Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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viernes, 17 de mayo de 2019

Los Padres Dogmaticos IV

Cirilo Obispo de Alejandria

Cirilo de Alejandría
eclesiástico romano, patriarca de Alejandría
Cirilo de Alejandría (Alejandría, c. 370/3 - ibíd., 444) fue un eclesiástico romano, natural de Egipto, Patriarca de Alejandría desde 412 hasta su muerte.

Sobrino del obispo Teófilo de Alejandría, acompañó a su tío al Sínodo de la Encina (403), en el cual fue depuesto Juan Crisóstomo. Más tarde sucedió a su tío como obispo y patriarca de la sede alejandrina (412). Muchos se opusieron a su nombramiento, quizá por su genio impaciente y dominador. Su episcopado se caracterizó por la presión contra judíos, paganos y otras confesiones cristianas, así como por sus roces con las autoridades imperiales y su lucha de poder con el Patriarcado de Constantinopla.

Sus obras atestiguan un conocimiento extenso, además de la Biblia y de los escritores eclesiásticos, de los autores no cristianos de su época. Parece ser que durante un tiempo se retiró al desierto, donde recibió de los monjes educación ascética, según se deduce de las cuatro cartas que le escribió Isidoro de Pelusio. Es considerado santo por las Iglesias Católica, Ortodoxa, Copta y Luterana.

En 1882 Cirilo fue proclamado doctor de la Iglesia por el Papa León XIII, quien al mismo tiempo atribuyó el mismo título a otro importante exponente de la patrística griega, san Cirilo de Jerusalén. Esta proclamación se basó en su firmeza al servicio de la doctrina y en la valentía demostrada en defensa de la verdad católica, en particular contra el supuesto error de Nestorio, patriarca de Constantinopla, por lo que corrió el riesgo de ser desterrado y durante algunos meses vivió la humillación de la cárcel: “Nosotros —escribió— por la fe de Cristo estamos dispuestos a padecerlo todo: Las cadenas, la cárcel, todas las incomodidades de la vida y la misma muerte”.

Biografía
El 17 de octubre del año 412 sucede a su tío en el patriarcado alejandrino. Su episcopado continuó su feroz lucha de poder entre las sedes de Alejandría y Constantinopla, pero además se caracterizó por un nuevo aumento de la presión contra paganos, herejes y judíos (tras la calma de los últimos años de Teófilo) y sus roces con el poder imperial. Uno de sus primeros actos fue la persecución de los novacianos (a pesar de la existencia de un edicto imperial de tolerancia hacia ellos): ordenó cerrar por la fuerza sus iglesias, expulsándolos del país, y decomisó el patrimonio tanto eclesiástico como privado del obispo novaciano Teopento.

Cirilo persiguió también a los mesalianos (del sirio msaliyane: orantes), que ya habían sido declarados herejes en el sínodo de Side de Panfilia del año 390. Los mesalianos defendían la creencia que la salvación solo se puede ganar gracias a la continua oración.

En 414, Cirilo instigó una serie de motines antijudíos y expropió casi todas las sinagogas de la capital egipcia para convertirlas en iglesias cristianas. El Patriarca hizo comparecer ante sí a los principales líderes judíos, lo cual suscitó una revuelta nocturna de protesta ante tales actos. En respuesta a este suceso, una gran muchedumbre, dirigida por Cirilo, asaltó y destruyó la sinagoga principal y saqueó las propiedades de los judíos. Por último, el Patriarca desterró a los judíos de Alejandría involucrados en los disturbios, incluidos mujeres y niños, privados de su hacienda y de alimentación, en un número de, presuntamente, cien mil o incluso de doscientos mil.[cita requerida]

El prefecto Orestes se quejó ante el emperador Teodosio II por estos actos. Inmediatamente una horda de 500 monjes del desierto de Nitria partió hacia Alejandría para proteger al Patriarca, ante su inminente deposición. Al ver que el Prefecto estaba en un carro, los monjes se abalanzaron sobre él y uno de ellos, llamado Amonio, hirió de un golpe en la cabeza a Orestes. Amonio fue apresado, torturado y ejecutado. Cirilo rindió al atacante honores de mártir.

En 415 o 416 una turba de cristianos fanáticos asesinó a la célebre filósofa Hipatia, maestra del prefecto Orestes. Debido a ello, durante siglos se ha acusado a Cirilo de ser el principal responsable de la muerte de la filósofa. El autor más cercano a los hechos, Sócrates Escolástico, indica que la muerte fue causa de oprobio para Cirilo y la iglesia de Alejandría, lo que sugiere una implicación del patriarca y su entorno en los hechos. La acusación aparece formulada con más claridad en la obra de Damascio, filósofo pagano del siglo VI que sufrió la persecución del emperador Justiniano I, y cuyo testimonio sobre Hipatia aparece recogido en la enciclopedia bizantina Suda.​ El obispo copto del siglo VII Juan de Nikiû confirma los hechos y justifica la muerte de Hipatia, a la que presenta como una bruja peligrosa, aunque no existe ningún escrito de la época de Hipatia que justifique tal acusación. El propio Cirilo reprochó a los alejandrinos su carácter levantisco y pendenciero en su homilía pascual del año 419. En 422 otra turba asesinó al sucesor de Orestes como prefecto imperial, Calisto.

Cirilo fue una figura de relieve por el desarrollo teológico de sus escritos, en especial por su defensa de la unión entre la divinidad y la humanidad de Jesús, frente a las tesis de Nestorio, que en el año 428 ascendió a la sede de Constantinopla. Cirilo aprovechó el error dogmático de Nestorio para deponerlo de su sede. Participó activamente en el Concilio de Éfeso (431), convocado por el emperador Teodosio II, y logró que se conservara a María el título de Theotokos: Madre de Dios. Cirilo presidió el Concilio bajo la autoridad el papa Celestino I.

Cirilo abrió las sesiones con 154 obispos de su partido sin esperar a que llegaran los obispos antioquenos. Ya tenía el apoyo de los obispos de Egipto, Grecia, Palestina, Creta y Asia menor cuando llegó en Éfeso. Sin el contingente de Antioquia presente y el mismo Nestorio quien rehusó aparecer en una corte donde su adversario fue el presidente, el concilio fue obligado a deponer al obispo de Bizancio por contumacia. La segunda carta de Cirilo a Nestorio fue aprobada por todos los obispos aunque sus 12 anatemas no fueron incluidas en la sentencia. Sirviéndose de cuantiosísimos sobornos durante todo el proceso. Sus regalos fueron tan abrumadores que, de hecho, logró que el emperador Teodosio II, en principio contrario al patriarca alejandrino, cambiara de parecer, y acabara por deponer y desterrar a su rival dogmático. El concilio fue de los más unánimes de todos los concilios ecuméncos y duró una sola sesión.

