Hipóstasis
Hipóstasis es un término de origen griego usado a menudo, aunque imprecisamente, como equivalente de ser o sustancia, pero en tanto que realidad de la ontología. Puede traducirse como ‘ser de un modo verdadero’, ‘ser de un modo real’ o también ‘verdadera realidad’.
Griego: ὑπόστασις, ὑποστάσεως (ἡ), ‘fundamento, base; sustancia, materia; poso, sedimento; firmeza, confianza’
Derivada de: ὑφίστημι, poner debajo, en emboscada; detener; proponer; someterse, prometer; arrostrar compuesta de: preposición ὑπό > debajo, abajo; hacia abajo; atrás ἵστημι, poner, colocar; levantar, alzar; erigir; establecer; parar, detener sufijo -σις > valor de ‘acción’
Latín: hypostasis, hypostasis (f.): sustancia, esencia, personalidad principal
El término griego tiene como sentido fundamental (a) acción de situar debajo, (b) lo que se sitúa abajo, lo que está al fondo. A partir del segundo, se emplea para aludir a los cimientos de un edificio, a los depósitos o sedimento que puede dejar, por ejemplo, la orina, a los excrementos, al agua estancada; cobra, además de este valor físico, otro de tipo moral, empleándose entonces referido a lo que se encuentra en el fondo del alma, a la firmeza de carácter o al coraje, a lo que otorga fundamento a una obra o a un discurso, y, como término de filosofía, vendría a ser algo así como ‘sustancia’ individual, es decir, ‘realidad’ en oposición a φάντασμα ‘ilusión’.
En latín, aparece tardíamente y sólo tiene ya el valor abstracto.
En español, el DRAE admite sólo una acepción, con valor teológico.
Hipóstasis es un término de origen griego usado a menudo, aunque imprecisamente, como equivalente de ser o sustancia, pero en tanto que realidad de la ontología. Puede traducirse como ‘ser de un modo verdadero’, ‘ser de un modo real’ o también ‘verdadera realidad’.
Griego: ὑπόστασις, ὑποστάσεως (ἡ), ‘fundamento, base; sustancia, materia; poso, sedimento; firmeza, confianza’
Derivada de: ὑφίστημι, poner debajo, en emboscada; detener; proponer; someterse, prometer; arrostrar compuesta de: preposición ὑπό > debajo, abajo; hacia abajo; atrás ἵστημι, poner, colocar; levantar, alzar; erigir; establecer; parar, detener sufijo -σις > valor de ‘acción’
Latín: hypostasis, hypostasis (f.): sustancia, esencia, personalidad principal
El término griego tiene como sentido fundamental (a) acción de situar debajo, (b) lo que se sitúa abajo, lo que está al fondo. A partir del segundo, se emplea para aludir a los cimientos de un edificio, a los depósitos o sedimento que puede dejar, por ejemplo, la orina, a los excrementos, al agua estancada; cobra, además de este valor físico, otro de tipo moral, empleándose entonces referido a lo que se encuentra en el fondo del alma, a la firmeza de carácter o al coraje, a lo que otorga fundamento a una obra o a un discurso, y, como término de filosofía, vendría a ser algo así como ‘sustancia’ individual, es decir, ‘realidad’ en oposición a φάντασμα ‘ilusión’.
En latín, aparece tardíamente y sólo tiene ya el valor abstracto.
En español, el DRAE admite sólo una acepción, con valor teológico.
Hipóstasis
término filosófico y teológico
Hipóstasis (del griego antiguo ὑπόστασις, hypóstasis, generalmente: «fundamento», filosóficamente: «estado de ser») es un término utilizado en textos filosóficos desde la antigüedad tardía, inicialmente para referirse a la existencia concreta de una cosa. Formalmente, hipóstasis es el estado subyacente o sustancia subyacente y es la realidad fundamental que sostiene todo lo demás. En el neoplatonismo, las hipóstasis del alma, el intelecto (nous) y «el uno» fueron abordadas por Plotino. En teología cristiana, la Santísima Trinidad consiste en tres hipóstasis: La Hipóstasis del Padre, la Hipóstasis del Hijo y la Hipóstasis del Espíritu Santo,[2] desde el punto de vista de su particularidad respectiva, en oposición a su esencia común, su ousia («un solo ser - tres hipóstasis»).
