apasionado que Nicolás golpeó a Arrio en la cara. En respuesta a eso, Eusebio orinó en la túnica de Nicolás. La mayoría de los obispos estuvieron finalmente de acuerdo en un credo, conocido posteriormente como el credo de Nicea. Este incluía la palabra "homousiano", que significa "consustancial", o "uno en esencia", lo que es incompatible con las creencias de Arrio.
El 19 de junio del 325, el concilio y el emperador crean una circular para todas las iglesias de Alejandría y los alrededores: Arrio y dos de sus partidarios inflexibles (Theonas y Secundus) fueron depuestos y exiliados a la provincia de Ilírico, mientras que otros tres que lo apoyaron (Theognis de Nicea, Eusebio de Nicomedia y Maris de Calcedonia) firmaron ese credo solo por deferencia hacia el emperador. Posteriormente, el emperador legisló y denunció las enseñanzas de Arrio con fervor. Además, si se encuentra algún escrito sobre Arrio, podría ser arrojado al fuego, por lo que no solo se borra la maldad de su enseñanza, sino que no quedará nada para recordarlo. Y por esto hago una orden púbica, de que si se descubriese que alguien esconde un escrito compuesto por Arrio, y no lo lleva inmediatamente a su destrucción por fuego, la pena será la muerte. Tan pronto como se descubra su ofensa, él podría ser sometido a castigo capital [...] Edicto del emperador Constantino contra los arrianos.
En el 321, Arrio fue denunciado por un sínodo en
Alejandría por enseñar un punto de vista heterodoxo de la relación entre Jesús y Dios Padre. Como Arrio y sus seguidores habían tenido una gran influencia en las academias de Alejandría (el antecedente de las modernas universidades y seminarios) sus opiniones teológicas se habían divulgado mucho, sobre todo en el Mediterráneo Oriental. En torno al 325, la controversia se había vuelto lo suficientemente significativa y el emperador Constantino I convocó una asamblea de obispos, el Primer Concilio de Nicea, que condenó la doctrina de Arrio y formuló el credo de Nicea original. El término central del credo de Nicea, usado para describir la relación entre el Padre y el Hijo, es el
homousismo (ὁμοούσιος), o consustancialidad, que significa "de la misma sustancia" o "un mismo ser". El Credo de Atanasio es usado menos habitualmente, pero es más abiertamente anti-arriano en lo que respecta a la Santísima Trinidad.
El foco del Concilio de Nicea fue la naturaleza del Hijo de Dios y su relación precisa con Dios Padre (véase la obra de Pablo de Samosata y los sínodos de
El foco del Concilio de Nicea fue la naturaleza del Hijo de Dios y su relación precisa con Dios Padre (véase la obra de Pablo de Samosata y los sínodos de
Antioquía). Arrio enseñó que Cristo era divino/sagradoy que fue enviado a la Tierra para la salvación de la humanidad, pero que Jesucristo no era igual a Dios Padre (el infinito) en el escalafón y que Dios Padre y el Hijo de Dios no eran iguales al Espíritu Santo (que sería el poder de Dios Padre). En el arrianismo, Cristo no era consustancial con Dios Padre, porque aunque tanto el Padre como el Hijo habrían sido una esencia, no eran la misma esencia ni el mismo ser (véase homousismo). Dios Padre es una deidad y es divino y el Hijo de Dios no sería una deidad pero sí sería divino ("porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, " Libro del profeta Isaías 46:9). Dios Padre envió a Jesús a la tierra para la salvación de la humanidad (Evangelio de Juan 17:3). Ousia significa "esencia" o "ser" en la cristiandad oriental, y es un aspecto de Dios que es completamente incomprensible para la percepción humana. Es todo lo que subsiste por sí mismo y que no tiene su ser en otro. Para los homousios el Dios Padre, el Hijo de Dios y el Espíritu Santo son seres no creados. Juan Damasceno escribió:
Dios no es originado, es interminable, eterno, constante, no ha sido creado, es inmutable, inalterable, simple, no complejo, incorpóreo, invisible, intangible, indescriptible, sin límites, inaccesible a la mente, incontenible, incomprensible, bueno, justo, el Creador de todas las criaturas, el Todopoderoso, o
Pantocrator, del griego παντοκράτωρ, compuesto de παντός, en español: «todo», y de un derivado de κρατός, en español «fuerza, poder».
De acuerdo con la enseñanza de Arrio, el Logos pre-existente que se encarnó en Jesucristo fue un ser creado; solo el Hijo fue directamente creado y empezado por Dios Padre, antes de las eras, pero era una esencia o sustancia distinta, aunque similar, de la del Creador. Sus oponentes argumentaban que esto podría hacer parecer a Jesús menos que a Dios y esto era herético. Gran parte de la distinción entre las distintas facciones era sobre la frase que Cristo dijo en el Nuevo Testamento para expresar la sumisión al Dios Padre. El término teológico para esta sumisión es kenosis. Este concilio ecuménico que declaró
Jesucristo era una forma de Dios en existencia o en realidad (hypostasis), que los latinos tradujeron como "persona". Jesús era Dios en esencia, ser, y/no natural (ousia), que los latinos tradujeron como sustancia.
Se cree que Constantino exilió a todos aquellos que rehusaron aceptar el credo de Nicea (Arrio, el diácono Euzoios y los obispos libios Theonas de Marmarica y Secundus de Ptolemais) y también a los obispos que subscribieron el Credo pero que rehusaron unirse a la condena a Arrio (Eusebio de Nicomedia y Theognis de Nicea). El emperador también ordenó la quema de todas las copias del libro Talía, en el que Arrio había expresado sus tesis. No obstante, no hay evidencias de que su hijo y sucesor, Constancio II, que era arriano, fuese exiliado. Aunque se le ordenó mantener lo que la Iglesia había definido en Nicea, Constantino también quiso que reinase la paz en la situación y, con el tiempo, se hizo más indulgente con aquellos condenados al exilio en el concilio. Primero permitió regresar a Eusebio de Nicomedia, que era un protegido de su hermana, y a Theognis una vez que firmaron una declaración algo ambigua de fe. Ambos, y otros amigos de Arrio, se afanaron en que se levantaran las prohibiciones de Arrio. En el Primer Sínodo de Tiro, en el 335, ellos esgrimieron acusaciones contra Atanasio, obispo de Alejandría, y principal oponente de Arrio; después de esto, Constantino desterró a Atanasio y lo consideró como alguien que impedía la reconciliación. Ese mismo año, el Sínodo de Jerusalén, bajo la dirección de Constantino, readmitió la comunión de Arrio en el 336. No obstante, Arrio murió en Constantinopla de camino a este evento. Algunos académicos sugieren que Arrio podría haber sido envenenado por sus oponentes. Eusebio y Theognis mantuvieron el favor del emperador, y cuando Constantino, que había sido catequizado durante su vida adulta, aceptó el bautismo al final de su vida, este le fue administrado por Eusebio de Nicomedia. Según Atanasio de Alejandría, opuesto a Arrio, estas son algunas de las enseñanzas arrianas, citadas en su obra Discurso contra los arrianos:
"Dios no siempre fue Padre" sino que "hubo un tiempo en que Dios estaba solo y aún no era Padre, pero después se convirtió en Padre." "El Hijo no existió siempre;" pues, así como todas las cosas se hicieron de la nada, y todas las criaturas y obras existentes fueron hechas, también la Palabra de Dios misma fue "hecha de la nada" y "hubo un tiempo en que no existió" y "Él no existió antes de su origen", sino que Él y otros "tuvo un origen de creación". Pues Dios, dice, "estaba solo, y la Palabra aún no era, ni tampoco la Sabiduría. Entonces, al desear darnos forma, Él hizo a cierto ser y lo llamó Palabra, Sabiduría e Hijo, para que pudiera darnos forma por medio de Él.
