Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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lunes, 22 de septiembre de 2014

La Biblia V: Cánones II

La primera página de la versión erasmiana del Nuevo Testamento.

La Biblia del rey Jacobo
La Biblia del rey Jacobo o Versión Autorizada del Rey Jacobo [en inglés, King James Version (KJV), Authorized Version (AV) o King James Bible (KJB)] es una traducción al inglés de la Biblia. Fue publicada por primera vez en 1611, y ha tenido un enorme impacto sobre las posteriores traducciones al inglés del texto bíblico, y sobre la literatura inglesa en general. Las obras de escritores famosos como John Bunyan, John Milton, Herman Melville, John Dryden William Wordsworth muestran una fuerte influencia de su léxico y su sintaxis.

Fue escrita en el denominado inglés moderno temprano (Early Modern English), aún cuando algunas estructuras lingüísticas y gramaticales utilizadas en ella ya se consideraban arcaicas en la época en que se publicó. Además de aludir a esta versión como Biblia de 1611, en Estados Unidos se la denomina habitualmente King James Version, en tanto que en el Reino Unido se la llama Authorised Version. Debe su nombre al monarca Jacobo I de Inglaterra. El texto griego utilizado por los traductores de la King James Version es llamado comúnmente Textus Receptus, el cual a su vez tuvo sus inicios a comienzos de 1500, cuando se hicieron los primeros textos griegos impresos. La Biblia Complutense era una Biblia políglota, publicada en varios volúmenes. El quinto volumen, el cual incluía el texto griego del Nuevo Testamento, fue impreso en 1514. No obstante, el texto griego de Erasmo, impreso en 1516, fue el primero en ser comercializado. Por esta razón, y otras, el texto preparado por Erasmo sobrepasó al texto Complutense en popularidad, y ejerció la influencia más grande sobre todos los textos que surgieron durante los siglos posteriores.

Después que el texto de Erasmo hubo afrontado varias revisiones, Roberto Estienne, llamado comúnmente como Estefanus, publicó ediciones sucesivas del texto griego. Sus dos primeras ediciones eran compuestos del texto de Erasmo y el texto Complutense. Sin embargo, la tercera edición (1550) estaba basada principalmente en la cuarta y quinta edición del texto de Erasmo. Esta edición de 1550 ganó una vasta aceptación en Inglaterra, y para muchos es sinónimo del Texto Recibido. No obstante, no fue hasta 1624 que la frase Texto Recibido, o en el latín, Textus Receptus, fue realmente acuñada, y luego ésta estuvo desde el prólogo hasta la tercera edición del texto griego publicado por Bonaventure y Abraham Elzevir. Las palabras eran, como fueron descritas por Bruce Metzger, parte de "una más o menos frase causal anunciando la edición (lo que los modernos publicadores podrían llamar la 'propaganda')." La frase alardeaba en latín de que el texto presentado era "el texto que es ahora recibido por todos." Así nació la frase Textus Receptus, o Texto Recibido.

El texto publicado por los hermanos Elzevir fue tomado principalmente del texto publicado por Teodoro Beza en 1565. El texto de Beza mostraba su herencia del de Estefanus, y, finalmente, del de Erasmo. Es este texto básico, común a Erasmo, Estefanus, Beza y los hermanos Elzevir, el cual reposa detrás de todas las traducciones protestantes al Inglés que fueron hechas del idioma griego antes del decimonoveno siglo, incluyendo la King James Version. Según la Nueva Enciclopedia de Conocimiento Religioso, de Schaff-Herzog, "El Textus Receptus... se resuelve en sí esencialmente en aquello de la última edición de Erasmo."

Como lo declaramos antes, ninguna traducción se debe a la reverencia que muchos tienen hacia la King James Version ó versión del rey Jacobo. Es más, aun cuando la King James Version represente la traducción erudita del griego, debido al texto griego que yace detrás de ella, ésta incluso es quizá algo menos merecedora de tan alta estima que algunas otras traducciones. Bruce Metzger escribe: "Tan supersticiosa ha sido la reverencia otorgada al Textus Receptus que en algunos casos intentos por criticarlo o enmendarlo han sido considerados como semejantes a sacrilegio. Aún cuando su base textual sea esencialmente un puñado de minúsculos manuscritos coleccionados recientemente y al azar, y en una docena de pasajes su interpretación esté sustentada por testigos griegos no conocidos. "(The Text of the New Testament, p. 106).

La vasta mayoría de variaciones textuales entre el Textus Receptus y textos posteriores (las cuales en gran parte están basadas en manuscritos más antiguos que han sido descubiertos o han sido puestos a disposición sólo en los últimos 150 años) no son de importancia alguna. Con frecuencia, las variantes son tales que no se distinguen en absoluto después de ser traducidas al Inglés. En otros tiempos las variantes representan el esfuerzo de algún escriba para suplementar un registro sinóptico con un detalle legítimamente provisto en el registro de algún otro sinóptico. No obstante, ocasionalmente las variantes son más serias. Aunque mucho crédito se le debe a Erasmo por haber hecho disponible realmente el texto griego, el texto que él presentó no era de buena calidad. La mitad de la docena de manuscritos utilizados por Erasmo eran todos de origen reciente. La mayoría, si no todos, eran del siglo XV, aún cuando dos pudieron haber estado elaborados ya en el siglo XII. Él tenía sólo un manuscrito que contenía el libro del Apocalipsis, y a éste le faltaba la hoja final, la cual contenía los últimos seis versos del Apocalipsis. Para estos versos, Erasmo se volvió a la Vulgata, una traducción en latín de las escrituras. Erasmo tradujo el latín nuevamente al griego. Así, para esos versos, se ideó el texto griego que en el futuro vino a ser traducido al Inglés en la King James Version. Intentar descubrir el texto griego original al mirar en la traducción del latín es un poco como intentar descubrir los ingredientes exactos utilizados al hacer un pastel de chocolate alemán al probarlo. Aún cuando su suposición pueda estar cerca, no será exactamente correcta. Así, algunas palabras que nunca han sido halladas en ningún manuscrito griego fueron incorporadas en el texto de Erasmo, y a su vez, en el Textus Receptus y en la King James Version. Por ejemplo, en Apocalipsis 22:19, la frase "libro de la vida" en la King James Version debería ser "árbol de la vida", según todos los manuscritos griegos conocidos. En otros pasajes también, Erasmo colocó en su texto palabras y frases halladas en la Vulgata en latín, pero sustentadas virtualmente por ningún manuscrito griego. Así, en Hechos 9:5-6, la King James Version hereda de la Vulgata por vía de Erasmo las siguientes palabras: ... es duro para ti dar puntapiés contra las punzadas. Y él temblando y atónito dijo, Señor, ¿qué quieres tú que yo haga? Y el Señor le dijo...


Debemos notar que estas palabras en efecto pertenecen legítimamente al registro de Pablo de su conversión como es registrado por Lucas en Hechos 26:14-15, y, por lo tanto, ningún error fáctico ha sido introducido en esta instancia.

Textus Receptus
Textus Receptus, término en latín que significa "texto recibido", es el nombre por el cual se conoce el texto griego del Nuevo Testamento editado por Erasmo de Róterdam (Desiderius Erasmus) e impreso por primera vez en 1516 y luego, corregido, en 1519, 1522, 1527 y 1533. Este texto representa a un conjunto de manuscritos en lengua griega del Nuevo Testamento, de los cuales los más antiguos datan aproximadamente del siglo X, y son la base de muchas traducciones clásicas de la Biblia, como la versión Reina-Valera en español como diferentes traducciones en otros idiomas (versiones anteriores a 1881). Buenaventura y Abrahán Elzevir, introdujeron el término 'textus receptus' como parte del prefacio a su edición del texto en 1633.1​ No debe confundirse con el Texto masorético, del Antiguo Testamento en hebreo.

Historia
Primera edición
A partir de 1512 Erasmo comenzó a trabajar para la impresión una edición latina del Nuevo Testamento, para lo cual recopiló variados manuscritos de la Vulgata y para corregir su traducción se apoyó en manuscritos griegos. En abril de 1515 acordó con el impresor Johann Froben la publicación de su traducción latina y de un texto griego que le sirviera como base. A partir de julio de 1515, usó siete manuscritos para realizar la edición griega: los Minúsculos 1eap, 1rK, 2e, 2ap, 4ap, 7p y 817.

Para cada libro del Nuevo Testamento comparó al menos tres o cuatro de los manuscritos, excepto en el Apocalipsis, que solamente estaba en uno de los manuscritos y desgraciadamente a éste le faltaba la última hoja con seis versos. Decidió retraducir este final del latín al griego, tomándolo de la variante textual libro vitae de la Vulgata, que en Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Apocalipsis 22, 19». Biblia versión Reina-Valera. en lugar de decir απο του ξυλου ("del árbol") dice απο βιβλου ("del libro"), una lectura que no se encuentra en ningún manuscrito griego. En algunos otros casos también incorporó el texto de la Vulgata Latina, como por ejemplo en Hechos 9:5-6. Esto sumado al hecho de que los manuscritos en los que se basó representan una forma tardía del texto bizantino hizo necesario un gran progreso hasta llegar al grado de restablecimiento del texto griego tal como lo exponen hoy los textos maestros más modernos [como ser el de Nestle-Aland, Merk, Bover, entre otros]. Estos últimos toman como base manuscritos mucho más tempranos, como ser el Códice Sinaitico (siglo IV) o el Códice del Vaticano 1209 (siglo IV), tomando en cuenta otros como el Papiro 46 (cuya datación es cercana al año 200 de nuestra era) o el Papiro 75 (Siglo III), entre tantos otros. La impresión comenzó el 2 de octubre de 1515 y terminó el 1 de marzo de 1516, publicada con el título de Novum Instrumentum omne. La versión en griego, la primera impresa en la historia, contenía sin embargo varios errores tipográficos.

Segunda edición
La segunda edición, corregida en 440 sitios, apareció en 1519 y utilizó también en manuscrito griego conocido como Minúsculo 3 o Codex Cosendocensis. Estaba titulada como Testamentum y contenía también la nueva traducción latina de Erasmo. López de Zúñiga reprochó a Erasmo que en su texto faltaba la parte de 1 Juan 5, ahora conocida como Coma Juanina, y Erasmo respondió que no la había encontrado en ningún manuscrito griego. Erasmus prometió insertarla en ediciones futuras con la condición de que se encontrase un solo manuscrito griego con esa frase.

La segunda edición fue utilizada por Lutero para su traducción de la Biblia al alemán.

Otras ediciones de Erasmo
La Tercera edición, de 1522, difería de la anterior en 118 lugares e incluyó la cláusula añadida conocida como Coma Juanina, ya que posteriormente fue encontrada en un único manuscrito de elaboración tardía del siglo XVI, la Minúscula 61, aunque Erasmo expresó sus dudas sobre su autenticidad en sus «Anotaciones».

En la Cuarta edición de 1527, Erasmo mejoró su texto usando la Políglota complutense y en el libro del Apocalipsis introdujo 90 modificaciones. En el resto del texto esta edición sólo difería de la tercera en 20 lugares. Se imprimió en tres columnas paralelas, que contenían el texto griego, la versión latina de Erasmo y la VulgataEn noviembre de 1533 Juan Ginés de Sepúlveda envió a Erasmo una descripción del antiguo manuscrito vaticano, informándole de que difería del texto que él había editado en 365 lugares a favor de la Vulgata. En otra carta que envió a Erasmo en 1534, Sepúlveda le informó que los manuscritos griegos estaban alterados a partir de la Vulgata.

La Quinta edición de Erasmo fue publicada en 1535, un año antes de su muerte. Dejó de lado la Vulgata. Del resto, esta edición difería de la cuarta sólo en 4 lugares.

Ediciones posteriores
Robert Estienne, conocido como Stephanus, un impresor de París, publicó el Nuevo Testamento griego en cuatro ocasiones, en 1546, 1549, 1550 1551, la última en Ginebra. Las dos primeras están entre los textos griegos más bellos conocidos, y conocida como O mirificam. La tercera edición incluye un instrumental crítico en el que manuscritos citados se refieren al texto, marcados por símbolos (de α para ις). Usó la Polyglotta Complutense (simbolizada por α) y 15 manuscritos griegos. Entre éstos se incluyó el Códice de Beza, el Códice Regius y los Minusculos 4, 5, 6, 2817, 8 y 9. Significó el primer paso hacia la moderna crítica textual y se conoce como la Editio Regia. La edición de 1551 contiene la traducción latina de Erasmo y la Vulgatae introdujo por primera vez la división del Nuevo Testamento en versículos.

La tercera edición de Estienne fue utilizada por Theodore Beza, quien la editó nueve veces entre 1565 y 1604. En el aparato crítico de su segunda edición entre los manuscritos utilizados incluyó el Codex Claromontanus y el Nuevo Testamento siríaco publicado por Emmanuel Tremellius en 1569.

Diferencias con las versiones modernas
El lector de habla hispana puede remitirse a la Biblia Paralela (publicada por Editorial Vida) para contrastar una versión [Reina Valera 1960] de las Sagradas Escrituras traducida del Textus Receptus con otra [Nueva Versión Internacional] basada en ediciones modernas del texto griego ( ver Comprendamos cómo se formó la Biblia de Neil R. Lightfoot, Editorial Mundo Hispano, págs. 208, 209, 211 y 212).

A continuación veremos algunas de las diferencias que podemos encontrar entre el Textus Receptus (con todas las características de manuscritos del siglo XIV XV -The Text of the New Testament and Introduction to the Critical Editions and to the Theory and Practice of Modern Textual Criticism de Kurt Aland Barbara Aland, Eerdmans Publishing, pág. 4-) y textos más modernos (confeccionados sobre manuscritos que llegan incluso a principios del siglo II -el Papiro 52 se data como cercano al 125 d. C.-). Para la cita del Textus Receptus lo exponemos tal como aparece en Novum Testamentum Textus Stephanici A.D. 1550. En cuanto al texto moderno que nos servirá de ejemplo es The Greek New Testament cuarta edición revisada editado por Sociedades Bíblicas Unidas.

Mateo 6:4
Textus Receptus: οπως η σου η ελεημοσυνη εν τω κρυπτω και ο πατηρ σου ο βλεπων εν τω κρυπτω αυτος αποδωσει σοι εν τω φανερω.

Reina-Valera 1960: "para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público."

The Greek New Testament (SBU): ὅπως ᾖ σου ἡ ἐλεημοσύνη ἐν τῷ κρυπτῷ· καὶ ὁ πατήρ σου ὁ βλέπων ἐν τῷ κρυπτῷ ἀποδώσει σοι.

Nueva Versión Internacional: "para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará."

1 Juan 5:7-8
Textus Receptus: οτι τρεις εισιν οι μαρτυρουντες εν τω ουρανω ο πατηρ ο λογος και το αγιον πνευμα και ουτοι οι τρεις εν εισιν και τρεις εισιν οι μαρτυρουντες εν τη γη το πνευμα και το υδωρ και το αιμα και οι τρεις εις το εν εισιν

Reina-Valera 1960: "Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan."

The Greek New Testament (SBU): ὅτι τρεῖς εἰσιν οἱ μαρτυροῦντες, τὸ πνεῦμα καὶ τὸ ὕδωρ καὶ τὸ αἷμα, καὶ οἱ τρεῖς εἰς τὸ ἕν εἰσιν.

Reina Valera Actualizada (Editorial Mundo Hispano): "Porque tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres concuerdan."

Nos damos cuenta que algunas diferencias entre el Textus Receptus y las ediciones críticas modernas son importantes. Esto ha llevado a que el Textus Receptus tenga defensores y detractores. Sus defensores lo llaman también "Majority Text"Texto Mayoritario, Texto de la Mayoría. Esto se debe a que la mayoría de los manuscritos griegos presentan la forma bizantina del texto -recordemos que esta es la misma que la del Textus Receptus-. Esto parecería suficiente razón creer en una superioridad del Textus Receptus sobre los textos modernos. Sin embargo, este dato por sí solo no implica que el texto sea más fiel, es decir, más cercano al original, a la autógrafa. ¿Por qué decimos esto?. Bueno, toda esa gran cantidad de manuscritos podrían ser copias (directa e indirectamente) de un solo manuscrito. La gran similitud entre los manuscritos bizantinos nos debería hacer pensar en esta posibilidad. Además al momento de determinar lo confiable de un manuscrito debemos considerar cuan cercana al original es tal copia. Recordemos que las ediciones críticas modernas consideran también manuscritos varios siglos más antiguos que los que conforman el llamado Texto Mayoritario.

Vale recordar que el nombre técnico que reciben los escritos originales es Autógrafa y que es a las copias en el idioma original a las que se denomina manuscritos. La autógrafa original de los textos bíblicos no existe, pero si manuscritos de gran antigüedad, siendo los más importantes en lo que refiere a las Escrituras Hebreoarameas, a inicios del siglo XXI los Manuscritos del Mar Muerto o Escritos de Qumram (que son manuscritos del Antiguo Testamento).

