Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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domingo, 24 de diciembre de 2017

Los Concilios Ecumenicos I

Jacobo el Justo, cuyo juicio fue aprobado en el Decreto Apostólico de Hechos 15:19-29, c. 50 d. C.: «(...) yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre (...)».

Concilio ecuménico
asamblea de los obispos católicos
Un concilio ecuménico, también llamado concilio general, es un sínodo o reunión solemne al que están convocados todos los obispos cristianos (y en ocasiones también están presentes, generalmente sin voto deliberativo, otros dignatarios eclesiásticos y teólogos expertos) para definir temas controvertidos de doctrina, indicar pautas generales de moralidad y tomar decisiones sobre asuntos de política eclesiástica, judiciales o disciplinarios.

Características
El término concilio proviene del latín concilium, que significa «asamblea». La palabra ecuménico deriva del latín tardío oecumenicus, que significa «general» o «universal». Fue tomada del griego: οἰκουμενικός, que significa «del mundo entero habitado».

Los diversos cismas que sufrió la Iglesia cristiana llevaron a que el concepto de universalidad de la convocatoria se restrinja para incluir solo a los obispos de una fracción del cristianismo. Es por esta razón o por el repudio de algún concilio realizado por fracciones derrotadas que participaron en él, que no existe un reconocimiento unánime sobre el número y la identidad de los concilios ecuménicos, incluso dentro de algunas Iglesias. Por lo general la autoridad de los concilios ecuménicos es aceptada por las Iglesias que tienen obispos que reconocen la sucesión apostólica y rechazada por algunas ramas del cristianismo surgidas del protestantismo.

Los criterios de aceptación de los concilios ecuménicos no tienen en cuenta el número de obispos participantes en relación con todos lo obispos convocados, ni la representatividad que aquellos tenían sobre las Iglesias locales de las que provenían. Es así que los primeros concilios ecuménicos tuvieron un escaso número de participantes, los cuales eran en su gran mayoría del Oriente. En la Iglesia ortodoxa se considera que un concilio fue ecuménico cuando ha sido aceptado posteriormente, generalmente expresamente por otro concilio ecuménico, y sus decisiones gozan de reconocimiento universal. En la Iglesia católica el reconocimiento es potestad exclusiva del papa.

El teólogo católico alemán Ludwig Ott afirmó: El episcopado en pleno es infalible cuando, reunido en concilio universal o disperso por el orbe de la tierra, enseña y propone una verdad de fe o costumbres para que todos los fieles la sostengan. [...]

Los obispos ejercen de forma extraordinaria su magisterio infalible en el concilio universal o ecuménico. En las decisiones del concilio universal es donde se manifiesta de forma más notoria la actividad docente de todo el cuerpo magisterial instituido por Cristo. En la Iglesia estuvo siempre viva la convicción de que las decisiones del concilio universal eran infalibles. San Atanasio dice del decreto de fe emanado del concilio de Nicea: “La palabra del Señor pronunciada por medio del concilio universal de Nicea permanece para siempre” (Ep. ad afros. 2). San Gregorio Magno reconoce y venera los cuatro primeros concilios universales como los cuatro Evangelios; el quinto lo equipara a los otros (Ep. I 25).

La doctrina de la infalibilidad de los concilios ecuménicos establece que sus definiciones solemnes que se refieren a la fe o la moral, y a las que debe adherirse toda la Iglesia, son infalibles. Tales decretos a menudo se etiquetan como 'cánones' y en ocasiones tienen un anatema adjunto, una pena de excomunión contra aquellos que se niegan a creer en la enseñanza del canon. Esta doctrina es considerada válida en la Iglesia católica si las definiciones solemnes de un concilio ecuménico son confirmadas o aceptadas por el papa, mientras que las Iglesias ortodoxas sostienen que un concilio ecuménico es en sí mismo infalible cuando se pronuncia sobre un asunto específico, aunque las Iglesias ortodoxas eslavas suelen requerir además la aceptación general de los fieles. Las Iglesias protestantes generalmente ven a los concilios ecuménicos como instituciones humanas falibles que no tienen más que una autoridad derivada en la medida en que exponen correctamente las escrituras y cuando aceptan la infalibilidad la restringen a las declaraciones cristológicas de los primeros concilios.​

El desacuerdo entre las denominaciones cristianas suele ocurrir también en la interpretación de lo resuelto en un canon específico y en la validez de las traducciones o copias de las actas conciliares, que en algunos se han perdido, dando lugar a que algunos textos sean considerados por algunas Iglesias como agregados posteriores. Existen también cánones que han sido rechazados por el papado, sin embargo de lo cual son considerados válidos en la Iglesia ortodoxa.

Concilios pre-nicenos (no ecuménicos)
Los concilios o sínodos prenicenos fueron reuniones de naturaleza regional, no destinadas a reunir a todos los obispos de la Iglesia. A pesar de eso, estos concilios tuvieron cierta importancia porque sirvieron para clarificar varios aspectos doctrinales. En (49 d. C.) hubo una reunión de apóstoles y presbíteros en Jerusalén que ha sido llamada «Concilio de Jerusalén» , que acordó el ingreso en las comunidades cristianas de los gentiles (no-judíos) sin el requisito de la circuncisión.

Localización y designación
Año de celebración del
Concilio
Temas principales
JerusalénOtoño de 51Los convertidos del paganismo (nuevos cristianos) exentos de ciertas prácticas de la ley mosaica, como la circuncisión. Véase controversia de la circuncisión
Concilio (Sínodo) de Roma197Examina la cuestión de la fecha de la Pascua, que se celebra de manera diferente en Oriente y Occidente.
Concilio (Sínodo) de Cartago256Cipriano, obispo de Cartago, reúne 87 obispos africanos. Discuten el Cisma novaciano.
Concilio (Sínodo) de Elvira306Reúne 19 obispos; las decisiones son de los obispos (universi episcopi dixerunt), pero participaron también 26 presbíteros y estaban presentes los diáconos y el pueblo en general (astantibus diaconis et omni plebe).​ Decretan el celibato del clero.
Concilio (Sínodo) de Galia314Constantino el Grande convoca en Arlés, 33 obispos africanos, intentado evitar el cisma donatista.

