Un fresco del siglo III en las Catacumbas de San Calixto, interpretado por el arqueólogo Joseph Wilpert, que muestra a la izquierda a Jesús multiplicando los panes y los peces, símbolo de la consagración eucarística, y a la derecha una representación del difunto, que a través de la participación en la Eucaristía ha obtenido la felicidad eterna
Sacramento
ritual sagrado reconocido como de particular importancia en el cristianismo
En el cristianismo, un sacramento es un signo eficaz de la gracia divina, instituido por Cristo y confiado a la Iglesia, por los cuales se realiza un acto ritual mediante el cual el creyente manifiesta su relación con Dios y es dispensada la vida divina. Las diversas corrientes cristianas discrepan sobre los actos que deben considerarse sacramentos, así como sobre las formalidades de los mismos.
Etimología
El vocablo sacramento proviene del latín sacramentum, con el cual en las traducciones más tempranas del griego al latín se buscó traducir el griego mystērion (μυστήριον).
Morfológicamente, sacramentum es una derivación del verbo sacrare ('hacer santo') mediante el sufijo denominalizador -mentum (instrumental, "medio para"), esto es, sacramentum equivale gramaticalmente a 'instrumento para hacer santo'. Este vocablo se usaba a la llegada del cristianismo a Roma para designar un juramento de los soldados romanos de servicio incondicional al ejército imperial. En cuanto a mystērion, refiere a lo que hoy en día llamamos con la palabra 'misterio' o con 'místico'. El griego bíblico, hace referencia a "lo que, estando fuera de la comprensión natural, puede ser conocido solo por revelación divina".
Iglesias Católica, Ortodoxa y Copta
Los sacramentos —en la teología de la Iglesia católica, ortodoxa y copta— son signos sensibles y eficaces de la gracia invisible de Dios a través de los cuales se otorga la vida divina, es decir, ofrecen al creyente el ser hijos de Dios. Según el catolicismo, la ortodoxia y el coptismo fueron instituidos por Jesucristo y confiados a la Iglesia.
En total las Iglesias católica, ortodoxa y copta, reconocen siete sacramentos, en orden:
- Sacramentos de iniciación cristiana
- Bautismo: con él se perdona el pecado original. Es un sacramento indeleble, posee carácter sacramental, con lo cual no puede ser reiterado.
- Eucaristía: También llamada comunión, en ella, tras la consagración del pan y el vino, se toma el cuerpo y la sangre de Cristo. Normalmente se comulga bajo la Hostia consagrada, aunque en ocasiones especiales se puede comulgar bajo las dos especies. La comunión puede ser administrada por obispos, presbíteros, y diáconos.
- Confirmación: En ella se recibe al Espíritu Santo y el confirmando reafirma su Fe en Dios y se compromete a llevar una vida como cristiano. Ha de ser impartida por un obispo y en caso de necesidad, este nombra a un sacerdote de forma excepcional. Es un sacramento indeleble, posee carácter sacramental, con lo cual no puede ser reiterado.
- Sacramentos de curación
- Reconciliación o Penitencia: Consiste en el arrepentimiento verdadero de los pecados, presentados a Dios, el cual, perdona por intercesión del sacerdote u obispo. En casos extremos se puede recibir la absolución colectiva, siempre y cuando si se supera esta situación, se acuda a un presbítero u obispo para recibir el sacramento de la reconciliación de forma individual.
- Unción de enfermos: Se administra a toda aquella persona con problemas de salud o en peligro de muerte. Consiste en la unción con el santo crisma sobre la frente y manos, de forma que se le concede una gracia especial eficaz para fortalecerlo y reconfortarlo en su enfermedad, y prepararlo para el encuentro con Dios.
- Sacramentos de servicio
- Orden Sacerdotal: En él, ciertos varones se consagran a Dios y hacen votos de pobreza, obediencia y castidad. Es un sacramento indeleble, posee carácter sacramental, con lo cual no puede ser reiterado.
- Matrimonio. Unión indisoluble de varón y mujer.
Los sacramentos se administran en distintos momentos de la vida del católico, No son un símbolo, sino, por el contrario, son un Signo Visible de la presencia de Dios y abarcan por entero, desde el bautismo (que se suele administrar a los niños) hasta la unción de los enfermos (que antes del Concilio Vaticano II se aplicaba solo a los que estuvieran en peligro de muerte). Mientras la totalidad de los sacramentos pueden ser administrados por el obispo, solo cinco de los siete sacramentos pueden ser administrados por un presbítero. Los diáconos por su parte solo pueden administrar el bautismo y el matrimonio. El bautismo, en ocasiones excepcionales, puede ser administrado por cualquier laico, o incluso no católico, que tenga la intención de hacer con el signo lo que la Iglesia hace. Además, según la opinión de la mayoría de los teólogos de rito latino en el sacramento del matrimonio los ministros son los mismos contrayentes, sin embargo prácticamente la totalidad de los teólogos de rito oriental y una importante minoría de los de rito latino rechaza esta tesis.
En el caso de la Ortodoxia (Iglesia ortodoxa) y del Coptismo (Iglesia Copta) bautismo, confirmación y eucaristía (en ese orden) se administran a los niños durante el primer año de vida. Los niños siguen recibiendo la eucaristía sin condición previa hasta que tiene uso de razón, desde este momento deben confesarse antes de acceder a la Eucaristía. El Matrimonio es administrado por el sacerdote. Al contrario de la Iglesia Católica por lo regular a los diáconos no se les permite administrar sacramentos en estas iglesias.
Iglesias protestantes
Iglesia Anglicana
La Iglesia Anglicana solo acepta los dos sacramentos que según dicha iglesia están claramente presentes en los evangelios, el bautismo y la eucaristía. Sobre otros sacramentos existen debates y diversas posturas teológicas, y reciben el nombre de "sacramentos menores". Respecto a esto es menester saber que la Iglesia Anglicana está dividida en tres partes: «Iglesia alta» o «Anglocatólica» surgida del Movimiento de Oxford a principios del siglo XIX sector que acepta y practica los siete sacramentos o actos de fe que nos relacionan con el Dios de la creación, la «Iglesia baja» o sector que por mantener posturas calvinistas rechaza que estos actos de fe, definidos por la Iglesia con sustentación bíblica, se llamen sacramentos, y la Iglesia liberal que considera que todos los sacramentos son puramente simbólicos. Por eso, no para toda la Iglesia Anglicana solo existen dos sacramentos, para muchos anglicanos en el mundo, los sacramentos son siete.
Luteranos
El luteranismo considera a los sacramentos como base esencial de la religión. En las Confesiones de Augsburgo de 1530, primera exposición oficial de sus principios, dice que los sacramentos son «ritos basados en un mandamiento o precepto de Dios y a los que se ha añadido la promesa de gracia». Apoyado en ese principio las Confesiones de Augsburgo y su Apología, establecen que "los verdaderos sacramentos" son tres:
- Bautismo
- Eucaristía
- Confesión y Absolución
Iglesias Presbiterianas
Los sacramentos reconocidos por las Iglesias Presbiterianas son solo dos:
- Bautismo
- La santa cena
El bautismo
La Iglesia Presbiteriana considera el bautismo como el acto por medio del cual los creyentes testifican su fe por medio de una profesión pública. Según esta iglesia, con el bautismo los creyentes no solo son admitidos en la Iglesia Visible y dentro de la Familia de Dios, sino que a través de dicho acto reciben la señal y el sello del Pacto de Gracia y de este modo, expresan que han experimentado en su encuentro personal con Cristo, el lavamiento o regeneración que opera el Espíritu Santo en el interior de sus vidas. El elemento externo que se usa para este acto es el agua común y la forma y práctica para administrarlo, tanto a los niños como a los adultos, es por aspersión o efusión. Se administra en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
La Santa Cena
Para la Iglesia presbiteriana es el sacramento, que expresa la redención de Jesucristo y uno de los medios de gracia para la nutrición espiritual y testimonio de los creyentes acerca de su unión con Cristo, como el nuevo Pueblo de Dios; unión sellada con el Nuevo Pacto, a través de su sangre.
Según la Iglesia presbiteriana, este sacramento fue instituido directamente por Jesucristo la noche en que fue entregado a sus enemigos. Se utilizan dos elementos, el pan y el vino. Siendo el pan, pan común, a criterio de cada iglesia. Aunque algunas iglesias prefieren usar pan u obleas sin levadura, quedando en libertad para hacerlo. En cuanto al vino, usan preferentemente jugo auténtico de uva; pudiendo usar también vino de consagrar.
