Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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miércoles, 26 de septiembre de 2018

Los Padres Apostólicos II

Martirio de Policarpo

Clemente de Roma
santo cristiano y 4° Papa de la Iglesia Católica
Clemente de Roma, Clemente Romano o Clemente I fue obispo de Roma y, en tal calidad, la Iglesia católica lo considera como el cuarto papa. Se suele situar la elección de Clemente en el año 88 y su muerte por martirio en el año 97. El Liber Pontificalis le asigna nueve años de episcopado en tiempos de los emperadores Galba y Vespasiano, y el martirio por la fe. Su sucesor fue Evaristo.

Clemente fue uno de los llamados Padres apostólicos por haber recibido y transmitido la predicación directa de los apóstoles de Jesús de Nazaret, ​de lo que se dio noticia, en la lista de obispos compilada por Ireneo de Lyon, quien lo llamó el «tercero después de los Apóstoles» y le dedicó un espacio considerable habiendo conocido a San Pedro y San Pablo.

La cronología de Eusebio de Cesárea (Historia eclesiástica III, 15) y la biografía que trazó Jerónimo de Estridón (Vir. ill. 15) sitúan su muerte en el tercer año de reinado de Trajano, es decir, en el año 101.

Su identificación con el autor de la célebre Epístola a los Corintios, cuyo nombre aparece en la inscriptio en todas las versiones de los manuscritos, es opinión concorde y formulada ya en tiempos muy antiguos.[5]​ Clemente habría gozado del trato con los apóstoles y recibido el elogio de San Pablo por la colaboración prestada a los cristianos de Filipos (Filipenses 4:3​).

En la Iglesia católica se lo venera como santo y mártir, y su festividad se celebra el 23 de noviembre. En Roma existe una antiquísima basílica, la Basílica de San Clemente de Letrán, puesta bajo su advocación.

El Papado
En su obra Contra las herejías, san Ireneo expuso una lista de los obispos romanos, situando a Clemente Romano como el tercer sucesor de los apóstoles Pedro y Pablo: ...Pedro y Pablo, Lino , Anacleto, Clemente, Evaristo. Juan José Ayan, Padres apostólicos

En esta enumeración no aparece citada la palabra «papa». De allí que se haya sugerido que su presentación como «lista papal» no sea del todo correcta en cuanto al sentido del obispado se refiere, sino que se trate de un enunciado ordenado del que se valió el autor para establecer la sucesión apostólica en la Iglesia, tomando como ejemplo la Iglesia de Roma, considerada una de las más estables de aquel tiempo:

Pero como sería demasiado largo enumerar las sucesiones de todas las Iglesias en este volumen, indicaremos sobre todo las de las más antiguas y de todos conocidas, la de la Iglesia fundada y constituida en Roma por los dos gloriosísimos Apóstoles Pedro y Pablo. Ireneo de Lyon, Contra las Herejías​

Esta obra se escribió con el fin de combatir el brote gnóstico que se dio durante todo el siglo II, y que trataba de conquistar las iglesias de todo el Mediterráneo. Ya durante el ministerio episcopal de Clemente de Roma aparecieron los primeros cismas y herejías en la Iglesia: el gnosticismo y el ebionismo.

Eusebio mencionó también a Clemente de Roma como tercer sucesor de San Pedro,​ y encuadró su obispado entre los años 92 al 102.​ Tertuliano escribió que fue consagrado obispo por el mismo apóstol Pedro; Epifanio de Salamis relató que renunció al primado en favor de Lino y Anacleto, primer y segundo sucesor de Pedro, pero que a la muerte de estos recuperó el cargo. Es posible que Clemente conociese a San Pablo, el apóstol de los gentiles, y que haya sido el destinatario del elogio del Apóstol por la colaboración prestada a los filipenses (Filipenses 4:3).​ De hecho, Ireneo de Lyon indicó que «Clemente había visto personalmente a los apóstoles y escuchaba con sus propios oídos la predicación de ellos».

Durante su obispado, en el año 95,​ surgieron levantamientos contra los presbíteros-epíscopos en Corinto. Clemente, como obispo de la Iglesia de Roma, envió a los corintios una carta llamándolos al orden y a la obediencia a sus respectivos pastores evocando conmovedoramente el recuerdo de los apóstoles Pedro y Pablo y comparando la disciplina eclesiástica con la de la legión romana.

