Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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jueves, 11 de septiembre de 2014

La Biblia V: Cánones I

Portada de la primera edición por Cornelis Boel, Londres, Robert Barker, 1611

Canon Bíblico
El Canon Bíblico es el conjunto de libros de la historia del pueblo judío que la tradición judeocristiana considera divinamente inspirados y que por lo tanto constituyen la Biblia. El canon bíblico cristiano está constituido por los cánones del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Existen diferentes opiniones respecto a la canonicidad de distintos libros de la Biblia como lo son los llamados libros Deuterocanónicos, algunas religiones los consideran apócrifos.

Etimología
La palabra canon deriva del nombre griego κανών "kanon", que significa "caña" "vara", o también "norma" o "medida", que a su vez se deriva de la palabra hebrea קנה "kaneh" que se utiliza a menudo como un estándar de medición. Por extensión pasó a significar «la norma recta» o correcta y la lista de los documentos o conceptos que conforman dicha norma.

Historia del canon bíblico en la Iglesia católica
Fue en el Concilio de Roma del año 382, cuando la Iglesia Católica instituyó el Canon Bíblico con la lista del Nuevo Testamento de Atanasio y los libros del Antiguo Testamento de la Versión de los LXX; esta versión fue traducida del griego al latín por Jerónimo, con la Vulgata, por encargo de la iglesia, que en la práctica sería la primera Biblia en el sentido concreto, y pleno de la palabra. Posteriormente los Concilios regionales III de Hipona del 393, III de Cártago del 397 y IV de Cártago del 419, en los cuales participó Agustín, aprobaron definitivamente dicho canon. En el año 405 esta lista fue enviada por Inocencio al obispo Exuperio de Tolosa (en la Galia, hoy Francia), donde aparece el canon bíblico con los 73 libros ya existentes. El Concilio de Trento fijó el canon de la Iglesia católica declarándolo dogma.

Propuestas de Canon
Hay varios documentos donde diversos autores daban sus opiniones sobre el Canon Bíblico que debería haber, antes de la decisión del Sínodo Romano del 382; luego la Iglesia se unificó en sus criterios. Cuando algunas iglesias particulares se separaron de la Iglesia católica formaron sus propios cánones como el caso de la Iglesia Etiópica, copta, etc. En este sentido el primer canon bíblico conocido es el denominado «canon de Muratori», descubierto en 1740 en Milán por el erudito Luis Antonio Muratori. Consiste en una lista de los libros neotestamentarios elaborada en Roma en el siglo III, aunque los investigadores opinan que puede ser una copia de un documento del año 175. Incluye el Apocalipsis, pero excluye la I Epístola de Clemente, entre otros, sin embargo, no admite la Epístola a los Hebreos y objeta el Pastor de Hermas, por no apostólico.

El canon bíblico quedó establecido entrado el siglo IV.​ El primer canon neotestamentario ampliamente aceptado fue el establecido por Atanasio de Alejandría (373) «martillo de herejes», que incluye el Apocalipsis y la Epístola a los Hebreos. El canon fluctuó durante años, en diversos lugares, aceptando o rechazando el Apocalipsis y obras de Hermas Bernabé.​ El Apocalipsis fue excluido del canon del obispo Cirilo, doctor de la Iglesia, y no se consideró sagrado en la Iglesia de Jerusalén. No se incluyó en el Concilio de Laodicea, ni lo aceptó Gregorio Nacianceno, uno de los padres de la Iglesia. Tampoco se encuentra en la Vulgata siriaca Peshitta, de finales del siglo III; y en las copias conservadas del siglo V en adelante se excluyen también las epístolas II de Pedro, II y III de Juan, y la de Judas.

Desarrollo del canon del Antiguo Testamento
El primer canon desarrollado de lo que se conoce como Antiguo Testamento (AT) es el Canon Alejandrino, comúnmente llamado Septuaginta o "Biblia de los Setenta" (Μετάφραση των Εβδομήκοντα), y generalmente abreviada simplemente LXX, que fue traducida de textos hebreos y arameos más antiguos que las posteriores series de ediciones que siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj o comúnmente llamada "Biblia hebrea". Para su formación, la mayoría de los escritos sagrados judíos debieron ser vertidos de sus originales hebreos y arameos al griego. Su traducción inició en el Siglo III a. C. (c. 280 a. C.), y concluyó hacia finales del Siglo II a. C.. La Septuaginta fue el texto utilizado por las comunidades judías de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y luego por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griega.​ Junto con el Tanaj, constituye la base y la fuente del Antiguo Testamento de la gran mayoría de las Biblias cristianas. De hecho, la partición, la clasificación, el orden y los nombres de los libros del Antiguo Testamento de las Biblias cristianas no viene del Tanaj, sino que proviene de los códices judíos y cristianos de la Septuaginta.

Existe una hipotesis que sostiene que hacia el año 70 d. C., un grupo de fariseos que habían escapado del asedio de Jerusalén, se reunieron en Yamnia, y fundaron una escuela. Y hacia el 95 d. C., llegaron a un consenso sobre la lista (o canon) de los libros hebreos que habrían de ser parte del Tanaj judío, quedando establecido así el llamado Canon Palestinense para la mayoría de los judíos de habla y cultura hebrea, a principios del siglo II d. C.El Canon Palestinense significó el rechazo de una serie de textos que grupos de maestros judíos de habla griega habían incluido en el Canon Alejandrino en los siglos II y I a.C. El Canon Alejandrino sigue siendo utilizado por la escuela rabínica de Alejandría. Por una tradición histórica que data del siglo XVI, se llama protocanónicos a todos los escritos comúnmente admitidos en el Tanaj hebreo, así como en la Biblia griega de los LXX, y Deuterocanónicos a todos los escritos presentes en la Biblia griega de los LXX, pero no en el Tanaj. La voz “deuterocanónico” significa “del segundo canon”, en contraposición a la voz “protocanónico”, que significa “del primer canon”.

Cuando en el año 382 d. C., se forma el Canon que más tarde sería conocido como "la Biblia" por obra del Papa Dámaso I, para la formación del Antiguo Testamento se usa casi la totalidad de la Septuaginta, pero excluyendo algunos libros por consejo de Jerónimo, entre los cuales están Los Libros III IV de los Macabeos, el Libro III de Esdras, el Libro de Enoc, el Libro de los Jubileos y el Apocalipsis de Baruc. Este es el canon que rige hasta hoy en día en la Iglesia Católica.

En el año 457 d. C., ocurre el llamado "Cisma Alejandrino" que da origen a la Iglesia Copta. Con el ánimo de diferenciarse de la Iglesia Católica, se forma el Canon Copto que si bien acepta el Nuevo Testamento definido por los católicos, adopta el Canon Alejandrino como Antiguo Testamento, incorporando los libros objetados por San Jerónimo. Esto fundamentado en la primigenia tradición cristiana que utilizaba la Septuaginta como el conjunto de los escritos inspirados por Dios para el pueblo de Israel.

El Canon del Antiguo Testamento protestante fue estipulado por Martín Lutero en el siglo XVI. Lutero tenía una mala percepción de los libros de Ester, Hebreos, Santiago, Judas y del Apocalipsis. Tenía duras palabras para el Apocalipsis, del que decía que no podía "de ninguna forma detectar que el Espíritu Santo lo haya producido". Aunque en un primer momento Lutero pensó en excluir también algunos libros del Nuevo Testamento, finalmente optó solo por aplicar el Canon Palestiniense a la traducción latina de la biblia, excluyendo así un total de 7 libros del Antiguo testamento. Así el Antiguo Testamento protestante quedó en gran parte, idéntico al de la Biblia hebrea o Tanaj. Las diferencias entre la Biblia hebrea y el Antiguo Testamento protestante son pequeñas, y tienen que ver tan solo con la disposición y el número de libros. Por ejemplo, mientras la Biblia hebrea considera el libro de Reyes como un texto único, el Antiguo Testamento protestante lo divide en dos libros. De forma similar, Esdras y Nehemías se consideran un solo libro en la Biblia hebrea. Las diferencias entre la Biblia hebrea y otras versiones del Antiguo Testamento como el Pentateuco Samaritano, los cánones sírio o griego son mayores. La mayoría de estos cánones incluyen libros e incluso secciones de libros que los otros no poseen.

Canon Alejandrino
La Biblia griega, comúnmente llamada Biblia Septuaginta o Biblia de los Setenta (ἡ μετάφρασις τῶν ἑβδομήκοντα), y generalmente abreviada simplemente LXX, es una traducción en griego koiné de textos hebreos y arameos más antiguos que las posteriores series de ediciones que siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj o Biblia hebrea. Representa una síntesis en que se subraya el monoteísmo judío e israelita, así como el carácter universalista de su ética. La Biblia Septuaginta fue el texto utilizado por las comunidades judías de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y luego por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griegas. De hecho, la partición, la clasificación, el orden y los nombres de los libros del Antiguo Testamento de las Biblias cristianas (cristianas ortodoxas en Oriente, católicas y protestantes en Occidente) no viene del Tanaj o Biblia hebrea, sino que proviene de los códices judíos y cristianos de la Septuaginta.

Canon Palestinense
La mayor parte de la Biblia judía o Tanaj, se escribió en hebreo, excepto algunas páginas, que se escribieron en arameo. El 'canon jerosolimitano' es la lista (o canon) de libros bíblicos hebreos inspirados según quedó establecida definitivamente para el judaísmo en el siglo II d. C., por el consenso de un grupo de sabios rabinos que habían conseguido escapar del asedio de Jerusalén en el año 70 y que habían fundado una escuela en Yamnia. A estos libros se les conoce como protocanónicos o Tanaj, y se clasifican en:

La ley.
Los profetas.
Los escritos.

Este canon significó el rechazo de algunos libros, que pasaron a conocerse como deuterocanónicos, que un grupo de maestros judíos había incluido en el Canon de Alejandría o Biblia de los Setenta en el siglo II a. C.. La forma "deuterocanonico" significa "segundo canon" en contraste con el término "protocanónico" que significa primer canon. Hoy se sabe que el primer canon, en orden cronológico, fue el de Alejandría, por lo que estos dos términos han caído en desuso. El hebreo sólo se escribe con consonantes. El lector añade las vocales según el contexto en que se encuentre la palabra leída. En el siglo VII, unos maestros judíos, llamados masoretas, añadieron las vocales con un sistema de puntos situados debajo o encima de las consonantes. Este texto ha recibido el nombre de texto masorético.

