Carta a los Hebreos 6:1-2
1 Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, 2 de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno.
¿Que es Arrepentimiento?
En la Biblia hay por lo menos dos términos que indistintivamente fueron traducidos como "arrepentimiento" de los manuscritos originales del antiguo testamento, y por lo menos otros dos términos griegos de los textos originales del Nuevo Testamento. No obstante, hay casos en los que esos términos no indican lo mismo, y hay versos que por lo tanto pueden resultar confusos para la interpretación, debido a las traducciones bíblicas que no llegan a diferenciarlos.
En el Antiguo Testamento, un término es "na·jám, nacham" o "nä·kham" (נָחַם) que significa "cambiar de parecer", mientras que "shub" (שׁוּב), indica el sentido de “volverse" o "retornar” de un mal camino pecaminoso.
En el Antiguo Testamento, un término es "na·jám, nacham" o "nä·kham" (נָחַם) que significa "cambiar de parecer", mientras que "shub" (שׁוּב), indica el sentido de “volverse" o "retornar” de un mal camino pecaminoso.
El término "nacham" aparece unas 40 veces aproximadamente en la concordancia hebrea, mientras que "shub" aparece más de 1056 veces en el texto original del Antiguo Testamento. El uso del término "nacham" casi en todos los casos se aplica a Dios, y no al hombre, por lo cual, cuando se llega a decir en la Biblia que Dios “se arrepintió”, el texto bíblico se refiere al cambio de parecer sobre el castigo o el mal que Dios había dispuesto, propuesto o iniciado hacia el hombre impío, a menos de que éste último se arrepintiese. "nacham" por lo tanto, se refiere a la actitud de Dios hacia el hombre en función de una relación personal o la orientación de sus caminos por los que una persona anda.
La palabra hebrea na·jám, puede significar “sentir pesar; estar de duelo; arrepentirse” (Éxodo 13:17; Génesis 38:12; Job 42:6), y también: “consolarse” (2 Samuel 13:39; Ezequiel 5:13), “liberarse” o “desembarazarse (por ejemplo de los enemigos)”. (Isaias 1:24.) Sea que se refiera a sentir pesar o a sentir consuelo, el término hebreo implica un cambio en la actitud mental, o el sentir de la persona.
Por su parte, el término "shub" se refiere a cambiar una persona el rumbo de sus caminos y alejarse del pecado por el que se andaba previamente, acompañado de gran contracción. Éste es el caso de Job 42:6 donde Job escribió “Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en el polvo y en la ceniza”, y el caso de Números 23:19 donde se dice que "Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta", donde el uso del término quiere decir que Dios no puede volverse de algún camino pecaminoso, dado que Dios siempre ha sido Santo y nunca ha pecado. En otras palabras, Dios, como deidad perfecta, no cambia en su naturaleza esencial (Malaquías 3:6, Hebreos 13:8), lo que cambia es la relación y la actitud de ira o misericordia, bendición o juicio que tiene hacia el hombre.
En los manuscritos mas antiguos del Nuevo Testamento, las palabras griegas traducidas como arrepentimiento son 'metanoia' (con su forma verbal 'metanoeo') y 'metamelomai'; de las cuáles metanoeo (arrepentirse) es usada predominantemente para referir un cambio moral radical en el modo de creer y en el modo de actuar. Metanoia aparece unas 22 veces a menudo relacionado con la salvación, mientras que metanoeo aparece unas 34 veces. En griego se usan dos verbos en conexión con el arrepentimiento: me·ta·no·é·ō y me·ta·mé·lo·mai. El primero se compone de me·tá, “después”, y no·é·ō (relacionado con nous, mente, disposición o consciencia moral), que significa “percibir; discernir; captar; darse cuenta”. Por consiguiente, el significado literal de me·ta·no·é·ō, es “conocer después” (en contraste con “pre-conocer”), y se refiere a un cambio en la manera de pensar, la actitud o el propósito de una persona. Por otro lado, me·ta·mé·lo·mai viene de mé·lō, que significa “preocupar; interesar”. El prefijo me·tá (después) le da al verbo el sentido de “sentir pesar” (Mateo 21:29; 2 Corintios 7:8) o “arrepentirse”.
Por consiguiente, me·ta·no·é·ō recalca el cambio de punto de vista o disposición: el rechazo del modo de proceder pasado o que se ha pensado emprender por considerarlo indeseable (Apocalipsis 2:5; 3:3); por otro lado, me·ta·mé·lo·mai subraya el sentimiento de pesar que experimenta la persona. (Mateo 21:29.) El Theological Dictionary of the New Testament (edición de G. Kittel, vol. 4, pág. 629; traducción al inglés de G. Bromiley, 1969) dice: “Por lo tanto, cuando el Nuevo Testamento separa los significados de [estos términos], muestra un claro discernimiento de la naturaleza incambiable de ambos conceptos. En contraste, el uso helenístico acercó el significado de las dos palabras”. Por supuesto, un cambio de punto de vista suele ir acompañado de un cambio de sentimientos, o es posible que sea el sentimiento de pesar el que provoque un decidido cambio en el punto de vista o la voluntad de la persona. (1 Samuel 24:5-7.) Se deduce, entonces, que estos dos vocablos, aunque de distinto significado, son muy afines.
Juan el Bautista manifestó la necesidad y el requerimiento del arrepentimiento para hacer el bautismo. Esto se expresó cuando le dijo a los fariseos que no se habían arrepentido, que primero mostraran "frutos de arrepentimiento", antes de huir de la "ira venidera!". También para los otros judíos se requería el arrepentimiento, antes del bautismo, el cuál era previsto por la confesión de los pecados. De este modo el bautismo era un acto subsecuente al arrepentimiento, y fungía como un acto decisivo de volverse de la antigua forma de vida y sumergirse en la misericordia, y la justicia de aquel que ha de venir (Mateo 3:2, 11; Marcos 1:4; Lucas 3:3, 8; Hechos 13:24; 19:4).
Jesucristo, al igual que Juan el Bautista, inicio su ministerio diciendo: "Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 4:17), indicando a las personas que primero era necesario que se arrepintieran. En Lucas 13:3, Jesús habla a los judíos dejando muy claro que el arrepentimiento es un requisito para no perecer y para poder acceder a la salvación. Los apóstoles siguieron el ejemplo de Cristo, predicando arrepentimiento y perdón de los pecados para las personas que creen verdaderamente en Él y se arrepienten. El apóstol Pedro, en el día de Pentecostés, invitó a los judíos al arrepentimiento. Esto fue registrado en Hechos 2:14-40 donde se muestra que solamente después del arrepentimiento, los judíos pudieron recibir la promesa del Espíritu Santo y el Don de lenguas ejemplificando la importancia vital que tiene para el cristiano. El llamado que hace Jesús a las personas para que se arrepientan se menciona explícitamente en Marcos 1:15 y 6:12, y en Mateo 4:17, 11:20 y 12:41. Además se destaca en el evangelio de Lucas 5:32; 10:13; 11:32; 13:3, 5; 15:7, 10; 16:30; 17:3; y 24:47) y en Mateo 10:7 Jesús exhorta a sus discípulos a predicar de la misma forma. Otros dichos e incidentes en los tres evangelios mencionados expresan muy claramente el carácter del arrepentimiento que exigía Jesús a lo largo de todo su ministerio: por un lado, su naturaleza radical, como un vuelco y un retorno completos, ejemplificado en la parábola del hijo pródigo en Lucas 15:11–24; y expresando su carácter incondicional en La parábola del fariseo y el publicano, donde en su arrepentimiento, estos personajes confiesan sus pecados y reconocen que no tienen absolutamente ningún derecho ante el Dios Padre, y enseguida se entregan a Dios sin excusas o intentos de justificación personal (Lucas 18:13).
