Intertestamento o período intertestamentario es, para el cristianismo, el tiempo que medió entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y por extensión, los escritos y los movimientos religiosos que sirvieron de puente entre ambos Testamentos.
Tradicionalmente se ha considerado que comenzó tras la muerte del profeta Malaquías hacia el siglo V a. C. y terminó con la misión de Juan el Bautista en el siglo I. Sin embargo se ha debatido mucho al respecto. Por una parte se discute sobre la creencia común en el judaísmo, según la cual "el cielo se cerró" y "el Espíritu Santo se retiró de Israel" y por ello a partir de Malaquías no fueron escritos más libros de la Biblia hebrea. Para el protestantismo ello significa que se cerró el canon del Antiguo Testamento, pero no hay acuerdo sobre si Esdras y Nehemías vivieron antes, en los mismos años o después de Malaquías y el Intertestamento comienza con ellos. Varios expertos, incluso protestantes consideran que Eclesiastés y el Libro de Daniel fueron escritos posteriormente y el período intertestamentario comenzó apenas en el siglo IV a. C. o aún más recientemente. La cuestión se hace más compleja, si se considera que los católicos, ortodoxos y otros cristianos consideran como parte del Antiguo Testamento a los Deuterocanónicos, algunos de los cuales fueron escritos en el siglo I a. C. y por tanto consideran que el Intertestamento cubre desde ese siglo I hasta el siglo XIII.
Para André Paul, el Intertestamento no puede limitarse por unas fechas fijas, impuestas a posteriori por criterios dogmáticos y polémicos, sino que es un período abierto, determinado por las condiciones reales de producción literaria de los grupos humanos que escribieron y trascribieron las que consideraron sus Escrituras. Así, la mayoría de los libros del Antiguo Testamento no quedaron escritos de una vez, por el primer autor de cada uno, sino que fueron una obra colectiva que se prolongó en el tiempo y otro tanto es aplicable a libros del Nuevo Testamento.
Literatura intertestamentaria
Los escritos intertestamentarios pueden clasificarse enl tres tipos principales:
-La literatura apocalíptica: desde comienzos del siglo II a. C. y al final del siglo I, fueron compuestos muchos escritos de tipo apocalíptico, algunos de los cuales fueron reunidos en colecciones, junto con textos más antiguos, como ocurrió con el Libro de Henoc. Generalmente estos escritos se atribuyeron a figuras bíblicas de épocas pasadas, posiblemente para escapar de la represión de las autoridades. Entre estos escritos figuran el Apocalipsis de Esdras, el Apocalipsis de Baruc, el Apocalipsis de Elías, el Libro de los Jubileos, el Testamento de los Doce Patriarcas, la Asunción de Moisés y los Salmos de Salomón, entre otros.
-Los Tárgumes, paráfrasis de traducciones al arameo de pasajes de la Biblia hebrea, que eran leídos en las sinagogas y estudiados en la época en que la mayoría del pueblo judío ya no hablaba el hebreo.
-Los comentarios o interpretaciones (Haggadá) de los rabinos y estudiosos y las recopilaciones de las tradiciones orales (Halajá) que más tarde se pondrían por escrito en la Mishná y en el Talmud.
-Los manuscritos del Mar Muerto encontrados en el área de Qumrán, son una abundante muestra de literatura intertestamentaria. Los esenios integrantes de esta comunidad consideraban como fundamental escudriñar las Escrituras, midrash hatorâh, y se consideraban "escudriñadores de la Ley" beth hattroâh, que invocaban la inspiración del Espíritu Santo.
Libro de Enoc
El Libro de Enoc (o Libro de Henoc, abreviado 1 Enoc) es un libro intertestamentario, que forma parte del canon de la Biblia de la Iglesia ortodoxa etíope pero no es reconocido como canónico por las demás iglesias cristianas, a pesar de haber sido encontrado en algunos de los códices por la Septuaginta (Códice Vaticano y Papiros Chester Beatty). Los Beta Israel (judíos etíopes) lo incluyen en la Tanaj, a diferencia de los demás judíos actuales, que lo excluyen.
Manuscritos
Las únicas versiones íntegras de este libro que se conservan están en ge'ez, lengua litúrgica de la Iglesia etíope, pero son conocidas varias partes en griego, y un fragmento en latín. También ha sido encontrado, en Antínoe, un fragmento en copto (93:3-8)2 y, además en Qumrán fueron hallados múltiples fragmentos en arameo y uno en hebreo (4Q317). La tradición atribuía su autoría a Enoc (transcrito también como Henoc o en inglés Enoch), bisabuelo de Noé. En la actualidad se cree que el texto fue redactado por varios autores judíos entre los siglos III a. C. y I.
Diferenciación
Se conocen otros tres Libros de Enoc: el Segundo Libro de Enoc (2 Enoc), escrito a finales del siglo I o después y conservado en eslavo eclesiástico; el más tardío (de composición posterior al siglo V), Tercer Libro de Enoc (3 Enoc), en hebreo; y el Enoc copto (4 Enoc), que data del siglo V y del cual apenas se han encontrado partes. Este artículo solo hace referencia a 1 Enoc.
Partes
El libro que hoy se conoce fue editado tal vez en el siglo I de nuestra era, y consta de varias partes escritas entre los siglos III a. C. y I d. C. Estas partes son:
Libro del Juicio. Capítulos 1 al 5, trata las palabras de bendición de Enoc a los justos, que vivirán cuando los impíos sean condenados. Se estima que su composición data de antes del 200 a. C..
Libro de los Vigilantes o Caída de los ángeles. Capítulos 6 a 36, se centra en el tema de los Vigilantes (ángeles) que interpretando Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Génesis». Biblia versión Reina-Valera, dice que estos ángeles tuvieron relaciones sexuales con mujeres y engendraron gigantes (nephilim), seres famosos que desataron la violencia sobre la tierra y pervirtieron a la humanidad. Además, el Libro de los Vigilantes se caracteriza por unir y complementar las historias de los Vigilantes con la historia del Diluvio universal, presentes en el génesis, y hace una descripción detallada del mundo y los cielos en las fábulas e imaginería popular judaica de su tiempo. Fue escrito antes del 160 a. C.
Libro de las parábolas o El mesías y el reino. Capítulos 37 a 71, de carácter mesiánico, profetiza la venida del Hijo del Hombre, la caída de los reyes y poderosos y el día del Elegido. Es la única parte que no se ha encontrado en los manuscritos de Qumrán. Escrito después del 63 a. C. a finales del siglo I a. C. o en el siglo I.
Libro del cambio de las luminarias celestiales o Libro astronómico. Capítulos 72 a 82, expone en detalle el antiguo calendario solar hebreo, en concordancia con el Libro de los Jubileos, que en 4.17 cita este libro de las luminarias del cielo. Fue escrito entre el 250 y el 190 a. C.
Libro de los sueños. Capítulos 83 a 90, refiere dos visiones apocalípticas obtenidas por Enoc en sueños; la primera simplemente anuncia que la Tierra será destruida y la segunda es una historia de la humanidad y de Israel hasta el fin de los tiempos, en la que los actores son representados como animales simbólicos. Escrito entre los años 161 y 125 a. C.
Carta de Enoc y Apocalipsis de las semanas. Capítulos 91 a 105, divide la historia en diez «semanas», interpretando el pasado y proyectándose escatológicamente al futuro. Escrito después del año 135 a. C., probablemente entre el 110 y el 60 a. C.
Fragmentos. Capítulos 106 y 107, parecen ser una parte del Libro de Noé, que se ha perdido pero que está presente en los manuscritos del Mar Muerto. Predice los crímenes de la humanidad y el advenimiento de tiempos mesiánicos con el triunfo de los justos. El capítulo 108 explícitamente dice que es otro Libro de Enoc y falta en varios manuscritos.
Composición
Algunos autores consideran que el Libro de los Vigilantes fue, al menos en parte, redactado hacia el 400 a. C., pero la mayoría estima que las primeras secciones fueron compuestas en el siglo II antes de Cristo, a más tardar en 166 a.C.. Los autores podrían depender en parte del Pentateuco, y habrían ampliado las secciones de Génesis, Números y Deuteronomio. Por ejemplo, 1 Enoc 1:9 (la cita en la epístola de Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Judas 1, 14-15». Biblia versión Reina-Valera, podría ser originalmente un midrash de Deuteronomio 33:2.
-Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Deuteronomio 33, 2». Biblia versión Reina-Valera: Dijo: "Yahveh vino de Sinaí y de Seir les esclareció; resplandeció desde el monte de Parán y vino con diez mil santos; con la ley de fuego a su diestra".
-1 Enoc 1:9 "El Señor vino con muchos millares de Sus santos, para ejecutar juicio sobre todos, y para condenar a todos los impíos de todas sus obras de impiedad, que han hecho impíamente, y de todas las cosas ofensivas (duras) que pecadores impíos dijeron contra El."
-1 Enoc 60:8 Enoc, séptimo desde Adán
-Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Judas 1, 14». Biblia versión Reina-Valera. De los cuales también profetizó Enoc, séptimo desde Adán, diciendo: He aquí, el Señor ha venido con sus santos millares, 15 A hacer juicio contra todos, y á convencer a todos los impíos de entre ellos tocante a todas sus obras de impiedad que han hecho impíamente, y a todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él.
El libro astronómico es anterior al Libro de los Jubileos y por lo tanto se remonta por lo menos al siglo III a. C. Algunos de los fragmentos de esta parte encontrados en Qumrán han sido datados por los paleógrafos a finales de ese siglo. El calendario solar que expone fue el adoptado por la comunidad de Qumrán, la cual consideraba que así como Israel se había desviado del verdadero camino y del testimonio justo, el calendario oficial erraba al determinar las fechas de las fiestas establecidas en la Torah.
Contenido
Se trata de un libro apocalíptico perteneciente a la apocalíptica judía. En el capítulo 7 (7, 3-6) narra la caída de los Vigilantes, que engendraron con mujeres a los nephilim o ‘gigantes’. (A estos también se refiere el pasaje de Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Génesis 6, 1-7». Biblia versión Reina-Valera: Ellos devoraron todo el trabajo de los hombres hasta que estos ya no alcanzaron alimentarlos más. Entonces los gigantes se volvieron contra los hombres y empezaron a devorarlos y empezaron a pecar contra los pájaros, y contra las bestias y los peces y a devorar unos la carne de los otros y se bebieron la sangre. Entonces la tierra acusó a los violentos por todo lo que se había hecho en ella.
Se acusa a los ángeles guardianes por haber desviado su misión y encarnado la explotación, la opresión, la destrucción de los ecosistemas, la guerra, el oro, la vanidad, la brujería, la fornicación y el engaño (8:1-3). «Y como parte de la humanidad era aniquilada, su clamor subió al cielo» (8: 4). Los arcángeles Miguel, Sariel (Uriel), Rafael y Gabriel, al ver la sangre derramada y la injusticia se dijeron que «la tierra desolada grita hasta las puertas del cielo por la destrucción de sus hijos». Dios los envía entonces a encadenar a los Vigilantes y a destruir a los gigantes «pues han oprimido a los humanos». Los ángeles caídos rogaron a Enoc que intercediese por ellos y los gigantes ante Dios.
Luego el libro describe la visita de Enoc al cielo en forma de una visión, y sus revelaciones. Una parte significativa del texto se dedica a describir los movimientos de los cuerpos celestes, en relación con el viaje de Enoc al cielo, con el objetivo de detallar el calendario base de las fiestas de la Ley.
El Libro de Enoc asume la continuidad del discurso de los profetas y anticipo del mensaje cristiano, enfatizando en la venida del Hijo del Hombre. Es una expresión de la literatura apocalíptica como esperanza de los humildes.
