Tobías y el Ángel, de Filippino Lippi, 1472
Los Deuterocanónicos
Los Deuterocanónicos son textos y pasajes del Antiguo Testamento de las Biblias judeocristianas que no están incluidos en el Tanaj judío hebreo-arameo, pero que sí se incluyen en la Biblia Griega de los LXX, llamada Septuaginta —datada entre los años 280 y 30 a. C.—, el texto utilizado por las comunidades judías e israelitas de todo el mundo antiguo más allá de Judea, y luego por la iglesia cristiana primitiva, de habla y cultura griegas.
Los Deuterocanónicos del Antiguo Testamento son:
El Libro de Tobías o Tobit
El Libro de Judit
Las "adiciones griegas" al Libro de Ester
El Libro de la Sabiduría
El Libro de Tobías o Tobit
El Libro de Judit
Las "adiciones griegas" al Libro de Ester
El Libro de la Sabiduría
El Libro del Eclesiástico, Sirácida o Sirácides
El Libro de Baruc
La Carta de Jeremías (Baruc 6)
Las "adiciones griegas" al Libro de Daniel:
-La Oración de Azarías (Daniel 3:24-50)
-El Himno de los tres jóvenes (Daniel 3:51-90)
-La Historia de Susana (Daniel 13)
-La Historia de Bel y el Dragón (Daniel 14)
El Libro I de los Macabeos
El Libro II de los Macabeos
Por otra parte, también se denominan Deuterocanónicos a algunos libros del Nuevo Testamento que no fueron admitidos en el canon desde el primer momento, sino después de haberse disipado algunas dudas. Ellos son:
Epístola a los Hebreos
Epístola de Santiago
Segunda epístola de Pedro
Segunda epístola de Juan
Tercera epístola de Juan
Epístola de Judas
Apocalipsis
Etimología del vocablo
Del griego δευτεροκανονικός (déuteros: “segundo”, “posterior”; y kanonikós: “perteneciente a una regla o canon”, “canónico”). Nombre dado a ciertos libros, o adiciones de libros que, a lo largo de la historia, no han sido considerados por todos como inspirados. Actualmente son rechazados por judíos y protestantes, pero incluidos y aceptados por la Iglesia Católica. Los términos Protocanónicos y Deuterocanónicos no aparecieron nunca antes de mediados del siglo XVI. Fueron acuñados en el año de 1556 por Sixto de Siena (1520–1569), teólogo católico de origen judío, para referirse, respectivamente, a los textos propios del llamado Canon Palestinense del Tanaj judío –por considerarlo una “primera norma” o prescripción de textos del Antiguo Testamento—, y a los textos propios del llamado Canon Alejandrino de la Biblia Griega —por considerarlo una “segunda norma” o prescripción de textos del Antiguo Testamento.
La Enciclopedia Espasa define de esta manera este término: "Nombre que se da a aquellos libros, o parte de libros de la Sagrada Escritura, que desde su origen no fueron considerados como inspirados por todos, y que hoy son rechazados del canon de la Sagrada Escritura por los judíos y protestantes. La Iglesia Católica, empero, los considera como verdadera y auténtica palabra de Dios, y han sido declarados como libros inspirados por los concilios de Trento y Vaticano." Tomo 18, Pág. 721.
Entre los judíos del siglo IFilón (15 a.C.– 45 d.C.), contemporáneo de Jesús de Nazaret, que vivió precisamente en Alejandría, nunca cita ninguno de los libros deuterocanónicos en sus escritos.
Filón de Alejandría
A partir del siglo III a. C., tuvo lugar el encuentro de la fe judía con la filosofía griega en el contexto de la comunidad judía de Alejandría. Allí los intelectuales hebreos, muy especialmente Filón de Alejandría, concibieron una forma de profundizar en su fe bíblica con los instrumentos de la razón griega. Era una teología convencida de que la fe mosaica y la filosofía griega coincidían en su aspiración a la verdad.
"Filón es asimismo valioso para entender la iglesia primitiva y los escritos del Nuevo Testamento, especialmente los de Pablo, Juan y Hebreos. A veces se olvida que los documentos del Nuevo Testamento fueron escritos en griego por autores que eran judíos (desde luego ahora comprometidos a entender a Jesús como Cristo y Señor), quienes eran parte de la cultura helenística del mundo grecorromano. La mayor parte de las iglesias primitivas reflejadas y descritas en el Nuevo Testamento eran parte de la trama social del mundo helenístico grecorromano. Precisamente porque Filón es un judío helenístico, es esencial para los estudios del Nuevo Testamento. La Iglesia cristiana fue la preservadora primaria de los escritos de Filón, quien era virtualmente desconocido para la tradición judía desde luego de su propio tiempo, hasta el siglo XVI." The Works of Philo- Complete and unabridged. Transl. C.D. Yonge; New Updated Version. Peabody: Hendrickson, 1993, pp. XIII.
En sus escritos se encuentra un gran número de citas bíblicas. La mayor parte de sus citas bíblicas provienen del Pentateuco, aunque también cita Josué, Jueces, Samuel, Reyes, Isaías, Jeremías, los profetas menores Oseas y Zacarías, los Salmos, Job, Proverbios y el rollo de Crónicas-Esdras-Nehemías. Se cuentan aproximadamente mil citas de las Escrituras, lo cual da una idea de la intensidad del empleo de estos textos por parte suya. Filón, contemporáneo de Jesús de Nazaret, que vivió precisamente en Alejandría, jamás cita ninguno de los libros Deuterocanónicos.
Julio Trebolle Barrera, profesor del Departamento de Estudios Hebreos y Arameos de la Universidad Complutense de Madrid, nos dice: "Es frecuente suponer que Filón y los judíos helenistas no compartían el parecer de los rabinos de Palestina, según el cual el espíritu de profecía había cesado hacía siglos... De hecho las obras de Filón no citan ni una sola vez los libros apócrifos, lo cual invalida toda la hipótesis de un canon helenístico. Por otra parte, sería bien extraño que un libro como 1 Mac[abeos], que insiste en que la profecía había cesado hacía tiempo (4,46; 9,27; 14,41) pudiera formar parte de un supuesto canon helenístico, cuya existencia se apoya precisamente en la afirmación de que la profecía no ha cesado todavía, en una época incluso posterior. La teoría del canon alejandrino tenía otros dos soportes que se han venido igualmente a tierra. El primero era que el judaísmo helenístico y el judaísmo palestino eran realidades distintas y distantes. El segundo era que los libros apócrifos fueron compuestos en su mayoría en lengua griega y en suelo egipcio."
Flavio Josefo
Flavio Josefo menciona (37-101 d.C.) que solo 22 libros eran considerados como canónicos:
“...porque no tenemos decenas de miles de libros discordantes y en conflicto, sino sólo veintidós (canon hebreo), conteniendo los registros de todos los tiempos, los cuales han sido justamente considerados como divinos. Y de estos, cinco son los libros de Moisés ... Luego, los Profetas que siguieron, compilaron la historia del período desde Moisés hasta el reino de Artajerjes sucesor de Jerjes, rey de Persia, en trece libros, [sobre] lo que se hizo en sus tiempos. Los restantes cuatro libros comprenden himnos a Dios e instrucciones prácticas para los hombres.”
Flavio Josefo no busca la asimilación del mundo hebreo al grecorromano, sino el reconocimiento de su dignidad. Sin embargo, no hay la menor indicación de que Josefo esté dando un punto de vista sectario. Por el contrario, habla como representante auto designado de los judíos en general. Este autor destaca la exactitud y confiabilidad de los registros hebreos, que no descansaba sobre la simple voluntad humana, sino de la inspiración de Dios. Sobre su método nos dice: «…yo creo que si lo que interesa es extraer la verdadera interpretación de los hechos a partir de los hechos mismos, y no seguir vanas opiniones, lo adecuado es todo lo contrario [no despreciar los testimonios de los pueblos no griegos]» (Antigüedades judías, 6).
“...porque no tenemos decenas de miles de libros discordantes y en conflicto, sino sólo veintidós (canon hebreo), conteniendo los registros de todos los tiempos, los cuales han sido justamente considerados como divinos. Y de estos, cinco son los libros de Moisés ... Luego, los Profetas que siguieron, compilaron la historia del período desde Moisés hasta el reino de Artajerjes sucesor de Jerjes, rey de Persia, en trece libros, [sobre] lo que se hizo en sus tiempos. Los restantes cuatro libros comprenden himnos a Dios e instrucciones prácticas para los hombres.”
“Desde el tiempo de Artajerjes hasta el nuestro propio cada suceso ha sido registrado; pero los registros no han sido considerados dignos del mismo crédito que los de época más temprana, porque la exacta sucesión de profetas no fue continuada. Pero qué fe hemos puesto en nuestros propios escritos se ve por nuestra conducta; pues aunque ha transcurrido tanto tiempo, nadie se ha atrevido a agregarles nada, ni a substraer nada de ellos, ni a alterar nada.”
Jamnia
Tras la caída de Jerusalén y su Templo en el 70, un grupo de rabinos fundó una escuela en Jamnia. Allí sucedieron varias discusiones sobre los libros del Tanaj.
"El resultado de sus debates [de Yohanan ben Zakkai y otros] fue que, pese a las objeciones, Proverbios, Eclesiastés, Cantares y Ester fueron reconocidos como canónicos; Eclesiástico no fue reconocido (Talmud de Babilonia Shabbat 30 b; Mishná Yadaim 3:5; Talmud de Babilonia Magillah 7 a; Talmud de Jeusalén Megillah 70 d). Los debates de Jamnia «no tienen que ver con la aceptación de ciertos escritos dentro del Canon, sino más bien con su derecho a permanecer allí» (A. Bentzen, Introduction to the Old Testament, i [Copenhagen, 1948], p. 31). Hubo alguna discusión previa en la escuela de Shammai acerca de Ezequiel, que ya hacía mucho estaba incluido entre los Profetas, pero cuando un rabino ingenioso mostró que realmente no contradecía a Moisés, como se había alegado, se allanaron las dudas (Talmud de Babilonia Shabbat 13 b)." F.F. Bruce
Canonicidad
Siglos II y III
El primer autor cristiano del cual tenemos referencia que habló del canon del Antiguo Testamento fue el obispo de Sardes, Melitón. En una carta, menciona los libros del canon hebreo a excepción de Ester. A mediados del siglo III, Orígenes afirmaba: "No se ha de ignorar que los libros testamentarios, tal como los han transmitido los hebreos, son veintidós, tantos como número de letras hay en entre ellos"
Los veintidós libros a los que se refiere Orígenes corresponden a los del canon hebreo (contando a algunos libros como Jueces-Rut, Samuel, Crónicas, Esdras-Nehemías y los Profetas menores). Hay que reconocer, sin embargo, que en la práctica, Orígenes se negó a excluir totalmente los apócrifos, porque se los empleaba en la Iglesia, como él mismo lo explica en su Carta a Julio Africano. En el Fragmento Muratoriano también conocido como Canon de Muratori podemos encontrar que el libro de la Sabiduría de Salomón era aceptado por la iglesia, aunque se desconoce si algún otro era aceptado debido a que al documento le falta una parte.
"...Pero la carta de Judas y las dos superscritas con el nombre de Juan han sido aceptadas por la Iglesia Católica, la Sabiduría también, escrita por los amigos de Salomón en su honor..."" Fragmento Muratoriano.
Siglos IV y V
Atanasio en una de sus cartas pascuales da una lista muy parecida a la de Orígenes y al canon hebreo, con la diferencia de que incluye Baruc y la Carta de Jeremías, separa a Jueces y Rut, además de omitir a Ester: "Pero para mayor exactitud debo ... añadir esto: hay otros libros fuera de éstos, que no están ciertamente incluidos en el canon, pero que han sido desde el tiempo de los padres dispuestos para ser leídos a aquellos que son convertidos recientes a nuestra comunión y desean ser instruidos en la palabra de la verdadera religión. Estos son la Sabiduría de Salomón, la Sabiduría de Sirá [Eclesiástico], Ester, Judit y Tobit ... Pero mientras los primeros están incluidos en el canon y estos últimos se leen [en la iglesia], no se ha de hacer mención a los libros apócrifos. Son la invención de herejes que escriben según su propia voluntad ..."
Cirilo sigue la opinión de Orígenes, pero excluye Baruc. Gregorio Nacianceno da una lista de libros canónicos en verso, en donde reconoce veintidós libros; omite Ester. Anfiloquio sigue la línea de Gregorio, pero añade: "Junto con éstos, algunos incluyen Ester".
Epifanio (385 d.C.) menciona que "hay 27 libros dados por Dios a los judíos, pero se cuentan como 22, porque diez libros se duplican y se cuentan como cinco". Él escribió en su Panarion que los judíos tenían en sus libros a Baruc como canónico combinado con Jeremías y Lamentaciones en un solo libro, mientras decía Sabiduría de Sirach y la Sabiduría de Salomón eran libros de disputada canonicidad. En otra parte añade como apéndice al Nuevo Testamento a la Sabiduría de Salomón y a la de Sirá.
Agustín reconocía la importancia de las lenguas originales, no sabía hebreo, e instó en su correspondencia con Jerónimo a que éste realizase su nueva versión a partir de la Septuaginta. Da una lista del canon del Antiguo y Nuevo Testamentos en Sobre la Doctrina Cristiana 2 (8):13, en el cual incluye los Deuterocanónicos:
Ahora, todo el canon de la Escritura en el cual decimos que este juicio debe ser ejercido, está contenido en los siguientes libros: - Cinco libros de Moisés, es decir, Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio; un libro de Josué hijo de Nun; uno de los Jueces; un breve libro llamado Ruth; a continuación, cuatro libros de Reyes (los dos libros de Samuel y los dos libros de Reyes), y dos de Crónicas, Job y Tobías, y Esther, y Judith, y los dos libros de Macabeos, y los dos de Ezra (Esdras -Nehemiah).. un libro de los Salmos de David; y tres libros de Salomón, es decir, Proverbios, Cantar de Cantares y Eclesiastés ... Dos libros más, uno llamado Sabiduría y el otro Eclesiástico ... Doce libros separados de los profetas que están conectados entre sí, y que nunca han sido separados, se cuentan como un solo libro; Los nombres de estos profetas son los siguientes: Oseas, Joel, Amos, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías; Luego están los cuatro grandes profetas, Isaías, Jeremías, Daniel, Ezequiel.
Atanasio en una de sus cartas pascuales da una lista muy parecida a la de Orígenes y al canon hebreo, con la diferencia de que incluye Baruc y la Carta de Jeremías, separa a Jueces y Rut, además de omitir a Ester: "Pero para mayor exactitud debo ... añadir esto: hay otros libros fuera de éstos, que no están ciertamente incluidos en el canon, pero que han sido desde el tiempo de los padres dispuestos para ser leídos a aquellos que son convertidos recientes a nuestra comunión y desean ser instruidos en la palabra de la verdadera religión. Estos son la Sabiduría de Salomón, la Sabiduría de Sirá [Eclesiástico], Ester, Judit y Tobit ... Pero mientras los primeros están incluidos en el canon y estos últimos se leen [en la iglesia], no se ha de hacer mención a los libros apócrifos. Son la invención de herejes que escriben según su propia voluntad ..."
Cirilo sigue la opinión de Orígenes, pero excluye Baruc. Gregorio Nacianceno da una lista de libros canónicos en verso, en donde reconoce veintidós libros; omite Ester. Anfiloquio sigue la línea de Gregorio, pero añade: "Junto con éstos, algunos incluyen Ester".
Epifanio (385 d.C.) menciona que "hay 27 libros dados por Dios a los judíos, pero se cuentan como 22, porque diez libros se duplican y se cuentan como cinco". Él escribió en su Panarion que los judíos tenían en sus libros a Baruc como canónico combinado con Jeremías y Lamentaciones en un solo libro, mientras decía Sabiduría de Sirach y la Sabiduría de Salomón eran libros de disputada canonicidad. En otra parte añade como apéndice al Nuevo Testamento a la Sabiduría de Salomón y a la de Sirá.
Agustín reconocía la importancia de las lenguas originales, no sabía hebreo, e instó en su correspondencia con Jerónimo a que éste realizase su nueva versión a partir de la Septuaginta. Da una lista del canon del Antiguo y Nuevo Testamentos en Sobre la Doctrina Cristiana 2 (8):13, en el cual incluye los Deuterocanónicos:
Ahora, todo el canon de la Escritura en el cual decimos que este juicio debe ser ejercido, está contenido en los siguientes libros: - Cinco libros de Moisés, es decir, Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio; un libro de Josué hijo de Nun; uno de los Jueces; un breve libro llamado Ruth; a continuación, cuatro libros de Reyes (los dos libros de Samuel y los dos libros de Reyes), y dos de Crónicas, Job y Tobías, y Esther, y Judith, y los dos libros de Macabeos, y los dos de Ezra (Esdras -Nehemiah).. un libro de los Salmos de David; y tres libros de Salomón, es decir, Proverbios, Cantar de Cantares y Eclesiastés ... Dos libros más, uno llamado Sabiduría y el otro Eclesiástico ... Doce libros separados de los profetas que están conectados entre sí, y que nunca han sido separados, se cuentan como un solo libro; Los nombres de estos profetas son los siguientes: Oseas, Joel, Amos, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías; Luego están los cuatro grandes profetas, Isaías, Jeremías, Daniel, Ezequiel.
Agustín admite que el libro de Macabeos es de la Iglesia pero no es contado como canónico por los judíos: "Desde el tiempo de la restauración del templo entre los judíos no hubo ya reyes, sino príncipes, hasta Aristóbulo. El cálculo del tiempo de éstos no se encuentra en las Santas Escrituras llamadas canónicas, sino en otros escritos, entre los cuales están los libros de los Macabeos, que no tienen por canónicos los judíos, sino la Iglesia..."
Inocencio I en una carta al obispo de Tolosa, Exuperio, da en 405, una lista de libros del Antiguo Testamento que incluye los Deuterocanónicos (con 1 Esdras): "Qué libros realmente son recibidos en el canon, esta breve adición lo muestra. Estas son, por lo tanto, las cosas de las que deseo seas informado. Cinco libros de Moisés, es decir, Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, y Josué hijo de Nun [libro de Joshua], y Jueces, y los cuatro libros de Reyes [Samuel I & II y Reyes I & II] junto con Rut, dieciséis libros de los Profetas, cinco libros de Salomón [Proverbios, Eclesiastés, Cantar de Cantares, Sabiduría de Salomón y Eclesiástico], y los salmos. También de los libros históricos, un libro de Job, uno de Tobías, uno de Esther, uno de Judit, dos de Macabeos, dos de Esdras [Esdras y Nehemías], dos de Crónicas.
