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jueves, 16 de julio de 2009

Las Herejías VI: Sectas V

Diócesis de las iglesias cristianas orientales monofisitas (principalmente en Egipto, Armenia, Siria, Nobatia, Eritrea y Etiopía) y aún con mayor expansión (que es el área coloreada en este mapa) difisitas entre los siglo VIII d. C. y siglo XIV d. C. en el Irak, partes de Siria, Persia, el Asia Central, el suroeste de la India (región del Malabar), el Yemen (el Yemen parece haber sido un territorio oscilante entre el monofisismo y el difisismo), la isla de Socotora y acaso muy superficialmente en la Insulindia y península Malaya hasta, difusamente, zonas de China y el sur de Siberia (también se supone que influyó algo en las creencias del budismo lamaísta del Tibet, especialmente en las zonas de Leh y Gilgit); en cuanto a la Arabia propiamente dicha esta región tuvo influjos cristianos orientales (sin contar los puntuales ubicados en Yemen y el Golfo Pérsico) con un fuerte centro en la región de Nayrán y en el reino Lajmida cuya capital principal se ubicó en la ciudad de Al Hirah, pero en cuanto a la "Arabia Profunda" el cristianismo no llegó a substituir (aunque sí las influenció) a las creencias tribales idólatras y fue suplantado luego del siglo VII por el islam. Las cruces rojas, verdes y azules señalan la sucesión de diócesis y divisiones eclesiásticas similares que tuvo el cristianismo difisita o "nestoriano" en su apogeo durante la Alta Edad media. Tener en cuenta que los límites entre países corresponden a los límites actuales (año 2015).


Siglo V (400-500)

Nestorianismo (siglo V)
El nestorianismo o difisismo (del griego δύς, dys, 'dos', y φύσις, physis, 'naturaleza') es una doctrina religiosa dentro del cristianismo que considera a Cristo radicalmente separado en dos naturalezas, una humana y una divina, completas ambas de modo tal que conforman dos entes independientes, dos personas unidas en Cristo, que es Dios y hombre al mismo tiempo, pero formado de dos personas (prosopōn) distintas.

Inicio
Enmarcado dentro de las disputas cristológicas que sacudieron al cristianismo en los siglos III, IV y V, el nestorianismo fue propuesto por el monje Nestorio (c. 386-c. 451), oriundo de Alejandría, una vez nombrado obispo de Constantinopla. Esto le llevó a enfrentarse con Cirilo de Alejandría, obispo de dicha ciudad, que defendía la tesis de la unicidad entre la persona humana y la divina de Cristo. Principalmente Nestorio sostenía que Cristo era un hombre en el que había ido a habitar Dios, escindiendo la persona divina de la persona humana.

El Concilio de Efeso
Tanto los nestorianos como los partidarios de Cirilo fueron llamados al concilio de Éfeso en el año 431, convocados por Teodosio II. La disputa se centró fundamentalmente en torno al título con el cual debía tratarse a María, si sólo Christotokos (madre de Cristo, es decir, de Jesús humano y mortal) como defendían los nestorianos, o además el de Theotokos (madre de Dios, o sea, también del Logos divino), como defendían los partidarios de Cirilo. Finalmente se adoptó como verdad de doctrina la propuesta por Cirilo, y se le concedió a María el título de Madre de Dios, y los nestorianos o difisitas, fueron condenados como herejes. Cabe destacar que esta discusión en cuanto al término Christotokos o Theotokos no tenía a María como centro de atención, sino que se enfocaba en la Cristología que suponía, es decir, si Cristo es un ser de dos naturalezas (divina por una parte y humana por otra parte) en una persona (doxa difisita o nestoriana) o, por lo contrario, la monofisita: doxa que proclama a Cristo un ser de naturaleza única: Dios encarnado con aspecto humano. El nestorianismo refutaba el concepto de encarnación, que estaba en juego al discutir los términos griegos anteriores y abrazaba el concepto de cohabitación o yuxtaposición. La doctrina nestoriana, que sigue las enseñanzas del exégeta Teodoro de Mopsuestia, insiste en el carácter distintivo de la divinidad y humanidad de Jesús, lo que movió a los críticos de esta confesión a acusar a los nestorianos de creer que Cristo era dos personas distintas: el Hijo de Dios y el hijo de María. Concretamente, Nestorio se oponía a que María fuera llamada Theotokos (Madre de Dios) porque le resultaba una incongruencia lógica y una blasfemia.

Nestorianismo post-efesio
El nestorianismo fue desterrado del Imperio romano, y la diáspora nestoriana encontró refugio en el Imperio sasánida. Gran parte de los habitantes del imperio persa (en especial en Irak) y los Lajmidas abrazaron esta denominación cristiana conocida en el Imperio romano con el adjetivo de «nestorianismo». En Edesa fue Ibas quien en su cargo de director de la escuela de la ciudad hizo suyas y propagó las ideas de Nestorio. Sin embargo, allí los obispos antioquenos, en especial, Rábula se le enfrentaron. Así, el rey persa mandó expulsar a Ibas quien se refugió en Armenia y desde allí continuó extendiendo el nestorianismo. Sin embargo, en 435, tras la muerte de Rábula, Ibas se presentó otra vez en Edesa (hoy Urfa) y fue elegido obispo. Solo hasta 448 tuvo que afrontar juicios de parte de sus compañeros en el episcopado por propagar el nestorianismo. Sin embargo, en 449 salió absuelto y unos meses después fue depuesto durante el Latrocinio de Éfeso.

El Concilio de Calcedonia lo repuso en su diócesis en 451. Murió en 457. En 424, la Iglesia persa difisita se declaró independiente de la ortodoxia católica bizantina y todas las otras iglesias, con el fin de evitar acusaciones de lealtad a autoridades extranjeras, o sea, los emperadores persas sasánidas. Así fue que tras el cisma nestoriano, la Iglesia persa cada vez se alineó más con los nestorianos, en gran medida alentada por la clase dominante zoroastriana. En consecuencia, la Iglesia cristiana en el imperio persa se convirtió cada vez más a la doctrina nestoriana en las siguientes décadas, fomentando la división entre cristianismo calcedónico y el de los cristianos nestorianos. En 486 el Metropolitano de Nísibis, Barsaûma, aceptó públicamente como mentor a Nestorio y a Teodoro de Mopsuestia como su autoridad espiritual. En 489, cuando la Escuela de Edesa en Mesopotamia fue clausurada por el emperador bizantino Zenón por sus enseñanzas nestorianas, la escuela se trasladó desde su sede original a la ciudad de Nisibis, llegando a ser una nueva escuela cristiana difisita denominada Escuela de Nísibis, dando lugar a otra oleada de inmigración nestoriana hacia Persia. El patriarca persa Mar Babai I (497-502) logró reforzar la estima del cristianismo difisita por parte de los obispos en el imperio persa y sus zonas de influencia (por ejemplo entre los árabes Lajmidas) y con esto a las opiniones de Theodoro de Mopsuestia, consolidando con ello la adopción por la iglesia oriental no ortodoxa y no monofisita del nestorianismo. Serán sus discípulos los que propaguen ulteriormente el nestorianismo. Narsai funda en Nísibe una escuela como la de Edesa.

Desde este centro, que llegó a ser el más afamado de la Iglesia persa, el nestorianismo se extendió por todo el imperio persa. En Bet Lapat se celebró un sínodo en el año 484, reunión donde se depuso al catholicós Babowai y se nombraba a Barsaumas (también transcrito como Barçauma, Barzauma o Barzaumas), discípulo también de Ibas. Éste con el apoyo del rey Peroz I mandó encarcelar a Babowai quien fue luego ejecutado; luego de esto se eligió un nuevo katholikósAcacio, antiguo compañero de Barsaumas. Dado que el nestorianismo estaba prohibido en el Imperio Bizantino, y dada la antigua enemistad entre ambos imperios, a Barsaumas no le costó nada hacer que el nuevo rey Balash apoyara su causa, considerada como una causa nacional. Balash ordenó incluso la expulsión de todos los cristianos que no fueran nestorianos. En 497 se nombra a Babai como nuevo catholicós. Tras él la iglesia se dividió pues una parte del clero no estuvo de acuerdo con el nombramiento de Eliseo y nombró a Narsés como catholicós de Seleucia. No se logró la unidad hasta que Aba fue elegido catholicós o patriarca o (en siríaco) mar.

La nueva guerra que se produjo con el imperio bizantino fue aprovechada por los grupos paganos para desatar una persecución contra los cristianos: pese a estar entonces firmemente establecido en el imperio de la Persia sasánida, el cristianismo difisita con centros en Nisibis, Ctesifonte Gundeshapur y con varias sedes metropolitanas; la Iglesia nestoriana persa comenzó a extenderse más allá del Imperio Persa Sasánida. Sin embargo, durante el siglo VI esta iglesia fue acosada con frecuencia con las luchas internas y la persecución de los seguidores de Zoroastro. Tal lucha que llegó a ser interna llevó a un cisma, que duró desde el año 521 hasta alrededor del 539, cuando se resolvieron los problemas. Sin embargo inmediatamente después la guerra romano-persa llevó a una nueva persecución de la iglesia por el rey sasánida Cosroes I; esta persecución terminó en el año 545. La iglesia cristiana difisita sobrevivió bajo la dirección del patriarca Mar Abba I, quien siendo de origen zoroastriano se había convertido al cristianismo. Con la paz las cosas volvieron a la normalidad pero el rey de Persia intentó intervenir en los asuntos eclesiásticos reclamando para sí el nombramiento del catholicós. Llegó incluso a nombrar uno, José, que tuvo que deponer años después por presiones del clero.

