Teófilo de Antioquía
Según cuenta Eusebio, Teófilo de Antioquía (en griego, Θεόφιλου Αντιοχείας, f. 183) fue el sexto obispo de Antioquía. De sus escritos se deduce que nació en una localidad cercana al río Éufrates, de familia pagana, y que recibió educación helenística (entendiendo por helenística la mezcla de la cultura griega con otras por las conquistas de Alejandro Magno). Teófilo se convirtió al cristianismo siendo ya de edad madura. Fue el primer obispo que utilizó la palabra "Trinidad".
De sus obras se han conservado solamente los tres libros que componen la obra A Autólico (gr.: Προς Αυτόλυκον; lat.: Ad Autolycum). En ellos, el autor defiende el cristianismo contra las objeciones de su amigo Autólico. El primer libro trata de la esencia de Dios, a quien sólo pueden ver "los ojos del alma". Habla también del significado del nombre cristiano, de la fe en la resurrección, de la necedad y la idolatría, y de la diferencia entre el honor tributado al emperador y la adoración debida a Dios. El segundo libro, que completa al primero, establece una comparación entre la mitología griega y las enseñanzas de los profetas inspirados por el Espíritu Santo, sobre la creación del mundo y del hombre. En el tercero refuta las acusaciones de los paganos contra los cristianos en materia de costumbres.
Escribió otras obras, pero no han perdurado, como: Contra la herejía de Hermógenes, una obra contra Marción, además de una armonía de los evangelios. San Jerónimo menciona haber leído diversos comentarios a los proverbios y los evangelios con el nombre de Teófilo, pero inconsistentes con la elegancia y el estilo de sus otros trabajos.
Contenido doctrinal
Teófilo de Antioquía fue el primero en usar el vocablo griego Τριας (Trias) a mediados del siglo ii,con la finalidad de expresar la unión en Dios de tres personas divinas: Dios (el Padre), su Palabra (Logos), y su Sabiduría. De ese vocablo derivó luego la forma latina Trinitas, usada por primera vez por su contemporáneo Tertuliano a comienzos del siglo III.
Es el primer autor cristiano que distingue entre el Logos endiazetos y el Logos proforiscos, el Logos interno o inmanente en Dios, que estaba en este antes de la creación (endiazetos), y el Logos emitido o proferido por Dios, emitido para realizar la obra de la creación del mundo (proforiskos). Todas las Epifanía del A. T. son propias del Logos, no del Padre. (Es el que habla con Adán, etc.)
Teófilo considera la inmortalidad del alma no como algo inmanente a su naturaleza, sino como recompensa a la observancia de los mandamientos de Dios. El alma humana, de suyo, no es ni mortal ni inmortal, pero es capaz de mortalidad o inmortalidad, todo depende de su fidelidad a Dios. Es decir, que Dios crea el alma humana susceptible de mortalidad o inmortalidad, independientemente de su decisión. Dios por tanto hizo al hombre libre y dueño de sus propios actos. Afirma claramente la inspiración de los libros del N. T. Llama a los evangelios lo mismo que a los profetas, "Santa Divina Palabra".
Apolinar de Hierápolis
escritor y obispo cristiano del siglo II
San Apolinar de Hierápolis o Claudio Apolinar fue obispo de Hierápolis en Frigia en el siglo II, bajo el reinado de Marco Aurelio. Escribió obras, que no se han conservado, contra los judíos, los paganos y los heréticos. Dirigió a Marco Aurelio el año 170 una elocuente Apología en favor de la fe. Su fiesta se celebra el 8 de enero.
Vida y obras
Eusebio de Cesarea mencionó los títulos de algunas de sus obras: cinco libros A los griegos, dos Sobre la verdad, dos A los judíos y otros libros Contra la herejía de los frigios, acerca de la herejía de Montano que empezaría a difundirse en esa época. Eusebio menciona también una apología escrita por Apolinar acerca de una salvación milagrosa de la Legio XII Fulminata en una de sus campañas.
Otro escrito de Apolinar, no mencionado por Eusebio, pero conocido por el autor del Chronicon paschale se titulaba Sobre la Pascua. Las dos citas que trae el autor del Chronicon dan a entender que Apolinar estaba en contra del uso cuartodecímano de la pascua.
El obispo Serapión de Antioquía, en una carta a Cárico y a Poncio afirma que les envió los escritos de Apolinar, como prueba de unanimidad de la iglesia contra el montanismo. La actividad antiherética de Apolinar, según Teodorato, tuvo todavía un radio de acción más amplio que el que menciona Eusebio; además de su polémica contra Montano a Apolinar se le sitúa como defensor del uso romano y no cuatrodecímano, de la celebración de la pascua; pero la cuestión es dudosa.