Destierro y martirio
Fue desterrado por el emperador Trajano al Quersoneso Táurico (actual Crimea) y condenado a las canteras junto con otros dos mil cristianos. Su carácter de mártir está fundado a partir de una evidencia epigráfica: una dedicatoria fragmentada de fines del siglo IV con el término «martyr» encontrada en el antiguo titulus Clementis, basílica dedicada a Clemente por el papa Siricio, por lo que la noticia de su martirio se remontaría al menos hasta esa época.

La fama extraordinaria de Clemente de Roma, acreditada por la cantidad de escritos pseudoepigráficos que se le atribuyeron, propició también la aparición de algunas leyendas hagiográficas. Una de ellas atribuye a su oración el surgimiento de una fuente de agua. Ante el prodigio muchísimos paganos fueron bauitzados.​ Otro relato cuenta que se negó a adorar a Júpiter, por lo cual fue martirizado arrojándolo al mar, con un ancla al cuello para que sus restos no fueran venerados, sin embargo, el mar devolvió su cadáver a la orilla.

Reliquias
Las reliquias del papa Clemente fueron encontradas, según la leyenda, por Cirilo y Metodio en Korsún, la antigua ciudad de Quersoneso, Crimea, alrededor del año 861. Cirilo, transportó personalmente las reliquias a Roma y se las entregó al papa Adriano II, quien las colocó en la basílica de san Clemente.

No obstante, una parte de las reliquias de san Clemente quedaron en Quersoneso, donde fueron resguardadas en una tumba de mármol de Proconeso. Después de la toma de la ciudad por el príncipe Vladimir el Grande en 988 o 989, las reliquias de San Clemente (junto con su sarcófago) fueron trasladadas a Kiev por su orden, donde reposaron en la Iglesia de los Diezmos y luego en Santa Sofía de Kiev, donde fue sepultado Yaroslav el Sabio.​ Por este motivo, Clemente fue considerado primer protector celestial de la tierra rusa. Estas reliquias fueron llevadas al monasterio de las Cuevas de Kiev. Otra parte, sin embargo, quedó en Crimea, más precisamente en el Monasterio de la cueva Inkerman.

El monumento en homenaje a san Clemente de Roma, ubicado en la bahía de Sebastopol fue erigido a finales de diciembre de 2019 y consagrado el 12 de enero de 2020. También una parte importante de las reliquias de san Clemente, junto con un vaso con su sangre, se encuentran en el municipio de Fuente de Piedra (Málaga), por haber sido donadas por el papa Pío VI a la Casa nobiliaria de los Marqueses de Fuente de Piedra. En la ciudad de Santa Cruz de Tenerife en las Islas Canarias (España), se encuentra la canilla de San Clemente, regalo del Monseñor Sidotti, Patriarca de Antioquía, a la Iglesia Matriz de la Concepción. Históricamente ha sido una de las reliquias más veneradas de la ciudad.

Su obra
El único escrito que se conserva de Clemente Romano es la Epístola de Clemente a los Corintios. Es la primera obra de la literatura cristiana, fuera del Nuevo Testamento de la que consta históricamente el nombre de su autor, la situación y la época en que se escribió. La obra llegó hasta nuestros días a través de dos manuscritos (la primera epístola y la segunda) en el original griego, además de dos traducciones coptas, una siríaca y otra latina.

Según la epístola, dirigida a la comunidad de Corinto, el autor parece provenir de ambientes culturales judeo-helenísticos y es un experto en el Antiguo Testamento como también en literatura y filosofía paganas.

Durante el reinado del emperador Domiciano surgieron disputas en el seno de la Iglesia de Corinto que obligaron al autor a tomar parte. Las facciones que San Pablo condenara tan severamente estaban de nuevo irritadas. El problema era claro: algunos miembros de la comunidad se habían sublevado contra la autoridad eclesiástica, deponiendo de sus cargos a los eclesiásticos legítimos de dichos cargos jerárquicos. Solamente una mínima parte de la que integraba la comunidad permanecía fiel a los presbíteros que habían sido depuestos. La intención de Clemente Romano era la de unificar las diferencias que habían surgido y reparar el escándalo que con ello se estaba dando a los paganos.

