Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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jueves, 24 de enero de 2013

Los Profetas IV

El Profeta Jeremias ante las ruinas de Jerusalen, por Iliá Yefímovich Repin

En el Nuevo Testamento
Cristianismo

Para el cristianismo, el término se refiere tanto a los profetas anteriores a Jesús como a quienes, posteriormente, cumplieron una función profética en la iglesia cristiana. A través de la Vulgata la palabra profeta pasó al latín como prophēta y de allí a las lenguas románicas y germánicas.

Dentro del cristianismo, Juan el Bautista es considerado el último profeta precediendo a Jesús de Nazaret, quien, además de sus otros títulos (Mesías, Salvador, Rey de reyes, Hijo de Dios, etc.), es a su vez considerado el mayor Profeta.

Profetas post-bíblicos
El cristianismo enseña que el último profeta de la Antigua Alianza fue Juan el Bautista.​ A pesar de esto, en el nuevo testamento también se menciona en repetidas ocasiones la existencia de profetas tras la muerte de Jesús, como Felipe el Diácono, Silas, y Ágabo.

La validez de los profetas post-bíblicos varía según la denominación. La iglesia ortodoxa reconoce a Malaquías como el último profeta que habló directamente con Dios. La iglesia católica no es clara sobre el tema, pero en varias ocasiones se han referido a ciertas personas como profetas, aunque no necesariamente en el sentido de alguien que habla con Dios o predice el futuro. En las iglesias protestantes, especialmente en la rama evangelista y en los movimientos restauracionistas, se suele tratar al fundador o líder como profeta.

Etimología
La palabra profeta es la transliteración de un vocablo griego compuesto derivado de pro (antes / hacia) y phesein (decir); así, un προφήτης (prophḗtēs) es alguien que transmite mensajes de lo divino a los humanos, incluyendo, ocasionalmente, que predice eventos futuros. En una interpretación diferente, significa defensor u orador. Es utilizado para traductor el vocablo hebreo נָבִיא (nāvî) en la Septuaginta y el vocablo árabe نبي (nabī) entre otros.

En hebreo, el vocablo נָבִיא (nāvî), "portavoz", tradicionalmente, traducido como "profeta". La segunda subdivisión del Tanaj, (Nevi'im), es devota a los profetas hebreos. El significado de Navi es, tal vez, descrito en Deuteronomio 18:18, donde Dios dice, "... y pondré mis palabras en su boca, les diré todo lo que les ordenaré." Así, el Navi fue pensado ser la "boca" de Dios. Una tradición judía fue que la raíz nun - bet - alef ("Navi") se basa en una raíz de dos letras nun - bet la cual denota vacío o apertura; para recibir sabiduría transcendental, uno debe hacerse "abierto". El vocablo árabe نبي (nabī) es un cognado del vocablo hebreo.

Profetas en la iglesia del Nuevo Testamento
La palabra «profetizar» significa desde su origen etimológico: «decir hacia adelante», o también «decir de antemano». De ahí, un profeta tiene dos funciones:

1. Anunciar lo que está escondido y traerlo a la luz (vea Mateo 10:26-27). Así un profeta puede revelar cosas escondidas de Dios (Su carácter, Sus propósitos, Su manera de actuar …). Pero también puede revelar los pensamientos, intenciones y pecados ocultos de los hombres.
2. Anunciar eventos futuros según la voluntad de Dios. Este es el significado más común de «profetizar»; pero como hemos visto, no es el único.

La función de los profetas en el Nuevo Testamento no es exactamente la misma como en el Antiguo Testamento. En el orden del Antiguo Testamento, Dios encargó a profetas con anunciar y escribir Su revelación autoritativa para el pueblo; o sea, escribir los libros de la Biblia bajo la inspiración del Espíritu Santo. En el Nuevo Testamento, esta responsabilidad pasó a los apóstoles. Ninguno de los profetas mencionados explícitamente en el Nuevo Testamento escribió un libro de la Biblia. Ellos tenían simplemente la función de animar, exhortar y advertir a los hermanos con lo que Dios les revelaba. (Vea Hechos 15:32: «Y Judas y Silas eran también profetas, y así animaron y afirmaron a los hermanos con muchas palabras.»)

Además es una función importante de la profecía, traer a la luz «las cosas escondidas del corazón» (1 Corintios 14:24-25). La profecía puede obrar convicción en un incrédulo que accidentalmente entra a una reunión de los cristianos. Aunque los profetas del orden del Nuevo Testamento no tienen el mismo peso como en el Antiguo Testamento, su función sigue siendo importante. Aunque no están puestos para revelar verdades eternas y autoritativas de la fe, pero sí tienen la función de anunciar en situaciones específicas lo que el Señor quiere decir a una persona o iglesia en particular. Así, la profecía es una de las pocas funciones en la iglesia que concretiza lo que es el gran privilegio del Nuevo Pacto: tener acceso directo a Dios, estar en comunión con Él y conocer Su corazón.

Muchos teólogos cesacionistas opinan que el don de la profecía era solamente para el tiempo de los primeros apóstoles. (Otros dicen que en la actualidad la «profecía» consiste simplemente en la exposición de las verdades bíblicas, pero ya no en la revelación sobrenatural de asuntos ocultos. Pero en este caso, profecía sería equivalente a enseñanza, y así no tendría sentido usar la palabra «profecía».) Pero el libro «Didajé», escrito en el segundo siglo, contiene instrucciones acerca de la recepción de apóstoles y profetas itinerantes. Esta es una prueba de que la función de profeta continuaba durante el segundo siglo, y que la iglesia de aquel tiempo no era cesacionista.

Las profecías tienen que ser examinadas.
Así como los apóstoles, también los profetas y sus dichos deben ser examinados por la iglesia en conjunto. Si la profecía es un don tan importante para la iglesia, el diablo hará muchos esfuerzos para desprestigiarlo y falsificarlo. Por eso dice Pablo: «Profetas hablen dos o tres, y los demás distingan.» (1 Corintios 14:29) Y: «No apaguen al Espíritu; no desprecien profecías; pero prueben todo [si se puede aprobar], retengan lo bueno, absténganse de toda apariencia maligna.» (1 Tesalonicenses 5:19-22)
La iglesia raras veces logró mantener un equilibrio sano entre «no despreciar profecías» y «probar (examinar) todo». Durante largos tiempos, la función de la profecía era prácticamente desconocida en las iglesias. En la actualidad, la profecía está nuevamente de moda (por lo menos en ciertos círculos), pero eso ha producido a la vez una avalancha de falsos profetas y falsas profecías, y una admiración crédula de todo lo que se hace pasar por «profético».