Focio también conocía a Apolinar, pues escribe que leyó sus libros Contra los paganos, Sobre la verdad así como otra obra Sobre la piedad. Se discute si esta última debe considerarse como obra autónoma, o si se sobrepone más bien de algún modo a las obras citadas por Eusebio.
Aristón de Pella
Aristón de Pella (nacido a mediados del siglo II) fue un escritor cristiano de origen judío que, como Hegesipo, representa una escuela de pensamiento más liberal que la de los fariseos y los esenios ebionitas.
Aristón es citado por Eusebio de Cesarea con motivo de un decreto de Adriano en relación con los judíos, pero es más conocido como el escritor de un Diálogo entre un judío alejandrino llamado Papiscus y Jasón (que representaría al autor). El texto está perdido y solo se cuenta con una introducción de una traducción al latín que se atribuía a Cipriano de Cartago. Se trataría del primer texto polémico antijudío de la literatura cristiana, ya que la crítica interna lo data entorno al año 140.
En el texto, el judío Papisco se convierte gracias al discurso que, sobre el Antiguo Testamento, Jasón hace y cómo las diversas profecías se habían cumplido en Jesucristo.
Se conservan citas de diversas partes de la obra y hasta Celso habría tomado en cuenta este diálogo para criticar el uso indiscriminado del método exegético de la alegoría.
Taciano
escritor sirio
Taciano o Taciano el Sirio (h. 120-h. 180) fue un escritor cristiano del siglo II, discípulo de san Justino y fundador del encratismo. Su vida y su doctrina se conocen a través de menciones de autores posteriores como Ireneo de Lyon, Clemente de Alejandría y Eusebio de Cesarea, que le denuncian como discípulo del gnóstico Marción y fundador o inspirador del encratismo. A pesar de la mala consideración de estos autores, se le tiene por uno de los apologetas griegos por ser autor de una apología del cristianismo: el Discurso contra los griegos, que ha llegado íntegra a nosotros.
Biografía
Taciano nació en Siria, de una familia pagana, por lo cual abrazó el cristianismo ya mayor. En uno de sus viajes fue a Roma, donde conoció a Justino Mártir, y fue discípulo suyo. A su vuelta a oriente, hacia el año 172, fundó la secta de los gnósticos-encratitas, según relata Eusebio.
Educado en la cultura griega, de carácter inquieto, estudió varias religiones y se inició en sus misterios. Más tarde, alrededor de 152, conoció las Escrituras cristianas y se convirtió al cristianismo, probablemente en Roma. Fue en Roma donde Taciano conoció a Justino mártir, frecuentó su escuela y se destacó como discípulo brillante. En el cap. 35 de su Discurso a los griegos, dice: Os expongo todo eso, no porque supe por otros, mas porque recorrí muchas tierras, profesé como maestro vuestras propias doctrinas, pude examinar muchas artes e ideas y, por fin, viviendo en Roma, pude contemplar detenidamente la variedad de estatuas que para allá exportasteis. (...) Dando adiós a la altivez de los romanos, a la fría palabrería de los atenienses y a los contradictorios sistemas de vuestra filosofía, y abracé finalmente nuestra filosofía bárbara". En el cap. 29 de esta misma obra, Taciano habla más explícitamente de las razones que lo habían llevado a la conversión al cristianismo: "Habiendo visto todo eso, y también después de que me inicié en los misterios y examiné las religiones de todos los hombres, instituidas por eunucos afeminados, encontrando entre los romanos a aquel que ellos llaman Júpiter Lacial, que se complace en sacrificios humanos y con la sangre de los ejecutados; ( ... ) entrando en mí mismo, comencé a preguntarme de qué modo me sería posible encontrar la verdad. En medio de mis graves reflexiones, habían caído casualmente en mis manos algunas Escrituras bárbaras, más antiguas que las doctrinas de los griegos y que, si consideramos los errores de estos, son realmente divinas. Tuve que creer en ellas, por causa de la simplicidad de su lengua, por la madurez de los que hablan, por la fácil comprensión de la creación del universo, por la previsión del futuro, por la excelencia de los preceptos y por la unicidad de dirección del universo. Con el alma enseñada por el propio Dios, comprendí que la doctrina helénica me llevaba hacia la condenación; la bárbara, sin embargo, me libraba de la esclavitud del mundo y me apartaba de muchos señores e tiranos infinitos. Ella nos da, no lo que no habíamos recibido, sino lo que, una vez recibido, el error nos impedía poseer.
Después de la muerte de su maestro, Justino, alrededor del 165, Taciano comenzó a alejarse de la Iglesia, inclinándose hacia la herejía encratita (o continente). Esta herejía acentúa el pesimismo acerca de la Caída del hombre, desprecia la materia, tiene al matrimonio por fornicación y propugna la abstinencia de carne y vino. El rigorismo en la observancia de dicha abstinencia llevó a la sustitución del vino por agua en la celebración de la eucaristía. Esta costumbre hizo que sus seguidores recibiesen el sobrenombre de "acuáticos".
