Juan recibe el Apocalipsis de Hans Memling.
(griego: Ἀποκάλυψις Ἰωάννου [Apokálypsis Ioánnou], «Revelación de Juan») es el último Libro del Nuevo Testamento. También es conocido como el Apocalipsis de Jesucristo, por el título que al principio se da a este libro (Ἀποκάλυψις Ἰησοῦ Χριστοῦ [...]) y, en algunos círculos protestantes, simplemente como Revelación o Libro de las revelaciones. Por su género literario, es considerado por la mayoría de los eruditos el único libro del Nuevo Testamento de carácter exclusivamente profético. El Apocalipsis quizás sea el escrito más rico en símbolos de toda la Biblia. La cantidad de símbolos, eventos y procesos complica la tarea de interpretar la totalidad del texto y, como tal, ha sido objeto de numerosas investigaciones, interpretaciones y debate a lo largo de la historia.
El Origen del Apocalipsis
Mientras que el era un prisionero en la isla de Patmos, en la costa griega, el Apóstol Juan anotó (más de 1,900 años atrás) en el libro de Apocalipsis lo que ocurriría en el cercano futuro, en nuestro tiempo.
El titulo griego del libro, apokalupsis, quiere decir “revelación:—aparecer, surgir, presentarse, aclarado, manifestación, ser revelado, revelación” “una revelación de la verdad, instrucción acerca de cosas divinas nunca antes conocidas.” Algunos suponen que los símbolos usados en Apocalipsis son para oscurecer sus significados. Pero ¿Por qué dio por titulo Dios a este libro “para revelar,” si de verdad quiere decir “para esconder”?
El Apocalipsis o Revelación, comienza, “La Revelación de Jesucristo, que Dios [el Padre] le dio a El [Jesús], para enseñarle a Sus siervos [verdaderos Cristianos] las cosas que deben suceder pronto; y El la envió y la mostró por medio de Su ángel a Su siervo Juan” (Apocalipsis 1:1). Esta revelación se originó con Dios el Padre, que se la pasó a Jesucristo. Entonces Cristo a través de una visión, se la pasó a Juan. Lo que el escribió para nosotros fue “la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que el vió” (v. 2).
Juan fue trasladado adelante en el tiempo a lo que es descrito en el Capitulo 1, versículo 10 como el “Día del Señor.” o “Día del Eterno.” A el le fueron dado mensajes por Cristo con respecto a “…las cosas que son, y las cosas que han de ser después de estas” (Apocalipsis 1:19).
El Día del Señor es el tiempo al final de esta era cuando Dios va a intervenir en los asuntos de la humanidad y traer a su fin 6,000 años de desgobierno. Este día está descrito en diferentes lugares de la Biblia (Isaias 13:9; Jeremias 46:10; Joel 1:15; Sofonias 1:14-18; Malaquias 4:5; Lucas 21:34).
Apocalipsis; San Juan
El Origen del Apocalipsis
Mientras que el era un prisionero en la isla de Patmos, en la costa griega, el Apóstol Juan anotó (más de 1,900 años atrás) en el libro de Apocalipsis lo que ocurriría en el cercano futuro, en nuestro tiempo.
El titulo griego del libro, apokalupsis, quiere decir “revelación:—aparecer, surgir, presentarse, aclarado, manifestación, ser revelado, revelación” “una revelación de la verdad, instrucción acerca de cosas divinas nunca antes conocidas.” Algunos suponen que los símbolos usados en Apocalipsis son para oscurecer sus significados. Pero ¿Por qué dio por titulo Dios a este libro “para revelar,” si de verdad quiere decir “para esconder”?
El Apocalipsis o Revelación, comienza, “La Revelación de Jesucristo, que Dios [el Padre] le dio a El [Jesús], para enseñarle a Sus siervos [verdaderos Cristianos] las cosas que deben suceder pronto; y El la envió y la mostró por medio de Su ángel a Su siervo Juan” (Apocalipsis 1:1). Esta revelación se originó con Dios el Padre, que se la pasó a Jesucristo. Entonces Cristo a través de una visión, se la pasó a Juan. Lo que el escribió para nosotros fue “la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que el vió” (v. 2).
Juan fue trasladado adelante en el tiempo a lo que es descrito en el Capitulo 1, versículo 10 como el “Día del Señor.” o “Día del Eterno.” A el le fueron dado mensajes por Cristo con respecto a “…las cosas que son, y las cosas que han de ser después de estas” (Apocalipsis 1:19).
El Día del Señor es el tiempo al final de esta era cuando Dios va a intervenir en los asuntos de la humanidad y traer a su fin 6,000 años de desgobierno. Este día está descrito en diferentes lugares de la Biblia (Isaias 13:9; Jeremias 46:10; Joel 1:15; Sofonias 1:14-18; Malaquias 4:5; Lucas 21:34).
Capítulo 1º: Problemas literarios
El Apocalipsis es junto al cuarto evangelio y la primera carta de Juan, los escritos que son de una misma corriente, que puede definirse como <<tradición joánica>>. La fecha de edición del Apocalipsis debe situarse hacia el año 95, datación anterior a la edición final del cuarto evangelio y de las cartas.
I El género literario del Apocalipsis
Apocalipsis y profecía
Cuando hablamos del género literario del Apocalipsis nos referiremos en primer lugar a la significación del término Apocalipsis, cuya transcripción literal viene del sustantivo griego (cf. Ap 1, 1) que deriva de un verbo que significa: descubrir, levantar el velo que cubre una cosa y la oculta a las miradas. Para entenderlo mejor podemos usar el término <<revelación>> hecha por Dios a los hombres, de cosas ocultas que él solo conoce.
La profecía
Cuando queremos hablar del género apocalíptico debemos hacer primero referencia al género profético ya que de el deriva. Juan se presenta a sí mismo como profeta, en 6 ocasiones en el texto.
En el Antiguo Testamento, el profeta era el mensajero, el intérprete de la palabra divina, es el hombre enviado para recordar constantemente al pueblo santo sus obligaciones y las exigencias de la alianza. Para realizarlo puede ser favorecido con revelaciones especiales concernientes a un acontecimiento próximo, en el que prevé y anuncia anticipadamente los castigos que van a pesar sobre el pueblo de Dios. Una vez acaecida la catástrofe, anuncia perspectivas de restauración y de renacimiento religioso. Este anuncio del porvenir tiene por objeto favorecer la misión presente del profeta: recordar al pueblo santo sus obligaciones morales individuales o colectivas.
En el cristianismo primitivo, el profetismo conserva una importancia de primer orden cuya función principal fue explicar, a la luz del Espíritu, los oráculos de las Escrituras y así descubrir el misterio del plan divino.
El Apocalipsis
El elemento primordial en el apocalipsis está orientado hacia los misterios del porvenir. Los apocalipsis se desarrollaron en períodos de crisis, entonces se hacía urgente sostener la moral de los fieles explicándoles el sentimiento sobrenatural de la prueba que los afligía y prometiendo el fin miserable de los perseguidores para volver a una edad de oro.
Asistimos a una evolución literaria en la presentación del mensaje. En los orígenes, el profeta presenta sus revelaciones como visiones, esto hay que entenderlo en sentido de conocimiento o de previsión más que en sentido de visión real a la manera de percepción sensible o imaginativa. Se trata de hecho de un contacto místico con Dios.