Iglesias evangélicas
En las iglesias del cristianismo evangélico, adhiriéndose a la doctrina de la Iglesia de creyentes, hay dos ordenanzas que son el bautismo del creyente (por inmersión en agua) y la comunión. Algunas denominaciones bautistas y pentecostales también practican el lavatorio de los pies como una tercera ordenanza.
Iglesia Adventista
La Iglesia Adventista del Séptimo Día reconoce dos ritos, que no considera sacramentos:
- El bautismo
- La Cena del Señor.
El bautismo
Los Adventistas del Séptimo Día practican el bautismo de los creyentes por inmersión completa, en forma similar a los Bautistas. Argumentan que el bautismo requiere consentimiento por entendimiento, y responsabilidad moral. De manera que los bebés solamente son dedicados al Señor, que en realidad es un símbolo de la gratitud a Dios por el bebé, por parte de los padres, la comunidad e Iglesia, y de su compromiso de criar al niño en el amor de Jesús. Los Adventistas del Séptimo Día creen que el bautismo es un nuevo nacimiento hablando espiritualmente, testifican su muerte al pecado y de su intención de caminar en una vida nueva. El bautismo es símbolo de la unión con Cristo, del perdón de los pecados, y de la recepción del Espíritu Santo y es contingente sobre una afirmación de fe en Jesús y un arrepentimiento de pecados evidente, es una declaración pública del compromiso de la vida del individuo y su entrega a Jesús; por lo tanto comienza una nueva vida en el Señor.
Cena del Señor
Los Adventístas del Séptimo Día practican la Cena del Señor (conocida en otras denominaciones como eucaristía), la cual es un servicio abierto, basado en el informe de San Juan capítulo 13. El servicio incluye una ceremonia de lavamiento de los pies y la participación de la Cena del Señor que consiste de panes sin levadura y jugo de uva no fermentado.
Otras confesiones
Sociedad Religiosa de los Amigos (Cuáqueros)
La Sociedad Religiosa de los Amigos (Cuáqueros) no reconocen ningún sacramento, de acuerdo al principio que la inspira de comunicación directa de cada creyente con Dios.
Testigos de Jehová
Los testigos de Jehová reconocen un solo sacramento, el bautismo. Sin embargo, ellos no utilizan la expresión sacramento para referirse al bautismo, ni lo consideran un rito.
Solo pueden bautizarse aquellos que tienen capacidad de elegir y comprender qué simboliza el bautismo. Por tanto, no bautizan a los recién nacidos. Hay una serie de pasos previos antes del bautismo:
- Conocimiento: se debe adquirir un conocimiento de las enseñanzas fundamentales de la Biblia. (Juan 17:3)
- Obediencia: evidencia de obedecer los principios de la Biblia.
- Arrepentimiento: sentir pesar por haber violado los principios bíblicos. Implica un cambio de actitud hacia cierta acción o conducta pasada.
- Conversión: El arrepentimiento lleva a volverse a Dios. Esto se hace público mediante obras propias del arrepentimiento. (Hechos 26:20)
- Dedicación y Bautismo: Dedicación significa apartar algo para un propósito sagrado. El voto de dedicación se expresa en oración privada a Dios. Es la promesa solemne a Jehová Dios de dedicar la propia vida a cumplir su voluntad; servir a Dios ocupará siempre el primer lugar. Cuando la persona se bautiza, da prueba pública de su dedicación a Jehová Dios. El bautismo es un símbolo que indica que la persona que se somete a la inmersión en agua se ha dedicado incondicionalmente a Jehová Dios mediante Jesucristo. (Compárese con Mateo 16:24.) Al ser sumergido y luego levantado del agua, el que se bautiza muere figurativamente respecto al derrotero que hasta entonces ha seguido en la vida y es levantado a un nuevo modo de vivir, para hacer sin reservas la voluntad de Dios. (Compárese con Romanos 6:4-6.)
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
El único sacramento reconocido por La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es:
La Santa Cena: para los Santos de los Últimos Días, la Santa Cena es el Sacramento y la ordenanza de tomar el pan y el agua en memoria del sacrificio expiatorio de Cristo. El pan partido representa su cuerpo quebrantado; el agua representa la sangre que derramó Jesucristo al expiar nuestros pecados.
Sacramentos de la Iglesia católica
rituales que los católicos ven como signos efectivos de la obra de Dios: bautismo, crismación o confirmación, eucaristía, reconciliación, orden sagrado, matrimonio y unción de los enfermos
En la teología católica, los sacramentos de la Iglesia son siete signos sensibles y eficaces de la gracia divina, los cuales habrían sido instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia católica para otorgar mediante ellos la vida divina a los fieles, obra interior y espiritual de Dios en las almas.
Los siete sacramentos corresponden a momentos importantes de la vida cristiana y simbólicamente la abarcan por entero, distinguiéndose en sacramentos de iniciación cristiana (bautismo, confirmación y eucaristía), sacramentos de curación (penitencia y unción de enfermos) y sacramentos de servicio a la comunidad (matrimonio y orden). Estos sacramentos son reconocidos también por la Iglesia ortodoxa y la Iglesia copta. La mayoría, solo pueden ser administrados por un sacerdote. El bautismo, en ocasiones excepcionales, puede ser administrado por cualquier seglar, o incluso no cristiano, que tenga la intención de hacer con el signo lo que la Iglesia hace. Además, en el sacramento del matrimonio los ministros son los mismos contrayentes y se compone de dos personas.
«Sacramento» en el Nuevo Testamento
El primer término teológico que los Padres usaron para designar en general los ritos cristianos fue el de mysterion. El término latino sacramentum es una traducción de aquel (según consta también en la Vulgata, que casi invariablemente traduce la palabra griega por sacramentum).
Al parecer, la expresión viene del ambiente judío y no del griego (donde indicaba tanto la divinidad como sus «secretos») y se relaciona con deliberación, consejo, designio hacia la salvación o el juicio final. En el Evangelio se usa en Mc 4, 11 y sus textos paralelos: «los misterios del Reino de Dios», es decir, la voluntad de Dios de que todos los hombres se salven: esta salvación es ofrecida por Cristo por medio de su sacrificio en la cruz.
En las cartas de san Pablo el término mysterion aparece unas 21 veces. Indicaría el plan salvífico secreto de Dios que se ha realizado definitivamente en Cristo, dando lugar al período considerado como final de la historia (ya que no se espera una nueva revelación o alianza) y que consiste en la recapitulación (ανακεφαλαιωσις[nota 2]) de todas las cosas en Cristo. Así, incluye a Cristo, pero también cuánto realizó por salvar a los hombres y por ende su cuerpo místico que es la Iglesia. Con base en esto, la Iglesia católica reinterpreta estos pasajes bíblicos como que, en la medida en que los gentiles participan de esta salvación y de la Iglesia, aceleran la plenitud final de la salvación. Además, se interpreta que el "mysterion" o sacramento son los signos y prodigios que realizan la voluntad divina de que todos los hombres se salven por medio de la Iglesia, actualizando el signo y prodigio fundamental: Cristo en su Encarnación, Muerte y Resurrección.
Sacramento en la patrología
Patrología griega
En los siglos I y II
En los escritores de los siglos I y II la palabra μυστεριον (mysterion) se reservará a «hecho de salvación». Para san Ignacio de Antioquía, mysterion son los hechos salvíficos de la vida de Cristo. San Justino aplica mysterion, además, a las figuras y profecías del Antiguo Testamento (y compara los ritos cristianos con los mysteria de las religiones mistéricas). San Ireneo de Lyon no usa la palabra para evitar confusiones con el gnosticismo.
En el siglo III (Padres alejandrinos)
Se llama mysterion a la relación oculta entre imagen y arquetipo que es revelada al iniciado por medio de una enseñanza (mystagogia). Así, se aplicó a los ritos cristianos y a los hechos salvíficos siempre teniendo presente el designio de Dios por la salvación de los hombres y las figuras que la liturgia ofrece para significarlos. Clemente de Alejandría usa mysterion para indicar los ritos de culto, sean estos paganos o cristianos. Orígenes usa el término con un sentido platónico, es decir, como símbolo o tipo de la historia de la salvación en cuanto Cristo está presente en toda ella. A Orígenes se debe una definición de signo que será utilizada en teología sacramental por san Agustín: «signo es una realidad sensible que enlaza con una realidad invisible».