Los cristianos y el Libro de Enoc
Este libro se cree que fue muy apreciado por parte de los primeros cristianos, a partir la referencia de la epístola de Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Judas 1, 14-16». Biblia versión Reina-Valera, que cita un pasaje del Libro de Enoc (1 Enoc, 1, 9); la referencia en Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «2Pedro 2, 4». Biblia versión Reina-Valera; y la Epístola de Bernabé (16:4), que cita como Escritura un versículo (1 Henoc 89:56) y en 4:3 se refiere a 1 Henoc 80:2. Muchos Padres de la Iglesia y cristianos destacados se refieren al libro, y lo citan en sus obras. Autores como Justino Mártir (100-165), Atenágoras (170), Taciano (110-172), Ireneo (130-208), Orígenes, Clemente de Alejandría (150-220), Tertuliano (160-230), Lactancio (260-325), Metodio de Filipo, Minucio Félix, Comodiano y Cipriano de Cartago,1 entre otros, consideraron el libro de inspiración divina. Un defensor de este libro fue el obispo Prisciliano, quien fue el primer cristiano condenado a muerte y ejecutado por cristianos por supuesta herejía, en 385.
Referencias a Enoc se encuentran en múltiples versículos del Nuevo Testamento v.g. pero no directamente al escrito que lleva su nombre Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Mateo 3, 12». Biblia versión Reina-Valera. 5:4-12, 11:28, 13:31-32, 24:14, 24:27, 26:64; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Marcos 13, 24-27». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Marcos 14, 21». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Marcos 14, 62». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Lucas 1, 52». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Lucas 2, 13-14». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Lucas 6, 24». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Lucas 9, 35,16, 13». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Lucas 16, 23-31». Biblia versión Reina-Valera, Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Lucas 24, 36». Biblia versión Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Juan 3, 20». Biblia versión Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «1 Corintios 6, 2-3». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Efesios 3, 18,5, 13». Biblia versión Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Filipenses 1, 18». Biblia versión Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «2 Thessalonians 2, 2». Biblia versión Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «1 Pedro 3, 19-20». Biblia versión Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Judas 1, 6». Biblia versión Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Apocalipsis 3, 17,6, 10». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Apocalipsis 8, 2». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Apocalipsis 12, 16». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Apocalipsis 16, 14». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Apocalipsis 19, 19». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Apocalipsis 20, 1-3». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Apocalipsis 21, 23-24». Biblia versión Reina-Valera.
Mientras que la mayoría de los estudiosos creen que la actitud de Judas hacia el Libro de Enoc es positiva,10 algunos otros consideran que es ambigua. Algunos han preguntado por qué el autor de la epístola de Judas usó la frase "blasfeman de las majestades angélicas" (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Judas 1, 8». Biblia versión Reina-Valera, porque si la historia de los pecados de los ángeles, como se describe en el Libro de Enoc, es verdad, ¿Por qué es una "difamación", una "calumnia"?. En realidad, la carta de Judas adopta el punto de vista de 1 Enoc sobre los ángeles caídos: A los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propio hogar, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día.
Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Judas 1, 6». Biblia versión Reina-Valera. Sin embargo, 1 Enoc fue definitivamente apartado del canon tras el Concilio de Laodicea, en 364. En algún momento posterior, la versión griega del libro se perdió (el último en citar pasajes del libro fue el monje bizantino Jorge Syncellus, en el siglo VIII). Es muy posible que la traducción al ge'ez se hubiese realizado en el siglo VI, una época de gran actividad en la iglesia etíope, durante la cual se tradujeron numerosos textos religiosos.
Dado por perdido en Occidente desde el siglo IX, cuando fue citado ampliamente en la Cronografía de George Syncellus, en 1773 el famoso viajero James Bruce llevó desde Abisinia a Europa tres copias de la obra, una de las cuales fue consignada a la Biblioteca Nacional de París, otra donada a la Biblioteca Bodleiana de Oxford y la tercera, se dice que está en manos de francmasones de rito escocés. Uno de los manuscritos fue traducido al inglés en 1821 por Richard Laurence; en 1891 y 1912 se realizaron nuevas ediciones, con base del mayor conocimiento del texto, y es muy conocida la última, publicada por Robert Henry Charles en 1913. Una edición completa de los escritos relacionados con el Libro de Enoc, incluidos los últimos hallazgos en Qumrán, fue realizada por el erudito católico Józef Milik en 1976.
Argumentos para excluir el Libro de Enoc de las versiones de la Biblia
Principalmente debido a la contradicción de fechas y al no contar con la antigüedad debida, la mayoría de los traductores no incluyen el Libro de Enoc. Ya que el patriarca Enoc no es el editor del ahora conocido como “Libro de Enoc”, éste es considerado un libro apócrifo, no inspirado, que se escribió muchos siglos después, probablemente durante los siglos II y I a. C. Por tal razón esto no coincide con el dato que da el libro del Génesis sobre Enoc, que relata lo siguiente: hijo de Jared; nació cuando su padre tenía ciento sesenta y dos años, y fue el séptimo hombre en la línea genealógica desde Adán. A los sesenta y cinco años llegó a ser padre de Matusalén, y después tuvo otros hijos e hijas.
Los testigos de Jehová creen que Enoc, según la Biblia, formó parte de la “tan grande nube de testigos” que fueron ejemplos sobresalientes de fe en tiempos antiguos. “Enoc siguió andando con el Dios verdadero.” (Génesis 5:18, 21-24; Hebreos n:5; 12:1.) Como profeta de Yahveh, predijo la venida de Dios con sus santas miríadas para ejecutar juicio contra los impíos (Judas 14, 15), y éste quizás fue el motivo por el que se le persiguió. Sin embargo, si fue perseguido, Dios no permitió que sus opositores lo matasen, de modo que “lo tomó”, es decir, interrumpió su vida a los trescientos sesenta y cinco años, edad muy inferior a la normal de la época. La Biblia dice que Enoc fue “transferido para que no viera la muerte” (Hebreos 11:5), lo que puede significar que Dios lo introdujo en un trance profético durante el que interrumpió su vida, de modo que no llegó a experimentar los dolores de la muerte. (Génesis 5:24; Hebreos 11:5, 13.) En vista de las claras palabras de Jesús en Juan 3:13, Enoc no fue llevado al cielo, sino que, tal vez como en el caso de Moisés, Yahveh hizo desaparecer su cuerpo, de manera que “no fue hallado en ningún lugar”. (Deuteronomio 34:5, 6; Judas 9.)
Sobre la cita en la carta de Judas
Quienes niegan que Judas cite el Libro de Enoc, afirman que sólo el libro bíblico de Judas contiene las palabras proféticas de Enoc: “¡Miren! Yahveh vino con sus santas miríadas, para ejecutar juicio contra todos, y para probar la culpabilidad de todos los impíos respecto a todos sus hechos impíos que hicieron impíamente, y respecto de todas las cosas ofensivas que pecadores impíos hablaron contra él” (Judas 14, 15). Se preguntan por qué, aunque muchos expertos sostengan que esta profecía de Enoc contra sus contemporáneos impíos y es una cita directa del Libro de Enoc; ¿Cómo es posible que Judas se remitiera a una obra, que según ellos, es apócrifa y nada fidedigna?
Las Escrituras no revelan cómo llegó a conocer Judas la profecía de Enoc. Argumentan que tal vez citara simplemente de una fuente común, una tradición acreditada de gran antigüedad. Es evidente que Pablo hizo algo similar cuando identificó por nombre a Janes y Jambres, quienes, si no fuera porque él los mencionó, seguirían siendo los magos anónimos de la corte de Faraón que se opusieron a Moisés. Quienes niegan que Judas cite el Libro de Enoc, argumentan también que si el escritor del Libro de Enoc tuvo acceso a una antigua fuente de esta clase, ¿Por qué no podía tenerlo Judas?. Aunque se acepta la afirmación de Judas, pero no se incluye dentro del canon bíblico el Libro de Enoc.
Traducciones
Entre las traducciones existentes están las siguientes:
Hebreo
Lazarus Goldschmidt (1892).
En inglés
Rev George H Schodde (1882).
Richard Laurence (1821 y 1883).
Robert Henry Charles (1893, 1906 y 1913), edición crítica.
George W. E. Nickelsburg (1934).
Michael Antony Knibb (1978), con introducción y comentarios.
Hedley Frederick Davis Sparks (1984).
David Roberts Versión Mesiánica.
James Scott Trimm Versión Mesiánica (2008).
Joseph B. Lumpkin (2009).
Francés
François Martin, "Le Livre d'Enoch" (1906).
Español
-Federico Corriente y Antonio Piñero (1982), con introducción analítica y notas.
-Gonzalo Aranda (1984).
-Florentino García Martínez (1992): sólo los fragmentos encontrados en Qumrán.
-Juli Peradejordi (1995).
-Fermin Navascuez (2005).
"Ministerio la Verdad Eterna", "Los Libros de Enoc" (Traducción en curso).
Henoc
Enoc (a veces transcrito como Enoch o Enoq; חנוך Janoj) es, en el Libro del Génesis, de la Biblia, el nombre de varios personajes bíblicos mencionados en dos genealogías, y posteriormente por muchos autores judíos, cristianos y musulmanes:
Henoc, primogénito de Caín
El primero aparece como primogénito de Caín (quien construyó una ciudad a la que le puso el nombre de Henoc para celebrar su nacimiento). Henoc fue padre de Irad, este de Mehujael, este de Metusael, este de Lamec (quien aparece como el primer polígamo) y este de Jabal y Jubal.
Enoc, el segundo, hijo de Jared
El segundo Enoc aparece como hijo de Jared, descendiente de Set, hijo de Adán, padre de Matusalén, abuelo de Lamec y bisabuelo de Noé (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Génesis». Biblia versión Reina-Valera. Este «Henoc anduvo con Yavé, y desapareció porque Yavé se lo llevó»; «Por la fe Enoc fue trasladado para no ver la muerte, y no fue hallado, porque lo trasladó Dios»
Henoc, nieto de Abraham
Henoc, que podría haber vivido en el 1700 a. C., era hijo de Madián y nieto de Abraham.
Relatos sobre Enoc
Los «hijos de Elohim»
Según el Libro de los Jubileos (texto apócrifo escrito en tono midrásico probablemente en el siglo II a. C. por un judío fariseo; de la versión hebrea solo se conservan los fragmentos encontrados entre los manuscritos del Mar Muerto; la versión mejor conservada es la etíope): Durante trescientos años, Henoc aprendió todos los secretos (del Cielo y de la Tierra) de los bene Elohim (‘los hijos de los dioses’). El es el nombre de uno o varios dioses ugaríticos que fueron importados a Palestina e introducidos en los textos sagrados hebreos.
Por ejemplo, en Génesis 1:26 se dice: «Entonces los Elohim dijeron: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, a nuestra semejanza”» y en Génesis 3:22: «Miren, el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo lo bueno y lo malo». Durante la descripción de la Torre de Babel (Génesis 11:7), los Elohim dicen: «Ahora pues, descendamos y confundamos sus lenguas». Algunos historiadores bíblicos opinan que el judaísmo fue en un tiempo una religión politeísta, hasta que los sacerdotes del dios Yahvéh ganaron el suficiente poder político y religioso como para declarar que Yahvé era el único dios. Sin embargo, otros escritores opinan que este término sería usado como un plural mayestático de un solo Dios.
Los hijos de Elohim eran gigantes que habían bajado a la Tierra porque carecían de compañía femenina. Los dioses El les enviaron para enseñar a la humanidad la verdad y la justicia. En el Libro de Enoc los hijos de los Elohim son llamados «vigilantes» y se les menciona como un grupo de ángeles. Igualmente, según los midrashim de Yalqut Shimoni (la más importante de varias colecciones de midrashim, realizada en la primera mitad del siglo XIII por rabí Shimeon Hadarshan de Fráncfort) y el Bereshit Rabbati6 (midrás sobre el Génesis, abreviado a partir de un midrás perdido, más extenso, recopilado por rabí Moshe Hadarshan durante la primera mitad del siglo XI en Narbona): Shemhazai y Azael (originalmente Azazel, ‘le fortalece [el dios] El’), dos ángeles que gozaban de la confianza de los Elohim preguntaron: «Elohim, ¿no les advertimos el día de la creación que el hombre demostraría ser indigno de vuestro mundo?». Los Elohim replicaron: «Pero si destruimos al hombre, ¿qué será de nuestro mundo?». Los ángeles contestaron: «Nosotros lo habitaremos». Los Elohim preguntaron: «Pero si descendéis a la Tierra, ¿no pecaréis incluso más que el hombre?». Ellos suplicaron: «¡Déjennos vivir allí durante un tiempo y santificaremos Vuestro nombre!».