Ireneo de Lyon, al proporcionar datos personales sobre Taciano, describe así esta herejía: Proviniendo de Saturnino y de Marciano, los que se llaman encratistas propugnaban la abstinencia del matrimonio, rechazando la antigua creación de Dios y acusando tranquilamente a Aquel que hace al hombre y a la mujer para procrear a los hombres; ellos habían introducido la abstinencia de aquello que había sido animado, en su ingratitud hacia Dios, que hizo el universo, y habían negado la salvación del primer hombre. He aquí, pues, lo que fue inventado por él, cuando cierto Taciano fue el primero que introdujo esta blasfemia. Este último, que había sido oyente de Justino, durante el tiempo que estuvo con él no manifestó nada semejante. Mas, después de su martirio, se desvió de la Iglesia, se elevó al pensamiento de que era maestro y se envaneció como si fuese diferente de todos los otros; dio carácter particular a su escuela, imaginó eones invisibles, como los discípulos de Valentín; predicó que el casamiento era una corrupción y fornicación, como Marciano y Saturnino. Adv. haer 1, 28,1.
Eusebio de Cesarea nos habla de Taciano en conexión con la herejía encratita: "Esta herejía estaba entonces comenzando a brotar, introduciendo en la vida una falsa doctrina, extraña y corrupta. De este desvío, dice la tradición que su autor fue Taciano" (DE, 18).
Según información de Epifanio, Taciano habría regresado a Oriente, donde difundió sus concepciones encráticas de Antioquía a Pisidia: Sucediendo a estos (a los severianos-rigoristas) se levantó un tal Taciano ( ... ). Al principio, como quien venía de los griegos y pertenecía a la cultura helénica, fue compañero de Justino, el filósofo, varón santo y amigo de Dios. Taciano, al principio, mientras estaba al lado de Justino mártir, llevó una buena conducta y se mantuvo en la fe; mas, en cuanto murió Justino, como el ciego llevado de la mano y abandonado por su guía, que se precipita en el abismo por su ceguera y no para hasta darse muerte, así también hizo Taciano. Era sirio de origen, según la tradición que ha llegado hasta nosotros, y estableció su escuela desde el principio en Mesopotamia, (... ) hasta el año 12 de Antonino, el César, por sobrenombre Pío. Y fue así que pasando después de la muerte de Justino a la región de Oriente y estableciéndose allí, cayendo en perversas ideas, también él introdujo, siguiendo los cuentos de Valentín, ciertos eones y principios y emisores. La mayor actividad de su prédica se extendió desde Antioquía de Dafne hasta la zona de Cilicia y, sobre todo, a Pisidia. Panarion, 46-47.
Doctrina
Taciano creía que cuando en el Génesis Dios prohibió comer el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal —interpretado como la práctica del sexo— lo hizo de manera definitiva. Cuando Adán pecó se convirtió en mortal, y buscó la inmortalidad en la familia. La consecuencia del pecado de Adán era que el hombre se había alejado del espíritu de Dios y había caído en la animalidad del cuerpo y del alma. La misión de Cristo, según Taciano, fue enseñar que la salvación entendida como la unión con el espíritu era el auténtico matrimonio y este era incompatible con el matrimonio terrenal.
El encratismo consiste en una rigurosa abstinencia sexual, no admiten ningunas nupcias, defendían que la familia no debería existir porque está vinculada a la sexualidad. Buscaban desvincularse de la carne y eran rigurosos en el campo de la alimentación, absteniéndose de comer carne y de beber vino, sustituyendo este por agua en las Eucaristías.
Por otra parte, Taciano defendía el thnetopsiquismo: en la muerte del hombre no solo muere el cuerpo, sino también el alma. En la resurrección hay una nueva creación del alma desde la nada.
Obras
De las distintas obras que menciona Eusebio, solo se conservan dos. El Discurso a los griegos (gr.: Ἐπιστολὴ πρὸς Ἕλληνας; lat.: Oratio ad Graecos) es una apología o, mejor aún, un escrito polémico muy apasionado en el que se desprecia toda la cultura griega, incluso las bellas artes. Sobre la relación entre helenismo y cristianismo, ataca el helenismo, afirmando que la literatura griega es fuente de errores, y frente a esta cultura griega destacó la superioridad de la moral cristiana.
La otra obra es el Diatessaron ('concordancia' o 'armonización'), escrito griego datado de los años 165 a 170, que consiste en un solo evangelio compuesto con elementos tomados de los cuatro evangelios canónicos, y posiblemente también de alguna fuente apócrifa. El texto original se ha perdido, excepto algunos fragmentos, pero se conocen varias traducciones (por lo general, adaptadas) del Diatessaron.
En la Iglesia de Siria el Diatessaron se leyó hasta el siglo v en las funciones sagradas.