Para examinar a un profeta, se aplican los mismos criterios como para apóstoles: ¿Es su «fruto» y su carácter de acuerdo a la imagen de Cristo? ¿Y es su mensaje conforme a las Sagradas Escrituras?

Un criterio importante encontramos en varios pasajes del Antiguo Testamento: Un profeta verdadero no teme confrontar al pueblo con verdades incómodas. Un falso profeta, en cambio, dirá «Paz, paz» donde no hay paz. (Jeremías 6:13-14, 8:10-11, Ezequiel 13:1-16). Un falso profeta dice lo que el pueblo quiere escuchar (Jeremías 23:16-17), y les profetiza mayormente cosas positivas, para que se sientan «edificados», pero en un sentido carnal. Un profeta verdadero anuncia fielmente lo que el Señor le encargó, y eso incluye a menudo reprensiones, anuncios del juicio, y un llamado al arrepentimiento. Así también en el Nuevo Testamento, cuando Juan recibió las palabras proféticas a las siete iglesias en las cartas en Apocalipsis 2 y 3, tuvo que llamar al arrepentimiento a cinco de las siete iglesias. También en el orden del Nuevo Testamento, el juicio comienza con la casa de Dios (1 Pedro 4:17); y los profetas son los encargados de advertir a la iglesia.

Los verdaderos profetas sufren.
No es que el verdadero profeta sea alguien que se deleita en ofender y escandalizar a la gente. Al contrario, a menudo es él mismo quien más sufre cuando tiene que hablar de la ira de Dios. El lamento de Jeremías expresa probablemente los sentimientos de todo profeta verdadero: «Porque desde que hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra del Señor me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre: pero fue en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos, trabajé por sufrirlo, y no pude.» (Jeremías 20:8-9) – En más de una oportunidad, cuando Dios anunciaba a Moisés que iba a destruir el pueblo, Moisés se puso a orar e interceder por el pueblo hasta que Dios se decidió por un juicio menos severo (Éxodo 32:9-14, Números 14:11-20). – También Samuel, después de que tuvo que reprender duramente a Saúl, lloró por él hasta que Dios le dijo que deje de llorar y que vaya a ungir a David (1 Samuel 15:35, 16:1).

Pero los oyentes raras veces ven este sufrimiento secreto de los profetas. Solamente ven sus palabras duras, y entonces – si no están dispuestos a arrepentirse – comienzan a odiar a los profetas. Por eso, aun en las iglesias que se llaman cristianas, a menudo los verdaderos profetas son perseguidos, y la gente sigue a los falsos profetas. Con razón advirtió Jesús a los discípulos: «Muy felices son ustedes cuando los hombres les odian y cuando los separan y ultrajan y desechan vuestro nombre como algo malo por causa del Hijo del hombre. Alégrense en aquel día y brinquen, porque miren, tendrán un gran sueldo en el cielo. Porque así hacían los antepasados de ellos a los profetas. (…) ¡Ay, cuando todos los hombres les dicen bien!; porque así mismo hacían los antepasados de ellos a los falsos profetas.» (Lucas 6:22-23.26)

A menudo, el profeta verdadero tiene que reprender a los de «su propia casa», a su propia institución o congregación, a sus propios líderes. Elías tuvo que enfrentar a Acab y a Jezabel, su propio rey y reina. Jeremías tuvo que profetizar contra su propia nación, de tal manera que incluso lo acusaron de ser un traídor de la patria, al servicio de los babilonios. – Cuando llegó Jesús, había muchos pecadores en Israel; pero Jesús no los reprendió a ellos. En su lugar, reprendió a los líderes religiosos, los sacerdotes y los maestros de la Biblia. Por eso, los profetas verdaderos a menudo son odiados y expulsados aun por aquellas congregaciones que afirman tomar en serio la palabra de Dios, y valorar los dones del Espíritu Santo. Sería tolerable si el profeta refutase y reprendiese a los pecadores del «mundo»; o a las sectas, a los mormones, a los testigos de Jehová … porque esos son «los otros». Pero los pastores y líderes se enojan cuando alguien trae a la luz los errores de ellos mismos, su orgullo, su hipocresía, su anhelo de influencia y poder – ahí es cuando el profeta es tildado de «rebelde», y tiene que sufrir calumnias y persecución. El pueblo del Señor necesita nuevamente a líderes como David, quien fue capaz de arrepentirse cuando Natán lo confrontó con su pecado.

¿Existen profetas en la iglesia de hoy?
El don de profecía parece haber sido un don temporal dado por Cristo para establecer la iglesia. Los profetas fueron fundamentales para la iglesia (Efesios 2:20). El profeta proclamaba un mensaje de parte del Señor para los creyentes del primer siglo. A veces el mensaje de un profeta era revelador (una nueva revelación y verdad de Dios), y a veces el mensaje de un profeta era profético (ver Hechos 11:28 y 21:10). Los cristianos primitivos no tenían la Biblia completa, y algunos de ellos no tuvieron acceso a ninguno de los libros del Nuevo Testamento. Los profetas del Nuevo Testamento "suplieron la carencia," proclamando el mensaje de Dios a las personas que no tenían acceso a éste de otro modo. El último libro del Nuevo Testamento (el Apocalipsis) no fue completado sino hasta finales del primer siglo. Así que, el Señor envió a profetas a su pueblo para proclamar la Palabra de Dios.

¿Existen en la actualidad verdaderos profetas? Si el propósito de un profeta era revelar la verdad de Dios, ¿por qué necesitaríamos profetas hoy, si ya tenemos la completa revelación de Dios en la Biblia? Si los profetas fueron el "fundamento" de la iglesia primitiva, ¿todavía estamos construyendo el "fundamento" hoy en día? ¿Puede Dios darle a alguien un mensaje para otra persona? ¡Desde luego! ¿Le revela Dios la verdad a alguien de una manera sobrenatural y le permite dar ese mensaje a otros? ¡Desde luego! Pero ¿es este el don bíblico de la profecía? No.