Otra guerra contra Constantinopla llevó nuevamente a dificultades a la Iglesia persa. Sin embargo, con la derrota total del imperio persa por parte de Heraclio (628) la iglesia alcanzó su independencia: el nuevo rey por temor a los bizantinos concedió la libertad a los cristianos y dejó que nombraran a su propio catholicós (cargo que estaba vacante desde 608). La paz e independencia no duraron mucho ya que en 633 comenzaron las invasiones musulmanas que aniquilaron el imperio persa. Tras la total conquista del imperio persa por parte de los musulmanes en el año 644 la comunidad cristiana (obviamente incluyendo a la numerosa nestoriana) fue subordinada al rango de dhimmi. En Mesopotamia los cristianos fueron bien tratados por los musulmanes quienes los tomaron como educadores (fueron en gran medida los transmisores de la filosofía griega a los árabes islámicos) y especialmente como médicos y les dejaron libertad. Cuando la administración árabe se trasladó de Damasco a Bagdad, el catholicós también trasladó su sede, lo que le permitió ocupar cargos administrativos con los nuevos ocupantes. Fue la situación creada y la facilidad para optar a cargos administrativos lo que fue mermando a la iglesia nestoriana de Persia que para mediados del siglo VII había casi desaparecido de la costa del Golfo Pérsico aunque merced a misiones como la de Alopen se había difundido en Asia Central (Samarcanda etc) hasta llegar a China, Mongolia y la zona de Minusinsk. Los patriarcas o cathólicos comenzaron entonces misiones para evitar que los cristianos se pasaran al islam (no se podía pensar, dadas las circunstancias, en convertir a los musulmanes). Impulsores de estas misiones fueron el katholikos o patriarcas o mar Ishoyabb y Jorge I (658-680).

De esta iglesia nestoriana procederán las primeras misiones a China (siglo VII), Asia central (Tibet, India, Mongolia, Samarcanda, Manchuria). La Iglesia Siria Oriental (monofisita) y la Iglesia Católica Apostólica Asiria del Oriente (difisita, es decir nestoriana) prosperaron acatando ciertas reglamentaciones de los «shahs» persas, entre otras aquella según la cual sus sacerdotes debían estar casados. En ese período prospera la escuela teológica de Edessa (hoy Urfa) y se destaca la figura del patriarca Bar Saumas quien tenía su sede en «Babilonia» (en realidad Ctesifonte y Nísibis). Aún en los primeros siglos de la conquista árabe del Cercano y Medio Oriente la iglesia que mantenía la doxología (conjunto de opinión) difisita o «nestoriana» mantuvo un fuerte impulso misional logrando un importante éxito en Asia central (por ejemplo en la ciudad de Samarcanda). Los cristianos «nestorianos» fueron una genuina correa de transmisión del conocimiento científico y filosófico grecorromano (particularmente del aristotelismo) a la entonces incipiente cultura islámica (luego desde el islam este acervo de conocimiento volvió a Europa), así fue en la célebre Academia de Gundishapur constituida por sabios nestorianos y dedicada principalmente a la medicina; por tal motivo en el periodo inicial de los grandes califas omeyas destacaban familias de médicos (seguidores de las doctrinas científicas de Galeno) cristianos «nestorianos» curando a los califas y magnates, así todavía en los siglos IX y X se destacaron familias de médicos cristianos nestorianos como la de Yuhanna ibn Masawaih, cuyo nombre occidental es el de Ioannis Mesuae quien era integrante de una muy culta familia de Gundishapur, y luego la de su discípulo Hunayn ibn Ishaq cuyo nombre ha sido latinizado como Iohannitius.

Hunayn ibn Ishaq se puso al frente de los traductores de las obras en siríaco, griego y sánscrito al árabe cuando el califa al-Mamun promovió la fundación de la Bayt al-Hikma (Casa de la sabiduría) en la capital califal que era Bagdad en el siglo IX; también entre los siglos VIII a X se distinguió la familia de médicos cristianos nestorianos de los Bukhtishu Bakhtishu o Bajtishu. Las escuelas cristianas «nestorianas» prosperaron en centros como el de Gundishapur (Persia) y Muharraq (en el actual Bahréin). Mientras que las misiones cristianas nestorianas se difundieron entre los turcos orientales (como los uighures) y algunas tribus de mongoles pre-gengiskánidas como los khitan o kitans, al parecer es en esa época cuando surge en Europa la leyenda parcialmente cierta de El Preste Juan, siendo «Juan» una alteración de la palabra khan.

El Preste Juan, o Pastor Juan
Era el nombre de un supuesto gobernante cristiano del Lejano Oriente según los relatos europeos de la Edad Media. Fue un personaje muy conocido durante los siglos XII a XVII (en 1218, Gengis Khan, derrota a Kuchlug, un khan ("jan") cristiano nestoriano de la tribu naiman de Mongolia occidental, que gobernaba el Kanato de Kara-Kitai). Era, a la vez, gobernante y sacerdote, incluso patriarca según algunas fuentes, de ahí su título de preste (apócope de presbítero) de una nación cristiana aislada entre musulmanes y paganos en algún lugar de Oriente. Según los relatos medievales, descendía de los tres Reyes Magos, y tanto era un mandatario generoso como un hombre virtuoso, que regía un territorio lleno de riquezas y extraños tesoros, donde se encontraba el patriarcado de Santo Tomás. Su reino contenía maravillas, como un espejo a través del cual podía ver todas sus provincias, de cuya fábula original derivó la "literatura especular" de la Baja Edad Media y el Renacimiento. En ella, los reinos de cada príncipe eran censados y sus deberes fijados.

Historia
La primera vez que se menciona a este personaje es en la crónica del obispo alemán Otón de Freising. Inicialmente, se creía que el reino del Preste Juan se hallaba en la India. Corría por entonces la creencia muy divulgada de que los cristianos nestorianos habían tenido éxito en evangelizar esas tierras, y estaban regidos por un sacerdote-rey llamado Juan. Probablemente, los viajes de Tomás el Apóstol, documentados en obras como los Hechos de Tomás sirvieron de germen para la leyenda. Tras la llegada de los mongoles al mundo occidental, se situó al rey en Asia Central. Finalmente, exploradores portugueses se convencieron de que lo habían encontrado en Etiopía. El emperador de Bizancio y el papa habían recibido varios mensajes de esta figura misteriosa, en los que él mismo describía la grandeza y la riqueza de sus feudos.

El reino del Preste Juan fue objetivo de una búsqueda, que disparó la imaginación de generaciones de aventureros, pero permanecía fuera de su alcance. Representaba un símbolo de la universalidad de la Iglesia para los cristianos europeos, que trascendía la cultura y la geografía para abarcar a toda la humanidad, en tiempos en que la tensión étnica e interreligiosa convertían esa visión en un hecho muy improbable. Según ciertas tradiciones cristianas, los Reyes Magos, que en el Evangelio aparecen como «magos de Oriente», procedían del mismo reino del Preste Juan y en este remoto país asiático se encontraba el santo Grial.

El nombre "Juan" deriva del título dado a los monarcas mongoles: jan (usualmente escrito "kan" o "khan"), ya que, en efecto, hubo algunos janes mongoles que adoptaron el cristianismo nestoriano antes de la formación del Imperio mongol por Gengis Kan. Sin embargo, tal como lo observó el viajero italiano Giovanni Pian del Carpine, ya en el siglo XIII apenas existía tolerancia para los cristianos, y los nestorianos estaban ya en decadencia precisamente por el ascenso de Gengis Kan, quien tuvo que contender con rivales que practicaban una síncresis de cristianismo nestoriano y chamanismo. La leyenda del Preste Juan influyó en los viajes de exploración de la Baja Edad Media. Cuando en el siglo XV los portugueses entraron en contacto con el reino cristiano de Etiopía, en África, pensaron que habían encontrado este reino, considerando al negus o negus negusti (rey de reyes) etíope como el mítico Preste Juan. Otras leyendas identifican al Preste Juan con Juan el Apóstol, que basándose en el Evangelio de Juan 21, asumen que Juan el apóstol nunca murió y que seguía vivo en la Edad Media. El preste Juan podría haber sido alguno de los monarcas de la Etiopía cristiana.

De este modo la cristiandad (de cuño nestoriano) llegó por primera vez a China hacia el año 635 cuando el misionero llamado en chino Alopen o Al Oben estableció una iglesia en la capital occidental durante el reinado de Taizong de la dinastía Tang, es decir, en la ciudad de Chang'an (actual Xi'an), de esa época data la célebre Estela de Siganfú. Sin embargo posteriormente el emperador Wuzong (840 a 846) prohibió las "religiones foráneas" como el budismo y el cristianismo. La comunidad experimentaría un importante resurgimiento durante la dinastía Yuan. Marco Polo, durante el siglo XIII, y otros importantes escritores medievales (como el sacerdote católico italiano Pian del Carpine) señalaron la existencia de algunas comunidades cristianas nestorianas en el Medio Oriente, en la costa sudoeste de la India (el Malabar), en el Asia Central, en China Mongolia. Rabban Bar Sauma, un viajero nestoriano originario de Shang-du (el Xanadu de los poemas de Coleridge, actualmente en Mongolia), llevó a un diplomático mongol del Khanato de Persia hasta las cortes de Constantinopla y Roma para discutir una posible alianza Franco-Mongola frente al avance musulmán de aquel entonces. Nuevamente debieron de soportar tiempos difíciles con la caída del poder mongol y finalmente desaparecerían de China en los tiempos de la dinastía Ming. Actualmente, el legado de los misioneros puede apreciarse en la arquitectura de la antiguas iglesias levantadas en territorio de los actuales Irak, Irán e India.

