Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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domingo, 30 de diciembre de 2018

Los Padres Dogmaticos II

San Gregorio el Teólogo: fresco de Iglesia de Kariye Camii, Constantinopla

Rito Griego
Gregorio Nacianceno
obispo y Padre de la Iglesia Griega
Gregorio Nacianceno (Nacianzo, Capadocia, Imperio romano; 329-ibíd., 25 de enero de 389), también conocido como Gregorio de Nacianzo o Gregorio el Teólogo, fue un arzobispo cristiano de Constantinopla del siglo IV. Está ampliamente considerado como el más completo estilista retórico de la patrística. Como orador y filósofo formado en la tradición clásica, introdujo elementos helenísticos en la iglesia primitiva, estableciendo el paradigma de los teólogos y eclesiásticos bizantinos.

Gregorio influyó significativamente en la forma de la teología trinitaria tanto en los padres griegos como latinos, y es recordado como el «teólogo trinitario». Gran parte de su obra teológica sigue influyendo en los tratados modernos, especialmente en relación con las tres personas de la Trinidad. Junto con Basilio el Grande y Gregorio de Nisa, es conocido como uno de los Padres Capadocios. Gregorio es un santo tanto para la iglesia católica como para la ortodoxa. La iglesia católica lo incluye entre los Doctores de la Iglesia; entre los ortodoxos orientales y las iglesias orientales católicas es reverenciado como uno de los Tres Santos Jerarcas junto con Basilio el Grande y Juan Crisóstomo. También figura en el Calendario de Santos Luterano.

Biografía
Primeros años y educación
Gregorio nació en Arianzo, cerca de Nacianzo, en el suroeste de Capadocia. Sus padres, Gregorio y Nonna, eran terratenientes adinerados.​ En el año 325, Gregorio se convirtió al cristianismo gracias a su esposa Nonna. El joven Gregorio y su hermano, Cesario, estudiaron primero en casa con su tío, san Anfilocio. Gregorio marchó a estudiar filosofía y retórica avanzada en Nacianzo, Cesarea Mazaca, Alejandría y Atenas. Estando en Atenas, trabó una fuerte amistad con su compañero de estudios Basilio de Cesarea y también conoció a Juliano, que posteriormente se convertiría en el emperador conocido como Juliano el Apóstata. En Atenas, Gregorio estudió con los famosos retóricos Himerio y Proaresio. ​Al acabar su educación, enseñó retórica en Atenas durante un breve período.

Sacerdocio
En el año 357 regresa a Nacianzo, bautizándose en el 360, y en 361 fue ordenado presbítero por su padre, quien quería que le ayudase en la atención de la comunidad cristiana local.​ El joven Gregorio, que había considerado la posibilidad del monacato, se resintió fuertemente por la decisión de su padre de forzarle a elegir entre el sacerdocio o abandonar la familia y llevar una existencia solitaria, lo que consideró un «acto de tiranía». Después de dejar su casa, tras unos pocos días, se encontró con su amigo Basilio en Annesoi, donde los dos vivieron como ascetas. Sin embargo, Basilio le apremió para que volviera a ayudar a su padre, lo que hizo durante el año siguiente. Al llegar a Nacianzo, Gregorio se encontró con que la comunidad cristiana local estaba dividida por diferencias teológicas y a su padre acusado de herejía por los monjes locales. Gregorio ayudó a sanar las divisiones a través de una combinación de diplomacia personal y oratoria, se ordena sacerdote y permanece durante diez años en el lugar.

Para entonces, el emperador Juliano se había declarado públicamente opuesto al cristianismo. En respuesta al rechazo del emperador a la fe cristiana, Gregorio compuso sus Invectivas contra Juliano entre 362 y 363. En ellas, desdeñando la moral y el intelecto del emperador, afirma que la cristiandad superará a los gobernantes imperfectos como Juliano a través del amor y la paciencia. Este proceso tal como está descrito por Gregorio es la manifestación pública del proceso de deificación (theosis), que lleva a una elevación espiritual y unión mística con Dios. Juliano decidió a finales de 362 perseguir vigorosamente a Gregorio y sus otros críticos cristianos; sin embargo, el emperador pereció el año siguiente durante una campaña contra los persas. Con la muerte del emperador, Gregorio y las iglesias orientales ya no estaban bajo la amenaza de persecución, pues el nuevo emperador, Joviano, era un cristiano declarado y defensor de la Iglesia.

Gregorio pasó los siguientes años combatiendo el arrianismo, que amenazaba con dividir la región de Capadocia. En el tenso ambiente que se había creado, Gregorio intercedió por su amigo Basilio ante el obispo Eusebio de Cesarea.​ Los dos amigos entraron posteriormente en un periodo de íntima cooperación fraternal al tiempo que participaban en un gran enfrentamiento retórico de la iglesia de Cesarea Marítima provocado por la llegada de consumados teólogos y retóricos arrianos.​ En los posteriores debates públicos, presididos por agentes del emperador Valente, Gregorio y Basilio salieron triunfantes. Este éxito confirmó a Gregorio y Basilio que su futuro estaba en la carrera eclesiástica. Basilio, que desde hacía tiempo había mostrado su inclinación hacia el episcopado, fue elegido obispo de la sede de Cesarea de Capadocia en 370.

Episcopado en Sasima y Nacianzo
Gregorio fue consagrado obispo de Sasima en 372 por Basilio.[20]​ Se trataba de una sede recién creada por Basilio para fortalecer su posición en su disputa con Antimo, obispo de Tiana. Gregorio más tarde se referiría a su ordenación episcopal como impuesta por un padre tenaz y Basilio. Describiendo su nuevo obispado, Gregorio se lamentó de que no era nada más que «un agujero espantoso; una mísera parada de postas de la carretera principal... sin agua, vegetación, o la compañía de caballeros... ¡esto era mi iglesia de Sasima!». Se esforzó poco en administrar su nueva diócesis, quejándose a Basilio de que en lugar de ello prefería seguir una vida contemplativa. Nunca llegó a tomar posesión de la sede, y se retiró de nuevo.

A finales de 372 Gregorio regresó a Nacianzo para ayudar a su padre moribundo con la administración de su diócesis.​ Esto crispó su relación con Basilio, quien insistía en que Gregorio volviera a su puesto en Sasima. Gregorio replicó que no tenía intención de seguir teniendo el papel de un títere para promover los intereses de Basilio. En lugar de ello, centró su atención en sus nuevos deberes como coadjutor de Nacianzo. Fue aquí donde Gregorio predicó la primera de sus grandes oraciones episcopales.

Tras la muerte de su madre y su padre en 374, Gregorio siguió administrando la diócesis de Nacianzo pero rechazó ser nombrado obispo. Donó la mayor parte de su herencia a los necesitados y vivió una existencia austera. A finales de 375 se retiró al monasterio de Santa Tecla en Seleucia, viviendo allí durante tres años. Casi al final de este periodo su amigo Basilio murió. Aunque la salud de Gregorio no le permitió acudir al funeral, escribió una sentida carta de condolencia al hermano de Basilio, Gregorio de Nisa y compuso doce poemas en memoria de su amigo fallecido.