Defensa del Texto Recibido
Edward Hills fue el primer crítico textual que defendió al Texto Recibido. Parte de la defensa de la superioridad del tipo textual bizantino del Nuevo Testamento, realizada a finales del siglo XIX por J. W. BurgonEdward Miller, valora los trabajos de ErasmoStephanus Beza y además se centra en exponer diversos argumentos doctrinales. Aunque otros expertos han defendido el Texto Recibido, algunos parten de argumentos fundamentalmente doctrinales no están reconocidos como críticos textuales (por ejemplo Theodore Letis, David Hocking) o sus obras no están en un nivel erudito (por ejemplo Terence H. Brown o D. A. Waite).

Wilbur Norman Pickering ha hecho un completo resumen de los argumentos que desde el punto de vista de la crítica textual permiten defender el Texto Recibido y el tipo de texto bizantino en que se basa. Sin embargo, la debilidad de los argumentos de Wilbur Norman Pickering han sido puestos en evidencia por el Dr. Daniel B. Wallace, profesor de griego y de Nuevo Testamento del Dallas Theological Seminary.​

Novum Instrumentum
Novum Instrumentum o también conocido como Novum Instrumentum omne es el primer Nuevo Testamento publicado en griego (1516), preparado por Erasmo de Róterdam (1469-1536) e impreso por Johann Froben (1460-1527) en Basilea. Aunque el primer Nuevo Testamento en griego que se imprimió fue la Biblia políglota complutense (1514), ésta fue la segunda en publicarse (1522). La edición de Erasmo fue la base para la mayoría de las traducciones modernas del Nuevo Testamento en los siglos XVI-XIX.

Primera edición
En 1512, Erasmo había estado en negociaciones con el impresor Badius Ascensius para que publicase en París la Vulgata de Jerónimo de Estridón y una nueva edición de los Adagia. Las negociaciones no tuvieron éxito y Erasmo no continuó sus contactos con Badius. En esa época, Erasmo no pensaba en el Nuevo Testamento griego. No es seguro cuándo decidió Erasmo preparar su edición del mismo, pero, en una visita a Basilea en agosto de 1514, se puso en contacto con Johann Froben. Muchos estudiosos creen que Froben había oído hablar de la próxima edición española de la Biblia políglota e intentaba adelantarse al proyecto de Alcalá (por ejemplo, S. P. Tregelles). Algunos, sin embargo, dudan de que ésta fuese la motivación de Froben (por ejemplo, Bruce Metzger), ya que ninguna evidencia lo sostiene. Probablemente incluyó el texto griego para probar la superioridad de su versión latina. El siguiente encuentro tuvo lugar en abril de 1515 en la Universidad de Cambridge. Como resultado, en julio del mismo año Erasmo viajó a Basilea y comenzó a trabajar. No llevó consigo ningún manuscrito griego y esperaba encontrar algunos en Basilea.

En la biblioteca de los dominicos tomó en préstamo algunos. Utilizó siete manuscritos, identificados como sigue:
ManuscritoContenidoFecha
Minúsculo 1eapEl NT entero excepto el ApocalipsisSiglo XII
Minúsculo 1rKApocalipsisSiglo XII
Minúsculo 2eEvangeliosSiglo XII
Minúsculo 2apHechos y EpístolasSiglo XII
Minúsculo 4apEpístolas de PabloSiglo XV
Minúsculo 7pEpístolas de PabloSiglo XII
Minúsculo 817EvangeliosSiglo XV

Los manuscritos 1eap y 1rK se los prestó a Erasmo Johannes Reuchlin. El restó los tomó prestados de los dominicos. Es significativo el hecho de que no emplease el Codex Basilensis, que se hallaba en la Universidad de Basilea y estaba accesible para Erasmo. Éste tuvo, pues, tres manuscritos de los Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles; cuatro de las Epístolas paulinas, pero sólo un manuscrito del Apocalipsis. Para cada libro del Nuevo Testamento comparó tres o cuatro manuscritos excepto en el caso del último, el Apocalipsis. Desgraciadamente, el manuscrito de éste no estaba completo: le faltaba la última hoja, que contenía los últimos seis versículos del libro. En lugar de postergar la publicación con vistas a buscar otro manuscrito, decidió traducir los versículos faltantes del latín al griego, tomándolos de la Vulgata. Incluso en otras partes del libro del Apocalipsis y otros libros del Nuevo Testamento introdujo Erasmo material traducido al griego por él, tomado de la Vulgata. F. H. A. Scrivener hizo notar que en Apocalipsis 17:4 creó una palabra griega nueva, ακαθαρτητος (en vez de τα ακαθαρτα). No existía en griego la palabra ακαθαρτητος.​ En Apocalipsis 17:8, utilizó καιπερ εστιν («y sin embargo es...») en vez de και παρεσται (y vendrá). En Hechos 9:6, la pregunta que Pablo pregunta en el momento de su conversión en el camino de Damasco, Τρέμων τε καὶ θαμβὣν εἲπεν κύριε τί μέ θέλεις ποιῆσαι («y, tembloroso y asombrado dijo: ¿Señor, qué quieres que yo haga?») se incorporó tomándola de la Vulgata.

La impresión comenzó el 2 de octubre de 1515 y se terminó en muy breve plazo, el 1 de marzo de 1516. Se hizo con grandes prisas, con errores tipográficos, y se tituló de manera inusual:

Novum Instrumentum omne, diligenter ab Erasmo Rot. Recognitum et Emendatum, non solum ad Graecam veritatem verum etiam ad multorum
utiusq; linguae codicum eorumq; veterum simul et emendatorum fidem, postremo ad probatissimorum autorum citationem, emendationem et interpretationem, praecipue, Origenis, Chrysostomi, Cyrilli, Vulgarij, Hieronymi, Cypriani, Ambrosij, hilaryj, Augustini, una cum annotatines, quae lectorem doceant, quid qua ratione mutatum sit.

Este título, en especial las palabras: Novum Instrumentum ... Recognitum et Emendatum, significan: Nuevo Testamento... revisado y mejorado. El título tiene que hacer referencia al texto latino de la Vulgata, no a ningún texto griego, pues en ese momento no había ninguna edición impresa del Nuevo Testamento griego en circulación. En la dedicatoria al Papa León X, Erasmo dice:

Yo notaba que esa enseñanza que constituye nuestra salvación había que tenerla en una forma mucho más pura y viva si se buscaba en el manantial principal y se tomaba de las fuentes auténticas en vez de estanques y riachuelos. Y, así, he revisado todo el Nuevo Testamento (según lo llaman) contrastándolo con el modelo del original griego... He añadido anotaciones propias, con vistas a, en primer lugar, mostrar al lector los cambios que he realizado y por qué; en segundo lugar, para desenredar y explicar cualquier cosa que pueda ser complicada, ambigua u oscura.

Era una edición bilingüe; el texto en griego estaba en la columna izquierda; el latino, en la derecha; y resulta evidente que el texto griego no era el objetivo principal de esta edición, sino que lo era el texto latino de la Vulgata.

Segunda edición
La recepción de la primera edición fue ambigua; en cuestión de tres años se realizó una segunda. En ésta se empleó el término más familiar Testamentum en lugar de Instrumentum. Por otro lado, en la segunda edición (1519) Erasmo usó también el manuscrito Minúscula 3 (todo el NT excepto el Apocalipsis; siglo XII). Se cambió el texto en unos 400 lugares, corrigiéndose la mayoría de los errores tipográficos, aunque no todos. Se añadieron algunos nuevos errores de lectura al texto. En esta edición, además, Erasmo sustituyó el texto de la Vulgata de Jerónimo por su propia traducción, más elegante. La traducción latina obtuvo una buena recepción. Después de esta edición, Erasmo se implicó en diversas polémicas y controversias. En particular, diversas objeciones a las «Anotaciones» llegaron desde las universidades de Cambridge y de Oxford.

López de Zúñiga, conocido como Stunica, uno de los editores de la Políglota complutense de Ximenes, reprochó a Erasmo que en su texto faltaba parte de 1 Juan 5:7-8 (la Coma Juanina). Erasmo respondió que no la había encontrado en ningún manuscrito griego. Stunica contestó a su vez que los manuscritos latinos eran más fiables que los griegos. En 1520, el arzobispo de York, Edward Lee, acusó a Erasmo de promover el arrianismo.9​ Erasmus prometió que insertaría la Comma Johanneum en ediciones futuras a condición de que se encontrase un solo manuscrito griego con ese pasaje.

Otro ataque vino en 1521 de parte de Paulus Bombasius, el prefecto de la Biblioteca Vaticana, ya que Erasmo, en el texto griego, se alejaba de las lecturas habituales de la Vulgata. Informó a Erasmo de que en la Biblioteca Vaticana se conservaba una copia sumamente antigua de las Escrituras (el Codex Vaticanus). Envió dos extractos del manuscrito que contenían 1 Juan 4:1-3 
y 5:7-11, pero sin incluir la Comma.

La segunda edición constituyó una de las bases de la traducción al alemán de Lutero.

Tercera edición
En la tercera edición del texto griego de Erasmo, de 1522, se incluyó la Coma Juanina, ya que posteriormente se había encontrado un único manuscrito en griego del siglo XVI que la contenía (Minúscula 61), aunque Erasmo había expresado sus dudas sobre la autenticidad del pasaje en sus «Anotaciones». La tercera edición difería de la segunda en 118 lugares.

Juan Ecolampadio y Gerbelius, los subeditores de Erasmo, insistieron en que éste introdujese más lecturas del manuscrito Minúscula 1 en la tercera edición, pero, según Erasmo, el texto de este códice estaba alterado a través de los manuscritos latinos y tenía solamente un valor secundario.10​

Esta edición la utilizó Robert Estienne en sus ediciones del Nuevo Testamento Griego de 1546 1549.

Cuarta y quinta edición
Poco después de la publicación de su tercera edición, Erasmo había visto la Políglota complutense, y empleó su texto para mejorar el suyo propio. En el libro del Apocalipsis, alteró unos noventa pasajes en la cuarta edición (1527). Exceptuando el Apocalipsis, esta edición sólo difería de la tercera en unos veinte lugares. Se imprimió en tres columnas paralelas, que contenían el texto griego, la versión latina de Erasmo y la Vulgata.

En noviembre de 1533, antes de la aparición de la quinta edición, Sepúlveda envió a Erasmo una descripción del antiguo manuscrito vaticano, informándole de que difería del texto que él había editado en 365 lugares a favor de la Vulgata.11​ En otra carta que envió a Erasmo en 1534, Sepúlveda le informó de que los manuscritos griegos estaban alterados a partir de la VulgataEn la quinta edición de Erasmo, publicada en 1535, el año antes de su muerte, se dejó de lado la Vulgata. Según Mill, esta edición difería de la cuarta sólo en cuatro lugares.

Las ediciones cuarta y quinta no fueron tan importantes como la tercera en la historia del texto del Nuevo Testamento. La demanda popular de Nuevos Testamentos en griego condujo a un aluvión de ediciones autorizadas y no autorizadas a comienzos del siglo XVI, casi todas las cuales se basaban en la obra de Erasmo e incorporaban sus particulares lecturas, aunque, de modo típico, también introducían cierto número de cambios menores propios.

Impugnación
Hasta el siglo XVI se mantuvo en Occidente la traducción latina de Jerónimo conocida como «la Vulgata» (proveniente del latín vulgar) que incorporaba tanto el canon judío como aquellos escritos de la Septuaginta. 

Cuando reformadores protestantes impugnaron el canon católico, este canon, el de la Septuaginta y de la Vulgata fue nuevamente confirmado, por medio de una declaración dogmática, definida en la cuarta sesión del I Concilio de Trento, del 8 de abril de 1546, reconociendo más claramente la canonicidad de algunas escrituras cuestionadas por Lutero, que desde ese mismo siglo comenzaron a ser llamados Deuterocanónicos (concepto introducido por Sixto de Siena).

Las definiciones doctrinales del Concilio de Trento no fueron reconocidas ni asumidas por muchos protestantes, surgidos a partir del siglo XVI, ni por distintas denominaciones vinculadas al protestantismo surgidas a partir del siglo XIX.

Durante la Reforma protestante, algunos reformadores canónicos propusieron diferentes listas de las que se encuentra actualmente en uso en la Iglesia de Roma. Aunque no sin debate, la lista de los libros del Nuevo Testamento vendría a seguir siendo la misma, sin embargo, en el Antiguo Testamento los textos presentes en la Septuaginta cayó de favor. En el momento en que vendría a ser eliminado de la mayoría de los cánones protestantes. Martín Lutero cuestionó la necesidad de mantener los libros «apócrifos» junto a los del canon judío y los agrupó como un apéndice edificante al final de su traducción al alemán de la Biblia. Por lo tanto, en un contexto católico estos textos se denominan libros Deuterocanónicos, mientras que en un contexto protestante que se hace referencia como libros Apócrifos, la etiqueta se aplica a todos los textos excluidos del canon bíblico que estaban en la Septuaginta. Cabe señalar también, que tanto católicos como protestantes describen algunos otros libros, como el Libro de los hechos de Pedro, como apócrifos.

En el siglo XVI los diferentes movimientos de la Reforma protestante comenzaron a experimentar un alto desgaste en discusiones filosóficas y a separarse unos de otros; para menguar este problema se definió el principio llamado «sola escritura», que significa que solamente la Biblia puede ser considerada fuente de doctrina cristiana.

Actualmente, los libros que no son considerados canónicos por católicos y ortodoxos, reciben el nombre de libros apócrifos a su vez, esos mismos libros suelen ser denominados pseudoepígrafos por los protestantes, que, habitualmente, respetan también el nombre de Deuterocanónicos (literalmente, ‘del segundo canon’) para aquellos que han recibido reconocimiento canónico de católicos y ortodoxos (en general, son libros escritos originalmente en griego, incluidos en la traducción al griego de la Biblia judía conocida como la Septuaginta o de los LXX). No obstante, algunas corrientes protestantes fundamentalistas insisten en conservar el nombre de apócrifos para los libros Deuterocanónicos. Con todo, hay que señalar, que los primeros cristianos no usaban la Biblia hebrea, sino que usaban la Septuaginta o de los LXX por cuanto varios de los nuevos cristianos fueron judíos de cultura griega, como por ejemplo, Pablo de Tarso, Esteban, y los evangelistas Lucas y Marcos.

Por lo tanto, el Antiguo Testamento protestante de hoy tiene 39 libros, el número varía del número de los libros en el Tanaj (aunque no en contenido) a causa de un método diferente de la división. También varía el orden y el nombre de los libros, mientras que la Iglesia católica romana reconoce a 46 libros como parte del Antiguo Testamento canónico. Así pues, las versiones católicas de la Biblia constan de 73 escritos, en tanto que las más de las versiones protestantes solo contienen 66. Sin embargo, las Biblias de los anabaptistas, luteranos, anglicanos episcopalianos, incluyen los Deuterocanónicos, si bien bajo el rubro de «apócrifos»; ya que los consideran «lectura edificante», pero no canónica. Las versiones ortodoxas, por su parte, incluyen 76 libros en total.

Divisiones de la Biblia
En la actualidad, cada uno de los libros de la Biblia se encuentra dividido en capítulos y versículos, lo que permite que se pueda hallar fácilmente un determinado pasaje.
Sin embargo, es importante destacar que los escritores originales de la Biblia nunca la dividieron de esa forma. Debido a la necesidad de facilitar la búsqueda de un pasaje particular, desde la antigüedad los creyentes idearon ciertas distribuciones textuales, aunque ninguna de estas fue adoptada universalmente.

La Biblia Parisiense, publicada en 1226, fue la primera Biblia que contó con la división de capítulos que tenemos ahora, y el causante de ese arreglo fue el inglés Stephen Langton.
En el año de 1555, el francés Robert Estienne (o Robertus Stephanus), publicó una Biblia en idioma latín, que incluyó por primera vez nuestra división actual de capítulos y versículos.

Divisiones Antiguas
Los textos originales (hebreos, arameos y griegos) tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, no estaban divididos en capítulos y versículos. Los escritores sagrados compusieron un texto largo y continuo desde la primera hasta la última página, que inclusive no contaba con signos de puntuación que guiaran al lector.

Al parecer, la primera división sistemática de una sección de la Biblia, surgió de la necesidad que tuvieron los judíos de implementar un plan de lectura organizado de la Ley (es decir de los libros del Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) para sus reuniones en sus sinagogas durante el día de reposo (o séptimo día). Así, alrededor del año 586 a.C., la Ley fue dividida en 154 secciones llamadas sedarim, que conducían a un plan de lectura de tres años.

