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Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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sábado, 31 de julio de 2010

Los Profetas I

Profeta Isaias por Antonio Balestra

Profeta
El término profeta en la creencia religiosa se refiere a una persona que sirve como intermediario entre la humanidad y la divinidad. Estrictamente hablando, un profeta es alguien que sostiene haber tenido una experiencia personal de Dios recibiendo de él la misión de comunicar sus revelaciones y, como consecuencia de ello, habla en su nombre a los seres humanos. El profeta posee cualidades de intercesor por el pueblo ante Dios y a su vez es mensajero de su palabra. Su carisma de interpretar la historia desde la perspectiva de Dios recibe el nombre de don de profecía.

A veces, se utiliza el término para designar a alguien que predice acontecimientos futuros, generalmente cuando lo hace interpretando señales o basado en una revelación sobrenatural; pero ello puede dar lugar al malentendido, por lo que suele en tal caso emplearse vidente, de modo de diferenciarlo de los profetas, quienes comunican la palabra de Dios.

Si bien la palabra profeta deriva del griego profētēs (προφήτης, cuyo significado es el de ‘mensajero’, ‘portavoz’ e ‘incidente político’),​ el uso de la palabra profeta con sentido estrictamente monoteísta se remonta a la cultura de los hebreos a través de la palabra naví (נְבִיא), término que gradualmente fue introducido y empleado por los cultos judío, cristiano y musulmán (en árabe: نبي‎ nabi).

Etimología
La palabra profeta es la transliteración de un vocablo griego compuesto derivado de pro (antes / hacia) y phesein (decir); así, un προφήτης (prophḗtēs) es alguien que transmite mensajes de lo divino a los humanos, incluyendo, ocasionalmente, que predice eventos futuros. En una interpretación diferente, significa defensor u orador. Es utilizado para traductor el vocablo hebreo נָבִיא (nāvî) en la Septuaginta y el vocablo árabe نبي (nabī) entre otros. En hebreo, el vocablo נָבִיא (nāvî), "portavoz", tradicionalmente, traducido como "profeta". La segunda subdivisión del Tanaj, (Nevi'im), es devota a los profetas hebreos. El significado de Navi es, tal vez, descrito en Deuteronomio 18:18, donde Dios dice, "... y pondré mis palabras en su boca, les diré todo lo que les ordenaré." Así, el Navi fue pensado ser la "boca" de Dios. Una tradición judía fue que la raíz nun - bet - alef ("Navi") se basa en una raíz de dos letras nun - bet la cual denota vacío o apertura; para recibir sabiduría transcendental, uno debe hacerse "abierto". El vocablo árabe نبي (nabī) es un cognado del vocablo hebreo.

Los Profetas Mayores
Profeta es una voz griega, y designa al que habla por otro, o sea en lugar de otro; equivale por ende, en cierto sentido, a la voz "intérprete" o "vocero". Pero poco importa el significado de la voz griega; debemos recurrir a las fuentes, a la lengua hebrea misma.

En el hebreo se designa al profeta con dos nombres muy significativos: El primero es "nabí" que significa "extático", "inspirado", a saber por Dios. El otro nombre es "roéh" o "choséh" que quiere decir "el vidente", el que ve lo que Dios le muestra en forma de visiones, ensueños, etc., Ambos nombres expresan la idea de que el profeta es instrumento de Dios, que no ha de anunciar su propia palabra sino la que el Espíritu de Dios le sopla e inspira. Según I Reyes 9:9, el "vidente" es el precursor de los otros profetas; y efectivamente, en la época de los patriarcas, el proceso profético se desarrolla en forma de "visión" e iluminación interna, mientras que más tarde, ante todo en las "escuelas de profetas" se cultivaba el éxtasis, señal característica de los profetas posteriores que precisamente por eso son llamados "nabí". Otras denominaciones, pero metafóricas, son: vigía, atalaya, centinela, pastor, siervo de Dios, ángel de Dios (Isaias 21:1; 52:8; Ezequiel 3:17; Jeremias 17:16; IV Reyes 4:25; 5:,8; Isaias 20:3; Amos 3:7; Hageo 1:13).

El concepto de Profeta se desprende de esos nombres. El es Vidente u hombre inspirado por Dios. De lo cual no se sigue que el predecir las cosas futuras haya sido la única tarea del profeta; ni siquiera la principal. Había Profetas que no dejaban vaticinios sobre el porvenir, sino que se ocupaban exclusivamente del tiempo en que les tocaba vivir. Pero todos, y en esto estriba su valor, eran voceros del Altísimo, portadores de un mensaje del Señor, predicadores de penitencia, anunciadores de los secretos de Dios, como lo expresa el Profeta Amós 3:7 "Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas."

En un sentido más amplio del vocablo, profetas hubo desde los primeros días del mundo, tanto Abrahám (Génesis 20:7) como Moisés (Deuteronomio 18:15)
fueron llamados profetas. Según 1 Reyes 9:9, el
"vidente" es el precursor de los otros profetas; y efectivamente, en la época de los patriarcas, el proceso profético se desarrolla en forma de "visión" e iluminación interna, mientras que más tarde, ante todo en las "escuelas de profetas" se cultivaba el éxtasis, señal característica de los profetas posteriores que precisamente por eso son llamados "nabí"Otras denominaciones, pero metafóricas, son: Vigía, Atalaya, Centinela, Pastor, Siervo de Dios, Ángel de Dios. (Isaias 21:1; 52:8; Ezequiel 3:17; Jeremías 17:16; 2 Reyes 4:25; 5:8; Isaias 20:3; Amos 3:7; Hageo 1:13).

El Espíritu del Señor los arrebataba, irrumpía sobre ellos y los empujaba a predicar aún contra la propia voluntad (Isaias 6; Jeremías 1:6). Tomaba a uno que iba detrás del ganado y le decía: Ve, profetiza a mi pueblo Israel (Amos 7:15); sacaba a otro de detrás del arado (2 Reyes 19:19), o le colocaba sus palabras en la boca y tocaba sus labios (Jeremías 1:9), o le daba sus palabras literalmente a comer (Ezequiel 3:3). El mensaje profético no es otra cosa que "Palabra de Yahvé", "oráculo de Yahvé", "carga de Yahvé", un "así dijo el Señor"La Ley divina, las verdades eternas, la revelación de los designios del Señor, la gloria de Dios y de su Reino, la venida del Mesías, la misión del pueblo de Dios entre las naciones, he aquí los temas principales de los profetas de Israel.

En cuanto al modo en que se producían las profecías, hay que notar que la luz profética no residía en el profeta en forma permanente (2 Pedro 1:20), sino a manera de cierta pasión o impresión pasajera (Santo Tomás). Consistía, en general, en una iluminación
interna o en visiones, a veces ocasionadas por algún hecho presentado a los sentidos (por ejemplo, en
Daniel 5:25 por palabras escritas en la pared); en la mayoría de los casos, empero, solamente puestas ante la vista espiritual del profeta, por ejemplo, una olla colocada al fuego (Ezequiel 24:1), los huesos secos que se cubren de piel (Ezequiel 37:1); el gancho que sirve para recoger fruta (Amos 8:1), la vara de almendro (Jeremías 1:11), los dos canastos de higos (Jeremías
24:1), etc., símbolo todos éstos que manifestaban la voluntad de Dios. Pero no siempre ilustraba Dios al
profeta por medio de actos o símbolos, sino que a menudo le iluminaba directamente por la luz divina, de tal manera que podía conocer por su inteligencia lo que Dios quería decirle: Isaias 7:14 Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.

A veces el mismo profeta encarnaba una profecía. Así, por ejemplo, Oseas debió por orden de Dios casarse con una mujer pecadora, que representaba a Israel, simbolizando de este modo la infidelidad que el pueblo mostraba para con Dios. Y sus tres hijos llevan nombres que asimismo encierran una profecía: "Jezrael""No más misericordia", "No mi pueblo" (Oseas 1). El profeta auténtico subraya el sentido de la profecía mediante su manera de vivir, llevando una vida austera, un vestido áspero, un saco de pelo con cinturón de cuero (2 Reyes 1:8; 4:38; Isaias 20:2; Zacarias 13:4; Mateo 3:4), viviendo solo, y aun célibe, como Elías, Eliseo y Jeremías.

No faltaba en Israel la peste de los falsos profetasEl profeta de Dios se distingue del falso por la veracidad y por la fidelidad con que transmite la Palabra del Señor. Aunque tiene que anunciar a veces cosas duras: "cargas"; está lleno del espíritu del Señor, de justicia y de constancia, para decir a Jacob sus maldades y a Israel su pecado (Miqueas 3:8). El falso, al revés, se acomoda al gusto de su auditorio, habla de "paz", es decir, anuncia cosas agradables, y adula a la mayoría, porque esto se paga bien. El Profeta
auténtico es universal, predica a todos, hasta a los sacerdotes; el falso, en cambio, no se atreve a decir la verdad a los poderosos, es muy nacionalista, por lo cual no profetiza contra su propio pueblo ni lo exhorta al arrepentimiento. Por eso los verdaderos profetas tenían adversarios que los perseguían y martirizaban (véase lo que el mismo Rey Profeta David dice a Dios en el Salmo 16:4); los falsos, al contrario, se veían rodeados de amigos, protegidos por los reyes y obsequiados con enjundiosos regalos. Siempre será así: el que predica los juicios de Dios, puede estar seguro de encontrar resistencia y contradicción, mientras aquel que predica "lo que gusta a los oídos" (2 Timoteo 4:3) puede dormir tranquilo; nadie le molesta; es un orador famoso. Tal es lo que está tremendamente anunciado para los últimos tiempos, los nuestros (1 Timoteo 4:1 ss.; 2 Timoteo 3:1 ss.; 2 Pedro 3:3 s.; Judas 18; Mateo 24:11).

Jesús nos previene amorosamente, como Buen Pastor, para que nos guardemos de tales falsos profetas y falsos pastores, advirtiéndonos que los conoceremos por sus frutos (Mateo 7:16). Para ello los desenmascara en el almuerzo del fariseo (Lucas 11:37-54) y en el gran discurso del Templo (Mateo 23), y señala como su característica la hipocresía (Lucas
12:1), esto es, que se presentarán no como revolucionarios antirreligiosos, sino como "lobos con piel de oveja" (Mateo 7:15). Su sello será el aplauso con que serán recibidos (Lucas 6:26), así como la persecución será el sello de los profetas verdaderos (ibid. 22 ss.).

En general los profetas preferían el lenguaje poética. Los vaticinios propiamente dichos son, por regla general, poesía elevadísima, y se puede suponer que, por lo menos algunos profetas los promulgaban cantando para revestirlos de mayor solemnidad. Se nota en ellos la forma característica de la poesía hebrea, la coordinación sintáctica ("parallelismus membrorum"), el ritmo, la división en estrofas. Sólo en Jeremías, Ezequiel y Daniel se encuentran considerables trozos de prosa, debido a los temas históricos que tratan. El estilo poético no sólo ha proporcionado a los videntes del Antiguo Testamento la facultad de expresarse en imágenes rebosantes de esplendor y originalidad, sino que también les ha merecido el lugar privilegiado que disfrutan en la literatura mundial. No es, pues, de extrañar que su interpretación tropiece con oscuridades. Es un hecho histórico que los escribas y doctores de la Sinagoga, a pesar de conocer de memoria casi toda la Escritura, no supieron explicarse las profecías mesiánicas, ni menos aplicarlas a Jesús. Otro hecho, igualmente relatado por los evangelistas, es la ceguedad de los mismos discípulos del Señor ante las profecías. ¡Cuántas veces Jesús tuvo que explicárselas! Lo vemos aún en los discípulos de Emaús, a los cuales dice El, ya resucitado: "¡Oh necios y tardos de corazón para creer todo lo que anunciaron los profetas!" (Lucas 24, 25). "Y empezando por Moisés, y discurriendo por todos los profetas, El les interpretaba en todas las Escrituras los lugares que hablaban de El" (Lucas 24:27). Y aquí el Evangelista nos agrega que esta lección de exégesis fue tan íntima y ardorosa, que los discípulos sentían abrasarse sus corazones (Lucas 24, 32). Las oscuridades, propias de las profecías, se aumentan por el gran número de alusiones a personas, lugares, acontecimientos, usos y costumbres desconocidos, y también por la falta de precisión de los tiempos en que han de cumplirse los vaticinios, que Dios quiso dejar en el arcano hasta el tiempo conveniente (véase Jeremías 30:24; Isaias 60:22; Daniel 12:4).

En lo tocante a las alusiones, el exégeta dispone hoy día, como observa la nueva Encíclica bíblica "Divino Afflante Spiritu", de un conjunto muy vasto de conocimientos recién adquiridos por las investigaciones y excavaciones, respecto del antiguo mundo oriental, de manera que para nosotros no es ya tan difícil comprender el modo de pensar o de expresarse que tenían los profetas de Israel.

Con todo, las profecías están envueltas en el misterio, salvo las que ya se han cumplido; y aun en éstas hay que advertir que a veces abarcan dos o más sentidos. Así, por ejemplo, el vaticinio de Jesucristo en Mateo 24, tiene dos modos de cumplirse, siendo el primero (la destrucción de Jerusalén) la figura del segundo (el fin del siglo). Muchas profecías resultan puros enigmas, si el expositor no se atiene a esta regla hermenéutica que le permite ver en el cumplimiento de una profecía la figura de un suceso futuro. Sería, como decíamos más arriba, erróneo, considerar a los profetas sólo como portadores de predicciones referentes a lo por venir; fueron en primer lugar misioneros de su propio pueblo. Si Israel guardó su religión y fe y se mantuvo firme en medio de un mundo idólatra, no fue el mérito de la sinagoga oficial, sino de los profetas, que a pesar de las persecuciones que padecieron no desistieron de ser predicadores del Altísimo.

Nosotros que gozamos de la luz del Evangelio, "edificados en Cristo sobre el fundamento de los Apóstoles y los Profetas" (Efesios 2:20), no hemos de menospreciar a los voceros de Dios en el Antiguo Testamento, ya que muchas profecías han de cumplirse aún, y sobre todo porque Pablo nos dice expresamente: "No queráis despreciar las profecías (I Tesalonicences 5:20). En la primera Carta a los Corintios, da a la profecía un lugar privilegiado, diciendo: "Codiciad los dones espirituales, mayormente el de la profecía" (I Corintios 14:1); pues "el que hace oficio de profeta, habla con los hombres para edificarlos y para consolarlos" (I Corintios 14:3).

Clasificación Cronológica:
8 de los Profetas se relacionaban con la destrucción de la nación hebrea;
2 con el exilio;
3 con su restauración;
3 predicaron a naciones extranjeras.

Profetas relacionados con la destrucción de la Nación Hebrea:
La destrucción de la nación se efectuó en dos etapas.
Caída de Samaria, Israel, Reino del Norte, 34-721 a. C., 2 Reyes 18:9-12. Profetas: Amós. Oseas.
Caída de Jerusalén, Judá, Reino del Sur, 606-586 a. C., 2 Reyes 25:1-6. Profetas: Isaías, Miqueas, Sofonías, Jeremías, Nahúm, Habacúc.

Profetas del exilio:
Daniel y Ezequiel. Aunque Jeremías profetiza en los dos períodos.

Profetas de la restauración:
Restauración 536-444 a. C., Esdras 1:1-4. Profetas: Hageo, Zacarías y Malaquías.

Profetas que predicaron a otras naciones:
Jonas, Nahúm a Nínive,
Abdías a Edom.

Clasificados según los destinatarios
Aun cuando incluían mensajes de mayor alcance, se dirigían principalmente como sigue:
A Israel: Amós, Oseas.
A Nínive: Jonás, Nahum.
A Babilonia: Daniel.
A los cautivos en Babilonia: Ezequiel.
A Edom: Abdías.
A Judá: Joel, Isaías, Miqueas, Jeremías, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías.

Los escritos de los Profetas
Los libros proféticos, Isaías hasta Malaquías, corresponden a los días del ocaso de la nación hebrea.

Hay 17 libros proféticos; y 16 profetas, ya que Jeremías escribió dos libros; el que lleva su nombre, y Lamentaciones. Estos libros se dividen en “Profetas Mayores” y “Profetas Menores,” como sigue:
Profetas Mayores: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel.
Profetas Menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Hageo, Zacarías, Malaquías.

Esta clasificación se basa en el tamaño de los libros, no en los profetas o sus mensajes. El evento histórico que marcó la obra de los profetas fue la apostasía de las diez tribus al final del reino de Salomón, 1 Reyes 12.

Como medida política para mantener alejados a los dos reinos, el reino del norte adoptó como religión nacional la adoración de un becerro, la religión de Egipto. Poco después añadió el culto de Baal, que también logró infiltrarse en el reino del sur. En esta crisis, cuando el pueblo abandonaba a Dios y se entregaba a idolatría de las naciones vecinas, y el nombre de Dios desaparecía de las mentes de los hombres y Sus planes para la redención del mundo parecían fracasar, fue cuando aparecieron los profetas. Es importante memorizar los nombres de estos profetas, a fin de poder referirse fácilmente a cualquiera de los libros.

El Mensaje Social de los profetas
Muchos escritos actuales acerca de los profetas, hacen gran énfasis en su mensaje social, su denunciación de la corrupción política, de la opresión y de la podredumbre moral de la nación. Sin embargo, lo que más preocupaba a los profetas era la idolatría de la nación; que erraba la nación en su concepto de Dios. A este respecto hay que recordar que la vida de una nación es producto directo de sus principios religiosos.

Sacerdotes y Profetas
Los sacerdotes quienes dirigirán el culto a Dios, formaban una clase hereditaria, descendientes de la familia de Aarón; a menudo eran los más malvados de la nación. Pero con todo, fueron los maestros de religión. Muchos de ellos, en lugar de clamar contra los pecados, caían en los mismos y llegaban a ser caudillos de iniquidad.

Los profetas no eran una clase hereditaria. Cada uno recibió un llamado directo de Dios; elegidos de entre diferentes circunstancias. Jeremías y Ezequiel eran sacerdotes; quizás también Zacarías. Isaías, Daniel y Sofonías eran de sangre real. Amós era pastor. No sabemos lo que hayan sido los demás.

Misión y Mensaje de los profetas
La generalidad de personas cree que la labor del profeta es predecir el futuro. Esta creencia errónea surge tal vez por la referencia a que ellos ven visiones. Sin embargo lo que estos hombres hacen es recibir un mensaje Divino y comunicarlo al pueblo. Ahora bien, aquel mensaje emitido por Dios en la mayoría de las veces es para denunciar la condición de pecado del pueblo. Si se cuantifica el contenido del mensaje de los profetas se determina que un 80% se refiere a denunciar el pecado del pueblo, el 20% restante a predecir el futuro glorioso de la Nación. Y en algunos casos el porcentaje d denuncia es mayor.

El mensaje profético tiene cuatro grandes énfasis:
Denunciar el pecado, la desobediencia del pueblo, Isaías 1:1-4,
Advertir las consecuencias por su rebeldía, Isaías 1:5-15,
Llamar al arrepentimiento, a volverse a Dios, Isaías 1:16-17,
Prometer perdón y reconciliación, Isaías 1:18-19.

