Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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jueves, 21 de marzo de 2019

La Literatura Cristiana Antigua I

Última página de la obra, con la noticia de su composición

Didaché
La Enseñanza de los doce apóstoles Enseñanza del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles, conocida comúnmente como Didaché,​ es una obra de la literatura cristiana primitiva que pudo ser compuesta en la segunda mitad del siglo I, acaso antes de la destrucción del Templo de Jerusalén (70 d. C.), por uno o varios autores, los «didaquistas»,​ a partir de materiales literarios judíos y cristianos preexistentes. Desde que fuera encontrada en 1873 y publicada en 1883, la Didaché ha sido fuente inagotable de estudios y objeto de diversas controversias. La principal de ellas atañe a la fecha de su composición. De ser cierta la datación más temprana que se ha propuesto, la Didaché podría ser la regla u ordenanza religiosa utilizada por algunas comunidades cristianas, más bien judeocristianas, unas pocas décadas después de la muerte de Jesús de Nazaret. Según esta interpretación, la Didaché proveería el retrato de unos cristianos primitivos, arcaicos en su liturgia y su eclesiología, que vivieron un tiempo de transición donde la forma de judeocristianismo que ellos profesaban fue desplazada por el cristianismo gentil o paganocristianismo iniciado en Antioquía. Si, por el contrario, esa datación se retrasase uno o dos siglos, como también se ha propuesto, la Didaché no sería más que un fraude tardío, urdido con fines particularistas para dar una imagen tendenciosa de la Iglesia primitiva. De cualquier modo, la posibilidad de que sea más antigua que algunos libros del Nuevo Testamento ha hecho de ella un texto fundamental para comprender la evolución literaria y teológica del cristianismo de la primera centuria. Las cuestiones que suscita la Didaché son variadas. Además de su datación, se ha estudiado su relación con otros escritos cristianos como el Evangelio de Mateo o la Epístola de Bernabé. También con oraciones judías como el Kidush, la Amidá o el manual de disciplina de la comunidad esenia de Qumrán. El interés que despierta no es solo literario, sino también litúrgico, pues la Didaché contiene las primeras instrucciones conocidas para la celebración del Bautismo y la Eucaristía, así como una de las tres redacciones que han pervivido de la oración del Padre Nuestro. Si se consideran las diversas traducciones de la obra, la dispersión geográfica de los fragmentos encontrados y la lista de obras posteriores que dependen de ella, la Didaché debió ser muy conocida en los primeros siglos. Al igual que otras obras de la literatura cristiana, estuvo mucho tiempo cerca del canon bíblico, antes de ser finalmente descartada. Actualmente se la incluye dentro del heterogéneo grupo de los llamados Padres apostólicos, de los cuales puede ser el escrito más antiguo​ y, sin lugar a dudas, el más importante.

Historia de un descubrimiento
En el año 1875 se difundió en Occidente la noticia de un hallazgo fortuito. Dos años antes, en 1873,​ se había encontrado un códice griego antiguo con obras del cristianismo primitivo. La novedad llegaba con retraso, pero acompañada por la publicación de dos epístolas muy especiales incluidas en el códice. La primicia, editada en Constantinopla, decía: Las dos epístolas de nuestro Santo Padre Clemente, obispo de Roma, a los corintios, extraídas de un manuscrito de la biblioteca del monasterio fanariota del Santísimo Sepulcro de Constantinopla y publicadas por primera vez de forma completa. Prolegómeno y notas por Filoteo Bryennios, metropolitano de Serres (Macedonia).

 Los investigadores de Occidente recibieron la noticia con sorpresa y satisfacción. Hasta ese momento, las epístolas de Clemente de Roma se conocían únicamente a través del texto proporcionado por el Codex Alexandrinus al que, desgraciadamente, le faltaban unas hojas. El texto publicado por Bryennios
completaba ambos escritos. Era la segunda vez en pocos años que los cimientos de la erudición cristiana moderna se veían sacudidos por un gran descubrimiento. En la década anterior, Konstantin
von Tischendorf había encontrado en el Monasterio de Santa Catalina el Codex Sinaiticus, gracias al cual se había recuperado una versión griega de la Biblia y la Epístola de Bernabé. El descubrimiento de Tischendorf estaba todavía presente en la memoria de los eruditos. Tanto es así que, en algún momento, Filoteo Bryennios fue llamado, por la relevancia de su hallazgo, «el Tischendorf de la Iglesia griega».

Filoteo Bryennios había nacido en Constantinopla en 1833 en el seno de una familia humilde. Apoyado por el metropolitano de Cízico ingresó en el seminario patriarcal de la Isla de Chalce. Al terminar su formación, fue ordenado diácono y se trasladó a Alemania (1856) donde asistió a clases de teología y filosofía en las universidades de Leipzig, Berlín y Múnich. Allí entró en contacto con la moderna investigación occidental. En 1861 regresó a Constantinopla como profesor de historia eclesiástica y exégesis en la misma escuela donde había estudiado. Dos años después, fue ordenado presbítero y honrado con el título de «Archimandrita del trono ecuménico de Constantinopla». En 1867, se hizo cargo de la dirección del prestigioso Colegio ortodoxo griego, una institución varias veces centenaria donde estudiaban tradicionalmente los hijos de las familias ortodoxas griegas. Dicho colegio, también llamado «Gran Escuela de la Nación», estaba situado en el Fanar, el sector griego de Estambul, junto al Cuerno de Oro. Tras la Caída de Constantinopla en el año 1453, la mermada población griega y la sede del Patriarcado ortodoxo griego de Constantinopla se habían ubicado en ese barrio a instancias del propio sultán. Un año después, en 1454, Mateo Kamariotis había fundado el colegio.

Próximo al colegio, y en descenso hacia el río, se encontraba el Monasterio del Santo Sepulcro, llamado también Monasterio de Jerusalén por depender de dicho Patriarcado. El monasterio, de carácter oriental, era en ese momento un agregado de edificios cuya biblioteca estaba exenta del conjunto en un pequeño edificio de piedra, con pinturas religiosas en la entrada y un interior luminoso. La biblioteca había sido examinada décadas antes por varios expertos que buscaron allí manuscritos antiguos. En 1873, Bryennios se interesó por un manuscrito de la biblioteca. Se trataba de un volumen en pequeño octavo (6x8 pulgadas), encuadernado en piel negra, con 120 hojas de pergamino bien conservado, escritas a doble cara con letra pequeña y clara procedente de una misma mano. La última hoja exhibía una breve noticia sobre su composición. Acabado en el mes de junio, el día 11, día tercero (martes), en el año 6564, por la mano de León, copista y pecador.

El calendario ortodoxo de Constantinopla fechaba el nacimiento de Cristo en el año 5508 de la creación del mundo, así que el año 6564 de dicho calendario correspondía al 1056 d. C. del calendario juliano. Se trataba, por tanto, de un manuscrito medieval. Los monjes del monasterio no supieron informarle sobre él y el catálogo de la biblioteca decía únicamente que el volumen contenía una sinopsis bíblica de escaso valor, atribuida a Juan Crisóstomo. Sin embargo, al abrir el códice, Bryennios encontró completas las dos epístolas de Clemente de Roma y, gracias a su extensa formación patrística, se dio cuenta cabal de la importancia del hallazgo. En concreto, el códice encontrado contenía las siguientes obras:

-La Sinopsis veteri et novi testamenti, mencionada en el catálogo. Obra anónima del siglo IV atribuida48​ a Juan Crisóstomo. La recensión contenida en el códice aparecía truncada en el Libro de Malaquías omitiendo, por tanto, el Nuevo Testamento (fol. 1-32).
-La Epístola de Bernabé. Obra pseudoepigráfica atribuida sin que se sepa la razón a Bernabé el Apóstol. Era conocida en parte por el texto del Codex Vaticanus y por una versión latina, también truncada. Desde 1862 estaba disponible la versión griega completa del Codex Sinaiticus, encontrada por Konstantin von Tischendorf en el Monasterio de Santa Catalina. Bryennios utilizó el texto de su manuscrito para cotejarlo con la edición que, en 1877, preparaba Adolf Hilgenfeld en Jena (fol. 33-51).
-La Primera epístola de Clemente. Extensa carta redactada por Clemente de Roma en torno al año 96 d. C.53​ con motivo de una disputa surgida en la comunidad cristiana de Corinto. En tiempos fue una obra muy apreciada.54​ Actualmente, la relevancia de su autor ha hecho que se la incluya en el grupo de los Padres apostólicos. Hasta la publicación de Bryennios era conocida por la versión del Codex Alexandrinus donde faltaba el texto de los capítulos 57,6-64,155​ los cuales fueron publicados por primera vez en ese año (fol. 51-70).
-La Segunda epístola de Clemente. Obra anónima de mediados del siglo II, considerada hoy como la primera homilía cristiana. La tradición atribuyó esta obra a Clemente de Roma, hecho que fue cuestionado abiertamente por Eusebio de Cesarea en el siglo IV y que, en la actualidad, es negado unánimemente. Es cierto, sin embargo, que las epístolas de Clemente aparecen juntas y seguidas en los dos únicos manuscritos transmisores, lo que apunta a la existencia de alguna relación entre ellas. Esta epístola también estaba truncada en los capítulos finales y, como la anterior, quedó completa con la publicación de Bryennios (fol. 70-76).
-La Enseñanza de los doce apóstoles (fol. 76-80).
-La recensión larga de las cartas de Ignacio de Antioquía, que contenía la versión interpolada de sus siete cartas auténticas más las cartas espurias y la carta, también espuria, de María de Cassobolos a Ignacio (fol. 81-120). Esta nueva versión de las cartas de Ignacio no añadía gran cosa a las precedentes excepto facilitar nuevas lecturas a la edición de los Padres apostólicos que estaba preparando Franz Xaver von Funk.

La importancia de la publicación de las epístolas clementinas hizo que nadie reparase en esos momentos en la obra que ocupaba los folios 76-80 del códice. La Enseñanza de los doce apóstoles, que más tarde sería conocida como la Didaché, pasó completamente desapercibida. Ni siquiera el propio Bryennios pareció darle importancia. Unos años después, el primer editor americano de la Didaché escribía: «Ahora nos resulta extraño que el anuncio de aquel documento atrajese entonces tan escasa atención». En 1878, acabada la guerra entre rusos y turcos, Bryennios examinó el códice con más detenimiento y se dio cuenta de que aquella Enseñanza de los doce apóstoles que, de forma tan precaria, había sido presentada en 1875, era en realidad la única copia existente de una obra antiquísima, perdida hacía siglos y conocida tan sólo por algunas breves noticias conservadas en las obras de los Padres de la Iglesia. Bryennios reanudó de inmediato su labor crítica, que culminó cinco años más tarde. En 1883, sorprendió a los investigadores con un nuevo anuncio: La enseñanza de los doce apóstoles. Publicada por primera vez a partir del manuscrito de Jerusalén. Prolegómeno y notas por Filoteo Bryennios, metropolitano de Nicomedia. Constantinopla, 1883. Philip Schaff (1885:9)

Esta vez el anuncio encontró la acogida que merecía. Desde hacía meses, investigadores de la talla de Adolf von Harnack disponían de una copia del escrito sobre la que estaban trabajando. La primera noticia apareció en Europa el 25 de enero de 1884 en la Allgemeine Zeitung de Múnich. Un mes después, el Durham University Journal hizo lo propio en Inglaterra.69​ En 1885, Philip Schaff presentaba así la obra: La Didaché llena un vacío entre la era apostólica y la Iglesia de la segunda centuria, y arroja nueva luz sobre cuestiones de doctrina, culto y disciplina. En esto reside su interés y su significado. Philip Schaff (1885:v)

El propio Schaff comentó sobre Bryennios: Es seguramente el prelado de la Iglesia ortodoxa con más preparación. Conoce bien la patrística, especialmente la griega, aunque también la moderna literatura alemana. Cita con soltura los escritos de Bingham, Schröckh, Neander, Gieseler, Hefele, von Drey Krabbe, Bunsen, Dressel, Schliemann, Bickell, Tischendorf, Hilgenfeld, Lagarde, Ueltzen, Funk… Ha sido invitado cordialmente por los investigadores de Occidente, tanto católicos como evangélicos, a disfrutar de un sitio de honor en la república de la erudición cristiana. La universidad de Edimburgo le ha conferido el grado honorífico de «Doctor de doctrina» (Doctor of Divinity)

Más allá del interés puramente científico de los eruditos, la Didaché se convirtió en los Estados Unidos en un fenómeno social. Si, en Europa, la discusión se mantuvo dentro de los límites del ámbito académico, en Estados Unidos, la forma práctica de entender la teología hizo que mucha gente se interesase por la obra. Casi todas las denominaciones cristianas elaboraron su propia traducción y la comentaron a su modo, ya que veían en ella confirmaciones de su propio credo. La Didaché rompía de manera inesperada el equilibrio teológico entre los grupos cristianos de Occidente y daba nuevos argumentos a trinitarios, unitaristas, baptistas, episcopalianos, anglicanos, luteranos y católicos para defender sus respectivas posturas. Mientras, en Oriente, Bryennios fue apartado discretamente de Constantinopla, donde la sede del Patriarcado había cambiado recientemente de manos. Poco después, en 1887, el manuscrito de Constantinopla abandonó la luminosa estancia de piedra donde había permanecido ocho siglos y fue trasladado a Jerusalén, a la biblioteca de aquel Patriarcado. Allí fue inscrito en el registro de entrada con la signatura: Kod. Patr. 54​ y, desde entonces, es conocido como Codex Hierosolimitanus 54, Codex H54​ o, sin más, manuscrito H. El mérito de haber preservado completas tres obras de los Padres apostólicos lo ha convertido en uno de los códices cristianos más importantes.