Unos 50 años más tarde, la Ley se seccionó en 54 divisiones llamadas perashiyyot, a fin de establecer un plan de lectura para un año. Como complemento, se seleccionaron 54 trozos de los libros de los profetas, a los que llamaron haftarot (o despedidas), porque con su lectura se cerraban las funciones litúrgicas de la lectura de la Biblia. (Ver Hechos 13:14-15 y 13:27). Lucas 4:16-30, narra que en una sinagoga de Nazaret, Jesucristo leyó la haftará que correspondía a ese día de reposo, y sorprendió a sus oyentes al decirles: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros”.

Posteriormente, además de la Ley, también se dividieron en párrafos los demás textos del Antiguo Testamento, y estos se indicaron por dos letras del alfabeto hebreo. La letra 'Pe' indicaba la sección abierta de un párrafo que se iniciaba en una nueva línea, mientras que la letra 'Samech' indicaba la sección cerrada. Los ejemplares más antiguos conocidos, como el Rollo del Mar Muerto de Isaías (que data del año 150 a. C.), utilizan estas dos letras hebreas para sus divisiones de párrafos. Sin embargo no se obtuvo uniformidad, puesto que los judíos palestinos, se nos dice, tenían versos más cortos que los judíos babilonios.

En el Nuevo Testamento encontramos una viva muestra de cómo se citaron las porciones de la Biblia en los primeros siglos de la Era Cristiana. Los escritores cristianos de los primeros siglos, usaron esta misma manera para referirse a los textos del Antiguo y del Nuevo Testamento. Estos se citaban haciendo referencia a un evento, a un personaje, a un autor o a un libro, pero con poca especificidad. Jesucristo se refirió a lo que hoy conocemos como el capítulo 3 del Éxodo, llamándolo el pasaje de la zarza (Marcos 12:26, Lucas 20:37). El apóstol Pablo se refirió a lo que hoy conocemos como
1 Reyes 19:14-18, diciendo que se trataba de un pasaje de la historia de Elías (Romanos 11:2-4). Jesucristo se refirió al Salmo 110:1, diciendo que eso fue dicho por David en el libro de los Salmos (Marcos 12:36, Lucas 20:42). El apóstol Mateo se refirió a lo que hoy se conoce como Isaías 53:4, diciendo que eso fue dicho por el profeta Isaías (Mateo 8:17). Al parecer, la cita más específica es aquella donde el apóstol Pablo dice: “como está escrito también en el salmo segundo: Mi hijo eres tú, yo te he engendrado hoy” (Hechos 13:33). También hay referencias bastante generales que simplemente dicen: “lo dicho por el profeta” (Mateo 1:22-23), “escrito está en los profetas” (Juan 6:45), “como está escrito en la ley del Señor” (Lucas 2:23), “para que se cumpliese la Escritura” (Juan 19:24), “pues la Escritura dice” (Romanos 10:11), “la palabra que está escrita” (1. Corintios 15:54), “contiene la Escritura” (1. Pedro 2:8), etc.; o simplemente comenzaban a mencionar porciones de la Biblia de corrido con el discurso que venían desarrollando (Por ejemplo Hebreos 1:5-14).

Los primeros cristianos se reunían semanalmente para leer los libros sagrados. Ellos siguieron el método judío de la lectura de la Ley y de ciertas porciones de los profetas, pero también le agregaron la lectura del Nuevo Testamento. Es por esto que en una época muy temprana, resolvieron dividir los rollos del Nuevo Testamento en secciones o capítulos que pudieran ser cómodamente leídos en sus reuniones. Parece que muchos copistas se sintieron en libertad de insertar divisiones a su antojo. Tertuliano (150-222 d.C), escribió a finales del siglo II, acerca de capítulos de diferentes libros de la Biblia. Dionisio (190-264 d.C.) declaró que algunos habían examinado el libro del Apocalipsis capítulo por capítulo.

A mediados del siglo III, Amonio de Alejandría completó una armonía de los evangelios (de Mateo, Marcos, Lucas y Juan). Para esto, tomó al evangelio de Mateo como su norma y lo comparó con los otros evangelios. Así se dispuso a mostrar los pasajes que eran comunes a los cuatro, los que eran comunes a tres, y así sucesivamente. En el siglo IV, Eusebio de Cesarea (260-340 d. C.) mejoró el trabajo de Amonio, dividiendo a los evangelios en secciones temáticas conocidas como kefalaia (tablas o cánones) dándoles una numeración. Estas secciones fueron mucho más pequeñas que las de nuestros capítulos actuales, ya que había 355 en Mateo, 234 en Marcos, 342 en Lucas 231 en Juan. Dicha división se adoptó en muchos manuscritos que contenían el texto en latín y en griego (como por ejemplo el Códice Sinaítico).

Hacia el final del siglo IV, se añadió una nueva división llamada titloi (títulos), que eran porciones de los evangelios con resúmenes colocados en la parte superior o inferior de la página, y que a su vez agrupaban a varias kefalaia. Había 68 titloi en Mateo, 48 en Marcos, 83 en Lucas 18 en Juan. Los otros libros del Nuevo Testamento fueron similarmente divididos, aunque no sabemos exactamente cuando. Aunque las divisiones anteriores fueron bastante extendidas, esto no quiere decir que eran las únicas existentes. Por ejemplo, el Códice Vaticano, del siglo IV d. C., incluye marcas en el margen que son divisiones en 'capítulos' (para Mateo tiene 170 divisiones, que no son los 28 capítulos de la división que usamos; para Marcos 62 divisiones).

Entre los siglos VI X, el texto hebreo alcanza su forma definitiva. Este trabajo fue obra de escribas judíos que la historia conoce con el nombre de 'masoretas', de donde procede el nombre de Texto Masorético. Los masoretas se dedicaron a recoger y poner por escrito la 'masora', es decir, el conjunto de observaciones críticas sobre el texto inspirado acumuladas durante siglos, muchas de ellas transmitidas oralmente. Los masoretas introdujeron, además, todo un complejo sistema para la pronunciación y comprensión correctas del texto, cuyo valor a veces nos es desconocido: vocales, signos o acentos musicales (que indican el tono recitativo con el que el texto se tenía que leer), pausales (equivalentes a nuestros signos de puntuación), tónicos (acento normal de la palabra) y otros signos diacríticos.  A partir del siglo VII, los masoretas subdividieron a los antiguos perashiyyot (que permitían leer toda la Ley en un año) en 669 segmentos más pequeños llamados sidrim, a fin de facilitar la ubicación de referencias. Para el siglo IX, establecieron la división de todo el texto del Antiguo Testamento en versículos y en secciones (pisqah).

La Actual División en Capítulos
Al parecer, nuestra actual división de capítulos y versículos fue iniciada por Lanfranco de Canterbury (1005-1089 d.C.), y erróneamente algunos le han atribuido su completo desarrollo a él. Él nació en Pavía (Italia). En el año 1042 se convirtió en monje católico romano, y para el año 1045 fundó una escuela en la Abadía de Bec (En Normandía, Francia), la cual adquirió una gran reputación atrayendo a alumnos de varias partes de Europa, y de ellos varios alcanzaron posiciones muy influyentes. Tras convertirse en consejero de Guillermo I de Inglaterra, alcanzó la influencia para ser nombrado arzobispo de Canterbury en el 1070 d.C. y ostentó dicho cargo hasta su muerte.

Una prueba de que desde el siglo XI, había un avance para la división en capítulos que poseemos actualmente, queda demostrado en el hecho de que cardenal Humberto de Silva Candida, alrededor del año 1059, citó a los capítulos 12 y 13 del Éxodo, y al 23 de Levítico, de acuerdo con nuestra división actual de los capítulos.

Durante el siglo XIII floreció la Universidad de Paris (o La Sorbona), y esta se destacó como el mayor centro de educación teológica del catolicismo romano durante la edad media. Debido a la procedencia internacional de los estudiantes, se generó un cierto caos en razón a las diversas maneras que ellos tenían para identificar alguna parte de la Escritura, por lo cual se mostró claramente la necesidad de implementar un sistema normalizado de capitulación. Stephen Langton (1150-1228), de origen inglés, quien fue profesor de la Universidad de Paris durante unos 25 años, fue el encargado de trabajar en dicha unificación. A medida que los estudiantes iban regresando a sus lugares de origen, llevaban consigo la nueva división que habían aprendido en París. En el el año de 1206, Stephen Langton viajó a Roma para ser nombrado cardenal, y en el año 1218 se trasladó a Inglaterra para ejercer como Arzobispo de Canterbury. Para el año 1226, la Universidad de Paris publicó una edición de la Vulgata Latina, conocida como la Biblia Parisiense, y en ella se introdujo la división hecha por Stephen Langton. Debido al renombre de la Universidad de Paris, esta edición alcanzó gran difusión y se propagó por toda Europa, llegando a ser el único texto utilizado durante más de tres siglos. Las publicaciones posteriores siguieron el formato de Stephen Langton.

Posteriormente Hugo de San Cher (1200-1264) [en latín Hugo de Sancto Caro], dirigió a un grupo de unos 500 monjes en la realización de una concordancia para la Bíblia en la versión Vulgata Latina. Dicho trabajo fue terminado en el año de 1240. Como el objetivo fue el de facilitar la búsqueda de cualquier palabra en la Escritura, Hugo de San Cher subdividió a los capítulos en siete partes (no párrafos) de una misma longitud, y los marcó en el margen con las letras A, B, C, D, E, F, G, a fin de que se hiciera referencia a un pasaje con el número del capítulo y la letra (o letras) que lo contuvieran. Sin embargo, en los salmos más cortos, la división no siempre se extendió a siete. Esta división (excepto en los Salmos) fue modificada por Conrad de Halberstadt (c. 1290), quien redujo las divisiones de los capítulos más cortos de siete a cuatro, de modo que se identificaran desde la A a la D. Una errónea opinión común, atribuye la división actual de los capítulos de la Biblia a Hugo de San Cher, y esta proviene del testimonio de  Gilbert Genebrard (m. 1597), quien dijo que cuando el cardenal Hugo hizo la concordancia, también hizo esa división. Sin embargo, hemos visto que la actual división en capítulos fue terminada por Stephen Langton, y que Hugo de San Cher lo que hizo fue una subdivisión de los mismos para facilitar el encuentro de las palabras a partir de su concordancia. La difusión de estas divisiones fue tan bien recibida, que incluso por razones prácticas fue adoptada por los propios judíos. El rabí Salomon Ben Ismael, las insertó por primera vez en manuscritos del texto hebreo alrededor del año 1330 d.C.

La Actual División en Versículos
Algunos han atribuido erróneamente la actual división de versículos al rabino Mardoqueo Natán. En realidad él no hizo esa división tal y como la conocemos ahora, pero lo que sí hizo fue subdividir con números (y no con letras) los capítulos propuestos por Stephen Langton para el Antiguo Testamento. Inspirado en la gran utilidad de la Concordancia de Hugo de San Cher, se puso a trabajar en una concordancia hebrea para uso de los judíos. Principió esta obra en el año de 1438, y la concluyó en el de 1445.

Sanctes Pagnino (1470-1536), fue un católico dominico, que en el año de 1528 imprimió una Biblia en latín conocida como la “Veteris et Novi Testamenti nova translatio”, la cual ganó buena aceptación entre los rabinos por su adhesión literal al texto hebreo. Él también subdividió en versículos numerados, los capítulos propuestos por Stephen Langton. Para el Antiguo Testamento siguió más o menos los versos masoréticos. Los versículos que puso para el Nuevo Testamento, eran tres o cuatro veces más largos que los actuales. Aún así, la subdivisión de Pagnino nunca fue ampliamente adoptada.

Robert Estienne (1503-1559) [en latín Robertus Stephanus], fue un prestigioso impresor y humanista francés. Debido a que él se identificó con el movimiento protestante, experimentó la hostilidad de los teólogos católicos de La Sorbona, por lo cual se vio obligado a dejar París para radicarse en Ginebra (Suiza). En el año de 1551, él imprimió un Nuevo Testamento Griego, en el cual apareció por primera vez nuestra actual división de versículos para esa parte de la Biblia. En el año de 1555, imprimió toda la Biblia en latín, y esa fue la primera vez en que la Biblia apareció con la división completa de capítulos y versículos que poseemos en la actualidad. Para los libros del Antiguo Testamento y para los deuterocanónicos, él adoptó con algunos retoques la división hecha por Sanctes Pagnino. Los números de los capítulos y de los versículos no estaban inmersos dentro del texto bíblico, sino en las márgenes.

En 1565, Teodoro de Beza inscribió los números de los versículos propuestos por Robert Estienne, en el interior del texto mismo.
En 1569, Casiodoro de Reina publicó en Basilea (Suiza), la primera traducción completa de toda la Biblia al idioma español, y en ella incluyó la división actual de capítulos y versículos.
En 1572, Arias Montano introdujo definitivamente la división actual de versículos en la Biblia hebrea, en su gran obra exegética, la Políglota de Amberes.
En 1592, El Papa Clemente VIII, hizo publicar una nueva versión de la Biblia en latín para uso oficial de la Iglesia Católica, y en ella se incluyó la división actual de capítulos y versículos.

Así que finalizando el Siglo XVI, los judíos, los protestantes y los católicos habían aceptado la división en capítulos introducida por Stephen Langton y la subdivisión en versículos introducida por Robert Estienne. De manera que desde entonces, estas divisiones en capítulos y versículos ganaron aceptación como una una forma estándar para localizar las porciones de la Escritura y se impusieron en el mundo entero.

Críticas al Arreglo Actual de Capítulos y Versículos
El hecho de contar con un sistema normalizado de capítulos y versículos para referirse a las partes de la Escritura es de una bondad indiscutible. Sin embargo, la actual división en capítulos y versículos ha recibido justas críticas, pues en varias ocasiones los capítulos de Stephen Langton no respetan la unidad del discurso, y del mismo modo los versículos de Robert Estienne aparecen en medio de una oración, pensamiento o frase, en lugar de formar párrafos convenientes y lógicos. Por ende, cuando vamos a interpretar la Biblia debemos ignorar esa división, entendiendo que su único propósito es el de facilitar la referencia. Algunas ediciones modernas han intentado rescatar la unidad del discurso al añadir subtítulos, pero aún así, el estudiante de la Biblia siempre debe tener presente que dichos subtítulos son arreglos de los editores, y que estos no forman parte del texto sagrado original.

Como ilustración de las divisiones deficientes de los capítulos, mostramos estos ejemplos:

-El relato de la creación de Génesis 1, no termina realmente en el versículo 1:31, sino en la mitad del versículo 2:4 con la frase: “Estos son los orígenes de los cielos y la tierra cuando fueron creados”.
Por lo cual, el capítulo 2 del libro del Génesis, que habla sobre Adán y Eva en el Huerto del Edén, en realidad debió haber empezado con la otra mitad de lo que ahora se conoce como el versículo 2:4, o sea con la frase: “Cuando YHWH Dios hizo la tierra y los cielos”.

-Génesis 9, toca dos asuntos distintos. En Génesis 9:1-17 se está hablando del pacto que Dios hizo con Noé y con sus hijos, del cual ya se venía hablando desde Génesis 8:15.
Mientras tanto, en Génesis 9:18-29 se está hablando de Noé y su descendencia, que es un relato que continúa en el capítulo 10.

-Isaías 53 habla de la profecía de Jesucristo en su rol de Siervo del Señor, pero en realidad este tema fue empezado en Isaías 52:13, con las palabras: “He aquí que mi siervo será prosperado, será engrandecido y exaltado, y será puesto muy en alto”.
-El Sermón del Monte, es un solo relato que abarca los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo. Si esto no se tiene en cuenta, se pierde la unidad conceptual.
-En el libro del Apocalipsis, hay temas que incluyen varios capítulos, por ejemplo el Cordero desatando los 7 sellos (Apocalipsis 6:1-8:5), las 7 trompetas (Apocalipsis 8:6-11:19), y las 7 plagas postreras (Apocalipsis 15:1-19:21).

De igual modo, como ilustración de las deficiencias en las divisiones de los versículos, podemos mostrar estos ejemplos:

-En el Salmo 19, la última línea del versículo 4 debió ser la primera línea del versículo 5, pues al igual que los versículos 5 y 6 se refiere al sol, el cual sin pronunciar ni una sola palabra, da testimonio por toda la tierra de la gloria del Dios Creador.
-Para hallar el sentido completo de ciertos Proverbios, debemos tomar más de un versículo. Por ejemplo: “No robes al pobre, porque es pobre, ni quebrantes en la puerta al afligido, porque Jehová juzgará la causa de ellos, y despojará el alma de aquellos que los despojaren” (Proverbios 22:22-23). Y también: “No tengas envidia de los hombres malos, ni desees estar con ellos, porque su corazón piensa en robar, e iniquidad hablan sus labios” (Proverbios 24:1-2).
-Para hallar el sentido completo de ciertas frases, por lo general debemos tomar más de un versículo. Por ejemplo: “Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y redimido a su pueblo, y nos levantó un poderoso Salvador en la casa de David su siervo, como habló por boca de sus santos profetas que fueron desde el principio; salvación de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos aborrecieron; para hacer misericordia con nuestros padres, y acordarse de su santo pacto, del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, que nos había de conceder que librados de nuestros enemigos, sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días” (Lucas 1:67-75).