Ellos trataron de evitar la idolatría y maldad del pueblo. Ante el rechazo a este llamado, anunciaron que la nación sería destruida. Que tan solo un remanente seria salvo. Este remanente generaría una influencia que se extendería por toda la tierra, y traería a Jehová a todas las naciones. Dicha influencia estaría a cargo de un hombre descendiente de la familia de David. Los profetas le llamaban “el Renuevo.” Del trono de la familia nacería un vástago, un retoño tan grande que sería en sentido especial “el Renuevo”.

Periodo de los Profetas
Abarcó, poco más o menos 400 años, 800-400 a. C.. El evento céntrico del período fue la destrucción de Jerusalén, cronológicamente más o menos a mediados del período. Con este evento, de una o de otra manera, se relacionaban siete de los profetas: Jeremías, Ezequiel, Daniel, Abdías, Nahum, Habacuc y Sofonías.

La caída de Jerusalén fue el tiempo de mayor actividad profética, ya sea para tratar de evitarla, o para explicarla. Aunque Dios mismo permitió la destrucción de Jerusalén, hizo cuanto pudo para evitarla. Sin haber podido salvar a la “ciudad santa” por la falta de santidad de ella, los profetas arden en explicaciones y seguridades divinas de que la caída de la nación elegida no significa el fin de los planes de Dios; que después de un tiempo de castigo habría una restauración, y para el pueblo de Dios, un futuro glorioso.

El Elemento Profético
El pensamiento más persistente en todo el Antiguo Testamento, es que Jehová, Dios de Israel, llegará a ser Dios de todas las naciones. Los Profetas, aun cuando ellos mismos no comprendieron el significado pleno de sus palabras, y aunque algunas de sus predicciones están ocultas por la niebla del pasado; sin embargo la historia entera de Cristo y de la extensión del cristianismo sobre la tierra queda dibujada de antemano, en bosquejo y en detalle, en lenguaje que no puede referirse a ninguna otra cosa.

Los Profetas: La Imposición del Pacto en Israel
Bajo este título hay más libros de la Biblia que bajo ningún otro. Cuatro profetas mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel) y doce profetas menores (los últimos doce libros del Antiguo Testamento), escritos en el Israel antiguo aproximadamente entre 760 y 460 a.C. contienen una colección vasta de mensajes de Dios. Los profetas menores se llaman así porque estos libros son relativamente cortos; los mayores son más bien largos; estos términos no implican absolutamente nada acerca de la importancia.

Las Características de la Profecía
Debemos anotar desde el principio que los libros proféticos están entre las partes más difíciles de la Biblia en cuanto a interpretación o lectura comprensiva. Las razones de esto se relacionan con los malentendidos que existen en cuanto a su función y su forma. Antes de hablar de estos dos asuntos, son necesarios unos comentarios preliminares.

El significado de la profecía
La dificultad principal para la mayoría de los lectores modernos de los profetas se desprende de una comprensión previa inexacta de la palabra profecía. Para la mayoría de las personas, esta palabra significa lo que aparece corno la primera acepción en la mayoría de los diccionarios: "Don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras." Por eso, ocurre que muchos cristianos buscan en los profetas solamente las predicciones sobre la venida de Jesús o ciertos aspectos de la edad del Nuevo Pacto. como si la predicción de sucesos muy distantes de su época fuera el interés principal de los profetas. Este es un uso muy selectivo de los profetas. Consideremos la siguiente estadística al respecto: Menos del 2 por ciento de las profecías del Antiguo Testamento son mesiánicas; menos del 5 por ciento describen específicamente la edad del Nuevo Pacto, y menos del 1 por ciento se refieren a sucesos que todavía están por ocurrir.

Los profetas en realidad anunciaban el futuro, pero era usualmente el futuro inmediato de Israel, Judá y otras naciones vecinas; no nuestro futuro. Una de las claves para entender a los profetas, por lo tanto, es que para que veamos sus profecías cumplidas, debemos volver atrás, a épocas que para ellos todavía eran futuras, pero para nosotros son pasadas.

Los profetas como portavoces
Si se piensa que los profetas sólo predecían sucesos futuros, se deja de ver su función principal, que era hablar a nombre de Dios a sus propios contemporáneos. Es el carácter "hablado" de sus profecías que produce muchas de nuestras dificultades para entenderlas.

Por ejemplo, de los centenares de profetas del Israel de la época del Antiguo Testamento, sólo se escogieron dieciséis para que expresaran oráculos (mensajes de Dios) que serían recopilados y escritos en libros. Sabemos que otros profetas, como Elías y Elíseo, desempeñaron un papel de mucha influencia al entregar la Palabra de Dios a su pueblo y a otras naciones fuera de Israel también, pero sabemos más acerca de la vida de estos profetas, que de sus propias palabras. Lo que hicieron fue descrito en mayor extensión y cuidado que lo que dijeron, y esto fue puesto con claridad en el contexto de su época por los escritores de las narraciones del Antiguo Testamento donde aparecen. De unos pocos profetas, como Gad (1 Samuel 22, 2 Samuel 24), Natán (2 Samuel 7, 12; 1 Reyes 1) y Hulda (2 Reyes 22) tenemos una combinación de profecía y biografía, como es el caso también de Jonas, y en menor grado, de Daniel. Generalmente, en las narraciones del Antiguo Testamento, oímos acerca de la persona de los profetas y muy poco de 10 que ellos dicen. En los libros proféticos, no obstante, oímos lo que dice Dios a través de los profetas, y poco acerca de los profetas mismos. Esa sola diferencia da cuenta de la mayor parte del problema que tiene la gente para encontrar el sentido de los libros proféticos del Antiguo Testamento.

Además. ¿ha notado usted lo difícil que es leer uno de los libros proféticos más extensos de una vez? ¿Por qué será? Creemos que es porque no fueron hechos para ser leídos así. En su mayoría, estos libros extensos son colecciones de oráculos hablados, no siempre presentados en su secuencia cronológica original, sin indicaciones, a menudo, de dónde termina un oráculo y comienza otro, y sin información, a veces, sobre el fondo histórico. Aparte de esto, ¡la mayoría de los oráculos fueron escritos en verso! Diremos más acerca de esto después.

Los problemas históricos
El problema de la distancia histórica es otro asunto que complica la comprensión de los profetas. En realidad, a los lectores modernos se nos hace más difícil entender en nuestra época la Palabra de Dios como fue expresada por los profetas, que a los israelitas que oyeron esas mismas palabras en persona. Las cosas que eran claras para ello, son obscuras para nosotros. ¿Por qué?, en parte, porque la audiencia de un orador tiene ciertas ventajas sobre los que leen más tarde las palabras del orador puestas por escrito (Compárese con lo que se dijo acerca de las parábolas en el capítulo 8). Sin embargo allí no es donde están las dificultades en su mayor parte. Antes bien, como estamos tan distanciados de la vida religiosa, histórica y cultural del Israel antiguo, sencillamente se nos hace difícil poner las palabras habladas por los profetas en su contexto apropiado. No podemos ver sus referencias y las razones de ellas con claridad.

La Función de la Profecía
Para. entender lo que Dios nos quería decir por medio de estos libros inspirados, primero debemos tener una comprensión clara del papel y la función del profeta en Israel. Hay que insistir en tres cosas:

1. Los profetas eran mediadores que debían hacer cumplir el pacto: En el capítulo anterior explicamos que la ley de Israel constituía un pacto entre Dios y su pueblo. Este pacto no sólo contiene las reglas que hay que obedecer, sino que describe las clases de castigos que .Dios tendrá que aplicar a su pueblo si no guarda la ley, como también los beneficios que impartirá a quienes lo hagan. Los castigos frecuentemente se llaman "maldiciones" del pacto, y los beneficios bendiciones". Dios no sólo da la Ley, sino que la hace cumplir, de.modo positivo con las bendiciones y de modo negativo con castigos. El oficio de los profetas era anunciar la imposición (positiva o negativa) de la ley de Dios, para que los sucesos de bendición o maldición fueran entendidos con claridad por el pueblo. Moisés fue el mediador para la Ley, cuando Dios la promulgó, y por eso es un paradigma (modelo) para los profetas. Ellos son los mediadores de Dios, o sus portavoces, para el pacto. A través de ellos,. Dios le recuerda al pueblo, generaciones después de Moisés, que si guarda la Ley, obtendrá bendiciones; pero si no, se le aplicará el castigo.

Las clases de bendiciones que recibiría Israel por su fidelidad al pacto se encuentran especialmente en Levítico 26:1-13, Deuteronomio 4:32-40 y 28:1-14. Ahora bien, estas bendiciones se anuncian con una advertencia: si Israel no obedece la ley de Dios, las bendiciones cesarán. Las maldiciones (castigos) que Israel puede esperar si viola la ley se encuentran especialmente en Levítico 26:1439 Deuteronomio 4:15-28 y 28:15-32:42. Por lo tanto, hay que tener en cuenta que los profetas no inventaban las bendiciones ni las maldiciones que anunciaban. Tal vez compusieran, con su estilo personal cautivador y novedoso, cuando eran inspirados, pero reproducían la Palabra de DIOS, no la suya propia. Por ellos, Dios anunciaba su intención de  hacer cumplir el pacto, para beneficio o para castigo, según la fidelidad de Israel, pero siempre basado en las categorías de bendiciones y maldiciones ya contenidas en Levítico 26, Deuteronomio 4  y Deuteronomio 28-32, y de acuerdo con ellas. Si usted se toma el trabajo de aprender esos capítulos del Pentateuco, recibirá la recompensa de comprender más lo que los profetas dijeron. . .

En resumen, la ley contiene ciertas categorías de bendiciones materiales por la fidelidad al pacto: vida, salud, prosperidad, abundancia agrícola, respeto y seguridad. La mayoría de las bendiciones mencionadas estarán dentro de estas seis agrupaciones generales. En cuanto a las maldiciones, la ley describe castigos corporales: muerte, enfermedad, sequía, escasez, peligro, destrucción, derrota, deportación, despojamiento y desgracia. La mayoría de las maldiciones se acomodan a una de estas categorías.

Estas mismas categorías se aplican a lo que Dios comunica a través de los profetas. Por ejemplo, cuando El desea predecir bendiciones futuras para la nación (no para individuos) a través del profeta Amós, lo hace con metáforas tomadas de la abundancia de la agricultura, la vida, la salud, la prosperidad, el respeto y la seguridad (Amós 9:11-15). Cuando anuncia el castigo a la desobediente nación de la época de Oseas, lo hace anunciando destrucción en Oseas 8:14, y deportación en Oseas 9:3. Estas maldiciones son a menudo metafóricas, aunque también pueden ser literales. Siempre se refieren a toda la nación. Las bendiciones o maldiciones  no le garantizan prosperidad ni escasez a ningún individuo en particular. Según las estadísticas, la mayor parte de los anuncios de los profetas durante los siglos octavo, séptimo y principios del sexto a. C. fueron maldiciones, pues la derrota y destrucción mayores del reino del norte no ocurrieron hasta el 722 a. C, y la destrucción del reino del sur (Judá) no ocurrió hasta el 587 a.C. Los israelitas, tanto del norte como del sur, iban rumbo al castigo durante esa era. Por tanto, es natural que predominaran las advertencias de maldición, más que las de bendición, mientras Dios trataba que su pueblo se arrepintiera. Después de la destrucción de ambos reinos, esto es, después del 587 a.C., los profetas se sentían impulsados con más frecuencia a dar bendiciones y no maldiciones, porque una vez consumado el castigo de la nación, Dios vuelve a su plan básico, que es mostrar misericordia (Deuteronomio 4:25-31 da una descripción resumida de esta secuencia).

Al leer a los profetas, busque esta sencilla norma:
(1) la identificación del pecado de Israel, o del amor de Dios por él;
(2) una predicción de bendición o maldición, según las circunstancias. En la mayoría de los casos, eso es lo que los profetas comunican bajo la inspiración de Dios.

2. El mensaje de los profetas no era suyo propio, sino de Dios, Era Dios quien suscitaba a los profetas (Éxodo 3:1 y ss.; Isaías 6; Jeremías 1; Ezequiel 1-3; Oseas 1:2; Amós 7:14, 15; Jonás 1:1, y otros). Si un profeta presumía de serlo por sí mismo, esto era una buena causa para considerarlo falso (Jeremías 14:14; 23:21). Los profetas respondían a un llamado divino. La palabra hebrea que traducimos profeta (niibi) proviene en realidad del verbo semita "llamar" (nabüu). Notará al leer a los profetas. que ellos dicen en el prefacio o la conclusión, o intercalan continuamente en sus oráculos expresiones como "Así ha dicho Jehová" o "dice Jehová". Casi todo el tiempo, el mensaje profético se presenta directamente como recibido del Señor, en primera persona, de modo que Dios habla de sí mismo como "Yo" o "mí".

Lea por ejemplo Jeremías 27 y 28. Considere la difícil tarea de Jeremías, que debía comunicarle al pueblo de Judá que era necesario que se sometiera al ejército imperial de su enemigo Babilonia, si quería agradar a Dios. La mayoría de sus oyentes consideraban que este mensaje equivalía a traición. Cuando presenta el mensaje, sin embargo, aclara muy bien que no están oyendo sus puntos de vista sobre el asunto sino los de Dios. Comienza recordándolas: "Jehová me ha dicho así. .. " (27:2), y luego cita el mandato de Dios: "Y los enviarás... por mano de los mensajeros..." (27:3); "les mandarás que digan a sus señores" (27:4), y añade: "Dice Jehová" (27:11). Su palabra es la Palabra de Dios. Es dada en la autoridad de Dios (28:15, 16), no en la suya propia.

Como vehículos a través de los cuales Dios daba su Palabra a Israel y a otras naciones, los profetas tenían cierto oficio social. Eran como embajadores del tribunal celestial, encargados de manifestar la soberana voluntad de Dios al pueblo. Los profetas eran en sí algo diferente, no reformadores sociales radicales ni pensadores religiosos innovadores. Las reformas sociales y el pensamiento religioso que Dios quería impartir al pueblo ya habían sido revelados en la Ley del pacto. Fuese cual fuese el grupo que quebrantara esas leyes, la Palabra de Dios a través del profeta anunciaba castigo. Ya estuviera la culpa de las violaciones del pacto en la realeza (2 Samuel 12:1-14; 24:11-17; Oseas 1:4), entre los sacerdotes (Oseas 4:4-11; Amós 7:17; Malaquías 2:1-9), o en cualquier otro grupo, el profeta daba fielmente el mensaje de Dios acerca de la maldición nacional. En realidad, por la palabra de Dios los profetas aun ponían y quitaban reyes (1 Reyes 19:16; 21:17-22) y declaraban guerras (2 Reyes 3:18, 19; 2 Crónicas 20:14-17; Oseas 5:5-8) o sea declaraban contra ellas Jeremías 27:622).

Lo que leemos en los libros proféticos, entonces, no es solamente la Palabra de Dios como el profeta la vio, sino como Dios quería que el profeta la presentara. El profeta no actuaba ni hablaba independientemente.

3. El mensaje de los profetas no es original. Los profetas fueron inspirados por Dios para presentar el contenido esencial de las advertencias y promesas del pacto (maldiciones y bendiciones). Por tanto, cuando uno lee las palabras de ellos, lo que se lee no es nada verdaderamente nuevo, sino la esencia del mismo mensaje dado por Dios originalmente a través de Moisés. La forma de la presentación del mensaje puede variar mucho, por supuesto. Dios suscitaba a los profetas para llamar la atención de las personas a las que eran enviados, Para esto necesitaban cambiar la estructura y la expresión de algo que ellos ya habían oído muchas veces, así que en este sentido, lo dicho por los profetas tiene cierta "novedad". Sin embargo, eso no es lo mismo que iniciar un nuevo mensaje o cambiar el viejo. Los profetas no fueron inspirados para hacer mensajes ni anunciar doctrinas que no estuvieran ya contenidas en el pacto del Pentateuco. Como primer ejemplo de esta conservación del mensaje, considérese la primera parte de Oseas 4:2: "Perjurar, mentir, matar, hurtar y adulterar prevalecen..."

En este versículo, que forma parte de una larga descripción de la pecaminosidad de Israel en tiempos de Oseas (750-722 a.C.), se resumen cinco de los diez mandamientos, cada uno con una sola palabra. Estas son: "Perjurar", el tercer mandamiento: "No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano" [Éxodo 20:7; Deuteronomio 5:11). "Mentir", el noveno mandamiento: "No hablarás... falso testimonio" (Éxodo 20:16; Deuteronomio 5:20). "Matar", el sexto mandamiento: "No matarás" (Éxodo 20:13; Deuteronomio 5:17). "Hurtar", el octavo mandamiento: "No hurtarás" (Éxodo 20:15; Deuteronomio 5:18). "Adulterar", el séptimo mandamiento: "No cometerás adulterio" (Éxodo 20:14; Deuteronomio 5:18).

Es tan interesante notar lo que los profetas inspirados no hacen, como lo que hacen. Por ejemplo, Oseas no cita los Diez Mandamientos al pie de la letra. Menciona cinco resumidos con una palabra, como lo hace Jesús en Lucas 18:20. No obstante, la mención de esos cinco, aun fuera del orden acostumbrado, es un modo muy eficaz de comunicarles a los israelitas que ellos han quebrantado los diez. Al oír cinco de los Mandamientos, el oyente pensaría: "¿Y qué pasó con los otros? ¿Qué fue de su orden normal? Las palabras originales son ..." La audiencia comenzaría a pensar en los Diez Mandamientos, acordándose de lo que las leyes del pacto demandaban en cuanto a una justicia elemental. Oseas no cambió nada de la ley, como tampoco lo hizo Jesús, al citar cinco de los mandamientos para producir un efecto semejante, pero sí grabó la Ley en sus oyentes de un modo que nunca hubiera podido lograr al repetirla palabra por palabra.

El segundo ejemplo se refiere a las profecías mesiánicas. ¿Son nuevas? No. Ciertamente, los detalles sobre la vida y el oficio del Mesías que encontramos en los Cantos del Siervo, en Isaías 42, 49, 50 y 53, se pueden considerar nuevos. No obstante, Dios no le presentó la noción de un Mesías al pueblo por primera vez a través de los profetas. En realidad, se había originado con la Ley. De lo contrario, ¿cómo podía Jesús describir su vida como cumplimiento de lo escrito "en la ley de Moisés, los profetas y los salmos" (Lucas 24:44)? Entre otras porciones de la Ley mosaica que predicen el ministerio del Mesías, Deuteronomio 18:18 es prominente: "Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandaré."

Juan 1:45 también nos recuerda que la Ley ya hablaba de Cristo. No era nada nuevo para los profetas hablar de El. El modo, el estilo y el detalle con los cuales hicieron sus predicciones inspiradas, no tenían que restringirse a lo que ya contenía el Pentateuco, pero el hecho esencial de que habría un Nuevo Pacto iniciado por un nuevo "Profeta" (según las palabras de Deuteronomio 18) era, en realidad, historia antigua ya.

La Exegesis
La necesidad de ayuda externa
Anotamos en el capítulo 1 que hay una idea popular de que todo en la Biblia debía ser claro para todo aquel que la lee, sin estudio ni ayuda externa de ninguna clase. El razonamiento es que si Dios escribió la Biblia para nosotros (para todos los creyentes), deberíamos poder entenderla completamente la primera vez que la leamos, pues tenemos al Espíritu Santo en nosotros. Tal noción es incorrecta. Hay partes de la Biblia cuyo significado es obvio de inmediato, pero hay otras que no. Debido a que los pensamientos de Dios son profundos en comparación con los pensamientos humanos (Salmo 92:5; Isaías 55:8) no debería sorprendernos que se necesiten tiempo y estudio paciente para entender algunas partes de la Biblia.