Rufino en su Comentario al Credo de los Apóstoles da luego del Concilio de Cartago del 397 una lista de libros del Antiguo Testamento que corresponde exactamente al canon hebreo: "Pero debiera saberse que hay también otros libros que nuestros padres no llaman canónicos, sino eclesiásticos, es decir, Sabiduría, llamado Sabiduría de Salomón, y otra Sabiduría, llamada la Sabiduría del hijo de Sirá, el último de los cuales los latinos llaman por el título general de Eclesiástico...
A la misma clase pertenecen el libro de Tobit, y el libro de Judit, y los libros de los Macabeos... todos los cuales se han leído en las Iglesias, pero no se apela a ellos para la confirmación de la doctrina. A los otros escritos les han llamado «apócrifos»;. Estos no han admitido que se lean en las Iglesias." Rufino.
Concilios
En el Concilio de Roma del año 382 bajo el papado de Dámaso I se define el canon completo de la Biblia, en el que se aceptan los 46 libros del Antiguo Testamento, incluyendo los libros Deuterocanónicos, y los 27 de Nuevo Testamento. Desde el año 382 se formó el canon que la Iglesia católica utiliza actualmente, y que fue el único canon utilizado —tanto por católicos como protestantes— hasta ya avanzado el siglo XIX, cuando fueron suprimidos definitivamente los libros deuterocanónicos de las Biblias protestantes. La sección del concilio de Roma del año 382 en que se decreta el canon definitivo dice:
"Del canon de la sagrada Escritura (1) [Del mismo decreto y de las actas del mismo Concilio de Roma] D-84 Asimismo se dijo: Ahora hay que tratar de las Escrituras divinas, qué es lo que ha de recibir la universal Iglesia Católica y qué debe evitar. Empieza la relación del Antiguo Testamento: un libro del Génesis, un libro del Éxodo, un libro del Levítico, un libro de los Números, un libro del Deuteronomio, un libro de Jesús Navé, un libro de los Jueces, un libro de Rut, cuatro libros de los Reyes, dos libros de los Paralipómenos, un libro de ciento cincuenta Salmos, tres libros de Salomón: un libro de Proverbios, un libro de Eclesiastés, un libro del Cantar de los Cantares; igualmente un libro de la Sabiduría, un libro del Eclesiástico. Sigue la relación de los profetas: un libro de Isaías, un libro de Jeremías, con Cinoth, es decir, sus lamentaciones, un libro de Ezequiel, un libro de Daniel, un libro de Oseas, un libro de Amós, un libro de Miqueas, un libro de Joel, un libro de Abdías, un libro de Jonás, un libro de Naún, un libro de Abacuc, un libro de Sofonías, un libro de Ageo, un libro de Zacarías, un libro de Malaquías. Sigue la relación de las historias: un libro de Job, un libro de Tobías, dos libros de Esdras, un libro de Ester, un libro de Judit, dos libros de los Macabeos. Sigue la relación de las Escrituras del Nuevo Testamento que recibe la santa Iglesia católica: un libro de los Evangelios según Mateo, un libro según Marcos, un libro según Lucas, un libro según Juan. Epístolas de Pablo Apóstol, en número de catorce: una a los Romanos, dos a los Corintios, una a los Efesios, dos a los Tesalonicenses, una a los Gálatas, una a los Filipenses, una a los Colosenses, dos a Timoteo, una a Tito, una a Filemón, una a los Hebreos. Asimismo un libro del Apocalipsis de Juan y un libro de Hechos de los Apóstoles. Asimismo las Epístolas canónicas, en número de siete: dos Epístolas de Pedro Apóstol, una Epístola de Santiago Apóstol, una Epístola de Juan Apóstol, dos Epístolas de otro Juan, presbítero, y una Epístola de Judas Zelotes Apóstol [v. 162](2). Acaba el canon del Nuevo Testamento." Aníbal Ernesto Fosbery.
El Concilio de Hipona (393 d.C.) registra las Escrituras que se consideran canónicas; los libros del Antiguo Testamento son de la siguiente manera: Génesis; Éxodo; Levítico; Números; Deuteronomio; Josué; Jueces; Rut; Reyes 4 libros [Samuel I & II, Reyes I & II] ; Crónicas 2 libros; Job; Salmos; los cinco libros de Salomón [Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría de Salomón y Eclesiástico; los doce libros de los profetas; Isaías; Jeremías; Ezequiel; Daniel; Tobías; Judit; Esther; Esdras 2 libros [Esras-Nehemías]; Macabeos 2 libros.
El Concilio de Cartago (419 AD) en su canon 24 confirmó el canon emitido en Hipona citando de la misma manera todos los libros deuterocanónicos como Escrituras canónicas.
Influencia de Jerónimo
Jerónimo hizo una revisión de los Salmos y los Evangelios de la Vetus Latina por petición de Dámaso, obispo de Roma. Al morir el papa, Jerónimo hizo un peregrinaje a Belén en el 386. Comenzó con una nueva revisión del Salterio en latín conforme a la Septuaginta, pero luego decidió trabajar a partir del texto hebreo. En el 405 completo su traducción. En el prólogo escribió: "Este prólogo a las Escrituras puede servir como un prefacio con yelmo [galeatus] para todos los libros que hemos vertido del hebreo al latín, para que podamos saber -mis lectores tanto como yo mismo- que cualquiera [libro] que esté más allá de estos debe ser reconocido entre los apócrifos. Por tanto, la Sabiduría de Salomón, como se la titula comúnmente, y el libro del Hijo de Sirá [Eclesiástico] y Judit y Tobías y el Pastor no están en el Canon." "Como la Iglesia lee los libros de Judit y Tobit y Macabeos, pero no los recibe entre las Escrituras canónicas, así también lee Sabiduría y Eclesiástico para la edificación del pueblo, no como autoridad para la confirmación de la doctrina."
Sin embargo, Jerónimo escribe mas tarde en su Prólogo a Judit que el libro de Judit era considerado como Escritura por el Primer Concilio de Nicea.
Entre los hebreos, el Libro de Judith se encuentra entre los Hagiographa... Pero debido a que el Concilio de Nicea encontró que este libro ha sido contado entre el número de las Sagradas Escrituras, he aceptado tu pedido.
En su respuesta a Rufino, Jerónimo afirmó que el era consecuente con la elección de la iglesia con respecto a la versión de las porciones deuterocanónicas de Daniel que los judíos de su tiempo no incluían: ¿Qué pecado he cometido al seguir el juicio de las iglesias? Pero cuando repito lo que los judíos dicen contra la historia de Susana y el Himno de los Tres Jóvenes, y los cuentos de Bel y el Dragón, que no están contenidas en la Biblia hebrea, el hombre que me acusa se prueba a sí mismo ser un tonto y un calumniador; porque yo no expliqué lo que pensaba sino lo que comúnmente ellos dicen en nuestra contra.(Against Rufinus, II:33 [402 d.C.]).
Así, Jerónimo reconoció el principio por el cual el canon se establecería: por el juicio de la Iglesia (al menos las iglesias locales en este caso) en lugar de su propio juicio o el juicio de los judíos; aunque referente a la traducción de Daniel al griego, se preguntó por qué se debería usar la versión de un traductor al que consideraba hereje y judaizante (Teodoción).
Numerosos autores de este tiempo apoyaron la opinión de Jerónimo y el canon hebreo, tales como Beda, Alcuino, Nicéforo de Constantinopla, Rabano Mauro, Agobardo de Lyon, Pedro Mauricio, Hugo y Ricardo de San Víctor, Pedro Comestor, Juan Belet, Juan de Salisbury, el anónimo autor de la Glossa Ordinaria, Juan de Columna, Nicolás de Lira, William Occam, Alfonso Tostado y el Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros (editor de la famosa Políglota Complutense, el mayor monumento a la erudición bíblica católica del siglo XVI): "En la Iglesia latina, a través de toda la Edad Media hallamos evidencia de vacilación acerca del carácter de los deuterocanónicos. Hay una corriente amistosa hacia ellos, otra distintamente desfavorable hacia su autoridad y sacralidad, mientras que oscilando entre ambas hay un número de escritores cuya veneración por estos libros es atemperada por cierta perplejidad acerca de su posición exacta, y entre ellos encontramos a Tomás de Aquino. Se encuentran pocos que reconozcan inequívocamente su canonicidad. La actitud prevalente de los autores occidentales medievales es substancialmente la de los Padres griegos." George J. Reid.
Siglos VI y VII
Los cánones apostólicos aprobados por el concilio de Concilio Quinisexto en 692 d.C. (concilio no reconocido por la Iglesia Católica) declara que son venerables y sagrados los primeros tres libros de Macabeos y Sirácides. Gregorio Magno escribió acerca de la distinción entre los libros Canónicos y los Deuterocanónicos: "Con referencia a tal particular no estamos actuando irregularmente, si de los libros, aunque no canónicos, sin embargo otorgados para la edificación de la Iglesia, extraemos testimonio. Así, Eleazar en la batalla hirió y derribó al elefante, pero cayó debajo de la misma bestia que había matado"
Los obispos africanos Jumilius y Primasius siguen a Jerónimo; Anastasio de Antioquía y Leoncio, reconocen el canon hebreo. Juan Damasceno, en su Exposición de la Fe Ortodoxa (4:18) defiende asimismo el canon hebreo, el cual explica con cierto detalle, y agrega: "Está también el Panaretus, esto es la Sabiduría de Salomón, y la Sabiduría de Jesús, publicada en hebreo por el padre de Sirá y posteriormente traducido al griego por su nieto, Jesús hijo de Sirá. Estos son virtuosos y nobles, pero no son contados ni fueron depositados en el arca." Juan Damasceno.
Siglos IX a XVI
Concilios
El Concilio de Florencia en 1442 d.C. declaró como canónicos los libros de Judith, Esther, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc y dos libros de los Macabeos.
Cinco libros de Moisés, es decir Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio; Josué, Jueces, Rut, cuatro libros de Reyes (Reyes I & II, Samuel I & II) , dos de Paralipomenon (Crónicas), Esdras, Nehemías, Tobías, Judit, Ester, Job, Salmos de David, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Sabiduría, Eclesiástico, Isaías, Jeremías, Baruc, Ezequiel, Daniel; los doce profetas menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías; dos libros de los Macabeos.
El Concilio de Trento en 1546 d.C. apoyó las decisiones sobre qué libros incluir en el canon que fueron determinados por concilios anteriores. Si bien la mayoría en Trento apoyó esta decisión, hubo participantes en la minoría que no estuvieron de acuerdo con los libros aceptados en el canon. Entre la minoría estaban los cardenales Seripando y Cayetano, este último un opositor de Lutero en Augsburgo. Los Padres en sesión en Trento confirmaron las declaraciones de los concilios anteriores que también incluían los libros deuterocanónicos, como el Concilio de Roma (382), el Concilio de Hipona (393), el Concilio de Cartago (397 y 419) y el Concilio de Florencia (1442) y proporcionó "el primer pronunciamiento infalible y efectivo que se promulgó del canon dirigido a la Iglesia universal".
Los rollos del mar muerto
Se han encontrado fragmentos de tres libros deuterocanónicos (Sirach, Tobit y Baruch) entre los Rollos del Mar Muerto encontrados en Qumrán. Sirácides, cuyo texto hebreo ya se conocía de El Cairo Geniza, se ha encontrado en dos pergaminos (2QSir o 2Q18, 11QPs_a o 11Q5) en hebreo. Se ha encontrado otro rollo hebreo de Sirácides en Masada. Cinco fragmentos del Libro de Tobías se han encontrado en Qumrán escritos en arameo y uno escrito en hebreo (papiros 4Q, n. 196-200). La epístola de Jeremías (o capítulo 6 de Baruc) se ha encontrado en la cueva 7 (papiro 7Q2) en griego. Los eruditos recientes han teorizado que la biblioteca del Qumrán (de aproximadamente 1100 manuscritos encontrados en las once cuevas de Qumrán) no se produjo por completo en Qumrán, sino que pudo haber incluido parte de la biblioteca del Templo de Jerusalén, que pudieron haber sidos escondidos en las cuevas para su custodia en el momento en que el Templo fue destruido por los romanos en el año 70.
Situación actual en la cristiandad
La canonicidad de los libros Deuterocanónicos es distinta para los diversos grupos que tienen como sagrados a los textos hebreos. La comunidad judía y algunas de las organizaciones cristianas de origen protestante no aceptan los libros Deuterocanónicos en su canon. La Iglesia Católica los consideran de segundo canon; o sea que no son tomados como parte del primer canon, sin embargo se les reconoce autoridad. Las Iglesias ortodoxas no tienen un criterio uniforme sobre la canonicidad de los Deuterocanónicos del Antiguo y del Nuevo Testamento, que son aceptados por unas y rechazados por otras. Adicionalmente, algunas iglesias orientales, incluyen en el canon de la Biblia, en adición a ellos, algunos otros textos, como el Salmo 151, la Oración de Manasés, 3 y 4 Esdras, y 3 y 4 Macabeos; los cuales aparecen en códices antiguos de la Septuaginta, así como de otros antiguos textos bíblicos; algunos de los cuales contenían, asimismo, el Libro de las Odas y el Libro de los Salmos de Salomón. En adición a ellos, la Iglesia copta también acepta el Libro de Enoc, el Libro de los Jubileos, y algunos otros más.
Los argumentos en contra y a favor de los Deuterocanónicos como parte del canon son muchos, variados y complejos. El mayor argumento de sus opositores, y el único de fondo, ha sido su omisión del canon del Tanaj judío palestinense, o tal vez su posible supresión en el mismo de un canon consensual aún más antiguo, como algunos autores proponen. Pero algunos autores sostienen que el canon del Tanaj representa posturas fariseas, y fue elaborado por judíos expresamente opositores al cristianismo (la escuela de Yabné o Yamnia), mientras que es posible encontrar referencias a algunos Deuterocanónicos como textos sagrados en escritos judíos de distintas corrientes, y 300 de las 350 referencias al Antiguo Testamento que se hacen en el Nuevo Testamento son tomadas de la versión alejandrina. Por otra parte, se debate sobre la lengua de los textos originales de algunos de estos libros, es decir, el griego; aunque estas cuestiones no afectan a los textos escritos en hebreo de forma original, como el Eclesiástico.
Realidad histórica
Desde una perspectiva estrictamente histórica, a través de la historia, los deuterocanónicos han estado presentes en las Biblias de todas las facciones cristianas anteriores a la reforma protestante del siglo XVI. También están presentes en todas las versiones bíblicas protestantes anteriores al año de 1826, y también en al menos algunas ediciones posteriores de esas mismas Biblias. Además de las Biblias cristianas ortodoxas y católicas, actualmente se siguen incluyendo en las Biblias luteranas, anabaptistas, anglicanas y episcopalianas.
El Libro de Tobías o Tobit
El Libro de Tobit (en griego, Τωβίθ o Τωβίτ, Tōbíth o Tōbít; en hebreo, טובי, Tobí ‘bondadoso mío’), también llamado Libro de Tobías (en latín, Tobias; en hebreo, טוביה, Tobyah, ‘Yahveh es bondadoso’), es un libro judío incluido en la Biblia Griega de los LXX, llamada Septuaginta. Comúnmente aceptado como parte del canon de los escritos bíblicos por las comunidades judías de la Diáspora, por todas las Iglesias cristianas ortodoxas, y también por la Iglesia católica. Ha sido rechazado como parte del canon por los judíos rabínicos jerosolimitanos y los protestantes.
El Libro de Tobit (en griego, Τωβίθ o Τωβίτ, Tōbíth o Tōbít; en hebreo, טובי, Tobí ‘bondadoso mío’), también llamado Libro de Tobías (en latín, Tobias; en hebreo, טוביה, Tobyah, ‘Yahveh es bondadoso’), es un libro judío incluido en la Biblia Griega de los LXX, llamada Septuaginta. Comúnmente aceptado como parte del canon de los escritos bíblicos por las comunidades judías de la Diáspora, por todas las Iglesias cristianas ortodoxas, y también por la Iglesia católica. Ha sido rechazado como parte del canon por los judíos rabínicos jerosolimitanos y los protestantes.
No sabemos nada acerca del autor de Tobit; apenas que se trataba de un judío versado en la historia y en la ciencia de Dios y que posiblemente haya vivido en tiempos de la Diáspora. La fecha y el lugar de composición son dudosos: algunos afirman que fue escrito en Egipto entre los siglos IV y III a. C.:2 mientras que algunos autores se inclinan por el siglo II a. C. o aun comienzos del siglo I a. C. ("entre el 200 y el 50 a. C.), en Palestina. Su idioma original, como el de todos los libros de este período, parece ser, según el análisis de la mayoría de los expertos, el arameo. Posteriormente habría sido traducido al hebreo y al griego, aunque es posible un original hebreo.
Tradición textual
Se conservan dos textos de versión griega: el del Alexandrinus en el Códice Vaticano y el del Sinaiticus. Este último fue la base usada para las traducciones latinas a partir de la Vetus latina. En Qumram se han encontrado fragmentos del libro en arameo e incluso en hebreo que apoyan la versión del Sinaiticus. Otros textos en hebreo o arameo que se han encontrado parecen más bien ser traducción del griego.
Tradición textual
Se conservan dos textos de versión griega: el del Alexandrinus en el Códice Vaticano y el del Sinaiticus. Este último fue la base usada para las traducciones latinas a partir de la Vetus latina. En Qumram se han encontrado fragmentos del libro en arameo e incluso en hebreo que apoyan la versión del Sinaiticus. Otros textos en hebreo o arameo que se han encontrado parecen más bien ser traducción del griego.
Las versiones más antiguas conocidas del libro de Tobit, son varios fragmentos en arameo (4Q196 a 4Q199)4 y uno hebreo (4Q200)5 que fueron encontrados entre los Manuscritos del Mar Muerto. Las versiones o traducciones griegas no han transmitido de modo uniforme el texto. Entre los códices hay dos formas, con frecuencia bastante diferentes, por una parte, el Vaticano y el Alejandrino, por otra el Sinaítico. Los primeros dan una versión breve; el Sinaítico, una más larga, con la cual coinciden los fragmentos arameos y hebreo y que se considera actualmente la más cercana al texto original.6 La Vulgata latina depende de las versiones griegas y de la Vetus Latina, aunque se sabe que San Jerónimo dispuso para su traducción de un manuscrito arameo, hoy perdido.