Romanos 2:5 termina con una frase incompleta que debió incluir el contenido del versículo 6, a fin de aclarar en una sola porción que Dios es quien pagará a cada uno conforme a sus obras.

-En Apocalipsis 20 se habla de las dos resurrecciones. La primera resurrección ocurre antes del milenio, y la segunda resurrección después del milenio. Por lo tanto, la frase “Esta es la primera resurrección”, no debió terminar el versículo 5 sino que debió empezar el versículo 6.
Es evidente que si los muertos del versículo 4 aparecen ya resucitados, y los otros muertos no vuelven a la vida sino después de los mil años, la primera resurrección no puede ser la de los del versículo 5, sino la de los del versículo 4. La frase: “Pero el resto de los muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años”, se trata de un obvio paréntesis entre lo tratado en el versículo 4 y lo que continúa en el 6.

Basándose en un comentario poco claro del hijo de Estienne, algunos estudiosos han afirmado que el impresor hizo sus divisiones de los versículos mientras viajaba a caballo de París a Lyon (lo que explica los saltos a veces no naturales). Lo más probable es que la intención del hijo de Estienne fue la de decir que su padre dividió el texto mientras descansaba en posadas durante el viaje.

El Antiguo y el Nuevo Testamento, en cuanto podemos juzgar por el testimonio antiguo, y por los manuscritos hebreos, samaritanos, griegos y latinos, siempre han sido divididos en porciones cortas y manejables, y poco importa si los llamamos capítulos o párrafos. La división de los libros de la Biblia fue la obra de muchas personas durante muchos años. Las primeras divisiones fueron hechas con un propósito de lectura litúrgica, pero luego también se añadieron divisiones con el propósito de facilitar el estudio detallado. Nuestra división actual de capítulos fue terminada por Stephen Langton, pero fue aceptada universalmente debido al prestigio de la Universidad de París que editó la Biblia Parisina, una versión que contenía las divisiones de Langton. La actual división en versículos propuesta por Robert Estienne, fue aceptada universalmente debido al prestigio que éste tenía como impresor.
A finales del Siglo XVI, los protestantes, los judíos y los católicos, ya habían adoptado nuestra división actual de capítulos y versículos, que desde entonces se hizo universal. Dichas divisiones han recibido justas críticas, ya que en muchas ocasiones los capítulos no conservan la unidad del discurso, y los versículos no mantienen la continuidad de las frases. Sin embargo, la posibilidad de citar uniformemente una parte de la Biblia en cualquier parte del mundo, es una bondad que sobrepasa a los errores de unidad conceptual. Muy difícilmente otro sistema podría reemplazar al actual.

Continua en La Biblia V: Cánones III
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jueves, 11 de septiembre de 2014

La Biblia V: Cánones I

Portada de la primera edición por Cornelis Boel, Londres, Robert Barker, 1611

Canon Bíblico
El Canon Bíblico es el conjunto de libros de la historia del pueblo judío que la tradición judeocristiana considera divinamente inspirados y que por lo tanto constituyen la Biblia. El canon bíblico cristiano está constituido por los cánones del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Existen diferentes opiniones respecto a la canonicidad de distintos libros de la Biblia como lo son los llamados libros Deuterocanónicos, algunas religiones los consideran apócrifos.

Etimología
La palabra canon deriva del nombre griego κανών "kanon", que significa "caña" "vara", o también "norma" o "medida", que a su vez se deriva de la palabra hebrea קנה "kaneh" que se utiliza a menudo como un estándar de medición. Por extensión pasó a significar «la norma recta» o correcta y la lista de los documentos o conceptos que conforman dicha norma.

Historia del canon bíblico en la Iglesia católica
Fue en el Concilio de Roma del año 382, cuando la Iglesia Católica instituyó el Canon Bíblico con la lista del Nuevo Testamento de Atanasio y los libros del Antiguo Testamento de la Versión de los LXX; esta versión fue traducida del griego al latín por Jerónimo, con la Vulgata, por encargo de la iglesia, que en la práctica sería la primera Biblia en el sentido concreto, y pleno de la palabra. Posteriormente los Concilios regionales III de Hipona del 393, III de Cártago del 397 y IV de Cártago del 419, en los cuales participó Agustín, aprobaron definitivamente dicho canon. En el año 405 esta lista fue enviada por Inocencio al obispo Exuperio de Tolosa (en la Galia, hoy Francia), donde aparece el canon bíblico con los 73 libros ya existentes. El Concilio de Trento fijó el canon de la Iglesia católica declarándolo dogma.

Propuestas de Canon
Hay varios documentos donde diversos autores daban sus opiniones sobre el Canon Bíblico que debería haber, antes de la decisión del Sínodo Romano del 382; luego la Iglesia se unificó en sus criterios. Cuando algunas iglesias particulares se separaron de la Iglesia católica formaron sus propios cánones como el caso de la Iglesia Etiópica, copta, etc. En este sentido el primer canon bíblico conocido es el denominado «canon de Muratori», descubierto en 1740 en Milán por el erudito Luis Antonio Muratori. Consiste en una lista de los libros neotestamentarios elaborada en Roma en el siglo III, aunque los investigadores opinan que puede ser una copia de un documento del año 175. Incluye el Apocalipsis, pero excluye la I Epístola de Clemente, entre otros, sin embargo, no admite la Epístola a los Hebreos y objeta el Pastor de Hermas, por no apostólico.

El canon bíblico quedó establecido entrado el siglo IV.​ El primer canon neotestamentario ampliamente aceptado fue el establecido por Atanasio de Alejandría (373) «martillo de herejes», que incluye el Apocalipsis y la Epístola a los Hebreos. El canon fluctuó durante años, en diversos lugares, aceptando o rechazando el Apocalipsis y obras de Hermas Bernabé.​ El Apocalipsis fue excluido del canon del obispo Cirilo, doctor de la Iglesia, y no se consideró sagrado en la Iglesia de Jerusalén. No se incluyó en el Concilio de Laodicea, ni lo aceptó Gregorio Nacianceno, uno de los padres de la Iglesia. Tampoco se encuentra en la Vulgata siriaca Peshitta, de finales del siglo III; y en las copias conservadas del siglo V en adelante se excluyen también las epístolas II de Pedro, II y III de Juan, y la de Judas.

Desarrollo del canon del Antiguo Testamento
El primer canon desarrollado de lo que se conoce como Antiguo Testamento (AT) es el Canon Alejandrino, comúnmente llamado Septuaginta o "Biblia de los Setenta" (Μετάφραση των Εβδομήκοντα), y generalmente abreviada simplemente LXX, que fue traducida de textos hebreos y arameos más antiguos que las posteriores series de ediciones que siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj o comúnmente llamada "Biblia hebrea". Para su formación, la mayoría de los escritos sagrados judíos debieron ser vertidos de sus originales hebreos y arameos al griego. Su traducción inició en el Siglo III a. C. (c. 280 a. C.), y concluyó hacia finales del Siglo II a. C.. La Septuaginta fue el texto utilizado por las comunidades judías de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y luego por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griega.​ Junto con el Tanaj, constituye la base y la fuente del Antiguo Testamento de la gran mayoría de las Biblias cristianas. De hecho, la partición, la clasificación, el orden y los nombres de los libros del Antiguo Testamento de las Biblias cristianas no viene del Tanaj, sino que proviene de los códices judíos y cristianos de la Septuaginta.

Existe una hipotesis que sostiene que hacia el año 70 d. C., un grupo de fariseos que habían escapado del asedio de Jerusalén, se reunieron en Yamnia, y fundaron una escuela. Y hacia el 95 d. C., llegaron a un consenso sobre la lista (o canon) de los libros hebreos que habrían de ser parte del Tanaj judío, quedando establecido así el llamado Canon Palestinense para la mayoría de los judíos de habla y cultura hebrea, a principios del siglo II d. C.El Canon Palestinense significó el rechazo de una serie de textos que grupos de maestros judíos de habla griega habían incluido en el Canon Alejandrino en los siglos II y I a.C. El Canon Alejandrino sigue siendo utilizado por la escuela rabínica de Alejandría. Por una tradición histórica que data del siglo XVI, se llama protocanónicos a todos los escritos comúnmente admitidos en el Tanaj hebreo, así como en la Biblia griega de los LXX, y Deuterocanónicos a todos los escritos presentes en la Biblia griega de los LXX, pero no en el Tanaj. La voz “deuterocanónico” significa “del segundo canon”, en contraposición a la voz “protocanónico”, que significa “del primer canon”.

Cuando en el año 382 d. C., se forma el Canon que más tarde sería conocido como "la Biblia" por obra del Papa Dámaso I, para la formación del Antiguo Testamento se usa casi la totalidad de la Septuaginta, pero excluyendo algunos libros por consejo de Jerónimo, entre los cuales están Los Libros III IV de los Macabeos, el Libro III de Esdras, el Libro de Enoc, el Libro de los Jubileos y el Apocalipsis de Baruc. Este es el canon que rige hasta hoy en día en la Iglesia Católica.

En el año 457 d. C., ocurre el llamado "Cisma Alejandrino" que da origen a la Iglesia Copta. Con el ánimo de diferenciarse de la Iglesia Católica, se forma el Canon Copto que si bien acepta el Nuevo Testamento definido por los católicos, adopta el Canon Alejandrino como Antiguo Testamento, incorporando los libros objetados por San Jerónimo. Esto fundamentado en la primigenia tradición cristiana que utilizaba la Septuaginta como el conjunto de los escritos inspirados por Dios para el pueblo de Israel.

El Canon del Antiguo Testamento protestante fue estipulado por Martín Lutero en el siglo XVI. Lutero tenía una mala percepción de los libros de Ester, Hebreos, Santiago, Judas y del Apocalipsis. Tenía duras palabras para el Apocalipsis, del que decía que no podía "de ninguna forma detectar que el Espíritu Santo lo haya producido". Aunque en un primer momento Lutero pensó en excluir también algunos libros del Nuevo Testamento, finalmente optó solo por aplicar el Canon Palestiniense a la traducción latina de la biblia, excluyendo así un total de 7 libros del Antiguo testamento. Así el Antiguo Testamento protestante quedó en gran parte, idéntico al de la Biblia hebrea o Tanaj. Las diferencias entre la Biblia hebrea y el Antiguo Testamento protestante son pequeñas, y tienen que ver tan solo con la disposición y el número de libros. Por ejemplo, mientras la Biblia hebrea considera el libro de Reyes como un texto único, el Antiguo Testamento protestante lo divide en dos libros. De forma similar, Esdras y Nehemías se consideran un solo libro en la Biblia hebrea. Las diferencias entre la Biblia hebrea y otras versiones del Antiguo Testamento como el Pentateuco Samaritano, los cánones sírio o griego son mayores. La mayoría de estos cánones incluyen libros e incluso secciones de libros que los otros no poseen.

Canon Alejandrino
La Biblia griega, comúnmente llamada Biblia Septuaginta o Biblia de los Setenta (ἡ μετάφρασις τῶν ἑβδομήκοντα), y generalmente abreviada simplemente LXX, es una traducción en griego koiné de textos hebreos y arameos más antiguos que las posteriores series de ediciones que siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj o Biblia hebrea. Representa una síntesis en que se subraya el monoteísmo judío e israelita, así como el carácter universalista de su ética. La Biblia Septuaginta fue el texto utilizado por las comunidades judías de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y luego por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griegas. De hecho, la partición, la clasificación, el orden y los nombres de los libros del Antiguo Testamento de las Biblias cristianas (cristianas ortodoxas en Oriente, católicas y protestantes en Occidente) no viene del Tanaj o Biblia hebrea, sino que proviene de los códices judíos y cristianos de la Septuaginta.

Canon Palestinense
La mayor parte de la Biblia judía o Tanaj, se escribió en hebreo, excepto algunas páginas, que se escribieron en arameo. El 'canon jerosolimitano' es la lista (o canon) de libros bíblicos hebreos inspirados según quedó establecida definitivamente para el judaísmo en el siglo II d. C., por el consenso de un grupo de sabios rabinos que habían conseguido escapar del asedio de Jerusalén en el año 70 y que habían fundado una escuela en Yamnia. A estos libros se les conoce como protocanónicos o Tanaj, y se clasifican en:

La ley.
Los profetas.
Los escritos.

Este canon significó el rechazo de algunos libros, que pasaron a conocerse como deuterocanónicos, que un grupo de maestros judíos había incluido en el Canon de Alejandría o Biblia de los Setenta en el siglo II a. C.. La forma "deuterocanonico" significa "segundo canon" en contraste con el término "protocanónico" que significa primer canon. Hoy se sabe que el primer canon, en orden cronológico, fue el de Alejandría, por lo que estos dos términos han caído en desuso. El hebreo sólo se escribe con consonantes. El lector añade las vocales según el contexto en que se encuentre la palabra leída. En el siglo VII, unos maestros judíos, llamados masoretas, añadieron las vocales con un sistema de puntos situados debajo o encima de las consonantes. Este texto ha recibido el nombre de texto masorético.

Septuaginta
La Biblia griega, comúnmente llamada Biblia Septuaginta o Biblia de los Setenta (ἡ μετάφρασις τῶν ἑβδομήκοντα), y generalmente abreviada simplemente LXX, es una traducción en griego koiné de textos hebreos y arameos más antiguos que las posteriores series de ediciones que siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj o Biblia hebrea. Representa una síntesis en que se subraya el monoteísmo judío e israelita, así como el carácter universalista de su ética.​ La Biblia Septuaginta fue el texto utilizado por las comunidades judías de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y luego por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griegas.​ De hecho, la partición, la clasificación, el orden y los nombres de los libros del Antiguo Testamento de las Biblias cristianas (cristianas ortodoxas en Oriente, católicas y protestantes en Occidente) no viene del Tanaj o Biblia hebrea, sino que proviene de los códices judíos y cristianos de la Septuaginta.

Etimología
El nombre de Septuaginta se debe a que solía redondearse a 70 el número total de sus 72 presuntos traductores. La Carta de Aristeas presenta como un hecho histórico una antigua versión de acuerdo con la cual, por instrucciones de Ptolomeo II Filadelfo (284-246 a. C.), monarca griego de Egipto, 72 sabios judíos enviados por el Sumo sacerdote de Jerusalén, trabajaron por separado en la traducción de los textos sagrados del pueblo judío. Según la misma leyenda, la comparación del trabajo de todos reveló que los sabios habían coincidido en su trabajo de forma milagrosa. Sin embargo, al presente sabemos que uno de los criterios de autoridad más frecuentemente implementados en esos contextos histórico-geográficos, consistía en atribuir a los textos sagrados algún supuesto origen que se pudiera remontar a hechos extraordinarios. Aunque en general se trataba de textos vertidos de lenguas semíticas (hebreo y arameo), algunos de estos escritos fueron originalmente redactados en lengua griega.​ En general se piensa que la LXX habría sido formada con el objetivo de cultivar la fe de las comunidades de israelitas piadosos que vivían en la Diáspora, y que se comunicaban en la lengua griega común (koiné). En aquella época, residía en Alejandría una muy nutrida y numerosa comunidad de inmigrantes hebreos. Sin embargo, dado que la orden habría provenido del rey Ptolomeo II Filadelfo, también es probable que el fin de la misma fuera proveer a la Biblioteca de Alejandría de una versión griega de los textos sagrados hebreos.

Carta de Aristeas
La conocida como Carta de Aristeas o Carta a Filócrates es una obra helenística del siglo III a.C., incluida entre los libros apócrifos. Flavio Josefo, que la parafrasea, la atribuye a un tal Aristeas como dirigida a Filócrates. La obra describe la traducción al griego de la ley hebrea por parte de setenta y dos traductores enviados a Egipto desde Jerusalén a petición del bibliotecario de Alejandría, lo que resultó en la traducción conocida como los Septuaginta. Aunque se ha argumentado que la historia es ficticia, éste es el primer texto que menciona la Biblioteca de Alejandría. Se conservan unos veinte manuscritos de la carta. Se supone que el autor era un cortesano de Ptolomeo II Filadelfo y a menudo recibe el nombre de Pseudo-Aristeas. La obra cuenta cómo el rey de Egipto, supuestamente Ptolomeo II, recibe de su bibliotecario Demetrio de Falero la petición de traducir al griego la biblia hebrea: el Pentateuco. El rey da su apoyo a la iniciativa, libera a los judíos reducidos a la esclavitud por sus antecesores y envía regalos al Templo de Jerusalén. El sumo sacerdote elige seis hombre de cada una de las doce tribus, lo que da un total de setenta y dos traductores. Estos viajan hasta Alejandría, donde el rey los recibe y, durante siete días, les formula preguntas de carácter filosófico, cuyas respuestas se consignan por extenso. Los 72 traductores acaban su tarea exactamente en 72 días. Cuando los judíos de Alejandría oyen que la ley hebrea se ha traducido al griego, piden copias y dictan una maldición contra cualquiera que cambie la traducción. El rey premia a los traductores y los envía de vuelta a su patria.