Debates Teológicos
El Concilio de Nicea no terminó con la controversia, ya que muchos obispos de las provincias orientales discutían el homousismo, el término central del credo niceo. Pablo de Samosata había avocado el monarquianismo cristológico. Tanto el hombre como su enseñanza, incluido el término "homousio" habían sido condenados por los sínodos de Antioquía en el año 269.
El hijo de Constantino I, Constancio II, que se había convertido en emperador de la parte oriental del Imperio Romano, animó a los arrianos y revocó el credo niceo. Su consejero en estos asuntos fue Eusebio de Nicomedia, que había sido del partido arriano en el Concilio de Nicea, y que también había sido ordenado obispo de Constantinopla. Constancio II usó su poder para exiliar a los obispos adheridos al credo niceo, sobre todo a Atanasio de Alejandría, que se marchó a Roma. En el año 355 Constancio II se convirtió en el único emperador (Constantino I fallecería en el 337) y extendió su política a las provincias occidentales, usando a menudo la fuerza para presionar a los creyentes, y exiliando al papa Liberio para instalar al "antipapa" Félix II.
Como los debates hacían estragos a la hora de adoptar una nueva fórmula, se crearon tres grupos entre los oponentes al credo niceo. El primer grupo estaba opuesto sobre todo a la terminología de Nicea y prefería el término "homoiousios" (igual en sustancia) en lugar del "homousio" niceo, y, al mismo tiempo, rechazaban a Arrio y a sus enseñanzas y aceptaban la igualdad y el carácter co-eterno de las personas de la Trinidad. Por esta posición centralista, y a pesar de rechazar a Arrio, fueron llamados "semi-arrianos" por sus oponentes. El segundo grupo también evitaba invocar el nombre de Arrio, pero en buena medida seguía las enseñanzas de Arrio y, en otras palabras, describía al Hijo como un ser igual (homios) al Padre (homoios). El tercer grupo hablaba explícitamente de Arrio y describía al Hijo como diferente (anhomoios) al Padre. Constancio apoyaba al primer o al segundo grupo y perseguía al tercero.
El debate entre estos grupos produjo numerosos sínodos, entre los que estuvieron el Concilio de Sárdica en el 343, el Concilio de Sirmio en el 358 y el doble Concilio de Rímini y Seleucia del 359, y no menos de catorce formas de credos entre el año 340 y el 360, lo que llevó al pagano Amiano Marcelino a comentar sarcásticamente: "Las carreteras están llenas de obispos galopando". Ninguno de estos intentos fue aceptable para los que defendían la ortodoxia nicea: escribiendo sobre posteriores concilios, Jerónimo
Se cree que Constantino exilió a todos aquellos que rehusaron aceptar el credo de Nicea (Arrio, el diácono Euzoios y los obispos libios Theonas de Marmarica y Secundus de Ptolemais) y también a los obispos que subscribieron el Credo pero que rehusaron unirse a la condena a Arrio (Eusebio de Nicomedia y Theognis de Nicea). El emperador también ordenó la quema de todas las copias del libro Talía, en el que Arrio había expresado sus tesis. No obstante, no hay evidencias de que su hijo y sucesor, Constancio II, que era arriano, fuese exiliado. Aunque se le ordenó mantener lo que la Iglesia había definido en Nicea, Constantino también quiso que reinase la paz en la situación y, con el tiempo, se hizo más indulgente con aquellos condenados al exilio en el concilio. Primero permitió regresar a Eusebio de Nicomedia, que era un protegido de su hermana, y a Theognis una vez que firmaron una declaración algo ambigua de fe. Ambos, y otros amigos de Arrio, se afanaron en que se levantaran las prohibiciones de Arrio. En el Primer Sínodo de Tiro, en el 335, ellos esgrimieron acusaciones contra Atanasio, obispo de Alejandría, y principal oponente de Arrio; después de esto, Constantino desterró a Atanasio y lo consideró como alguien que impedía la reconciliación. Ese mismo año, el Sínodo de Jerusalén, bajo la dirección de Constantino, readmitió la comunión de Arrio en el 336. No obstante, Arrio murió en Constantinopla de camino a este evento. Algunos académicos sugieren que Arrio podría haber sido envenenado por sus oponentes. Eusebio y Theognis mantuvieron el favor del emperador, y cuando Constantino, que había sido catequizado durante su vida adulta, aceptó el bautismo al final de su vida, este le fue administrado por Eusebio de Nicomedia. Según Atanasio de Alejandría, opuesto a Arrio, estas son algunas de las enseñanzas arrianas, citadas en su obra Discurso contra los arrianos:
"Dios no siempre fue Padre" sino que "hubo un tiempo en que Dios estaba solo y aún no era Padre, pero después se convirtió en Padre." "El Hijo no existió siempre;" pues, así como todas las cosas se hicieron de la nada, y todas las criaturas y obras existentes fueron hechas, también la Palabra de Dios misma fue "hecha de la nada" y "hubo un tiempo en que no existió" y "Él no existió antes de su origen", sino que Él y otros "tuvo un origen de creación". Pues Dios, dice, "estaba solo, y la Palabra aún no era, ni tampoco la Sabiduría. Entonces, al desear darnos forma, Él hizo a cierto ser y lo llamó Palabra, Sabiduría e Hijo, para que pudiera darnos forma por medio de Él.
Debates Teológicos
El Concilio de Nicea no terminó con la controversia, ya que muchos obispos de las provincias orientales discutían el homousismo, el término central del credo niceo. Pablo de Samosata había avocado el monarquianismo cristológico. Tanto el hombre como su enseñanza, incluido el término "homousio" habían sido condenados por los sínodos de Antioquía en el año 269.
El hijo de Constantino I, Constancio II, que se había convertido en emperador de la parte oriental del Imperio Romano, animó a los arrianos y revocó el credo niceo. Su consejero en estos asuntos fue Eusebio de Nicomedia, que había sido del partido arriano en el Concilio de Nicea, y que también había sido ordenado obispo de Constantinopla. Constancio II usó su poder para exiliar a los obispos adheridos al credo niceo, sobre todo a Atanasio de Alejandría, que se marchó a Roma. En el año 355 Constancio II se convirtió en el único emperador (Constantino I fallecería en el 337) y extendió su política a las provincias occidentales, usando a menudo la fuerza para presionar a los creyentes, y exiliando al papa Liberio para instalar al "antipapa" Félix II.