Contexto, autoría, localización y datación de la obra
La Didaché es una obra corta, de apenas 552 vocablos griegos, ordenados en cien versos y distribuidos en dieciséis capítulos. Está escrito con suma sencillez, sin arcaísmos ni recursos retóricos. Por su contenido se trata de una regla u ordenanza religiosa que, según se cree, regulaba una o varias comunidades cristianas primitivas, estableciendo su ideario moral, sus ritos, su organización y su esperanza, entendida en sentido escatológico. Poco o nada​ se sabe de las comunidades donde estuvo vigente la Didaché. La falta de evidencias internas en el documento, tales como menciones de lugares, nombres propios o sucesos impide extraer conclusión alguna.

Hoy se cree que la Didaché nació en Siria, en el seno de una comunidad cristiana sita entre dos mundos: el suyo propio modelado a partir de tradiciones judías, y un entorno pagano de moral, creencias y costumbres antagónicas. La afinidad con tradiciones típicamente mateanas o el uso de la palabra «cristianos» para referirse a los fieles (Did 12,4) respaldan esta opción. Harnack propuso un origen egipcio alejandrino en razón de la amplia difusión que tuvo en esa zona. También se puede considerar un origen palestino para explicar la ascendencia típicamente judía de las plegarias eucarísticas.

Su datación es muy variada, con una horquilla de propuestas que abarca dos siglos. Examinada por sí misma, sin tener en cuenta más que su contenido, la Didaché muestra rasgos primitivos que sugieren una datación temprana. La formulación eucarística, ajena al rito evangélico y paulino, la estructura jerárquica escasamente consolidada donde se mencionan apóstoles y doctores itinerantes, o la ausencia de polémicas de carácter gnóstico o docetista como las denunciadas por los escritos joánicos y por Ignacio de Antioquía, sugieren situar la obra a mediados del siglo I, por lo que sería contemporánea de las epístolas de Pablo de Tarso y algo anterior a los Evangelios. Otras dataciones surgen principalmente de examinar la relación de la Didaché con otros documentos. Así, por ejemplo, las afinidades con el Evangelio de Mateo permiten suponer que el didaquista conocía este evangelio, lo que implicaría retrasar la redacción de la Didaché a comienzos del siglo II. Una dependencia con el El Pastor de Hermas, que es un documento de datación precisa, implicaría retrasarla más allá del año 150 d. C. Nunca más allá del año 250 d. C., debido a las citas de Clemente de Alejandría y a la composición, también conocida, de la Didascalia apostolorum. La falta de certeza en estas dependencias hace que la opción más aceptada por los estudiosos sea la primera: mediados del siglo I. Del autor no se puede afirmar mucho. No sólo se desconoce su identidad, sino también si hubo uno o varios. Esto se debe a que la Didaché no fue redactada en el sentido usual del término sino compuesta de manera progresiva a partir de materiales literarios preexistentes. Parte de esos materiales fueron tomados del judaísmo. Otra parte incorporó tradiciones de su entorno que, como la oración del Padre Nuestro, cristalizaron asimismo en el Evangelio de Mateo. La diversa procedencia de estos materiales, unida a la imprecisión de la datación, ha permitido hablar de uno, dos o incluso tres autores actuando en sucesivas épocas, también de un interpolador responsable de ciertos pasajes.

Con el paso de los siglos la Didaché quedó en desuso, pero la concreción e influencia de sus regulaciones hace que este documento sea considerado como un «primer esbozo de ordenación eclesiástica y molde para escritos subsiguientes».

Estructura y contenido de la obra
Para su estudio, la Didaché se divide en tres secciones y un epílogo. En primer lugar, viene la sección moral o catequética (Did 1-6) donde se describe la preparación ética que debía alcanzar todo aquel que solicitaba el ingreso en la comunidad. Para su composición, el didaquista se sirvió de un escrito judío conocido como la Instrucción de los dos caminos, el cual cristianizó en algunos puntos para adaptarlo al uso concreto que se le iba a dar. A continuación de la sección moral se encuentra la sección litúrgica, ocupando los capítulos 7-10 de la obra. Se llama así porque en ella se describen los usos relacionados con el culto de la comunidad. Los elementos tratados son el bautismo, los ayunos, la oración y la eucaristía y, sobre ellos, el autor ofrece instrucciones concretas que conservan un aire arcaico y difieren significativamente de la liturgia cristiana al uso en Oriente y Occidente. En esta sección, los estudiosos reconocen influencias provenientes del judaísmo, aunque no haya unanimidad en su cuantía y origen. La tercera parte es la sección disciplinar, que ocupa los capítulos 11-15. Aquí, la comunidad abandona la intimidad de sus ritos y se abre a la llegada de profetas y doctores a los que es preciso distinguir de embaucadores y falsos maestros. También se menciona de pasada lo que parecen ser los rudimentos de una jerarquía eclesiástica local, tránsito según Harnack entre la organización primitiva asamblearia y la ulterior organización episcopal. La Didaché termina con un epílogo escatológico (Did 16) de carácter conclusivo que tiene elementos típicos del género apocalíptico como la salvación, el final de los tiempos, con sus pruebas y tribulaciones, la necesaria vigilancia frente al mal y el regreso final del Señor «sobre las nubes del cielo» (Did 16,8).

Los dos títulos
El códice jerosolimitano transmitió la Didaché bajo dos títulos. En la cuarta línea del folio 76, empezando a contar desde abajo, estaba escrito: Enseñanza de los doce apóstoles (en griego antiguo, Διδαχή τών δώδεκα αποστόλων). Una línea después, e integrado en el texto, había un segundo título que ampliaba el primero: Enseñanza del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles (en griego antiguo, Διδαχή τού κυρίου διά τών δώδεκα αποστόλων τοΐς έθνεσιν). La primera palabra de ambos, Διδαχή (Didaché), es la que prevaleció para referirse a la obra. Según el primer título, la obra recogía la enseñanza de los doce apóstoles de Jesús de Nazaret, la cual, al provenir del colegio de los doce, representaría lo más granado de la doctrina. El segundo título reforzaba esa idea al precisar que la enseñanza provenía en última instancia del Señor, expresión utilizada en la literatura cristiana para referirse a Jesús de Nazaret. No sería, por tanto, la enseñanza de los doce apóstoles sino la enseñanza del Señor, transmitida a través de ellos. Dicha enseñanza tendría por destinatarios a las naciones del mundo (en griego antiguo, τοΐς έθνεσιν) o gentiles, es decir, a los pueblos que en aquella época conformaban el Imperio romano, tanto de Oriente como de Occidente.

El marco para interpretar los dos títulos es un pasaje del Evangelio de Mateo, en concreto Mt 28,19.​ Allí se dice que, estando reunidos los discípulos después de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret, aparece el Señor resucitado y les da la encomienda: Id y enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 19).

La encomienda tiene dos partes. Primero, transmitir la enseñanza del Señor a las naciones. Después, la formulación trinitaria del bautismo (Padre, Hijo y Espíritu Santo) que acompaña esa enseñanza como un sello. Ambos elementos son típicamente mateanos y forman parte de las similitudes entre el Evangelio de Mateo y la Didaché. A tenor de los títulos, la Didaché contendría la enseñanza impartida por los doce apóstoles poco después de la muerte de Jesús de Nazaret. Sin embargo, no hay rastro de ellos en todo el escrito. Los únicos apóstoles que se mencionan son referidos de manera genérica en el capítulo 11 de la obra como maestros itinerantes. Esta discordancia esencial entre los títulos y el contenido real de la obra hizo que durante décadas105​ prevaleciese la idea de que la Didaché era una obra pseudoepigráfica cuyo autor atribuyó a los doce apóstoles para beneficiarse de su autoridad.

La sección moral
A continuación del segundo título comienza la sección moral, que abarca los seis primeros capítulos de la obra. Esta sección describe la preparación a la que debían someterse los gentiles que deseaban entrar en la comunidad del didaquista. La perspectiva del escrito es la de una comunidad judeocristiana106​ que regula la admisión y socialización de conversos gentiles. Ingresar en una comunidad judeocristiana no era sencillo para un pagano debido a las diferencias religiosas y morales existentes entre ambas culturas. El paganismo era un universo religioso de carácter politeísta donde convivían cultos muy dispares. Se adoraba a los dioses del panteón grecorromano, a los dioses locales, a los dioses familiares, a los dioses naturales (fuentes, montes, etc). Dentro de este mosaico de credos, el judaísmo y el cristianismo eran religiones muy particulares, pues no sólo creían en un único Dios sino que se negaban a prestar culto a otros dioses, en particular a los emperadores. Otro aspecto diferenciador era la moral, más relajada en el mundo grecorromano. El aspirante en ciernes debía abandonar buena parte de sus costumbres, con la ruptura social consiguiente, y adoptar formas de vida más estrictas. La preparación era larga y tutelada por maestros que se servían de esta sección de la Didaché para enseñar los nuevos compromisos. El núcleo de dicha enseñanza estaba formado por la llamada Instrucción de los dos caminos, un dualismo ético (bien-mal, vida-muerte, luz-oscuridad) presente también en varios escritos judíos y cristianos, que comienza: Existen dos caminos: el de la vida y el de la muerte. Bien diferentes son (Did 1,1).

La noción de los dos caminos había arraigado en el judaísmo a través de un pasaje del Deuteronomio:
«Hoy pongo ante ti la vida con el bien, y la muerte con el mal» (Deuteronomio 30,15). También con este pasaje de Jeremías: «Yo pondré ante ti el camino de la vida y el camino de la muerte» (Jer. 21,8). Desde la tradición judía pasó luego a la cristiana de forma que, a partir de entonces, convivieron recensiones judías y cristianas de la misma enseñanza, más o menos diferentes. La versión del manuscrito H54 contiene, por ejemplo, un bloque (Did 1,3-2,1) que no figura en algunas versiones cristianas como la traducción latina (Doctrina apostolorum), la arábiga (Vida de Shenudi), o la adaptación griega contenida en la Epístola de Bernabé, aunque sí está en el papiro Oxirrinco 1782. Este bloque se conoce como sección evangélica porque expone material próximo al Sermón del Monte de Mateo que podría proceder​ quizá de la Fuente Q, hipotética predecesora de ambos.

La primera parte describe los valores éticos positivos de la comunidad –el camino de la vida– y después se trata su contraparte negativa –el camino de la muerte–. Según se indica en la obra, el camino de la vida tiene por primer mandamiento amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo (Did 1,2), no hacer a los demás lo que no se desea para uno mismo (Did 1,2), amar a los enemigos (Did 1,3), evitar las pasiones carnales (Did 1,4), poner la otra mejilla (Did 1.5), dar la túnica además del manto (Did 1,5), dar limosna pero que, antes, «sude en la mano» (Did 1,6).

El segundo mandamiento consiste en no matar, no robar, no corromper, no fornicar, no hacer magia, no abortar (Did 2,2), no perjurar, no calumniar (Did 2,3), no hablar mal (Did 2,4), no ser avaro ni soberbio (Did 2,6), no odiar (Did 2,7), no ser irascible o envidioso porque eso conduce a la disputa y al homicidio (Did 3,2), no ser voluptuoso porque eso conduce al adulterio (Did 3,3), no ser adivino o astrólogo porque eso conduce a la idolatría (Did 3,4), no ser embustero o avaro porque eso conduce al robo (Did 3,5). Ser manso porque los mansos «heredarán la tierra» (Did 3,7), paciente, misericordioso (Did 3,8), justo, humilde (Did 3,9), saber que nada sucede sin Dios (Did 3,10).

La Didaché insta a tener presente a los que anuncian al Señor (Did 4,1), acercarse a los santos (Did 4,2), no provocar cismas (Did 4,3), corregir a todos sin distingos, no vacilar (Did 4,4), ser generoso (Did 4,5), compartir los bienes (Did 4,8), educar a los hijos en el Temor de Dios (Did 4,9), el amo no debe ser duro con los esclavos (Did 4,10) y los esclavos deben obedecer a sus amos «como imagen de Dios». Se debe odiar la hipocresía (Did 4,12), guardar los mandamientos (Did 4,13), confesar las faltas en la asamblea (Did 4,14). Concluye diciendo: Este es el camino de la vida.

A continuación describe el camino de la muerte, donde el didaquista parece enumerar las prácticas paganas que resultaban más abominables para judíos y cristianos.​ Según la Didaché, el camino de la muerte está hecho de asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, idolatría, magia (Did 5,1), persecución de los justos, amor a la mentira, asesinato de niños, desconocimiento de Dios, injusticia de los jueces, olvido del necesitado, defensa de los ricos, crueldad con el pobre (Did 5,2). Concluye diciendo: Alejaos de todo esto (Did 5,2).

Después de la Instrucción de los dos caminos, el didaquista se dirige al iniciando, exhortándole a que nadie le desvíe del camino de la vida (Did 6,1). La expresión utilizada para describir esta observancia es «llevar el Yugo del Señor», y asegura: «Si puedes llevarlo, serás perfecto. Si no, haz lo que puedas» (Did 6,2). Esta tolerancia final de la instrucción sugiere una estrategia más o menos organizada para acercar la religión cristiana a los gentiles, muchos de los cuales se sentían atraídos por la simplicidad del monoteísmo pero sentían rechazo hacia ciertas prácticas propiamente judías como la circuncisión. La estrategia consistiría en ofrecer el cristianismo sin las obligaciones derivadas de una observancia completa​ de la Torá judía (el Yugo del Señor).