Cuando una persona afirma estar hablando de parte de Dios (la esencia de la profecía), la clave es comparar lo que él o ella dicen con lo que dice la Biblia. Si Dios hablara en la actualidad a través de una persona, el mensaje concordaría completamente con lo que Dios ya ha dicho en la Biblia. Dios no se contradice. 1 Juan 4:1 nos dice: "Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo." 1 Tesalonicenses 5:20-21 declara: "No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo. Retened lo bueno." Entonces, ya sea una "palabra del Señor" o una supuesta profecía, nuestra respuesta debe ser la misma. Compare lo dicho con lo que dice la Palabra de Dios. Si contradice la Biblia, deséchela. Si concuerda con la Biblia, pida sabiduría y discernimiento para saber cómo aplicar el mensaje (2 Timoteo 3:16-17; Santiago 1:5). 

¿Qué es profetizar? ¿Qué es realmente una profecía?
"Profecía" proviene del hebreo "chazon" y significa visión, sueño, oráculo o revelación. En la Biblia se refiere particularmente al tipo de revelación que viene a través de la vista, es decir, una visión dada por Dios. Un ejemplo claro de lo que es profetizar verdaderamente se encuentra en el libro de Ezequiel 37. Este famoso pasaje del valle de los huesos secos muestra el proceso total de lo profético.

El verso 1 dice: "La mano de Jehová vino sobre mí, y me llevó en el Espíritu de Jehová, y me puso en medio de un valle que estaba lleno de huesos."

Primeramente, cuando Dios quiere darle un mensaje a alguien, moverá El mismo al profeta por medio del Espíritu Santo a la persona. Cuando Dios tiene un mensaje para alguien, no se quedará sin decirlo.

En los versos 2 y 3 Jehová prueba la fe del profeta en su poder. En los versos 4-7 se observa el aspecto más importante de la profecía y lo que, en efecto, hace del acontecimiento una profecía: "Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, oíd palabra de Jehová. Así ha dicho Jehová el Señor a estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu, y viviréis; y sabréis que yo soy Jehová. Profeticé, pues, como me fue mandado..."

La palabra, para que sea profética, tiene que venir primero de Dios. Si la palabra viene del intelecto o de las emociones, no es profecía. En segundo lugar, el profeta de Dios dará la palabra tal cual la recibió de parte de Dios sin añadir ni quitar absolutamente nada. Un profeta verdadero teme y siente respeto por el don profético y sabe las implicaciones y responsabilidades de este, por tanto, no alterará la palabra que Dios ha lanzado ni mucho menos profetizará en nombre de Dios si Dios no le ha mostrado o hablado.  De nuevo, el aspecto más importante que constituye a una verdadera profecía es que el mensaje es dictado por Dios y el hombre es meramente un instrumento, nada más.

El resultado de una palabra profética lanzada por Dios y transmitida por un profeta verdadero es el cumplimiento de lo declarado: "...y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor; y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos; pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán. Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies; un ejército grande en extremo." v. 7-10

Nuevamente, la obediencia, la no alteración de la palabra y la declaración de una palabra que primeramente vino de Dios, y no por voluntad o capricho humano, son las características que se ven en esta segunda parte del relato Bíblico. De la única manera en que una palabra profética sobre una persona se cumplirá es si cumple con estos requisitos pues la Palabra de Dios no es solo palabra, es acción:

"Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz." Génesis 1:3 

La profecía, para que sea profecía, tiene que venir del cielo a la Tierra; no es una orden del ser humano a Dios (como lamentablemente está sucediendo demasiado en la iglesia contemporánea), no sucede en sentido contrario. La profecía verdadera no es una declaración, es un mensaje traído directamente del Trono de Dios al ser humano.

Mecanismos de manipulación en las iglesias
En sentido literal, según el Diccionario de la Real Academia, "manipular" significa "operar con las manos o con cualquier instrumento" (¿algo así como
"manosear"?). En su significado que nos interesa, se define como "acto de intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares". Esencial al concepto es el irrespeto a la persona, al derecho y la autodeterminación de su víctima. Manipular es jugar con el pensamiento, sentimiento y conducta de otras personas.

Un buen punto de partida puede ser un análisis sicológico del fenómeno de la sugestión. Aquí el sentido de "sugestionar" que nos interesa es el proceso sicológico mediante el cual una persona busca dominar la voluntad de alguien, llevándolo a pensar o actuar de determinada manera (Real Academia; Wikipedia). Según La Guía de Psicología, "la sugestión es un estado psíquico provocado en el cual el individuo experimenta las sensaciones e ideas que le son sugeridas y deja de de experimentar las que se le indica que no sienta."

Las formas extremas de la sugestión son el hipnotismo y el lavado de cerebro. Pero una forma mucho más común, que permea toda nuestra sociedad moderna, es la propaganda, tanto comercial como política, a veces subliminal (inconsciente; "por debajo del umbral de la conciencia"). La foto de un guapo señor bebiendo Imperial, rodeado de bellas mujeres y otros símbolos de éxito, insinúa la ridícula idea de que beber tal cerveza producirá lo mismos resultados en los televidentes. La propaganda nos evoca, con tremenda sutileza, las ganas de comprar cosas que no necesitamos para nada. La propaganda política gasta millones de dólares para hacernos pensar, sin más razones que sus mentiras, que tal candidato o tal proyecto social es lo mejor o lo peor, según el caso.  En los 1980s, muchas caricaturas de Daniel Ortega lo representaban con un cigarro grandote, para identificarlo implícitamente con Fidel Castro (aunque Ortega no era fumador y los dos son muy diferentes). La ciencia de la propaganda fue perfecionada por Adolfo Hitler y su ministro de propaganda, Paul Joseph Goebels, para llevar el mundo a la guerra. El mandamiento de Jesús, "Mirad, pues, cómo oís" (Lucas 8:18; Marcos 4:24), nos impone el deber de estar alerta y no dejarnos engañar por ninguna propaganda.

