Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

Unete. Sígueme. Apoyame

lunes, 4 de septiembre de 2017

La Biblia XXV: Pedro-Juan-Judas


Juan el Evangelista por Domenichino

Primera epístola de Pedro
La Primera epístola de Pedro es una carta bíblica dirigida a los israelitas dispersos en el mundo. Mucha gente confunde la primera dispersión (conquista de Israel por Asiria y conquista de Juda por Babilonia) con la dispersión que ocurrió después de la destrucción del templo en el año 70 d. C. El autor aboga por la determinación y la perseverancia en la persecución, los deberes prácticos de la vida santa, cita como ejemplo a Cristo y otros motivos de paciencia y santidad y concluye con admoniciones para sacerdotes y pueblo. Ha sido definida como «el más denso resumen neotestamentario de la fe cristiana de la conducta que tal fe inspira».

Esquema y contenido doctrinal
La carta se abre con un breve saludo introductorio a la que sigue un conjunto de exhortaciones para la vida de los cristianos que son justificadas por medio de elementos doctrinales: se invita a vivir en la santidad ya que los cristianos han sido redimidos, se llama a la vivencia de la caridad evangélica unidos con Cristo, se exhorta a cúmplir las obligaciones cívicas, comunitarias y familiares, muestra el modo en que los cristianos han de afrontar la persecución gracias a los méritos obtenidos por Jesucristo. Luego habla de los carismas y de su buen uso en la comunidad y alienta a quienes han sufrido la persecución. Finalmente vuelve a recordar a todos, comenzando por los responsables su llamamiento a la gloria de Dios. En la conclusión retoma la intención de la carta y manda los saludos epistolares.

Se trata, por tanto, de una exhortación a la vida cristiana moral y a la coherencia con la fe a pesar de la persecución o las pruebas. Según el autor de la carta, esto solo es posible por la regeneración que Cristo ha alcanzado por medio de su muerte y Resurrección (aún cuando se tratara, siempre según el autor de la carta, de una intención divina siempre presente desde el génesis). Es el Espíritu de Dios, el de Jesucristo quien santifica a los cristianos así como resucitó a Jesús. La consideración de la vida de Jesús es también para el autor de la carta una motivación para el actuar del cristiano: el resultado de la resurrección implica que se pueden afrontar todas las pruebas con esperanza en la salvación definitiva.

Elementos literarios
La carta fue escrita originalmente en un griego semejante en perfección al de la carta de Santiago. Tiene 62 hápax del Nuevo Testamento, lo cual implica amplitud de vocabulario y el uso de la Septuaginta por parte del autor. Emplea elementos retóricos propios de la lengua griega del tiempo (antítesis, sinónimos acumulados, ritmo) y también gramaticales (uso del artículo y de las conjunciones).

Por el tono impersonal de buena parte de la carta (excluidos solo el saludo inicial y la despedida), algunos autores (K.H. Schelkle, M.E. Boismard, J.N.D. Kelly, E. Best) han dudado de que se trate de una epístola y se inclinan a pensar que sería más bien una homilía transcrita. Boismard incluso sostiene que se tata de una homilía bautismal. Sin embargo, estas teorías no han tenido mucha repercusión en el ámbito bíblico.

Las citas del Antiguo Testamento presentes en la carta, a diferencia de las demás epístolas católicas, provienen más de libros históricos (como el Pentateuco) y profetas que de los sapienciales. Combina textos bíblicos en sus citas aunque sin indicar la procedencia (cf. por ejemplo, 1 Pedro 2, 3ss).

Presenta temas comunes a otros escritos del Nuevo Testamento como por ejemplo: la nueva vida por la palabra del Evangelio, el gozo en la adversidad, la adoración en espíritu.

En cuanto al autor, además de quienes sostienen que fue el mismo san Pedro –a partir del testimonio de la misma carta y de los escritos de los Santos Padres (Papías, Ireneo, Clemente de Alejandría, Orígenes, Eusebio de Cesarea...)– como A.F. Waals, A.M. Stibbs, D. Guthrie, C. Spicq, etc., están los que afirman la autoría de Silvano, personaje mencionado en la carta (cf. 1P 5, 12) y así explicar la elegancia del griego usado por el autor (así Boismard, Cullmann, Schelkle, Bornemann, Von Soden, etc.). Finalmente otro grupo de exegetas piensa que el autor se mantendría desconocido aunque sería habitante de Roma o del Asia Menor: sostienen su posición en que la carta mantiene demasiada relación con escritos del ámbito paulino (tesis de las cartas a los romanos o a los efesios), el griego usado es demasiado correcto para un pescador de Galilea y la situación de persecución que si fuera la de Pedro sería más explícito en dar información).

Lugar, datación y canonicidad
Según testimonio del autor de la carta, ésta fue escrita desde Babilonia, es decir, desde una de las ciudades paganas de la Antigüedad, casi con toda seguridad Roma.

Si el autor fuera Pedro no se puede datar con posterioridad al año 67. Y el uso por parte de los Padres de la Iglesia también confirma su fecha en el siglo II. Así, se suelen dar fechas entre el 65 y el 95 (quienes sostienen la autoría de Silvano). Los partidarios de un autor anónimo la colocan entre el 95 y el 111.

Sobre la canonicidad de la carta, ya se manifiesta Ireneo de Lyon (cf. Adversus haereses, IV, 9, 2) y también Clemente de Alejandría (cf. Stromata III, 11-18). No se encuentra en el canon de Muratori. En el siglo III ya es considerado parte del canon (cf. Eusebio de Cesarea, Historia Ecclesiástica 3, 25) con excepción de las iglesias siríacas que solo lo incorporan desde el siglo V.

Segunda epístola de Pedro
La Segunda epístola de Pedro es una carta bíblica en el Nuevo Testamento. El verso inicial identifica al autor como Simeón Pedro, que ha sido identificado con San Pedro, aunque en ningún otro lugar del Nuevo Testamento se le refiere al mismo tiempo como Simeón (forma aramea de Simón) y Pedro. Esto es considerado por algunos como la evidencia de que el texto fue escrito por Pedro mismo, y no con la ayuda de un amanuense (como sucedería en la Primera Epístola de Pedro). Con todo, hoy prácticamente todos los especialistas admiten que se trata de un pseudónimo, y que la carta se compuso probablemente a mediados del siglo II.

Epístolas de Juan
Las epístolas de Juan son un conjunto de tres libros del Nuevo Testamento que se cree que fueron escritos entre los años 85 y 100. Tradicionalmente se considera como su autor a Juan el Evangelista, también conocido simplemente como «el Anciano».