Gregorio en Constantinopla
El emperador Valente falleció en 378. La sucesión de Teodosio I, un firme defensor de la ortodoxia nicena, era una buena noticia para aquellos que deseaban purgar Constantinopla de la dominación arriana y apolinarista.​ El partido niceno en el exilio regresó poco a poco a la ciudad. Desde su lecho de muerte, Basilio les recordó las capacidades de Gregorio y es muy probable que recomendase a su amigo como defensor de la causa trinitaria en Constantinopla.

En 379, el sínodo de Antioquía y su arzobispo, Melecio, pidieron a Gregorio que acudiera a Constantinopla para liderar la campaña teológica para ganar dicha ciudad para la ortodoxia nicena. Después de muchas dudas, Gregorio accedió. Su prima Teodosia le ofreció una villa como residencia; Gregorio inmediatamente transformó gran parte de ella en una iglesia, llamándola Anastasia, «un escenario para la resurrección de la fe». Desde esta pequeña capilla compuso cinco poderosos discursos sobre la doctrina nicena, explicando la naturaleza de la Trinidad y la unidad de Dios. Rechazando la negación eunomiana de la divinidad del Espíritu Santo, Gregorio ofreció este argumento: Examina lo que sigue: Cristo es engendrado, él (el Espíritu) lo precede; Cristo es bautizado, él da testimonio [...] Cristo realiza prodigios, él lo acompaña; Cristo sube al cielo, él le sucede. Pues ¿qué no puede hacer el Espíritu entre las cosas grandes y las que hace Dios? ¿Qué nombre no recibe entre los que se dan a Dios fuera de los nombres de ingénito y engendrado? [...] ¡Por otra parte, yo me asusto al considerar la riqueza de los títulos y de todos los nombres ultrajados por quienes atacan al Espíritu!

Las homilías de Gregorio fueron bien recibidas y atrajeron a multitudes crecientes a Anastasia. Temiendo su popularidad, sus oponentes decidieron contraatacar. En la vigilia de Pascua de 379, una muchedumbre arriana entró en la iglesia durante los servicios religiosos, hiriendo a Gregorio y matando a otro obispo.​ Huyendo de la turba, Gregorio se encontró después traicionado por su antiguo amigo, el filósofo Máximo el Cínico. Máximo, quien estaba en alianza secreta con Pedro, obispo de Alejandría, intentó hacerse con el poder de Gregorio y hacerse consagrar obispo de Constantinopla. Horrorizado, Gregorio decidió dimitir de su puesto, pero la facción fiel a él le indujo a permanecer y expulsar a Máximo.​ Sin embargo, el episodio le dejó avergonzado y le expuso a críticas como un simplón provinciano incapaz de sobrellevar las intrigas de la ciudad imperial.

Los asuntos en Constantinopla permanecieron confusos puesto que la posición de Gregorio aún era oficiosa y los sacerdotes arrianos ocupaban muchas iglesias importantes. La llegada del emperador Teodosio en 380 decidió el asunto en favor de Gregorio. El emperador, decidido a eliminar el arrianismo, expulsó al obispo Demófilo. Gregorio fue por lo tanto entronizado como obispo de Constantinopla en la Basílica de los Apóstoles, reemplazando a Demófilo.

Segundo Concilio Ecuménico y retiro a Arianzo
Teodosio quería unificar más todo el imperio en una posición ortodoxa y decidió convocar un concilio eclesiástico que resolviera asuntos de disciplina y fe.[36]​ Gregorio pensaba de modo similar, deseando unir a la cristiandad. En la primavera de 381 convocaron el Segundo concilio ecuménico en Constantinopla, al que acudieron 150 obispos orientales. Después de la muerte del obispo presidente, Melecio de Antioquía, Gregorio fue elegido para liderar el concilio. Esperando reconciliar Occidente y Oriente, ofreció reconocer a Paulino como Patriarca de Antioquía. Los obispos egipcios y macedónicos que apoyaban la consagración de Máximo llegaron tarde al concilio. Una vez allí, rechazaron reconocer la posición de Gregorio como cabeza de la iglesia de Constantinopla, argumentando que su traslado desde la sede de Sasima era canónicamente ilegal.

Gregorio estaba exhausto físicamente y preocupado porque estaba perdiendo la confianza de los obispos y del emperador. Más que defender su causa y arriesgarse a mayores divisiones, decidió dimitir de su cargo: «¡Dejadme ser como el profeta Jonás! Fui el responsable de la tormenta, pero me sacrificaré por la salvación de la nave. Cogedme y echadme... No fui feliz cuando me ascendieron al trono, y con alegría descenderé de él». Horrorizó al concilio con su dimisión sorprendente y luego pronunció un dramático discurso ante Teodosio pidiéndole que se le liberara de sus cargos. El emperador, conmovido por sus palabras, aplaudió, alabó su trabajo y le garantizó su dimisión. El concilio le pidió que apareciera otra vez más para un ritual de despedida y oraciones festivas. Gregorio usó esta ocasión para lanzar un mensaje final (cf. Orat. 42) y luego se marchó.

Tras volver a su tierra natal de Capadocia, Gregorio asumió de nuevo su posición como obispo de Nacianzo. Pasó el año siguiente combatiendo a los apolinarios y luchando contra la enfermedad recurrente. También empezó a componer De Vita Sua, su poema autobiográfico. A finales de 383 encontró que estaba demasiado débil para seguir cumpliendo sus deberes episcopales. Gregorio instaló a Eulalio como obispo de Nacianzo y luego se retiró a la soledad de Arianzo. Después de disfrutar cinco tranquilos años en el retiro de su finca familiar, murió el 25 de enero de 389. A lo largo de su vida, Gregorio se enfrentó a elecciones descarnadas. ¿Debía seguir estudiando retórica o filosofía? ¿Sería una vida monástica más apropiada que un ministerio público? ¿Era mejor trazar su propio camino o seguir el curso marcado para él por su padre y por Basilio? Los escritos de Gregorio iluminan los conflictos que le atormentaban y le motivaban a un tiempo. Los biógrafos sugieren que era esta dialéctica lo que lo definía, forjó su carácter e inspiró su búsqueda del sentido y la verdad.

Legado
Teología y otros trabajos
Las contribuciones teológicas más significativas de Gregorio surgen de su defensa de la doctrina nicena de la Trinidad. En sus cinco discursos teológicos, el nacianceno responde a las objeciones filosóficas, que pintaban la interpretación bíblica de los neoarrianos, una por una. Allí, detalla como los hipóstasis del Padre, Hijo y Espíritu Santo son todas eternas y participan igualmente de la misma divinidad, aunque cada cual tiene un atributo (o rol en la economía) propio. Solamente el Padre tiene el atributo de ser ingénito, el Hijo es el único engendrado y el Espíritu Santo es el único que procede. Gregorio se destaca especialmente por sus contribuciones en el campo de la pneumatología, esto es, la teología referente a la naturaleza del Espíritu Santo. A este respecto, Gregorio es el primero que usó la idea de procesión. para describir la relación entre el Espíritu y las demás personas de la Trinidad: «El Espíritu Santo es verdaderamente Espíritu, viniendo en verdad del Padre pero no de la misma manera que el Hijo, pues no es por generación sino por procesión, puesto que debo acuñar una palabra en beneficio de la claridad».