Jesucristo, al igual que Juan el Bautista, inicio su ministerio diciendo: "Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 4:17), indicando a las personas que primero era necesario que se arrepintieran. En Lucas 13:3, Jesús habla a los judíos dejando muy claro que el arrepentimiento es un requisito para no perecer y para poder acceder a la salvación. Los apóstoles siguieron el ejemplo de Cristo, predicando arrepentimiento y perdón de los pecados para las personas que creen verdaderamente en Él y se arrepienten. El apóstol Pedro, en el día de Pentecostés, invitó a los judíos al arrepentimiento. Esto fue registrado en Hechos 2:14-40 donde se muestra que solamente después del arrepentimiento, los judíos pudieron recibir la promesa del Espíritu Santo y el Don de lenguas ejemplificando la importancia vital que tiene para el cristiano. El llamado que hace Jesús a las personas para que se arrepientan se menciona explícitamente en Marcos 1:15 y 6:12, y en Mateo 4:17, 11:20 y 12:41. Además se destaca en el evangelio de Lucas 5:32; 10:13; 11:32; 13:3, 5; 15:7, 10; 16:30; 17:3; y 24:47) y en Mateo 10:7 Jesús exhorta a sus discípulos a predicar de la misma forma. Otros dichos e incidentes en los tres evangelios mencionados expresan muy claramente el carácter del arrepentimiento que exigía Jesús a lo largo de todo su ministerio: por un lado, su naturaleza radical, como un vuelco y un retorno completos, ejemplificado en la parábola del hijo pródigo en Lucas 15:11–24; y expresando su carácter incondicional en La parábola del fariseo y el publicano, donde en su arrepentimiento, estos personajes confiesan sus pecados y reconocen que no tienen absolutamente ningún derecho ante el Dios Padre, y enseguida se entregan a Dios sin excusas o intentos de justificación personal (Lucas 18:13).
El acto de dar la espaldas a la inmoralidad y al estilo de vida anterior queda evidenciado en el encuentro con el joven rico (Marcos 10:17–22) y con Zaqueo (Lucas 19:8). Además, en Mateo 18:3 se estipula muy bien que la conversión significa llegar a ser como un niño, es decir, reconocer la propia inmadurez y la incapacidad de vivir sin la guía de Dios, de modo que finalmente se acepta una total dependencia de Él. Otro de los ejemplos del arrepentimiento en el Nuevo Testamento, se encuentra en la narración de Zaqueo quien recibió la visita de Jesús en su casa. Cuando la gente criticaba el porqué Jesucristo cenaba con un pecador, Lucas 19:8, demostrando que su doctrina busca la regeneración de los pecadores, que son sacados de los malos camino y llevados al camino de la justicia. Esto en la misma línea de pensamiento que Lucas 5:31. Así mismo, el Apostol Pablo en 2 Corintios 7:10 escribe que el dolor o la tristeza que es "conforme a la voluntad de Dios", produce arrepentimiento que conduce a la salvación. Es por eso que éste es considerado un elemento decisivo de la fe. El arrepentimiento es entendido, en este sentido, como un acto decisivo de cambiar la mente de uno mismo, aunque la doctrina cristiana considera que por sí solo, el arrepentimiento es insuficiente para cambiar la vida o el corazón del cristiano, para lo cuál se necesita la intervención de Dios mismo.
¿Que es Obras Muertas?
Cuando hablamos de obras nos referimos a todo lo que hacemos, sea bueno o malo. El que estas obras estén acompañadas por la palabra arrepentimiento nos dice que se está refiriendo a obras malas. La palabra muerto denota, en cierta forma, historia. Todo lo que muere, de una forma u otra pasa a ser parte de la historia, del pasado. Ya no existe. Podría haber recuerdos de esas obras, pero solo quedarán ahí, en el recuerdo, en el pasado. Esto no es en ninguna manera la errada enseñanza sobre maldiciones generacionales. Cuando tomamos en cuenta toda esta información llegamos a una definición más apropiada para arrepentimiento de obras muertas. Diría algo así: Arrepentimiento de obras malas que ocurrieron y están en el pasado.
¿Por qué, si estamos hablando de algo del pasado, es considerado esto como un fundamento, capaz de detenernos en nuestro crecimiento como cristianos?.
¿Por qué, si estamos hablando de algo del pasado, es considerado esto como un fundamento, capaz de detenernos en nuestro crecimiento como cristianos?.
Porque Satanás está tomando ventaja de la falta de conocimiento de los hijos de Dios, y los está torturando con pecados pasados, obras muertas, causando que el cristiano esté dando vueltas en un mismo circulo vicioso. Sí, vicioso porque sigue pidiendo perdón por algo ya perdonado. En el peor de los casos se queda estancado por qué ese pecado, el cual ya no existe porque ha sido perdonado, pero en su mente, sentimientos y emociones sigue existiendo, lo paraliza por completo. Está cargando con una conciencia de culpabilidad que lo arrastra y doblega hasta inmovilizarlo.
La mayoría de las veces es por causa de la ignorancia de la palabra de Dios. Nos atreveríamos a decir que más que la ignorancia de la palabra de Dios es la falta de creer a esa palabra. Se nos hace más fácil creer las mentiras del diablo que la verdad absoluta de la palabra de Dios. Sin embargo, esa falta de fe a la palabra de Dios es igual a ignorancia también.
Arrepentimiento y Remordimiento
Arrepentimiento y remordimiento suelen parecerse y confundirse, generalmente se considera que no son lo mismo. Se pueden ejemplificar en las actitudes de Judas Iscariote y de Pedro respecto a la entrega que hizo de Jesús. Judas lo traicionó pero se sintió mal por sus acciones y devolvió el dinero que le dieron: le remordió de conciencia y se suicidó. Por otra parte, Pedro negó a Jesús tres veces. Después se sintió muy mal y en la Biblia se registra que "lloró amargamente". Pedro se arrepintió y cuando Jesús resucitó, un ángel le dijo a las mujeres que fueron a la tumba vacía que anunciaran a los discípulos que había resucitado, mencionando especialmente a Pedro. La diferencia radica en que en el remordimiento de conciencia, como en el de Judas, sucede cuando el individuo se siente mal por lo que hizo, pero el sentirse mal por sí solo, no es algo que pueda lograr un cambio de vida, ni un acercamiento con Dios. En contraste, en el arrepentimiento genuino y verdadero, por un lado, comparte el pesar que viene del remordimiento, reflejado en el hecho de que la persona se siente mal por lo que hizo, pero además pide perdón por las ofensas y los pecados cometidos mediante el lloro, lamentación y/o clamor hacia Dios, y sobre todo, se vuelve de un camino en el que se es guiado por Dios espiritualmente, en obras y en vida, logrando un cambio verdadero de mente y actitud respecto al pasado.