Primera Epístola de Juan
Esta epístola, a diferencia de las otros dos, se escribe más como un sermón, uno para ayudar a fortalecer la fe del pueblo en Jesús, para ayudar a entender por qué un ser tan grande como el hijo de Dios tendría una vida terrenal y la muerte agónica de un mortal.

Segunda Epístola de Juan
Esta epístola se escribe como una breve carta del Apóstol a una anónima «señora elegida» a quien ama y sus hijos.3​ Dentro de la carta de Juan, este advierte sobre la apertura de la casa a los falsos maestros y conmina a practicar siempre la verdad evitando el secreto.

Tercera Epístola de Juan
La tercera epístola, también una carta breve, se dirige a un hombre llamado Gayo y mencionado como «un querido amigo». Habla de un hombre llamado Diótrefes a quien Gayo excomulgó de la iglesia y había llegado a crear un sentimiento anti-misionero, tratando de conseguir que la iglesia evitara la recepción de misioneros. Se cree que la carta fue entregada por un tercer personaje, Demetrio.

Primera epístola de Juan
La primera epístola de Juan es una carta del Nuevo Testamento de la Biblia destinada a las comunidades cristianas de Asia Menor que se atribuye al apóstol Juan. Declara que "Dios es amor" y articula los temas paralelos que presenta del siguiente modo: Dios es luz 1 Juan 1, 5), justicia (1 Juan 2, 29), amor (1 Juan 4, 7-8) y verdad (1 Juan 5, 6-10).

Muestra el nexo entre la condición de lo que él llama hijos de Dios, el amor a los demás y la fidelidad a Jesucristo expresada en la vida práctica. Por su estilo y su doctrina está cerca del evangelio de Juan, por lo cual se considera que procede del mismo autor o del mismo círculo joánico, en la misma época.

Datos generales
El género literario no es precisamente una “carta” debido a que faltan los destinatarios y saludos propios de las cartas pero tampoco se trata de un escrito que haya sido redactado en abstracción de circunstancias para enviar un mensaje: el autor se muestra demasiado conocedor de la problemática que afronta la comunidad a la que escribe como para que se trate de una obra solamente literario-exhortativa. Se ha discutido y escrito sobre el motivo de estas omisiones propias de las cartas de entonces pero sin llegar a conclusiones definitivas.

El autor hace notar y pesar la autoridad que tiene y que le viene por dar testimonio de cosas que ha visto y oído (cf. 1 Juan 1, 1-4; 1 Juan 4, 14) pero no desarrolla un solo tema o sigue un hilo conductor claro como si estuviera escribiendo un tratado o como si el texto fuera una homilía o escrito destinado a ser usado como base de un discurso.

La tradición de la Iglesia ha atribuido esta carta y el cuarto evangelio a Juan, hijo de Zebedeo. Los argumentos que se han usado en contra de esta autoría parten del hecho que de ser Juan apóstol el escritor hubiera aprovechado esto para darse autoridad diciéndolo explícitamente en el texto, además no ofrece datos sobre la vida de Jesús y el uso del plural ("Sabemos..." cf. Juan 21, 24) que indicaría más bien una escuela o comunidad joánica.

Tomando en cuenta esos datos sobre el autor y los contenidos se puede deducir que los destinatarios eran una comunidad cristiana de fines del siglo I sita en el Asia Menor. Se debe considerar apócrifa la adición ad Parthos que aparece en las citas usadas por Agustín de Hipona y Casiodoro.

Estilo
En cuanto a la lengua su griego es bastante pobre aunque correcto: usa muy pocas preposiciones, repite la conjunción καὶ y evita las complicaciones de enunciados subordinados. Hay ciertos arameísmos y frases de las que se han encontrado semejantes entre la literatura rabínica.

Uno de los recursos estilísticos que comparte con el autor del cuarto evangelio es el uso del paralelismo antitético que consiste en expresar primero una idea de manera positiva y luego de forma negativa (o al revés) dando así más importancia a la idea resaltada pero haciendo más lento el discurrir del texto. También usa de antítesis por medio de conceptos contrarios que no solo usa como recursos sino también como muestra de un cierto dualismo.

Otro elemento estilístico que se ha subrayado es el constante uso de expresiones como “hijitos” que quizás impliquen una mayor edad por parte de quien escribe ya que la expresión normalmente usada en las demás epístolas es la de “hermanos”.

Ambiente de la epístola
En la carta no se habla ni se trata del mundo judío: todo el marco de los conflictos con los “judaizantes” está ausente. Sin embargo, se hace alusión al "principio" (cf. 1 Juan 2, 7; 3, 11) lo que implicaría un estado de antigüedad en la evangelización y vivencia del mensaje cristiano. Existen párrafos polémicos para con un grupo que se habría separado y que recibe duras invectivas por parte del autor de la carta. La severidad de los castigos impuestos hace pensar que se trata de una división apenas acaecida y que todavía trae consecuencias para la comunidad que se ha mantenido fiel. Las frases que comienzan por “Si alguno dice...” o “Si decimos...” parecen ir dirigidas a combatir las doctrinas de este grupo separado y se pueden resumir en que de alguna manera han dejado de lado la relación con Jesús o la necesidad de su obra salvífica para poder establecer una con Dios. De ahí que también la propuesta moral de este grupo separado sea criticada en la carta. Es evidente la orientación gnóstica de los errores que se combaten y que por tanto, provendrían de paganos conversos y no de judíos. De cualquier forma no se ha podido delimitar la escuela gnóstica concreta o más características que las que pueden deducirse fácilmente por la carta.

Se habla de apostasía, de los anticristos, de falsos profetas que parecen ser los problemas de las comunidades de entonces y que se dieron desde fines del siglo I.

Canonicidad
Desde antiguo fue considerado un libro canónico sin mayores disputas. En el canon de Muratori se cita un texto de la carta (1 Juan 1, 1) y en el canon del Codex Claromontanus también aparece como parte de los libros inspirados por lo que el testimonio unánime de la tradición siempre lo ha mantenido como parte del Nuevo Testamento.