Cuando uno se despierta a estas realidades, comienza a ver que en las iglesias también hay sugestión, métodos de propaganda y técnicas hipnotizantes. A veces una prolongada repetición rítmica de determinada frase, a gritos o con variaciones de tono, produce su deseado resultado de una histeria colectiva. Creo que cualquier sicóloga, competente en estos temas, lo podría reconocer y analizar.

Por otra parte, las maratónicas de TV Enlace son un constante ejemplo de sugestión. ¿Cómo es posible que en cada maratónica, los locutores y predicadores puedan anunciar invariablemente que "hay una tremenda unción aquí, se siente poderosamente la presencia de Dios aquí"?. Cabe la sospecha legítima que es más bien sugestión, con miras a crear la impresión de algo misterioso y maravilloso para que la gente envíe sus ofrendas, Queda sumamente vago en qué consiste esa "unción", cómo saben que está presente, y cómo puede ser tan predecible e invariable. Jesús dijo que el Espíritu sopla donde quiere, lo que Lutero
parafraseó, "El Espíritu Santo actúa cuando, donde y como él quiere" y no cada vez que nosotros lo decidamos y después producimos por sugestión las sensaciones correspondientes.

Otra forma de manipulación, el chantaje, consiste en emplear promesas o amenazas para someter a las personas. En el sentido más amplio, "el evangelio de las ofertas" y "la teología de la prosperidad", cuando se emplean para provecho personal (que ocurre no infrecuentemente), califican como chantaje o extorsión. Casi siempre estas promesas y amenazas apelan al egoismo, como cuando se "profetiza" un gran futuro de fama y éxito para personas inseguras
("serás el Billy Graham del siglo XXI"). Muy comúnmente estas promesas producen confusión en sus víctimas y les hacen mucho daño. Muy relacionada con estos chantajes es la intimidación, cuya expresión más grave son las frecuentes maldiciones que se lanzan contra las personas. Estas maldiciones son el colmo, el acabóse, del chantaje: "o te sometes, o te maldigo". Por falsas que sean, estas maldiciones tienen una tremenda fuerza para infundir terror y arruinar la vida de las personas. Estos falsos cristianos llamados apóstoles y profetas, juegan con maldiciones, y han creado iglesias abusivas. A veces estos
"profetas" convalidan hechizos venidos del espiritismo en la vida anterior de los acusados.

Muy generalizada en nuestros días es la teología de la sumisión incondicional, una teología de la autoridad absoluta (del apóstol, profeta, o pastor) que condena y prohíbe toda crítica. Es un autoritarismo a ultranza más cerca a la Curia Romana que al Nuevo Testamento. Produce pastores que son dictadores, que pretenden controlar toda la vida de los creyentes. Para enamorarse, casarse, comenzar un plan de estudios (o dejarlo), aceptar un empleo (o dejarlo), para todo se necesita el visto bueno del soberano pastor (apóstol, profeta).

El texto áureo para este movimiento autoritario, que ahora aparece por todos lados, es Mateo 7:1, "No juzguéis, para que no seáis juzgados". Otras mantras sagradas son "no toquéis al ungido del Señor" o la murmuración de Miriam y la lepra con que Dios la castigó (ver el artículo del 12 de agosto de 2007 en este blog).

Se olvida que Mateo 7:1 condena la criticonería de los fariseos, que pretendían juzgar a los demás sin ser juzgados ellos, que juzgaban la paja en el ojo ajeno sin reconocer la viga en su propio ojo (7:3-5; cf. Rom 2:1). Lejos de prohibir la crítica sana y responsable, en seguida el pasaje nos llama a guardarnos de los falsos profetas, lobos vestidos de ovejas (7:15) y a conocer a todos por sus frutos (7:16-16-20), no por su palabrería espiritual (7:21-23). Según Juan 7:24 Jesús nos manda "juzgar con justo juicio" (cf. Lucas 7:43; cf. 12:57); a los corintios, Pablo les exhortó "juzgad vosotros mismos" (10:15; 11:13) y les avisa que "el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie" (ni de "apóstoles" ni de "profetas"; 1 Corintios 2:15; cf. 1 Juan 2:27)

Con su supresión anti-bíblica de la sana crítica, estos líderes se aseguran un espacio casi ilimitado para la manipulación de sus feligreses. Y es curioso, estos líderes (profetas, "apóstoles"), igual que los fariseos, se atribuyen la más amplia libertad para criticar a otros, sin que otros los puedan criticar a ellos.

Nuestra sociedad actual, en su tránsito de la modernidad a la postmodernidad, vive una profunda crisis de la autoridad. Se reconoce cada vez menos la autoridad extrínseca, por el puesto o el título que uno ostenta. En el futuro, los líderes tendrán que ganar cada vez más una autoridad intrínseca, por lo que realmente son, lo que piensan y lo que hacen.

Pensar con cabeza propia es a veces arriesgado e incómodo, y en la confusión de los cambios rápidos de nuestra época muchas personas buscan la seguridad en autoridades que pensarán por ellos. Pero eso no es sano y no es la voluntad del Señor. El autoritarismo no tiene futuro.

Una expresión especial de este autoritarismo manipulador es la supuesta autoridad incuestionable de los "profetas". Casi siempre, estos "profetas" comunican una actitud autoritaria, que su profecía es de origen divino y sería pecado cuestionarla. A menudo la expresión de su cara dice, "Yo soy profeta, que no me cuestione nadie". Pero lo bíblico es todo lo contrario: todos ustedes tienen el Espíritu, juzguemos e interpretemos todos juntos esta palabra que he recibido (1Tes 5:20-21; 1Cor 14:29). Se repite muy livianamente la fórmula "en el nombre del Señor", como si el Señor estuviera a la orden y disposición incondicional de estas personas.

Recuerdo un artículo en Apuntes Pastorales, en que el hermano Pablo Finkenbinder calculó que más o menos 95% de las profecías en las iglesias le parecían de origen humano y no revelación divina. He conocido casos en que ese origen humano era de prejuicios, resentimientos o intereses propios. La profecía auténtica, como palabra viva del Señor para la iglesia y las naciones, es un don precioso, muy importante y necesario para hoy, pero jamás debe pervertirse para manipular a la gente.