Y en otros lugares; "Y éste (la Tríada) es, para nosotros, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: el primero es el que engendra y procede, pero yo afirmo que sin pasión, sin tiempo, y sin cuerpo; de los otros dos, uno es lo engendrado y el otro, lo que procede."
".. permaneciendo en nuestros límites, admitimos al ser ingénito, al engendrado y al que procede del Padre.."
"No ha habido un tiempo en que no existiese; lo mismo se puede decir del Hijo y del Espíritu Santo."

Aunque Gregorio no desarrolla plenamente el concepto, la idea de procesión permanecería en la mayor parte del pensamiento posterior sobre el Espíritu Santo. Enfatizó que Jesús no dejó de ser Dios cuando se hizo hombre, ni perdió ninguno de sus atributos divinos cuando tomó la naturaleza humana. Es más, Gregorio afirmaba que Cristo era perfectamente humano, con un alma perfectamente humana. Igualmente proclamó la eternidad del Espíritu Santo, diciendo que las acciones del Espíritu Santo estaban de alguna forma ocultas en el Antiguo Testamento, pero se hicieron más claras desde la ascensión de Jesús al Cielo y el descenso del Espíritu Santo en la fiesta de Pentecostés.

En contraste con la creencia neo-arriana de que el Hijo es anomoios, o «distinto» del Padre, y con la afirmación semiarriana de que el Hijo es homoiousios, o «como» el Padre, Gregorio y sus compañeros capadocios sostuvieron la doctrina nicea de homoousia, o consubstancialidad del Hijo con el Padre. Los Padres capadocios afirmaron que la naturaleza de Dios es incognoscible para el hombre; "..la divinidad no puede ser comprendida por el entendimiento humano ni imaginadad tal cual es."​ y ayudaron a desarrollar el término hipóstasis, o tres personas unidas en un solo Dios; ilustró cómo Jesús es el icono, la imagen, del Padre; y explicó el concepto de theosis, la creencia de que todos los cristianos pueden asimilarse con Dios en «imitación del Hijo encarnado como el modelo divino».

Algunos de los escritos teológicos de Gregorio sugieren que, como su amigo Gregorio de Nisa, pudo haber apoyado alguna variación de la doctrina de la apocatástasis, la creencia de que Dios pondrá toda la creación en armonía en el Reino de los Cielos. Esto llevó a algunos universalistas cristianos de finales del siglo XIX, en particular J. W. Hanson y Philip Schaff, a describir la teología de Gregorio como universalista. Este punto de vista de Gregorio también lo sostienen algunos teólogos modernos, como John Sachs que dijo que Gregorio tenía «inclinaciones» hacia la apocatástasis, pero de una manera «cauta, no dogmática». Sin embargo, no queda claro ni es universalmente aceptado que Gregorio sostuviera la doctrina de la apocatástasis.

Aparte de varios discursos teológicos, Gregorio es también uno de los más importantes hombres de letras del primer cristianismo, un orador muy dotado, quizá uno de los mejores de su época, y también un poeta muy prolífico, habiendo escrito varios poemas sobre temas teológicos y morales y algunos con contenido biográfico, sobre él y sus amigos.

Influencia
Nicóbulo, sobrino-nieto de Gregorio, sirvió como su albacea literario, conservando y editando la mayor parte de sus escritos. Un primo, Eulalio, publicó varias de las más destacadas obras de Gregorio en 391.​ Para el año 400 Rufinio comenzó a traducir sus oraciones al latín. Conforme las obras de Gregorio circularon por todo el imperio influyeron en el pensamiento teológico. Sus discursos eran citados como autoridad por el Concilio de Éfeso en 431, y para el año 451 era llamado Teólogo por el Concilio de Calcedonia​ —un título que comparte con Juan el Apóstol y Simeón el Nuevo Teólogo—. Sin embargo, Teólogo en este contexto implica un significado más cristológico que lo que hoy en día se esperaría. Es muy citado por los teólogos de la Iglesia Ortodoxa y se le tiene alta estima como defensor de la fe cristiana. Sus contribuciones a la teología trinitaria son también influyentes y a menudo es citado por las iglesias occidentales.​ Paul Tillich atribuye a Gregorio Nacianceno haber «creado las fórmulas definitivas para la doctrina de la Trinidad».

Obras
Debido a la tendencia de Gregorio Nacianceno a comentar aspectos de su vida personal dentro de sus obras, éstas son fácilmente fechables y muestran claramente la evolución de su pensamiento.​

Sus discursos (Orationes: en este artículo abreviado como "Orat.") fueron organizados de manera cronológica para su publicación integral por Tillemont y Maurini: abarcan la vida del Nacianceno desde 362 al 383. En total eran 44 (con uno finalmente rechazado por espurio). La edición del Migne los publicó en los volúmenes 35 y 36. La edición crítica ya con solo los 43 discursos comprobados como auténticos está publicada por Sources Chrétiennes. Se han notado retoques hechos por el autor que implican que Gregorio pensó en la publicación de estos discursos. Rufino de Aquileya fue uno de los primeros en traducir algunos de estos discursos al latín. En el primero de ellos pide disculpas por huir tras la ordenación sacerdotal. En el segundo habla del sacerdocio con un texto que claramente influyó en la obra posterior de Juan Crisóstomo, los Seis libros sobre el Sacerdocio.​ Los famosos discursos teológicos sobre la Trinidad se encuentran con los números 27-31 del Migne: el título fue sugerido por el mismo Gregorio (cf. Orat. 28, 1). Los discursos que dedicó a combatir los ataques de Juliano el apóstata fueron pronunciados hacia el año 370 (cf. Orat. 4 y 5).

Sus cartas fueron recogidas por el Migne en el volumen 37 de su Patrología griega. Aparecen 249 aunque con algunas espurias. Fechadas desde el año 359, muchas dirigidas a Basilio. Tres cartas teológicas sobre el apolinarismo han sido publicadas por Sources Chrétiennes en el vol. 208 de su colección.

Su obra poética se divide en Carmina dogmatica (38 poemas), carmina moralia (40 poemas), sobre sí mismo (99 poemas), sobre sus amigos (8 poemas), epitafios (129 poemas) y epigrammata (94 poemas). Todos en el volumen 37 del Migne. Un poema sobre la Pasión de Cristo es considerado apócrifo (cf. SC vol. 149.), pero ha dado lugar a controversias debido a que autores como Francesco Trisoglio o André Tuilier sostienen en cambio que sí es obra del Nacianceno.