Su doctrina
Su obra consta de dos partes, en la primera da exhortaciones de carácter general (a la humildad, etc.), en la segunda parte se ocupa de los conflictos entre los cristianos de Corinto, finalmente una conclusión en la que expresa su ansia de un feliz desenlace. Es posible destacar varios puntos:

Los católicos ven en esta carta el primado de Roma, dado el intento de la Iglesia de Roma de hacer de conciliadora y mediadora, reivindicando una autoridad sobre las demás iglesias. No obstante, otras confesiones cristianas, como las iglesias protestantes, no ven primado alguno de Roma en esta carta y explican la "injerencia" de Clemente en los asuntos de Corinto, resaltando que Clemente era fiel colaborador de Pablo (como lo menciona este en la carta a los filipenses) y seguramente trabajaron juntos en la fundación de la iglesia en Corinto, por lo que Clemente sería aún visto por esta iglesia como una autoridad sobre ellos. Los superiores eclesiásticos son llamados obispos, y diáconos, en algunos pasajes se les llaman presbíteros, los cuales no pueden ser destituidos por la comunidad, puesto que han sido instituidos por los apóstoles en nombre de Cristo.

Es importante el capítulo quinto, que nos da un testimonio de San Pedro y del viaje de San Pablo a Roma, además del martirio de los apóstoles. El capítulo XX habla de la armonía y del orden de la creación, los capítulos XXV y XXVI hablan de la resurrección de los muertos, tema importantísimo puesto que era atacado por los paganos. Tertuliano dice que él también atacó antes el tema de la resurrección de los muertos, porque es el tema más difícil de creer. El capítulo XXV se refiere a la leyenda del ave Fénix (resucitado de sus cenizas) como símbolo de resurrección.

Es de destacar la plegaria que precede a la conclusión, de uso litúrgico. El autor de la carta no se menciona a sí mismo, sino a la Iglesia de Dios que mora en Roma, habla siempre de «nosotros», no cabe duda de que ese «nosotros» es un plural mayestático. Por su unidad, está clarísimo que la obra fue compuesta por una sola persona. Quizás intuyó que sería leída y de dominio público. Al igual que la Didaché fue leída en la asamblea litúrgica. Además de ello, restableció el uso de la confirmación según el rito de San Pedro. Empieza a usarse en las ceremonias religiosas la palabra «Amén».

Otras obras atribuidas a Clemente
Existen otros documentos cuya autoría se atribuyó a Clemente como resultado de la fama extraordinaria de que gozó este obispo. Varios de ellos se consideran escritos pseudoepigráficos.
  • Segunda epístola de Clemente. No es una carta propiamente dicha, sino la primera homilía escrita, caracterizada por un lenguaje severo. La crítica ha demostrado que es posterior a Clemente, del siglo II.
  • Las dos cartas a las vírgenes. Se trata de dos cartas dirigidas a los célibes, y tratan sobre la virginidad, dedicado a atacar la cohabitación de gente consagrada al Señor de ambos sexos, produciéndose abusos. "Virgenes subintroductae". Se cree que estas cartas son del siglo II, cuando surgen los reparos hacia estas conductas.
  • Escritos pseudoclementinos. Son un conjunto de homilías que forman una especie de novela con sentido didáctico que tiene como protagonista a Clemente de Roma. Se pone en duda su autoría. En estos escritos se presenta a Clemente embarcado en busca de la verdad, recorriendo distintas escuelas filosóficas hasta encontrar a San Pedro y alcanzar la verdad. La mayor parte de la obra está destinada a hacer referencia a los viajes de Pedro y sus conflictos con Simón Mago (de quien deriva la palabra simonía). Esta obra está compuesta por 20 homilías, supuestos sermones de san Pedro, y en ella el cristianismo queda reducido a un judaísmo purificado.
  • Diez recognitiones. Se relata que los miembros de la familia de Clemente se reúnen gracias a San Pedro.
Festividad, liturgia y patronazgos
La Iglesia católica en su liturgia romana conmemora el martirio de San Clemente el día 23 de noviembre y ha inscrito su nombre en el Canon romano de la Eucaristía, en el memento de los santos.

San Clemente I es santo patrón de Castromonte (Valladolid, España), Escobar de Campos (León, España), Lorca (Murcia, España), Villarejo Periesteban (Cuenca, España), Pombriego (León, España), Pisco, (Región de Ica, Perú), San Clemente (región del Maule, Chile), la ciudad balnearia de San Clemente del Tuyú (provincia de Buenos Aires, Argentina) y la ciudad de Inkerman en la península de Crimea.

San Clemente fue considerado el histórico patrono de Sevilla (España), debido a que la ciudad hispalense fue conquistada a los musulmanes en el día de su festividad.