Septuaginta
La Biblia griega, comúnmente llamada Biblia Septuaginta o Biblia de los Setenta (ἡ μετάφρασις τῶν ἑβδομήκοντα), y generalmente abreviada simplemente LXX, es una traducción en griego koiné de textos hebreos y arameos más antiguos que las posteriores series de ediciones que siglos más tarde fueron asentadas en la forma actual del texto hebreo-arameo del Tanaj o Biblia hebrea. Representa una síntesis en que se subraya el monoteísmo judío e israelita, así como el carácter universalista de su ética.​ La Biblia Septuaginta fue el texto utilizado por las comunidades judías de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y luego por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griegas.​ De hecho, la partición, la clasificación, el orden y los nombres de los libros del Antiguo Testamento de las Biblias cristianas (cristianas ortodoxas en Oriente, católicas y protestantes en Occidente) no viene del Tanaj o Biblia hebrea, sino que proviene de los códices judíos y cristianos de la Septuaginta.

Etimología
El nombre de Septuaginta se debe a que solía redondearse a 70 el número total de sus 72 presuntos traductores. La Carta de Aristeas presenta como un hecho histórico una antigua versión de acuerdo con la cual, por instrucciones de Ptolomeo II Filadelfo (284-246 a. C.), monarca griego de Egipto, 72 sabios judíos enviados por el Sumo sacerdote de Jerusalén, trabajaron por separado en la traducción de los textos sagrados del pueblo judío. Según la misma leyenda, la comparación del trabajo de todos reveló que los sabios habían coincidido en su trabajo de forma milagrosa. Sin embargo, al presente sabemos que uno de los criterios de autoridad más frecuentemente implementados en esos contextos histórico-geográficos, consistía en atribuir a los textos sagrados algún supuesto origen que se pudiera remontar a hechos extraordinarios. Aunque en general se trataba de textos vertidos de lenguas semíticas (hebreo y arameo), algunos de estos escritos fueron originalmente redactados en lengua griega.​ En general se piensa que la LXX habría sido formada con el objetivo de cultivar la fe de las comunidades de israelitas piadosos que vivían en la Diáspora, y que se comunicaban en la lengua griega común (koiné). En aquella época, residía en Alejandría una muy nutrida y numerosa comunidad de inmigrantes hebreos. Sin embargo, dado que la orden habría provenido del rey Ptolomeo II Filadelfo, también es probable que el fin de la misma fuera proveer a la Biblioteca de Alejandría de una versión griega de los textos sagrados hebreos.

Carta de Aristeas
La conocida como Carta de Aristeas o Carta a Filócrates es una obra helenística del siglo III a.C., incluida entre los libros apócrifos. Flavio Josefo, que la parafrasea, la atribuye a un tal Aristeas como dirigida a Filócrates. La obra describe la traducción al griego de la ley hebrea por parte de setenta y dos traductores enviados a Egipto desde Jerusalén a petición del bibliotecario de Alejandría, lo que resultó en la traducción conocida como los Septuaginta. Aunque se ha argumentado que la historia es ficticia, éste es el primer texto que menciona la Biblioteca de Alejandría. Se conservan unos veinte manuscritos de la carta. Se supone que el autor era un cortesano de Ptolomeo II Filadelfo y a menudo recibe el nombre de Pseudo-Aristeas. La obra cuenta cómo el rey de Egipto, supuestamente Ptolomeo II, recibe de su bibliotecario Demetrio de Falero la petición de traducir al griego la biblia hebrea: el Pentateuco. El rey da su apoyo a la iniciativa, libera a los judíos reducidos a la esclavitud por sus antecesores y envía regalos al Templo de Jerusalén. El sumo sacerdote elige seis hombre de cada una de las doce tribus, lo que da un total de setenta y dos traductores. Estos viajan hasta Alejandría, donde el rey los recibe y, durante siete días, les formula preguntas de carácter filosófico, cuyas respuestas se consignan por extenso. Los 72 traductores acaban su tarea exactamente en 72 días. Cuando los judíos de Alejandría oyen que la ley hebrea se ha traducido al griego, piden copias y dictan una maldición contra cualquiera que cambie la traducción. El rey premia a los traductores y los envía de vuelta a su patria.

Uno de los objetivos principales del autor del siglo II parece ser la de establecer la superioridad del texto griego de los Septuaginta sobre cualquier otra versión de la Biblia hebrea. El autor es notablemente pro-griego: retrata a Zeus como otro nombre de Yahvéh y, aunque critica la idolatría y la ética sexual griega, no se trata de una ataque frontal sino de una invitación a cambiar. La forma en que el autor se concentra en describir el judaísmo, y en particular su templo en Jerusalén puede verse como un intento de proselitismo. El humanista Luis Vives, basándose en un análisis filológico, afirma en sus XXII libri de Civitate Dei Commentaria (1522) que la carta es una falsificación. Humphrey Hody publicó Contra historiam Aristeae de LXX interpretibus dissertatio, en la que afirma que fue una falsificación tardía de un judío helenizado, escrita para dar autoridad a la versión de los Septuaginta. Aunque Isaac Vossius (1618-1689), bibliotecario de la reina Cristina de Suecia, publicó una refutación en el apéndice a su edición de Pomponio Mela, los estudiosos modernos se posicionan unánimemente con Hody.

Proceso formativo
Para su formación, la mayoría de los escritos sagrados judíos debieron ser vertidos de sus originales hebreos y arameos al griego. Su traducción inició en el Siglo III a.C. (c. 280 a.C.), y concluyó hacia finales del Siglo II a.C. (c. 100 a.C.). Inicialmente fue traducida la Torá,​ Libro de la Ley o Pentateuco y el resto del trabajo se completó paulatinamente, en los dos o tres siglos siguientes. El filósofo judío Aristóbulo, quien vivió en Alejandría durante el reinado de Faraón Ptolomeo VI Filometor (181-145 a.C.), confirma este dato al referirse a ella en una carta al rey en los siguientes términos:

“[…] la completa traducción de todos los Libros de la Ley (el Pentateuco), en los tiempos del rey Filadelfo, ancestro vuestro […]” Aunque no se conoce exactamente la fecha y el lugar de estas traducciones, los estudiosos proponen que una escuela de traductores se ocupó de verter el Libro de los Salmos de David, en Alejandría, hacia el año 185 a. C.. Más tarde tradujeron los Libros de Ezequiel y Jeremías, así como el Dodecaprofetón, o Libro de los XII Profetas [Menores]. Más tarde tradujeron los escritos históricos: (Josué, Jueces y Reyes), y, luego, finalmente, el Libro de Isaías. El Libro de Daniel fue traducido alrededor del año 150 a. C. Los Libros de los Macabeos, Sabiduría y Eclesiástico, fueron incorporados en el curso de los Siglos II y I a.C. Algunos eruditos sitúan en Palestina, durante el Siglo I d. C., la traducción al griego de los libros de Ester, Rut, Eclesiastés, Lamentaciones, y el Cantar de los Cantares, acaso por Aquila.​

Los escritos y textos hebreos y arameos, que sirvieron de base para la formación de la Biblia Septuaginta, carecían de gramemas dotados de valores fonéticos vocales, capitalización (alternancia mayúsculas/minúsculas), signos de puntuación y acentuación, algunos ciertos tipos de conectores lógicos, y algunas conjunciones, artículos, prefijos y sufijos adverbiales y/o preposicionales. (Más tarde, se agregaron al idioma hebreo algunos signos con valores fonéticos vocálicos, surgiendo así el llamado Texto Masorético.) Estos antecedentes podrían contribuir a explicar algunas diferencias interpretativas entre la Biblia griega de los LXX y el texto hebreo-arameo conocido, y el hecho de que algún tiempo después, en ambientes judíos, algunos revisores hubieran procedido a tratar de “corregir” la Biblia alejandrina a fin de asimilarla a este último. Esta compilación de textos y de escritos sagrados judíos traducidos al griego fue, desde un principio, bastante socorrida para ilustrar la fe de las comunidades judías e israelitas de la Diáspora, permitiendo el acceso a los textos sagrados de sus padres y ancestros a las comunidades de israelitas piadosos que no hablaban hebreo, ni arameo. Y hay algunos indicios que sugieren que Cristo y sus discípulos habrían utilizado, además de los Tárgum arameos, la Septuaginta; tal como se desprende del hecho fácilmente comprobable de que la mayoría de las citas explícitas del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento reproducen el texto de la Versión LXX, y solamente una de cada siete citas ha sido retomada del Texto Masorético.

Historia del texto
Los manuscritos más antiguos de los LXX conocidos hasta ahora, son fragmentos del Siglo II a.C. del Levítico y el Deuteronomio (Rahlfs, Núms. 801, 819, y 957), y fragmentos del Siglo I a.C. del Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio y los profetas menores (Rahlfs, Núms. 802, 803, 805, 848, 942, y 943). En Qumrán fueron hallados rollos con fragmentos griegos de Éxodo (7Q1), Levítico (4Q119-120), Números (4Q121), y Deuteronomio (4Q120,122); así como porciones de algunos de los libros deuterocanónicos: las dos terceras partes de Sirácides (Gruta 2), porciones de Tobías (Gruta 4), de Baruc (Gruta 7), de la Epístola de Jeremías (7Q2), y, muy probablemente, de Susana (4Q551). Al realizar el trabajo filológico, se observan variaciones, a veces muy importantes, entre los textos encontrados en los diferentes códices de la Septuaginta y entre estos y el Texto Masorético. Durante muchos siglos, los estudiosos bíblicos pensaron que todas las variantes textuales y estilísticas entre la Septuaginta y el Tanaj tan solo eran producto de malas traducciones, del desconocimiento cabal del Tanaj, de errores de copistas, o incluso de la falta de interés en la fidelidad al texto hebreo-arameo.