La sección litúrgica
La preparación descrita en la sección moral puede interpretarse como una iniciación, en sentido antropológico. Mircea Eliade entendía la iniciación como un conjunto de ritos y enseñanzas orales cuyo propósito era producir una alteración decisiva en el estatus social y religioso del iniciando. En una primera fase, el individuo era separado de su entorno a través de una alteración de sus condiciones espaciales (aislamiento), temporales (vigilias) o alimentarias (ayunos). Durante ese tiempo el individuo se encontraba en un limbo liminal donde quedaban en suspenso las reglas anteriores de su vida sin que las nuevas hubiesen adquirido aún vigencia. Llegado el tiempo, el individuo era reintroducido en su ambiente a través de una ceremonia de reconocimiento, habiéndose producido en el ínterin una transformación de su estatus. A veces, el rito de iniciación no pretendía reintroducir al iniciando en su medio original sino consolidar su extracción y prepararlo para su ingreso en un medio nuevo. Tal era el caso de la Didaché. El pagano era extraído de su medio religioso habitual y, después de un tiempo de prueba, era presentado a la comunidad. La preparación culminaba en la ceremonia del bautismo o iluminación. Con el bautismo comenzaba su vida como cristiano.

El bautismo
El bautismo era una práctica central en el cristianismo primitivo y su huella puede encontrarse por toda la literatura cristiana de la época. Su importancia es destacada por todos los evangelistas, que relatan el Bautismo de Jesús de Nazaret en el Río Jordán. Los Hechos de los apóstoles ofrecen relatos de bautismos, mediante los cuales gente diversa como Cornelio el centurión o el Eunuco etíope se convierten al cristianismo. La práctica del bautismo está atestiguada también por las cartas de Pablo de Tarso: También bauticé a la casa de Estéfana (1 Corintios 1:16).

La Didaché, sin embargo, es el primer texto conocido que ofrece instrucciones concretas para su celebración. En este sentido es un documento clave para estudiar los orígenes de la liturgia cristiana. El bautismo era sólo para adultos. Antes de la ceremonia, se prescribía un ayuno de uno o dos días para el bautizando y el que bautizaba (Did 7,4). Llegado el día debía buscarse un lugar con «agua viva» (Did 7,2) porque el bautismo se realizaba por inmersión, es decir, el bautizando sufría una inmersión total en el agua durante la ceremonia. La celebración del bautismo debía entrañar cierta dificultad en las estaciones invernales por la propia gelidez de las aguas. De ahí, tal vez, la recomendación ulterior. «Si no puedes utilizar agua fría, utiliza agua caliente» (Did 7,3).128​ Sólo excepcionalmente se permitía la afusión: Si no tenéis nada es esto, derramad tres veces agua sobre la cabeza… (Did 7,3).

Un siglo después, hacia el año 150, Justino Mártir se refería al bautismo en términos parecidos. Había un ayuno previo, un acto de arrepentimiento, de perdón, y una declaración de compromiso tras la cual: «...los conducimos a un paraje con agua donde se regeneran de la misma forma que nosotros fuimos regenerados» (Apol I, 61).129​ Sin embargo, el bautismo de la comunidad didaquista no hacía hincapié en el arrepentimiento y el perdón de los pecados sino en la purificación130​ por el agua (Did 7,2-3). Tampoco hay huella de la concepción paulina que relaciona el bautismo con la muerte131​ de Jesús de Nazaret:
...hemos sido bautizados para participar en su muerte (Romanos 6:3).

La relación con el Evangelio de Mateo aparece atestiguada en este pasaje pues el didaquista prescribe el uso de la fórmula trinitaria: «Bautizad en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (Did 7,1), aunque bien puede ser una adición tardía, porque en otro lugar se menciona una fórmula cristológica: «...a no ser los bautizados en el Nombre del Señor» (Did 9,5).

Oración y ayuno
Otro ejemplo de la estrecha relación entre la Didaché y el Evangelio de Mateo es la redacción del Padre Nuestro (Did 8,2). Existen dos redacciones del Padre Nuestro, recogidas por San Mateo (Mt 6, 9-13) y San Lucas (Lc 11, 1-4) que difieren significativamente. Orígenes explicaba​ estas diferencias suponiendo que Jesús de Nazaret ofreció dos versiones distintas de la misma oración en dos ocasiones diferentes. Actualmente se tiende a pensar que la versión de Lucas es más próxima en contenido al original mientras que Mateo habría mezclado otros dichos de Jesús ajenos a esta oración. Esto no quitaría, pese a todo, interés a la versión de Mateo porque, estando las dos fórmulas redactadas en griego, el griego de Mateo sería más fiel al arameo empleado originalmente en la oración. Además de las versiones evangélicas, la Didaché ofrece una tercera versión, similar en casi todo a la de Mateo.

Padre Nuestro, que estás en los cielos santificado sea tu nombre venga tu reino hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan nuestro de cada día y perdónanos nuestras ofensas así como nosotros
perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del Maligno. (Did 8,2) Después de esto, añade una doxología o alabanza, ausente en la redacción de MateoPorque tuyo es el Poder y la Gloria por los siglos. (Did 8,2). y que hace de esta versión la más larga de todas. El Padre Nuestro debía rezarse cada día tres veces (Did 8,3). Estos rezos debían combinarse con ayunos. En este punto, la comunidad cristiana buscaba diferenciarse de los judíos. Si estos ayunaban «el segundo y el quinto día de la semana» (lunes y jueves), en la comunidad del didaquista los ayunos se prescribían «el cuarto y el día de la preparación» (miércoles y viernes) (Did 8).

Eucaristía
Los capítulos 9 y 10 contienen instrucciones referentes a una celebración comunitaria que, por el uso que hace del vino y del pan, bien puede llamarse, y así lo hace el didaquista, eucaristía (Did 9,1).137​ La eucaristía es, al igual que el bautismo, uno de los sacramentos instituidos por Jesús de Nazaret. Antes que en ningún otro escrito, es mencionada por Pablo de Tarso en la primera carta de Pablo a los corintios (1 Co 11,23-26).

[23] Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fué entregado, tomó pan [24] Y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed: esto es mi cuerpo que por vosotros es partido: haced esto en memoria de mí. [25] Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre: haced esto todas las veces que bebiereis, en memoria de mí. [26] Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que venga. (1 Corintios 11,23-26)

Además de Pablo, es descrita en términos parecidos en los evangelios sinópticos: Marcos (Mc 14,22-25), Lucas (Lc 22,14:20) y Mateo (Mt 26,26-29). El Evangelio de Juan relata también la Última Cena (Jn 13), pero omite o desconoce las fórmulas rituales; sin embargo, se encontraron ciertos paralelismos entre la celebración eucarística que se instruye en la Didaché y el capítulo 17 del Evangelio de Juan, visto desde una interpretación eucarística. Un aspecto importante es el orden de las ofrendas. En los escritos de Pablo, Mateo, y Marcos la primera parte de la eucaristía se desarrolla en torno al simbolismo del pan: «Tomad y comed todos de él, porque éste es mi cuerpo» y la segunda en torno al del vino: «Tomad y bebed todos de él porque ésta es mi sangre». Esta relación de las preces (el pan y el vino) con el cuerpo y la sangre de Jesús de Nazaret se encuentra también en Lucas pero en su relato se bendice primero el vino, luego el pan, y nuevamente después, el vino. Fuera de la Biblia, la Didaché contiene la primera mención de la palabra eucaristía referida al rito cristiano.​ La eucaristía que se regula es, sin embargo, sorprendente. Al igual que el ritual lucano, se bendice primero el vino, pero no como sangre de Cristo sino de esta manera: Te damos gracias, Padre Nuestro, por el vino santo de David que nos diste a conocer por Jesús, tu siervo (Did 9,2).

Después se parte el pan, pero no como cuerpo de Cristo, sino diciendo: Te damos gracias, Padre Nuestro, por la vida y el conocimiento que nos diste a conocer por Jesús, tu siervo (Did 9,3).

En ningún momento se menciona las palabras de institución de la última cena, o el carácter conmemorativo del acto. Parece tratarse de una cristología de carácter davídico, que acentúa la relación entre la figura veterotestamentaria del Rey David y la figura neotestamentaria de Jesús de Nazaret, haciendo a este último heredero, no sólo físico sino también, y sobre todo, espiritual. Esta cristología aparece también en (Did 10,6), cuando dice: «¡Hosanna al Dios de David!». En tres oportunidades se menciona el carácter sacrificial (Did 14,1-3) y, en dos, la pureza (Did 14,1.3) del rito, al que se describe como «comida y bebida espiritual y de vida eterna» (Did 10,3).145​ La Didaché establece que para participar en esta liturgia, era necesario haber sido iniciado en el cristianismo (bautizado) porque: ...acerca de esto dijo el Señor: «No deis lo santo a los perros» (Did 9,5).

Coincide esta admonición con la regla que un siglo después daría Justino el Mártir en su Primera Apología, de que los no bautizados tenían estrictamente vedada su participación en el rito. La frase «No deis lo santo a los perros», que el didaquista atribuye «al Señor», coincide palabra por palabra  con el versículo 7,6 del Evangelio de Mateo, lo que añade relevancia a la cuestión de la posible dependencia entre ambos escritos, ya de por sí notable por la similitud en la redacción del Padre Nuestro.

El didaquista vuelve sobre el tema en el capítulo XIV al regular la reunión dominical. Sin mencionar la eucaristía, habla de partir el pan «...después de haber confesado vuestros pecados (...) a fin de que vuestro sacrificio sea puro» (Did 14,1). Acompaña la regulación afirmando que la ofrenda dominical no debe profanarse con rencillas (Did 14,3), y cita unas palabras de Malaquías (Mal 1,11) a modo de cumplimiento: «Pues a éste (sacrificio) se refiere el Señor: En todo lugar y en todo tiempo me ofreceréis un sacrificio puro».

Todo esto ha suscitado dudas interpretativas sobre la naturaleza y el origen del ritual eucarístico descrito en estos capítulos. Ambas cuestiones, naturaleza y origen, se relacionan pues la forma de las oraciones y el desarrollo del ritual recuerdan a las ceremonias judías relacionadas con la comida y de cuya evolución pudo formarse el ritual eucarístico cristiano. En concreto se establecen paralelismos entre (Did 9) y las oraciones judías conocidas como Berakhot y Amidá. Asimismo, entre (Did 10) y Birkat Hamazón. En cuanto a la naturaleza del ritual, no está claro de si se trata de un ágape, una eucaristía o alguna de las posibilidades intermedias.

Sección disciplinar
Los capítulos 11-15 de la obra forman la sección disciplinar. En ella, el didaquista da una serie de instrucciones relativas a la organización de la comunidad. Se trata de una de las partes que ha suscitado más interés entre los estudiosos porque la formación de la jerarquía eclesiástica tripartita (obispos, presbíteros y diáconos) en las comunidades cristianas primitivas es un proceso del que no se sabe demasiado y la comunidad del didaquista parece estar a medio camino entre la organización asamblearia y el episcopado monárquico, por lo que constituye una suerte de eslabón perdido en la historia de la Iglesia. Muchas comunidades del siglo I tenían una estructura asamblearia consistente en que los miembros se reunían en la asamblea (ekklesia) y, a través de esos encuentros, se desarrollaba la vida comunitaria. Aparte de esto, dichas comunidades eran visitadas de manera ocasional o periódica, por maestros que impartían enseñanzas, orientaban a la comunidad y oficiaban celebraciones. Estas personas eran llamadas apóstoles, aunque no formasen parte estrictamente del círculo de los doce. Con el paso del tiempo, las comunidades se estructuraron formando órganos de gobierno y representación que cristalizaron en la jerarquía tripartita. A comienzos del siglo II, las cartas de Ignacio de Antioquía muestran unas Iglesias estructuradas en torno a sus obispos, los cuales ocupan ya un lugar monárquico. La comunidad del didaquista ocupa, por su organización, un lugar intermedio entre estos extremos. Por una parte se mencionan apóstoles, doctores y profetas (Did 11,3), elementos característicos del tiempo asambleario, de los que dice: Recibid a todo apóstol que llegue a vosotros como si recibieseis al Señor (Did 11,4).

Pero, al mismo tiempo, aconseja elegir obispos y diáconos (Did 15). El documento parece testigo de una época de transición dentro del cristianismo primitivo. Al menos, así lo interpretó Adolf von Harnack en 1884, cuando publicó su comentario de la Didaché. El didaquista detalla a continuación algunas cautelas que deben guardarse hacia los apóstoles itinerantes: «Puede estar un día con vosotros y, si tiene necesidad, quedarse dos. Si se queda tres, es un falso profeta» (Did 11,5). Cabe pensar en la existencia de charlatanes y falsos predicadores que iban de comunidad en comunidad aprovechándose de la gente. Añade luego, de manera taxativa: «Si pide dinero, es un falso profeta» (Did 11,6).

La frontera entre las atribuciones de la jerarquía local y los profetas itinerantes es bastante difusa en la Didaché. Los profetas pueden celebrar la eucaristía (que sería, a priori, tarea de los obispos y la jerarquía local) (Did 10,7). A su vez, los obispos y diáconos pueden profetizar (Did 15,1). No está claro el papel de los doctores y los profetas en esta economía mancomunitaria, pues el didaquista no necesitaba mencionárselo a sus destinatarios. En general se atribuye o supone a los doctores la facultad de enseñar y a los profetas el hecho de hablar en espíritu, signifique esto lo que signifique. Adolf von Harnack no sólo vio en la Didaché un testimonio de la transición entre dos órdenes comunitarios sino que postuló un conflicto entre ambos. De alguna forma, el desarrollo de esas jerarquías locales pudo, según él, competir con el orden representado por los apóstoles, profetas y doctores itinerantes. Hoy en día las opiniones son parecidas en lo que respecta a esa transición, pero se matiza el enfrentamiento, arguyendo que en realidad no hay huella alguna de él en la obra.