Daniel es el último de los profetas y el primero de los videntes apocalípticos, a partir de este momento el objeto de la visión no es ya una cosa que sirve de soporte a una comparación analógica, sino toda una escena que se desarrolla y que simboliza la sucesión de los acontecimientos que está encargado de anunciar el profeta.
El simbolismo
Entendemos por simbolismo la propiedad que tienen las cosas materiales de evocar, natural o convencionalmente, realidades no materiales o ideas abstractas. En una visión apocalíptica, los detalles concretos adquieren valor simbólico y son una enseñanza. Juan usará una serie de símbolos de los cuales algunos darán su equivalencia y otros supondrá que el lector los sabe. Los colores y los números también tienen un valor simbólico.
El vidente traduce en símbolos las ideas que Dios le sugiere. Su objetivo no es ya describir una visión coherente, es pues necesario entrar en su juego y su incoherencia. Sería un error preguntarse cómo pueden diez cuernos repartirse en siete cabezas, hay que traducir intelectualmente los símbolos sin detenerse en particularidades.
El Apocalipsis y el Antiguo Testamento: Los préstamos del Antiguo Testamento.
Los Apocalipsis apócrifos, para autentificar su mensaje se ponían bajo el patrocinio de una figura del Antiguo Testamento. Juan, por el contrario, reproduce los temas y las expresiones bíblicas tradicionales. Escribe de una manera sistemática.
La originalidad del Apocalipsis
El autor del Apocalipsis cuando quiere reproducir los temas antiguos le da una impronta de sobriedad, sencillez y hasta de poesía. Juan es sencillamente un vidente, es un hombre poseído por el Espíritu.
Juan es una persona que conoce muy bien la Biblia, por ello cuando quiere expresar una idea se nota en su expresión un toque de profetismo tradicional. Quiere, aun así, mantener la línea de los profetas del Nuevo Testamento que tenían como misión explicar las profecías antiguas en función de las coyunturas presentes.
II La composición literaria
Nos encontramos ante la dificultad de asignar un plan lógico y coherente al conjunto de las visiones del Apocalipsis. Se repiten las visiones, encontramos dos visiones que se siguen sin nexo lógico y se producen contradicciones entre ellas.
La hipótesis de fuentes distintas
Para tratar de explicar estas anomalías se han planteado las hipótesis de que se haya usado más de una fuente para escribir el texto. Hay muchas teorías de cuales pueden ser los textos tomados.
La investigación de los procedimientos de composición
Swete y Allo hablan de una unidad literaria del conjunto del libro, que se ve reflejado en su lengua, con sus solecismos y semitismos, y en sus procedimientos de composición literaria. Habría que hablar, por tanto, de temas de inspiración más que de fuentes distintas.
En el caso de los tropiezos y repeticiones que aparecen en el texto, deberemos atribuirlo a la composición adoptada por Juan. Notamos la presencia de septenarios, lo que ha hecho pensar que la obra pudiera estar construida con referencia a la cifra siete. Cada septenario va precedido de una sección preparatoria que la acompaña.
Vuelta a la hipótesis de las fuentes
En el caso de admitir diferentes documentos reunidos por un redactor último, no hay inconveniente en que este quisiera disponer según leyes definidas del material que utilizaba. Surgen dificultades literarias para reforzar la teoría de Allo: hay un desorden al final (22:6-21), hay dos descripciones de la Jerusalén futura.
Charles y Gächter, renuncian a la hipótesis de documentos diferentes y proponen que el libro es de un mismo autor (unidad literaria), pero como Juan habría muerto antes de acabar su obra esta habría sido acabada por un discípulo, el cual habría trastocado los tres últimos capítulos por eso se encuentran tan desordenados. Pero con esta hipótesis no se resuelven la totalidad de problemas del Apocalipsis, por lo que muchos vuelven a cuestionar la unidad literaria de la obra.
El problema de las <<cartas a las siete iglesias>>
El problema de los duplicados
Esta sección se distingue tanto por el estilo como por su contenido moralizante. Es considerada una unidad literaria distinta e indicio literario que hacen ver el carácter adicional de estas cartas. Los vv. 11 al 18 del capítulo 1 están marcados por la repetición por lo que habrían sido añadidos al mismo tiempo que las cartas y como preparación a estas.
El Apocalipsis ofrece numeroso duplicados, explicado según Allo con la teoría de la ley de las ondulaciones: “Una visión esquemática que contiene toda la revelación contemplada, se explicita luego en divisiones más amplias que ella, idénticas a la primera en cuanto al fondo, pero aportando una nueva precisión y claridad”. Vamos a ver el duplicado constituido por la visión de la bestia, en los capítulos 13 y 17:
El Apocalipsis es junto al cuarto evangelio y la primera carta de Juan, los escritos que son de una misma corriente, que puede definirse como <<tradición joánica>>. La fecha de edición del Apocalipsis debe situarse hacia el año 95, datación anterior a la edición final del cuarto evangelio y de las cartas.
I El género literario del Apocalipsis
Apocalipsis y profecía
Cuando hablamos del género literario del Apocalipsis nos referiremos en primer lugar a la significación del término Apocalipsis, cuya transcripción literal viene del sustantivo griego (cf. Ap 1, 1) que deriva de un verbo que significa: descubrir, levantar el velo que cubre una cosa y la oculta a las miradas. Para entenderlo mejor podemos usar el término <<revelación>> hecha por Dios a los hombres, de cosas ocultas que él solo conoce.
La profecía
Cuando queremos hablar del género apocalíptico debemos hacer primero referencia al género profético ya que de el deriva. Juan se presenta a sí mismo como profeta, en 6 ocasiones en el texto.
En el Antiguo Testamento, el profeta era el mensajero, el intérprete de la palabra divina, es el hombre enviado para recordar constantemente al pueblo santo sus obligaciones y las exigencias de la alianza. Para realizarlo puede ser favorecido con revelaciones especiales concernientes a un acontecimiento próximo, en el que prevé y anuncia anticipadamente los castigos que van a pesar sobre el pueblo de Dios. Una vez acaecida la catástrofe, anuncia perspectivas de restauración y de renacimiento religioso. Este anuncio del porvenir tiene por objeto favorecer la misión presente del profeta: recordar al pueblo santo sus obligaciones morales individuales o colectivas.
En el cristianismo primitivo, el profetismo conserva una importancia de primer orden cuya función principal fue explicar, a la luz del Espíritu, los oráculos de las Escrituras y así descubrir el misterio del plan divino.
El Apocalipsis
El elemento primordial en el apocalipsis está orientado hacia los misterios del porvenir. Los apocalipsis se desarrollaron en períodos de crisis, entonces se hacía urgente sostener la moral de los fieles explicándoles el sentimiento sobrenatural de la prueba que los afligía y prometiendo el fin miserable de los perseguidores para volver a una edad de oro.
Asistimos a una evolución literaria en la presentación del mensaje. En los orígenes, el profeta presenta sus revelaciones como visiones, esto hay que entenderlo en sentido de conocimiento o de previsión más que en sentido de visión real a la manera de percepción sensible o imaginativa. Se trata de hecho de un contacto místico con Dios.