Arrepentimiento y remordimiento suelen parecerse y confundirse, generalmente se considera que no son lo mismo. Se pueden ejemplificar en las actitudes de Judas Iscariote y de Pedro respecto a la entrega que hizo de Jesús. Judas lo traicionó pero se sintió mal por sus acciones y devolvió el dinero que le dieron: le remordió de conciencia y se suicidó. Por otra parte, Pedro negó a Jesús tres veces. Después se sintió muy mal y en la Biblia se registra que "lloró amargamente". Pedro se arrepintió y cuando Jesús resucitó, un ángel le dijo a las mujeres que fueron a la tumba vacía que anunciaran a los discípulos que había resucitado, mencionando especialmente a Pedro. La diferencia radica en que en el remordimiento de conciencia, como en el de Judas, sucede cuando el individuo se siente mal por lo que hizo, pero el sentirse mal por sí solo, no es algo que pueda lograr un cambio de vida, ni un acercamiento con Dios. En contraste, en el arrepentimiento genuino y verdadero, por un lado, comparte el pesar que viene del remordimiento, reflejado en el hecho de que la persona se siente mal por lo que hizo, pero además pide perdón por las ofensas y los pecados cometidos mediante el lloro, lamentación y/o clamor hacia Dios, y sobre todo, se vuelve de un camino en el que se es guiado por Dios espiritualmente, en obras y en vida, logrando un cambio verdadero de mente y actitud respecto al pasado.
Las tres clases de arrepentimiento
1 El Arrepentimiento es para Salvación
2 El Arrepentimiento es para Restauración
Este arrepentimiento lo que persigue es llevarnos al estado original, el que obtuvimos cuando nacimos de nuevo, el de estar limpios delante de Dios. El primer arrepentimiento, el que es para salvación, es sumamente importante para las personas que no conocen a Cristo. No hay otro camino para alcanzar salvación, solo por medio de Cristo. En Juan 10:9 Jesús afirma: Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo… También Jesús dijo en Juan 14:6 …Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí... Sin Cristo no podemos llegar a Dios, y si no podemos llegar a Dios estamos perdidos. Para la persona sin Dios el arrepentimiento para salvación es lo primero, lo fundamental. Para la persona que ya ha abierto su corazón a Cristo lo fundamental es el arrepentimiento para restauración.
Debemos recordar que Jesús, en la oración clásica de Juan 17:15 dijo: No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal... Dios en ningún momento tiene la intensión de sacarnos de este mundo. Somos sal y somos luz y es en este mundo donde podemos brillar y dar sazón. Así qué, si pensaba salirse del mundo, aislarse o apartarse, debe entender que es precisamente en el mundo donde Dios nos quiere. Debemos saber que al estar en el mundo, queramos o no, pecados se adherirán a nosotros. Estos pecados nos ensucian y nos roban nuestra limpieza original. A través del arrepentimiento somos restaurados a nuestra posición inicial poniéndonos nuevamente en el camino correcto, el de la bendición. El apóstol Juan nos dice qué debemos hacer cuando pecamos. No debemos escondernos porque no hay lugar donde escondernos que Dios no nos vea. Tampoco debemos ignorar el hecho de que hemos pecado, pensando que Dios se olvidará, porque eso no ocurrirá. La única salida para ser restaurados es el confesar el pecado a Dios. Veamos 1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Sin confesar a Cristo como nuestro Salvador no hay salvación. De igual forma sin confesar nuestros pecados a Dios no hay perdón de pecados. Es por eso que el pasaje comienza diciendo “si confesamos”. Al confesar el pecado somos perdonados, limpiados y restaurados a nuestra posición original. Gracias a Dios por Jesucristo, porque según 1 Juan 2:1 él es nuestro abogado. Teniendo claro estos dos arrepentimientos, el de salvación y el de restauración, pasemos ahora al arrepentimiento de obras muertas.
3 El Arrepentimiento de Obras Muertas
El que esté mencionado como nuestro Primer Fundamento nos debe decir también cual es su importancia. No podríamos avanzar al siguiente fundamento si no tenemos puesto este primero, y así sucesivamente. En la Biblia el orden de las cosas es de gran importancia. Recordemos que no hay nada puesto en algún lugar equivocado. Todo está exactamente donde Dios quiere que esté. Así que, entendamos que si este fundamento es el primero mencionado debe ser porque es el primero en importancia y necesario para poder poner los otros. Recordemos que estamos construyendo para la eternidad. Un pueblo o un cristiano falto de conocimiento, o falto de fe en creer lo que Dios dice puede ser llevado cautivo y eventualmente, si no se repone de esa condición, puede llegar a ser destruido. Isaias 5:13. Oseas 4:6.
Lo primero que debemos observar es que estas palabras, esta invitación a construir un fundamento sólido, son para personas que ya han sido salvadas. Son personas que ya pasaron por el primer arrepentimiento, el de salvación, y esperamos que estén viviendo haciendo uso del segundo arrepentimiento, el de restauración. Quien no ha sido salvado, restaurado, limpiado y nacido de nuevo, no puede construir este fundamento.
Lo segundo que debemos observar, según la carta a los Hebreos 6 es que se está haciendo una invitación hacia la perfección, o sea hacia la madurez. La vida del cristiano es una vida en movimiento, siempre mirando a la perfección. No que lo haya alcanzado ya nos dice Pablo (Filipenses 3:12), sino que vamos en ese camino. Es en este punto donde vemos la importancia, no solo de este fundamento, sino de los otros cinco también. Sin este fundamento ningún cristiano podría avanzar a la perfección que Dios quiere que cada uno de nosotros alcancemos. Este arrepentimiento de obras muertas es tan importante que sin él difícilmente podríamos avanzar una pulgada.
Hebreos 6:1 dice: Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección. El que diga “dejando ya” no quiere decir que estos fundamentos no son importantes como algunos están tratando de decir. Tampoco quiere decir que nos debemos olvidar de ellos. Debemos conocerlos, tanto por letra como por experiencia. Repetimos, la invitación de Dios a nosotros es a avanzar, a seguir caminando, a no detenernos ni a retroceder. Prestemos atención a lo que estamos hablando desde el plano cotidiano. Una casa, por mejor construida que pueda estar, si es azotada por una fuerte tempestad o algún movimiento sísmico aconteciere cerca de ella, su fundamento puede ser afectado. Lo primero que se hace, una vez ha terminado la prueba, es salir a inspeccionar los fundamentos de dicha casa. El propósito es para ver si sufrió algún daño que podría representar algún peligro para sus ocupantes. De haber algún daño en alguna parte del fundamento, lo siguiente sería trabajar para restaurar esa parte afectada y de esa manera hacer la casa nuevamente firme y sólida. Como cristianos debemos tener esos fundamentos construidos en nuestra vida.
Sabemos que tempestades vendrán y azotaran con violencia (Lucas 6:48, Juan 16:33, 1 Pedro 4:12, pero si tenemos un fundamento sólido, nuestra casa no caerá. Algo si es cierto, una vez acabada la prueba debemos salir y examinar nuestro fundamento para ver que ninguno de ellos haya sido afectado. De haber alguno un poco debilitado debemos reforzarlo para poder estar completamente firme nuevamente. Recordemos que luego que Satanás terminó de tentar a Jesús en el desierto se apartó de él por un tiempo (Lucas 4:13). Así será con nosotros también, la tormenta será por un tiempo, pero debemos prepararnos para cuando la otra asome. El propósito final de un fundamento bien construido en nuestras vidas es que le de gloria a Dios. Es por eso que Efesios 6:11 dice Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firme contra las asechanzas del diablo. Y el verso 13 del mismo capítulo añade Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firme.
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Este arrepentimiento es el que toma lugar cuando la persona oye el mensaje de salvación a través de Cristo, se da cuenta que sin Cristo está condenado y abre su corazón a él. En el evangelio según san Mateo, Jesús nos dice lo siguiente: “Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9:13).