Los libros proféticos requieren tiempo y estudio. La gente a menudo toma estos libros muy a la ligera, como si la. lectura. superficial a través de los profetas diera un alto grado de comprensión. Esto, que no se puede hacer con los textos escolares, tampoco resulta con los profetas.Necesitamos repasar aquí, especialmente para la interpretación de los profetas, las tres clases de ayudas externas de que disponemos. La primera fuente sería el diccionario bíblico, que proporciona artículos sobre el fondo histórico de cada libro, su bosquejo básico, las características especiales que contiene, y asuntos de interpretación que el lector debe conocer. Le recomendamos que adquiera la práctica de leer un artículo del diccionario bíblico sobre el libro profético que va a estudiar antes de comenzar. Necesita tener algo de información de fondo antes de poder captar el significado de lo que el profeta quiere comunicar. La Palabra de Dios vino a través de los profetas a personas que se hallaban en situaciones particulares. Su valor para nosotros depende de nuestra capacidad para apreciar tales situaciones, para que a su vez podamos aplicarlas a las nuestras.

Una segunda fuente de información son los comentarios. Estos dan introducciones para cada libro, de manera parecida a los diccionarios bíblicos, pero a menudo menos organizadas. Ahora
bien, lo más importante es que dan explicaciones del significado de los versículos. Pueden considerarse esenciales cuando se estudia con cuidado una parte pequeña de un libro profético; esto es, menos de un capítulo a la vez. (Véase el Apéndice.)

La tercera fuente de ayuda serían los manuales bíblicos. Los mejores combinan aspectos de los diccionarios bíblicos y los comentarios, aunque no entran en detalles minuciosos en las
introducciones ni en las explicaciones por versículos. Cuando se leen varios capítulos de un libro profético a la vez, sin embargo, el manual bíblico puede dar mucha ayuda útil en un mínimo de tiempo.

El contexto histórico
En el estudio acerca de Jesús (capítulo 7), recordará que el "fondo o contexto histórico" se refería a todo el panorama histórico en el que vivió Jesús y al contexto específico de cualquiera de sus hechos o dichos. En el estudio de los profetas, el fondo histórico puede igualmente ser general (su época) o específico (el contexto concreto de un solo oráculo). Para hacer una buena exégesis, hay que entender ambos tipos de fondo histórico en todos los libros proféticos.

El contexto general. Vale anotar que los dieciséis libros proféticos del Antiguo Testamento provienen de una franja más bien angosta de todo el panorama de la historia israelita; es decir, de los años situados entre el 760 y el 460 a. C, ¿Por qué no tenemos libros de profecía de la época de Josué (cerca del 1400 a.C.), de Abraham (cerca del 1800 a.C.) o de David (cerca del 1000 a.C.)? ¿No hablaba Dios con su pueblo y el mundo antes del año 760 a.C.? Por supuesto que sí, y tenemos muchos materiales en la Biblia sobre esas épocas, incluso algunos que tienen que ver con profetas (1 Reyes 17-2 Reyes 13). Además, recuerde que Dios le habló especialmente a Israel en la Ley, que permanecería por todo el resto de la historia de Israel hasta que fuera reemplazada por el Nuevo Pacto (Jeremías 31:31-34).

¿Por qué entonces hay tal concentración de mensajes proféticos escritos durante los tres siglos que transcurren entre Amós (cerca del 760 a.C., el primero de los "profetas escritores") y Malaquías (cerca del 460 a. C., el último)? La respuesta es que este período de la historia de Israel demandaba especialmente una mediación destinada a poner por obra el pacto, lo cual fue la tarea de los profetas. Un segundo factor es el evidente deseo de Dios de poner por escrito para la historia las advertencias y bendiciones que esos profetas anunciaron en su nombre durante esos años tan decisivos.

Esos años se caracterizaron por tres cosas:
(1) un desorden político, militar, económico y social sin precedentes,
(2) un nivel muy elevado de infidelidad religiosa y desprecio hacia el pacto mosaico original, y
(3) cambios en los límites de la nación y de las poblaciones. En tales circunstancias, se necesitaba de nuevo la Palabra de Dios. Por eso, Dios levantó profetas y anunció su Palabra de esa forma.

Al usar los diccionarios, comentarios y manuales, notará usted que alrededor del 760 a.C, Israel era una nación dividida permanentemente por una guerra civil que había continuado por muchos años. Las tribus del norte, llamadas "Israel", o algunas veces "Efraín", estaban separadas de la tribu sureña de Judá, El norte, donde la desobediencia al pacto sobrepasaba cualquier otra cosa conocida en Judá, estaba listo para la destrucción por Dios debido a su pecado. Amós, que comenzó cerca del 760, y Oseas, que comenzó cerca del 755, anunciaron la inminente destrucción. El norte cayó frente a la superpotencia del Oriente Medio en ese tiempo, Asiria, en el 722 a.C, De allí en adelante, la creciente pecaminosidad de Judá y el surgimiento de otra superpotencia, Babilonia, constituyeron el tema de muchos profetas, entre los que están Isaías, Jeremías, Joel, Miqueas, Nahüm, Habacuc y Sofonías. Iudá también fue destruida por su desobediencia en el 587 a.C. Después de eso, Ezequiel, Daniel, Hageo, Zacarías y Malaquías anunciaron la voluntad de Dios en cuanto a la restauración de su pueblo (comenzando con el regreso del exilio en el 538 a.C.), la reconstrucción de la nación, y la reinstitución de la ortodoxia. Todo esto sigue el modelo fundamental puesto en Deuteronomio 4:25-31.

Los profetas hablan en su mayor parte con referencia directa a estos acontecimientos. A menos que usted conozca estos sucesos y otros de la época, que son demasiado numerosos para mencionarlos aquí, tal vez no pueda entender muy bien lo que los profetas dicen. Dios habló en la historia y acerca de ella. Para entender su Palabra, debemos saber algo de esa historia. Contextos específicas: Un ejemplo. Cada oráculo profético fue dado dentro de un fondo histórico específico. Dios habló a través de cada uno de sus profetas a su pueblo en cierto momento y lugar, y bajo ciertas circunstancias. El conocimiento de la fecha, los oyentes y la situación, por lo tanto, cuando son conocidos, contribuye sustancialmente a la capacidad del lector para comprender un oráculo.

Lea usted Oseas 5:8-10, un oráculo breve y conciso agrupado junto con otros varios oráculos en ese capitulo. Un buen comentario le dará a conocer el hecho de que este oráculo está en la forma de un oráculo de guerra, un tipo o formato que anuncia el juicio de Dios realizado a través de una batalla. Los elementos usuales de tal formato son: la alarma, la descripción del ataque y la predicción de la derrota. Así como es útil reconocer la forma, también lo es la identificación del contexto específico.

La fecha es el 734 a.C. Los oyentes son los israelitas del norte (llamados aquí "Efraín"}, a quienes les predicó Oseas. Específicamente, el mensaje era para ciertas ciudades del camino que iba de la capital judaica, Jerusalén, al centro de falsa adoración de Israel, Betel. La situación es el estado de guerra. Judá .contraatacó a Israel y a Siria después de que estos invadieron a Judá (véase 2 Reyes 16:7-9). Dios, a través de Oseas, suena metafóricamente la alarma en las ciudades situadas en el territorio de Benjamín (v. 8), que era parte del reino del norte. La destrucción es segura (v. 9), porque Judá captura el territorio que invade ("fueron como los que traspasan los linderos"). No obstante, a Judá también le llegará su hora. La ira de Dios caerá sobre ambos reinos por este acto bélico y por su idolatría (2 Reyes 16:2-4). Judá e Israel estaban obligados a someterse al pacto divino, que prohibía esa guerra interna. Entonces Dios castiga esta violación de su pacto.

El conocimiento de estos pocos hechos hace muy diferente la capacidad para apreciar el oráculo de Oseas 5:8-10. Consulte los comentarios o manuales al leer a los profetas, y como siempre, trate de identificar la fecha, los oyentes y la situación en que se producen los oráculos leídos.

El aislamiento de los oráculos separados
Cuando se llega al estudio mismo o a la lectura con exégesis de los libros proféticos, la primera cosa que se debe aprender es a PENSAR EN FUNCIÓN DE ORÁCULOS COMPLETOS (así como se aprende a pensar en párrafos en las epístolas). Esto no es siempre tarea fácil, pero el conocimiento de la dificultad y la necesidad de hacer esto es el principio de un descubrimiento emocionante.

Casi siempre lo que los profetas dijeron en sus libros se presenta de corrido. Esto es, las palabras habladas en varios lugares durante los años de su ministerio han sido recogidas y escritas juntas, sin divisiones que indiquen dónde termina un oráculo y dónde comienza otro. Además, aun cuando uno puede suponer, por un cambio importante de tema que ha comenzado un nuevo oráculo, la falta de explicación, (transiciones o notas editoriales) todavía lo deja preguntándose: "¿Dijo esto el mismo día a los mismos oyentes, o lo dijo años después - o antes - a un grupo diferente bajo circunstancias diferentes?" La respuesta puede significar una diferencia muy grande en cuanto a la comprensión. Algunas partes de los libros proféticos presentan excepciones. En Hageo y los primeros capitulas de Zacarías, por ejemplo, cada una de las profecías está fechada. Con la ayuda de un diccionario bíblico, comentario o manual, se puede seguir el progreso de estas profecías en su contexto histórico con facilidad. Algunas de las profecías de otros libros, principalmente Jeremías y Ezequiel, son fechadas también y puestas en un fondo histórico por el autor inspirado. Sin embargo, no resulta así la mayor parte del tiempo. Por ejemplo, lea usted Amos, capítulo 5; en una edición de la Biblia que no inserte titulas explicativos (estos son solamente una opinión erudita), y pregúntese si el capítulo es sólo una profecía (oráculo) o no. Si es un solo oráculo, ¿por qué tiene tantos cambios de tema (lamentación sobre la destrucción de Israel en vv. 1-3; invitación a buscar a Dios y vivir, vv. 5,6, 14; ataques a la injusticia social, vv. 713; predicción de miserias, vv. 16, 17; descripción del día del Señor, vv. 18-20; crítica de la adoración hipócrita, vv. 21-24; y un repaso breve de la historia pecaminosa de Israel que culmina con la predicción del exilio, vv. 25-27)? Si no es un solo oráculo, ¿cómo se deben entender las partes que lo componen? ¿Son todas independientes las unas de las otras? ¿Se deben agrupar algunas? Si es así, ¿de qué modo?

En realidad, el capitulo 5 contiene lo que generalmente se considera como tres oráculos. Los vv. 1-3 forman un oráculo de lamentación corto que anuncia un castigo, los vv. 4-17 forman un solo oráculo complejo de invitación a la bendición y advertencia de castigo, y los vv. 18-27 forman un solo oráculo complejo para anunciar un castigo. Los pequeños cambios de tema, entonces, no indican cada uno el principio de un nuevo oráculo. Por otra parte, las divisiones en capítulos no corresponden con los oráculos tampoco. Para distinguir los oráculos hay que prestar atención a sus formas conocidas (véase más abajo). Los tres oráculos del capítulo 5 fueron dados a fines del reino del rey Ieroboam de Israel (793-753 a.C.), a un pueblo cuya relativa prosperidad lo hacía pensar que era imposible que su nación fuera así devastada y dejara de existir en sólo una generación. Un buen comentario, diccionario bíblico o manual de la Biblia explicará tales cosas. Evítese las dificultades que produce el tratar de leer sin ellos.

Las formas de la expresión profética
Como la diferenciación de los diversos oráculos es una clave para la comprensión de los libros proféticos, es importante que usted sepa algo acerca de las diferentes formas que los profetas usaron para componer sus oráculos. El reconocimiento de las formas es un requisito previo para la debida delimitación de los oráculos. Así como la Biblia está compuesta por muchas clases diferentes de formas o estilos literarios, así también los profetas emplearon una variedad de formas literarias al servicio de sus mensajes inspirados por Dios. Los comentarios pueden identificar y explicar estas formas. Hemos seleccionados tres de las formas más comunes para hacerle ver la importancia del reconocimiento y la interpretación correcta de las técnicas literarias allí representadas.

El litigio. Primero, sugerimos que se lea Isaías 3:1~-26, que constituye una forma literaria alegórica llamada "litigio de pacto" (hebreo rlb). En esta y en muchas otras alegorías de pacto de los profetas (Oseas 3:3-17; 4:1-19, etc.), Dios aparece imaginativamente como acusador, abogado acusador, juez y fiador en un juicio contra el acusado, Israel. En el litigio se incluyen una citación, un cargo, unas evidencias y un veredicto, aunque a veces estos elementos pueden estar implícitos. En Isaías 3, los elementos se incorporan así: El tribunal se reúne y se presenta el litigio contra Israel (vv. 13, 14). Se hace la acusación (vv. 14b-16). Como las evidencias demuestran que Israel es culpable, se anuncia la sentencia (vv. 17-26). Como el pacto ha sido violado, los castigos que aparecen en el pacto caen sobre las mujeres y a los hombres de Israel: enfermedad, indigencia, privaciones y muerte. El estilo figurado de esta alegoría es un modo eficaz y dramático de comunicar a Israel que va a ser castigado por su desobediencia, y que el castigo será severo. La forma literaria especial ayuda a la comprensión del mensaje especial.

El ay. Otra forma literaria común es la del "oráculo del ay". "¡Ay!" equivale a la palabra que los antiguos israelitas usaban como exclamación frente a los desastres o la muerte, o cuando Se lamentaban en un funeral. A través de los profetas, Dios hace predicciones de un destino fatal inminente usando el "ay", y ningún israelita podía pasar por alto el significado de esa palabra. Los oráculos de ayes contienen, en forma explícita o implícita, tres elementos que caracterizan su forma: el anuncio de una desgracia (la palabra "ay", por ejemplo), la razón de la desgracia, y una predicción de las fatales consecuencias. Lea Habacuc 2:6-8, donde hay uno de los varios casos de este libro profético de un "oráculo de ay" dicho contra la nación de Babilonia. Esta superpotencia imperialista y brutal de la antigua y fértil Mesopotamia, estaba haciendo planes para conquistar y destruir a Judá a fines del siglo séptimo a.C. cuando Habacuc presentó el mensaje de Dios contra ella. Se personifica a Babilonia como ladrón y extorsionista (la razón), el oráculo anuncia una lamentación, y predice desastre (cuando todos aquellos a quienes Babilonia ha oprimido se levanten contra ella). Esta forma es alegórica (aunque no todos los oráculos de ayes lo son: Miqueas 2:1-5; Sofonías 2:5-7).

La promesa. Otra forma literaria profética común es la promesa u "oráculo de salvación". Se reconoce esta forma por los elementos siguientes: referencia al futuro, mención de un cambio radical, y mención de una bendición. Amós 9: 11-15, ejemplar de oráculo de promesa, contiene estos elementos. El futuro se menciona como "en aquel día" (v. 11). El cambio radical se describe como la restauración y reparación del "tabernáculo caído de David" (v. 11), la exaltación de Israel sobre Edom (v. 12) y el retorno del exilio (vv. 14, 15). La bendición viene por medio de las categorías del pacto ya mencionadas (vida, salud, prosperidad, abundancia agrícola, respeto y seguridad). Todas estas cosas están incluidas en Amós 9:11-15, aunque la salud, esté implícita. La insistencia principal está en la abundancia agrícola. Las cosechas, por ejemplo, serán tan enormes, que los cosechadores todavía no habrán terminado cuando los sembradores comiencen a plantar otra vez (v. 13). Para otros ejemplos de oráculos de promesas, véanse Oseas 2:16-22 y 2:21-23; Isaías 45:1-7; y Jeremías 3:1-9.

Con estos breves ejemplos, esperamos que usted sepa que los estilos literarios proféticos bien entendidos le ayudan a comprender el mensaje de Dios con más precisión. Aprenda las formas en los comentarios (vea el Apéndice), y ¡se alegrará de haberlo hecho!

Los profetas como poetas
El hombre común aprecia poco la poesía. La poesía parece ser un modo extraño y confuso de expresar las cosas, como si tuviera el propósito de hacer las ideas menos inteligibles. Se pone poco énfasis en la poesía, excepto en la música popular, que generalmente contiene una poesía de versificación vulgar. En algunas culturas modernas, sin embargo, y en la mayoría de las antiguas, la poesía es un modo de expresión de mucho valor. Los cantos épicos nacionales y las memorias religiosas e históricas se conservaron en verso. Decimos que se "conservaron", porque una de las ventajas de la poesía sobre la prosa es que se puede memorizar con más facilidad. Un buen poema tiene ritmo llamado también (metro), equilibrio (llamado también paralelismo o esticometría) y una estructura general. Es regular y ordenado. Una vez bien aprendida, la poesía no se olvida tan fácilmente como la prosa.

La prosa poética algunas veces usada por los profetas es un estilo formal especial que emplea las mismas características antes mencionadas, aunque con menos consistencia. Como es más regular y estilizada que el habla común, también se recuerda mejor. Nos referimos a ella igualmente como "poesía". En el Israel antiguo se estimaba mucho la poesía como medio de aprendizaje. Las cosas que por su importancia debían recordarse, se componían en verso. Así como podemos recordar la letra. de las canciones con más facilidad que las oraciones de los libros o discursos los israelitas también consideraban más sencilla la memorización de cosas compuestas en verso. El buen uso de este útil fenómeno en una época cuando la escritura y la lectura eran habilidades extrañas y cuando la posesión privada de libros era casi desconocida, Dios habló a través de sus profetas principalmente en poemas. La gente estaba habituada a la poesía, y los versos de esas profecías eran como música en su oído.

Todos los libros proféticos contienen una gran cantidad de poesía, y varios son exclusivamente poéticos. Antes de leer los libros proféticos, por lo tanto, sería útil leer una Introducción a la poesía hebrea. Recomendamos el artículo de Norman Gottvald titulado "Poetry, Hebrew" en el Interpreter's Dictionary of the Bible (Nashville: Abíngdon, 1962). Cualquier diccionario bíblico tiene por lo menos un artículo informativo sobre poesía. Como indicación de los beneficios que produce conocer las funciones de la poesía hebraica, sugerimos que se estudien estos tres aspectos en el estilo repetitivo de la poesía del Antiguo Testamento:

1. Paralelismo sinónimo. La línea segunda o subsiguiente repite o refuerza el sentido de la primera línea o verso, como en Isaías 44:22:
"Yo deshice como una nube tus rebeliones,
y como niebla tus pecados."
2. Paralelismo antitético. El segundo verso contrasta con la idea del primero, como en Oseas 7:14:
"Y no clamaron a mí con sus corazones
cuando gritaban sobre sus camas."
3. Paralelismo sintético. El segundo verso añade información al primero, como en Abdías 21:
"Y subirán salvadores al monte de Sion
para juzgar al monte de Esaú;
y el reino será de Jehová."

Recuerde que la presentación de ideas en verso no es confusa si se lee con cuidado y conocimiento. La poesía es tan comprensible como la prosa si se conocen las reglas.