Algunos ejemplos más: Cuando reconocemos nuestra responsabilidad como pueblo de Dios y comenzamos a analizar lo que está pasando en la iglesia, descubrimos muchos ejemplos de manipulación, algunos inconscientes o por costumbre pero otros con clara intención de engañar. Un problema, mayormente sin intención de manipular, es el abuso del Amén, tan extendido en casi todas las iglesias. Cuando se pregunta, "¿Cuántos dicen Amén", se está presionando a la gente a expresar su acuerdo con lo dicho, reduciendo su posibilidad de discrepar o aun de asentir espontáneamente. Es una táctica para inducir asentimiento artificialmente. Hoy día "la cultura del Amén" está haciendo mucho daño a la iglesia. A veces uno ve en las congregaciones personas que dicen su "Amén" antes de que el predicador haya terminado la frase que está pronunciando, para poder saber qué es lo que están afirmando con su Amén.

"Amén" es un signo de exclamación, y nunca debe ser una pregunta con signo de interrogación. Igualmente cuestionable es la costumbre de decir, "Repita después de mí" o "Diga a la persona que está a su lado" tal o cual cosa. Es tratar al público como a tontos, incapaces de pensar con cabeza propia. A veces llega hasta lo ridículo. Una vez oí a un predicador decir "Wow" y después "Repitan todos conmigo, Wow".

En la misma categoría pondría "Den un buen aplauso para el Señor". Si vamos a aplaudir, o vamos a decir "Amén", debe nacer espontáneamente de nuestros corazones, no por manipulación ni por costumbre ciega.

Muchas veces hoy día se emplea musica de trasfondo durante el sermón o la invitación final para crear un ambiente o un "mood". Es manipulación. La respuesta debe nacer del poder de la palabra misma y del Espíritu Santo, no del talento del tecladista.

Mucho se manipulan a la gente durante la invitación evangelística. Cantar "Tal como soy" 35 veces es sugestión y manipulación. Hace muchos años escuché a un famoso evangelista decir, "Levante su mano, nadie te está mirando, no le voy a pedir nada más", para decir después, "Ahora no yo sino el Espíritu Santo le pide a usted pasar adelante al altar". Personalmente creo inconveniente ofrecer cosas, como por ejemplo un libro, a todos los que pasen adelante. Es excelente dárselo, pero malo anunciarlo porque muchos pasarán adelante sólo para recibir el libro.

Como ejemplo final podemos mencionar la manipulación de las escrituras para que digan lo que queremos o lo que ayude más a nuestro sermón. A veces buscamos la traducción más bonita, o más de acuerdo con nuestro concepto, en vez de la más fiel. La meta principal de todo sermón, sea doctrinal o evangelístico, no es primordialmente impactar a los oyentes sino ser fiel y hacer escuchar la Palabra de Dios. En ese sentido, Bernard Ramm ha escrito, "el ministro debe tratar su texto exegéticamente antes de tratarlo homiléticamente" (Hermenéutica, T.E.L.L. 1976). Utilizar las escrituras en servicio del éxito personal u otros intereses es manipular el texto sagrado.

Conclusión: Frente a sus rivales y detractores en Corinto, que desconocían su apostolado y preferían la elocuente retórica de Apolos (1Cor 1:12; 3:4-6; 4:6; Hch 18:24-19:1), Pablo no responde desde una posición de poder sino de una impresionante sinceridad y vulnerabilidad: Cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría... Estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios. (1 Corintios 2:1-5)

Estas palabras, que llegan hasta la motivación más profunda del apóstol, revelan dos cualidades que deben caracterizar a todo siervo y sierva de Dios: la humildad y la integridad. Ese carácter, y esas actitudes, jamás permitirían una vida de manipulación. Gracias a Dios, ha habido y hay muchos miles de personas cuyas vidas y ministerios son auténticos y fieles. Aun en alguien tan famoso y "exitoso" como Billy Graham, y con todos sus defectos y errores, encontramos esa humildad básica y una profunda integridad.

Con tristeza tenemos que reconocer que los valores del mundo de hoy se han infiltrado en la iglesia, tanto de los predicadores y líderes como de los creyentes en las bancas. Entre los famosos predicadores en sus megaiglesias y sus programas de televisión, con todo su éxito, es mucho más difícil encontrar esos grandes valores espirituales de los gigantes del pasado. Aunque gracias a Dios hay excepciones muy notables, muchos (diría que la mayoría) de estas personalidades públicas parecen soberbias, con la arrogancia que les otorga su "éxito". Muchos también dan la impresión de estar jugando algún papel, más como actores de teatro que como siervos del Señor de señores.

¡Cómo quisiera estar equivocado en este análisis tan poco halagador! De todas maneras, la iglesia de hoy necesita mucha oración.

¿Que pasa con Rhema y Logos?
Desde los años 1970 ha circulado una enseñanza que afirma que los dos vocablos griegos que expresan la idea de “palabra” en el Nuevo Testamento, RHEMA y LOGOS, son marcadamente diferentes uno del otro. Esto supuestamente nos revelaría que en verdad hay dos clases de “palabra de Dios” (una escrita, la otra hablada) y que todo creyente necesita conocer esta distinción y como aplicarla. En seguida se comentará el contenido de aquella enseñanza y los peligros que acompañan su aceptación, y se hará una refutación de la misma.

1. La enseñanza errónea sobre “Rhema” y “Logos”

La enseñanza falsa “Palabras Rhema" consiste fundamentalmente de las siguientes proposiciones:
  • "Existe en las Escrituras una marcada distinción de uso y significado entre las dos palabras “Logos” y “Rhema”.
  • La palabra “Logos” se refiere a la revelación objetiva, es la Palabra eterna de Dios, es la Palabra escrita, absoluta para todo creyente en todo lugar.
  • La palabra “Rhema” se refiere a la revelación subjetiva, contemporánea, particular para una persona. Es la palabra hablada. Una profecía, palabra de ciencia o sabiduría se ha de considerar una “palabra Rhema”. Una lectura de las Escrituras a viva voz, con fe y convicción también puede ser “palabra Rhema”.
  • Si el creyente toma una palabra Logos, y la confiesa en fe como una palabra Rhema, esa palabra adquiere poderes creativos, para hacer cumplirse una visión, sanar enfermos, traer prosperidad y cosas por el estilo.
Un ejemplo de esta enseñanza se encuentra en el libro Apóstoles, profetas y los movimientos venideros de Dios, por Bill Hamon, 1997, pags. 284, 285."

