Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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lunes, 23 de marzo de 2015

La Purificación del Templo



Cuando Jesús entró al atrio del templo y observó el alboroto, quedó visiblemente afligido.
Por todos lados vio corrales con animales para ser vendidos para los sacrificios y oía a los avaros mercaderes regateando con los peregrinos los elevados precios.
El arrullo de las palomas, el balido de las ovejas y el mugido de los bueyes se mezclaban con los olores de un establo para formar un caótico concierto.

Este nunca fue el plan de Dios. Cuando Salomón construyó el primer templo en Jerusalén, había tal respeto por la casa de Dios que ni siquiera se oyó el sonido de un martillo durante su construcción. Todas las piedras y tablas fueron prefabricadas en otro lugar, y luego traídas al lugar del templo y ensambladas en silencio (1 Reyes 6:7).

¿Cómo era la limpieza o purificación del templo?

Marcos 11:11, 15-19 
11 Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce. ...15 Vinieron, pues, a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y volcó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas; 16 y no consentía que nadie atravesase el templo llevando utensilio alguno. 17 Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones? Mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones. 18 Y lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de su doctrina. 19 Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad.

Ver Juan 2:13-22

La Limpieza, el aseo, la pureza y la santidad son de primera y gran importancia; son un imperativo en
la vida porque son indispensables. “Sed pues, vosotros perfectos…” (Mateo 5:48); “Sed puros y santos”, dice Dios.
La limpieza es para el cuerpo lo que es la pureza para el alma. De la pureza del cuerpo
recibe siempre la mente, secreto y simpático auxilio.

“¿Quién subirá al monte de Jehová?…el limpio de manos y puro de corazón”
(Salmo 24:3-4). 

“Quiero, pues, que los hombres oren levantando manos limpias…” (1 Timoteo 2:8).

“En todo tiempo sean blancos tus vestidos” (Eclesiastes 9:8).La última semana de la vida de Cristo se distingue por su entrada triunfal a Jerusalén, pero incluye también la segunda purificación del Templo. Saquemos provecho de algunas consideraciones sobre este tema. Ocurrió el día después de
la entrada triunfal.

La Mirada de Jesús en el Templo


Marcos 11:11
Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, como ya anochecía, se fue a Betania con los doce.

¿Qué vio Jesús? “Todas las cosas”. Jesús lo ve y lo conoce todo. Nada se le escapa: ni pensamientos, ni intenciones, ni actitudes, ni acciones, ni omisiones, etc.
¿Se fijó Jesús en lo que allí vio? Aparentemente él se fue satisfecho, pero vemos su obra el siguiente día (11:12-17).

Entonces vino el castigo. Sí, todo pecado conlleva su castigo:

“Tu maldad te castigará, y tus rebeldías te condenarán…” (Jeremías 2:19); 
“Tu pecado te alcanzará…”(Números 32:23);
“Horrenda cosa es caer en las manos…” (Hechos 10:31);
“Dios es fuego consumidor” (Deuteronomio 4:24).

Se ha dicho que “un pecado oculto es un escándalo público en el cielo”.
Además dice: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” 
(2 Corintios 5:10).

Muchos piensan que Dios no se fija ahora en los tratos del negocio, la vida, el trabajo, el hogar, la
sociedad, la apatía, la indolencia, la falta de interés y la irresponsabilidad. Piensan que Dios no se fija en ciertas libertades y en los pecados y hábitos supuestamente ocultos.

Después de aquella mirada escrutadora, regresó y accionó el Señor con toda energía, limpiando su santuario. Lo estaban profanando y lo habían ensuciado, volviéndolo mercado y cueva de ladrones.

¿Con qué propósito acudimos al santuario?

¿a la casa de Dios? ¿En qué actitud, disposición y condición de corazón venimos a la casa de adoración? ¿Estamos irrespetando y profanando el lugar santo? ¿Nos acercan al santuario los nobles y santos propósitos de adoración, alabanza y oración a Dios? ¿Estos son nuestros fines?