Como los debates hacían estragos a la hora de adoptar una nueva fórmula, se crearon tres grupos entre los oponentes al credo niceo. El primer grupo estaba opuesto sobre todo a la terminología de Nicea y prefería el término "homoiousios" (igual en sustancia) en lugar del "homousio" niceo, y, al mismo tiempo, rechazaban a Arrio y a sus enseñanzas y aceptaban la igualdad y el carácter co-eterno de las personas de la Trinidad. Por esta posición centralista, y a pesar de rechazar a Arrio, fueron llamados "semi-arrianos" por sus oponentes. El segundo grupo también evitaba invocar el nombre de Arrio, pero en buena medida seguía las enseñanzas de Arrio y, en otras palabras, describía al Hijo como un ser igual (homios) al Padre (homoios). El tercer grupo hablaba explícitamente de Arrio y describía al Hijo como diferente (anhomoios) al Padre. Constancio apoyaba al primer o al segundo grupo y perseguía al tercero.
El debate entre estos grupos produjo numerosos sínodos, entre los que estuvieron el Concilio de Sárdica en el 343, el Concilio de Sirmio en el 358 y el doble Concilio de Rímini y Seleucia del 359, y no menos de catorce formas de credos entre el año 340 y el 360, lo que llevó al pagano Amiano Marcelino a comentar sarcásticamente: "Las carreteras están llenas de obispos galopando". Ninguno de estos intentos fue aceptable para los que defendían la ortodoxia nicea: escribiendo sobre posteriores concilios, Jerónimo
señaló que el mundo "se despertó con un llanto cuando se descubrió arriano". Después de la muerte de
Constancio II en el 361, su sucesor, Juliano, un devoto de los dioses paganos de Roma, declaró que él no se plegaría a ninguna facción de la Iglesia, y permitió a todos los obispos exiliados regresar; esto provocó un aumento de las disensiones entre los cristianos. El emperador Valente, no obstante, recuperó la política de Constancio y apoyó al partido "homoiano", exiliando a los obispos y empleando la fuerza contra los opositores. Durante su persecución, se exiliaron muchos obispos a los extremos más lejanos del Imperio (por ejemplo, el exilio de Hilario de Poitiers a las provincias orientales). Estos contactos y la difícil situación común dieron lugar a un acercamiento entre los partidarios occidentales del credo de Nicea y los "homousios" del este, semi-arrianos. Epifanio de Salamina etiquetó al partido de Basilio de Ancira en el 358 como "semi-arriano". Esto ha sido considerado inapropiado por el historador J. N. D. Kelly, que argumenta que algunos miembros de ese grupo eran prácticamente ortodoxos desde el principio pero que no les gustaba el adjetivo
"homousio", mientras que otros se movieron hacia esa dirección después, con la llegada de los arrianos.
Teodosio I y el Concilio de Constantinopla
No fue hasta el co-reinado de Graciano y Teodosio I cuando el arrianismo despareció de entre las clases dirigentes y las élites del Imperio Romano de Oriente. La esposa de Teodosio, Elia Flacila, fue una herramienta en la campaña para acabar con el arrianismo. Valente murió en la Batalla de Adrianópolis del 378 y fue sucedido por Teodosio I, que se adhirió al credo de Nicea. Esto permitió que se avivase la disputa. Dos días después de que Teodosio llegase a Constantinopla, el 24 de noviembre del 380, expulsó al obispo homiousio y puso a las iglesias de esa ciudad bajo el gobierno de Gregorio Nacianceno, que era el líder de la pequeña comunidad nicea de allí. Este acto provocó una revuelta. Teodosio había sido bautizado por el obispo Acholius de Tesalónica, durante una grave enfermedad, como era habitual en los comienzos del mundo cristiano.
En febrero, él y Graciano publicaron un edicto que decía que todos sus súbditos debían profesar la fe de los obispos de Roma y de Alejandría (el credo niceo), o serían apresados para ser castigados. Aunque buena parte de la jerarquía de la Iglesia oriental se oponían, Teodosio logró conseguir la unidad en las bases del credo niceo. En el 381, en el I Concilio de Constantinopla, un grupo conformado sobre todo por obispos del este se reunió en una asamblea y pactaron aceptar el credo de Nicea del 325 con algunos elementos propios, lo que fue conocido como el credo de Nicea-Constantinopla del 381. Entre esos elementos nuevos había algunos comentarios en relación con el Espíritu Santo. Generalmente, esto se considera el fin de la disputa sobre la Trinidad y el fin del arrianismo en el Imperio Romano y entre los pueblos cristianos no germánicos.
Difusion posterior del arrianismo
Ulfilas, obispo y misionero, propagó el arrianismo entre los pueblos germánicos, particularmente los visigodos, vándalos, burgundios y ostrogodos. Después del Concilio de Constantinopla del año 381, el arrianismo fue definitivamente condenado y considerado como herejía en el mundo católico. Sin embargo, el arrianismo se mantuvo como religión de algunos pueblos germánicos hasta el siglo VI, cuando Recaredo I, rey de los visigodos, se bautizó como católico en el año 587 e impuso el catolicismo como religión oficial de su reino dos años después con la lucha y oposición de los visigodos arrianos, tras el III Concilio de Toledo (589). En Italia, las supervivencias arrianas en el reino lombardo persistieron hasta muy avanzado el siglo VII y el rey lombardo Grimoaldo
Teodosio I y el Concilio de Constantinopla
No fue hasta el co-reinado de Graciano y Teodosio I cuando el arrianismo despareció de entre las clases dirigentes y las élites del Imperio Romano de Oriente. La esposa de Teodosio, Elia Flacila, fue una herramienta en la campaña para acabar con el arrianismo. Valente murió en la Batalla de Adrianópolis del 378 y fue sucedido por Teodosio I, que se adhirió al credo de Nicea. Esto permitió que se avivase la disputa. Dos días después de que Teodosio llegase a Constantinopla, el 24 de noviembre del 380, expulsó al obispo homiousio y puso a las iglesias de esa ciudad bajo el gobierno de Gregorio Nacianceno, que era el líder de la pequeña comunidad nicea de allí. Este acto provocó una revuelta. Teodosio había sido bautizado por el obispo Acholius de Tesalónica, durante una grave enfermedad, como era habitual en los comienzos del mundo cristiano.
En febrero, él y Graciano publicaron un edicto que decía que todos sus súbditos debían profesar la fe de los obispos de Roma y de Alejandría (el credo niceo), o serían apresados para ser castigados. Aunque buena parte de la jerarquía de la Iglesia oriental se oponían, Teodosio logró conseguir la unidad en las bases del credo niceo. En el 381, en el I Concilio de Constantinopla, un grupo conformado sobre todo por obispos del este se reunió en una asamblea y pactaron aceptar el credo de Nicea del 325 con algunos elementos propios, lo que fue conocido como el credo de Nicea-Constantinopla del 381. Entre esos elementos nuevos había algunos comentarios en relación con el Espíritu Santo. Generalmente, esto se considera el fin de la disputa sobre la Trinidad y el fin del arrianismo en el Imperio Romano y entre los pueblos cristianos no germánicos.
Difusion posterior del arrianismo
Ulfilas, obispo y misionero, propagó el arrianismo entre los pueblos germánicos, particularmente los visigodos, vándalos, burgundios y ostrogodos. Después del Concilio de Constantinopla del año 381, el arrianismo fue definitivamente condenado y considerado como herejía en el mundo católico. Sin embargo, el arrianismo se mantuvo como religión de algunos pueblos germánicos hasta el siglo VI, cuando Recaredo I, rey de los visigodos, se bautizó como católico en el año 587 e impuso el catolicismo como religión oficial de su reino dos años después con la lucha y oposición de los visigodos arrianos, tras el III Concilio de Toledo (589). En Italia, las supervivencias arrianas en el reino lombardo persistieron hasta muy avanzado el siglo VII y el rey lombardo Grimoaldo
(662-671) puede considerarse como el último monarca arriano del reino (y de Europa).