Algunas sugerencias Hermenéuticas
Si la tarea de la exégesis es poner a los profetas dentro de su propio contexto o fondo histórico y escuchar lo que Dios estaba diciendo a Israel a través de ellos, entonces ¿qué se puede decir a nivel de hermenéutica? ¿Cuál es la Palabra de Dios para nosotros a través de estos oráculos poéticos inspirados, hablados en otra época al antiguo pueblo de Dios? Primero, quisiéramos señalar que gran parte de lo que se dijo en el capítulo 4 acerca de la hermenéutica de las epístolas se aplica aquí también. Una vez que oímos lo que Dios les dijo a ellos, aunque nuestras circunstancias difieran considerablemente, a menudo lo oímos otra vez en nuestro propio ambiente de modo bastante directo. Afirmamos que el juicio de Dios siempre les espera a aquellos que "vendieron..." al pobre por un par de zapatos" (Amós 2:6), o que usan la religión para encubrir su avaricia e injusticia [Isaías 1:10-17), o que tienen idolatrías modernas mezcladas (tales como la justificación propia) con el Evangelio de Cristo (Oseas 13:2-4). Estos son pecados del Nuevo Pacto también. Violan los dos mandamientos mayores, compartidos por el Antiguo Pacto y el Nuevo (véase el capítulo 9).

Además de estas aplicaciones, hay otros tres asuntos que se deben considerar: una precaución, una preocupación y un beneficio.

Una precaución: El profeta predice el futuro
Al principio de este capítulo anotamos que la tarea principal del profeta no era predecir el futuro distante. Es cierto que predijeron sucesos futuros, pero ese futuro ya es pasado. Esto es, ellos hablaron de juicio o salvación venideros en el futuro relativamente inmediato de Israel, no nuestro propio futuro. Advertimos que, para ver el cumplimiento de sus profecías, debemos volver a los tiempos que para ellos eran futuro todavía, pero para nosotros son pasado. Hay que ilustrar este principio hermenéutico.

Como ejemplo de la concentración de los mensajes proféticos en el futuro cercano en vez del distante, sugerimos que se lean los capítulos 25-29 de Ezequiel. Obsérvese que los diversos oráculos contenidos en ellos tienen que ver con el destino de otras naciones además de Israel, que también está incluida. Es importante ver que Dios se refiere al destino de esas naciones, y que la realización de las profecías vino sólo décadas después de ser lanzadas, esto es, durante el siglo sexto a.C. Por supuesto, hay excepciones aisladas. Ezequiel 37:15-28 describe la edad del Nuevo Pacto, y las bendiciones que Dios va a derramar sobre la Iglesia por medio del Mesías. Sin embargo, la mayoría de las profecías, incluso las de los capítulos 38 y 39 (consúltese un comentario sobre estos capítulos) se refieren a tiempos y acontecimientos del Antiguo Testamento.

El demasiado celo por la identificación de sucesos del Nuevo Testamento en los oráculos proféticos del Antiguo Testamento, puede producir resultados extraños. La referencia de Isaías 49:23 a reyes que "con el rostro inclinado a tierra te adorarán" parecía muy similar a los tres magos que visitaron al niño Jesús (Mateo 2:1-11) y bastante para animar a muchos a suponer que esas palabras de Isaías son mesiánicas. Tal interpretación pasa por alto el contexto (se mencionan reyes y reinas; el tema del pasaje es la restauración de Israel después de su exilio en Babilonia), la intención (el lenguaje del oráculo tiene el propósito de demostrar lo grande que será el respeto hacia Israel cuando Dios lo restaure), el estilo (la poesía simboliza el respeto de las naciones por medio de imágenes de sus gobernantes como padrastos de Israel, y lamiendo el polvo a los pies de la nación), y las palabras (los magos son hombres sabios y astrólogos, no reyes). Debemos tener cuidado para que los oráculos proféticos, y cualquier otra parte de la Escritura, no nos digan lo que queremos oír, sino lo que Dios quiere que oigamos.

Se debe observar, por supuesto, que algunas profecías del futuro cercano fueron colocadas contra el fondo del gran futuro escatológico, y algunas veces parecen confundirse. Hablaremos de esto otra vez en el capítulo 13. Por ahora anotemos, que la razón de eso es que la Biblia por lo regular ve los actos de Dios en la historia temporal, a la luz de su plan general para toda la historia humana. Así pues, lo temporal se ha de considerar dentro del plan eterno. Es como si se vieran dos discos, uno pequeño delante de uno grande; luego, según la perspectiva de la historia subsiguiente, se los ve de lado y se nota así la distancia que hay entre ellos.

Perspectiva Profética de los Sucesos Cronologicos
Vistos de frente                                             Vistos de lado

    o O                                                                   I  I

Así que hay ciertas cosas en los profetas que pueden tener relación con los sucesos finales de esta era (Joel 3:1-3; Sofonías 3:8, 9; Zacarías 14:9). Ahora bien, los juicios temporales de los cuales se habla en conjunción con esos sucesos finales no se deben empujar hacia el futuro también. .

Se debe mencionar un punto más. El lenguaje escatológico es metafórico por naturaleza. Algunas veces esas metáforas expresan en poesía el lenguaje de los sucesos finales, pero no tienen que ser predicciones de esos sucesos en sí mismas. En Ezequiel 37:1-14 se encuentra un ejemplo. Usando palabras que describen la resurrección de los muertos, acontecimiento que sabemos ocurrirá al fin de los tiempos. Dios predice a través de Ezequiel el regreso de la nación de Israel desde el exilio en Babilonia. en el siglo sexto c.C, (vv. 1214). Así pues, un suceso que es pasado para nosotros (como se describe en Esdras 1, 2) se predice metafóricamente con lenguaje escatológico como si fuera un suceso del final de los tiempos.

Una preocupación: La profecía y los significados secundarios
En varios lugares del Nuevo Testamento se hace referencia a pasajes del Antiguo Testamento, que parecen no tener relación con el significado que les da el Nuevo Testamento. Esto es, los pasajes parecen tener un significado claro en el fondo original del Antiguo Testamento, y sin embargo, un escritor del Nuevo Testamento los usa en conexión con un significado diferente.

Como ejemplo, consideremos las dos historias de la manera como los israelitas y Moisés recibieron milagrosamente agua de la roca en el desierto: una vez en Refidim (Exodo 17:1-7) y otra en Cades (Números 20:1-13). Las historias parecen bastante sencillas y muy claras en sus contextos originales. En cambio en 1 Corintios 10:4 parece que Pablo identifica la experiencia de los israelitas con un encuentro con Cristo, y dice que "bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo". En ninguno de los dos relatos del Antiguo Testamento hay indicación de que la roca sea otra cosa. Pablo le da a la roca un segundo significado, y la identifica con Cristo. A este significado secundario se le denomina comúnmente sensus plenior (significado más completo).

Al reflexionar sobre esto, se ve que Pablo hace una analogía. El dice en realidad: Esa roca era para ellos como es Cristo para nosotros; una fuente de sustento, del mismo modo que las cosas espirituales son un sustento para nosotros. El lenguaje de Pablo en los versículos 2-4 es muy metafórico. El quiere que los corintios entiendan que la experiencia de los israelitas en el desierto se puede interpretar como una alegoría de la experiencia con Cristo, especialmente en la Cena del Señor.

Los lectores modernos tal vez no podamos notar esa analogía del modo como la describió Pablo. Si Pablo nunca hubiera escrito esas palabras, ¿habríamos nosotros identificado la nube y el mar con el bautismo (v. 2), o la roca con Cristo (v. 4)? En otras palabras, ¿podríamos nosotros solos, con certeza, decidir el sensus plenior, o sentido secundario? La respuesta es negativa. El Espíritu Santo inspiró a Pablo para que escribiera acerca de la conexión analógica entre los israelitas en el desierto y la vida en Cristo, sin seguir las reglas usuales del contexto, la intención, el estilo y las palabras (véase el subtítulo Una precaución: El profeta predice el futuro). El Espíritu Santo dirigió a Pablo para que describiera el hecho de que los israelitas sacaron agua de las rocas más de una vez, con la expresión poco común y figurada de que una roca "los seguía". Otros detalles del lenguaje descriptivo que Pablo usa en 1 Corintios 10:1-4 (expresiones no literales como "nuestros padres todos" en v. 1 y alimento y bebida "espiritual" en vv. 3, 4) son asimismo muy extraños.

Sin embargo, nosotros no somos escritores inspirados de la Escritura. No tenemos autorización para hacer lo que Pablo hizo. Las conexiones alegóricas que él encontró por inspiración entre el Antiguo Testamento y el Nuevo son dignas de confianza. Sin embargo, en ninguna parte de la Escritura se nos dice: "Ve y haz lo mismo." Así que el principio del sensus plenior (significado más completo) está en función de la inspiración, no de la iluminación. El mismo Espíritu Santo que inspiró a un autor del Antiguo Testamento para escribir un cierto conjunto de palabras o un pasaje, puede inspirar a un escritor del Nuevo Testamento a pasar por alto las consideraciones comunes de contexto, intención, estilo y expresión de palabras e identificar ese conjunto de palabras o pasaje con un segundo significado. En cambio, nosotros no somos escritores inspirados, sino lectores iluminados. 'La inspiración es la motivación original para escribir las Escrituras de cierto modo. La iluminación es la luz interior para entender lo que los autores de la Escriture escribieron. No podemos volver a escribir ni a definir la Escritura mediante nuestra iluminación. Por eso, sólo podemos percibir un sensus plenior después de que ha sido establecido. A menos que esté identificado como sensus plenior en el Nuevo Testamento, nosotros no podemos identificarlo como tal en el Antiguo Testamento con confianza y según nuestra propia autoridad.

Las Biblias de estudio, los comentarios, los manuales y las Bíblias con columnas de referencia, generalmente identifican los pasajes proféticos del Antiguo Testamento que tienen un segundo significado en el Nuevo Testamento. Algunos ejemplos de esos pasajes son: Mateo 1:22, 23 (Isaías 7:14); 2:15 (Oseas 11:1); 2:17, 18 (Jeremías 31:15); Juan 12:15 [Zacarías 9:9).

Sólo necesitamos tomar algunos de éstos para ilustrar el fenómeno de un segundo significado adscrito a un pasaje profético: Mateo 2:15. En Oseas 11:1 leemos: "Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo."
 
En Oseas, el contexto es el rescate de Israel de Egipto por medio del Éxodo. La intención es mostrar cómo Dios amó a Israel como a su propio hijo. El estilo es el paralelismo poético sinónimo, donde "mi hijo" se identifica con la nación de Israel. Las palabras son metafóricas: Israel es personificado como un "muchacho" en este verso. La segunda persona de la Trinidad, Cristo, no aparece en el significado "llano o sencillo" de esta Escritura.

Si no tuviéramos Mateo 2:15 en nuestra Biblia, no nos sentiríamos inclinados a identificar este versículo de Oseas como una profecía sobre Jesús de Nazaret. Sin embargo, Mateo tenía algo que nosotros no tenemos; tenía la inspiración autoritaria del mismo Espíritu que inspiró a Oseas para componer Oseas 11:1. Este mismo Espíritu lo movió a decidir que las palabras que Oseas usó se podían volver a usar con contexto, estilo e intención diferentes, y en conexión con otras palabras acerca del Mesías, El Espíritu Santo había "plantado" esas palabras selectas en el libro de Oseas, para que se usaran otra vez en conexión con los sucesos de la vida de Jesús. Mateo no le aplica esas palabras a Jesús como resultado de un proceso exegético hermenéutico. Antes bien, toma esas palabras de su contexto original y les da un significado completamente nuevo, porque tiene autoridad para hacerlo. Nosotros sólo podemos leer y apreciar lo que él ha hecho, pero no hacer lo mismo con ningún pasaje dado.

Beneficio final: La insistencia en la ortodoxia y la ortopraxia
La ortodoxia consiste en tener las creencias correctas. La ortopraxia consiste en realizar las acciones correctas. A través de los profetas, Dios llama al pueblo del Israel y el Judá antiguos a tener un equilibrio de creencia y acción correctas. Este es todavía el mismo equilibrio que se exige en el Nuevo Pacto (Santiago 1:27; 2:18; Efesios 2:8-10). Lo que Dios demanda de Israel y de luda es, en sentido general, lo mismo que requiere de nosotros. Los profetas nos recuerdan constantemente la decisión de Dios de hacer cumplir su pacto. Para los que obedecen las estipulaciones del Nuevo Pacto (amar a Dios y al prójimo), el resultado final y eterno será de bendición, aunque los resultados en este mundo no sean tan animadores. Para los que desobedecen, el resultado sólo puede ser maldición, no importa cuan bien les vaya durante la vida en la tierra. La advertencia de Malaquías (4:6) todavía sigue en pie.

Samuel y "los hijos de los profetas"
En un sentido más amplio del vocablo, profetas hubo desde los primeros días del mundo. Tanto Abrahán (Gén. 20:7) como Moisés (Deut. 18:15) fueron llamados profetas.

Durante el período de los jueces el oficio profético languideció, y "la palabra de Jehová escaseaba en aquellos días; no había visión con frecuencia" (1 Samuel 3:1). El llamado de Samuel hacia el final de ese período fue trascendental. Fue el primer "profeta"
en el sentido más estricto de la palabra, y se lo puede considerar como fundador del oficio profético; iba de lugar en lugar como maestro de Israel (1 Samuel 10:10-13; cf 1 Samuel 7:16-17). Después de él y hasta el fin del tiempo del Antiguo Testamento, diversos hombres escogidos hablaron a la nación en nombre de Dios, interpretando el pasado y el presente, exhortando a la justicia, y siempre dirigiendo su vista al futuro glorioso que Dios les había señalado como pueblo. Samuel habría fundado lo que se conoció como "las escuelas de los profetas". Los jóvenes que recibían su educación en estas escuelas (1 Samuel 19:20) eran conocidos como los "hijos de los profetas" (2 Reyes 2:3-5).

La primera de tales escuelas que se mencionan estuvo en Ramá (1 Samuel 19:18, 20), la sede de Samuel (1 Samuel 7:17). Los hijos de los profetas no eran necesariamente recipientes directos del don profético, pero eran divinamente llamados, como los ministros evangélicos de hoy, para instruir a la gente acerca de la voluntad y los caminos de Dios. Las escuelas de los profetas fueron una poderosa fuerza que limitó el avance de la marea del mal, que tan a menudo amenazó con sumergir al pueblo hebreo bajo una inundación de idolatría, materialismo e injusticia, y proporcionó una barrera contra la ola de corrupción que avanzaba con mucha rapidez. Estas escuelas proveyeron el adiestramiento mental y espiritual a jóvenes seleccionados que serían los maestros y dirigentes de la nación.

Tabla Cronológica de los Profetas de Israel
Esta tabla solamente incluye las figuras proféticas mayores del período del Antiguo Testamento. El período después del año 750 a. C., que comienza con Óseas y Amós, es frecuentemente conocida como el período clásico de la profecía y a los profetas se les conoce como los profetas escritores. De alguna forma, ambos nombres no son exactos. No existe realmente una clara separación radical entre los profetas antes del comienzo del "período clásico" y de aquellos que vienen después, tal como el título puede implicarlo. Además, no todos aquellos profetas fueron necesariamente escritores; en muchos casos, otros fueron los que de hecho escribieron los libros que llevan su nombre, y escribieron sobre esos profetas, sus vidas y mensajes.

Las fechas reflejan el ministerio activo de los profetas que fue determinado por las porciones bíblicas que se pueden fechar. Excepto por las tradiciones de Isaías, no se hace el intento para clasificar los diferentes períodos de tiempo que se reflejan en los libros proféticos mismos. Por ejemplo, es claro que la colección de sermones y narraciones de Amós tuvo que pasar por un editor (que revisó la redacción) en el reino del Sur después de la destrucción de Jerusalén en el año 587 a. C., más o menos unos 150 años después del ministerio de Amós en el reino del Norte (Amós 9:11-15).

Esto solamente nos recuerda que existe una diferencia entre el contexto histórico inmediato de las figuras proféticas del Antiguo Testamento y el contexto histórico de los libros que llevan su nombre Los libros son los productos de la comunidad de fe, algunas veces a través de varios siglos, mientras se recolectaban, se reflexionaba sobre ellas, y se usaban los mensajes que los mismos profetas habían traído (para ver una tabla de los diferentes tiempos dentro del material bíblico, ver The Three Triads of Biblical Interpretation, y el artículo que lo acompaña Guidelines for Interpreting Biblical Narrative). Los libros frecuentemente llevan una clara evidencia de este dinámico uso de las tradiciones proféticas en algún período de tiempo, que también nos dice algo sobre la continua vitalidad de los escritos como la palabra viva de Dios para el pueblo.

En esta tabla no se incluye a Daniel porque ese libro normalmente no es considerado un libro profético. Existe muy poca evidencia histórica para fechar el libro de Joel, y podría colocarse entre el año 500 a. C. y tan tarde como en el año 300 a. C. El libro de Jonás se coloca en el período de la época Asiría del siglo VIII a. C., pero muchos estudiosos colocan el tiempo de la escritura de ese libro a la mitad del siglo V a. C., un poco después de las reformas de Nehemías. Esto sugiere que el libro usa tradiciones mucho más antiguas, de la época Asiría, como medios para abordar un tipo muy diferente de problemas en la comunidad post-exílica.

Continua en Los Profetas II
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martes, 6 de julio de 2010

Dios I: Definicion


Dios Padre por Miguel Ángel

El concepto teológico, filosófico y antropológico de Dios​ (del latín: Deus, que a su vez proviene de la raíz protoindoeuropea deiwos~diewos, ‘brillo’, ‘resplandor’, al igual que el sánscrito deva, ‘ser celestial’, ‘dios’.), hace referencia a una deidad suprema. La vigesimotercera edición del Diccionario de la Real Academia Española lo define como el «ser supremo que en las religiones monoteístas es considerado hacedor del universo». o «deidad a que dan o han dado culto las diversas religiones politeístas»

Dios es el nombre que se le da en español a un ser supremo omnipotente, omnipresente, omnisciente y personal en religiones teístas y deístas (y otros sistemas de creencias) quien es: o bien la única deidad, en el monoteísmo, o la deidad principal, en algunas formas de politeísmo, como en el henoteísmo. Dios también puede significar un ser supremo no personal como en el panteísmo, y en algunas concepciones es una mera idea o razonamiento sin ninguna realidad subsistente fuera de la mente, como en los sistemas materialistas.

A menudo Dios es concebido como el creador sobrenatural y supervisor del universo. Los teólogos han adscrito una variedad de atributos a las numerosas concepciones diferentes de Dios. Entre estos, los más comunes son omnisciencia, omnipotencia, omnipresencia, omnibenevolencia (perfecta bondad), simplicidad divina, y existencia eterna.

Dios también ha sido concebido como de naturaleza incorpórea, un ser personal, la fuente de toda obligación moral, y el «mayor ser concebible con existencia». Estos atributos fueron descritos en diferentes grados por los primeros filósofos-teólogos judíos, cristianos y musulmanes, incluidos Maimónides, san Agustín, y Al-Ghazali, respectivamente. Muchos destacados filósofos medievales y filósofos modernos desarrollaron argumentos a favor de la existencia de Dios. En forma análoga, numerosos filósofos e intelectuales de renombre han desarrollado argumentos en contra de la existencia de Dios. Su conceptualización ha sido tema de debate en diversas civilizaciones.