Papías de Hierápolis
Papías de Hierápolis fue uno de los Padres Apostólicos de la Iglesia católica, hoy venerado como santo (h. 69-h. 150). Fue contemporáneo de Policarpo, Justino Mártir y Marción, y probablemente discípulo del apóstol Juan. No se conserva ninguno de sus escritos salvo breves citas realizadas por autores posteriores, sobre todo Eusebio de Cesarea. La importancia de este escritor radica en su testimonio en favor de la doctrina milenarista, que fue posteriormente debatida por muchos autores, como el escritor Eusebio de Cesarea. Son también relevantes sus comentarios sobre los evangelistas. Eusebio de Cesarea dice que fue obispo de Hierápolis, Frigia (Asia Menor), y san Ireneo de Lyon que fue «oyente de Juan, compañero de Policarpo de Esmirna, varón antiguo»; uno, sin duda, de los que integraban el grupo de los denominados «presbíteros asiáticos» de los que habla el obispo de Lyon. La vida de Papías fue paralela con la de Policarpo, aunque es poco probable que alcanzase la edad del obispo de Esmirna. Murió, a lo que parece, hacia el 150. En algunas obras se lo considera mártir, si bien en unos casos se corresponde con errores de identificación, y en otros la información no es suficiente.

Influencias y diferencias
El prestigio de Papías fue grande en la Antigüedad, siendo tenido en gran estima por san Ireneo. En cambio, Eusebio no parece compartir esta opinión, llegando a decir que Papías fue «un varón de mediocre inteligencia, como demuestran sus libros» (Hist. Ecl. III,39,13); pone además en tela de juicio el hecho de que fuese auditor directo del apóstol Juan: después de haber seguido en su Crónica el parecer de san Ireneo y de san Jerónimo, se aparta de éstos en su Historia, fundando su opinión en las primeras palabras de la obra de Papías (III,39,2); según el obispo cesariense, Papías no fue discípulo de Juan el Evangelista, sino de Juan el Presbítero. No parece avalar el parecer de Eusebio el hecho de la doctrina quiliasta de Papías se explicaría fácilmente en un discípulo directo de Juan Evangelista. El deseo de desacreditar al milenarismo por parte de algunos ya desde la Antigüedad explicaría la forma en que Eusebio de Cesarea lo trata en su "Historia Eclesiástica".

Según Craig Evans, la evidencia de Ireneo (siglo II) es muy poderosa a favor de que Papías haya sido discípulo de Juan el Apóstol. Agrega que probablemente Eusebio (siglo IV) haya inventado la figura de Juan el Anciano para justificar que Papías fuese milenarista, dado que la doctrina del milenarismo era políticamente inconveniente tras la legalización del cristianismo en el año 325. Eusebio
también asigna al misterioso Anciano la redacción del Apocalipsis, libro que él no considera parte de la Biblia. El abad Anastasio el Sinaítico, en un brevísimo párrafo comenta una interpretación del Génesis aplicado a Cristo y a la Iglesia que habían elaborado «Panteno, obispo de Alejandría, y el sapientísimo Ammonio», a quienes cita junto a Clemente de Roma como inspiradores de Papías. La cita de Eusebio nos trae otro fragmento, en el que Papías dice conocer las enseñanzas específicas de distintos apóstoles, mencionando abiertamente a Andrés, Pedro, Tomás, Santiago, Juan y Mateo.

Escritos
Siendo ya obispo de Hierápolis, Papías escribió un tratado en cinco libros titulado Explicación de los dichos del Señor. Esta obra fue compuesta hacia el 130, según resulta de la referencia que en ella se hace al gobierno de Adriano (fragmento XI). Bardenhewer fija la composición entre los años 117 y 139, Adolf von Harnack entre el 140 y 160, Pierre Batiffol hacia 150. Es una de las primeras exégesis de los dichos (logias) de Jesús de Nazaret. Como fuentes utiliza el autor los evangelios de Mateo, Marcos y Juan y, además, las enseñanzas orales de los familiares de los apóstoles y tal vez los testimonios de las hijas del apóstol Felipe, que vivían en Hierápolis. El conjunto de su obra se perdió, y sólo quedaron fragmentos del prefacio, citados por Eusebio, lo que dificulta enormemente un análisis con cierto rigor de la obra.