El término de origen griego es usado a menudo, aunque imprecisamente, como equivalente de ser o sustancia, pero en tanto que realidad de la ontología o metafísica, puede traducirse como «ser de un modo verdadero», «ser de un modo real» o también «verdadera realidad».
Immanuel Kant acuñó el verbo «hipostasiar» (hypostasieren) para referirse a todos aquellos casos en los que se confunde el pensamiento sobre objetos que no existen realmente con su supuesto conocimiento.
Etimología y significado general
El sustantivo ὑπόστασις hipóstasis deriva del verbo ὑϕίστημι hyphístēmi (o también: ὑπίστημι hypístēmi), que intransitivamente significa «estar debajo de» y, más generalmente, «estar presente» o «existir», y transitivamente significa «colocar/poner debajo» o «sostener». Como término médico y científico, hipóstasis existe desde Hipócrates y Aristóteles; los principales significados son «subyacente» y «soporte», así como «lo que se acumula debajo»: un sedimento, una precipitación o, por ejemplo, la resina que baja de un árbol. En la época helenística, se hicieron comunes significados abstractos derivados de éste, como «fundamento» o «plan general» o también «concepto básico».
El uso filosófico se deriva probablemente de la imagen de los posos o sedimentos. El sedimento es algo que inicialmente estaba oculto en el líquido, pero luego se ha hundido, acumulado y condensado; así se ha hecho visible y permanece después, aunque el líquido se evapore. Hipóstasis significa aquí «existencia permanente» o «realidad», una existencia que no es meramente aparente o imaginaria. En este sentido, la palabra aparece a partir del siglo II a. C. Sin embargo, inicialmente no era un término técnico estrictamente definido y limitado a un significado específico. Los intentos de académicos más antiguos por demostrar un uso específico del término por parte de los estoicos o los peripatéticos han fracasado.
Solo posteriormente se utilizó también la hipóstasis como sinónimo de Sustancia (en griego ousia). Sin embargo, como muestran los pasajes del texto, hay una diferencia de significado. La hipóstasis denota la manifestación del ser abstracto (literalmente «ser» o «eseidad») que significa ousia, la existencia concreta en la realidad. Así, el comentarista de Aristóteles Alejandro de Afrodisias escribe que la sustancia y la forma difieren según su ser (kat' ousían), pero son inseparables en su existencia (hypostásei) y ocurrencia.
Como término filosófico
Antigüedad
Además de sus anteriores significados generales y flexibles, el término hipóstasis también adquirió un significado concreto como término técnico en la filosofía griega de la época imperial romana, especialmente en el neoplatonismo. En este uso, denota una forma independiente de existencia que debe distinguirse de otras formas de existencia. Esto no significa la existencia de cosas individuales que se distinguen de otras cosas individuales del mismo tipo, sino un tipo especial de existencia, de realidad. Así, el escéptico Sexto Empírico consideraba hipóstasis conceptos como «blanco» y «dulce», pero no formas comparativas como «más blanco» o «más dulce». También discutió la cuestión de si a la línea, al conjunto o al número se les debe atribuir una realidad propia y, por tanto, ser considerados hipóstasis.
Pseudo Aristóteles usó el término hipóstasis en el sentido de sustancia material.
En ocasiones los filósofos escribían que algo era una hipóstasis o no una hipóstasis cuando querían decir que tenía una hipóstasis o no una hipóstasis. Este uso se hizo común el neoplatonismo y más tarde en el cristianismo.
Los neoplatónicos afirmaban que bajo los fenómenos superficiales que se presentan ante nuestros sentidos existen tres principios espirituales superiores, o hipóstasis, cada uno más sublime que el anterior. El fundador de la tradición neoplatónica, Plotino, utiliza el término hipóstasis con frecuencia, pero todavía no en el sentido de un término técnico especial. Habla de tres «naturalezas» (phýseis) en el reino jerárquicamente estructurado de lo espiritual: el Uno, el Nous y el Alma. También llama al Uno la «primera hipóstasis». Plotino considera que la materia no existe en sentido propio y, por tanto, no es una hipóstasis.