El arrianismo en la actualidad
Los socinianos, una denominación nacida luego de la Reforma Protestante en Polonia, no creen en el aspecto de Jesús Dios, por lo que en alguna medida podrían ser considerados herederos del arrianismo. Teologías actuales surgidas en la iglesia católica son acusadas de reproducir esquemas arrianos, con una presentación no cristológica de Jesús. En 2007, Demetrio Fernández, entonces obispo de Tarazona y hoy obispo de Córdoba, acusó al teólogo José Antonio Pagola por lo expuesto en su libro Jesús, aproximación histórica
El arrianismo en la actualidad
Los socinianos, una denominación nacida luego de la Reforma Protestante en Polonia, no creen en el aspecto de Jesús Dios, por lo que en alguna medida podrían ser considerados herederos del arrianismo. Teologías actuales surgidas en la iglesia católica son acusadas de reproducir esquemas arrianos, con una presentación no cristológica de Jesús. En 2007, Demetrio Fernández, entonces obispo de Tarazona y hoy obispo de Córdoba, acusó al teólogo José Antonio Pagola por lo expuesto en su libro Jesús, aproximación histórica
(PPC, 2007).
Esta «herejía», sigue en la mente de algunos miembros de la Iglesia: por lo general, se cree que determinadas nuevas eclesiologías combinan la teología liberacionista con el nuevo arrianismo científico, surgido de determinadas corrientes historicistas en la investigación bíblica. No obstante, la doctrina oficial de la Iglesia es concluyente al declarar el arrianismo como herejía en el Primer Concilio de Nicea (325), inicialmente, y desde el Primer Concilio de Constantinopla (381) de forma definitiva. Una iglesia inglesa moderna, llamada Sagrada y Apostólica Iglesia del Catolicismo Arriano (The Holy Catholic and Apostolic Church of Arian Catholicism), dice seguir las enseñanzas de Arrio y lo canonizó el 16 de junio de 2006. Su doctrina dice que solo el Padre es el Dios absoluto, y que Jesús tuvo un comienzo, en la carne, y que está subordinado al Padre. Enseñan también que Jesucristo era el mesías redentor sin pecado, aunque no aceptan el nacimiento virginal de Jesús, la resurrección del cuerpo de Jesucristo, la divinidad o la adoración de Jesús ni la infalibilidad de Jesús, lo que los sitúa en una posición opuesta al propio Arrio, que sí aceptaba todo eso, con excepción del nivel de divinidad de Cristo.
Las enseñanzas de esa iglesia arriana están más alineadas con el socinianismo que con el auténtico arrianismo. Aunque, según el propio Arrio, Cristo existía antes de María, esa iglesia arriana cree que no. Dicha iglesia cree que Jesús era el hijo natural de José y María y que el Espíritu Santo supervisó la concepción, y también enseñan que la resurrección de Cristo no fue en la carne, sino que fue espiritual. De hecho, su credo "católico arrio" es una creación moderna, no una fe antigua. Los testigos de Jehová guardan unas pocas similitudes con el arrianismo, en el sentido que ambas consideran a Jesús como el unigénito del Dios Padre, y no como Dios mismo. Estos han sido llamados a veces "arrianos modernos" o "semi-arrianos",
Esta «herejía», sigue en la mente de algunos miembros de la Iglesia: por lo general, se cree que determinadas nuevas eclesiologías combinan la teología liberacionista con el nuevo arrianismo científico, surgido de determinadas corrientes historicistas en la investigación bíblica. No obstante, la doctrina oficial de la Iglesia es concluyente al declarar el arrianismo como herejía en el Primer Concilio de Nicea (325), inicialmente, y desde el Primer Concilio de Constantinopla (381) de forma definitiva. Una iglesia inglesa moderna, llamada Sagrada y Apostólica Iglesia del Catolicismo Arriano (The Holy Catholic and Apostolic Church of Arian Catholicism), dice seguir las enseñanzas de Arrio y lo canonizó el 16 de junio de 2006. Su doctrina dice que solo el Padre es el Dios absoluto, y que Jesús tuvo un comienzo, en la carne, y que está subordinado al Padre. Enseñan también que Jesucristo era el mesías redentor sin pecado, aunque no aceptan el nacimiento virginal de Jesús, la resurrección del cuerpo de Jesucristo, la divinidad o la adoración de Jesús ni la infalibilidad de Jesús, lo que los sitúa en una posición opuesta al propio Arrio, que sí aceptaba todo eso, con excepción del nivel de divinidad de Cristo.
Las enseñanzas de esa iglesia arriana están más alineadas con el socinianismo que con el auténtico arrianismo. Aunque, según el propio Arrio, Cristo existía antes de María, esa iglesia arriana cree que no. Dicha iglesia cree que Jesús era el hijo natural de José y María y que el Espíritu Santo supervisó la concepción, y también enseñan que la resurrección de Cristo no fue en la carne, sino que fue espiritual. De hecho, su credo "católico arrio" es una creación moderna, no una fe antigua. Los testigos de Jehová guardan unas pocas similitudes con el arrianismo, en el sentido que ambas consideran a Jesús como el unigénito del Dios Padre, y no como Dios mismo. Estos han sido llamados a veces "arrianos modernos" o "semi-arrianos",
normalmente por sus oponentes. Aunque hay algunas similitudes significativas en su teología y su doctrina,
los testigos de Jehová difieren de Arrio en lo de que el Hijo puede conocer por completo al Padre (algo que Arrio negaba), y por su negación de la personalidad literal del Espíritu Santo. Arrio
consideraba que el Espíritu Santo era una "fuerza activa" de Dios, o una "energía", que no tenía comienzo, y que no era un sujeto existente, al igual que piensan los testigos de Jehová. Los arrianos originales también rezan directamente a Jesús, mientras que los testigos de Jehová oran a Dios, aunque Jesús es un mediador. Los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (mormones) han sido acusados a veces de ser arrianos por sus detractores. No obstante, su cristología difiere en varios aspectos de la teología arriana.
Continua en Las Herejías VI: Sectas V
Priscilianismo
El priscilianismo fue la doctrina cristiana predicada por Prisciliano en el siglo IV, basada en los ideales de austeridad y pobreza. Sus enseñanzas fueron condenadas como herejía en el Concilio de Braga, en el año 561. Anteriormente fue discutido en el Primer Concilio de Toledo, en el año 400. Además de instar a la Iglesia a abandonar la opulencia y las riquezas para volver a unirse con los pobres, el priscilianismo como hecho destacado en el terreno social condenaba la institución de la esclavitud y concedía una gran libertad e importancia a la mujer, abriendo las puertas de los templos a las féminas como participantes activas. Así la primera de la que se conservan textos escritos en latín es Egeria, monja galaica priscilianista que vivió en torno al 381.
