Sana Doctrina

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, Judas 1:3 Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.

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domingo, 11 de febrero de 2018

Concilios II: Nacionales

Diócesis asistentes a los concilios de Orleans (533) y Clermont (535)

Los Concilios Nacionales
Los concilios nacionales o plenarios. Son convocados con autorización papal y en ellos sólo participa el episcopado de un continente, estado o región. Entre ellos están los concilios (nacionales) de Toledo, que fueron juntas de prelados y magnates durante la dominación visigoda, que se celebraron en dicha ciudad para tratar asuntos eclesiásticos y militares. Los concilios provinciales. Son convocados por el obispo metropolitano de la diócesis provincial correspondiente, se celebran periódicamente cada veinte años, y en ellos participan los titulares de oficios eclesiásticos de la diócesis. Lista de concilios nacionales o plenarios:

Siglo III
251 : Concilio de Cartago.
262 : Concilio de Roma.
264 : Concilio de Antioquía.
268 : Concilio de Antioquía.
269 : Concilio de Antioquía.
290 : Concilio de Cartago.

Siglo IV
305 : Concilio de Alejandria.
305 o 306 : Concilio de Elvira.
314 : Concilio de Ancyre.
314 : Concilio de Arlés.
325 : Concilio de Antioquía.
340 : Concilio de Alejandría.
341 : Concilio de Antioquía.
343 : Concilio de Sárdica.
350 : Concilio de Córdoba.
351 : Concilio de Sirmio.
353 : Concilio de Arlés.
356 : Concilio de Béziers.
357 : Concilio de Sirmio.
359 : Concilio de Rimini.
361 : Concilio de París.
362 : Concilio de Alejandría.
367 : Concilio de Coria.
368 : Concilio de Toledo.
374 : Concilio de Valence
379 : Concilio de Antioquía.
380 : Concilio de Zaragoza.
381 : Concilio de Aquilea.
382 : Concilio de Roma.
390 : Concilio de Cartago.
397 : I Concilio de Toledo

Siglo V
411 ó 412 : Concilio de Cartago.
414 : Concilio de Jerusalén.
414 ó 415 : Concilio de Dióspolis.
415 : Sínodo de Jerusalén.
416 : Concilio de Mileve.
416 : Concilio de Cartago.
418 : Concilio de Cartago.
441 : Concilio de Orange.
490- 502 : Concilio de Arlés.

Siglo VI
506 : Concilio de Agde.
511 : Primer Concilio de Orleans
516 : Concilio de Tarragona.
517 : Concilio de Épaone.
527 : II Concilio de Toledo
529 : Concilio de Orange.
535 : Concilio de Clermont.
546 : Concilio de Lérida.
548 : Concilio de Valencia.
549 : Concilio de Orleans.
551 : Concilio de Auch.
561 : Concilio de Braga
569 : Concilio de Lugo.
572 : II Concilio de Braga.
589 : III Concilio de Toledo.
592 : II Concilio de Zaragoza.

Siglo VII
618-619 : II Concilio de Sevilla.
625 : III Concilio de Sevilla.
633 : IV Concilio de Toledo
636 : V Concilio de Toledo
638 : VI Concilio de Toledo
646 : VII Concilio de Toledo
649 : Concilio de Letrán.
653 : VIII Concilio de Toledo
655 : IX Concilio de Toledo
666 : Concilio de Mérida.
675 : XI Concilio de Toledo
681 : XII Concilio de Toledo.
683 : XIII Concilio de Toledo.
684 : XIV Concilio de Toledo
688 : XV Concilio de Toledo.
691 : III Concilio de Zaragoza.
693 : XVI Concilio de Toledo.
694 : XVII Concilio de Toledo.

Siglo VIII
702 : Concilio de Toledo
754 : Concilio de Quierzy-sur-Oise.
769 : Concilio de Letrán.
784 : Concilio de Sevilla.
794 : Concilio de Francfort.

Siglo IX
809 : Concilio de Aquisgrán.
813 : Concilio de Tours.
817 : Concilio de Aquisgrán.
818-819 : Concilio de Aquisgrán.
897 : Concilio de Roma.