Daniel es el último de los profetas y el primero de los videntes apocalípticos, a partir de este momento el objeto de la visión no es ya una cosa que sirve de soporte a una comparación analógica, sino toda una escena que se desarrolla y que simboliza la sucesión de los acontecimientos que está encargado de anunciar el profeta.
El simbolismo
Entendemos por simbolismo la propiedad que tienen las cosas materiales de evocar, natural o convencionalmente, realidades no materiales o ideas abstractas. En una visión apocalíptica, los detalles concretos adquieren valor simbólico y son una enseñanza. Juan usará una serie de símbolos de los cuales algunos darán su equivalencia y otros supondrá que el lector los sabe. Los colores y los números también tienen un valor simbólico.
El vidente traduce en símbolos las ideas que Dios le sugiere. Su objetivo no es ya describir una visión coherente, es pues necesario entrar en su juego y su incoherencia. Sería un error preguntarse cómo pueden diez cuernos repartirse en siete cabezas, hay que traducir intelectualmente los símbolos sin detenerse en particularidades.
El Apocalipsis y el Antiguo Testamento: Los préstamos del Antiguo Testamento.
Esta no es la única fuente del simbolismo de Juan, ni su principal, a no ser que se quieran englobar en ellas las visiones de: Ezequiel, Zacarías y Daniel. En las últimas profecías del Antiguo Testamento, se puede hallar el origen de los más importantes símbolos joánicos.
Los Apocalipsis apócrifos, para autentificar su mensaje se ponían bajo el patrocinio de una figura del Antiguo Testamento. Juan, por el contrario, reproduce los temas y las expresiones bíblicas tradicionales. Escribe de una manera sistemática.
La originalidad del Apocalipsis
El autor del Apocalipsis cuando quiere reproducir los temas antiguos le da una impronta de sobriedad, sencillez y hasta de poesía. Juan es sencillamente un vidente, es un hombre poseído por el Espíritu.
Juan es una persona que conoce muy bien la Biblia, por ello cuando quiere expresar una idea se nota en su expresión un toque de profetismo tradicional. Quiere, aun así, mantener la línea de los profetas del Nuevo Testamento que tenían como misión explicar las profecías antiguas en función de las coyunturas presentes.
La hipótesis de fuentes distintas
Para tratar de explicar estas anomalías se han planteado las hipótesis de que se haya usado más de una fuente para escribir el texto. Hay muchas teorías de cuales pueden ser los textos tomados.
La investigación de los procedimientos de composición
Swete y Allo hablan de una unidad literaria del conjunto del libro, que se ve reflejado en su lengua, con sus solecismos y semitismos, y en sus procedimientos de composición literaria. Habría que hablar, por tanto, de temas de inspiración más que de fuentes distintas.
En el caso de los tropiezos y repeticiones que aparecen en el texto, deberemos atribuirlo a la composición adoptada por Juan. Notamos la presencia de septenarios, lo que ha hecho pensar que la obra pudiera estar construida con referencia a la cifra siete. Cada septenario va precedido de una sección preparatoria que la acompaña.
Vuelta a la hipótesis de las fuentes
En el caso de admitir diferentes documentos reunidos por un redactor último, no hay inconveniente en que este quisiera disponer según leyes definidas del material que utilizaba. Surgen dificultades literarias para reforzar la teoría de Allo: hay un desorden al final (22:6-21), hay dos descripciones de la Jerusalén futura.
Charles y Gächter, renuncian a la hipótesis de documentos diferentes y proponen que el libro es de un mismo autor (unidad literaria), pero como Juan habría muerto antes de acabar su obra esta habría sido acabada por un discípulo, el cual habría trastocado los tres últimos capítulos por eso se encuentran tan desordenados. Pero con esta hipótesis no se resuelven la totalidad de problemas del Apocalipsis, por lo que muchos vuelven a cuestionar la unidad literaria de la obra.
El problema de las <<cartas a las siete iglesias>>
Esta sección se distingue por su estilo peculiar y por su contenido moralizante. Por estas características se ve como una unidad literaria distinta. Hay un indicio literario que remarca su carácter adicional de las cartas y es que los versículos del 11 al 18 del capítulo 1 son una inserción marcada por la <<repetición>>, este texto sería como la preparación a las cartas.
El problema de los duplicados
Esta sección se distingue tanto por el estilo como por su contenido moralizante. Es considerada una unidad literaria distinta e indicio literario que hacen ver el carácter adicional de estas cartas. Los vv. 11 al 18 del capítulo 1 están marcados por la repetición por lo que habrían sido añadidos al mismo tiempo que las cartas y como preparación a estas.
El Apocalipsis ofrece numeroso duplicados, explicado según Allo con la teoría de la ley de las ondulaciones: “Una visión esquemática que contiene toda la revelación contemplada, se explicita luego en divisiones más amplias que ella, idénticas a la primera en cuanto al fondo, pero aportando una nueva precisión y claridad”. Vamos a ver el duplicado constituido por la visión de la bestia, en los capítulos 13 y 17:
Semejanzas
| |
Capítulo 13
|
Capítulo 17
|
diez cuernos y siete cabezas
|
siete cabezas y diez cuernos
|
nombres blasfemos
|
nombres blasfemos
|
llena de admiración
|
se llenarán de admiración
|
los hombres de la tierra, cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida
|
los habitantes de la tierra, cuyo nombre no está escrito en el libro de la vida
|
desde la creación del mundo
|
desde la creación del mundo
|
Sin embargo hay también diferencias:
2 En el texto del capítulo 13 parece que la bestia iba a perecer porque una de sus cabezas había sido herida de muerte, mientras que en el otro texto no dice nada.
De todos modos, hay unanimidad sobre la interpretación general:
La bestia simboliza al imperio romano (a Nerón), las cabezas a los emperadores.
Los dos textos tratan de la <<resurrección>> de la bestia.
Hay una doble explicación simbólica de las siete cabezas:
La primera, compara las siete cabezas con siete colinas por lo que habla de Roma.
La segunda, se pregunta ¿cómo puede existir una de las cabezas (v. 10: cinco han pasado, una es, la otra no ha venido), si la bestia no existe?
En conclusión parece tratarse de dos variaciones diferentes de un solo y mismo tema, de dos tradiciones diferentes. Pero vemos que son dos tradiciones paralelas y que además la interpretación simbólica de la primera ha sido desplazada y unida a la de la segunda, prescindiendo de toda lógica.
Conclusión
Con los duplicados del Apocalipsis, sería posible reconstruir dos textos primitivos escritos en fechas diferentes y fundidos más tarde en un solo texto por una mano diferente.
Estudios recientes
H. Stierlin, ve que sería indicado hablar de <triplicados>, ya que nota tres títulos y tres conclusiones. Para F. Rousseau, el Apocalipsis sería el resultado de una compleja evolución realizada en 5 etapas. Mientras que para H. Kraft sería el resultado de una evolución larga, por adiciones sucesivas de elementos diversos, partiendo de un núcleo primitivo (la visión de lo siete sellos) y terminar con la descripción del fin de los tiempos.
H. Stierlin, ve que sería indicado hablar de <triplicados>, ya que nota tres títulos y tres conclusiones. Para F. Rousseau, el Apocalipsis sería el resultado de una compleja evolución realizada en 5 etapas. Mientras que para H. Kraft sería el resultado de una evolución larga, por adiciones sucesivas de elementos diversos, partiendo de un núcleo primitivo (la visión de lo siete sellos) y terminar con la descripción del fin de los tiempos.