Los Elohim les permitieron descender, pero enseguida a los ángeles les venció la lujuria por las hijas de Adán y se corrompieron mediante el trato sexual. Henoc dejó constancia no solo de las instrucciones que recibieron de Elohim, sino también de su posterior caída en desgracia: antes del fin disfrutaban indistintamente con vírgenes, matronas, hombres y bestias. Shemhazai engendró dos hijos monstruosos llamados Hiwa e Hiya, cada uno de los cuales comía diariamente mil camellos, mil caballos y mil bueyes. Y Azael inventó los adornos y cosméticos empleados por las mujeres para pervertir a los hombres. En consecuencia, los Elohim les advirtieron que liberarían las Aguas de Arriba y así destruirían a todos los hombres y todas las bestias. Shemhazai lloró amargamente, pues temía que sus hijos, aunque bastante altos para no ahogarse, murieran de hambre. En aquellos días solo la virgen Ishtahar permaneció casta. Cuando Shemhazai le hizo proposiciones lascivas, ella se dirigió a los hijos de los Elohim: «¡Préstenme sus alas!». Ellos accedieron y ella voló hasta el Cielo, donde se acogió en el Trono de los Elohim, quienes la transformaron en la constelación Virgo (o según otros, las Pléyades). Al perder sus alas, los ángeles caídos quedaron abandonados en la Tierra durante muchas generaciones hasta que ascendieron por la escalera de Jacob y así regresaron a su lugar de origen.
Los Elohim les permitieron descender, pero enseguida a los ángeles les venció la lujuria por las hijas de Adán y se corrompieron mediante el trato sexual. Henoc dejó constancia no solo de las instrucciones que recibieron de Elohim, sino también de su posterior caída en desgracia: antes del fin disfrutaban indistintamente con vírgenes, matronas, hombres y bestias. Shemhazai engendró dos hijos monstruosos llamados Hiwa e Hiya, cada uno de los cuales comía diariamente mil camellos, mil caballos y mil bueyes. Y Azael inventó los adornos y cosméticos empleados por las mujeres para pervertir a los hombres. En consecuencia, los Elohim les advirtieron que liberarían las Aguas de Arriba y así destruirían a todos los hombres y todas las bestias. Shemhazai lloró amargamente, pues temía que sus hijos, aunque bastante altos para no ahogarse, murieran de hambre. En aquellos días solo la virgen Ishtahar permaneció casta. Cuando Shemhazai le hizo proposiciones lascivas, ella se dirigió a los hijos de los Elohim: «¡Préstenme sus alas!». Ellos accedieron y ella voló hasta el Cielo, donde se acogió en el Trono de los Elohim, quienes la transformaron en la constelación Virgo (o según otros, las Pléyades). Al perder sus alas, los ángeles caídos quedaron abandonados en la Tierra durante muchas generaciones hasta que ascendieron por la escalera de Jacob y así regresaron a su lugar de origen.
Shemhazai se arrepintió y se situó en el firmamento meridional, entre el Cielo y la Tierra —cabeza abajo y con los pies hacia arriba—, donde permanece colgado hasta nuestros días, formando la constelación llamada Orión por los griegos. Se cree que el escritor griego Arato (de comienzos del siglo III a. C.) también escribió sobre este relato, o su relato aunque diferente presenta una gran similitud con este. Cuenta que la Justicia (siempre virgen, ya que no yacía con nadie), hija de la Aurora, gobernó con virtud la humanidad en la Edad de Oro, pero cuando llegaron las edades de Plata y de Bronce acarreando codicia y masacre, ella exclamó: «¡Ay de esta raza perversa!» y ascendió al Cielo, donde se convirtió en la constelación Virgo.
El resto de la narración está tomada del relato de Apolodoro sobre la persecución de las siete Pléyades vírgenes, hijas de Atlante y Pléyone, que lograron escapar de los abrazos del cazador Orión transformadas en estrellas. No obstante, la mayoría de los estudiosos creen que Ishtahar parece referir a la diosa babilónica Ishtar, identificada a veces con la constelación Virgo. La creencia popular egipcia identificaba a Orión, la constelación en la que se convirtió Shemhazai, con el alma de Osiris.
Explicación del mito
La explicación de este mito de los gigantes «hijos de El», que ha constituido un obstáculo para los teólogos, puede estar en la llegada a Canaán de pastores hebreos, altos y bárbaros, aproximadamente en el 1900 a. C. y en su contacto, mediante el matrimonio, con las etnias del lugar. En este sentido, los «hijos de El» se referiría a los propietarios de ganado que veneraban al dios-toro semita El. El término «hijas de Adán» querría decir ‘mujeres de la tierra’ (en hebreo adama significa ‘tierra’), esto es, las agricultoras cananeas adoradoras de la Diosa, famosas por sus orgías y su prostitución premarital.
Si es así, este acontecimiento histórico se ha mezclado con el mito ugarítico según el cual el dios El sedujo a dos mujeres mortales y engendró dos hijos divinos con ellas, a saber Shahar (‘Aurora’) y Shalem (‘Perfecto’). Shahar aparece como divinidad alada en el Salmo 139,9; y su hijo (según Isaías 14:12) era el ángel caído Helel.
Las uniones entre dioses y mortales (que generalmente en la mitología provienen de las uniones de reyes o reinas con plebeyos), ocurren con frecuencia en los mitos del Mediterráneo y el Cercano Oriente. Como el judaísmo posterior rechazó todas las deidades menos su propio Dios trascendental, y como este nunca se casó ni asoció con mujer alguna, el rabino Shimon ben Yohai maldijo, en su texto Génesis Rabba, a todos los que interpretaran «hijos de El» en el sentido ugarítico. De manera evidente, tal interpretación todavía era habitual en el siglo II, y solo desapareció cuando los bene Elohim fueron interpretados como ‘hijos de los jueces’. Elohim podía significar ‘dioses’ pero también ‘jueces’. Se generó incluso la teoría de que cuando un magistrado debidamente designado juzgaba una causa, el espíritu de Él lo poseía: «Yo había dicho: ¡Ustedes son dioses, todos ustedes, hijos del Altísimo!».
Los ángeles acusadores
Según las Homilías clementinas (opúsculo cristiano de principios del siglo III, escrito probablemente en Siria): Ciertos ángeles acusadores pidieron permiso al dios Yahvéh Elohim para reunir pruebas fidedignas de la iniquidad humana, perlas, tinte purpúreo, oro y otros tesoros, que fueron robados inmediatamente por los codiciosos hombres. Entonces los ángeles-joyas adoptaron forma humana con la esperanza de enseñar rectitud a la humanidad. Pero esa asunción de carne humana les hizo someterse a los apetitos humanos: seducidos por las hijas de los hombres, se encontraron encadenados a la Tierra y fueron incapaces de recuperar sus formas espirituales.
Los Caídos tenían unos apetitos tan grandes que Yahvéh Elohim hizo llover sobre ellos maná de muchos sabores diferentes para que no sintieran la tentación de comer carne, alimento prohibido, y excusaran su flaqueza alegando escasez de cereal y hortalizas. No obstante, los Caídos rechazaron el maná de Yahvéh Elohim, mataron animales para comerlos y hasta probaron carne humana, contaminando así el aire con vapores nauseabundos. Con las mujeres y las bestias del campo y el agua, procrearon hijos monstruosos y titanes. Fue entonces cuando Yahvéh Elohim empezó a pergeñar la destrucción de Su mundo por medio del Diluvio.
El ángel Metatrón
Más tarde, el mito hebreo convierte a Henoc en el ángel ayudante y consejero de Yahve Elohim y también en patrono de todos los niños que estudian la Torá. Según el Sefer Hejalot (midrás sobre los secretos del Cielo, estrechamente relacionado con el Libro de Henoc): El sabio y virtuoso Henoc ascendió al Cielo, donde se convirtió en el principal consejero de Yahvéh Elohim y desde entonces fue llamado Metatron. Yahvéh Elohim puso su propia corona sobre la cabeza de Henoc y le dio setenta y dos alas y numerosos ojos. La carne de Henoc se transformó en llama, los tendones en fuego, los huesos en ascuas, los ojos en antorchas, el cabello en rayos de luz, y lo envolvió la tormenta, el torbellino, el trueno y el rayo.
Metatrón sería una corrupción hebrea del griego meta-dromos, ‘el que persigue con venganza’, o de meta ton zronon, ‘cercano al trono’. Los setitas (descendientes de Set) hacían voto de celibato y llevaban vida de anacoretas, según el ejemplo de Henoc. Según el Génesis 5.22-24, Henoc era un hombre justo, «caminó con Yahvéh», vivió 365 años, y desapareció, porque Yahvéh se lo llevó sin que muriera. El cronista, poeta y teólogo católico sirio Gregorio Bar-Ebraia (1226-1286) escribió: Henoc fue el primero que inventó los libros y las diversas formas de escritura. Los antiguos griegos declaran que Henoc es equivalente a Hermes Trimegisto, y enseñó a los hijos de los hombres el arte de construir ciudades, y promulgó algunas leyes admirables [...]
Descubrió el conocimiento del zodiaco, y el curso de los planetas; y enseñó a los hijos de los hombres que debían adorar a los Elohim, que debían ayunar, que debían rezar, que debían dar limosnas, ofrendas votivas y diezmos. Reprobó los alimentos abominables y la ebriedad, e instituyó festivales para sacrificios al Sol, en cada uno de los signos zodiacales.
En el islamismo, el profeta Henoc es conocido como Idris por algunos ulemas, y se le describe como sigue: ¡Verdaderamente! Es un hombre de verdad y un profeta. Le elevamos a un alto puesto.
Según el 2 Henoc, texto apócrifo y pseudoepigráfico, el dios Yahvé se llevó a Henoc y le transformó en el ángel Metatrón. Se dice que el rey Salomón adquirió gran parte de su sabiduría en el Libro de Raziel, colección de secretos astrológicos tallados en zafiro, que guardaba el ángel Raziel.
En el capítulo 23 del 2 Henoc, el Henoc eslavo dice que el dios El dictó a Henoc su conocimiento cósmico, después designó a los ángeles Samuil y Raguil o Semil y Rasuil para que acompañaran a Henoc en su regreso a la Tierra y ordenó a este que legara esos libros a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Tal sería el origen del Libro de Raziel, que fue entregado, según la tradición judía, por el ángel Raziel a Adán, del cual pasó a Noé, Abraham, Jacob, Leví, Moisés y Josué antes de llegar al rey Salomón.
Según el Tárgum sobre el Eclesiastés: Cada día el ángel Raziel, erguido sobre el monte Horeb, proclama los secretos de los hombres a toda la humanidad y su voz resuena alrededor del mundo. Un denominado Libro de Raziel, que data aproximadamente del siglo XII, fue escrito con toda probabilidad por el cabalista Eleazar ben Judah de Worms, pero contiene creencias místicas mucho más antiguas.
Enoc en el mormonismo
Para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (conocidos popularmente como "mormones"), Enoc fundó la ciudad justa de Sión en un mundo pecaminoso. Él y los habitantes de toda la ciudad fueron «trasladados» por Dios sin probar la muerte12 antes del Gran Diluvio. Dejaron a Matusalén y su familia (incluido Noé su bisnieto) para que gente justa siguiera poblando la Tierra. Revelación registrada en el Libro de Moisés capítulos 6 y 7, recibida por el profeta José Smith.
Apocalipsis de Esdras
El Apocalipsis de Esdras es un libro seudoepigráfico escrito en el siglo I que figura como apéndice en algunas ediciones de la Biblia. En la Vulgata aparece como 4 Esdras, en las versiones eslavas y rusas como 3 Esdras y en las traducciones inglesas (King James, Douay, New Revised Standard) como 2 Esdras (en la sección de apócrifos).
Origen y versiones
Varios expertos, como Vence, Charles, Wellhausen y Gunkel, consideran que el texto original fue escrito en hebreo. Algunos, como Guy, consideran que fue escrito en arameo.
Peredejordi considera que no puede ponerse en duda que el autor era judío, por los frecuentes hebraísmos en el texto y porque "el autor adorna sus discursos con ficciones muy próximas a los talmudistas y rabinos”.2 A pesar de todo, presenta un valor histórico, pues refleja tradiciones considerablemente más antiguas. Sin embargo, los capítulos I, II, XIII y XIV de la versión latina (y las traducciones inglesas) no provienen del libro original, sino que fueron adiciones posteriores, probablemente de autores cristianos.