Contenidos
Estructura
Se discute si existe un esquema o estructura que delinee los temas tratados en la carta o si más bien este esquema es libre o no sistemático. R. Bultmann sostiene que a un primer estrato de pura antítesis se habría añadido el trabajo de un redactor que amplió ya con sentido más didáctico la base inicial5​ e incluso ofrece las partes que considera como partes de ese sustrato primitivo. Asimismo cree en un tercer redactor que hubiera añadido los apartados de 5, 14-21 y el capítulo 2.6​ Sin embargo, Schnackenburg lo ha criticado pues la separación de textos que propone parece arbitraria o al menos que solo responde a aspectos formales sin tomar en cuenta que una persona puede cambiar de estilo al redactar un escrito si su finalidad cambia. E incluye una indicación metodológica que puede aplicarse a este caso:

Por razón de método, ha de seguirse el principio de recurrir a tales hipótesis sólo cuando la explicación unitaria de la obra se demuestra imposible. Schnackenburg, pág. 55

Más fácil parece tratar de descubrir el esquema a partir de los problemas a los que hace frente la carta. En la introducción de la Biblia de América distingue tres partes además del prólogo y la conclusión:

Prólogo (1 Juan 1, 1-4)
Sobre el tema de Dios como luz (1Juan 1, 5 - 2, 27)
Sobre la filiación divina (1 Juan 2, 28 - 4, 6)
Sobre la fe y el amor como criterios de acción (1 Juan 4, 7 - 5, 12)
Conclusión (1 Juan 5, 13-21)

Cristología
El evangelio que se había dedicado a otros lectores subraya tanto la divinidad de Jesús que pudo ser usado por grupos gnósticos y otros como los secesionistas que son criticados en la carta. De ahí que el autor subraye más en esta carta la según él realidad humana de Jesús: Todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en la carne, es de Dios 1 Juan 4, 2

De ahí también que se ponga bastante relieve en el carácter salvífico del sacrificio de Cristo en la cruz.

La vida cristiana
Relevancia especial tiene en la carta el tema de la caridad fraterna, en especial con los más necesitados. El verbo “amar” es usado por el autor 28 veces (el evangelio lo hace en 18 ocasiones) y dada la diferencia de extensión el dato es notable. Lo mismo ocurre con la palabra “amor”: 18 ocasiones en la carta y 6 en el evangelio de Juan.

Para argumentar, el autor parte de la tradición sobre el mandamiento de Jesús y la pone como signo de autenticidad en la vivencia del cristianismo. Más aun afirma que es Jesús mismo quien ha mostrado lo que es el amor:

El amor lo hemos conocido en esto: que aquél dio la vida por nosotros. También nosotros hemos de dar la vida por los hermanos 1 Juan 3, 17-18

Y concluye: Dios es amor 1 Juan 4, 7

Así quien afirme que conoce a Dios o que está en él pero no ama a su hermano, es un mentiroso (cf. 1 Juan 1, 6) y un ciego (cf. 1 Juan 2, 11).

Segunda epístola de Juan
La Segunda epístola de Juan es un libro del Nuevo Testamento. Es el libro más corto de toda la Biblia: consta únicamente de trece versículos.

Se trata de una carta dirigida a "la dama elegida" (Ἐκκλεκτῇ) y cierra con las palabras "Los niños de vuestra elegida hermana les saludan" (2 Juan 13.). Sin embargo, algunos leen en vez de la palabra "dama" el nombre personal Kyria aunque la interpretación más tradicional la hace coincidir con una comunidad o una iglesia: Dado que el autor de la carta se refiere a ella en ocasiones en singular y en otras en plural (cf. versículos 6, 8, 10 y 12) se cree que más bien Electa sea una iglesia (dado el sentido de la palabra griega y la mención en el versículo 13 de que la hermana de Electa se llama de igual modo). Se trata, casi sin dudas, de una ciudad del Asia Menor. La ocasión la dan algunos predicadores externos no cristianos que ponen en peligro la fe de los fieles de esa iglesia. De ahí las recomendaciones a mantener la fe intacta, a practicar las obras de beneficencia entre ellos y huir de tales predicadores.

De los trece versículos que componen esta epístola, siete están contenidos en la primera de Juan. La persona a la que se dirige la carta es encomiada por su piedad y es prevenida contra los falsos maestros.

El lenguaje de esta epístola es excepcionalmente similar al de la tercera de Juan. Por lo tanto, el consenso entre los eruditos es que la misma persona escribió ambas cartas. No obstante, se duda que sea también el mismo Juan que escribió el evangelio de Juan, la primera de Juan o el libro de Apocalipsis.

Datos Esenciales
Propósito: poner de relieve los elémentos fundamentales para seguir a Cristo -la verdad y el amor- y advertir de los falsos maestros.
Autor: el apóstol Juan.
Destinatario: a la "señora elegida" y a sus hijos, o posiblemente a la iglesia local, y a todos los creyentes en todas las partes.
Fecha: la misma época que 1 Juan, alrededor del 90 d. C. desde la ciudad de Éfeso.
Marco histórico: es evidente que esta mujer y su familia formaban parte de una de las iglesias que Juan supervisaba, y habían establecido una sólida amistad. Juan les advertía de los falsos maestros, los que predominaban en algunas de las iglesias.
Versículo clave: “Y este es el Amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en Amor, como vosotros habéis oído desde el principio” (1:6).
Personas claves: Juan, la mujer elegida y sus hijos.

Tercera epístola de Juan
La tercera epístola de Juan es un libro de la Biblia, en el Nuevo Testamento. Es el segundo libro más corto en la entera Biblia cristiana, tras la segunda de Juan.

La carta aparece dirigida a un hombre llamado Cayo (o Gayo) pero no se sabe con exactitud si se trata de la misma persona que vivía en Macedonia y que es citado en Hechos 19, 29. o el corintio mencionado en Romanos 16, 23. o el que vivía en Derbe, citado en Hechos 20, 4..

Fue escrita con el propósito de encomendar a Gaio a un grupo de cristianos liderados por Demetrio, que eran extraños en el lugar donde este vivía y que tenían la misión de predicar el evangelio 3Juan 7.. Se les había denegado la hospitalidad por parte de un jefe cristiano del lugar, Diotrefes.

Características
El lenguaje de esta epístola es excepcionalmente similar al de segunda de Juan y es de consenso entre los eruditos que el mismo hombre escribió ambas cartas. Sin embargo, existe un debate sobre si el Juan que escribió estas cartas es el mismo que redactó el Evangelio de Juan, la primera de Juan y el Apocalipsis o Revelación.

A partir de la oposición que Harnack y otros autores han hecho de “iglesia-institución” (con el ministro Diotrefes) e “iglesia-carisma” (que defiende la acción de Cayo), concluyen que la eclesiología subyacente a las cartas es opuesta a la de Pablo y supondría un mayor valor del individuo ante una institucionalización excesiva.

Autoría de los escritos joánicos
Los escritos joánicos son el Evangelio de Juan, la Primera Epístola de Juan, la Segunda Epístola de Juan, la Tercera Epístola de Juan y el Apocalipsis (también llamado Apocalipsis de Juan). Todas ellas comparten ciertas similitudes en el trasfondo teológico, pero también hay diferencias que originan el debate de hoy en día.