Siglo X
909 : Concilio de Trosly.

Siglo XI
1012 : Concilio de León.
1028 : Concilio de Charroux.
1041 : Concilio de Niza.
1054 : Concilio de Narbona.
1059 : Concilio de Roma.
1068 : Concilio de Gerona.
1071 : Concilio de Jaca.
1078 : Concilio de Gerona.
1080 : Concilio de Burgos.
1080 : Concilio de Avignon.
1091 : Concilio de León.
1092 : Concilio de Husillos.
1095 : Concilio de Clermont.

Siglo XII
1101 : Concilio de Gerona.
1104 : Concilio de Husillos.
1107 : Concilio de Troyes.
1121 : Concilio de Soissons.
1129 : Concilio de Palencia
1130 : Concilio de Carrión
1134 : Concilio de Tarragona.
1140 : Concilio de Sens.
1155 : Concilio de Valladolid.
1181 : Concilio de Tarragona.

Siglo XIII
1206 : Concilio de Montpellier.
1207 : Concilio de Tolosa.
1209 : Concilio de Aviñón.
1226 : Concilio de Paris.
1227 : Concilio de Narbona.
1229 : Concilio de Tolosa o Concilio Provincial de Tolosa.
1233 : Concilio de Tarragona.
1242 : Concilio de Tarragona.
1245 : Concilio de Letrán.
1267 : Concilio de Viena.
1278-1280 : IV Concilio de Braga.
1282 : Concilio de Aviñón.
1284 : IV Concilio de Nimes.
1286 : Concilio de Ravena.

Siglo XIV
1301 : V Concilio de Braga.
1302 : Concilio de Penafiel.
1307 : Concilio de Salamanca.
1307 : Concilio de Viena.
1311 : IX Concilio de Ravena.
1312 : Concilio de Tarragona.
1322 : Concilio de Valladolid.
1381 : Concilio de Zaragoza.
1388 : Concilio de Palencia.

Siglo XV
1409 : Concilio de Pisa.
1423 : Concilio de Pavia.

Siglo XVI
1509 : Concilio de Avignon.
1537 : IX Concilio de Braga.
1552 : I Concilio de Lima.
1555 : Primer Concilio Provincial de México.
1564 : Concilio de Reims.
1567 : II Concilio de Lima.
1582-1583 : III Concilio de Lima.
1583 : Concílio de Reims.

Principales Ponentes en el Concilio
Alejandro de Alejandria (Alejandría, 250 - ibídem, 326)
Nombrado Obispo de Alejandria en el 313 con el nombre de (Ἀλέξανδρος), para suceder a San Achilla de Alejandría, y se mantuvo en dicho cargo hasta su muerte. Fue el décimonoveno patriarca de Alejandría título que precede al de papa de la Iglesia copta o patriarca de la Iglesia ortodoxa, previo al cisma del año 457. 

Alejandro es conocido por su doctrina apostólica y una de sus sus acciones más destacadas fue ordenar a un joven diácono de nombre Atanasio, que más tarde sería célebre y admirado en toda la cristiandad. Alejandro aunque fue gentil con los arrianos, también fue determinado. Muchos lo acusan de haber comprometido la posición de la Iglesia, aunque otros autores afirman que fue impetuoso a causa de su posición irreductible.

Durante mucho tiempo se dirigió a Arrio intentando convencerlo de su error antes de su excomunión, en el 321. La excomunión fue confirmada en el Sínodo de Alexandria. Su Circular Episcopal sobre la herejía arriana sobrevivió al tiempo que es una parte importante de la literatura eclesiástica de aquel período. Falleció en Alejandría en el año 326, según algunas tradiciones el 26 de febrero, y habiendo nombrado a San Atanasio de Alejandría como su sucesor.