En el prefacio de su obra resume Papías el fin que pretende: No dudaré en ofrecerte, ordenadas juntamente con mis interpretaciones, cuantas noticias un día aprendí y grabé bien en mi memoria, seguro como estoy de su verdad. Porque no me complacía yo, como hacen la mayor parte, en los que mucho hablan, sino en los que dicen la verdad; ni en los que recuerdan mandamientos ajenos, sino en los que recuerdan los que fueron mandados por el Señor a nuestra fe y proceden de la verdad misma. Y si se daba el caso de venir alguno de los que habían seguido a los ancianos, yo trataba de discernir los discursos de los ancianos: qué había dicho Andrés, qué Pedro, qué Felipe, qué Tomás o Santiago, o qué Juan o Mateo o cualquier otro de los discípulos del Señor; igualmente, lo que dice Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor. Porque no pensaba yo que los libros pudieran serme de tanto provecho como lo que viene de la palabra viva y permanente (Eusebio, Hist. Ecl. III, 39,3-4)

En esta obra, Papías no sólo explica el sentido de las palabras de Cristo y narra también relatos de su vida, tomados de los evangelios, sino que añade otras, e incluso presenta teorías que dice que le llegaron por vía de transmisión oral a las que Eusebio de Cesarea adjetiva como «fábulas» (por ejemplo, el milenarismo). De estos escritos de Papías que tuvieron en sus manos Ireneo de Lyon, Eusebio de Cesarea, Felipe de Side y Andrés de Cesárea, quedan pequeños fragmentos, recogidos casi todos ellos por el obispo de Cesarea en su Historia Eclesiástica.

Doctrina
Entre los fragmentos que Eusebio nos ha transmitido de la obra de Papías se encuentran dos observaciones sobre los dos primeros evangelios que arrojan luz sobre su origen. Con respecto al evangelio de Marcos, dice Papías: El anciano decía también lo siguiente: Marcos, que fue el intérprete de Pedro, puso puntualmente por escrito, aunque no con orden, cuantas cosas recordó referentes a los dichos y hechos del Señor. Porque ni había oído al Señor ni le había seguido, sino que más tarde, como dije, siguió a Pedro, quien daba sus instrucciones según sus necesidades, pero no como quien compone una ordenación de las sentencias del Señor. De suerte que en nada faltó Marcos, poniendo por escrito algunas de aquellas cosas, tal como las recordaba. Porque en una sola cosa puso cuidado: en no omitir nada de lo que había oído y en no mentir absolutamente en ellas (Eusebio, Hist. Ecl. III,39,15)

Por lo que se refiere al evangelio de Mateo, Eusebio cita estas palabras de Papías: «Mateo ordenó en lengua hebrea los dichos del Señor y cada uno las interpretó [tradujo] conforme a su capacidad» (Hist. Ecl. III,39,16). Esta afirmación prueba que en tiempos de Papías la obra original de Mateo ya había conocido algunas traducciones, entre ellas, es lógico suponerlo, la griega. Estas traducciones no hay por qué pensar que fuesen auténticas versiones escritas; es más, el tenor de la frase de Papías hace suponer, por el contrario, que se trataba de versiones orales, en lengua vernácula, de las perícopas contenidas en el evangelio. Otro de los fragmentos del obispo de Hierápolis, el del prefacio de su obra ya citado, suscita una cuestión no resuelta hasta ahora unánimemente por los investigadores: la identificación de los dos Juanes, nombrados por él entre los garantes de la ortodoxia de su doctrina: Juan el Apóstol y Juan el Presbítero. Queda por determinar si son dos o uno, porque los equipara incluso a la autoridad del testimonio doctrinal. Sin embargo, no es necesario que se vea la presencia de dos hombres diferentes de nombre Juan. Juan el Apóstol obviamente era un anciano (presbítero) de la Iglesia primitiva. Y después de haber sufrido prisión en la isla de Patmos, la tradición es unánime en decir que el apóstol se estableció en Éfeso, desde donde todavía se menciona que hacía algunos viajes de predicación y donde habría escrito no solamente su Apocalipsis ("Revelación"), sino también el evangelio que lleva su nombre. Otros fragmentos de la obra de Papías contienen leyendas e historias, más o menos fabulosas. El hecho de no contar con la obra de Papías en la actualidad hace difícil determinar si lo que se dice que escribió realmente lo escribió o si se trata de citas tomadas fuera de su contexto. Eso hace que se mantenga la controversia en cuanto a la enseñanza y doctrina de este hombre que fue una figura muy importante en la Iglesia de su tiempo, al grado que Ireneo de Lyon lo cita como autoritativo para temas como el reinado milenario de Cristo sobre la Tierra. Y así por el estilo, inserta Papías otros relatos como llegados a él por tradición oral, lo mismo que algunas enseñanzas suyas y algunas otras cosas que tienen aún mayores visos de fábula. Entre esas fábulas hay que contar no sé qué milenio de años que dice ha de venir después de la resurrección de entre los muertos y que el reino de Cristo se ha de establecer corporalmente en esta tierra nuestra; opinión que tuvo, a lo que creo, por haber interpretado mal Papías las explicaciones de los Apóstoles y no haber visto el sentido de lo que ellos decían místicamente en ejemplos... [y otras narraciones] que tienen aún mayores visos de fábula.
Eusebio.