Junto con Basilio hizo una recolección de textos de Orígenes llamada la Filocalia. Además del tema de la apocatástasis ya tratado anteriormente, otro punto de contacto del Nacianceno con Orígenes es su valoración positiva del uso de la cultura clásica en el cristianismo. La comparación usada por este último al mencionar que así como los judíos se llevaron los tesoros de los egipcios en su huida, así los cristianos pueden tomar de la cultura greco-latina lo necesario para la propagación del evangelio, es usada también por Gregorio Nacianceno en esta obra.

Fuga y autobiografía. Trad.: García Jalón, Santiago y Viscanti, Luigi. Editorial Ciudad Nueva (1996). ISBN 84-89651-16-7
Los cinco discursos teológicos. trad.: Díaz Sánchez-Cid, José Ramón. Editorial Ciudad Nueva (1995). ISBN 84-86987-92-X
Discursos teològics: Cartes i poemes. Trad.: Camps Gaset, Monserrat. Edicions Proa, S.A. (1990). ISBN 84-7739-114-9
La Pasión de Cristo. Trad.: Trisoglio, Francesco. Editorial Ciudad Nueva (1988). ISBN 84-85159-95-0
Homilías sobre la natividad. Trad.: Moreschini, Claudio. Editorial Ciudad Nueva (1986). ISBN 84-85159-87-X

Reliquias
Después de su muerte, Gregorio fue enterrado en Nacianzo. Sus reliquias fueron trasladadas a Constantinopla en el año 950, a la iglesia de los Santos Apóstoles. Los cruzados de la Cuarta Cruzada (1204) cogieron parte de las reliquias, que acabaron en Roma. Luego fueron colocadas en una capilla lateral de la Basílica de San Pedro conocida precisamente como Altar gregoriano (donde se puede ver también una imagen de la Virgen del Perpetuo Socorro). El 27 de noviembre de 2004, esas reliquias, junto con las de Juan Crisóstomo, fueron devueltas a Estambul por el papa Juan Pablo II, conservando el Vaticano una pequeña porción de ambas. Las reliquias actualmente están conservadas en la Catedral Patriarcal de San Jorge en el Fanar.

Festividad
En el santoral católico la festividad de Gregorio Nacianceno se celebra el 2 de enero. Antes era el 9 de mayo, pues erróneamente se creía que era la fecha de su muerte. Se incluyó como un doble en el Calendario Tridentino, convirtiéndose en fiesta de tercera clase en 1960​ y una memoria obligatoria en 1969, todas ellas de rango equivalente. La Iglesia ortodoxa y las Iglesias orientales católicas celebran dos fiestas en honor de Gregorio: el 25 de enero como su fiesta principal y el 30 de enero, conocida como la fiesta de los tres grandes jerarcas.

Juan Crisóstomo
patriarca de Constantinopla, padre y doctor de la Iglesia
Juan Crisóstomo (griego: Ἰωάννης ὁ Χρυσόστομος, latín: Ioannes Chrysostomus) o Juan de Antioquía (latín: Ioannes Antiochensis; Antioquía, 347-Comana Pontica, 14 de septiembre de 407) fue un clérigo cristiano eminente, patriarca de Constantinopla, considerado por la Iglesia católica uno de los cuatro grandes Padres de la Iglesia del Oriente. La Iglesia ortodoxa griega lo valora como uno de los más grandes teólogos y uno de los tres pilares de esa Iglesia, juntamente con Basilio el Grande y Gregorio Nacianceno. Por su formación intelectual y su origen, es el único de los grandes Padres orientales que procede de la Escuela de Antioquía.

Este Padre de la Iglesia fue famoso por sus discursos públicos y por su denuncia de los abusos de las autoridades imperiales y de la vida licenciosa del clero bizantino. Su enfrentamiento con la corte del emperador Arcadio y de su esposa Elia Eudoxia resultó en su destierro. Reinstalado en su sede episcopal temporalmente, fue por último depuesto y exiliado hasta su muerte.​ Un siglo después, Juan de Constantinopla recibió el título por el que le conoce la posteridad: Juan Crisóstomo. ​Ese término proviene del griego chrysóstomos (χρυσόστομος) [jrisóstomos], y significa ‘boca de oro’ (χρυσός: jrüsós 'oro' y στόμα: stoma 'boca') en razón de su extraordinaria elocuencia que lo consagró como el máximo orador entre los Padres griegos.

Biografía
Primeros años y su formación
Nació en Antioquía (Siria) hacia el año 347. En aquel entonces, dicha ciudad era la segunda más importante del Imperio Romano de Oriente. El padre de Juan, Secundo, era un alto oficial del ejército romano y murió poco tiempo después del nacimiento de Juan por lo que su hermana mayor y él quedaron totalmente a cargo de Antusa, la madre cristiana de ambos.

Juan fue bautizado en 370, a la edad de 23 años, y fue ordenado lector (una de las órdenes menores de la Iglesia). Comenzó estudios con el filósofo Andragatio y continuó con Libanio, que entonces era un famoso orador y el más ferviente partidario del paganismo romano. Libanio quedó maravillado con la elocuencia de su discípulo y previó para el mismo una brillante carrera como estadista o legislador. Sin embargo, un encuentro con el obispo Melecio resultó decisivo en la vida de Juan, quien comenzó a estudiar teología con Diodoro de Tarso (uno de los líderes de la antigua escuela de Antioquía) mientras mantenía un ascetismo extremo.

Eremita y sacerdote
No obstante, las ansias de una vida más perfecta lo llevaron a convertirse en un eremita (alrededor de 375) condición en la que permaneció hasta que su quebrantada salud por excesivas vigilias y ayunos durante el invierno lo obligaron a volver a Antioquía donde retomó su actividad como lector. Crisóstomo fue siempre un admirador de un monaquismo activo y utilitario y se pronunció contra los peligros de una contemplación ociosa. En 381 fue ordenado diácono por Meletio de Antioquía y en 386 fue ordenado sacerdote por el obispo Flaviano I de Antioquía. Al parecer fue este el momento más feliz de su vida. Su principal tarea durante doce años consistió en predicar. Adquirió gran popularidad por su elocuencia. Dignos de mencionar son los comentarios que hizo a pasajes bíblicos y la exposición de enseñanzas morales muchas de ellas recopiladas en sus Homilías.

Con el transcurso del tiempo Crisóstomo llegó a ser el sucesor de Flaviano I. Durante su misión como obispo mostró gran preocupación por las necesidades espirituales y materiales de los pobres. También se pronunció en contra de los abusos de los poderosos y de la propiedad personal. Su interpretación directa de las Escrituras (en contraste con la tendencia de Alejandría donde se recurría a una interpretación alegórica) lo condujo a seleccionar para sus charlas temas eminentemente sociales que explicaban el concepto de la vida cristiana.