El epílogo escatológico
La última parte de la obra es un pequeño apocalipsis donde el autor expone lo que sucederá al final de los tiempos. Su contenido es escatológico, pero también soteriológico, ya que alerta a la comunidad para que mantenga la fe: ...de nada servirá todo este tiempo en la fe, si no sois perfectos en el último momento (Did 16,2).

Los elementos propiamente apocalípticos son similares a otros escritos del género: aparición de falsos profetas y corruptores (Did 16,3), trueque del amor en odio (Did 16,3), acrecentamiento de la maldad (Did 16,4), aparición del «seductor del mundo»159​ obrando signos espantosos, ruina de la tierra bajo una impiedad suma (Did 16,4), condenación de muchos y salvación de unos pocos, los fieles, en medio de tamaña tribulación (Did 16,5). Después de retratar el apogeo del mal, describe la instauración del reino del bien: «Entonces, aparecerán los signos de la verdad» (Did 16,6): uno visible, otro audible y, el tercero, la «resurrección de los muertos» (Did 16,6).160​ Después: ...el mundo contemplará la llegada del Señor sobre las nubes del cielo (Did 16,8).

Así, con esta brusquedad, termina la obra. Faltan temas típicos de la escatología cristiana como el Juicio Final, la separación de justos y pecadores o la Jerusalén celeste. Aunque inconcluso, es un texto autosuficiente que pudo elaborarse a partir de un texto judío previo, también apocalíptico, y posteriormente cristianizado. Dicho material podría haber servido para redactar asimismo pasajes evangélicos como Mc 13, Mt 24,10-31 o 2 Tes 3,12 que tienen carácter parecido.

La Didaché en los Padres de la Iglesia
Hasta su descubrimiento y publicación en 1883, la Didaché se conocía sólo de manera indirecta, a través de las obras de los Padres de la Iglesia. En realidad no se conocía, porque algunos Padres como Eusebio de Cesarea citaban sólo su nombre: ...entre los libros unánimemente rechazados están los Hechos de Pablo, el Pastor de Hermas, el Apocalipsis de Pedro y las llamadas Doctrinas de los apóstoles (HE III 25,4). Mientras que otros como Clemente de Alejandría citaban sólo su contenido, y mencionaban vagamente que provenía de «la escritura». A pesar de estar presente en las obras de los Padres de la Iglesia, la Didaché se encontraba, a todos los efectos, perdida y no podía deducirse su contenido a partir del título ni el título a partir de su contenido. Se sabía que en la antigüedad había existido una obra intitulada Enseñanzas o doctrinas de los apóstoles, citada por Eusebio y otros Padres, que había sido descartada del canon bíblico junto con otras obras. Al publicarse la Didaché, se reconoció su presencia en diversos lugares, y piezas que andaban dispersas pudieron agruparse. La investigación del documento estimuló, además, la aparición de otros que, hasta entonces, habían pasado desapercibidos. Minúsculos fragmentos de papiro con apenas unas palabras fueron examinados con lupa. El resultado fue un afloramiento documental que alimentó la investigación patrológica durante décadas.

Los primeros compases de la investigación sirvieron para poner de manifiesto la relación con otros documentos, siendo los principales: la Epístola de Bernabé, el Pastor de Hermas, la Didascalia, las Constituciones apostólicas, algunas obras de Clemente de Alejandría y la Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea.

La Epístola de Bernabé
La Epístola de Bernabé es un escrito con apariencia de carta que Clemente de Alejandría atribuye, sin que se sepa la razón, al apóstol Bernabé. Se ha especulado que un primer núcleo pudo ser obra del compañero de Pablo,167​ pero no hay prueba de ello. La Epístola de Bernabé es un escrito ajeno a las inquietudes judeocristianas de la Didaché. Si la Didaché intenta conciliar la práctica del cristianismo y el judaísmo, la Epístola de Bernabé rechaza tajantemente este último. Son escritos nacidos en ambientes distintos pero que comparten, sin embargo, la Instrucción de los dos caminos. El texto que abre la Didaché y ocupa los primeros seis capítulos (Did 1-6) se reproduce con alguna variación en los capítulos finales de Bernabé (Bern 18-20). Donde la Didaché empieza diciendo: «Dos caminos hay en la vida, el de la vida y el de la muerte» (Did 1,1), Bernabé lo hace de la siguiente guisa: Dos caminos hay de enseñanza y poder, el de la luz y el de las tinieblas. Bern 18,1

Añadiendo una glosa angelológica ausente en la Didaché: …en uno están los ángeles de Dios, portadores de luz, y, en el otro, los de Satanás. Bern 18,1

Esta similitud fue advertida de inmediato por los investigadores y explicada en términos de una dependencia, bien mutua, o bien de un tercer escrito anterior a ambos.

El Pastor de Hermas
Dentro de la sección evangélica (Did 1,3)-(Did 2,1) existe una frase que aparece asimismo en el Pastor de Hermas. A todo el que pide, dale pues el Padre quiere que todos reciban de sus dones (Did 1,5). Da a todos. Pues Dios quiere que se dé a todos de sus propios dones (Mand 2, 4).

Aunque no se trata exactamente de la misma frase, el parecido es suficiente para que los investigadores hayan postulado alguna dependencia entre ambos escritos, lo que afecta indirectamente a la datación relativa entre ellos. El Pastor de Hermas es un documento con una datación bastante precisa y segura (mediados del siglo II). Si se demostrase que el didaquista tomó ese contenido del Pastor, la Didaché se habría redactado, como muy pronto, en el año 150 d. C. y las hipótesis sobre su antigüedad se vendrían abajo. Si la dependencia fuese al revés y se demostrase que el Pastor tomó ese contenido de la Didaché, entonces la Didaché habría sido redactada como muy tarde en el año 150 d. C. Caben otras posibilidades. La primera es que el didaquista y el Pastor bebiesen de una fuente común anterior a ambos en cuyo caso la datación del Pastor no influiría en la de la Didaché. La segunda es que el pasaje de la Didaché citado más arriba sea una interpolación. El pasaje (Did 1,3)-(Did 2,1) que contiene la frase es problemático porque no aparece en algunas recensiones de la Didaché. Esta ausencia ha hecho que los críticos se pregunten si ese pasaje formaba parte originalmente de la obra o se trata de un interpolación posterior. De no formar parte de la obra, holgaría completamente suponer dependencia alguna entre la Didaché y el Pastor de Hermas, pues dicha dependencia sería aparente y debida tan sólo al hecho fortuito de que alguien que no fue el didaquista introdujo, quizá después de uno o más siglos, ese fragmento y esa frase.

Didascalia y Constituciones apostólicas
La Didascalia apostolorum, también llamada Doctrina católica de los doce apóstoles y de los santos discípulos de nuestro Salvador, es un documento del siglo III perteneciente al género de las regulaciones eclesiásticas.​ El texto original griego se ha perdido excepto por algunos fragmentos sueltos. Se conservan sin embargo traducciones, entre ellas una siríaca publicada por Paul de Lagarde en 1854 a partir del Codex Sangermanensis y otras en árabe, latín y etiópico. Se han señalado dependencias con la Didaché​ que marcarían un terminus ante quem bastante seguro para esta última. Por su parte, las Constituciones apostólicas es un escrito del siglo IV donde su autor recopiló algunos tratados anteriores. Los libros I-VI toman su contenido de la Didascalia, mientras que la Didaché se recoge con modificaciones sustanciales en el libro VII,​ cosa que no se pudo saber, por otra parte, hasta que se descubrió la Didaché.

Clemente de Alejandría
Clemente de Alejandría tiene varios pasajes relacionados con la Didaché. Uno de ellos ocurre en Stromata 1 100 4, donde parece transcribir un pasaje de la Didaché (Did 3,5): Οὗτος κλέπτης ὑπὸ τῆς γραφῆς εἴρηται. Φησὶ γοῦν· υἱέ, μὴ γίνου ψεύστης· ὁδηγεῖ γὰρ τὸ ψεῦσμα πρὸς τὴν κλοπήν

Ese tal es calificado de ladrón por la Escritura. Se dice también: Hijo, no seas mentiroso, pues la mentira lleva al robo.

La única diferencia es que Clemente dice «hijo» y, la «Didaché», «Hijo mío». Clemente afirma estar citando la «escritura», es decir, un libro inspirado al modo de los evangelios o las cartas de Pablo. De ser la Didaché, daría una idea de la estima que tenía este escrito. En otro punto de su obra, parece aludir a la doctrina de los dos caminos: «Yo te conduzco por la vía de la salvación. Abandona el camino del error. Sigue entonces, hijo mío, el buen camino que yo te describiré». Asimismo, en el himno final de El pedagogo, Clemente menciona «la santa recompensa de la doctrina de la vida». Sobre este tema la polémica es si la cita es de la Didaché y, en caso de que así sea, si la Didaché no está citando un texto más antiguo. Existe otra cita en Quis diver salvetur? (29,4) donde Clemente habla del «vino de David», expresión usada en la oración eucarística de la Didaché.

La Didaché en la Patrología
Nada más publicarse la Didaché, comenzó una investigación que se ha prolongado hasta el presente, y que ha dado lugar a fructíferos estudios sobre el cristianismo primitivo. La consideración de la Didaché durante el siglo XX ha oscilado como un péndulo entre dos extremos de aceptación, siendo el polo actual más parecido a la posición adoptada por los eruditos a finales del siglo XIX que a la que estuvo vigente durante los años 1930, antes de la Segunda Guerra Mundial. Las dudas en torno a la Didaché tardaron treinta años en concretarse y otros treinta en resolverse, y sólo lo hicieron porque el descubrimiento en 1948 de los Manuscritos del Mar Muerto modificó radicalmente la percepción que se tenía de la obra. La posición crítica respecto a su autenticidad, sostenida por Joseph Armitage Robinson y un grupo de eruditos anglosajones, fue superada cuando Jean Paul Audet examinó en profundidad el material acumulado hasta esos momentos, lo que sentó a grandes rasgos las directrices que sigue la investigación actual. De ser una obra desahuciada por los críticos, la Didaché ha pasado a convertirse desde entonces en una obra clave para entender la evolución del cristianismo primitivo.

1884: Adolf von Harnack y las primeras investigaciones
Adolf von Harnack publicó en febrero de 1884 un extenso trabajo​ sobre la Didaché titulado Die Lehre der zwölf Apostel nebst Untersuchungen zur altesten Gechuchte der Kirchenverfassung und des Kirchenrechts (Leipzig, Hinrinchs, 1884). Además de ofrecer la primera traducción al alemán del texto griego de Bryennios, Harnack escribió un extenso prolegómeno donde trató diversos temas.

1.- La historia de la Didaché en la Iglesia y su transmisión en el manuscrito de Constantinopla. Harnack expuso las conexiones de la obra con los Padres de la Iglesia.
2.- Los títulos, los destinatarios y la finalidad del escrito. Una de las cuestiones primeras y más naturales fue dilucidar por qué la obra había sido transmitida con dos títulos y cuál de los dos era el auténtico. Para Bryennios, el título primitivo de la obra era el largo que, con el tiempo, generó el título corto por un proceso de contracción coloquial. También Harnack pensó así. La razón aducida fue que el título largo estaba embebido en el primer párrafo de la obra, formando parte de ella, mientras que el título corto precedía al texto como una línea independiente que podía haber sido añadida posteriormente con más facilidad.
3.- Disposición y contenido del escrito. Según Harnack, la Didaché contenía claves esenciales para entender la evolución de la Iglesia desde una estructura apostólica a una ministerial.
4.- Las fuentes del escrito. Para Harnack, el didaquista había utilizado en la composición de su escrito el Antiguo Testamento, los Evangelios, la Epístola de Bernabé y el Pastor de Hermas. Bryennios también opinaba que la Didaché dependía de Hermas de Roma pero otros eruditos como Theodor Zahn y Franz Xaver von Funk dieron prioridad a la Didaché.
5.- El contexto. Tiempo y lugar de la composición. Donde Harnack postuló un origen egipcio191​ para el documento.
Harnack incluyó como apéndice dos fragmentos procedentes de un leccionario de la abadía de Melk (Mellicensis 597) que parecían contener una traducción latina de la Didaché, en concreto (Did 1,1-3) y (Did 2,2-6). Dichos fragmentos habían sido publicados siglo y medio antes por Bernardo Petz en su obra Thesaurus anecdotorum novissimus (1721) y, posteriormente, Oscar von Gebhardt los había rescatado del olvido. Los fragmentos pertenecían a un códice de los siglos X u XI, con una traducción latina antigua, quizá del siglo III. Estos fragmentos sugerían cierto uso de la Didaché durante el medioevo en la Iglesia de Occidente.

En los años siguientes, se dieron a conocer cuatro nuevas versiones en otros tantos idiomas. En 1888, M. Amelinau publicó un relato de la vida del abad Schnudi, el fundador del Monasterio Blanco de Atripe. Incrustado en dicho relato se encontraba una traducción árabe de (Did 1-4) que, a su vez, era una traducción del copto. En 1900 se produjo uno de los descubrimientos clave197​ que, a la postre, decantarían la balanza en la disputa que, sobre la Didaché, iba a comenzar pocos años después. Joseph Schlecht descubrió en la abadía de Freising​ (Monacensis 6264)​ una versión latina de la Didaché que contenía una traducción de la sección de los dos caminos (Did 1-6). Un año después, el mismo Schlecht publicó un estudio. Esta versión latina se llamó la Doctrina apostolorum. En 1904, Horner dio a conocer otra versión bastante libre de la Didaché, incorporada en la recensión etíope de los Cánones apostólicos. Dicha versión contenía los pasajes (Did 11,3) a (Did 13,7) y (Did 8,1-2).