Como término técnico que designa específicamente las «naturalezas» en el sentido de formas de ser o niveles de ser, la hipóstasis solo aparece en la obra del alumno de Plotino, Porfirio. Describe el nous, el alma y el cuerpo del mundo como hipóstasis completas y perfectas por debajo del Uno; en otro contexto queda claro que también considera al Uno mismo como una hipóstasis perfecta. Además de estas hipóstasis perfectas en el mundo puramente espiritual, supone hipóstasis imperfectas que se manifiestan en el espacio y el tiempo. El respectivo nivel subordinado del ser aparece en este modelo neoplatónico de estadios como un flujo de salida del siguiente superior; surge del superior sin que este último sea cambiado o disminuido por él. En otro contexto, Porfirio, interpretando a Platón, llama al Bien, al Demiurgo (creador del mundo) y al Alma del Mundo las tres hipóstasis de la Divinidad.
Al parecer, Porfirio fue también el creador del uso filosófico del contra-término parhipóstasis. Este servía para designar la aparente existencia de algo que no existe realmente, sino que solo representa la falta de algo real. Los antiguos neoplatónicos, especialmente Proclo, atribuían tal modo irreal de existencia al mal, que consideraban una mera carencia.
Tiempos modernos
En los siglos XVII y XVIII, el término hipóstasis dejó de ser habitual en la terminología filosófica y no se trató en los léxicos especializados. Solo Immanuel Kant retomó la palabra raíz acuñando el verbo «hipostasiar» (hypostasieren). Lo utilizó para referirse a la formación de una idea errónea que surge cuando a un mero pensamiento se le atribuye injustificadamente una realidad objetiva, aunque no haya ninguna base para suponer que un objeto real fuera del sujeto pensante se corresponda con el pensamiento «en la misma calidad». Kant encontraba que la razón se engaña cuando se «hipostasian» las ideas, es decir, cuando se toma una máxima meramente subjetiva de la razón para la determinación objetiva de los objetos de la experiencia empírica y luego se piensa que se pueden reconocer los objetos correspondientes a las ideas hipostasiadas. De este modo, el pensamiento de un objeto es usado para su cognición. Dicho procedimiento se basa «en una mera obra de ilusión». No solo los pensamientos, sino también las ideas sensuales podrían ser hipostasiadas.
Bajo la influencia de Kant, las expresiones «hipostasiar» e «hipóstasis» entraron en el uso filosófico. Así, Arthur Schopenhauer escribió que la voluntad humana produce el teísmo: «[...] porque al rezar de esta manera, un Dios es hipostasiado; no al revés». El neokantiano Wilhelm Windelband (1848-1915) describió la metafísica como la «hipóstasis de los ideales, en el caso más puro de los ideales lógicos».[10] Windelband afirmó que esta hipóstasis se basaba en el hecho de que la filosofía siempre había reclamado el derecho a pensar el mundo de tal manera que «más allá de todas las insuficiencias de su apariencia, las determinaciones de valor del espíritu deberían ser la realidad viva en su base más profunda». Aunque este derecho había sido negado por el positivismo, no era un empeño que hubiera fracasado «de raíz». Más bien, no solo había—como creía Kant—una justificación de la misma a través de la razón práctica, sino también razones puramente teóricas que estaban totalmente justificadas. Max Horkheimer criticó la «falsa autoconciencia del erudito burgués», que había encontrado una expresión especialmente concisa en el neokantianismo. Esto había convertido los rasgos individuales de la actividad teórica del especialista en categorías universales, «como si fueran momentos del espíritu del mundo, del 'logos' eterno». Se trataba de una «hipóstasis del logos como realidad».
En teología y religión: Unión hipostática
En teología cristiana se emplea la palabra persona para referirse a la hipóstasis de la Santísima Trinidad, queriendo significar ‘sustancia individual o singular’, algo distinto de la naturaleza (physis) y la sustancia (ousía). En particular, en el cristianismo ortodoxo, se proclama que la Santísima Trinidad son tres personas distintas e inconfundibles, pero, cada una de ellas, hipóstasis de una misma esencia inmaterial (cfr. credo niceno sin cláusula Filioque).