Concilios ecuménicos
Los siete concilios reconocidos como ecuménicos por las principales iglesias cristianas actuales (la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa, la Iglesia luterana y la Iglesia anglicana) son los siguientes:

Convocado por
Localización y designación
Fecha de celebración del
Concilio
Temas principales
1.ºEmperador romano Constantino INicea I20 de mayo a 25 de julio de 325Condenó el arrianismo como herejía y proclamó la igualdad de naturaleza (homooúsios) entre el Padre y el Hijo. Redactó el primer Credo.
2.ºEmperador romano Teodosio IConstantinopla IMayo a julio de 381Volvió a condenar el arrianismo y afirmó que el Espíritu Santo también era de la misma naturaleza que el Padre y el Hijo (homooúsios). Reformuló el Credo de Nicea (Símbolo niceno-constantinopolitano).
3.ºEmperador romano Teodosio IIÉfeso22 de junio a 17 de julio de 431Condenó el nestorianismo como herejía y proclamó que María es theotókos, «madre de Dios».
La Iglesia Asiria del Oriente no reconoce este concilio ni ninguno de los posteriores.
4.ºEmperador romano MarcianoCalcedonia8 de octubre a 1 de noviembre de 451Condenó el monofisismo y afirmó la unidad de las dos naturalezas, humana y divina, de Jesucristo.
Las Iglesias ortodoxas orientales no reconocen este concilio ni ninguno de los posteriores.
5.ºEmperador bizantino JustinianoConstantinopla II5 de mayo a 2 de junio de 553Condenó las enseñanzas de Orígenes y ordenó la destrucción de sus obras. Condenó los documentos nestorianos designados como Los Tres Capítulos.
6.ºEmperador bizantino Constantino IVConstantinopla III7 de noviembre de 680 a 16 de septiembre de 681Dogmatiza las dos naturalezas de Cristo. Condena el monotelismo.
7.ºEmperatriz bizantina IreneNicea II24 de septiembre a 23 de octubre de 787Condenó a los iconoclastas y restableció la veneración de imágenes.
Nicea I
Del 20 de mayo al 25 de julio de 325, convocado por el emperador romano Constantino I con el papa Silvestre I y presidido por el mismo emperador y el obispo Osio de Córdoba, que actuó en representación del papa. Formuló la primera versión del Credo Niceno, definió la divinidad de Cristo, condenando el arrianismo, y ordenó la celebración de la Pascua en una determinada fecha.

Constantinopla I
Entre mayo y julio de 381, convocado por el emperador romano Teodosio I y presidido sucesivamente por el patriarca de Alejandría Timoteo, el patriarca de Antioquía Melecio, el patriarca de Constantinopla Gregorio Nacianceno, su sucesor el patriarca de Constantinopla Nectario. En él no participó ningún exponente de la Iglesia occidental. Formuló la versión definitiva del Símbolo niceno-constantinopolitano, definiendo la divinidad del Espíritu Santo. Condenó a los seguidores de Macedonio I de Constantinopla, por negar la divinidad del Espíritu Santo (macedonianismo).

Éfeso
Del 22 de junio al 17 de julio de 431, convocado por el emperador Teodosio II, y presidido por el patriarca Cirilo de Alejandría. El papa mandó como legados a los obispos Felipe, Arcadio y Proyecto. Denunció como erróneas las enseñanzas de Nestorio (nestorianismo, una forma de difisismo), decretando que Jesús era una persona y no dos personas distintas. Se establece que María es Madre de Dios.

Este concilio y los posteriores no son reconocidos por la Iglesia asiria del Oriente y la Antigua Iglesia del Oriente, herederas de la Iglesia del Oriente, que se involucró con el nestorianismo.

Calcedonia
Del 8 de octubre al 1 de noviembre de 451, convocado por el emperador romano de oriente Marciano, y presidido por el patriarca de Constantinopla Anatolio. El papa mandó como sus representantes personales a los obispos Pascasino y Juliano y a los presbíteros Bonifacio y Basilio. Proclamó a Jesucristo como totalmente divino y totalmente humano, dos naturalezas en una persona. Rechazó la doctrina contraria sostenida por Eutiques (monofisismo). Rechazan este concilio y los siguientes las Iglesias ortodoxas orientales como la Iglesia copta ortodoxa, la Iglesia apostólica armenia, la Iglesia ortodoxa siríaca y la Iglesia ortodoxa de Malankara en la India.

Constantinopla II
Del 5 de mayo al 2 de junio de 553, convocado por el emperador Justiniano I, y presidido por el patriarca de Constantinopla Eutiquio. Acudió en persona el papa Vigilio. Confirmó las doctrinas de la Santa Trinidad y la persona de Jesucristo. Condenó los errores de seguidores de Orígenes y varios escritos de Teodoreto; al obispo Teodoro de Mopsuestia y al obispo de Edesa, Ibas. Repudió a los Tres Capítulos por considerarlos nestorianos.

Constantinopla III
Del 7 de noviembre de 680 al 16 de septiembre de 681, convocado por el emperador Constantino IV, y presidido por él en persona. Definió dos voluntades en Cristo: divina y humana, como dos principios operativos, condenando así el monotelismo.

Los ortodoxos reconocen al Concilio Quinisexto, también llamado Concilio en Trullo (692), como continuación de los concilios segundo y tercero de Constantinopla y no como un concilio ecuménico aparte. Trató asuntos de disciplina. El estatus ecuménico de este concilio fue repudiado por las Iglesias occidentales.

Nicea II
Del 24 de septiembre al 23 de octubre de 787, convocado por Irene, regente del emperador romano de oriente, Constantino VI, y presidido por el patriarca de Constantinopla, Tarasio. Fue ratificado por el papa Adriano I. Restauró la veneración de los iconos, condenados en el Concilio de Hieria en 754, como genuina expresión de la fe cristiana, regulando la veneración de las imágenes sagradas.