Esta multiplicidad de versiones sugería una gran difusión del escrito en la antigüedad y la Edad Media. La existencia de los dos fragmentos latinos conservados en monasterios medievales era indicio de un cierto uso catequético o litúrgico de la obra en Occidente. Las versiones árabe y etiópica implicaban por su parte una expansión de la obra hacia el África y Arabia. En 1901, después de 18 años de investigación, el veterano erudito católico Franz Xaver von Funk afirmaba: No hay nadie que niegue que el escrito exhibe la impronta de una suma antigüedad.

1912: Joseph Armitage Robinson y las primeras dudas
En 1912, Joseph Armitage Robinson publicó el primero de su tres trabajos sobre la Didaché. En aquel primer artículo, Robinson dejó de lado los problemas que planteaba la Instrucción de los dos caminos​ y se centró en la parte de la constitución eclesiástica. Robinson opinaba que el autor de la Didaché tenía al lado el Nuevo Testamento y que tomó de él aquello que le pareció bien, disfrazando sin embargo esos préstamos y las condiciones de su tiempo. De esta forma, y en contra de la opinión inicial de Adolf von Harnack, la Didaché sería una obra fraudulenta que no reflejaría las condiciones del ministerio cristiano primitivo. Según Robinson, el didaquista pretendía transmitir una imagen ficticia de la formación de las Iglesias gentiles y por eso utilizó hasta donde pudo unos preceptos que pudieran justificarse usando los escritos de la era apostólica. Pretendía dar una imagen primitiva con objeto de abogar en la Iglesia de su tiempo por un retorno a la simplicidad inicial del cristianismo.207​ Aunque su tesis fue expuesta con brillante elocuencia, y mucha gente consideró la posibilidad, todo quedó ahí. Algún profesor contemporáneo comentó que no sabía qué le impresionaba más, si la ingenuidad del didaquista o la de Robinson al intentar desenmascararlo.

En 1920, Armitage Robinson pronunció unas conferencias en la Universidad de Dublín (Donnellan Lectures), que serían su segundo trabajo. En ellas desarrolló la tesis de que la Epístola de Bernabé era obra de un único autor,​ por su unidad de estilo y contenido, por el uso dado a otros documentos como la Epístola a los Efesios. Al ser así, no quedaba más remedio que concluir que el didaquista había tomado su doctrina de los dos caminos de esta Epístola de Bernabé y también algún material de Hermas de Roma. Según Robinson, Hermas dependía de Bernabé y, la Didaché, de ambos. También puso en duda que Clemente de Alejandría citase el escrito, aduciendo que se trataba de un apócrifo. En esta ocasión, para apoyar su tesis sobre la impostura de la Didaché, adujo pruebas de que el material de las dos vías no podía provenir de unas instrucciones morales de carácter oral o escrito establecidas en la era apostólica sino, a lo sumo, de lo que apóstoles de esa era podrían haber establecido supuestamente para la conversión de los gentiles. Según esto, no existió nunca una tradición basada en las dos vías sino que el didaquista se limitó a coger de manera incongruente materiales contenidos en la Epístola de Bernabé. En general, sus tesis no fueron bien recibidas.

En 1922, vieron la luz nuevos fragmentos griegos procedentes de un papiro de Oxirrinco, en concreto el n.º 1782. Dicho papiro contenía (Did 1,3-4) y (Did 2,7 a 3,2), fragmentos que contienen la sección evangélica de los dos caminos. La importancia de este papiro es que confirmaba que la sección evangélica formaba parte de la Didaché pues, hasta su descubrimiento, el H54 era la única recensión que la contenía y se dudaba de su autenticidad.

En abril de 1924, G. Horner publicó un nuevo fragmento, esta vez en copto. El papiro que contenía el texto (P. London Or. 9271) había llegado un año antes al Museo Británico procedente de Egipto, de un lugar cercano a Oxirrinco. Consistía en una sola hoja de 11,25 pulgadas de ancho por 1 pie y 5,25 pulgadas de alto. En el anverso, había escritas dos columnas de texto con 29 y 32 líneas respectivamente y una tercera en el dorso, mucho más corta, de sólo 18 líneas.218​ Estaba escrito con caligrafía uncial cuadrada​ gruesa e irregular, sin unión entre las letras en un dialecto fayúmico, redactado con cierta libertad a modo de extracto de la obra. El fragmento editado empezaba en la sección litúrgica en la bendición final eucarística (Did 10,3) y acababa en la sección disciplinar (Did 12,2). El texto copto seguía mayormente el original griego, excepto por una bendición adicional del crisma (óleo), contenida asimismo en las Constituciones apostólicas, pero ausente del manuscrito de Jerusalén.

Respecto al óleo de la unción, daréis gracias de esta manera: Te damos gracias, Padre nuestro, por el óleo de la unción, que tú nos manifestaste, por Jesucristo, tu siervo. A ti sea la gloria por los siglos.

La aparición de esta nueva versión añadía una pieza más al puzle de la diversidad de recensiones de la obra, que no sería la última. En 1931 se conoció una versión georgiana de la obra traducida del griego por un obispo llamado Jeremías de Edesa. Quedó preservada en un manuscrito del siglo XIX cuya traducción fue hecha entre los siglos V al X. Es la única versión completa además de la contenida en el manuscrito de Jerusalén y fue publicada por Grigol Peradse en 1931.

Mientras tanto la investigación tomó otros derroteros. En 1929, James Muilenburg, otro erudito del cristianismo, tomó partido en el asunto defendiendo las posiciones críticas asumidas por Robinson. Según él, la datación de la Didaché debía retrasarse al menos un siglo y se debían revisar muchas páginas de la historia del cristianismo.​ Siguiendo la misma línea Richard Hugh Connolly publicó en 1932 un artículo sobre el cap 5, el «camino de la muerte» de la Didaché. Estos autores empezaron a dar forma a una corriente crítica que defendió la completa falsedad de la obra. Según ellos, la Didaché era obra de un impostor que la había compuesto a finales del siglo II o principios del III, con intención de falsear una enseñanza. Dom Connolly aventuró que la Didaché era obra de un montanista. Robinson murió en 1933 mientras preparaba un trabajo conjunto con Connolly.​ Dicho trabajo fue publicado póstumamente en 1934 en el Journal of Theological Studies, que el propio Robinson había fundado. En los siguientes años se mantuvo la discusión pero, para entonces, la Didaché había caído en un completo descrédito.

1948: Los rollos de Qumrán. Nueva luz
En 1948 se descubrieron cerca del Mar Muerto unos manuscritos, preservados en forma de rollos, pertenecientes a la biblioteca espiritual de una comunidad esenia judía del siglo II. Hoy se conocen como los Manuscritos del Mar Muerto o Manuscritos de Qumran. Uno de ellos, conocido como el Manual de disciplina esenio o Regla de la comunidad (1QS),​ resultó contener una recensión de la Instrucción de los dos caminos. Eso significaba que todas las versiones conocidas hasta entonces no eran más que la cristianización de una doctrina judía preexistente. A raíz de este hallazgo, el material reunido hasta entonces necesitó una profunda revisión. En 1958 Jean Paul Audet publicó un extenso estudio sobre la Didaché que, a la postre, marcaría la nueva tendencia. Según Audet, la Epístola de Bernabé y la Didaché eran obras independientes que habían tomado el material de los dos caminos de terceras fuentes judías. La versión latina de la Doctrina apostolorum dejó de considerarse una traducción latina de la Didaché para erigirse en recensión independiente. Al desaparecer la dependencia con la Epístola de Bernabé, se deshizo la jerarquía cronológica que había relegado la Didaché al siglo III y se abrió el camino para otras dataciones más tempranas. Audet examinó también la autenticidad de los títulos. Si hasta entonces se había tomado como bueno el título largo, Audet puso en duda la autenticidad de ambos. Pero si los dos títulos eran falsos, también lo era que el didaquista hubiese intentado adscribir su enseñanza a ninguna autoridad. Según Audet, el título original de la obra era sencillamente: Enseñanza de los apóstoles. Y con ello, sólo se quiso significar que se trataba de una enseñanza dada por esos maestros, doctores y apóstoles itinerantes mencionados en la obra y recogidas por el didaquista para uso de la comunidad. Con ese título habría sido conocida y citada por los Padres de la Iglesia: Las enseñanzas de los apóstoles. Siglos después, algún copista añadió el numeral:
Enseñanza de los doce apóstoles. alterando con ello el sentido original de la obra. Según Audet, el título largo pudo ser: Enseñanza del Señor a las naciones.
Y más tarde, por un proceso de amplificación y armonización con el título corto,​ convertirse en: Enseñanza del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles. En su momento, la obra alterada llegó a las manos de León, «copista y pecador», quién lo incorporó al manuscrito de Jerusalén que, ocho siglos después, descubriría Bryennios. A la vista de las nuevas pruebas y teorías, la Didaché se perfiló como una auténtica regulación comunitaria del siglo I. Un estudio posterior de Helmut Köstler cuestionó a su vez la dependencia con el Evangelio de Mateo, y explicó las similitudes entre ambos por el hecho de haberse gestado en un mismo ambiente.​ Poco a poco, quedaron atrás el descrédito y las dudas. Desde entonces, y ante la posibilidad de que la Didaché sea anterior a muchos libros del Nuevo Testamento, esta obra ha sido objeto de un vivo interés y de muchos estudios.​ Actualmente es considerado el escrito más importante de los Padres apostólicos y casi el único testigo de una época, la segunda mitad del siglo I que, por otra parte y en lo que se refiere al cristianismo, sigue siendo una gran desconocida.


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miércoles, 6 de marzo de 2019

Los Padres Reformados V

Grabado basado en una xilografía atribuida a Jos Murer (c. 1562).

Pedro Mártir Vermigli
teólogo reformista italiano
Pedro Mártir Vermigli​ (Florencia, 8 de septiembre de 1499 jul.-Zúrich, 12 de noviembre de 1562 jul.) fue un teólogo reformista italiano. Sus primeros trabajos como reformador en la Italia católica y su decisión de huir hacia la Europa protestante del norte motivaron a muchos correligionarios italianos a unirse a la causa protestante y escapar también. En Inglaterra, influyó en la Reforma eduardiana y el oficio eucarístico del Libro de Oración Común de 1552. Considerado una autoridad en la eucaristía de las Iglesias reformadas, participó en controversias sobre el tema con la publicación de varios tratados. Loci communes (1562), compilación de extractos de sus comentarios bíblicos organizados por temas de teología sistemática, se convirtió en un libro de texto estándar para la enseñanza teológica reformada.

Nacido en Florencia, ingresó a una orden religiosa y ocupó cargos influyentes como abad y prior. Se puso en contacto con los líderes del movimiento italiano del evangelismo católico (llamados spirituali) y comenzó a leer obras de teólogos protestantes como Martín Bucero y Ulrico Zuinglio. Al estudiar sus publicaciones, la Biblia y los «padres de la Iglesia», coincidió con las creencias protestantes sobre la salvación y la eucaristía. Para satisfacer su conciencia y evitar la persecución de la Inquisición romana, huyó de Italia hacia la Europa protestante del norte. Llegó a Estrasburgo, donde enseñó con la recomendación de Bucero sobre el Antiguo Testamento bíblico. El reformador inglés Thomas Cranmer le invitó a tomar un cargo importante (Regius Professor of Divinity) en la Universidad de Oxford, donde continuó enseñando sobre la Biblia. También defendió sus creencias eucarísticas ante los defensores católicos de la transubstanciación en un debate público. Vermigli se vio obligado a abandonar Inglaterra cuando ascendió al trono la católica María I. Como «exiliado mariano», regresó a Estrasburgo y a su antiguo puesto de docente. Sus creencias sobre la eucaristía y la predestinación chocaron con las de los principales luteranos en Estrasburgo, por lo que se trasladó a la reformada Zúrich, donde enseñó hasta su muerte en 1562. Su contribución teológica más conocida fue la defensa de la doctrina reformista de la eucaristía ante los católicos y luteranos. Al contrario de la doctrina católica de la transubstanciación, Vermigli no creía que pan y vino se convertían en cuerpo y sangre de Cristo, respectivamente. También discrepaba con la visión luterana de que el cuerpo de Cristo es ubicuo y está presente físicamente en la eucaristía. En cambio, enseñaba que Cristo permanece en el cielo, si bien es ofrecido a quienes participan de la eucaristía y es recibido por los creyentes.

Desarrolló una doctrina de la doble predestinación, independientemente de la de Juan Calvino. Su interpretación era que la voluntad de Dios determina tanto la condenación como la salvación. La creencia de Vermigli es similar, pero no idéntica, a la de Calvino. Su teología política influyó en el reglamento religioso de la reina Isabel I y proporcionó una justificación teológica para la supremacía real, doctrina en la que el monarca de un territorio, con mayor poder que cualquier autoridad eclesiástica, gobierna la Iglesia.

Primeros años
Nació en Florencia, capital de la República Florentina, el 8 de septiembre de 1499. Hijo de Stefano di Antonio Vermigli, zapatero acaudalado, y Maria Fumantina; le bautizaron Piero Mariano al día siguiente.​ Era el mayor de tres hijos; su hermana Felicita Antonio nació en 1501 y su hermano Antonio Lorenzo Romulo en 1504. Su madre le enseñó latín antes de matricularlo en una escuela para niños de nobles florentinos;[b]​ ella murió en 1511, cuando Piero tenía doce años.​ Vermigli se sintió atraído por el sacerdocio católico desde muy joven. En 1514 inició su noviciado en la abadía Fiesolana, un monasterio de los canónigos lateranenses, congregación agustina surgida de un movimiento de reforma católica del siglo XV. Hacían énfasis en la disciplina estricta y se trasladaban de hogar en hogar en lugar de permanecer en un solo sitio. También procuraban fomentar el liderazgo en las áreas urbanas.​ Su hermana Felicita Antonio le siguió a la vida monástica, haciéndose monja el mismo año.