Sin embargo, cuando a partir de los descubrimientos de Qumrán los estudiosos finalmente tuvieron a su alcance los rollos manuscritos del Mar Muerto, pudieron darse cuenta de que las variaciones propias de la Septuaginta se hallaban reflejadas también en manuscritos hebreos y arameos bastante más antiguos que las formas actuales del Tanaj judía; las cuales se derivan del texto masorético, que data de los Siglos IV al VIII d. C.. Una lectura atenta de los Códices griegos revela que los textos asentados en la Biblia LXX representan fielmente, con certeza total, textos en un estado “primitivo”, carente de un estilo pulido y acabado, mucho más primario y primigenio, que el actual texto hebreo-arameo masorético, bastante más pulido y editado en el curso de los siglos posteriores. Y tales diferencias se perciben de un modo sumamente especial en libros que presentan variantes consistentes en el orden de versos, ideas inacabadas o faltas de pulido, presentes en la versión LXX de los Libros de Samuel, Reyes, Ester, Job, Proverbios, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, y Daniel. El actual texto hebreo-arameo masorético refleja numerosas correcciones en términos de estilo, que incluyen variaciones en el orden de numerosos versos y pasajes, y redondeo de ideas que no habían sido asentadas de forma digerida, correcta o elegante en los antiguos textos hebreos y arameos premasoréticos, de donde fue tomada, de forma más temprana, la Biblia Septuaginta.

Ante las controversias suscitadas en torno de estos hechos, algunos estudiosos señalan que, en numerosos casos, en Qumrán se han hallado manuscritos hebreos que avalan la versión griega de los LXX, y otros que respaldan al texto masorético. Se ha determinado finalmente, que aquellos manuscritos que avalan la Septuaginta son mucho más antiguos que aquellos que respaldan al texto masorético.​ Hacia el año 70 d. C., un grupo de rabinos que habían escapado del asedio de Jerusalén, se reunieron en Yamnia, y fundaron una escuela. Y hacia el 95 d. C., llegaron a un consenso sobre la lista (o canon) de los libros hebreos que habrían de ser parte del Tanaj judía, quedando establecido así el llamado Canon Palestinense para la mayoría de los judíos de habla y cultura hebrea, a principios del Siglo II d. C.. El Canon Palestinense significó el rechazo de una serie de textos que grupos de maestros judíos de habla griega habían incluido en el llamado Canon Alejandrino, o Biblia de los Setenta, en los Siglos II y I a. C. El Canon Alejandrino sigue siendo utilizado por la escuela rabínica de Alejandría. Por una tradición histórica que data del Siglo XVI, se llama protocanónicos a todos los escritos comúnmente admitidos en el Tanaj hebreo, así como en la Biblia griega de los LXX, y deuterocanónicos a todos los escritos presentes en la Biblia griega de los LXX, pero no en el Tanaj. La voz “deuterocanónico” significa “del segundo canon”en contraposición a la voz “protocanónico”, que significa “del primer canon”. Sin embargo, hoy se sabe que, en orden cronológico, el Canon Alejandrino fue primero que el Palestinense.

Hacia fines del Siglo I, y principios del Siglo II, el judío Teodoción hizo una revisión de la LXX, tratando en lo posible de hacerla coincidir con los textos hebreo-arameos con ciertas ediciones propias de esa época, los cuales hoy se llaman los “protomasoréticos” —debido a que de ellos se derivan los “textos masoréticos” de siglos subsecuentes—, los cuales ya incluían algunas importantes “revisiones” tempranas de grupos de rabinos de esos siglos. Entre 123 d. C. y 130 d.C., Aquila de Sinope hizo una nueva traducción, siguiendo textos hebreos de manera literal. Símaco hizo una nueva traducción hacia el 170 d.C., en la que buscaba mejorar la calidad de la redacción griega.4​ Hasta ese momento, todavía los libros más tarde compilados bajo el término “Biblia” solían circular por separado. En el Siglo III, Orígenes compuso la Hexapla, en donde compara en forma de columnas seis versiones enteras del Antiguo Testamento, la quinta de las cuales corresponde a la Septuaginta. A partir de esta, y tras cotejarla con nuevas traducciones, Orígenes editó una versión completa, en la cual indicó las diferencias con el texto masorético hebreo-arameo, llenando los pasajes omitidos de forma primigenia con textos procedentes de la edición tardía (del Siglo II) del judío Teodoción. Aunque la Hexapla como conjunto se perdió, se conservan fragmentos importantes. Otras ediciones de la Septuaginta, han sido atribuidas a Hesiquio de Jerusalén y a Luciano de Antioquía.​

Los manuscritos bíblicos extensos más antiguos que incluyen la Versión de los LXX en la parte de sus textos correspondiente al Antiguo Testamento de las Biblias cristianas, son el Códex Sinaíticus y el Codex Vaticanus, del Siglo IV, el Códex Alexandrinus, de la primera mitad del Siglo V. Existen algunas diferencias textuales, de número y de orden de los libros, entre estos tres Códices: El Códex Sinaíticus omite algunos textos, aún protocanónicos, e incluye I y IV Macabeos. El Códex Vaticanus omite los cuatro Libros de los Macabeos, e incluye algunas partes y pasajes propios del texto griego conocido del Libro de Enoc.​ Y el Códex Alexandrinus incluye los cuatro Libros de los Macabeos, el Libro de las Odas y el Libro de los Salmos de Salomón.​

El “Plus de los LXX”
La Biblia Septuaginta contiene los 22 libros que conforman el canon del Tanaj judío (Biblia hebrea-aramea), los cuales, ordenados según la usanza griega y reparticionados, llegando a un total de 39, constituyen los textos más comúnmente aceptados del Antiguo Testamento de las Biblias cristianas (católica, ortodoxa, protestante, etc.).

Además de los textos del Tanaj o Biblia hebrea, la Biblia Septuaginta incluye algunos otros que no son incluidos en aquella. Estos textos reciben varias nomenclaturas: las iglesias cristianas ortodoxas los llaman “anagignoscomenos”, y la Iglesia católica los llama “deuterocanónicos”. La mayoría de las iglesias protestantes actuales, sin embargo, los consideran apócrifos. Fueron leídos por maestros judíos de habla griega y por comunidades judías de habla y cultura griega de los Siglos II a.C. I, e incorporados a los códices de la Biblia desde entonces y en siglos subsecuentes, con diferencias regionales, por las comunidades cristianas primitivas.​ La mayoría son reconocidos como canónicos e incluidos en la Biblia hasta la actualidad por todas las iglesias cristianas ortodoxas (calcedonianas y no calcedonianas), y también por la Iglesia católica, aunque con algunas diferencias entre los libros aceptados por una u otra iglesia. Algunas ramas del protestantismo, como los luteranos y anglicanos, incluyen estos libros en sus Biblias, y los consideran lecturas recomendables ricas en enseñanzas, aunque no como textos de autoridad normativa o dogmática. Existen cuando menos unos cinco libros en la Biblia LXX que -por influencia de Jerónimo- no son reconocidos por la Iglesia católica como deuterocanónicos. Ellos son 1 Esdras (llamado en la Vulgata 3 Esdras), 3 Macabeos, 4 Macabeos, Odas y Salmos de Salomón. Los primeros dos libros, sin embargo, sí son reconocidos por la Iglesia ortodoxa. Dichas series de textos, algunos de los cuales fueron redactados de forma original en lengua griega, hoy son reconocidas y agrupadas por múltiples autores bajo el nombre conjunto de “Plus de los LXX” o “Plus de la Septuaginta”. Para efectos de estudio, en las siguientes líneas se ha desarrollado de forma detallada un listado muy primario de estos documentos:

El Libro III de Esdras [E]
El Libro de Tobit —en algunas versiones llamado “Libro de Tobías— [EW]
El Libro de Judit [EW]
El Libro de la Sabiduría [EW]
El Libro del Eclesiástico —en algunas versiones llamado “Libro de Sirácides”, o “Libro del Sirácida”—, junto a su respectivo “Prólogo del traductor griego” (Capítulo 1a)​ [EW]
El Libro de Baruc propiamente dicho (Baruc 1:15'—5:9), junto a su respectivo Exordio (Baruc 1:1-15') [EW]
La Epístola de Jeremías —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 6” del Libro de Baruc—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1a, o 1bis) [EW]
Los Libros I y II de los Macabeos [EW]
Los Libros III y IV de los Macabeos [E]
El Libro de las Odas; que incluye la Oración de Manasés [C] y el Himno Matutino [C], y otros 13 textos [C] retomados de otros libros bíblicos canónicos, junto con sus epígrafes [C]
El Libro de los Salmos de Salomón, junto con sus Epígrafes [C]
Numerosas variantes aditivas, substractivas y ordinales a varios de los libros protocanónicos del Antiguo Testamento, más o menos mayores en el caso del texto de los Libros de Samuel, los Reyes, Ester, Job, los Salmos de David, los Proverbios, Isaías, Jeremías, y las Lamentaciones [EH]

Entre estas variantes se destacan, de manera especial:
Variantes aditivas, substractivas y/o substitutivas mayores consistentes al Libro de Ester —comúnmente agrupadas bajo el nombre conjunto de “Resto de Ester—, junto a su respectivo Colofón (Ester 10:3l, o 10:14) [EW]
El Resto del Epílogo al Libro de Job (Job 42:17a-17e, o 42:18-22) [E]
Varios de los Epígrafes propios de los Capítulos del Libro de los Salmos de David [E]
El Salmo 151 Capítulo 151 del Libro de los Salmos de David, junto a su respectivo Epígrafe (Salmos 151:1a) [E]
El Introito del Libro de las Lamentaciones (Lamentaciones 1:1a) [E]
El texto griego antiguo, OG,14​ del Libro de Daniel, conteniendo variantes aditivas, substractivas y ordinales más o menos mayores a varios de los textos, pasajes y capítulos de dicho documento [CH]

Entre estas variantes se destacan, de forma peculiarmente especial:
El texto griego antiguo, OG, del pasaje Daniel 3:24bis-90; que incluye la Oración de Azarías y el Himno de los 3 Jóvenes, junto a sus respectivas Notas complementarias [EWT]
El texto griego antiguo, OG, de la Historia de Susana —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 13” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epílogo (Verso 63 OG, según el numeral de Alfred Rahlfs) [EWT]
El texto griego antiguo, OG, de la Historia de Bel y el Dragón —nomenclaturada, en la Biblia Latina, “Capítulo 14” del Libro de Daniel—, junto a su respectivo Epígrafe (Verso 1 OG, según el numeral de Alfred Rahlfs) [EWT]
Algunos importantes manuscritos de la Biblia Septuaginta incluyen, asimismo, las partes y pasajes propios del texto griego conocido de:

El Libro de Enoc [C]
El Libro de los Jubileos [C]
Las Apocalipsis de Baruc [C]
Los Paralipómenos de Baruc [C]

Algunas breves siglas:
[C] Incluido completo en uno alguno de los Códices de la Biblia LXX, aunque no recibido de forma consensual por todos los Patriarcados que forman parte de la Iglesia Ortodoxa. Algunos de estos textos han sido recibidos por algunos de ellos, y/o también por algunas Iglesias ortodoxas orientales.
[E] Incluido completo en el Canon Amplio Oriental del Antiguo Testamento, seguido por las Biblias propias de la Iglesia Ortodoxa. Todos estos libros están dentro del canon de las iglesias nestorianas y del canon de la Iglesia Copta.
[W] Incluido completo en el Canon Amplio Occidental del Antiguo Testamento, seguido por las Biblias propias de la Iglesia católica latina occidental.