Obra
Sus numerosas obras están recopiladas en 10 tomos de la Patrologia Graeca de Migne. Aun cuando no se opuso a las decisiones del Concilio de Nicea, tampoco era proclive al uso de la terminología admitida en ese sínodo debido, según afirmaba, a que se trataba de expresiones que no están contenidas en la Biblia y pertenecen más bien a la filosofía griega.

Exégesis escriturística:
  • Comentario al Evangelio de San Juan;
  • Glaphyra;
  • Sobre la adoración y el culto en espíritu y en verdad.
Polémicas:
  • Contra las blasfemias de Nestorio;
  • Tesoro de la santa y consustancial Trinidad: frente a los arrianos.
Su tabla pascual de 114 años
Cirilo prestó al pío emperador cristiano Teodosio II (AD 408-450) un gran servicio dedicando a él su tabla pascual. Es también importante notar que la tabla pascual de Cirillo era provista de una estructura básica metónica en la forma de un ciclo lunar metónico de 19 años adoptado por él alrededor del año 425, que era muy diferente del primerísimo ciclo lunar metónico de 19 años inventado alrededor del año 260 por Anatolio de Laodicea, pero exactemente igual al ciclo lunar semejante que había sido introducido alrededor del año 412 por Annianos; el equivalente juliano de este ciclo lunar (alejandrino) adoptado por Cirilo y hoy llamado el ‘ciclo lunar (alejandrino) clásico de 19 años’ aparecería de nuevo solo mucho más tarde: un siglo más tarde a Roma como la estructura básica de la tabla pascual de Dionisio el Exiguo (alrededor del año 525) y otros dos siglos más tarde en Inglaterra como la de la tabla de Pascua de Beda (alrededor del año 725).

Los Doce Anatemas de Cirilo
Los anatemas dogmáticos contra la supuesta postura de Nestorio servirían como salvaguardas de la ortodoxia, condenando errores cristológicos y aclarando la fe católica. Las afirmaciones siguientes componen los anatemas:
  1. Si alguien no confiesa que Dios es según verdad el Emmanuel, y que por eso la Santa Virgen es Madre de Dios [Teotokos] (pues dio a luz carnalmente al Hijo de Dios hecho carne), sea anatema.
  2. Si alguien no confiesa que el Hijo de Dios Padre se unió a la carne según hipóstasis y que Cristo es uno con su propia carne, a saber, que él mismo es Dios al mismo tiempo que hombre, sea anatema.
  3. Si alguien divide en el solo Cristo las hipóstasis después de la unión, uniéndolas solo por la conexión de la dignidad o de la autoridad y potestad, y no más bien por la conjunción que resulta de la unión natural, sea anatema.
  4. Si alguien distribuye entre dos personas o hipóstasis las voces contenidas en los escritos apostólicos o evangelios o dichas sobre Cristo por los santos o por él mismo sobre sí mismo; y unas las acomoda al hombre propiamente entendido aparte del Verbo de Dios, y otras, como dignas de Dios, al solo Hijo de Dios Padre, sea anatema.
  5. Si alguien se atreve a decir que Cristo es hombre teófono, portador de Dios y no, más bien, Dios verdadero, como hijo único y natural, según el Verbo se hizo carne y tuvo parte de modo semejante a nosotros en la carne y en la sangre [Hebreos 2:14], sea anatema.
  6. Si alguien se atreve a decir que el Hijo del Padre es Dios o Señor de Cristo y no confiesa más bien que él mismo es juntamente Dios y hombre, puesto que el Verbo se hizo carne, según las Escrituras [Juan 1:14], sea anatema,
  7. Si alguien dice que Jesús fue ayudado como hombre por el Verbo de Dios, y le fue atribuida la gloria del Unigénito, como si fuera otro distinto de él, sea anatema.
  8. Si alguien se atreve a decir que el hombre asumido ha de ser coadorado con Dios Verbo y conglorificado y, juntamente con él, llamado Dios, como uno en el otro (pues la partícula "con" esto nos fuerza a entender siempre que se añade) y no, más bien, con una sola adoración honra a Emmanuel y una sola gloria le tributa según que el Verbo se hizo carne [Juan 1:14], sea anatema.
  9. Si alguien dice que el solo Señor Jesucristo fue glorificado por el Espíritu, como si hubiera usado de la virtud de éste como ajena y de él hubiera recibido poder obrar contra los espíritus inmundos y hacer milagros en medio de los hombres, y no dice, más bien, que es su propio Espíritu aquel por quién obró los milagros, sea anatema.
  10. La divina Escritura dice que Cristo se hizo nuestro Sumo Sacerdote y Apóstol de nuestra confesión [Hebreo 3:1] y que por nosotros se ofreció a sí mismo en olor de suavidad a Dios Padre [Efesios 5:2]. Si alguien, pues, dice que no fue el mismo Verbo de Dios quien se hizo nuestro Sumo Sacerdote y Apóstol, cuando se hizo carne y hombre entre nosotros, sino otro fuera de él, hombre propiamente nacido de mujer; o si alguien dice que también por sí mismo ofreció como ofrenda y no, más bien, por nosotros solos (pues no tenía necesidad alguna de ofrenda el que no conoció el pecado), sea anatema.
  11. Si alguien no confiesa que la carne del Señor es vivificante y propia del mismo Verbo de Dios Padre, sino de otro fuera de él, aunque unido a él por dignidad, o que solo tiene la inhabitación divina; y no, más bien, vivificante como hemos dicho, porque se hizo propia del Verbo, que tiene poder de vivificarlo todo, sea anatema.
  12. Si alguien no confiesa que el Verbo de Dios padeció en la carne y fue crucificado en la carne, y gustó de la muerte en la carne, y fue hecho primogénito de entre los muertos [colosenses 1:18], según es vida y vivificador como Dios, sea anatema.
Eponimia
El cráter lunar Cyrillus lleva este nombre en su memoria.

Sócrates de Constantinopla
Sócrates de Constantinopla (Constantinopla, 380 - c. 440), también conocido como Sócrates el Escolástico,​ fue un historiador griego de la iglesia cristiana, contemporáneo de Sozomeno y Teodoreto de Ciro, que utilizaron sus obras como fuente. Nació en Constantinopla en 380 pero se desconoce la fecha de su muerte. Tampoco se conocen datos sobre su vida, salvo lo que se puede entresacar de su obra, Historia ecclesiastica, en la que sigue el ejemplo de Eusebio de Cesarea de enfatizar el papel del emperador en los asuntos de la Iglesia.