"Y aconteció que cuando se cumplieron los cuarenta días, el Altísimo habló conmigo, y me dijo: Los veinticuatro libros (canon hebreo) que habéis escrito primero, hazlos públicos para que quienes son dignos y quienes no son dignos puedan leer de allí; pero los [otros] setenta los guardarás y se los entregarás a los sabios de tu pueblo." Apocalipsis de Esdras 14:45-463
Las versiones latinas provenientes del Codex Sangermanensis, incluida la de la Vulgata, difieren de las etíopes, no sólo porque añade cuatro capítulos, sino porque carece de uno, que en los manuscritos etíopes y la versión de Lawrence de 1820, es el capítulo VI y en la "New Revised Standard Version" se interpola en el Capítulo VII (7:36-7:105, renumerando 7:36-70 como 7:106-140), siguiendo la edición crítica de Bensly y James de 1895, que también fue usada desde 1969 en la edición de Stuttgart de la Vulgata. Además de los latinos y etíopes, se conservan manuscritos antiguos de este libro en armenio, siríaco, georgiano y árabe. Los expertos creen que todas estas versiones provienen de traducciones del texto griego, del que solamente se conservan algunas citas antiguas, especialmente las de Clemente de Alejandría. No debe confundirse el texto griego perdido, con otro libro en griego, de igual título, "Apocalipsis de Esdras", pero de composición tardía, pero anterior al año 850.
Contenido
La parte del libro que se considera proveniente del original hebreo (capítulos III a XIV de la versión latina) puede dividirse en siete revelaciones, a las que se ha denominado Las siete visiones de Esdras. El contexto es la humillación del pueblo elegido por Dios y el triunfo de sus adversarios. Los protagonistas son Esdras y el arcángel Uriel.
En la primera visión, Esdras le pregunta a Dios: «¿Acaso Babilonia es mejor que Sion?». Uriel le responde con una reflexión sobre la incapacidad humana para comprender los planes de Dios, la transitoriedad de la situación presente y la llegada de la recompensa de los justos «cuando se complete su número» (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Apocalipsis 6, 10-11». Biblia versión Reina-Valera, 1 Henoc 47:2). Esdras pregunta ahora: «¿Por qué has entregado este pueblo a las multitudes? ¿Por que has deshonrado esta raíz entre las otras? ¿Por qué has prodigado tu único bien a muchos, y aquellos que creían en la Ley han sido pisoteados por los enemigos de tu alianza?».
En la segunda visión, Uriel contesta que el Día del Juicio llegará para todos a su tiempo y que todos serán juzgados, primero por el Hijo del Hombre y luego por Dios, y anunció las señales del fin de los tiempos. Esdras pregunta a Dios: «Si has creado el mundo para nosotros, ¿por qué no lo poseemos como herencia?».
En la tercera visión, Uriel contesta que la felicidad solo se consigue después de muchas dificultades. Y así, de la preocupación por su nación, Esdras se proyecta hacia una preocupación por la humanidad y le pide al ángel que explique por qué se salvarán tan pocas personas. Uriel responde que quienes se salvan son como el oro y las piedras preciosas: que, aunque su número sea reducido, tienen mucho valor. Sin embargo, Dios no quiere que los hombres perezcan, prodiga su misericordia a todos, y, «si no aligerara la carga de las faltas de los pecadores, el género humano no viviría».
Dos temas doctrinales afloran en la tercera visión precisamente en el capítulo que falta en la versión latina (o laguna de 7:35-36). Por una parte, Esdras pregunta qué pasará luego de la muerte, cuando el alma abandone el cuerpo. «¿Estaremos en reposo mientras llega el tiempo del Juicio?», inquiere. El ángel responde con una exposición de lo que ha llegado a ser la creencia dominante en la cristiandad: las almas de los justos van a Dios, y las de los impíos «no entran en la morada eterna, sino que andan errantes y son castigadas, atormentadas y afligidas». El otro asunto es el de la imposibilidad de que los justos intercedan por los pecadores en el día del Juicio Final. A la versión latina que se conserva en la Biblioteca Nacional de París le falta una página, que fue arrancada (7:102-112), precisamente donde se trata este asunto. A la pregunta de Esdras "En el día del juicio, ¿podrán los justos interceder por los pecadores ante el Altísimo?"(7:102) Uriel responde (7:105), «cada uno responderá por su propia justicia o injusticia».
La cuarta es la visión de una mujer que, luego de haber sido estéril durante treinta años, tiene un hijo que muere el día de la boda. La mujer sufre y desaparece, y en su lugar aparece una ciudad inmensa. Uriel le explica a Esdras que la mujer es Sion, y la muerte de su hijo, la ruina de Jerusalén, pero luego se ve la gloria de la nueva ciudad santa.
La quinta es la visión de un águila que simboliza el Imperio romano o cualquier otro que «ocupó toda la tierra, hizo padecer toda clase de tormentos a aquellos que la habitaban y oprimió al mundo [...] ha perseguido a los justos, oprimido a los inocentes, odiado a los hombres virtuosos». Uriel sentencia: «Por eso desaparecerás, águila, así como tus alas pecadoras, tus cabezas culpables, tus garras malvadas y tu cuerpo perverso, a fin de que la tierra esté en reposo y liberada de todos tus tormentos». Tal águila se identifica (12:11) como la cuarta bestia de Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Daniel 7, 7,23-26». Biblia versión Reina-Valera.
La sexta es la visión de un hombre que salió del mar y voló por las nubes, así como de numerosos hombres que se reunieron para combatirlo. Sin embargo, cuando lo atacaron, «él no levantó la mano contra ellos ni la espada ni ningún arma, sino que de la boca salió una bola de fuego, de sus labios una llamarada y de su lengua carbones ardientes como un torbellino, y todo se mezcló y fue como una tempestad que descendió sobre la multitud de los que le habían atacado y los consumió» (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Apocalipsis 19, 11-21». Biblia versión Reina-Valera.
En la séptima visión, Esdras se encuentra a la sombra de un árbol, cuando oye la voz de Dios, que le anuncia que será arrebatado del mundo. Esdras le pide a Dios que envíe sobre él el Espíritu Santo para que pueda «escribir lo ocurrido en el mundo y lo que está escrito en la Ley». La voz de Dios le indica que debe alejarse con cinco escribas por 40 días, durante los cuales encenderá en su corazón «la lampara de la sabiduría» hasta que acabe todo lo que tiene que escribir. Esdras bebe de una copa, se llena de sabiduría y durante los 40 días escribe 94 libros. «Entonces Esdras fue arrebatado y colocado al lado de quienes se parecen a él». La séptima visión incluye tanto la división de la historia en diez partes, propia del Libro de Henoc (93:3-10, 91:15-17), como una concepción que fue destacada por los cabalistas: una parte de la revelación es publicada y otra ocultada para que la conozcan solo algunos (14:6,26).
Los dos primeros capítulos, añadidos a la versión latina, exponen cómo Israel, por su pecado, hizo que Dios buscara otras naciones e ilustran sobre cómo recibir la salvación, la «luz perpetua», huyendo de «las sombras de este siglo», «haciendo justicia a la viuda, al huérfano, al pobre» (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Isaias 1, 16-20». Biblia versión Reina-Valera.
Los dos últimos capítulos, también añadidos al texto original, tratan sobre el final de los tiempos: «La baja de precios será tal sobre la tierra que se imaginarán que la paz les es concedida, pero entonces la tierra verá que aparecen males, la espada, el hambre y grandes disturbios». Anuncian grandes desastres que precederán a la liberación de los justos.
Influencia
El Apocalipsis de Esdras es mencionado en los textos de los cristianos de los primeros siglos: la Epístola de Bernabé, Clemente de Alejandría y Tertuliano lo citan. Era un libro preferido de Ambrosio de Milán, quien lo cita, utiliza o menciona expresamente en Bono Mortis, De Spiritu Sancto, Epistola ad Horonciano, De exceso Satyri y Comentarium in Lucam.
Aunque la mayoría de las iglesias no aceptan este libro como parte del canon de la Biblia, en el cual solo lo incluyen la Iglesia Copta y algunas iglesias orientales, también la mayoría de las iglesias han propiciado la difusión del libro al incluirlo en apéndices de las ediciones de la Biblia. Una razón que puede explicar la relativa aceptación del libro a pesar del rechazo de su canonicidad, es la exposición sobre el destino de las almas de los muertos, de la que se deduce una exposición de la inmortalidad del alma y su espera del juicio y la resurrección. En la liturgia de la Iglesia Católica están incluidas oraciones basadas en versículos del capítulo II de la versión latina, por ejemplo: "una luz perpetua brillará para vosotros en la eternidad de los tiempos".
Por otra parte, para la cabalística, identifica "las diez partes del mundo" con los 10 sefiroth, siendo la última Malkuth o el Reino mesiánico y además identifica la revelación para todos, con la Ley y la parte esotérica, con la propia cábala.
Apocalipsis de Baruc
El Apocalipsis de Baruc es el nombre de un escrito bíblico profético de tipo apocalíptico atribuido al profeta Baruc, escriba y secretario del profeta Jeremías. Existen dos versiones conocidas de dicho documento:
El Apocalipsis griego de Baruc.
El Apocalipsis siríaco de Baruc.
Apocalipsis griego de Baruc
El llamado Apocalipsis griego de Baruc, también conocido como Libro III de Baruc o 3 Baruc, es un escrito apócrifo israelita del Antiguo Testamento, atribuido a Baruc, escriba y secretario del profeta Jeremías durante el exilio en Babilonia (s. VI a. C.) Fue escrito en griego a finales del s. I o a comienzos del II. Pertenece al género apocalíptico.
En la historia que se narra en el libro, Baruc se lamenta por la caída de Jerusalén (587 a. C.). Un ángel lo acompaña en un viaje al cielo, donde encuentra demonios y ángeles, después a Miguel, y luego reencuentra el templo celeste.
Apocalipsis siríaco de Baruc
El Apocalipsis siríaco de Baruc, también conocido como Libro II de Baruc, o 2 Baruc, es un escrito apócrifo israelita del Antiguo Testamento de finales del siglo I, después de la caída de Jerusalén (año 70) o de comienzos del siglo II. Aunque es considerado apócrifo, y ni para el judaísmo ni para el cristianismo hacía parte del canon bíblico, fue encontrado en algunas ediciones de la Peshitta, la versión siríaca de la Biblia. Tiene 87 capítulos.
Manuscritos
El texto completo de 2 Baruc se conoce por manuscrito siríaco del siglo VI o VII, descubierto por Antonio Ceriani. en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, en 1866. En 1866 Ceriani publicó una traducción latina del texto sirio. Un manuscrito árabe de todo el texto fue descubierto en 1974; es aparentemente una traducción bastante libre de un texto siríaco similar al del manuscrito de Milán. Un fragmento latino era conocido por una cita en Cipriano. Un fragmento griego del siglo IV fue encontrado entre los manuscritos de Oxirrinco. Se conocían dos extractos de los leccionarios del siglo XIII de la Iglesia Ortodoxa Siríaca (también se encontraron en un leccionario del siglo XV, en Kerala).
Contenido
Aunque el Libro de Jeremías canónico presenta a Baruc como secretario de Jeremías, el Apocalipsis de Baruc lo trata no sólo como profeta, como el Libro de Baruc, sino que además le otorga un papel aún más importante que el de Jeremías. Este libro apocalíptico tiene un estilo similar a las escrituras atribuidas a Jeremías ― una mezcla de oraciones, lamentaciones y visiones ―. Los eruditos lo consideran como una reacción a la caída de Jerusalén, y particularmente del templo. Según el texto, los objetos sagrados del templo fueron rescatados de la destrucción por ángeles, y están reservados para cuando sea reconstruido.
La primera parte del libro se estructura en tríadas ―tres ayunos, cada uno seguido por tres visiones y luego por tres discursos al pueblo―. Las visiones son notables para su discusión de la teodicea, el problema del mal, y un énfasis en el predestinación. En los capítulos 56 y 74, el ángel Ramiel hace una interpretación mesiánica de la visión de Baruc de «las aguas negras y las aguas blancas», descifrando el sentido de la historia del pecado y la redención.