La Vetus Latina ofrece un texto muy afín al Sinaítico. Algunos manuscritos tienen interpolaciones gnósticas, que están presentes en la Vulgata Clementina del siglo XVII y en versiones modernas dependientes de ella. Se conservan también manuscritos siríacos y una versión aramea tardía. Jerónimo aunque de mala gana tradujo el texto al latín a partir de uno en arameo que a su vez le fue traducido al hebreo, según él mismo cuenta.
Canonicidad del libro
Los judíos actuales no lo consideran parte del Tanaj, aunque sí un escrito israelita ancestral con muy buenos valores. Por este motivo, su canonicidad ha sido impugnada a través de siglos por algunos grupos dentro del cristianismo. Las iglesias católica, ortodoxas, armenia, copta, etíope, y las demás iglesias orientales históricas, defienden el valor canónico, sagrado, divino e inspirado de éste y de todos los llamados libros deuterocanónicos. Todos estos libros se encuentran en todas las Biblias de estas iglesias. Así, por ejemplo, en las Biblias católicas, se encuentra ubicado después de Nehemías y antes de Judit. Tobit y los otros deuterocanónicos son considerados "apócrifos" y no-canónicos por los protestantes, y por otros grupos surgidos de ellos. No obstante lo cual, estos libros también aparecen, bajo el rubro "Apócrypha", en todas las Biblias de los anglicanos, episcopalianos, luteranos y anabaptistas. El Artículo VI de la Declaración de 39 Artículos de la Iglesia de Inglaterra los considera libros que "la iglesia debe leer como ejemplo de vida e instrucción de comportamiento, pero que no deben ser utilizados para establecer doctrina alguna". Los amish leen un pasaje de Tobit en todas sus ceremonias y celebraciones nupciales.
Contenidos
Aspectos literarios
El cronista bíblico parece haberse inspirado en el Génesis para escribir su libro; como en aquél, la intención no es hacer un prolijo examen cronológico, historiográfico o documental sino enseñar teología. En este sentido, Tobit se encuentra estrechamente emparentado con Judit y Ester. La literatura de este libro es sapiencial: su enseñanza teológica es concreta, inmediata, de uso diario. No se pierde en áridas disquisiciones teóricas sino que pretende que los conocimientos transmitidos se apliquen aquí y ahora. Tal vez, como analizan algunos estudiosos, el libro de Tobit, junto a los inmediatos de Judit, Ester y Job, representan un tipo de género intermedio de libros narrativos realmente no históricos, sino más bien sapienciales, entre los otros libros que suelen ser tenidos por históricos reales y aquellos que de hecho son simplemente libros sapienciales.
El cronista bíblico parece haberse inspirado en el Génesis para escribir su libro; como en aquél, la intención no es hacer un prolijo examen cronológico, historiográfico o documental sino enseñar teología. En este sentido, Tobit se encuentra estrechamente emparentado con Judit y Ester. La literatura de este libro es sapiencial: su enseñanza teológica es concreta, inmediata, de uso diario. No se pierde en áridas disquisiciones teóricas sino que pretende que los conocimientos transmitidos se apliquen aquí y ahora. Tal vez, como analizan algunos estudiosos, el libro de Tobit, junto a los inmediatos de Judit, Ester y Job, representan un tipo de género intermedio de libros narrativos realmente no históricos, sino más bien sapienciales, entre los otros libros que suelen ser tenidos por históricos reales y aquellos que de hecho son simplemente libros sapienciales.
Argumento
El Libro de Tobit analiza la presencia de Dios en las relaciones familiares, expresadas en el acompañamiento que el arcángel Rafael hace a Tobías, un joven lleno de fe que va a buscar esposa y finalmente se casa con ella tras sortear enormes dificultades con la ayuda del ángel enviado por Dios.
Tobit es un judío de la tribu de Neftalí deportado a Nínive. El anciano, de gran sabiduría, sufre un accidente cuando le caen en los ojos unos excrementos de ave. Los remedios de los diferentes médicos no hacen sino agravar su enfermedad, hasta que acaba por perder totalmente la vista.
Por otro lado, Sara, hija de unos parientes lejanos de Tobit, trata de suicidarse a causa de los insultos de su criada, que la acusa de asesina; ello se debe a que la joven, que ha contraído matrimonio siete veces, ha enviudado de todos sus maridos y sigue siendo virgen porque está poseída por un demonio, Asmodeo; este demonio está perdidamente enamorado de Sara y se llena de celos cada vez que ella se casa, por lo que el demonio mata a sus esposos en la noche de bodas antes de que puedan unirse a ella. Sin embargo, Sara se arrepiente de sus planes de suicidio en el último momento y pide ayuda a Dios, que envía al arcángel Rafael. Tras la muerte de los siete maridos de Sara, Tobías, hijo de Tobit, se convierte en el pariente más cercano de la joven, y debe desposarla siguiendo la ley del levirato, por lo que sale de viaje a visitar a sus parientes y tomar por esposa a Sara. Por el camino, se le aparece el arcángel Rafael en forma humana y bajo el nombre de Azarías y los dos se hacen amigos. Azarías le cuenta toda la historia de Sara a Tobías, quien se enamora de ella antes de conocerla por la descripción que le da el arcángel: "Es bella y discreta" (6:11). Asimismo, le da un remedio tanto para salvar a Sara como para curar a Tobit: Tobías debe pescar un pez y quemar el corazón y el hígado delante de Sara; el humo espantará a Asmodeo, que huirá para no volver. Para curar la ceguera de Tobit, deberá conservar la hiel del pez. En casa de sus parientes, Tobías desposa a Sara ante la tristeza de los padres de ella, que creen que el joven morirá igual que los otros maridos; en la noche de bodas, cuando Asmodeo va a atacar a Tobías, él sigue el consejo de Azarías y logra ahuyentar al demonio. A la mañana siguiente, los padres de ella se alegran de verle con vida y les dejan marchar a ellos y a Azarías. De vuelta en casa, Tobías logra curar la ceguera de su padre untándole sobre los ojos la hiel del pez. Cuando se efectúa el milagro, Azarías desvela su verdadera identidad ante todos, que dan gloria a Dios.
Aspectos religiosos
El sentido del libro es demostrar que Tobit recibe la clemencia de Dios porque es un leal servidor de Él; siempre ayuda a los demás judíos y ejercita una solidaridad y una caridad notables. Su fe es evidente y su vida moral es intachable, por lo que camina siempre en la senda del temor de Dios y de la piedad religiosa.
El sentido del libro es demostrar que Tobit recibe la clemencia de Dios porque es un leal servidor de Él; siempre ayuda a los demás judíos y ejercita una solidaridad y una caridad notables. Su fe es evidente y su vida moral es intachable, por lo que camina siempre en la senda del temor de Dios y de la piedad religiosa.
Sin embargo, como a Job, las acechanzas del demonio lo ponen en medio de un sufrimiento injusto, al igual que a la mujer (Sara), que pierde a sus amados esposos sin haber hecho nada para merecerlo. Tobit y Sara son tratados de la misma manera: la gente se burla de ellos (2:14; 3:8) y ambos consideran que sería mejor morir que soportar su tormento (3:7-15).
Plantea el problema de por qué muchas veces el justo sufre. Muchos analistas consideran que el libro de Tobit además de preguntarse si la virtud será recompensada, dice que no basta esa virtud para explicar el beneficio; en realidad, los designios de Dios son desconocidos para los humanos y es la fidelidad, la persistencia de la piedad de los protagonistas a pesar de las desgracias que sufren, lo que conduce al premio, que solamente se recibe cuando Dios lo dispone. Los protagonistas no relajan su moral o su virtud una vez que han recibido su premio; antes bien, se mantienen fieles a Dios, siguen siendo los mismos judíos piadosos que eran antes de la intervención del Maligno.
El Dios de Tobit es más cercano y comprensible que el de otros libros del Antiguo Testamento: no parece indiferente como el de Job ni prácticamente ausente como el del Eclesiastés. El Dios de Tobit se preocupa por los problemas de cada uno de sus adoradores, y los resuelve planificadamente. Se interesa por el Hombre y sus problemas, utilizando a un instrumento fiel y efectivo (Rafael) para lograr sus fines. Sin embargo, la función de Dios no es suprimir el mal en la vida de los hombres: si tal hiciera, suprimiría también el libre albedrío, factor crítico del plan divino. Lo que Dios hace es intervenir para corregir las desviaciones introducidas por el Demonio, y siempre lo hace por caminos tortuosos y poco evidentes.
Conceptos novedosos
Hábilmente entremezclados con la narración dramática, el autor de Tobit presenta dos conceptos que son novedosos en la Biblia o que aclaran y precisan conceptos tratados en forma más somera en libros anteriores: Ángeles buenos y malos. Los buenos son herramientas de Dios. Los malos también, porque requieren de la intervención del Señor para corregir sus maldades. Además, y por primera vez, se presentan como el medio que el Creador utiliza para permitir al hombre ejercer su libertad (bajo el concepto ya analizado del libre albedrío).
Concepto del matrimonio. En Tobit el matrimonio, además de institución familiar en la cual intervienen los suegros, ante quienes se formaliza el compromiso, pasa a tener además un carácter de compromiso de la pareja con Dios, visión que para algunos es cuasisacramental y anticipo de la que se desarrollará plenamente con el Cristianismo, según la visión de la Iglesia Católica. El compromiso de Tobit y Sara, sin embargo, no se contrae ante un sacerdote, sino que lo hace la pareja, en su habitación. No van simplemente a tener una relación sexual para satisfacer un deseo, sino que hay una clara y sincera intención: seguir juntos, hasta la vejez si Dios lo concede (8:7 [9]). Esta intención es cambiada en algunas versiones por una interpolación "sed sola posteritatis dilectione" que pretendía que la relación de pareja solamente se justificaba para tener hijos (solamente en orden de tener descendientes), pero los expertos han descartado que ese punto de vista provenga del texto original, ya que no se encuentra en los manuscritos más antiguos.
Conclusiones
El libro de Tobit aporta el concepto de matrimonio como sacramento religioso y el del libre albedrío como dosis de libertad imprescindible para que el Hombre se eleve hacia Dios. Está ausente el nacionalismo o racismo, pues afirma que en la Nueva Jerusalén serán convocados todos los pueblos y ofrece una visión primitiva del Mesías por venir, especialmente en el canto del capítulo 13.
El personaje de Tobías en las artes
El compositor Joseph Haydn le dedicó un oratorio, bajo el título de "El retorno de Tobías", estrenado en 1775. El libreto es de Gian Gastone Boccherini, hermano del compositor Luigi Boccherini. Inspirado por el Libro de Tobit, el pintor Max Liebermann representó en 1934 El regreso de Tobías, óleo que presenta una escena donde el hijo vuelve a casa con una cura para la ceguera de su padre.
El Libro de Judit
El Judith (griego ιουδειθ Ioudeith, hebreo יהודית Yehudit "la judía")1 es un antiguo libro hebreo incluido en la Septuaginta, pero luego considerado por el judaísmo como un texto apócrifo. Ha sido aceptado como parte del canon de los escritos bíblicos solo por las iglesias cristianas ortodoxas y también por la Iglesia católica. Ha sido rechazado como parte del canon también por los protestantes.
Argumento
El libro cuenta la historia de una viuda hebrea, Judit hija de Merari ("Mer" en otras versiones), en plena guerra de Israel contra el ejército babilónico, erróneamente denominado asirio. De bellas facciones, alta educación, enorme piedad, celo religioso y pasión patriótica, Judit descubre que el general invasor, Holofernes, se ha enamorado de ella. Acompañada de su criada, la viuda desciende de su ciudad amurallada y sitiada por el ejército extranjero —Betulia— y, engañando al militar para hacerle creer que estaba realmente enamorada de él, consigue ingresar a su tienda de campaña. Una vez allí, en lugar de ceder a sus reclamos galantes, lo hace beber hasta emborracharlo. Cuando Holofernes cae dormido, Judit lo decapita y siembra de esta forma la confusión en el ejército de Babilonia y obtiene de este modo la victoria para Israel. Fue aclamada como una heroína por el pueblo.
El Judith (griego ιουδειθ Ioudeith, hebreo יהודית Yehudit "la judía")1 es un antiguo libro hebreo incluido en la Septuaginta, pero luego considerado por el judaísmo como un texto apócrifo. Ha sido aceptado como parte del canon de los escritos bíblicos solo por las iglesias cristianas ortodoxas y también por la Iglesia católica. Ha sido rechazado como parte del canon también por los protestantes.
El libro cuenta la historia de una viuda hebrea, Judit hija de Merari ("Mer" en otras versiones), en plena guerra de Israel contra el ejército babilónico, erróneamente denominado asirio. De bellas facciones, alta educación, enorme piedad, celo religioso y pasión patriótica, Judit descubre que el general invasor, Holofernes, se ha enamorado de ella. Acompañada de su criada, la viuda desciende de su ciudad amurallada y sitiada por el ejército extranjero —Betulia— y, engañando al militar para hacerle creer que estaba realmente enamorada de él, consigue ingresar a su tienda de campaña. Una vez allí, en lugar de ceder a sus reclamos galantes, lo hace beber hasta emborracharlo. Cuando Holofernes cae dormido, Judit lo decapita y siembra de esta forma la confusión en el ejército de Babilonia y obtiene de este modo la victoria para Israel. Fue aclamada como una heroína por el pueblo.
Características de Judit
Se dice que Judit era viuda, antes casada con un hombre rico, y hermosa, respetada por todos. Vestía el hábito de la penitencia y ayunaba casi diariamente. Su marido le había dejado mucho dinero. En el libro se dice que después de su hazaña, muchos la pretendieron como esposa, pero ella prefirió guardar la memoria de su marido hasta su muerte, ocurrida a avanzada edad.
Se dice que Judit era viuda, antes casada con un hombre rico, y hermosa, respetada por todos. Vestía el hábito de la penitencia y ayunaba casi diariamente. Su marido le había dejado mucho dinero. En el libro se dice que después de su hazaña, muchos la pretendieron como esposa, pero ella prefirió guardar la memoria de su marido hasta su muerte, ocurrida a avanzada edad.
Autor
El autor del Libro de Judit es desconocido.
Época
No se conoce con exactitud la fecha del libro. Sin embargo, se especula que Judit fue compuesto en tiempos de los Macabeos (mediados del siglo II a. C.).
Género al que pertenece
Judit es una "novela histórica hebrea", género literario ya extinto que, haciendo uso de recursos tomados de la novela histórica, cumplía una clara función de narración edificante y exaltadora del patriotismo y la religiosidad piadosa. Si en verdad fue compuesto en la época macabea, entonces su objetivo era impulsar a la resistencia de los judíos contra sus invasores mediante la narración de la heroica y arriesgada hazaña de una heroína del pasado en similares circunstancias.
Tal vez, como analizan algunos estudiosos, el libro de Judit, junto a los inmediatos de Tobit, Ester y Job, representan un tipo de género intermedio de libros narrativos realmente no históricos, sino más bien sapienciales, entre los otros libros que suelen ser tenidos por históricos reales y aquellos que de hecho son simplemente libros sapienciales.
Sentido religioso
El autor intenta probar, por encima de todo, la intervención de Dios en la liberación de Betulia. Dicho de otra forma, todo el libro se refiere al modo en que Dios puede utilizar un instrumento humano (Judith en este caso) para obtener el resultado perseguido. El Libro de Judit está impregnado de legalidad y patriotismo, concentrando su atención en el drama religioso que allí se desarrolla.
Las "adiciones griegas" al Libro de Ester
El Libro de la Sabiduría
El Libro de la Sabiduría, o Sabiduría de Salomón, es un libro bíblico del Antiguo Testamento. No está incluido en el Tanaj judío hebreo-arameo,1 pero distintas facciones y expresiones del Cristianismo Histórico lo incluyen en sus Biblias entre los llamados deuterocanónicos, en tanto que los grupos protestantes, y otros grupos cristianos con ideas diferentes de los antes citados, lo excluyen de sus Biblias, así como a los otros deuterocanónicos, a los cuáles consideraron como "apócrifos". En las Biblias católicas aparece después del Cantar de los Cantares, y antes del Eclesiástico, dentro de la sección de los llamados "Libros Sapienciales".
Datos generales
Autor
Debido a una antigua tradición piadosa, durante muchos Siglos, el llamado Cantar de los Cantares, así como los Libros de los Proverbios, del Eclesiastés, de la Sabiduría, y otros Libros de Salmos y de Odas, fueron atribuidos a la autoría de Salomón, personaje a quien cita la Biblia como hijo y sucesor del rey David, dotado de una gran sabiduría, así como de una gran habilidad para las relaciones diplomáticas, constructor del primer gran templo de Yahveh en Jerusalén,8 y también como uno de los reyes de todas las tribus israelitas. Sin embargo, en el caso de todas estas obras, los estudiosos bíblicos ya han determinado que esta atribución, casi seguramente, no es ninguna otra cosa sino un artificio literario, destinado a exaltar, por una parte, la gran inteligencia legendaria del mencionado rey, y, por otra, a tratar de aumentar la autoridad de los escritos, al atribuirlos a un autor conocido, ilustre en razón de su realeza, y, por añadidura, notable y destacado en el campo del conocimiento.
El autor de este libro ha sido un convencido israelita piadoso, profundo conocedor de los textos sagrados, la historia y las costumbres propios de su pueblo. Reproduce de forma muy fiel y minuciosa los usos y costumbres propios de la liturgia de los cultos paganos de la cultura egipcia, a los cuáles reprueba y considera no actos religiosos, sino tan sólo prácticas idolátricas supersticiosas.
Está versado en la cultura alejandrina, y parece ser, por consiguiente, un israelita de la Diáspora, avecindado o residente en Alejandría. Y, como tal, escribe en una lengua griega muy fluida, provista de algún cierto grado de elegancia.