La mayoría de los libros de estas series fueron escritos durante el período intertestamentario;​ es decir, son algo más tardíos que el resto de los libros del Antiguo Testamento, y algo más tempranos que los escritos propios del Nuevo Testamento; por lo cual representan cierta continuidad lógica y necesaria, y suplen las lagunas culturales de otra forma existentes entre ambos Testamentos. De la misma manera, algunos de estos textos representan creencias y valores ancestrales de tribus israelitas no judías; es decir, que existieron fuera del judaísmo de Judá, o Judea.

Ediciones impresas
La editio princeps es la Biblia políglota complutense basada en manuscritos ahora perdidos, parece transmitir versiones muy antiguas.
La Edición Aldina, iniciada por Aldo Manucio, apareció en Venecia en 1518. El texto es más cercano al Codex Vaticanus que al de la Complutense.
Más utilizada ha sido la Edición Romana, o Sixtina, la cual reproduce el Codex Vaticanus. Fue publicada en 1586, bajo la dirección del Cardenal Caraffa, por orden del papa Sixto V, para apoyar la traducción de la Vulgata, ordenada por el Concilio de Trento. Ha sido reeditada varias veces.
La Edición de Grabe fue publicada en Oxford, de 1707 a 1720, y se basa en el Codex Alexandrinus, que se encuentra en el Museo Británico de Londres.
La Edición de Swete, conocida de forma común y familiar como Biblia de Cambridge, se basa de manera preferente en el Códex Vaticanus, si bien teniendo en cuenta variantes y porciones retomadas de numerosos Códices, mayores y menores. Fue impresa y editada por la Universidad de Cambridge, y dada a conocer en tres gruesos volúmenes que fueron siendo publicados en los años de 1887, 1891 y 1894. Algunas reediciones de la misma, aunque no la primera, incluyen ciertas partes y pasajes propios del texto griego conocido del Libro de Enoc, cuya edición se basa en el Códex Vaticanus, así como en el Códex Panopolitanus.
La Edición de Tischendorf, conocida de forma común y familiar como Biblia de Oxford, se basa en el Códex Sinaíticus. Fue impresa y editada por la Universidad de Oxford, y publicada en el año de 1922. (Constantino de Tischendorf ya había publicado, con anterioridad, el Nuevo Testamento del Códex Sinaíticus en 1911.)
Alfred Rahlfs, estudioso alemán que dedicó varias décadas de su vida al rescate del texto de la Biblia Septuaginta, en Gotinga, Sajonia, comenzó su Edición en 1917, la cual una vez completa fue publicada en 1935. Se basa de manera preferente en el Códex Alexandrinus, el más completo de los tres grandes códices griegos, si bien incluye algunas series de variantes del Códex Vaticanus, el Códex Sinaíticus, y algunas otras fuentes, y ofrece notas críticas respecto a las variantes de las distintas fuentes.​ Se realizaron numerosas ediciones: 1.ªEd. 1935; 3.ªEd. 1949; 4.ªEd. 1950; 5.ªEd. 1952; 6.ªEd. 1959; 7.ªEd. 1962; 8.ªEd. 1965.
The Göttingen Septuagint (Vetus Testamentum Graecum: Auctoritate Academiae Scientiarum Gottingensis editum) es considerada la mejor edición crítica. Ha sido publicada por Volúmenes, entre 1931 y 2006, y aún no está completa. Presenta numerosas variantes de muy distintas fuentes. En 2006, la Sociedad Bíblica Alemana publicó una revisión de la Edición de Rahlfs, revisada por Robert Hanhart. Esta editio altera incluye miles de variantes respecto a la edición original.
Traducciones impresas
En el año de 1851Sir Lancelot C.L. Brenton publicó la primera Traducción Inglesa de la Biblia Septuaginta Griega. Esta versión se ciñe al Canon Amplio Oriental, seguido por las Biblias cristianas ortodoxas, que incluye el Salmo 151, la Oración de Manasés,​ los Libros III de Esdras, y III y IV de los Macabeos. En el año 2007, un equipo de estudiosos de la Organización Internacional para Estudios de la Septuaginta y Afines publicó una Nueva Traducción Inglesa de la Septuaginta. Esta versión incluye, junto a los habituales del Canon Ortodoxo, el Libro de los Salmos de Salomón, y versiones alternas comparadas de textos paralelos de los libros de Josué, los Jueces, Tobías, Daniel, Susana, y Bel y el Dragón. En el año de 1986, un equipo de estudiosos de La Sorbona de París comenzó a publicar, por entregas de Tomos y Volúmenes, La Bible d'Alexandrie, traducción al francés de la Biblia LXX. Esta versión francesa no ha sido terminada hasta la fecha. En el ámbito hispánico, desde 1928 existe la Biblia de Jünemann, una traducción literal de la Biblia griega al español hecha por el sacerdote de origen alemán Guillermo Jünemann. El Antiguo Testamento de esta versión está basado en gran parte de la Septuaginta. La Biblia de Jünemann se ciñe al Canon Amplio Occidental, seguido por las Biblias católicas, aunque en Versión OG. Un equipo de traductores dirigido por Natalio Fernández Marcos y María Victoria Spottorno Díaz-Caro, del CSIC, ha realizado una traducción al español de la Septuaginta a partir de las últimas ediciones críticas. En 2008 apareció el primer volumen de los cuatro previstos: La Biblia griega – Septuaginta, I: Pentateuco (Colección Biblioteca de Estudios Bíblicos 125), Ediciones Sígueme, Salamanca. A finales de 2011 apareció el segundo volumen: La Biblia griega - Septuaginta, II: Libros históricos (Colección Biblioteca de Estudios Bíblicos 126). En noviembre de 2013, el tercero: La Biblia griega - Septuaginta, III: Libros poéticos y sapienciales (Colección Biblioteca de Estudios Bíblicos 127). Y finalmente, en octubre de 2015, se publica el cuarto y último volumen: La Biblia griega - Septuaginta, IV: Libros proféticos (Colección Biblioteca de Estudios Bíblicos 128).

Archivos informáticos
La Edición de Swete del Antiguo Testamento Según los LXX, se encuentra disponible en formato de archivo escanográfico en el sitio de Christian Classics Ethereal Library. El archivo de texto más completo de la Edición de Rahlfs de la Biblia Septuaginta, en griego koiné original, ha sido el capturado por un equipo de estudiosos del Centro de Análisis Computarizado de Textos (CCAT) de la Universidad de Pensilvania, y está disponible en formato de estudio morfológico en el sitio del CCAT, y en formato navegable (HTML) en el sitio de Thesaurus Indogermanischer Text und Sprachmaterialien (TITUS), auspiciado por la Universidad Johann Wolfgang Goethe, de Fráncfort del Meno, y en Internet Sacred Text Archive (en este último sitio, con opción a compra en formato propietario). Este archivo contiene las 6 variantes más notorias del documento histórico, que son dos diferentes versiones de Josué, de los Jueces, de Tobit, de Daniel, de Susana, y de Bel y el Dragón.

La Traducción Inglesa de Brenton, es posible encontrarla en formato navegable, con opción a compra en formato propietario, en el sitio de la English Translation of the Greek Septuagint Bible.
La Nueva Traducción Inglesa, es posible encontrarla para ser descargada por partes en formato propietario de archivos PDF en el sitio de la NETS (New English Translation of the Septuagint).
Así mismo, es posible descargar gratuitamente, en formato propietario, el archivo CCAT sobre el texto de Rahlfs, hasta en 8 distintas opciones de mapeo, partición y acentuación del mismo (con ciertas omisiones, sin embargo, con respecto del texto del CCAT, como son las versiones alternas más tardías de 6 de los escritos doblemente vertidos), desde The Unbound Bible, un proyecto de Biola University, así como el archivo de La Sagrada Biblia de Don Guillermo Jünemann, que ha sido creado por VE Multimedios.

La Biblia
La Biblia (del latín biblĭa, y este del griego βιβλία biblía, ‘libros’)​ es el conjunto de libros canónicos del judaísmo y el cristianismo. La canonicidad de cada libro varía dependiendo de la tradición adoptada. Según las religiones judía y cristiana, transmite la palabra de Dios. Hasta 2008, ha sido traducida a 2454 idiomas.

Etimologia
La palabra Biblia (libro sagrado),  procede, a través del latín biblĭa, y este de la expresión griega βιβλία biblia‘libros’, τὰ βιβλία τὰ ἅγια (ta biblía ta hágia‘los libros sagrados’), es el conjunto de libros canónicos del judaísmo y el cristianismo. La canonicidad de cada libro varía dependiendo de la tradición adoptada. Según las religiones judía y cristiana, transmite la palabra de Dios. Acuñada por primera vez en el Primer Libro de los Macabeos 12:9, donde βιβλία es el plural de βιβλίον (biblíon, ‘papiro’ o ‘rollo’ y, por extensión, ‘libro’).