Tradicionalmente, estos libros del Nuevo Testamento se han atribuido a Juan el Apóstol, de quien se asume que es el mismo que Juan el Evangelista; sin embargo, especialmente desde que hay una crítica fuerte, la cuestión sobre la autoría de los escritos joánicos ha sido disputada. Anteriormente, la cuestión de la autoría de los cinco libros era apenas tocada. Sin embargo el decreto del Concilio del año 382, diferencia el Evangelio, la primera epístola y el libro del Apocalipsis, que son atribuidos a Juan el Apóstol, mientras que la segunda y tercera epístolas se atribuyen a "Juan el Presbítero".

Hoy en día, los textos siguen siendo aproximados separadamente; los puntos de vista en materia de la autoría varían desde afirmar que son del Apóstol, a afirmar que el autor es otro, llamado "Juan" por conveniencia, a teorías de autoría en grupo.

Historia del uso de los escritos joánicos
En los primeros dos siglos del cristianismo, el Evangelio de Mateo fue el instrumento primario de catequesis— Juan ha sido siempre considerado el último en ser escrito, tradicionalmente se da la fecha de autoría entre los años 90 y el 100, aunque los estudios modernos sugieren a menudo una fecha todavía posterior. Bajo la influencia de Ireneo y su "canon de la verdad" de los cuatro evangelios, el Evangelio de Juan se convirtió en la piedra angular de la catequesis bautismal en Roma. Durante el Primer Concilio de Nicea, el Evangelio fue uno de los mayores soportes de la alta Cristología propuesta por los padres del concilio.

Por un lado, varios padres de la Iglesia del siglo II nunca citaron a Juan, y por otro lado, el comentario escrito más antiguo de cualquier libro del Nuevo Testamento fue el escrito sobre Juan por Heráclito, un discípulo del gnóstico Valentinius. Los Manuscritos de Nag Hammadi muestran que muchos de los primeros lectores del Evangelio de Juan respondían al texto en "sorpresivas e imaginativas maneras" (Pagels 2003 p. 115&ndash117). Orígenes, Agustín, Juan Crisóstomo y Cirilo de Alejandría hicieron comentarios de los trabajos joánicos, siendo los de Agustín los más numerosos. En la Edad Media, comentarios importantes fueron escritos por Ruperto de Deutz y Tomás de Aquino.

Historia de la escuela crítica
La era de la escuela crítica de las obras comenzó con la obra de K.G. Bretschneider en 1820 sobre la autoría joánica. Bretschneider cuestionaba la autoría apostólica del Evangelio, e incluso declaraba con base en el poco conocimiento que el autor parecía tener del territorio de Palestina. Él razonó que, ya que el significado y naturaleza del Jesús presentado en el Evangelio de Juan era muy diferente al de los Evangelios sinópticos, su autor no podía haber sido un testigo presencial de los eventos. Bretschneider citó el carácter apologético de Juan, indicando una fecha posterior de composición.

Siguiendo la filosofía de Hegel, F.C. Baur negó cualquier valoración histórica del Cuarto Evangelio. Declaró que se trataría solamente del trabajo de síntesis de una tesis-antítesis de acuerdo al modelo Hegeliano—síntesis entre la tesis Judeo-Cristiana (representada por Pedro) y antítesis del cristianismo gentil (representada por Pablo). También citaría en sus epístolas una síntesis con las fuerzas opuestas dualistas del Gnosticismo. Por entonces se asignó al Evangelio una fecha de redacción en torno al año 170. Algunos críticos modernos utilizan esta referencia para una datación tardía del Evangelio.

El Evangelio
Crítica literaria en el siglo XIX e inicios del XX
Aunque el movimiento crítico alcanzó casi un completo acuerdo sobre las hipótesis de las dos fuentes sobre los Evangelios sinópticos, no se ha llegado a ningún acuerdo sobre las fuentes literarias de los escritos joánicos. Probablemente un ejemplo típico de teoría crítica sobre el desarrollo de estas fue dado por Julius Wellhausen en 1908. Él hipotetizó sobre un documento base que fue grandemente modificado por un editor posterior. Según él se podía separar el documento base de las ediciones, alabando el documento base, y condenando al editor posterior por su intrusión. Otros críticos, como E. Schwarz, listaron docenas de "aporías" o indicaciones de ruptura en las narrativas y los discursos.

El criticismo en el temprano siglo veinte se centraba en la idea del Logos (verbo), que fue percibido como un concepto helenista. Así, H. J. Holtzmann hipotetizó sobre una dependencia de la obra de Philo Judaeus; Albert Schweitzer consideró la obra como una versión helenizada del misticismo paulino, mientras que R. Reitzenstein buscó el origen de la obra en las religiones mistéricas egipcia y persa.

Rudolf Bultmann tomó una aproximación diferente a la obra. Hipotetizó un origen Gnóstico (específicamente del Mandeísmo) para la obra. Hizo notar las similitudes con el corpus Paulino, pero le atribuyó esto al fondo común helenístico. Declaró que los muchos contraste en el Evangelio, entre la luz y la oscuridad, la verdad y la mentira, arriba y abajo, etc., muestran una tendencia al dualismo, explicada por las raíces gnósticas de la obra. A pesar del origen gnóstico, Bultmann le atribuye al autor varias mejoras sobre el gnosticismo, como la postura judeo-cristiana de la creación y la desmitificación del papel de Redentor. Su análisis dejó al Evangelio como una investigación sobra Dios que es completamente Otro y trascendente, y sin dejar lugar en la visión del autor para la Iglesia o los sacramentos.

El análisis de Bultmann es aún ampliamente empleado en países de habla alemana, aunque con muchas correcciones y discusiones. Igualmente se han hecho amplias refutaciones a su análisis. Hoy en día, muchos exégetas cristianos rechazan gran parte de la teoría de Bultmann, pero aceptan algunas de sus intuiciones. Por ejemplo, J. Blank usa a Bultmann en su discusión sobre el Juicio Final y W. Thüsing lo usa para discutir la ascensión y glorificación de Jesús.

En el mundo de habla inglesa, Bultmann ha tenido menos impacto. En su lugar, los estudiosos tienden a continuar la investigación de las teorías helenísticas y platónicas, generalmente regresando a teorías cercanas a las de la interpretación tradicional. Por poner un ejemplo, G.H.C. McGregor (1928) y W.F. Howart (1943) pertenecen a este grupo.