Son leyendas del fin de Judas, el asesinato de Juan, hermano de Santiago, perpetrado por los judíos y también lo que él había oído decir a las hijas de Felipe, que residían en Hierápolis; según dice, le hablaron de los milagros que habían sucedido en sus días: de la resurrección de la madre de Manaimo y de la historia del justo Barsabás, que se tragó una porción de veneno sin experimentar efecto alguno. No obstante, como ya se ha dicho más arriba, la atribución del texto a Papías es discutida.

Juicio crítico
Papías es uno de los personajes más discutidos de la antigüedad cristiana, a pesar de que sólo nos han llegado pequeños fragmentos de su obra o tal vez por eso mismo. Desde Eusebio ya sus relaciones con el apóstol Juan y su testimonio acerca de los evangelios de Marcos y Mateo, son objeto permanente de estudios críticos; algo análogo sucede con su milenarismo. Por eso, no resulta fácil valorar en su justa medida a Papías. Aparece como un autor un tanto confuso, a pesar de su deseo de informarse de la verdad y pese a su celo por beber en las más genuinas fuentes de la tradición. Pero lo que hace importante la obra de Papías y notabilísima su contribución a la historia del cristianismo: el testimonio que nos brinda sobre la transmisión de la enseñanza oral de los discípulos de los apóstoles y su conservación en los evangelios.

Policarpo de Esmirna
obispo y mártir cristiano
Policarpo de Esmirna (c. 70 - c. 155) fue un obispo y mártir de la Iglesia primitiva. Fue obispo de la ciudad de Esmirna, y tanto Ireneo como Tertuliano​ y Jerónimo registran que Policarpo había sido discípulo del apóstol Juan.​ Policarpo es considerado uno de los tres Padres Apostólicos principales, junto a Clemente de Roma e Ignacio de Antioquía.

Esmirna
Policarpo vivió en la antigua Esmirna, ciudad griega que competía con las vecinas Éfeso y Pérgamo por ser la más grande de la Provincia de Asia. En ella se desarrolló una comunidad del cristianismo primitivo bajo tutela del apóstol San Juan, que dirigía las comunidades de Asia desde su asiento en Éfeso. El libro del Apocalipsis menciona a Esmirna como la segunda entre las siete iglesias de Asia, detrás precisamente de Éfeso.

Sobre la predicación de Policarpo se expresa su discípulo Ireneo: Recuerdo el lugar donde el bienaventurado Policarpo se sentaba para dirigir su palabra, cómo entraba en materia y cómo terminaba su instrucciones, su género de vida, la forma de su cuerpo, las pláticas que dirigía a la muchedumbre; cómo contaba su trato con Juan y con los demás que habían visto al Señor, y cómo recordaba las palabras de ellos, y qué era lo que había oído de ellos acerca del Señor: ya sobre sus milagros, ya sobre su doctrina; todo lo cual, como quien lo había recibido de los que fueron testigos oculares de la Vida del Verbo, Policarpo lo relataba de acuerdo con las Escrituras. Ireneo de Lyon

Biografía
Primeros Años
Policarpo nació en una familia probablemente cristiana en el entorno del año 70 u 80, y según su discípulo Ireneo «fue instruido por los apóstoles y convivió con muchos que habían visto al Señor» y Tertuliano dice que fue el mismo apóstol Juan quien lo constituyó obispo de Esmirna.