Historia ecclesiastica
En sus prefacios menciona a sus maestros, los gramáticos Eladio de Cesarea y Amonio el gramático, que llegaron a Constantinopla procedentes de Alejandría, donde eran sacerdotes paganos. Se habían visto forzados a huir el año 391 tras una rebelión cristiana contra los paganos en la cual el Serapeum fue destrozado y la Biblioteca destruida. De sus escritos parece deducirse que era laico, pero no se conoce su profesión. En sus últimos años viajó por Paflagonia y Chipre.

Historia ecclesiastica
La Historia ecclesiastica cubre los años entre 305 y 439, y se acabó de escribir en tiempos de Teodosio II, antes de 450. El propósito de la obra es continuar el trabajo de Eusebio de Cesarea, y relata en griego todo lo acontecido en la Iglesia en la época, con las disensiones internas ocupando un primer plano, ya que cuando la iglesia está en paz, no hay nada que el historiador pueda relatar. En el prefacio al libro V, Sócrates defiende el escribir sobre el arrianismo y algunos acontecimientos políticos, además de sobre los asuntos estrictamente eclesiales.

El relato de Sócrates es bastante neutral. Su calidad de seguidor del minoritario movimiento novaciano le permite observar los acontecimientos desde una posición relativamente ajena al desarrollo de la Iglesia oficial. Es crítico con Juan Crisóstomo y no duda en usar hipérboles cuando se refiere a los altos cargos de la Iglesia y el Estado.

Afirma que debe el impulso para escribir su obra a un cierto Teodoro, a quien se refiere en el prefacio al segundo libro como «hombre santo de Dios», por lo que parece ser un monje o un miembro del clero. En el siglo VI se recopiló esta Historia ecclesiastica junto con las de sus contemporáneos Sozomeno y Teodoreto de Ciro, lo que ha oscurecido sus diferencias hasta fechas recientes, cuando sus retratos de los emperadores cristianos han sido diferenciados por Hartmut Leppin.

Ediciones
  • La Historia ecclesiastica fue editada en París por primera vez en 1544 por Robert Estienne como parte de su Codex Regius.
  • En 1612 Johannes Christophorson la tradujo al latín.
  • La más importante edición fue la de Henricus Valesius (Henri Valois) en París el año 1668, que utilizó el Codex Regius, el Codex Vaticanus, y un Codex Florentinus, así como el Codex Leonis Alladi de Theodorus Lector.
  • Una nueva edición del texto ha sido publicada en 1995 por G.C. Hansen en la serie Die Griechischen Christlichen Schriftsteller (Berlín, Akademie Verlag).
  • La única traducción en español es la de Sócrates de Constantinopla. Historia eclesiástica/1 y Sócrates de Constantinopla. Historia eclesiástica/2, Madrid, Ciudad Nueva (Biblioteca de Patrística), 2017, a cargo de los profesores Francisco Antonio García Romero, Fco. Javier Ortolá Salas, Joaquín Ritoré Ponce, Manuel Acosta Esteban, Inmaculada Rodríguez Moreno y Fernando Alconchel Pérez.
Teodoreto de Ciro
obispo sirio
Teodoreto de Ciro (en griego, Θεοδώρητος Κύρρου; en latín, Theodoretus; Antioquía, ca. 393 - Ciro, entre el 458 y el 466) fue obispo de Ciro (Siria) y el último teólogo destacado de la escuela de Antioquía.

Biografía
Sus padres, muy acomodados, mantuvieron estrechos contactos con los monasterios cercanos. Educado entre los monjes, su cultura refleja al mismo tiempo una profunda formación clásica. Muertos sus padres, se retiró a uno de los monasterios de Nicerta. En 423 fue elegido obispo de Ciro, donde desarrolló una amplia actividad.

Formado en la teología antioquena, personalmente ligado a Nestorio y enconado adversario del apolinarismo, del que creía encontrar reliquias en los 12 anatematismos de San Cirilo de Alejandría, escribió la refutación de los mismos. En el Concilio de Éfeso se negó a suscribir la condenación y deposición de Nestorio, e inmediatamente compuso un tratado refutando a San Cirilo y atacando las decisiones del Concilio. Parece ser que redactó el «Símbolo de Unión» (h. 433) aceptado por Juan de Antioquía y San Cirilo. A pesar de la aceptación de este último, Teodoreto prosiguió la lucha intentando que se llegase a condenar los anatematismos. En 447 fue acusado por Dióscoro de predicar dos hijos de Dios existentes en Cristo. Teodoreto se defendió en su Epístola 83, donde condena a aquellos que niegan la maternidad divina de María. En 448 un edicto imperial le prohibió predicar en Antioquía.

Enérgico adversario de la herejía eutiquiana, fue depuesto de su sede episcopal hacia el 449. En 451 fue admitido entre los «doctores ortodoxos» por el Concilio de Calcedonia —que condenó a Nestorio y Eutiques— tras haberle exigido una explícita declaración contra Nestorio y su doctrina. Tras Calcedonia, Teodoreto continuó su labor pastoral y literaria. El Concilio de Constantinopla del 533 condenó sus escritos contra San Cirilo y el Concilio de Éfeso, así como algunos de sus sermones y cartas.

En general, se considera su cristología ambigua: a veces parece distinguir en Cristo dos personas; no rechaza el término «theotocos», aplicado a la Virgen, pero admite el de «anthropotocos»; no acepta que se pueda decir que Dios haya sufrido en la Pasión. Por otro lado, afirma que Cristo es uno con unión física y niega haber enseñado jamás la existencia de dos personas. En general se advierte que a lo largo de su vida fue abandonando algunas de las fórmulas ambiguas —por ejemplo la de «assumptus homo»— que utilizó al principio.