Concilios de reconocimiento discutido

Constantinopla IV
Celebrado en 869-870. Para la Iglesia católica, el octavo concilio ecuménico, Constantinopla IV, es aquel que, convocado por el emperador bizantino Basilio I, depuso y excomulgó al patriarca Focio de Constantinopla y rehabilitó a Ignacio de Constantinopla. No es aceptado por la Iglesia ortodoxa, que lo revocó en otro concilio que también llama Concilio de Constantinopla IV.

El Concilio de Constantinopla de 879–880, convocado por el mismo emperador bizantino Basilio I. No es aceptado por la Iglesia católica. Es llamado Cuarto concilio de Constantinopla por algunos teólogos de la Iglesia ortodoxa. Rehabilitó a Focio, y condenó la adición al Credo Niceno de la Cláusula Filioque.

Constantinopla V
El quinto concilio de Constantinopla, de 1341 hasta 1351, postulado por algunos ortodoxos para ecuménico. No es aceptado por la Iglesia católica ni por la Iglesia ortodoxa en general. En él se resolvieron cuestiones con respecto al hesicasmo y la disputa sobre la "luz increada" entre el teólogo bizantino Gregorio Palamás y el latino Barlaam de Seminara.

Concilios ecuménicos de la Iglesia católica
Los concilios ecuménicos reconocidos por la Iglesia católica se dividen en dos grupos: griegos y latinos, según el idioma de los documentos oficiales. Los griegos son los siete concilios ecuménicos reconocidos también por la Iglesia ortodoxa y que tuvieran lugar en Oriente, convocados todos ellos por los emperadores romanos o bizantinos. Sin embargo, algunos concilios del mismo período, considerados por sí mismos y algunos otros como ecuménicos carecen del reconocimiento de la Iglesia católica como el Concilio de Sárdica (343), el Segundo Concilio de Éfeso (449) y el Concilio de Hieria (754).

Los concilios latinos, reunidos en Occidente, fueron convocados por los papas, quienes los presidían o enviaban un legado para hacerlo. En ellos habrá de estar representada una mayoría de los obispos de las provincias eclesiásticas. Para la validez de sus acuerdos era preciso, como condición sine qua non, la sanción del mismo papa.

Los concilios latinos de la Iglesia católica son los siguientes (la numeración corresponde a la oficial de la Iglesia católica):
Convocado por
Localización y designación
Fecha de celebración del
Concilio
Temas principales
9.ºPapa Calixto IILetrán I18 de marzo a 6 de abril de 1123Encierra la Querella de las Investiduras. Independencia de la Iglesia por delante del poder temporal.
10.ºPapa Inocencio IILetrán IIAbril de 1139Vuelve obligatorio el celibato para el clero en la Iglesia Occidental. Fin del cisma del Antipapa Anacleto II
11.ºPapa Alejandro IIILetrán IIIMarzo de 1179Normas para la elección del papa (mayoría de 2/3) y de la designación de obispos (edad mínima de 30 años). Se excomulgan los barones que, en Francia, apoyaban los Cátaros.
12.ºPapa Inocencio IIILetrán IV11 de noviembre a 30 de noviembre de 1215Determina que todo cristiano, llegado al uso de la razón, está obligado a recibir la Confesión y la Eucaristía en la Pascua. Condenación de los Albigenses, Maniqueístas y Valdenses. Definición de transubstanciación.
13.ºPapa Inocencio IVLyon I28 de junio a 17 de julio de 1245Deposición de Federico II.
14.ºPapa Gregorio XLyon II7 de mayo a 17 de julio de 1274Intento de reconciliación con la Iglesia ortodoxa. Reglamento del cónclave para la elección papal. Cruzada para liberar Jerusalén. Se establece el concepto de Purgatorio.
15.ºPapa Clemente VVienne16 de octubre de 1311 a 6 de mayo de 1312Supresión de los Templarios. Se discute la cuestión de los burdeles de Roma y el nombramiento de un arzobispo en Pekín, en China.
16.ºPapa Gregorio XII y papa Martín VConstanza5 de octubre de 1414 a 22 de abril de 1418Extingue el Gran Cisma de Occidente. Condenación de John Wycliffe y de Jan Hus. Decreta la supremacía del concilio sobre el papa (posteriormente ab-rogado). Elección del papa Martín V
17.ºPapa Eugenio IVBasilea1431-1432Sanciona el canon católico (relación oficial de los libros de la Biblia), intenta nueva unión con las Iglesias orientales ortodoxas. Reconocimiento en el romano pontífice de poderes sobre la Iglesia Universal. Ratifica la figura del Purgatorio.
18.ºPapa Julio II y papa León XLetrán V10 de mayo de 1512 a 16 de marzo de 1517Condenación del concilio cismático de Pisa (1409-1411) y del conciliarismo. Reforma de la Iglesia.
19.ºPapa Paulo III, papa Julio III, papa Marcelo II, papa Paulo IV y papa Pío IVTrento13 de diciembre de 1545 a 4 de diciembre de 1563Reforma general de la Iglesia, sobre todo por causa del protestantismo. Confirmación de la doctrina acerca de los siete sacramentos y de los dogmas eucarísticos. Decreta la versión de la Vulgata como auténtica.
20.ºPapa Pío IXVaticano I8 de diciembre de 1869 a 18 de julio de 1870Refuerza la ortodoxia establecida en el Concilio de Trento. Condena el Racionalismo, el Naturalismo y el Modernismo. Dogmas sobre la Primacía del papa y de la infalibilidad papal en la definición expresa de doctrinas de fe y de costumbres.
21.ºPapa Juan XXIII y papa Pablo VIVaticano II11 de octubre de 1962 a 8 de diciembre de 1965Apertura al mundo moderno. Reforma de la Liturgia. Constitución y pastoral de la Iglesia, Revelación divina, libertad religiosa, como muestra la Encíclica Mortalium Animos, de Pío XI, apostolado de los laicos. Este Concilio genera muchas polémicas.