Concepciones del ser supremo
La definición más común de Dios es la de un ser supremo, omnipotente, omnipresente y omnisciente; creador, juez, protector y, en algunas religiones, salvador del universo y la humanidad.
Sobre esta definición existen variaciones

Dios definido como un ser supremo personal
Pueden darse, según las distintas visiones, características variadas y no siempre armonizables entre sí. Además, hay quienes creen en un Dios personal, simplemente según argumentos filosóficos, pero sin necesidad de recurrir a un modo religioso de tratar con ese Dios, mientras otros consideran a Dios, con argumentos religiosos sin excluir otros argumentos (también pueden tener argumentos filosóficos), como un ser con el cual tratan y esperan una acción salvadora a favor de los seres humanos.

Características propuestas:
Dios sería capaz de insuflar el aliento adecuado que permite a sus adoradores sostener el sistema de autogobierno que él mismo define en un compendio de leyes, normas y principios catalogados en una colección de libros definidos como sagrados por sus seguidores, y cuyos redactores humanos declaran haber sido guiados por la iluminación divina. Al insuflar ese poder, no causa sufrimiento añadido al sistema de vida rutinario. En algunas religiones, Dios es el creador del universo.
Algunas tradiciones sostienen que, además de creador, Dios es conservador (teísmo), mientras que otros opinan que Dios es únicamente creador (deísmo).

Algunos filósofos afirman que Dios es el principio incondicionado que explica la existencia de todo. No sería, por lo tanto, un concepto al que llegue el pensamiento, sino un postulado del pensar, o, como diría santo Tomás, un prolegómeno a la fe. En las religiones monoteístas ―bajaísmo, cristianismo, islamismo, judaísmo, krisnaísmo y sijismo―, el término «Dios» se refiere a la idea de un ser supremo, infinito, perfecto, creador del universo, que sería pues, el comienzo y el final de todas las cosas. Dentro de las características principales del Dios supremo estarían principalmente:

Omnipotencia: poder absoluto sobre todas las cosas;
Omnipresencia: poder de estar presente en todo lugar;
Omnisciencia: poder absoluto de saber las cosas que han sido, que son y que sucederán.
Postulan que Dios es un ser amoroso con su creación y justo[cita requerida] y, en el cristianismo, que por medio del Espíritu Santo puede instrumentalizar a personas escogidas para realizar su obra y que Dios es además inteligencia y puede expresar emociones como alegría, cólera o tristeza.

La obra de Dios es dar a los seres humanos el regalo de la salvación y la vida eterna.

-Algunas concepciones de Dios se centran en una visión de este como una realidad eterna, trascendente, inmutable y última, en contraste con el universo visible y continuamente cambiante.
-Principalmente, a Dios se le atribuyen omnipotencia (todo lo puede), omnipresencia (todo lo abarca), omnisciencia (todo lo sabe), y omnibenevolencia (es absolutamente bueno). Sin embargo, no todos afirman que Dios es moralmente bueno. Mientras que algunos consideran que Dios representa lo moralmente bueno, admitiendo que existe una definición objetiva de lo bueno y lo malo, para otros Dios está por encima de la moralidad, o la determina, de manera que es bueno lo que Dios quiere que sea bueno. No todos sus atributos concuerdan, apareciendo contradicciones que hacen a los críticos negar que Dios pueda tener a la vez los cuatro atributos indicados. Por ejemplo, se afirma que si Dios es el creador omnipotente, omnisciente y el único juez, entonces al crear a la humanidad, incluidos ateos y paganos, sabe cómo será su comportamiento y tendrá que enviarlos al infierno. Este Dios no puede, por tanto, ser bueno desde el punto de vista de todos los humanos, del mismo modo que algunos afirmarán que no todos los humanos son buenos desde el punto de vista de Dios. Este, el problema de la existencia del mal, es uno de los obstáculos planteados por los escépticos para aceptar ese concepto de Dios. Los creyentes suelen alegar el «libre albedrío» de los seres humanos para explicar el mal en el mundo, aunque ese argumento no sirve para explicar el mal en la Naturaleza (aunque no está del todo definido el concepto de mal en la Naturaleza, pues existe el problema de que, si el bien y el mal es cuestión de opción hecha (por libertad o razonamiento), la Naturaleza carece de este tipo de opciones, simplemente es como es); y por otra parte, los críticos no consideran compatibles la omnipotencia y la omnisciencia de Dios con el libre albedrío, alegando que si Dios todo lo puede, intervenir implicaría obstaculizar la libertad del ser humano; o el saberlo todo implicaría también que no hay nada dentro de la libertad del ser humano que no esté previamente fijado y dicho. Al respecto de la omnipotencia, se contrapone la característica omnibenevolente de Dios, que al poderlo todo no necesariamente lo hace, sino que deja al ser humano actuar de acuerdo con la característica libre con que lo creó en un inicio y no interfiere, ya sea por apatía o placer (lo que de nuevo contradiría la benevolencia de Dios), o por respeto (nacido de su benevolencia) a la naturaleza con que fue creado el ser humano.
-La teología negativa (o vía negativa) aduce que no se pueden determinar afirmaciones concluyentes sobre los atributos de Dios, mientras que los agnósticos consideran que el limitado conocimiento humano no permite obtener pruebas concluyentes de qué o cómo es Dios. Algunas costumbres relacionadas con el misticismo establecen unos límites al poder de Dios, al considerar que la naturaleza suprema de Dios no deja lugar a la casualidad.
-La concepción de Dios como ente individual es una característica del monoteísmo. Las diferencias entre monoteísmo y politeísmo dependen de la tradición de los pueblos (ver Trinidad, dualismo y henoteísmo)

Dios definido como un ser supremo no personal
-Dios como algo supremo, pero no necesariamente como un ser personal.
*Algunas ideas sobre Dios pueden incluir atributos antropomórficos: género, nombres concretos e incluso exclusividad étnica, mientras que otras ideas son meramente conceptos filosóficos.
*La idea de Dios suele entremezclarse con la definición de verdad, en la que Dios es la suma de todas las verdades. Desde esta perspectiva, la ciencia es solo un medio de encontrar a Dios.
*Existen divergencias al definir a Dios, bien como una persona o, más bien, como una fuerza o impulso impersonal. También son diversas las formas en las que se entiende que Dios se relacionaría con el ser humano y la apariencia que Dios tendría.

-Algunos sostienen que tan solo existe una única definición válida de Dios, mientras que para otros, cabe la posibilidad de que varias definiciones de Dios sean posibles a la vez.
-Se puede construir una explicación sobre la existencia de Dios desde la psicología, intentando establecer qué realidad externa se corresponde con su recreación mental. Así, a partir del estudio introspectivo de la consciencia, se llegaría a la conclusión de que esta surge asociada a la experiencia de un cierto vacío.

Etimología
En el Español
En español, al igual que en las otras lenguas romances, la palabra «dios» viene directamente del Latín deus, ‘deidad, dios’. El término latino deriva a su vez del Indoeuropeo deiwos, de la raíz deiw-, «brillar, ser blanco», de la que deriva asimismo el término griego Ζεύς (Zeus).

De hecho, la palabra española dios es idéntica en pronunciación a la griega Διός (Diós), forma genitiva de Zeus (el principal Dios de la mitología griega). De esta misma raíz indoeuropea derivan el latín dies (‘día’) y el griego δῆλος (‘visible, patente’). Pese a su parecido con el término griego análogo, θεός (theós, ‘deidad, dios’), este deriva de la raíz indoeuropea dhēs-, de significado desconocido, pero que originó en latín palabras de significado inicialmente religioso como feria o fanatismo.

La forma indoeuropea deiw-os aparece en muchas familias indoeuropeas sistemáticamente asociado a pəter (‘padre’) en la forma compuesta dyeu-pəter. En sánscrito tardío la forma aparece como dyaus pitar, mientras que en griego existe la forma Ζεὺς Πατῆρ (Zeùs Patḗr), análoga a la latina Iuppiter (Júpiter). El latín deus, en otras lenguas romances, derivó en deus (gallego y portugués), dieu (francés), dio (italiano), déu (catalán) o [dumne]zeu (rumano), entre otras.

En las lenguas germánicas la palabra para designar a la deidad proviene de la raíz protogermánica ǥuđan, de donde vienen god (inglés) o gott (alemán). Esta raíz derivaría de la forma indoeuropea reconstruida ǵhu-tó-m, proveniente de la raíz ǵhau(ə)-, ‘llamar, invocar’. De esta misma raíz podría derivarse el nombre del pueblo godo. El origen de la palabra got es muy antiguo, y no se extiende hacia ninguna otra familia indoeuropea con excepción de la irania. Así en persa moderno se dice joda (خدا), y en kurdo, xhwedê.

El término Yahveh procede del hebreo, una lengua semítica. Esta palabra, también llamada tetragrámaton, proviene de la raíz de cuatro letras (de ahí su denominación) Yhwh, en origen el nombre propio de Yahwi, una deidad edomita o madianita. En las lenguas semíticas, incluido el hebreo, el término más extendido es ʾl (El), del que derivan, entre otros, el plural hebreo Elohim (אֱלֹהִ֔ים, ‘dioses’, generalmente traducido como ‘Dios’ o ‘Señor’) y el árabe Allāh (الله, Alá). Este último término designa al dios único y supremo, mientras que se reserva el término ʾilāh (إله) para una deidad en general.

Uso de la mayúscula
En español se refiere al dios del judaísmo, el cristianismo y el islam con letra mayúscula («Dios») como se hace con cualquier nombre propio. En los textos religiosos, los pronombres y adjetivos relativos a Dios también se escriben con mayúscula, como fórmula de respeto. Por ejemplo, se escribe «el Señor», «Él», «Su», «Tú», «Vos», etcétera.

Dios
La palabra "Dios" es divina y tiene mas de 3500 años, viene de los indoeuropeos (*dyeu-). La rai­z de la palabra Dios llega hasta, cielo o luminoso y en el caso de los germanos (God y similares) se remonta hasta llegar a brillante: Sanscrito (indio del II milenio a. C.): devah (En realidad no significa dios, significa ser de luz, y el concepto hindu budista aplica para aquellos "seres de luz" que viven en un plano especial de puro gozo).

Avéstico: (iranio de comienzos del I milenio a. C.): daeva.
Lituano: Dievas (teónimo del Dios celestial, apelativo general).
Griego: Dios (genitivo de Zeus).
Lati­n: deus.
Germano antiguo: tivar (Dios en plural) (a veces la 't' deriva en 'd' en los idiomas de origen indoeuropeo).

Ademas hay bastante evidencia lingüística que muestra que los Indo-europeos rindieron culto a un Padre del Cielo Padre Luminoso cuyo nombre sobrevive en el Jupiter latino y el Dyaus-pita Sanscrito, y en una forma mas abreviada, Zeus griego y Tyr normando. Es cosa de ver que tanto Piter como pita son una variante del original pater indoeuropeo.

Este hermoso dicho debe tener unos 3500 años:
Lituano: Dievas dave dantis, Dievas duos duonos.
Sa¡nscrito: Devas adat datas, Devas dasyati dhanas.
Lati­n: Deus dedit dentes, Deus dabit panem.
Ingles: God gave teeth, God will give bread.
Castellano: Dios nos dio dientes, Dios nos dará pan.



Los Hebreos
Los Judíos nunca usaron ese término (DIOS o DEUS) en sus escritos. Ellos usaron el tetragrama YHWH, del cual se formó el nombre Jehová. El término Yahveh procede del hebreo, una lengua semítica, esta palabra también llamada tetragrámaton, proviene de la raíz de cuatro letras (de ahí su denominación) YHWY, en origen el nombre propio de una deidad edomita o madianita, Yahwi. En las lenguas semíticas, incluido el hebreo, el término más extendido es ʾl (El), del que derivan, entre otros, el hebreo Elohim (אֱלֹהִ֔ים, generalmente traducido como «Señor» «Dios») y el árabe Allāh (الله, Alá). Este último término designa al Dios único y supremo, mientras que se reserva el término ʾilāh (إله) para una deidad en general. Dios por lo general, es considerado como omnipresente (está en todas partes), omnipotente (puede hacer todo) y omnisciente (sabe todo). De acuerdo a la religión, recibe distintos nombres, como Alá (Islam) o Yahvé (judaísmo). Las religiones que creen en único dios son las monoteístas; las que creen en varios dioses, son las politeístas.

Dios no proviene del griego Dios
El Español Dios no tiene nada que ver con el griego Dios (genitivo de Zeus). En las lenguas flexivas (como el latín o el griego) el caso genitivo expresa lo que en castellano expresamos mediante la preposición de. En griego Dios no significa dios, sino que DE Zeus. Zeus es simplemente el nombre de un dios (aunque el padre de los dioses), el concepto dios se expresa mediante la palabra theos, que no está relacionada con Zeus. Revisando el Nuevo Testamento escrito en Griego antiguo, encontramos la palabra theos, para describir a Dios, no la palabra Dios.

En griego antiguo encontramos también la palabra δiος, (masculino δiος, femenino δi , neutro δiov), un adjetivo (no tiene nada que ver con Dios, genitivo de Zeus), muy común (por ejemplo Homero usa el masculino (en caso nominativo 93 veces en "Iliada" y 97 en "Odisea"), que significa Divino, de naturaleza o apariencia divina como epíteto formular:

de diosas
raro de los principales dioses masculinos
de démones y divinidades
de héroes y heroínas
de fuerzas y fenómenos de la naturaleza
de objetos relacionados con los dioses, etc.


εγώv´oíkolo
En tal caso, yo seré soberano de nuestro palacio y nuestros esclavos, que me trajo como botín de guerra el divino Odiseo(Homero, Odisea canto I, verso 398).

En francés Dieu no vino de Zeús. La razón es que en griego, theós y Zeús son dos palabras bien distintas. Zeús es un theós (el theos supremo del Olimpo). El hecho fonético de que la "th" de theos se pronuncia como en inglés "thing" (consonante sencilla interdental sorda), mientras que la "Z" de Zeus se pronuncia "dz", (consonante híbrida apicodental sonora). Sin olvidar, además, la "o" de theós, distinta de la "u" de Zeús. Por lo tanto, para los helenos, nuestro "Dios" no provino de "Zeús".

Pero si no es definitivamente lo mismo, ¿de donde salio?.

Ese el otro lado de la historia modal, de 'dios': ya tenían los mismos hebreos sus modalidades heterogéneas: elohim, eloah y mas tarde eli. No creemos que theos zeus tengan una misma raíz, pero da que pensar el hecho de que una palabra con minuscula, tan vulgar del griego, haya sido la adecuada para los apóstoles hablar de su dios. Es extraño, ademas, creemos que habría que fijarnos, de todos modos, en la transición homero-jenofanes, cuyo espacio de guerra cultural/idiomatica definió al mundo heleno que conocieron los cristianos, y de quienes tomaron tradición. Por Ejemplo una historia similar de modalidades y abruptos desacuerdos temporales (mundo homerico-mundo Jenofanes, Platon) es el de 'alma'pneuma, psyche, y muchas mas cuyo significado etimológico llego hasta lo contradictorio mismo.

Cabe puntualizar, sobre este particular, que los manuscritos del Nuevo Testamento que escriben "theos" con "t" inicial minúscula al referirse a Dios son los cursivos, los cuales son posteriores a los unciales (manuscritos escritos con mayúsculas exclusivamente, y sin separaciones entre las palabras).

Resulta, efectivamente, extraño constatar que en los manuscritos cursivos, los copistas siempre escriben "dios" con "d" minúscula, trátese de cualquier dios pagano, o del Dios de la Biblia, mientras que siempre escriben Satanás Beelzebú con "S" y "B" mayúsculas. En textos más modernos del Nuevo Testamento en griego se escribió theos con "T" mayúscula, "Theos", para referirse al Dios de la Biblia. Como queriendo decir que los griegos cobraron consciencia de esa incoherencia con respecto al personaje principal de la Biblia.

Dios proviene del latín
Los Romanos incorporaron el panteón griego dándoles sus propios nombres. Zeus, siendo el dios padre, se convirtió en Zues Pater, que por uso vulgar se convirtió en Jues Piter o Júpiter.

El nombre propio Dios privino del latín Deus (en francés, Dieu; en italiano, Dio; en catalán, Deu, etc). Esta palabra Deus, a su vez viene del griego Zeus, quien en su mitología era el dios de los dioses. La palabra Zeus; cambió a Deus y después a Dios. Deus, tiene la misma raíz indoeuropea (dyeu dyeudía, y significa sol o brillante.

El latín Deus, no procede en absoluto del griego Zeus. Lo único que sucede es que ambas palabras deus y zeus, derivan de una raíz indoeuropeo común dyu dyeu, que significa luz diurna, variante de la raíz indoeuropea deiw (brillo, luz). Y en efecto la palabra latina deus, así como su variante divus; (que están ambas en la base de nuestro término Dios, significan ser de luz, pues así eran entendidos los dioses en los orígenes, como seres hechos de la materia de la luz y nimbados de ella. Lo que sucede es que el nombre Zeus (Dyeus) tiene el mismo origen indoeuropeo. La palabra Dios; no vino a través del latín Deus, sino que Dios pasó directamente del griego (donde es el caso genitivo, o sea dios significa de Zeus) al español. En general, la explicación más sencilla es la correcta. Si el griego y el español tienen una misma palabra, la "derivación" a través del latín no es necesaria.

Este origen, también está en la base del nombre Júpiter (en genitivo Iovis, procedente de Dyeuis, sólo que en el nominativo se le invocaba como padre (en indoeuropeo pitar /piter), así Dyu-piter. Téngase en cuenta que tanto Zeus como Júpiter (dioses equivalentes del panteón indoeuropeo) representan al dios del Cielo y los fenómenos atmosféricos, asociado al rayo, al relámpago y a la luz. Los romanos no tomaron en general a sus dioses de los griegos, sino que hay una coincidencia porque estos son los principales dioses del panteón indoeuropeo primitivo, que ambos pueblos, griegos y romanos heredan. Sólo a partir del siglo. IV a. C., algunos dioses griegos como Apolo o Dioniso-Baco son tomados por los romanos, pero no es el caso de Zeus: el Júpiter romano es tan antiguo como Zeus, y con el contacto cultural sólo se identificaron.

Hay quienes opinan que Deus viene del griego Theós (más bien theós; nos referimos al griego neotestamentario, el cual escribe siempre theos, con "t" minúscula, incluso cuando este vocablo se refiere al Dios Supremo), mientras que otros opinan que viene del nombre del dios (theos) griego Zeús. Entonces la palabra Dios procede del latín deus, sin más, constituyendo una excepción de palabra que procede de un nominativo y no de un acusativo, como es habitual, debido a que a Dios se le invocaba con el nominativo. Esta etimología está tan extensamente probada por todos los escritos latinos tardíos y protorromances medievales, que es increíble defender otras posibilidades.

De hecho, hay textos en griego en los cuales se pueden ver "theós" y "Zeús" coexistiendo. Por lo tanto, ambos nombres no pueden ser confundidos. Aunque también se puede creer que el termino podría provenir de alguna especie de modismo del theos, que por lo que es algo mas o menos parecido al termino elohim en hebreo.

En América
Cuando los misioneros europeos llegaron a América, particularmente a la Nueva España, se sorprendieron mucho de que los nahuas utilizaran la palabra TEOTL, la cual de inmediato asociaron con la idea de DIOS. Sin embargo, y contradiciéndose en sus teori­as, en ninguna de las deidades atribuidas a la mentalidad nahuatl, se inclui­a como parte del nombre la palabra TEOTL. Asi­, el sanguinario Huitzilopochtli (colibrí zurdo), no se llama Huizilopochteotl, no es un dios (¿sera un demonio?), Tláloc ("dios de la lluvia") no se llama Tlalotéotl, tampoco es dios. Pero existe Tlazolteotl, al cual ahora llaman "dios del amor" y un Huehuetéotl, o "dios viejo", "dios del fuego".