Obra
Resulta imposible establecer una relación completa de sus obras, algunas desaparecidas. Se pueden clasificar en:
  1. Dogmáticas y polémicas: De sancta et vivifica Trinitate et de incarnatione Domini, anteriores al 431; «Contra-anatematismos»; Eranistes vel polymorphus, h. 447 contra los monofisitas; Refutación de los 12 anatematismos, llamado también «Contra-anatematismos», 431, cuyo contenido nos es conocido a través de la refutación de San Cirilo; Los cinco libros contra San Cirilo y el Concilio de Éfeso Pentalogium, h. 432. El mismo Teodoreto nos da noticias de escritos contra los arrianos, los eunomianos, los macedonianos, los marcionitas y los apolinaristas.
  2. Apologéticas: Curación de las enfermedades griegas, última apología contra el paganismo; Diez sermones sobre la Providencia; Respuesta a las preguntas de los magos.
  3. Exégesis: Cuestiones al Octateuco, de carácter didáctico y apologético, del que hay edición moderna de Ángel Sáenz Badillos y Natalio Fernández Marcos, Quaestiones in octateuchum, Madrid: CSIC, 1979, y comentarios a numerosos libros de la Biblia.
  4. Historia: Historia eclesiástica, continuación de la de Eusebio de Cesarea, que termina el 428 con la muerte de Teodoro de Mopsuestia; Historia religiosa, o de los monjes, 444; Historia de las herejías (Haereticarum fabularum compendium): no es segura la autenticidad del capítulo dedicado a Nestorio.
  5. Sermones y cartas: Finalmente, un pequeño número de sermones, y 232 cartas.
Contradeclaraciones a los 12 anatemas de Cirilo (Contra-anatematismos)
  1. Teodoreto explica que el Verbo de Dios no se hizo carne por naturaleza, ni tampoco se transformó en carne, pues el Verbo de Dios es por su naturaleza inmutable e invariable. Cita varios pasajes bíblicos (Salmos 102:27, Malaquías 3:6, Filipenses 2:6-8) para explicar que lo Divino no cambia y así aclara Juan 1:14 "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" diciendo que El Verbo de Dios asumió la carne, pero no transformó en criatura. El Verbo se hizo para sí mismo un templo en el vientre de la Virgen, el templo siendo un verdadero humano con todas las facultades humanas. A la luz de Colosenses 2:9, Teodoreto defiende el título de Teotókos para la Santísima Virgen, por la unión de la divinidad con la humanidad desde el momento de la concepción. Concluye que la persona que nació de la Virgen se llama Emanuel, pues Dios no fue separado del hombre, ni el hombre despojado de la Deidad.
  2. En esta sección, Teodoreto elucida que el sujeto de Cristo es la conjunción del Verbo de Dios y su templo humano "Confesamos un solo Cristo, y, a causa de la unión, lo llamamos tanto Dios como hombre." Rechaza rotundamente el aserto de una unión de las hipóstasis, que considera ajena a las Divinas Escrituras y las interpretaciones bíblicas de los Padres. Para Teodoreto, la unión según la hipóstasis resultaría en una mezcla de carne y Deidad que implicaría que Dios se hizo criatura y cambió en su esencia. Menciona Juan 2:19 para constatar que hay una separación relevante entre el Verbo y su templo humano. Sintetiza su posición así, "La unión exhibe las particularidades de las naturalezas y nos enseña a adorar al único Cristo." reiterando que existe una conjunción de dos naturalezas en la única persona de Cristo, pese a que hay distinciones vitales.
  3. Aquí, Teodoreto se ofende por la declaración de San Cirilo de que "Si alguno divide en el solo Cristo las hipóstasis después de la unión, uniéndolas sólo por la conexión de la dignidad o de la autoridad y potestad, y no más bien por la conjunción que resulta de la unión natural, sea anatema.". Dios como ordenador del universo no se tiene que someter a las leyes naturales, por lo que no vale hablar del resultado de una unión natural. Teodoreto mantiene su postura de que las divisiones son naturales y ha de destacarlas al hablar de Cristo, quién es Dios y hombre sin confusión
  4. San Cirilo dice: "Si alguno distribuye entre dos personas o hipóstasis las voces contenidas en los escritos apostólicos o evangelios o dichas sobre Cristo por los santos o por Él mismo sobre sí mismo; y unas las acomoda al hombre propiamente entendido aparte del Verbo de Dios, y otras, como dignas de Dios, al solo Verbo de Dios Padre, sea anatema."​ Teodoreto contesta a la anatematización diciendo que supone una mezcla de las naturales lo que conduce a la blasfemia y a la herejía. Dios es el omnipotente Creador y Gobernador del Universo, y el Verbo es su poder y sabiduría, demás de la vida misma (1 Corintios 1:24, Juan 14:6). Si las naturalezas se entremezclan, alguien termina diciendo que el Verbo tuvo sed, cansancio, miedo e ignorancia, propiedades propias del siervo (la humanidad de Cristo) y no del Verbo que es consubstancial al Padre (Juan 12:27, Marcos 13:32, Juan 5:19). Teodoreto finaliza su refutación así, "Aplicamos lo divinamente dicho y hecho a Dios el Verbo; por otro lado, lo que se dice y se hace con humildad, lo conectamos con el siervo, para no ser contaminados con la blasfemia de Arrio y Eunomio."​
  5. San Cirilo dice: "Si alguno se atreve a decir que Cristo es hombre teófono, portador de Dios y no, más bien, Dios verdadero, como hijo único y natural, según el Verbo se hizo carne y tuvo parte de modo semejante a nosotros en la carne y en la sangre [Hebreos 2:14], sea anatema." Teodoro no hace objeciones a la participación del Verbo de Dios en la humanidad, aunque se oponen vehementemente a la idea de que el Verbo se trocara en alguna forma: "negamos que el Verbo se hizo carne por medio de un cambio." También defiende el uso del término "teófono" apelando a los escritos de San Basilio y a la carta a los Colosenses (2:9).
Vicente de Lerins
monje galorromano, santo y Padre de la Iglesia del siglo V
San Vicente de Lerins, (en francés Vincent de Lérins) († 450). Monje galorromano, santo y Padre de la Iglesia. Nació en Toulouse, en Galia. Las noticias sobre su vida se resumen en que, tras una existencia mundana, ingresó en el monasterio de Lerins, cerca de Marsella. Genadio de Marsella escribió que Vicente murió durante el reinado de los emperadores Teodosio II de Oriente y de Valentiniano III de Occidente, por lo que su muerte debe haber ocurrido en 450, o poco antes. Sus reliquias se han conservado en Lérins.

Su escrito más famoso es la Commonitorium (434), tratado teológico firmado con el seudónimo de Peregrinus. En este tratado desarrolla las reglas principales que ha de seguir un cristiano para distinguir el contenido doctrinal del cristianismo original del planteado por las herejías. Utiliza un lenguaje muy parecido al del semipelagianismo, y se enfrenta a las formulaciones básicas de la teología de san Agustín de Hipona, considerándolas novedosas y contrarias a la que considera primera norma de la fe: creer quod semper, quod ubique, quod ab ómnibus ('solo y todo cuanto fue creído siempre, por todos y en todas partes').

En algunas ocasiones este santo ha sido identificado con Mario Mercátor, por el contenido semipelagiano de su teología. De hecho, se considera que Vicente es el autor contra el que San Próspero, amigo de san Agustín, dirigió sus Responsiones ad capitula objectionum Vincentianarum.

Su fiesta se celebra el 24 de mayo.

Cesáreo de Arlés.
Cesáreo de Arlés (Chalon-sur-Saône , c. 470 - Arlés, 26 de agosto de 542) fue un arzobispo de Arlés y santo cristiano, cuya festividad se celebra el 27 de agosto. Nació en Francia de familia religiosa y humilde: parentes atque prosapies supra omnes concives suos de fide potius et moribus floruerunt.