Atanasio (296 - 2 de mayo del año 373.)
(En griego, Ἀθανάσιος Ἀλεξανδρείας [Athanásios Alexandrías]) fue obispo de Alejandría.
Se considera santo en la Iglesia copta, en la Iglesia católica, en la Iglesia ortodoxa y en la Iglesia anglicana, además de doctor de la Iglesia católica y padre de la Iglesia Oriental.

También llamado San Atanasio el Grande o Atanasio de Alejandría. Acudió a Nicea como compañero y diácono del entonces patriarca de Alejandría, Alejandro y contribuyó a definir la consustancialidad del Padre y del Hijo divinos y la condenación de Arrio. Elegido patriarca (328), mantuvo contra viento y marea la fidelidad a las decisiones del concilio, lo cual le valió ser condenado, depuesto y desterrado cinco veces a lo largo de su vida, tras ser reintegrado a su sede otras tantas, siguiendo los avatares de tiempos y emperadores, favorables o no al arrianismo. Al fin, logró residir en su sede hasta morir en ella.

Autor capital y admirado en la historia del dogma, escribió numerosas obras sobre las controversias arrianas, como su Discurso sobre la Encarnación del Verbo; es autor también del documento más importante sobre el monacato cristiano, la Vida de san Antonio. Hombre de carácter impetuoso y tenaz, tuvo amigos entusiastas y enemigos encarnizados; en su fe, alimentada por un misticismo fervoroso y por una rígida moral, se preocupó ante todo de defender la realidad de la Redención por la encarnación de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, y la independencia de la Iglesia de la autoridad política. Fue el duro y tenaz luchador que requerían el tiempo y las circunstancias.

Brioso y hábil polemista, Atanasio se mostró muy firme en la defensa de la consubstancialidad del Verbo encarnado en Dios Padre, uniéndose a una naturaleza humana completa en Jesucristo.
Por ello se separó tanto de Marcelo como de Apolinar de Laodicea apenas vio el carácter heterodoxo de sus doctrinas, pese a que defendieran también el término "consubstancial"; y, alrededor del 362, se acercó a Basilio, Gregorio Niceno y a Gregorio Nacianceno, admitiendo que podían usarse otros términos además de aquel que se discutía, con tal de que quedara claramente establecida la identidad de esencia.

Admitió también el uso, en el sentido de "persona", de la palabra "hipóstasis" (en latín "substancia"), empleada por él hasta entonces como sinónimo de "usia" ("esencia"), y sostuvo contra los macedonianos la consubstancialidad del Espíritu Santo con las otras dos Personas divinas.

Escribió mucho a pesar de la dureza de su vida. Sus escritos apologéticos son Contra los paganos y encarnación del verbo, donde expone razones a favor de la encarnación, rechaza el politeísmo y el paganismo. En los Discursos contra los arrianos tiene un capítulo en que expone esta posición y defiende las tesis de Nicea. Interesante es notar que nunca se refiere en sus escritos al alma humana de Cristo, argumento que le habría sido de utilidad en sus disputas con los arrianos.

Otras obras son:
Apología contra los arrianos
Epístola sobre los decretos del concilio de Nicea (Defiende la homousios (consubstancialidad) del Padre y el Hijo)
Historia de los arrianos (A petición de los monjes entre los que se había refugiado)
Carta sobre los sínodos (celebrados en Rimini (Italia) y Selencia)
Carta en nombre de los concilios.
Cuatro cartas a Serapión (trata la divinidad del Espíritu Santo)
También tiene obras exegéticas con el tema de la virginidad.

Arrió
Obispo de Alejandría, probablemente de origen libio, cuyas doctrinas dieron origen al arrianismo (?, h. 256 - ?, 336). Su doctrina, considerada herética por la Iglesia, negaba la divinidad de Jesucristo, pues Dios Padre existía antes que él y le había creado de la nada. Arrio, ordenado presbítero en el año 311, elaboró esa doctrina a partir de la de Pablo de Samosata, obispo de Antioquía. Su predicación le condujo a ser excomulgado por el patriarca Alejandro de Alejandria en el 319.