Milcíades, el apologeta
Milcíades, el apologeta fue un escritor cristiano del siglo II, originario de Asia Menor. Fue contemporáneo de Taciano y, probablemente, al igual que él, discípulo de Justino Mártir. Escribió contra los paganos y herejes. Tertuliano especifica que fue contra los valentinianos, y lo llama Ecclesiarum sophista.
Escribió también dos libros contra los judíos y dos contra los griegos, además de una apología en defensa de la vida cristiana, dirigida a los «príncipes de este mundo», probablemente los emperadores Marco Aurelio y su corregente Lucio Vero. Eusebio de Cesarea le atribuye la autoría del Anónimo, una obra contra los montanistas, en la cual demostraba que el profeta verdadero no habla en éxtasis.
Desgraciadamente, todos sus escritos se han perdido.
Hermias el Filósofo
apologeta cristiano
Fue un apologeta cristiano, que según se cree, vivió a fines del siglo II y en el siglo III. Nada se sabe de su vida fuera de su nombre. Escribió una obra llamada Escarnio de los filósofos paganos o también llamada Sátira sobre los filósofos, una parodia de 10 capítulos donde alude irónicamente a temas de la filosofía griega como Dios, la naturaleza del cuerpo, el alma, el mundo, el espíritu, haciendo ver las contradicciones en que incurren las teorías filosóficas paganas. Por la temática de su obra, el idioma en que escribió y el tiempo aproximado en que lo hizo se le encuadra normalmente dentro del grupo de los apologetas griegos.
Por medio de esta obra, a Hermias se le ha honrado con el título de filósofo. Pero, sus conocimientos de filosofía son tomados de los manuales de filosofía y no de un estudio profundo de los antiguos filósofos, por lo tanto, no puede ser considerado filósofo de profesión.
Tertuliano
padre de la Iglesia católica y escritor (ss. II-III d.C.)
Quinto Septimio Florente Tertuliano (en latín: Quintus Septimius Florens Tertullianus, c. 160-220) fue un padre de la Iglesia y un prolífico escritor durante la segunda parte del siglo II y primera parte del siglo III. Debido a su trayectoria controvertida por haberse unido al movimiento montanista es, junto con Orígenes, uno de los dos padres de la Iglesia que no fueron canonizados. Nació, vivió y murió en Cartago, en el actual Túnez, y ejerció una gran influencia en la cristiandad occidental de la época. De su vida muy poco se sabe, ya que solo lo mencionan Eusebio de Cesarea (263-339) y san Jerónimo (340-420).
Según Eusebio, el padre de Tertuliano fue centurión en el Ejército romano en África. El África romana se destacó por albergar grandes oradores y esta influencia puede verse en su estilo, sus arcaísmos, su gran imaginación, y su temperamento pasional. Fue un académico que recibió una excelente educación. Escribió por lo menos tres libros en griego, de los cuales él mismo cita; pero ninguno se ha conservado. Su especialidad fueron las leyes, y sus métodos de argumentación lo demuestran. Eusebio nos cuenta que fue un destacado abogado en Roma.
Su conversión al cristianismo ocurrió alrededor de 197-198, tal y como sostienen Adolf von Harnack, Gottlieb N. Bonwetsch, y otros, pero sus antecedentes son desconocidos, a menos por conjeturas de sus obras. Tal evento debe haber sido decisivo en su vida, transformando su personalidad; él mismo dijo que no podría imaginar una verdadera vida cristiana sin tal cambio radical, un radical acto de conversión: «Los cristianos no nacen: se hacen».
Fue ordenado presbítero en la Iglesia de Cartago, estando a su vez casado, ya que el celibato no fue obligatorio hasta varios siglos más tarde. Este hecho está bien confirmado por sus dos libros dedicados a su esposa. Sin embargo, se opuso a la «bigamia», es decir, el nuevo matrimonio de viudos y viudas, y dirigiéndose a quienes experimentaron el «feliz deceso de un cónyuge», urgía a los sobrevivientes a aprovechar la oportunidad de «suspender» sus deseos carnales y no volver a casarse. Fue uno de los mayores teólogos de la cristiandad del siglo III.
A la mitad de su vida, hacia el año 207, se separa de la Iglesia local y se une al grupo religioso de Montano. Pero los montanistas no fueron lo suficientemente rigurosos para Tertuliano, quien rompió con ellos para fundar su propio movimiento religioso. San Agustín afirma que antes de morir Tertuliano retornó al seno de la Iglesia local.
Su movimiento, los tertulianistas, todavía existía en una basílica de Cartago en tiempos de Agustín, pero en el mismo periodo se trasladaron a oriente. Tertuliano continuó su lucha contra la herejía, especialmente contra el gnosticismo; y por sus obras doctrinales llegó a ser maestro de Cipriano de Cartago, el predecesor de Agustín y el fundador de la teología latina.