La unión hipostática es un término técnico que designa la unión de las dos naturalezas, divina y humana, que en la teología cristiana se atribuye a la persona de Jesús. De esta manera, Cristo es Dios en la carne (Juan 1:1,14;Col 1:15;Heb 1:3;Tito 1:13; Col 2:9; Juan 8:58;10:30-34; Heb 1:8), y es plenamente Dios y plenamente hombre (Col 2:9). Así, tiene dos naturalezas, la de Dios y la humana, y no es “mitad Dios, mitad hombre”. Nunca perdió su divinidad, ni hubiese podido hacerlo.
Continuó existiendo como Dios cuando se encarnó y agregó la naturaleza humana a su eterna naturaleza divina (Fil 2:5-11). Consecuentemente, en Jesucristo está la “unión, en una sola persona, de una plena naturaleza humana y una plena naturaleza divina”.
Jesús como Dios: es adorado (Mt 2:2,11;14:33), se le ora (Hch 7:59), no tuvo pecado (1Pedro 2:22; Heb 4:15), es omnisciente (Juan 21:17), da vida eterna (Juan 10:28) y en él habita la plenitud de la Deidad (Col 2:9).
Jesús como hombre: adoró al Padre (Juan 17), oró al Padre (Juan 17:1), fue tentado a pecar (Mt 4:1), creció en sabiduría (Lc 2:52), pudo morir (Rom 5:8) y tiene un cuerpo de carne y hueso (Lc 24:39).
La unión hipostática es, según la teología cristiana, la unión entre el Verbo de Dios y una naturaleza humana en la única persona del Hijo de Dios. Esta es la base de la doctrina cristiana, en la Trinidad, el Dios único de la tradición judeocristiana, prosopon (persona), physis (naturaleza) en la unidad de una misma ousía (sustancia); el Verbo corresponde entonces a la segunda hipóstasis o persona, el Hijo. El calificativo de hipostática que se da a la unión, en Jesús de Nazaret, de la naturaleza humana y la divina alude al hecho de que se trata de una unión según la hipóstasis/persona del Verbo o Hijo de Dios; vale decir, si bien tanto la naturaleza divina como la humana mantienen todos los atributos que les son propios, de modo, por ejemplo, que se puede decir que, en Jesús de Nazaret, se dan dos voluntades, dos entendimientos y dos naturalezas (todas a la vez divinas y humanas), forman con todo, una sola persona, un único centro de imputación de conducta, y esta persona corresponde al Verbo de Dios encarnado, el Dios-hombre. Junto con la doctrina de la Trinidad, la de la Encarnación del Verbo constituye el núcleo de la fe cristiana, que la distingue drásticamente de su tronco y raigambre hebrea; particularmente la Encarnación constituye el contenido neto de los textos neotestamentarios que, en la perspectiva cristiana continúa, interpreta y perfecciona la fe en el Dios de Israel.
La definición dogmática de Calcedonia parte de un único sujeto (Jesucristo) que es "uno y el mismo"; con verdadera divinidad y verdadera humanidad; consustancial tanto al Padre como a nosotros, la humanidad que asume es idéntica a la nuestra salvo en el pecado.
Utiliza cuatro adverbios (en griego) para decir que es sin transformación de una naturaleza en la otra; sin conversión de las dos en una tercera; sin separación y sin superposición. citando el Concilio de Calcedonia "En dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación."
La unión de las naturalezas, constituye una hipóstasis, de tal forma que no se puede decir que hay dos personas, sino sólo una. Las dos naturalezas son realidades que no se superponen ni se confunden con la unión, sino que, manteniendo cada una su consistencia óntica y dinámica, ambas constituyen la única hipóstasis o persona de Cristo.