A la muerte de Nectario el 27 de septiembre de 397 fue instituido de cierta forma en contra de su voluntad como metropolitano de Constantinopla (por su calidad de villa imperial, el metropolitano de Constantinopla recibió posteriormente el título de Patriarca). Para poder abandonar la ciudad de Antioquía, en donde era tan querido, una escolta militar tuvo que acompañarlo para así evitar la conmoción del pueblo. Quedó instituido como metropolitano el 26 de febrero de 398 por Teófilo, patriarca de Alejandría, quien con gran desgano llevó a cabo el pedido del emperador Arcadio.

Obispo de Constantinopla
Constantinopla, fundada por Constantino I el Grande en 330 en el lugar que ocupaba Bizancio, al convertirse en la capital del Imperio Romano de Oriente pasó a ser la principal sede episcopal del Oriente y se convirtió en el centro de la teología oficial, las intrigas palaciegas y las controversias teológicas. A Crisóstomo le desagradaban los privilegios que le habían sido conferidos por su condición de metropolitano. Durante su mandato se negó a ofrecer recepciones suntuosas y criticó el alto nivel de vida que llevaba el clero. Sus esfuerzos por reformar la Iglesia de Constantinopla chocaron con la oposición de los poderosos y del clero corrupto y tuvieron poco éxito aunque incrementaron su popularidad entre las personas comunes. Su estancia en Constantinopla resultó muy difícil.

Oposición, deposición y muerte
Teófilo, el patriarca de Alejandría, quería someter a Constantinopla a su poder y se opuso al liderazgo de Crisóstomo. Como era un fuerte oponente de las enseñanzas de Orígenes, Teófilo acusó a Crisóstomo de parcialidad ante las enseñanzas de ese maestro y sacó provecho del episodio de cuatro monjes de Egipto, los llamados cuatro hermanos largos (Dióscoro, Ammón o Ammonio, Eusebio y Eutimio, conocidos por su saber y su piedad), a quienes había condenado por su apoyo a las teorías de Orígenes. Dichos monjes huyeron de la represalia de Teófilo y fueron acogidos por Crisóstomo en Constantinopla. Además Crisóstomo se ganó a otro enemigo en la persona de la emperatriz Elia Eudoxia, esposa de Arcadio, que se vio identificada con las críticas del metropolitano contra las extravagancias en el vestir de las mujeres. Se puede decir que Crisóstomo se caracterizó por denunciar las ofensas de las instancias superiores y su actitud condujo a que se creara una alianza en su contra entre Eudoxia, Teófilo y el clero molesto quienes convocaron un sínodo en 403 y acusaron a Crisóstomo de favorecer las enseñanzas de Orígenes. El Sínodo de la Encina (Synodus ad quercum) se pronunció por la deposición de Crisóstomo.

Sin embargo al poco tiempo fue restituido por Arcadio temeroso de la ira del pueblo y porque un incidente que ocurrió en palacio la emperatriz lo atribuyó a la ira de Dios. Sin embargo la paz fue corta. Una estatua de plata que Eudoxia se hizo erigir frente a la catedral fue denunciada por Crisóstomo y una vez más fue suspendido y enviado a una región lejana en la frontera con Armenia. Cuando el papa Inocencio supo las circunstancias de la deposición de Crisóstomo presentó su protesta pero no fue escuchado. Crisóstomo continuó escribiendo cartas que resultaban de gran influencia dentro de Constantinopla y como su vida se prolongaba más de lo deseado por sus adversarios, se determinó desterrarlo a un extremo fronterizo cerca del Cáucaso. No obstante este nunca llegó a su nuevo destino porque murió en el viaje el 14 de septiembre de 407. Sus últimas palabras fueron: Doxa to theó pantοn héneken (Gloria a Dios por todo) [Palladius, xi. 38].

Las frecuentes deposiciones de las que fue objeto en vida demuestran la influencia del poder temporal sobre la Iglesia de Oriente en dicho período, a la par de la rivalidad entre Constantinopla y Alejandría por ser reconocidas como la sede principal del Oriente. Las hostilidades entre los patriarcas de ambas urbes fueron causa de grandes sufrimientos y rupturas dentro de la Iglesia.

Las homilías de Juan Crisóstomo sobre los judíos
Durante sus primeros dos años como presbítero en Antioquía (386-387), Juan Crisóstomo denunció a judíos y cristianos judaizantes en una serie de ocho homilías entregadas a cristianos en su congregación que participaban en festividades y celebraciones judías. Se discute si el objetivo principal era específicamente judaizantes o judíos en general. Sus homilías se expresaron de la manera convencional, utilizando la forma retórica intransigente conocida como los psogos (griego: culpa, censura).

Uno de los propósitos de estas homilías era evitar que los cristianos participaran de las costumbres judías, y así prevenir la erosión del rebaño de Crisóstomo. En sus homilías Juan criticó a los "cristianos judaizantes", que participaban en fiestas y celebraciones judías como el shabat, se sometían a la circuncisión y peregrinaban a Israel. Hubo un renacimiento de la fe y la tolerancia judía en Antioquía en el 361 d. C., por lo que los seguidores de Crisóstomo y la comunidad cristiana en general estaban en contacto con los judíos con frecuencia, y a Crisóstomo le preocupaba que esta interacción alejara a los cristianos de la fe de su identidad.

Juan afirmó que las sinagogas estaban llenas de cristianos, especialmente mujeres, en los días de shabat y otras fiestas judías, porque les encantaba la solemnidad de la liturgia judía y disfrutaban escuchando el shofar en Rosh Hashaná, y aplaudían a predicadores famosos como era la costumbre de entonces. Una teoría más reciente dice que realmente lo que trató de hacer fue persuadir a los judíos cristianos, que durante siglos habían mantenido lazos con los otros judíos y el judaísmo, a que eligieran entre el judaísmo y el cristianismo. Promovió la proselitización de los judíos, y muchos de sus sermones resaltaban su necesidad de ser "salvados" de su fe corrupta. Se refería a los judíos como extraños, enfermos, idólatras, lascivos y bestias.

Debido a su alta posición en la iglesia, tanto a nivel local como dentro de la jerarquía eclesiástica mayor, sus sermones tuvieron bastante éxito en la difusión de un sentimiento antijudío. Esto provocó la introducción de legislaciones antijudías y regulaciones sociales, aumentando la separación entre las dos comunidades. A pesar de estar en un mundo diversificado, Crisóstomo y muchos otros cristianos de la época tenían el objetivo de establecer una comunidad que fuera distinta a todas las demás, y que limitara la presencia de los no cristianos. Como solo había otras dos personas ordenadas en Antioquía legalmente reconocidas como autorizadas a predicar el cristianismo, Crisóstomo pudo llegar a la mayoría de la población local, especialmente con sus habilidades en el arte de la oratoria. Como tenía un gran poder social y político en Antioquía, determinó dónde se podía ir y a dónde no ir físicamente. Con frecuencia mencionaba actos de violencia ocurridos en lugares frecuentados por judíos a fin de disuadir a los cristianos de que fueran a esos lugares.