Sin embargo, el aumento de sus seguidores llevó al emperador Constantino a convocar un concilio ecuménico en Nicea (325), que, bajo la influencia de Anastasio (nuevo patriarca de Alejandría), proclamó el dogma católico de la consustancialidad del Padre y el Hijo en un único Dios. Constantino envió a Arrio al exilio, autorizándole a regresar tres años más tarde, quizá por influencia de algunos personajes arrianos de la corte. A partir de entonces, el arrianismo gozó de cierta protección oficial, permitiéndose incluso deponer a Anastasio del Patriarcado de Alejandría y enviarle al exilio, al tiempo que se iniciaba la persecución de los defensores de la doctrina de Nicea (335).

La muerte de Arrio al año siguiente no detuvo la expansión de su doctrina: un nuevo emperador de Oriente, Constancio II (337-361), se declaró abiertamente arriano, mientras que su hermano Constante, emperador de Occidente, defendía el catolicismo; la muerte de Constante en el 350 dejó a Constancio como emperador único, decidido a impulsar el arrianismo y perseguir la fe católica (Sínodo de Sirmium, 351; Concilio de Arlès, 353; Concilio de Milán, 355).

La herejía arriana comenzó entonces a disgregarse en varias tendencias con diferentes doctrinas cristológicas más o menos radicales. Su influencia empezó a declinar con la labor de Anastasio y de Ambrosio, obispo de Milán; y se extinguió con el acceso al Trono imperial de Teodosio (379), el cual dio un edicto en el que calificaba a los arrianos de herejes y de «insensatos extravagantes» (380).

Finalmente, el arrianismo fue condenado por el Concilio de Constantinopla de 381, que prácticamente lo eliminó dentro del Imperio; siguió siendo importante entre los pueblos germánicos que invadieron el Imperio y que, progresivamente, irían abandonando el arrianismo para pasarse a la fe católica y obtener así el apoyo de la Iglesia: ostrogodos, visigodos, vándalos, burgundios y lombardos fueron arrianos en algún momento, estos últimos hasta el siglo VII.

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¿Lee libremente la biblia?
Por su importancia como institución religiosa, y por su gran influencia en los pueblos de habla hispana, es justo considerar la evolución de la importancia de la Palabra de Dios antes de la Reforma Protestante y después de la Reforma Protestante. Sin lugar a dudas, la Reforma Protestante marcó un antes y un después en muchos aspectos del cristianismo en Occidente.

Antes de la Reforma Protestante
El papa y los concilios de la iglesia romana dicen que el hombre ordinario corre el peligro de caer en error, leyendo la Biblia por sí mismo; pero nuestro Señor afirma que el peligro de extraviarse está en no leer la Biblia. ¿A quién debemos obedecer, a Dios o al hombre? La respuesta la da el apóstol Pedro“Es menester obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29).
¿O sera que debemos leerla con prudencia y madures?

“LA IGLESIA CATÓLICO-ROMANA no desea que el común del pueblo lea la Biblia.”
Esta afirmación ha de ser objetada y negada inmediatamente, y para ello se aducirán citas de papas y otras autoridades eclesiásticas para rechazarla. En la página del título de la versión católico-romana de la Biblia en inglés, con fecha de abril de 1778 , aparece, por ejemplo, una carta del Papa Pío VI al Arzobispo de Florencia, en la que urge a los católicos a que lean la Biblia. Dice así:

“En tiempos en que están circulando aun entre personas iletradas con gran destrucción de las almas, muchos libros que atacan descaradamente la religión católica, Ud. juzga muy acertadamente que se debería exhortar a los fieles a leer las Santas Escrituras, porque ellas constituyen la fuente más abundante, que debería estar abierta para todos, para que de ellas saquen pureza de costumbres y de doctrina, y para exterminar los errores que tanto se extienden en estos corrompidos tiempos.”

Frente a esta tan hermosa declaración deben colocarse, sin embargo, los hechos históricos tanto antiguos como modernos.