En 1260 un ejército cristiano (cuando aún gran parte de los turcos y mongoles se adherían al cristianismo "nestoriano") túrquico-mongol liderado por el líder cristiano nestoriano Kitbuqa o Quitbuka trató de recuperar la "Tierra Santa" para la cristiandad pero Kitbuqa fue derrotado por los musulmanes en la Batalla de Ain Yalut y luego de ser apresado fue ejecutado (según varias fuentes fue trucidado), es decir, puesto su cuerpo entre dos planchas de madera y luego aserrado por los musulmanes. A finales del siglo XIV los ya previamente muy acosados cristianos de la Iglesia del Este ("nestoriana") fueron casi totalmente aniquilados por Tamerlán, quedando algunos bolsones de resistencia cristiana en lugares aislados y remotos como Qodshanes. Hay que destacar que la rebelión de los Taiping, durante el siglo XIX, habría tenido líderes que practicaban una forma singular de cristianismo aunque en los Taiping no queda en claro si existió una antigua tradición cristiana nestoriana o si el influjo cristiano se debió a las misiones jesuíticas —católicas— o reformistas «protestantes» directamente procedentes de la Europa contemporánea.

Keraitas
Los Keraitas (en mongol: Кэрэйд Kereyd) fueron un pueblo mongol (aunque algunos historiadores aseguran que tienen un origen turco) que habitó el Asia Central. Se establecieron cerca del río Orhon: al oeste del río Tuul y norte del río Ongiin. Vivieron al este de los naimanos, y es probable que el área alrededor de Ulán Bator, la actual capital de Mongolia, estuviera habitada por ellos. De acuerdo con el sirio Gregorio Bar-Hebraeus, los keraitas se convirtieron al cristianismo nestoriano aproximadamente en el año 1008.

Estaban organizados como una confederación y así influenciaron la futura organización política entre los mongoles. También tenían influencia religiosa sobre los mongoles a través del matrimonio entre los miembros de la realeza; por ejemplo, la mayor de las nueras de Gengis Kan era una princesa keraita nestoriana.

Los keraitas fueron parte de la nación mongola unificada por Gengis Kan en los primeros años del siglo XIII. Su jan Toghrul, quien fuera padre adoptivo de Gengis Kan cuando aún se llamaba Temujin, recibió el título de Wang Jan de parte del emperador Jin en 1183. Aparentemente, la leyenda del Preste Juan está conectada con los gobernantes cristianos keraitas, siendo en un punto de la leyenda el Preste Juan explícitamente identificado con el Wang Jan.

Nestorio
Nestorio, en griego Νεστόριος (c. 386-c. 451), líder cristiano sirio del siglo V. Nació en Germanicia, Siria (hoy Kahramanmaraş en Turquía). Fue patriarca de Constantinopla y fue acusado de profesar la doctrina que lleva su nombre (nestorianismo), consistente en una separación total entre la divinidad y la humanidad de Cristo. Tal doctrina fue declarada herética por el Concilio de Éfeso, que depuso a Nestorio del patriarcado en 431. Murió en los desiertos de Libia entre 440 y 451.

Al recaer sobre él la acusación de herejía, sus obras fueron destruidas. Se trataba de una producción numerosa sobre todo de sermones, cartas y algunos tratados dedicados a temas dogmáticos en disputa. Se conserva su obra Bazar de Heráclides de Damasco, donde critica la postura de Cirilo de Alejandría y, por tanto, las decisiones del Concilio de Éfeso. Se le atribuyeron también los Doce contra-anatematismos, que serían una respuesta a los Anatematismos de Cirilo, pero tal atribución es espuria.

Sus seguidores, los nestorianos, difundieron su doctrina por Asia, llegando a crear una importante iglesia que se extendió desde la India hasta Siberia. Actualmente quedan congregaciones de esta iglesia en Irak (Iglesia asiria del Oriente), Irán, India, China, Estados Unidos y otros lugares donde han migrado comunidades de los países citados.

Nestorianismo en el siglo XX y en la actualidad
A fines del siglo XIX e inicios del siglo XX las comunidades cristianas difisitas o "nestorianas" que mantenían más fuerte su doxología eran las ubicadas en el norte de Irak (principalmente en torno a Mosul) y el Kurdistán (los montes Hakkâri, Yulamerk o "Çölemerik") y principalmente el valle del Gran Zab (zonas kurdas actualmente dentro del control turco), en el valle del Gran Zab se ubicaba el núcleo religioso de los asirios actuales (Suryoyo): la ciudad monástica de Kodshanes o Qodshanes al pie sudoriental de los montes Hakkâri casi totalmente destruida por los turcos durante la Primera guerra mundial; también otro núcleo de "asirios" (Suryoyo) cristiano-nestorianos se ubicaba en Urmiah (Azerbaiyán Persa). Durante la Primera Guerra Mundial y en tiempos de la Revolución rusa las fuerzas turcas llevaron a cabo una política de exterminio y "limpieza étnica" (la cual sufrieron asimismo los cristianos armenios y griegos) que padecieron los "nestorianos", el patriarca o Shimun debió refugiarse en Francia y luego Estados Unidos mientras gran parte de la población cristiana "nestoriana" era exterminada.

Los asirios actuales que hablan el neorameo turyoyo y tienen por propio gentilicio el de suryoyo o suryoye habitan principalmente en la zona de Tur Abdin, sin embargo en esa pequeña zona se mezclan los seguidores de la Iglesia ortodoxa siria monofisita con los, también cristianos asirios, seguidores del difisismo o nestorianos; ambas denominaciones de la cristiandad han sufrido y sufren persecuciones y genocidios, por parte de los turcos notoriamente a inicios del siglo XX y luego a inicios del presente siglo XXI por los extremistas islámicos. Cabe hacer notar que en 1994 Mar Dinkha o (como se pronuncia en español: Mar Dinja) firmó con el papa católico romano Juan Pablo II una «Declaración cristológica común» poniendo final las dos iglesias con la discusión bizantina entre las dos iglesias cristianas que se basaba en la doxa controversial originada a partir de Nestorio. Se supone que tal entendimiento ecuménico proseguirá con Gewargis III y sus sucesores. Todavía en algunas apartadas regiones del Próximo Oriente es posible encontrar nestorianos. Por su parte, los nestorianos se propagaron por Asia Central, llegaron hasta China, y durante un tiempo influyeron en los mongoles, aunque finalmente éstos se decantaron por el lamaísmo y abandonaron el nestorianismo, lo que llevó a su extinción final en dichas regiones. Actualmente subsisten las iglesias nestorianas en la India, en Irak, Irán, China y en Estados Unidos y otros lugares donde a lo largo del siglo XX han migrado comunidades de los países citados.

En la actualidad hay dos patriarcas (desde 1976), uno de la Iglesia asiria del Oriente reside en Morton Grove, Illinois, en Estados Unidos; y el otro de la Antigua Iglesia del Oriente, reside en Bagdad, Irak. Hay otras iglesias que tiene las mismas tradiciones, pero no están en comunión, como la Iglesia Católica-Apostólica del Oriente en Brasil. La mayoría de los nestorianos o difisitas, cuyo número asciende a más de medio millón de personas a inicios del año 2016, vive en una zona hace un par de siglos repartida entre Irak, Siria e Irán, donde se les conoce por regla general como asirios, soliendo autodenominarse nasranim (nazarenos), este nombre es mantenido también en la India por la Iglesia Siria Malabar Nasrani. En el siglo XIX y el XX parte de los difisitas del Irak (especialmente los que habitaban en las proximidades de Mosul) se unieron a la iglesia católica romana tomando el nombre de cristianos caldeos o kaldani los cuales han sufrido fuertes persecuciones en el año 2015. Tal cual ya se ha señalado, la Iglesia nestoriana tuvo un papel fundamental en la conservación de antiguos textos griegos que fueron traducidos al siríaco (una rama del arameo). Más tarde serían traducidos al árabe y (ya desde el siglo XIII) al latín.

Monofisismo (siglo V)
El eutiquianismo o monofisismo (del griego μόνος, monos, «uno», y φύσις, physis, «naturaleza») es una doctrina teológica que sostiene que en Jesús sólo está presente la naturaleza divina, pero no la humana. El dogma definido en Calcedonia y mantenido por la Iglesia ortodoxa y la Iglesia católica sostiene que en Cristo existen dos naturalezas, la divina y la humana «sin separación» y «sin confusión», según el símbolo niceno-constantinopolitano. Sin embargo, el monofisismo mantiene que en Cristo existen las dos naturalezas, «sin separación» pero «confundidas», de forma que la naturaleza humana se pierde, absorbida, en la divina.

Origen del monofisismo
El monofisismo tiene su origen en las disputas cristológicas que tuvieron lugar en Oriente durante el siglo IV, como consecuencia de la postura ortodoxa fijada en el Segundo Concilio Ecuménico, celebrado en Constantinopla en 381 y que, para condenar el arrianismo, mantenía la igualdad de esencia entre el Padre y el Hijo. Posteriormente, Nestorio, como Patriarca de Constantinopla, y la escuela teológica de Antioquía, defienden que en Jesucristo existen dos personas, la divina y la humana, las cuales están totalmente separadas (nestorianismo). Esto sería refutado en el Concilio de Éfeso del año 431. Frente a esta postura se alzan Cirilo de Alejandría, como Patriarca de Alejandría y la escuela filosófica de dicha sede patriarcal, los cuales afirman que Jesucristo es una persona en la cual existen dos naturalezas, la divina y la humana, las cuales no están separadas. La disputa, que no es sólo religiosa, sino también política, al estar detrás de ella la supremacía patriarcal de Constantinopla o de Alejandría, obliga al papa Celestino I a convocar un sínodo que se celebra en Roma en 430 y que condena las tesis de Nestorio aprobando las de Cirilo, que sostiene que en Jesucristo no hay dos personas sino solo una en la que sus dos naturalezas no están separadas.