Fecha de composición
De lo anterior se desprende que, si el autor era alejandrino, la fecha del manuscrito no puede remontarse a ninguna fecha anterior a la fundación de la ciudad por el conquistador Alejandro Magno, en 330 a. C. Desde allí en adelante, la fecha exacta permanece sumida en el misterio, y no hay evidencia de que haya existido algún original hebreo o arameo que pudiese brindarnos mayores precisiones, sino tan solamente el texto griego.
Los estudiosos han determinado que el libro fue escrito en pleno período helenístico, principalmente por la armonía que el autor evidencia entre la espiritualidad judía y la mentalidad griega. Aunque el autor del Libro de la Sabiduría da muestras fehacientes de no haber asimilado de manera alguna profunda o substancial algún tipo de doctrina filosófica griega, sí se lo observa, en cambio, utilizar en numerosas ocasiones términos habituales entre los estoicos y platónicos.
El autor de este libro utilizó como fuentes para sus convicciones los textos de la Biblia griega de los LXX. Y, si bien no lo afirma de una manera expresa, parece sugerir en algunos pasajes que los alejandrinos se encontraban —en el momento en que él escribe— llevando a cabo alguna forma de campaña de discriminación contra los israelitas. De forma tal que no sugiere una acción de genocidio, o de limpieza étnica, sino más bien algunas expresiones sutiles de animadversión o de desprecio, que pudieron haber estado en boga durante aquellos tiempos.
Problemas de este tipo en la Alejandría helénica, realmente comenzaron durante el reinado de Tolomeo VIII. Y algunos historiadores manifiestan que pudieron haberse prolongado hasta los reinados de Tolomeo XII, o de Cleopatra VII. Si aceptamos esto, el libro fue compuesto en algún momento de los 140 años que van del año 170 a. C. al año 30 a. C. Exégetas católicos calculan que el período más probable para fechar el Libro de la Sabiduría se extiende entre los años 80 y 50 a. C.
Sabiduría fue añadido al Antiguo Testamento por las comunidades de israelitas piadosos de Alejandría, llegando, de esta forma, a convertirse en el más reciente y último de los libros canónicos de la Biblia Septuaginta, misma que representa la base y fundamento para el Antiguo Testamento de las Biblias usadas por la inmensa mayoría de las Iglesias Cristianas Históricas.
Canonicidad
Forma parte integrante del Canon Amplio Oriental y Occidental, sustento de las Biblias propias de las iglesias cristianas ortodoxas, las iglesias cristianas orientales, y también de la iglesia católica latina occidental. Esta última lo incluye entre los textos comúnmente tenidos por "deuterocanónicos", o sea, de la "Segunda Colección".
Al no existir algún original hebreo o arameo conocido de este libro, y por el hecho mismo de hallarse solamente en la Biblia griega, los judíos rabínicos, así como los grupos protestantes,2 y otros grupos cristianos con ideas diferentes de los antes citados,3 por defecto dieron en dar por "apócrifo" éste, así como los otros deuterocanónicos, aunque algunas de ellas lo ven como lectura provechosa, y algunas importantes Biblias protestantes, tales como la Biblia de Lutero, la Biblia de Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra (la famosa King James Version inglesa), de 1611, así como las Biblias de Casiodoro de Reina, de 1569, y de Cipriano de Valera, de 1602, recientemente reeditadas bajo el título de 'La Biblia del Siglo de Oro', incluyen este libro, así como los otros deuterocanónicos.
En esta situación de interdicción se encuentran otros libros y escritos de la Biblia, tales como Tobit, Judit, el Resto de Ester, Baruc, la Epístola de Jeremías, la Historia de Susana, la Historia de Bel y el Dragón, la Oración de Azarías y el Himno de los 3 Jóvenes del Libro de Daniel, Eclesiástico, y I y II Macabeos. (Las Iglesias Cristianas Ortodoxas y Orientales, además de estos libros, incluyen el Salmo 151, la Oración de Manasés, y los Libros III —y a veces IV— de Esdras, y III —y a veces IV— de los Macabeos, así como también ciertos Epígrafes y Epílogos a algunos de los libros comúnmente aceptados.) Las Iglesias cristianas ortodoxas, orientales, y católica, reconocen al menos algunos de estos libros, como textos sagrados divinamente inspirados, y los han incluido en todas sus versiones de la Biblia, de manera oficial, al menos desde el Sínodo de Roma, en el año 380 d. C., siendo ratificada su reivindicación durante los trabajos del Concilio de Trento, en plena efervescencia de las impugnaciones esgrimidas contra ellos por Martín Lutero, y por sus seguidores.
Contenido
El libro se dirige a los hermanos de raza de su autor, judíos e israelitas avecindados en Alejandría, para alertarlos de la devastación y la ruina moral a los que se verían reducidos en caso de dejarse seducir por los cultos paganos, o por el ateísmo o la falta de piedad hacia el Dios de sus padres. El objetivo último de Sabiduría es, pues, llevar a los compatriotas del redactor de nuevo al redil de la verdadera religión. En tiempos alejandrinos, los judíos e israelitas piadosos solían enfrentarse, de manera continua, a la gran seducción del paganismo griego, y de su relajada conducta moral, su estilo de vida hedonista, y sus maneras amplias y libres de pensar. El autor del libro considera aberrante todo esto sin ambages, y constantemente lanza mordaces invectivas contra los griegos y su forma de vida. Trata de crear polémica y de convertir prosélitos para su causa, sin desdeñar siquiera a los griegos que quieran convertirse. Si puede conseguir simpatizantes entre los impíos y convertirlos al culto de Yahvéh, Dios de los israelitas, pues considerará que su tarea se cumple de esta forma.
El Libro de Sabiduría es único en el Antiguo Testamento por la profundidad y amplitud de su exposición doctrinal: puede considerárselo un libro pleno de esperanza y de fe, así como el epítome, culmen y conclusión de todo el pensamiento religioso israelita justamente anterior a Jesucristo. La exposición de índole doctrinaria de Sabiduría se centra en tres temas principales:
Destino del ser humano
Sabiduría es simple y directo a este respecto. A la pregunta de cuál es el sentido de la vida responde: buscar la obra y la voluntad de Dios en las cosas terrenas. Esto es: alcanzar el conocimiento de Dios, rendirle culto y ofrecerle los servicios adecuados. Quien cumple todo esto no es otra cosa que un hombre justo, hijo, amigo y amante de la divinidad, mientras que quien se aparta de la doctrina es pecador e impío y se encamina a la perdición. El justo, por el contrario, es incorruptible e inmortal (Sab. 2:23). Este libro perfecciona, en cierto modo, la doctrina de Daniel y II Macabeos. En ellos Dios esbozaba por primera vez la promesa de premios y castigos en la vida ultraterrena, primera concepción intelectual del más allá que antes no existía para la mentalidad judía. Esta prefiguración de la eternidad cristiana se encuentra descrita en Sb 3, 1-6.
El Libro del Eclesiástico, Sirácida o Sirácides
El Libro de la Sabiduría de Jesús, hijo de Sirac (abrev. Si, en hebreo: חכמת יהושע בן סירא), es uno de los Libros Sapienciales del Antiguo Testamento. Común y familiarmente llamado Libro de Sirácides, o bien, del Sirácida.
La tradición latina lo ha llamado Libro del Eclesiástico. No debe confundirse con el Eclesiastés, el cual es otro libro sapiencial del Antiguo Testamento. Tampoco debe confundirse con la expresión Libros Eclesiásticos, usada por algunos autores para referirse a los deuterocanónicos o al conjunto de los escritos del segundo canón que se leen en las iglesias.
Datos generales
Forma parte del Canon Amplio Oriental y Occidental, sustento de las Biblias propias de las iglesias cristianas Ortodoxas, Orientales y de la Iglesia Católica. Ésta lo incluye entre los textos comúnmente tenidos por "deuterocanónicos", o sea de la "Segunda Colección". En las Biblias Católicas se le suele ubicar al final de las series de textos y escritos sapienciales (después de Sabiduría) y antes de las series de los Libros Proféticos (antes de Isaías).
Los judíos contemporáneos no lo incluyen en el Tanaj, aunque hay pruebas de que por lo menos algunos grupos judíos de tiempos de Jesús sí lo incluían entre los Escritos o Hagiógrafos, es decir, la tercera sección del Tanaj: “Está expuesto en el Pentateuco por escrito, «y acudiendo Esaú a Ismael» [Génesis 28:9], repetido en los Profetas, por escrito, «Se le juntó a Jefté una banda de gente miserable, que hacía correrías con él» [Jueces 11:3], mencionado en una tercera etapa en los Hagiógrafos, por escrito: “Todo viviente ama a su semejante, y todo hombre a su prójimo»” [Eclesiástico 13:15]. Guemará, Seder Nazikin, Baba Qamma 92b.
“Hay aún otro Paraíso debajo de las cabezas de las criaturas vivientes, por lo que está escrito: «Sobre las cabezas del ser había una forma de bóveda resplandeciente como el cristal, extendida por encima de sus cabezas» [Ezequiel 1:22]. Hasta aquí tienes permiso de hablar, de ahí en adelante no tienes permiso de hablar, por lo que está escrito en el libro de Ben Sirá: «No busques lo que te sobrepasa, ni lo que excede tus fuerzas trates de escrutar. Lo que se te encomienda, eso medita, que no te es menester lo que está oculto» [Eclesiástico 3:21-22].” Guemará, Seder Mo’ed, Chagigah 13ª.
Los protestantes, lo consideran un libro "apócrifo", aunque algunos lo ven como lectura provechosa, y ciertas importantes Biblias editadas por protestantes, tales como la Biblia de Lutero, la Biblia de Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra (la famosa King James Version inglesa), de 1611, así como las Biblias de Casiodoro de Reina, de 1569, y de Cipriano de Valera, de 1602, recientemente reeditadas bajo el título de La Biblia del Siglo de Oro, incluyen este libro y los otros deuterocanónicos, en la mayoría de los casos en una sección de "apócrifos".
Nombre del libro
Su nombre castellano, el Eclesiástico, proviene de la voz latina Ecclesiasticus, nombre que le asignó Jerónimo en su Biblia Latina, llamada la Vulgata, y que, a su vez, proviene de la expresión en griego το εκκλησιαστικον (to Ekklesiastikón, el libro de la iglesia, asamblea o congregación), nombre que le dio san Cipriano de Cartago, padre de la Iglesia, en clara referencia al uso que de él hacía la Iglesia, a causa de sus ricos contenidos morales, para la formación y la edificación del catecumenado, es decir, de las gentes que previamente habían sido ya bautizadas. En la Biblia Septuaginta, este libro lleva el título de Sabiduría de Jesús, hijo de Sirac, de ahí que recibiera, así como su autor, los viejos sobrenombres de Sirácides, o el Sirácida. El autor, además del nombre, precisa al final del libro que se trata de un judío de Jerusalén. Alguna variante de los textos griegos afirma también que es un sacerdote.
Autor
A diferencia de otros Libros Sapienciales (como el de los Proverbios, el del Eclesiastés o de la Sabiduría, sólo de forma pseudonímica atribuidos al rey sabio Salomón) el Libro Eclesiástico es el único de entre los Libros Sapienciales de cuyo autor sabemos con certeza el nombre. En el capítulo L, versículo 27, dice expresamente lo siguiente: "Doctrina de entendimiento, y de conocimiento, grabó, en este libro, Jesús, hijo de Sirac, de Eleazar, el jerosolimita que desbordó sabiduría de su corazón..."
Sirácides 50,27
Se trata posiblemente de un sabio de Jerusalén que escribió la obra hacia el año 190 a. C.;4 Se dedicó desde joven al estudio de la Ley y la Sabiduría, y buscó la salvación en la oración. Ben Sirac es un hombre que ha viajado y que dispone de una rica experiencia de vida basada en la observación. Ha sido calumniado con acusaciones falsas; aclarada la verdad por obra de Dios, entona un canto de acción de gracias que cristaliza en este libro.
Algunos exponentes sugieren que Sirácides debió pertenecer a la escuela judía saducea, o que tal vez simpatizaba con sus ideas. Mas dado que el libro fue hallado entre los Rollos Manuscritos del Mar Muerto, así como en las ruinas del fuerte de Masada, es mucho más probable que su obra hubiera sido un texto universalmente aceptado y al que se recurría para alentar la fe de diferentes escuelas de judíos disidentes, y aun discrepantes unas de otras.
Texto y fecha de escritura
El original fue escrito en hebreo;6 la traducción griega se considera obra de un nieto de Ben Sirac unos 60 o 70 años después. Hoy se dispone de copias del texto hebreo manuscritas por los judíos caraítas en el Siglo IX, encontradas en el depósito de una sinagoga en El Cairo en 1896 (3,6-16,26; 18; 19; 20; 25; 26; 36; 37; 35,11-38,27; 39,15-51,30), en 1931 (32,16-34,1) y 1958, así como de fragmentos de manuscritos copiados en el Siglo I o antes, encontrados en Qumrán7 (6,14-15; 6,20-31; 51,13-19) y en 1964 en la fortaleza de Masada (39,27-32; 40,10-19,26-44;17,6). Actualmente se dispone de dos tercios del texto hebreo: 1.108 versículos, con respecto a los 1.616 del total de que consta el texto griego. Jerónimo de Estridón menciona haber tenido el texto hebreo, pero que al final optó por sólo revisar y corregir la traducción latina (llamada Vetus Latina), que ya existía previamente, para incluirla en su propia versión de la Vulgata.
En el Prólogo de la versión griega se menciona expresamente que se trata de una traducción vertida del hebreo por un nieto del mismo Ben Sirac, a fin de cultivar y edificar la de de los judíos de Alejandría y da una fecha: el año 132 a. C. A pesar de todo lo anterior, el origen hebreo del texto ha sido muy discutido. Hubo quienes llegaron a sostener que los textos hebreos encontrados en El Cairo eran una traducción, pero tras el hallazgo de los manuscritos de Qumran y Masada se sabe sin lugar a duda que fue escrito en hebreo.
La datación puede fijarse con cierta certeza porque Jesus habla elogiosamente del Sumo Sacerdote Simón, segundo de este nombre (Sirácides 50), que parece haber sido su contemporáneo. El traductor del libro al griego manifiesta que Jesús era su abuelo, y que él —el traductor— partió hacia Egipto en el año 38 del rey Evergetes (también segundo de ese nombre), es decir en 132 a. C..
Por una parte, el autor no sabe nada acerca de las persecuciones del pueblo judío por Antíoco IV Epífanes, y no ha oído hablar de la conquista de Jerusalén ni del saqueo del Templo, hechos que comenzaron en 170 a. C. Por tanto, el libro debe haberse escrito antes, alrededor de 180 a. C. En esos tiempos el helenismo había hecho presa de la nación judía, y contra esta invasión de cultura foránea habría preconizado Ben Sirac. Es posible que originalmente el libro no haya sido compuesto como un todo, sino que resultara de la edición conjunta de una colección de varios textos, adecuadamente ensamblados. Desde hace mucho tiempo, estudiosos como Nicolás de Lira, Cornelio de Lapide y Eichhorn han propuesto que se reunieron por lo menos cuatro bloques: el primero, los capítulos 1 a 23; el segundo, 24 a 42,14; el tercero, un Laus Patrum 42,15 a 50,24; y el cuarto el poema sobre la búsqueda de la sabiduría 51,13-30. El libro constituye un inapreciable y casi único testimonio de la realidad de su tiempo y de las costumbres y usos judíos de entre la fecha de la composición original y la de la traducción del nieto de Sirácides (130 a. C.).
Canonicidad
No ha sido incluida en el Tanach judío. El Concilio de Jamnia (Yavne), en el que los judíos fariseos finalmente intentaron definir su propia colección de textos religiosos tenidos por sagrados, en fecha tan tardía como el año 95 d. C., decidió no incluirlo en el Tanach. Se ha argumentado que el libro de Sirácides contiene expresiones de desprecio a la figura femenina, o antifeminismo así como influencias de la filosofía de la escuela epicúrea. Si bien ya ha quedado demostrado que tales ideas existen en varios otros textos de la Biblia, y de los pensadores judíos y cristianos a través de los tiempos.
Fue usado, sin embargo, por las comunidades esenias de Qumrán, y hay citas de la obra de Sirácides incluso en el Talmud y en la literatura rabínica. El Talmud Babilónico (Baba Qamma 92b) cita el Capítulo XIII del Libro del Sirácida como si proviniera de la Tanach Judía. Y varios de los grupos judíos marginales, a través de los tiempos, lo han ido aceptando como tal: los antiguos esenios de Qumrán, los revolucionarios zelotes de Masada, los judíos caraítas, durante la Edad Media, y los Beta Israel en Etiopía. Ha sido incluido en la Biblia israelita griega alejandrina, llamada Septuaginta, con el nombre de Libro de la Sabiduría y la Virtud y, a raíz de ello, ha sido incluido en todos los antiguos códices conocidos de la Escritura en griego, y en todas las versiones y ediciones copiadas a partir de esos mismos códices. La liturgia judía y también la cristiana lo han atesorado e incluido en sus celebraciones, ritos y ceremonias.
Las Iglesias Cristianas Ortodoxas, así como las diferentes Iglesias Orientales, y la Iglesia Católica lo reconocen como parte integral del Canon de la Biblia. Debido a que no ha sido incluido en el Canon de la Tanach Judía, que es el libro sagrado oficial del judaísmo contemporáneo, su canonicidad ha sido rechazada por las iglesias protestantes,2 que por defecto excluyen los deuterocanónicos de sus propias versiones y ediciones de los textos sagrados.
Contenidos
Tal como el mismo nieto de Sirácides señala en el Prólogo, el Libro se dirige a los judíos piadosos, deseosos de regir su propia vida de acuerdo con la Ley, sin olvidar a los paganos que deseen saber qué les espera al asumir al Dios, la fe y las tradiciones propias de los judíos.
Sirácides intenta mantener la integridad de la fe religiosa yahvista, y poder contribuir a la depuración y purificación de usos y costumbres, que cada vez se iban tiñendo más de infiltraciones helenísticas.
Enseñanza
El Sirácida contiene sobre todo máximas éticas, por lo que se asemeja considerablemente a los Proverbios. Se ignora si Sirácides fue el autor original o sólo se trató de un compilador. Aunque el estilo uniforme mostrado por el libro parece indicar lo primero. Trata temas diversos, desde sencillas reglas de cortesía, humanidad y urbanidad, preceptos sobre el culto, superación de pruebas y el temor del Señor, hasta las normas respecto de los deberes para con el estado, la sociedad y el prójimo.