El Concilio de Tolón en 1239 prohibió de hecho que los laicos poseyeran alguno de los libros de la Biblia, fuera del salterio y el breviario (este último contiene los rezos que deben hacer los sacerdotes y en ellos hay algunas porciones de la Escritura), y prohibió terminantemente que fueran traducidos a la lengua popular.

Trescientos años más tarde fue renovada esta prohibición en el índice de libros prohibidos preparado por orden del Concilio de Trento, que dice: "Habiendo demostrado la experiencia que, si se permite circular indiscriminadamente por todas partes en la lengua del pueblo los libros sagrados, puede resultar más daño que provecho a causa de la imprudencia de los hombres en este respecto, deben someterse al juicio del obispo o inquisidor, los que permitirán la lectura de estos libros traducidos por autores católicos a la lengua del pueblo a aquellos que juzguen capaces de derivar de su lectura no pérdida, sino aumento en la fe y en la piedad. Esta licencia debe tenerse por escrito, y si alguno osara leerlos o tenerlos en su poder sin esta licencia no podrá recibir la absolución de su pecado hasta que haya devuelto los libros al ordinario. Los libreros que los hayan vendido o entregado en cualquier otra forma . . . perderán el valor de dichos libros en favor del obispo.”

De esta manera, según el decreto del Concilio de Trento, que anatematizó a los que se negaran a reconocer sus decisiones como infalibles, y por consiguiente inmutables, no pueden leer las Escrituras más que aquellas personas que el obispo juzgue idóneas, y esto sólo cuando tengan licencia escrita para ello. En tiempos posteriores el Papa León XII, en una encíclica fechada el 3 de mayo de 1824, escribe:

“Vosotros sabéis, venerables hermanos, que cierta sociedad llamada Sociedad Bíblica anda con descaro por todo el mundo, la cual sociedad, en contra del conocido decreto del Concilio de Trento, trabaja con todo su poder y por todos los medios para traducir, mejor dicho pervertir, las Santas Escrituras a la lengua popular de cada país… Cumpliendo nuestro deber apostólico, os exhortamos a que apartéis vuestro rebaño de estos pastos venenosos.”

Los obispos católico-romanos de Irlanda entregaron dicha encíclica a sus sacerdotes con una carta explicatoria, de la que extractamos lo siguiente: “Nuestro santo padre recomienda a los fieles la observancia de la regla de la Congregación del Indice, que prohíbe el uso de las Sagradas Escrituras en la lengua del pueblo sin la aprobación de las autoridades competentes. Su santidad advierte sabiamente que ha notado que resulta más mal que bien del uso indiscriminado de las Escrituras a causa de la malicia o debilidad de los hombres… .

Por eso, queridos hermanos, tales libros han sido y serán siempre execrados por la iglesia católica, y esta es la razón por la que con frecuencia ha ordenado que sean entregados a las llamas.” Con el respaldo de tal autoridad no es de extrañar que las Biblias hayan sido confiscadas y quemadas en el pasado. Esto se sigue haciendo aun hoy mismo en los países en que la iglesia romana tiene suficiente autoridad. Tal acción no seria tolerada en países protestantes, en los que Roma tiene que ceder ante la opinión ilustrada, pero en el fondo ella se resiste todavía a colocar la Biblia en las manos del común del pueblo, como lo demuestra la siguiente declaración del Cardenal Wiseman: “Aunque las Escrituras sean permitidas aquí, no urgimos al pueblo a que las lea, ni los exhortamos a que lo hagan; no las propagamos todo lo que podemos. Ciertamente que no.”

La costumbre establecida en la iglesia romana es publicar la Biblia con notas, para que el que las lea conozca el sentido que ella da a sus doctrinas. La carta encíclica de Pío IX, publicada el 8 de diciembre de 1849, dice: “Refiriéndome especialmente a las Santas Escrituras, se debe recordar encarecidamente a los fieles a su cargo que ninguna persona tiene base para confiar en su propio juicio en cuanto a lo que sea su verdadero sentido, si éste se opone a la santa madre iglesia, que es la única que ha recibido la comisión de Cristo de vigilar por la fe que le ha sido encomendada y decidir sobre el verdadero sentido e interpretación de los escritos sagrados.”