Ante la condena, Nestorio convence al emperador Teodosio II para que convoque un concilio que ponga fin a la discrepancia entre los nestorianos y los cirilistas. Dicho concilio se celebra en Éfeso, Anatolia, en 431 y constituye el Tercer Concilio Ecuménico en cuya primera sesión, aprovechando la ausencia de Nestorio y de sus representantes, Cirilo consigue la aprobación de un decreto en el que se condenan las tesis nestorianas y consigue la excomunión del patriarca constantinopolitano. Cuando los nestorianos llegan al concilio celebran una asamblea en la que condenan las tesis cirilistas y excomulgan a su vez a Cirilo. Ante esta situación el emperador Teodosio II opta por encarcelar y declarar depuestos a Cirilo y Nestorio, aunque posteriormente, es persuadido por los legados papales para que aceptara las tesis de Cirilo y liberara a los dos patriarcas, volviendo Cirilo a Alejandría y retirándose Nestorio a un monasterio de Antioquía. Con este concilio no se llegó sin embargo a una solución, ya que el problema seguiría existiendo y tendría una nueva activación cuando, tras la muerte de Cirilo, el abad alejandrino Eutiques (378–454) lleva al extremo las ideas de aquél al afirmar además que, después de la Encarnación, la humanidad de Cristo es en esencia distinta a la nuestra (Monofisismo). Esta nueva postura obliga a la celebración, en 449, de un nuevo concilio en Éfeso presidido por Dióscoro, sucesor de Cirilo, quien, negándose a admitir a los legados del papa León I y a los teólogos antioquenos más importantes, logra que se reconozca el monofisismo como la doctrina oficial de la Iglesia. El papa León no reconoció el resultado de dicho concilio, al que se referirá no como concilium sino como latrocinium (Latrocinio de Éfeso), y convocará con el apoyo de la emperatriz Pulqueria y su marido Marciano, el Cuarto Concilio Ecuménico que celebrado en Calcedonia en 451, depondrá a Dióscoro, condenará como herética la doctrina monofisita y establecerá los cuatro adjetivos que establecen la ortodoxia tanto frente a los herejes monofisitas: inconfuse e inmutabiliter, como a los herejes nestorianos: indivise e inseparabiliter.

Iglesias monofisitas actuales
Sin embargo, la condena no fue aceptada por las congregaciones egipcias, por lo que el Patriarca de Alejandría Timoteo Eluro en el 457 rechazó el concilio y excomulgó al Papa y al resto de los Patriarcas dando origen a la Iglesia copta. Los enviados armenios, que llegaron tarde al Concilio, tampoco aceptaron la condena surgiendo la Iglesia apostólica armenia. Algunas comunidades en Siria también estaban contra Calcedonia, por lo que posteriormente durante la época de Justiniano estas comunidades fueron organizadas y lideradas por Jacobo Baradeo de Edesa, amigo de la emperatriz Teodora, fundando la Iglesia Jacobita (también llamada Siriaca). La Iglesia ortodoxa malankara que forma parte de la Iglesia Jacobita, junto a la Iglesia copta etíope y la Iglesia copta eritrea que pertenecen a la Iglesia copta también siguen doctrinas monofisitas.

Pelagianismo (siglo V)
El pelagianismo es una de las doctrinas que la Iglesia Católica ha considerado como herejía cristiana, con más peso en la Edad Antigua. La doctrina recibe su nombre de Pelagio.

Contexto
Surgió como doctrina en el siglo V, siendo condenado por la Iglesia Católica de forma definitiva el año 417. Negaba la existencia del pecado original, falta que habría afectado sólo a Adán, por tanto la humanidad nacía libre de culpa y una de las funciones del bautismo, limpiar ese supuesto pecado, quedaba así sin sentido. Además, defendía que la gracia no tenía ningún papel en la salvación, sólo era importante obrar bien siguiendo el ejemplo de Jesús.

Vida
Aparte de los principales episodios de la controversia pelagiana, poco o nada se conoce sobre la vida de Pelagio. Son más abundantes las fuentes tras su salida de Roma en el 411, hasta después del 418, cuando de nuevo se produce un silencio sobre su persona en la Historia. Como, según San Agustín (De peccat. orig., XXIV) testifica, Pelagio vivió en Roma «por largo tiempo», podemos suponer que residió allá al menos desde el pontificado del papa Anastasio I (398-401). Respecto a su larga vida antes del año 400 y, sobre todo respecto a su juventud, todo es oscuridad; aun el lugar en que nació está en discusión. Mientras que testimonios fiables, como Agustín, Orosio, Próspero Mario Mercátor, son absolutamente explícitos en asignar Britania como su país nativo, como así parece según su nombre familiar: Brito o Britannicus. Jerónimo lo ridiculiza como «escocés», quien, habiendo sido «rellenado con gachas de avena escocesa» (Scotorum pultibus proegravatus) sufre de débil memoria. Argumentando correctamente que los «escoceses» de aquellos días eran realmente los irlandeses, H. Zimmer ha adelantado razones de peso para la hipótesis de que el verdadero lugar de origen de Pelagio debiera ser buscado en Irlanda, y que habría permanecido en el sudoeste de Gran Bretaña sólo en tránsito hacia Roma. Alto de estatura y corpulento de apariencia, Pelagio tenía educación superior, hablaba y escribía bien, con gran fluidez, tanto el latín como el griego, además era versado en teología. Fue monje, entregado consecuentemente a prácticas de ascetismo, pero nunca fue clérigo. Tanto Orosio como el papa Zósimo lo llamaron «hombre de leyes». En Roma misma gozó de reputación por su austeridad. San Agustín lo llama «varón santo»vir sanctus. Mantuvo una edificante correspondencia, que más tarde usó para su defensa personal, con Paulino de Nola (405) y otros prominentes obispos.

Obra
Durante su permanencia en Roma compuso varias obras:

De fide Trinitatis libri III, ahora perdida, que fue elogiada por Gennadio como «indispensable materia de lectura para los estudiantes».

Eclogarum ex divinis Scripturis liber unus, que es la principal colección de pasajes de la Biblia basada en el Testimoniorum libri III de Cipriano. De esta obra, Agustín ha preservado un número de fragmentos

Commentarii in epistolas S. Pauli. Fue elaborada sin duda antes de la destrucción de Roma por Alarico (410) y conocida por Agustín en el 412Zimmer es digno de crédito por haber redescubierto, en este comentario sobre Pablo, el trabajo original de Pelagio, que había sido, en el curso del tiempo, atribuido a Jerónimo. Un examen riguroso de esta obra, que ha llegado a ser de un momento a otro famosa, ha traído a la luz que contiene las ideas fundamentales condenadas después por la Iglesia como «herejía pelagiana». En esta obra Pelagio negó el estado primitivo del hombre en el paraíso y el pecado original, insistió en la naturalidad de la concupiscencia y la muerte del cuerpo, y vinculó la existencia y universalidad actual del pecado al mal ejemplo dado por Adán al cometer el primer pecado.

Como todas las ideas de Pelagio estuvieron principalmente radicadas en la antigua filosofía pagana, especialmente en el popular sistema de los estoicos, en lugar de estarlo en el cristianismo, consideró la fuerza moral de la voluntad humana (liberum arbitrium), cuando está fortalecida por el ascetismo, como suficiente en sí misma para desear y conseguir el noble ideal de la virtud. El valor de la redención de Cristo era, en su opinión, limitado principalmente a la formación (doctrina) y al ejemplo (exemplum) que el Salvador puso en la balanza como contrapeso frente al mal ejemplo de Adán, de manera que la naturaleza mantiene la habilidad de someter al pecado y ganar la vida eterna aun sin la ayuda de la gracia. Por justificación mediante la sola fe hemos sido indudablemente limpiados de nuestros pecados personales, pero este perdón (gratia remissionis) no implica una renovación interior de la santificación del alma. Hasta qué punto la doctrina de la sola fides «no haya tenido un defensor más potente antes de Lutero que Pelagio» y si, en particular, la concepción protestante de fe fiducial despuntó en éste varios siglos antes que en Lutero, como Loofs asume, es algo que probablemente necesita más cuidadoso examen. Por lo demás, Pelagio no habría anunciado nada nuevo con esta doctrina, dado que los adversarios de la naciente Iglesia Apostólica estaban ya familiarizados con la «justificación por la sola fe». Por otro lado, la presunción de Lutero de ser el primero en proclamar la doctrina de la fe fiducial, ya había encontrado oposición. Sin embargo Pelagio insiste expresamente, «Ceterum sine operibus fidei, non legis, mortua est fides».