Letrán I 
Fue convocado por el papa Calixto II en diciembre de 1122, inmediatamente después del Concordato de Worms que puso fin a la querella de las investiduras; abolió el derecho, que reclamaban los príncipes, a investir dignidades y tener beneficios eclesiásticos. Finalizó en 1123.

Letrán II
Fue convocado por Inocencio II en 1139, y entre otras cosas emitió varios decretos disciplinarios sobre la vida de los clérigos. En particular declaró no solo prohibidos sino inválidos los matrimonios contraídos por ellos después de la ordenación.

Letrán III
Convocado bajo el papa Alejandro III en 1179, para condenar a los albigenses y valdenses, y de nuevo la simonía. Dictó muchas disposiciones para la reforma moral de los miembros de la Iglesia.

Letrán IV
Fue convocado bajo la autoridad del papa Inocencio III en 1215, para condenar varias herejías: de los albigenses, de los valdenses, del abad Joaquín de Fiori, y otras. Elaboró un credo más extenso, contra los albigenses.

Lyon I
Convocado en 1245, y presidido por Inocencio IV; abordó problemas morales y disciplinares de la Iglesia. Excomulgó y depuso al emperador Federico II y convocó una cruzada encabezada por el rey Luis IX de Francia (San Luis), que asistió al concilio.

Lyon II
Fue convocado por Gregorio X en 1274 y consiguió una breve unión con la Iglesia ortodoxa, que estaba separada de Roma desde el llamado Cisma de Oriente. Promulgó normas para la elección del papa.

Vienne
Convocado por Clemente V (1311-1312), el primer papa residente en Aviñón. Trató de errores de los Templarios, Fraticelli, Beguardos y Beguinas, de Pedro Juan Olivi. Abolió la orden de los Templarios. Dictó normas para reformar al clero.

Constanza
Convocado por Juan XXIII, antipapa (1414-1418). Condenó las afirmaciones de Juan Hus, Wicleff y otros. También se ocupó de las divisiones en la Iglesia provocadas por el Cisma de Occidente. Es considerado concilio ecuménico solo en sus últimas sesiones (XLII-XLV), cuando lo legitimó Gregorio XII al convocarlo formalmente, al ser antipapa quien lo convocó (Juan XXIII).

Basilea
Convocado por Eugenio IV (1431-1445) para buscar la pacificación religiosa de Bohemia. Se celebró en Basilea, Ferrara y Florencia. Intentó la unidad con los ortodoxos, sin resultados, y la de los armenios y jacobitas con la Iglesia de Roma.

Letrán V
Convocado en 1511 (comenzó en 1512) por el papa Julio II y clausurado por León X en 1517. Su tema central fue la reforma de la Iglesia, decretándose disposiciones disciplinarias. Se propuso una cruzada contra los turcos, que no llegó a realizarse.

Trento
Convocado por Paulo III (1545-1563) para tratar el tema de la escisión de la Iglesia por la reforma protestante. También se ocupó de muchos temas doctrinales, morales, y disciplinares. Decretó sobre la Justificación, los Sacramentos, la Eucaristía, el Canon de la Sagradas Escrituras y otros temas, con variadas disposiciones disciplinares. Condenó ciertas ideas de Lutero y otros reformadores. Fue el concilio más largo y en el que se promulgaron más decretos dogmáticos.

Vaticano I
Convocado por Pío IX en 1869, tuvo que interrumpirse el 20 de septiembre, por la toma de Roma por el Reino de Italia (1861-1946). Trató temas de la fe y constitución de la Iglesia. Definió la potestad del romano pontífice y su infalibilidad cuando habla ex cathedra en temas de fe y moral.

Vaticano II
Convocado por Juan XXIII (1962-1965) que presidió la primera etapa, hasta otoño de 1962; las tres sesiones siguientes fueron convocadas y presididas por Pablo VI, su sucesor. Fue un concilio pastoral, no dogmático.

Legislación canónica católica sobre los concilios
Según los cánones 337 y 341 del Código de Derecho Canónico, un concilio ecuménico (ecuménico: universal, o sea, toda la Iglesia católica) es una reunión de todos los obispos de la Iglesia para reflexionar sobre puntos de doctrina y de disciplina que precisan ser esclarecidos, promulgar dogmas, corregir errores pastorales, condenar herejías y, en suma, resolver sobre todas las cuestiones de interés para la Iglesia universal. "Compete exclusivamente al Romano Pontífice convocar el Concilio Ecuménico, presidirlo personalmente o por medio de otros, trasladarlo, suspenderlo o disolverlo, y aprobar sus decretos". Así no es necesario que el papa esté presente para celebrar un concilio, pero para que sea válido es necesaria su confirmación.

Según los cálculos de los teólogos católicos, son hasta ahora 21 los concilios ecuménicos, entendiendo "ecuménico", aquí, en el sentido de "universal", con la participación de todos los obispos católicos del mundo. No existe ninguna manifestación del magisterio de la Iglesia católica que indique que son estos los concilios que han de llamarse ecuménicos. En realidad, la lista, al menos hasta el Concilio de Letrán V fue fijada por Roberto Bellarmino. La misma potestad ejercida por los obispos de modo solemne en un concilio ecuménico se ejerce también "mediante la acción conjunta de los obispos dispersos por el mundo, promovida o libremente aceptada como tal por el Romano Pontífice, de modo que se convierta en un acto verdaderamente colegial". Mientras el Obispo de Roma (el papa) tiene potestad "plena, inmediata y universal en la Iglesia", "el Colegio Episcopal, cuya cabeza es el Sumo Pontífice y del cual son miembros los Obispos en virtud de la consagración sacramental y de la comunión jerárquica con la cabeza y miembros del Colegio, y en el que continuamente persevera el cuerpo apostólico, es también, en unión con su cabeza y nunca sin esa cabeza, sujeto de la potestad suprema y plena sobre toda la Iglesia".