Otras doctrinas
En oposición a la doctrina oficial definida por el Concilio de Calcedonia:
una persona con dos naturalezas (divina y humana),
se pueden distinguir las siguientes doctrinas cristológicas:
El arrianismo: el Hijo no es consustancial al Padre. Está subordinado a él, creado por el Padre. Según algunas variantes, solo tendría una naturaleza humana (Arrio fue condenado en el Concilio de Nicea),
El apolinarismo: Jesucristo tiene cuerpo humano, pero no alma humana (condenado en el Concilio de Constantinopla I),
El nestorianismo: en Cristo coexisten dos personas distintas, una humana y otra divina (Nestorio fue condenado en el Concilio de Éfeso),
El monofisismo de Eutiquio o eutiquianismo: Cristo tiene una sola naturaleza, la naturaleza divina ha absorbido la naturaleza humana (Eutiquio fue condenado en el Concilio de Calcedonia),
El miafisismo: Cristo posee una única naturaleza compuesta por la naturaleza divina y la humanidad,
El monotelismo: Jesús tiene una sola voluntad, de naturaleza divina (condenado en el Concilio de Constantinopla III).
Cristología, todo acerca de Jesús
Jesús, Hijo de Dios
¿Qué es la Unión Hipostática?
Jesucristo, una persona con dos naturalezas: verdadero Dios y verdadero hombre
Muchos cristianos, por tener escasa preparación, pueden creer que Jesucristo es mitad Dios y mitad hombre. Trataremos de explicar lo mejor posible, qué son las dos naturalezas de Cristo y a qué nos referimos cuando empleamos estos términos.
Cuando hablamos de "naturaleza", NO nos referimos al conjunto de las cosas que existen en el mundo o que se producen o modifican sin intervención del ser humano, al principio creador y organizador de todo lo que existe, es decir, la naturaleza de la creación.
Al hablar de naturaleza, nos referimos a la esencia o característica propia del ser, (en este caso, Cristo) y que están relacionados con su manera de pensar, de sentir, de actuar, a la personalidad o carácter que lo hacen ser lo que es. Por ejemplo, el ser humano es un animal racional, nuestro organismo biológico o cuerpo, es similar a los animales, pero lo que nos hace únicos y diferentes a los animales, es la capacidad de razonar, luego entonces, el ser humano es un ser racional, pensante, esa es parte de nuestra naturaleza, la naturaleza humana, lo que nos es propio y caracteriza.
Comenzaremos diciendo que Jesucristo NO es mitad Dios y mitad hombre. Jesús es Dios en carne humana. Él es completamente divino y completamente humano. Esto quiere decir que Jesús tiene dos naturalezas: divina y humana.
Juan 1,1.14
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios...Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
Esto significa que en la misma persona de Jesús existen una naturaleza humana y una naturaleza divina. La naturaleza divina no fue cambiada. No fue alterada. La naturaleza humana de Jesús no fue anulada por su naturaleza divina, ni la naturaleza divina fue absorbida por su naturaleza humana. "Él no es meramente un hombre quien tenía a Dios adentro, ni un hombre quien manifestaba el principio de Dios”. Él es Dios, la Segunda persona de la Trinidad.
Hebreos 1,3
el cual (Cristo), siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa...
Colosenses 1,15
Él es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación,
Colosenses 2,9
Porque en él reside toda la Plenitud de la Divinidad corporalmente.
Las dos naturalezas de Jesús no están mezcladas juntas, ni están combinadas en una nueva naturaleza Dios-hombre. Están separadas pero funcionan como una unidad en la persona de Jesús. No se opone una a la otra, sino que actúan en perfecta armonía. Esto es llamado La Unión Hipostática.
HIJO DE DIOS
Jesucristo era llamado "Hijo de Dios", porque era verdadero Dios.
Juan 10,33.36
Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios.»...a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿Cómo le decís que blasfema por haber dicho: "Yo soy Hijo de Dios"?
Mateo 26,63-65
Pero Jesús seguía callado. El Sumo Sacerdote le dijo: «Yo te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.» Dícele Jesús: «Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo.»
Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestidos y dijo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia.
Como podemos ver, decir que Jesús era el Hijo de Dios, equivalía a decir que Él era Dios. O bien, Jesucristo era un mentiroso o verdaderamente era lo que decía ser, es decir, Dios. La respuesta, ya la sabemos. Sin embargo, los judíos no creían.
Juan 19,7
Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios.»
El Apóstol San Juan, escribió su Evangelio para que creyéramos que Jesucristo era Dios.
Juan 20,31
Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
HIJO DEL HOMBRE
También a Jesucristo se le llamaba "hijo del hombre", porque era verdadero hombre.