"Logos es la Palabra de Dios inefable, inerrante, creativa e inspirada. (2 Timoteo 3:16; 1 Corintios 2:13). Logos es la Palabra de Dios escrita entera la Santa Biblia. Es la revelación completa de Dios como aparece en las Escrituras. Una palabra Rhema es una palabra o ilustración que Dios nos habla directamente, y que concierne nuestra situación personal o particular. Es una palabra oportuna e inspirada por el Espíritu Santo del Logos que trae vida, poder y fe para realizarla y cumplirla. (Efesios 6:17 – “la espada del Espíritu que es el RHEMA de Dios”). Puede ser recibida mediante otros como una palabra profética, o como una iluminación dada directamente a uno en su tiempo de meditación personal en la Biblia o en la oración. El Logos es la Palabra fija de Dios – las Escrituras – y el Rhema es una porción particular del Logos sacada a luz por el Espíritu Santo para ser aplicada directamente a algo de nuestra experiencia personal." 

En Internet también abundan artículos que defienden esta creencia, aunque destacando la función del Rhema mas como agente creativo que de orientación. Un ejemplo es el siguiente: "La Biblia es, objetivamente, la Palabra de Dios. Pero es la Palabra subjetiva de Dios (el ‘Rhema’) lo que determina y desencadena una acción divina, y que tiene un poder creativo y regenerador. No basta conocer el ‘Logos’ de Dios. Tenemos que recibir el ‘Rhema’ para poder decir: “Esto es lo que Dios dice”. Si usted no tiene el ‘Rhema’ de Dios no podrá alentar al cansado. Tiene que llegar a tener la certeza de que Dios le ha hablado y de que es necesario que tal Palabra sea compartida con otros. Esa Palabra arderá en su corazón y será en usted una santa carga que necesitará ser liberada por la predicación, para bendición de muchos".

En esta declaración se aprecia la idea que una palabra “Rhema” en la boca del creyente tiene un “poder creativo y regenerador”. Dice que “no basta conocer el Logos de Dios.” O sea, no basta con estudiar la Biblia. Es necesario recibir una interpretación o sentido de la Palabra escrita que la haga mas convincente a nuestras mentes. De ahí nacen los problemas con esta doctrina, pues inculca y motiva al abandono del estudio exegético de la Palabra de Dios y motiva a la interpretación subjetiva y alegórica del texto sagrado. Algunos llevan la doctrina a niveles peores aun al llamar “Logos” a las palabras de Dios directamente recibidas por los creyentes de la actualidad, y “Rhema” a la repetición a viva voz de las mismas como acto creador. En este proceso la Biblia ni tiene lugar, salvo para “confirmar” sus aseveranzas.

Michael Horton explica: “El “Logos” es la palabra revelacional, la palabra mística, directa que Dios habla al creyente. El “Rhema” es la palabra que los creyentes deben decretar o confesar para traer prosperidad y sanidad a esta dimensión.” (Michael Horton, La agonía del engaño, (Chicago: Moody, 1990), p. 127).

El maestro de la enseñanza “Palabras Rhema”, Kenneth Copeland escribe: “En tu condición de ser un creyente nacido de nuevo, estás equipado con la Palabra. Tienes el poder de Dios a tu disposición. Al dejar penetrar la Palabra en tu espíritu y al declararlo con tu boca liberas poder espiritual para cambiar cosas en las circunstancias naturales. (Kenneth Copeland, El poder de la lengua, pag. 15).

2. Los Peligros de la enseñanza "palabra Rhema"

2.1 Mide la condición espiritual del creyente prioritariamente en términos de dinero y bienes materiales.

Se fomenta el materialismo individualista mas que el animo de bendecir a otros. Los maestros de la “confesión positiva Rhema” afirman que los apóstoles y hasta Jesús fueron todos hombres muy adinerados y que todo creyente con fe debe serlo también. Toman al saludo personal de 3 Juan 2 como una promesa divina de absoluta salud y riquezas como “derecho divino” de todo creyente. Ignoran el consejo de Cristo de Lucas 12:22-31 de no afanarnos por las mismas cosas que se afanan los del mundo.

2.2 Da una respuesta simplista y anti-bíblica frente a las instancias de sufrimiento en la vida del creyente. 

Si un creyente admite estar pasando por una dificultad o enfermedad, los maestros del Rhema en seguida le dirán cosas como: “¡No digas que estás enfermo! ¡Confiesa que ya estás sano!” Si no hay un milagro de sanidad o prosperidad la explicación siempre es: “Te faltó fe”, “Dejaste de confesar positivamente y usaste palabras negativas” o “Tienes un pecado encubierto que no quieres confesar.” Ridiculizan a quien ora “que se haga la voluntad de Dios”. Esta corriente ignora las cuantiosas y sabias expresiones neotestamentarias sobre las maneras y propósitos que se dan en el sufrimiento en la vida del creyente. (Véase 2 Timoteo 2:1-13; Hebreos 10:32-39; 11:35-38; Santiago 1:2-4; 1 Pedro 3:8-17; 4:12-19; Apocalipsis 2:8-11).