La segunda parte del texto es una larga carta de Baruc a «las nueve y media tribus» (76-86), que muchos eruditos creen que era originalmente un documento separado, que discute la importancia y la primacía de la Ley judía.
El Libro de Jubileos
Otra fuente de mucha autoridad, que si bien se cita y se menciona en la Biblia, no es inspirada, es el Libro de los Jubileos. Este es un libro, que como el Libro de Enoc, es un libro apócrifo, que se refiere a que no es inspirado y fue escrito probablemente en el período inter-testamentario. Este libro nos dice en:
Libro de Jubileos 10:1-6
Y en la tercera semana de este Jubileo, los demonios malignos comenzaron a hacer caer en pecado a los hijos de los hijos de Noé, y a hacer que erraran y se destruyeran entre sí. Y los hijos de Noé vinieron a Noé su padre y le dijeron todo concerniente a cómo los demonios estaban haciendo caer en pecado a sus hijos. Y Noé se postró y oró al Señor Dios y le dijo: 'Dios de los espíritus de toda carne, quien tuvo misericordia de mí y me has salvado a mí y a mis hijos de las aguas del diluvio, Y no permitiste que yo pereciera como perecieron los hijos de perdición; Porque tu gracia ha sido grande para mí, Y grande ha sido tu misericordia para mi alma; Cubre a mis hijos también con tu gracia, Y no permitas que espíritus malvados gobiernen sobre ellos. Para que no los destruyan de la faz de la tierra. Pero Tú me has bendecido a mí y a mis hijos, para que nos aumentemos y nos multipliquemos y llenemos la tierra. Y Tú conoces a tus Vigilantes, los padres de los espíritus, que actuaron en mi día (antes del diluvio): a estos espíritus que hoy viven, aprisiónalos y sosténlos con fortaleza en el lugar de condenación, y no permitas que destruyan a los hijos de tu siervo, mi Dios; porque ellos son malignos, y han sido creados para destruir. No permitas que ellos gobiernen sobre los espíritus de los que vivimos; porque solamente Tú tienes dominio sobre ellos. No dejes que tengan poder sobre los hijos de justicia...
¿Entonces el Libro de Enoc y el Libro de Jubileos podrían ser inspirados o no? ¿Que Luz no da al respecto de la historia que parecen incompletas en el canon bíblico?.
Testamento de los Doce Patriarcas
Los Testamentos de los Doce Patriarcas hijos de Jacob o simplemente Testamento de los Patriarcas es un libro apócrifo bíblico seudoepigráfico, intertestamentario, que refiere discursos y recomendaciones atribuidas los doce hijos de Jacob, antes de morir.
Manuscritos
Se han encontrado fragmentos de copias en arameo de los Testamentos de Leví (1Q21, 4Q13, 4Q540, 4Q541), Judá (3Q7, 4Q538) y José (4Q539) entre los Manuscritos del Mar Muerto y uno de Leví (similar a 1Q21) en el depósito de la sinagoga de El Cairo, procedente de los judíos caraítas del siglo IX. Los manuscritos antiguos más importantes son los armenios (cuarenta y cinco), griegos (trece) y siríaco. También se dispone de una versión tardía en hebreo del testamento de Neftalí. El análisis de las divergencias entre los fragmentos y copias diferentes, revela que el libro sufrió un proceso de síntesis e interpolaciones.
Autoría y fecha de composición
Según Dupont-Sommer (1951-1952) y Philonenko (1960), los Testamentos de los patriarcas son un producto de la comunidad esenia de Qumrán. El contenido central se articula con otros Manuscritos del Mar Muerto: El capítulo 17 de Leví se refiere al sacerdocio hasmoneo, un primer sacerdote (Judas Macabeo) y el cuarto (Juan Hircano) al cual siguen los sacerdotes perversos que persiguen a los sacerdotes justos y Leví 18 anuncia el nuevo sacerdote; el énfasis en el esquema pecado-exilio-retorno; la edición en un libro de diferentes partes escritas en diferentes momentos; y las notorias referencias y citas del Libro de Enoc (Simeón 5:4, Leví 10:5, Judá 18:1, Dan 5:6, Neftalí 4:1 y Benamín 9:1). Además muestra la influencia del Libro de los Jubileos y el Sirácida y contactos con el Libro de la Sabiduría. Charles (1908) arguye que a pesar del origen judío del texto, las copias contienen interpolaciones cristianas.
Se estima por el análisis de los textos, que las partes más antiguas fueron escritas en arameo o hebreo entre el 200 y 174 a. C., en tanto que los manuscritos más recientes en arameo datan del 40 a. C. Algunos consideraron que el libro era de origen cristiano, pero los hallazgos de Qumrán demostraron su origen judío, aunque queda por esclarecer cuáles son las interpolaciones en las ediciones y copias cristianas.
Presencia histórica
Aparece citado por Orígenes ("Homilia XV", Josuam vi). La Esticometría, encontrada en la Cronografía de Nicéforo de Constantinopla, menciona a Patriarcas con una extensión de 5.100 líneas, incluyéndolo en la lista de libros que no hace parte del canon bíblico. Figuró en los códices y listas del Canon de la Biblia de la Iglesia Apostólica Armenia, por lo menos hasta el siglo XIV. Por los cristianos armenios y por la traducción de un manuscrito griego al latín, hecha en 1242 por Roberto Grosseteste, fue conocido en Europa. En el siglo XVI fue citado por el anabaptista Pilgram Marbeck y en 1666 fue incluido en la Biblia Armenia de Oskan, impresa en Ámsterdam. Además de las versiones armenias, a partir de las cuales hizo Josephianz su edición de 1863, se conocen las versiones eslavas, georgiana, serbia y moderna griega y las más recientes traducciones a las lenguas contemporáneas.
Contenido
La Ley es sinónimo de sabiduría (Leví 13:1-9) y se resume en el amor a Dios y al prójimo (Dan 5:3; Isacar 5:2-6; Benjamín 3:3). Esto incluye el amor a los enemigos (José 18:2: «Si alguno quiere haceros daño, rogad por él con afán de hacer el bien, y el Señor os librará de todo mal»; Benjamín 4:2-3: «El hombre bueno no tiene ojos tenebrosos, pues siente misericordia de todos, aunque sean pecadores. Aunque tramen algo malo contra él, vence al mal obrando el bien, protegido por la bondad; y a los justos ama como a sí mismo»); el perdón de las ofensas (Zabulón 8:1) y no harcerse justicia por la propia mano (Gad 6:10). Dios es el Señor de Paz en Dan 5:2 (también así lo llama Pablo, en Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «2Tesalonicenses 3, 16». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Romanos 15, 33». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Filipenses 4, 9». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «1Tesalonicences 5, 23». Biblia versión Reina-Valera. Dios es misericordioso y perdona (Judá 19:3) y nos trata según tratemos a los demás (Zabulón 5:3, 8:2-3).
Dos espíritus se asientan en el hombre y su mente escoge a quien sigue: la verdad y el error. Beliar (el demonio), el "príncipe del error", envía el error (envidia, ira, lujuria, avaricia, etc.) (Simeón 2:7, Judá 19:4, Dan 1:6). Si alguien se refugia en el Señor, entonces huye de él el mal espíritu (Simeón 3:5, como Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Santiago 4, 7». Biblia versión Reina-Valera.
El amor al dinero conduce a los ídolos (Judá 19:1). Dios ayuda al perseguido, libera la esclavo, alimenta al hambriento, visita al enfermo, desata al preso y defiende al calumniado (José 1:4-7). Judá 25:1-4 anuncia la resurrección y el triunfo de los pobres y los mártires; Leví 18:14 se refiere a la resurrección de los santos; el Aser 6:6 a la vida eterna y el de Dan 5:12-13 trata sobre la Nueva Jerusalén. Según el Leví 8:13, el Mesías surgiría de Judá como Rey y será un nuevo sacerdote, a quien serán reveladas todas las Palabras (18:2) y expiará por todos los hijos de su generación y será enviado a los hijos de su pueblo; su Palabra es como palabra de los cielos y su enseñanza según la voluntad de Dios; su sol eterno brillará y su fuego quemará en todos los confines de la tierra; sobre las tinieblas brillará su luz, eliminará la obscuridad del orbe (4Q 541: 9,I,2-4) y habrá Paz en todo el mundo (18:4). Un tema fundamental para los Testamentos es la salvación universal y por tanto la salvación de los gentiles (Neftalí 8:3; Aser 7:3; Simeón 6:5; Leví 4:4, 8:14, 14:4; Judá 24:6).
Asunción de Moisés
El Testamento (o Asunción) de Moisés es un libro apócrifo, que fue escrito originalmente en hebreo o arameo (entre el 3 a.C. y el 30 d.C), con versiones en griego y latín. De origen palestino y ambiente farisaico, pretende narrar la historia del mundo, en forma de profecía, desde Moisés hasta el tiempo del autor.
Fue descubierto por Antonio Ceriani en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, a mediados del siglo XIX y publicado por él en 1861. El texto está en doce capítulos y dice ser profecías secretas reveladas por Moisés a Josué antes de transmitirle su liderazgo del pueblo de Israel. Se suele sugerir que la disputa entre el Arcángel Miguel y Satanás (Samael) sobre el cuerpo de Moisés está descrita en este libro, y que es también mencionada en la epístola de Judas (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Judas 1, 9». Biblia versión Reina-Valera, aunque no había sido atribuida a una fuente específica.
Libro de los Salmos de Salomón
No debe confundirse con Libro de los Salmos de David. El Libro de los Salmos de Salomón es un escrito propio de la Biblia Septuaginta, considerado apócrifo por las iglesias cristianas ortodoxas y por la Iglesia católica, y pseudoepigráfico por las distintas sectas e iglesias protestantes y paraprotestantes. Según algunos críticos, habría sido escrito hacia el año 60 a. C. en Judea. Es una colección de 18 salmos compuestos en hebreo, en verso, en el estilo de los himnos del Salterio.
Contexto histórico
Al fallecer la regente Salomé Alejandra en el 67 a. C., su hijo mayor, designado sucesor por ella, Hircano II se proclamó rey, apoyado por los fariseos, quienes habían cogobernado con Salomé. Los saduceos, quienes habían sido favorecidos durante el reinado de Alejandro Janneo, pero apartados del poder durante el gobierno de su esposa Salomé, apoyaron las pretensiones del hermano de Hircano II, Aristóbulo II, quien logró dominar parte del territorio y se declaró rey. Aliado con el rey de los nabateos y con el gobernador idumeo, Antípatro, Hircano cercó Jerusalén, pero el general romano Pompeyo le obligó a retirarse y Aristóbulo logró conservar transitoriamente el trono. Pompeyo marchó a luchar contra Tigranes de Armenia y una vez vencedor regresó a Siria, en el 63 a. C., Pompeyo tomó partido aparentemente por Hircano II y marchó a Palestina, y tomò Jerusalén, donde los romanos profanaron el Templo. Pompeyo llevó prisioneros a Roma a Aristóbulo y a sus hijos y restableció a Hircano II como Sumo Sacerdote, pero no como rey, ya que Judea pasó a ser en realidad un protectorado de Roma. La lucha ¿ contra Aristóbulo y sus hijos llevó a Hircano a cada vez mayores concesiones a los romanos y a que los hijos de Aristóblo se ampararan en el imperio Parto. Finalmente, un hijo de Antípatro, Herodes, fue proclamado por los romanos como rey a su servicio, en el 37 a. C.
Este cuadro histórico aparece reflejado en los Salmos de Salomón. Por las evidentes referencias históricas, Viteau data los salmos 1, 2, 7, 8 y 17, entre el 64 a. C. y el 47 a. C. y Schüpphaus data los salmos 3, 13, 14 y 15, entre el 63 a. C. y el 60 a. C.
Contenido
Su contenido es mesiánico y crítico, tanto de los ricos como de los sacerdotes, y especialmente de los políticos de que confiaron en las potencias de la época y entregaron el país a los romanos: "sus iniquidades sobrepasaban las de los gentiles que les precedieron, profanaron repetidamente el santuario del Señor" (1:8); "subieron al altar pueblos extranjeros, que lo pisotearon orgullosamente".