Al completar su noviciado en 1518, Vermigli cambió su nombre a «Pedro Mártir» en honor al dominico del siglo XIII Pedro de Verona.​ La canónigos lateranenses decidieron en ese momento que los jóvenes ordenados con cualidades excepcionales debían ser enviados al monasterio de San Giovanni di Verdara, en Padua, para estudiar a Aristóteles; Vermigli fue destinado allí.​ La Universidad de Padua, con la que el mencionado monasterio tenía relaciones académicas, era una institución muy prestigiosa en esa época. En esa localidad, recibió una formación completa en escolástica tomista y estudió obras de Agustín y el humanismo cristiano.​ Estaba decidido a leer a Aristóteles en su idioma original a pesar de la falta de maestros en griego, por lo que aprendió por su cuenta. Asimismo conoció a importantes teólogos reformistas como Pietro Bembo, Reginald Pole y Marcantonio Flaminio.

Primer ministerio en Italia
Vermigli fue ordenado sacerdote en 1525 y probablemente recibió su doctorado en Teología en esa época. El capítulo general de su congregación le eligió para el cargo de predicador público en 1526. Empezó su primera serie de sermones en Brescia ese mismo año. Después predicó durante tres años y viajó por el norte y centro de Italia. A diferencia de la práctica de otras órdenes de predicadores, que generalmente solo predicaban durante la Cuaresma y el Adviento, los agustinos lo hacían todo el año. Igualmente dio clases sobre la Biblia y Homero en los hogares de los canónigos lateranenses.

En 1530 fue nombrado vicario del monasterio en San Giovanni in Monte (Bolonia). Allí un médico judío local le enseñó hebreo, de forma que ya podía leer las escrituras del Antiguo Testamento en su idioma original; era poco común que el clero aprendiera hebreo, incluso entre aquellos que hacían un estudio bíblico más profundo, aunque esto no era inaudito.​ En 1533 el capítulo general designó a Vermigli abad de dos monasterios de los canónigos lateranenses en Spoleto (la abadía de San Giuliano y el monasterio de Sant'Ansano, adjunto a la iglesia de Sant'Ansano); también tenía dos conventos (San Matteo y La Stella) bajo su jurisdicción.​ La disciplina en los hogares monásticos al cuidado de Vermigli había sido poco estricta antes de su llegada y habían protagonizado varios escándalos en Spoleto. También hubo rumores de una lucha de poder entre el obispo de Spoleto, Francesco Eroli, y la abadía a su cuidado, hasta el punto de que el obispo había excomulgado al predecesor de Vermigli, pero la decisión fue anulada por el romano pontífice. Después de esto, impuso el orden en los hogares y enmendó las relaciones con el obispo.​

El capítulo general reeligió a Vermigli en la demarcación de Spoleto en 1534 y nuevamente en 1535, pero no fue elegido para dirigir ningún hogar al año siguiente. Probablemente fue identificado como un reformista con un futuro prometedor, que podría ayudar con los esfuerzos reformistas con cargos de mayor rango.​ Vermigli estuvo en contacto con líderes católicos que trabajaban en el Consilium de emendanda Ecclesia, un informe interno sobre las posibles reformas de la Iglesia solicitado por el papa Pablo III. Es posible que haya viajado a Roma para ayudar en la compilación.

Primera prédica y ministerio polémicos en Lucca
Los canónigos lateranenses nombraron a Vermigli prior de la basílica de San Frediano en 1541.
La congregación eligió a Vermigli abad del monasterio de San Pietro ad Aram (Nápoles) en 1537. Allí conoció a Juan de Valdés, uno de los líderes del evangelismo católico (conocidos como spirituali), que lo introdujo en los escritos de los reformistas protestantes. Mientras cumplía su servicio en Nápoles, leyó los comentarios de Martín Bucero sobre los Evangelios y los Salmos y la obra De vera et falsa religione de Ulrico Zuinglio. Estudiar estas obras era un acto de desafío a la autoridad eclesiástica, pero no inusual en los círculos reformistas. Vermigli lentamente desarrolló una posición favorable a la causa protestante debido principalmente al estudio bíblico y los «padres de la Iglesia», especialmente Agustín. Probablemente desarrolló una lectura crítica de la literatura protestante, frecuente en círculos con mentalidad reformista que todavía permanecían dentro de la Iglesia católica.​ En esta época, Vermigli adoptó la doctrina protestante de la justificación por la fe y probablemente rechazó la visión católica tradicional de los sacramentos.​ También parece haber influido en el propio Valdés: los eruditos consideran que la doctrina de Valdés sobre la doble predestinación —en la que Dios ha elegido a algunas personas para salvación y otras para condenación— fue desarrollada primero por Vermigli. A su vez, este último se había basado en sus estudios de Gregorio de Rímini o Tomás de Aquino durante su estadía en Padua.

Su distanciamiento de la corriente católica ortodoxa se hizo evidente en 1539 cuando dio un sermón sobre 1.ª Corintios 3:9-17, un pasaje comúnmente usado como prueba teológica de la doctrina del purgatorio. Vermigli no defendía la postura ortodoxa en su predicación, aunque no negó abiertamente la existencia del purgatorio.​ Cayetano da Thiene, opositor del evangelismo católico, divulgó sus sospechas al virrey español de Nápoles, Pedro de Toledo, quien prohibió la predicación de Vermigli.​ La decisión fue anulada por una apelación ante la Santa Sede, con la ayuda de amigos influyentes que había hecho en Padua, como los cardenales Pole y Bembo.​ A pesar de esta controversia, Vermigli continuó ascendiendo en la Congregación de Canónigos Regulares de Letrán. El capítulo general le nombró uno de sus cuatro visitantes en 1540.​ Los visitantes asistían al rector general en las inspecciones de los hogares religiosos de la congregación.

En 1541 la congregación le eligió para el importante cargo de prior de la basílica de San Frediano en Lucca,​ sucediendo a fray Tommaso da Piacenza.​ El prior de San Frediano ejercía cierta autoridad episcopal sobre la mitad de la ciudad, así como el control de los hogares religiosos de los canónigos lateranenses.​ Al igual que en su anterior puesto en Spoleto, los monjes del monasterio de San Frediano, así como el clero de Lucca, eran conocidos por su laxitud moral, lo que condujo a la llegada de la nueva religión luterana allí. Vermigli ejerció sus responsabilidades como las de un educador, resaltando la corrección moral católica. Estableció un colegio basado en los principios humanistas de educación y se inspiró en los recién fundados St. John's College de Cambridge y Corpus Christi College de Oxford. La instrucción era en griego, latín y hebreo.​ Entre los profesores estaban los humanistas Immanuel Tremellius, Paolo Lacizi, Celio Secondo Curione y Girolamo Zanchi, quienes se convertirían posteriormente al protestantismo.[39]​ En mayo de 1542, la congregación reconoció el trabajo de Vermigli incorporándole a una comisión disciplinaria de siete canónigos.

Huida de Italia y primera cátedra en Estrasburgo
Antes de descubrirse su apoyo a la Reforma protestante, Vermigli era muy respetado y prudente en su congregación. Pudo continuar con sus esfuerzos de reforma en Lucca sin ninguna sospecha de opiniones poco ortodoxas, sobre todo en 1541 cuando se celebró allí una reunión papal con el emperador Carlos V. Dos de sus seguidores causaron su caída, ya que uno cuestionó abiertamente la autoridad papal y otro celebró una variante protestante de la eucaristía.​ La reconstitución de la Inquisición romana en 1542 pudo haber sido en parte una respuesta al temor de que la congregación en Lucca y otras ciudades desertasen de la Iglesia católica. Las autoridades de la República de Lucca comenzaron a temer que su independencia política del Sacro Imperio estuviese en riesgo si su ciudad capital continuaba siendo percibida como un refugio protestante. Se aplicó la prohibición de los libros protestantes —hasta ese momento ignorada—, las fiestas religiosas entonces abandonadas fueron rehabilitadas y se reprogramaron las procesiones religiosas para asegurar la lealtad de Lucca al papado.​

Vermigli fue convocado a un capítulo extraordinario de la Congregación de Canónigos Regulares de Letrán y sus amigos le advirtieron que tenía adversarios poderosos. Estos eventos cada vez más apremiantes contribuyeron a su decisión de ignorar la convocatoria y huir, pero finalmente fue persuadido por su conciencia contra las misas que sentía estaba obligado a celebrar.​ El 12 de agosto de 1542, escapó a caballo hacia Pisa con tres de sus canónigos (Paolo Lacizi, Teodosio Trebelli y Giulio Santerenziano);​ fue sucedido en el cargo de prior por fray Francesco da Pavia.[46]​ En Pisa, Vermigli celebró por primera vez una variante protestante de la eucaristía.​ Cuando llegó a su natal Florencia, se hospedó en la abadía Fiesolana, donde había ingresado a la vida religiosa. Bernardino Ochino —predicador popular con inclinaciones protestantes— también estaba ahí​ y Vermigli le convenció de huir de Italia también.​ El 25 de agosto, partió a Zúrich a través de Ferrara y Verona.

A su arribo a Zúrich fue interrogado sobre sus puntos de vista teológicos por varios líderes protestantes, entre ellos Heinrich Bullinger, Konrad Pellikan y Rudolf Gwalther. Pronto determinaron que podían permitirle la enseñanza teológica protestante,​ pero no había ningún puesto vacante allí ni en Basilea, su próxima ciudad de refugio. En una carta a su antigua congregación en Lucca explicó los motivos de su partida y también expresó su desaliento por no poder encontrar un cargo religioso disponible.​ El humanista basiliense Bonifacio Amerbach le ayudó con dinero y el reformador Oswald Myconius le recomendó que visitara a Martín Bucero en Estrasburgo, con cuyos escritos Vermigli ya estaba familiarizado. Se trasladó a Estrasburgo y desarrolló una fuerte amistad con Bucero,​ quien le otorgó la cátedra de Antiguo Testamento de la Escuela Superior de Estrasburgo, en sustitución de Wolfgang Capito, fallecido el año anterior. Comenzó dando clases sobre los profetas menores, seguido de los libros de Lamentaciones, Génesis, Éxodo y Levítico.​ Vermigli estaba encantado de poder enseñar en el idioma original de los textos del Antiguo Testamento, ya que muchos de sus alumnos podían leer hebreo;​ sus estudiantes y colegas eruditos le tenían mucha estima. Era conocido por su precisión, simplicidad y claridad en el habla, en contraste con la propensión de Bucero a las digresiones que a veces confundían a sus estudiantes.

Dos de sus antiguos colegas en Lucca —Lacizi y Tremellius— se reunirían con él en Estrasburgo.​ En 1544, Vermigli fue elegido canónigo de la iglesia de Saint Thomas de Estrasburgo. En 1545, se casó con su primera esposa, Catherine Dammartin, una exmonja de Metz. Ella no sabía italiano y él hablaba poco alemán, por lo que presuntamente conversaban en latín.

Inglaterra
En 1547, Eduardo VI ascendió al trono inglés y los reformistas protestantes esperaban la oportunidad de transformar más a fondo a la Iglesia de Inglaterra. El arzobispo Thomas Cranmer invitó a Vermigli y Ochino para ayudar en sus esfuerzos. En ese momento, la victoria del emperador católico Carlos V en la Guerra de Esmalcalda y el consiguiente «Interim de Augsburgo» provocaron un ambiente hostil para los protestantes en el Sacro Imperio. Vermigli aceptó la invitación en noviembre y navegó con Ochino a Inglaterra. En 1548, fue nombrado Regius Professor of Divinity en Oxford, remplazando al teólogo católico Richard Smyth.​ Para esa época, el Regius Professor of Divinity era un cargo religioso muy influyente en una universidad que había tardado mucho tiempo en apoyar a la Reforma.

Al llegar a Oxford, Vermigli comenzó impartiendo clases sobre 1.ª Corintios​ y criticando las doctrinas católicas del purgatorio, celibato clerical y ayuno cuaresmal. También reprobaba la doctrina católica de la eucaristía, el punto de desacuerdo más sensible entre protestantes y católicos ingleses en ese momento.​ El profesorado conservador, dirigido por Smyth, desafió a Vermigli a defender sus puntos de vista en un debate formal. Smyth huyó a Saint Andrews y finalmente a Lovaina antes de que el debate pudiera celebrarse; a raíz de esto, tres teólogos católicos —William Tresham, William Chedsey y Morgan Phillips— se adelantaron para tomar su lugar.​ El debate se celebró en 1549 en presencia del clérigo Richard Cox, canciller de la universidad y un firme protestante. La discusión se centró en la doctrina de la transubstanciación, con los católicos argumentando a su favor y en contra de Vermigli.​ El canciller Cox no ocultaba su simpatía por los razonamientos del teólogo italiano, pero no declaró formalmente un ganador. El debate puso a Vermigli al corriente de las discusiones sobre la naturaleza de la eucaristía.