Cuando Pedro predicó su primer discurso a sus oyentes, estos, compungidos le preguntaron “Varones hermanos, ¿qué haremos? (Hechos 2:37). La respuesta de Pedro no se hizo esperar, él les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38). Una vez el pecador a abierto su corazón a Cristo, es por medio de la persona del Espíritu Santo que Cristo entra y surge lo que se conoce como el nuevo nacimiento. La persona nace a una nueva vida en Cristo Jesús. Esto le concede el perdón total de todos los pecados que hubiere cometido hasta ese preciso momento. Dicho sea de paso, no existe pecado que la sangre preciosa de nuestro amado Cristo no pueda quitar. Todo queda completamente perdonado. Es por eso que la Biblia nos dice en 2 Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas... La persona que recibe genuinamente a Cristo nace de nuevo y junto con ese nacer de nuevo es limpiado de todos sus pecados. Pero, ¿qué si peca otra vez?. Es aquí que viene el otro tipo de arrepentimiento mencionado en la Biblia:
Cuando Pedro predicó su primer discurso a sus oyentes, estos, compungidos le preguntaron “Varones hermanos, ¿qué haremos? (Hechos 2:37). La respuesta de Pedro no se hizo esperar, él les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38). Una vez el pecador a abierto su corazón a Cristo, es por medio de la persona del Espíritu Santo que Cristo entra y surge lo que se conoce como el nuevo nacimiento. La persona nace a una nueva vida en Cristo Jesús. Esto le concede el perdón total de todos los pecados que hubiere cometido hasta ese preciso momento. Dicho sea de paso, no existe pecado que la sangre preciosa de nuestro amado Cristo no pueda quitar. Todo queda completamente perdonado. Es por eso que la Biblia nos dice en 2 Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas... La persona que recibe genuinamente a Cristo nace de nuevo y junto con ese nacer de nuevo es limpiado de todos sus pecados. Pero, ¿qué si peca otra vez?. Es aquí que viene el otro tipo de arrepentimiento mencionado en la Biblia:
2 El Arrepentimiento es para Restauración
Este arrepentimiento lo que persigue es llevarnos al estado original, el que obtuvimos cuando nacimos de nuevo, el de estar limpios delante de Dios. El primer arrepentimiento, el que es para salvación, es sumamente importante para las personas que no conocen a Cristo. No hay otro camino para alcanzar salvación, solo por medio de Cristo. En Juan 10:9 Jesús afirma: Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo… También Jesús dijo en Juan 14:6 …Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí... Sin Cristo no podemos llegar a Dios, y si no podemos llegar a Dios estamos perdidos. Para la persona sin Dios el arrepentimiento para salvación es lo primero, lo fundamental. Para la persona que ya ha abierto su corazón a Cristo lo fundamental es el arrepentimiento para restauración.
Debemos recordar que Jesús, en la oración clásica de Juan 17:15 dijo: No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal... Dios en ningún momento tiene la intensión de sacarnos de este mundo. Somos sal y somos luz y es en este mundo donde podemos brillar y dar sazón. Así qué, si pensaba salirse del mundo, aislarse o apartarse, debe entender que es precisamente en el mundo donde Dios nos quiere. Debemos saber que al estar en el mundo, queramos o no, pecados se adherirán a nosotros. Estos pecados nos ensucian y nos roban nuestra limpieza original. A través del arrepentimiento somos restaurados a nuestra posición inicial poniéndonos nuevamente en el camino correcto, el de la bendición. El apóstol Juan nos dice qué debemos hacer cuando pecamos. No debemos escondernos porque no hay lugar donde escondernos que Dios no nos vea. Tampoco debemos ignorar el hecho de que hemos pecado, pensando que Dios se olvidará, porque eso no ocurrirá. La única salida para ser restaurados es el confesar el pecado a Dios. Veamos 1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Sin confesar a Cristo como nuestro Salvador no hay salvación. De igual forma sin confesar nuestros pecados a Dios no hay perdón de pecados. Es por eso que el pasaje comienza diciendo “si confesamos”. Al confesar el pecado somos perdonados, limpiados y restaurados a nuestra posición original. Gracias a Dios por Jesucristo, porque según 1 Juan 2:1 él es nuestro abogado. Teniendo claro estos dos arrepentimientos, el de salvación y el de restauración, pasemos ahora al arrepentimiento de obras muertas.
3 El Arrepentimiento de Obras Muertas
El que esté mencionado como nuestro Primer Fundamento nos debe decir también cual es su importancia. No podríamos avanzar al siguiente fundamento si no tenemos puesto este primero, y así sucesivamente. En la Biblia el orden de las cosas es de gran importancia. Recordemos que no hay nada puesto en algún lugar equivocado. Todo está exactamente donde Dios quiere que esté. Así que, entendamos que si este fundamento es el primero mencionado debe ser porque es el primero en importancia y necesario para poder poner los otros. Recordemos que estamos construyendo para la eternidad. Un pueblo o un cristiano falto de conocimiento, o falto de fe en creer lo que Dios dice puede ser llevado cautivo y eventualmente, si no se repone de esa condición, puede llegar a ser destruido. Isaias 5:13. Oseas 4:6.
Lo primero que debemos observar es que estas palabras, esta invitación a construir un fundamento sólido, son para personas que ya han sido salvadas. Son personas que ya pasaron por el primer arrepentimiento, el de salvación, y esperamos que estén viviendo haciendo uso del segundo arrepentimiento, el de restauración. Quien no ha sido salvado, restaurado, limpiado y nacido de nuevo, no puede construir este fundamento.
Lo segundo que debemos observar, según la carta a los Hebreos 6 es que se está haciendo una invitación hacia la perfección, o sea hacia la madurez. La vida del cristiano es una vida en movimiento, siempre mirando a la perfección. No que lo haya alcanzado ya nos dice Pablo (Filipenses 3:12), sino que vamos en ese camino. Es en este punto donde vemos la importancia, no solo de este fundamento, sino de los otros cinco también. Sin este fundamento ningún cristiano podría avanzar a la perfección que Dios quiere que cada uno de nosotros alcancemos. Este arrepentimiento de obras muertas es tan importante que sin él difícilmente podríamos avanzar una pulgada.
Hebreos 6:1 dice: Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección. El que diga “dejando ya” no quiere decir que estos fundamentos no son importantes como algunos están tratando de decir. Tampoco quiere decir que nos debemos olvidar de ellos. Debemos conocerlos, tanto por letra como por experiencia. Repetimos, la invitación de Dios a nosotros es a avanzar, a seguir caminando, a no detenernos ni a retroceder. Prestemos atención a lo que estamos hablando desde el plano cotidiano. Una casa, por mejor construida que pueda estar, si es azotada por una fuerte tempestad o algún movimiento sísmico aconteciere cerca de ella, su fundamento puede ser afectado. Lo primero que se hace, una vez ha terminado la prueba, es salir a inspeccionar los fundamentos de dicha casa. El propósito es para ver si sufrió algún daño que podría representar algún peligro para sus ocupantes. De haber algún daño en alguna parte del fundamento, lo siguiente sería trabajar para restaurar esa parte afectada y de esa manera hacer la casa nuevamente firme y sólida. Como cristianos debemos tener esos fundamentos construidos en nuestra vida.
Sabemos que tempestades vendrán y azotaran con violencia (Lucas 6:48, Juan 16:33, 1 Pedro 4:12, pero si tenemos un fundamento sólido, nuestra casa no caerá. Algo si es cierto, una vez acabada la prueba debemos salir y examinar nuestro fundamento para ver que ninguno de ellos haya sido afectado. De haber alguno un poco debilitado debemos reforzarlo para poder estar completamente firme nuevamente. Recordemos que luego que Satanás terminó de tentar a Jesús en el desierto se apartó de él por un tiempo (Lucas 4:13). Así será con nosotros también, la tormenta será por un tiempo, pero debemos prepararnos para cuando la otra asome. El propósito final de un fundamento bien construido en nuestras vidas es que le de gloria a Dios. Es por eso que Efesios 6:11 dice Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firme contra las asechanzas del diablo. Y el verso 13 del mismo capítulo añade Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firme.