2.3 Distorsiona la doctrina de la revelación divina y la inspiración de las Sagradas Escrituras.

Se cree poseer una revelación mayor que los escritores bíblicos, cosa que resulta en doctrinas nuevas y extrañas. Sin duda el más notable entre quienes enseñan esto es el “profeta” Kenneth Copeland, bien conocido maestro de la doctrina “palabras Rhema”. En seguida se presentan algunas citas textuales suyas: Puedes negar tu fe. Puedes detener su fuerza y endebilitarla aunque es la misma fe de Jesús. Es la misma fe que Dios usó al crear. Es la fe que arde en tu espíritu. Si El creó a todos esos planetas ¿por qué no puedes tu crear algo?. Es que El tiene un conocimiento mayor de esa fe que tu. Pero estamos aprendiendo. Nuestro día viene, y en algunas maneras ya está aquí. (Kenneth Copeland, sermón en la iglesia de John Hagee, 18 de agosto, 1999; citado en www.letusreason.org). Jesus ya no es el único hijo unigénito de Dios. (Ahora estamos en Cristo Jesús, 1980, p. 24, citado en www. Letusreason.org). Tú no tienes un Dios dentro de ti; tú eres un Dios. (“La fuerza del amor” Kenneth Copeland Ministries, 1987, cassette de audio #2’0028, lado 1). Ore a ti mismo; porque yo estoy en tu ser, y tú estás en mi ser. Somos un solo Espíritu, dice el Señor. (Profecía de Kenneth Copeland en “Believer’s Voice of Victory” febrero de 1987, p. 9). Cuando usamos las leyes espirituales que Dios ha establecido, Dios tiene que obedecer lo que le exigimos. (Programa de televisión “Praise the Lord”, TBN, 5 de feb. 1986). Jesús existió solamente como una imagen en el corazón de Dios, hasta tal tiempo cuando los profetas del Antiguo Testamento pudiesen hacerle existir por medio de su confesión positiva en sus profecías constantes. (Kenneth Copeland, El poder de la lengua, p. 8-10).

2.4 Fomenta conductas irresponsables bajo el pretexto de confiar en el poder de la confesión de palabras “Rhema”.

Un ejemplo: El matrimonio de Larry y Lucky Parker, norteamericanos fieles seguidores de la enseñanza “Palabra Rhema” dejaron morir a su hijo diabético Wesley, al rehusar que se le diera insulina, convencidos por las palabras Rhema que habían confesado en fe, que ya estaba sano. El niño cayó en estado de coma diabético, cosa que sus padres tomaron como un engaño satánico para quebrar su fe en la palabra Rhema. Después de la muerte del niño, los padres no celebraron un funeral, sino un “culto de resurrección” esperando que así vendría el cumplimiento del Rhema. El niño no resucitó. Los padres fueron condenados por maltrato de menores, pero en vez de una posible condena de 25 años de prisión recibieron una sentencia de cinco años que luego fue conmutada por misericordia de parte del juez. Lamentablemente han sucedido varios casos como este en los Estados Unidos durante los últimos años. (Véase D.R. McDonnell, Un Evangelio diferente. (Massachussets: Hendrikson, 1988), p.81).

3. La verdad acerca de "Logos y Rhema”

El Dr. Palma es ministro ordenado de las Asambleas de Dios de Estados Unidos. Tiene los grados de Maestría en Educación, Maestría en Teología (Universidad de Nueva York), y un Doctorado en Teología del Seminario Concordia de Saint Louis, Missouri. Ha sido profesor de griego del N.T. por más de 30 años. Aunque es cierto que en el griego existen ambas palabras Logos y Rhema, y que ambas se usan en el Nuevo Testamento, no existe la distinción alegada entre las mismas. Ni los griegos, ni Cristo, ni los apóstoles jamás enseñaron o dejaron ver semejante distinción entre las dos palabras. Por lo contrario, Rhema y Logos son simples sinónimos, y fueron usados por Cristo y los apóstoles como tales. El Dr. Palma comenta: Las formas verbales cognadas de las dos palabras también ayudan a ver que no se pretende establecer ninguna verdadera distinción. La palabra griega corriente para “decir, hablar” en el tiempo presente es Lego; el sustantivo equivalente es Logos. Pero la palabra Lego es lo que en la gramática española llamamos un verbo irregular; la raíz del tiempo presente no se encuentra en otras partes principales del verbo (como en español, “ir” y su forma pretérita “fui, fue, etc”). Otras partes principales del verbo griego Lego (por ejemplo: Ero, Eireka) vienen de otra raíz, ¡pero no hay ninguna diferencia de significado!. La palabra Rhema emplea esta otra raíz. El punto es que dos sustantivos sinónimos del griego emplean raíces diferentes. Esto es similar a los sinónimos españoles tales como “obtener” y “adquirir” que obviamente no vienen de la misma raíz, pero que no difieren en significado” (Palma, p. 84).

3.1 Se emplean ambas palabras al describir palabras pronunciadas por Jesús. Lucas 5:5 “mas en tu palabra (RHEMA) echaré la red” ἐπὶ δὲ τῷ ῥήματί σου χαλάσω τὸ δίκτυον.

Juan 4:50 ‘Vé tu hijo vive’. Y el hombre creyó la palabra (LOGOS) que Jesús le dijo. πορεύου· ὁ υἱός σου ζῇ. καὶ ἐπίστευσεν ὁ ἄνθρωπος τῷ λόγῳ ᾧ εἶπεν αὐτῷ ὁ ᾿Ιησοῦς, καὶ ἐπορεύετο. 

En ambos casos personas obedecen un mandamiento verbal de Jesús. Según Lucas las palabras dichas por Jesús eran Rhema; según Juan las palabras dichas por Jesús eran Logos. No hay distinción de significado entre las dos expresiones. El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, quizás la obra más importante del mundo tocante al griego Koiné y sus vocablos, dice sobre este punto: Dado que la obra de Jesús consistía en gran medida en la proclamación de su mensaje, i.e. la palabra hablada, es natural que existan muchísimas referencias a su Legein, Logoi, o Rhemata. En este sentido parece que no existe distinción alguna entre Logos y Rhema. (TDNT, “lego”, 1977).

3.2 Cristo usó ambos términos para describir nuestras maneras de hablar.

Mateo 12:36-37
36 Mas yo os digo que de toda palabra (RHEMA) ociosa que hablen (LALEO) los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. 37 Porque por tus palabras (LOGOS) serás justificado, y por tus palabras serás (LOGOS) condenado. λέγω δὲ ὑμῖν ὅτι πᾶν ῥῆμα ἀργὸν ὃ ἐὰν λαλήσωσιν οἱ ἄνθρωποι, ἀποδώσουσι περὶ αὐτοῦ λόγον ἐν ἡμέρᾳ κρίσεως· ἐκ γὰρ τῶν λόγων σου δικαιωθήσῃ καὶ ἐκ τῶν λόγων σου καταδικασθήσῃ.

Según Mateo, Jesús usó las palabras Rhema y Logos de manera interecambiable, al usar ambas en esta expresión. Lucas usó ambos términos para referirse a las palabras dichas por Jesús.