En el siglo IV y V
Debido a la decadencia del paganismo, el término mysterion se fue popularizando, pues ya no cabía la posibilidad de confusión con los cultos gnósticos. San Atanasio da al término el sentido de un designio salvífico que se realizó en el pasado y se celebra en la liturgia. Tanto Basilio el Grande como Gregorio de Nisa y Gregorio Nacianceno subrayan la intervención divina en el mundo, que es también una elevación de la realidad mundana. Así, el mysterion del designio de salvación se distribuye en los tres hechos principales de esa elevación: la Encarnación, Pentecostés y la Eucaristía. Juan Crisóstomo usa con frecuencia la palabra «mysterion» para referirse a los ritos cristianos. Cirilo de Jerusalén lo identifica con el acto de salvación realizado por Dios por medio de Cristo que se celebra en la liturgia. Por ello, sus catequesis mystagógicas son una introducción del fiel a la vivencia de los principales ritos: el Bautismo, la Unción y la Eucaristía.
Con Pseudo Dionisio Areopagita, tal identificación de mysteria con los ritos propios de la Iglesia se vuelve sistemática. En primer lugar, define mysterion como las acciones rituales que por medio de la invocación de la Iglesia al Espíritu Santo, la gracia salvadora de Dios, actúan sobre las personas o cosas. Luego distingue tres aspectos de mysteria:
- Las consagraciones (Bautismo, Comunión y Unción).
- Los consagrantes: obispo, sacerdote y diácono.
- Los consagrados: inferiores, purificados, terapeutas o monjes.
Patrología latina
En el siglo III
En el norte de África se popularizó la traducción «sacramentum» para la palabra mysterion, aunque también se usó la voz latinizada «mysterium». Tertuliano, partiendo de la noción jurídica que la expresión «sacramentum» tenía en la cultura romana (un juramento de fidelidad con carácter religioso), lo aplicó al Bautismo, pues, según su criterio, en el Bautismo se realiza un pacto entre Dios y el bautizado. Pero también aunó la noción griega de mysterion, aplicándola a los demás ritos cristianos. Cipriano de Cartago asumió estos sentidos, dándoles un alcance eclesial al introducir la relación del bautizado con el obispo .
En los siglos IV-V
En este período, la expresión «sacramentum» era empleada con el mismo sentido de mysterion relacionado con los actos de culto de la Iglesia. Ambrosio de Milán amplió el alcance de la expresión con reflexiones que encontraron poco eco en sus contemporáneos: entendía sacramentum como los hechos de la historia de la salvación y encuentro con Jesucristo.
Agustín de Hipona utiliza el término sacramentum para significar los ritos tanto del pueblo elegido como de la Iglesia. También lo usa para indicar las figuras o signos del Cristo en el Antiguo Testamento y finalmente para aludir al «depósito de la fe». También emplea la palabra mysterium para significaría la respuesta a las autoridades y las fuerzas armadas y de las autoridades del ejército en lo escondido, lo oculto de acuerdo con el sentido griego antiguo. Sin embargo, desarrollará una amplia teología del signo de algo sagrado aunque con gran influencia de su filosofía platónica: su reflexión se empleará luego en la teología sacramental. Reconoce que tales signos sagrados han de tener un elemento material y una palabra que los completa y que permite la aplicación de la idea de memorial del culto hebreo. Así, luego ofrece una definición en su carta a Januario (carta 55) donde relaciona el sacramento con una conmemoración.
Quien se hace garante de la eficacia de tales sacramentos, según Agustín, es Cristo mismo a través de los ministros del culto.
La disputa de Agustín con los donatistas le ofrecerá la oportunidad de establecer una nueva distinción por la que se separa la validez de un sacramento de su eficacia (el bautismo de los donatistas sería válido pero no daría la gracia de la fe). En teología, luego se llamará «signum» (signo) al elemento externo válido y «res» a la gracia concomitante. Los autores posteriores (León I el Magno, Gregorio Magno) trataron mysterium y sacramentum como sinónimos, dándoles el alcance general que tenían en la teología griega.
Sacramento en la escolástica
Durante la primera Edad Media y tras las invasiones germánicas, la filosofía neoplatónica que servía de base a la reflexión de los Padres fue perdiendo influencia. La noción de mysterion se empezó a aplicar solamente para la verdad revelada que exige un asentimiento de fe. El término sacramento quedó para indicar un signo concreto por el que Dios actúa. En la medida en que la noción de signo perdió consistencia ontológica para trasladarse al nivel de pura referencia, se produjeron problemas para la correcta comprensión del dogma acerca de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Así, se hizo necesaria una reflexión más profunda acerca de la noción de sacramento que permitiera establecer adecuadamente su virtualidad. Debemos a Berengario de Tours una definición que tuvo mucho éxito posterior: «Forma visible de una gracia invisible», donde forma indica solo la referencia pero no la presencia real.
Hugo de San Víctor es el primero en escribir un tratado sobre los sacramentos: De sacramentis christianae fidei. Y ofrece su propia definición tomando en cuenta todavía toda la historia de la salvación pero reduciendo el ámbito: «Sacramentum est corporale vel materiale elementum foris sensibiliter propositum, ex similitudine representans et ex institutione significans, et ex sanctificatione continens aliquam et invisibilem et spiritualem gratiam». «El sacramento es el elemento corporal y material propuesto sensiblemente, que representa por la semejanza, que significa por la institución, y que contiene por la santificación la gracia invisible y espiritual». De sacramentis..., I 9 2
Pero aplica esta noción de sacramento no solo a los sacramentos actuales de la Iglesia católica sino también a los que ella llama «sacramentales».
Al tiempo que los sacramentos van tomando forma como ritos, se inicia la reflexión —de la mano de la influencia progresiva de la filosofía aristotélica— acerca de lo esencial de la ceremonia o aquello que no puede faltar para que el sacramento sea válido. La noción de causa y la distinción de materia y forma enriquecieron de manera notable la reflexión sobre los sacramentos. A través de la noción de causa, Pedro Lombardo reintrodujo la eficacia del sacramento, que será «causa de la gracia de la que es imagen». Así se pudo fijar el número de siete (aunque algunos dicen que más bien se debió a una elección de conveniencia). Hugo de San Caro introdujo la distinción materia y forma en el sacramento a partir de la definición de Agustín de Hipona.
Tomás de Aquino trató extensamente de los sacramentos en su obra. Asume la reflexión anterior sobre el sacramento como medicina del pecado, pero la enriquece con el sentido de acto de culto (también presente en los autores anteriores) y en la tercera parte de la Summa Theologica, en el tratado que les dedica, los propone como comunicación y aplicación de la salvación de Cristo para santificación de los hombres. Así, toma los elementos de la reflexión anterior y los enriquece con la filosofía aristotélica. Una definición que ofrece para incluir todos esos aspectos es la siguiente: «Sacramentum proprie dicitur quod ordinatur ad significandam nostram sanctificationem. In qua tria possunt considerari, videlicet ipsa causa sanctificationis nostrae, quae est passio Christi; et forma nostrae sanctificationis, quae consistit in gratia et virtutibus; et ultimus finis nostrae sanctificationis, qui est vita aeterna. Et haec omnia per sacramenta significantur. Unde sacramentum est et signum rememorativum eius quod praecessit, scilicet passionis Christi; et demonstrativum eius quod in nobis efficitur per Christi passionem, scilicet gratiae; et prognosticum, idest praenuntiativum, futurae gloriae».
«El sacramento propiamente hablando se ordena a significar nuestra santificación, en la que pueden ser considerados tres aspectos: la causa de nuestra santificación, que es la pasión de Cristo; la forma de nuestra santificación, que consiste en la gracia y las virtudes; y el fin último de nuestra santificación, que es la vida eterna. Pues bien, todas estas cosas están significadas en los sacramentos. Por tanto, el sacramento es signo conmemorativo del pasado, o sea, de la pasión de Cristo; es signo manifestativo del efecto producido en nosotros por la pasión de Cristo, que es la gracia; y es signo profético, o sea, preanunciativo de la gloria futura». III q60 a3c
Así lo propone, sí como signo pero también causa y, por tanto, recupera su eficacia sobrenatural. Y coloca la causa eficiente a tres niveles: la de Dios que causa la gracia, la de la humanidad de Cristo que obtuvo la salvación y la del ministro por el sacramento mismo.
En cuanto a la aplicación de la distinción materia y forma, subraya el mayor valor de la forma (palabras) y considera «materia» no los elementos sino las acciones.
Para Tomás de Aquino, la eficacia del sacramento depende en buena medida de la fe, aunque en menor grado en aquellos sacramentos que ofrecen una disposición de la persona que lo recibe para los actos de culto. Tal disposición es lo que Tomás llama «carácter sacramental». En cuanto al número de sacramentos, ofrece el de siete partiendo de una reflexión antropológica relacionada con las circunstancias del hombre: nacimiento, crecimiento, nutrición, enfermedad, vigor primero, propagación, gobierno. Esta consideración con algunas variantes ha sido adoptada por el Catecismo de la Iglesia católica.