Por lo dicho se deja ver que, aunque la iglesia católico-romana reconoce la inspiración divina de las Santas Escrituras, no tienen éstas la autoridad final, sino la iglesia romana, que es la única que tiene el derecho de decidir e interpretar su significado. Las mismas Escrituras demuestran claramente que tienen el derecho de ser colocadas en las manos del pueblo, y por eso las autoridades papales las han prohibido, pues las enseñanzas de la Biblia y las doctrinas de Roma son diametralmente opuestas. 

Recurramos a la misma Biblia
Libro de Éxodo 34:27-29
27 Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel. 28 Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos. 29 Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios.

En los tiempos del Antiguo Testamento todo el pueblo de Israel se reunió en el Sinaí para escuchar la voz de Dios. 

Libro de Deuteronomio 31:12-13
12 Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley; 13 y los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella. 

Moisés había recibido de Dios la orden de escribir todos los mandamientos que había recibido de él. Este escrito debía ser leído en alta voz en los oídos de todo el pueblo cada séptimo año durante la Fiesta de los Tabernáculos. 

Libro de Nehemías 8:18 Y leyó Esdras en el libro de la ley de Dios cada día, desde el primer día hasta el postrero 

Libro de Josue 1:7-8, Josué recibió orden de meditar en esta ley escrita del Señor día y noche para que aprendiera a obrar conforme a todo lo que estaba escrito en ella. “Nunca se apartará de tu boca,” dijo el Señor, lo que significaba que los mandatos que él diera al pueblo debían ser ordenados por el.

Libro de Deuteronomio 6:6-9
6 Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. 8 Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; 9 y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas. 

Libro de Deuteronomio 11:18-20
18 Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis como señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. 19 Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes, 20 y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas; 

Estos pasajes demuestran cómo el pueblo de Israel debía conocer, y familiarizarse, y tener presente en todos los actos de su vida diaria la Palabra de Dios, primeramente en su forma oral y después en forma escrita como cabeza de las Escrituras del Antiguo Testamento.

Libro de Deuteronomio 17:18-19
18 Y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas; 19 y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida, para que aprenda a temer a Jehová su Dios, para guardar todas las palabras de esta ley y estos estatutos, para ponerlos por obra; 

Al transformarse la teocracia en monarquía, todos los nuevos reyes, al subir al trono, debían hacer una copia del Libro de la Ley para su propio uso.

Los Salmos demuestran abundantemente que el pueblo escogido de Dios estaba familiarizado con las partes del canon del Antiguo Testamento que entonces existían, y que eran consideradas como el centro de su vida nacional, como norma de fe y conducta.

Libro de los Salmos 1:1-3 
1 Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; 2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. 3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará.

Describe la bienaventuranza del hombre que se deleita en la ley del Señor y que medita en ella de día y de noche.
El tal es como un árbol plantado junto a arroyos de agua, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae.

El Capitulo 119 habla de la perfección de la ley de Dios y de sus resultados prácticos en las vidas de los que la guardan. 
Es mejor que el oro, más dulce que la miel, que ilumina, corrige y premia.
El Capitulo 119 menciona la Palabra de Dios en casi todos sus 176 versículos en una forma u otra, por ejemplo: En el versículo 9: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra.”
En el versículo 11: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.”
En el versículo 16: “Recrearéme en tus estatutos: no me olvidaré de tus palabras.”
En el versículo 104: “De tus mandamientos he adquirido inteligencia: por tanto he aborrecido todo camino de mentira.”
En el versículo 105: “Lámpara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino.”

Viniendo a los tiempos del Nuevo Testamento encontramos que nuestro mismo Señor, siendo niño, crecía en sabiduría en tal forma que su conocimiento de las Escrituras del Antiguo Testamento causó la admiración de los doctores en el templo (Lucas 2:46- 47)Su mente estuvo saturada de las Escrituras aun en esta tierna edad. Cuando más adelante se encontró con el tentador en el desierto, pudo echar mano al momento a la Escritura más adecuada a su necesidad, y arrojó fuera al demonio repitiéndole tres veces el “Está escrito” (Mateo 4:1-11). Nuestro Señor nunca reprendió a los judíos de su tiempo por leer las Escrituras, sino por negarse a obedecer lo que en ellas leían.