Se cree que este nombre nació como diminutivo del nombre de la ciudad de Biblos (Βύβλος, Býblos), importante mercado de papiros de la antigüedad. No obstante, dado que Biblos solamente con dificultad podría ser un préstamo del nombre original de dicha ciudad en fenicio, Gubla, existe la posibilidad de que fuera la ciudad la que recibiera su nombre griego a partir del término que designaba a la planta de papiro, y no al revés. Dicha expresión fue empleada por los hebreos helenizados (aquellos que habitaban en ciudades de habla griega) mucho tiempo antes del nacimiento de Jesús de Nazaret para referirse al Tanaj o Antiguo Testamento. Muchos años después empezó a ser utilizada por los cristianos para referirse al conjunto de libros que forman el Antiguo Testamento así como los Evangelios y las cartas apostólicas, es decir, el Nuevo Testamento. Por entonces ya era común utilizar únicamente el primer sintagma, τὰ βιβλία, a manera de título. Ya como título, se empezó a utilizar en latín biblia sacra (‘los libros sagrados’), sin artículo dado que este no existía en latín. Sin embargo, al ser Biblia un cultismo en latín, acabó pasando de considerarse un neutro plural a un femenino singular («la sagrada Biblia»), entendiendo ya Biblia como el nombre propio de todo el conjunto. A través del latín se derivó a la gran mayoría de las lenguas modernas.

Historia
La Biblia es una recopilación de textos que en un principio eran documentos separados (llamados «libros»), escritos primero en hebreo, arameo y griego durante un periodo muy dilatado y después reunidos para formar el Tanaj (Antiguo Testamento para los cristianos) y luego el Nuevo Testamento. Ambos testamentos forman la Biblia cristiana. En sí, los textos que componen la Biblia fueron escritos a lo largo de aproximadamente 1000 años (entre el 900 a. C. y el 100 d. C.). Los textos más antiguos se encuentran en el Libro de los Jueces («Canto de Débora») y en las denominadas fuentes E (tradición elohísta) y J (tradición yahvista) de la Torá (llamada Pentateuco por los cristianos), que son datadas en la época de los dos reinos (siglos X VIII a. C.). El libro completo más antiguo, el del Profeta Oseas es también de la misma época. El pueblo judío identifica a la Biblia con el Tanaj, para el que carece de sentido y no es aceptada la denominación como Antiguo Testamento al no aceptar la validez del Nuevo Testamento.

El canon de la Biblia que conocemos hoy fue sancionado por la Iglesia católica, bajo el pontificado de Dámaso I, en el Sínodo de Roma del año 382, y esta versión es la que Jerónimo de Estridón tradujo al latín. Dicho canon consta de 73 libros: 46 constitutivos del llamado Antiguo Testamento, incluyendo 7 libros llamados actualmente Deuterocanónicos (Tobit, Judit, I Macabeos, II Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico y Baruc) ―que han sido impugnados por judíos y protestantes― y 27 del Nuevo Testamento. Fue confirmado en el Concilio de Hipona en el año 393, y ratificado en el Concilio III de Cartago (en el año 397), y el IV Concilio de Cartagoen el año 419.

Cuando reformadores protestantes lo impugnaron, el canon católico fue nuevamente confirmado por medio de una declaración dogmática, definida en la cuarta sesión del Concilio de Trento, del 8 de abril de 1546. Las definiciones doctrinales del Concilio de Trento no fueron reconocidas ni asumidas por muchos protestantes, surgidos a partir del siglo XVI, ni por distintas denominaciones vinculadas al protestantismo surgidas a partir del siglo XIX. El canon de las biblias cristianas ortodoxas es aún más amplio que el canon bíblico católico, e incluye el Salmo 151, la Oración de Manasés, el Libro III de Esdras y el Libro III de los macabeos. En adición a estos, el Libro IV de Esdras y el Libro IV de los macabeos figuran, asimismo, como apéndices en muchas importantes versiones y ediciones de la Biblia cristiana ortodoxa.

El Antiguo Testamento narra principalmente la historia de los hebreos y el Nuevo Testamento la vida, muerte y resurrección de Jesús, su mensaje y la historia de los primeros cristianos. El Nuevo Testamento fue escrito en lengua griega koiné. En él se cita con frecuencia al Antiguo Testamento de la versión de los Setenta, traducción al griego del Antiguo Testamento realizada en Alejandría (Egipto) en el siglo III a. C..

Para los creyentes, la Biblia es la palabra de Dios, de inspiración divina, aunque su redacción se realizó a través de hombres elegidos que usaron de sus facultades como verdaderos autores. Se trata de una obra eminentemente espiritual que los creyentes interpretan como la forma que tuvo Dios de revelarse a sí mismo y manifestar su voluntad de salvación de la Humanidad, además de su carácter y atributos. Para los creyentes cristianos, la Biblia es la principal fuente de fe y doctrina en Cristo. La Biblia es una recopilación de textos que en un principio eran documentos separados (llamados «libros»), escritos primero en hebreo, arameo y griego durante un periodo muy dilatado y después reunidos para formar el Tanaj (Antiguo Testamento para los cristianos) y luego el Nuevo Testamento. Ambos testamentos forman la Biblia cristiana.

Para la Iglesia católica, además de la Biblia, también son fuente doctrinal la tradición, las enseñanzas de los Padres de la Iglesia (discípulos de los apóstoles), y las decisiones emanadas de los Concilios. Esta divergencia entre cristianos se intensificó después de 1870, cuando el papa Pío IX promulgó la constitución Pastor Aeternus, del Concilio Vaticano I, que reafirma el Primado papal y proclama la infalibilidad del sumo pontífice en asuntos de fe, moral y doctrina cristiana (dogma de la infalibilidad papal) cuando habla ex cathedra (18 de julio de 1870) en cuanto único «sucesor de Pedro» y, consecuentemente, «custodio y depositario de las llaves del Reino de los Cielos»―. Mientras que los cristianos protestantes rechazan esta aseveración y consideran como cabeza única de la iglesia a Jesucristo. Para ambas partes esta gran diferencia ya no es considerada tan solo en términos filosóficos o religiosos, sino como designios divinos plasmados y asentados en la Biblia misma. Para los judíos ortodoxos, por supuesto, el Nuevo Testamento no tiene validez. El judaísmo rabínico considera como fuente de doctrina el Talmud, mientras los caraítas defienden desde el siglo VIII el Tanaj como única fuente de fe.

Antiguo Testamento y Nuevo Testamento
El canon del Antiguo Testamento cristiano entró en uso en la Septuaginta griega, traducciones y libros originales, y sus diferentes listas de los textos. Además de la Septuaginta, el cristianismo posteriormente añadió diversos escritos que se convertirían en el Nuevo Testamento. Poco diferentes listas de las obras aceptadas siguió desarrollando en la antigüedad. En el siglo IV, varios sínodos fueron elaborando listas de escritos sagrados que fijaban un canon del Antiguo Testamento de entre 46 y 54 distintos documentos y un canon del Nuevo Testamento de 20 a 27, siendo este último el utilizado hasta el día de hoy; el cual fue definido finalmente en el Concilio de Hipona en el año 393. Hacia el año 400, Jerónimo había escrito una edición definitiva de la Biblia en latín (véase la Vulgata), el Canon de la cual, debido en parte a la insistencia del papa Dámaso, fue hecho coincidir con decisiones de varios de los Sínodos reunidos con anterioridad. Con el beneficio de la retrospectiva se puede decir que estos procesos establecieron de manera eficaz el canon del Nuevo Testamento, aunque hay otros ejemplos de listas canónicas en uso después de este tiempo. Sin embargo, esta lista definitiva de 27 libros no fue legitimada por ningún Concilio ecuménico sino hasta el Concilio de Trento (1545-63).

Durante la Reforma protestante, algunos reformadores canónicos propusieron diferentes listas de las que se encuentra actualmente en uso en la Iglesia de San Pedro de Roma. Aunque no sin debate la lista de los libros del Nuevo Testamento vendría a seguir siendo la misma, sin embargo, en el Antiguo Testamento algunos textos presentes en la Septuaginta fueron eliminados de la mayoría de los cánones protestantes. Por lo tanto, en un contexto católico estos textos se denominan libros deuterocanónicos, mientras que en un contexto protestante que se hace referencia como libros apócrifos, la etiqueta se aplica a todos los textos excluidos del canon bíblico que estaban en la Septuaginta. Cabe señalar también, que tanto católicos como protestantes describen algunos otros libros, como el Libro de los hechos de Pedro, como apócrifos.

Por lo tanto, el Antiguo Testamento protestante de hoy tiene 39 libros ―el número varía del número de los libros en el Tanaj (aunque no en contenido) a causa de un método diferente de la división―. También varía el orden y el nombre de los libros, mientras que la Iglesia católica reconoce a 46 libros como parte del Antiguo Testamento canónico. El libro de Enoc es aceptado en el canon del Antiguo Testamento solo por la Iglesia ortodoxa etíope. El término «Escrituras hebreas» es solo sinónimo del Antiguo Testamento protestante (no católico) que contiene las Escrituras hebreas y textos adicionales. En cuanto al canon del Nuevo Testamento, son 27 libros en el canon de la Iglesia católica, aceptado por la mayoría de las Iglesias de la Reforma. La Iglesia siria solo acepta 22 libros en su canon. Libros como el Primer libro de Clemente y el Segundo libro de Clemente, el Libro de la Alianza, el Octateuco y otros, han sido motivo de disputas, y se encuentran canonizados por la Iglesia católica apostólica ortodoxa.

Estructura
Un libro de la Biblia es un grupo establecido de escrituras. Por ejemplo, el Libro de los Salmos (en hebreo Tehilim o ‘canciones de alabanza’) tiene 150 canciones (151 en la versión de los Setenta), mientras que la Epístola de Judas es una carta de media página. La Biblia hebrea o Tanaj está dividida en tres secciones: los cinco libros de Moisés (la Torá), los libros escritos por los profetas hebreos (los Profetas o Nevi'im) y unos libros que no entran en las dos categorías anteriores (las Escrituras o Ketuvim); estos son conocidos como hagiógrafa o simplemente «las Escrituras».

La Biblia judía fue escrita predominantemente en hebreo, pero tiene algunas pequeñas partes que fueron escritas en arameo. En la Biblia cristiana, la Biblia hebrea es llamada Antiguo Testamento, para distinguirla del Nuevo Testamento, que es la parte que narra la vida de Jesús y su predicación, entre otras cosas. El Nuevo Testamento está dividido en los cuatro Evangelios, historia (Hechos de los Apóstoles), las cartas (epístolas) a iglesias cristianas por Pablo y otros apóstoles, y el Apocalipsis.