Charles Alfred Honoré Guignebert, que fue profesor de historia del cristianismo en La Sorbona y uno de los más importantes autores sobre el cristianismo primitivo a principios del siglo XX, dice:

"Más tarde estudiaremos el cuarto evangelio, pero en lo referente a él, son muy claras las conclusiones de la crítica liberal; es posterior a los otros, que ha utilizado deformándolos; es muy dudoso que conociera otras tradiciones precisas que las que contienen estos. No se podría atribuir al apóstol Juan, y no tiene ningún valor propiamente histórico; no es más que una 'contemplación mística del Evangelio' (Loisy); obra de un judeo-cristiano, muy al tanto de las especulaciones de Filón de Alejandría o de su escuela" ("Manual de historia antigua del cristianismo", ISBN 987-22675-6-1, pág. 50)

Crítica reciente
El descubrimiento de los Manuscritos del Mar Muerto en Qumrán marcaron un cambio en la escuela joanina. Muchos de los himnos, que se presume vienen de una comunidad Esenia, contienen el mismo juego entre opuestos —luz y oscuridad, verdad y mentira— que el Evangelio contiene. Por lo tanto la hipótesis de que el Evangelio se basaba en el Gnosticismo cayó en desuso. Muchos sugirieron que Juan el Bautista perteneció a la comunidad Esenia, y si Juan el Apóstol fue anteriormente discípulo del Bautista, pudo haber sido influenciado por su enseñanza.

La revolución resultante en la escuela joánica fue denominada la nueva visión por J.A.T. Robinson, que acuñó la frase en 1957 en Oxford. De acuerdo a Robinson, esta nueva información ponía la cuestión de la autoría en una postura relativa. Consideró la existencia de un grupo de discípulos alrededor del anciano Juan el Apóstol que escribieron sus memorias, mezclándolas con especulación teológica, modelo que ya había sido utilizado por Renan en Vie de Jésus ("La vida de Jesús", 1863). El trabajo de estos estudiosos llevó el consenso otra vez a un origen Palestino del texto, en vez de un origen helenístico favorecido por los críticos de décadas anteriores.

En cualquier caso, la "fiebre de Qumrán" que se originó por el descubrimiento de los Manuscritos está decayendo gradualmente, con las teorías de influencias gnósticas en las obras joánicas volviendo a ser propuestas, en especial en Alemania. Algunas posturas recientes han visto la teología de los escritos joánicos como directamente opuestas a los "cristianos de Tomás" (Riley 1995; Pagels 2003).

Historicidad
Con la excepción de la Vie de Jésus de Renan, que alababa los detalles históricos y geográficos presentes en el Evangelio, prácticamente todos los críticos anteriores al siglo XX negaban cualquier valor histórico a la obra, basándose sobre todo en sus conclusiones sobre siete tesis particulares: primero, que la tradición de la autoría por Juan el Apóstol fue creada a posteriori para dar soporte a la autoridad del libro; segundo, que el libro no procede ni siquiera indirectamente del relato de un testigo ocular; tercero, que el libro fue escrito como una obra apologética, no como historia; cuarto, que la tradición sinóptica fue usada y adaptada muy libremente por el autor; quinto, que estas desviaciones no eran debidas a la aplicación de otras fuentes desconocidas a los autores de los evangelios sinópticos; sexto, que los discursos en el Evangelio expresan no las palabras de Jesús, sino las del evangelista; y por lo tanto, que el cuarto Evangelio no tiene ningún valor como suplemento de los sinópticos.

Se apuntan algunos pasajes como soporte a favor del carácter histórico de algunos hechos contenidos en el relato evangélico:

-En el segundo capítulo, cuando Jesús limpia el Templo de Jerusalén, los judíos le dicen que el Templo ha estado bajo construcción por 46 años. Dicha construcción comenzó el año 20 a. C. bajo Herodes el Grande, fechando la limpieza del Templo en el año 27, precisamente cuando los estudiosos modernos ubican el comienzo del ministerio de Jesús.
-Similarmente, la cronología de Juan sobre la muerte de Jesús parece más realista, ya que los Evangelios Sinópticos tienen el juicio antes del Sanedrín en el primer día de la Pascua, que era día de descanso, mientras que en el relato de Juan los hechos se producen en la Paresceve. Se indican así determinados datos que resultarían incompatibles con el relato sinóptico: Simón de Cirene que vuelve de trabajar del campo, mujeres que van a comprar ungüentos, José de Arimatea que compra una sábana, etc. Sin embargo, esto podría ser solamente debido a que los autores de los evangelios tendrían un recuento más claro y neutral de los eventos que como sería visto por alguien en el presente.
-La descripción de Jerusalén se ajusta más a la situación anterior a los sucesos del año 70, concretamente son exactos los detalles relacionados con el estanque de Siloé, el pórtico de Salomón como lugar de resguardo durante el invierno y el pavimento de losas del pretorio de Pilato. Las noticias del cap. 4 acerca del estanque Bethesda son correctas en cuanto al nombre situación y estructura.
-Parecen exactas las alusiones del Cap. 4 de Juan en relación a los samaritanos a su teología, su práctica del culto en el Monte Guerizín y la localización del pozo de Jacob.
-Los temas teológicos vienen marcados por el calendario religioso, particularmente en relación con la Pascua (cap. 6) y la fiesta de los tabernáculos (caps. 7-8) reflejan según Raymond E. Brown un conocimiento exacto de las ceremonias y lecturas sinagogales asociados a estas fiestas.
-Burney ha señalado, como la generalidad de los críticos desde Grocio apuntan que la lengua materna del autor es semítica. Por otra parte existen diversas trasliteraciones contextuales, pero a diferencia de lo que sería esperable en un judío del siglo II se trata de arameísmos pero no de hebraísmos. En general vocabulario en griego es muy pobre se encuentran no más de mil vocablos distintos.
-Fredriksen 2002 (ver también [1]) ve la explicación del arresto y crucifixión de Jesús en el Cuarto Evangelio como la más plausible históricamente: "La motivación de los sacerdotes es clara y tiene sentido común: 'Si dejamos que [Jesús] continúe... los Romanos vendrán y destruirán nuestros lugares sagrados y nuestra nación.' Caifás continúa, 'Es necesario que un solo hombre muera por el bien del pueblo, a que toda la nación perezca' (Juan 11,48-50)".

Autoría
Crítica temprana
De acuerdo con algunos críticos, las primeras personas en usar el Evangelio de Juan fueron los gnósticos desde principios hasta mediados del segundo siglo, basándose en los comentarios hechos a Juan por los Gnósticos Ptolomeo y Heracleon, citados por Ireneo y Orígenes. Otros van más allá y declaran que el autor mismo era Gnóstico, citando similitudes con el Evangelio de Tomás y el Evangelio de Felipe.

El primer testigo certero de la teología joánica entre los Padres de la Iglesia es Ignacio de Antioquía, cuya Carta a los filipenses se basa en Juan 3,8 y alude a Juan 10,7-9 y a Juan 14,6. Esto indicaría que el Evangelio era conocido en Antioquía antes de la muerte de Ignacio, ocurrida hacia el año 107. Para mediados del siglo II, Policarpo de Esmirna usaba expresiones sacadas de las cartas de Juan.