Uno de los objetivos principales del autor del siglo II parece ser la de establecer la superioridad del texto griego de los Septuaginta sobre cualquier otra versión de la Biblia hebrea. El autor es notablemente pro-griego: retrata a Zeus como otro nombre de Yahvéh y, aunque critica la idolatría y la ética sexual griega, no se trata de una ataque frontal sino de una invitación a cambiar. La forma en que el autor se concentra en describir el judaísmo, y en particular su templo en Jerusalén puede verse como un intento de proselitismo. El humanista Luis Vives, basándose en un análisis filológico, afirma en sus XXII libri de Civitate Dei Commentaria (1522) que la carta es una falsificación. Humphrey Hody publicó Contra historiam Aristeae de LXX interpretibus dissertatio, en la que afirma que fue una falsificación tardía de un judío helenizado, escrita para dar autoridad a la versión de los Septuaginta. Aunque Isaac Vossius (1618-1689), bibliotecario de la reina Cristina de Suecia, publicó una refutación en el apéndice a su edición de Pomponio Mela, los estudiosos modernos se posicionan unánimemente con Hody.

Proceso formativo
Para su formación, la mayoría de los escritos sagrados judíos debieron ser vertidos de sus originales hebreos y arameos al griego. Su traducción inició en el Siglo III a.C. (c. 280 a.C.), y concluyó hacia finales del Siglo II a.C. (c. 100 a.C.). Inicialmente fue traducida la Torá,​ Libro de la Ley o Pentateuco y el resto del trabajo se completó paulatinamente, en los dos o tres siglos siguientes. El filósofo judío Aristóbulo, quien vivió en Alejandría durante el reinado de Faraón Ptolomeo VI Filometor (181-145 a.C.), confirma este dato al referirse a ella en una carta al rey en los siguientes términos:

“[…] la completa traducción de todos los Libros de la Ley (el Pentateuco), en los tiempos del rey Filadelfo, ancestro vuestro […]” Aunque no se conoce exactamente la fecha y el lugar de estas traducciones, los estudiosos proponen que una escuela de traductores se ocupó de verter el Libro de los Salmos de David, en Alejandría, hacia el año 185 a. C.. Más tarde tradujeron los Libros de Ezequiel y Jeremías, así como el Dodecaprofetón, o Libro de los XII Profetas [Menores]. Más tarde tradujeron los escritos históricos: (Josué, Jueces y Reyes), y, luego, finalmente, el Libro de Isaías. El Libro de Daniel fue traducido alrededor del año 150 a. C. Los Libros de los Macabeos, Sabiduría y Eclesiástico, fueron incorporados en el curso de los Siglos II y I a.C. Algunos eruditos sitúan en Palestina, durante el Siglo I d. C., la traducción al griego de los libros de Ester, Rut, Eclesiastés, Lamentaciones, y el Cantar de los Cantares, acaso por Aquila.​

Los escritos y textos hebreos y arameos, que sirvieron de base para la formación de la Biblia Septuaginta, carecían de gramemas dotados de valores fonéticos vocales, capitalización (alternancia mayúsculas/minúsculas), signos de puntuación y acentuación, algunos ciertos tipos de conectores lógicos, y algunas conjunciones, artículos, prefijos y sufijos adverbiales y/o preposicionales. (Más tarde, se agregaron al idioma hebreo algunos signos con valores fonéticos vocálicos, surgiendo así el llamado Texto Masorético.) Estos antecedentes podrían contribuir a explicar algunas diferencias interpretativas entre la Biblia griega de los LXX y el texto hebreo-arameo conocido, y el hecho de que algún tiempo después, en ambientes judíos, algunos revisores hubieran procedido a tratar de “corregir” la Biblia alejandrina a fin de asimilarla a este último. Esta compilación de textos y de escritos sagrados judíos traducidos al griego fue, desde un principio, bastante socorrida para ilustrar la fe de las comunidades judías e israelitas de la Diáspora, permitiendo el acceso a los textos sagrados de sus padres y ancestros a las comunidades de israelitas piadosos que no hablaban hebreo, ni arameo. Y hay algunos indicios que sugieren que Cristo y sus discípulos habrían utilizado, además de los Tárgum arameos, la Septuaginta; tal como se desprende del hecho fácilmente comprobable de que la mayoría de las citas explícitas del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento reproducen el texto de la Versión LXX, y solamente una de cada siete citas ha sido retomada del Texto Masorético.

Historia del texto
Los manuscritos más antiguos de los LXX conocidos hasta ahora, son fragmentos del Siglo II a.C. del Levítico y el Deuteronomio (Rahlfs, Núms. 801, 819, y 957), y fragmentos del Siglo I a.C. del Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio y los profetas menores (Rahlfs, Núms. 802, 803, 805, 848, 942, y 943). En Qumrán fueron hallados rollos con fragmentos griegos de Éxodo (7Q1), Levítico (4Q119-120), Números (4Q121), y Deuteronomio (4Q120,122); así como porciones de algunos de los libros deuterocanónicos: las dos terceras partes de Sirácides (Gruta 2), porciones de Tobías (Gruta 4), de Baruc (Gruta 7), de la Epístola de Jeremías (7Q2), y, muy probablemente, de Susana (4Q551). Al realizar el trabajo filológico, se observan variaciones, a veces muy importantes, entre los textos encontrados en los diferentes códices de la Septuaginta y entre estos y el Texto Masorético. Durante muchos siglos, los estudiosos bíblicos pensaron que todas las variantes textuales y estilísticas entre la Septuaginta y el Tanaj tan solo eran producto de malas traducciones, del desconocimiento cabal del Tanaj, de errores de copistas, o incluso de la falta de interés en la fidelidad al texto hebreo-arameo.

Sin embargo, cuando a partir de los descubrimientos de Qumrán los estudiosos finalmente tuvieron a su alcance los rollos manuscritos del Mar Muerto, pudieron darse cuenta de que las variaciones propias de la Septuaginta se hallaban reflejadas también en manuscritos hebreos y arameos bastante más antiguos que las formas actuales del Tanaj judía; las cuales se derivan del texto masorético, que data de los Siglos IV al VIII d. C.. Una lectura atenta de los Códices griegos revela que los textos asentados en la Biblia LXX representan fielmente, con certeza total, textos en un estado “primitivo”, carente de un estilo pulido y acabado, mucho más primario y primigenio, que el actual texto hebreo-arameo masorético, bastante más pulido y editado en el curso de los siglos posteriores. Y tales diferencias se perciben de un modo sumamente especial en libros que presentan variantes consistentes en el orden de versos, ideas inacabadas o faltas de pulido, presentes en la versión LXX de los Libros de Samuel, Reyes, Ester, Job, Proverbios, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, y Daniel. El actual texto hebreo-arameo masorético refleja numerosas correcciones en términos de estilo, que incluyen variaciones en el orden de numerosos versos y pasajes, y redondeo de ideas que no habían sido asentadas de forma digerida, correcta o elegante en los antiguos textos hebreos y arameos premasoréticos, de donde fue tomada, de forma más temprana, la Biblia Septuaginta.

Ante las controversias suscitadas en torno de estos hechos, algunos estudiosos señalan que, en numerosos casos, en Qumrán se han hallado manuscritos hebreos que avalan la versión griega de los LXX, y otros que respaldan al texto masorético. Se ha determinado finalmente, que aquellos manuscritos que avalan la Septuaginta son mucho más antiguos que aquellos que respaldan al texto masorético.​ Hacia el año 70 d. C., un grupo de rabinos que habían escapado del asedio de Jerusalén, se reunieron en Yamnia, y fundaron una escuela. Y hacia el 95 d. C., llegaron a un consenso sobre la lista (o canon) de los libros hebreos que habrían de ser parte del Tanaj judía, quedando establecido así el llamado Canon Palestinense para la mayoría de los judíos de habla y cultura hebrea, a principios del Siglo II d. C.. El Canon Palestinense significó el rechazo de una serie de textos que grupos de maestros judíos de habla griega habían incluido en el llamado Canon Alejandrino, o Biblia de los Setenta, en los Siglos II y I a. C. El Canon Alejandrino sigue siendo utilizado por la escuela rabínica de Alejandría. Por una tradición histórica que data del Siglo XVI, se llama protocanónicos a todos los escritos comúnmente admitidos en el Tanaj hebreo, así como en la Biblia griega de los LXX, y deuterocanónicos a todos los escritos presentes en la Biblia griega de los LXX, pero no en el Tanaj. La voz “deuterocanónico” significa “del segundo canon”en contraposición a la voz “protocanónico”, que significa “del primer canon”. Sin embargo, hoy se sabe que, en orden cronológico, el Canon Alejandrino fue primero que el Palestinense.

Hacia fines del Siglo I, y principios del Siglo II, el judío Teodoción hizo una revisión de la LXX, tratando en lo posible de hacerla coincidir con los textos hebreo-arameos con ciertas ediciones propias de esa época, los cuales hoy se llaman los “protomasoréticos” —debido a que de ellos se derivan los “textos masoréticos” de siglos subsecuentes—, los cuales ya incluían algunas importantes “revisiones” tempranas de grupos de rabinos de esos siglos. Entre 123 d. C. y 130 d.C., Aquila de Sinope hizo una nueva traducción, siguiendo textos hebreos de manera literal. Símaco hizo una nueva traducción hacia el 170 d.C., en la que buscaba mejorar la calidad de la redacción griega.4​ Hasta ese momento, todavía los libros más tarde compilados bajo el término “Biblia” solían circular por separado. En el Siglo III, Orígenes compuso la Hexapla, en donde compara en forma de columnas seis versiones enteras del Antiguo Testamento, la quinta de las cuales corresponde a la Septuaginta. A partir de esta, y tras cotejarla con nuevas traducciones, Orígenes editó una versión completa, en la cual indicó las diferencias con el texto masorético hebreo-arameo, llenando los pasajes omitidos de forma primigenia con textos procedentes de la edición tardía (del Siglo II) del judío Teodoción. Aunque la Hexapla como conjunto se perdió, se conservan fragmentos importantes. Otras ediciones de la Septuaginta, han sido atribuidas a Hesiquio de Jerusalén y a Luciano de Antioquía.​

Los manuscritos bíblicos extensos más antiguos que incluyen la Versión de los LXX en la parte de sus textos correspondiente al Antiguo Testamento de las Biblias cristianas, son el Códex Sinaíticus y el Codex Vaticanus, del Siglo IV, el Códex Alexandrinus, de la primera mitad del Siglo V. Existen algunas diferencias textuales, de número y de orden de los libros, entre estos tres Códices: El Códex Sinaíticus omite algunos textos, aún protocanónicos, e incluye I y IV Macabeos. El Códex Vaticanus omite los cuatro Libros de los Macabeos, e incluye algunas partes y pasajes propios del texto griego conocido del Libro de Enoc.​ Y el Códex Alexandrinus incluye los cuatro Libros de los Macabeos, el Libro de las Odas y el Libro de los Salmos de Salomón.​

El “Plus de los LXX”
La Biblia Septuaginta contiene los 22 libros que conforman el canon del Tanaj judío (Biblia hebrea-aramea), los cuales, ordenados según la usanza griega y reparticionados, llegando a un total de 39, constituyen los textos más comúnmente aceptados del Antiguo Testamento de las Biblias cristianas (católica, ortodoxa, protestante, etc.).

Además de los textos del Tanaj o Biblia hebrea, la Biblia Septuaginta incluye algunos otros que no son incluidos en aquella. Estos textos reciben varias nomenclaturas: las iglesias cristianas ortodoxas los llaman “anagignoscomenos”, y la Iglesia católica los llama “deuterocanónicos”. La mayoría de las iglesias protestantes actuales, sin embargo, los consideran apócrifos. Fueron leídos por maestros judíos de habla griega y por comunidades judías de habla y cultura griega de los Siglos II a.C. I, e incorporados a los códices de la Biblia desde entonces y en siglos subsecuentes, con diferencias regionales, por las comunidades cristianas primitivas.​ La mayoría son reconocidos como canónicos e incluidos en la Biblia hasta la actualidad por todas las iglesias cristianas ortodoxas (calcedonianas y no calcedonianas), y también por la Iglesia católica, aunque con algunas diferencias entre los libros aceptados por una u otra iglesia. Algunas ramas del protestantismo, como los luteranos y anglicanos, incluyen estos libros en sus Biblias, y los consideran lecturas recomendables ricas en enseñanzas, aunque no como textos de autoridad normativa o dogmática. Existen cuando menos unos cinco libros en la Biblia LXX que -por influencia de Jerónimo- no son reconocidos por la Iglesia católica como deuterocanónicos. Ellos son 1 Esdras (llamado en la Vulgata 3 Esdras), 3 Macabeos, 4 Macabeos, Odas y Salmos de Salomón. Los primeros dos libros, sin embargo, sí son reconocidos por la Iglesia ortodoxa. Dichas series de textos, algunos de los cuales fueron redactados de forma original en lengua griega, hoy son reconocidas y agrupadas por múltiples autores bajo el nombre conjunto de “Plus de los LXX” o “Plus de la Septuaginta”. Para efectos de estudio, en las siguientes líneas se ha desarrollado de forma detallada un listado muy primario de estos documentos:

El Libro III de Esdras [E]
El Libro de Tobit —en algunas versiones llamado “Libro de Tobías— [EW]
El Libro de Judit [EW]
El Libro de la Sabiduría [EW]
El Libro del Eclesiástico —en algunas versiones llamado “Libro de Sirácides”, o “Libro del Sirácida”—, junto a su respectivo “Prólogo del traductor griego” (Capítulo 1a)​ [EW]
El Libro de Baruc propiamente dicho (Baruc 1:15'—5:9), junto a su respectivo Exordio (Baruc 1:1-15') [EW]
La Epístola de Jeremías —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 6” del Libro de Baruc—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1a, o 1bis) [EW]
Los Libros I y II de los Macabeos [EW]
Los Libros III y IV de los Macabeos [E]
El Libro de las Odas; que incluye la Oración de Manasés [C] y el Himno Matutino [C], y otros 13 textos [C] retomados de otros libros bíblicos canónicos, junto con sus epígrafes [C]
El Libro de los Salmos de Salomón, junto con sus Epígrafes [C]
Numerosas variantes aditivas, substractivas y ordinales a varios de los libros protocanónicos del Antiguo Testamento, más o menos mayores en el caso del texto de los Libros de Samuel, los Reyes, Ester, Job, los Salmos de David, los Proverbios, Isaías, Jeremías, y las Lamentaciones [EH]

Entre estas variantes se destacan, de manera especial:
Variantes aditivas, substractivas y/o substitutivas mayores consistentes al Libro de Ester —comúnmente agrupadas bajo el nombre conjunto de “Resto de Ester—, junto a su respectivo Colofón (Ester 10:3l, o 10:14) [EW]
El Resto del Epílogo al Libro de Job (Job 42:17a-17e, o 42:18-22) [E]
Varios de los Epígrafes propios de los Capítulos del Libro de los Salmos de David [E]
El Salmo 151 Capítulo 151 del Libro de los Salmos de David, junto a su respectivo Epígrafe (Salmos 151:1a) [E]
El Introito del Libro de las Lamentaciones (Lamentaciones 1:1a) [E]
El texto griego antiguo, OG,14​ del Libro de Daniel, conteniendo variantes aditivas, substractivas y ordinales más o menos mayores a varios de los textos, pasajes y capítulos de dicho documento [CH]

Entre estas variantes se destacan, de forma peculiarmente especial:
El texto griego antiguo, OG, del pasaje Daniel 3:24bis-90; que incluye la Oración de Azarías y el Himno de los 3 Jóvenes, junto a sus respectivas Notas complementarias [EWT]
El texto griego antiguo, OG, de la Historia de Susana —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 13” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epílogo (Verso 63 OG, según el numeral de Alfred Rahlfs) [EWT]
El texto griego antiguo, OG, de la Historia de Bel y el Dragón —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 14” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1 OG, según el numeral de Alfred Rahlfs) [EWT]
Algunos importantes manuscritos de la Biblia Septuaginta incluyen, asimismo, las partes y pasajes propios del texto griego conocido de:

El Libro de Enoc [C]
El Libro de los Jubileos [C]
Las Apocalipsis de Baruc [C]
Los Paralipómenos de Baruc [C]

Algunas breves siglas:
[C] Incluido completo en uno alguno de los Códices de la Biblia LXX, aunque no recibido de forma consensual por todos los Patriarcados que forman parte de la Iglesia Ortodoxa. Algunos de estos textos han sido recibidos por algunos de ellos, y/o también por algunas Iglesias ortodoxas orientales.
[E] Incluido completo en el Canon Amplio Oriental del Antiguo Testamento, seguido por las Biblias propias de la Iglesia Ortodoxa. Todos estos libros están dentro del canon de las iglesias nestorianas y del canon de la Iglesia Copta.
[W] Incluido completo en el Canon Amplio Occidental del Antiguo Testamento, seguido por las Biblias propias de la Iglesia católica latina occidental.