Las Biblias cristianas contienen la totalidad del Tanaj (o Antiguo Testamento), junto con un grupo de textos posteriores cristianos, conocidos como el Nuevo Testamento. Dentro del cristianismo no hay acuerdo completo sobre el número exacto de libros que debe tener (con igual reconocimiento) el Antiguo Testamento, es decir, sobre su canon. Hasta el siglo XVI se mantuvo en Occidente la traducción latina de Jerónimo conocida como «la Vulgata» (proveniente del latín vulgar) que incorporaba tanto el canon judío como aquellos escritos de la Septuaginta griega. Con la Reforma protestante, Martín Lutero cuestionó la necesidad de mantener los libros «apócrifos» junto a los del canon judío y los agrupó como un apéndice edificante al final de su traducción al alemán de la Biblia. La Iglesia católica confirmó, sin embargo, el canon de la Biblia de los Setenta y de la Vulgata en el Concilio de Trento (1545-1563), reconociendo más claramente la canonicidad de algunas escrituras cuestionadas por Lutero, que desde ese mismo siglo comenzaron a ser llamados deuterocanónicos (concepto introducido por Sixto de Siena). Las iglesias orientales también reconocen plena canonicidad a los deuterocanónicos, agregando también otros libros que se encuentran en códices antiguos, como el Salmo 151, la Oración de Manasés, III y IV Esdras, y III y IV Macabeos. La Iglesia copta acepta asimismo en su canon el Libro de Enoc y el Libro de los Jubileos. El Nuevo Testamento hace referencia tanto a los libros deuterocanónicos como al Libro de Enoc, y narra los sucesos de la pasión de Cristo de acuerdo con el cómputo asentado en el Libro de los jubileos. En cuanto al resto de los libros, no hay disputa alguna y todos los grupos cristianos tienen los mismos libros en el Nuevo Testamento de la Biblia.

Cánones bíblicos
La palabra canon significa ‘regla’ o ‘medida’, así que se le llama canon bíblico al conjunto de libros que integran la Biblia según una tradición religiosa concreta, que los considera así «divinamente inspirados» y los distingue de otros textos que no se consideran revelados. Estas diferencias entre las distintas ramas del cristianismo se dan únicamente para el Antiguo Testamento; por ejemplo, según la Iglesia católica son 46 libros, y según la mayoría de iglesias protestantes son 39. Con relación al Nuevo Testamento todas tienen el mismo número de libros.

El primer canon es el Pentateuco, el cual se compone de los libros del Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio y contiene la «Ley de Dios», que es el conjunto de los 613 preceptos del judaísmo (Mitzvá). Dentro del judaísmo surge disputa sobre el canon correcto. Un grupo religioso, los saduceos, sostiene que solamente conforma el canon de las Escrituras la Torá (‘la Ley’) o Pentateuco (‘cinco libros’), mientras que otros grupos también incluyen los Nevi'im (Profetas) y los Ketuvim (los Escritos). 

Después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d. C., el grupo judío predominante fue el de los fariseos, que sí considera al canon como conformado por la Ley, los Profetas y los Escritos. Así, a finales del siglo I el judaísmo estableció en Yamnia (Yavne) como canon de sus libros sagrados aquellos que cumplieran tres requisitos: que hubiera una copia del libro en cuestión que se supiera que fue escrito antes del año 300 a. C. (cuando la helenización llegó a Judea, con los problemas culturales y religiosos subsecuentes, y que pueden leerse en libros como el Libro de los macabeos o el Libro de Daniel), que dicha copia estuviera escrita en hebreo o cuando menos arameo (no griego, la lengua y cultura invasora) y que tuviera un mensaje considerado como inspirado o dirigido al pueblo de Dios (con lo que también algunos libros que cumplían las dos características anteriores tuvieron que salir del canon).

En tiempos de Jesús de Nazaret es dominante la segunda opinión, la cual es sostenida y transmitida por muchos cristianos hasta tiempos de la Reforma protestante con la controversia de los libros deuterocanónicos (ver «Estructura», ut supra). Esta controversia probablemente se originó precisamente por el hecho de que el judaísmo había establecido su canon a fines del siglo I, con lo que para ellos ya no estaban presentes aquellos textos que solo se encontrarían en griego (en la versión de la Biblia judía de los Setenta). Estos libros fueron precisamente los que se considerarían, posteriormente, como deuterocanónicos. La versión judía de la Biblia, llamada el Tanaj, consta de 24 libros, con ciertas diferencias respecto a las Biblias cristianas. Algunas de ellas son:

Los nombres de varios libros: Éxodo para el original Shemot (‘nombres’); Levítico para Vaikrá (‘y llamó’).

La subdivisión en tres secciones:
Torá (la Ley, el Pentateuco);
Nevi'im, los profetas anteriores (Josué, Jueces, Samuel y Reyes) y profetas posteriores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y los profetas menores); y
Ketuvim, los escritos (Salmos, Proverbios, Daniel y los demás libros).

El orden de los libros
Actualmente, los libros que no son considerados canónicos por católicos y ortodoxos, reciben el nombre de libros apócrifos; a su vez, esos mismos libros suelen ser denominados pseudoepígrafos por los protestantes, que, habitualmente, respetan también el nombre de Deuterocanónicos (literalmente, ‘del segundo canon’) para aquellos que han recibido reconocimiento canónico de católicos y ortodoxos (en general, son libros escritos originalmente en griego, incluidos en la traducción al griego de la Biblia judía conocida como Septuaginta o de los LXX). No obstante, algunas corrientes protestantes fundamentalistas insisten en conservar el nombre de apócrifos para los libros deuterocanónicos. Con todo, hay que señalar, que los primeros cristianos no usaban la Biblia hebrea, sino que usaban la Septuaginta o de los LXX por cuanto varios de los nuevos cristianos fueron judíos de cultura griega, como por ejemplo, Pablo de Tarso, Esteban, y los evangelistas Lucas y Marcos.

Así pues, las versiones católicas de la Biblia constan de 73 escritos, en tanto que las más de las versiones protestantes solo contienen 66. Sin embargo, las Biblias de los anabaptistas, luteranos, anglicanos y episcopalianos, incluyen los deuterocanónicos, si bien bajo el rubro de «apócrifos»; ya que los consideran «lectura edificante», pero no canónica. Las versiones ortodoxas, por su parte, incluyen 76 libros en total. Además, la Iglesia Copta incluye en su canon del Antiguo Testamento el Libro de Enoc y el Libro de los Jubileos, que no incluye ninguna de las otras corrientes actuales del judeocristianismo, pero que eran libros bastante populares en los tiempos de Cristo; de lo cual han quedado vestigios incluso en los escritos del Nuevo Testamento. La Iglesia Siria reduce el número de libros del canon, pues solo acepta 22 en el Nuevo Testamento.

La Biblia Cristiana
Las biblias cristianas están constituidas por escritos hebreos, arameos y griegos, que han sido retomados de la Biblia griega, llamada Septuaginta, y del Tanaj hebreo-arameo, y luego reagrupados bajo el nombre de Antiguo Testamento. A estos se ha sumado una tercera serie de escritos griegos cristianos agrupados bajo el nombre de Nuevo Testamento. Distintos grupos cristianos han debatido largamente sobre la inclusión o exclusión de algunos de los libros de ambos testamentos, surgiendo los conceptos de apócrifos y deuterocanónicos para hacer referencia a algunos de estos textos. La comunidad judía actual reserva la expresión «Biblia cristiana» para identificar solo a los libros que han sido añadidos al Tanaj hebreo-arameo por el judaísmo tardío helenizante alejandrino, y luego por el cristianismo, y evita referirse a su Tanaj con los términos «Biblia» o «Antiguo Testamento». Varias denominaciones cristianas incorporan otros libros en el canon de ambos Testamentos.

El Antiguo Testamento
El Antiguo Testamento es la serie de textos sagrados israelitas anteriores a Cristo, y que es aceptada por todos los cristianos como primera parte de las biblias cristianas. En términos generales, no existe un consenso general entre los diferentes grupos de cristianos sobre si el canon del Antiguo Testamento debe corresponder al de la Biblia griega, con Deuterocanónicos, que es lo que plantean las iglesias cristianas ortodoxas y católica a través de su historia, o al del Tanaj hebreo, que es lo que plantean los judíos actuales, algunos protestantes, y otros grupos cristianos emanados de estos. En total se numeran en el Antiguo Testamento 39 libros en la versión protestante, 46 libros en la versión de la Iglesia católica, y 51 libros en la de la Iglesia ortodoxa. Sin embargo, el orden, nombres y particiones de los libros del Antiguo Testamento de las biblias cristianas, a través de la historia, siguen la usanza griega y no la hebrea. Y, de la misma forma, varía del judaísmo en la interpretación y énfasis. (Véase, por ejemplo, el Libro de Isaías 7:14.). Aparte de los libros propios del texto griego de la Biblia, el canon de la Iglesia copta admite otros libros, como el Libro de Enoc y el Libro de los Jubileos.

El Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento es una colección de 27 libros, representativos de 5 diferentes géneros literarios judeocristianos:

4 Evangelios,
1 Libro de los Hechos,
1 Apocalipsis, y
19 Epístolas (6 epístolas «católicas» o apostólicas, y 13 epístolas paulinas). Una séptima epístola católica ―a saber, la Primera epístola de Juan―, y una decimocuarta epístola paulina ―concretamente, la Epístola a los hebreos―, realmente pertenecen al género ensayístico o doctotratadístico, es decir, se trata de tratados doctrinales, con lo que representan un quinto género de escritos del Nuevo Testamento. 

La figura protagónica es Jesús de Nazaret, llamado Cristo. Casi todos los cristianos, con algunas excepciones, como el cristianismo gnóstico de los primeros siglos, han venido asumiendo el Nuevo Testamento como un texto sagrado divinamente inspirado. Sin embargo, no hay unidad universal en el canon del Nuevo Testamento. Son 27 libros en el canon de la Iglesia Católica, aceptado por la mayoría de las Iglesias protestantes. La Iglesia cristiana ortodoxa de Siria solo acepta 22 libros en su canon. Libros como el Primer libro de Clemente y el Segundo libro de Clemente, el Libro de la Alianza, el Octateuco y otros, han sido motivo de disputas, y son aceptados por parte de otras Iglesias cristianas.