Pelagio y Celestio
Una influencia de largo alcance, sobre el posterior desarrollo del pelagianismo, fue la amistad que Pelagio contrajo en Roma con Celestio, un abogado de noble ascendencia (probablemente italiana). Celestio había sido ganado para el ascetismo debido a su entusiasmo por la vida monástica y, en su condición de hermano lego, se esforzó por convertir las máximas prácticas, aprendidas de Pelagio, en principios teóricos que fueron propagados en Roma con éxito. Agustín, mientras califica a Pelagio de misterioso, mendaz y peligroso, llama a Celestio (De peccat. orig., XV) no sólo «increíblemente locuaz», sino también persona de ánimo abierto, obstinado y desenvuelto en las relaciones sociales. Aun cuando sus intrigas secretas o abiertas no pasaron desapercibidas, los dos amigos, Pelagio y Celestio, no fueron molestados por los círculos oficiales romanos. Pero las cosas cambiaron cuando, en el 411, dejaron el hospitalario suelo de la metrópoli, al ser saqueada por Alarico (410), y se embarcaron al África del Norte. Cuando desembarcaron en la costa, cerca de Hipona, Agustín, el obispo de la ciudad, estaba ausente, encontrándose muy ocupado en calmar las disputas donatistas en África. Más tarde se encontraría con Pelagio en Cartago varias veces, pero sin entrar en estrecha relación con él. Después de un breve periodo de estancia en África del Norte, Pelagio viajó a Palestina, mientras Celestio trató de ser ordenado presbítero en Cartago. Pero su plan fue frustrado por el diácono Paulino de Milán, quien envió al obispo Aurelio un memorial en el que las seis tesis de Celestio, quizá extraídas de su obra ahora perdida Contra traducem peccati, fueron marcadas como heréticas. Las tesis eran las siguientes: Aun si Adán no hubiera pecado, habría muerto.

-El pecado de Adán lo perjudicó sólo a él, no a la humanidad entera.
-Los niños recién nacidos se encuentran en el mismo estado que Adán antes de la caída.
-La humanidad entera ni murió a través del pecado o de la muerte de Adán, ni resucitó a través de la resurrección de Cristo.
-La ley mosaica es tan buena guía para el cielo como el Evangelio.
-Antes de la venida de Cristo hubo hombres que se mantuvieron sin pecado.

A causa de estas doctrinas, que contienen claramente la quintaesencia del pelagianismo, Celestio fue citado para comparecer ante el sínodo de Cartago (411); pero se negó a retractarse de ellas, alegando que la herencia del pecado de Adán era una cuestión abierta y que su negación no era una herejía. Como resultado, Celestio no fue sólo excluido de la ordenación, sino que sus seis tesis fueron condenadas. Declaró entonces su intención de apelar al papa en Roma, pero, sin ejecutar su decisión, se fue a Éfeso en Asia Menor, donde fue ordenado sacerdote. Mientras tanto las ideas de Pelagio se habían extendido por un amplia área, especialmente en torno a Cartago, de manera que Agustín y otros obispos se vieron impulsados a tomar una postura firme contra estas concepciones en los sermones y conversaciones privadas. Urgido por su amigo Marcelino, quien «diariamente soportó extenuantes debates con hermanos equivocados»Agustín en el 412 escribió sus famosas obras De peccatorum meritis et remissione libri III (P. L., XLIV, 109 sqq.) y De spiritu et litera (ibid., 201 sqq.), en las que positivamente establece la existencia del pecado original, la necesidad del bautismo de los niños, la imposibilidad de una vida sin pecado, y la necesidad de la gracia interior (spiritus) en oposición a la gracia exterior de la ley (litera). Cuando en el 414 inquietantes rumores llegaron de Sicilia y, las así llamadas Definitiones Caelestii (reconstruidas por Garnier, Marii Mercatoris Opera, I, 384 sqq., Paris, 1673), consideradas obras de Celestio, fueron enviadas a Agustín, quien publicó como réplica: De perfectione justitiae hominis (P. L., XLIV, 291 sqq.), obra en la que, otra vez, demolió la ilusión de una completa libertad frente al pecado.

Fuera el hacerlo por caridad, o con el fin de vencer el error más eficazmente, Agustín, en estos escritos, nunca mencionó a los dos autores de la herejía por su nombre. En tanto, Pelagio, quien permanecía en Palestina, no se quedó inactivo; escribió una carta, que aún se conserva (en P. L., XXX, 15-45), a una noble virgen romana llamada Demetria quien, a la llegada de Alarico, había emigrado a Cartago. A ella le había inculcado sus principios estoicos de la ilimitada energía de la naturaleza. Además publicó en el 415 una obra ahora perdida: De natura, en la que trata de probar su doctrina a partir de autoridades, apelando no sólo a los escritos de Hilario y Ambrosio, sino también a las obras más recientes de Jerónimo Agustín, estando aún, estos ambos, vivos. Agustín le respondió entonces con su tratado De natura et gratia (P. L., XLIV, 247 sqq.). Jerónimo, sin embargo, a quien Orosio, sacerdote español, discípulo de Agustín, había personalmente explicado el peligro de la nueva herejía, y quien había sido humillado por la severidad con que Pelagio hubo criticado su comentario a la Epístola a los Efesios, maduró con el tiempo su entrada en la lista de los opositores a Pelagio; lo hizo mediante su carta a Ctesiphon (Ep. CLXXIII) y su obra llena de gracia Dialogus contra Pelagianos (P. L., XXIII, 495 sqq.). Estuvo ayudado por Orosio, quien inmediatamente acusó a Pelagio de herejía en Jerusalén. Después, el obispo de Jerusalén estimó mucho (Agustin, Ep. CLXXIX) a Pelagio y lo tomó como su invitado. Convocó en julio del 415 un concilio diocesano para la investigación del cargo.

Los procedimientos se vieron obstaculizados por el hecho de que Orosio, la parte acusadora, no entendía el griego y había conseguido un mal intérprete, mientras que Pelagio, el defendido, fue muy hábil para defenderse a sí mismo en griego y sostener su ortodoxia. Sin embargo, de acuerdo al informe personal (escrito al término del 415) de Orosio (Liber apolog. contra Pelagium, P. L., XXXI, 1173), las partes litigantes al final acordaron dejar el último juicio de todas las cuestiones a los latinos, dado que tanto Pelagio como sus adversarios eran latinos, y apelar a la decisión de Inocencio I; mientras tanto se impuso silencio a ambas partes. Pero Pelagio tenía concedido sólo un breve plazo. Porque en el mismo año, los obispos de las Galias, Heros de Arlés Lázaro de Aix, quienes, después de la derrota del usurpador Constantino (411), habían dejado sus diócesis retirándose a Palestina, llevaron el asunto ante el obispo Eulogio de Cesarea, con el resultado de que este último convocó a Pelagio en diciembre del 415, delante de un sínodo de catorce obispos que se llevó a cabo en Diospolis, la antigua Lida. Sin embargo, la fortuna favoreció otra vez al heresiarca. Respecto a las acciones legales y el asunto en sí estamos extraordinariamente bien informados gracias a De gestis Pelagii (P. L., XLIV, 319 sqq.) de San Agustín, obra escrita en el 417 y basada en las actas del sínodo. Pelagio puntualmente obedeció a las citaciones, pero los principales acusadores, Heros y Lazaro, no hicieron su aparición, uno de ellos debido su mala salud. Y como Orosio, demasiado, expuesto al ridículo, hubo de partir, Pelagio no se defendió personalmente sino que encontró un hábil abogado en el diácono Aniano de Celeda (cf. Hieronym., Ep. cxliii, ed. Vallarsi, I, 1067).

Los puntos principales de la petición fueron traducidos al griego por un intérprete y leídos sólo como un extracto. Pelagio, habiendo ganado la buena voluntad de la asamblea, debido a que les leyó algunas cartas privadas recibidas de prominentes obispos, entre ellos Agustín (Ep. cxlvi) empezó a refutar las diversas acusaciones. Entonces, se eximió del cargo de que él había afirmado la posibilidad de una vida sin pecado, solamente dependiente de la libre voluntad; diciendo, por el contrario, que requería la ayuda de Dios (adjutorium Dei) para vivir sin pecado, aunque, sin embargo, con esto no se refería nada más que a la gracia de la creación (gratia creationis). Respecto a las otras doctrinas de que se le acusaba, dijo que, tal como estaban formuladas en la acusación, no eran de su autoría y que él las rechazaba. Después de la audiencia, no quedó nada más para el sínodo, que retirar los cargos al defendido y anunciar que éste gozaba de la comunión con la Iglesia. Oriente ahora había hablado dos veces y no había encontrado nada que condenar en Pelagio.

Continuación y fin de la controversia (415-418)
La nueva absolución de Pelagio no dejó de causar excitación y alarma en el Norte del África, donde Orosio se había dirigido en el 416 con cartas de los obispos Heros y Lázaro. Para enfrentar la cuestión algo decisivo debía hacerse. En otoño del 416, sesenta y siete obispos del África Proconsular se reunieron en un sínodo en Cartago, fue presidido por Aurelio, mientras que cincuenta y nueve obispos de la provincia eclesiástica de Numidia, a la que pertenecía la sede de Hipona, sede de San Agustín, sostuvieron un sínodo en Milevo. En ambos lugares las doctrinas de Pelagio y Celestio fueron de nuevo rechazadas como contradictorias a la fe católica. Sin embargo, para asegurar sus decisiones con la «autoridad de la Santa Sede», ambos sínodos escribieron a Inocencio I, pidiendo su sanción suprema.