Concilios ecuménicos aceptados por la Iglesia ortodoxa

La Iglesia ortodoxa reconoce los siete primeros concilios ecuménicos, que son los siguientes:

I. Concilio de Nicea I, convocado en el año 325,
II. Concilio de Constantinopla I, del año 381,
III. Concilio de Éfeso, del año 431,
IV. Concilio de Calcedonia, del año 451,
V. Concilio de Constantinopla II, del año 553,
VI. Concilio de Constantinopla III, del año 680,
Concilio Quinisexto, o Segundo Concilio Trullano, del año 692 (considerado complemento de los dos anteriores, no un concilio ecuménico distinto),
VII. Concilio de Nicea II, convocado en el año 787.
También son considerados por algunos teólogos ortodoxos como octavo y noveno concilios ecuménicos:​
VIII. El Concilio de Constantinopla de 879-880, convocado por el Patriarca de Constantinopla Focio.
IX. El Concilio de Constantinopla sobre hesicasmo, celebrado en 1341 o en 1351.
Concilios ecuménicos aceptados por otras iglesias

Por la Iglesia del Oriente
La Iglesia asiria del Oriente y la Antigua Iglesia del Oriente solo aceptan los dos primeros concilios ecuménicos.

Por de las Iglesias ortodoxas orientales
Las Iglesias ortodoxas orientales solo aceptan como concilios ecuménicos los tres primeros. Estas iglesias son: la Iglesia copta ortodoxa, la Iglesia ortodoxa de Etiopía, la Iglesia ortodoxa de Eritrea, la Iglesia ortodoxa siríaca, la Iglesia ortodoxa de Malankara y la Iglesia apostólica armenia.

Por la Iglesia presbiteriana ortodoxa
La Iglesia presbiteriana ortodoxa admite los seis primeros.

Concilios ecuménicos según la Iglesia anglicana
La Iglesia anglicana atribuye cierta importancia a los siete primeros concilios ecuménicos, sobre todo a los cuatro primeros. Pero declara oficialmente en sus Treinta y nueve artículos de la fe anglicana que los concilios ecuménicos a veces se han equivocado incluso en relación con Dios.

Concilio de Nicea I
I concilio ecuménico (325)
El concilio de Nicea I (o Primer concilio de Nicea) fue un sínodo de obispos cristianos, considerado como el primer concilio ecuménico de la Iglesia católica que tuvo lugar entre el 20 de mayo y el 19 de junio de 325 en la ciudad de Nicea de Bitinia en el Imperio romano y el primero de los siete primeros concilios ecuménicos. El concilio fue convocado por el emperador romano Constantino I, o más bien fue convocado por el obispo Osio de Córdoba y luego apoyado por Constantino.​ Es considerado el primer concilio ecuménico. Se supone que fue presidido por el obispo Osio de Córdoba, de quien se cree que era uno de los legados del papa.

Sus principales logros fueron el arreglo de la cuestión cristológica de la naturaleza del Hijo de Dios y su relación con Dios Padre,[3]​ la construcción de la primera parte del Símbolo niceno (primera doctrina cristiana uniforme), el establecimiento del cumplimiento uniforme de la fecha de la Pascua,[4]​ y la promulgación del primer derecho canónico.[5]​

Convocatoria
El emperador Constantino I, convertido al cristianismo, acordó en 313 con el otro emperador Licinio en el «Edicto de Milán» completar el Edicto de tolerancia de Serdica del emperador Galerio de dos años antes, que puso fin a las persecuciones a los cristianos en el Imperio romano, y así asegurar a los cristianos la libertad para reunirse y practicar su culto. Años después se enfrentó a Licinio, que dominaba la parte oriental del Imperio, y lo derrotó en 323. Constantino era consciente de las numerosas divisiones que existían en el seno del cristianismo, por lo que, siguiendo la recomendación de un sínodo dirigido por Osio de Córdoba en ese mismo año, decidió convocar un concilio ecuménico de obispos en la ciudad de Nicea, donde se encontraba el palacio imperial de verano. Esta ciudad hoy es llamada en turco İznik y forma parte de la provincia de Bursa en Turquía. El propósito de este concilio era establecer la paz religiosa y construir la unidad de la Iglesia. Teodoreto de Ciro, lo narra así en su Historia eclesiástica, que continúa la obra homónima de Eusebio de Cesarea: El Emperador, que era un príncipe lleno de sabiduría, no se enteró pronto de estos cambios y trató de detenerlos en su nacimiento. Con este propósito envió a Alejandría a un hombre de rara prudencia en las letras, para que apaciguara las disputas y uniera a la gente; pero, no habiendo tenido este viaje el éxito que esperaba, convocó el tan célebre Concilio de Nicea y permitió que los obispos marcharan allí en públicos caballos y mulas. Cuando todos los que pudieron soportar la fatiga del viaje lograron llegar, el Emperador mismo fue allí, tanto para ver una gran asamblea de prelados como para restablecer la inteligencia perfecta entre ellos. Ordenó que se les proveyera de todo lo necesario y se encontraron en número de trescientos dieciocho obispos. El de Roma no estaba allí, por su gran edad. Eran muchos los que habían recibido de Dios los mismos dones que los Apóstoles, y muchos los que, como el divino Pablo, llevaban impresas en el cuerpo las marcas del Señor. Santiago, obispo de Antioquía de Migdonia, a quien los sirios y asirios llaman Nisibis, resucitó a los muertos y realizó otros muchos milagros, que creo inútil relatar en esta Historia, porque ya la he contado en otra que se titula Philothea. Pablo, obispo de Neocesárea, baluarte cercano al Éufrates, había sentido los efectos de la furia de Licinio perdiendo el uso de sus manos, porque los nervios que les dan movimiento habían sido quemados con un hierro candente. Había otros a los que les habían arrancado el ojo derecho, y otros a los que les habían cortado el corvejón. Pafnucio de Egipto fue uno de los primeros. En fin, fue esta una asamblea de mártires. Pero esta asamblea, tan famosa, no dejó de llenarse de varias personas divididas entre sí por diferentes sentimientos. Había un número muy reducido de ellos que no eran menos peligrosos que los arrecifes escondidos bajo el mar, y que secretamente favorecían los errores de Arrio... Teodoreto de Ciro