El Señor fija su mirada en la actitud, estado y disposición de nuestro corazón.

¿Adoramos, alabamos y servimos al Señor en su santuario efectivamente en espíritu y en verdad? ¿Se fijará él en una falta de respeto, circunspección y reverencia? ¿Le agrada nuestra forma de vestir: una forma de vestir que llama más atención a nosotros y hasta puede distraer a otros de una concentración sincera sólo en Dios. ¿Nuestras intenciones son puras cuando usamos vestidos cortos, apretados y escotados? ¿No será que nuestra intención es provocar, mostrando lo que no debemos?
En todo tiempo el cristiano debe reflejar a Cristo delante de un mundo impuro y provocador.
La Biblia dice que todo lo que hagamos sea en el nombre de Cristo y para su gloria.

Las modas conformes a la moral, el pudor, la dignidad, la honestidad, la pureza y el decora agradan a Dios. En esto la Biblia es clara y terminante. ¡Nuestras vidas no deben llevar las marcas del mundo!

“Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:16-17).

“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo” (1 Juan 2:15).
“Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes tenías estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:14-16).

Mejor es preocuparse con el ornato incorruptible e interno (1 Pedro 3:1, 4-5).
Tengamos compostura, respeto, quietud, circunspección y reverencia en el Templo.

La purificación del templo de nuestro cuerpo, de nuestra alma y de nuestro espíritu:

Somos templo de Dios (2 Corintios 6:14-7:1).
“¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?” (1 Corintios 6:13-20).
“En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti”. (Salmos 119.11)

Vivimos en un mundo afectado por el pecado; nos rodea y nos acecha por doquier.

Hay muchos ejemplos del pecado de alarde: “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz” (Isaias 5:18-22). 

Otro pecado se describe en Deuteronomio 15:9 como el “pensamiento de Belial”: el pecado de presunción. El saber hacer el bien y no hacerlo es pecado (Santiago 4:17), que es el pecado de omisión, la apatía y la pereza.

Jesús encontró un manojo de cuerdas, utilizado para amarrar las ovejas, y las ató como un pequeño látigo. Entonces el Hijo de Dios, con autoridad divina y con fuego centelleante en sus ojos, exclamó como trompeta:
"Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado" (Juan 2:16). "Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada más vosotros la habéis hecho cueva de ladrones" (Mateo 21:13).

Entonces avanzó de un quiosco a otro, soltando a los animales y volcando las mesas de los cambistas.

Los vendedores de animales huyeron del atrio del templo sin mirar hacia atrás, dándose cuenta que estaban ante la presencia de la Omnipotencia.
Más que nada, Jesús deseaba que la gente supiera y entendiera el amor y la santidad de su Padre celestial. Por eso se sintió desconsolado al ver el templo convertido en un mercado.

Muchos años antes, el Profeta Daniel había predicho que en otra ocasión el templo de Dios sería contaminado, su verdad sería distorsionada y su pueblo oprimido. Y una vez más el Señor vendría a purificar su santuario. La mejor lealtad a Dios, “para no pecar contra ti” es la fidelidad y el servicio. Son virtudes que embellecen al alma y ennoblecen el corazón.

El cristiano leal a Dios y a su Palabra siempre tiene un cuerpo, un alma y un espíritu limpios y tranquilos y está dispuesto a ser útil. El mejor preservativo: “Tus dichos”: La palabra.

El que es una nueva criatura depende de la obra de Dios en su vida. Pablo insta a Timoteo a ser ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza (1 Timoteo 4:12).
La Palabra limpia nuestro camino (Salmos 119:9) y dirige nuestra conducta (Salmos 119:105).

Nuestro carácter es el resultado de nuestra conducta. Estamos edificando el templo de nuestro carácter. ¿Con qué materiales? La conducta es el espejo en el que cada cual muestra de cuerpo entero su imagen. Digámosle al Señor: Limpia el templo de mi vida, de mi hogar y de mi iglesia. 

“Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón, pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmos 139:23-24). 

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