Además, para llamar la atención del Papa con mayor fuerza sobre la seriedad de la situación, cinco obispos (Agustín, Aurelio, Alipio, Evodio y Posidio) le adelantaron una carta conjunta en la que detallaban la doctrina del pecado original, el bautismo de los niños, y la gracia cristiana (San Agustín, Epp. clxxv-vii). En tres cartas separadas, fechadas el 27 de enero de 417, el papa contestó a las cartas sinodales de Cartago y Milevo así como también a las de los cinco obispos (Jaffé, 'Regest., 2nd ed., nn. 321-323, Leipzig, 1885). Comenzando a partir del principio de que las resoluciones de los sínodos provinciales no tienen fuerza vinculante hasta que son confirmadas por la suprema autoridad de la sede apostólica, el papa desarrolló la enseñanza católica sobre el pecado original y la gracia y excluyó a Pelagio y Celestio, quienes habían rechazado estas enseñanzas, de la comunión con la Santa Sede, hasta que ellos revirtieran sus pareceres (donec resipiscant). En África, donde la decisión fue recibida con sincera alegría, la controversia no podía considerarse cerrada, y Agustín, el 23 de septiembre de 417 anunció desde el púlpito (Serm., cxxxi, 10 in P. L., XXXVIII, 734), «Jam de hac causa dúo concilia missa sunt ad Sedem apostolicam, inde etiam rescripta venerunt; causa finita est». Dos sínodos han escrito a la santa sede sobre este asunto, la respuesta ha llegado, el asunto ya está aclarado). Pero estaba equivocado; el asunto aún no había quedado terminado.

Inocencio I murió el 12 de marzo de 417 y Zósimo, un griego de nacimiento, lo sucedió. Ante su tribunal la cuestión pelagiana en su integridad fue ahora una vez más abierta y discutida con todas sus implicaciones. La ocasión para esto fueron las instancias que Pelagio y Celestio enviaron a la sede romana para justificarse a sí mismos. Pero, aunque las previas decisiones de Inocencio I habían removido todas las dudas sobre el asunto mismo, aún la cuestión de las personas comprometidas estaba sin decidir, es decir: ¿Habían realmente enseñado Pelagio y Celestio las doctrinas condenadas como heréticas?. El sentido de justicia de Zósimo le impedía castigar a alguien con excomunión, siendo éste dudosamente convicto de su error. Y, si los pasos recientemente dados por los dos que se defendían habían sido considerados, las dudas que debieron surgir sobre este punto no fueron enteramente carentes de fundamento.

En el 416 Pelagio publicó un nuevo trabajo, ahora perdido, De libero arbitrio libri IV que, en su fraseología parece inclinarse hacia la concepción agustiniana de gracia y del bautismo de los infantes, aunque en principio no se separe del anterior punto de vista del mismo autor. Hablando de la gracia cristiana, Pelagio no sólo admite la revelación divina, sino que además se refiere un tipo de gracia interior, es decir una iluminación de la mente (por medio de los sermones, la lectura de la Biblia, etc.) añadiendo, sin embargo, que esta última no sirve para que sea posible hacer obras que salven, sino sólo para facilitar su realización. Respecto al bautismo de los infantes, Pelagio afirma que les debe ser administrado en la misma forma que a los adultos, no para limpiar a los niños de un reato original, sino para asegurar su entrada «en el reino de Dios». Los niños no bautizados, estima, podrían ser excluidos del «reino de Dios» después de su muerte, pero no de la «vida eterna».

Pelagio envió esta obra junto con una confesión de fe que aún se conserva. En ella testimonia su obediencia como la de un niño, humildemente necesitado y, al mismo tiempo reconoce inexactitudes fortuitas que pueden ser corregidas por él quien «sostiene la misma fe y el parecer de Pedro». Todo esto fue dirigido a Inocencio I, de cuyo deceso Pelagio no se había aún enterado. Celestio quien, mientras tanto, había cambiado su residencia de Éfeso a Constantinopla, pero había sido proscrito desde entonces por el obispo anti-pelagiano Ático, dio activamente pasos hacia su rehabilitación. En el 417 fue a Roma en persona y dejó a los pies de Zósimo una confesión de fe detallada (Fragmentos, P. L., XLV, 1718). En ésta afirma su creencia en todas las doctrinas, «desde que hay un Dios Uno y Trino hasta la resurrección de los muertos» (cf. San Agustín, De peccato orig., xxiii). Muy contento con esta fe católica y obediencia, Zósimo envió dos cartas diferentes (P. L., XLV, 1719 sqq.) a los obispos africanos, diciendo que, en el caso de Celestio, los obispos Heros y Lázaro habían procedido sin la debida circunspección y que, Pelagio también, como se había probado por su reciente confesión de fe, no se había desviado de la verdad católica.

Como para el caso de Celestio, quien estaba entonces en Roma, el Papa encargó a los Africanos revisar la anterior sentencia o acusarlo de herejía delante del mismo Papa dentro de dos meses. El mandato papal golpeó África como una bomba. Con gran rapidez se convocó un sínodo en Cartago en noviembre del 417, y se escribió a Zósimo pidiéndole no rescindir la sentencia que su predecesor, Inocencio I, había pronunciado contra Pelagio y Celestio, hasta que ambos hubieran confesado la necesidad de la gracia interior para todos los pensamientos, palabras y actos saludables. Al fin Zósimo se detuvo. Por un rescripto del 21 de marzo de 418, aseguró a ellos que no se había pronunciado definitivamente, sino que había despachado al África todos los documentos sobre el pelagianismo para pavimentar el camino hacia una nueva investigación conjunta. De acuerdo con el mandato papal se celebró el primero de mayo del 418, en presencia de 200 obispos, el famoso Concilio de Cartago, que otra vez tipificó al pelagianismo como una herejía en ocho (o nueve) cánones (Denzinger, Enchir., 10th ed., 1908, 101-8). Debido a su importancia ellos se resumen a continuación:

-La muerte no vino para Adán por necesidad física sino a través del pecado.
-Los niños recién nacidos deben ser bautizados a causa del pecado original.
-La gracia justificante no sólo vale para perdonar los pecados pasados sino que ayuda a evitar los pecados futuros.
-La gracia de Cristo no sólo permite conocer los mandamientos de Dios sino que también da fuerza a la voluntad para ejecutarlos.
-Sin la gracia de Dios no es tan sólo más difícil, sino absolutamente imposible, realizar buenas obras.
-No sólo por humildad sino con toda verdad debemos confesarnos como pecadores.
-Los santos refieren la petición del Padre nuestro, «Perdona nuestras ofensas» no sólo a otros sino también a ellos mismos.
-Los santos pronuncian la misma súplica no sólo por mera humildad sino con toda verdad.
-Algunos códices contienen un noveno canon (Denzinger, loc. cit., nota 3):
-Los niños que mueren sin bautismo no van a un lugar intermedio (medius locus), ya que la no recepción del bautismo excluye tanto del «reino del cielo» como de la «vida eterna».

Estos cánones claramente expresados, que (excepto el último mencionado) después llegaron a ser artículos de fe de la Iglesia universal, dieron el tiro de gracia al pelagianismo que, más pronto o más tarde, se desangraría hasta morir. Mientras tanto, urgido por los africanos (probablemente mediante un cierto Valerio, quien como comes tenía una posición influyente en Ravena) el poder secular también tomó en sus manos la disputa. El emperador Honorio I, por un rescripto del 30 de abril de 418, desde Ravena, expulsó a todos los pelagianos de las ciudades de Italia. Si Celestio evadió la audiencia ante Zósimo, a la que él ahora estaba citado, «huyendo de Roma» (San Agustín, Contra duas epist. Pelag., II, 5), o si él fue uno de los primeros en caer víctima del decreto imperial de exilio, no puede ser satisfactoriamente establecido a partir de las fuentes. Respecto a su vida posterior, hemos dicho que en el 421, nuevamente, llegó a Roma o a sus proximidades pero fue expulsado una segunda vez por un rescripto imperial (cf. P. L., XLV, 1750).

Se afirma además que en el 425 su petición de audiencia con Celestino I fue respondida con una tercera expulsión (cf. P. L., LI, 271). Entonces buscó refugio en Oriente, donde lo encontraremos más tarde. Pelagio no pudo ser incluido en el decreto imperial de exilio de Roma, porque en ese momento sin duda residía en el Oriente, ya que a más tardar en el verano del 418, se comunicó con Piniano y su esposa Melania, quienes vivían en Palestina (cf. Card. Rampolla, Santa Melania giuniore, Roma, 1905). Pero esta es la última información que tenemos sobre él. Probablemente murió en el oriente. Habiendo recibido las actas del Concilio de Cartago, Zósimo envió a todos los obispos del mundo su famosa Epistola tractoria (418) de la que desgraciadamente solamente nos han llegado fragmentos. La encíclica papal, un largo documento, proporcionó un minucioso recuento de la entera causa Caelestii et Pelagii, de cuyas obras incluye abundantes citas, y categóricamente demanda la condenación del pelagianismo como una herejía. La afirmación de que cada uno de los obispos del mundo estaba obligado a confirmar esta circular mediante su propia firma, no puede ser probada; es más probable que se hubiera requerido a los obispos transmitir a Roma su acuerdo por escrito; si un obispo se negaba a firmar, sería depuesto de su oficio y condenado. Un segundo y más drástico rescripto publicado por el emperador el 9 de junio de 419 y dirigido al obispo Aurelio de Cartago (P. L., XLV, 1731), dio fuerza adicional a la medida. El triunfo de Agustín fue completo. En el 418, sacando el balance de cómo fue la entera controversia, escribió contra los heresiarcas su última gran obra: De gratia Christi et de peccato originali (P. L., XLIV, 359 sqq.).