Uno de los propósitos del concilio fue resolver los desacuerdos surgidos dentro de la Iglesia de Alejandría sobre la naturaleza del Hijo en su relación con el Padre: en particular, si el Hijo había sido "engendrado" por el Padre desde su propio ser, y por lo tanto no tenía principio, o bien creado de la nada, y por lo tanto tenía un principio. Alejandro de Alejandría y su discípulo y sucesor Atanasio de Alejandría tomaron la primera posición, mientras que el popular presbítero Arrio, de quien procede el término arrianismo, tomó la segunda. En aquellos momentos esa era la cuestión principal que dividía a los cristianos. Alejandro y Atanasio defendían que Jesús tenía una doble naturaleza, humana y divina, y que por tanto Cristo era verdadero Dios y verdadero hombre; en cambio, Arrio y el obispo Eusebio de Nicomedia afirmaban que Cristo había sido la primera creación de Dios antes del inicio de los tiempos, pero que, habiendo sido creado, no era Dios mismo.

Asistentes
Este fue el primer concilio ecuménico de la historia de la Iglesia si no se tiene en cuenta como concilio el llamado concilio de Jerusalén del siglo I, que había reunido a Pablo de Tarso y sus colaboradores más allegados con los apóstoles de Jerusalén encabezados por Pedro y Santiago el Justo.

Constantino invitó a unos 1800 obispos cuyas sedes estaban dentro del Imperio romano (cerca de 1000 en el Oriente y 800 en la parte occidental del Imperio), pero solo un pequeño y desconocido número de ellos asistió.​ Tres obispos que estuvieron en el concilio dejaron estimaciones distintas: Eusebio de Cesarea contó más de 250, Atanasio de Alejandría contó 318 y Eustacio de Antioquía los estimó en cerca de 270. Posteriormente, Sócrates de Constantinopla registró más de 300, y Evagrio de Antioquía, Hilario de Poitiers,​ Jerónimo,​ Dionisio el Exiguo,​ y Rufino de Aquilea​ registraron 318. Este número es preservado en las liturgias de las Iglesias ortodoxas y de la Iglesia ortodoxa copta. La mayoría de los obispos eran orientales, si bien participaron también dos representantes del papa Silvestre I. También estuvo presente Arrio y algunos pocos defensores de sus posiciones teológicas. La posición contraria a Arrio fue defendida, entre otros, por Alejandro de Alejandría y su joven colaborador, Atanasio de Alejandría. Para llegar a Nicea —y retornar luego a su sede— se dio a cada obispo libre y gratuita circulación y alojamiento. Cada uno recibió permiso de concurrir con dos sacerdotes y tres diáconos.

Los obispos orientales formaban la gran mayoría; entre ellos estaban Macario I de Jerusalén y muchos de los padres congregados, por ejemplo, Pafnucio de Tebaida, Potamon de Heraclea, Pablo de Neocaesarea, Eusebio de Nicomedia, Eusebio de Cesarea, Aristakes de Armenia, Leoncio de Cesarea, Jacobo de Nísibe, Hipacio de Gangra, Protogenes de Sárdica, Melicio de Sebastopolis, Aquilo de Larisa y Espiridón de Tremitunte. Desde fuera del Imperio romano asistieron: Juan de Persia e India, el obispo godo Teófilo y Stratophilus de Pitsunda de Georgia.
Desde la parte occidental del Imperio romano asistieron al menos 5: Marcos de Calabria, Caecilianus de Cartago, Osio de Córdoba, Nicasio de Dijón y Domnus de Estridón. Entre los partidarios iniciales de Arrio estaban Segundo de Ptolemaida, Theong de Marmarica, Zphyrio, Dathes, Eusebio de Nicomedia, Paulino de Tiro, Actio de Lydda, Menophanto de Éfeso y Theognis de Nicea.

Constantino estuvo presente durante los debates y escuchó atentamente los argumentos, pero no podía votar y en su papel de emperador le tocaba ratificar las decisiones del clero, ya fueran en favor de los trinitarios o arrianos.

Resoluciones
A pesar de su simpatía por Arrio, Eusebio de Cesarea se adhirió a las decisiones del concilio, aceptando todo el credo. El número inicial de obispos que apoyaban a Arrio era pequeño. Después de un mes de discusión, el 19 de junio, solamente quedaban dos: Theonas de Marmárica en Libia y Segundo de Ptolemais. Maris de Calcedonia, que inicialmente apoyó el arrianismo, aceptó el credo completo. Del mismo modo que Eusebio de Nicomedia, Theognis de Niza también estuvo de acuerdo, excepto por ciertas afirmaciones. El concilio se pronunció entonces contra los arrianos por abrumadora mayoría, pues solo Theonas y Segundo rechazaron firmar el símbolo niceno y fueron —junto con Arrio— desterrados a Iliria y excomulgados.

Otro resultado del concilio fue un acuerdo sobre cuándo celebrar la Pascua, la fiesta más importante del calendario eclesiástico, decretada en una epístola a la Iglesia de Alejandría en la que se afirma simplemente:
También os enviamos las buenas nuevas del arreglo concerniente a la santa Pascua, es decir, que en respuesta a vuestras oraciones esta pregunta también ha sido resuelta. Todos los hermanos del Oriente que han seguido hasta ahora la práctica judía observarán desde ahora la costumbre de los romanos y de vosotros mismos y de todos los que desde la antigüedad hemos celebrado la Pascua con vosotros.