Un pueblo o un cristiano falto de conocimiento o falto de fe en creer lo que Dios dice puede ser llevado cautivo y eventualmente, si no se repone de esa condición, puede llegar a ser destruido. En este punto de nuestro estudio debemos hacer un alto para conocer algo sobre nuestro enemigo. Este pasaje bíblico de Juan 8:44 es a cierta medida el resume de Satanás, porque no hay otro pasaje que describa tan bien a Satanás, y muy en especial cuando sale de los labios de Jesús. Observemos cómo lo describió Jesús hablando con los fariseos en:
Evangelio de Juan 8:44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.
Todo lo que sale de la boca de Satanás lleva toda mentira y también algo de mentira. Es por eso que no debemos confiar en lo que nos pueda decir. Vimos que la falta de conocimiento abre la puerta para que Satanás venga, y su llegada no es para nada bueno, sino para hurtar y matar y destruir. Qué precioso es ver que Jesús no se detuvo ahí. Nos dice para que viene Satanás, pero también nos dice para que viene él, veamos: …yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Juan 10:10.) Esta vida abundante solo puede llegar a nosotros cuando conocemos que Satanás ya no tiene parte ni suerte con nosotros y que cuando él viene, viene cargado de mentiras. Por lo tanto, arrepentirnos de cosas que ya nos arrepentimos es no conocer el fundamento de arrepentimiento de obras muertas. Es estar dando vueltas en un círculo vicioso donde Satanás nos tendría cautivos y desorientados. Esto causa mucha tristeza al Señor, pues él ha venido para que disfrutemos de la libertad plena, y nos ha dado lo necesario para que así sea. La falta de conocimiento nos ata y nos hace estar cautivos.
Tres áreas indispensables
Posiblemente usted piense que esto es sencillo, pues la Biblia claramente nos dice que Dios nos perdona. Lo cierto es que es tan sencillo que podemos perder su profundidad e importancia. Nunca olvidemos que Dios es Espíritu y la única forma en que podemos recibir de él algo, es si lo creemos en nuestro espíritu. Es simple, pero a la vez profundo. Simple porque solo debemos creer, pero profundo porque muchas veces queremos creer con nuestras mentes. Prueba de esto es que confesamos algún pecado cometido conforme 1 de Juan 1:9, pero al rato el enemigo nos lanza un dardo de acusación y nos encontramos confesando nuevamente el mismo pecado que ya Dios perdonó, y nos perdonó porque él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.
¿Por qué, si sabemos que Dios es fiel y justo, nos encontramos confesando algo que ya confesamos?. ¿Por qué, si sabemos que Dios es fiel y justo, creemos más a la mentira del diablo que a la verdad de Dios?.
Es que conocemos los versículos de memoria, pero no los conocemos espiritualmente. Satanás también sabe que no conocemos los versículos en nuestro espíritu. Tres áreas en las cuales consideramos indispensables en la vida de cada cristiano:
-Lo primero que debemos saber es lo que Jesús nos dice acerca de la libertad. El dijo en Juan 8:32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libre. Esto es tan simple que lo pasamos por alto. Jesús es la verdad absoluta. Cuando conocemos a Jesús conocemos la verdad y esa verdad nos hace libres. Pero para poder permanecer libres de toda acusación satánica debemos permanecer en esa verdad. Debemos permanecer en Jesús. La forma de permanecer en Jesús es aprendiendo más verdades de la Biblia y aplicarlas a nuestras vidas. Miremos varias verdades que el enemigo no quiere que usted aplique a su vida. En 1 de Juan 1:9, se nos dice: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. También se nos dice en 1 de Juan 1:7, en la segunda parte del versículo: …la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
Esto se hace una realidad en nuestras vidas cuando cometemos pecados, si pudiéramos decirlo así, pequeños. Pero cuando es un pecado de mayor envergadura la duda de si fuimos perdonados o no toca a la puerta de nuestras conciencias. Debemos entender que Dios es fiel a su palabra y si él nos dice que la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado debemos creer eso y punto. Satanás podrá tirar sus dardos de dudas, pero cuando usted ha edificado un fundamento sólido en cuanto a esto, no habrá diablo que lo haga dudar la palabra de Dios. Recuerde que la palabra de Dios es nuestra espada con la que enfrentamos al diablo. Usémosla con autoridad y esgrimamos contra él hasta hacerlo huir. ¿Qué pecado quedaría fuera de todo pecado? Ninguno. ¿Qué parte en nosotros quedaría sucia si confesamos nuestros pecados?. Ninguna. Pues entienda que ningún pecado confesado quedará sin ser cubierto por la preciosa sangre de Cristo. Dios es fiel y así lo hará.
Entre el armamento otorgado al cristiano se encuentra la sangre de Cristo. Satanás tiembla ante un cristiano que sabe hacer uso de la sangre de Cristo. Es la sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. Es sobre esa palabra que nos debemos parar firmes, creerla, confesarla y hacerle ver al diablo que ninguna acusación nos hará tambalear porque creemos a la palabra de Dios.
Hablemos un poco de la confesión
Repetimos nuevamente, estas palabras aprendidas añadirán conocimiento intelectual. Debemos orar a Dios para que él nos dé de su gracia y podamos recibir las palabras espiritualmente. La confesión de pecados puede caer en una de estas dos categorías, intelectual o espiritual. Una confesión intelectual es aquella que hacemos rápidamente, sin causar dolor o genuino arrepentimiento. Esto es señal de un corazón endurecido. Sin embargo, la confesión espiritual es aquella que lleva fruto de genuino arrepentimiento. El genuino arrepentimiento no es conocido por las lágrimas, aunque sí podemos verlas. El genuino arrepentimiento es el mostrado en Proverbios 28:13 El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. El apartarse de seguir haciendo lo que hicimos, y que nos llevó a pecar, es señal de un genuino arrepentimiento. Los pecados deben siempre ser confesados primeramente al Padre por medio de Cristo. Esto nos lleva a nuestro segundo punto. Jesús como nuestro Abogado.
-Lo segundo que debemos saber es que Jesús es nuestro Abogado
En 1 de Juan 2:1 se nos dice: …y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
Cada vez que pecamos debemos correr a la presencia del Padre, y apelando a la justicia de nuestro abogado Jesucristo, pedir perdón. Ese acto nos garantiza el perdón de Dios y la limpieza por medio de la sangre de Cristo. Cualquier acusación que venga, sabremos en seguida que es satánica y nos podremos parar con firmeza y rechazarla.
Hay una gran diferencia entre el redargüir del Espíritu Santo y la acusación satánica. Cuando el Espíritu Santo nos redarguye será en forma amorosa y buscando una sola cosa, reanudar la comunión con nosotros. El nos redarguye con el propósito de que nosotros vallamos al Padre pidiendo perdón por medio de la obra perfecta de Cristo en la cruz del Calvario. Una vez hemos confesado el pecado, el Padre nos perdona y nos lava con la sangre de Cristo. En ese preciso momento cesa el redargüir porque el objetivo ha sido logrado.