La misma índole del texto, que parece una selección de frases, proverbios y poemas de muy diversas fuentes, da pie a las disputas sobre la unidad de su origen, así como la lengua en la que fue escrito. Al parecer, algunos himnos a la sabiduría, o a Dios creador, sirven de enlace entre los diferentes conjuntos de los textos. El primero, que trata de la sabiduría, y del temor de Dios, al que siguen diversas sentencias y recomendaciones acerca de la forma de adquirirla. El segundo, sobre la diferencia entre la senda del bien y la del mal, pasando por diversos estados de vida, y luego los oficios, y los temperamentos. En el tercer conjunto, se trata ampliamente sobre la discreción y la codicia. Y acaba con un himno de la sabiduría que se alaba a sí misma.
El epílogo invita al lector a acudir a las fuentes de la sabiduría. A continuación siguen dos suplementos: uno, sobre el temor de Dios, y otro, sobre la muerte. Si bien, el Eclesiástico no presenta un plan organizado y premeditado; ya que trata de temas diversos, y se va saltando de unos a otros, puede identificarse en él, al menos, algunas cuatro líneas doctrinarias principales:
Los judíos pueden definir a Dios
La enseñanza sobre Dios sólo es impartida por los judíos de Israel, que enseñan que Dios es nuestro padre, que Él creó el mundo y todo lo que contiene, que es bueno, moral, e infinitamente sabio, que sabe si somos justos o injustos, y que premia a los buenos, y castiga con gran severidad la maldad del injusto e impío.
Premio y castigo en este mundo y más allá
Como otros autores de la literatura sapiencial, Sirácides se enfrenta al problema del que en el judaísmo se suele dar énfasis a premios y castigos. Como dice Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Proverbios 3, 33». Biblia versión Reina-Valera (Wikisource). "La maldición de Jehová está en la casa del impío,pero bendecirá la morada de los justos", Sirácides declara que "hay un salario para quien practica la justicia" (16:14); sin embargo, asume la dramática experiencia expuesta en el libro de Job y abiertamente dice:
Si te decides a servir al Señor, preparate para la prueba. (2:1)
Como en el libro de Job queda establecido que aun los justos padecen y sufren calamidades, pero que existe un Dios que aprecia la insistencia del hombre en confiar en él, en su buena voluntad a pesar de, en su sabiduría, y en una recompensa después de la muerte. Lejos de asumir que retribuciones y castigos son sólo temporales, es decir, que cada quien recibe en esta vida todas las consecuencias de sus propios actos, declara enfáticamente: Para Dios es cosa fácil pagar al hombre el día de la muerte lo que mereció por su conducta. (11:26). Mira el cielo y el cielo de los cielos, el abismo y la tierra serán sacudidos a la hora de su visita. (16:18) En todo lo que hagas ten presente tu final, y nunca pecarás. (7:36)
Aunque Sirácides no sabe cómo retribuirá Dios a cada uno según sus obras, señala que "Henoc agradó a Dios y fue arrebatado, ejemplo de ciencia para las naciones" (44:16) y Elías fue "arrebatado al cielo en un torbellino, entre tropeles de fuego" (48:9). Cree entonces tanto en una retribución después de la muerte como señala ejemplos de una recompensa celestial.
Llama al arrepentimiento para evitar el castigo: Conviértete al Señor y deja tus pecados, suplica ante su faz y quita los obstáculos... ¡Que grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que a él se vuelven! (17:25,29)
La riqueza no es virtud
Prescindiendo de todo nihilismo, el Eclesiástico procede a hacer una moderada crítica de los ricos: la riqueza puede denotar inteligencia de parte de quien la ha amasado, pero no garantiza virtud, piedad ni justicia. Tiene un valor muy relativo y es peligrosísima para la salud espiritual de quien se regocija en ella. El verdadero camino, entonces, es la moderación y especialmente la solidaridad con el necesitado:
No burles al pobre su sustento, ni desprecies al que suplica amargamente. No dejes sufrir al hambriento ni vires para alejarte del abatido. (4:1-2)
Declara que el orgullo es una ofensa para los humanos y también para Dios (10:7), que elige a los humildes: Cuanto más grande seas, más deberás humillarte; así agradarás a Dios. Porque grande es la misericordia del Señor y él revela a los humildes sus secretos. (3:18-20)
Influencia
La notoria influencia del Sirácida se siente en todo el Nuevo Testamento:
Especialmente en la Epístola de Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Santiago 1,2-4.6-9.12-14.19.21;2,9;3,1-13.18;5,4». Biblia versión Reina-Valera. También en los Evangelios: Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Juan 13,31;14,10.14.15.21.23.28;15,1.8.15». Biblia versión Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Mateo 5,42;10,10;11,25;15,4-6;20,26-29; 21,28-31». Biblia versión Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Lucas 7,35;9,57-59;10,21;14,28-37». Biblia versión Reina-Valera; En las cartas de Pedro (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «1 Pedro 2,12;3,20;4,12». Biblia versión Reina-Valera. y Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «2 Pedro 2,5». Biblia versión Reina-Valera; En las cartas de Pablo (v.g. Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Romanos 2,21». Biblia versión Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Filemón 16». Biblia versión Reina-Valera; Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «1 Timoteo 6,10». Biblia versión Reina-Valera y En Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Apocalipsis 3,18». Biblia versión Reina-Valera.
El Libro de Baruc
El Libro de Baruc (también llamado de Baruk o Baruch) es un libro perteneciente a la Biblia católica que se encuentra en el Antiguo Testamento, perteneciente al grupo de los libros conocidos como apócrifos por los protestantes. Se encuentra ubicado entre Lamentaciones y Ezequiel, como parte de los libros proféticos.
Canonicidad
Como se carece del texto original hebreo de Baruc, se lo ha considerado apócrifo y se lo ha excluido de las biblias judías y protestante. Para los que pertenecen a la Iglesia católica y ortodoxa, sin embargo, Baruc es inspirado y por lo tanto canónico.
En efecto, este libro sólo aparece en la versión griega de los LXX y en la Vulgata latina . En estas dos biblias, forma con Lamentaciones un apéndice conceptual al Libro de Jeremías.
Origen
El libro de Baruc existió primeramente como tres partes separadas e independientes que más tarde fueron reunidas y resultaron en el libro actual. La pieza más antigua (dos poemas, Bar. 3:9-5:9) pertenecen al siglo III a. C. Ya en tiempos de los Macabeos, un último redactor añadió el prólogo y la parte final y atribuyó el todo al profeta Baruc, secretario y amanuense de Jeremías, lo que demuestra la influencia de este último en aquel tiempo y lugar.
La Septuaginta muestra separado el capítulo 6 de Baruc, que se llama "Carta de Jeremías" y en las biblias de ciertas religiones se encuentra como libro separado. La Vulgata, en cambio, la junta con el libro de Baruc y la numera como un capítulo más. La Carta de Jeremías es un discurso apologético contra la idolatría, y desarrolla aún más los conceptos estudiados por Jeremías e Isaías.12 Baruc hace una fuerte declaración en contra de la confección, adoración y fe en los ídolos hechos en maderas y revestidos de oro, plata y otros materiales. Esta costumbre la adquirió del pueblo de Babilonia que representaban deidades con imágenes hechas por manos de hombres (Baruc capítulo 6 ó Carta de Jeremías)
Época
Por la teología que conviene y el estilo, los estudiosos suelen datar el texto del período de la rebelión de los Macabeos; es difícil establecer mayores precisiones. Las cartas fueron reunidas en un sólo libro en el año 100 a. C.
Estructura
El libro de Baruc está formado por las siguientes partes:
Inscripción;
Introducción narrativa (1:3-14);
Plegarias (1:15-3:8);
Primer poema (3:9-4:4); y
Segundo poema (4:5-5:9).
Las plegarias, de carácter cultural, constituyen el canto de los exiliados. En ellas, el pueblo reconoce la manera espantosa en que ha pecado y solicita a Dios la liberación de sus sufrimientos.
El primer poema es de naturaleza didáctica: Israel ha de retornar a Yahveh para ser feliz o sucumbir entre daños y lamentos. El segundo está compuesto de cantos de consuelo y lamentación.
Apocalipsis siríaco de Baruc
El Apocalipsis siríaco de Baruc, también conocido como Libro II de Baruc, o 2 Baruc, es un escrito apócrifo israelita del Antiguo Testamento de finales del siglo I, después de la caída de Jerusalén (año 70) o de comienzos del siglo II. Aunque es considerado apócrifo, y ni para el judaísmo ni para el cristianismo hace parte del canon bíblico, se encuentra en la Peshitta, la versión siríaca de la Biblia. Tiene 87 capítulos.
Aunque el Libro de Jeremías canónico presenta a Baruc como secretario de Jeremías, el Apocalipsis de Baruc lo trata no sólo como profeta, como el Libro de Baruc, sino que además le otorga un papel aún más importante que el de Jeremías. Este libro apocalíptico tiene un estilo similar a las escrituras atribuidas a Jeremías ― una mezcla de oraciones, lamentaciones y visiones ―. Los eruditos lo consideran como una reacción a la caída de Jerusalén, y particularmente del templo. Según el texto, los objetos sagrados del templo fueron rescatados de la destrucción por ángeles, y están reservados para cuando sea reconstruido.
La primera parte del libro se estructura en tríadas ―tres ayunos, cada uno seguido por tres visiones y luego por tres discursos al pueblo―. Las visiones son notables para su discusión de la teodicea, el problema del mal, y un énfasis en el predestinación. En los capítulos 56 y 74, el ángel Ramiel hace una interpretación mesiánica de la visión de Baruc de «las aguas negras y las aguas blancas», descifrando el sentido de la historia del pecado y la redención. La segunda parte del texto es una larga carta de Baruc a «las nueve y media tribus» (76-86), que muchos eruditos creen que era originalmente un documento separado, que discute la importancia y la primacía de la Ley judía.
Apocalipsis griego de Baruc
El llamado Apocalipsis griego de Baruc, también conocido como Libro III de Baruc o 3 Baruc, es un escrito apócrifo israelita del Antiguo Testamento, atribuido a Baruc, escriba y secretario del profeta Jeremías durante el exilio en Babilonia (s. VI a. C.) Fue escrito en griego a finales del s. I o a comienzos del II. Pertenece al género apocalíptico. En la historia que se narra en el libro, Baruc se lamenta por la caída de Jerusalén (587 a. C.). Un ángel lo acompaña en un viaje al cielo, donde encuentra demonios y ángeles, después a Miguel, y luego reencuentra el templo celeste.
La Carta de Jeremías (Baruc 6)
Las "adiciones griegas" al Libro de Daniel:
La Oración de Azarías (Daniel 3:24-50) y El Himno de los tres jóvenes (Daniel 3:51-90)
La Oración de Azarías y el Cántico de los Tres Jóvenes, es un largo pasaje, presente en las biblias Católica y Ortodoxa, y que se ubica después del versículo 23, del capítulo 3 del Libro de Daniel. También se encuentra en la antigua traducción de la Septuaginta. El Artículo IV, de los Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia de Inglaterra, lo ha catalogado como no canónico (pero aun así, junto a otros textos apócrifos: "La iglesia debe leerlos para ejemplo de vida e instrucción de costumbres"). Suele ser omitido en algunas biblias protestantes, como una edición Apócrifa.
El pasaje incluye la Oración penitencial de Azarías (Abed-nego en babilonia, véase Daniel 1:6-7), mientras que los tres jóvenes estaban en el horno de fuego; una breve reseña de una figura que se reunió con ellos en el horno (un ángel, o según la interpretación de algunos cristianos, una prefiguración o Teofanía, de Jesucristo; y concluye con un himno de alabanza, el cual se canta con el estribillo Alabadlo y ensaldadlo por los siglos, la cual se repite muchas veces nombrando diversas características del mundo, todo al momento de darse cuenta de haber sido rescatados del horno por Dios.
El Cánto de los Tres Jóvenes es parte del conocido canon himnico, el cual se canta durante los maitines y otros servicios en la Iglesia Ortodoxa. Se puede encontrar en la Iglesia de Inglaterra, en el Libro de Oración Común bajo el nombre "Benedicite" y es uno de sus cánticos tradicionales. También es una canción opcional para maitines y servicios litúrgicos de la Iglesia Luterana. También, en forma de una versión abreviada o completa de la canción, aparece como el "Cántico del Antiguo Testamento", en la liturgia de los Laudes los domingos y en las fiestas del Oficio Divino de la Iglesia católica.
Textos y origen
La oración y el cánto de acompañamiento no se encuentran en texto hebreo/arameo del libro de Daniel, ni son citados en las antiguas citas judías que hasta hoy subsisten. Sin embargo, existe testimonio antiguos de ellos en textos Siríaco y Latín, pero especialmente en el griego.
Los orígenes de estos textos son sombríos. Si sus pates fueron compuestas originalmente en Griego, Hebreo o Arameo es algo incierto, aunque muchos eruditos modernos, concluyen sobre la base de la evidencia textual, que debió existir una edición semítica original. La fecha de composición de estos documentos es también incierta, aunque hay muchos eruditos que abogan por una fecha entre el siglo I y II antes de Cristo.
La Oración de Azarías
El texto de esta versión fue copiado de la Biblia del Oso de 1569, solo se ha modificado su ortografía, para hacerla un poco más entendible a nuestro contexto idiomatico.
1 Y andaba en medio de la llama alabando a Dios y bendiciendo al Señor. 2Y estando en pie Azarías, oró de esta manera, y abriendo su boca dijo en medio del fuego; 3 Bendito eres Señor Dios de nuestros padres, tu nombre es digno de ser alabado y glorioso por siglos. 4 Porque eres justo en todas las cosas que con nosotros has hecho; y todas tus obras son verdaderas y derechos tus caminos, y todos tus juicios verdaderos. 5 Porque juicios verdaderos has ejercitado en todas las cosas que has hecho contra nosotros y contra la Santa Ciudad de nuestros padres, Jerusalén; porque con verdad y con juicio trujaste todas estas cosas por nuestros pecados. 6 Porque pecamos e hicimos iniquidad, que nos apartamos de tu y en todas las cosas ofendimos. 7 Que ni obedecimos tus mandamientos ni los guardamos, ni hicimos lo que nos mandaste para que oyésemos bien. 8 Y todo lo que nos impusiste e hiciste, lo haz hecho con verdadero juicio. 9 Nos entregaste en mano de enemigos inicuos, inimicísimos, apostatas; a rey injusto y el más malo de toda la tierra. 10 Y aún ahora no podemos abrir la boca; vergüenza y confusión somos hechos a tus siervos, y a todos los demás que te honran. 11 No nos entregues, pues, para siempre por tu Nombre, ni rompas tu Concierto. 12 Ni apartes de nosotros tu misericordia por Abraham tu amado y por Isaac tu siervo, y por Israel tu Santo. 13 A los cuales hablaste, prometiéndoles que habías de multiplicar si simiente como las estrellas del cielo y como la arena del que está a la orilla de la mar. 14 Porque, Señor, los más disminuidos somos de todos los pueblos que hoy son en el mundo, y humillados por nuestros pecados. 15 En este tiempo ni tenemos príncipe, ni profeta, ni capitán, ni holocausto, ni sacrificio, ni presente, ni incienso, ni aun lugar para ofrecer primicias delante de ti, 16 Para alcanzar tu misericordia; por tanto con anima quebrantada y espíritu humillado seamos recibidos de ti. 17 Y como si holocausto de carneros y de toros y muchos millares de corderos gruesos te fuesen ofrecidos, así sea hoy, delante de ti, nuestro sacrificio, y sea recibido en tu presencia; porque los que en ti pusieron su confianza, nunca se avergonzaran. 18 Y pues ahora, de todo corazón, te seguimos, tememos y buscamos tu rostro, 19 No nos avergüences; antes nos trates según tu clemencia y según la grandeza de tu misericordia. 20 Libranos conforme a tus maravillas y gana, Señor, gloria para tu Nombre. 21 Y sean avergonzados los que hicieron mal a tus siervos y de toda tu potencia sean confundidos, y toda su fuerza sea quebrantada; 22 Y conozcan, Señor, que tu solo eres Dios, y digno de ser glorificado en toda la redondez de las tierras. 23 Entre tanto, los criados del rey, que los habían echado (a saber en el fuego), no cesaban de encender el horno con alquitrán, pez, estopas y sarmientos. 24 Y la llama se esparcía y salía sobre el horno cuarenta y nueve codos. 25 Y quemó a los caldeos que halló cerca de si. 26 más el ángel del Señor, que había descendido en el horno juntamente con los que estaban con Azarías, 27 Sacudiendo del horno la llama de fuego, levantó en medio del, como un roció que sonaba y el fuego en nada les tocó ni les dañó, ni les dio alguna molestia.
El Cántico de los Tres Jóvenes
El texto de esta versión fue copiado de la Biblia del Oso de 1569, solo se ha modificado su ortografía, para hacerla un poco más entendible a nuestro contexto idiomatico.
1 Entonces, aquellos tres, como de una boca, alababan a Dios y con gloria y alabanza lo celebraban así: 2 Bendito eres Señor Dios de nuestros Padres, digno de ser alabado y ensalzado por siempre; Bendito es el Nombre de tu gloria, santo sobremanera digno de ser loado y sobre ensalzado en todos los siglos. 3 En el templo de tu Santa Majestad eres digno de ser predicado y digno de ser celebrado con alabanzas eternas, en grande manera, glorioso. 4 En la silla gloriosa de tu reino eres digo de ser predicado y digno de ser honrado por todos los siglos con toda suma alabanza y gloria. 5 Digno eres de ser predicado, que penetras con tu vista lo más profundo de los abismos y estás sentado sobre los Querubines, digno de ser muy celebrado y ensalzado por eternos siglos. 6 En el firmamento del cielo eres digno de ser predicado y en grande manera celebrado, glorioso por los siglos. 7 Predicad al Señor todas las obras del Señor y alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 8 Ángeles del Señor, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 9 Cielos, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 10 Todas las aguas, que están sobre los cielos, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 11 Todas las virtudes del Señor, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 12 El sol y la luna, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 13 Estrellas del cielo, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 14 Toda lluvia y roció, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 15 Todos los vientos, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos.