Fue cercano a otros padres apostólicos como Ireneo de Lyon, quien fue su discípulo, e Ignacio de Antioquía, quien le solicitó, camino a su muerte, que escribiera a su comunidad en Asia Menor. Poco se sabe de su actividad en Esmirna salvo el testimonio de las cartas que recibió, y la que envió a la comunidad filipense. De varias que compuso ésta es la única obra que sobrevive hasta la actualidad: tras un escándalo por el mal comportamiento de un presbítero, Policarpo aconseja a los filipenses perdonarlo y recibirlo nuevamente en la comunidad. Compuesta hacia el año 117 o 118, la Epístola de Policarpo a los Filipenses es un mosaico de referencias a las Escrituras Griegas: esto es de sumo interés para el estudio del desarrollo del canon bíblico ya que, además de citar la carta de Clemente de Roma, trae citas explícitas de los tres evangelios sinópticos y de varias epístolas de los apóstoles.

Fin de su vida
Hacia el año 154 Policarpo viajó a Roma para discutir con el papa Aniceto acerca del método para determinar en qué día celebrar la Pascua de Resurrección.​ La tradición joánica de Esmirna seguía el calendario hebreo: se celebraba estrictamente el día 14 del mes de Nisán (cuartodecimanismo); sin embargo en Roma se celebraba un domingo cercano a esa fecha, también según una tradición muy arraigada.​ Los dos obispos no lograron llegar a un acuerdo definitivo pero se mantuvieron en buenos términos. Durante la estancia en Roma muchas personas se acercaron a conocerlo, porque había visto a los apóstoles: reporta Jerónimo que entonces el líder heterodoxo Marción le pidió sin éxito que avalara sus doctrinas.

En el año 155 Policarpo fue quemado en la hoguera y atravesado con una lanza por negarse a quemar incienso en adoración al Emperador romano Antonino Pío. Después de los Hechos de los Apóstoles, que describen la muerte de Esteban, el Martirio de Policarpo se considera uno de los primeros relatos genuinos de un martirio cristiano.​ El texto relata que los judíos buscaban impedir que la comunidad cristiana diera sepultura al cuerpo del mártir «no sea que esa gente cristiana abandonen a su Crucificado y empiecen a rendir culto a éste». El autor explica: «ni podremos abandonar jamás a Cristo … ni hemos de rendir culto a ninguno fuera de él. Porque a Cristo le adoramos como a Hijo de Dios que es; mas a los mártires les tributamos con toda justicia el homenaje de nuestro afecto como a discípulos e imitadores del Señor».

Finalmente los cristianos de Esmirna recogieron los huesos del mártir como reliquias para celebrar su martirio como un natalicio: «nos concederá el Señor celebrar el natalicio del martirio de Policarpo, para memoria de los que acabaron ya su combate y ejercicio y preparación de los que tienen aún que combatir».​ Su muerte en la hoguera fue un ejemplo evangelizador y motivador para los primeros cristianos.

Es venerado por las iglesias católica, ortodoxa y luterana.

Hermas de Roma
Hermas fue un escritor cristiano autor del Pastor de Hermas, un texto del siglo II que constituye el escrito más largo del periodo de los Padres Apostólicos. Orígenes y Eusebio de Cesarea lo identifican con el Hermas mencionado en un saludo al final de la carta de san Pablo a los romanos. De acuerdo con el Fragmento Muratoriano y el Catálogo Liberiano, Hermas era hermano del obispo de Roma Pío I, décimo papa de la Iglesia. Esto permitiría datar el texto del Pastor aun cuando se deban considerar también partes de la misma obra que lo sitúan más bien en tiempos de Clemente de Roma. La contradicción se ha resuelto suponiendo que el Pastor tal como lo conocemos hoy es en realidad una recopilación de escritos de distinta datación, aunque siempre del mismo autor.

Según se relata en el Pastor, Hermas era un esclavo que fue vendido a una mujer romana llamada Rode, que posteriormente le liberó. Luego alcanzó cierta posición y hasta holgura económica. Se ha estudiado y debatido si Hermas era de origen judío o pagano: su obra —con reminiscencias de la espiritualidad esenia combinada con un profundo conocimiento de la cultura griega— ha dificultado obtener conclusiones definitivas. El Pastor contiene muchos elementos autobiográficos: Hermas habría tenido dos hijos, que apostataron del cristianismo durante las persecuciones. Habla también de su esposa, a la que describe como parlanchina. También menciona sus tierras y cultivos, que se encontraban entre Roma y Cumas.