En el Segundo Concilio de Lyon se leyó una profesión de fe que afirma «septem ecclesiastica sacramenta». El período posterior es el de las disputas entre las escuelas franciscana y dominica acerca del problema de la causalidad del sacramento.
El Concilio de Trento y la época postridentina
El tema central de la controversia con los protestantes era el de la justificación. Por eso, allí se dirigió el pensamiento de los participantes en el Concilio de Trento, aunque no tenían la intención de elaborar tratados sistemáticos sobre los problemas debatidos.
La Reforma
En general la teología de la Reforma niega la eficacia del sacramento en relación con la gracia, pues lo considera solo una acción humana que no puede hacer que de ella dependa la acción divina, esto basado en la lectura literal de la Biblia la cual no presenta signo alguno de existencia de dichos sacramentos conferidos de esa manera específica. Lutero afirma que los sacramentos son medios para aumentar la fe, aquella fe que nos hace creer en quien nos ha obtenido la salvación. El signo, cualquiera que sea, es incapaz de sustituir la fe del cristiano y, en última instancia, resulta ineficaz en sí mismo. Esta noción de sacramento le permitió reducir su número a dos, llamados ordenanzas por los evangélicos: Bautismo y Comunión o Santa Cena. Juan Calvino, que tiene como base su teoría sobre la predestinación y la pasividad del acto de fe, da a los sacramentos el valor de testimonio externo o prueba de la acción divina en el alma.
Ordenanzas
Protestantes y Evangélicos ven las ordenanzas como representaciones simbólicas del mensaje del evangelio que Cristo vivió, murió, fue resucitado de entre los muertos, ascendió al cielo, y volverá algún día. En lugar de requisitos para la salvación, ordenanzas son ayudas visuales para entender mejor y apreciar lo que Jesucristo hizo por nosotros en su obra redentora. Las ordenanzas están determinados por tres factores: fueron instituidos por Cristo, se les enseñó a los apóstoles, y fueron practicadas por la iglesia primitiva. Puesto que el bautismo y la comunión son los únicos ritos que califican bajo estos tres factores, no puede haber sino solo dos ordenanzas, ninguno de los cuales son requisitos para la salvación.
El Concilio de Trento
El concilio de Trento dedicó su sesión séptima a tratar el tema de los sacramentos. Aunque no ofreció una definición formal de sacramento, fijó la ya tradicional expresión de Berengario de Tours: «forma visible de la gracia invisible», usando además la categoría del símbolo que contiene y confiere la gracia que significa. Además se estableció el número de siete sacramentos. También, y a pesar de las disputas entre los teólogos y obispos, se aceptó la afirmación por la cual los sacramentos habrían sido instituidos por Jesucristo (aunque las escuelas presentes definían de diversos modos la noción de «institución»). Ahora bien, el común origen y la imposibilidad de modificar su sustancia no implica -siempre según los padres conciliares- que todos los sacramentos sean iguales en dignidad. En contra de la teología de la Reforma, el Concilio afirmó la eficacia de los sacramentos siempre que el receptor no ponga obstáculos a la gracia. Ahora bien, para evitar conflictos con los ortodoxos, se usó la expresión «contienen la gracia» y no «causan la gracia» y la contienen «ex opere operato», según expresión que indica su eficacia sobrenatural propia. Sin embargo, se condicionó tal eficacia a que el ministro quiera hacer con ellos lo que hace la Iglesia y realice lo esencial a cada sacramento. Además se indicó que tres eran los sacramentos que conferían «carácter» (y que, por tanto, podían ser recibidos una sola vez): el Bautismo, la Confirmación y el Orden.
La Contrarreforma
Los principales temas afrontados por los teólogos de la Contrarreforma son: la definición de sacramento, el modo de causalidad de la gracia en ellos y la naturaleza de la gracia sacramental (en relación con la gracia santificante). El Catecismo de Pío V ofreció una definición que incluía los diversos elementos de Trento:
Rem sensibus subiectam, quae ex Dei institutionis, sanctitatis et iustitiae tum significandae tum efficiandae
Una materia sujeta a los sentidos, que ha de ser a la vez significada y efectuada por la institución, la santidad y la justicia de Dios. Segunda parte, 11
y el papa Alejandro VII aclaró que cuando el Concilio decía que el ministro debía tener intención de hacer lo que hace la Iglesia, tal intención es no solo externa (realizar con detalle el rito prescrito) sino también interna (querer hacer con ello lo que la Iglesia afirma que se realiza).
La Ilustración
El auge del racionalismo supuso un quiebro en la teología de los reformadores que fueron arrinconando el simbolismo. La reacción de los católicos fue más bien hacia subrayar lo razonable del acto de fe pero también, en algunos casos, el de una exigencia tal de idoneidad que la práctica sacramental se redujo considerablemente.
Sacramento en la teología católica contemporánea
El Concilio Vaticano II
La reflexión del Concilio Vaticano II se vería influenciada por el movimiento litúrgico y el movimiento patrístico. Gracias a esas tendencias teológicas, se recuperó la noción de mysterion que se aplicó a la Iglesia y que tuvo parte importante en las discusiones conciliares. Otro desarrollo teológico contemporáneo que aportó luz sobre la noción de sacramento fue la teología de la historia. Al subrayar el aspecto histórico esencial del cristianismo, los sacramentos son vistos como «actos de salvación», equiparables a los hechos que el Antiguo Testamento narra de la vida del pueblo de Israel. En este sentido, el teólogo Jean Daniélou retoma -a partir de la mistagogia de la patrología griega- la idea del lugar de los sacramentos en orden a la restauración final de todas las cosas en Cristo (escatología): memoriales de la Pascua de Cristo.
Los padres conciliares tomaron y asumieron estas reflexiones teológicas en la Constitución Sacrosanctum Concilium y en la Constitución dogmática Lumen Gentium. Además, se perfeccionó la doctrina de Trento en relación con la fe: Los sacramentos «fidem non solum supponunt, sed verbis et rebus alunt, roborant, exprimunt; quare fidei sacramenta dicuntur» (SC 59).
Tres tendencias de reflexión ha seguido la teología posconciliar:
- Profundiza en el modo en que cada sacramento es un encuentro con Cristo.
- Recoge la centralidad de la Eucaristía sacando las conclusiones pertinentes.
- Relación de los sacramentos con la sacramentalidad de la Iglesia.
En el Catecismo de la Iglesia católica
Como se mencionó antes, este texto adoptó la explicación antropológica en relación con el número de los sacramentos. Ahora bien, en lo que concierne a la explicación, asume y completa la teología del Concilio Vaticano II.
De los números 1113 al 1130 trata de la relación entre el Misterio Pascual y los sacramentos. De los números 1135 al 1186 los encuadra en la liturgia de la Iglesia. Finalmente dedica la sección segunda de la segunda parte a los siete sacramentos. En el número 1084, tras recordar que los sacramentos fueron fundados por Cristo, ofrece una definición: «Los sacramentos son signos sensibles (palabras y acciones) accesibles a nuestra humanidad actual. Realizan eficazmente la gracia que significan en virtud de la acción de Cristo y por el poder del Espíritu Santo». O también en el número 1131: «Los sacramentos son signos eficaces de la gracia, instituidos por Cristo y confiados a la Iglesia por los cuales nos es dispensada la vida divina. Los ritos visibles bajo los cuales los sacramentos son celebrados significan y realizan las gracias propias de cada sacramento. Dan fruto en quienes los reciben con las disposiciones requeridas».
Teología católica: los siete sacramentos
La Iglesia católica celebra siete sacramentos, que son: Bautismo, Eucaristía , Confirmación (o Crisma), Reconciliación (o Penitencia), Unción de los enfermos, Orden y Matrimonio. Según su doctrina, "todos los sacramentos están ordenados para la Eucaristía «como para su fin» (S. Tomás de Aquino)". En la Eucaristía se renueva el misterio pascual de Cristo, actualizando y renovando así la salvación de la humanidad. El sacramento católico es un acto ritual destinado a los fieles, para que ellos reciban la gracia de Dios, y destinado también a conferir sacralidad a ciertos momentos y situaciones de la vida cristiana. Fueron instituidos por Jesucristo como "señales sensibles y eficaces de la gracia [...] mediante los cuales nos es concedida la vida divina" o la salvación y fueron confiados a la Iglesia. A través de estas señales o gestos divinos, "Cristo actúa y comunica la gracia, independientemente de la santidad personal del ministro", aunque "los frutos de los sacramentos dependan también de las disposiciones de quien los recibe".