A la llegada de los europeos no se conoci­a en Mexico-Tenochtitlan (extensivamente "en Anáhuac") una religión en el sentido europeo de la palabra, ni se teni­an dioses. Hoy dí­a, que conocemos lo que es la energi­a, si aplicamos esa acepción a la palabra TEOTL, nos encontramos con que Tlazolteotl no es dios del amor, sino la energi­a del amor; huehuetéotl no es el dios viejo, sino la energi­a vieja, es decir el fuego. El dios del sol, Tonatiuh, es la energi­a del di­a (tonalli=di­a, tiuh=teotl) la luz y el calor del sol. En lo referente al "dios" HuitzilopochtliSahagún lo compara con Hercules (teniendo un muy bíblico Sanson, sugiriendo detrás de las palabras que estaba al tanto de las tendencias del renacimiento), pero contradiciendo el carácter sanguinario que le atribuyen con las celebraciones en su honor, durante las cuales no se le ofreci­an los abominables sacrificios humanos sino flores y cantos. TEOTL, en su acepción de energi­a (tetl=piedra, otli=camino;=la piedra en su camino, detras de esto lo que hace que la piedra se mueva), es muy distinto de la idea de DIOS, por lo cual no deberi­a tomarse como una traducción valida TEOTL=DIOS.

Uso de la mayúscula
En español se refiere al dios del judaísmo, el cristianismo y el islam con letra mayúscula («Dios») como se hace con cualquier nombre propio.nota 1​ En los textos religiosos, los pronombres y adjetivos relativos a Dios también se escriben con mayúscula, como fórmula de respeto.16​ Por ejemplo, se escribe «el Señor», «Él», «Su», «Tú», «Vos», etcétera. Según establece la Fundéu BBVA, no es necesario escribir «dios» con mayúscula cuando es nombre común («Se considera un dios»).

Los nombres de Dios
En idioma español, el vocablo «Dios» se utiliza para referirse a la deidad suprema de las religiones monoteístas. Pero son muchos los dioses de este tipo que se presentan entre las diversas culturas, incluyendo a las politeístas, y por ende muchos los vocablos en distintos idiomas con los que se los identifica particularmente según aquella condición exclusiva suya, o los nombres particulares que se les ha otorgado.

A continuación se presenta una lista de algunos de los diversos dioses supremos, según sus respectivas denominaciones:
Achamán en la religión guanche ―en las islas Canarias―, el dios sustentador de los cielos y dios supremo.
Ahura Mazda para el zoroastrismo.
Alá (Allah en árabe) en el islamismo. Aunque se suele creer lo contrario, no es un nombre propio sino la palabra «Dios» en árabe. Con esta palabra, los arabohablantes (sean musulmanes, cristianos o judíos) se refieren al Dios único de las religiones monoteístas (véase 99 nombres de Dios). Es la versión árabe del nombre semítico El (‘dios’), que ha dado lugar también al plural hebreo Elohim (‘dioses’).
Amaterasu O-Mikami (‘venerable gran deidad que brilla en los cielos’), en el sintoísmo. También es llamada Kamisama.
Ameno Minakanushi (‘Señor dios padre celestial’) en el sintoísmo antiguo.
Anu es el dios supremo de la religión sumeria.
Avalokiteshvara (en sánscrito) según el lamaísmo.
Ayyavazhi en el sur de la India.
Brahmā (literalmente ‘evolución’ o ‘desarrollo’ en idioma sánscrito) es el dios creador del universo y miembro de la Trimurti (‘tres formas’), la tríada conformada por Brahma (dios creador), Visnú (dios preservador) y Shiva (dios destructor).
Brahman (pronunciado /brahmán/) es un término sánscrito que hace referencia a la divinidad absoluta del hinduismo. Etimológicamente, brahman tiene el significado de ‘expansión’ en sánscrito.
Cao Dai (vietnamita), en el caodaísmo.
Elohim (‘dioses’ en hebreo), usado en la Biblia.
Igzi'abihier (literalmente ‘señor del universo’) en la Iglesia ortodoxa de Etiopía.
Jah es el apócope de Yahvé. Es el nombre de Dios que usan los rastafaris.
Krisna (en sánscrito) dentro del hinduismo krisnaísta.
Ngai es el nombre masai de Dios.
Shang Di: ‘señor del cielo’, en la religión tradicional china.
Shiva en el hinduismo shivaísta
Ometeotl significa ‘dios’ en náhuatl (aunque se debe recordar que eran politeístas).
Santísima Trinidad (abarcando al Dios Padre, al Dios Hijo y al Espíritu Santo), representa a Dios en casi todas las confesiones cristianas.
Visnú (en sánscrito) dentro del hinduismo visnuista. Véase los mil nombres de Visnú.
Waheguru es el término del sijismo para Dios.

Yavé o Yahweh (en hebreo) es el nombre con que los antiguos hebreos sostuvieron que Dios se había manifestado, nombre que se reitera en los pasajes yahvistas de la Tanaj (o Antiguo Testamento de las Biblias cristianas). En otras tradiciones, se mencionan otros nombres: por ejemplo, es Elohim en los pasajes pertenecientes a la tradición elohista. Yahvé suele traducirse como ‘el que es’ o ‘el que vive’. Esta grafía hebrea (יהוה o Yhwh) es conocida por el vocablo griego tetragrámaton (‘cuatro letras’). En el culto judío este nombre nunca se pronuncia aunque aparezca escrito en los textos religiosos, diciéndose en su lugar Adonai, que significa ‘el Señor’. Por el hecho que en el texto hebreo no hay vocales, no se sabe como pronunciar exactamente el nombre (que los sabios hebreos trasmitían oralmente a sus alumnos) y por ello los hay que usan la trascripción de Yahveh mientras que otros utilizan el nombre Jehová (Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Éxodo 3:13-15 ». Biblia; traducción Reina-Valera, yuxtaponiendo las vocales de Adonai a las consonantes de Yhwh. La práctica judía de sustituir el nombre divino por títulos como, se adoptó en copias posteriores de la Septuaginta griega, la Vulgata latina y en muchas otras traducciones, antiguas y modernas, por lo que hay traducciones al español de la Biblia que sustituyen el nombre hebreo por ‘Señor’. En 1611, la versión inglesa de la Biblia del Rey Jacobo utilizaba cuatro veces el nombre de Jehová.

Atributos de Dios
Posicion Monoteista Cristiana
Según el monoteísmo cristiano, el conocimiento de la naturaleza de Dios podría realizarse desde dos vías: una ascendente, a partir de lo que desde la naturaleza se pudiese saber de Dios; y otra descendente, lo que supuestamente Dios revela. En el siguiente apartado se clasifican los pretendidos atributos de Dios en función de su relación con lo creado:

atributos no relacionados, que son completamente independientes de la creación (como por ejemplo la espiritualidad) y atributos relacionados, que se manifiestan en la creación (como por ejemplo la omnipotencia). Dependiendo de si la relación se establece con lo creado en general o con las criaturas racionales, estos últimos se subdividen a su vez en:
atributos activos y
atributos morales.

Atributos no relacionados
Son aquellos atributos divinos que son completamente independientes de lo que se atribuye como creado.

Características de Dios
Aseidad
Éxodo 3:14 Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros. 

(Del latín a se, lo cual significa "existencia derivada de sí mismo, sin tener ningún otro origen").
s. f. Característica del ser que existe por sí mismo: la aseidad es un concepto filosófico que se atribuye a Dios. f. Atributo de Dios, por el cual existe por sí mismo. La aseidad de Dios es Su independencia, Su propia existencia. Aseidad es otra palabra para Su no contingencia (dependencia de algo o de alguien). Si Dios es auto existente y no depende de alguien para ser, entonces, necesariamente es sin causa o eterno. Muchos pueden asumir que Dios creó a los seres humanos porque necesitaba compañía y se sentía solo. Esto podría significar que Dios no es enteramente independiente de la creación. O que para Dios encontrar la satisfacción y felicidad completas, necesitaba crear a los humanos para completar Su existencia.

En Juan 17:5, Jesús ora: "Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes de que el mundo fuese." Había amor y comunicación entre el Padre y el Hijo mucho antes de la creación. Compartir la gloria entre el Padre y el Hijo proporcionaba una confraternidad sin defectos. Si Dios es independiente y auto suficiente, entonces no es posible que nosotros influenciemos a Dios para hacer lo que nosotros queramos. Pero esto significaría que Dios no conoce todas las cosas desde la eternidad y que Él no mira en el futuro para ver que persona hará lo que tenga que hacer, de forma que Dios tome Sus decisiones basado en lo que Él ve hacer a esa persona. La independencia de Dios significa que Él no considera lo que alguien podría hacer en cierto lugar y momento del tiempo para entonces, tomar así Sus decisiones basado en ese conocimiento. Esto violaría la no contingencia (o sea, el no depender de nadie) de Dios, porque esto significaría que Sus elecciones y acciones resultantes de esas elecciones serían contingentes sobre las elecciones previstas de otros, y esto, no puede ser.

Hay varios versículos que apoyan la aseidad de Dios:

Dios es el que único que existe
Éxodo 3:14 Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.

Dios tiene vida en Sí mismo
Juan 5:26: Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también dio al Hijo tener vida en sí mismo.

Dios no tiene principio ni fin. Él es eterno
Salmo 90:2: Antes que los montes fueran engendrados, Y dieras a luz la tierra y el mundo, Desde la eternidad y hasta la eternidad, Tú eres El.

Salmo 93:2: Tu trono está establecido desde la antigüedad, Tú eres desde la eternidad.
Salmo 102:25: Tú desde el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos.
Habacuc 1:12: ¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar. 

Dios es independiente de Su creación, porque Él es el creador
Salmo 102:24-25
24 Digo: ¡Dios mío, no me arrebates en la mitad de mis días! Tú, cuyos años se miden por generaciones. 25 Tú desde el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos.

Hechos 17:23-25
23 porque pasando y viendo de cerca vuestros santuarios, hallé también un altar en el cual estaba inscrito: AL DIOS DESCONOCIDO. El que adoráis, pues, a pesar de no conocerlo, a Ése os anuncio yo. 24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, siendo Señor de cielo y tierra, no habita en templos hechos por manos, 25 ni es servido por manos humanas, ni tiene necesidad de cosa alguna, pues Él da a todos vida y aliento y todas las cosas.

Romanos 11:36: Porque de Él, por Él y en Él, son todas las cosas. ¡A Él sea la gloria por siempre! Amén.

InfinitudDios no está limitado absolutamente por nada, y, por lo tanto, sería infinito. Infinito en relación al espacio (inmensidad de Dios) o al tiempo (eternidad de Dios). Con relación al espacio Dios sería infinito porque está presente en todo lugar e incluso fuera de él; tal atributo estaría relacionado con la omnipresencia. En cuanto al tiempo sería infinito por ser eterno.

Infinitud de Dios
La "Infinitud de Dios" significa un Dios sin límites. Infinitud es ser interminable, vasto, inconmensurable, y universalmente omnipresente. Dios no está limitado, como lo estamos nosotros en nuestra comprensión, ni tampoco está restringido en ningún otro sentido. Cuando Juan escribió las cartas a las siete iglesias, con las palabras que Dios le dio, él dice: "Gracia y paz a vosotros del que es y que era, y que ha de venir…" (Apocalipsis 1:4). Esto describe a Dios, quien no sólo existe hoy, sino que siempre lo ha hecho y siempre lo hará. En el versículo 8 las mismas palabras de Dios nos dicen "Yo soy el Alfa [principio] y la Omega [fin] y el Primero y el Ultimo." Jesucristo (Dios con nosotros), dice Hebreos 13:8 que es "…el mismo ayer, hoy, y siempre." Cuando este versículo dice que es el mismo, está señalando que Su naturaleza es inmutable, y la gracia que Él ofrece está disponible actualmente y para siempre para todos los que crean en Él.

El Dios Infinito: Entendiéndole

A.W. Tozer dijo: "Dios mora en un modo de ser completamente ajeno a nosotros, enteramente por encima de nosotros y separado infinitamente de nosotros. Aún así, cuando pensamos en Dios estamos tratando de pensar en alguien que no tiene parecido con nada que conozcamos. Dios dice, ¿quién es como yo? o ¿con quién me compararéis?. La respuesta es, con nadie; nadie es como Dios, nada es como Dios. Dios es como Él Mismo. Nosotros habitamos en materia, espacio y tiempo, y somos criaturas. Dios no es material; él no habita en la materia. No es espacial; no habita en el espacio. No es temporal; no habita en el tiempo. No es una criatura; Dios es un Creador, no una criatura. Dios existía antes que cualquier criatura existiera, y como dije anteriormente, nada le agrega nada a Dios y nada puede quitarle nada." Podemos comenzar a comprender a Dios al conocer mejor Su palabra escrita y a Su Espíritu Santo. Dios se ha revelado a Sí Mismo, Su carácter, y Su naturaleza por medio de palabras y de revelación espiritual. Nos insta a que nos acerquemos a Él y le conozcamos.

El Dios Infinito: Conociéndolo

A medida que empezamos a conocer al Dios Infinito, podemos desarrollar una relación con Él, en lugar de sólo saber acerca de Él. Él es omnisciente y todopoderoso. Es soberano y supremo. Es un Dios bueno, misericordioso y amoroso. Conocerlo personalmente puede cambiar su vida. Con Él podemos vencer la adversidad, y tener el consuelo, la guía, y el poder de Su Espíritu Santo en nuestra vida diaria. Lo mejor de conocer a Dios es que nos ha prometido el perdón de todos los pecados y una vida eterna con Él, si creemos y aceptamos a Su Hijo, Jesucristo, en nuestros corazones. Para conocerlo sólo se necesita dar un paso sencillo. Pídale que se le revele a usted. Ore para que le perdone cualquier pecado y para que fortalezca su fe. Él es fiel para hacer esto por usted, si usted se lo pide.

InmanenteJob 33:4 El espíritu de Dios me hizo, Y el soplo del Omnipotente me dio vida.

adj. Inherente a algún ser o unido de un modo inseparable a su esencia. Dos términos se complementan uno al otro: Inmanencia y Trascendencia.

Estos no son atributos de Dios propiamente dichos, sino más bien son descripciones de su relación con la creación. Cuando pensamos que Dios está cercano y activo en su creación, decimos que es inmanente. Cuando pensamos que Dios es totalmente distinto a todo lo creado, decimos que es trascendente. Dios como tal, distinto y separado de su creación, es trascendente. Pero Él está también siempre presente y actúa según sus designios providencial y permanentemente en el universo. Por eso decimos que es inmanente. Al pensar en Dios tenemos que mantener un justo balance entre estos dos conceptos. Si enfatizamos demasiado la inmanencia de Dios nos deslizamos al panteísmo y perdemos de vista el Dios personal. Si enfatizamos mucho su trascendencia, perdemos de vista la actividad divina y nos quedamos con un universo cerrado y un simple filosofía deista. ¿Qué significa decir que Dios es inmanente?. Hablar de la inmanencia de Dios es hablar de su presencia y actividad en el universo. Él está en todo su poder y divinidad en todas partes y en cada momento de todo lo creado.

La inmanencia de Dios está relacionada con su omnipresencia. Dios está en todas partes. Él está presente y abierto a su creación. Por eso tiene sentido cuando nos dirigimos a él en oración. En la biblia leemos que toda la creación depende del cuidado de Dios (Salmos 104:25-30). No existe lugar en que Él no esté (Jeremías 23:24). Dios está cerca de todos nosotros (Hechos 17:27-28). Dios es padre de todos. Está sobre todos, por medio de todos y en todos (Efesios 4:6). En el acto mismo de la creación, podemos ver la inmanencia divina (Génesis 1:2 y 2:7). Dios providencialmente cuida de toda su creación (Mateo 5:45, 6:25-30, 10:29-30). Dios está presente en los procesos regulares y en las leyes naturales del universo. La naturaleza no existe independientemente de Dios. Sin Dios no hay nada. Pero Dios si existe sin la naturaleza. Antes de la creación, no había nada. Y todo lo que ahora existe depende de la voluntad de Dios. Dios no está limitado a actuar directamente en el cumplimiento de sus planes. Él obra por medio de las cosas creadas y de los seres que él creo. Dios puede dar sanidad a una persona directamente o puede usar a los médicos que la están tratando. Dios tampoco está limitado a obrar por medio de creyentes o de su propio pueblo. Él puede usar incluso a sus enemigos para adelantar sus propósitos. Ejemplo de ello son Asiria (Isaías 8:1) y Ciro (Isaías 45). Debemos apreciar lo que Dios ha hecho y sigue haciendo en su creación. No debemos abusar ni explotar los recursos naturales por avaricia. Además, también a través de las cosas creadas podemos conocer algo de Dios. Observemos por ejemplo la diversidad, el orden y la regularidad de la creación, que nos invitan a participar en ella organizada y responsablemente.

Filosofia
La inmanencia es el ente intrínseco de un cuerpo; en filosofía se califica a toda aquella actividad como inmanente a un ser cuando la acción perdura en su interior, cuando tiene su fin dentro del mismo ser. Se opone por lo tanto a trascendencia. Así, Agustín de Hipona pudo decir que la inmanencia es, precisamente, la propiedad por la que una determinada realidad permanece como cerrada en sí misma, agotando en ella todo su ser y su actuar. La trascendencia supone, por tanto, la inmanencia como uno de sus momentos, al cual se añade la superación que el trascender representa. Estos conceptos ocuparon también un papel importante en la filosofía escolástica, de la cual emanan los términos actio immanens y actio transiens y se constituye la absoluta diferencia entre ambas expresiones. Autores como Wolff y Spinoza adoptaron esta interpretación, sobre todo en este último, donde la inmanencia se erige como un punto de apoyo y noción elemental del método spinozista. Esto se debe a que según Spinoza Dios es causa inmanente en oposición a causa transitiva de todas las cosas en este método. Si Dios es la causa de todas las cosas que residen en Él, y que todo está en Dios, fuera de Él no es concebible la existencia de ningún cuerpo porque Dios es causa inmanente y no transitiva de todo lo que existe. Esta corriente, calificada también como “inmanentismo racionalista” es propia del pensamiento moderno; la trascendencia se suele ubicar en las filosofías contemporáneas. El sistema de Spinoza se identifica con cualquier planteamiento filosófico perteneciente al panteísmo, de modo que inmanencia en este caso es un concepto en el que la existencia de todos los seres no puede ser explicada sin la presencia de Dios. También se considera filosofía inmanentista la que mantiene la preeminencia de la experiencia religiosa interna por encima de la sapiencia reflexiva de Dios. En Maurice Blondel y sobre todo en Edouard Le Roy tenemos una acérrima defensa de esta perspectiva. El concepto de inmanencia, entendido aquí como total y consciente rechazo de la trascendencia, es también importante en la tradición marxista. Particularmente, Antonio Gramsci califica la filosofía de la praxis como un "inmanentismo absoluto", un "historicismo absoluto" y un "humanismo absoluto".

Hechos 17:27 para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. 

Inmutable
Salmo 33:11 El proyecto del Señor subsiste siempre, sus planes prosiguen a lo largo de los siglos.