Evangelio de Juan 5:39 Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 

Cuando Los Saduceos se burlaron de La Resurrección, les dijo: “Errais, ignorando las Escrituras” (Mateo 22:29). 

Pablo encontró en Listra a un joven discípulo llamado Timoteo, hijo de madre Judia y de padre griego, al que tomó como compañero de sus trabajos. A este joven dirigió Pablo dos de sus cartas, escritas en los últimos años de su vida. 

2 Carta a Timoteo 3:15 y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. 

Las Santas Escrituras, que Timoteo había conocido desde su infancia, no le habían conducido al error, sino al conocimiento de la salvación en Jesucristo. ¿Cómo había recibido él tan pronto ese conocimiento de las Escrituras del Antiguo Testamento? 

La respuesta la encontramos en 2 Timoteo 1:5. Es obvio que lo recibió de su madre Eunice y de su abuela Loida.

Citemos un pasaje más. Al oír los judíos de Berea la predicación de Pablo y Silas acerca del Señor Jesucristo, “recibieron la Palabra con todo solicitud.” 

Pero no pararon ahí, sino que recurrieron a las Escrituras del Antiguo Testamento, “escudriñando cada día las Escrituras, si estas cosas eran asé.” Tuvieron las Escrituras en sus manos, las escudriñaron y las tomaron como pauta para asegurarse de la veracidad de la predicación. 
Lejos de ser reprendidos por ello, recibieron recomendación: 

Hechos 17:11-12.
11 Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica,”  pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. 12 Así que creyeron muchos de ellos, y mujeres griegas de distinción, y no pocos hombres.

Todos estos pasajes se refieren a las Escrituras del Antiguo Testamento, y no podía ser de otra manera, pues en aquel tiempo no se había escrito aún el Nuevo Testamento. En ninguna parte de la Biblia se encuentra la más ligera indicación de que las Escrituras del Nuevo Testamento, según fueron escritas más tarde, deberían tratarse en forma diferente de las del Antiguo.

Pedro en su carta (2 Pedro 3:15-16) menciona algunas de las cartas de Pablo, que en aquel tiempo estaban ya en circulación, y las clasifica como “otras Escrituras,” colocándolas a la par con los libros del Antiguo Testamento. La iglesia católico-romana cita este pasaje para probar la necesidad de que la iglesia quite la Biblia de las manos del común del pueblo, porque Pedro dice que algunos indoctos e inconstantes habían torcido los escritos de Pablo o algunas partes de ellos que eran difíciles, para perdición de sé mismos.

Es cierto que Pedro previene contra el peligro de torcer las Escrituras, es decir, tergiversar su significado, pero de ninguna manera advierte a sus lectores contra la lectura de las mismas, o sugiere que solamente el papa o los concilios pueden leerlas e interpretarlas.
Lo que él dice es en:

2 Pedro 3:17-18
17 Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. E inmediatamente continúa diciendo: 18 Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén.

¿Cómo deberían ellos crecer en esta gracia y conocimiento, y cómo podemos hacerlo nosotros? La respuesta está en:

1 Carta de Pedro 2:1-2
1 Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones,
2 desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, 

Nuestro desarrollo y crecimiento espiritual depende de nuestra lectura constante y devota de la Palabra de Dios, con corazones listos a obedecer todos sus preceptos.

Según la Palabra de Dios, uno de los dones del Señor Jesucristo ascendido a su iglesia es el de “maestros” (Efesios 4:11), y todos los hijos de Dios reconocen la ayuda que reciben de la enseñanza de hombres que tienen un mayor conocimiento de la Biblia y una experiencia cristiana más profunda que la suya. En 1 Timoteo 5:17 se nos dice: Los ancianos que gobiernan bien, sean tenidos por dignos de doblada honra; mayormente los que trabajan en predicar y enseñar.