Al celebrarlos, la Iglesia católica, mediante las palabras y elementos rituales, alimenta, expresa y fortifica su fe y la fe de cada uno de sus fieles. Estas señales de gracia constituyen una parte integrante e inalienable de la vida cristiana de cada fiel. Los sacramentos son necesarios para la salvación de los creyentes porque confieren la gracia de Dios, "el perdón de los pecados, la adopción de hijos de Dios, la conformación a Cristo Señor y la pertenencia a la Iglesia".
El Espíritu Santo prepara para la recepción de los sacramentos por medio de la Palabra de Dios y de la fe que acoge la Palabra en los corazones bien dispuestos. Entonces, los sacramentos fortalecen y expresan la fe. El fruto de la vida sacramental es al mismo tiempo personal y eclesial. Por un lado, este fruto es para cada creyente una vida para Dios en Jesús; por otro, es para la Iglesia su continuo crecimiento en la caridad y en su misión de testificar.
Los sacramentos son entonces gestos de Dios en la vida de cada creyente, expresándose simbólica y espiritualmente; por consiguiente, son considerados:
- Señales sagradas, porque expresan una realidad sagrada, espiritual;
- Señales eficaces, porque, además de simbolizar un cierto efecto, en realidad lo producen;
- Señales de la gracia, porque transmiten dones diversos de la gracia divina;
- Señales de fe, no solamente porque suponen la fe en quien los recibe, sino también porque nutren, robustecen y expresan su fe;
Los siete sacramentos
Los siete sacramentos marcan las distintas etapas importantes de la vida cristiana de los creyentes, que se dividen en tres categorías:
- Sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Sientan las bases de la vida cristiana, pues «los fieles renacidos en el Bautismo, se fortalecen con la Confirmación y son alimentados en la Eucaristía».
- Sacramentos de curación: Penitencia y Unción de enfermos.
- Sacramentos al servicio de la comunión y la misión: Matrimonio y Orden.
Estos sacramentos también se pueden agrupar en solo dos categorías:
- Que imprimen carácter sacramental, es decir que dejan una marca indeleble en quien los recibe, y por lo tanto solo puede ser administrado una vez a cada creyente: el Bautismo, la Confirmación y el Orden.
- Aquellos que se pueden administrar reiteradamente.
Bautismo
El bautismo es entendido como el sacramento que abre las puertas de la vida cristiana al bautizado, incorporándolo a la comunidad católica, al gran Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia en sí. Este rito de la iniciación cristiana es hecho normalmente con agua en el bautismo, con la inmersión, efusión o aspersión. Utilizando otras palabras del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, «el rito esencial del Bautismo consiste en sumergir en el agua al candidato o derramar el agua sobre su cabeza, mientras se invoca el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». El bautismo significa sumergir «en la muerte de Cristo y resucitado con Él como nueva criatura».
El bautismo perdona el pecado original y todos los pecados personales y el castigo debido al pecado. Posibilita a los bautizados la participación en la vida trinitaria de Dios mediante la gracia santificante y la incorporación en Cristo y en la Iglesia. Confiere también las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo. Una vez bautizado, el cristiano es siempre un hijo de Dios y un miembro inalienable de la Iglesia, y también pertenece para siempre a Cristo. Además el bautizado comparte con Él la misión de ser Profeta (predicar la palabra de Dios, especialmente a los hijos o a quienes no conozcan a Jesús), Sacerdote (ofrecer sacrificios a Dios dentro de nuestra vida diaria, dejando de hacer actividades que nos gusten mucho o bien realizando aquellas que no son de nuestro agrado, siempre ofreciéndolas por alguna intención personal, recordando que todo es para mayor gloria de Dios) y la de ser Rey (preocuparse, al igual que Jesús, por aquellos más necesitados y olvidados: pobres, enfermos, encarcelados) ocupándonos en hacer oración por ellos si es que no podemos ayudarlos físicamente.
Aunque el bautismo es esencial para la salvación, los catecúmenos, «todos los que mueren a causa de la fe (Bautismo de sangre), [...] todos los que bajo el impulso de la gracia, sin conocer a Cristo y la Iglesia, buscan sinceramente a Dios y se esfuerzan por cumplir con su voluntad (Bautismo de deseo)», consiguen obtener la salvación sin ser bautizados, porque, de acuerdo con la doctrina de la Iglesia católica, «Cristo murió por la salvación de todos.» Los niños que mueren sin bautizar, la Iglesia en su «liturgia confiar en ellos para la misericordia de Dios», que es ilimitada e infinita.
Edad
En la Iglesia católica, el bautismo se da tanto a niños como a adultos convertidos que no han sido antes bautizados válidamente (el bautismo, en la mayor parte de las Iglesias cristianas, es considerado válido por la Iglesia católica porque se considera que el efecto proviene directamente de Dios, independientemente de la fe personal, aunque no de la intención, del sacerdote).
Pero la Iglesia católica insiste en el bautismo a los niños porque «habiendo nacido con el pecado original, necesitan ser liberados del poder del maligno y ser trasferidos al reino de la libertad de los hijos de Dios». Por esta razón, la Iglesia recomienda a los fieles hacer todo lo posible para evitar que una persona no bautizada venga a morir en su presencia sin la gracia del bautismo. Así, aunque el sacramento deba ser administrado por un sacerdote, delante de un enfermo no bautizado cualquier persona puede y debe bautizarlo, diciendo: «Te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» mientras que, con el pulgar de la mano derecha, dibuja una cruz en la frente, la boca y el pecho del enfermo.
El hecho de que el bautismo sea generalmente administrado a los niños recién nacidos, que, por eso, no entrando en la vida cristiana por su propia voluntad, explica qué requieren estas personas para recibir otro sacramento, la Confirmación, cuando llegan a una edad en la que tienen discernimiento e intelecto suficiente para profesar conscientemente la fe y decidiendo si debe o no permanecer en la Iglesia católica. Si es así, entonces estará en este caso, confirmando la decisión que sus padres o tutores hicieron en su nombre en el día de su bautismo. Sin embargo, como este sacramento imprime carácter, quien recibió el bautismo, independiente de que lo confirme o no a través del sacramento del Crisma o Confirmación, estará bautizado para siempre.
Símbolos del bautismo
En la Iglesia católica, el sacramento del bautismo tiene varios símbolos, pero hay cuatro principales, que son ellos: el agua, el aceite, la túnica blanca y la vela. Cada uno representa un misterio en la vida de los bautizados. Además de estos símbolos (que son los principales), el rito romano también establece la sal, pero este símbolo es utilizado solo de acuerdo con las orientaciones pastorales de las Iglesias particulares.
Veamos los significados de los símbolos:
- Agua: Representa el pasaje de la vida "pagana" a una "nueva vida". Ella tiene el factor de purificación, lavándonos del pecado original.
- Aceite: Representa la fortaleza del Espíritu Santo. Antiguamente, los luchadores usaban el aceite antes de las luchas para dejar sus músculos rígidos y así poder vencer. En la nueva vida adquirida por el bautismo él tiene la misma función, revestir al bautizado para las luchas cotidianas contra las amenazas del maligno.
- Túnica blanca: Representa la nueva vida adquirida por el bautismo. Cuando tomamos baño vestimos una ropa limpia, en el bautismo no sería diferente. Somos lavados en el agua y vestidos de una nueva vida.
- Vela: Tiene dos significados: el Espíritu Santo y el don de la fe. Por el bautismo somos revestidos de muchas gracias y la principal es el Espíritu Santo, pues seremos unidos a Dios como hijos para ser santificados y esta santificación es realizada a través del Espíritu Santo. La fe es un don fundamental para nuestra vida, es a través de la que reconocemos Dios y por ella recibimos su gracia.
Crisma o Confirmación
Se denomina confirmación del Bautismo o Crisma cuando el bautizado reafirma su fe en Cristo, siendo ungido durante la ceremonia, recibiendo los siete dones del Espíritu Santo. La unción es hecha por el Obispo o padre autorizado, con aceite bendecido el Jueves Santo. Es un sacramento considerado entre los sacramentos de iniciación cristiana por el que las personas bautizadas se integran de forma plena como miembros de la comunidad. A los bautizados, el sacramento de la Confirmación los une más íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. Simplemente, la ceremonia es la renovación de las "promesas bautismales", preguntas por el obispo que preside, en general, hace en voz alta y responde de la misma manera en la Confirmación de la comunidad.
Como el bautismo, la confirmación también imprime carácter, pudiéndose administrar solamente una sola vez a cada persona. Debido a que es un acto de afirmación de los compromisos, la persona puede jamás recibir el crisma o, yendo a participar de la ceremonia, dejar de confirmar estos compromisos.
De todos modos, el que no fue confirmado o que rehusó renovar los compromisos del bautismo, puede hacerlo en cualquier momento. El crisma es, por lo tanto, un sacramento dependiente, complementario al bautismo, ya que no tiene importancia dada a los que no han sido bautizados.