El priscilianismo recomendó la abstinencia de alcohol y el celibato, como un capítulo más del ascetismo, pero no prohibió el matrimonio de monjes ni clérigos, utilizó el baile como parte de la liturgia y se negó a condenar algunos apócrifos y seudoepigráficos prohibidos como el Libro de Enoc, que interpretaba en forma alegórica. Los detractores de Prisciliano y sus ideas lo han acusado de múltiples pecados e impiedades, como que negaba el dogma de la Santísima Trinidad y defendía una concepción unitaria. Dicen que afirmaba que los ángeles y las almas humanas eran, en esencia, de la misma sustancia que Dios. Afirman además, que negaba la encarnación del Verbo, atribuyendo a Jesús un cuerpo sólo aparente. Marcelino Menéndez y Pelayo en Historia de los heterodoxos españoles afirma: no cabe dudar que los priscilianistas eran antitrinitarios y, según advierte León (y con él los Padres bracarenses), sabelianos. No admitían distinción de personas, sino de atributos o modos de manifestarse en la esencia divina: Tanquam idem Deus nunc Pater, nunc Filius, nunc Spiritus Sanctus nominetur.
Historia de la ascensión y condena del priscilianismo
Prisciliano comenzó a difundir su doctrina en torno al año 375, que de forma inmediata arraigó en la población y la iglesia galaicas, conformando la primera estructura jerárquica segregada de Roma. En este concilio fueron excomulgados, además de Prisciliano, los obispos Salviano e Instancio, hecho que se vería agravado por el rescripto dictado por el emperador Graciano que desterraba extra, omnes terras a los heterodoxos de la Hispania. Sin embargo estas medidas represivas sólo lograron aumentar los apoyos y el número de seguidores de Prisciliano. Así, en el año 382 es elevado a obispo de Ávila y decide partir hacia Roma para contrarrestar la ofensiva de Ithacio. Allí —tras serle negada audiencia por el papa Dámaso I— se dirigió al emperador y consiguió la derogación del rescripto imperial. A su retorno los priscilianistas recuperaron sus iglesias e Ithacio resultó desterrado. La influencia de Prisciliano se extendía por Hispania y Aquitania cuando el emperador Graciano resultó destronado por el hispano Magno Máximo. Éste, a instancias de Ithacio, reinició el proceso contra los priscilianistas. Se convocó a un concilio en Burdigalia -Burdeos donde se depuso a Instancio, por lo que Prisciliano apeló al emperador. Finalizado el proceso se inició otro en Tréveris (Alemania) donde, tras una serie de sobornos y traiciones de los prelados hispanos, Prisciliano fue condenado por maleficium y decapitado en 385 junto a sus principales seguidores, siendo los demás desterrados y despojados de sus posesiones. Instancio fue desterrado. A Tiberiano y a otros priscilianistas se les confiscaron los bienes. La condena y ejecución de los priscilianistas suscitaron un notable impacto en la época. Hasta Ambrosio de Milán condenó la ejecución, a pesar de discrepar de las tesis priscilianistas y comparó el juicio con el traslado de la acusación de Jesús a Pilatos por los sacerdotes.
El panegirista Pacato Drepanio señala que a las mujeres se las condenó por piedad excesiva; a los obispos delatores les llama bandidos, verdugos, calumniadores y puntualiza que se arruinó a los acusados despojándoles de su patrimonio, repitiéndolo dos veces, originando las protestas del propio obispo de Roma, Siricio, o Martín de Tours, quien se dirigió a la corte logrando la revocación del prescripto. Lejos de acabar con el priscilianismo, estos hechos lo consolidaron hasta el punto que Ithacio resultó excomulgado y debió renunciar a la mitra, al igual que otros antipriscilianistas como Rufo. En el año 400 el I Concilio de Toledo redactó una profesión de fe contra el Priscilianismo. El obispo Sinfosio dijo: «Condeno, juntamente con su autor todos los libros heréticos y en especial la doctrina de Prisciliano, según acaba de ser expuesta, donde se afirma que escribió que el Hijo de Dios no puede nacer».
Para evitar nuevas persecuciones los priscilianistas se constituyeron en una sociedad secreta y continuaron ejerciendo el poder logrando nombrar obispos. Esta situación crearía un cisma que sumiría a la Iglesia en una gran confusión, obligando a intervenir al papa Inocencio I, que sancionó la Regula fidei contra omnes hereses, maxime contra Priscillianistas en el año 404.
Donatismo
El donatismo fue un movimiento religioso cristiano iniciado en el siglo IV en Numidia (la actual Argelia), que nació como una reacción ante el relajamiento de las costumbres de los fieles. Iniciado por Donato, obispo de Cartago, en el norte de África, aseguraba que sólo aquellos sacerdotes cuya vida fuese intachable podían administrar los sacramentos, entre ellos el de la conversión del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo (eucaristía), y que los pecadores no podían ser miembros de la Iglesia.
Antecedentes
Las conquistas del imperio romano sobre las poblaciones en torno al Mar Mediterráneo o «Mare Nostrum» provocaron reacciones de oposición en los distintos pueblos sometidos. Es de interés particular que en África del Norte, Numidia, Cártago e Hipona, junto con otras ciudades asumieran el cristianismo, antes que por una convicción espiritual, por una oposición al emperador romano que siendo politeísta les despreciaba abiertamente, es decir, para las regiones del norte de África ser cristiano equivalía a manifestar su rechazo a la ocupación romana durante los primeros siglos de nuestra era. El panorama cambió con el paso de los años, cuando los emperadores romanos comenzaron a convertirse a la fe cristiana, los pobladores de las regiones aludidas buscaron un nuevo credo con el cual seguir oponiéndose al dominio imperial, pues permanecer en la fe de la Iglesia Romana les parecía tanto como aceptar la dominación del Imperio. He aquí el caldo de cultivo en el cual la doctrina del donatismo encontró numerosos fieles no solo en la población común sino también en los obispos cristianos de aquella época, especialmente en Numidia.
El priscilianismo fue la doctrina cristiana predicada por Prisciliano en el siglo IV, basada en los ideales de austeridad y pobreza. Sus enseñanzas fueron condenadas como herejía en el Concilio de Braga, en el año 561. Anteriormente fue discutido en el Primer Concilio de Toledo, en el año 400. Además de instar a la Iglesia a abandonar la opulencia y las riquezas para volver a unirse con los pobres, el priscilianismo como hecho destacado en el terreno social condenaba la institución de la esclavitud y concedía una gran libertad e importancia a la mujer, abriendo las puertas de los templos a las féminas como participantes activas. Así la primera de la que se conservan textos escritos en latín es Egeria, monja galaica priscilianista que vivió en torno al 381.
El priscilianismo recomendó la abstinencia de alcohol y el celibato, como un capítulo más del ascetismo, pero no prohibió el matrimonio de monjes ni clérigos, utilizó el baile como parte de la liturgia y se negó a condenar algunos apócrifos y seudoepigráficos prohibidos como el Libro de Enoc, que interpretaba en forma alegórica. Los detractores de Prisciliano y sus ideas lo han acusado de múltiples pecados e impiedades, como que negaba el dogma de la Santísima Trinidad y defendía una concepción unitaria. Dicen que afirmaba que los ángeles y las almas humanas eran, en esencia, de la misma sustancia que Dios. Afirman además, que negaba la encarnación del Verbo, atribuyendo a Jesús un cuerpo sólo aparente. Marcelino Menéndez y Pelayo en Historia de los heterodoxos españoles afirma: no cabe dudar que los priscilianistas eran antitrinitarios y, según advierte León (y con él los Padres bracarenses), sabelianos. No admitían distinción de personas, sino de atributos o modos de manifestarse en la esencia divina: Tanquam idem Deus nunc Pater, nunc Filius, nunc Spiritus Sanctus nominetur.