Capítulo 2º: El mensaje y las enseñanzas del Apocalipsis
I El mensaje del libro
Las diversas interpretaciones
Debemos en este punto preguntarnos por cual es el mensaje que el vidente tenía que transmitir al mundo. Hay respuestas muy diversas, unos opinan que es solo interpretación espiritual, mientras que otros (la mayoría) creen que hay hechos históricos. En la Edad Media se interpreto las diversas visiones como las etapas principales de la vida de la Iglesia. En el siglo XX, se pensó que hacía alusión a los acontecimientos políticos contemporáneos de Jesús, con un marcado color escatológico creído así por la creencia próxima del fin del mundo.
Autores como Swete, Allo y Bonsirven, estiman que hay que retener del Apocalipsis un espíritu.
Ensayo de explicación: designio del autor
El distinto objetivo de las dos partes:
1ª parte ! Las cartas a las siete iglesias (1-3)
En esta primera parte se hace varias veces alusión a la nueva venida de Cristo y a las recompensas escatológicas, pero lo esencial de esta parte está constituido por amonestaciones concernientes a la vida moral de las iglesia y a la necesidad de guardar el depósito de la fe. Estamos ante un género propiamente profético que pretende despertar el fervor religioso de los fieles.
Autores como Swete, Allo y Bonsirven, estiman que hay que retener del Apocalipsis un espíritu.
Ensayo de explicación: designio del autor
El distinto objetivo de las dos partes:
1ª parte ! Las cartas a las siete iglesias (1-3)
En esta primera parte se hace varias veces alusión a la nueva venida de Cristo y a las recompensas escatológicas, pero lo esencial de esta parte está constituido por amonestaciones concernientes a la vida moral de las iglesia y a la necesidad de guardar el depósito de la fe. Estamos ante un género propiamente profético que pretende despertar el fervor religioso de los fieles.
2ª parte ! Abarca el resto del Apocalipsis (4-21)
En esta parte no se hallan apenas preceptos morales y las visiones se hallan sin interrupción. Se habla del cumplimiento del <misterio> de Dios. Este si que es un género propio de los Apocalipsis. Se escribe en un periodo grave de crisis, de persecución religiosa. Se trata de mártires, que llevan palmas y de la persecución.
El Apocalipsis joánico fue escrito con referencia a una situación histórica muy concreta, para responder a una crisis de conciencia de los primeros cristianos. El vidente ante esta situación trágica quiere que los fieles tengan confianza.
El mensaje apocalíptico, es un mensaje de esperanza: aun en medio de las peores dificultades, los cristianos deben conservar su confianza en la omnipotencia de Dios, que ha prometido salvar a su pueblo de todo mal.
II La enseñanza escatológica
Observaciones generales
Es difícil determinar el alcance exacto de la enseñanza escatológica del Apocalipsis. Veamos como ejemplo Apocalipsis 6:12-17: “12 Cuando el cordero abrió el sexto sello, se produjo un terremoto violento, el sol se oscureció como un tejido de crin, la luna se hizo toda como de sangre,13 y las estrellas del cielo se cayeron sobre la tierra, como una higuera deja caer sus higos verdes sacudida por un viento fuerte; 14 el cielo desapareció como un volumen que se enrolla, y todas las montañas y todas las islas fueron removidas de su sitio. 15 Los reyes de la tierra, los príncipes, los generales, los ricos, los poderosos, todos los hombres, esclavos y libres, se escondieron en las cavernas y en las rocas de las montañas. 16 Y decían a las montañas y a las rocas: Caed sobre nosotros y ocultadnos lejos de la cara del que está sentado en el trono y de la ira del cordero; 17 porque ha llegado el gran día de su ira, y ¿quién podrá resistir?” Este texto presenta una descripción del llamado <<fin del mundo>>, pero no debe tomarse a la letra la descripción del trastorno cósmico. No hay que hacer una interpretación literal del Apocalipsis.
En el texto de 6, 12-17, se ve lo denominado como <<signos cósmicos>> que son una expresión mediante imágenes tradicional en el profetismo. Sería un grave error servirse de este texto como argumento para afirmar que el <<el fin del mundo>> tendrá lugar en forma de catástrofe cósmica: el momento final sigue oculto en el misterio.
La cuestión del milenarismo
La creencia milenarista en la Iglesia
Esta es una cuestión compleja. El texto nos dice que Satán es arrojado al abismo, donde debe permanecer encadenado por espacio de mil años (20, 1-3), luego los mártires vuelven a la vida y reinan con Cristo durante estos mil años (20, 4).
En los primeros siglos del cristianismo algunos padres interpretaron estas visiones en el sentido más estricto. El milenarismo fue sostenido entre otros por: Papías, Justino, Ireneo, Tertuliano, Hipólito, Metodio de Olimpo, Apolinar de Laodicea, entre otros. En la edad media, Joaquín de Fiore también fue partidario de este pensamiento. Durante la segunda guerra mundial la tesis milenarista gozó de un cierto favor entre los católicos, pero un decreto del Santo Oficio declara que: “no puede enseñarse (esta doctrina) sin peligro”.
¿Cómo interpretar el <<milenio>> de Apocalipsis 20, 1-10?
Siguiendo a Agustín, muchos aceptan una explicación espiritualista, basada en Jn 5, 24-29. En este pasaje Juan distingue una doble resurrección:
Espiritual: En la que el hombre recibe y escucha la palabra de Dios.
Corporal: Que acontecerá al fin de los tiempos, en la que los muertos saldrán vivos de sus sepulcros.
En Apocalipsis 20, 4-5, se habla de la <<primera resurrección>> en sentido espiritual y la lograrán todos los que se mantengan adictos a la doctrina de Cristo. El <<reino de los mil años>> es la fase terrestre de la vida de la Iglesia, que abarca desde Pentecostés hasta el fin de los tiempos. La <<segunda resurrección>> (Apocalipsis 20, 12-13) sería la del cuerpo, pero no sólo esa sino la del hombre entero considerando toda su unidad psicosomática.
¿Habría, por tanto, que interpretar Apocalipsis 20, 4-5 en un sentido puramente simbólico?
Esta <<primera resurrección>> debe simbolizar la renovación de la Iglesia después de las persecuciones sangrientas. El <<reino de los mil años>> sería la fase terrestre de la Iglesia, desde el cese de las persecuciones fomentadas por Roma hasta el fin de los tiempos.
Debemos separar el texto de Apocalipsis 20, 1-15 de lo que le precede (Apocalipsis 19, 11-15), porque sino se cambia el sentido del texto y es preciso evitar todo concordismo en la interpretación del texto.
Los datos ciertos
Lugar de la escatología en el mensaje
Dios nos promete un mundo <<nuevo>> en el que seremos perfectamente felices porque el mal habrá desaparecido. En este mundo <<nuevo>>, habitará Dios de manera especial en medio de su pueblo, compuesto por justos (Apocalipsis 21, 1-8). Antes de este reino escatológico, los muertos resucitarán para ser juzgados (Apocalipsis 20, 11-15). Estos dos signos irán precedidos de una prueba terrible, comparable sólo a la persecución que la Iglesia hubo de sufrir los primeros siglos de su historia (Apocalipsis 20, 7-11).