Cristología
Tertuliano considera al Logos de Dios (Sermo o Verbum) como Dios en sentido derivado, por ser de la misma sustancia de Dios; Dios que viene de Dios como la luz del sol, proviene del Sol.
Y decimos que por Dios ha sido pronunciado y de tal pronunciación es generado, y por eso es llamado Hijo de Dios y Dios por unidad de sustancia; porque Dios es espíritu. Así como el rayo nace del Sol, porción de aquella suma, quedándose el Sol en el rayo, porque en el rayo está el Sol, y no se separa la sustancia, sino que se extiende; así el espíritu nace de espíritu y Dios de Dios. Como la lumbre aunque encienda otras queda entera sin menoscabarse, y no pierde los grados la matriz, aunque de ella se originen otras iguales luces, que si se comunica no se mengua; así lo que nació de Dios es Dios enteramente e Hijo de Dios, y ambos uno, Espíritu de Espíritu y Dios de Dios, en quien solamente hace número el grado de la generación, el modillo de la persona, no la majestad de la esencia, que aunque nace no se aparta; como el ramo, aunque nace no se divide del tronco.
Hunc ex deo prolatum didicimus et prolatione generatum et idcirco filium dei et deum dictum ex unitate substantiae; nam et deus spiritus. Et cum radius ex sole porrigitur, portio ex summa; sed sol erit in radio, quia solis est radius nec separatur substantia sed extenditur, ita de spiritu spiritus et de deo deus ut lumen de lumine accensum. Manet integra et indefecta materia[e] matrix, etsi plures inde traduces qualitatis mutueris. Ita et quod de deo profectum est, deus et dei filius et unus ambo; ita et de spiritu spiritus et de deo deus módulo alter num, numerum gradu, non statu fecit, et a matrice non recessit, sed excessit. Iste igitur dei radius, ut retro semper praedicabatur, delapsus in virginem quandam et in utero eius caro figuratus nascitur homo deo mixtus. (Apologeticum XXI)
No considera al Hijo coeterno con el Padre. El Hijo de Dios no siempre existió, sólo a partir de ser engendrado por el Padre. Esto lo demuestra diciendo:
Nosotros afirmamos, por lo tanto, que el nombre de Dios siempre existió con Él mismo, pero no eternamente el de Señor. Porque la condición de uno no es la misma que la del otro. Dios es la designación de la sustancia misma, esto es: de la Divinidad; pero el Señor, no lo es de la sustancia, sino del poder. Yo sostengo que la sustancia existió siempre con su propio nombre, el cual es Dios; el título Señor fue después añadido, como indicación de algo acrecentado. Desde el momento que las cosas empiezan a existir, sobre el cual el poder de un Señor fue el acto, Dios a través de la accesión de tal poder, llegó a ser Señor y recibió el nombre de ahí. Porque Dios es de la misma manera un Padre y también un Juez; pero no siempre fue Padre y Juez, simplemente por haber sido siempre Dios. Porque él no pudo haber sido Padre previo al Hijo ni un Juez antes del pecado. Hubo sin embargo, un tiempo cuando ni el pecado existió con Él, ni el Hijo; el primero lo constituye de Señor a Juez y el último un Padre. De esta manera no fue Señor previo a esas cosas de las cuales Él fue Señor. Pero Él llegó a ser Señor únicamente en un tiempo futuro: solo como Él llegó a ser Padre por causa del Hijo y Juez por el pecado, entonces también llegó a ser Señor a través de las cosas que él hizo. (Adversus Hermogenem III)
Tertuliano, al igual que Hipólito de Roma, escribió contra el Modalismo, doctrina que profesaban Noeto, Práxeas y Sabelio. Los tres afirmaban que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo eran la misma persona.
Tertuliano escribe refutando a Práxeas: La herejía de Práxeas piensa estar en posesión de la pura verdad cuando profesa, que para defender la unicidad de Dios, hay que decir que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son lo mismo. (Adversus Praxeam II)
Uno de los textos de soporte de Práxeas era Juan 10:30. Tertuliano contradice su interpretación apelando a sus conocimientos de gramática: «Yo y el Padre somos uno» (Juan 10:30). De aquí ellos toman su soporte, tan ciego, para ver en primer lugar que en este pasaje se habla de dos , «Yo y el Padre»; y de que hay un plural, «somos», inaplicable a una sola persona; y por último, dice «Unum sumus» y no «Unus sumus» [...] para prevenir (Jesús) el pensamiento de ellos, de merecer esto, como si Él hubiera clamado para que lo considerasen Dios mismo, es decir, el Padre, por haber dicho «Yo y el Padre somos uno», representándose a sí mismo como el Dios, Hijo de Dios, y no como Dios mismo (qua filium Dei deum ostendens, non qua ipsum Deum). Él dice, «si está escrito en su ley, “Yo dije, ustedes son dioses”, y la escritura no puede ser anulada, ustedes dicen de quien el Padre santificó y envió al mundo, que ¿blasfemas porque dije que soy Hijo de Dios?» (Adversus Praxeam XXII)
Precursor del Trinitarismo latino
Es el primero en usar la palabra latina "trinitas". Con respecto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo nos dice: La unidad en la trinidad dispone a los tres, dirigiéndose al padre y al hijo y al espíritu, pero los tres no tienen diferencia de estado ni de grado, ni de substancia ni de forma, ni de potestad ni de especie, pues son de una misma sustancia, y de un grado y de una potestad.