Niñez
De niño era tan generoso que regalaba su ropa a los pobres y al llegar a casa medio desnudo decía a sus padres “que se la habían robado”. A los 18 años, sin consultarlo con sus padres, pidió a su obispo Silvestre entrar en el orden clerical. Su familia, aunque con dificultad, aceptó este paso, toda vez que no compartía que dejase la casa paterna. Pero poco después, deseoso de mayor entrega a Dios, huyó al célebre monasterio en la isla de Lérins, frente a Marsella, célebre por su intensa vida religiosa hasta el punto que de hecho se había convertido en seminario del episcopado francés. Para alcanzar su propósito debió escapar de las personas que su madre había mandado para hacerlo volver a casa, salvando a nado un río.

En Lérins coepit esse in vigiliis promptus, in observatione sollicitus, in obauditione festinus, in labore devotus, in humilitate praecipuus, in mansuetudine singularis (Vita I, 1, 5) aprendiendo la vida monástica a partir de las severísimas Instructiones del abad Fausto. Combatía sin descanso el propio yo, ejercitaba para con los hermanos la caridad, se guardaba de las menores negligencias a la regla —incluso involuntarias—, se mostraba atento a los movimientos de su corazón y por la tarde examinaba su conciencia para corregir al día siguiente las faltas cometidas.

Los superiores le encomendaron el cargo de despensero. Debía ocuparse de las necesidades materiales de los monjes, de los huéspedes, de los enfermos. Tomó la actitud de distribuir lo necesario a quienes, por espíritu de renuncia, no pedían nada para sí, y se negaba a satisfacer las peticiones de quienes sabía que no tenían tales necesidades, por más que insistieran. Este proceder levantó tales antipatías entre estos últimos que el abad Porcario decidió exonerarlo de su cargo, con gran alegría para Cesáreo. Movido por el espíritu de rígido ascetismo que había aprendido en las Instructiones se entregó a penitencias excesivas que acabaron minando su salud. Porcario lo mandó entonces a Arlés, donde vivían unos familiares de Cesáreo, para que se recuperase. Así fue como abandonó, después de cinco o seis años (490-496), aquel lugar.

Época
Arlés era una ciudad portuaria, con todo el ambiente moral que esto significa, pero también era la primera metrópolis eclesiástica de la Galia, con sacerdotes de costumbres ejemplares e intensa vida de piedad en muchos fieles. Entre ellos se encontraban dos nobles, el senador Firmino y la viuda Gregoria, que socorrían a los pobres y acogían círculos de las personas más nobles y cultas que pasaban por la ciudad. En Arlés la abadía de Lérins se tenía como era el culmen de la santidad, a la que dirigían consultas, peticiones, etc. y correspondían acogiendo con todos los honores a sus monjes cuando estos debían ir a la ciudad.

Firmino y Gregoria, descubriendo en el monje Cesáreo un entendimiento bien dotado, lo pusieron bajo la guía del orador Pomerio, uno de los últimos representantes de la tradición escolástica romana, con el fin de que uniera en sí las virtudes monásticas y la finura del gusto artístico.

Creencia religiosa
La lectura de las pasiones humanas, tan vivamente descritas en los autores clásicos, turbaban el ánimo de Cesáreo, acostumbrado a las lecturas y estilo de vida monástico. Después de un sueño, que le pareció un aviso de Dios contra tales lecturas, abandonó los libros de sabiduría humana. No por ello rompió con el maestro, que influido por su discípulo entró en el clero y utilizó en adelante su saber retórico al servicio del Evangelio.

Firmino y Gregoria lo presentaron al obispo de la ciudad, Eón, el cual al saber que eran de la misma tierra e incluso parientes, se alegró mucho y, después de reiteradas insistencias, logró que el abad Porcario le permitiese agregarlo a su clero. Una vez sacerdote, lo nombró abad de un monasterio cercano a la ciudad. Los monjes, carentes de regla y de abad, vivían como otros muchos en Francia, de modo desordenado y a la mínima dificultad pasaban de un monasterio a otro. En tres años Cesáreo logró que cundiese una saludable disciplina. De esta época son sus Sermones ad monachos.

El obispo Eón, anciano y achacoso, reunió el clero y los más eminentes ciudadanos de Arlés y les confesó su dolor porque, a causa de sus enfermedades, en los últimos años no había cuidado como debería a sus ovejas y se había relajado la disciplina eclesiástica. Creía que su responsabilidad delante de Dios no sería tan grande si proveía a disponer un sucesor que pudiera restablecerla como antes y dio el nombre de Cesáreo, con el parecer favorable de la asamblea.

Herencia de la propiedad
A la muerte del obispo, Cesáreo huyó para no ser nombrado su sucesor, pero lo encontraron y lo trajeron a la ciudad, donde acabó aceptando este cargo. La diócesis de Arlés competía con la de Viena del Delfinado por el título primado de la Galia. Tras una larga historia, Cesáreo heredó una provincia eclesiástica que comprendía 27 obispados.

Vivió sin embargo toda su vida como un monje, con austeridad, y vendió todos los objetos preciosos del servicio doméstico. Se levantaba a rezar de noche, introdujo la liturgia de las horas en una iglesia de Arlés. Luchó por aumentar el nivel cultural y la instrucción religiosa de la gente. Para formar clérigos instituyó una escuela episcopal y numerosas escuelas parroquiales, no admitiendo a los órdenes a quien no hubiera leído al menos cuatro veces toda la Biblia. En la comida tenía lectura y solía preguntar a los comensales sobre el contenido de lo leído.

Estaba convencido de que su deber era predicar la Palabra de Dios y lo hacía con dedicación. Pero ninguna de sus predicaciones superaba los quince minutos, para no abusar de la paciencia de la gente. En una ocasión no dudó en bajar del ambón y correr tras las personas al ver que salían de la iglesia al empezar el sermón; en adelante se cerraban las puertas del templo en ese momento. Desde el púlpito enseñaba a observar actitudes reverentes dentro de la iglesia, pues muchos se sentaban en el suelo sin cuidar sus posturas. Acostumbrado a la obediencia monástica, la exigía de todos con energía; era muy riguroso con los jóvenes y pecadores. Su severidad iba unida sin embargo a la compasión. Para los pobres hizo construir un hospital de gran tamaño en el que cuidó que no faltase nada. En una época en que se flagelaba a los siervos desobedientes hasta la muerte, él no permitía que se pasara de treinta y nueve golpes de vara. Recorría una vez al año toda la diócesis.

Vida política y situación
Por acusaciones políticas, el rey Alarico II lo hizo deportar a Burdeos (se decía de él que quería pasarse al reino enemigo de los francos). Cuando se descubrió la verdad, el acusador salvó la vida solo por intercesión de Cesáreo.