La mayoría de los libros de estas series fueron escritos durante el período intertestamentario;​ es decir, son algo más tardíos que el resto de los libros del Antiguo Testamento, y algo más tempranos que los escritos propios del Nuevo Testamento; por lo cual representan cierta continuidad lógica y necesaria, y suplen las lagunas culturales de otra forma existentes entre ambos Testamentos. De la misma manera, algunos de estos textos representan creencias y valores ancestrales de tribus israelitas no judías; es decir, que existieron fuera del judaísmo de Judá, o Judea.

Ediciones impresas
La editio princeps es la Biblia políglota complutense basada en manuscritos ahora perdidos, parece transmitir versiones muy antiguas.
La Edición Aldina, iniciada por Aldo Manucio, apareció en Venecia en 1518. El texto es más cercano al Codex Vaticanus que al de la Complutense.
Más utilizada ha sido la Edición Romana, o Sixtina, la cual reproduce el Codex Vaticanus. Fue publicada en 1586, bajo la dirección del Cardenal Caraffa, por orden del papa Sixto V, para apoyar la traducción de la Vulgata, ordenada por el Concilio de Trento. Ha sido reeditada varias veces.
La Edición de Grabe fue publicada en Oxford, de 1707 a 1720, y se basa en el Codex Alexandrinus, que se encuentra en el Museo Británico de Londres.
La Edición de Swete, conocida de forma común y familiar como Biblia de Cambridge, se basa de manera preferente en el Códex Vaticanus, si bien teniendo en cuenta variantes y porciones retomadas de numerosos Códices, mayores y menores. Fue impresa y editada por la Universidad de Cambridge, y dada a conocer en tres gruesos volúmenes que fueron siendo publicados en los años de 1887, 1891 y 1894. Algunas reediciones de la misma, aunque no la primera, incluyen ciertas partes y pasajes propios del texto griego conocido del Libro de Enoc, cuya edición se basa en el Códex Vaticanus, así como en el Códex Panopolitanus.
La Edición de Tischendorf, conocida de forma común y familiar como Biblia de Oxford, se basa en el Códex Sinaíticus. Fue impresa y editada por la Universidad de Oxford, y publicada en el año de 1922. (Constantino de Tischendorf ya había publicado, con anterioridad, el Nuevo Testamento del Códex Sinaíticus en 1911.)
Alfred Rahlfs, estudioso alemán que dedicó varias décadas de su vida al rescate del texto de la Biblia Septuaginta, en Gotinga, Sajonia, comenzó su Edición en 1917, la cual una vez completa fue publicada en 1935. Se basa de manera preferente en el Códex Alexandrinus, el más completo de los tres grandes códices griegos, si bien incluye algunas series de variantes del Códex Vaticanus, el Códex Sinaíticus, y algunas otras fuentes, y ofrece notas críticas respecto a las variantes de las distintas fuentes.​ Se realizaron numerosas ediciones: 1.ªEd. 1935; 3.ªEd. 1949; 4.ªEd. 1950; 5.ªEd. 1952; 6.ªEd. 1959; 7.ªEd. 1962; 8.ªEd. 1965.
The Göttingen Septuagint (Vetus Testamentum Graecum: Auctoritate Academiae Scientiarum Gottingensis editum) es considerada la mejor edición crítica. Ha sido publicada por Volúmenes, entre 1931 y 2006, y aún no está completa. Presenta numerosas variantes de muy distintas fuentes. En 2006, la Sociedad Bíblica Alemana publicó una revisión de la Edición de Rahlfs, revisada por Robert Hanhart. Esta editio altera incluye miles de variantes respecto a la edición original.
Traducciones impresas
En el año de 1851Sir Lancelot C.L. Brenton publicó la primera Traducción Inglesa de la Biblia Septuaginta Griega. Esta versión se ciñe al Canon Amplio Oriental, seguido por las Biblias cristianas ortodoxas, que incluye el Salmo 151, la Oración de Manasés,​ los Libros III de Esdras, y III y IV de los Macabeos. En el año 2007, un equipo de estudiosos de la Organización Internacional para Estudios de la Septuaginta y Afines publicó una Nueva Traducción Inglesa de la Septuaginta. Esta versión incluye, junto a los habituales del Canon Ortodoxo, el Libro de los Salmos de Salomón, y versiones alternas comparadas de textos paralelos de los libros de Josué, los Jueces, Tobías, Daniel, Susana, y Bel y el Dragón. En el año de 1986, un equipo de estudiosos de La Sorbona de París comenzó a publicar, por entregas de Tomos y Volúmenes, La Bible d'Alexandrie, traducción al francés de la Biblia LXX. Esta versión francesa no ha sido terminada hasta la fecha. En el ámbito hispánico, desde 1928 existe la Biblia de Jünemann, una traducción literal de la Biblia griega al español hecha por el sacerdote de origen alemán Guillermo Jünemann. El Antiguo Testamento de esta versión está basado en gran parte de la Septuaginta. La Biblia de Jünemann se ciñe al Canon Amplio Occidental, seguido por las Biblias católicas, aunque en Versión OG. Un equipo de traductores dirigido por Natalio Fernández Marcos y María Victoria Spottorno Díaz-Caro, del CSIC, ha realizado una traducción al español de la Septuaginta a partir de las últimas ediciones críticas. En 2008 apareció el primer volumen de los cuatro previstos: La Biblia griega – Septuaginta, I: Pentateuco (Colección Biblioteca de Estudios Bíblicos 125), Ediciones Sígueme, Salamanca. A finales de 2011 apareció el segundo volumen: La Biblia griega - Septuaginta, II: Libros históricos (Colección Biblioteca de Estudios Bíblicos 126). En noviembre de 2013, el tercero: La Biblia griega - Septuaginta, III: Libros poéticos y sapienciales (Colección Biblioteca de Estudios Bíblicos 127). Y finalmente, en octubre de 2015, se publica el cuarto y último volumen: La Biblia griega - Septuaginta, IV: Libros proféticos (Colección Biblioteca de Estudios Bíblicos 128).

Archivos informáticos
La Edición de Swete del Antiguo Testamento Según los LXX, se encuentra disponible en formato de archivo escanográfico en el sitio de Christian Classics Ethereal Library. El archivo de texto más completo de la Edición de Rahlfs de la Biblia Septuaginta, en griego koiné original, ha sido el capturado por un equipo de estudiosos del Centro de Análisis Computarizado de Textos (CCAT) de la Universidad de Pensilvania, y está disponible en formato de estudio morfológico en el sitio del CCAT, y en formato navegable (HTML) en el sitio de Thesaurus Indogermanischer Text und Sprachmaterialien (TITUS), auspiciado por la Universidad Johann Wolfgang Goethe, de Fráncfort del Meno, y en Internet Sacred Text Archive (en este último sitio, con opción a compra en formato propietario). Este archivo contiene las 6 variantes más notorias del documento histórico, que son dos diferentes versiones de Josué, de los Jueces, de Tobit, de Daniel, de Susana, y de Bel y el Dragón.

La Traducción Inglesa de Brenton, es posible encontrarla en formato navegable, con opción a compra en formato propietario, en el sitio de la English Translation of the Greek Septuagint Bible.
La Nueva Traducción Inglesa, es posible encontrarla para ser descargada por partes en formato propietario de archivos PDF en el sitio de la NETS (New English Translation of the Septuagint).
Así mismo, es posible descargar gratuitamente, en formato propietario, el archivo CCAT sobre el texto de Rahlfs, hasta en 8 distintas opciones de mapeo, partición y acentuación del mismo (con ciertas omisiones, sin embargo, con respecto del texto del CCAT, como son las versiones alternas más tardías de 6 de los escritos doblemente vertidos), desde The Unbound Bible, un proyecto de Biola University, así como el archivo de La Sagrada Biblia de Don Guillermo Jünemann, que ha sido creado por VE Multimedios.

La Biblia
La Biblia (del latín biblĭa, y este del griego βιβλία biblía, ‘libros’)​ es el conjunto de libros canónicos del judaísmo y el cristianismo. La canonicidad de cada libro varía dependiendo de la tradición adoptada. Según las religiones judía y cristiana, transmite la palabra de Dios. Hasta 2008, ha sido traducida a 2454 idiomas.

Etimologia
La palabra Biblia (libro sagrado),  procede, a través del latín biblĭa, y este de la expresión griega βιβλία biblia‘libros’, τὰ βιβλία τὰ ἅγια (ta biblía ta hágia‘los libros sagrados’), es el conjunto de libros canónicos del judaísmo y el cristianismo. La canonicidad de cada libro varía dependiendo de la tradición adoptada. Según las religiones judía y cristiana, transmite la palabra de Dios. Acuñada por primera vez en el Primer Libro de los Macabeos 12:9, donde βιβλία es el plural de βιβλίον (biblíon, ‘papiro’ o ‘rollo’ y, por extensión, ‘libro’).

Se cree que este nombre nació como diminutivo del nombre de la ciudad de Biblos (Βύβλος, Býblos), importante mercado de papiros de la antigüedad. No obstante, dado que Biblos solamente con dificultad podría ser un préstamo del nombre original de dicha ciudad en fenicio, Gubla, existe la posibilidad de que fuera la ciudad la que recibiera su nombre griego a partir del término que designaba a la planta de papiro, y no al revés. Dicha expresión fue empleada por los hebreos helenizados (aquellos que habitaban en ciudades de habla griega) mucho tiempo antes del nacimiento de Jesús de Nazaret para referirse al Tanaj o Antiguo Testamento. Muchos años después empezó a ser utilizada por los cristianos para referirse al conjunto de libros que forman el Antiguo Testamento así como los Evangelios y las cartas apostólicas, es decir, el Nuevo Testamento. Por entonces ya era común utilizar únicamente el primer sintagma, τὰ βιβλία, a manera de título. Ya como título, se empezó a utilizar en latín biblia sacra (‘los libros sagrados’), sin artículo dado que este no existía en latín. Sin embargo, al ser Biblia un cultismo en latín, acabó pasando de considerarse un neutro plural a un femenino singular («la sagrada Biblia»), entendiendo ya Biblia como el nombre propio de todo el conjunto. A través del latín se derivó a la gran mayoría de las lenguas modernas.

Historia
La Biblia es una recopilación de textos que en un principio eran documentos separados (llamados «libros»), escritos primero en hebreo, arameo y griego durante un periodo muy dilatado y después reunidos para formar el Tanaj (Antiguo Testamento para los cristianos) y luego el Nuevo Testamento. Ambos testamentos forman la Biblia cristiana. En sí, los textos que componen la Biblia fueron escritos a lo largo de aproximadamente 1000 años (entre el 900 a. C. y el 100 d. C.). Los textos más antiguos se encuentran en el Libro de los Jueces («Canto de Débora») y en las denominadas fuentes E (tradición elohísta) y J (tradición yahvista) de la Torá (llamada Pentateuco por los cristianos), que son datadas en la época de los dos reinos (siglos X VIII a. C.). El libro completo más antiguo, el del Profeta Oseas es también de la misma época. El pueblo judío identifica a la Biblia con el Tanaj, para el que carece de sentido y no es aceptada la denominación como Antiguo Testamento al no aceptar la validez del Nuevo Testamento.

El canon de la Biblia que conocemos hoy fue sancionado por la Iglesia católica, bajo el pontificado de Dámaso I, en el Sínodo de Roma del año 382, y esta versión es la que Jerónimo de Estridón tradujo al latín. Dicho canon consta de 73 libros: 46 constitutivos del llamado Antiguo Testamento, incluyendo 7 libros llamados actualmente Deuterocanónicos (Tobit, Judit, I Macabeos, II Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc) ―que han sido impugnados por judíos y protestantes― y 27 del Nuevo Testamento. Fue confirmado en el Concilio de Hipona en el año 393, y ratificado en el Concilio III de Cartago (en el año 397), y el IV Concilio de Cartagoen el año 419.

Cuando reformadores protestantes lo impugnaron, el canon católico fue nuevamente confirmado por medio de una declaración dogmática, definida en la cuarta sesión del Concilio de Trento, del 8 de abril de 1546. Las definiciones doctrinales del Concilio de Trento no fueron reconocidas ni asumidas por muchos protestantes, surgidos a partir del siglo XVI, ni por distintas denominaciones vinculadas al protestantismo surgidas a partir del siglo XIX. El canon de las biblias cristianas ortodoxas es aún más amplio que el canon bíblico católico, e incluye el Salmo 151, la Oración de Manasés, el Libro III de Esdras y el Libro III de los macabeos. En adición a estos, el Libro IV de Esdras y el Libro IV de los macabeos figuran, asimismo, como apéndices en muchas importantes versiones y ediciones de la Biblia cristiana ortodoxa.

El Antiguo Testamento narra principalmente la historia de los hebreos y el Nuevo Testamento la vida, muerte y resurrección de Jesús, su mensaje y la historia de los primeros cristianos. El Nuevo Testamento fue escrito en lengua griega koiné. En él se cita con frecuencia al Antiguo Testamento de la versión de los Setenta, traducción al griego del Antiguo Testamento realizada en Alejandría (Egipto) en el siglo III a. C..

Para los creyentes, la Biblia es la palabra de Dios, de inspiración divina, aunque su redacción se realizó a través de hombres elegidos que usaron de sus facultades como verdaderos autores. Se trata de una obra eminentemente espiritual que los creyentes interpretan como la forma que tuvo Dios de revelarse a sí mismo y manifestar su voluntad de salvación de la Humanidad, además de su carácter y atributos. Para los creyentes cristianos, la Biblia es la principal fuente de fe y doctrina en Cristo. La Biblia es una recopilación de textos que en un principio eran documentos separados (llamados «libros»), escritos primero en hebreo, arameo y griego durante un periodo muy dilatado y después reunidos para formar el Tanaj (Antiguo Testamento para los cristianos) y luego el Nuevo Testamento. Ambos testamentos forman la Biblia cristiana.

Para la Iglesia católica, además de la Biblia, también son fuente doctrinal la tradición, las enseñanzas de los Padres de la Iglesia (discípulos de los apóstoles), y las decisiones emanadas de los Concilios. Esta divergencia entre cristianos se intensificó después de 1870, cuando el papa Pío IX promulgó la constitución Pastor Aeternus, del Concilio Vaticano I, que reafirma el Primado papal y proclama la infalibilidad del sumo pontífice en asuntos de fe, moral y doctrina cristiana (dogma de la infalibilidad papal) cuando habla ex cathedra (18 de julio de 1870) en cuanto único «sucesor de Pedro» y, consecuentemente, «custodio y depositario de las llaves del Reino de los Cielos»―. Mientras que los cristianos protestantes rechazan esta aseveración y consideran como cabeza única de la iglesia a Jesucristo. Para ambas partes esta gran diferencia ya no es considerada tan solo en términos filosóficos o religiosos, sino como designios divinos plasmados y asentados en la Biblia misma. Para los judíos ortodoxos, por supuesto, el Nuevo Testamento no tiene validez. El judaísmo rabínico considera como fuente de doctrina el Talmud, mientras los caraítas defienden desde el siglo VIII el Tanaj como única fuente de fe.

Antiguo Testamento y Nuevo Testamento
El canon del Antiguo Testamento cristiano entró en uso en la Septuaginta griega, traducciones y libros originales, y sus diferentes listas de los textos. Además de la Septuaginta, el cristianismo posteriormente añadió diversos escritos que se convertirían en el Nuevo Testamento. Poco diferentes listas de las obras aceptadas siguió desarrollando en la antigüedad. En el siglo IV, varios sínodos fueron elaborando listas de escritos sagrados que fijaban un canon del Antiguo Testamento de entre 46 y 54 distintos documentos y un canon del Nuevo Testamento de 20 a 27, siendo este último el utilizado hasta el día de hoy; el cual fue definido finalmente en el Concilio de Hipona en el año 393. Hacia el año 400, Jerónimo había escrito una edición definitiva de la Biblia en latín (véase la Vulgata), el Canon de la cual, debido en parte a la insistencia del papa Dámaso, fue hecho coincidir con decisiones de varios de los Sínodos reunidos con anterioridad. Con el beneficio de la retrospectiva se puede decir que estos procesos establecieron de manera eficaz el canon del Nuevo Testamento, aunque hay otros ejemplos de listas canónicas en uso después de este tiempo. Sin embargo, esta lista definitiva de 27 libros no fue legitimada por ningún Concilio ecuménico sino hasta el Concilio de Trento (1545-63).