Unitatem in trinitatem disponit, tres dirigens patrem et filium et spiritum, tres autem non statu sed gradu, nec substantia sed forma, nec potestate sed specie, unius autem substantiae et unius status et unius potestatis
Adversus Praxeam II, 4
Es, y sigue siendo un tema de debate, el uso de la palabra latina "substantia" que Tertuliano aplica a la unidad entre el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Algunos eruditos, como Harnack, afirman que esta palabra significa "propiedad", que viene del significado no filosófico de la palabra griega ουσια (ousía). Entonces, este sería un término jurídico que denota jurisdicción. Otros le dan el significado de la ουσια primera, a la que Aristóteles llama "substancia primera", que es la "essentia", lo que ha de ser (το τι ην ειναι), que no se puede predicar de otro (ver su obra Metafísica). Sin embargo, un estudio detallado, revela que "substantia" en Tertuliano tiene más de un significado, dependiendo del contexto de aplicación, que no está circunscrito siempre al aristotélico.
Visión de la Filosofía
Tertuliano rechaza a los filósofos paganos, tal como manifiesta en estas palabras: Todas las herejías en último término tienen su origen en la filosofía. De ella proceden los errores y no sé qué formas infinitas y la tríada humana de Valentín; es que había sido platónico. De ella viene el Dios de Marción, cuya superioridad está en que está inactivo; es que procedía del estoicismo. Hay quien dice que el alma es mortal y ésta es doctrina de Epicuro. [...] Es el miserable Aristóteles el que les ha instruido en la dialéctica, que es el arte de construir y destruir, de convicciones mudables, de conjeturas firmes, de argumentos duros, artífice de disputas, enojosa hasta a sí misma, siempre dispuesta a reexaminarlo todo, porque jamás admite que algo esté suficientemente examinado. [...] Quédese para Atenas esta sabiduría humana manipuladora y adulteradora de la verdad, por donde anda la múltiple diversidad de sectas contradictorias entre sí con sus diversas herejías. Pero, ¿qué tiene que ver Atenas con Jerusalén? ¿Qué relación hay entre la Academia y la Iglesia? ¿Qué tienen que ver los herejes y los cristianos? Nuestra escuela es la del pórtico de Salomón, que enseñó que había que buscar al Señor con simplicidad de corazón. Allá ellos los que han salido con un cristianismo estoico, platónico o dialéctico. No tenemos necesidad de curiosear, una vez que vino Jesucristo, ni hemos de investigar después del Evangelio. Creemos, y no deseamos nada más allá de la fe: porque lo primero que creemos es que no hay nada que debamos creer más allá del objeto de la fe. De Praescriptione, 7, 1
Sin embargo, esto no implica que Tertuliano no utilizara argumentos de la filosofía para su exégesis y refutación. Tampoco niega que la filosofía alcance verdades, aunque sin reconocerles gran mérito, tal como afirma en Acerca del alma: Plane non negabimus aliquando philosophos iuxta nostra sensisse; testimonium est etiam ueritatis euentus ipsius. Nonnunquam et in procella confusis uestigiis caeli et freti aliqui portus offenditur prospero errore, nonnunquam et in tenebris aditus quidam et exitus deprehenduntur caeca felicitate, sed et natura pleraque suggeruntur quasi de publico sensu, quo animam deus dotare dignatus est.
En modo alguno negaremos que a veces los filósofos pensaron como nosotros; sin duda, este hecho es una consecuencia de la misma verdad. A veces también en la tempestad, cuando las señales del cielo y del mar se confunden, tras ir a la deriva, con fortuna se logra arribar a puerto felizmente; al igual que en las tinieblas, algunos encuentran los accesos y la salida con una suerte ciega, así la mayoría de las cosas las revela la naturaleza casi por el sentido común, que Dios tuvo a bien conceder al alma. De anima II, 1
Tertuliano también utilizó argumentos de los filósofos para sustentar sus propias doctrinas. Así, en Acerca del alma se apoya en un verso del poeta epicúreo Lucrecio para defender una concepción del alma como algo material. Sus concepciones antifilosóficas, ejemplificadas en su conocida sentencia atribuida como credo quia absurdum («creo porque es absurdo», credibile quia ineptum según cita literal), han sido encuadradas por algunos dentro del antiintelectualismo y el fideísmo, si bien otros autores han justificado su aparente oposición entre fe y razón por el carácter apasionado de Tertuliano o en el contexto polémico en que se inscribe su discurso apologético.