En griego sus homilías se titulan Kata Ioudaiōn (Κατὰ Ἰουδαίων), traducidas al latín como Adversus Judaeos, y Contra los Judíos, en castellano. El primer editor benedictino de las homilías, Bernard de Montfaucon, incluyó la siguiente nota al título Adversus Judaeos: «Un discurso contra los judíos, pero pronunciado contra aquellos que fueron judaizantes y hacían ayunos con ellos [los judíos en Yom Kipur]». Como tal, se afirmó que el título original tergiversa el contenido de los discursos, los cuales muestran que los objetivos primarios de Juan Crisóstomo eran aquellos miembros de su propia congregación que continuaban observando las fiestas y ayunos judíos. Sir Henry Savile, en su edición de 1612 de las Homilías 27, Volumen 6, daba también el título: Discurso de Crisóstomo contra aquellos que eran judaizantes y observaban sus ayunos.

Según algunos estudiosos de la Patrística, la oposición a cualquier punto de vista particular a finales del siglo IV se expresó convencionalmente a través de la utilización de la forma retórica conocida como psogos, cuyas convenciones literarias consistían en vilipendiar a los opositores de manera inflexible, por lo que calificar a Juan Crisóstomo como un «antisemita» es anacrónico, e incongruente con el contexto y registro histórico. Avery Dulles retomó la argumentación de Wilken que señalaba que sería mejor llamar a esas predicaciones Homilías contra los judaizantes, ya que los principales adversarios eran los cristianos que observaban aspectos de la ley judía y celebraban las fiestas con los judíos. Pero según otros estudiosos, la teología de Crisóstomo era claramente antijudía. El clérigo anglicano James Parkes llamó a los escritos de Crisóstomo sobre los judíos "las denuncias más horribles y violentas del judaísmo que se encuentran en los escritos de un teólogo cristiano". Según el historiador americano William I. Brustein, sus sermones contra los judíos impulsaron la idea de que los judíos son colectivamente responsables de la muerte de Jesús. Para el filósofo americano Steven Katz, las homilías de Crisóstomo son "el giro decisivo en la historia del antijudaísmo cristiano, un giro cuya última consecuencia fue promulgada en el antisemitismo político de Adolf Hitler".

Rehabilitación, conmemoraciones y títulos
En el proceso de paulatina rehabilitación de Juan Crisóstomo cabe señalar, ya en el año 428, la institución por parte de la corte imperial de una festividad el 26 de septiembre en su honor. Posteriormente se celebró el solemne traslado y deposición de sus restos mortales en la iglesia de los Santos Apóstoles (donde yacía Eudoxia desde el año 404), el 27 de enero de 438. Varios monasterios del monte Athos llevan su nombre. El Martirologio Romano y los sinaxarios orientales fijan la festividad de Juan Crisóstomo el 27 de enero, aniversario del retorno de sus restos mortales a Constantinopla. Se lo festeja el 30 de enero con Basilio Magno y Gregorio Nacianceno quienes, al igual que él, habían sido oradores de gran fama. En la reciente edición del calendario romano, la festividad de Juan Crisóstomo se trasladó al 13 de septiembre. En 1568, Pío V lo declaró doctor de la Iglesia. Es uno de los cuatro doctores orientales. Por su parte, Pío X lo declaró patrono de los predicadores. También figura en el Calendario de Santos Luterano.

Traducciones
Hay una edición de sus Obras vertidas en versión bilingüe en tres volúmenes en la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC) por el helenista español Daniel Ruiz Bueno (1905-1997).

Obras
  • Crisóstomo, Juan (1997). Zamora, María José, ed. Sobre la vanagloria, la educación de los hijos y el matrimonio. Ciudad Nueva. ISBN 9788489651319.
  • Crisóstomo, Juan (1996). Zincone, Sergio, ed. Comentario a la Carta a los Gálatas. Ciudad Nueva. ISBN 9788489651142.
  • Crisóstomo, Juan (1997). Toribio Cuadrado, José Fernando, ed. La verdadera conversión. Ciudad Nueva. ISBN 9788489651364.
Cirilo de Alejandría
eclesiástico romano, patriarca de Alejandría
Cirilo de Alejandría (Alejandría, c. 370/3 - ibíd., 444) fue un eclesiástico romano, natural de Egipto, Patriarca de Alejandría desde 412 hasta su muerte.

Sobrino del obispo Teófilo de Alejandría, acompañó a su tío al Sínodo de la Encina (403), en el cual fue depuesto Juan Crisóstomo. Más tarde sucedió a su tío como obispo y patriarca de la sede alejandrina (412). Muchos se opusieron a su nombramiento, quizá por su genio impaciente y dominador. Su episcopado se caracterizó por la presión contra judíos, paganos y otras confesiones cristianas, así como por sus roces con las autoridades imperiales y su lucha de poder con el Patriarcado de Constantinopla. Sus obras atestiguan un conocimiento extenso, además de la Biblia y de los escritores eclesiásticos, de los autores no cristianos de su época. Parece ser que durante un tiempo se retiró al desierto, donde recibió de los monjes educación ascética, según se deduce de las cuatro cartas que le escribió Isidoro de Pelusio. Es considerado santo por las Iglesias Católica, Ortodoxa, Copta y Luterana.

En 1882 Cirilo fue proclamado doctor de la Iglesia por el Papa León XIII, quien al mismo tiempo atribuyó el mismo título a otro importante exponente de la patrística griega, san Cirilo de Jerusalén. Esta proclamación se basó en su firmeza al servicio de la doctrina y en la valentía demostrada en defensa de la verdad católica, en particular contra el supuesto error de Nestorio, patriarca de Constantinopla, por lo que corrió el riesgo de ser desterrado y durante algunos meses vivió la humillación de la cárcel: “Nosotros —escribió— por la fe de Cristo estamos dispuestos a padecerlo todo: Las cadenas, la cárcel, todas las incomodidades de la vida y la misma muerte”.

Biografía
El 17 de octubre del año 412 sucede a su tío en el patriarcado alejandrino. Su episcopado continuó su feroz lucha de poder entre las sedes de Alejandría y Constantinopla, pero además se caracterizó por un nuevo aumento de la presión contra paganos, herejes y judíos (tras la calma de los últimos años de Teófilo) y sus roces con el poder imperial. Uno de sus primeros actos fue la persecución de los novacianos (a pesar de la existencia de un edicto imperial de tolerancia hacia ellos): ordenó cerrar por la fuerza sus iglesias, expulsándolos del país, y decomisó el patrimonio tanto eclesiástico como privado del obispo novaciano Teopento.