En 1549, una serie de levantamientos conocidos como la «rebelión del Libro de Oración Común» le forzó a abandonar Oxford y hospedarse en el palacio de Lambeth con Cranmer. La sublevación implicaba a la oposición conservadora de una liturgia vernácula, que se impuso con el Libro de Oración Común en el Pentecostés de 1549. Los alborotadores de las calles de Oxford le amenazaron de muerte.​ En Lambeth, Vermigli ayudó a Cranmer en la redacción de sermones para controlar a la rebelión.​ Después de un tiempo, regresó a Oxford, donde fue nombrado primer canónigo de la Christ Church en enero de 1551. Siendo el primer sacerdote casado en Oxford, causó polémica al llevar a su esposa a sus aposentos con vistas al Fish Street en el Great Quadrangle. Algunos vándalos rompieron sus ventanas varias veces hasta que decidió trasladarse a un dormitorio en el claustro, donde mandó a construir un despacho fortificado en piedra.

Vermigli se involucró activamente en la política de la Iglesia anglicana. En 1550, Martín Bucero y él recomendaron a Cranmer varios cambios a la liturgia eucarística del Libro de Oración Común. En ese año, Vermigli apoyó la posición de la Iglesia en la «controversia sobre las vestiduras», sobre si el obispo John Hooper debía ser obligado a usar sobrepelliz. Estuvo de acuerdo con el deseo del obispo de librar a la Iglesia de prendas elaboradas, pero no creía que debían prohibirse por completo. Aconsejó a Hooper a que respetara la autoridad de sus superiores. Probablemente la intervención de Vermigli fue crucial para convencer al obispo que desistiera en su oposición en febrero de 1551. En octubre de ese año, participó en una comisión para rescribir el Derecho canónico de Inglaterra y, en invierno, colaboró en la redacción de un borrador de dichas leyes, que John Foxe publicó como Reformatio legum ecclesiasticarum en 1552.

Eduardo VI murió en 1553. Su media hermana le sucedió en el trono como María I y desde el principio se opuso a los reformistas protestantes. En ese año, Vermigli estuvo bajo arresto domiciliario durante seis meses;[4]​ sus opositores católicos en Oxford probablemente le habrían detenido y enjuiciado por herejía —como ocurrió con Cranmer—. A pesar de este riesgo, aceptó un debate público con el arzobispo contra la nueva clase dirigente católica, pero este nunca llegó a concretarse porque Cranmer fue encarcelado.​ Vermigli recibió permiso del consejo privado para abandonar Inglaterra y el arzobispo le aconsejó irse.

Su esposa Catherine era conocida en Oxford por su piedad y ministerio hacia las mujeres embarazadas; también disfrutaba tallando rostros en ciruelas. Falleció sin hijos en febrero de 1556 antes de que su marido abandonara el país. Poco después de la partida de Vermigli, el cardenal Reginald Pole ordenó desenterrarla y arrojarla a una pila de estiércol. Tras el ascenso de la reina protestante Isabel I en 1558, Catherine fue inhumada al lado de las reliquias de Frideswide en la Christ Church de Oxford.

Estrasburgo y Zúrich
Vermigli llegó a Estrasburgo en octubre de 1553, donde fue restituido en su puesto en la Escuela Superior y comenzó dando clases sobre Jueces y la Ética a Nicómano de Aristóteles.​ Frecuentemente se reunía con otros «exiliados marianos» (los huidos durante el reinado de la católica María I) para estudiar y orar en su hogar.​ En sus clases sobre Jueces casi siempre abordaba asuntos políticos relevantes con los exiliados, como el derecho a resistir a un tirano. Desde la partida de Vermigli y la muerte de Bucero en 1551, el luteranismo había ganado influencia en Estrasburgo bajo la dirección de Johann Marbach. Como condición para ser reinstalado en su cátedra de la Escuela Superior, se le solicitó que firmara la Confesión de Augsburgo y el Concordato de Wittenberg. Vermigli estaba dispuesto a firmar la Confesión, pero no el Concordato, que afirmaba la presencia corporal de Cristo en la eucaristía.​ Mantuvo su posición y le restituyeron de todos modos, pero la controversia sobre la eucaristía y la férrea doctrina de Vermigli sobre la doble predestinación persistió entre los luteranos. Otro profesor en Estrasburgo, Girolamo Zanchi, que se había convertido al protestantismo en la etapa de Vermigli en Lucca, compartía sus convicciones sobre la eucaristía y la predestinación; pronto se hicieron amigos y aliados.​ La creciente enemistad de Vermigli con la clase dirigente luterana le impulsó, en 1556, a aceptar una oferta de Heinrich Bullinger para enseñar en la escuela Carolinum de Zúrich; John Jewel —colega y exiliado mariano— le acompañó. En Zúrich, Vermigli sucedió a Konrad Pellikan como catedrático de lengua hebrea, cargo que ocupó hasta su muerte. En 1559, se casó por segunda vez con una mujer de Brescia, Catarina Merenda.​ Compartía sus responsabilidades docentes con su colega hebraísta Teodoro Bibliander, lo que le permitía estudiar y preparar las notas de sus clases anteriores para su posterior publicación. Inició sus clases con análisis de los libros de Samuel (I y II) y Reyes (I y II). Es su estadía en Zúrich, rechazó invitaciones a otras cátedras en Ginebra, Heidelberg e Inglaterra.

Sus puntos de vista eucarísticos eran aceptados en Zúrich, pero surgió una polémica por su doctrina de la doble predestinación. Al igual que Calvino, Vermigli creía que de alguna manera Dios quería la condenación de quienes no son elegidos para la salvación. Intentó evitar la confrontación sobre el tema, pero Bibliander comenzó a confrontarlo públicamente en 1557; en una ocasión parece que le desafió a un duelo con un hacha de doble filo. Bibliander sostenía la opinión erasmiana de que Dios solo predestina que quienes crean en Él serán salvos, no la salvación de ningún individuo. Los teólogos reformistas de esta época tenían una variedad de creencias sobre la predestinación; la posición de Bullinger era ambigua, pero coincidía con los demás teólogos en que Dios elige «soberana e incondicionalmente» a quién salvar. Asimismo, creían que la salvación no se basa en ninguna característica de la persona, como la fe. Bullinger y la Iglesia de Zúrich no concordaban necesariamente con la visión de la doble predestinación de Vermigli, pero la opinión de Bibliander se consideraba inadmisible. Fue despedido en 1560, en cierto modo para asegurar más iglesias reformadas con la ortodoxia de la Iglesia de Zúrich.​ Vermigli estuvo involucrado en otra controversia sobre la predestinación cuando Zanchi, quien se había quedado en Estrasburgo mientras aquel se instalaba a Zúrich, fue acusado de enseñanzas heréticas sobre la eucaristía y la predestinación por el luterano Johann Marbach. Vermigli fue seleccionado para redactar la posición oficial de la Iglesia de Zúrich sobre el asunto en una declaración que firmaron Bullinger y otros líderes en diciembre de 1561. La ratificación de su férrea doctrina de la predestinación representaba la opinión de la Iglesia de Zúrich en general.

En el verano de 1561, Vermigli asistió, acompañado de Teodoro de Beza, a la fallida Conferencia de Poissy, un coloquio celebrado en Francia con la intención de reconciliar a católicos y protestantes; pudo conversar en italiano con Catalina de Médici, reina madre de Francia. Contribuyó con un discurso sobre la eucaristía, en el que dijo que las palabras de Jesús «esto es mi cuerpo» en la Última Cena eran en sentido figurado, no literal. La salud de Vermigli ya estaba deteriorada cuando sucumbió a una epidemia de «fiebre» en 1562. Murió el 12 de noviembre de ese año en su casa de Zúrich, asistido por el médico Conrad Gesner. Fue enterrado en la catedral Grossmünster, donde su sucesor Josias Simler pronunció una oración fúnebre, publicada posteriormente y utilizada por historiadores como una fuente primaria para sus biografías. Caterina dio a luz dos hijos, pero no sobrevivieron a la infancia. Cuatro meses después de la muerte de Vermigli, ella dio a luz a una niña, Maria, quien en la adultez estuvo casada con un ministro religioso de Thalwil.

Obra
Auchthoris libris in unum volumen collecti, & quatuor classes distributi...[95]​ (1576).
Loci communes (Lugares comunes en latín), su libro más conocido, es una colección de discusiones temáticas aleatorias sobre cada uno de sus comentarios bíblicos.[96]​ Fue compilado por el ministro hugonote Robert Masson y publicado por primera vez en 1576, catorce años después de la muerte de Vermigli.[95]​ Aparentemente, antes de fallecer, había expresado su deseo de que se publicara un libro de estas características, por lo que Teodoro de Beza sugirió dar inicio a la compilación.[98]​ Masson se basó en Institución de la religión cristiana (Institutio Christianae religionis) de Juan Calvino para organizar la obra. Se realizaron quince ediciones de Loci communes entre 1576 y 1656, que permitieron difundir las ideas de Vermigli entre los reformistas protestantes. Anthony Marten tradujo Loci communes al inglés en 1583, lo que popularizó considerablemente la obra. También se difundieron póstumamente sus notas sobre temas aristotélicos: Comentario en la ética de Aristóteles (In primum, secundum, et initium tertii libri Ethicorum Aristotelis ad Nicomachum...Commentarius doctissimus, 1563).

Vermigli publicó comentarios sobre 1.ª Corintios (In selectissimam D. Pauli Priorem ad Corinth. epistolam Commentarij...,[104]​ 1551), Romanos (In Epistolam S. Pauli Apostoli ad Romanos commentarij doctissimi...,​ 1558) y Jueces (In Librum Iudicum...Commentarij doctissimi...,​ 1561).​ Fue criticado por sus colegas de Estrasburgo por retener sus clases sobre libros de la Biblia durante años en lugar de enviarlos a imprenta para su publicación. Consideraba a sus notas sobre Génesis, Éxodo, Levítico y los profetas menores «breves y apresuradas anotaciones» y decía que le resultaba difícil encontrar tiempo para prepararlas para su publicación.​ Sus colegas editaron y publicaron algunas de sus obras restantes sobre la Biblia después de su muerte: oraciones sobre los Salmos (Preces Sacrae ex Psalmis Davidis desumptae..., 1564) y comentarios sobre Samuel (In duos Libros Samuelis Prophetae...Commentarii doctissimi..., 1564), Reyes (Melachim id est, Regum Libri Duo posteriores cum Commentarijs,​ 1566), Génesis (In Primum Librum Mosis, qui vulgo Genesis dicitur Commentarii doctissimi...,​ 1569) y Lamentaciones (In lamentationes sanctissimi Ieremiae prophetae..., 1629). Vermigli empleaba un enfoque humanista al buscar el significado original de las Sagradas Escrituras, a diferencia de las interpretaciones alegóricas muchas veces extravagantes y arbitrarias de la tradición exegética medieval. En ocasiones, adoptó la lectura alegórica para interpretar el Antiguo Testamento como un conjunto relacionado tipológicamente con Cristo, pero no utilizó el método quadriga de interpretación bíblica medieval, en el que cada pasaje tiene cuatro niveles de significado —a saber, interpretación literal, anagógica, tipológica y tropológica/moral—. Su dominio del hebreo, así como su conocimiento de la literatura rabínica, superó al de la mayoría de sus contemporáneos, como Calvino, Lutero y Zuinglio.​

En 1549 publicó Tractatio de sacramento eucharistiae, habita in universitate Oxoniensi. Ad hec. Disputatio habita M.D. XLIX, un informe del debate sobre la eucaristía con los católicos de Oxford y que incluía un tratado que explicaba su posición. El debate versó en gran parte sobre la doctrina de la transubstanciación, a la que Vermigli se opuso firmemente, pero el tratado también detallaba a fondo su teología eucarística. Sus puntos de vista eucarísticos, tal como se expresaron en el debate y el tratado, influyeron en las modificaciones del Libro de Oración Común de 1552. Vermigli intervino de nuevo en la controversia eucarística en Inglaterra en 1559: Defensa contra Gardiner sobre la eucaristía (Defensio Doctrinae veteris & Apostolicae de sacrosancto Eucharstiae Sacramento...adversus Stephani Gardineri...librum...)​ fue una refutación teológica a Confutatio Cavillationum (1552-1554) de Stephen Gardiner, que a su vez era una compilación de pruebas para el juicio de Thomas Cranmer. Defensa contra Gardiner sobre la eucaristía tenía 821 páginas en formato in-folio, el trabajo más extenso sobre ese tema durante el período de la Reforma.​ También publicó una refutación dirigida a Richard Smyth sobre su justificación del celibato clerical: Defensa contra Smyth sobre el celibato (Defensio...ad Riccardi Smythaei...duos libellos de Caelibatu sacerdotum & Votis monasticis...).

La polémica escritura eucarística de Vermigli estaba dirigida inicialmente contra los católicos, pero a partir de 1557 comenzó a involucrarse en debates con luteranos. Durante esa época, muchos luteranos argumentaban que el cuerpo y la sangre de Cristo estaban físicamente presentes en la eucaristía porque son ubicuos o en todas partes (consubstanciación). En 1561, Juan Brenz publicó una obra defendiendo tal punto de vista y algunos amigos de Vermigli le convencieron de escribir una respuesta.​ El resultado, Diálogo sobre las dos naturalezas en Cristo (Dialogus de utraque in Christo Natura..., 1561), estaba redactado en forma de diálogo entre dos personajes: Orothetes («Indicador de límites»), defensor de la doctrina reformista de que el cuerpo de Cristo está físicamente en el cielo y cuyas expresiones representaban al propio autor, y Pantachus («En todas partes»), cuyas palabras fueron mayormente tomadas del trabajo de Brenz.​ Este último publicó una respuesta en 1562, a la que Vermigli comenzó a redactar una refutación, pero murió antes de completarla.