Otros libros referenciados en la Biblia
Dentro del texto bíblico se mencionan algunos libros y epístolas de los cuales no se cuenta con copias reportadas actualmente o solo se conservan fragmentos. Generalmente se les menciona como referencias primarias, escritos de elaboración anterior o como complemento de lo escrito dentro del contexto donde se los menciona. En el caso del Libro de Enoc, este ha venido siendo tenido por apócrifo por la mayoría de religiones (siendo caso contrario el canon de la iglesia ortodoxa etíope) a pesar de haber sido referenciado en la Biblia y encontrarse en un estado íntegro de contenido.

La siguiente lista parcial muestra algunos de los libros que no están disponibles hoy en día en la mayoría de ediciones bíblicas. Dichos libros son:

El libro del convenio o El libro del pacto o El libro de la alianza​ - El libro de las batallas de Yahveh -El libro de Jaser (o libro del justo)​ - Un libro guardado delante de Yahveh - El libro de los hechos de Salomón - El libro del vidente Samuel - El libro del profeta Natán - El libro del vidente Gad - Profecías de Ahías el silonita, y del vidente Iddo​ - Los libros del profeta Semaías - Las palabras de Jehú - Los hechos de Uzías​ - Los registros de los reyes de Israel o Las actas de los reyes de Israel - Las palabras de los videntes - Un rollo con la palabra de Yahveh a Jeremías desde los días de Josías - Un libro de Jeremías contra de toda la maldad de Babilonia - Un libro de memorias - Una epístola anterior de Pablo a los corintios - Otra epístola de Pablo a los efesios - La carta de Pablo a los laodicenses - Las profecías de Enoc.

Conservación e integridad de la Biblia
Existen opiniones divididas en cuanto a la afirmación de que gran parte de la Biblia se ha conservado sin cambios importantes hasta nuestros días. Actualmente, la creencia común en casi toda la cristiandad supone la infalibilidad y/o inerrancia del texto bíblico, dando por sentado que la Biblia está exenta de todo error, siendo perfecta como palabra de Dios al hombre. Este concepto es similar a la doctrina de la sola scriptura, donde se considera que la Biblia contiene todo lo necesario para la salvación del hombre. En el credo de Nicea se confiesa la creencia de que el Espíritu Santo «ha hablado por medio de los profetas». Este credo ha sido sostenido por los católicos, ortodoxos, anglicanos, luteranos y la mayoría de denominaciones protestantes. Sin embargo, como nota Alister E. McGrath, «los reformadores no vieron conectado el asunto de la inspiración con la absoluta fiabilidad o verdadera inerrancia de los textos bíblicos». Él dice: [...] el desarrollo de las ideas de 'infalibilidad bíblica' o 'inerrancia' dentro del protestantismo pueden ser trazadas a los Estados Unidos a mediados del siglo XIXLos defensores de la idea de que las escrituras bíblicas son fieles y están completas se basan en la cantidad de copias idénticas que, desde tiempos remotos, se ha realizado de las mismas. Los copistas hebreos de las Escrituras, denominados masoretas, que copiaron las Escrituras hebreas entre los siglos VI y X solían contar las letras para evitar errores.

Quienes no están de acuerdo con estas afirmaciones apelan a circunstancias tales como traducciones de un idioma a otro, copiado de manuscritos, opiniones divergentes en dogmas y/o destrucción deliberada y sostienen por tanto que la Biblia no ha llegado como un volumen completo. Hallazgos tales como los manuscritos del Mar Muerto han mostrado que, en gran parte, esto sucedió antes del siglo I d. C., aunque los textos encontrados allí, y los conocidos hasta entonces, parecen presentar cambios menores. En otros casos, libros tales como los Evangelios apócrifos fueron descartados del canon aceptado durante los concilios ecuménicos, como parte de un esfuerzo por mantener la integridad doctrinal. Casos como el del hallazgo del texto completo del Evangelio de Tomás entre los Manuscritos de Nag Hammadi, entre otros textos tomados por heréticos en su momento, evidencian un proceso editorial paulatino en épocas pasadas. Hay otros textos relevantes relacionados con la Biblia «original» como los escritos apócrifos hallados en Egipto y Cisjordania (Qumrán, cerca del mar Muerto), e incluso en países muy lejanos hacia el Sur y el Oriente. Estos han supuesto una nueva interrogante acerca de si ya estaría completo el canon bíblico, o habría que revisarlo de forma detallada.

Arqueología bíblica
Las investigaciones arqueológicas en la zona donde se desarrollan los hechos narrados en la Biblia tienen como un resultado añadido la comprobación de los hechos, lugares y personajes que aparecen citados en los diferentes libros que componen la Biblia. Incluso se ha llegado a crear el término de arqueología bíblica para denominar a una parte de la arqueología que se encarga de estudiar los lugares indicados en la Biblia. Hay varios casos en que los descubrimientos arqueológicos han señalado congruencias con los hechos o personajes bíblicos. Entre esos descubrimientos se encuentran los siguientes:

-Rey Sargón II de Asiria. Este personaje, que aparece en Isaías 20:1, no pudo ser confirmado hasta que en 1843 se descubrieron las ruinas de su palacio. Se hallaron escritos en los que se relatan las conquistas de las ciudades de Samaria y Asdod que aparecen también relatados en el libro de Isaías.
Joaquín, rey de Judá. El descubrimiento de las tablillas de Babilonia permitió la confirmación de la existencia del rey Joaquín de Judá y sus cinco hijos que aparecían nombrados en el II Libro de los Reyes y el I Libro de Crónicas.
-El sello de Yehujal. En 2005 la arqueóloga Eilat Mazar descubrió un sello de arcilla en el cual se nombraba Yehujal (Jehucal o Jucal), un funcionario judío que es nombrado en el Libro de Jeremías.
-Hallazgos en Nínive. En el palacio de Senaquerib hay un bajorrelieve que muestra a las tropas asirias llevando cautivos a los israelitas tras la caída de Laquis, hecho relatado en el Segundo libro de los reyes.​ En las piezas conocidas como Anales de Senaquerib se relatan los hechos realizados durante el reinado de Ezequías y a este mismo personaje. También es curioso como en el listado de ciudades conquistadas por los asirios no aparece Jerusalén lo cual concuerda con el relato bíblico de que fueron derrotados a sus puertas,​ al igual que se relata el asesinato de Senaquerib que están incluidos en el II Libro de los Reyes 19:37 (También en 2 Crónicas 32: 21 y en Isaías 37: 37-38).
-El Cilindro de Ciro. Se encontró en Sippar, cerca de Bagdad (Irak). Narra la conquista de Babilonia por Ciro el Grande. Algunos ven en el relato de Isaías 13:1, 17-19 e Isaías 44:26-45:3 la profecía de la destrucción de Babilonia por Ciro. También en el cilindro se expone la política de Ciro de dejar volver a los pueblos deportados a su tierra de origen, tal y como sucedió con los israelitas. La arqueología también ha brindado descubrimientos interesantes con relación a la conformación de los propios textos bíblicos. Los descubrimientos del Evangelio de Tomás y del Evangelio de Felipe, por ejemplo, reforzaron la Hipótesis de Q. Unos pocos eruditos se inclinan a opinar que el Evangelio de Tomás es más antiguo que los 4 canónicos y que al igual que Mateo y Lucas, tuvo a Q por fuente documental. Conforme a quienes apoyan la hipótesis de la Fuente Q, los evangelios más antiguos serían colecciones de dichos de Jesús que no narrarían la crucifixión ni la resurrección, sino que se preocuparían por mantener el registro de las enseñanzas del Maestro.

Crítica bíblica
La crítica bíblica es el estudio e investigación de los escritos bíblicos que busca discernir juicios sobre estos escritos.​ Viendo los textos bíblicos con un origen humano más que sobrenatural, se pregunta cuándo y dónde se origina un determinado texto. Cómo, por qué, por quién, para quién y en qué circunstancias fue producido, qué influencias existen en su producción, qué fuentes se habrían utilizado en su composición, y qué mensaje se pretende transmitir. La crítica bíblica varía levemente según se focalice en el Antiguo Testamento, las cartas del Nuevo Testamento o los Evangelios canónicos y juega también un papel importante en la búsqueda del Jesús histórico. También alude al texto físico, incluyendo el significado de cada palabra y el modo en el que se utiliza cada una de ellas, su preservación, historia e integridad. De hecho, la crítica bíblica es una disciplina que abarca un amplio rango de materias como la arqueología, la antropología, el folclore, la lingüística, las tradiciones orales evangélicas y los estudios religiosos e históricos.

La Biblia y los distintos idiomas
Los libros bíblicos fueron escritos inicialmente en distintas lenguas, llamadas lenguas bíblicas (hebreo, arameo y griego helenístico). En distintas épocas históricas fueron traducidos de unas de ellas a otras, y posteriormente a las demás.

La Biblia hebrea - La Biblia griega - La Biblia latina - Traducciones de la Biblia.

Estadísticas
-El número de palabras de la Biblia varía ―según la versión y el idioma― entre 773 69233​ y 783 137. 
-La Biblia ortodoxa consta de 1347 capítulos; la católica, de 1329, y la protestante, de 1189, 260 de los cuales constituyen el Nuevo Testamento.
-El libro que aparece como último en la Biblia es el Apocalipsis de Juan, pero en realidad el último en ser escrito fue el Evangelio de Juan.
-El capítulo más corto de la Biblia es el «Salmo 117» (solo 2 versículos), y el capítulo más largo es el «Salmo 119» (176 versículos).
-El libro más corto de la Biblia es la Segunda epístola de Juan (13 versículos), seguido por la Tercera epístola de Juan (15 versículos), el Libro de Abdías (21 versículos) y la Epístola de Judas (25 versículos).
-Los versículos más cortos de la Biblia son («No matarás»),​ («No robarás»),​ y («Jesús lloró»).​ El más largo es: Entonces fueron llamados los escribanos del rey en el mes tercero, que es Siván, a los veintitrés días de ese mes; y se escribió conforme a todo lo que mandó Mardoqueo, a los judíos, a los sátrapas, a los capitanes y a los príncipes de las provincias, desde la India hasta Etiopía, a las ciento veintisiete provincias; a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo conforme a su lengua, y también a los judíos según su escritura y su lengua. 
-La Biblia es el libro más vendido de todos los tiempos y el más traducido.
-Desde el año 2005 el país mayor productor de biblias es China.