Si hemos hecho lo arriba mencionado debemos tener claro que Dios ha hecho lo que él dice que hace, nos ha perdonado. Si seguimos sintiendo la carga del pecado cometido debemos entender que eso es acusación satánica. Ante la acusación satánica nosotros no vamos al Padre, sino hacemos uso de la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, y como buen esgrimista la usamos contra el enemigo haciendo uso de versos que confirmen nuestro perdón. Junto con esto hacemos resistencia contra Satanás, y la palabra de Dios nos dice en: Santiago 4:7 Resistid al diablo, y huirá de vosotros. De esa manera contraatacamos toda acechanza del diablo.
Estos son versículos que los conocemos muy bien, los recitamos y hasta podemos predicar o enseñar de ellos, pero si no los conocemos en nuestro espíritu seremos victimas fáciles del enemigo. La falta de este conocimiento nos mantiene atrapados en confesiones que ya han sido perdonadas por Dios. Tenemos que romper con ataduras que nos detienen y en muchos casos nos jalan al pasado impidiéndonos avanzar a la perfección de Dios que está en el futuro. Esta falta de conocimiento espiritual también impide al hombre poder servir a Dios de la manera que desea. Miremos lo que nos dice el Señor en Hebreos 9:14 ¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?.
Una conciencia hostigada por la culpabilidad no permitirá que el hombre pueda servirle a Dios. Es por eso que decimos que no podremos avanzar en la vida cristiana porque esa conciencia de culpabilidad no nos permitirá recibir lo que Dios tiene para nosotros porque nos estaremos viendo siempre sucios e indignos. Cristo, por medio de Su sangre nos hace dignos delante de Dios. Es tiempo de pararnos firmes en la palabra de Dios y resistir todo ataque satánico.
Una conciencia de culpabilidad también crea una auto estima baja. Es por eso que decimos que la persona sin este fundamento se siente indigna e impotente para recibir algo de parte de Dios. Sin este fundamento de Arrepentimiento de obras muertas difícilmente podremos avanzar a la perfección.
¿Puede usted ver ahora por qué Satanás no quiere que usted aprenda esto? ¿Puede también ver por qué este fundamento es el primero en ser construido?. La conciencia de culpabilidad es un ancla que no le dejará, por más que trate, avanzar a la perfección. Solo la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Solo a través de la confesión es que la sangre de Cristo nos puede limpiar. Veré la sangre, dice Jehová, y pasaré de largo. Solo por Su sangre.
Nuestro último punto en este estudio es para que veamos qué hace Dios con esos pecados confesados.
-Lo tercero que debemos saber es lo que hace Dios con esos pecados confesados. En primer lugar veamos lo que nos dice Miqueas 7:19 El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.
El conocimiento de este pasaje debe ser más que suficiente para nosotros poder descansar en paz. Sepultará nuestras iniquidades y arrojará al fondo del mar nuestros pecados. Esto es tremendo, pero el enemigo nos podría arrojar un dardo diciendo: Sí, arrojó tus pecados al fondo de la mar, pero de allí él puede sacarlos nuevamente. Si no sabemos hacer uso de la palabra de Dios podemos ser engañados con esta mentira, pero si por el contrario sabemos qué nos dice Dios respecto a los pecados podremos hacer uso de la espada contra Satanás y citarle Isaías 43:25 Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor a mí mismo, y no me acordaré de tus pecados. Si Dios no se acuerda más de esos pecados que has confesado y que han sido limpiados con la sangre preciosa de Cristo, ¿porqué vamos a permitir que Satanás nos trate de engañar trayéndolos a nuestra memoria?. Levantémonos como buenos soldados de Cristo y peleemos la buena batalla de la fe usando la espada del Espíritu con firmeza.
Continua en Discipulado II: de la fe en DiosEvangelio de Juan 8:44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.
Todo lo que sale de la boca de Satanás lleva toda mentira y también algo de mentira. Es por eso que no debemos confiar en lo que nos pueda decir. Vimos que la falta de conocimiento abre la puerta para que Satanás venga, y su llegada no es para nada bueno, sino para hurtar y matar y destruir. Qué precioso es ver que Jesús no se detuvo ahí. Nos dice para que viene Satanás, pero también nos dice para que viene él, veamos: …yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Juan 10:10.) Esta vida abundante solo puede llegar a nosotros cuando conocemos que Satanás ya no tiene parte ni suerte con nosotros y que cuando él viene, viene cargado de mentiras. Por lo tanto, arrepentirnos de cosas que ya nos arrepentimos es no conocer el fundamento de arrepentimiento de obras muertas. Es estar dando vueltas en un círculo vicioso donde Satanás nos tendría cautivos y desorientados. Esto causa mucha tristeza al Señor, pues él ha venido para que disfrutemos de la libertad plena, y nos ha dado lo necesario para que así sea. La falta de conocimiento nos ata y nos hace estar cautivos.
Tres áreas indispensables
Posiblemente usted piense que esto es sencillo, pues la Biblia claramente nos dice que Dios nos perdona. Lo cierto es que es tan sencillo que podemos perder su profundidad e importancia. Nunca olvidemos que Dios es Espíritu y la única forma en que podemos recibir de él algo, es si lo creemos en nuestro espíritu. Es simple, pero a la vez profundo. Simple porque solo debemos creer, pero profundo porque muchas veces queremos creer con nuestras mentes. Prueba de esto es que confesamos algún pecado cometido conforme 1 de Juan 1:9, pero al rato el enemigo nos lanza un dardo de acusación y nos encontramos confesando nuevamente el mismo pecado que ya Dios perdonó, y nos perdonó porque él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad.
¿Por qué, si sabemos que Dios es fiel y justo, nos encontramos confesando algo que ya confesamos?. ¿Por qué, si sabemos que Dios es fiel y justo, creemos más a la mentira del diablo que a la verdad de Dios?.
Es que conocemos los versículos de memoria, pero no los conocemos espiritualmente. Satanás también sabe que no conocemos los versículos en nuestro espíritu. Tres áreas en las cuales consideramos indispensables en la vida de cada cristiano:
-Lo primero que debemos saber es lo que Jesús nos dice acerca de la libertad. El dijo en Juan 8:32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libre. Esto es tan simple que lo pasamos por alto. Jesús es la verdad absoluta. Cuando conocemos a Jesús conocemos la verdad y esa verdad nos hace libres. Pero para poder permanecer libres de toda acusación satánica debemos permanecer en esa verdad. Debemos permanecer en Jesús. La forma de permanecer en Jesús es aprendiendo más verdades de la Biblia y aplicarlas a nuestras vidas. Miremos varias verdades que el enemigo no quiere que usted aplique a su vida. En 1 de Juan 1:9, se nos dice: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. También se nos dice en 1 de Juan 1:7, en la segunda parte del versículo: …la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.
Esto se hace una realidad en nuestras vidas cuando cometemos pecados, si pudiéramos decirlo así, pequeños. Pero cuando es un pecado de mayor envergadura la duda de si fuimos perdonados o no toca a la puerta de nuestras conciencias. Debemos entender que Dios es fiel a su palabra y si él nos dice que la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado debemos creer eso y punto. Satanás podrá tirar sus dardos de dudas, pero cuando usted ha edificado un fundamento sólido en cuanto a esto, no habrá diablo que lo haga dudar la palabra de Dios. Recuerde que la palabra de Dios es nuestra espada con la que enfrentamos al diablo. Usémosla con autoridad y esgrimamos contra él hasta hacerlo huir. ¿Qué pecado quedaría fuera de todo pecado? Ninguno. ¿Qué parte en nosotros quedaría sucia si confesamos nuestros pecados?. Ninguna. Pues entienda que ningún pecado confesado quedará sin ser cubierto por la preciosa sangre de Cristo. Dios es fiel y así lo hará.