El valor actual del libro
Es difícil admitir que el vidente del Apocalipsis quisiera abarcar el desarrollo total de la vida de la Iglesia. Se interesa principalmente de dos periodos, en los que está sometida al asalto de Satán:
-La persecución romana.
-La consumación escatológica.
Satán es el gran adversario, pero durante el reinado de mil años estará ligado y arrojado al abismo, de modo que no puede seducir a las naciones durante este lapso de tiempo (Apocalipsis 20, 1-5). Por lo que hay un periodo de paz y de tranquilidad relativa.
Debemos notar 3 cosas:
-Aunque el Apocalipsis no contuviera más que la enseñanza sobre los últimos tiempos, su valor no sería menos actual.
-Juan esquematizó en exceso las cosas restringiendo la acción de Satán a los dos periodos extremos de la vida de la Iglesia. Tampoco nos dice con precisión cómo se realizará el combate escatológico.
-Las promesas de Dios sobre la protección de su Iglesia, siguen vigentes en todos los tiempos.
Por tanto, podemos concluir que el mensaje del Apocalipsis es un mensaje de esperanza que tiene aplicación a todos los tiempos; es un <<evangelio eterno>> (Apocalipsis 14, 6).
III La enseñanza teológica
La enseñanza sobre Dios
Dios y Padre
El Apocalipsis empieza con una fórmula trinitaria: Gracia y paz a vosotros de parte de aquel que es, que era y que ha de venir, y de parte de los siete espíritus presentes delante del trono y de parte de Jesucristo, el testigo fidedigno…
En el capítulo 13 describe a los enemigos como caricatura de la Trinidad:
El Apocalipsis empieza con una fórmula trinitaria: Gracia y paz a vosotros de parte de aquel que es, que era y que ha de venir, y de parte de los siete espíritus presentes delante del trono y de parte de Jesucristo, el testigo fidedigno…
En el capítulo 13 describe a los enemigos como caricatura de la Trinidad:
El dragón = a Dios Padre.
La primera bestia = es una caricatura de la resurrección de Cristo.
La segunda bestia = el Espíritu Santo.
Dios es presentado como el Padre de Cristo en gloria, pero es ante todo el Dios de majestad y de poder. Dios es el ser por excelencia, es el principio y el fin de todas las cosas, el Señor absoluto del universo. El poder absoluto de Dios sobre todo el universo garantiza el mensaje de esperanza que el autor del Apocalipsis tiene encargo de transmitir a los hombres.
Cristo y el Espíritu Santo
Cristo aparece como el Juez enviado por Dios para desahogar su ira contra los enemigos de su pueblo. Es también el Rey mesías, la Palabra misteriosa que había bajado del cielo. A él le entrega Dios el libro sellado con los siete sellos, que contiene los decretos exterminadores contra las naciones paganas perseguidoras de los fieles de Dios.
A Cristo se le ha dado también los rasgos:
Comparte el trono de Dios (22:3).
Recibe la adoración del mundo entero (5:12-14).
Da a los hombres la gracia y la paz (1:4-5).
La primera bestia = es una caricatura de la resurrección de Cristo.
La segunda bestia = el Espíritu Santo.
Dios es presentado como el Padre de Cristo en gloria, pero es ante todo el Dios de majestad y de poder. Dios es el ser por excelencia, es el principio y el fin de todas las cosas, el Señor absoluto del universo. El poder absoluto de Dios sobre todo el universo garantiza el mensaje de esperanza que el autor del Apocalipsis tiene encargo de transmitir a los hombres.
Cristo y el Espíritu Santo
Cristo aparece como el Juez enviado por Dios para desahogar su ira contra los enemigos de su pueblo. Es también el Rey mesías, la Palabra misteriosa que había bajado del cielo. A él le entrega Dios el libro sellado con los siete sellos, que contiene los decretos exterminadores contra las naciones paganas perseguidoras de los fieles de Dios.
A Cristo se le ha dado también los rasgos:
Comparte el trono de Dios (22:3).
Recibe la adoración del mundo entero (5:12-14).
Da a los hombres la gracia y la paz (1:4-5).
Es el cordero muerto y resucitado, el nuevo cordero pascual (5:6).
La teología del Espíritu Santo permanece bastante embrionaria. En tres ocasiones se habla de los siete espíritus que están delante del trono de Dios, pero sin determinar los exegetas si se trata del Espíritu Santo septiforme o de siete ángeles. El Espíritu aparece también conforme a la tradición veterotestamentaria, como el espíritu de profecía.
Satán y el misterio del mal
A satán se le describe como:
Un dragón de siete cabezas y diez cuernos (12:3).
La serpiente que sedujo a la mujer en el paraíso (12:9).
El adversario de Dios y de su reino (13:15).
Es el continuador de la obra maléfica de seducción suscitando a dos bestias:
El imperio romano.
El sacerdocio pagano.
Dios es más fuerte que el poder del mal, y esto es lo que funda la esperanza de los fieles. El mismo género literario del libro implica el recurso sistemático al lenguaje simbólico para evocar el poder del mal y sus obras.
La Iglesia en el Apocalipsis
Del pueblo de Dios a la esposa del Cordero
La Iglesia es el centro de interés del libro. Es el objetivo de la lucha entablada por satán contra Dios. La antigua alianza hizo de Israel la prometida, la nueva alianza hace de la Iglesia la prometida de Cristo, cuyo papel primordial es alabar a Dios y servirle.
La mujer del capítulo 12
Esta es una interpretación muy discutida. ¿Representa al pueblo de Dios, o a María? Veamos una serie de observaciones para plantear el problema. El niño engendrado representa al Mesías. Quizá haya que ver una alusión no ya al nacimiento terrestre del Mesías, sino al parto doloroso en que se engendra al nuevo pueblo de Dios. Algunos rasgos de la descripción se aplican al pueblo de Dios y no a María. La mujer simboliza en sentido primario al pueblo de Dios que engendra al Mesías y al pueblo mesiánico.
En sentido secundario ¿la mujer simboliza también a María? Habría que probar que el autor del Apocalipsis quiso dar una importancia especial a María en cuanto madre personal de Cristo. Más serio es pensar que la mujer del Apocalipsis está descrita con referencia a Eva, que fue tentada por Satán, la <<antigua serpiente>>.
Los argumentos que se hacen valer en este sentido no son suficientes para imponer la convicción.
El problema del autor
Datos tradicionales
¿Quién es el autor? Él mismo nos ha transmitido su nombre: Juan. Él mismo se califica de <<profeta>>. Hasta el siglo III no se puso en duda la autoría del Apocalipsis por el apóstol Juan.
En el siglo III, aparecen los primeros ataques, el sacerdote Cayo atribuía la obra al hereje Cerinto. S. Dionisio de Alejandría fundándose en análisis literarios y teológicos, ponía en duda el origen apostólico del Apocalipsis, aunque sin negar su canonicidad.
De una forma más radical, la tradición oriental, en el siglo IV, rechazó la canonicidad del escrito. La versión siríaca clásica, la Peshitta no la incluye; pero en el siglo IV fue ya incluida en la versión de Filomeno de Mabbug.
El Apocalipsis y el cuarto evangelio
¿Quién es el autor? Él mismo nos ha transmitido su nombre: Juan. Él mismo se califica de <<profeta>>. Hasta el siglo III no se puso en duda la autoría del Apocalipsis por el apóstol Juan.