El testimonio más temprano del autor es el de Papías de Hierápolis, preservado en fragmentos de citas en la historia de la Iglesia de Eusebio. Este texto es por consecuencia un tanto oscuro. Eusebio dice que deben distinguirse dos diferentes Juanes, Juan el Apóstol, y Juan el Presbítero, siendo el Evangelio asignado al Apóstol y el Apocalipsis al presbítero.

El testimonio de Ireneo, basado en Papías, representa la tradición en Éfeso, donde Juan el Apóstol se dice que vivió. Ireneo era discípulo de Policarpo, por lo tanto, de segunda generación luego del apóstol. Ireneo declara inequívocamente que el apóstol es el autor del Evangelio. Algunos críticos rechazan la referencia de Ignacio de Antioquía como referida al Evangelio, y citan a Ireneo como el primero en usarlo. Algunos van más allá y declaran que Ireneo es el autor (o al menos el último editor final) del libro. Estos críticos declaran que la teoría de la autoría joánica fue creada por la Iglesia primitiva para darle más autoridad a la obra que usaban para combatir el gnosticismo.

El reciente descubrimiento del fragmento de San Juan (papiro P52 de la Biblioteca John Rylands), fechado típicamente alrededor de los años 100-150 (aunque algunos lo hacen hasta el 175), sugiere que el texto del Evangelio de Juan se dispersó rápidamente por Egipto. Conforme el texto se dispersaba por Egipto, varios pedazos de información legendaria fueron preservados. Clemente de Alejandría menciona la actividad misionera de Juan el Apóstol en Asia Menor, y continúa, "En cuanto a Juan, el último, al ver que en los Evangelios se cuenta de las cuestiones corporales, apoyado por sus discípulos e inspirado por el Espíritu Santo, escribió un Evangelio espiritual". (Quis dives salvabitur 42,1). Orígenes responde, cuando se le pregunta cómo es que Juan coloca la limpieza del Templo al inicio en vez de al final, "Juan no siempre dice la verdad literalmente, sino que siempre dice la verdad espiritualmente" (Comentario a Juan 10.4.6). En Alejandría, la autoría del Evangelio y la primera epístola nunca fue cuestionada.

Roma fue el hogar del único rechazo temprano al cuarto Evangelio. Los adversarios del montanismo eran los responsables. Ireneo dice que estas personas intentaban suprimir la enseñanza del Espíritu Santo para poder vencer al Montanismo, y como resultado negaban la autoría del Evangelio y su autoridad. Después Epifanio llamó a este grupo, seguidores del sacerdote Cayo, los alogoi en un juego de palabras entre "sin la Palabra" y "sin la razón".

Crítica moderna
Los documentos sobre la autoría tradicional del Evangelio tienen ciertos puntos débiles que han sido explotados por los críticos. Ireneo es acusado de hacer a Papías de Hierápolis un discípulo de Juan el Apóstol para dar soporte a sus propias teorías: Eusebio mostró luego que Papías fue discípulo de Juan el Presbítero. Pero incluso Eusebio no escapa a la crítica. Sus citas a Juan el Presbítero parecen motivadas por sus argumentos de la autoría del Apocalipsis. Las memorias de Ireneo sobre el testimonio de Policarpo son memorias infantiles, y carecen de claridad. Por ejemplo, cita las relaciones de Policarpo y "Juan", pero nunca especifica de qué Juan se trata.

El Evangelio de Juan declara explícitamente que fue escrito por el "discípulo amado por Jesús", por lo que se ha hecho un gran esfuerzo para determinar de qué persona se podría tratar. Tradicionalmente es identificado como Juan el Apóstol, ya que de otra manera, uno de los más importantes apóstoles de los otros Evangelios no sería mencionado dentro del Cuarto Evangelio. Sin embargo, algunos críticos han sugerido algunas otras posibilidades. Filson y Sanders sugieren a Lázaro de Betania, ya que Juan 11:31, 36 indican explícitamente que Jesús lo "amaba", y esto está implicado en el Evangelio secreto de Marcos. Sin embargo, el hecho de que Lázaro no sea mencionado en el ministerio de Galilea, y que no haya una tradición amplia sobre la actividad apostólica de Lázaro luego de la muerte de Jesús, deja esta teoría en duda. Parker sugiere que este discípulo podría ser Juan Marcos; sin embargo, los Hechos de los Apóstoles indican que Juan Marcos era muy joven y llegado después como discípulo. J. Colson sugiere que "Juan" era un sacerdote de Jerusalén, explicando así la mentalidad sacerdotal en el Cuarto Evangelio. R. Schnackenburg sugiere que "Juan" era un residente desconocido de Jerusalén que se encontraba dentro del círculo de amigos de Jesús. El Evangelio de Felipe y el Evangelio de María Magdalena identifican a María Magdalena como la discípula que Jesús amaba, conexión analizada por Esther de Boer (en Meyer 2004) y hecha notoria en la obra de ficción El código Da Vinci. Finalmente, pocos autores, como Loisy, Bultmann y Hans-Martin Schenke, ven a "Juan" como una creación puramente simbólica, un pseudónimo idealizado para un grupo de autores.

Además de las dudas sobre la identificación del "discípulo a quien Jesús amaba" con el apóstol Juan, también queda la cuestión de si este apóstol fue el autor de los textos. Se han dado varias objeciones a la autoría de Juan el Apóstol. Primero que nada, el Evangelio de Juan es un recuento altamente intelectual de la vida de Jesús, lo que requiere un buen nivel de educación. Pero los Evangelios sinópticos están de acuerdo en que Juan era un pescador, quien seguramente no tendría mucha educación. Contra esta objeción, se puede notar que Juan no era pescador a jornal, sino alguien que podría tener su propio barco, y por tanto podría tener acceso a suficiente ingreso para pagar una enseñanza. Sin embargo, los Hechos de los Apóstoles se refieren a Juan como "sin educación" o "iletrado".

Una segunda objeción a la autoría de Juan el Apóstol está en la importancia dada a las tradiciones de Jerusalén, lo que sería inusual para un galileo. La respuesta usualmente dada a esta objeción es que el conocimiento de Jerusalén mostrado en el texto no es más que lo que un peregrino anual podría saber. El interés de Juan por Jerusalén parece ser totalmente dependiente de su interés en Jesús.

Finalmente, se objeta que el "discípulo al que Jesús amaba" no es mencionado antes de la Última Cena, así que este discípulo no podría haber sido un testigo visual de los primeros eventos del Evangelio. Sin embargo, la tradición ha identificado a este discípulo con el discípulo sin nombre del primer capítulo. La estructura del Evangelio también explica parcialmente la "desaparición" de los discípulos del centro de acción. Los primeros doce capítulos, el "Libro de los Signos", hablan de la prédica y milagros de Jesús a los judíos, mientras que el relato de la Última Cena se concentra en su relación particular con sus discípulos.