La supresión del cisma meleciano fue otra cuestión importante que se presentó ante el concilio de Nicea. Se resolvió que Melecio de Licópolis permaneciera en su propia ciudad de Licópolis en Egipto, pero sin ejercer la autoridad o el poder para ordenar nuevo clero. Se le prohibió entrar en los alrededores de la ciudad o entrar en otra diócesis con el propósito de ordenar. Melecio conservó su título episcopal, pero los eclesiásticos ordenados por él debían recibir nuevamente la imposición de manos, ya que sus ordenaciones fueron consideradas como inválidas. Los melecianos se unieron a los arrianos y causaron más disensiones hasta que se extinguieron a mediados del siglo V. Entre otras decisiones, se procedió a organizar jerárquicamente la Iglesia en regiones y diócesis, guardando la superioridad de las sedes de Roma, Alejandría y Antioquía, cuyos titulares recibieron el nombre de obispos metropolitanos o arzobispos junto con el de Jerusalén.

Cánones
El concilio promulgó veinte nuevas leyes de la Iglesia, llamadas "cánones" (aunque el número exacto está sujeto a debate), es decir, reglas de disciplina inmutables:

Canon 1: Sobre la admisión, apoyo o la expulsión de clérigos castrados por elección o por violencia (prohibición de la autocastración).
Canon 2: Reglas que deben observarse para la ordenación de catecúmenos conversos evitando la prisa excesiva, y la deposición de los culpables de una falta grave.
Canon 3: Prohibición a todos los miembros del clero de morar con cualquier mujer, excepto una madre, hermana o tía.
Canon 4: Respecto de las elecciones episcopales la ordenación de un obispo debe realizarse por todos los obispos de la provincia, pero en caso de urgencia por al menos tres obispos. La confirmación debe ser por el obispo metropolitano.
Canon 5: Respecto a la excomunión.
Canon 6: Prevalecimiento de las antiguas costumbres de la jurisdicción del obispo de Alejandría en Egipto, Libia y Pentápolis, lo mismo que las del obispo de Roma, el de Antioquía y los de las demás provincias. No se deben nombrar obispos sin el consentimiento del metropolitano.
Canon 7: Confirmación del derecho de los obispos de Jerusalén a disfrutar de ciertos honores, reconociéndole el segundo lugar en su provincia después del de Cesarea.
Canon 8: Respecto a la readmisión de novacianos.
Canon 9: Quienquiera que sea ordenado sin examen, será depuesto si se descubre después que había sido culpable.
Canon 10: Los lapsis que han sido ordenados a sabiendas o subrepticiamente deben ser excluidos tan pronto como se conozca su irregularidad.
Canon 11: Penitencia a imponer a los apóstatas de la persecución de Licinio.
Canon 12: Penitencia que se impondrá a aquellos que apoyaron a Licinio en su guerra contra los cristianos.
Canon 13: Indulgencia a conceder a las personas excomulgadas en peligro de muerte.
Canon 14: Penitencia a los catecúmenos que apostataron bajo persecución.
Canon 15: Los obispos, sacerdotes y diáconos no deben pasar de una Iglesia a otra y deben ser devueltos si lo intentan.
Canon 16: A todos los clérigos se les prohíbe salir de su iglesia. Prohibición formal para los obispos de ordenar para su diócesis a un clérigo perteneciente a otra diócesis.
Canon 17: A los clérigos se les prohíbe prestar a interés.
Canon 18: Recuerda a los diáconos su posición subordinada con respecto a los sacerdotes. No administrarán la Eucaristía a presbíteros, ni la tocarán delante de ellos, ni se sentarán entre los presbíteros.
Canon 19: Los paulianistas (partidarios de Pablo de Samósata) deben ser rebautizados y las diaconisas contadas entre los laicos.
Canon 20: Los domingos y en Pentecostés todos deben orar de pie y no arrodillados.

El papel de Constantino en el concilio
Constantino, tras haber derrotado a Licinio y haber restablecido la unidad del Imperio bajo Cristo, se propone restaurar la unidad de la verdadera fe reuniendo un concilio que supondrá, escribe, «la renovación (ananneôsis) del mundo». Constantino esperó ante la puerta todavía cerrada de la iglesia donde iba a celebrarse el concilio y le pidió a los obispos, «mis muy queridos hermanos», que le permitieran participar exponiéndoles sus motivos (según Paul Veyne, muestra el convencimiento de haber cambiado la suerte de la humanidad): Desde ese momento en que esos dos seres, creados en origen, no observaron el Decreto (protagma) santo y divino tan escrupulosamente como habría convenido, la (mala) hierba (de la ignorancia de Dios) que acabo de mencionar nació; se ha mantenido, se ha multiplicado desde que la pareja que he mencionado fue expulsada por orden de Dios. [...] Pero el Decreto (divino) también comporta, santa e inmortal, la infatigable conmiseración de Dios todopoderoso. En efecto, mientras que a lo largo de todos los años, de todos los días pasados, masas innumerables de pueblos habían sido reducidas a la esclavitud, Dios los liberó de ese fardo a través de mí, su servidor, y los llevará al resplandor completo de la luz eterna. Ésa es la razón, mis muy queridos hermanos, por la que creo (pepoitha), con una confianza muy pura (pistis) en Dios, ser desde ahora distinguido (episêmoteros, en comparativo) por una decisión especial (oikeiotera, también en comparativo) de la Providencia y por los favores clamorosos de nuestro Dios eterno.
La visión que presenta Eusebio de Cesarea en su obra Vida de Constantino es la del emperador participando e influyendo activamente en el desarrollo del concilio, y poniendo orden ante las disensiones que iban apareciendo en la asamblea. Sin embargo, el autor J. M. Sansterre, en su obra Eusebio de Cesarea y el nacimiento de la teoría cesaropapista, ha cuestionado esta posición, señalando que la actuación de Constantino fue respetuosa de los temas que eran de estricta competencia de los padres conciliares. Esto se ve reforzado por los artículos de la Enciclopedia Católica, que sostiene que Constantino I nunca pudo influir sobre los temas teologales, ya que su formación a este respecto era prácticamente nula. Por el contrario, sostiene la misma fuente, Constantino I se encargó de dar el marco físico y político al concilio, con el fin de evitar que los disensos dogmáticos (herejías) pudiesen desembocar de hecho en una fractura política del Imperio.