Se conservan 329 de las cartas de Vermigli (enviadas y recibidas), escritas entre 1542 y 1562.​ Muchas de estas tenían el objetivo de intercambiar noticias sobre las condiciones en Inglaterra, donde los protestantes padecieron persecución durante el reinado de María I, pero muchas veces también discutían cuestiones teológicas. Su opinión tenía autoridad en la comunidad de reformistas, especialmente sobre la eucaristía. Vermigli usó sus cartas para aclarar su posición y salvaguardar el consenso reformista sobre la eucaristía contra las escisiones ideológicas.[130]​ Algunas de sus misivas son: Una semplice Dichiatoratione sopra gli XII Articoli della Fede Christiana​ (1544), en la que opinaba sobre el Credo de los Apóstoles; An Epistle unto the right honorable...duke of Somerset...​ (1550), donde consolaba a Edward Seymour por su destitución como Lord Protector en 1549; A Treatise of the cohabitacyon of the faithfull with the unfaithfull (1555), contra el nicodemismo;​ Epistolae Duae, ad Ecclesias Polonicas, Iesu Christi...de negotio Stancariano... (1561), dos cartas dirigidas a la Iglesia reformada polaca en Pińczów contra las opiniones del sacerdote católico Francesco Stancaro;​ Epistre escritte par P. Martir avant son decez, à un sien amy grand seigneur, Traduitte de Latin en françois​ (1565); Trattato della vera chiesa catholica, et della nenessitá di viver in essa​ (1573), sobre eclesiología; Epistre...a quelques fideles touchant leur abiuration & renoncement de la verité (1574); A briefe treatise, concerning the use and abuse of Dauncing...​ (1580), sobre las danzas en la práctica religiosa; Sendbrieff...an seine Evangelische Brüder Statt Luca...​ (1624), dirigida a su antigua congregación en Lucca; An Unpublished Letter of... to Henry Bullinger (1850).

Teología
Vermigli fue principalmente un maestro de la Escritura en lugar de teólogo sistemático, pero su influencia más duradera se asocia principalmente con su doctrina de la eucaristía, posiblemente por la estrecha relación que veía entre la exégesis de las Sagradas Escrituras y la reflexión teológica. Su método de comentario bíblico, similar al de Martín Bucero, consistía en extensas discusiones de temas doctrinales tratados por los textos bíblicos. Al igual que otros protestantes, creía que solo la Escritura tenía la autoridad suprema para establecer la verdad.​ Sin embargo, estaba más acostumbrado a los «padres de la Iglesia» que muchos de sus contemporáneos y constantemente se refería a ellos. Vermigli valoraba a los «padres de la Iglesia» porque habían descubierto conocimientos en las Sagradas Escrituras que no podría haber encontrado por sus propios medios y porque muchos de sus oponentes católicos daban gran importancia a los argumentos de la autoridad patrística.​ No obstante, muchas veces usaba los escritos de los «padres de la Iglesia» como apoyo para interpretaciones que ya había alcanzado por sí mismo y no se preocupaba cuando su análisis no tenía precedente patrístico.

También es conocido por sus polémicas contra la doctrina católica de la transubstanciación y por la doctrina reformista de la «presencia sacramental».​ Según Vermigli, la transubstanciación —creencia de que la sustancia del pan y el vino se transforma en el cuerpo y la sangre de Cristo, respectivamente— no se basaba en ningún argumento de la Escritura. También arguyó, sobre la base de la cristología de Calcedonia, que como Cristo había conservado su naturaleza divina cuando se hizo hombre —la naturaleza divina se añadió a la humana en lugar de que su naturaleza humana se hizo divina— la sustancia del pan y el vino seguía siendo igual y no se transformaba en la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo.​ Finalmente, utilizó la analogía de la unión del creyente con Cristo contra la idea de transubstanciación: debido a que el creyente conserva su naturaleza humana aunque Dios se haya unido a ellos con Cristo, se deduce que los elementos eucarísticos no necesitan ser transformados para ser el cuerpo de Cristo.​ En lugar de que la sustancia de los elementos cambie a la carne de Cristo, Vermigli enfatizó la acción del sacramento como un instrumento por el cual Cristo es ofrecido al participante. También discrepó de la creencia anabaptista de que la eucaristía es simplemente simbólica o figurativa —una creencia denominada memorialismo o tropismo—.

No consideraba a la predestinación como la piedra angular de su sistema teológico, pero generalmente es asociado con esta por las controversias en las que estuvo involucrado. Desarrolló su doctrina independientemente de la de Calvino y antes de que este la publicara en La institución de la religión cristiana (1559).​ Vermigli veía a Dios como soberano sobre cada evento y creía que todas las cosas, entre estas el mal, eran usadas por Él para cumplir su voluntad.​ Sin embargo, no apoyaba la idea de que los seres humanos están obligados a hacer acciones buenas o malas,​ sino que Dios había elegido a algunas personas para salvación únicamente por gracia o favor inmerecido, sin tener en cuenta las características buenas o malvadas —una creencia que se conoce como «elección incondicional»—. Vermigli también creía que Dios pasó por alto a los réprobos, aquellos que no fueron elegidos para salvación. Sobre esto, concluyó que esta decisión divina venía incluida en la voluntad de Dios, pero de naturaleza distinta a la decisión de elegir a los escogidos para salvación. Debido a que ningún ser humano no ha caído en pecado, la voluntad reprobatoria de Dios los trata como caídos en el pecado por naturaleza y merecedores de condenación. Su formulación de la reprobación como dentro de la decisión de Dios, a diferencia de su elección salvadora, era ligeramente diferente de la de Calvino, quien en la predestinación veía a la salvación y reprobación como las dos caras de una sola decisión divina. La doctrina de Vermigli demostró que era más influyente en las confesiones reformadas. En su primera formulación de la predestinación (c. 1543-1544), recurrió en gran medida a la Suma teológica de Tomás de Aquino.

Los escritos bíblicos de Vermigli frecuentemente abordan asuntos políticos. Siguió la visión aristotélica de que la autoridad política está instituida para promover la virtud y que esto abarca a la religión como la principal de las virtudes.​ Vermigli defendió la doctrina protestante anglicana dominante de la supremacía real, en la que los reyes, mientras obedezcan a Dios, tienen el derecho de gobernar la Iglesia en su tierra, mientras que Cristo sigue siendo la única cabeza de la iglesia universal;​ no obstante, censuró la idea de que el papa o cualquier otra autoridad eclesiástica pudiese ejercer autoridad sobre un gobernante civil —como el rey—, un tema candente en ese momento dados los conflictos entre el papa Clemente VII y Enrique VIII al comienzo de la Reforma anglicana. Aunque acusaba a los magistrados civiles de imponer obligaciones religiosas, seguía defendiendo la distinción que Agustín hizo en La ciudad de Dios entre la esfera espiritual (en palabras de Vermigli, «mociones internas de la mente») y la «disciplina visible» de la sociedad. Según Vermigli, la autoridad de un magistrado civil era solamente para asuntos externos y no para la devoción religiosa interna y espiritual. Su justificación teológica para la supremacía real fue utilizada por los autores del reglamento religioso de 1559, que impuso la adoración protestante, basada en el Libro de Oración Común, como la religión del Estado.

Legado
El liderazgo de Vermigli en Lucca posiblemente la convirtió en la ciudad más protestante de Italia. La Inquisición forzó a muchos de estos protestantes a escapar, lo que creó una población significativa de refugiados protestantes en Ginebra. Varios líderes importantes de la Reforma también estuvieron relacionados con el trabajo de Vermigli en Lucca, como Girolamo Zanchi y Bernardino Ochino.

Los eruditos del siglo XX han acreditado a figuras destacadas como Juan Calvino y Ulrico Zuinglio la formación inicial de la tradición reformada. El teólogo estadounidense Richard Muller —uno de los responsables recientes de ese movimiento religioso— considera que Vermigli, Wolfgang Musculus y Heinrich Bullinger tuvieron igual o mayor impacto que Calvino en el desarrollo de la teología reformista en el siglo XVI.​ Vermigli fue una figura de transición entre el período de la Reforma protestante y el conocido como ortodoxia (escolástica) reformista. En esta última etapa histórica, la teología —articulada en primer lugar por figuras relevantes de la Reforma— fue codificada y sistematizada. Los teólogos recurrieron cada vez más a los métodos de la teología escolástica y la tradición del aristotelismo. Vermigli fue el primero de los teólogos escolásticos reformistas e influyó en escolásticos posteriores como Teodoro de Beza y Girolamo Zanchi.

Tuvo una profunda influencia en la Reforma anglicana a través de su relación con Thomas Cranmer. Antes de entrar en contacto con él, el arzobispo tenía puntos de vista eucarísticos luteranos. Aparentemente, Vermigli convenció a Cranmer de adoptar una visión más reformista, lo que cambió el curso de la Reforma anglicana porque el arzobispo era el principal responsable de las revisiones del Libro de Oración Común y la redacción de los «cuarenta y dos artículos»; Vermigli tuvo un rol importante en las modificaciones del Libro de Oración Común de 1552.​ También se cree que contribuyó o probablemente escribió el artículo sobre la predestinación de la versión de los «cuarenta y dos artículos» de 1553. En Oxford y Cambridge durante el reinado de Isabel I, la teología de Vermigli era discutiblemente más influyente que la de Calvino. Su teología política en concreto dio forma al reglamento religioso isabelino y su autoridad era constantemente invocada en las controversias teológicas de este período.

Varios de sus escritos se imprimieron aproximadamente 110 veces entre 1550 y 1650. Loci communes (1562) fue durante siglos un libro de texto estándar en la educación teológica reformista. Vermigli era popular entre los lectores de teología en lengua inglesa del siglo XVI. John Milton probablemente consultó sus comentarios sobre el libro de Génesis al escribir El paraíso perdido.​ La edición en inglés de Loci communes también era un libro de texto muy consultado en el Harvard College.​ En las bibliotecas de los estudiantes de Teología de Harvard del siglo XVII había más obras de Vermigli que de Calvino. Sus libros también eran apreciados por teólogos puritanos de Nueva Inglaterra, como John Cotton, Solomon Stoddard, Cotton Mather y Jonathan Edwards.

Girolamo Zanchi
teólogo italiano
Girolamo Zanchi (en latín: Hieronymus Zanchius) (Alzano Lombardo, 2 de febrero de 1516 - Heidelberg, 19 de noviembre de 1590) fue un clérigo y educador protestante italiano que influyó en el desarrollo de la teología reformada durante los años posteriores a la muerte de Juan Calvino.

Biografía
Zanchi, hijo de un historiador y jurista, nació en Alzano Lombardo, cerca de Bérgamo. Después de recibir una educación básica en su propio pueblo, a los 15 años entró en la Orden de los agustinos regulares en Bérgamo. Después de su graduación, marchó a Lucca, donde, influido por Pedro Mártir Vermigli, decidió estudiar teología.

Leyó, además de los textos canónicos de Padres de la Iglesia, también aquellos de los más famosos de la Reforma, ya fuera de suizos como Martín Bucero o Philipp Melanchthon, o ya del mismo Martin Lutero. Sin embargo, fue Juan Calvino quien más decantó sus interpretaciones teológicas.

Zanchi continuó enseñando en la escuela del monasterio, incluso después que Vermigli tuviera que huir para no caer en manos de la Inquisición. En 1551, sin embargo, también Zanchi se vio forzado a huir y por los mismos motivos. Después de una breve estancia en Ginebra, se propuso marchar a Inglaterra, pero fue llamado a Estrasburgo para enseñar Sagradas Escrituras. De esta ciudad alsaciana Zanchi no se alejó demasiados años, a pesar de que su presencia fue, más adelante, solicitada en Ginebra y Lausana.

La teología de Zanchi, uno de los principales expertos en la materia de la segunda mitad del siglo XVI, es tradicionalmente considerada como calvinista, pero resulta difícil atribuirle plenamente tanto esta clasificación como la que lo considera luterano. Zanchi afirmó, según la perspectiva calvinista, la tesis de la predestinación, pero él creía que las diferencias entre luteranos y calvinistas en la Eucaristía no eran tan relevantes. Las solicitudes para unirse a la Confesión de Augsburgo de la concepción luterana le causaron, con todo, problemas; sobre este tema, de hecho, tuvo una polémica con el luterano Johann Marbach.

Después de examinar la opinión de varios teólogos, se encontró inicialmente una fórmula de acuerdo y el consenso fue firmado por todos los predicadores y profesores de Estrasburgo. Pero cuando Calvino llegó, reprendió a Zanchi por su presunta aquiescencia y, por tanto, Zanchi tuvo que aclarar y reiterar su postura reabriendo la discusión.

Zanchi partió, en 1563, a Chiavenna donde ejerció las funciones de pastor. Lo acompañó su asistente, el gran filólogo y helenista Friedrich Sylburg. Ya en 1568, volvió de nuevo en Alemania, a Heidelberg, donde había sido llamado para dictar clases de dogmática, junto a Zacarías Ursino. En Heidelberg Zanchi compuso sus principales obras, que tienen carácter esencialmente apologético y polémico.

En 1581 escribió una Harmonia Confessionum fidei, que debía ser, en contraste a Fórmula Concordiae, el resumen de las confesiones de fe reformadas existentes.

Cuando un cambio en el gobierno obligó a los profesores calvinistas a dejar Heidelberg, Zanchi fue en 1576 a Neustadt an der Weinstraße. Pero murió en Heidelberg durante una breve visita de vuelta. Allí fue enterrado en la iglesia de la universidad.

Zanchi se casó en primer lugar con Violante Curione, hija de Celio Secondo Curione, y en segundo lugar con Livia Lumaga, hija de Lorenzo Lumaga, un rico comerciante de Piuro o Plurs (en retorromano Plür), cerca de Chiavenna.

Continua en Los Padres Reformados VI