La posibilidad de una autoría colectiva del cuarto Evangelio se basa en diferencias estilísticas y de discurso narrativo. En particular, el capítulo 21 es muy diferente estilísticamente del cuerpo principal del Evangelio, y se piensa que podría ser una adición posterior. R.E. Brown (1970) distingue cuatro etapas de desarrollo: la tradición conectada directamente con el apóstol, una edición parcial de sus discípulos, una síntesis hecha por el apóstol y las adiciones del editor final.

Muchos críticos fechan la escritura del Evangelio en los últimos cuatro o cinco años del primer siglo, aunque como ya se ha dicho, algunos eligen incluso una fecha muy posterior, típicamente en la época de Ireneo. Si este fuera el caso, y si el "discípulo amado", fuese Juan el Apóstol u otro seguidor de Jesús, fuera el principal autor, debería haber tenido unos 90 años en la fecha de la composición, lo que sería una edad muy remarcable para el siglo I, cuando las esperanzas de vida eran mucho más cortas. Por otro lado, si en realidad vivió hasta tal edad, se explicaría entonces la tradición sacada de Juan 21, de que muchos creían que Jesús había dicho que el "discípulo amado" nunca moriría.

Primera epístola
La fraseología de esta primera carta de Juan es muy similar a aquella del Cuarto Evangelio, por lo que la cuestión de la autoría es usualmente conectada con la cuestión de la autoría del evangelio. Hay varios usos de frases que ocurren solamente en el Evangelio y en la Primera Epístola, y en ningún otro lado del Nuevo Testamento, como "tener pecado", "hacer la verdad", "resto" en cierto estado místico (en el Padre, en el Hijo, en mi amor), etc. Ambas obras tienen un sabor semítico que tiende a lo griego -- muchos enunciados comienzan con "todos" o con "y", el uso de la "inclusión literaria" (la repetición de una frase para indicar que el material entre ambas inclusiones viene junto), uso mínimo de partículas griegas ilativas. Ambas obras tienen los mismos conceptos básicos: el mundo, el Único elegido, la encarnación, el paso de la muerte a la vida, la verdad y las mentiras, etc.

De acuerdo con Eusebio, el libro no estuvo dentro de aquellos cuya canonicidad estuvo en duda; sin embargo, no está incluido en el antiguo canon Sirio. Teodoro de Mopsuestia también presentó una opinión negativa sobre su canonicidad. Fuera del mundo Sirio, el libro tiene varios testigos tempranos, y parece que fue ampliamente aceptado. Dada la similaridad con el Evangelio, muchos críticos le dan la misma autoría a la Epístola que la que le dan al Evangelio. Muchos se refieren a una escuela juanina de la cual la letra fue producida, posiblemente de la mano del apóstol mismo.

Segunda y tercera epístolas
Aunque la tradición normalmente le asigna la segunda y tercera epístolas a Juan el Apóstol, el hecho de que el autor se identifique a sí mismo como "el presbítero" (o "el sacerdote") deja dudas sobre esta asignación tradicional, incluso en la Iglesia primitiva. Como hay suficientes similitudes literarias y teológicas con la primera epístola, estas dos últimas normalmente se asume que vienen del mismo círculo teológico. Por ello, muchos escolares asumen que el autor de estos libros sería cierta personalidad del círculo de discípulos de Juan. Las similitudes entre ambos libros hacen que sea poco probable que tengan dos autores separados. Este autor hipotético es usualmente llamado "Juan el Presbítero" para distinguirlo del apóstol.

La leyenda medieval, por otra parte, hizo equivalentes a "Juan el Presbítero" con "Juan el Apóstol", y como muchos leían el capítulo 21 del Evangelio como un indicador de que Juan el Apóstol nunca murió, se produjo la historia del Preste Juan, que se decía era el Apóstol, aún vivo y escribiendo en la Edad Media.

Apocalipsis
El autor del libro del Apocalipsis se identifica a sí mismo como "Juan", por lo que el libro se le ha acreditado tradicionalmente a Juan el Apóstol. Se ha encontrado evidencia de esta identificación desde Justino Mártir en su Diálogo con Trifón. Otros testigos de esta tradición son Ireneo, Clemente de Alejandría y Tertuliano.

Las primeras dudas sobre la autoría apostólica del libro vinieron en el siglo III. El presbítero Cayo de Roma (uno de los "alogoi" de Epifanio) identificaba al autor con Cerinto, considerado un hereje. El obispo Dionisio de Alejandría rechazaba la autoría apostólica, pero aceptaba su canonicidad. Más radicalmente en el siglo IV, la mayoría de la Iglesia Oriental rechazaba su canonicidad. Este punto de vista era compartido por varios Padres de la Iglesia, como Cirilo de Jerusalén, Gregorio de Nacianzo, Juan Crisóstomo y Teodoreto. También era rechazado en Siria.

La cuestión de la canonicidad fue reabierta en occidente por los Protestantes de la Reforma. Por otra parte, el Concilio de Trento de la Iglesia Católica, reafirmó su canonicidad. Hoy en día muchos cristianos aceptan este libro como parte del canon.

Hay muchas afinidades entre este libro y el Cuarto Evangelio: el uso de alegorías, simbolismo, y metáforas similares como "el agua viva", "el pastor", "el cordero", y "el mana". Sin embargo, las diferencias entre ambos son probablemente mucho más notables. El libro del Apocalipsis no entra en varios de los típicos temas juaninos, como la luz, la oscuridad, la verdad, el amor y "el mundo" en un sentido negativo. La escatología de ambas obras es también muy diferente.

Una identificación precisa del autor es casi imposible debido a la falta de evidencia. Sin embargo, la obra es por lo general asignada a un círculo de discípulos cercanos al Apóstol Juan. La fecha de composición es ampliamente discutida. Ireneo menciona el final del reinado de Domiciano (lo cual repiten Eusebio y Jerónimo). Ésta es la opinión más común entre varios críticos modernos que consideran la obra como escrita de una sola vez. Sin embargo, Epifanio cita la composición en el reino de Claudio, y el Fragmento muratoriano sugiere la composición en tiempos de Nerón.

Algunos exégetas (Touilleux, Gelin, Feuillet) distinguen dos fechas: la publicación (bajo Domiciano) y la fecha de las visiones (bajo Vespasiano). De acuerdo con estas teorías, varios editores habrían retocado el documento. El fechado de la obra es aún muy debatido en la comunidad de estudiosos.