Cuadrado de Atenas
Santo y apologísta cristiano
Cuadrado de Atenas o Codrato (en latín: Quadratus, en griego antiguo: Κοδράτος) (Asia Menor?, mediados del siglo I - Atenas?, siglo II) fue un escritor cristiano y obispo de Atenas. Es considerado uno de los Setenta discípulos y es venerado como santo por toda la cristiandad. Se ha identificado con uno de los padres apostólicos del primer cristianismo.

Según Jerónimo de Estridón y Eusebio de Cesarea, fue discípulo de apóstoles. Eusebio lo nombra en diversas ocasiones, pero no se sabe si siempre se refiere a una única persona o a dos (un discípulo de los apóstoles, padre apostólico, y el obispo de Atenas): muchos autores consideran que los dos son la misma persona.

De las referencias conocidas se cree que estaba relacionado con las hijas del apóstol Felipe. Aunque algunos piensan que podía ser ateniense, lo más probable es que fuese originario de la parte central del Asia Menor. Si fuese el mismo que el obispo, fue nombrado obispo de Atenas y sucedió al obispo Publio, que había muerto durante una persecución a los cristianos en 125 o 129. Presentó una apología del cristianismo al emperador romano Adriano, entonces en Atenas, obra perdida casi en su totalidad. En esta apología, destacaba la capacidad de Cristo para hacer milagros duraderos (como curaciones) a diferencia de magos falsos que pretendían tener poderes sobrenaturales. De ella se conserva el siguiente fragmento, conocido como Fragmento de Cuadrato:

Las obras empero, de nuestro Salvador estuvieron siempre presentes, puesto que eran verdaderas: lo que él curó, lo que resucitó de entre los muertos no fueron vistos solamente en el momento de ser curados y resucitados, sino que estuvieron siempre presentes; y eso no sólo mientras el Salvador vivía aquí abajo, sino aun después de su muerte, han sobrevivido mucho tiempo, de suerte que algunos de ellos han llegado hasta nuestros días

En 126, parece que todavía no era obispo y, si pudo oír a los apóstoles, como él mismo aseguraba, habría nacido hacia mediados del siglo I y en 126 tendría que tener más de 70 años.

Eusebio de Cesarea, citando esta carta, atribuye al autor otros escritos y hechos dudosos, por lo cual la trayectoria del personaje romano es parcialmente desconocida. Otras referencias dicen que murió mártir bajo el gobierno de Adriano a quien dedicó la Epístola a Diogneto.

Sixto I
7° papa de la Iglesia católica
Sixto I (Roma, ¿?-ha. 125) fue el séptimo papa de la Iglesia católica entre 114 (¿?) y 125 (¿?).

Biografía
Al igual que con su antecesor, las fechas exactas de su pontificado son objeto de polémica entre los historiadores, ya que, mientras el Anuario Pontificio lo establece entre los años 115 y 125, el Catálogo Liberiano afirma que fue cabeza de la Iglesia durante el reinado de Adriano entre 117 y 126. Por su parte, Eusebio de Cesarea establece en dos de sus obras dos periodos de pontificado distintos: en su Chronicom lo sitúa entre 114 y 124, y en su Historia Ecclesiastica lo fija entre 114 y 128.

Su nombre, probablemente griego, puede hacer referencia a que fue el sexto sucesor de San Pedro y en los primeros documentos de la Iglesia figura con la grafía Xystus utilizada también para Sixto II y Sixto III.

Al igual que sus predecesores San Pedro, San Lino, San Anacleto y San Clemente, su nombre figura en el Canon Romano de la Misa (conocido también como Plegaria Eucarística I).

Según el Liber Pontificalis durante su pontificado estableció tres disposiciones:
  • Que el cáliz solo debía ser tocado por los sacerdotes y que el paño que lo cubre fuese de lino.
  • Que antes de celebrar la misa se entonase el Trisagio[1]​ o Sanctus, un himno en honor a la Trinidad y en el que se repite tres veces la palabra Santo refiriéndose al Señor.
  • Que los obispos que fuesen convocados a la Santa Sede, no fueran recibidos por su diócesis hasta que presentasen las Cartas Apostólicas que confirmasen su plena comunión con el papa.
Según la tradición sufrió martirio, figurando en todos los martirologios antiguos como mártir, pero sin dar detalles del tipo de martirio que sufrió. Sus restos se inhumaron en el Vaticano, junto a la tumba de Pedro, aunque la tradición afirma que fueron trasladados a Alatri en 1132 donde permanecieron hasta 1584 en que fueron restituidos a la Basílica de San Pedro.

Su festividad se celebra el 3 de abril.