Se opone por tanto a las doctrinas de los saduceos y a los fariseos, que por sus pecados causaron el castigo divino sobre el pueblo, atrayendo la dominación romana y en cambio elogia a quienes, "no habiendo en Jerusalén quien practicara el amor y la verdad, los rehuyeron quienes aman la comunidad de los santos, co gorriones volaron de sus nidos; erraron por los desiertos para proteger sus almas del mal" (17:15-16); probablemente una alusión a los esenios que fueron al desierto, por ejemplo la comunidad de Qumrán.
En medio del lamento por la situación, surge la esperanza del Mesías: rey descendiente de David, que "no confiará en caballos, ni jinetes, ni arcos; ni atesorará oro y plata para la guerra ni el día de la batalla incrementará sus esperanzas en la multitud de sus guerreros... Su esperanza es la del fuerte que espera en Dios" (17:33-34). Esta visión mesiánica es un desarrollo de la de Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Isaías 11, 3-4,36, 9». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Salmos 20, 7». Biblia versión Reina-Valera, y anticipa la de Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Apocalipsis 19, 11-16». Biblia versión Reina-Valera, un rey que vence el mal con la Palabra de Dios y no mediante las armas de guerra.
Espera la resurrección de los justos: "los que son fieles al Señor, resucitarán para la vida eterna; su vida en la luz del Señor, no cesará nunca" (3:12). Dios es justiciero y misericordioso, que corrige y perdona a quien acepta la corrección, su bondad reposa sobre los pecadores arrepentidos; "¿quien perdonarás los pecados, sino a los pecadores?", pregunta (9:7). Adicionalmente, el salmo 18, que algunos consideran de un autor diferente al del resto de la obra, pone a las estrellas como ejemplo a la manera del Sirácida (43:9-10), el Libro de Henoc (2:1-2, 79:2) y la Regla de la Comunidad (X 4-8) de Qumrán.
Versiones
Actualmente se dispone de versiones en griego procedentes de ocho códices de la Septuaginta. Está listado en el catálogo del Codex Alexandrinus del siglo V. Se dispone también de versiones antiguas en siríaco y latín.
La editio princeps de los Salmos de Salomón, en griego, apareció en 1626 en Lyon. Más recientemente, en 1935, Rahlfs publicó en su versión de la Septuaginta, una versión basada en la edición de Von Gebhart, que traducida al castellano fue editada en 1982 por Piñero Sáenz.
Un Tárgum (hebreo: תרגום, con vocalización, תַּרְגּוּם,1 plural: תרגומים tárgumim2) originalmente era una traducción al arameo de la Biblia hebrea producida o compilada en el antiguo Israel y Babilonia desde el período de Segundo Templo hasta comienzos de la Edad Media (finales del primer milenio). Targum también significa "interpretación", además de "traducción".
Origen
El arameo fue la lengua franca durante cientos de años en las comunidades judías de Israel y Babilonia. Para facilitar el estudio de la Tanaj y hacer más inteligible su lectura pública, se necesitó un texto con autoridad. Como los targumes reflejan la interpretación rabínica (Midrash), claramente huyen de los antropomorfismos, en favor de lecturas alegóricas3 (Maimónides nota esto frecuentemente en su Guía de perplejos). Ambos targumes contienen además de traducciones, notables expansiones midráshicas.
Los dos Targumim "oficiales"
Los dos más importantes targumim para propósitos litúrgicos son:
Tárgum de Onquelos de la Torá (Ley)
Tárgum de Jonathan de los Nevi'im (profetas)
Estos dos tárgumes son mencionados en el Talmud de Babilonia como targum dilan ("nuestro Tárgum"), otorgándoles una especie de oficialidad. En las sinagogas de los tiempos talmúdicos, el Tárgum de Onquelos fue una lectura alternada con la Torá, verso por verso, así como el Tárgum de Jonathan fue leído con la Haftarah (selección de los Profetas). Esta tradicíon es seguida aún en las sinagogas de los judíos mizrajíes yemenitas. Ellos, que son los únicos que continúan usando el Tárgum como texto litúrgico, preservan además la tradición de la pronunciación del arameo de acuerdo al dialecto babilónico.
Además de la función pública del Tárgum en la sinagoga, el Talmud menciona su utilización en el contexto del estudio personal (Berakhot 8a-b). Los manuscritos medievales, a veces presentan los textos hebreos interpolados, verso por verso, con los targumim oficiales. Esta práctica de los escribas, se originó tanto en el uso público como en los requerimientos del estudio personal.
Los dos tárgumes "oficiales" son considerados orientales o babilónicos. Sin embargo, los expertos estiman que se originaron en [Israel]], debido al marcado sustrato del arameo occidental, a pesar de la "orientalización" posterior de los textos. En la medida en que las comunidades judías dejaron de hablar en arameo, la lectura pública del Tárgum junto con la Torá y el Haftarah fue abandonada. Fue sustituida por la lectura de otras traducciones, como la versión árabe de la Torá de Saadia Gaon (llamado Tafsir). En Yemen cada verso era leído tres veces (en hebreo, arameo y árabe).
El estudio privado con el Tárgum nunca fue completamente abandonado y siguió siendo una fuente primordial para la exégesis; por ejemplo sirvió de fuente a los comentarios de la Torá, de Rashi. El Tárgum es impreso al lado del texto en ediciones judías de la Biblia y las autoridades halájicas propician el uso de traducciones del Targum y de comentarios midráshicos como el de Rasdi, a los idiomas locales, para facilitar los estudios.
Otros targumim de la Torá
Hay varios tárgumes occidentales de la Torá, uno de los cuales fue llamado tradicionalmente Targum Yerushalmi ("Targum de Jerusalén") o "Targum de Palestina". Este fue erróneamente atribuido a Jonathan ben Uzziel, por lo que se le conoce como "Targum Pseudo-Jonathan". Abunda en paráfrasis y aunque es heterogéneo y de edición tardía (menciona a Mahoma y a Constantinopla, contiene una antigua tradición de hagadá. Un Targum fragmentario, Yerushalmi II, contienen 850 versículos, que mezclan textos antiguos con otros más recientes. En la Géniza de El Cairo fueron encontrados fragmentos de targumim, editados en 1930, que representan tradiciones antiguas. El Targum Neofiti data del siglo II, pero las versiones conservadas contienen múltiples retoques bajo la influencia del Targum de Onquelos.
Targum Ketuvim
El Talmud expresamente manifiesta que no hay un Targum oficial de los Ketuvim ("Escritos"), lo cual se explica en principio porque los Escritos no cumplían un papel litúrgico. Además el Talmud (Megilah 3a) dice que Jonathan ben Uzziel quería componer un targum de los Ketuvim, pero "una voz del cielo" (bat kol) públicamente se lo prohibió, para impedir que se revelen las profecías sobre la fecha de la llegada del Mesías. Sin embargo, varios escritos (el libro de los Salmos, Job, Crónicas) tienen targumim originados casi todos en occidente (Palestina), pero la falta de uso litúrgico dificultó su preservación. De Palestina, la tradición de targum de los Ketuvim pasó a Italia y desde allí, durante la Edad Media, a los judíos askenazíes y sefardíes.
Halajá
Halajá (en hebreo: הֲלָכָה) es el cuerpo colectivo de reglas religiosas judías, derivadas de la Torá Escrita y Oral. Incluye los 613 mitzvot ("mandamientos"), la subsecuente Ley Rabínica y Talmúdica y las costumbres y tradiciones compiladas en el Shulján Aruj ("Mesa Servida", pero más comúnmente conocido como "Código de Ley Judía"). Tradicionalmente, el judaísmo no distingue en sus leyes entre la vida religiosa y no-religiosa; la tradición judía religiosa no distingue claramente entre identidades religiosas, nacionales, raciales o étnicas. La Halajá guía no solo la creencias y prácticas religiosas, sino numerosos aspectos de la vida cotidiana. La Halajá es a menudo traducida como "Ley Judía", cuando una traducción más literal sería "forma de comportarse" o "forma de caminar". La palabra deriva de la raíz que significa "comportarse" (también "ir" o "caminar").
Históricamente, en la diáspora judía, la Halajá ha servido a muchas comunidades judías como una vía legal obligatoria, tanto civil como religiosa, dado que no hay diferencia en el Judaísmo clásico. Desde la Ilustración, la Emancipación Judía y la haskalá, muchos han llegado a ver la Halajá como menos vinculante en la vida cotidiana, dado que depende de la interpretación rabínica, en contraposición a las palabras puras escritas registradas en la Biblia Judía.
Bajo la Ley Israelí contemporánea, sin embargo, algunas áreas de la ley que concierne a la familia y al estatus personal están bajo la autoridad de las Cortes Rabínicas, por lo tanto, tratadas de acuerdo a la Halajá. Algunas diferencias en la misma Halajá son encontradas entre Judíos Askenazíes, Mizrajíes, Sefardíes, Yemenitas o de otros tipos que históricamente han vivido en comunidades aisladas, como en Etiopía, reflejando la diversidad histórica y geográfica de varias comunidades Judías en la Diáspora.
Divisiones de la Halajá
Las reglas de la Halajá se pueden dividir en:
-Leyes bíblicas o "DeOraita", que aparecen explícitamente en el Pentateuco.
-Leyes "divinas" o "Halaja LeMoshe Misinai", que, aunque no figuran en el texto bíblico, fueron tradicionalmente dadas por Dios a Moisés.
-Leyes rabínicas o "DeRabanan", que son prácticas instituidas por los rabinos del Talmud.
-Costumbres
Desarrollo
La Halajá consta originalmente del contenido legal del Talmud, y en específico de las opiniones normativas que dirigen la práctica del judaísmo. Algunos talmudistas (denominados "poskim") escribieron textos en los cuales se copian las secciones legales normativas del Talmud. Entre éstos figuran Halajot HaRif, del rabino Itzjak Alfasi (1013-1103), y el comentario del rabino Asher ben Yejiel (1259-1321).
El libro Sefer Mitzvot Gadol, del rabino Moshe ben Yaakov (de Coucy, Francia), así como el Sefer Hajinuj, traen los 613 mandamientos o mitzvot en el orden en el que aparecen en el Pentateuco.
El primer texto en organizar la Halajá por temas y no por su orden en el Talmud fue el del rabino Moisés Maimónides, autor del Yad haJazaka o Mishné Torá. Posteriormente se escribió el Arba Turim, del rabino Yakov ben Asher (1270-1340), que no sólo divide el contenido por temas, sino que, a diferencia del Yad Hajazaka, incluye opiniones no normativas.
El rabino Yosef Caro (de Safed, Israel) escribió en el siglo XVI un comentario al "Arba Turim" llamado Beth Yosef, y con base en él escribió un código legal normativo llamado Shulján Aruj. Éste incluye asimismo, en todas sus ediciones modernas, los comentarios del rabino Moisés Isserles (de Cracovia), que reflejan las costumbres y prácticas askenazíes.
Con base en el Shuljan Aruj se han escrito otros códigos legales, entre ellos el Jayei Adam, el Kitzur Shuljan Aruj y el Mishna Berurá, del rabino Israel Meir Kegan, seguidos por los haredíes, y el Shulján Aruj HaRav, del rabino Schneur Zalman de Liadí, seguido por el judaísmo jasídico.
El judaísmo conservador cumple con la Guide to Jewish Religious Law and Practice [Guía para la ley y práctica de la religión judía], del rabino Isaac Klein.
Responsa
Las responsas rabínicas son respuestas a consultas legales que les mandan sus seguidores. Algunas de éstas se publicaron en la época medieval, y otras se siguen publicando hasta hoy en día. Algunas de las responsas modernas aplican los principios del Shuljan Aruj a temas actuales tales como tratamientos médicos, nueva tecnología, etcétera. Entre éstas últimas figuran Igrot Moshe, del rabino Moisés Feinstein (1895-1986), Tzitz Eliezer, del rabino Eliezer Waldenberg, así como Yalkut Yosef, del rabino Ovadia Yosef, dirigida al público sefardí. El judaísmo conservador a su vez ha publicado responsas sobre temas de actualidad, aunque éstas no son seguidas por los judíos ortodoxos.