Pero esto dista mucho de la enseñanza que nos niega el acceso libre a las Escrituras, y nos manda buscar en su lugar un intérprete. A todos se nos promete y se nos da un maestro del que la iglesia romana se olvida y lo ignora en la práctica. 
Nuestro Señor dijo a sus discípulos en su discurso en el aposento alto, antes de dejarlos: 

“Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: al Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce: mas vosotros le conocéis; porque esta con vosotros, y será en vosotros” (Juan 14:16.17).

“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho” (Juan 14:26). 

“Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, el os guiará a toda verdad” (Juan 16:13).

La promesa del Espíritu no fue solamente a los apóstoles, sino a todos los creyentes. En el día de Pentecostés él vino sobre las 120 personas que estaban reunidas en Jerusalén (Hechos 1:15, y 2:1-4). 

Esta promesa fue hecha también a los millares que creyeron en aquel día (Hechos 2:38). y extendida a las generaciones de creyentes por nacer, tanto de judíos como de gentiles (Hechos 2:38, 39)
La insistencia de Roma sobre la necesidad de una dirección sacerdotal para leer las Escrituras contradice abiertamente 1 Juan 2:27 que está dirigido a todos los creyentes.

Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él. 

Esto concuerda con lo que Pablo escribió a las iglesias de Corinto y de Tesalónica.

“Como a sabios hablo; juzgad vosotros lo que digo” (1 Corintios 10:15).
“Examinadlo todo; retened lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21).

En ambos pasajes se afirma el derecho y el deber del juicio privado no sólo por Pablo, sino por el mismo Espíritu Santo, que, la misma iglesia romana admite, inspiró estas epístolas. 
Estas exhortaciones no están dirigidas a papas o sacerdotes, que entonces no existían, ni siquiera a los ancianos de la iglesia, sino a todos “los santos y fieles en Cristo.”

Razones de excesos cometidos
Admitimos que hubo algunos sacerdotes que sobrepasaron el límite de la prudencia al prohibir la lectura de la Biblia, no con intención de disminuir su importancia, sino para protegerla.

Martín Lutero tuvo que admitir que sin la Iglesia católica él no hubiera tenido la Biblia (ver su Comentario sobre San Juan, 16)Por siglos, el idioma universal de la Iglesia y del mundo occidental fue el latín. En todas las misas el sacerdote leía la Biblia en este idioma. Cuando el latín dejó de ser el idioma universal en el occidente, por tradición, las lecturas de la Biblia quedaron en latín pero los feligreses tenían los misales con la traducción en su propio idioma. Los que piensan que antes de Martín Lutero no existían traducciones de la Biblia están equivocados. Antes de que él tradujera la Biblia al alemán, la Iglesia tenía ediciones completas o trozos de ella en 26 diferentes lenguas europeas, y en ruso. Por ejemplo, existía la Biblia Héxapla del año 240, la de JerónimoLa Vulgata, del 390. Había además 30 ediciones de la Biblia completa en alemán antes de la versión de Lutero en 1534, 9 siglos antes de que él naciera. Había 62 ediciones de la Biblia, autorizadas por la Iglesia en Hebreo, 22 en griego, 20 en italiano, 26 en francés, 19 en flamenco, dos en español:
La Biblia ALFONSINA (de “Alfonso el Sabio”, 1280) y la Biblia de la Casa de Alba (1430, AT)6 en bohemio y una en eslavo, catalán y checo.

La primera Biblia impresa, fue producida bajo los auspicios de la Iglesia católica- impresa por el inventor católico de la imprenta: Johannes GutenbergLa primera Biblia con capítulos y versículos numerados fue producida por la Iglesia católica, gracias al trabajo del Teologo Stephen Langton, Arzobispo de Canterbury, Inglaterra. Mas Adelante con la reforma Protestante iniciada por Martin Lutero, se uso y abuso de la libre interpretacion de la biblia, apareciendo con ello, diversas sectas y grupos.

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