En el siglo III, aparecen los primeros ataques, el sacerdote Cayo atribuía la obra al hereje Cerinto. S. Dionisio de Alejandría fundándose en análisis literarios y teológicos, ponía en duda el origen apostólico del Apocalipsis, aunque sin negar su canonicidad.
De una forma más radical, la tradición oriental, en el siglo IV, rechazó la canonicidad del escrito. La versión siríaca clásica, la Peshitta no la incluye; pero en el siglo IV fue ya incluida en la versión de Filomeno de Mabbug.
El Apocalipsis y el cuarto evangelio
La Reforma protestante volvió a discutirse de nuevo el problema de la canonicidad, resuelto en sentido positivo por el concilio de Trento. Hay que reconocer que la atribución del Apocalipsis al mismo Juan presenta serias dificultades. Veremos ahora sus semejanzas y diferencias:
Semejanzas:
Afinidades lingüísticas y doctrinales.
Ambos emanan del mismo medio.
Gusto por la alegoría y el simbolismo.
Emplean las mismas comparaciones: el agua viva, el pastor, etc.
Usan temas comunes: el testimonio, Cristo, el Verbo de Dios.
Diferencias:
El vocabulario y el estilo.
La teología.
Faltan en el Apocalipsis palabras claves: luz, verdad, amor, etc.
En los dos escritos se designa a Cristo como Cordero, y se utilizan dos términos griegos distintos: ἀρήν, nombre masculino, Joven oveja, y ἀμνός, o αρνιον [arnion]. (Sustantivo neutro). Cordero, carnero u oveja. (Originalmente, un diminutivo de αρην, αρνος [arên, arnos], cordero, carnero, oveja). El primero en el cuarto evangelio y el segundo en el Apocalipsis. La doctrina del Espíritu Santo aparece apenas esbozada en el Apocalipsis.
La concepción de la escatología es diferente por ambas partes. En el Apocalipsis la expectativa del retorno de Cristo; el Hijo del hombre es el Cristo glorioso que vuelve al final de los tiempos para ejecutar su juicio contra los impíos. En el evangelio y en las epístolas, Cristo ha vuelto ya ha venir habitando en el corazón de los fieles; el Hijo del hombre es Cristo exaltado por la resurrección que ha agrupado a los elegidos.
Dificultad de una solución positiva
Se plantea el siguiente dilema: para mantener la autenticidad joánica del cuarto evangelio, habrá que atribuir la autoría del Apocalipsis a un discípulo del apóstol; mientras que para mantener la autenticidad joánica del Apocalipsis habría que decir que el evangelio fue redactado por un discípulo del apóstol o un grupo de discípulos. En el cuarto evangelio la crítica actual se orienta hacia la hipótesis de una escuela joánica implantada en Éfeso después del 70 d. C., y muy viva a fines del siglo I.
La fecha del libro
La tradición cristiana antigua no es unánime. Ireneo dice que el libro habría sido compuesto hacia fines del reinado de Domiciano; lo mismo opinan: Eusebio de Cesarea, Jerónimo y Victorino de Pettau. Sin embargo, Epifanio (siglo IV) prefería el tiempo de Claudio. Si por el contrario, se admite que el autor utilizó fuentes diferentes como El canon de Muratori y los Hechos apócrifos de Juan son de la opinión de que la obra se compuso en tiempo de Nerón, siendo de la misma opinión Tertuliano, o que él mismo redactó diversos Apocalipsis, entonces los estratos más antiguos del libro podrían remontar hasta los tiempos de Nerón. Si se sostiene la unidad de la redacción, la fecha de edición del Apocalipsis habría que situarla más bien por una fecha tardía, a finales del reinado de Domiciano (hacia el año 95 d. C.), datación anterior a la edición final del cuarto evangelio y de las cartas.
Algunos exegetas, entre los que destacan Touilleux, Gelin y Feuillet, distinguen dos fechas:
La de publicación: Fines de Domiciano.
Una fecha anterior: Que rige la perspectiva de las visiones, época de Vespasiano.
Esta datación anterior permite explicar en parte las repeticiones aparentes sin poner en tela de juicio la unidad literaria del libro. Los críticos distinguen varios estratos redaccionales, la composición de éstos podría escalonarse en las últimas décadas del siglo I, del reinado de Nerón al de Domiciano. Éste es todavía un problema pendiente de estudio.
Continua en El Apocalipsis II: La Revelación de Jesucristo
La teología.
Faltan en el Apocalipsis palabras claves: luz, verdad, amor, etc.
En los dos escritos se designa a Cristo como Cordero, y se utilizan dos términos griegos distintos: ἀρήν, nombre masculino, Joven oveja, y ἀμνός, o αρνιον [arnion]. (Sustantivo neutro). Cordero, carnero u oveja. (Originalmente, un diminutivo de αρην, αρνος [arên, arnos], cordero, carnero, oveja). El primero en el cuarto evangelio y el segundo en el Apocalipsis. La doctrina del Espíritu Santo aparece apenas esbozada en el Apocalipsis.
La concepción de la escatología es diferente por ambas partes. En el Apocalipsis la expectativa del retorno de Cristo; el Hijo del hombre es el Cristo glorioso que vuelve al final de los tiempos para ejecutar su juicio contra los impíos. En el evangelio y en las epístolas, Cristo ha vuelto ya ha venir habitando en el corazón de los fieles; el Hijo del hombre es Cristo exaltado por la resurrección que ha agrupado a los elegidos.
Dificultad de una solución positiva
Se plantea el siguiente dilema: para mantener la autenticidad joánica del cuarto evangelio, habrá que atribuir la autoría del Apocalipsis a un discípulo del apóstol; mientras que para mantener la autenticidad joánica del Apocalipsis habría que decir que el evangelio fue redactado por un discípulo del apóstol o un grupo de discípulos. En el cuarto evangelio la crítica actual se orienta hacia la hipótesis de una escuela joánica implantada en Éfeso después del 70 d. C., y muy viva a fines del siglo I.
La fecha del libro
La tradición cristiana antigua no es unánime. Ireneo dice que el libro habría sido compuesto hacia fines del reinado de Domiciano; lo mismo opinan: Eusebio de Cesarea, Jerónimo y Victorino de Pettau. Sin embargo, Epifanio (siglo IV) prefería el tiempo de Claudio. Si por el contrario, se admite que el autor utilizó fuentes diferentes como El canon de Muratori y los Hechos apócrifos de Juan son de la opinión de que la obra se compuso en tiempo de Nerón, siendo de la misma opinión Tertuliano, o que él mismo redactó diversos Apocalipsis, entonces los estratos más antiguos del libro podrían remontar hasta los tiempos de Nerón. Si se sostiene la unidad de la redacción, la fecha de edición del Apocalipsis habría que situarla más bien por una fecha tardía, a finales del reinado de Domiciano (hacia el año 95 d. C.), datación anterior a la edición final del cuarto evangelio y de las cartas.
Algunos exegetas, entre los que destacan Touilleux, Gelin y Feuillet, distinguen dos fechas:
La de publicación: Fines de Domiciano.
Una fecha anterior: Que rige la perspectiva de las visiones, época de Vespasiano.