El alcance del Halajá
El Halajá es una guía detallada de numerosos aspectos de la vida humana, corporal y espiritual. Sus leyes, pautas y opiniones cubren un vasto rango de situaciones y principios, en el intento de comprender todo lo que está implicado en el repetido mandamiento: Sé santo, como yo tu Dios soy santo de la Torá. Esto abarca cuáles son las mejores formas para un judío de vivir por el camino correcto.
Mishná
La Mishná (del hebreo מִשְׁנָה, ‘estudio, repetición’) es un cuerpo exegético de leyes judías compiladas, que recoge y consolida la tradición oral judía desarrollada durante siglos desde los tiempos de la Torá o ley escrita, y hasta su codificación a manos del rabino Yehudah Hanasí, hacia finales del siglo II.
El corpus iuris llamado Mishná, es la base de la ley judía oral o rabínica y forma parte del Talmud que, conjuntamente con la Torá o ley escrita, conforman la halajá. A su vez, la Mishná fue ampliada y comentada durante tres siglos por los sabios de Babilonia —la Guemará—, en tanto la Mishná original y su exégesis o Guemará, recibieron conjuntamente el nombre de Talmud.
Un conjunto de Rabinos juntaron la tradición oral en el siglo III lo cual reunió una cantidad de 6 libros (tomos, rollos) y que se fue pasando de generación en generación.
Estructura de la Mishná
La Mishná está redactada a manera de versículos cortos en hebreo, llamados mishnayot (מִשְׁנָיוֹת; singular mishnayá, diminutivo de Mishná), que clasifican, resumen y consolidan las numerosas leyes orales desarrolladas y comentadas por los sabios de la época, los tanaím (del arameo תַּנָּאִים; singular taná, con el mismo significado que Mishná). Las mishnayot se agrupan en 527 capítulos (פְּרָקִים, perakim; singular pérek), y éstos, en secciones o masejtot (מַסֶּכְתּוֹת; singular maséjet). Todos ellos, conforman los seis libros en los que la Mishná se divide —cada uno de ellos llamado Séder (סֵדֶר, "orden")— y que comprenden prácticamente todos los ámbitos de la halajá judía:
Zeraim (זְרָעִים, "semillas"): preceptos relacionados con el trabajo de la tierra.
Mo'ed (מוֹעֵד, "festividades"): leyes sobre festividades, shabat y ayunos.
Nashim (נָשִׁים, "mujeres"): preceptos referentes a la vida matrimonial.
Nezikín (נְזִיקִין, "daños y perjuicios"): compila la halajá referente al derecho civil y comercial.
Kodashim (קֳדָשִׁים, "santidades"): leyes religiosas sobre el Templo de Jerusalén
Teharot (טְהָרוֹת, "purificación"): preceptos referentes a la purificación ritual del cuerpo (Nidá).
Ambos Talmud, el jerosolimitano y el babilonio, están igualmente ordenados siguiendo el orden de los seis susodichos libros, en tanto los sabios talmúdicos, los amoraim (אָמוֹרָאִים, "comentaristas") precisamente comentaban y discutían en arameo cada versículo o mishnayá, hasta llegar a un acuerdo acerca de la ley correspondiente. Los comentarios no incluidos en la Mishná, son llamados braitot (בְּרַיתוֹת; singular braita; arameo, "externo"); muchas de ellas fueron también comentadas y ampliadas en el talmud.
Apocalíptico (género literario)
Se conoce como género apocalíptico a un conjunto de expresiones literarias surgidas en la cultura hebrea y cristiana durante el período helénico y romano (siglos II y I a. C., y siglos I hasta mediados del siglo II) y que expresan, por medio de símbolos y complejas metáforas, la situación de sufrimiento del pueblo judío o de los seguidores de Cristo y su esperanza en una intervención mesiánica salvadora o en el caso de la apocalíptica cristiana en la Parusía o segunda venida de Cristo.Profetas y videntes
Las raíces de la apocalíptica judeocristiana están en los libros proféticos de la Biblia. El término "profeta" (griego prophétes) significa " aquel que muestra o denuncia algo ante alguien". Luego pasó a dominar el matiz temporal de la preposición griega "pro-" y pasó a significar "el que predice algo". Se puede trazar un paralelismo, si no una identificación, entre el "profeta" del Antiguo Testamento y el "vidente" de los apocalipsis. En los dos casos se trata de alguien capaz de ver de forma privilegiada determinados acontecimientos. Pero hay una diferencia: que en la apocalíptica se pasa del profeta que habla al profeta que escribe, del oráculo al libro. Lo que diferencia a la apocalíptica del profetismo es el destino del mensaje y la forma de expresarlo: los profetas tienen visiones, pero son hombres entregados a la palabra y producen un mensaje directo que el pueblo pueda entender; los videntes apocalípticos reciben la orden de "escribir" inmediatamente el mensaje y lo que escriben no tiene que ser necesariamente accesible a todos. El auditorio del profeta es todo el pueblo de fieles, mientras que el del vidente son los fieles anónimos e iniciados, a los que no suele interpelar. Otros rasgos de la apocalíptica son:
-El carácter seudónimo de la obra: el autor escribe bajo otro nombre. En los apocalipsis judíos se escoge el de algún antepasado significativo (Abrahám, Moisés, etc.); en los cristianos, el de algún apóstol (Pedro, Tomás, etc.). El carácter seudónimo afecta probablemente al Apocalipsis de Juan, atribuido por tradición al apóstol.
-En los apocalipsis la sucesión de la historia y las visiones se presentan por medio de cifras estereotipadas que tienen valor simbólico (por ejemplo, 1000 y sus múltiplos indican un número incalculable). Se juega incluso con el valor numérico de las letras.
-Lenguaje escatológico común. Parábolas e imágenes que hacen referencia al fin de los tiempos y tono oracular.
-Esperanza mesiánica subyacente: la salvación final se realizará por intervención directa de Dios o de una figura que pasa a primer plano, como el arcángel San Miguel. En algunos apocalipsis las esperanzas cristalizan en torno a una figura (el Elegido o el Hijo del Hombre), que culmina en el Cristo triunfante del Apocalipsis de Juan.
-Pese a que a primera vista los apocalipsis parecen estar dominados por la fatalidad y el determinismo, hay una clara voluntad de expresar esperanza de salvación y consuelo para los justos. Hay una figura que lo da todo o que intercede para salvar a los justos (por ejemplo, Moisés en el Libro de los Jubileos y Cristo en el Apocalipsis de Juan).
-La fecha en la que se supone deben cumplirse los oráculos y profecías escatológicos es siempre una fecha indeterminada e imprecisa.
Apocalíptica e historia judía
El contexto histórico en el que surgen los apocalipsis es el de tiempos de crisis percibida como extrema. Los primeros apocalipsis, entre los que se cuenta el Libro de Daniel, son de la época de Antíoco IV Epífanes (175-164 a. C.), en particular del tiempo de persecución bajo su reinado, y de la sublevación judía de los Macabeos (166-160 a. C.). Es la época de la helenización intensiva de Jerusalén y de los territorios judíos. Antíoco Epífanes profana el templo y se produce una gran escisión entre los judíos: los que aceptan las prácticas helenísticas y los que forman una resistencia político-religiosa organizada en torno a los Macabeos. Otro momento de gran crisis para el mundo judío se vive en el siglo I a. C.: en el 63 a. C. Pompeyo conquista Jerusalén, los romanos ocupan Palestina y el poder real y sacerdotal de Jerusalén está bajo la tutela romana. Conviven muchas facciones político-religiosas (fariseos, saduceos, asideos, zelotes, esenios...) y se experimentan grandes esperanzas mesiánicas.
Un tercer momento de gran crisis se vive en el siglo I d. C.: en los años 60 tienen lugar las grandes persecuciones de cristianos por Nerón; en el 70-73 se aplasta la sublevación judía, se toma Jerusalén y se destruye el templo. Después del 73 aumentan los conflictos entre judíos y cristianos hasta la casi total ruptura en los años 90. Entre 81 y 96 Domiciano impone el culto al emperador y se producen más persecuciones de cristianos. Y el cuarto período de crisis que influye en los apocalipsis se vive en el siglo II d. C., cuando se mantienen las persecuciones de cristianos y los judíos se sublevan por segunda vez contra Roma (la sublevación encabezada por el líder político-religioso Bar Kokba en 132-135) y sufren una aplastante derrota. Ante estos momentos, el cuadro trazado por los apocalipsis es tenebrista y atribulado. Se habla del presente como período de corrupción, transgresión y opresión por parte de un poder blasfemo y arrogante, todo lo cual se denuncia.
La historia de Israel y las bases de sus esperanzas para el futuro han estado desde siempre unidas a sus pretensiones políticas. Ahora bien, los grandes momentos de la apocalíptica son precisamente aquellos en los que a los judíos les son arrebatadas estas pretensiones por otros poderes dominantes. Los judíos de los últimos siglos antes de Cristo creían que los cielos "se habían cerrado" y que el Espíritu de Dios "no se había apoderado de nadie" (no había inspirado a nadie) desde los tiempos de los últimos profetas Ageo, Zacarías y Malaquías; y sin el Espíritu de Dios la historia no era posible.
La apocalíptica permitió mantener como real la historia de Israel gracias a la doctrina de la inspiración bíblica: la historia aún era posible y su agente era el autor inspirado y su obra escrita. Los grandes agentes históricos de la humanidad (Adán, Moisés, Elías, etc.) intervienen de nuevo en la historia en virtud del carácter seudónimo de las obras apocalípticas y así el pasado se hace presente y no se interrumpe la continuidad. La apocalíptica se convierte en una especie de ciencia de la historia, teniendo en cuenta que ésta no es una sucesión de acontecimientos, sino un todo, un proceso unificado que comienza con Adán y los imperios nacidos del caos primordial y que finaliza en un acto que retornará el mundo a sus orígenes. Se trata de la concepción mítica en la que principio y fin se unen en un lugar teórico (mítico) en el que todo comienza. Hay en la apocalíptica huellas de concepciones míticas babilónicas, persas y griegas (por ejemplo, todo lo relativo a la angelología y la demonología), unidas a la escatología judía.
El género apocalíptico en la Biblia
El tema y asuntos apocalípticos fueron muy populares entre los judíos de la post-diáspora (después del exilio babilónico), lo que dio lugar a la proliferación de apocalipsis. Algunos de estos textos han llegado a ser canónicos y otros subsisten entre los llamados apócrifos.
Los textos apocalípticos que han sido incorporados al canon de la Biblia son los siguientes:
-El libro de Daniel (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Daniel 1-12». Biblia versión Reina-Valera.
-El denominado apocalipsis isaítico, contenido en el libro de Isaías (Isaías 24-27; 33; 34-35).
-Varios pasajes del libro del profeta Ezequiel (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Ezequiel 2, 8-3;3, 38-39». Biblia versión Reina-Valera.
-Pasajes del libro del profeta Zacarías (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Zacarias 12-14». Biblia versión Reina-Valera.
-Pasajes del libro del profeta Joel (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Joel 2». Biblia versión Reina-Valera.
-El llamado Discurso Escatológico en los evangelios (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). -«Marcos 13». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera -(1909). «Mateo 24». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Lucas 21». Biblia versión Reina-Valera.
-Pasajes de las Cartas de Pablo (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909).
-«1 Tesalonicenses 4:13-5:11». Biblia versión Reina-Valera. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «2 Tesalonicenses 2». Biblia versión Reina-Valera.
-El Apocalipsis según san Juan.
Además:
-El Libro de Henoc es aceptado como canónico por la iglesia etíope.
-El Apocalipsis de Esdras figura como apéndice en la Vulgata latina y en las biblias de la iglesia armenia.
El género apocalíptico fuera de la BibliaLos siguientes son libros que pertenecen al género apocalíptico, pero que no son aceptados dentro del canon bíblico:
El Apocalipsis de Pedro, atribuido a Pedro.
El Segundo Libro de Enoc, atribuido a Henoc.
El Libro de los Jubileos, atribuido a Moisés.
El Testamento de los Doce Patriarcas, atribuidos a los doce hijos de Jacob.