Eucaristía
La eucaristía es la celebración del sacrificio del cuerpo y la sangre de Cristo, en la que se conmemora su pasión, muerte y resurrección. Es el sacramento culminante de la fe católica, en el que se considera que los fieles reciben el cuerpo, sangre, alma y divinidad de Cristo bajo las especies eucarísticas: el pan y el vino. En el sacramento de la Eucaristía, la hostia consagrada (el pan) es distribuida a los fieles, que la colocan en la boca e ingieren lenta y respetuosamente.
Para recibir la hostia o comulgar, el fiel debe estar en “estado de gracia”, o sea, debe haber antes confesado sus pecados y recibido el perdón divino en el sacramento de la Confesión o Penitencia (se puede comulgar si los pecados no son pecados de gravedad o mortales). Normalmente, la consagración ocurre durante la celebración de la Misa, rito también llamado de Santo Sacrificio. El sacrificio es precisamente el acto de la consagración. Consiste en la recreación, durante la misa, de un momento de la Última Cena de los apóstoles con Cristo, cuando Él sirvió pan y vino a los apóstoles, diciéndoles que aquello era su cuerpo y su sangre.
La Iglesia católica sostiene que, cuando el sacerdote pronuncia las palabras rituales «Esto es mi cuerpo» en relación con el pan y «Esto es mi sangre» en relación con el vino, sucede un fenómeno llamado transubstanciación, o sea, la substancia material que constituye el pan se convierte en el cuerpo de Cristo y la que constituye el vino se convierte en Su sangre. En la Biblia, las palabras del Señor Jesucristo son de forma figurativa, como la mayoría al hacer una comparación o parábola para una mejor inteligibilidad, que no es este el caso ya que hablaba exclusivamente a sus discípulos y enfatizó en las palabras «esto es mi cuerpo...» y «esta es mi sangre...».
El pan transubstanciado es distribuido a los fieles que, a los que ingieren la Hostia están ingiriendo el cuerpo de Cristo. La Eucaristía es considerada el sacramento de la acción de gracias, en la acepción de la palabra original griega εὐχαριστία (transc. "eukharistia").
Confesión, Reconciliación o Penitencia
Es la confesión de los pecados a un sacerdote, que aplica la penitencia para, una vez cumplida, propiciar la reconciliación con Cristo. En otras palabras, es el sacramento que da al cristiano católico la oportunidad de reconocer sus faltas, arrepentirse y proponerse no pecar más, para así ser perdonado por Dios. El reconocimiento de las faltas consiste en su confesión a un sacerdote, que las escucha en nombre de Dios y concede a aquel fiel el perdón y la paz por el ministerio de la Iglesia. Del punto de vista formal, el confesante se arrodilla ante un sacerdote, el confesor, y a él le declara que pecó, que desea confesar lo que hizo y pedir a Dios que perdone sus pecados. Después de oírlo, cabe al sacerdote ofrecer sus palabras de consejo, de censura, de orientación y conforta al penitente, recomendando la penitencia a ser cumplida.
El confesado debe rezar la oración denominada Acto de arrepentimiento, después el que el sacerdote pronuncia las palabras de perdón y bendice al penitentes, que se retira para cumplir la penitencia que se le prescribió. La Iglesia católica considera el sacramento de la penitencia un acto purificador, que debe ser practicado antes de la Eucaristía, para que esta sea recibida con el alma limpia por el perdón de los pecados. Pero, se entiende también que ese efecto purificador es saludar, siendo benéfico para el espíritu cada vez que es practicado.
Uno de los más rígidos deberes impuestos al sacerdote por la Iglesia es el secreto de confesión. El sacerdote está rigurosamente y totalmente prohibido de revelar lo que oye de los fieles en el confesionario. El incumplimiento de ese deber es considerado uno de los mayores y más graves pecados que un sacerdote puede cometer y lo sujeta a penalidades severísimas impuestas por la Iglesia. Véanse Jn 20,23; St 5,15.
Unción de los enfermos
La unción de los enfermos es el sacramento por el cual el sacerdote reza y unge a los enfermos para estimularles la cura mediante la fe, escucha los lamentos de ellos y les promueve el perdón de Dios. Este sacramento puede ser dado a cualquier persona que se encuentre en estado de enfermedad, y no solamente a personas que están en estado de fallecer en cualquier momento. Véase St 5, 14-15.
Orden Sagrado
El sacramento de la orden concede la autoridad para ejercer funciones y ministerios eclesiásticos que se refieren al culto de Dios y a la salvación de las almas. Está dividido en tres grados:
El Episcopado
Confiere la plenitud de la orden y torna el candidato legítimo sucesor de los apóstoles y le son confiados los oficios de enseñar, santificar y regir.
El Presbiterado
Configura el candidato al Cristo sacerdote y buen pastor. Es capaz de actuar en nombre de Cristo cabeza y administrar el culto divino.
El Diaconado
Confiere al candidato la orden para el servicio en la Iglesia, a través del culto divino, de la predicación, de la orientación y sobre todo, de la caridad.
Matrimonio
Es el sacramento que establece y santifica la unión entre un hombre y una mujer, y funda una nueva familia cristiana. Matrimonio es el casamiento entre hombre y mujer, celebrado en la Iglesia y santificado en la indisolubilidad y en la fidelidad. Un rasgo distintivo del sacramento del matrimonio es que no es oficiado por el sacerdote, sino por la propia pareja que, realizando el sacramento delante de la Iglesia, piden y reciben del sacerdote la bendición para la nueva familia que está naciendo.
Las Iglesias ortodoxas también celebran estos siete sacramentos. Para las iglesias reformadas, como se ha mencionado antes, dichos símbolos manifiestan la gracia, pero no la confieren.
La última cena
La última cena es la comida final que, en los relatos evangélicos, Jesús compartió con sus apóstoles en Jerusalén antes de su crucifixión.[3]La última cena es conmemorada por los cristianos, especialmente el Jueves Santo. La última cena provee de base bíblica a la eucaristía, también conocida como «sagrada comunión» o la «cena del Señor». La Primera carta de Pablo a los corintios menciona la última cena. Los cuatro evangelios canónicos afirman que tuvo lugar en la semana de la Pascua, días después de la entrada triunfal en Jerusalén y poco antes de que Jesús fuese crucificado esa misma semana. Durante la comida, Jesús predijo que iba a ser traicionado por uno de los apóstoles presentes y que, antes de la mañana siguiente, Pedro iba a negar tres veces haberle conocido.
Los tres evangelios sinópticos y la Primera carta de Pablo a los corintios incluyen la narración de la institución de la eucaristía, en la cual Jesús tomó pan, lo partió y lo dio a los otros diciendo que era su «cuerpo» (los apóstoles no son mencionados explícitamente en la carta). El Evangelio de Juan no narra este hecho, pero cuenta que Jesús lavó los pies de los apóstoles (Juan 13:1-15) promulgando un mandamiento nuevo: «amaos los unos a los otros como yo os he amado» (Juan 13:33-35). Juan también relata un discurso de despedida, en el que llama a los apóstoles "amigos y no siervos", a medida que los prepara para su partida (Juan 14-17).
Algunos académicos han considerado que la última cena es la fuente de las primeras tradiciones eucarísticas cristianas. Otros han visto el relato de la última cena como algo derivado de la práctica eucarística del siglo I.
Terminología
El término "última cena" no aparece en el Nuevo Testamento, pero tradicionalmente muchos cristianos lo usan para referirse a ese suceso. Muchos protestantes usan el término «cena del Señor», argumentando que la palabra «última» sugiere que esta fue una de varias cenas y no la cena. El término «cena del Señor» hace referencia tanto al acontecimiento bíblico como al acto de la «sagrada comunión» y la celebración eucarística (de "acción de gracias") dentro de su liturgia. Los protestantes evangélicos también usan el término "última cena", pero la mayoría no usan el término «eucaristía» ni el de «sagrada comunión». La Iglesia ortodoxa usa el término «cena mística» para referirse tanto al suceso bíblico como al acto de celebración eucarística dentro de la liturgia.
Textos bíblicos
Según san Mateo (26; 17-35) Según san Marcos (14; 12-31) Según san Lucas (22; 7-13) Según san Juan (13; 1-32)
Base bíblica
La última cena que Jesús compartió con sus apóstoles es descrita en los cuatro evangelios canónicos (Mateo 26:17–30, Marcos 14:12–26, Lucas 22:7–39 y Juan 13:1–17:26) dentro de la semana de la Pascua. La última cena probablemente fue un recuento de cuanto ocurrió en la última comida de Jesús entre la comunidad cristiana primitiva, y se convirtió en un ritual que relataba esa comida.