Las disputas de San Agustín con Juliano de Eclana (419-428)
Mediante las vigorosas medidas adoptadas en el 418 el pelagianismo estaba sin duda condenado pero no aplastado. Entre los dieciocho obispos de Italia que fueron exiliados por rehusarse a firmar el decreto papal, Juliano I, Julián, Obispo de Eclana, una ciudad de la Apulia ahora abandonada, en la actual Italia, fue el primero en protestar contra la Tractoria de Zósimo. Muy bien educado y capaz en filosofía y dialéctica, asumió el liderazgo entre los pelagianos. Pero pelear por el pelagianismo en ese entonces significaba pelear contra Agustín. El ámbito literario fue el fijado para el combate. Es probable que el mismo Julián haya sido quien denunció a San Agustín como damnator nupitarum ante el influyente comes Valerio en Rávena, un hombre noble, quien estaba muy felizmente casado.

Para enfrentar la acusación, Agustín escribió al comienzo del 419 una apología: De nuptiis et concupiscentia libri II (P. L., XLIV, 413 sqq.) y la dirigió a Valerio. Inmediatamente después (419 o 420), Julián publicó una réplica que atacaba el primer libro de la obra de Agustín y llevaba el título de Libri IV ad Turbantium. Agustín refutó esta obra de Julián en su famosa réplica, escrita en el 421 o 422: Contra Iulianum libri VI (P. L., XLIV, 640 sqq.). Cuando dos circulares pelagianas, escritas por Julián castigando las «concepciones maniqueas» de los antipelagianos, cayeron en sus manos, las atacó enérgicamente (420 0 421) en una obra dedicada a Bonifacio I, Contra duas epistolas Pelagianorum libri IV (P. L., XLIV, 549 sqq.). Siendo conducido fuera de Roma, Julián encontró (a más tardar en el 421) un lugar de refugio en Cilicia con Teodoro de Mopsuestia. Allí empleó su tiempo libre para elaborar una extensa obra: Libri VIII ad Florum, que fue enteramente dedicada a refutar el segundo libro del De nuptiis et concupiscentia de San Agustín. Esa obra fue redactada poco después del 421, así que no llegó a ser conocida por San Agustín hasta el 427. La última réplica, que cita la argumentación de Julián sentencia por sentencia, refutándolas una a una, fue desarrollada sólo hasta el sexto libro, de aquí que se la denomine en la literatura patrística como Opus imperfectum contra Iulianum (P. L., XLV, 1049 sqq.). Un reporte comprehensivo del pelagianismo, que puso en definido relieve las concepciones diametralmente opuestas de su autor, fue elaborado por Agustín en su obra De haeresibus (P. L., XLII, 21 sqq.). Se trata de uno de los últimos escritos de San Agustín publicado antes de su muerte (430), que ya no fue dirigido contra el pelagianismo sino contra el semipelagianismo.

Después de la muerte de Teodoro de Mopsuestia (428)Julián de Eclana dejó la hospitalaria ciudad de Cilicia y, en el 429 lo encontramos inesperadamente en compañía de sus compañeros exiliados: los obispos Floro, Oroncio y Fabio; en la corte del patriarca Nestorio de Constantinopla, quien voluntariamente mantuvo a los fugitivos. Fue aquí también, en el 429, donde Celestio emergió otra vez como protegido del patriarca. Esta es su última aparición en la Historia. A partir de aquí toda traza de él se ha perdido. Los obispos exiliados no por mucho tiempo gozaron de la protección de Nestorio. Cuando Mario Mercator, un laico y amigo de San Agustín, que estuvo presente en Constantinopla, escuchó sobre las maquinaciones de los pelagianos en la ciudad imperial, escribió hacia fines del 429 su Commonitorium super nomine Caelestii (P. L., XLVIII, 63 sqq.), en el que expuso la desgraciada vida y el carácter herético de los protegidos de Pelagio. El resultado fue que el emperador Teodosio II decretó su destierro en el 430. Cuando el Concilio de Éfeso (431) repitió la condenación pronunciada en occidente (cf. Mansi, Concil. collect., IV, 1337), el pelagianismo fue aplastado en oriente. De acuerdo al fiable relato de Próspero de Aquitania (Chronic. ad a. 439, in P. L., LI, 598), Julián de Eclana, pretendiendo arrepentimiento, trató de retomar posesión de su anterior diócesis, plan que Sixto III frustró valientemente. El año de su muerte es incierto. Parece que murió en la actual Italia entre el 441 y el 445 durante el reinado de Valentiniano III.

Últimas trazas del Pelagianismo (429-529)
Después del Concilio de Éfeso (431), el pelagianismo no ocasionó más disturbios en la Iglesia Griega, de manera que los historiadores del siglo V no mencionan ya la controversia ni los nombres de los heresiarcas. Pero los rescoldos de la herejía continuaron encendidos en occidente y ésta murió muy lentamente. Los principales centros fueron las Galias y Gran Bretaña. Respecto a las Galias, un sínodo, celebrado probablemente en Troyes en el 429, se vio obligado a tomar medidas contra los pelagianos. Este sínodo además envió a los obispos Germán de Auxerre y Lobo de Troyes a Gran Bretaña, para combatir la rampante herejía, que recibió poderoso apoyo de dos discípulos de Pelagio: Agrícola y Fastidius (cf. Caspari, Letters, Treatises and Sermons from the two last Centuries of Ecclesiastical Antiquity, pp. 1-167, Christiana, 1891). Casi un siglo después, Gales fue el centro de las intrigas pelagianas. El santo arzobispo David de Menevia participó en el 519 en el sínodo de Brefy y dirigió sus ataques contra los pelagianos residentes allá.

Después fue hecho primado de Cambria y convocó un sínodo contra ellos. En Irlanda también el Comentario de Pablo de Pelagio, descrito al comienzo de este artículo, estuvo en uso por largo tiempo después, como está probado por varias citas irlandesas de esta obra. Aun en Italia se pueden encontrar trazas, no solamente en la diócesis de Aquilea (cf. Garnier, Opera Marii Mercat., I, 319 sqq., Paris, 1673) sino también en Italia central; el así llamado Liber Praedestinatus, escrito cerca del 440 quizá en Roma misma, consta no tanto de semipelagianismo sino, más bien, de genuino pelagianismo (cf. von Schubert, Der sog. Praedestinatus, ein Beitrag zur Geschichte des Pelagianismus, Leipzig, 1903).

El Concilio de Orange
No fue sino hasta el segundo Concilio de Orange (529) cuando el pelagianismo exhaló su último aliento en Occidente, pero esta convención dirigió sus decisiones primariamente contra el semipelagianismo (q.v.). El Concilio de Orange de 529 o Segundo Concilio de Orange, fue un concilio regional celebrado el 3 de julio de 529 en Orange, (Francia), al que asistieron catorce obispos, presididos por el Arzobispo de Arlés, Cesáreo de Arlés. Hubo otro concilio anterior, también celebrado en Orange, denominado Primer Concilio de Arlesde 441.

Este Segundo Concilio, que tuvo lugar con la ocasión de la consagración de una iglesia construida por el gobernador de la Galia, Narbonensis, condenó tanto el pelagianismo y al semipelagianismo y ciertas desviaciones en la formulación teológica de la predestinación, afirmando la posición tradicional de los que, como Juan Casiano, Vicente de Lérins y Fausto de Riez, daban un papel más importante al libre albedrío, siguiendo la enseñanza de los Padres del Desierto y de Juan Crisóstomo.

Pelagio
Pelagio (en latín Pelagius) fue un monje britano, ascético y acusado de heresiarca, que vivió entre los siglos IV y V d. C. Sufrió una dura persecución por parte de la Iglesia de Roma tras enseñar ideas consideradas heréticas por los líderes de ésta, como su negación del posteriormente llamado "dogma del Pecado Original". Paradójicamente, antes de esto había gozado de cierta popularidad entre la curia romana y el propio san Agustín de Hipona, que luego sería uno de sus más feroces críticos, llegó a definirle como «santo varón». Sus ideas fundarían posteriormente la corriente "herética" llamada pelagianismo.

Biografía
Se ignora la fecha y lugar exactos de su nacimiento, aunque se cree que éste pudo acontecer alrededor del 354 d. C. en algún punto de las islas británicas (probablemente Gran Bretaña, aunque se ha sugerido que podría ser irlandés). Estudió teología y hablaba griego y latín con fluidez, pero a pesar de que sirvió como monje durante años, nunca llegó a ser realmente un clérigo. Comenzó a ser conocido en torno al año 400, cuando viajó a Roma. Aquí escribió algunas de sus mayores obras, como De fidi Trinitatis libri III, Eclogarum ex divinis Scripturis liber unus y un comentario sobre las epístolas de San Pablo. La mayor parte de estos trabajos se han perdido hoy en día, sobreviviendo escasos fragmentos citados precisamente por sus oponentes.

En Roma, Pelagio observó con preocupación el relajamiento de la moral cristiana en la sociedad, culpando de éste a la teología de la gracia divina que predicaban San Agustín y otros monjes. Se dice que en torno al año 405 oyó una cita de las Confesiones de San Agustín que decía Dame lo que tú órdenes y ordena lo que tú hagas. Pelagio mostró su preocupación ante la idea que esta nota encerraba, ya que la consideraba contraria a los postulados tradicionales del Cristianismo sobre la gracia y el libre albedrío y sostenía que reducía al hombre al papel de mero autómata. Que por todo esto, todo el mundo tiene este nombre. Cuando las tropas de Alarico I tomaron y saquearon Roma en 410, Pelagio abandonó la ciudad junto a su discípulo Celestio y se instaló en Cartago, donde continuó expandiendo su doctrina y llegó a conocer en persona a San Agustín.