La inmutabilidad es la cualidad de aquello que no cambia. Se dice que es inmutable lo que no está sometido a la condición temporal, requisito necesario del cambio. Es un atributo de Dios, de quien se dice que no cambia, ni El ni sus designios. Podemos apelar al simbolismo para lograr una mejor comprensión de esta idea. A este fin sirve el simbolismo de la rueda, que nos sugiere la idea de inmutabilidad, a través de su centro, sin el cual no hay rueda posible, teniendo en la circunferencia una representación de lo mutable. La creación no constituye un cambio en Dios, pues Lo infinito no tiene correlación con lo finito, no tienen medida común por lo que no constituyen una dualidad. Por eso se dice que Dios trasciende la creación, que conserva la impronta del creador (inmanencia) y saca toda su realidad de su vínculo con El. En otras palabras, el Todo es anterior, y por lo tanto cualitativamente más, que la suma de las partes. Lo contrario es mantenido por el panteísmo.

San Agustín distingue lo mutable de lo inmutable: "Los hombres vieron estas dos cosas (el cuerpo y el alma), las ponderaron, las investigaron a ambas, y encontraron que cada una de ellas es mutable en el hombre. El cuerpo es mutable en sus diferentes edades, en su corrupción, en sus enfermendades, en sus reflexiones y sus defectos, en su vida, en su muerte. Pasaron entonces al alma, que ciertamente comprendieron que era mejor, y que también se maravillaron de que fuera invisible. Pero encontraron que también era mutable, que ora quería algo, y que ora no quería; que ora conocía, y que ora no conocía; que ora recordaba, y que ora olvidaba; que ora temía, y que ora osaba; que ora avanzaba en sabiduría, y que ora recaía en la necedad. Vieron que era mutable, la dejaron también y fueron en busca de algo que fuera inmutable. Y así llegaron a la cognición de Dios el Creador por medio de las cosas que Él creó...Examina las mutaciones de las cosas y descubrirás por todas partes el "ha sido" y el "será". Piensa en Dios y encontrarás "es" donde "ha sido" y "será" "no pueden ser""La inmutabilidad es la propiedad peculiar de la eternidad", y la eternidad es atributo del Ser puro. Se suele simbolizar a través de la indestructibilidad. La piedra y en especial el diamante han servido a este propósito, material del que se dice que está construido el puente que une el Cielo y la Tierra. De esta misma idea se desprende el simbolismo del pilar, que en ves de unir, mantiene separados el Cielo y la Tierra permitiendo la manifestación corporal.

Unidad
Dios sería completamente simple, y en él no habría ni composición ni partes.

Omnibenevolencia
La omnibenevolencia o todo-benevolencia (en latín: omni, benevolentĭa‘todo, simpatía o compasión’)? es la cualidad de estar siempre preocupado por el bien de los demás. Esta cualidad es usada como una de las características básicas de Dios dentro de los cultos monoteístas, junto con la omnipotencia, omnisciencia y la omnipresencia. En cambio, la omnimalevolencia o todo-malevolencia sería su contrario y solo a un ser omnipotente podría atribuirse causa absoluta de ambas o ninguna.

Omnipotencia
La omnipotencia de Dios significaría:
Libertad y poder para realizar todo lo que sería consecuente con su naturaleza.
Control y soberanía sobre todo lo hecho o lo que puede ser hecho.

Omnisciencia
El conocimiento de Dios sería perfecto, no tiene que razonar o reflexionar, o descubrir cosas, o ir aprendiendo, porque en teoría posee todos los conocimientos.

Sabiduría
La sabiduría de Dios sería una combinación de su omnisciencia y su omnipotencia. Tiene poder para aplicar sus conocimientos de manera que los propósitos mejores sean realizados o cumplidos por los mejores medios posibles. Dios es a la vez trascendente (esto es,él esta "mas alla" del espacio y del tiempo) y personal. el es soberano y es el creador todopoderoso a quien el universo entero debe su existencia; sin embargo, él es el Dios quien por gracia condesciende para relacionarse con nosotros los seres humanos a quienes el mismo formo a su propia imagen. puesto que nosotros estamos limitados por el tiempo y el espacio Dios nos encuentra aqui; él es el Dios personal que se relaciona con otros seres.

Espiritualidad
Este punto de vista presenta a un Dios que no es material ni está limitado a las condiciones de la existencia material. Dice que es espíritu, que piensa, siente, habla y se comunica con sus criaturas racionales, no posee miembros corporales o pasiones, no está compuesto de elementos materiales, y no está sujeto a las condiciones de la existencia natural. De acuerdo a la Biblia, Jesús habría dicho que Dios es Espíritu, tal como se recoge en el Evangelio de Juan:

Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.

Una supuesta consecuencia de la espiritualidad de Dios sería que Dios vive. Vive como un ser moral a semejanza del hombre, pero en suma perfección. A. Strong afirma: "Si el espíritu en el hombre implica vida, entonces en Dios el espíritu implica la vida eterna e inagotable"

Historia del monoteísmo
En el Oriente antiguo muchas ciudades tenían su propio dios local, aunque esta adoración de un solo dios no implicó la negación de la existencia de otros dioses.

El culto iconoclasta del dios solar egipcio Atón fue promovido por el faraón Akenatón (Amenhotep IV), que gobernó entre el 1358 y el 1340 a. C. El culto de Atón, el dios del Sol, se cita a menudo como el ejemplo de monoteísmo más antiguo del que se tiene conocimiento y a veces se cita como una influencia formativa del judaísmo temprano, debido a la presencia de esclavos hebreos en Egipto. Pero aunque el himno de Akenatón a Atón ofrece evidencia fuerte de que Akenatón consideraba que Atón era el creador único, omnipotente, la adoración de otros dioses al lado de Atón nunca cesaron fuera de su corte, y los más viejos cultos politeístas pronto recuperaron precedencia.

Teología
En algunas sociedades los creyentes religiosos con frecuencia asumen que el sistema de moral de comportamiento es inspirado en la revelación de la religión mayoritaria, que puede recogerse en un libro: para el cristianismo es la Biblia, para el judaísmo es el Tanaj y para el islamismo el Corán.

Cristianismo
Los cristianos consideran a Dios como un ser que interviene y participa en la historia humana, que se revela. Además, la mayoría de confesiones cristianas consideran desde antiguo que en Dios hay tres Personas en una única sustancia, lo cual queda recogido bajo la fórmula de que Dios sería Uno y Trino. En los escritos de la Patrística, se realza la diferencia entre los dioses paganos, considerados llenos de vicios y contradicciones, y el Dios conocido tanto por los mejores pensadores paganos (por ejemplo Platón y los platónicos, a quienes cita san Agustín en su obra La ciudad de Dios) como por los cristianos.

Desde la Edad Media y hasta la actualidad, la tradición católica hace de Dios un objeto de estudio teológico, al mismo tiempo que lo considera inaccesible a una plena comprensión racional (como explica, por ejemplo, san Anselmo de Aosta). Desde tiempos de Tomás de Aquino (1225-1274), la Iglesia católica asume que la existencia de Dios puede demostrarse en el ámbito de la metafísica. Tomás de Aquino en su obra Suma teológica (1266) sostiene que se puede entender la existencia de Dios por cinco vías o caminos (entiéndase vías como «maneras de llegar a», no como pruebas concretas):

Vía del primer motor
Vía de la causa eficiente
Vía del ser necesario
Vía de los grados de perfección
Vía del ser inteligente y del gobierno del mundo

Islam
En el islam, el Corán no discute en profundidad el tema de demostrar la existencia de Dios, ya que dice esta es confirmada por el instinto humano puro y sano (así como por la mente no contaminada con «la impureza del politeísmo»). Más aún, la afirmación de la unidad divina, es algo natural e instintivo.

La teología y las leyes
De diversas formas y a lo largo de la historia, los estados han establecido relaciones no siempre fáciles con las creencias religiosas y con la idea de Dios dominante en la sociedad. Existen, por lo mismo, diferentes modalidades, que van desde el estado teocrático, donde la visión de Dios (o de los dioses, en los lugares donde domina el politeísmo) es algo que debería ser aceptada (según las leyes) por todos (so pena de perder algunos o muchos derechos) hasta el extremo opuesto, que considera la creencia en Dios (o en los dioses) como algo que debe ser erradicado completamente o, al menos, excluido de cualquier presencia en el ámbito público.

En los estados confesionales la sociedad civil y la sociedad religiosa son entidades separadas, pero existe una religión oficial y se exige a las leyes civiles que están subordinadas a las eclesiásticas, con la moral y el bien común definidos por la religión. La confesionalidad puede ser compatible con la libertad de culto, pero no con la igualdad entre las religiones, moviéndose las diferencias entre la simple preeminencia ceremonial o los privilegios fiscales para la religión oficial y la prohibición de ejercer oficios públicos para los miembros de otras religiones o los no religiosos. En los estados teocráticos la máxima autoridad del gobierno le corresponde al clero, y toda la vida política está subordinada a la religión. Algunos regímenes modernos, como los regímenes autoritarios de inspiración católica de Francisco Franco, Ante Pavelić o Jorge Rafael Videla, exceden los límites del estado confesional sin llegar a ser teocracias.

Existencia de Dios
Itzamná (también llamado Zamná): Su nombre significa "casa de iguanas", y era el señor del "rocío o sustancia del cielo", Dios creador y supremo entre los mayas yucatecos. Era señor de los cielos, la noche y el día. Lee Lawrie, Representación de Itzamná (1939). Biblioteca del Congreso Edificio de John Adams, Washington D.C.

Agnosticismo
El agnosticismo (del griego a: ‘no’ y gnosis: ‘conocimiento’) es una postura religiosa o filosófica sobre la religión de acuerdo a la cual la existencia o no de un Dios o una mitología de deidades, es desconocida. En algunas versiones (agnosticismo débil) esta falta de certeza o conocimientos es una postura personal relacionada con el escepticismo. En otras versiones (agnosticismo fuerte) se afirma que el conocimiento sobre la existencia o no de seres superiores no solo no es conocida sino que no es cognoscible. Finalmente hay versiones (apateísmo) en las cuales se afirma que la existencia o no de seres superiores no solo no es conocida sino que es irrelevante o superflua.

Deísmo
El deísmo es la postura que se basa en la creencia filosófica en un Dios, ser supremo, o principio establecida por la razón y la evidencia, sin aceptar la información adicional supuestamente revelada, tanto la contenida en determinados libros, como la Biblia o el Corán, como la recibida a través de determinadas personas. El deísta suele creer en un ser creador o que ha establecido el universo y sus procesos, pero que no se comunica con el ser humano y al que no se pueden elevar plegarias.

Ateísmo
El término ateísmo se puede referir a dos actitudes distintas: la indiferencia por la existencia de las divinidades o sus preceptos, y la no creencia en la posibilidad o en la realidad de su existencia.

El agnosticismo es una variedad de ateísmo en la que se afirma que la existencia de uno o más dioses es dudosa, improbable o insuficientemente demostrada. Esa vertiente corresponde a la ausencia de creencia en la existencia de divinidades y puede ser mejor comprendida cuando se la compara con el ateísmo fuerte. También se la conoce como ateísmo débil (en contraposición al fuerte) o ateísmo negativo (en contraposición al ateísmo positivo) o ateísmo implícito (en contraposición al explícito). Se llama ateísmo escéptico en el sentido de que sin pruebas no puede dar crédito ni siquiera al ateísmo fuerte.

Otras creencias
Hay varios sistemas religiosos ―por ejemplo en el budismo, el advaita y el discordianismo― en los cuales no se menciona ni se estudia la existencia de Dios.

Para la doctrina del espiritismo, Dios es la inteligencia suprema, causa primera de todas las cosas, eterno, inmutable, inmaterial, único, omnipotente, soberanamente justo y bueno.

El panteísmo sostiene que el universo entero es Dios mismo. Se han identificado elementos de panteísmo en algunos cultos primitivos de adoración a la naturaleza.

Dios y la neurobiología
El neurólogo Michael Persinger (1945-) recogió de sus pacientes con epilepsia temporal relatos de alucinaciones de tipo religioso.27​ Dos de los relatos frecuentemente aludidos son los de Rudi Affolter y de Gwen Tihe. Ambos padecían epilepsia temporal. Rudi Affolter era ateo y contaba que experimentaba alucinaciones como si realmente se estuviera muriendo. Gwen Tihe era cristiana y la alucinación que padecía era la de dar a luz a Jesucristo.

Algunos han querido reproducir experimentalmente estas auras epilépticas mediante estimulación de la corteza temporal. Michael Persinger lo hacía con un campo magnético de débil intensidad y los sujetos de experimentación referían que notaban como si en la habitación en que se encontraban hubiera algún ser no corporal, experimentaban a veces una iluminación repentina, o temor espiritual, pérdida de la noción de tiempo, etc. Por su parte, un investigador suizo,[cita requerida] aplicaba a una paciente epiléptica zaps eléctricos a la altura del giro angular (una zona del cerebro). La paciente experimentaba la sensación de encontrarse fuera del cuerpo.

Si la epilepsia temporal produce experiencias religiosas, algunos autores han pensado que las experiencias místicas de ciertos santos, como san Pablo, Juana de Arco, santa Teresa de Jesús, etc. posiblemente fueron provocadas por el «pequeño mal» (ataques epilépticos débiles), es decir que lo que se atribuye a una unión mística con Dios se reduce, según ellos, a una actividad patológica de la corteza cerebral. Se cita el caso de Ellen G. White (nacida en 1827), quien a la edad de 9 años padeció un traumatismo craneoencefálico y comenzó a tener visiones religiosas. Estas le llevaron a fundar el Movimiento Adventista del Séptimo Día.

El momento en que una persona creyente se siente en comunión con Dios, o con una entidad superior, fue estudiada por el Dr. Andrew Newberg y D’Aquili. Descubrieron es que la mayoría de los sujetos experimentales ―cuando no están meditando― muestran el área de asociación de la orientación mucho más activa que cuando meditan. Es decir, son capaces de concentrarse con tanta profundidad que ya no perciben los estímulos sensoriales externos. Según los investigadores, al no recibir información sensorial, el área de asociación de la orientación se vuelve incapaz de determinar los límites del individuo. Y eso sería lo que provoca que el meditador perciba sensaciones relacionadas con "Dios", el “infinito” o de “unidad con el Universo”.

Uffe Schjødt​ estudió las reacciones cerebrales, mediante el análisis cerebral por resonancia magnética funcional (fMRI), en un total de 20 pentecostalistas y de otras 20 personas no creyentes, durante la escucha por parte de todos los participantes, de sermones religiosos grabados.

A todos los voluntarios se les dijo que seis de las oraciones grabadas habían sido leídas por personas no cristianas, otras seis por cristianos corrientes y las otras seis por un sanador. En realidad, todas ellas habían sido leídas por cristianos de a pie. Los científicos constataron que solo en el caso de los voluntarios devotos se produjeron cambios en la actividad cerebral registrada, como respuesta a los sermones oídos. Concretamente, en este grupo la actividad neuronal se redujo en partes de la corteza prefrontal y de la corteza cingulada anterior del hemisferio izquierdo del cerebro, que son áreas que juegan un papel clave en el estado de vigilancia y de escepticismo en situaciones en las que estamos juzgando la verdad y la importancia de lo que la gente nos dice. Asimismo se vio reducida la actividad del área de asociación de la orientación, reafirmando lo planteado por Andrew Newberg. También se observó, en los creyentes, actividad neural adicional en lo que se considera el área de la fe, en el lóbulo prefrontal derecho, que no presentaron los que se declararon no creyentes.

Monoteismo
Un libro explica que la palabra Dios, podría ser una invención de Platon, que en su teori­a de las ideas, destaca que todas ellas confluyen en una sola: la gran idea que es Amor, Belleza, etc. Platon seguramente era politei­sta, pero se puede rastrear el origen del monotei­smo en la filosofi­a griega con Platon o Parminides. Aunque es una versión interesante, no es cierta. Platon crea su academia en el año 387 a. C., mientras que Abraham (padre de los judi­os, musulmanes y cristianos) ya predicaba el concepto de un solo Dios alrededor de 1800 a. C., o sea unos 1400 años antes.

Otro origen que atestigua la idea de un dios "sin igual". Esta aparece, como mi­nimo, siete siglos antes de Abraham. Antes de Amenofis, la "teologi­a" egipcia abunda en formulas tales como "dios único", "sin igual", "el mas grande". Estas ideas se encuentran en los Textos de las Piramides, los primeros escritos religiosos de Egipto (2500 a. C.).

Esta versión parece mas cierta, pues sabemos que Abraham procede de Babilonia (lo que hoy conocemos como Irak) y vivió en Egipto. Bueno, no vivió alli­ por mucho tiempo. Abraham fue expulsado de Egipto por decirle al faraón que su esposa, Sara, era su hermana.

El primer gobernante monotei­sta fue justamente un faraon egipcio llamado Amenofis IV. El fue faraón de Egipto en los años 1300 a. C.. Adoraba a un dios único. Este era el sol visible, al cual llamaba Atón. El incorporaba a todos los ciudadanos a su religión, pues deci­a que el sol alumbra igualmente para todos. Aunque el aceptaba a todas las gentes a su religión, mando a destruir los templos de las otras religiones. Cuando Amenofis IV murió, el pueblo egipcio volvió a sus dioses anteriores, incluyendo a Amon-Ra al cual denominaban al Dios mas grande y Dios de los Dioses.

Un punto interesante es que la religión Católica también esta relacionada con el dios del sol. El emperador romano Constantino adoraba a Mitra (dios del Sol), pero un di­a tuvo un sueño en el cual vio una cruz dentro de un sol con la inscripción "vence con esto". Fue asi­ que se declaro cristiano e impartió el cristianismo a todo el mundo occidental.

Otro punto interesante es que los judi­os, musulmanes y cristianos creen en el mismo Dios. Como habi­a notado antes, Abraham es el padre de todas estas religiones. Es decir, Jehova, Ala, y Dios es uno solo. Según el nuevo testamento, Jesucristo es del mismo linaje que David, Moises Abraham. Los musulmanes también consideran a Abraham como su patriarca. Lo que pasa es que Dios le dijo a Abraham que el iba a ser el padre del pueblo elegido. El primer hijo del Abraham, Ismael, no fue con su esposa, Sara, sino con su esclava, Agar. Después de Ismael, Abraham tuvo un hijo con Sara, al que llamo Isaac. Entonces los musulmanes creen que ellos son el pueblo elegido, pues son descendientes de Ismael, el hijo mayor de Abraham. Los judi­os creen que ellos son el pueblo elegido, pues son descendientes de Isaac, el primer hijo legitimo.

El dios Aton fue una idea revolucionaria en su tiempo, ya que fue la primer creencia monotei­sta de la historia. La identificacion con el Sol se hizo necesaria para explicar al pueblo la fuerza y la presencia de Aton. Algunos estudiosos creen que de esta creencia en el Dios Único, nace el monoteismo hebreo. Opinan que Moises fue sacerdote de Aton. Como curiosidad una de las formas de referirse a Jehova es Adonai, palabra muy parecida a Aton. Y algo mas, en hebreo la palabra "señor" es "adon" (אֲדֹנָנָ)"Adonai" (אֲדֹנָנָי) se traduce como Dios. El cristianismo fue la primera religión en concebir a Dios como una especie de observador que se encuentra por fuera del mundo, al cual observa desde las alturas y con el que entabla comunicación directa en ciertas ocasiones. A partir de Santo Tomás de Aquino (1225-1274), el cristianismo reconoce que la existencia de Dios no puede comprobarse mediante el método científico, sino que es tarea de la metafísica.