Entre el armamento otorgado al cristiano se encuentra la sangre de Cristo. Satanás tiembla ante un cristiano que sabe hacer uso de la sangre de Cristo. Es la sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. Es sobre esa palabra que nos debemos parar firmes, creerla, confesarla y hacerle ver al diablo que ninguna acusación nos hará tambalear porque creemos a la palabra de Dios.
Hablemos un poco de la confesión
Repetimos nuevamente, estas palabras aprendidas añadirán conocimiento intelectual. Debemos orar a Dios para que él nos dé de su gracia y podamos recibir las palabras espiritualmente. La confesión de pecados puede caer en una de estas dos categorías, intelectual o espiritual. Una confesión intelectual es aquella que hacemos rápidamente, sin causar dolor o genuino arrepentimiento. Esto es señal de un corazón endurecido. Sin embargo, la confesión espiritual es aquella que lleva fruto de genuino arrepentimiento. El genuino arrepentimiento no es conocido por las lágrimas, aunque sí podemos verlas. El genuino arrepentimiento es el mostrado en Proverbios 28:13 El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. El apartarse de seguir haciendo lo que hicimos, y que nos llevó a pecar, es señal de un genuino arrepentimiento. Los pecados deben siempre ser confesados primeramente al Padre por medio de Cristo. Esto nos lleva a nuestro segundo punto. Jesús como nuestro Abogado.
-Lo segundo que debemos saber es que Jesús es nuestro Abogado
En 1 de Juan 2:1 se nos dice: …y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.
Cada vez que pecamos debemos correr a la presencia del Padre, y apelando a la justicia de nuestro abogado Jesucristo, pedir perdón. Ese acto nos garantiza el perdón de Dios y la limpieza por medio de la sangre de Cristo. Cualquier acusación que venga, sabremos en seguida que es satánica y nos podremos parar con firmeza y rechazarla.
Hay una gran diferencia entre el redargüir del Espíritu Santo y la acusación satánica. Cuando el Espíritu Santo nos redarguye será en forma amorosa y buscando una sola cosa, reanudar la comunión con nosotros. El nos redarguye con el propósito de que nosotros vallamos al Padre pidiendo perdón por medio de la obra perfecta de Cristo en la cruz del Calvario. Una vez hemos confesado el pecado, el Padre nos perdona y nos lava con la sangre de Cristo. En ese preciso momento cesa el redargüir porque el objetivo ha sido logrado.
Si hemos hecho lo arriba mencionado debemos tener claro que Dios ha hecho lo que él dice que hace, nos ha perdonado. Si seguimos sintiendo la carga del pecado cometido debemos entender que eso es acusación satánica. Ante la acusación satánica nosotros no vamos al Padre, sino hacemos uso de la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, y como buen esgrimista la usamos contra el enemigo haciendo uso de versos que confirmen nuestro perdón. Junto con esto hacemos resistencia contra Satanás, y la palabra de Dios nos dice en: Santiago 4:7 Resistid al diablo, y huirá de vosotros. De esa manera contraatacamos toda acechanza del diablo.
Estos son versículos que los conocemos muy bien, los recitamos y hasta podemos predicar o enseñar de ellos, pero si no los conocemos en nuestro espíritu seremos victimas fáciles del enemigo. La falta de este conocimiento nos mantiene atrapados en confesiones que ya han sido perdonadas por Dios. Tenemos que romper con ataduras que nos detienen y en muchos casos nos jalan al pasado impidiéndonos avanzar a la perfección de Dios que está en el futuro. Esta falta de conocimiento espiritual también impide al hombre poder servir a Dios de la manera que desea. Miremos lo que nos dice el Señor en Hebreos 9:14 ¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?.
Una conciencia hostigada por la culpabilidad no permitirá que el hombre pueda servirle a Dios. Es por eso que decimos que no podremos avanzar en la vida cristiana porque esa conciencia de culpabilidad no nos permitirá recibir lo que Dios tiene para nosotros porque nos estaremos viendo siempre sucios e indignos. Cristo, por medio de Su sangre nos hace dignos delante de Dios. Es tiempo de pararnos firmes en la palabra de Dios y resistir todo ataque satánico.
Una conciencia de culpabilidad también crea una auto estima baja. Es por eso que decimos que la persona sin este fundamento se siente indigna e impotente para recibir algo de parte de Dios. Sin este fundamento de Arrepentimiento de obras muertas difícilmente podremos avanzar a la perfección.
¿Puede usted ver ahora por qué Satanás no quiere que usted aprenda esto? ¿Puede también ver por qué este fundamento es el primero en ser construido?. La conciencia de culpabilidad es un ancla que no le dejará, por más que trate, avanzar a la perfección. Solo la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Solo a través de la confesión es que la sangre de Cristo nos puede limpiar. Veré la sangre, dice Jehová, y pasaré de largo. Solo por Su sangre.
Nuestro último punto en este estudio es para que veamos qué hace Dios con esos pecados confesados.
-Lo tercero que debemos saber es lo que hace Dios con esos pecados confesados. En primer lugar veamos lo que nos dice Miqueas 7:19 El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.
El conocimiento de este pasaje debe ser más que suficiente para nosotros poder descansar en paz. Sepultará nuestras iniquidades y arrojará al fondo del mar nuestros pecados. Esto es tremendo, pero el enemigo nos podría arrojar un dardo diciendo: Sí, arrojó tus pecados al fondo de la mar, pero de allí él puede sacarlos nuevamente. Si no sabemos hacer uso de la palabra de Dios podemos ser engañados con esta mentira, pero si por el contrario sabemos qué nos dice Dios respecto a los pecados podremos hacer uso de la espada contra Satanás y citarle Isaías 43:25 Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor a mí mismo, y no me acordaré de tus pecados. Si Dios no se acuerda más de esos pecados que has confesado y que han sido limpiados con la sangre preciosa de Cristo, ¿porqué vamos a permitir que Satanás nos trate de engañar trayéndolos a nuestra memoria?. Levantémonos como buenos soldados de Cristo y peleemos la buena batalla de la fe usando la espada del Espíritu con firmeza.
Arrepentimiento en el Judaísmo y el Cristianismo
En la teología judeocristiana el equivalente al término arrepentimiento es traducido del Hebreo
" תשובה)", que significa literalmente “volver” o "volverse". Así mismo, literalmente significa dejar el pecado atrás, dejar de pecar, rechazar la maldad, para volverse al camino de Dios y guardar sus mandamientos, volverse lejos de la maldad y la mentira, hacia la santidad y la verdad. Implica volver a la Ley moral de Dios, aunque esto llega a tener diferentes interpretaciones: desde un punto de vista más judaico, significa volver del mal camino para guardar los mandamientos de la Ley Mosáica y los estatutos del Antiguo Pacto, mientras que desde el punto de vista mesiánico y cristiano, implica volverse del camino del pecado para guardar los mandamientos y enseñanzas de Jesucristo, en el evangelio o Nuevo Pacto.
El efecto del arrepentimiento en la vida cristiana
Los cristianos están llamados a arrepentirse de todo lo que sea necesario antes del regreso de Jesucristo. El arrepentirse debe ser genuino, de corazón, para que sea válido, representando en un acto valioso de humildad y sumisión ante el Señor, un acto necesario y vital para la conversión y una cualidad de gran valor para la vida cristiana.