Controversias
Es difícil exponer una visión imparcial de Pelagio y su influencia. Tanto la Iglesia de Roma como las doctrinas protestantes lo consideran herético y condenan sus trabajos, hasta el punto de que se han acusado de pelagianismo entre sí en varias ocasiones a lo largo de la Historia. La Iglesia ortodoxa, por su parte, no ha llegado nunca a pronunciarse sobre el tema, pasándolo por alto.

San Agustín
La rápida difusión del pelagianismo en torno a Cartago, zona donde San Agustín tenía su principal base, hizo que éste y sus seguidores fueran quienes atacaran de forma más pronta y dura las doctrinas de Pelagio. Entre 412 y 415, San Agustín escribió cuatro obras dedicadas únicamente a discutir el pelagianismo: De peccatorum meritis et remissione libri III, De spiritu et litera, Definitiones Caelestii y De natura et gratia. En ninguna de ellas llega a mencionar a Pelagio o Celestio por sus nombres, pero resulta evidente que se refiere a ellos en varias ocasiones. Entre las ideas más fuertemente defendidas por San Agustín (y rechazadas por los pelagianistas) están la existencia del pecado original, la necesidad del bautismo en la infancia, la imposibilidad de no cometer pecado si se vive al margen de Cristo y la necesidad de la gracia de éste.

San Jerónimo
Debido a la oposición surgida en África, Pelagio abandonó Cartago y se instaló en Palestina, donde ofreció su amistad al obispo Juan de Jerusalén. No obstante, también encontró oposición aquí, fundamentalmente en la figura de San Jerónimo de Estridón, monje de Belén que escribió contra él en una carta a Ctesifonte (Dialogus contra pelagianos) y sobre todo en la de Orosio, un discípulo hispanorromano de San Agustín que había sido enviado allí expresamente para aumentar la oposición contra Pelagio. En julio de 415, el obispo de Jerusalén convocó un sínodo para discutir la cuestión pelagiana, fracasando Orosio en su exposición debido a que la hizo en latín cuando la mayoría de los presentes sólo hablaba y entendía el griego. Esta primera reunión acabó con una cierta inclinación por las tesis de Pelagio acerca de la ausencia del pecado original.

El Sínodo de Dióspolis
Apenas unos meses después, en diciembre de 415, se convocó otro sínodo en Dióspolis (Lod) presidido por un obispo de Cesarea e iniciado por dos obispos que habían colgado los hábitos llegados de Palestina. No asistieron obispos por otras razones que no fueran la principal y Orosio estuvo ausente debido a la oposición del obispo Juan. Durante su turno, Pelagio expuso su idea de la necesidad de Dios en la salvación humana, al tiempo que trataba de distanciarse de algunas posiciones de Celestio. Así mismo, mostró varias cartas de recomendación ante los asistentes, una de ellas escrita años atrás por el propio san Agustín.

Una vez concluido el Sínodo de Dióspolis, los asistentes dieron su aprobación a Pelagio, considerando que sus doctrinas no quedaban fuera de los postulados de la Iglesia.

Inocencio I
Cuando Orosio regresó a África, se convocaron dos sínodos en los que se condenó a Pelagio y Celestio, a pesar de que ninguno de los dos asistió a ellos. Con el fin de dotarlos de validez, san Agustín y otros cuatro obispos escribieron una carta al papa Inocencio I, instándole a condenar el pelagianismo. Éste accedió sin mucha presión, pero murió poco después, en marzo de 417. Su sucesor fue Zósimo.

Zósimo
Antes de ser condenado definitivamente, Pelagio escribió una última carta al papa, De libero arbitrio libri IV, en la que trataba de convencerle una vez más de que sus creencias no entraban en conflicto con las defendidas por la Iglesia. El texto, no obstante, nunca llegó a ser leído por Inocencio, ya que llegó a Roma después de la muerte de éste y la entronización de Zósimo en 417. En su interior, Pelagio defendía que el bautismo infantil era necesario para conseguir la entrada en el Reino de Dios, pero no para conseguir la vida eterna, pues no acababa realmente con el pecado original, sino que el fiel debía evitar éste mediante la Gracia obtenida al estudiar las escrituras y oír los sermones. Tras leer la carta, Zósimo (mucho menos estricto que su predecesor) le declaró inocente.

El hecho de que Pelagio y Celestio no fueran finalmente juzgados como herejes sorprendió enormemente a san Agustín, que convocó un nuevo sínodo en Cartago en 418. Allí expuso nueve creencias defendidas por la Iglesia que eran negadas por el Pelagianismo:

La muerte es producto del pecado, no de la naturaleza humana.
Los niños deben ser bautizados para estar limpios del pecado original.
La "gracia justificante" (gratia gratum faciens) cubre los pecados ya cometidos y ayuda a prevenir los futuros
La gracia de Cristo proporciona la fuerza de voluntad para llevar a la práctica los mandamientos divinos.
No existen buenas obras al margen de la Gracia de Dios.
La confesión de los pecados se hace porque son ciertos, no por humildad.
Los santos piden perdón por sus propios pecados.
Los santos también se confiesan pecadores porque realmente lo son.
Los niños que mueren sin recibir el bautismo son excluidos tanto del Reino de Dios como de la vida eterna.
Este canon fue aceptado como una creencia universal por la Iglesia, provocando la desaparición del Pelagianismo en Italia. En la actualidad, la Iglesia católica sigue defendiendo los ocho primeros puntos, pero rechaza el noveno al considerar que los niños que mueren sin ser bautizados "quedan confiados a la misericordia de Dios".

Pelagio y la doctrina del libre albedrío
Después de Dióspolis, Pelagio escribió dos obras perdidas hace tiempo, "De la Naturaleza" y "Del Libre Albedrío", en las que volvía a defender su concepción de la naturaleza del pecado y arremetía una vez más contra san Agustín, acusándole de estar bajo la influencia del Maniqueísmo al elevar el mal al mismo nivel que Dios, y de contaminar la doctrina cristiana con un fatalismo de origen pagano, según él.

San Agustín se convirtió efectivamente al cristianismo desde el maniqueísmo, doctrina que sostenía la existencia de un espíritu puro creado por Dios en oposición a un cuerpo corrupto y malvado, no creado por éste de forma directa. Pelagio discutió la idea de que los humanos pudiesen ser condenados al infierno por hacer algo que en realidad no podían evitar, el pecado, y la identificó con ideas típicas del maniqueísmo como el fatalismo y la predestinación, totalmente ajenas al concepto de libre albedrío de la humanidad. De acuerdo con los pelagianistas, estos restos de creencia fatalista se apreciaban especialmente en las enseñanzas de Agustín sobre la caída de Adán, que todavía no eran de uso corriente en el momento de iniciarse la confrontación entre ambos. En oposición a ello, Pelagio y sus seguidores defendían que la humanidad era capaz de evitar el pecado, y que la elección de obedecer las órdenes de Dios era responsabilidad de cada persona. Tal idea, sin embargo, no era original de Pelagio y ya en la misma época era defendida en mayor o menor medida por varios pensadores, entre los que no faltaban algunos enfrentados a los pelagianistas por otras cuestiones.

Un ejemplo de la visión pelagiana acerca de la "habilidad moral" para no pecar se puede encontrar en su Carta a Demetria. Mientras se encontraba en Palestina, en 413, Pelagio recibió una carta de la renombrada familia Anicia de Roma. Una de las nobles damas de ésta, que se encontraba entre sus seguidores, había escrito a varios teólogos occidentales entre los que se encontraban San Jerónimo y posiblemente San Agustín, en busca de adoctrinamiento moral de su hija de 14 años, Demetria. Pelagio empleó la carta de respuesta para defender su discurso sobre la moralidad, enfatizando sus ideas sobre la santidad del hombre y su capacidad para elegir una vida donde primase ésta. La carta es probablemente el único escrito que sobrevive escrito de la propia mano de Pelagio, gracias a que, irónicamente, se creyó durante siglos que su autoría correspondía a Jerónimo de Estridón, si bien el propio San Agustín ya hacía referencia al texto y su autoría en su trabajo De la gracia de Cristo.

Muerte y legado
Pelagio murió probablemente en Palestina en el año 420, según se desprende de algunas fuentes, aunque otras llegan a adjudicarle veinte años más de vida. En cualquier caso, se ignoran las causas y circunstancias de su fallecimiento. Algunos autores sospechan que fue ejecutado, mientras que otros apuntan a que Pelagio pudo huir de los territorios romanos y empezar una nueva vida exiliado en algún lugar de África o el Próximo Oriente.

Las doctrinas pelagianas se siguieron difundiendo tras la muerte de su autor, aunque posiblemente modificadas por los propios seguidores de Pelagio o sus enemigos. Durante un tiempo, el Pelagianismo y el Semipelagianismo tuvieron seguidores en Britania, Palestina y el norte de África.

Semipelagianismo
Se denomina semipelagianismo a la doctrina y secta de los que seguían las opiniones sustentadas en el siglo V por San Fausto de Riez, San Vicente de Lerins y San Juan Casiano, y que abrazaron muchos teólogos de las Galias que querían conciliar las ideas de los pelagianos con la doctrina ortodoxa sobre la gracia y el pecado original.

Sus doctrinas fueron refutadas por San Agustín como las de los pelagianos, y condenadas en el siglo siguiente por el Segundo Concilio de Orange en 529. Los orígenes del semipelagianismo se atribuyen a Juan Casiano, célebre monje que pasó gran parte de su vida entre los solitarios de la Tebaida y posteriormente Posteriormente recibió el diaconado en Constantinopla de manos de San Juan Crisóstomo, y fue ordenado sacerdote en Roma por el papa Inocencio I.

Continua en Las Herejías VII: Sectas VI
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