El cristianismo primitivo odiaba profundamente la religión pagana y hubiera considerado un absoluto sacrilegio nombrar a su dios con el nombre propio de ninguno de los dioses clásicos. Lo que sí utilizan es el latín en la parte occidental del imperio romano, en que un dios como nombre común se dice deus o divus, de donde Dios. En el imperio oriental se hablaba en parte griego, y allí se utilizó la palabra que en griego es nombre común para los dioses, que es θεός "theos" (dios), palabra que siguen utilizando los cristianos griegos actuales, que nos ha dado vocablos como ateo, teocentrismo y teísta, y que no tiene nada que ver con la latina deus, pues viene de una raíz indoeuropea diferente dhes, vinculada a los conceptos religiosos o lo sagrado.

La fonética
La evolución fonética de nuestra palabra Dios fue la siguiente. En deus la u breve se abre a o, y el diptongo generado por un proceso de disimilación que sucede siempre en los grupos vocálicos compuestos por vocales fuertes o medias, hizo pasar la e a i (vocal débil y cerrada), como en vinea, vinia (que finalmente dio viña). Por otro lado evoluciona la palabra divus, que también significaba dios, confluyendo en una forma idéntica: la v intervocálica cae, desaparece regularmente, como en lixiva; lejía, y la u breve pasa a o. Y tenemos en lengua vulgar romance la palabra Dios, que escribimos con mayúscula porque la religión dominante es monoteísta y sólo se concibe uno, pero que en latín escribimos con minúscula puesto que es nombre común y la religión romana tiene muchos dioses. Esta evolución que hace pasar la e latina de deus, a una i se dio en castellano, en francés (Dieu) y en italiano (Dio), pero no se produjo en catalán (Déu), ni en portugués (Deus), otras lenguas hijas del latín que han mantenido perfectamente la e latina originaria.

Por otro lado las palabras latinas deus y divus se originan ambas en una forma común del latín arcaico perfectamente atestiguada en la epigrafía de las dedicaciones a los dioses desde el siglo V a. C., que es deivos (dios)ampliamente testimoniada en diversas inscripciones como por ejemplo la inscripción de Dueno C.I.L. I, 3, o la C.I.L. 1, 4, que reza en latín arcaico:

iuvesat deivos quoi med mitat(jura por los dioses que me envía...).

De la misma manera tenemos atestiguada en estas épocas la forma femenina deiva (diosa) que genera en clásico los vocablos dea y diva, en diversas inscripciones como la C.I.L. I, 632 que dice sei deivae et deinde persaepe sacrum; (sea este rito consagrado a la diosa también luego con frecuencia).

Y también una muy interesante, la C.I.L. VI, 96, que muestra ya una de las evoluciones de la palabra: el acusativo plural devas, ya con reducción de i, que con la posterior caída regular de la v intervocalica, nos daría la forma deas. En efecto deivos y deiva presentan dos evoluciones: una más cultista que monoptongó el diptongo ei en i larga manteniendo v, y generando divus diva, y otra que redujo el segundo elemento del diptongo, manteniendo la e, y haciendo caer la v entre vocales de cercano grado de apertura (deos; deus y deva; dea).

Todas estas formas se basan en un vocablo indoeuropeo deiwos que el latín asume en paralelismo con el antiguo indio y sánscrito váh, o por ejemplo el lituano devas o el céltico devos, lenguas que de manera muy diferente a como sucedió en el griego, han tomado la raíz indoeuropea en grado e en la primera sílaba deyw. El griego en cambio forma su nombre propio Zeus con la raíz indoeuropea grado cero en la primera sílaba y grado pleno en la segunda dyew, y como es habitual en griego la yod asibiló la dental produciendo una silbante sonora Z, es decir, se origina en otra variante del radical indoeuropeo que vemos clara en el genitivo diós; que mantuvo el grupo sin asibilar debido al cambio acentual. Esta variante en grado cero el latín sólo la empleó en el nombre propio Iupiter, de Ious-piter y originariamente dyous-piter, en que el latín asimila la d a la yod consonantizada y la hace caer, como también es cambio fonético habitual en el latín y no en el griego.

Y en efecto esta raíz indoeuropea de variantes deyw/dyew, hace referencia a la luz diurna y el brillo de la luz que en el fondo mental indoeuropeo se atribuye a los dioses, y nos proporciona también en latín el vocablo dies (día, parte luminosa del día caracterizada por la luz solar y opuesto a noche) y el nombre de la diosa Diana. Desde el griego en cambio llega al latín el nombre Dióscuros, con que se conoce a Cástor y Pólux, que en Roma reciben culto como dioses protectores de la caballería. En griego da también el vocablo δήλος, (delosbrillante, visible, patente), que da lugar al nombre propio de la isla griega de Delos, al epíteto Delio que los griegos antiguos daban al dios Apolo, y a algún neologismo moderno de base griega como la palabra psicodélico (relativo a la manifestación visible de elementos psíquicos ocultos, relativo a la estimulación intensa de potencias psíquicas para que se manifiesten en formas visibles).

La DRAE
Según el DRAE la palabra dios viene del latín deus, pero el diccionario An Etymological dictionary of the Latin Language, nos da las siguientes alternativas para la palabra latina deus:

Del griego θεός (theos) Dios, como θεα (diosa). Dea.
De la palabra griega Δες (Deus) (tipo Eólico para Zeus).
Del griego Διός (Dios, genitivo de Ζεὺς).

Además, en Grecia en la época micénica (1600 a. C. - 1100 d. C.), utilizaban las palabras te-os (=dios) y te-o-i (=dioses) te-o-do-ra (teo=dios, dora=regalos), (sistema de escritura lineal B).

Después teos (oi)(theos) y Platón (en Crátilodiálogo entre Hermógenes y Sócrates) explica el origen de la palabra:

Sócrates: ¿No es, entonces, justo comenzar por los dioses y examinar por qué han recibido exactamente el nombre éste de «dioses» (theoí).

Hermógenes: Es razonable, al menos.

Sócrates: Yo por mi parte sospecho, desde luego, algo así: me parece que los primeros hombres que rondaron la Hélade tuvieron sólo por dioses, precisamente, a los mismos que la mayoría de los bárbaros tienen todavía hoy: al sol y la luna, a la tierra, a los astros y al cielo. Pues bien, como veían siempre a todos estos en movimiento y «a la carrera» (théonta), les pusieron el nombre de «dioses» (theoús) a partir de la naturaleza ésta del «correr» (theîn). Posteriormente, cuando hubieron descubierto a todos los demás, siguieron ya llamándoles con este nombre. ¿Tiene lo que digo alguna semejanza con la verdad o ninguna en absoluto?. Y sigue explicando la etimología de Zeus:

Parece que también su padre, llamado Zeús, tiene maravillosamente puesto el nombre, aunque no sea fácil de comprender. En efecto, el nombre de Zeus es como su definición. Lo dividimos en dos partes, y unos, empleamos una y, otros, otra -unos le llaman Zéna y otros Día-, pero si los ayuntamos en uno, ponen de manifiesto la naturaleza del dios y esto es, precisamente, lo que conviene que un nombre sea capaz de expresar. Y es que, tanto para nosotros como para los demás, no hay un mayor cau­sante de la «vida» (zén) que el dominador y rey de todo. Acontece, pues, que es posiblemente exacto el nombre de este dios «por el cual» (dihón) los seres vivos tienen el «vivir» (zén). Y aun siendo único su nombre, está dividido en dos partes, como digo: Día y Zéna. Podría parecer insolente, si se oye de repente, el que sea hijo de Krónos y, sin embargo, hay buenas razones para que Zeús (día) sea hijo de una gran «inteligencia» (diánoia), pues Krónos significa «limpieza» (kóros), no muchacho, sino la «pureza» sin mezcla de la «mente» (kóros noû).

Otros Diccionarios
Según otros diccionarios, θεός y Ζεὺς, podría venir de dos raíces Proto Indo-Europeas. (PIE). diferentes:

dhes-θεός. Se refiere a un lugar (templo) o actividad (fiesta) religiosa. dyeu-Ζεὺς. Deus. Se refiere a lo brillante del cielo, al sol y un personaje, el dios más brillante.

Hay una minoria de gente que no acepta la teoría del Proto-Indo-Europeo (PIE), pues todo lo concerniente a esto es una teoría. El hecho de que muchos diccionarios recurran en sus entradas etimológicas a una hipotética raíz basada en el PIE me es indiferente. Es solamente una teoría.

Debemos recordar que las palabras que empiezan con (por ejemplo: dhes y dyeu) constituyen un tipo hipotético y no hay registro (constancia) de ellas. A veces dejan mucho campo a la fantasía y casi nunca pueden ser objetivas. Aceptaría tenerlo en cuenta, si no tuviera ningún otro dato que manejar, pero si hay registros históricos sobre una palabra (por ejemplo: θεός y Ζεὺς), elijo usarlos en vez de recurrir a una teoría PIE. La etimología es una ciencia y según nos parece es mejor, que la ciencia debe basarse en hechos, y no en hipótesis.

El eólico, es un dialecto del griego clásico que se hablaba en la costa de Asia Menor, Tesalia, Beocia, en la isla de Lesbos, de aqui se deriva la palabra, Lesbiana, y en otras colonias griegas.

El Gen de Dios
¿Qué le ocurrió a aquel antepasado humano que comenzó a creer en los dioses? ¿Por qué nuestra especie tiene esa especial tendencia a la fe religiosa? La ciencia, especialmente la neurología, ha entrado de lleno en la búsqueda de respuestas dentro del cerebro, que por el momento son muy complejas. El Genetista Dean Hamer, del Instituto Nacional del Cáncer de Estados Unidos, publicó en 2004 un libro titulado El Gen de Dios, que se ha traducido al español recientemente (La esfera de los libros, Madrid, 2006). En él habla de que la fe está determinada por la biología, un tema ya tratado en otras publicaciones (p.ej., The Biology of Belief, La biología de la creencia, de Joseph Giovannoli).

Hamer, parte de la base de que la espiritualidad es una de las fuerzas más omnipresentes y poderosas del ser humano y se puede considerar como un instinto. Constata que cada vez asiste menos gente a los actos religiosos, mientras que existe un alto porcentaje de personas que creen en dios, lo que interpreta como que la espiritualidad no tiene nada que ver con los preceptos religiosos. En otro lugar he dicho que no existe religión sin espiritualidad, pero sí espiritualidad sin religión. Y no me refiero a las diversas sectas modernas que buscan espiritualidad sin pertenecer a ninguna religión, sino sobre todo al budismo o al taoísmo que no deben considerarse religiones stricto sensu, ya que la palabra religión proviene del latín religare, que significa unirse a un ser divino. Sabido es que el budismo o el taoísmo no tienen dioses, aunque en China encontremos templos budistas o taoístas en los que se realizan ofrendas y plegarias como si de una religión en el sentido tradicional se tratase. Tanto el budismo como el taoísmo pueden considerarse doctrinas filosóficas y espirituales. 

Nietzsche llamaba al budismo ‘fisiología del alma’. Lo que seria en otras palabras ateismo. Hamer, nos dice que tenemos una predisposición genética para la creencia espiritual. Parece claro desde que somos capaces de provocar experiencias espirituales estimulando determinadas regiones del cerebro emocional, que éste puede generar espiritualidad. Nos falta saber cuál es la ventaja evolutiva que esta capacidad ha tenido a lo largo de la evolución (de lo cual la evolucion no llega ni a teoria sino a hipotesis) para que el cerebro sea capaz de alcanzar lo que he llamado una “segunda realidad”, distinta de la primera o realidad cotidiana. Estudios con gemelos, nos cuenta Hamer, indican que la espiritualidad es heredada en parte. Ya sabíamos intuitivamente que algo de eso tenía que haber. En la historia ha habido personas con una gran espiritualidad, que han destacado como visionarios, profetas, santos o fundadores de religiones, mientras que también se pueden observar otras que parecen carentes de ella o al menos con un desarrollo muy pobre. Es lo que suele ocurrir con todas las facultades mentales. Para Hamer, mientras la espiritualidad parece transmitirse fundamentalmente por los genes, la religión tendría un componente genético mucho más débil; mientras la primera se transmite por genes, la segunda lo haría por memes. Los memes son, según Richard Dawkins, unidades teóricas de información cultural que se transmiten de un individuo a otro, o de una mente a otra. Discrepo ligeramente de la opinión de Hamer. Estoy de acuerdo, y así lo he manifestado en otras ocasiones, con la predisposición genética para la espiritualidad, facultad que muy probablemente es fundamental para la creación de religiones. Pero la religión es una construcción social que depende de muchos factores, muchos de ellos desconocidos hoy por hoy. Por tanto, no considero que el ser humano tenga una predisposición genética, aunque sea débil, para la religión, pero sí que la espiritualidad puede crear esas religiones. O no, como antes he afirmado cuando hablaba del budismo o del taoísmo. ¿Dónde estarían los genes religiosos en estas doctrinas?.

Tanto las creencias como los sentimientos espirituales son producto de nuestro cerebro. En el libro La conexión divina (Crìtica, Barcelona, 2003) este punto quedaba bien claro. En este libro hablaba de esa segunda realidad buscada por el ser humano desde que entra en conocimiento con ella, probablemente en la prehistoria, quizá ingiriendo sustancias alucinógenas o enteógenas. Y también insistía en la importancia que esas experiencias místicas, espirituales o de trascendencia habrían tenido para las religiones. Hamer, dice también que ‘no hay que ser religioso para ser místico’. Yo diría que está claro y que ha habido incluso un claro antagonismo entre ambas posturas en las religiones tradicionales. El místico, inmerso en una determinada religión, se ponía supuestamente en contacto con su dios sin necesidad de ningún intermediario, algo que molestaba profundamente a la jerarquía de su iglesia, por lo que fueron perseguidos e incluso aniquilados en algunos célebres casos de los que hablo en La conexión divina. Sin embargo, que las experiencias místicas han sido importantes para las religiones lo confirma el hecho de que ‘muchas de las religiones del mundo fueron fundadas por individuos místicos’, como dice Hamer, citando a Siddharta Gautama (Buda, que no creó ninguna religión), Jesús, Mahoma, Yazid Taifur al-Bistami (místico sufí persa), Mary Baker Eddy (cienciología) o Joseph Smith (mormones).

Pero el título del libro de Hamer se debe a un gen, llamado VMAT2, que según el autor ‘predispone a las personas a la espiritualidad’. En realidad es un gen que está implicado en la manera en que el cerebro utiliza las monoaminas. Las monoaminas forman un grupo importante de neurotransmisores en el sistema nervioso central, o sea, las sustancias químicas que utilizan las células nerviosas para comunicarse entre sí. Se dividen en dos grupos: las catecolaminas (dopamina, noradrenalina y adrenalina) y las indolaminas (serotonina y melatonina). Todas estas moléculas están implicadas en múltiples funciones en el sistema nervioso, por lo cual que un gen esté implicado en cómo el cerebro las utiliza estará involucrado asimismo en múltiples funciones, y no sólo en la espiritualidad. Aparte de suponer que la espiritualidad no dependerá seguramente de un solo gen, por lo
anteriormente expuesto es demasiado especulativo y arriesgado hablar de un ‘gen de dios’. Aquí quisiera repetir que la espiritualidad no lleva necesariamente a una religión, como antes dije. Además, decir que la espiritualidad está ligada a determinadas monoaminas cerebrales no es decir mucho. Quizá Hamer se haya guiado por las palabras del entomólogo y sociobiólogo estadounidense Edward Osborne Wilson, quien en su libro On Human Nature (Sobre la naturaleza humana) decía que la predisposición a creer tiene una base genética. Pero la disposición a creer es un concepto más amplio que el de religión. Podemos creer en muchas otras cosas aparte de en dioses. De nuevo aquí habría que diferenciar entre espiritualidad y religión. Menos mal que al final de su libro Hamer reconoce que mientras que la espiritualidad es universal, cada cultura tiene su propia religión. Por tanto, añade: ‘la espiritualidad es genética, mientras que la religión tiene que ver con la cultura, las tradiciones, las creencias y las ideas’. Si nos vamos a la Biblia vemos que Dios crea al ser humano y por lo tanto el cerebro con sus neuronas y sustancias quimicas también fueron creadas por Dios y oh! demasiada coincidencia que estemos predispuestos a la fe en algo superior (Génesis 1:26-27).

Y para concluir siempre se ha dicho que Jesucristo no es religion sino vida diaria un estilo o una forma completa de vivir, como el vivió. Ante todo esto, Jesucristo vino a buscar al ser humano y no al revez, el hombre muerto busca a Dios con sus religiones, pero es muy diferente que Jesus entre en cada persona y le de una nueva vida.

Neuroteologia
El cerebro es el centro de la vida. Con el cerebro procesamos la manera en que percibimos el mundo, sentimos, pensamos y hacemos todo. Sin embargo, algunos neurocientificos creen que el cerebro humano estaría predispuesto o “diseñado” para la espiritualidad, según los estudiosos la religión podría tener un substrato neural. La corriente conocida como neuroteología, parece dar una nueva dimensión, completamente alejada de la irracionalidad fanática, sino todo lo contrario, intentar explicar científicamente un fenómeno inherente al ser humano, la religión.

¿Las creencias religiosas tienen un fundamento científico, explicable a partir del funcionamiento cerebral? ¿Es Dios una programación neuronal?.

La creencia en un dios, es tan antigua como la humanidad misma. La necesidad de tener un fundamento espiritual, es común en todas las culturas. Sin embargo, esto deja de ser un fenómeno antropológico para los neuroteólogos. Según la neuroteología, la estructura del cerebro estaría predispuesta para tener experiencias espirituales o metafísicas, incluida la creencia en un dios. Los sustratos del sistema límbico, situados en lo más profundo del cerebro, son el centro de nuestras emociones. El hipocampo y la amígdala cerebral, son estructuras que se asocian con las creencias religiosas.

Investigando la espiritualidad
Para demostrarlo, los investigadores escanearon la actividad cerebral de varios sujetos mientras tenían sus estados de meditación o introspección espiritual. El incremento de la actividad cerebral, deja ver que a diferencia de los no creyentes, en los sujetos religiosos, la actividad cerebral mostró un cambio dramático. A este respecto, los neurocientíficos afirman que esta inusual actividad cerebral al pensar en Dios, se puede contrastar con otros cerebros de personas depresivas, obsesivas o alegres. Ilia Delio, miembro de la orden franciscana, con grado doctoral en farmacología y teología histórica, dice que «se siente tentada a pensar en un “módulo Dios” situado en lo profundo del sistema límbico cerebral».

Explicación al fenómeno espiritual
Esta polémica tesis puede dar una explicación básica sobre las experiencias contadas por personas con una alta espiritualidad. Los “neurotransmisores de Dios” estarían presentes en personas religiosas y ausentes en los agnósticos y ateos. La fe en determinada religión, crearía una nueva red de transmisores neuronales, alterando completamente la manera en la que el cerebro funciona. Esto explicaría por qué los creyentes pensarían y sentirían tan distinto de quienes no comparten su fe religiosa. Sin embargo, afirma David L. Smith, sacerdote católico y psicólogo clínico, que «la comunidad científica considera la neuroteología una pseudociencia envuelta por el manto del dualismo cartesiano».

Continua en Dios II: Nombres
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