Historia de la ascensión y condena del priscilianismo
Prisciliano comenzó a difundir su doctrina en torno al año 375, que de forma inmediata arraigó en la población y la iglesia galaicas, conformando la primera estructura jerárquica segregada de Roma. En este concilio fueron excomulgados, además de Prisciliano, los obispos Salviano e Instancio, hecho que se vería agravado por el rescripto dictado por el emperador Graciano que desterraba extra, omnes terras a los heterodoxos de la Hispania. Sin embargo estas medidas represivas sólo lograron aumentar los apoyos y el número de seguidores de Prisciliano. Así, en el año 382 es elevado a obispo de Ávila y decide partir hacia Roma para contrarrestar la ofensiva de Ithacio. Allí —tras serle negada audiencia por el papa Dámaso I— se dirigió al emperador y consiguió la derogación del rescripto imperial. A su retorno los priscilianistas recuperaron sus iglesias e Ithacio resultó desterrado. La influencia de Prisciliano se extendía por Hispania y Aquitania cuando el emperador Graciano resultó destronado por el hispano Magno Máximo. Éste, a instancias de Ithacio, reinició el proceso contra los priscilianistas. Se convocó a un concilio en Burdigalia -Burdeos donde se depuso a Instancio, por lo que Prisciliano apeló al emperador. Finalizado el proceso se inició otro en Tréveris (Alemania) donde, tras una serie de sobornos y traiciones de los prelados hispanos, Prisciliano fue condenado por maleficium y decapitado en 385 junto a sus principales seguidores, siendo los demás desterrados y despojados de sus posesiones. Instancio fue desterrado. A Tiberiano y a otros priscilianistas se les confiscaron los bienes. La condena y ejecución de los priscilianistas suscitaron un notable impacto en la época. Hasta Ambrosio de Milán condenó la ejecución, a pesar de discrepar de las tesis priscilianistas y comparó el juicio con el traslado de la acusación de Jesús a Pilatos por los sacerdotes.
El panegirista Pacato Drepanio señala que a las mujeres se las condenó por piedad excesiva; a los obispos delatores les llama bandidos, verdugos, calumniadores y puntualiza que se arruinó a los acusados despojándoles de su patrimonio, repitiéndolo dos veces, originando las protestas del propio obispo de Roma, Siricio, o Martín de Tours, quien se dirigió a la corte logrando la revocación del prescripto. Lejos de acabar con el priscilianismo, estos hechos lo consolidaron hasta el punto que Ithacio resultó excomulgado y debió renunciar a la mitra, al igual que otros antipriscilianistas como Rufo. En el año 400 el I Concilio de Toledo redactó una profesión de fe contra el Priscilianismo. El obispo Sinfosio dijo: «Condeno, juntamente con su autor todos los libros heréticos y en especial la doctrina de Prisciliano, según acaba de ser expuesta, donde se afirma que escribió que el Hijo de Dios no puede nacer».
Para evitar nuevas persecuciones los priscilianistas se constituyeron en una sociedad secreta y continuaron ejerciendo el poder logrando nombrar obispos. Esta situación crearía un cisma que sumiría a la Iglesia en una gran confusión, obligando a intervenir al papa Inocencio I, que sancionó la Regula fidei contra omnes hereses, maxime contra Priscillianistas en el año 404.
Donatismo
El donatismo fue un movimiento religioso cristiano iniciado en el siglo IV en Numidia (la actual Argelia), que nació como una reacción ante el relajamiento de las costumbres de los fieles. Iniciado por Donato, obispo de Cartago, en el norte de África, aseguraba que sólo aquellos sacerdotes cuya vida fuese intachable podían administrar los sacramentos, entre ellos el de la conversión del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo (eucaristía), y que los pecadores no podían ser miembros de la Iglesia.
Antecedentes
Historia
El movimiento se denominó inicialmente Iglesia de los Mártires y tomó su otro nombre por Donato, al que eligieron obispo sus propios correligionarios en el año 312. Donato afirmaba que todos los ministros sospechosos de traición a la fe durante las persecuciones del emperador romano Diocleciano, en las que se obligaba a los cristianos a abjurar de su religión o elegir el martirio (lapsi), eran indignos de impartir los sacramentos. El donatismo fue rechazado por la Iglesia Católica, reafirmando la doctrina de la objetividad de los sacramentos, es decir, la idea de que una vez transmitida la potestad sacerdotal a un hombre mediante el sacramento del Orden Sagrado, los sacramentos que éste administre son plenamente válidos por intercesión divina, independientemente de la entereza moral del clérigo. El emperador Honorio los eliminó como iglesia en el año 412, aunque su influencia fue persistente hasta que el Islam cobró fuerza en África, entre los siglos VII y VIII. Esta doctrina fue condenada sin éxito en el concilio de Arles del año 314, y luego enérgicamente por Agustín de Hipona, que pidió las máximas penas para los donatistas calificándolos de apóstatas, (según la Historia criminal del cristianismo de K.H. Deschner, vol. II) aunque sobrevivió hasta la invasión árabe musulmana, en el siglo VII.
El movimiento se denominó inicialmente Iglesia de los Mártires y tomó su otro nombre por Donato, al que eligieron obispo sus propios correligionarios en el año 312. Donato afirmaba que todos los ministros sospechosos de traición a la fe durante las persecuciones del emperador romano Diocleciano, en las que se obligaba a los cristianos a abjurar de su religión o elegir el martirio (lapsi), eran indignos de impartir los sacramentos. El donatismo fue rechazado por la Iglesia Católica, reafirmando la doctrina de la objetividad de los sacramentos, es decir, la idea de que una vez transmitida la potestad sacerdotal a un hombre mediante el sacramento del Orden Sagrado, los sacramentos que éste administre son plenamente válidos por intercesión divina, independientemente de la entereza moral del clérigo. El emperador Honorio los eliminó como iglesia en el año 412, aunque su influencia fue persistente hasta que el Islam cobró fuerza en África, entre los siglos VII y VIII. Esta doctrina fue condenada sin éxito en el concilio de Arles del año 314, y luego enérgicamente por Agustín de Hipona, que pidió las máximas penas para los donatistas calificándolos de apóstatas, (según la Historia criminal del cristianismo de K.H. Deschner, vol. II) aunque sobrevivió hasta la invasión árabe musulmana, en el siglo VII.