Literatura apocalíptica judíaLa salvación de la literatura apocalíptica en general se debe al cristianismo, en cuyas biblias aparecían estas obras. El canon hebreo las rechazó y lo mismo hizo el canon cristiano cuando fue establecido:
Los Libros de Enoc. Toman como personaje a Enoc (Génesis 5,24), quien trató con Dios antes de ser arrebatado a los cielos. El libro etiópico de Enoc se conservó en la Biblia etiópica, que lo consideró como sagrado. Fue escrito en hebreo o arameo entre los siglo II y I a. C. y la versión etiópica se realizó a partir de la traducción griega. El libro eslavo de Enoc o libro de los secretos de Enoc fue escrito en griego en el siglo I de la era cristiana por un judío o judeocristiano palestino y se ha conservado en lengua eslava. El patriarca realiza un viaje por los siete cielos y recibe una serie de revelaciones.
El Libro de los Jubileos. Escrito hacia el 100 a. C. Tiene una presentación cronológica, pues divide en "jubileos" (períodos de 49 años) los acontecimientos relatados desde el Génesis hasta el capítulo 12 del Éxodo. Cada jubileo se divide en 7 series de 7 años, y cada año tiene 364 días. Comenta gran parte del Génesis y pasajes del Éxodo. El propósito es establecer un calendario jubilar para la observancia de las fiestas religiosas y los días consagrados.
Salmos de Salomón. Son 18 himnos parecidos a los salmos canónicos conservados en varios manuscritos de la biblia griega. Se escribieron en hebreo, pero sólo se conserva la traducción griega y una siríaca. Fueron canónicos durante mucho tiempo para muchas iglesias cristianas. Se compusieron aproximadamente entre 68 y 40 a. C.
Testamentos de los doce Patriarcas. Son doce discursos dirigidos a sus descendientes por los hijos de Jacob. Nos ha llegado la versión griega, pero parece que el original era hebreo o arameo. Se trata de una obra judía precristiana con interpolaciones cristianas, aunque hay quien ha propuesto un origen esenio. Se debió componer entre 130 y 63 a. C. En cada testamento hay una introducción a la vida del patriarca, lecciones morales basadas en su vida y una breve conclusión mesiánica y apocalíptica.
Oráculos sibilinos. El personaje pagano de la sibila pasa a los judíos de cultura helenística, quienes sustituyen por ella a personajes proféticos tradicionales como Moisés. Ya en el siglo II a. C. utilizaron el género sibilino como medio de propaganda. Poseemos doce libros de estas colecciones de oráculos. Los únicos de origen judío, aunque con retoques cristianos, son los libros II, IV, V. La fecha probable de composición es hacia la mitad del siglo I a. C.
Asunción o Testamento de Moisés. En origen debieron existir por separado el Testamento de Moisés y la Asunción de Moisés. La obra contiene una profecía de tipo apocalíptico: Moisés la habría redactado para Josué y nos cuenta la historia del pueblo elegido y su entrada en Canaán al final de los tiempos. Se compuso entre el 3 a. C. y el 30 d. C.; es, por tanto, contemporánea de Jesús y refleja la esperanza del pueblo judío. Se debió redactar en hebreo o arameo y se nos conserva en la traducción latina, hecha a partir de la griega.
Apocalipsis siríaco de Baruc o Libro II de Baruc. Se conserva en siríaco, aunque el original debió ser hebreo o arameo. El protagonista es Baruc, confidente de Jeremías. Se debió componer entre 75 y 100 d. C. Gira en torno a la pregunta de por qué sufre el pueblo de Dios y sus enemigos prosperan. Dios revela a Baruc que el mundo futuro estará reservado a los justos. La llegada de la era mesiánica estará precedida de desastres.
Libro IV de Esdrás. Es la obra judía no bíblica que más difusión alcanzó y la más usada por los primitivos cristianos. Bajo el nombre de Esdrás se compusieron más obras, pero ésta es la más importante. Se debió componer en los últimos años del I d. C. El templo de Jerusalén destruido ocupa un lugar preeminente en este apocalipsis de siete visiones. Éste es el motivo por el que se escoge a Esdrás, quien vivió tras la destrucción de Jerusalén por los caldeos (587 a. C.). El original fue hebreo o arameo y tenemos varias traducciones, entre las cuales están la griega y la latina; esta última la incluyen algunas ediciones de la Vulgata.
El Segundo Libro de Enoc, atribuido a Henoc.
El Libro de los Jubileos, atribuido a Moisés.
El Testamento de los Doce Patriarcas, atribuidos a los doce hijos de Jacob.
Literatura apocalíptica judíaLa salvación de la literatura apocalíptica en general se debe al cristianismo, en cuyas biblias aparecían estas obras. El canon hebreo las rechazó y lo mismo hizo el canon cristiano cuando fue establecido:
Los Libros de Enoc. Toman como personaje a Enoc (Génesis 5,24), quien trató con Dios antes de ser arrebatado a los cielos. El libro etiópico de Enoc se conservó en la Biblia etiópica, que lo consideró como sagrado. Fue escrito en hebreo o arameo entre los siglo II y I a. C. y la versión etiópica se realizó a partir de la traducción griega. El libro eslavo de Enoc o libro de los secretos de Enoc fue escrito en griego en el siglo I de la era cristiana por un judío o judeocristiano palestino y se ha conservado en lengua eslava. El patriarca realiza un viaje por los siete cielos y recibe una serie de revelaciones.
El Libro de los Jubileos. Escrito hacia el 100 a. C. Tiene una presentación cronológica, pues divide en "jubileos" (períodos de 49 años) los acontecimientos relatados desde el Génesis hasta el capítulo 12 del Éxodo. Cada jubileo se divide en 7 series de 7 años, y cada año tiene 364 días. Comenta gran parte del Génesis y pasajes del Éxodo. El propósito es establecer un calendario jubilar para la observancia de las fiestas religiosas y los días consagrados.
Salmos de Salomón. Son 18 himnos parecidos a los salmos canónicos conservados en varios manuscritos de la biblia griega. Se escribieron en hebreo, pero sólo se conserva la traducción griega y una siríaca. Fueron canónicos durante mucho tiempo para muchas iglesias cristianas. Se compusieron aproximadamente entre 68 y 40 a. C.
Testamentos de los doce Patriarcas. Son doce discursos dirigidos a sus descendientes por los hijos de Jacob. Nos ha llegado la versión griega, pero parece que el original era hebreo o arameo. Se trata de una obra judía precristiana con interpolaciones cristianas, aunque hay quien ha propuesto un origen esenio. Se debió componer entre 130 y 63 a. C. En cada testamento hay una introducción a la vida del patriarca, lecciones morales basadas en su vida y una breve conclusión mesiánica y apocalíptica.
Oráculos sibilinos. El personaje pagano de la sibila pasa a los judíos de cultura helenística, quienes sustituyen por ella a personajes proféticos tradicionales como Moisés. Ya en el siglo II a. C. utilizaron el género sibilino como medio de propaganda. Poseemos doce libros de estas colecciones de oráculos. Los únicos de origen judío, aunque con retoques cristianos, son los libros II, IV, V. La fecha probable de composición es hacia la mitad del siglo I a. C.
Asunción o Testamento de Moisés. En origen debieron existir por separado el Testamento de Moisés y la Asunción de Moisés. La obra contiene una profecía de tipo apocalíptico: Moisés la habría redactado para Josué y nos cuenta la historia del pueblo elegido y su entrada en Canaán al final de los tiempos. Se compuso entre el 3 a. C. y el 30 d. C.; es, por tanto, contemporánea de Jesús y refleja la esperanza del pueblo judío. Se debió redactar en hebreo o arameo y se nos conserva en la traducción latina, hecha a partir de la griega.
Apocalipsis siríaco de Baruc o Libro II de Baruc. Se conserva en siríaco, aunque el original debió ser hebreo o arameo. El protagonista es Baruc, confidente de Jeremías. Se debió componer entre 75 y 100 d. C. Gira en torno a la pregunta de por qué sufre el pueblo de Dios y sus enemigos prosperan. Dios revela a Baruc que el mundo futuro estará reservado a los justos. La llegada de la era mesiánica estará precedida de desastres.
Libro IV de Esdrás. Es la obra judía no bíblica que más difusión alcanzó y la más usada por los primitivos cristianos. Bajo el nombre de Esdrás se compusieron más obras, pero ésta es la más importante. Se debió componer en los últimos años del I d. C. El templo de Jerusalén destruido ocupa un lugar preeminente en este apocalipsis de siete visiones. Éste es el motivo por el que se escoge a Esdrás, quien vivió tras la destrucción de Jerusalén por los caldeos (587 a. C.). El original fue hebreo o arameo y tenemos varias traducciones, entre las cuales están la griega y la latina; esta última la incluyen algunas ediciones de la Vulgata.
Apocalipsis de Pedro
La Apocalipsis de Pedro es un libro apócrifo neotestamentario, atribuido al apóstol Pedro, que data, según la mayoría de los estudiosos, del primer tercio del Siglo II. Jesús, en diálogo con sus discípulos, les refiere la suerte que las diversas personas correrán después de la muerte. Es la primera referencia al más allá en la literatura cristiana, y describe con detalle los tormentos que los condenados sufren en el infierno, así como el gozo extático de los bienaventurados en el paraíso.
La obra se ha conservado a través de dos manuscritos: uno etíope, en lengua ge'ez,1 y otro hallado en Ajmin, en Egipto, en lengua griega,2 en el mismo pergamino en que se ha transmitido también el Evangelio de Pedro. Parece que, aunque la obra original fue compuesta en griego, el texto etíope representa un estado más primitivo del texto. Entre los dos textos hay importantes diferencias.
La Apocalipsis de Pedro es considerada canónica por el Fragmento Muratoriano, hacia el año 170. Sin embargo, con posterioridad fue apartada del canon neotestamentario y considerada apócrifa.
Según muchos eruditos, el Fragmento de Muratori fue compuesto en el siglo IV, haciendo ver su desconocido autor que era del Siglo II. Sin embargo el trabajo de Harnack y de Von Campenhausen, sostienen que el período del mismo se sitúa en la segunda mitad del siglo II (170-196). Harnack argumenta que el Fragmento de Muratori, fue una promulgación oficial de Roma definiendo los contenidos del Nuevo Testamento para el resto de la iglesia. Considera posible la redacción en Roma, teniendo como referencia concreta al Pastor de Hermas.
Segundo Libro de Enoc
El Segundo Libro de Enoc (usualmente abreviado como Enoc, y conocido también como Enoc eslavo o Los secretos de Enoc) y "El Libro de Los Secretos de Enoc II" es un texto apocalíptico seudoepigráfico de fecha incierta y autoría desconocida.
Descripción
No está relacionado con el más antiguo 1 Enoc ni con otros dos libros de Enoc (3 y 4); la numeración fue puesta por los estudiosos para distinguir los dos textos. Sólo se ha conservado en eslavo eclesiástico, pero se sabe con certeza que es una traducción de un original en griego. Se piensa que la versión griega (desconocida) podría proceder a su vez de un original hebreo o arameo. Se han propuesto fechas de elaboración que van desde el siglo I hasta el siglo X de nuestra era, aunque la más aceptada es la primera. Fue descubierto por el profesor Matvej I. Sokolov en 18863 en los archivos de la Biblioteca Pública de Belgrado. Hoy el texto se conoce por cinco manuscritos, que transmiten dos versiones diferentes (conocidas como “versión larga” y “versión corta”, de las cuales la segunda parece más fiel a un hipotético original). Algunos comentaristas de la obra han hallado ciertas influencias cristianas, aunque no está claro si corresponden al texto original o a sus posteriores traducciones y reelaboraciones.
El libro comienza con el relato de Henoc, en primera persona, de un viaje a través de los diez Cielos que culmina en un encuentro con Yahvéh. Sigue una discusión sobre la creación del mundo, y las instrucciones de Dios a Enoc para que regrese a la Tierra y difunda lo que ha aprendido. Las enseñanzas de Enoch duran treinta días; a su término Enoc regresa al Cielo y se transforma en el ángel Metatrón. A partir de este momento, la narración pasa a la tercera persona y cuenta las historias de Matusalén, Nir (el hermano pequeño de Noé) y Melquisedec.
Continua en La Biblia VIII: Códices I
Lenguas de Fuego
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