El emperador, a modo de presidente honorario del concilio, pronunció un discurso de bienvenida a los asistentes tras el cual dio la palabra a quienes lo presidieron.​ Gelasio nos ha transmitido la sorpresa de Constantino porque los obispos no llegasen a un acuerdo en cuestiones de fe y propuso que lo resolvieran acudiendo a «los testimonios de los escritos divinamente inspirados».​ Posteriormente declaró que todo el que se negara a endosar el credo sería exiliado. Ordenó además que las obras de Arrio fueran confiscadas y quemadas, mientras que sus partidarios fueron considerados como "enemigos del cristianismo". Sin embargo, la controversia continuó en varias partes del imperio.

Consecuencias
Después de Nicea los debates sobre la controversia cristológica siguieron por décadas y el propio Constantino I y sus sucesores fueron alternando su apoyo entre los arrianos y los partidarios de las resoluciones de Nicea. Finalmente, el emperador Teodosio estableció el credo del concilio de Nicea como la norma para su dominio y convocó el Concilio de Constantinopla en 381 para aclarar la fórmula. Aquel concilio acordó que el Espíritu Santo era consustancial (de la misma sustancia) con Dios Padre y Dios Hijo y empezó a perfilarse la doctrina trinitaria.

Los únicos libros declarados heréticos por el concilio de Nicea fueron los escritos doctrinales arrianos, cuyos ejemplares fueron quemados tras el concilio. El emperador decretó pena capital para quien conservara dichos libros, pero no existe constancia de que se produjeran gran cantidad de muertes por ello. El propio Constantino suavizó sus órdenes solo tres meses después del concilio y acabó incluso simpatizando con los arrianos y atacando a los obispos nicenos. Arrio fue excomulgado por la Iglesia y exiliado por el emperador, pero no ejecutado, y años más tarde sería readmitido según las presiones que recibía el emperador. Tras su muerte, Arrio fue anatemizado de nuevo y declarado hereje otra vez en el Primer Concilio de Constantinopla de 381.

Los regímenes políticos sucesivos vacilarían entre apoyar el arrianismo y el cristianismo niceno, lo que contribuiría a que el debate se prolongara durante varias décadas. Sin embargo, ciertos teólogos ganarían influencia en oriente reduciendo el arrianismo, que se mantuvo entre los pueblos germánicos propagado por el obispo Ufilias en el siglo IV, quienes lo trajeron de vuelta al invadir el sur de Europa hasta que el rey visigodo Recaredo se convirtió al catolicismo en el siglo VI, siendo el rey lombardo Grimoaldo de Lombardía el último rey arriano en Europa, aún en el siglo VII. Entre los exponentes más ilustres de la fe trinitaria (después del concilio de Nicea) se encuentran: San Atanasio, San Basilio Magno, San Gregorio el teólogo, San Gregorio de Nisa, San Ambrosio y San Hilario de Poitiers.

La bofetada de San Nicolás a Arrio en Nicea
escrito por Editor mdc

Cuenta la tradición que en el concilio de Nicea San Nicolás, nada más encontrarse con Arrio, le abofeteó en el rostro por haber adulterado la doctrina católica.
En el año 320 d.C, el obispo de Alejandría convocó una reunión de los obispos de Egipto y alrededores en la que la mayoría de los asistentes coincidió en excomulgar a Arrio por su doctrina errónea que negaba la verdadera divinidad de Jesucristo. Arrio decidió entonces huir a Egipto, donde encontró asilo y comenzó a buscar apoyos entre los obispos de varias ciudades y siguió transmitiendo sus ideas a las masas.

En el año 325, la situación con que se encontró Constantino hizo que encargara al obispo hispano Osio examinar la controversia y convocar una asamblea de obispos en Nicea. Aunque no se sabe con certeza cuántos obispos asistieron a este primer concilio ecuménico, el número acabó fijándose simbólicamente en 318, tantos como los criados de Abraham que acudieron armados al rescate de su familia, según señala el doctor en teología y especialista en información religiosa Marcellino D’Ambrosio en su libro Cuando la Iglesia era joven: Las voces de los Primeros Padres, de la editorial Palabra.

En aquel encuentro se encontraban Arrio y algunos de sus partidarios, así como el obispo de Alejandría que había excomulgado a Arrio por atentar contra la regla de la fe cristiana. Entre los obispos que asistieron al Concilio de Nicea, la tradición señala que también estaba presente Nicolás de Mira, confesor de la fe durante la persecución. Según se relata en el libro Cuando la Iglesia era joven, la tradición cuenta que el jovial anciano san Nicolás, nada más encontrarse con Arrio en el concilio, le abofeteó en el rostro. D’ Ambrosio señala que aunque esta anécdota bien puede tratarse de una leyenda, ilustra lo que comentó un cardenal de la curia cuando Roma preparaba el Vaticano II: «Un concilio no es una reunión de boy scouts«.

En Nicea, los obispos plasmaron su enseñanza redactando un Credo que todos estaban obligados a aceptar y promover como principios universales de la verdadera fe cristiana. D’ Ambrosio subraya en su libro que, hasta el Concilio de Nicea, los credos se empleaban casi exclusivamente para la instrucción y el bautismo de nuevos cristianos y su expresión literal variaba ligeramente de unas ciudades a otras. Los obispos del Concilio de Nicea tomaron un credo bautismal local y lo corrigieron para que las palabras definieran con nitidez la divinidad de Cristo, excluyendo la doctrina de Arrio. En este concilio se condenaron las enseñanzas de Arrio, incompatibles con la auténtica fe cristiana y quienes mantuvieran esas opiniones con contumacia quedarían excomulgados o anatematizados. Todos los obispos, a excepción de Arrio y dos de sus partidarios, suscribieron el Credo.

Fuente: Infovaticana.com


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