Dios es espíritu puro, Él no necesita de cosas materiales, pero los hombres, la naturaleza humana sí.
Lucas 7,34
Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores."
Juan 5,26-27
Porque, como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le ha dado al Hijo tener vida en sí mismo, y le ha dado poder para juzgar, porque es Hijo del hombre.
Los siguientes textos podrán ayudar a ver las dos naturalezas de Jesús “en acción”:
JESÚS COMO DIOS VERDADERO
Recibe adoración.
Mateo 2,2.11
diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.»
Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra.
No tuvo pecado.
Hebreos 4,15
Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado.
Es omnisciente, todo lo conoce.
Juan 2,24-25
Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre.
Juan 21,17
Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?» Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas.
Da vida eterna.
Juan 10,28
Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano.
Él es el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin, el Todopoderoso.
Apocalipsis 1,8
Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, «Aquel que es, que era y que va a venir», el Todopoderoso.
Apocalipsis 22,12-13.20
Mira, vengo pronto y traigo mi recompensa conmigo para pagar a cada uno según su trabajo. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y el Fin...Dice el que da testimonio de todo esto: «Sí, vengo pronto.» ¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!
JESÚS COMO HOMBRE VERDADERO
Adoró al Padre como su Dios.
Juan 17,3
Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo.
Oró al Padre.
Juan 11,21-22.40-42
Dijo Marta a Jesús: «Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aun ahora yo sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá.»...Le dice Jesús: «¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?» Quitaron, pues, la piedra. Entonces Jesús levantó los ojos a lo alto y dijo: «Padre, te doy gracias por haberme escuchado. Ya sabía yo que tú siempre me escuchas; pero lo he dicho por estos que me rodean, para que crean que tú me has enviado.»
Fue tentado a cometer pecado.
Mateo 4,1
Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.
Creció en sabiduría y conocimiento.
Lucas 2,52
Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.
Había cosas que como hombre ignoraba.
Mateo 24,36
Mas de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino sólo el Padre.
Pudo morir.
Marcos 15,39
Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.»
Tiene un cuerpo de carne y huesos.
Lucas 24,39
Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.»
CONCLUSIÓN
Esta es la unión hipostática, Jesucristo, una Persona, totalmente Dios y totalmente hombre. Un gran misterio, en parte, incomprensible para nosotros. Pero después de todo, ¿Qué mente puede abarcar por completo a Dios?
PAX ET BONUM
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: Católico Defiente tu Fe
Diotelitismo
El diotelitismo, dicotilismo o diotelismo, del griego δυοθελητισμός que significa «doctrina de las dos voluntades», es una doctrina cristológica particular que enseña la existencia de dos voluntades, una divina y otra humana, en la persona de Jesucristo.
Específicamente, el diotelismo correlaciona el carácter distintivo de las dos voluntades con la existencia de dos naturalezas específicas, divina y humana, en la persona de Jesucristo (diotelismo).
El Catecismo de la Iglesia Católica, no. 475, establece:
Del mismo modo, en el Sexto Concilio Ecuménico, llevado a cabo en Constantinopla, tercero de esa ciudad, en 681, la Iglesia confesó que Cristo posee dos voluntades y dos operaciones naturales, divina y humana. No se oponen entre sí, sino que cooperan de tal manera que el Verbo hecho carne quiso humanamente en obediencia a su Padre todo lo que había decidido divinamente con el Padre y el Espíritu Santo para nuestra salvación. La voluntad humana de Cristo "no se resiste ni se opone, sino que sigue a su voluntad divina y todopoderosa, sino todo lo contrario pues está subordinada a esa voluntad omnipotente.
Esta posición se opone a la posición del monotelismo (doctrina de la voluntad única) en los debates cristológicos. El debate sobre las iglesias monotelistas y la Iglesia Católica llegó a su conclusión en el Tercer Concilio Ecuménico de Constantinopla en 681. El Concilio declaró que, de acuerdo con las declaraciones del Concilio de Calcedonia en 451, que declaró dos naturalezas en la única persona de Jesucristo, también hay igualmente dos "voluntades" o "modos de operación" en la única persona de Jesucristo.
El diotelismo fue defendido por san Máximo el Confesor contra el monotelismo.
Continua en La Cristología II: La Communicatio Idiomatum