16 El fuego y el calor, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 17 El frío y el calor, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 18 Rocíos y aguas de las nieves, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 19 El hielo y el frío, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 20 Nieblas y nieves, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 21 Las noches y los días, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 22 La luz y las tinieblas, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 23 Los relámpagos y las nubes, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 24 La tierra, predique al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 25 Los montes y los collados, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 26 Todo lo que en la tierra produce, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 27 Las fuentes, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 28 Los mares y los ríos, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 29 Las ballenas y todo lo que se mueve en las aguas, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 30 Todas las aves del cielo, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 31 Las bestias y todos los ganados, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 32 Los hijos de los hombres, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 33 Predique Israel al Señor; alábelo y ensálcelo en los siglos. 34 Sacerdotes del Señor, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 35 Siervos del Señor, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 36 Espíritus y ánimás de los justos, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 37 Santos y humildes de corazón, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos. 38 Ananías, Azarías y Misael, predicad al Señor; alabadlo y ensalzadlo en los siglos; porque nos libró de los infiernos y nos defendió del poder de la muerte y del medio del horno ardiente en llamas, del medio del fuego nos libró. 39 Confesad al Señor porque es bueno, porque hasta el siglo es su misericordia. 40 Todos los honradores del Señor, predicad al Dios de los dioses; alabadlo y reconocedlo, porque su misericordia pertenece a todos los siglos.
Canto de los tres jóvenes en el horno
El Horno Ardiente es una historia del Libro de Daniel (capítulo 3) en el Tanakh (Antiguo Testamento). Es una historia conocida entre judíos y cristianos.
En la historia tres jóvenes judíos: Ananías (Shadrach), Misael (Meshach) y Azarías (Abednego) desafían la orden del rey Nabucodonosor II de Babilonia de que se inclinen y adoren un ídolo de oro que mandó construir el monarca. Nabucodonosor, furioso, ordena que los muchachos sean arrojados a un horno, donde milagrosamente no son quemados por las llamas y sobreviven a la experiencia incólumes. El rey contempla en el horno a una cuarta figura (un ángel o espíritu divino) y el rey espantado se acercó a la puerta del horno de fuego y les dijo a los tres que salieran. Después de que los tres jóvenes salieron del horno, Nabucodonosor decretó que cualquiera que dijere blasfemia contra el Dios de los judíos sea descuartizado y su casa convertida en muladar por cuanto no hay dios que pueda salvar como éste. (Daniel 3)
En la versión de la biblia católica de esta historia se añaden dos partes adicionales que tienen lugar mientras los tres jóvenes están dentro del horno. En la "oración de Azarías", Azarías confiesa sus pecados y los pecados del pueblo de Israel y pide a su Dios que los salve para demostrar su poder a los babilonios. Entonces un ángel acude y hace que el interior del horno se vuelva fresco y agradable, y los tres jóvenes cantan un himno de alabanza a su Dios por salvarles, la "Canción de los Tres jóvenes", que se explica más adelante.
El canto de los tres jóvenes
El Canto de los tres jóvenes en el horno es un pasaje deuterocanónico que aparece tras el Daniel 3:23 en las Biblias católicas y ortodoxas, así como en la traducción griega antigua de la Septuaginta. No es reconocida como canónica por las tradiciones protestantes, considerándola como una adición apócrifa.
Según el relato, el rey de Babilonia Nabucodonosor II, construye una estatua de oro suya y ordena que sea adorada por todos sus súbditos. Estos tres jóvenes judíos que formaban parte del exilio hebreo en Babilonia, se niegan a adorar la estatua. El rey enloquece y manda asesinarlos introduciéndoles en un horno. Un ángel les protege del fuego y finalmente el rey decide dejarles marchar. La oración y la canción no se encuentran en el texto arameo/hebreo del libro de Daniel, ni son citados en ningún texto antiguo existente. Sin embargo sí aparece en ciertas tradiciones como la griega, la siria y la latina. Los orígenes del canto no son muy claros. Es incierto si el texto fue escrito originalmente en hebreo (o arameo) o en griego, aunque investigadores modernos concluyen que con base en la evidencia de la redacción, lo más probable es que fuera escrito originalmente en lengua semítica. La fecha de la autoría es asimismo incierta, aunque ciertos investigadores se muestran a favor de la primera o segunda centuria antes de Cristo.
Uso litúrgico
La canción de los tres jóvenes está incluida en la odas 7 y 8 del canón himnográfico, un himno matinal cantado en el servicio de maitines y en otras ocasiones en la Iglesia ortodoxa oriental. La festividad de los tres jóvenes se celebra el 17 de diciembre junto con la del profeta Daniel. Los cristianos ortodoxos también conmemoran el milagro del horno ardiente en los dos domingos anteriores a la Navidad. La lectura del milagro y el canto del himno también se prescriben para la liturgia de vísperas celebrada por los ortodoxos en Sábado Santo. Los cristianos luteranos también conmemoran a los tres jóvenes, considerados profetas, en su santoral el 17 de diciembre junto al profeta Daniel.
Uso político
En el siglo XVII en Inglaterra, los cuáqueros utilizaron esta historia de la Biblia para justificar su rebelión contra las diferencias judiciales, que ellos llamaban "Hat honour" (honor de sombrero).1
Personajes
Ananías (Shadrach)
Ananías (en hebreo "Yahvé es lleno de gracia")es un joven hebreo en el Libro de Daniel en la Biblia, a quien Nabucodonosor llama Shadrach.
En el universo bíblico se lo considera de una noble familia judía.
Fue llevado cautivo a Babilonia tras la conquista del reino de Judá.
En Babilonia fue educado para servir en la corte real.
Fue rebautizado como Shadrach (un título honorífico para un dios babilonio.
Junto con sus compañeros Daniel (Beltesazar), Mishael (Meshach), y Azarías (Abednego), rechazaron los alimentos del rey y comieron sólo vegetales para mantener su identidad judía.
Junto con Mishael y Azarías se negó a inclinarse y adorar al ídolo de oro del rey Nabucodonosor, lo que llevó al episodio del horno ardiente.
Misael
Misael, cuyo nombre babilonio era Meshack fue uno de los tres jóvenes compañeros judíos del profeta Daniel (Daniel 1:7; 2:49; 3:12-30). Su nombre significa "alimentar" o "proveer" (refiriéndose al papel del padre de familia) en Hebreo. Su nombre Meshach posiblemente derivado de Mi·sha·aku, es aparente un giro lingüístico de "¿Quién es como Aku?" "¿Quién es como Dios?".
Azarías
Azarías es el tercero de los tres jóvenes compañeros del profeta Daniel. Su nombre babilonio es Abed-nego. En hebreo es עֲבֵד־נְגוֹ. El nombre babilonio parece una corrupción deliberada de Abednebo, (servidor de Nebo) o Abednergo (servidor de Nergal).
Rey Nabucodonosor
Influencia en la cultura
La historia del horno ardiente es aludida en la canción Shadrach del álbum Paul´s Boutique (1989) de los Beastie Boys.
La historia también se trata de un tema bastante común en la música reggae.
La historia del horno ardiente se cuenta en la canción The Fourth Man in the Fire de Johnny Cash.
La historia apareció en el video Veggie Tales.
El autor William Vollman presenta una visión idiosincrática de estas historia para expresar el color naranje en su relato "Scintillant Orange" de su colección The Rainbow Stories.
El autor Robert Silverberg escribió una novela de ciencia ficción titulada Shadrach en el horno.
La película de Serguéi Eisenstein Iván el Terrible incluye una representación de la historia en la Catedral de la Dormición en el Kremlin de Moscú.
La letra de la obra de música electoacústica Gesang der Jünglinge del compositor Kalheinz Stockhausen está compuesta de los extractos bíblicos que conforman la historia de los tres jóvenes en el horno.
La Historia de Susana (Daniel 13)
La Historia de Susana es un breve texto independiente asociado al Libro de Daniel. Es un caso similar a la Historia de Bel y el Dragón en el mismo libro. Forma parte de la versión griega de la Biblia conocida como Septuaginta, cuyo origen se remonta al Siglo III a.C., aunque algunas partes pueden ser posteriores. Aparece, además, en otra versión griega denominada de Teodoción, editada en el Siglo II de la Era Cristiana, en ambas forma parte del Libro de Daniel. El mismo criterio ha sido seguido por las tradiciones cristianas tempranas , como las ortodoxas, orientales y la católica.
Desde las investigaciones de Henry Barclay Swete y Alfred Rahlfs, todos los estudiosos de los escritos bíblicos, han destacado que se trata de dos cuerpos de texto completamente independientes entre sí, así como del Libro de Daniel. El nombre de Susana procede del hebreo שושנה, shoushannah, pasando por el griego σουσαννα, sousanna, que puede traducirse al español como el cono del cuerpo de ciertos instrumentos musicales de viento (como el de la trompeta), y también como el cono formado por la disposición o la articulación de pétalos de flores de ciertas variedades. Actualmente se usa, de forma consensual, para hacer referencia a la flor de azucena, la flor de lirio blanco, un símbolo ancestral de la pureza, y de la castidad e integridad sexual de la mujer.
Canonicidad
La canonicidad de las Historias de Susana y de Bel y el Dragón ha sido debatida porque estos escritos no han sido incluidos en el Tanaj judío, así como tampoco en el llamado Texto Masorético, y los judíos actuales, aun cuando ven en ellas relatos que revisten valores y enseñanzas de carácter moral, no las han acogido como textos sagrados.
Entre los padres de la iglesia, y los apologistas cristianos de los primeros Siglos, Orígenes2 defendió la canonicidad de la Historia de Susana, y ésta fue citada como Escritura por Ireneo de Lyon,3 Hipólito de Roma4 Cipriano de Cartago5 y Cirilo de Jerusalén.6 Jerónimo de Estridón incluyó las Historias de Susana y de Bel y el Dragón al final de su propia versión al latín del Libro de Daniel, mas colocó ante ellos una breve nota advirtiendo que ellas no habían sido encontradas en versiones hebreas, y que él las transcribía siguiendo la Versión de Teodoción.
Las distintas iglesias de Oriente, que incluyen las iglesias cristianas ortodoxas, cópticas y siríacas, así como la Iglesia católica en Occidente, avalan ambos textos al reconocerlos como parte integrante del Canon de sus Biblias, y los han acogido entre los documentos deuterocanónicos. Algunas tradiciones los asocian de lleno al Libro de Daniel, como si se tratase de otros dos capítulos de dicho documento, aun cuando los llaman por nombres muy distintos, de acuerdo con las distintas tradiciones. Los grupos protestantes, y otros grupos cristianos con ideas diferentes de los antes citados, rechazan estos textos, así como los otros deuterocanónicos, que ellos desconocen, y que han llamado apócrifos.
La Comunión Anglicana, e iglesias afiliadas a la misma, tales como la Iglesia de Inglaterra y la Iglesia Episcopal —mismas que representan posturas intermedias entre el catolicismo y otros protestantismos—, por su parte, en el Artículo VI de su Declaración de 39 Artículos, describen estos textos como libros "que la iglesia debe leer como ejemplo de vida e instrucción conductual, más que no deben ser utilizados para establecer doctrina alguna", y los han publicado en los apéndices de algunas de sus Biblias; la cuál es una práctica asumida por ciertas importantes versiones y ediciones protestantes.
Manuscritos
La versión del Libro de Daniel ha sido encontrada en pocos manuscritos de la Septuanginta: el Codex Chisianus 88,9 el Codex Syro-Hexaplaris Ambrosianus10 y el Papyrus 96711 (de comienzos del Siglo III). Los manuscritos muestran un orden diferente. El Papyrus 967, por ejemplo, organiza todo el Libro de Daniel con un orden diferente al que leemos actualmente: 1-4, 7-8,5-6, 9-12, y, en seguida, la Historia de Bel y el Dragón, y, al final de ésta, la Historia de Susana.12
En su propia versión de la Biblia, Teodoción colocó la Historia de Susana al comienzo del Libro de Daniel. Y, al final de la misma, agregó una nota en la que dice, de manera textual: "Y Daniel se hizo grande delante del pueblo desde el día aquel." Con la inserción tardía de esta anotación, Teodoción proponía que el texto de la Historia de Susana sirviese de apertura al resto de los textos del Libro de Daniel. La posición que ocupa la Historia de Susana en el Libro de Daniel en las Biblias católicas actuales, como Capítulo 13, es la que le asignó Orígenes en su edición políglota de los escritos bíblicos, o sea, en las Hexaplas. Numerosas versiones modernas de los tres o cuatro textos o pasajes deuterocanónicos comúnmente asociados al Libro de Daniel, han sido transcritas a partir de la versión tardía de Teodoción.
Contenido
Susana, una bella mujer, esposa de Joaquín, un rico e influyente judío en el Exilio Babilónico, es vista y deseada por dos ancianos que habían sido nombrados jueces entre los judíos en el exilio en Babilonia. Los dos viejecillos se ponen de acuerdo para sorprender a solas a Susana y así abusar de ella.
En su versión tardía de este documento, el judío Teodoción agrega unos detalles que indican que Susana se estaba preparando a recibir un baño con aceites y esencias aromáticas en el justo momento de ser interceptada por los dos viejecillos. Los detalles del "baño de Susana", que enuncia Teodoción en su Versión tardía, causaron gran impacto a través de los Siglos en la mentalidad de múltiples artistas, músicos y escritores del Mundo Occidental, que siguieron de cerca la saga del relato de acuerdo con la tardía versión de Teodoción.
El texto Griego Antiguo del Libro de Daniel asentado en la Biblia Griega de los LXX, bastante más temprano, sin embargo, no dice que Susana fuera a tomar un baño en ese instante. Y dice, simplemente, que, un día en que Susana pasea por el vergel13 de su marido, los viles viejecillos la sorprenden, y entonces la presionan, e intentan convencerla de que se les entregue sexualmente. Susana los enfrenta, y les responde: «Sé que, si hiciere esto, muerte es para mí; y que, si no lo hago, no escaparé de vuestras manos. Más bello, sin embargo, para mí, caer en vuestras manos, no habiendo hecho esto, que pecar ante el rostro de SEÑOR...» —Historia de Susana [Daniel 13], Versos 22-23.
Los dos ancianos jueces, al verse rechazados, acusan a Susana de adulterio, y ésta es llevada a juicio, donde los dos ancianos testifican falsamente en su contra haberla visto reposando con algún jovenzuelo en algún cierto paraje del vergel de su esposo. En su Versión tardía, Teodoción intenta conferir al relato elementos dramáticos, y dice que Susana, levantando sus ojos al cielo, lloraba a grandes voces al clamar la intervención divina. Por contraposición casi perfecta, el texto original de los LXX, siempre más reservado, más libre de detalles excesivos, dice sencillamente que Susana, inclinada, lloraba en su interior mientras clamaba la intervención divina. Y, ante la importancia y la "credibilidad" de sus acusadores, Susana es condenada a morir apedreada. Mas, cuando es llevada por la congregación para ser lapidada, el profeta Daniel, que por aquel entonces, es sólo un tierno niño, aprendiz de las artes de la consejería, con miras a ejercerla al servicio del rey Nabucodonosor, detiene el cortejo del pueblo que lleva a Susana hacia el sitio de su lapidación, reprende a la gente por estar actuando sin conocimiento pleno de la causa, y pide separar a los dos viejecillos para interrogarlos con inteligencia.
(Esta sencilla idea representa en sí misma un considerable aporte y adelanto temprano en materia de averiguaciones y procedimientos tendientes a aclarar y deslindar acciones y participaciones de las partes que han sido involucradas en litigios, o en hechos delictivos.)
Y, tal como sucede en los procesos en los que se implementa dicho procedimiento, los dos falsos testigos incurren en tremenda inconsistencia o contradicción en sus declaraciones cuando el jovencillo les pregunta bajo qué árbol vieron a Susana recostada con su supuesto amante. Uno de ellos dice: "Debajo de un lentisco." Y el otro de ellos dice: "Debajo de una encina." Ante la evidencia del falso testimonio de los jueces, la bella y noble dama es exonerada de todos los cargos que habían sido afincados en su contra, y los dos viejecillos mueren ejecutados en lugar de Susana.
La enseñanza moral de esta historia se centra en la elección de Susana de respetar a Dios antes que acomodarse al influjo de los malos por temor a perder todos sus privilegios como una dama noble, rica y acomodada. Y busca contrastar, por otra parte, la conducta perversa y corrupta de dos ancianos jueces prestigiados, con la sabiduría e inteligencia, candor e ingenuidad de un tierno jovencito, hacer un gran elogio a las virtudes de los más jovencitos, e ilustrar la idea de que Dios socorre a los justos que prefieren sufrir a manos de los malos antes que ofenderlo a él.
Lengua original
Los manuscritos griegos de la Historia de Susana son la fuente de las traducciones a otros idiomas. Los expertos discuten si el griego fue el idioma original, o si los manuscritos griegos, tanto de los "LXX", como de Teodoción, son traducciones del hebreo o del arameo. Canton ha estimado que este documento pudo ser escrito en la primera parte del Siglo I a.C.
En favor del origen griego, se argumenta por ejemplo, que el uso de parónimos griegos para construir un juego de palabras entre él árbol que escoge cada falso testigo y la sentencia que pronuncia Daniel para cada uno: el primero responde que fue bajo un σχινον, "skhinón", el cuál es traducido como acacia o lentisco, y Daniel le responde que un ángel "σχισει σε μεσον", "skhiséi se meson", "partiráte a mitad"; el segundo responde que fue bajo un "πρινον", "prinón", el cuál es traducido como roble o encina, y Daniel le responde que un ángel "πρισαι σε μεσον", "prisái se meson", "trozaráte a mitad".
Sin embargo es posible que una traducción se esfuerce en mantener figuras literarias encontradas en un original, tal como en este caso hace la traducción inglesa de The Anchor Bible contrasta "yew" (tejo) con "hew" (tajar) y "clove" (clavero) and "cleave" (quebrar). Algunos estudiosos sugieren que los juegos de parónimos habrían sido un aporte del traductor al griego. En favor de un original hebreo, se ha argumentado la presencia de la Historia de Susana en la versión griega del judío Teodoción, que hizo una traducción docta del Libro de Daniel desde el hebreo. Algunos estudiosos ya han considerado la posibilidad que los fragmentos 4Q551 de Qumrán, hayan correspondido al texto hebreo de Susana, aunque otros consdieran que podría tratarse de fragmentos de Jueces.