Movimiento social
El donatismo encontró un amplio apoyo entre los grupos sociales más desfavorecidos, en especial entre los obreros agrícolas, que en varias ocasiones se rebelaron no sólo contra la Iglesia "oficial" sino contra el propio poder imperial romano. Esto fue lo que relató el obispo Optato de Milev:
Cuando estos individuos... vagabundeaban de lugar en lugar y Axido y Fasir se hacían llamar jefes de los santos por esos miserables, nadie estaba tranquilo por lo relativo a sus propiedades. Los justificantes de deudas dejaban de tener valor, entonces un acreedor no podía exigir el pago de lo que se le debía. Todo el mundo estaba atemorizado por las las cartas de los que se jactaban de ser jefes de los santos. Si se tardaba en obedecer sus órdenes, una banda delirante caía sobre los acreedores y, precedida por el terror que inspiraba, los rodeaba de peligros. Así, los que en razón de sus préstamos hubiesen podido exigir, se veían obligados, por temor a morir, a humillarse adoptando un papel de suplicantes. Cada cual se apresuraba a renunciar a sus deudas, incluso las importantes, y se consideraba una ganancia haber escapado a los golpes. Los caminos no eran seguros: los señores, arrojados de sus carruajes, corrían como esclavos ante sus propios criados, sentados en el lugar de sus amos. Por decisión y orden suyas, la situación de amos y esclavos estaba invertida. La historiadora francesa Claude Mossé considera que el movimiento no buscaba una organización nueva de la sociedad como lo demostraría la última frase, «la situación entre amos y esclavos estaba invertida», que responde más a unas saturnales que a una ideología antiesclavista. Para los rebeldes el reino de Dios no era de este mundo y los propios obispos donatistas, que «no veían con buenos ojos los aliados temibles en los que a veces tenían que apoyarse», «no pensaban poner la doctrina cristiana al servicio de una revolución social o política».
Euquites
Los euquites o mesalianos fueron una secta cristiana, mencionados por primera vez hacia 370 d. C. por Efrén de Siria, Epifanio de Salamina, y Jerónimo de Estridón, y condenada como herética por primera vez en un sínodo realizado en 383 d. C. en Side, en la provincia romana de Panfilia, y cuya acta fue citada por Focio. El nombre "mesalianos" viene del siríaco ܡܨܠܝܢܐ, mṣallyānā, que significa "aquel que reza". La traducción al griego, εὐχίτης, euchitēs, significa lo mismo.
Historia
Originalmente instalados en Mesopotamia, el grupo se fue extendiendo hacia Asia menor y la Tracia. La secta continuó existiendo por muchos siglos, influenciando a los bogomilos de Bulgaria, cuyo nombre parece ser una traducción de "mesalianos", y a partir de ellos a la Iglesia de Bosnia, el movimiento patariano y los cátaros.
Hacia el siglo XII d.C., la secta ya había llegado a Bohemia y Alemania y, por una resolución del concilio de Trier (1231 d. C.), fue nuevamente condenada como herética.
Doctrina
La condenación de la secta por Juan Damasceno y por Timoteo de Constantinopla expresó la visión de que la secta abrazaba una especie de materialismo místico. Entre las creencias de la secta se encontrarían:
-La substancia (ousia) de la Trinidad puede ser percibida por los cinco sentidos.
-El Dios triple se transforma en una única hipóstasis (existencia) para poderse unir con las almas de los perfectos.
-Dios toma diferentes formas para poder revelarse a los sentidos.
-Solo estas revelaciones de Dios por los sentidos confieren la perfección a los cristianos.
-El pecado es combatido solo por la oración y no por la iglesia, ni por el bautismo ni por ninguno de los sacramentos, que no tendrían efecto sobre las pasiones y la influencia del mal sobre el alma. De ahí el nombre de la secta, "Aquellos que rezan".
Los mesalianos enseñaban que una vez que la persona había experimentado la substancia de Dios, quedaba liberada de las obligaciones morales y de la disciplina eclesiástica. Tenían también maestros de ambos sexos, los perfecti, que eran honrados como superiores a los clérigos. La secta fue mencionada en las obras de Focio y de los patriarcas de Constantinopla Ático (406 - 425 d. C.), Sisínio (426 - 427 d. C.) y Teodoro de Antioquía. Como era común en la época, sus detractores los acusaban de incesto y canibalismo, entre otros (en Armenia, su nombre pasó a significar "inmundicia"), aunque actualmente se considera que las acusaciones eran exageradas.
El donatismo encontró un amplio apoyo entre los grupos sociales más desfavorecidos, en especial entre los obreros agrícolas, que en varias ocasiones se rebelaron no sólo contra la Iglesia "oficial" sino contra el propio poder imperial romano. Esto fue lo que relató el obispo Optato de Milev:
Cuando estos individuos... vagabundeaban de lugar en lugar y Axido y Fasir se hacían llamar jefes de los santos por esos miserables, nadie estaba tranquilo por lo relativo a sus propiedades. Los justificantes de deudas dejaban de tener valor, entonces un acreedor no podía exigir el pago de lo que se le debía. Todo el mundo estaba atemorizado por las las cartas de los que se jactaban de ser jefes de los santos. Si se tardaba en obedecer sus órdenes, una banda delirante caía sobre los acreedores y, precedida por el terror que inspiraba, los rodeaba de peligros. Así, los que en razón de sus préstamos hubiesen podido exigir, se veían obligados, por temor a morir, a humillarse adoptando un papel de suplicantes. Cada cual se apresuraba a renunciar a sus deudas, incluso las importantes, y se consideraba una ganancia haber escapado a los golpes. Los caminos no eran seguros: los señores, arrojados de sus carruajes, corrían como esclavos ante sus propios criados, sentados en el lugar de sus amos. Por decisión y orden suyas, la situación de amos y esclavos estaba invertida. La historiadora francesa Claude Mossé considera que el movimiento no buscaba una organización nueva de la sociedad como lo demostraría la última frase, «la situación entre amos y esclavos estaba invertida», que responde más a unas saturnales que a una ideología antiesclavista. Para los rebeldes el reino de Dios no era de este mundo y los propios obispos donatistas, que «no veían con buenos ojos los aliados temibles en los que a veces tenían que apoyarse», «no pensaban poner la doctrina cristiana al servicio de una revolución social o política».
Euquites
Los euquites o mesalianos fueron una secta cristiana, mencionados por primera vez hacia 370 d. C. por Efrén de Siria, Epifanio de Salamina, y Jerónimo de Estridón, y condenada como herética por primera vez en un sínodo realizado en 383 d. C. en Side, en la provincia romana de Panfilia, y cuya acta fue citada por Focio. El nombre "mesalianos" viene del siríaco ܡܨܠܝܢܐ, mṣallyānā, que significa "aquel que reza". La traducción al griego, εὐχίτης, euchitēs, significa lo mismo.
Historia
Originalmente instalados en Mesopotamia, el grupo se fue extendiendo hacia Asia menor y la Tracia. La secta continuó existiendo por muchos siglos, influenciando a los bogomilos de Bulgaria, cuyo nombre parece ser una traducción de "mesalianos", y a partir de ellos a la Iglesia de Bosnia, el movimiento patariano y los cátaros.
Hacia el siglo XII d.C., la secta ya había llegado a Bohemia y Alemania y, por una resolución del concilio de Trier (1231 d. C.), fue nuevamente condenada como herética.
Doctrina
La condenación de la secta por Juan Damasceno y por Timoteo de Constantinopla expresó la visión de que la secta abrazaba una especie de materialismo místico. Entre las creencias de la secta se encontrarían:
-La substancia (ousia) de la Trinidad puede ser percibida por los cinco sentidos.
-El Dios triple se transforma en una única hipóstasis (existencia) para poderse unir con las almas de los perfectos.
-Dios toma diferentes formas para poder revelarse a los sentidos.