Fragmento Muratoriano
El fragmento muratoriano, o fragmento de Muratori, también llamado canon muratoriano es la lista más antigua conocida de libros considerados canónicos del Nuevo Testamento. En la lista figuran los nombres de los libros que el autor consideraba admisibles, con algunos comentarios. Está escrito en latín. Fue descubierto por Ludovico Antonio Muratori (1672-1750) en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, y publicada por él mismo en 1740.

Aunque el manuscrito en que figura el Fragmento Muratoriano data del siglo VII, la lista se ha fechado en torno al año 170, ya que se refiere como reciente al papado de Pío I, muerto en 157 (" Pero el Pastor fue escrito por Hermas en la ciudad de Roma bastante recientemente, en nuestros propios días, cuando su hermano Pío ocupaba la silla del obispo en la iglesia de la ciudad de Roma").

Los libros canónicos mencionados en esta lista son aproximadamente los mismos que se tienen hoy por canónicos neotestamentarios, con algunas variaciones. El Fragmento acepta cuatro evangelios, dos de ellos son Lucas y Juan -falta el principio del manuscrito, donde estarían los nombres de los dos primeros-, los Hechos de los Apóstoles, y 13 epístolas de Pablo (no se menciona la Epístola a los Hebreos). Considera falsificaciones las epístolas supuestamente escritas por Pablo a los laodiceanos y a los alejandrinos. Sólo se mencionan dos epístolas de Juan, sin describirlas. Figuran también en el fragmento como canónicos los apocalipsis de Juan y Pedro, aunque este último con ciertas reservas ("el cual algunos de los nuestros no permiten que sea leído en la iglesia").

Hermas de Roma
Hermas fue un escritor cristiano autor de el Pastor de Hermas, un texto del siglo II que constituye el escrito más largo del periodo de los Padres Apostólicos. Orígenes y Eusebio de Cesarea lo identifican con el Hermas mencionado en un saludo al final de la carta de Pablo a los romanos.

De acuerdo con el Fragmento Muratoriano y el Catálogo Liberiano, Hermas era hermano del obispo de Roma Pío I, décimo papa de la Iglesia. Esto permitiría datar el texto del Pastor aun cuando se deban considerar también partes de la misma obra que lo sitúan más bien en tiempos de Clemente de Roma. La contradicción se ha resuelto suponiendo que el Pastor es en realidad una recopilación de escritos de distinta datación. Según se relata en el Pastor, Hermas era un esclavo que fue vendido a una mujer romana llamada Rode, que posteriormente le liberó. Luego alcanzó cierta posición y hasta holgura económica. Se ha estudiado y debatido si Hermas era de origen judío o pagano: su obra —con reminiscencias de la espiritualidad esenia combinada con un profundo conocimiento de la cultura griega— ha dificultado obtener conclusiones definitivas.

El Pastor
 contiene muchos elementos autobiográficos: Hermas habría tenido dos hijos, que apostataron del cristianismo durante las persecuciones. Más tarde se dieron a una vida pecaminosa. Habla también de su esposa, a la que describe como parlanchina. También menciona sus tierras y cultivos, que se encontraban entre Roma Cumas.

El Pastor de Hermas
El Pastor de Hermas es una obra cristiana del siglo II que no forma parte del canon neotestamentario y que gozó de una gran autoridad durante los siglos II y III. Tertuliano e Ireneo de Lyon lo citan como «Escritura», el Codex Sinaiticus lo vincula al Nuevo Testamento y en el Codex Claromontanus figura entre los Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo. La primera versión de la obra fue escrita en griego, y de ella no se ha conservado el texto completo, pero inmediatamente fue traducida al latín quizás por su propio autor, Hermas de Roma.

Menciones en la literatura antigua cristiana
En la Epístola a los Romanos (16:14), Pablo saluda a los cristianos de Roma entre los que cita a uno llamado Hermas a quien Orígenes considera el autor del Pastor. Sin embargo, tres antiguos testimonios, uno de ellos contemporáneo de la propia obra, afirman que Hermas era hermano del papa Pío I cuyo pontificado se extendió más o menos entre los años 140 y 155. Esta datación es la que propuso en 1891 J.B. Lighfoot. Estos tres testimonios son:

-El Fragmento Muratoriano, una compilación escrita hacia el año 170 que constituye el primer canon del Nuevo Testamento recoge: Cuando Hermas, redactó el Pastor muy recientemente, en nuestra época, en la ciudad de Roma, mientras el obispo Pío, su hermano, ocupaba la sede de la iglesia de la ciudad de Roma.
-El Catálogo Liberiano que serviría posteriormente de base para componer el Liber Pontificalis, recoge en un párrafo datado en el 235 que: Bajo el episcopado de Pío, su hermano Hermas escribió un libro que contiene los preceptos que le entregó un ángel que se le apareció como un Pastor.
-Un poema contra la doctrina de Marciónescrito entre los siglos III y IV por un escritor que adopta el nombre de Tertuliano y conocido como Pseudo-Tertuliano que afirma: Entonces, después de él, Pío, cuyo hermano según la carne era Hermas, el pastor angélico, porque el declama las palabras que le fueron dadas por el ángel. Estos tres testimonios parecen citar una misma fuente, la obra perdida de Hegesipo que también sería utilizada por Eusebio de Cesarea para elaborar su Historia Ecclesiastica.

Posibles fuentes
Aunque las citas directas de la Biblia son poquísimas, el contenido del texto muestra que el autor dominaba la literatura sapiencial del Antiguo Testamento y las cartas de Pablo. Asimismo, la mención a los dos caminos muestra la influencia literaria judía aunque al parecer la principal influencia vendría de un texto llamado Manual de disciplina, perteneciente a los escritos esenios encontrados en el Mar Muerto. Esto implica que el autor provendría del ambiente judeocristiano aun cuando también se encuentran reminiscencias de textos paganos en el Pastor: la parábola IX con la mención de Arcadia.

Manuscritos
Aun no se cuenta con el texto griego completo y las publicaciones del Pastor han tomado de diversos manuscritos:

El Codex Athensis (que tiene el texto del Pastor hasta la Parábola IX, 30, 2).
El Codex Sinaiticus (se interrumpe en el Mandamiento IV, 3, 6).
El papiro 129 de la Universidad de Michigan, con distintos fragmentos, aunque faltan las cuatro primeras visiones.
El Codex visionum, entre otros.

Existen dos versiones latinas famosas, la Vulgata y la llamada Palatina. A estas se suman dos versiones en etiópico, una en persa y algunos fragmentos en copto.

Datación
La referencia al papa Clemente I que se hace en la obra situarían las dos primeras visiones entre los años 88 y 97 periodo en el que se sitúa el pontificado del mismo. No obstante el análisis del lenguaje utilizado, el lenguaje teológico transmitido y la similitud con textos como el Apocalipsis de Juan, parecen fijar la época de la obra hacía la primera mitad del siglo II, más específicamente entre el 130 y 140.

Composición y contenido
El Pastor se compone de cinco visiones de género apocalíptico, doce mandatos y diez parábolas. El tono de la obra viene dado por la utilización de la primera persona del singular presente desde el inicio de la primera visión: El amo que me crió me vendió a una tal Roda en Roma. Al cabo de muchos años la encontré de nuevo, y empecé a amarla como a una hermana.

La primera visión es más bien una amonestación al mismo Hermas por su amor a Roda y su condescendencia con sus hijos.
En la segunda visión Hermas es invitado a dar a conocer el contenido de un libro que en resumen es una exhortación al arrepentimiento. La anciana que le habló en la primera visión se muestra como la Iglesia, pero también le dice que el libro ha de ser completado aún.
En la tercera visión ve una torre que también simboliza a la Iglesia y en la cuarta le es profetizada una tribulación simbolizada en un gran monstruo.
La última visión presenta al Pastor que le mostrará y enseñará las parábolas del resto de la obra.

Así, la siguiente parte, dedicada a los «mandatos» trata de diversas virtudes cristianas y humanas: la fe, el temor de Dios, la continencia, la inocencia, la sinceridad, la castidad y el matrimonio cristiano. En el sexto «mandato» se habla de los dos caminos.

La tercera parte es muy dispar en la traducción manuscrita y tendría unas 10 parábolas. La utilización de un lenguaje alegórico se extiende por toda la obra, la cual transmite un mensaje optimista y lleno de esperanza. Sin embargo, se duda de la unidad del texto debido a que el Pastor no es mencionado en las primeras visiones y se presenta más bien como una especie de enlace entre la segunda y la tercera parte. Más aún, existen dos versiones (la copto-sahídica y la del papiro 129 que se encuentra en la Universidad de Michigan) que no contienen las primeras cuatro visiones. Por tanto, al menos habría dos momentos de composición aun cuando ya desde muy pronto se le habrían unido las primeras cuatro visiones. De la composición fácilmente se pasa a la diversidad de autores. Y ahí se ha dado aunque el estado de las investigaciones no permita demostrar que el texto del Pastor tenga en realidad varios escritores. Philippe Henne ha intentado demostrar la unidad del escrito a partir de diversos puntos de vista: el testimonio de los demás padres de la Iglesia, la tradición del texto, el vocabulario empleado y el contenido teológico.

Dos son los temas principales de la obra: la Iglesia, que es presentada en sí misma, en su aspecto histórico y en su tiempo final o escatológico. Al autor le interesa hacer notar la identificación entre las tres. Por eso, la anciana (que simboliza a la Iglesia en sí misma, afirma sobre la histórica: La torre que ves en construcción, soy yo, la Iglesia que has visto ahora y antes Visión III, 3, 3. Habla además de la relación de Cristo con la Iglesia, usando imágenes de fuerte resonancia bíblica como la «puerta» o la «roca».

La penitencia se presenta como el modo de entrar a esa Iglesia que sería el único canal de salvación. Se ha discutido largamente si el Pastor muestra que no existía en su tiempo una posibilidad de penitencia tras el bautismo. Esta situación no era del gusto de Hermas (todo a partir de una exégesis del texto de la visión II (2, 4-5) y la criticaría a través de su obra. Pero también se puede interpretar como un sostener la segunda penitencia que existía y que era criticada por algunos considerados como rigoristas. El resto de su teología depende mucho del ambiente judío: considera al Espíritu Santo más como el espíritu de Dios y no parece haber una teología trinitaria en el escrito.

Texto masorético

Continua en La Biblia V: Cánones II
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