Historicidad
Los Versos 1-5 dan algunos detalles sobre el contexto histórico, social y cultural de este relato; entre ellos, la riqueza e importancia de Joaquín entre los desterrados, y el hecho de que dos malos ancianos, acerca de los cuales hubiera dicho Dios algunas cosas, hubieran sido electos como jueces "durante ese año".
Estos cinco Versículos no existen en el texto de la Biblia LXX. Teodoción los agrega en su Versión tardía (hacia el Siglo II) recurriendo a los textos del Libro de Jeremías. En efecto, el Versículo 4 relata que, a la casa que Joaquín poseía en Babilonia, solían acudir de forma cotidiana numerosos judíos, por tratarse del "más distinguido de todos"18 los judíos. Esto representa una clara —aun cuando discreta—, forma de decir que el Joaquín de esta historia no es ninguno otro sino el rey Joaquín hijo de Joacim, último rey judío, que había sido llevado cautivo hacia el Exilio Babilónico por Nabucodonosor II de Babilonia, hacia el 606 a.C., durante el mes tercero de su breve reinado.
No se hace referencia de lleno a su realeza porque el pueblo judío evitaba referirse a cualquier hecho tocante a su teocracia en cualquier contexto ajeno a la comunidad judía avecindada en la llamada Tierra Santa (Cf. Salmos 137:5), así como también, de alguna forma, sucesos cualesquiera tocantes a la historia de la nación judía acontecidos fuera de dicha Tierra Santa. Confróntese, al respecto, la gran laguna histórica existente entre la conclusión del Libro [1 y 2 ]de las Crónicas, y el mucho más temprano reinicio del relato de la historia judía, tal como se presenta al inicio del Libro de Esdras[ y Nehemías], y que se identifica, con toda propiedad, en el breve resumen relatado en 2 Crónicas 36:20-21; donde se sintetiza, en sólo dos Versículos, todo lo acontecido a la nación judía durante los 70 años que durara el Exilio Babilónico.
Por cuanto se refiere a aquella otra expresión que reza textualmente que acerca de los viejos «había dicho SEÑOR que había salido maldad de Babilonia, de los ancianos jueces que parecían gobernar al pueblo», ciertos escrituristas han hecho observaciones referentes al hecho de que esta expresión no es la cita textual de ningún otro texto bíblico conocido. Mas, cuando se examina de forma cuidadosa, salta a la vista el hecho de que, en realidad, se trata de una forma irónica y sarcástica de referirse al texto en que el profeta Jeremías coloca unas palabras similares en boca de Yahveh: «[...] vosotros habéis dicho: "Yahveh ha suscitádonos profetas en Babilonia"» (Jeremías 29:15). Un poco más abajo, Jeremías denuncia a dos pseudoprofetas amantes de acostarse con esposas de sus conciudadanos exiliados (Jeremías 29:21-23).
Acerca de estos hechos, el célebre erudito judío ruso americano Isaac Asimov, en su Guía de la Biblia, declara lo siguiente: «Los "ancianos", o viejecillos, probaron ser malvados, y la tradición judía los identificó, por ello, con dos profetas denunciados como falsos por Jeremías. Pero como Susana es generalmente considerada una obra de ficción, una identificación tal necesita no ser tomada seriamente.» Esta postura escéptica hacia todo posible, presunto o presumible carácter histórico de este documento, sin embargo, refleja la postura parcialmente sesgada de un hombre de ciencia de orígenes judíos; quien, consecuentemente, solía ver al Tanaj, y no a la Septuaginta, como la norma básica del Canon de los libros tenidos por sagrados entre los israelitas. Refleja, así mismo, el muy profundo impacto que ciertos cristianismos de líneas protestantes llegaron a causar en la mentalidad del pueblo americano —la nación adoptiva del Dr. Asimov a su exilio de Rusia— durante su paso, del Siglo XVII al Siglo XX.
Es justo enfatizar, por otra parte, que, fuera de las series de criterios con bases en los cuáles los judíos excluyeron del canon del Tanaj, sistemáticamente, todos los documentos Deuterocanónicos, no hay argumentos sólidos para desestimar o cuestionar, de manera tajante, el valor o el carácter histórico y moral de dichos documentos. Aun cuando queda claro que, a nivel exegético, ha sido ciertamente muy laxa y muy escasa la labor realizada por exégetas bíblicos de todos los contextos; ya que, en pleno Siglo XXI, a más de 20 Siglos de la Era Cristiana, aún no se ha estudiado, de forma concienzuda y ordenada, profunda y detallada, y no comprometida con alguna postura confesional concreta, hechos muy importantes relativos a varios de estos documentos (los Deuterocanónicos).
Reminiscencias mitológicas
Susana se paseaba por los campos, como algunas deidades femeninas de la fertilidad del Mundo Antiguo. Aquí, la diosa Flora, como quedó representada en un muro de Pompeya hace unos dos mil años. No menos sugestiva y fascinante, sin embargo, se antoja la moción de ver en esta historia claras reminiscencias de mitos orientales de diosas o deidades femeninas de la fertilidad, y la fecundidad y exuberancia del reino vegetal: el nombre de Susana es la forma semítica del nombre de una flor, concretamente la azucena, o flor de lirio blanco; por otra parte, la alusión al paraíso, jardín, vergel, pomario o huerto del marido, y la presencia en este de árboles de nueces, tales como la encina y el lentisco, parece una muy clara referencia al cultivo de los huertos, los campos, y los árboles frutales.
Desde esta perspectiva, Susana guarda algunos sumamente importantes aspectos en común con Ceres o Deméter, una deidad agrícola, patrona y protectora del cultivo de campos de gramíneas, espigas o cereales, así como también de la sacralidad, respeto y observancia de las leyes, así como también del matrimonio, los cuáles son conceptos que este documento vincula a la figura de Susana de múltiples maneras directas e indirectas.
De la misma manera, Susana guarda rasgos en común con Flora o Cloris, señora de las flores, como la referencia, claramente floral, del nombre de ambas damas, la eterna juventud de la deidad pagana, y la extrema lozanía y delicadeza de la joven Susana. Flora era la esposa del viento favorable, y Susana gozaba del favor de ser la esposa de un rey de los judíos. La diosa Flora era un símbolo ancestral de la renovación del ciclo de la vida, al cuál, en cierta forma, se refiere la Historia de Susana al contrastar la gracia, pureza e inocencia de los niños con la degradación y degeneración moral de ancianos pervertidos.
Y, muy especialmente, Susana guarda rasgos en común con alguna deidad oriental asociada a la diosa romana Pomona, señora de los frutos, las bayas y las nueces, (tales como el pistache y la bellota, las nueces de la encina y el lentisco), casada con Orduño, el señor de los huertos, (¿tal vez representado por Joaquín, con su vasta extensión de tierras repobladas de vida vegetal?). Pomona era una diosa eternamente joven, (como joven Susana), y que era asediada en el campo por los viejos y feos guardianes de la fauna silvestre: los faunos y los sátiros, (¿tal vez representados por los dos viejecillos que fungían como jueces del pueblo?). Y, como dato extra, algunas tradiciones acusan a Pomona de haberle sido infiel a su marido, al haber sostenido amoríos con Pico, una deidad profética romana, (de forma sospechosamente paralela a las imputaciones de adulterio sufridas por Susana).
Aparte de estos hechos, todas estas deidades femeninas paganas eran representadas como bellas señoras que solían recorrer los campos y cultivos, recogiendo, a su paso, en su regazo, espigas de gramíneas o cereales (Ceres), flores y capullos (Flora), o frutos de muy amplias variedades, incluyendo las bayas, las drupas y las nueces (Pomona). La Historia de Susana, por su parte, nos dice que Susana tenía como hábito salir a recorrer el vergel del marido al caer de la tarde (Verso 7).
Ideas preliminares
Todos estos detalles cobran gran importancia desde una perspectiva antropológica, pues hacen que la Historia de Susana parezca la fusión o sincretismo de varios de estos mitos en un solo relato, cuya protagonista, para el caso, Susana, representaría un papel parecido a nuestra concepción moderna occidental de la denominada Madre Naturaleza.
Aun cuando este hecho pudiere hoy parecer algo muy incorrecto desde una perspectiva religiosa cristiana, la acción de colocar a dioses y deidades paganas en el papel de víctimas que necesitan ser salvadas por un poder mayor, fue, entre los judíos y otros pueblos antiguos, un hecho muy frecuente que tuvo el objetivo, bastante bien logrado en su momento, de demostrar que incluso las deidades paganas se hallaban a merced unas de otras, y que necesitaban todas ellas recurrir al arbitrio, poder y protección de un solo ser supremo, como este documento nos dice que Susana habría recurrido en este caso a SEÑOR, el Dios que veneraban las tribus israelitas (Versos 42-44).
Si bien, es oportuno señalar que asumir sin reservas como un hecho el carácter mitológico de este documento, resulta sumamente anticipado, en vista de la falta de estudios detallados al respecto, y debido a que, aparte de los escritos bíblicos, se ignora los detalles de los hechos históricos vividos por las comunidades judías en el exilio.
En tanto los exégetas se animan a intentar dilucidar posibles relaciones contextuales de este interesante documento con hechos mitológicos, o bien, historiográficos, subyacentes al mismo, la Historia de Susana podría representar, por una parte, el relato de hechos que eran muy frecuentes y habituales entre las sociedades y contextos geográficos e históricos de todo el Mundo Antiguo; y, por otra, un clarísimo ejemplo de la penetración de sincretismos de tipo religioso en los contextos bíblicos, y en la mentalidad del pueblo de Israel, el pueblo que, de acuerdo con la historia, se diera a la tarea de redactar la Biblia.
Objeciones aparte, un ejemplo aún más claro de estos sincretismos de tipo religioso ha quedado asentado en el Libro de Ester, donde lo que se cuenta, no es una gesta histórica del pueblo de Israel, sino que, en realidad, el texto es una auténtica teogonía escatológica, relato de la guerra escatológica librada y suscitada entre los dioses del panteón babilónico, al mando de Marduk (o Mardoqueo) y de la diosa esposa reina Ishtar (o Ester), en contra de los dioses del panteón elamita, lidereados por dioses depuestos de la mentalidad y de las simpatías del culto popular, como Vasti y Amán.
(Esto explica el hecho de que el texto hebreo del Libro de Ester jamás haya llegado a vincular estos supuestos hechos de la "historia" de la nación judía, a la moderación, gestión o intervención del Dios de los judíos. El texto griego, en cambio, relata pormenores y detalles, redactados y agregados de manera tardía, con el expreso fin de ubicar a SEÑOR, el Dios de los judíos, por encima de todos los dioses de los pueblos circundantes, como aquel que dirime y decide en las disputas de todas las deidades de los pueblos paganos.)
La Historia de Bel y el Dragón (Daniel 14)
La Historia de Susana, y la Historia de Bel y el Dragón, pueden ser definidas como dos breves cuerpos de texto independientes comúnmente asociados al Libro de Daniel. Así es como estos textos aparecen entre los textos griegos inclusos en la Biblia Septuaginta, la cual data del Siglo III a.C.
En su propia Versión de la Biblia, editada en el Siglo II de la Era Cristiana, el judío Teodoción incorpora de lleno ambos textos al Libro de Daniel; al que ambos documentos han sido asociados a través de los Siglos por parte de distintas tradiciones cristianas tempranas e históricas, como las ortodoxas y orientales, y la católica.
En las Biblias actuales usadas por los fieles y adeptos de esas tradiciones, estos dos documentos han sido agregados como parte integrante del Libro de Daniel; si bien, ya desde Henry Barclay Swete y Alfred Rahlfs, todos los estudiosos y editores de los escritos bíblicos, han venido observando que, en realidad, se trata de dos cuerpos de texto completamente independientes entre sí, así como del Libro de Daniel. Algunos estudiosos consideran que la Historia de Bel y el Dragón pudo haber sido escrita en idioma arameo hacia el Siglo II a.C., y traducido al griego para ser incluido en la Biblia Septuaginta. Aunque debe observarse que, entre los estudiosos, no existe un consenso muy claro ni preciso referente a la lengua, al tiempo o al lugar de la composición de estos textos bíblicos.
Sinopsis
En este documento han sido relatados dos breves episodios legendarios sobre la actividad del profeta Daniel en plan de consejero de algún rey del Oriente. El texto más comúnmente leído, basado en la tardía Versión de Teodoción, ubica los sucesos relatados en la corte de Ciro I el Grande, emperador de Persia. El dato, sin embargo, es bastante tardío, así como impreciso, desde la perspectiva del contexto histórico, geográfico, social y cultural de algunos de los hechos citados en el texto. (Se antoja muy extraño imaginar a un rey conquistador postrado ante los dioses de reinos conquistados. Por lo general, sucede a la inversa. Y el texto de la Biblia Septuaginta, bastante más antiguo, jamás menciona el nombre del rey en cuya corte habrían sucedido los hechos relatados.)
De acuerdo a la primera parte del relato, el profeta demuestra, de una forma detectivesca (espolvoreando harina en el suelo para que puedan apreciarse las huellas de los ladrones) que Bel, patrono y protector de Babilonia, no es un dios verdadero porque son los sacerdotes los que consumen las ofrendas, aunque la cámara está completamente cerrada, pues un rey de Babilonia ofrendaba diariamente delante de su estatua enormes cantidades de alimentos, que eran "devorados" por la estatua de Bel. Daniel demuestra al rey que todos los manjares y alimentos ofrendados al dios, eran, en realidad, consumidos por los sacerdotes de dicho ídolo, sus niños y mujeres, que pasaban a la estancia, aparentemente cerrada, a través de un pasadizo oculto.
En la segunda parte, el profeta destruye un animal al cual los babilonios adoraban en virtud de su aspecto imponente. La voz griega δρακων, drakón, traducida dragón, fue empleada con frecuencia en la Biblia Septuaginta para hacer referencia a todo tipo de seres que se suelen desplazar o propulsar por medio del arrastre, o del deslizamiento de sus cuerpos —de esta acepción a dicho término, es de donde se infiere que pudiese tratarse de un enorme reptil—.
En virtud de estos hechos, los exégetas piensan que, en caso de haber sido real este relato, el animal nombrado con este vago término podría haberse tratado de alguna gran serpiente (probablemente un pitón, o una enorme cobra), o de algún gran lagarto (probablemente un varano, o un dragón de Komodo). (Si bien cabe aclarar que, desde una perspectiva antropológica, de estas cuatro opciones, la opción de una gran cobra muy bien podría ser, y por muchas razones, la más verosímil; ya que, entre otras cosas, se encuentra avalada por el testimonio de la multimilenaria adoración de esta variedad de reptiles ofidios en el no lejano Subcontinente Indio.)
Finalmente, el profeta es salvado y preservado de forma prodigiosa cuando los sacerdotes de aquellos ídolos deciden arrojarlo en un foso para ser devorado por leones hambrientos. Este último pasaje del relato ha sido cuestionado de forma reiterada, debido a que guarda un paralelismo muy incómodo, para los estudiosos, con ese otro episodio de los textos del Libro de Daniel, en donde se relata un hecho similar presuntamente acontecido en tiempos de Darío, rey de los medos (Daniel 6:15-27).
De hecho, la Vulgata Latina de Jerónimo agrega, al final de todo el texto, un verso en que retoma, de forma abreviada, pasajes extractados de la disertación de Darío mencionada en Daniel 6:25-27. Y esta muy polémica adición, Verso 42 [43] (numeración variable de acuerdo a las versiones), aún puede ser leída en castellano al final del relato en las Biblias castellanas de Félix Torres Amat, Nácar-Colunga y Juan Straubinger. Si bien, debe observarse que este Verso final es completamente ajeno al relato original.
Entre las objeciones a la historicidad de estos relatos, se puede mencionar el hecho demostrado que el profeta Habacuc, citado por el texto como contemporáneo de Daniel, ya debía haber muerto varias décadas antes del arribo de Ciro de Persia al trono del Imperio Babilonio (aproximadamente hacia el año 538 a. C.).
Mas, si se tiene en cuenta que la Versión LXX original —bastante más antigua que la de Teodoción— jamás menciona a Ciro, ni al dominio de Persia, no existe impedimento serio alguno para ubicar los hechos relatados un medio Siglo antes, en las primeras décadas del Siglo VI a.C., o sea, entre los años 590-580 a.C., cuando Daniel hubiera sido un hombre muy joven, de 20 á 30 años, y un profeta Habacuc sólo un poco mayor —cuya labor profética ha sido ya datada entre los años 616 y 597 a. C.—, ya para ese entonces, se hubiera retirado de la labor profética, y dado a la labor comunitaria de preparar las viandas, bebidas y alimentos para los segadores de los campos (Verso 33).
Y, aun cuando los exégetas, a causa de los múltiples desfases contextuales a los que ha inducido la tardía datación del pasaje por parte del judío Teodoción, no han considerado necesaria ninguna asociación de estos hechos con otros relatados en pasajes del Libro de Daniel, el Capítulo 3 de la Versión LXX de dicho documento menciona la erección de una estatua dorada de 30 metros de alto y proporciones humanas en el año 18 de Nabucodonosor —que correspondería al año 587 a. C.—. El relato refiere que tres de los amigos de Daniel habrían sido arrojados en un horno de fuego por no adorar la estatua.
Si se determinase la probabilidad de que el Capítulo 3 del Libro de Daniel, y la Historia de Bel y el Dragón, hiciesen referencia a una misma imagen, el relato de Bel podría quedar datado en alguna fecha próxima al año 18 de Nabucodonosor, que es el año 587 a. C. Sólo que, para ello, se necesitaría replantearse de forma muy seria la posibilidad de la historicidad de múltiples sucesos relatados en los escritos propios de la Versión LXX de la Biblia, los deuterocanónicos, y no desestimarlos a ciegas por defecto.
El Libro I de los Macabeos
I Macabeos (ספר חשמונאים א', también llamado Primer Libro de los Macabeos o 1 Macabeos) es un libro deuterocanónico del Antiguo Testamento que, junto con el siguiente, pone fin al apartado histórico de los textos sagrados. Se encuentra ubicado entre los libros de Ester y II Macabeos.
Autor, fecha e idioma
El nombre del autor de I Macabeos permanece ignorado. Analizando el texto de su libro sabemos que se trataba de un judío fiel y leal a su patria y su religión, y totalmente convencido de la justicia de su causa. Era, además, un profundo conocedor de las cuestiones técnicas atinentes a su teología.