Convocó el "Concilio de Agde", que organizó la disciplina de la Iglesia, en colaboración con el poder civil, algo así como la reglamentación eclesiástica, que completaba el Breviarius (código civil) de Alarico. Aquí demostró el obispo un admirable espíritu organizador. Pero todo ese edificio de paz y concordia que se estaba construyendo cayó a la muerte de Alarico y el reino visigodo se desmembró. Los francos pusieron sitio a Arlés, cuyos ciudadanos se defendieron con valor, dando tiempo a la llegada de los refuerzos de Teodorico. Durante el asedio un pariente del obispo huyó de la ciudad descolgándose de las murallas y se pasó al enemigo. Un grupo de judíos entonces azuzaron al pueblo para que linchara al obispo por traidor, pero las circunstancias lo impidieron y pasada la furia se descubrió que este grupo había pactado con el enemigo entregar la ciudad con tal de que no los alcanzara la venganza.

La guerra dejó devastación, hambre, ruinas, graves pestilencias, prisioneros. Para salvar a estos últimos no dudó en vender los objetos preciosos del culto, como Lorenzo, Ambrosio y Epifanio. Su caridad llegó a los desventurados de ambos bandos, hasta el punto que los reyes enemigos le enviaron tres barcos cargados de grano, como signo de gratitud por su atención a los prisioneros de su bando que él había atendido. Nuevamente se pensó que había entre él y esos reyes algún pacto y se le ordenó que se presentara en la corte de Rávena. El rey Teodorico, al verlo llegar pobre y con aspecto venerable, se descubrió ante él y lo trató con honores. Le regaló un plato de plata, pidiéndole que lo guardara como recuerdo suyo, pero a los tres días ya la había vendido y con lo recabado liberó algunos prisioneros. Las gentes necesitadas de la ciudad entonces acudían en masa a él, para pedirle por sus necesidades, y no teniendo qué darles, pidió a varios personajes de la corte que lo ayudaran con sus bienes para hacer la caridad. El Papa Símaco lo quiso conocer y al llegar a Roma le concedió el palio, a sus diáconos el uso de la dalmática, le renovó el título de metropolita y de vicario de la Santa Sede, además de primado de Galia e Hispania.

De vuelta en Arlés, ayudó mucho a Cesáreo la amistad con el prefecto Liberio, hombre recto y bueno que gobernó la provincia con gran humanidad. En las discusiones entre pelagianos y agustinianos, Cesáreo tomó parte por estos últimos y logró convocar el concilio de Orange (año 529), y darle valor ecuménico al obtener del papa un documento base sobre la doctrina recta que todos suscribieron, así como la aprobación del documento final. Convocó otros cuatro concilios. En uno de ellos, el de Vaison, logró que se diera a los simples sacerdotes el derecho a predicar, porque en el campo, donde el obispo llegaba más difícilmente, reinaba la más absoluta ignorancia religiosa. Un siglo antes el papa Celestino I había prohibido que predicaran los sacerdotes, preocupado por su falta de formación, por la desorientación que podían causar entre la gente.

Terminó sus años dedicado a la predicación y al monasterio femenino de san Juan, puesto bajo la guía de su hermana Cesárea. Para ellas escribió la primera Regla femenina que abarca sistemáticamente toda la vida de las monjas. Hasta entonces existían ordenamientos varios que no alcanzan a constituir una regla. Revisó varias veces esta regla hasta el final de su vida, en que le añadió la Recapitulatio para fijar definitivamente los puntos más importantes. A sus hijas espirituales dirigió tres cartas exhortatorias, a ellas su testamento, a ellas quiso ser conducido cuando sintió próximo el fin de su vida terrena, que tuvo lugar el 543.

Obras
Obras dogmáticas
En ellas no profundiza los contenidos de la fe (no es un especulativo, sino un catequista). Lo vemos, por ejemplo, en una obra escrita para dar a los católicos los principales argumentos de la Escritura con que refutar el error arriano: De mysterio sanctae Trinitatis. Hallamos que no es una obra original, sino un compendio de dos siglos de reflexión teológica de la Iglesia. Los cristianos, obligados a vivir con dominadores arrianos, no siempre salían con honor de las disputas con ellos por su falta de preparación. Este libro les quiere ofrecer herramientas para defender su fe; por eso es sencillo, al alcance de todos.

Sobre el problema del pelagianismo escribe: Quid domnus Caesarius senserit contra eos qui dicunt quare aliis det deus gratiam, aliis non det, además de los Capitula Sanctorum Patrum y los Capitula Sancti Augustini in urbe Roma transmisa. Acepta en estas obras sin discutirlas las enseñanzas agustinianas sobre la gracia, incluso en sus conclusiones más extremas (se condenan también quienes sin culpa no pueden recibir el bautismo).

Reglas
Regula ad monachos. Se trata de una regla dada por el obispo a todos los monasterios de su diócesis. Su piedra angular es la estabilidad: Imprimis, si quis ad conversionem venerit, ea conditione excipiatur, ut usque ad mortem suam ibi perseveret. Trataba de evitar así el problema de los monjes que erraban de monasterio en monasterio, los gyrovagi, o los nobles que al sentir el orgullo herido con la primera reprensión del superior dejaban la vocación. En segundo lugar, la pobreza: los monjes debían vender todos sus haberes en bien de sus parientes o del monasterio. Todo lo que llevaran debían entregarlo al abad, que se lo devolvería si lo necesitaban o en caso contrario se lo daría a otros. La vida era toda en común, sin celdas ni armarios privados.

Regula ad virgines. Como hemos dicho, es la primera verdadera regla femenina. Las de Basilio, Ambrosio, Evagrio o Jerónimo son más bien exhortaciones, lo mismo que la carta 211 de san Agustín. Se trata de una regla paternal y comprensiva, que daba plena autonomía al monasterio respecto del obispo en su disciplina interna y la elección de la abadesa. El Papa Hormisda confirmó este decreto. Dicha regla fue adoptada en Italia, en el Rin, en Galia, y en muchos casos adaptada a los hombres.

Homilías
Dirigidas unas al público culto de su ciudad, otras a los rústicos de su diócesis. Dado que todos los sacerdotes deben predicar, pero no todos tienen la formación para hacerlo, hace colecciones de homilías, suyas o de otros autores, y las manda como subsidios. Sus homilías se distinguen por una absoluta claridad, sin rehuir el tratar directamente ningún problema moral, sea el adulterio, sea el sacrilegio de quienes corren tras los adivinos y supersticiones, tan comunes y difundidas en su tiempo.

Además conservamos su testamento espiritual y algunas cartas suyas.