Durante la Reforma protestante, algunos reformadores canónicos propusieron diferentes listas de las que se encuentra actualmente en uso en la Iglesia de San Pedro de Roma. Aunque no sin debate la lista de los libros del Nuevo Testamento vendría a seguir siendo la misma, sin embargo, en el Antiguo Testamento algunos textos presentes en la Septuaginta fueron eliminados de la mayoría de los cánones protestantes. Por lo tanto, en un contexto católico estos textos se denominan libros deuterocanónicos, mientras que en un contexto protestante que se hace referencia como libros apócrifos, la etiqueta se aplica a todos los textos excluidos del canon bíblico que estaban en la Septuaginta. Cabe señalar también, que tanto católicos como protestantes describen algunos otros libros, como el Libro de los hechos de Pedro, como apócrifos.

Por lo tanto, el Antiguo Testamento protestante de hoy tiene 39 libros ―el número varía del número de los libros en el Tanaj (aunque no en contenido) a causa de un método diferente de la división―. También varía el orden y el nombre de los libros, mientras que la Iglesia católica reconoce a 46 libros como parte del Antiguo Testamento canónico. El libro de Enoc es aceptado en el canon del Antiguo Testamento solo por la Iglesia ortodoxa etíope. El término «Escrituras hebreas» es solo sinónimo del Antiguo Testamento protestante (no católico) que contiene las Escrituras hebreas y textos adicionales. En cuanto al canon del Nuevo Testamento, son 27 libros en el canon de la Iglesia católica, aceptado por la mayoría de las Iglesias de la Reforma. La Iglesia siria solo acepta 22 libros en su canon. Libros como el Primer libro de Clemente y el Segundo libro de Clemente, el Libro de la Alianza, el Octateuco y otros, han sido motivo de disputas, y se encuentran canonizados por la Iglesia católica apostólica ortodoxa.

Estructura
Un libro de la Biblia es un grupo establecido de escrituras. Por ejemplo, el Libro de los Salmos (en hebreo Tehilim o ‘canciones de alabanza’) tiene 150 canciones (151 en la versión de los Setenta), mientras que la Epístola de Judas es una carta de media página. La Biblia hebrea o Tanaj está dividida en tres secciones: los cinco libros de Moisés (la Torá), los libros escritos por los profetas hebreos (los Profetas o Nevi'im) y unos libros que no entran en las dos categorías anteriores (las Escrituras o Ketuvim); estos son conocidos como hagiógrafa o simplemente «las Escrituras».

La Biblia judía fue escrita predominantemente en hebreo, pero tiene algunas pequeñas partes que fueron escritas en arameo. En la Biblia cristiana, la Biblia hebrea es llamada Antiguo Testamento, para distinguirla del Nuevo Testamento, que es la parte que narra la vida de Jesús y su predicación, entre otras cosas. El Nuevo Testamento está dividido en los cuatro Evangelios, historia (Hechos de los Apóstoles), las cartas (epístolas) a iglesias cristianas por Pablo y otros apóstoles, y el Apocalipsis.

Las Biblias cristianas contienen la totalidad del Tanaj (o Antiguo Testamento), junto con un grupo de textos posteriores cristianos, conocidos como el Nuevo Testamento. Dentro del cristianismo no hay acuerdo completo sobre el número exacto de libros que debe tener (con igual reconocimiento) el Antiguo Testamento, es decir, sobre su canon. Hasta el siglo XVI se mantuvo en Occidente la traducción latina de Jerónimo conocida como «la Vulgata» (proveniente del latín vulgar) que incorporaba tanto el canon judío como aquellos escritos de la Septuaginta griega. Con la Reforma protestante, Martín Lutero cuestionó la necesidad de mantener los libros «apócrifos» junto a los del canon judío y los agrupó como un apéndice edificante al final de su traducción al alemán de la Biblia. La Iglesia católica confirmó, sin embargo, el canon de la Biblia de los Setenta y de la Vulgata en el Concilio de Trento (1545-1563), reconociendo más claramente la canonicidad de algunas escrituras cuestionadas por Lutero, que desde ese mismo siglo comenzaron a ser llamados deuterocanónicos (concepto introducido por Sixto de Siena). Las iglesias orientales también reconocen plena canonicidad a los deuterocanónicos, agregando también otros libros que se encuentran en códices antiguos, como el Salmo 151, la Oración de Manasés, III y IV Esdras, y III y IV Macabeos. La Iglesia copta acepta asimismo en su canon el Libro de Enoc y el Libro de los Jubileos. El Nuevo Testamento hace referencia tanto a los libros deuterocanónicos como al Libro de Enoc, y narra los sucesos de la pasión de Cristo de acuerdo con el cómputo asentado en el Libro de los jubileos. En cuanto al resto de los libros, no hay disputa alguna y todos los grupos cristianos tienen los mismos libros en el Nuevo Testamento de la Biblia.

Cánones bíblicos
La palabra canon significa ‘regla’ o ‘medida’, así que se le llama canon bíblico al conjunto de libros que integran la Biblia según una tradición religiosa concreta, que los considera así «divinamente inspirados» y los distingue de otros textos que no se consideran revelados. Estas diferencias entre las distintas ramas del cristianismo se dan únicamente para el Antiguo Testamento; por ejemplo, según la Iglesia católica son 46 libros, y según la mayoría de iglesias protestantes son 39. Con relación al Nuevo Testamento todas tienen el mismo número de libros.

El primer canon es el Pentateuco, el cual se compone de los libros del Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio y contiene la «Ley de Dios», que es el conjunto de los 613 preceptos del judaísmo (Mitzvá). Dentro del judaísmo surge disputa sobre el canon correcto. Un grupo religioso, los saduceos, sostiene que solamente conforma el canon de las Escrituras la Torá (‘la Ley’) o Pentateuco (‘cinco libros’), mientras que otros grupos también incluyen los Nevi'im (Profetas) y los Ketuvim (los Escritos). 

Después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C., el grupo judío predominante fue el de los fariseos, que sí considera al canon como conformado por la Ley, los Profetas y los Escritos. Así, a finales del siglo I el judaísmo estableció en Yamnia (Yavne) como canon de sus libros sagrados aquellos que cumplieran tres requisitos: que hubiera una copia del libro en cuestión que se supiera que fue escrito antes del año 300 a. C. (cuando la helenización llegó a Judea, con los problemas culturales y religiosos subsecuentes, y que pueden leerse en libros como el Libro de los macabeos o el Libro de Daniel), que dicha copia estuviera escrita en hebreo o cuando menos arameo (no griego, la lengua y cultura invasora) y que tuviera un mensaje considerado como inspirado o dirigido al pueblo de Dios (con lo que también algunos libros que cumplían las dos características anteriores tuvieron que salir del canon).

En tiempos de Jesús de Nazaret es dominante la segunda opinión, la cual es sostenida y transmitida por muchos cristianos hasta tiempos de la Reforma protestante con la controversia de los libros deuterocanónicos (ver «Estructura», ut supra). Esta controversia probablemente se originó precisamente por el hecho de que el judaísmo había establecido su canon a fines del siglo I, con lo que para ellos ya no estaban presentes aquellos textos que solo se encontrarían en griego (en la versión de la Biblia judía de los Setenta). Estos libros fueron precisamente los que se considerarían, posteriormente, como deuterocanónicos. La versión judía de la Biblia, llamada el Tanaj, consta de 24 libros, con ciertas diferencias respecto a las Biblias cristianas. Algunas de ellas son:

Los nombres de varios libros: Éxodo para el original Shemot (‘nombres’); Levítico para Vaikrá (‘y llamó’).

La subdivisión en tres secciones:
Torá (la Ley, el Pentateuco);
Nevi'im, los profetas anteriores (Josué, Jueces, Samuel y Reyes) y profetas posteriores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y los profetas menores); y
Ketuvim, los escritos (Salmos, Proverbios, Daniel y los demás libros).

El orden de los libros
Actualmente, los libros que no son considerados canónicos por católicos y ortodoxos, reciben el nombre de libros apócrifos; a su vez, esos mismos libros suelen ser denominados pseudoepígrafos por los protestantes, que, habitualmente, respetan también el nombre de Deuterocanónicos (literalmente, ‘del segundo canon’) para aquellos que han recibido reconocimiento canónico de católicos y ortodoxos (en general, son libros escritos originalmente en griego, incluidos en la traducción al griego de la Biblia judía conocida como Septuaginta o de los LXX). No obstante, algunas corrientes protestantes fundamentalistas insisten en conservar el nombre de apócrifos para los libros deuterocanónicos. Con todo, hay que señalar, que los primeros cristianos no usaban la Biblia hebrea, sino que usaban la Septuaginta o de los LXX por cuanto varios de los nuevos cristianos fueron judíos de cultura griega, como por ejemplo, Pablo de Tarso, Esteban, y los evangelistas Lucas y Marcos.

Así pues, las versiones católicas de la Biblia constan de 73 escritos, en tanto que las más de las versiones protestantes solo contienen 66. Sin embargo, las Biblias de los anabaptistas, luteranos, anglicanos y episcopalianos, incluyen los deuterocanónicos, si bien bajo el rubro de «apócrifos»; ya que los consideran «lectura edificante», pero no canónica. Las versiones ortodoxas, por su parte, incluyen 76 libros en total. Además, la Iglesia Copta incluye en su canon del Antiguo Testamento el Libro de Enoc y el Libro de los Jubileos, que no incluye ninguna de las otras corrientes actuales del judeocristianismo, pero que eran libros bastante populares en los tiempos de Cristo; de lo cual han quedado vestigios incluso en los escritos del Nuevo Testamento. La Iglesia Siria reduce el número de libros del canon, pues solo acepta 22 en el Nuevo Testamento.

La Biblia Cristiana
Las biblias cristianas están constituidas por escritos hebreos, arameos y griegos, que han sido retomados de la Biblia griega, llamada Septuaginta, y del Tanaj hebreo-arameo, y luego reagrupados bajo el nombre de Antiguo Testamento. A estos se ha sumado una tercera serie de escritos griegos cristianos agrupados bajo el nombre de Nuevo Testamento. Distintos grupos cristianos han debatido largamente sobre la inclusión o exclusión de algunos de los libros de ambos testamentos, surgiendo los conceptos de apócrifos y deuterocanónicos para hacer referencia a algunos de estos textos. La comunidad judía actual reserva la expresión «Biblia cristiana» para identificar solo a los libros que han sido añadidos al Tanaj hebreo-arameo por el judaísmo tardío helenizante alejandrino, y luego por el cristianismo, y evita referirse a su Tanaj con los términos «Biblia» o «Antiguo Testamento». Varias denominaciones cristianas incorporan otros libros en el canon de ambos Testamentos.

El Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento es la serie de textos sagrados israelitas anteriores a Cristo, y que es aceptada por todos los cristianos como primera parte de las biblias cristianas. En términos generales, no existe un consenso general entre los diferentes grupos de cristianos sobre si el canon del Antiguo Testamento debe corresponder al de la Biblia griega, con Deuterocanónicos, que es lo que plantean las iglesias cristianas ortodoxas y católica a través de su historia, o al del Tanaj hebreo, que es lo que plantean los judíos actuales, algunos protestantes, y otros grupos cristianos emanados de estos. En total se numeran en el Antiguo Testamento 39 libros en la versión protestante, 46 libros en la versión de la Iglesia católica, y 51 libros en la de la Iglesia ortodoxa. Sin embargo, el orden, nombres y particiones de los libros del Antiguo Testamento de las biblias cristianas, a través de la historia, siguen la usanza griega y no la hebrea. Y, de la misma forma, varía del judaísmo en la interpretación y énfasis. (Véase, por ejemplo, el Libro de Isaías 7:14.). Aparte de los libros propios del texto griego de la Biblia, el canon de la Iglesia copta admite otros libros, como el Libro de Enoc y el Libro de los Jubileos.

El Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento es una colección de 27 libros, representativos de 5 diferentes géneros literarios judeocristianos:

4 Evangelios,
1 Libro de los Hechos,
1 Apocalipsis, y
19 Epístolas (6 epístolas «católicas» o apostólicas, y 13 epístolas paulinas). Una séptima epístola católica ―a saber, la Primera epístola de Juan―, y una decimocuarta epístola paulina ―concretamente, la Epístola a los hebreos―, realmente pertenecen al género ensayístico o doctotratadístico, es decir, se trata de tratados doctrinales, con lo que representan un quinto género de escritos del Nuevo Testamento. 

La figura protagónica es Jesús de Nazaret, llamado Cristo. Casi todos los cristianos, con algunas excepciones, como el cristianismo gnóstico de los primeros siglos, han venido asumiendo el Nuevo Testamento como un texto sagrado divinamente inspirado. Sin embargo, no hay unidad universal en el canon del Nuevo Testamento. Son 27 libros en el canon de la Iglesia Católica, aceptado por la mayoría de las Iglesias protestantes. La Iglesia cristiana ortodoxa de Siria solo acepta 22 libros en su canon. Libros como el Primer libro de Clemente y el Segundo libro de Clemente, el Libro de la Alianza, el Octateuco y otros, han sido motivo de disputas, y son aceptados por parte de otras Iglesias cristianas.

Otros libros referenciados en la Biblia
Dentro del texto bíblico se mencionan algunos libros y epístolas de los cuales no se cuenta con copias reportadas actualmente o solo se conservan fragmentos. Generalmente se les menciona como referencias primarias, escritos de elaboración anterior o como complemento de lo escrito dentro del contexto donde se los menciona. En el caso del Libro de Enoc, este ha venido siendo tenido por apócrifo por la mayoría de religiones (siendo caso contrario el canon de la iglesia ortodoxa etíope) a pesar de haber sido referenciado en la Biblia y encontrarse en un estado íntegro de contenido.

La siguiente lista parcial muestra algunos de los libros que no están disponibles hoy en día en la mayoría de ediciones bíblicas. Dichos libros son:

El libro del convenio o El libro del pacto o El libro de la alianza​ - El libro de las batallas de Yahveh -El libro de Jaser (o libro del justo)​ - Un libro guardado delante de Yahveh - El libro de los hechos de Salomón - El libro del vidente Samuel - El libro del profeta Natán - El libro del vidente Gad - Profecías de Ahías el silonita, y del vidente Iddo​ - Los libros del profeta Semaías - Las palabras de Jehú - Los hechos de Uzías​ - Los registros de los reyes de Israel o Las actas de los reyes de Israel - Las palabras de los videntes - Un rollo con la palabra de Yahveh a Jeremías desde los días de Josías - Un libro de Jeremías contra de toda la maldad de Babilonia - Un libro de memorias - Una epístola anterior de Pablo a los corintios - Otra epístola de Pablo a los efesios - La carta de Pablo a los laodicenses - Las profecías de Enoc.

Conservación e integridad de la Biblia
Existen opiniones divididas en cuanto a la afirmación de que gran parte de la Biblia se ha conservado sin cambios importantes hasta nuestros días. Actualmente, la creencia común en casi toda la cristiandad supone la infalibilidad y/o inerrancia del texto bíblico, dando por sentado que la Biblia está exenta de todo error, siendo perfecta como palabra de Dios al hombre. Este concepto es similar a la doctrina de la sola scriptura, donde se considera que la Biblia contiene todo lo necesario para la salvación del hombre. En el credo de Nicea se confiesa la creencia de que el Espíritu Santo «ha hablado por medio de los profetas». Este credo ha sido sostenido por los católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos y la mayoría de denominaciones protestantes. Sin embargo, como nota Alister E. McGrath, «los reformadores no vieron conectado el asunto de la inspiración con la absoluta fiabilidad o verdadera inerrancia de los textos bíblicos». Él dice: [...] el desarrollo de las ideas de 'infalibilidad bíblica' o 'inerrancia' dentro del protestantismo pueden ser trazadas a los Estados Unidos a mediados del siglo XIXLos defensores de la idea de que las escrituras bíblicas son fieles y están completas se basan en la cantidad de copias idénticas que, desde tiempos remotos, se ha realizado de las mismas. Los copistas hebreos de las Escrituras, denominados masoretas, que copiaron las Escrituras hebreas entre los siglos VI y X solían contar las letras para evitar errores.

Quienes no están de acuerdo con estas afirmaciones apelan a circunstancias tales como traducciones de un idioma a otro, copiado de manuscritos, opiniones divergentes en dogmas y/o destrucción deliberada y sostienen por tanto que la Biblia no ha llegado como un volumen completo. Hallazgos tales como los manuscritos del Mar Muerto han mostrado que, en gran parte, esto sucedió antes del siglo I d. C., aunque los textos encontrados allí, y los conocidos hasta entonces, parecen presentar cambios menores. En otros casos, libros tales como los Evangelios apócrifos fueron descartados del canon aceptado durante los concilios ecuménicos, como parte de un esfuerzo por mantener la integridad doctrinal. Casos como el del hallazgo del texto completo del Evangelio de Tomás entre los Manuscritos de Nag Hammadi, entre otros textos tomados por heréticos en su momento, evidencian un proceso editorial paulatino en épocas pasadas. Hay otros textos relevantes relacionados con la Biblia «original» como los escritos apócrifos hallados en Egipto y Cisjordania (Qumrán, cerca del mar Muerto), e incluso en países muy lejanos hacia el Sur y el Oriente. Estos han supuesto una nueva interrogante acerca de si ya estaría completo el canon bíblico, o habría que revisarlo de forma detallada.