I Macabeos fue escrito aparentemente hacia el año 100 a.C., o sea hacia finales del reinado de Juan Hircano,1 aunque sus originales se han perdido y sólo se conserva la versión griega de los LXX. Es, por consiguiente, casi contemporáneo de los hechos que narra, ya que la rebelión de los Macabeos se registró entre los años 175 y 135 a.C.
Argumento
I Macabeos narra el intento de helenizar por la fuerza a los judíos, por parte de Antíoco IV Epífanes, un rey de la dinastía seléucida. Los judíos más fieles no se resignan a esta suerte de ingeniería social, se sublevan y se rebelan, conducidos por Matatías, un anciano líder religioso. Los cinco hijos de este se llaman Judas, Jonatán, Simón, Juan y Eleazar y pronto se convierten en actores principales de la unificación del pueblo judío en la resistencia contra los invasores griegos.
Estructura
El libro puede dividirse en:
Preámbulo: 1,1-64
Matatías desencadena la guerra santa: 2,1-70
Judas Macabeo, jefe de los judíos: 3,1-9,22
Jonatán jefe de los judíos y sumo sacerdote: 9,23-12,53
Simón sumo sacerdote y gobernante local de los judíos: 12,54-16,24
Aspectos históricos
Contrariamente a los libros históricos anteriores (Tobit, Judit y Ester), I Macabeos no tergiversa u oscurece voluntariamente un hecho histórico pedestre para exaltar la operatividad de Dios en favor del pueblo judío. El autor, en cambio, toma un hecho histórico real (la rebelión de los Macabeos), trascendental de por sí para la historia de su pueblo ya que se lo considera la primera revolución nacionalista hebrea, y lo describe de modo bastante imparcial y con suma objetividad. Esto convierte a I Macabeos en un documento histórico inapreciable, aunque en algunos pasajes se observa el cariño con que el autor trata a los personajes que lo protagonizan e incluso se entusiasma con las nobles luchas que está narrando.
Sentido religioso
El libro muestra un respeto por la fe y la piedad. Tanto es así, que ni siquiera se atreve a llamar a Dios Yahvé o Señor, prefiriendo en cambio mencionarlo como "cielo".
Numerosas veces los combatientes recurren a la oración para acrecentar su fuerza, y evidencian una inquebrantable confianza en que Dios prestará su ayuda a quienes dan su sangre en la lucha por la causa de Israel. Cuando los Macabeos triunfan, el autor bíblico atribuye este éxito al apoyo y la ayuda que Dios les ha prestado.
Otros libros de los Macabeos: canonicidad
Existen cuatro libros de los Macabeos. I y II Macabeos (como Tobit, Judit y las partes griegas agregadas a Ester) son considerados deuterocanónicos, esto es, aceptados por la Iglesia Católica pero no por las iglesias protestantes ni por los judíos. III y IV Macabeos, por el contrario, son considerados apócrifos por los católicos, aunque iglesias ortodoxas y orientales los aceptan como parte del canon bíblico.
El Libro II de los Macabeos
II Macabeos (también llamado Segundo Libro de los Macabeos o 2 Macabeos) es un libro deuterocanónico del Antiguo Testamento en el Catolicismo, pero considerado apócrifo por los protestantes. Y que junto con el anterior, pone fin al apartado histórico de los textos sagrados. Se encuentra ubicado entre I Macabeos y Job.
Autor, fecha e idioma
No conocemos el nombre de su autor. Sólo podemos decir que no es el mismo de I Macabeos. Es por supuesto un judío alejandrino o influido por la escuela literaria egipcia. Es evidente en él una adhesión total y completa a la Ley. En sus tiempos se lo hubiese denominado fariseo en el buen sentido.
Escribe en un griego excelente, culto y sumamente retórico, aunque por momentos se vuelve rebuscado y edulcorado.
Origen del libro
Según el autor, II Macabeos no es más que un resumen de un libro escrito por un tal Jasón de Cirene en cinco volúmenes, del cual se sabe muy poco.
Fecha de composición
No la conocemos con exactitud, pero el original griego de Jasón de Cirene se escribió entre los años 130 y 125 a.C. Por lo tanto, el recopilador autor de II Macabeos tiene que haber redactado este resumen entre 125 y 63 a.C.
Relaciones con I Macabeos
Contrariamente a lo que pudiera pensarse, II Macabeos no es la continuación de I Macabeos. En realidad narra acontecimientos que están contenidos en el anterior, pero si éste se extendía durante 41 años, II Macabeos relata sólo 15 (176-161 a.C).
Sin embargo, ambos libros divergen en muchos aspectos y hechos, que se explican porque los objetivos de ambos autores son también muy diferentes. El que nos ocupa se propone tan solo exaltar loas al Templo de Jerusalén y no relatar la rebelión contra los griegos. En otros lugares completa y profundiza los hechos narrados en el libro anterior.
Argumento
El libro se centra en dos fiestas religiosas: la Dedicación del Templo luego de su reconstrucción y el día en que Nicanor amenaza al edificio sagrado. Cuenta también la herejía sacrílega de un tal Heliodoro.
Aspectos históricos
Leído junto con su similar, II Macabeos hace un retrato histórico preciso de la religión judaica y de su interminable lucha para mantener, pura e incontaminada, su religión monoteísta.
Sentido religioso
El libro II Macabeos es muy importante en la doctrina religiosa del Antiguo Testamento. Su intención, aparte de las ya explicadas, es demostrar la existencia de los poderes angélicos y dos conceptos que suenan conocidos para el cristiano moderno: la intercesión de los santos y la resurrección de la carne. En otros sitios se ocupa también de los castigos que el Más Allá reserva a los pecadores y de la ayuda que la oración acerca a los fieles difuntos.
Otros libros de los Macabeos: canonicidad
Existen cuatro libros de los Macabeos. I y II Macabeos (como Tobit, Judit y las partes griegas agregadas a Ester) son considerados deuterocanónicos, esto es, aceptados por la Iglesia Católica pero no por las iglesias protestantes.
III y IV Macabeos, por el contrario, son considerados apócrifos por judíos, debido a que en el tiempo en que se estableció este, no se había descubierto aún el manuscrito arameo y sólo existía el griego. aunque las iglesias ortodoxas y orientales los acepten como deuterocanónicos.
Críticas
Este libro presenta algunas doctrinas que, para Lutero y sus seguidores, no concuerdan con las enseñanzas del Antiguo Testamento: La intercesión de los santos y la ayuda que la oración brinda a los fieles difuntos. En II Macabeos 15:12-16, se presenta la intercesión en favor de Israel del difunto sumo sacerdote Onías -del tiempo de Judas Macabeo- y de Jeremías el profeta, fallecido unos 400 años antes.1 Aparentemente, siguiendo la postura luterana, ésta enseñanza se contradice con Eclesiastés 9:5 que dice: "Porque los que viven saben que han de morir, pero los muertos nada saben, ni tienen más recompensa. Su memoria cae en el olvido." Eclesiastés 9:5. (Versión Reina Valera 1960).
Sin embargo, podríamos también encontrar en este versículo contradicciones con doctrinas cristianas tan importantes como la resurrección o la salvación, con lo cual se debería excluir esta interpretación tan literal. Es por esto que el resto de iglesias cristianas (ortodoxas, coptas, orientales y católicas) no dudan de la historicidad de estos libros, mientras fueron excluidos de la Biblia por Lutero, junto con el resto de deuterocanónicos, por no hallarse él de acuerdo con la doctrina de la comunión de los santos, explícita en este libro.
Asimismo, otra de las críticas que se plantean desde la postura luterana o protestante, es que dicho libro, podría reconocer no ser escrito sobre la base de una inspiración por parte de Dios, contradiciendo este principio que da veracidad a la Biblia: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia" 2 Timoteo 3:16. (Versión Reina Valera 1960).
Se hace referencia a los siguientes versículos: "Así pasaron los acontecimientos relacionados con Nicanor. Como desde aquella época la ciudad quedó en poder de los hebreos, yo también terminaré aquí mismo mi relato. Si ha quedado bello y logrado en su composición, eso es lo que yo pretendía; si imperfecto y mediocre, he hecho cuanto me era posible. Como el beber vino solo o sola agua es dañoso, y en cambio, el vino mezclado con agua es agradable y de un gusto delicioso, igualmente la disposición grata del relato encanta los oídos de los que dan en leer la obra. Y aquí pongamos fin" 2 Macabeos 15:37-39. (Versión Biblia de Jerusalén).
Seudoepigrafía
La Seudoepigrafía o "falsa atribución" consiste en adjudicar o firmar un documento con el nombre de alguien famoso. Fue un recurso "propagandístico" muy usual en los primeros tiempos de los textos escritos, ya que al atribuirlo se propiciaba una mayor difusión. Un ejemplo lo encontramos en la misma Celestina, donde en el prólogo Fernando de Rojas dice haber encontrado el primer acto de su obra y que este puede ser de Juan de Mena o de Rodrigo de Cota, autores ya consagrados.
Libro de Noé
El Libro de Noé en hebreo, una obra posterior, se incluyó en la obra Bet ha-Midrasch de Adolf Jellinek , iii. 155-156, y fue traducido al alemán en el libro de Hermann Rönsch, Das Buch der Jubiläen, 385-387. Este se basa en los extractos que se conservan en el Libro de los Jubileos. James Charlesworth escribe (notas utilizadas para mayor claridad)
"Durante las primeras partes del siglo II a. C., circuló un pseudo-epígrafe que contenía material relacionado a Noé. El relato no fue transmitido únicamente de forma oral, de hecho fue escrito, ya que el autor del Libro de los Jubileos y el autor de una interpolación en el Testamento de Leví 18:024 hacen referencia a un Libro de Noé.
Continua en La Biblia VII: Los Deuterocanónicos II
La Seudoepigrafía o "falsa atribución" consiste en adjudicar o firmar un documento con el nombre de alguien famoso. Fue un recurso "propagandístico" muy usual en los primeros tiempos de los textos escritos, ya que al atribuirlo se propiciaba una mayor difusión. Un ejemplo lo encontramos en la misma Celestina, donde en el prólogo Fernando de Rojas dice haber encontrado el primer acto de su obra y que este puede ser de Juan de Mena o de Rodrigo de Cota, autores ya consagrados.
Libro de Noé
El Libro de Noé se presume que es un libro pseudo-epígrafe del Antiguo Testamento que está extraviado y es atribuido a Noé. Habría circulado durante el siglo II a. C. Se cita en el también pseudo-epígrafe Libro de Enoc, en el Libro de los Jubileos y en los Manuscritos del Mar Muerto encontrados en Qumrán. También pueden encontrarse referencias en el Testamento de Leví.
Fragmentos
Aunque este libro no está disponible en la actualidad, se ha podido reconstruir en gran parte por la incorporación de su texto en el Libro de Enoc, en los capítulos VI al XI; XXIX; LIV a XV; LX; LXV a LXIX y CVI a CVII. Fragmentos del Libro de Noé también se encuentran en los capítulos X y XXI del Libro de los Jubileos.
En el capítulo LX del Libro de Enoc se lee: "En el año 500, en el séptimo mes... en la vida de Enoc."
Aquí, el editor simplemente cambió el nombre Noé por Enoc, puesto que el extracto se basa en Génesis v. 32, y Enoc vivió sólo 365 años. Los capítulos VI al XI son claramente de la misma fuente, ya que no hacen referencia a Enoc sino a Noé (capítulo 10 v.1) y tratan sobre el pecado de los ángeles que causó el diluvio, y de su castigo temporal y eterno. Los capítulos CVI al CVII del Libro de Enoc probablemente pertenecen a la misma fuente, del mismo modo que los capítulos LIV y LV, así como los capítulos VII y X del Libro de los Jubileos. En el capítulo VII de los Jubileos el tema central conduce a esta identificación, así como el hecho de que Noé narra el relato en primera persona, a pesar de que a lo largo de los Jubileos es el ángel quién narra la historia.
Fragmentos
Aunque este libro no está disponible en la actualidad, se ha podido reconstruir en gran parte por la incorporación de su texto en el Libro de Enoc, en los capítulos VI al XI; XXIX; LIV a XV; LX; LXV a LXIX y CVI a CVII. Fragmentos del Libro de Noé también se encuentran en los capítulos X y XXI del Libro de los Jubileos.
En el capítulo LX del Libro de Enoc se lee: "En el año 500, en el séptimo mes... en la vida de Enoc."
Aquí, el editor simplemente cambió el nombre Noé por Enoc, puesto que el extracto se basa en Génesis v. 32, y Enoc vivió sólo 365 años. Los capítulos VI al XI son claramente de la misma fuente, ya que no hacen referencia a Enoc sino a Noé (capítulo 10 v.1) y tratan sobre el pecado de los ángeles que causó el diluvio, y de su castigo temporal y eterno. Los capítulos CVI al CVII del Libro de Enoc probablemente pertenecen a la misma fuente, del mismo modo que los capítulos LIV y LV, así como los capítulos VII y X del Libro de los Jubileos. En el capítulo VII de los Jubileos el tema central conduce a esta identificación, así como el hecho de que Noé narra el relato en primera persona, a pesar de que a lo largo de los Jubileos es el ángel quién narra la historia.
El Libro de Noé en hebreo, una obra posterior, se incluyó en la obra Bet ha-Midrasch de Adolf Jellinek , iii. 155-156, y fue traducido al alemán en el libro de Hermann Rönsch, Das Buch der Jubiläen, 385-387. Este se basa en los extractos que se conservan en el Libro de los Jubileos. James Charlesworth escribe (notas utilizadas para mayor claridad)
"Durante las primeras partes del siglo II a. C., circuló un pseudo-epígrafe que contenía material relacionado a Noé. El relato no fue transmitido únicamente de forma oral, de hecho fue escrito, ya que el autor del Libro de los Jubileos y el autor de una interpolación en el Testamento de Leví 18:024 hacen referencia a un Libro de Noé.
La obra se ha perdido excepto por fragmentos conservados en el Libro de Enoc, el Libro de los Jubileos7 y por 21 fragmentos que se conservan en la cueva 1 de Qumran, y por dos grandes fragmentos encontrados en la Cueva 4 que no están publicados todavía."
El fragmento 4Q534 del Libro de Noé en los Manuscritos del Mar Muerto describe la apariencia física del rey mesiánico.
"En su pelo una marca de nacimiento de color rojizo. Y la forma de una lenteja estará en su cara, y pequeñas marcas de nacimiento en su muslo. Y después de dos años sabrá distinguir una cosa de otra en su corazón. En su juventud, será como ... un hombre que no sabe nada hasta el momento en que conoce los tres Libros. Y luego adquirirá prudencia y aprenderá a entender ... videntes sabios vienen a él, de rodillas. Y con su padre y sus antepasados ... de hermanos le harán daño. El consejo y la prudencia estarán con él, y él conocerá los secretos del hombre. Su sabiduría llegará a todos los pueblos, y él conocerá los secretos de todos los vivientes. Y todos sus designios contra él vendrán a nada, y su regla sobre los vivos será grande. Sus designios tendrán éxito, porque él es el Elegido de Dios. Su nacimiento y el aliento de su espíritu ... y sus designios serán para siempre"
Contenido
Parece que hay algunas conjeturas sobre lo que exactamente estaba en el Libro de Noé. Cana Werman quien escribió un artículo Qumran y el Libro de Noé señala la inconsistencia de diversas fuentes.
El fragmento 4Q534 del Libro de Noé en los Manuscritos del Mar Muerto describe la apariencia física del rey mesiánico.
"En su pelo una marca de nacimiento de color rojizo. Y la forma de una lenteja estará en su cara, y pequeñas marcas de nacimiento en su muslo. Y después de dos años sabrá distinguir una cosa de otra en su corazón. En su juventud, será como ... un hombre que no sabe nada hasta el momento en que conoce los tres Libros. Y luego adquirirá prudencia y aprenderá a entender ... videntes sabios vienen a él, de rodillas. Y con su padre y sus antepasados ... de hermanos le harán daño. El consejo y la prudencia estarán con él, y él conocerá los secretos del hombre. Su sabiduría llegará a todos los pueblos, y él conocerá los secretos de todos los vivientes. Y todos sus designios contra él vendrán a nada, y su regla sobre los vivos será grande. Sus designios tendrán éxito, porque él es el Elegido de Dios. Su nacimiento y el aliento de su espíritu ... y sus designios serán para siempre"
Contenido
Parece que hay algunas conjeturas sobre lo que exactamente estaba en el Libro de Noé. Cana Werman quien escribió un artículo Qumran y el Libro de Noé señala la inconsistencia de diversas fuentes.
4 Esdras
Autores como Vence, Charles, Wellhausen y Gunkel, consideran que el texto original del Apocalipsis de Esdras fue escrito en hebreo. Algunos, como Guy, consideran que fue escrito en arameo. Peredejordi considera que no puede ponerse en duda que el autor era judío, por los frecuentes hebraísmos en el texto y porque "el autor adorna sus discursos con ficciones muy próximas a los talmudistas y rabinos”. A pesar de todo, presenta un valor histórico, pues refleja tradiciones considerablemente más antiguas.
"Y aconteció que cuando se cumplieron los cuarenta días, el Altísimo habló conmigo, y me dijo: Los veinticuatro libros (canon hebreo) que habéis escrito primero, hazlos públicos para que quienes son dignos y quienes no son dignos puedan leer de allí; pero los [otros] setenta los guardarás y se los entregarás a los sabios de tu pueblo." Apocalipsis de Esdras 14:45-46.
Autores como Vence, Charles, Wellhausen y Gunkel, consideran que el texto original del Apocalipsis de Esdras fue escrito en hebreo. Algunos, como Guy, consideran que fue escrito en arameo. Peredejordi considera que no puede ponerse en duda que el autor era judío, por los frecuentes hebraísmos en el texto y porque "el autor adorna sus discursos con ficciones muy próximas a los talmudistas y rabinos”. A pesar de todo, presenta un valor histórico, pues refleja tradiciones considerablemente más antiguas.
"Y aconteció que cuando se cumplieron los cuarenta días, el Altísimo habló conmigo, y me dijo: Los veinticuatro libros (canon hebreo) que habéis escrito primero, hazlos públicos para que quienes son dignos y quienes no son dignos puedan leer de allí; pero los [otros] setenta los guardarás y se los entregarás a los sabios de tu pueblo." Apocalipsis de Esdras 14:45-46.
Continua en La Biblia VII: Los Deuterocanónicos II
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