Juicio
Cesáreo de Arlés no es un político, no es un literato, sino un monje, un apóstol, un santo. No sintió el atractivo de la cultura profana, no escribió para dejar un nombre tras de sí, aunque no le faltaban dotes que hubieran podido hacer de él un literato: la fuerza del sentimiento, el amor de la belleza, sentido de la moderación. No busca ser original en los libros de teología: acepta las conclusiones y razones aducidas por otros. De su parte pone el fuego de la exhortación, la paternidad del consejo, la persuasión. Y por eso su prosa, que él mismo llama rusticissima, porque no obedece a las leyes retóricas, sino al afán de hacerse entender por la gente sencilla, discurre limpia y clara, y encuentra el camino del corazón porque nace del amor.

Espíritu eminentemente práctico, gran organizador, apóstol y santo, trabaja por la unidad espiritual de Galia, combate los errores dogmáticos de su tiempo, trata de restablecer las buenas costumbres, de afianzar la disciplina eclesiástica, la vida religiosa, de mejorar el reclutamiento y formación del clero, de fomentar entre ellos el ministerio de la predicación, de ayudarlos en esta tarea, siempre fiel a la Santa Sede.

Fuentes
Como fuente principal para su vida contamos con los datos de la Vita S. Cesarii, escrita por cinco discípulos suyos. En este relato se expone como propósito el narrar la verdad de los hechos, sin grandes pretensiones literarias: Unum tamen hoc in praesentis opusculi devotione a lectoribus postulamus, ut... non arguant quod stylus noster videtur pompa verborum et cautela artis grammaticae destitutus, quia actus nobis et verba vel merita tanti viri cum veritate narrantibus lux sufficit eius operum et ornamenta virtutum. [...] Meretur siquidem hoc et Christi virginum pura sinceritas, ut nihil fucatum, nihil mundana arte compositum, aut oculis offeratur, aut placiturum: sed de fonte simplicis veritatis manantia purissimae relationis verba suscipiant (Praef. 2).

Facundo de Hermiana
autor cristiano del siglo VI y obispo de Ermiane en el norte de África
Facundo de Hermiana fue un autor cristiano del siglo VI y obispo de Hermiana en el norte de África .

Sobre su carrera poco se sabe. Su lugar en la historia se debe enteramente a la oposición que ofreció a la condena, por el edicto de Justiniano en 543 o 544, por la Controversia de los Tres Capítulos. A instancias de Theodore Ascidas, y con el ostensible propósito de reunir en la Iglesia a los acéfalos, una secta de monofisitas, Justiniano fue inducido a censurar la Controversia de los Tres Capítulos. Mediante este acto se condenaron ciertos escritos del siglo V de Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro e Ibas de Edesa .

Facundus estaba en Constantinopla cuando se pronunció esta censura, y poco después de su publicación, él y varios otros obispos occidentales se negaron a suscribir el decreto, alegando que se trataba de un ataque al Concilio de Calcedonia, que había aceptado al menos la carta de Ibas al persa Maris. Este documento estaba especialmente dirigido al decreto del emperador. Facundo también redactó un memorial en protesta, pero la llegada del papa Vigilio le impidió presentarlo. La conducta del pontífice y su aquiescencia en la condenación de la «Controversia de los Tres Capítulos» impulsó a Facundo a completar esta obra, que tituló Pro Defensione Trium Capitulorum.

No se sabe cuándo se completó la obra ni cuándo se presentó al emperador, por lo que nada se puede decir de su efecto inmediato en la controversia. Después de su publicación, Facundo se vio obligado a irse de Constantinopla y encontrar seguridad en la clandestinidad. Debido a la actitud de Vigilio al acceder a la insistencia del emperador de que suscribiera la censura de los «Tres Capítulos», Facundo y muchos obispos africanos se separaron de la comunión con él.

Este cisma duró muchos años, y durante ese tiempo Facundo escribió otras dos obras a petición de sus compañeros obispos, en respuesta a los reproches de insubordinación, la Liber contra Mocianum Scholasticum y Epistola Fidei Catholicae in defensione trium capitulorum.

Gregorio Magno
64.° Papa de la Iglesia Católica
Gregorio Magno, Gregorio I o también San Gregorio (Roma, c. 540-Roma, 12 de marzo del 604) fue el sexagésimo cuarto papa de la Iglesia católica. Es uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia latina o de Occidente, junto con Jerónimo de Estridón, Agustín de Hipona y Ambrosio de Milán. Fue proclamado doctor de la Iglesia el 20 de septiembre de 1295 por Bonifacio VIII. También fue el primer monje que alcanzó la dignidad pontificia, y probablemente la figura definitoria de la posición medieval del papado como poder separado del Imperio romano. Hombre profundamente místico, la Iglesia romana adquirió gracias a él un gran prestigio en todo Occidente, y después de él los papas quisieron en general titularse como él lo hizo: «siervo de los siervos de Dios».

Biografía
Gregorio nació en Roma en el año 540, en el seno de una rica familia patricia romana, la gens Anicia, que se había convertido al cristianismo hacía mucho tiempo: su bisabuelo era el papa Félix III, también fue pariente suyo el papa Agapito I​ y dos de sus tías paternas eran monjas. Sus padres, ambos venerados como santos, eran Gordiano y Silvia.​ Gregorio estaba destinado a una carrera secular, y recibió una sólida formación intelectual.

De joven se dedicó a la política y en 573 alcanzó el puesto de prefecto de Roma (præfectus urbis), la dignidad civil más grande a la que podía aspirarse. Pero, inquieto sobre cómo compatibilizar las dificultades de la vida pública con su vocación religiosa, renunció pronto a este cargo y se hizo monje.

Tras la muerte de su padre,​ en 575 transformó su residencia familiar en el Monte Celio en un monasterio bajo la advocación de san Andrés (en el lugar se alza hoy la iglesia de San Gregorio Magno). Trabajó con constancia por propagar la regla benedictina y llegó a fundar seis monasterios aprovechando para ello las posesiones de su familia tanto en Roma como en Sicilia. En el año 579 el papa Pelagio II lo ordenó diácono y lo envió como apocrisiario (una suerte de embajador) a Constantinopla, donde permaneció unos seis años y estableció muy buenas relaciones con la familia del emperador Mauricio y con miembros de las familias senatoriales italianas que se habían establecido en la capital oriental. En Constantinopla conoció a Leandro de Sevilla, el hermano del también doctor de la Iglesia Isidoro de Sevilla. Con Leandro mantuvo una constante correspondencia epistolar que se ha conservado. Durante esta estancia disputó con el patriarca Eutiquio de Constantinopla acerca de la corporeidad de la resurrección.

Gregorio regresó a Roma en 585 o 586 y se retiró nuevamente al monasterio.​ Luego solicitó permiso de ir a evangelizar en la isla de los anglosajones. Pero al saber el pueblo de Roma de sus intenciones, se pidió al Papa que no lo dejara ir. Ocupó desde entonces el cargo de secretario de Pelagio II hasta la muerte de este víctima de peste en febrero de 590, tras lo cual fue elegido por el clero y el pueblo para sucederle como pontífice.