Arqueología bíblica
Las investigaciones arqueológicas en la zona donde se desarrollan los hechos narrados en la Biblia tienen como un resultado añadido la comprobación de los hechos, lugares y personajes que aparecen citados en los diferentes libros que componen la Biblia. Incluso se ha llegado a crear el término de arqueología bíblica para denominar a una parte de la arqueología que se encarga de estudiar los lugares indicados en la Biblia. Hay varios casos en que los descubrimientos arqueológicos han señalado congruencias con los hechos o personajes bíblicos. Entre esos descubrimientos se encuentran los siguientes:

-Rey Sargón II de Asiria. Este personaje, que aparece en Isaías 20:1, no pudo ser confirmado hasta que en 1843 se descubrieron las ruinas de su palacio. Se hallaron escritos en los que se relatan las conquistas de las ciudades de Samaria y Asdod que aparecen también relatados en el libro de Isaías.
Joaquín, rey de Judá. El descubrimiento de las tablillas de Babilonia permitió la confirmación de la existencia del rey Joaquín de Judá y sus cinco hijos que aparecían nombrados en el II Libro de los Reyes y el I Libro de Crónicas.
-El sello de Yehujal. En 2005 la arqueóloga Eilat Mazar descubrió un sello de arcilla en el cual se nombraba Yehujal (Jehucal o Jucal), un funcionario judío que es nombrado en el Libro de Jeremías.
-Hallazgos en Nínive. En el palacio de Senaquerib hay un bajorrelieve que muestra a las tropas asirias llevando cautivos a los israelitas tras la caída de Laquis, hecho relatado en el Segundo libro de los reyes.​ En las piezas conocidas como Anales de Senaquerib se relatan los hechos realizados durante el reinado de Ezequías y a este mismo personaje. También es curioso como en el listado de ciudades conquistadas por los asirios no aparece Jerusalén lo cual concuerda con el relato bíblico de que fueron derrotados a sus puertas,​ al igual que se relata el asesinato de Senaquerib que están incluidos en el II Libro de los Reyes 19:37 (También en 2 Crónicas 32: 21 y en Isaías 37: 37-38).
-El Cilindro de Ciro. Se encontró en Sippar, cerca de Bagdad (Irak). Narra la conquista de Babilonia por Ciro el Grande. Algunos ven en el relato de Isaías 13:1, 17-19 e Isaías 44:26-45:3 la profecía de la destrucción de Babilonia por Ciro. También en el cilindro se expone la política de Ciro de dejar volver a los pueblos deportados a su tierra de origen, tal y como sucedió con los israelitas. La arqueología también ha brindado descubrimientos interesantes con relación a la conformación de los propios textos bíblicos. Los descubrimientos del Evangelio de Tomás y del Evangelio de Felipe, por ejemplo, reforzaron la Hipótesis de Q. Unos pocos eruditos se inclinan a opinar que el Evangelio de Tomás es más antiguo que los 4 canónicos y que al igual que Mateo y Lucas, tuvo a Q por fuente documental. Conforme a quienes apoyan la hipótesis de la Fuente Q, los evangelios más antiguos serían colecciones de dichos de Jesús que no narrarían la crucifixión ni la resurrección, sino que se preocuparían por mantener el registro de las enseñanzas del Maestro.

Crítica bíblica
La crítica bíblica es el estudio e investigación de los escritos bíblicos que busca discernir juicios sobre estos escritos.​ Viendo los textos bíblicos con un origen humano más que sobrenatural, se pregunta cuándo y dónde se origina un determinado texto. Cómo, por qué, por quién, para quién y en qué circunstancias fue producido, qué influencias existen en su producción, qué fuentes se habrían utilizado en su composición, y qué mensaje se pretende transmitir. La crítica bíblica varía levemente según se focalice en el Antiguo Testamento, las cartas del Nuevo Testamento o los Evangelios canónicos y juega también un papel importante en la búsqueda del Jesús histórico. También alude al texto físico, incluyendo el significado de cada palabra y el modo en el que se utiliza cada una de ellas, su preservación, historia e integridad. De hecho, la crítica bíblica es una disciplina que abarca un amplio rango de materias como la arqueología, la antropología, el folclore, la lingüística, las tradiciones orales evangélicas y los estudios religiosos e históricos.

La Biblia y los distintos idiomas
Los libros bíblicos fueron escritos inicialmente en distintas lenguas, llamadas lenguas bíblicas (hebreo, arameo y griego helenístico). En distintas épocas históricas fueron traducidos de unas de ellas a otras, y posteriormente a las demás.

La Biblia hebrea - La Biblia griega - La Biblia latina - Traducciones de la Biblia.

Estadísticas
-El número de palabras de la Biblia varía ―según la versión y el idioma― entre 773 69233​ y 783 137. 
-La Biblia ortodoxa consta de 1347 capítulos; la católica, de 1329, y la protestante, de 1189, 260 de los cuales constituyen el Nuevo Testamento.
-El libro que aparece como último en la Biblia es el Apocalipsis de Juan, pero en realidad el último en ser escrito fue el Evangelio de Juan.
-El capítulo más corto de la Biblia es el «Salmo 117» (solo 2 versículos), y el capítulo más largo es el «Salmo 119» (176 versículos).
-El libro más corto de la Biblia es la Segunda epístola de Juan (13 versículos), seguido por la Tercera epístola de Juan (15 versículos), el Libro de Abdías (21 versículos) y la Epístola de Judas (25 versículos).
-Los versículos más cortos de la Biblia son («No matarás»),​ («No robarás»),​ y («Jesús lloró»).​ El más largo es: Entonces fueron llamados los escribanos del rey en el mes tercero, que es Siván, a los veintitrés días de ese mes; y se escribió conforme a todo lo que mandó Mardoqueo, a los judíos, a los sátrapas, a los capitanes y a los príncipes de las provincias, desde la India hasta Etiopía, a las ciento veintisiete provincias; a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo conforme a su lengua, y también a los judíos según su escritura y su lengua. 
-La Biblia es el libro más vendido de todos los tiempos y el más traducido.
-Desde el año 2005 el país mayor productor de biblias es China.

Fragmento Muratoriano
El fragmento muratoriano, o fragmento de Muratori, también llamado canon muratoriano es la lista más antigua conocida de libros considerados canónicos del Nuevo Testamento. En la lista figuran los nombres de los libros que el autor consideraba admisibles, con algunos comentarios. Está escrito en latín. Fue descubierto por Ludovico Antonio Muratori (1672-1750) en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, y publicada por él mismo en 1740.

Aunque el manuscrito en que figura el Fragmento Muratoriano data del siglo VII, la lista se ha fechado en torno al año 170, ya que se refiere como reciente al papado de Pío I, muerto en 157 (" Pero el Pastor fue escrito por Hermas en la ciudad de Roma bastante recientemente, en nuestros propios días, cuando su hermano Pío ocupaba la silla del obispo en la iglesia de la ciudad de Roma").

Los libros canónicos mencionados en esta lista son aproximadamente los mismos que se tienen hoy por canónicos neotestamentarios, con algunas variaciones. El Fragmento acepta cuatro evangelios, dos de ellos son Lucas y Juan -falta el principio del manuscrito, donde estarían los nombres de los dos primeros-, los Hechos de los Apóstoles, y 13 epístolas de Pablo (no se menciona la Epístola a los Hebreos). Considera falsificaciones las epístolas supuestamente escritas por Pablo a los laodiceanos y a los alejandrinos. Sólo se mencionan dos epístolas de Juan, sin describirlas. Figuran también en el fragmento como canónicos los apocalipsis de Juan y Pedro, aunque este último con ciertas reservas ("el cual algunos de los nuestros no permiten que sea leído en la iglesia").

Hermas de Roma
Hermas fue un escritor cristiano autor de el Pastor de Hermas, un texto del siglo II que constituye el escrito más largo del periodo de los Padres Apostólicos. Orígenes y Eusebio de Cesarea lo identifican con el Hermas mencionado en un saludo al final de la carta de Pablo a los romanos.

De acuerdo con el Fragmento Muratoriano y el Catálogo Liberiano, Hermas era hermano del obispo de Roma Pío I, décimo papa de la Iglesia. Esto permitiría datar el texto del Pastor aun cuando se deban considerar también partes de la misma obra que lo sitúan más bien en tiempos de Clemente de Roma. La contradicción se ha resuelto suponiendo que el Pastor es en realidad una recopilación de escritos de distinta datación. Según se relata en el Pastor, Hermas era un esclavo que fue vendido a una mujer romana llamada Rode, que posteriormente le liberó. Luego alcanzó cierta posición y hasta holgura económica. Se ha estudiado y debatido si Hermas era de origen judío o pagano: su obra —con reminiscencias de la espiritualidad esenia combinada con un profundo conocimiento de la cultura griega— ha dificultado obtener conclusiones definitivas.

El Pastor
 contiene muchos elementos autobiográficos: Hermas habría tenido dos hijos, que apostataron del cristianismo durante las persecuciones. Más tarde se dieron a una vida pecaminosa. Habla también de su esposa, a la que describe como parlanchina. También menciona sus tierras y cultivos, que se encontraban entre Roma Cumas.

El Pastor de Hermas
El Pastor de Hermas es una obra cristiana del siglo II que no forma parte del canon neotestamentario y que gozó de una gran autoridad durante los siglos II y III. Tertuliano e Ireneo de Lyon lo citan como «Escritura», el Codex Sinaiticus lo vincula al Nuevo Testamento y en el Codex Claromontanus figura entre los Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo. La primera versión de la obra fue escrita en griego, y de ella no se ha conservado el texto completo, pero inmediatamente fue traducida al latín quizás por su propio autor, Hermas de Roma.

Menciones en la literatura antigua cristiana
En la Epístola a los Romanos (16:14), Pablo saluda a los cristianos de Roma entre los que cita a uno llamado Hermas a quien Orígenes considera el autor del Pastor. Sin embargo, tres antiguos testimonios, uno de ellos contemporáneo de la propia obra, afirman que Hermas era hermano del papa Pío I cuyo pontificado se extendió más o menos entre los años 140 y 155. Esta datación es la que propuso en 1891 J.B. Lighfoot. Estos tres testimonios son:

-El Fragmento Muratoriano, una compilación escrita hacia el año 170 que constituye el primer canon del Nuevo Testamento recoge: Cuando Hermas, redactó el Pastor muy recientemente, en nuestra época, en la ciudad de Roma, mientras el obispo Pío, su hermano, ocupaba la sede de la iglesia de la ciudad de Roma.
-El Catálogo Liberiano que serviría posteriormente de base para componer el Liber Pontificalis, recoge en un párrafo datado en el 235 que: Bajo el episcopado de Pío, su hermano Hermas escribió un libro que contiene los preceptos que le entregó un ángel que se le apareció como un Pastor.
-Un poema contra la doctrina de Marciónescrito entre los siglos III y IV por un escritor que adopta el nombre de Tertuliano y conocido como Pseudo-Tertuliano que afirma: Entonces, después de él, Pío, cuyo hermano según la carne era Hermas, el pastor angélico, porque el declama las palabras que le fueron dadas por el ángel. Estos tres testimonios parecen citar una misma fuente, la obra perdida de Hegesipo que también sería utilizada por Eusebio de Cesarea para elaborar su Historia Ecclesiastica.

Posibles fuentes
Aunque las citas directas de la Biblia son poquísimas, el contenido del texto muestra que el autor dominaba la literatura sapiencial del Antiguo Testamento y las cartas de Pablo. Asimismo, la mención a los dos caminos muestra la influencia literaria judía aunque al parecer la principal influencia vendría de un texto llamado Manual de disciplina, perteneciente a los escritos esenios encontrados en el Mar Muerto. Esto implica que el autor provendría del ambiente judeocristiano aun cuando también se encuentran reminiscencias de textos paganos en el Pastor: la parábola IX con la mención de Arcadia.

Manuscritos
Aun no se cuenta con el texto griego completo y las publicaciones del Pastor han tomado de diversos manuscritos:

El Codex Athensis (que tiene el texto del Pastor hasta la Parábola IX, 30, 2).
El Codex Sinaiticus (se interrumpe en el Mandamiento IV, 3, 6).
El papiro 129 de la Universidad de Michigan, con distintos fragmentos, aunque faltan las cuatro primeras visiones.
El Codex visionum, entre otros.

Existen dos versiones latinas famosas, la Vulgata y la llamada Palatina. A estas se suman dos versiones en etiópico, una en persa y algunos fragmentos en copto.

Datación
La referencia al papa Clemente I que se hace en la obra situarían las dos primeras visiones entre los años 88 y 97 periodo en el que se sitúa el pontificado del mismo. No obstante el análisis del lenguaje utilizado, el lenguaje teológico transmitido y la similitud con textos como el Apocalipsis de Juan, parecen fijar la época de la obra hacía la primera mitad del siglo II, más específicamente entre el 130 y 140.

Composición y contenido
El Pastor se compone de cinco visiones de género apocalíptico, doce mandatos y diez parábolas. El tono de la obra viene dado por la utilización de la primera persona del singular presente desde el inicio de la primera visión: El amo que me crió me vendió a una tal Roda en Roma. Al cabo de muchos años la encontré de nuevo, y empecé a amarla como a una hermana.

La primera visión es más bien una amonestación al mismo Hermas por su amor a Roda y su condescendencia con sus hijos.
En la segunda visión Hermas es invitado a dar a conocer el contenido de un libro que en resumen es una exhortación al arrepentimiento. La anciana que le habló en la primera visión se muestra como la Iglesia, pero también le dice que el libro ha de ser completado aún.
En la tercera visión ve una torre que también simboliza a la Iglesia y en la cuarta le es profetizada una tribulación simbolizada en un gran monstruo.
La última visión presenta al Pastor que le mostrará y enseñará las parábolas del resto de la obra.

Así, la siguiente parte, dedicada a los «mandatos» trata de diversas virtudes cristianas y humanas: la fe, el temor de Dios, la continencia, la inocencia, la sinceridad, la castidad y el matrimonio cristiano. En el sexto «mandato» se habla de los dos caminos.

La tercera parte es muy dispar en la traducción manuscrita y tendría unas 10 parábolas. La utilización de un lenguaje alegórico se extiende por toda la obra, la cual transmite un mensaje optimista y lleno de esperanza. Sin embargo, se duda de la unidad del texto debido a que el Pastor no es mencionado en las primeras visiones y se presenta más bien como una especie de enlace entre la segunda y la tercera parte. Más aún, existen dos versiones (la copto-sahídica y la del papiro 129 que se encuentra en la Universidad de Michigan) que no contienen las primeras cuatro visiones. Por tanto, al menos habría dos momentos de composición aun cuando ya desde muy pronto se le habrían unido las primeras cuatro visiones. De la composición fácilmente se pasa a la diversidad de autores. Y ahí se ha dado aunque el estado de las investigaciones no permita demostrar que el texto del Pastor tenga en realidad varios escritores. Philippe Henne ha intentado demostrar la unidad del escrito a partir de diversos puntos de vista: el testimonio de los demás padres de la Iglesia, la tradición del texto, el vocabulario empleado y el contenido teológico.

Dos son los temas principales de la obra: la Iglesia, que es presentada en sí misma, en su aspecto histórico y en su tiempo final o escatológico. Al autor le interesa hacer notar la identificación entre las tres. Por eso, la anciana (que simboliza a la Iglesia en sí misma, afirma sobre la histórica: La torre que ves en construcción, soy yo, la Iglesia que has visto ahora y antes Visión III, 3, 3. Habla además de la relación de Cristo con la Iglesia, usando imágenes de fuerte resonancia bíblica como la «puerta» o la «roca».

La penitencia se presenta como el modo de entrar a esa Iglesia que sería el único canal de salvación. Se ha discutido largamente si el Pastor muestra que no existía en su tiempo una posibilidad de penitencia tras el bautismo. Esta situación no era del gusto de Hermas (todo a partir de una exégesis del texto de la visión II (2, 4-5) y la criticaría a través de su obra. Pero también se puede interpretar como un sostener la segunda penitencia que existía y que era criticada por algunos considerados como rigoristas. El resto de su teología depende mucho del ambiente judío: considera al Espíritu Santo más como el espíritu de Dios y no parece haber una teología trinitaria en el escrito.

Texto masorético

Continua en La Biblia V: Cánones II
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