3.3 Lucas 9:44-45 Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras (LOGOS). . . 45 Mas ellos no entendían estas palabras (RHEMA), pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas palabras (RHEMA). θέσθε ὑμεῖς εἰς τὰ ὦτα ὑμῶν τοὺς λόγους τούτους· ὁ γὰρ Υἱὸς τοῦ ἀνθρώπου μέλλει παραδίδοσθαι εἰς χεῖρας ἀνθρώπων. οἱ δὲ ἠγνόουν τὸ ῥῆμα τοῦτο, καὶ ἦν παρακεκαλυμμένον ἀπ᾿ αὐτῶν ἵνα μὴ αἴσθωνται αὐτό, καὶ ἐφοβοῦντο ἐρωτῆσαι αὐτὸν περὶ τοῦ ῥήματος τούτου.

3.4 Se emplean ambas palabras para identificar a la palabra de Dios que debemos predicar. Romanos 10:17 “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra (RHEMA) de Dios.” ἄρα ἡ πίστις ἐξ ἀκοῆς, ἡ δὲ ἀκοὴ διὰ ῥήματος Θεοῦ.

2 Timoteo 4:2 “que prediques la palabra (LOGOS)” κήρυξον τὸν λόγον.

3.5 Se emplean ambas palabras al describir el efecto purificador de la Palabra.

Juan 15:3 “Ya vosotros estáis limpios por la palabra (LOGOS) que os he hablado” ἤδη ὑμεῖς καθαροί ἐστε διὰ τὸν λόγον ὃν λελάληκα ὑμῖν.

Efesios 5:26  “… habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra (RHEMA)
ἵνα αὐτὴν ἁγιάσῃ καθαρίσας τῷ λουτρῷ τοῦ ὕδατος ἐν ῥήματι,

Ambas expresiones describe la obra purificadora de la Palabra de Dios, sin distinción alguna.

3.6. Pedro emplea ambas palabras en el mismo contexto, sin pretender hacer ninguna distinción de significado.

 I  Pedro 1:23 – “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra (LOGOS) de Dios que vive y permanece para siempre”

διὰ λόγου ζῶντος Θεοῦ καὶ μένοντος εἰς τὸν αἰῶνα.

I Pedro 1:25 – “La palabra (RHEMA) del Señor permanece para siempre”.

 τὸ δὲ ῥῆμα Κυρίου μένει εἰς τὸν αἰῶνα.

Pedro no hace ninguna distinción entre las dos palabras y las usa intercambiablemente.

3.7. En la Septuaginta también se aprecia la falta de distinción entre ambos vocablos.

Jeremías 1:1 – “La palabra (RHEMA) de Dios que vino a Jeremías”

Jeremías 1:2 – “La palabra (LOGOS) de Dios que le vino.”

3.8. Pablo, al describir los dones espirituales en 1 Corintios 12, emplea la palabra LOGOS y no RHEMA.

En  1 Cor. 12:8 “palabra de sabiduría” es LOGOS, “palabra de ciencia” también es LOGOS.

λόγος σοφίας, ἄλλῳ δὲ λόγος γνώσεως

Si las palabras personales u ocasionales de parte del Señor, las expresiones que vienen por medio de estos dones espirituales han de ser considerados “palabras RHEMA”, parece que nadie avisó a Pablo de esa “verdad”, pues nunca los llamó RHEMA, sino LOGOS.

CONCLUSIONES
Todo creyente cristiano debe afirmar que las Sagradas Escrituras  -  el Canon de los 66 libros que conforman la Biblia  – son la única, perfecta y eterna Palabra de Dios que ha sido revelada por Dios y escrita bajo inspiración del Espíritu Santo.  La iglesia hoy no necesita “revelación fresca”, sino luz de parte del Espíritu Santo para mejor comprender y aplicar la revelación ya dada.

Afirmamos que el Espíritu Santo ayuda al creyente hoy a comprender las verdades bíblicas mediante su acción que llamamos “iluminación”, como también es cierto que el Espíritu Santo se expresa a la iglesia mediante el don de lenguas con el don de interpretación, los dones de profecía, palabras de ciencia y palabras de sabiduría. (I Cor. 12).  Sin embargo, afirmamos que dichas palabras o mensajes no son lo mismo que la revelación bíblica y siempre han de ser juzgadas a la luz de las Escrituras para así comprobar su autenticidad, corrección y pureza.

Pero descartamos como falsa la idea que los dos vocablos griegos LOGOS y RHEMA se refieren a la Palabra de Dios en esos dos sentidos – el escrito y el iluminado.  La distinción alegada entre “RHEMA” y “LOGOS” no existe en verdad y es inútil insistir que sí hay tal diferencia.  Las dos palabras son sinónimas y usadas de manera intercambiable a través de las Escrituras. La idea que una palabra personal de Dios que trae convicción y certeza de alguna verdad es siempre un “RHEMA” y nunca un “LOGOS” no es bíblico, pues el uso del vocablo en las Escrituras no se encierra en tal definición.  El don de “palabra de sabiduría” aparece en el texto como “LOGOS SOFIAS” (1 Cor. 12:8); el don de “palabra de ciencia” aparece como “LOGOS GNOSEOS”.  La palabra “RHEMA” no aparece ni una sola vez en toda 1 Cor. 12.

Es falsa la enseñanza que las palabras “LOGOS” cuando son creídas en fe se convierten en “RHEMA”,  y que estas pueden ser empleadas o manipuladas por el creyente para crear dinero, sanidad u otro bien.  Tales enseñanzas caen peligrosamente cerca de la metafísica y las ideas del gnosticismo y de la ciencia cristiana.

Resumen de las conclusiones:

1. La enseñanza “Palabras RHEMA” inventa una distinción entre los vocablos “LOGOS” y “RHEMA” que jamás existió ni existe en el idioma griego.
2. La enseñanza “Palabras RHEMA” distorsiona las verdades bíblicas sobre la revelación de Dios y la inspiración de las Sagradas Escrituras; promueve la aceptación de revelaciones y doctrinas nuevas.
3. La enseñanza “Palabras RHEMA” hace que creyentes piensan que pueden manipular a Dios según sus propios deseos, y a preferir eso antes de sinceramente buscar su voluntad.

Continua en Los Profetas V

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