La Primera carta de Pablo a los corintios (1 Corintios 11:23–26), que probablemente fue escrita antes de los evangelios, incluye una referencia a la última cena pero enfatiza la base teológica en lugar de dar una descripción detallada del acto o su trasfondo.
La narración general que se comparte en todos los relatos de los evangelios canónicos es que después de la entrada triunfal en Jerusalén y los encuentros con varias personas y los ancianos judíos, Jesús y sus discípulos comparten una comida. Después de la comida, Jesús es traicionado, arrestado, juzgado y luego crucificado. Son momentos clave en la cena la preparación de los discípulos para la partida de Jesús, las predicciones sobre la traición inminente a Jesús y la predicción de las cercanas negaciones de Jesús por parte del apóstol Pedro.
En Mateo 26:24–25, Marcos 14:18–21, Lucas 22:21–23 y Juan 13:21–30, durante la comida, Jesús predijo que uno de los apóstoles presentes lo traicionaría.
Los relatos de los tres evangelios sinópticos describen la última cena como una cena de Pascua. La institución de la eucaristía está registrada en los tres evangelios sinópticos y en la Primera epístola de Pablo a los corintios. Hay registro de la celebración de la eucaristía por parte de la comunidad cristiana primitiva en Jerusalén. Las palabras de Jesús en la institución de la eucaristía difieren ligeramente en cada relato. Además, Lucas 22:19b–20 es un texto en disputa que no aparece en algunos de los primeros manuscritos de Lucas. Algunos académicos, por lo tanto, creen que es una interpolación, mientras que otros han argumentado que es original.
En Mateo 26:33–35, Marcos 14:29–31, Lucas 22:33–34 y Juan 13:36–8, Jesús predice que Pedro negará conocerlo, afirmando que Pedro lo repudiará tres veces antes de que cante el gallo a la mañana siguiente. Los tres evangelios sinópticos mencionan que después del arresto de Jesús, Pedro negó conocerlo tres veces, pero después de la tercera negación, oyó el canto del gallo y recordó la predicción cuando Jesús se volvió para mirarlo. Pedro entonces se puso a llorar amargamente.
En Juan 13 se incluye el relato del lavado de los pies de los Apóstoles por Jesús antes de la comida. En el Evangelio de Juan, tras la partida de Judas de la última cena, Jesús dice a los otros apóstoles que estará con ellos por poco tiempo. Luego les da un mandamiento nuevo, diciendo en Juan 13:34–35: "Un mandamiento nuevo os doy: amaos los unos a los otros como yo os he amado, así debéis amaros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros". Dos declaraciones similares también aparecen más adelante en Juan 15:12: "Mi mandamiento es este: Amaos los unos a los otros como yo os he amado", y en Juan 15:17: "Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros".
En el Evangelio de Juan, Jesús da un extenso sermón a sus discípulos (Juan 14–16) que se asemeja a los discursos de despedida llamados testamentos, en los que un padre o líder religioso, a menudo en el lecho de muerte, deja instrucciones para sus hijos o seguidores. Este sermón se conoce como el discurso de despedida de Jesús e, históricamente, ha sido considerado una fuente de doctrina cristiana, particularmente sobre el tema de la cristología. Juan 17:1-26 ha sido llamado también la "oración de despedida" o la "oración del sumo sacerdote", dado que es una intercesión por la Iglesia venidera.] La oración comienza con la petición de Jesús de su glorificación por el Padre, dada la culminación de su obra, y continúa con una intercesión por el éxito de las obras de sus discípulos y de la comunidad de sus seguidores.
En el libro del Génesis se produce una escena en la cual Abrán es bendecido por un rey-sacerdote llamado Melquisedec que le ofrece pan y vino, los mismos productos ofrecidos por Jesús en la última cena. La Carta de Pablo a los hebreos dice que Jesús es el sumo sacerdote nombrado directamente por Dios, al igual que Melquisedec (Hebreos 5:6-10 y 6:20). Jesús era de la tribu de Judá, a diferencia de los sacerdotes israelitas, que provenían de la tribu de Leví.
Fecha
Los historiadores estiman que la fecha de la crucifixión tuvo lugar entre el 30 y el 36 d. C.. Isaac Newton y Colin Humphreys descartaron los años 31, 32, 35 y 36 por motivos astronómicos, dejando el 7 de abril del 30 d. C. y el 3 de abril del 33 d. C. como posibles fechas de la crucifixión. La tradición de la Iglesia del Jueves Santo asume que la última cena se llevó a cabo la noche anterior al día de la crucifixión (aunque, estrictamente hablando, en ningún evangelio se dice inequívocamente que esta comida tuviera lugar la noche anterior a la muerte de Jesús). Los tres evangelios sinópticos hablan de que la última cena fue una cena de Pascua, mientras que el de Juan dice que fue antes de la Pascua (Juan 13:1 y 18:28).
Históricamente, ha habido varios intentos de reconciliar los relatos de los tres evangelios sinópticos con el de Juan, alguno de los cuales son indicados en la Enciclopedia Católica por Francis Mershman en 1912.
Desde 1953 Annie Jaubert, basándose en el Libro de los Jubileos, argumentó que había dos fechas de fiesta de Pascua: mientras que el calendario lunar judío oficial tenía la Pascua comenzando un viernes por la noche en el año en que Jesús murió, también se usó un calendario solar, por ejemplo por la comunidad esenia en Qumran, que siempre tenía la fiesta de la Pascua comenzando un martes por la noche. Según Jaubert, Jesús habría celebrado la cena de Pascua el martes, y las autoridades judías tres días después, el viernes. Jaubert añade que en la Didascalia de los Apóstoles, un texto del siglo III, se establece el martes como el día de la última cena de Jesús. Posteriormente, habría tenido lugar el proceso a Jesús, que habría durado hasta que fue crucificado el viernes.
Para Juan, la cena de Pascua era aquel año el viernes por la noche. Esto significa que Jesús habría muerto a la par que se sacrificaban en el templo los corderos pascuales que iban a consumirse en la cena. La cena de Pascua cayó el viernes por la noche el 7 de abril del 30 y el 3 de abril del 33. En una homilía de 2007 Benedicto XVI consideró "probable" que Jesús tomase la Pascua basándose en el calendario de Qumran. Posteriormente, en su libro «Jesús de Nazaret: desde la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección», de 2011, consideró la más precisa de las soluciones ideadas hasta entonces la propuesta de John P. Meier, basada en el Evangelio de Juan.
Lugar
En el Nuevo Testamento se habla de una mujer llamada María, madre de Juan, de sobrenombre Marcos, que puso su hogar a disposición de los cristianos (Hechos 12:12). Según dice Jerónimo de Estridón, las mujeres judías podían servir con sus bienes y ocuparse del alimento de los rabinos judíos. Se ha especulado con que la última cena fuese en casa de esta mujer, y que esta fuese la madre del entonces joven Marcos evangelista.
Según la tradición cristiana, la última cena tuvo lugar en el Cenáculo, una estancia situada en el Monte Sión de Jerusalén. Según Cirilo de Jerusalén (siglo IV) en este sitio tuvo también lugar la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles en Pentecostés.
Teología
Tomás de Aquino veía Dios Padre, a Jesús y al Espíritu Santo como profesores y maestros que proveían de lecciones, a veces con el ejemplo. Para Tomás de Aquino, la última cena y la cruz forman la cumbre de la enseñanza de que el reino fluye de la gracia intrínseca, más que del poder externo. Para Tomás de Aquino, en la última cena, Cristo enseñó con el ejemplo, mostrando el valor de la humildad (como se refleja en la narración del lavado de pies de Juan) y el sacrificio personal, en lugar de exhibir poderes externos y milagrosos. Tomás de Aquino afirmó eso basándose en Juan 15:15 (en el discurso de despedida) en el cual Jesús dice: "Ya no os llamaré siervos [...] os he llamado amigos". Aquellos que son seguidores de Jesús y participan en el sacramento de la eucaristía pasan a ser sus amigos, como los reunidos en la mesa de la última cena. Para Tomás de Aquino, en la última cena Jesús hizo la promesa de estar presente en el sacramento de la eucaristía, y estar con aquellos que toman parte en ella, al igual que estuvo con sus discípulos en la última cena.
Los judíos tomaban en la cena de Pascua un cordero y pan sin levadura. Jesús es llamado por Juan el Bautista "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29) y es llamado por el evangelista Juan "cordero" en el libro del apocalipsis 28 veces. El libro de los Hechos de los Apóstoles aplica a Jesús la frase de Isaías "como cordero llevado al matadero" (Isaías 53:7 y Hechos 8:32 y siguientes). En la última cena Jesús dice que el pan que comparte con sus discípulos es su carne y el vino su sangre. Según Scott Hahn "la presencia de un joven cordero sin defecto durante la última cena es, en cierto sentido, irrelevante. Ahí estaba el cordero de Dios, por lo que la obligación pascual quedaba cumplida de modo más perfecto y apropiado".