Esta datación anterior permite explicar en parte las repeticiones aparentes sin poner en tela de juicio la unidad literaria del libro. Los críticos distinguen varios estratos redaccionales, la composición de éstos podría escalonarse en las últimas décadas del siglo I, del reinado de Nerón al de Domiciano. Éste es todavía un problema pendiente de estudio.
Comentarios por Capítulos
Visión 1: (Capítulos 1 al 3).
Introducción y Cartas a las Iglesias
Visión de Cristo Rey. Éste dicta a Juan siete cartas a cada uno de los siete ángeles de "las siete iglesias", que algunos interpretan como los siete períodos de la Iglesia. Los nombres son: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea. Al ángel de la iglesia de Tiatira le previene contra Jezabel, profetisa que enseña a fornicar. Este personaje, reina de Israel en el siglo IX a. C., pero de origen pagano, se ha llegado a convertir en el símbolo de la mujer malvada, que rinde culto a los falsos dioses (costumbres que practican también los nicolaítas en Éfeso y Pérgamo). La peculiar interpretación de cada período hace que hoy nos encontremos en el séptimo, el de la Iglesia tibia (Laodicea). desde 1962 (Concilio Vaticano II). Entre las curiosidades, las llaves de la muerte y del infierno, que guarda Jesús en persona. tras derrotar a satanás y su reino de la muerte.
Desde el capítulo 4 hasta el 11 El Cordero, los Siete Sellos y Trompetas, asistimos a las visiones que anuncian grandes calamidades para el mundo, que luego se especifican más en los capítulos 12 al 16.
Introducción y Cartas a las Iglesias
Visión de Cristo Rey. Éste dicta a Juan siete cartas a cada uno de los siete ángeles de "las siete iglesias", que algunos interpretan como los siete períodos de la Iglesia. Los nombres son: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea. Al ángel de la iglesia de Tiatira le previene contra Jezabel, profetisa que enseña a fornicar. Este personaje, reina de Israel en el siglo IX a. C., pero de origen pagano, se ha llegado a convertir en el símbolo de la mujer malvada, que rinde culto a los falsos dioses (costumbres que practican también los nicolaítas en Éfeso y Pérgamo). La peculiar interpretación de cada período hace que hoy nos encontremos en el séptimo, el de la Iglesia tibia (Laodicea). desde 1962 (Concilio Vaticano II). Entre las curiosidades, las llaves de la muerte y del infierno, que guarda Jesús en persona. tras derrotar a satanás y su reino de la muerte.
Desde el capítulo 4 hasta el 11 El Cordero, los Siete Sellos y Trompetas, asistimos a las visiones que anuncian grandes calamidades para el mundo, que luego se especifican más en los capítulos 12 al 16.
Visión 2: (Capítulos 4 al 7).
Visión del cielo. Allí, Dios sentado (Simbolicamente en señal de Juicio) en su trono con un libro (un rollo de papel) cerrado con siete sellos (el futuro: la humanidad sojuzgada por el diablo). Llega el cordero de Dios (Jesucristo) y va abriendo los sellos, cuya liberación va dando paso a personajes y eventos.
Los cuatro primeros son los famosos caballos y sus jinetes, señales precursoras de la gran lucha.
El blanco (falsos mesías o simples vencedores), cuyo jinete tiene una corona y recibe un arco;
El rojo (guerra): a su jinete se le entrega una espada;
El negro (hambre e injusticia), es montado por el portador de una balanza; y
El amarillento (enfermedades mortales), cabalgado por la muerte.
Visión del cielo. Allí, Dios sentado (Simbolicamente en señal de Juicio) en su trono con un libro (un rollo de papel) cerrado con siete sellos (el futuro: la humanidad sojuzgada por el diablo). Llega el cordero de Dios (Jesucristo) y va abriendo los sellos, cuya liberación va dando paso a personajes y eventos.
Los cuatro primeros son los famosos caballos y sus jinetes, señales precursoras de la gran lucha.
El blanco (falsos mesías o simples vencedores), cuyo jinete tiene una corona y recibe un arco;
El rojo (guerra): a su jinete se le entrega una espada;
El negro (hambre e injusticia), es montado por el portador de una balanza; y
El amarillento (enfermedades mortales), cabalgado por la muerte.
El Quinto sello son los mártires,
El Sexto sello las catástrofes (terremoto, sol negro, luna sangrante, estrellas cayendo) que precederán al fin.
El Séptimo sello, es el del anuncio del fin, con el sonido de las siete trompetas y los 144.000 sellados, los judíos que se salvan (también está la "gran muchedumbre", el resto de los que no caen al infierno).
Visión 3: (Capítulos 8 al 11).
Visión del altar en la Tierra.
Visión 4: (Capítulos 12 al 14).
A partir del capítulo 12-20, se especifica la lucha. Los contendientes primeros: Israel y las naciones, la Iglesia y el Dragón Rojo de siete cabezas, Satanás.
El Dragón y el combate.
Visión 5: (Capítulos 15 y 16).
Visión de los vencedores y las siete copas de oro rebosantes de la cólera de Dios que lanzan las siete plagas contra los idólatras.
La que los ulcera, la que mata la vida marina, la que mata la vida de las aguas dulces, la que enciende el sol hasta achicharrar, la que oscurece todo y da dolor, la que seca el Eúfrates (en esta sexta copa se menciona el Armagedón, que es la batalla del cordero contra las fuerzas del mal) y la que provoca catástrofes. Pero los adoradores de la Bestia siguen blasfemando contra Dios (se entiende).
Visión 6: (Capítulos 17 al 19).
Visión de la Gran Ramera.
(Babilonia; también el Imperio Romano anticristiano coetáneo de Juan), que cabalga sobre la bestia escarlata o roja (así llaman al comunismo) de siete cabezas, y con quien fornican todos (metáfora de la idolatría).
Después viene la consiguiente victoria del cordero, acabando con la prostitución y el lujo de la Ramera. Los mercaderes se lamentan, porque ya no tienen donde enriquecerse con su comercio de "oro y plata, piedras preciosas y perlas, lino y púrpura, seda y escarlata, toda clase de maderas olorosas y toda clase de objetos de marfil, toda clase de objetos de madera preciosa, de bronce, de hierro y de mármol; cinamomo, amomo, perfumes, mirra, incienso, vino, aceite, harina, trigo, bestias de carga, ovejas, caballos y carros; esclavos y mercancía humana".
Tras la victoria llegan, por fin los siete juicios... y las bodas del cordero. O sea, Dios, que se casa con los justos (Jerusalén). Luego vuelve a contar la batalla, con Jesús montado esta vez en un caballo blanco, y por fin el festín.
Visión 7: (Capítulos 19 al 22).
Visión de la alegría tras el banquete victorioso; después, los mil años del reinado de Jesús (en su segunda visita a la Tierra, según unos; en el cielo, según otros).
Muestra siete hechos: Satanás encadenado en el abismo durante estos mil años; el milenio de los mártires (los santos, que ya están con Jesús, antes que los buenos que esperan el juicio final); el milenio nuestro, el de quienes estamos vivos; Satanás soltado "por poco tiempo" (hasta su derrota); la gran batalla; Satanás (en sus tres personalidades) arrojado al fuego; y el Juicio.
La Nueva Jerusalén, (Capitulo 21-22).