Cirilo persiguió también a los mesalianos (del sirio msaliyane: orantes), que ya habían sido declarados herejes en el sínodo de Side de Panfilia del año 390. Los mesalianos defendían la creencia que la salvación solo se puede ganar gracias a la continua oración. En 414, Cirilo instigó una serie de motines antijudíos y expropió casi todas las sinagogas de la capital egipcia para convertirlas en iglesias cristianas. El Patriarca hizo comparecer ante sí a los principales líderes judíos, lo cual suscitó una revuelta nocturna de protesta ante tales actos. En respuesta a este suceso, una gran muchedumbre, dirigida por Cirilo, asaltó y destruyó la sinagoga principal y saqueó las propiedades de los judíos. Por último, el Patriarca desterró a los judíos de Alejandría involucrados en los disturbios, incluidos mujeres y niños, privados de su hacienda y de alimentación, en un número de, presuntamente, cien mil o incluso de doscientos mil.

El prefecto Orestes se quejó ante el emperador Teodosio II por estos actos. Inmediatamente una horda de 500 monjes del desierto de Nitria partió hacia Alejandría para proteger al Patriarca, ante su inminente deposición. Al ver que el Prefecto estaba en un carro, los monjes se abalanzaron sobre él y uno de ellos, llamado Amonio, hirió de un golpe en la cabeza a Orestes. Amonio fue apresado, torturado y ejecutado. Cirilo rindió al atacante honores de mártir.

En 415 o 416 una turba de cristianos fanáticos asesinó a la célebre filósofa Hipatia, maestra del prefecto Orestes. Debido a ello, durante siglos se ha acusado a Cirilo de ser el principal responsable de la muerte de la filósofa. El autor más cercano a los hechos, Sócrates Escolástico, indica que la muerte fue causa de oprobio para Cirilo y la iglesia de Alejandría, lo que sugiere una implicación del patriarca y su entorno en los hechos.​ La acusación aparece formulada con más claridad en la obra de Damascio, filósofo pagano del siglo VI que sufrió la persecución del emperador Justiniano I, y cuyo testimonio sobre Hipatia aparece recogido en la enciclopedia bizantina Suda. El obispo copto del siglo VII Juan de Nikiû confirma los hechos y justifica la muerte de Hipatia, a la que presenta como una bruja peligrosa, aunque no existe ningún escrito de la época de Hipatia que justifique tal acusación. El propio Cirilo reprochó a los alejandrinos su carácter levantisco y pendenciero en su homilía pascual del año 419. En 422 otra turba asesinó al sucesor de Orestes como prefecto imperial, Calisto. Cirilo fue una figura de relieve por el desarrollo teológico de sus escritos, en especial por su defensa de la unión entre la divinidad y la humanidad de Jesús, frente a las tesis de Nestorio, que en el año 428 ascendió a la sede de Constantinopla. Cirilo aprovechó el error dogmático de Nestorio para deponerlo de su sede. Participó activamente en el Concilio de Éfeso (431), convocado por el emperador Teodosio II, y logró que se conservara a María el título de Theotokos: Madre de Dios. Cirilo presidió el Concilio bajo la autoridad el papa Celestino I.

Cirilo abrió las sesiones con 154 obispos de su partido sin esperar a que llegaran los obispos antioquenos. Ya tenía el apoyo de los obispos de Egipto, Grecia, Palestina, Creta y Asia menor cuando llegó en Éfeso. Sin el contingente de Antioquia presente y el mismo Nestorio quien rehusó aparecer en una corte donde su adversario fue el presidente, el concilio fue obligado a deponer al obispo de Bizancio por contumacia. La segunda carta de Cirilo a Nestorio fue aprobada por todos los obispos aunque sus 12 anatemas no fueron incluidas en la sentencia.​ Sirviéndose de cuantiosísimos sobornos durante todo el proceso. Sus regalos fueron tan abrumadores que, de hecho, logró que el emperador Teodosio II, en principio contrario al patriarca alejandrino, cambiara de parecer, y acabara por deponer y desterrar a su rival dogmático.​ El concilio fue de los más unánimes de todos los concilios ecuméncos y duró una sola sesión.

Obra
Sus numerosas obras están recopiladas en 10 tomos de la Patrologia Graeca de Migne. Aun cuando no se opuso a las decisiones del Concilio de Nicea, tampoco era proclive al uso de la terminología admitida en ese sínodo debido, según afirmaba, a que se trataba de expresiones que no están contenidas en la Biblia y pertenecen más bien a la filosofía griega.

Exégesis escriturística:
  • Comentario al Evangelio de San Juan;
  • Glaphyra;
  • Sobre la adoración y el culto en espíritu y en verdad.
  • Polémicas:
  • Contra las blasfemias de Nestorio;Tesoro de la santa y consustancial Trinidad: frente a los arrianos.
Su tabla pascual de 114 años
Cirilo prestó al pío emperador cristiano Teodosio II (AD 408-450) un gran servicio dedicando a él su tabla pascual.​ Es también importante notar que la tabla pascual de Cirillo era provista de una estructura básica metónica en la forma de un ciclo lunar metónico de 19 años adoptado por él alrededor del año 425, que era muy diferente del primerísimo ciclo lunar metónico de 19 años inventado alrededor del año 260 por Anatolio de Laodicea, pero exactemente igual al ciclo lunar semejante que había sido introducido alrededor del año 412 por Annianos; el equivalente juliano de este ciclo lunar (alejandrino) adoptado por Cirilo y hoy llamado el ‘ciclo lunar (alejandrino) clásico de 19 años’ aparecería de nuevo solo mucho más tarde: un siglo más tarde a Roma como la estructura básica de la tabla pascual de Dionisio el Exiguo (alrededor del año 525) y otros dos siglos más tarde en Inglaterra como la de la tabla de Pascua de Beda (alrededor del año 725).