Pontificado (590-604)
Gregorio Magno siendo inspirado por el Espíritu Santo, miniatura del Registrum Gregorii, c. 983
Al acceder al papado el 3 de septiembre de 590, Gregorio se vio obligado a enfrentar las arduas responsabilidades que pesaban sobre todo obispo del siglo VI pues, no pudiendo contar con la ayuda bizantina efectiva, los ingresos económicos que reportaban las posesiones de la Iglesia hicieron que el papa fuera la única autoridad de la cual los ciudadanos de Roma podían esperar algo. No está claro si en esta época existía aún el Senado romano, pero en todo caso no intervino en el gobierno, y la correspondencia de Gregorio nunca menciona a las grandes familias senatoriales, emigradas a Constantinopla, desaparecidas o venidas a menos.

Solo él poseía los recursos necesarios para asegurar la provisión de alimentos de la ciudad y distribuir limosnas para socorrer a los pobres. Para esto empleó los vastos dominios administrados por la Iglesia, y también escribió al pretor de Sicilia solicitándole el envío de grano y de bienes eclesiasticos.

Intentó infructuosamente que las autoridades imperiales de Rávena repararan los acueductos de Roma, destruidos por el rey ostrogodo Vitiges en el año 537. En el año 592, la ciudad fue atacada por el rey lombardo Agilulfo. En vano se esperó la ayuda imperial; ni siquiera los soldados griegos de la guarnición recibieron su paga. Fue Gregorio quien debió negociar con los lombardos, logrando que levantaran el asedio a cambio de un tributo anual de 500 libras de oro (probablemente entregadas por la Iglesia de Roma). Así, negoció una tregua y luego un acuerdo para delimitar la Tuscia romana (la parte del ducado romano situada al norte del Tíber) y la Tuscia propiamente dicha (la futura Toscana), que a partir de entonces sería lombarda. Este acuerdo fue ratificado en 593 por el exarca de Rávena, representante del Imperio bizantino en Italia.

En una oportunidad, Gregorio fijó su atención en un grupo de cautivos que estaba en el mercado público de Roma para ser vendidos como esclavos. Los cautivos eran altos, bellos de rostro y todos rubios, lo que resultó más llamativo para Gregorio. Movido por la piedad y la curiosidad preguntó de dónde provenían. «Son anglos», respondió alguien. «Non angli sed angeli» («No son anglos sino ángeles»), señaló Gregorio.

Este episodio motivó a Gregorio a enviar misioneros al norte, trabajo que estuvo a cargo del obispo Agustín de Canterbury. Cuando Agustín llegó a Inglaterra escribió una carta a Gregorio, preguntándole qué debía hacer con los santuarios paganos en donde se practicaban sacrificios humanos. La respuesta de Gregorio (preservada en el libro de Beda) fue: «No destruyan los santuarios, límpienlos», en referencia a que los santuarios paganos debían ser re-dedicados a Dios.

Gregorio trabó alianzas con las órdenes monásticas y con los reyes de los francos en la confrontación con los ducados lombardos, adoptando la posición de un poder temporal separado del Imperio. También organizó las tareas administrativas y litúrgicas eclesiásticas. Gregorio falleció el 12 de marzo del año 604; su epitafio lo denominó Cónsul de Dios.​ Fue declarado doctor de la Iglesia por Bonifacio VIII el 20 de septiembre de 1295, aunque el título ya aparecía hacia 800. Es uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia occidental, junto con Jerónimo de Estridón, Agustín de Hipona y Ambrosio de Milán.

Obras
Gregorio es autor de una Regula pastoralis, manual de moral y de predicación destinado a los obispos. Mandó recopilar y contribuyó a la evolución del canto gregoriano, llamado en su honor el Antifonario de los cantos gregorianos. En el año 600 ordenó que se recopilaran los escritos de los cánticos cristianos primitivos (conocidos también como Antífonas, Salmos o Himnos); dichos cantos de alabanza a Dios eran celebradas en las antiguas catacumbas de Roma.

Estas antífonas fueron perdidas debido al cisma o diáspora de los ciudadanos romanos por las constantes guerras romano-bárbaras al tratar de catequizarlas (Edicto de Tesalónica). También contribuyeron los cambios de estructura de los cantos por personas que decidieron crear sus obras propias y gustos a la desaparición de estos documentos.

El antifonario de los cantos gregorianos permaneció atado al altar de San Pedro, pero estos desaparecieron. El papa Pío X encomendó a los monjes benedictinos de la abadía de Solesmes la reproducción fiel de estas melodías cristianas tras una búsqueda infructuosa de estas obras por parte de Francia en el siglo XIX.

La nueva recopilación de estas melodías fue llamada Edición Vaticana del Canto Gregoriano, haciéndose esta edición oficial el 22 de noviembre de 1903, cuando el canto gregoriano quedó plenamente reconocido por la iglesia como el canto oficial de la Iglesia católica.

Entre sus obras conocidas encontramos el libro De Vita et Miraculis Patrum Italicorum et de aeternitate animarum conocido comúnmente con el nombre abreviado de Libro de Los Diálogos, que narra la vida y milagros de diversos santos italianos del siglo IV, destacando en su segundo capítulo a San Benito de Nursia.

Gregorio desarrolló la doctrina del purgatorio en 593, a poco tiempo de asumir la cátedra de San Pedro. Hasta el siglo VII reinaba la creencia de que los difuntos estaban reducidos a una situación de sombras (refrigerium) y permanecían en un lugar de tránsito a la espera del juicio final y definitivo. Solo los mártires quedaban exentos de ese lugar de sombras al acceder directamente a la visión beatífica. En sus Diálogos, Gregorio presentó otra concepción: que después de la muerte, el difunto enfrentaría un primer juicio particular, no general, a partir de cual podría resultar temporalmente relegado al purgatorio para expiar sus faltas, es decir, como forma de purificación.

Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio (final), existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro.
Gregorio Magno, Diálogos 4, 39

Se conservan 866 cartas de Gregorio en su Registrum o Archivo de correspondencia, el 63% de las cuales son rescriptos (respuestas a solicitudes de normativa en asuntos eclesiásticos o administrativos). Se estima que durante su pontificado se enviaron desde Roma unas veinte mil cartas; el mismo Gregorio seleccionaba cuáles de ellas debían ser copiadas en el Regestum.

Patronazgo
Es patrono del sistema educativo de la Iglesia, de los mineros, de los coros y el canto coral, los estudiosos, profesores, alumnos, estudiantes, cantantes, músicos, albañiles, fabricantes de botones; protector contra la gota y la peste.

Es abogado de las almas del purgatorio.​ Su nombre también figura entre las celebraciones del Calendario de Santos Luterano.







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