En particular, cuando el hombre se aleja voluntariamente de la dirección y el camino de Dios, descubre que la consecuencia, determinada por Dios, es un mal aun mayor (Génesis 6:6s; 1 Samuel 15:11, 35; 2 Samuel 24:16; Jeremías 18:10). Si por en cambio, una persona que estaba alejada de Dios, se arrepiente, la persona que se vuelve a Dios encuentra a un Dios de amor, pronto para el perdón y la misericordia (Jeremías 18:8; 26:3, 13, 19; Jonas 3:9s; Éxodo 32:12–14 y Amos 7:3, 6). La ausencia del arrepentimiento en el judeocristianismo resulta en la muerte debido a la firmeza del juicio de Dios en contra del pecado (Números 23:19; 1 Samuel 15:29; Salmo 110:4; Jeremías 4:28; Ezequiel 24:14; Zacarias 8:14). Cabe destacar que la benevolencia de Dios es fiel y por eso hay momentos en los que Dios ha perdonado a su pueblo que se arrepiente del mal, aun cuando este le haya sido infiel (Éxodo 32:14; Deuteronomio 32:36; Jueces 2:18; 1 Crónicas 21:.5; Salmos 106:45; 135:14; Jeremías 42:10; Joel 2:13s; Jonas 4:2). En este sentido, la oferta de Dios de perdonar a los hombres, está condicionada a que los mismos se arrepientan. Versículos como Amós 4.6–11 muestran claramente que el mal determinado por Dios como consecuencia del pecado de Israel no es rencoroso ni vengativo, sino que más bien está destinado a hacer que Israel se arrepienta. El que hace el mal recibe un mal determinado por Dios.
El llamado al arrepentimiento es necesario para la promesa del perdón. En la doctrina cristiana, si no hay arrepentimiento, tampoco hay perdón. También es una manifestación de fe, y un rasgo constante del relato que hace Lucas de la predicación de los primeros cristianos (Hechos 2:38; 3:19; 8:22; 17:30; 20:21; 26:20, 3:19; 9:35; 11:21; 14:15; 15:19; 26:18, 28:27, 11.18; y 1 Tesalonicenses 1:9).
En Hechos 5:31 y 11:18 se parece describir al arrepentimiento como un don de Dios y al mismo tiempo como responsabilidad del hombre y un deber de todo cristiano. Al mismo tiempo, el arrepentimiento se cita varias veces en Isaías 6:9–10 como explicación de la razón por la cual los hombres no se convierten (Mateo 13:14; Marcos 4:12; Juan 12:40; Hechos 28:26).
El autor de la Carta a los Hebreos también indica la importancia del arrepentimiento inicial y cuestiona la posibilidad de un segundo arrepentimiento para un creyente que ha vuelto al camino de pecado después de haber nacido de nuevo (Hebreos 6:4–6; 12:17). Por eso, el arrepentimiento se describe como una necesidad de los cristianos en la cual no se debe volver más al pecado (2 Corintios 7:9s; 12:21; Santiago 5:19s; 1 Juan 1:5–2:2; Apocalipsis 2:5, 16, 21s; 3:3, 19). De igual forma, el arrepentimiento para el perdón de los pecados surgía invariablemente en la predicación del cristianismo primitivo. En el Libro de Apocalipsis destacan las muchas exhortaciones que se hacen al arrepentimiento, incluyendo las últimas palabras proféticas que Jesús da a las siete iglesias.
En la teología judeocristiana el equivalente al término arrepentimiento es traducido del Hebreo
" תשובה)", que significa literalmente “volver” o "volverse". Así mismo, literalmente significa dejar el pecado atrás, dejar de pecar, rechazar la maldad, para volverse al camino de Dios y guardar sus mandamientos, volverse lejos de la maldad y la mentira, hacia la santidad y la verdad. Implica volver a la Ley moral de Dios, aunque esto llega a tener diferentes interpretaciones: desde un punto de vista más judaico, significa volver del mal camino para guardar los mandamientos de la Ley Mosáica y los estatutos del Antiguo Pacto, mientras que desde el punto de vista mesiánico y cristiano, implica volverse del camino del pecado para guardar los mandamientos y enseñanzas de Jesucristo, en el evangelio o Nuevo Pacto.
El efecto del arrepentimiento en la vida cristiana
Los cristianos están llamados a arrepentirse de todo lo que sea necesario antes del regreso de Jesucristo. El arrepentirse debe ser genuino, de corazón, para que sea válido, representando en un acto valioso de humildad y sumisión ante el Señor, un acto necesario y vital para la conversión y una cualidad de gran valor para la vida cristiana.
En particular, cuando el hombre se aleja voluntariamente de la dirección y el camino de Dios, descubre que la consecuencia, determinada por Dios, es un mal aun mayor (Génesis 6:6s; 1 Samuel 15:11, 35; 2 Samuel 24:16; Jeremías 18:10). Si por en cambio, una persona que estaba alejada de Dios, se arrepiente, la persona que se vuelve a Dios encuentra a un Dios de amor, pronto para el perdón y la misericordia (Jeremías 18:8; 26:3, 13, 19; Jonas 3:9s; Éxodo 32:12–14 y Amos 7:3, 6). La ausencia del arrepentimiento en el judeocristianismo resulta en la muerte debido a la firmeza del juicio de Dios en contra del pecado (Números 23:19; 1 Samuel 15:29; Salmo 110:4; Jeremías 4:28; Ezequiel 24:14; Zacarias 8:14). Cabe destacar que la benevolencia de Dios es fiel y por eso hay momentos en los que Dios ha perdonado a su pueblo que se arrepiente del mal, aun cuando este le haya sido infiel (Éxodo 32:14; Deuteronomio 32:36; Jueces 2:18; 1 Crónicas 21:.5; Salmos 106:45; 135:14; Jeremías 42:10; Joel 2:13s; Jonas 4:2). En este sentido, la oferta de Dios de perdonar a los hombres, está condicionada a que los mismos se arrepientan. Versículos como Amós 4.6–11 muestran claramente que el mal determinado por Dios como consecuencia del pecado de Israel no es rencoroso ni vengativo, sino que más bien está destinado a hacer que Israel se arrepienta. El que hace el mal recibe un mal determinado por Dios.
El llamado al arrepentimiento es necesario para la promesa del perdón. En la doctrina cristiana, si no hay arrepentimiento, tampoco hay perdón. También es una manifestación de fe, y un rasgo constante del relato que hace Lucas de la predicación de los primeros cristianos (Hechos 2:38; 3:19; 8:22; 17:30; 20:21; 26:20, 3:19; 9:35; 11:21; 14:15; 15:19; 26:18, 28:27, 11.18; y 1 Tesalonicenses 1:9).
En Hechos 5:31 y 11:18 se parece describir al arrepentimiento como un don de Dios y al mismo tiempo como responsabilidad del hombre y un deber de todo cristiano. Al mismo tiempo, el arrepentimiento se cita varias veces en Isaías 6:9–10 como explicación de la razón por la cual los hombres no se convierten (Mateo 13:14; Marcos 4:12; Juan 12:40; Hechos 28:26).
El autor de la Carta a los Hebreos también indica la importancia del arrepentimiento inicial y cuestiona la posibilidad de un segundo arrepentimiento para un creyente que ha vuelto al camino de pecado después de haber nacido de nuevo (Hebreos 6:4–6; 12:17). Por eso, el arrepentimiento se describe como una necesidad de los cristianos en la cual no se debe volver más al pecado (2 Corintios 7:9s; 12:21; Santiago 5:19s; 1 Juan 1:5–2:2; Apocalipsis 2:5, 16, 21s; 3:3, 19). De igual forma, el arrepentimiento para el perdón de los pecados surgía invariablemente en la predicación del cristianismo primitivo. En el Libro de Apocalipsis destacan las muchas exhortaciones que se hacen al arrepentimiento, incluyendo las últimas palabras proféticas que Jesús da a las siete iglesias.
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