Los Doce Anatemas de Cirilo
Los anatemas dogmáticos contra la supuesta postura de Nestorio servirían como salvaguardas de la ortodoxia, condenando errores cristológicos y aclarando la fe católica. Las afirmaciones siguientes componen los anatemas:
  1. Si alguien no confiesa que Dios es según verdad el Emmanuel, y que por eso la Santa Virgen es Madre de Dios [Teotokos] (pues dio a luz carnalmente al Hijo de Dios hecho carne), sea anatema.
  2. Si alguien no confiesa que el Hijo de Dios Padre se unió a la carne según hipóstasis y que Cristo es uno con su propia carne, a saber, que él mismo es Dios al mismo tiempo que hombre, sea anatema.
  3. Si alguien divide en el solo Cristo las hipóstasis después de la unión, uniéndolas solo por la conexión de la dignidad o de la autoridad y potestad, y no más bien por la conjunción que resulta de la unión natural, sea anatema.
  4. Si alguien distribuye entre dos personas o hipóstasis las voces contenidas en los escritos apostólicos o evangelios o dichas sobre Cristo por los santos o por él mismo sobre sí mismo; y unas las acomoda al hombre propiamente entendido aparte del Verbo de Dios, y otras, como dignas de Dios, al solo Hijo de Dios Padre, sea anatema.
  5. Si alguien se atreve a decir que Cristo es hombre teófono, portador de Dios y no, más bien, Dios verdadero, como hijo único y natural, según el Verbo se hizo carne y tuvo parte de modo semejante a nosotros en la carne y en la sangre [Hebreos 2:14], sea anatema.
  6. Si alguien se atreve a decir que el Hijo del Padre es Dios o Señor de Cristo y no confiesa más bien que él mismo es juntamente Dios y hombre, puesto que el Verbo se hizo carne, según las Escrituras [Juan 1:14], sea anatema,
  7. Si alguien dice que Jesús fue ayudado como hombre por el Verbo de Dios, y le fue atribuida la gloria del Unigénito, como si fuera otro distinto de él, sea anatema.
  8. Si alguien se atreve a decir que el hombre asumido ha de ser coadorado con Dios Verbo y conglorificado y, juntamente con él, llamado Dios, como uno en el otro (pues la partícula "con" esto nos fuerza a entender siempre que se añade) y no, más bien, con una sola adoración honra a Emmanuel y una sola gloria le tributa según que el Verbo se hizo carne [Juan 1:14], sea anatema.
  9. Si alguien dice que el solo Señor Jesucristo fue glorificado por el Espíritu, como si hubiera usado de la virtud de éste como ajena y de él hubiera recibido poder obrar contra los espíritus inmundos y hacer milagros en medio de los hombres, y no dice, más bien, que es su propio Espíritu aquel por quién obró los milagros, sea anatema.
  10. La divina Escritura dice que Cristo se hizo nuestro Sumo Sacerdote y Apóstol de nuestra confesión [Hebreo 3:1] y que por nosotros se ofreció a sí mismo en olor de suavidad a Dios Padre [Efesios 5:2]. Si alguien, pues, dice que no fue el mismo Verbo de Dios quien se hizo nuestro Sumo Sacerdote y Apóstol, cuando se hizo carne y hombre entre nosotros, sino otro fuera de él, hombre propiamente nacido de mujer; o si alguien dice que también por sí mismo ofreció como ofrenda y no, más bien, por nosotros solos (pues no tenía necesidad alguna de ofrenda el que no conoció el pecado), sea anatema.
  11. Si alguien no confiesa que la carne del Señor es vivificante y propia del mismo Verbo de Dios Padre, sino de otro fuera de él, aunque unido a él por dignidad, o que solo tiene la inhabitación divina; y no, más bien, vivificante como hemos dicho, porque se hizo propia del Verbo, que tiene poder de vivificarlo todo, sea anatema.
  12. Si alguien no confiesa que el Verbo de Dios padeció en la carne y fue crucificado en la carne, y gustó de la muerte en la carne, y fue hecho primogénito de entre los muertos [colosenses 1:18], según es vida y vivificador como Dios, sea anatema.
Eponimia
El cráter lunar Cyrillus lleva este nombre en su memoria.

Sócrates de Constantinopla
Sócrates de Constantinopla (Constantinopla, 380 - c. 440), también conocido como Sócrates el Escolástico, fue un historiador griego de la iglesia cristiana, contemporáneo de Sozomeno y Teodoreto de Ciro, que utilizaron sus obras como fuente. Nació en Constantinopla en 380 pero se desconoce la fecha de su muerte. Tampoco se conocen datos sobre su vida, salvo lo que se puede entresacar de su obra, Historia ecclesiastica, en la que sigue el ejemplo de Eusebio de Cesarea de enfatizar el papel del emperador en los asuntos de la Iglesia. En sus prefacios menciona a sus maestros, los gramáticos Eladio de Cesarea y Amonio el gramático, que llegaron a Constantinopla procedentes de Alejandría, donde eran sacerdotes paganos. Se habían visto forzados a huir el año 391 tras una rebelión cristiana contra los paganos en la cual el Serapeum fue destrozado y la Biblioteca destruida. De sus escritos parece deducirse que era laico, pero no se conoce su profesión. En sus últimos años viajó por Paflagonia y Chipre.

Historia ecclesiastica
La Historia ecclesiastica cubre los años entre 305 y 439, y se acabó de escribir en tiempos de Teodosio II, antes de 450. El propósito de la obra es continuar el trabajo de Eusebio de Cesarea, y relata en griego todo lo acontecido en la Iglesia en la época, con las disensiones internas ocupando un primer plano, ya que cuando la iglesia está en paz, no hay nada que el historiador pueda relatar. En el prefacio al libro V, Sócrates defiende el escribir sobre el arrianismo y algunos acontecimientos políticos, además de sobre los asuntos estrictamente eclesiales.

El relato de Sócrates es bastante neutral. Su calidad de seguidor del minoritario movimiento novaciano le permite observar los acontecimientos desde una posición relativamente ajena al desarrollo de la Iglesia oficial. Es crítico con Juan Crisóstomo y no duda en usar hipérboles cuando se refiere a los altos cargos de la Iglesia y el Estado. Afirma que debe el impulso para escribir su obra a un cierto Teodoro, a quien se refiere en el prefacio al segundo libro como «hombre santo de Dios», por lo que parece ser un monje o un miembro del clero. En el siglo VI se recopiló esta Historia ecclesiastica junto con las de sus contemporáneos Sozomeno y Teodoreto de Ciro, lo que ha oscurecido sus diferencias hasta fechas recientes, cuando sus retratos de los emperadores cristianos han sido diferenciados por Hartmut Leppin.

Ediciones
  • La Historia ecclesiastica fue editada en París por primera vez en 1544 por Robert Estienne como parte de su Codex Regius.
  • En 1612 Johannes Christophorson la tradujo al latín.
  • La más importante edición fue la de Henricus Valesius (Henri Valois) en París el año 1668, que utilizó el Codex Regius, el Codex Vaticanus, y un Codex Florentinus, así como el Codex Leonis Alladi de Theodorus Lector.
  • Una nueva edición del texto ha sido publicada en 1995 por G.C. Hansen en la serie Die Griechischen Christlichen Schriftsteller (Berlín, Akademie Verlag).
  • La única traducción en español es la de Sócrates de Constantinopla. Historia eclesiástica/1 y Sócrates de Constantinopla. Historia eclesiástica/2, Madrid, Ciudad Nueva (Biblioteca de Patrística), 2017, a cargo de los profesores Francisco Antonio García Romero, Fco. Javier Ortolá Salas, Joaquín Ritoré Ponce, Manuel Acosta Esteban, Inmaculada Rodríguez Moreno y Fernando Alconchel Pérez.
Notas
  1. El nombre tradicional «Sócrates el Escolástico» no está fundamentado en ninguna fuente temprana, según su biógrafa más reciente, Theresa Urbainczyk (Urbainczyk, Theresa (1997). Socrates of Constantinople: Historian of Church and State. University of Michigan Press. ISBN 0-472-10737-2.). Se debe a que en algunos escritos se refieren a él como Scholasticus, 'erudito'.
  2. Historia ecclesiastica 1.12.8, 2.33.30.
  3. Historia ecclesiastica, 1.1.
  4. Historia ecclesiastica, 7.48.7.
  5. Leppin, Hartmut (1996). Von Constantin dem Großen zu Theodosius II. Göttingen.