-Solo estas revelaciones de Dios por los sentidos confieren la perfección a los cristianos.
-El pecado es combatido solo por la oración y no por la iglesia, ni por el bautismo ni por ninguno de los sacramentos, que no tendrían efecto sobre las pasiones y la influencia del mal sobre el alma. De ahí el nombre de la secta, "Aquellos que rezan".
Los mesalianos enseñaban que una vez que la persona había experimentado la substancia de Dios, quedaba liberada de las obligaciones morales y de la disciplina eclesiástica. Tenían también maestros de ambos sexos, los perfecti, que eran honrados como superiores a los clérigos. La secta fue mencionada en las obras de Focio y de los patriarcas de Constantinopla Ático (406 - 425 d. C.), Sisínio (426 - 427 d. C.) y Teodoro de Antioquía. Como era común en la época, sus detractores los acusaban de incesto y canibalismo, entre otros (en Armenia, su nombre pasó a significar "inmundicia"), aunque actualmente se considera que las acusaciones eran exageradas.
Coliridianos
Las coliridianas (del latín collyris 'bollo, pan, torta') fueron una secta religiosa gnóstica de origen cristiano del siglo IV, integrada fundamentalmente por mujeres de origen tracio o escita que daban a la Virgen María culto como si de una diosa se tratase. Se ubicaban en Arabia, además de admitir sacerdotisas. Es asociada con el culto a Astarté, diosa fenicia, muy extendido en la zona, y a la cual se le ofrecían, además de otras ofrendas, panes por las mujeres.[cita requerida]
Doctrina
San Epifanio hace mención de ellas, diciendo que las mujeres de Arabia se reunían en un día determinado para tributar a la Virgen; un «culto insensato» que consistía principalmente en el ofrecimiento de una torta que después ellas se comían.
Pues ciertas mujeres decoran una silla de barbero o un asiento cuadrado, extienden un paño sobre él, colocan pan y lo ofrecen en nombre de María en un determinado día del año, y todas participan del pan, como ya traté parcialmente en mi misma carta a Arabia. Ahora, sin embargo, hablaré claramente de ello y, con la oración a Dios, daré las mejores refutaciones que pueda, para arrancar las raíces de esta secta idólatra y, con la ayuda de Dios, poder curar a ciertas personas de esta locura.(…)
Epifanio, comparó sus prácticas con las descritas en Jeremías, parafraseando: Pero de nuevo, estas mujeres están "renovando la poción para Fortuna y preparando la mesa para el demonio y no para Dios, como dice la escritura. Y beben bebidas impías como dice la palabra de Dios: "Y las mujeres muelen harina, y sus hijos recogen leña para hacer tortas para el ejército del cielo." Tales mujeres deben ser silenciadas por Jeremías, y no asustar al mundo. No deben decir: "Honramos a la reina del cielo". «Los hijos recogen la leña, los padres encienden el fuego, las mujeres preparan la masa para hacer tortas a la reina del cielo, y derraman libaciones a otros dioses para ofenderme.» - Jeremías 7:18
«En cuanto al mensaje que nos has hablado en el nombre del SEÑOR, no vamos a escucharte, sino que ciertamente cumpliremos toda palabra que ha salido de nuestra boca, y quemaremos sacrificios a la reina del cielo, derramándole libaciones, como hacíamos nosotros, nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Entonces teníamos bastante alimento, prosperábamos y no veíamos mal alguno. Pero desde que dejamos de quemar sacrificios a la reina del cielo y derramarle libaciones, carecemos de todo, y por la espada y por el hambre hemos sido acabados. Y, dijeron las mujeres, cuando nosotras quemábamos sacrificios a la reina del cielo y le derramábamos libaciones, ¿acaso sin saberlo nuestros maridos le hacíamos tortas en su imagen y le derramábamos libaciones?» - Jeremías 44:16-19
«Así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: "Vosotros y vuestras mujeres habéis hablado con vuestra boca y lo habéis realizado con vuestras manos, diciendo: 'Ciertamente cumpliremos los votos que hemos hecho de quemar sacrificios a la reina del cielo y de derramarle libaciones.' ¡Id a cumplir vuestros votos! ¡Poned por obra vuestros votos!"» - Jeremías 44:25
La profesora Naomi Janowitz, en Envy of Maternal Functions in Sacrifice Rituals, sugiere una conexión entre las prácticas coliridianas y el postre asquenazí Hamantash.
Basnage, en su Historia de la Iglesia, trató esta herejía, inclinándose a pensar que la adoración se hacía en términos de «honrar, manifestar respeto», y no como San Epifanio la veía. A tal efecto enumera los distintos tipos de adoraciones que son posibles, donde incluye la de Dios, y luego como cultos inferiores y subordinados a los ángeles y a la misma Virgen María u otras personas vivientes. Cuando la Iglesia consideró la adoración como un culto supremo, establecieron que esta sólo era posible en Dios, y que a los demás se les «honra», mas no adora.
Abate Bergier, en su Diccionario enciclopédico de Teología afirmó que: Si las mujeres de la Arabia no hubieran ofrecido aquellas tortas a la Santísima Virgen sino para suplicarle que diese a Dios las gracias porque se digna alimentar a los hombres, semejante práctica hubiera sido bien inocente, pues por ella solo hubieran reconocido en María un poder de intercesión. Mas si se las ofrecían persuadidas de que la Madre de Dios es la que, por su propio poder, alimenta a los hombres, y con intención de pedirle la continuación de este beneficio, entonces sería supersticioso e idolátrico semejante culto, como procedente del mismo motivo, porque los paganos hacían ofrendas a sus dioses
Historicidad
Aunque los estudiosos feministas y marianos han querido sacar mucho partido de esta afirmación, Epifanio es el único heresiólogo primitivo que nombra a los coliridianos, y las referencias posteriores parecen derivar de él, más que tener un valor independiente.
El historiador Geoffrey Ashe afirmó que los coliridianos probablemente fueron la punta de una Iglesia mariana muy extendida que coexistió con la Iglesia oficial durante los cuatro primeros siglos de la era cristiana. Sin embargo, ser ignorada por autores que comentaron sobre las primeras herejías aparte de Epifanio de Salamina hace bastante implausible este hecho. A pesar de todo esto, Michael Carrol, en The cult of the Virgin Mary; pycological origins, hace una observación sobre la posible relación de esta secta con los montanistas, también llamados «pepuzianos», ya que también admitían sacerdotisas, incluso en obispados. Pese a que no existe registro de que ellos practicaran la adoración mariana, múltiples características ideológicas similares son compartidas.
En primer lugar, Virgen parece haber sido un rango formal entre los pepuzianos y fue un título ostentado tanto por Priscila como por Maximila. En segundo lugar, Pepuza fue identificada como la Nueva Jerusalén porque fue en dicha ciudad donde Cristo se apareció a Priscila en sueños en la forma de mujer. Además, sabemos que durante sus ceremonias los pepuzanos rezaban a Eva, ampliamente considerada en la Iglesia oriental como la precursora de María. Finalmente, Eusebio menciona a Debeltum y Anchialus (ciudades de Tracia) como zonas activas en las cuales Priscila profetizaba.
Una de las ventajas de identificar a los coliridianos como derivados de la tradición montanista es que nos permite explicar la ausencia de referencias anteriores a estos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Comentar