Juan el Presbítero
Juan el Presbítero o Juan el Anciano; griego: πρεσβύτερος Ιωάννης) es un personaje mencionado por el obispo del siglo II Papías en su obra Explicación de las Sentencias del Señor (κυριακῶν λογίων ἐξηγήσις — Kyriakôn logiôn exêgêsis). En realidad dicha obra se ha perdido, pero fragmentos de la misma se encuentran citados por Ireneo y por Eusebio. Es en el siguiente pasaje, referido por la obra Historia Eclesiástica de Eusebio, donde Papías señala a dos personas que poseen el mismo nombre.

No dudaré en ofrecerte, ordenadas juntamente con mis interpretaciones, cuantas noticias un día aprendí y grabé bien en mi memoria, seguro como estoy de su verdad. Porque no me complacía yo, como hacen la mayor parte, en los que mucho hablan, sino en los que dicen la verdad; ni en los que recuerdan mandamientos ajenos, sino en los que recuerdan los que fueron mandados por el Señor a nuestra fe y proceden de la verdad misma. Y si se daba el caso de venir alguno de los que habían seguido a los ancianos, yo trataba de discernir los discursos de los ancianos: qué había dicho Andrés, qué Pedro, qué Felipe, qué Tomás o Santiago, o qué Juan o Mateo o cualquier otro de los discípulos del Señor; igualmente, lo que dice Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor. Porque no pensaba yo que los libros pudieran serme de tanto provecho como lo que viene de la palabra viva y permanente (Eusebio, Hist. Ecl. III, 39, 3-4)

En el texto anterior el primer Juan aparece junto a los apóstoles Mateo, Tomás, Pedro, Santiago, Felipe y Andrés; mientras que el otro Juan es mencionado junto a otro discípulo llamado Aristión y se le da además el apodo de “el anciano”. Esta distinción llevó a Eusebio a pensar en la existencia de dos discípulos de Cristo con el mismo nombre: Juan el Apóstol y Presbyteros Joannes.

Otros autores
Basándose en el fragmento de Papías citado por EusebioJerónimo anotó en su obra “De Viris Illustribus” que Presbyteros Joannes fue el verdadero autor de las epístolas segunda y tercera del Nuevo Testamento generalmente atribuidas a Juan el Apóstol. De hecho la segunda y la tercera cartas aparecen con las siguientes introducciones: “El anciano (ho presbyteros) a la señora elegida y a sus hijos” (2 Juan 1) y “El anciano (ho presbyteros) a Gayo, el amado, a quien amo en la verdad” (3 Juan 1).

El Decretum Gelasianum, presuntamente escrito por el papa Gelasio I, también atribuye la autoría de las dos últimas epístolas a Presbyteros Joannes en lugar del Apóstol Juan. La tradición de la iglesia católica atribuye el cuarto evangelio, las epístolas juaninas y el Apocalipsis a un solo autor: el Apóstol Juan. The Catholic Encyclopedia menciona que la existencia de dos personas con el mismo nombre de Juan presuntamente referida por Papías no tiene fundamento histórico. De todos modos la polémica persiste hasta hoy. Por último algunos autores creen que la tradición del Presbyteros Joannes influyó en el surgimiento de la leyenda medieval del Preste Juan (también llamado Prebístero Juan).

Epístola de Judas
La Epístola de Judas es uno de los libros de Nuevo Testamento de la Biblia. El autor se identifica como Judas, el hermano de Santiago (Judas 1:1.). Algunos han afirmado que Judas Tadeo el apóstol había sido el autor. Pero ya en la época de Orígenes (siglo III) había dudas en la Iglesia sobre su autoría y durante la reforma protestante reaparecieron estas dudas.

A partir de principios del siglo XX cada vez más teólogos empezaron a proponer que había sido escrito por otro autor a principios del siglo II. Por las referencias al Antiguo Testamento y otros libros y por la apropiación del nombre de Judas, la mayoría de los teólogos piensan que la epístola fue escrita en Palestina.

La referencia más antigua que se tiene está el canon de Muratori del año 170. Este libro fue declarado canónico desde el Concilio de Nicea I en 325.

Supuestos sobre la persona de Judas
Algunos teólogos protestantes suponen que Judas era un hermano o hermanastro de Jesús.
En la Iglesia católica suponen que era un primo de Jesús e hijo de Cleofás.
En la Iglesia ortodoxa oriental suponen que Judas era un hermanastro de Jesús nacido de otro casamiento.

En una parte de Siria suponen que Judas era el apóstol Tomás, hermano de Jesús.

Contenido
Judas se dirige a los cristianos en general (Judas 1-2.) y se preocupa por su salvación común (Judas 3).
Una amonestación para los falsificadores de la doctrina (Judas 3-4) y ejemplos de personas castigadas en el Antiguo Testamento (Judas 5-16).
Incitación a amar a Dios, fortalecer la fe y ayudar a hermanos y hermanas que tienen dudas (Judas 17-23).
Promesa y alabanza a Dios (Judas 24-25).

Uso de los apócrifos
El autor demuestra un conocimiento de los libros apócrifos: hace referencia al Libro de Enoc en el versículo 6 (1 Enoc 21:10) y lo cita expresamente en los versículos 14-15 (1 Enoc 60:8 y 1:9); cita quizás la Asunción de Moisés en el versículo 9 y se basa en el Testamento de los Doce Patriarcas (Neftalí 3:4-5) al relacionar los temas de los versículos 6 y 7.

Judas 14 de estos hombres profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, el Señor es venido con sus santos millares

1 Enoc 60:8 "Enoc, séptimo desde Adán"
1 Enoc 1:9 "He aquí, el Señor es venido con sus santos millares,"
1 Enoc 1:2-10 es una expansión de las palabras de Moisés en Deuteronomio 33:2-4, y no de las palabras del Enoc de Génesis 5.1​

Semejanzas con la segunda epístola de San Pedro
Judas 3-18 se parecen mucho a los de 2 Pedro 1:5, y 2 Pedro 2:1-18.. Esto sugiere que uno de los escritores conocía la otra epístola. La mayoría de los teólogos suponen, tras el análisis minucioso de los textos, que Pedro usó la epístola de San Judas como fuente, dado que ésta es más corta. Un argumento para suponer lo contrario es que Pedro predice que van a venir falsificadores de la doctrina y Judas dice que ya han venido. Además, Judas 18 cita 2 Pedro 3:3. diciendo que son palabras de los apóstoles:

2 Pedro 3:3 Ante todo, sepan esto: que en los últimos días vendrán burladores con su sarcasmo, siguiendo sus propias pasiones,

Judas 18 quienes les decían: En los últimos tiempos habrá burladores que irán tras sus propias pasiones impías.

Continua en El Apocalipsis I: El Libro I
----------------