En la pascua judía se toman cuatro copas de vino. La tercera copa se toma al final de la comida y la cuarta después de cantar los salmos. Según Scott Hahn, Jesús instituyó la eucaristía con la tercera copa. Luego cantaron los salmos preceptivos y fueron al huerto de los olivos, donde Jesús oró tres veces pidiendo a Dios que le apartara de "este cáliz". La siguiente vez que Jesús bebe vino es cuando, en la cruz, le dan a beber vino agrio (o vinagre) con una esponja puesta en un hisopo, que es la misma planta prescrita para rociar la sangre del cordero pascual (Éxodo 12:22). Aquí, Scott Hahn ha considerado que Jesús toma la cuarta copa.
Juan Calvino creía solo en dos sacramentos, el Bautismo y la "Cena del Señor" (es decir, la Eucaristía). Por lo tanto, su análisis de los relatos evangélicos de la última cena fue una parte importante de toda su teología. Calvino relacionó los relatos de los evangelios sinópticos de la última cena con el discurso del pan de vida en Juan 6:35, donde se dice: "Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre".
Calvino también creía que los actos de Jesús en la última cena debían seguirse como ejemplo, afirmando que así como Jesús dio gracias al Padre antes de partir el pan (1 Corintios 11:24) aquellos que van a la "Mesa del Señor" para recibir el sacramento de la Eucaristía deben dar gracias por el "amor ilimitado de Dios" y celebrar el sacramento con alegría y acción de gracias.
Historicidad
Según John P. Meier y E. P. Sanders, el hecho de que Jesús tuviera una última cena con sus discípulos está casi fuera de toda duda entre los eruditos, y pertenece al marco de la narración de la vida de Jesús. Howard Marshall afirma que debe abandonarse cualquier duda sobre la historicidad de la Última Cena.
Algunos estudiosos del Seminario de Jesús consideran que la última cena no deriva de la última cena de Jesús con los discípulos, sino más bien de la tradición gentil de las cenas conmemorativas por los muertos. En su opinión, la última cena es una tradición asociada principalmente con las iglesias gentiles que Pablo estableció, más que con las congregaciones judías anteriores. Estas opiniones se hacen eco de las del teólogo protestante del siglo XX Rudolf Bultmann, que también creía que la Eucaristía se originó en el cristianismo gentil. Por otra parte, un número creciente de estudiosos ha reafirmado la historicidad de la institución de la Eucaristía, reinterpretándola desde un punto de vista escatológico judío: según el teólogo luterano Joachim Jeremias, por ejemplo, la última cena debe verse como el clímax de una serie de comidas mesiánicas celebradas por Jesús en anticipación de un nuevo Éxodo. En obras más recientes de biblistas católicos como John P. Meier y Brant Pitre, y del erudito anglicano N.T. Wright, se recogen puntos de vista similares.
Celebraciones religiosas
Muchas denominaciones cristianas clasifican como un sacramento el consagrar el pan y el vino y participar en su distribución entre los fieles. Este rito, conocido como eucaristía se realiza de forma semanal, mensual o anual, dependiendo del tipo de credo. Algunas iglesias protestantes (aunque no todas) prefieren llamarlo ordenanza, y lo ven no como un canal específico de gracia divina sino como una expresión de fe y de obediencia a Cristo.
Iglesia católica
Para la Iglesia católica, en la última cena Jesús instituyó dos de los siete sacramentos: la eucaristía y el orden sacerdotal. Para Juan Pablo II los apóstoles fueron entonces nombrados sacerdotes del Nuevo Testamento. Los católicos celebran la última cena el Jueves Santo. En la misa de este día, el sacerdote lava los pies a doce fieles. El Catecismo de la Iglesia católica dice, respecto a la eucaristía: La eucaristía es "fuente y culmen de toda la vida cristiana". "Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua"
El obispo católico Manuel González García describe así la relación entre la última cena, la cruz y la misa: El sacrificio de la última cena, el de la cruz y el de la misa no son tres sacrificios, sino uno solo, o tres oblaciones reales de una sola inmolación: la cena es la oblación real de Cristo que se ha de inmolar; la Cruz es la oblación real de Cristo inmolándose; la misa es la oblación real de Cristo inmolado.
Testigos de Jehová
Los Testigos de Jehová celebran el aniversario de “la cena del Señor” o la “última cena” exclusivamente el día que corresponda al 14 de Nisán en el calendario judío, fecha en que lo hizo Jesús luego de celebrar la pascua judía. Esta reunión es conocida como Conmemoración de la muerte de Cristo.
A diferencia de otros grupos religiosos, los Testigos de Jehová no realizan actividades ni procesiones durante varios días de la semana y simplemente se recuerda la muerte de Jesús. Para los miembros de esta organización religiosa, esta es la reunión más importante del año. Durante la ocasión, se presenta un discurso tras lo cual se comienza la "celebración" al pasar entren los presentes los emblemas, pan ácimo (sin levadura) y vino tinto natural o sin aditivos. Usualmente, quienes son considerados como parte de "los ungidos" (o elegidos para ir al cielo) son los únicos que participan de comer del pan y beber del vino. El resto de los presentes, llamados las «otras ovejas» (con esperanza de vivir en la tierra), solo son observadores.
Iconografía
El tema ha sido tratado en todo tipo de soportes por el arte cristiano. La obra más difundida es el mural de Leonardo da Vinci (refectorio de Santa Maria delle Grazie, Milán, (1494-1497). Se encuentra en la pared sobre la que se pintó originalmente. Leonardo escogió representar el momento posterior al anuncio de Cristo de que uno de los presentes lo traicionará, cuando todos se preguntan «¿Soy yo, Señor?». Separándose de la iconografía de otras obras renacentistas, no representa a Judas delante de la mesa, sino incluido entre los demás apóstoles; y en lugar de representar a Jesucristo integrado en el grupo, con Juan en su regazo, Leonardo opta por aislar su figura en el centro y agrupar a los apóstoles de tres en tres, caracterizando a cada uno de ellos a través de su actitud y movimiento. En una posible referencia a El Banquete de Platón (y, en su época, a De Amore, del neoplatónico Marsilio Ficino), estructuró a los apóstoles en cuatro tríadas, de las cuales las dos del extremo luminoso (a la derecha) corresponden a tríadas platónicas, significando la primera que el Amor es el Deseo de la Belleza, que se perfecciona en Dios.
Cenacolo, en plural cenacoli (en italiano "cenáculo" —el lugar de Jerusalén donde se celebró la última cena—), es el término utilizado en Italia para designar determinados espacios arquitectónicos, donde se representa ese tema pictórico, muy habitualmente refectorios (comedores) de conventos. La coincidencia entre el uso de la estancia y la decoración que se pinta en sus muros ya es en sí misma una ambigüedad "entre lo vivo y lo pintado", que se acentúa cuando los artistas eligen dar importancia a la representación de los muebles y elementos arquitectónicos del cenáculo de Jerusalén, de inevitable proyección hacia los muebles y, sobre todo, los elementos arquitectónicos de la estancia real que alberga la pintura, lo que estimula la técnica del trampantojo.
Entre los cenacoli florentinos, tras los más tempranos, de fra Angelico y Andrea Del Castagno, donde ya es visible la utilización de las leyes de perspectiva en la mesa y los planos de las paredes, hay al menos tres cenacoli donde Ghirlandaio experimenta con el ilusionismo arquitectónico, mientras que el más conocido es el de Da Vinci, que cierra el Quattrocento: Cenacolo di Santo Spirito, Andrea Orcagna, ca. 1360.
Y con las de otras representaciones de la última cena o del lavatorio (escena evangélica previa, que también transcurre en el cenáculo) en otros periodos de la historia del arte, que comienzan en el arte paleocristiano y con mobiliario "a la romana" (el triclinio), para pasar al mobiliario medieval y moderno (la mesa de tablero rectangular en torno a la que los apóstoles se sientan en bancos o sillas —véase también historia del mueble—). La posición de Cristo pasa de ser un extremo a ser el centro. Igualmente se fueron fijando el resto de las convenciones iconográficas, especialmente la identificación de un apóstol imberbe, inclinado sobre Cristo (Juan, el discípulo amado), mientras que otro se suele separar del grupo (Judas, en algunos casos junto a un perro que roe un hueso —símbolo de su posesión por Satán—).
Continua en La Sacramentología I: La Cena del Señor II