Eclesiología
Tertuliano entendía a la Iglesia como un conjunto de fieles, aunque reconoció la jerarquía. Creía también en el primado de Pedro, el príncipe de los apóstoles, y que murió junto con San Pablo en Roma.
Obras
Los escritos de Tertuliano están incluidos en los volúmenes I-II de la Patrología Latina, y existen textos modernos en el Corpus Christianorum (vid. Thesaurus Patrum Latinorum). En Intratext hay una buena cantidad de sus escritos, tanto en latín como en traducciones al inglés, italiano y alemán.
Apologética
Apologeticus pro Christianis.
Dissertatio Mosheim in Apol.
Libri duo ad Nationes.
De Testimonio animae.
Ad Martyres.
De Spectaculis.
De Idolatria.
Accedit ad Scapulam liber.
Dissertatio D. Le Nourry in Apologet. libr. II ad Nat. et libr. ad Scapulam.
Polémica
De Oratione.
De Baptismo.
De Poenitentia.
De Patientia.
Ad Uxorem libri duo.
De Cultu Feminarum lib. II.
Dogmática
De Corona Militis.
De Fuga in Persecutione.
Adversus Gnosticos Scorpiace.
Adversus Praxeam.
Adversus Hermogenem.
Adversus Marcionem libri V.
Adversus Valentinianos.
Adversus Judaeos.
De Anima.
De Carne Christi.
De Resurrectione Carnis.
Sobre moralidad
De velandis Virginibus.
De Exhortatione Castitatis.
De Monogamia.
De Jejuniis.
De Pudicitia.
De Pallio.
Arnobio de Sicca
Arnobio de Sicca, más conocido como Arnobio, fue un retórico pagano y, tras una tardía conversión, polemista cristiano del siglo IV. Nació en Sicca, pequeña ciudad del África proconsular, donde enseñó retórica a finales del siglo III, contando entre sus discípulos a Firmiano Lactancio. Según este testimonio de san Jerónimo, antes de su conversión había atacado la fe católica. Posteriormente, y habiendo solicitado ser admitido en el seno de la Iglesia y ante la desconfianza de su obispo, que le pide una muestra de sinceridad, escribe Adversus nationes (obra llamada también Adversus gentes), siete libros de apología contra los paganos, cuya fecha de composición debe situarse en los primeros años del siglo IV, ya que en ellos Arnobio habla de libros litúrgicos arrojados al fuego, alusión manifiesta a la persecución de Diocleciano. No se tienen más datos de su vida.
Obra
Adversus nationes es una larga y confusa apología del cristianismo, «desigual y pesada»,[6] donde Arnobio, en estilo ampuloso, con erudición e ironía, ataca el politeísmo, sobre todo en su forma de antropolatría. Los dos primeros libros van encaminados a rebatir la superstición pagana, que estima a los cristianos responsables de las calamidades que asuelan al género humano. Los libros 3-5 constituyen una violenta requisitoria contra la mitología grecorromana. Con fecundidad retórica desarrolla los temas tradicionales llevando a sus últimas consecuencias de ridículo las leyendas paganas. Los libros 6-7 son un ataque al culto politeísta y defiende a los cristianos de la acusación de impiedad. Adquieren especial interés por la cantidad de detalles concernientes a ritos y ceremonias.
Doctrina
Llama la atención en Arnobio la ausencia de argumentos tomados de la Biblia. Las raras veces en que se citan pasajes del Nuevo Testamento, aparecen confundidos; así por ejemplo: en I, 46, col. 778, afirma que cuando el Señor (Jesucristo) hablaba era entendido por gentes de diversas naciones en su propia lengua, transposición manifiesta de la narración de Pentecostés en el Libro de los Hechos. No solo desconoce el Nuevo Testamento, sino que parece no encontrar lazo alguno con el Antiguo. Este repudio del Dios veterotestamentario, que se asemeja con el marcionismo, sigue apareciendo en su concepto de la divinidad. Dios está totalmente por encima de las criaturas, sin contacto con ellas, indiferente y pacífico, con impasibilidad totalmente pagana, epicúrea. Sigue concibiendo a los demás dioses como existentes en dependencia del Dios de los cristianos, «Deus princeps, Deus summus». El alma tiene por autor un demiurgo inferior a la divinidad. El alma, material y mortal, consigue la inmortalidad por la gracia de Dios y por sus méritos. Los condenados van siendo aniquilados lentamente por las llamas del infierno. En la defensa de la fe disminuye en exceso la fuerza de la razón humana. La convicción de la existencia de un supremo «señor y regulador» del universo es innata en el alma. En Arnobio tenemos, pues, un neoconverso de edad avanzada y amplia erudición pagana, influenciado por todas las escuelas ―desde Platón a los gnósticos y desde los estoicos a los epicúreos― que se adhiere de corazón a la verdad cristiana asimilada muy lentamente.