Luego descripción del cielo (la Jerusalén celestial, la novia del Cordero), empezando por el estado eterno de quienes se encuentren allí o en el infierno; la descripción habla de su brillo de oro puro, su forma cúbica, su belleza, y su ambiente diurno, con un río de agua viva, árboles de la vida y demás. Al final, la promesa de que Jesús viene pronto (para permanecer reinando sobre el mundo durante un tiempo indeterminado) y las plagas y la condena eterna para quienes modifiquen las palabras del texto. Como curiosidad de este último bloque, la promesa de siete novedades: un cielo y tierra, un pueblo, una esposa, un hogar, un templo, una luz y un paraíso. Todo nuevo.
El Apocalipsis cierra pues el ciclo bíblico, que comienza con El Génesis (origen de todo), y cuenta con los mismos elementos: el cielo y la tierra, el día y la noche, el sol y la luna, la vida (y su árbol) y la muerte, la mujer y la serpiente, y al final, la expulsión del hombre del Paraíso acaba bien, recuperando Dios a los hijos de Adán que no le han fallado.
El Sexto sello las catástrofes (terremoto, sol negro, luna sangrante, estrellas cayendo) que precederán al fin.
El Séptimo sello, es el del anuncio del fin, con el sonido de las siete trompetas y los 144.000 sellados, los judíos que se salvan (también está la "gran muchedumbre", el resto de los que no caen al infierno).
Visión 3: (Capítulos 8 al 11).
Visión del altar en la Tierra.
Se abre el séptimo sello, hay media hora de silencio (suspenso) y las siete trompetas que tocan los siete ángeles corresponden a las siete plagas sobre Egipto en el Éxodo. Cada vez que toca una trompeta, pasan cosas tremendas: granizo y fuego, la mar ardiendo, meteorito (llamado Ajenjo), se apagan parcialmente el sol, la luna y las estrellas, cae luego una estrella, que abre el abismo, del que salen langostas torturadoras (Demonios) dirigidas por Abaddón, el ángel exterminador, luego llega un ejército gigante del río Eúfrates y mata a la tercera parte de la humanidad. No obstante, los que quedan siguen adorando a falsos dioses con sus asesinatos, hechicerías, fornicaciones y rapiñas.
Un ángel sin número le da a Juan a comer un librito (las escrituras) para que predique. Y la séptima trompeta anuncia el final: triunfo del Imperio de Dios, con visión del Arca de la Alianza en el cielo incluida.
Visión 4: (Capítulos 12 al 14).
A partir del capítulo 12-20, se especifica la lucha. Los contendientes primeros: Israel y las naciones, la Iglesia y el Dragón Rojo de siete cabezas, Satanás.
El Dragón y el combate.
La historia se vuelca ahora a un combate cósmico para explicar el sentido de la historia, y a la vez también simboliza el enfrentamiento de los primeros cristianos con el imperio romano.
Visión de la gran batalla, presentando primero sus siete grandes señales. La mujer envuelta en sol, con la luna sus pies y una corona de doce estrellas (la Virgen, que está encinta y grita); el gran dragón ("la antigua serpiente, que se llama Diablo y Satanás") de siete cabezas que se quiere matar a Cristo en cuanto nazca (el diablo); el hijo que nace y Dios se lo lleva; el destierro del demonio y sus ángeles a la tierra: éste persigue a la virgen pero no puede y entonces la toma con el resto de los habitantes; la descendencia de la mujer (los creyentes); y las dos bestias, nuevas encarnaciones del Mal: la del mar, el Anticristo, poder político mundial con siete cabezas, cuyo número es el 666, y la de la tierra, el falso profeta, un religioso de dominio mundial. Luego nos muestra cómo el cordero (Jesús) y sus seis ángeles (siete en total) anuncian la victoria. Y después los ángeles se dedican a vendimiar a los buenos de entre los malos.
Visión 5: (Capítulos 15 y 16).
Visión de los vencedores y las siete copas de oro rebosantes de la cólera de Dios que lanzan las siete plagas contra los idólatras.
La que los ulcera, la que mata la vida marina, la que mata la vida de las aguas dulces, la que enciende el sol hasta achicharrar, la que oscurece todo y da dolor, la que seca el Eúfrates (en esta sexta copa se menciona el Armagedón, que es la batalla del cordero contra las fuerzas del mal) y la que provoca catástrofes. Pero los adoradores de la Bestia siguen blasfemando contra Dios (se entiende).
Visión 6: (Capítulos 17 al 19).
Visión de la Gran Ramera.
(Babilonia; también el Imperio Romano anticristiano coetáneo de Juan), que cabalga sobre la bestia escarlata o roja (así llaman al comunismo) de siete cabezas, y con quien fornican todos (metáfora de la idolatría).
Después viene la consiguiente victoria del cordero, acabando con la prostitución y el lujo de la Ramera. Los mercaderes se lamentan, porque ya no tienen donde enriquecerse con su comercio de "oro y plata, piedras preciosas y perlas, lino y púrpura, seda y escarlata, toda clase de maderas olorosas y toda clase de objetos de marfil, toda clase de objetos de madera preciosa, de bronce, de hierro y de mármol; cinamomo, amomo, perfumes, mirra, incienso, vino, aceite, harina, trigo, bestias de carga, ovejas, caballos y carros; esclavos y mercancía humana".
Tras la victoria llegan, por fin los siete juicios... y las bodas del cordero. O sea, Dios, que se casa con los justos (Jerusalén). Luego vuelve a contar la batalla, con Jesús montado esta vez en un caballo blanco, y por fin el festín.
Visión 7: (Capítulos 19 al 22).
Visión de la alegría tras el banquete victorioso; después, los mil años del reinado de Jesús (en su segunda visita a la Tierra, según unos; en el cielo, según otros).
Muestra siete hechos: Satanás encadenado en el abismo durante estos mil años; el milenio de los mártires (los santos, que ya están con Jesús, antes que los buenos que esperan el juicio final); el milenio nuestro, el de quienes estamos vivos; Satanás soltado "por poco tiempo" (hasta su derrota); la gran batalla; Satanás (en sus tres personalidades) arrojado al fuego; y el Juicio.
La Nueva Jerusalén, (Capitulo 21-22).
Luego descripción del cielo (la Jerusalén celestial, la novia del Cordero), empezando por el estado eterno de quienes se encuentren allí o en el infierno; la descripción habla de su brillo de oro puro, su forma cúbica, su belleza, y su ambiente diurno, con un río de agua viva, árboles de la vida y demás. Al final, la promesa de que Jesús viene pronto (para permanecer reinando sobre el mundo durante un tiempo indeterminado) y las plagas y la condena eterna para quienes modifiquen las palabras del texto. Como curiosidad de este último bloque, la promesa de siete novedades: un cielo y tierra, un pueblo, una esposa, un hogar, un templo, una luz y un paraíso. Todo nuevo.
El Apocalipsis cierra pues el ciclo bíblico, que comienza con El Génesis (origen de todo), y cuenta con los mismos elementos: el cielo y la tierra, el día y la noche, el sol y la luna, la vida (y su árbol) y la muerte, la mujer y la serpiente, y al final, la expulsión del hombre del Paraíso acaba bien, recuperando Dios a los hijos de Adán que no le han fallado.
Continua en El Apocalipsis II: La Revelación de Jesucristo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Comentar