Lactancio
Lucio Cecilio Firmiano Lactancio (en latín: L. Caecilius Firmianus s. Lactantius;[a] c. 245-c. 325) fue un escritor latino y apologista cristiano nacido en el norte de África, discípulo del maestro africano de retórica Arnobio.
Enseñó retórica en varias ciudades orientales del Imperio romano. Fue instituido profesor de retórica en Nicomedia por Diocleciano. Habiéndose convertido al cristianismo, el primer edicto de Diocleciano contra los cristianos de febrero de 303 provocó su despido. Según Jerónimo, vivió en la pobreza subsistiendo como escritor hasta que Constantino I lo reivindicó, convirtiéndolo en tutor de latín de su hijo Crispo. Podría haber acompañado a este último a Tréveris en 317 cuando fue designado césar. Crispo fue ejecutado en Istria en 326, pero se ignora si Lactancio corrió la misma suerte.
Obra
Solo se conservan sus obras cristianas. Las principales obras son: De opificio Dei (303-304) (Sobre la obra de Dios), en la que pretende demostrar la existencia de la providencia divina tomando como base la forma del cuerpo humano; De ira Dei (Sobre la ira de Dios), sostiene contra los filósofos estoicos y epicúreos que la ira es un componente necesario del carácter de Dios, que debe repartir justo castigo contra los malhechores; y las Institutiones divinae (Instituciones divinas). Esta última es una obra de gran envergadura (siete libros), una defensa de la doctrina cristiana como un sistema armonioso y lógico.
Lactancio fue criticado por los cristianos por sus creencias poco ortodoxas, y nunca fue considerado un Padre de la Iglesia, de hecho sus escritos fueron incluidos en el Índice. Escribió en una prosa de estilo ciceroniano, de hecho se lo llamó Cicerón cristiano, en un tono más bien persuasivo que polémico, procurando justificar la fe por la razón antes que por la autoridad. Una excepción a este estilo de escribir es De mortibus persecutorum (Sobre las muertes de los perseguidores) escrita en la Galia en el 318, poco después del triunfo del cristianismo. Se trata de una descripción de los destinos de los emperadores que persiguieron a los cristianos, especialmente en la época de Lactancio.
Lactancio y Cosmas Indicopleustes son los dos únicos autores cristianos de la Antigüedad y del Medioevo que defendieron la idea de una Tierra plana. Lactancio, de manera incidental, dedujo que era incorrecto suponer que el Universo, esto es la Tierra y los Cielos, fuesen esféricos.
¿Hay alguien tan ignorante que crea que hay hombres cuyos pies están por encima de sus cabezas? ¿O que todo lo que hay a nuestro lado puede estar al revés: que las plantas y los árboles crezcan al revés y que la lluvia, la nieve y el granizo caigan hacia arriba sobre la tierra?.... Yo, por mi parte, podría demostrar con muchos argumentos que no puede suceder en absoluto que el cielo esté debajo de la tierra; y lo haría si no fuera porque ya tengo que acabar este libro y todavía me quedan algunas cosas cuyo tratamiento es más necesario en esta obra. Lactancio. Instituciones divinas, Libro III, capítulo 24, 1-11.
Esta idea, sin embargo, no tuvo influencia en el pensamiento posterior y la idea de que Lactancio defendía activamente la creencia en una Tierra plana es posterior al Renacimiento, siendo afirmada por Copérnico y popularizada por Voltaire (véase al respecto: Mito de la creencia en una Tierra plana).
Minucio Félix
escritor, retórico y apologista cristiano del siglo III
Minucio Félix (latín, Marcus Minucius Felix, 150 - 270) fue un abogado y apologista de Roma.
Obra
La apología que escribió (el Octavius) está redactada en forma de diálogo en el que toman parte tres personas: el autor, y dos amigos suyos: Octavio, un cristiano, y Cecilio, un pagano. Van de camino a Ostia, donde conversan los tres amigos; al pasar ante una escultura de Serapis, Cecilio da un beso al aire, y este incidente da origen a una discusión con forma de debate forense. Cecilio actúa como fiscal, llevando la acusación del cristianismo, Octavio es el defensor, y Minucio es el juez. Cecilio defiende el paganismo y ataca el cristianismo, Octavio lo refuta en tono sereno, y al final Cecilio acepta la fe cristiana, y Minucio se siente feliz.
Esta apología no argumenta desde las Escrituras, además, muestra una estrecha relación de ideas y expresiones con el Apologeticum de Tertuliano. Entre Apologética y Octavio hay una relación estrecha de ideas y expresiones: una obra ha influido en la otra.
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