Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

Unete. Sígueme. Apoyame

lunes, 30 de noviembre de 2015

La Biblia XI: Nevim/Los Profetas

Profeta hebreo (Nabí) (1515), por Matthias Grünewald

Nevi'im (נְבִיאִים) o los Profetas
Los Neviim (del hebreo נְבִיאִים, «Profetas») es la segunda de las tres partes en que se divide el Tanaj (la Biblia hebrea, paralela al Antiguo Testamento de los cristianos); luego de la Torá o Pentateuco, y antes de los Ketuvim.

División de los Profetas:

Profetas Anteriores:
Josué-Jueces-Samuel (un solo tomo) - Reyes (un solo tomo).

Profetas Posteriores:
Isaías - Jeremías - Ezequiel.

Los 12 profetas menores:
Oseas-Joel-Amós-Abdías-Jonás-Miqueas-Nahum-Habacuc-Sofonías-Hageo-Zacarías-Malaquías.

Cabe señalar que el Libro de Daniel se encuentra en los Ketuvim.

Profeta
El término profeta proviene del lenguaje religioso y se refiere a una persona que sirve como intermediario entre la humanidad y la divinidad. Estrictamente hablando, un profeta es alguien que sostiene haber tenido una experiencia personal de Dios y recibido de él la misión de comunicar sus revelaciones y, como consecuencia de ello, habla en su nombre a los seres humanos. El profeta posee cualidades de intercesor por el pueblo ante Dios y a su vez es mensajero de su palabra. Su carisma de interpretar la historia desde la perspectiva de Dios recibe el nombre de don de profecía.

Eventualmente, se utiliza el término para designar a alguien que predice acontecimientos futuros, generalmente cuando lo hace interpretando señales o basado en una revelación sobrenatural; pero ello puede dar lugar al malentendido, por lo que suele en tal caso emplearse vidente, de modo de diferenciarlo de los profetas, quienes comunican la palabra de Dios.

Si bien la palabra profeta deriva del griego profētēs (προφήτης, cuyo significado es el de 'mensajero', 'portavoz' e 'incidente político'), el uso de la palabra profeta con sentido estrictamente monoteísta se remonta a la cultura de los hebreos a través de la palabra nabí (נְבִיא), término que gradualmente fue introducido y empleado por los cultos judío, cristiano y musulmán.

En la tradición judeocristiana
La palabra profeta proviene de la Septuaginta, donde traductores usan el vocablo griego profētēs para el término hebreo nāḇîʾ; sin embargo, cuando la palabra hebrea nāḇîʾ se refiere a profetas que no hablan de parte del Dios de Israel o que dicen falsedades, suele traducirlo como "pseudoprofētēs", o sea, "pseudoprofeta".

Por nǝḇîʾîm (profetas) se entiende, además, la segunda gran sección de la Biblia hebrea. Figura entre la Torá (Ley, Instrucción o Pentateuco) y los Ketuvim (Escritos). Los nǝḇîʾîm comprenden dos subgrupos: los profetas Iniciales (נביאים ראשונים i nǝḇîʾîm rishônim, con la narrativa de los Libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes) y profetas últimos (נביאים אחרונים o nevi'im aharonim, con la narrativa de los Libros de Isaías, Jeremías, Ezequiel y los Doce Profetas Menores). Profetas son también los tres grandes gobernantes de Israel durante los tiempos de su unidad territorial como reino (monarquía unida), es decir, Saúl, David y Salomón (1030-926 a. C.).

Es importante indicar que no todos los Profetas de Israel figuran necesariamente en la segunda gran sección de la Biblia hebrea. Dentro de ella, y según la tradición judía, se consideran también profetas a diferentes figuras bíblicas cuya narrativa figura ya sea en la primera sección de la Biblia hebrea (Moisés, Aarón, Miriam) o bien en la tercera sección de la misma (Job, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías).

El judaísmo agrupa a los profetas del siguiente modo:

Profetas de la Torá
Moisés - Aarón - Miriam - Eldad y Medad (Números 11:26)- Finnes.

Profetas primeros
Josué - Débora - Samuel - Gad - Natán - David - Salomón - Jedutun - Ahías - Elías - Eliseo - Semaías (2 Crónicas 11:2) -  Iddo (2 Crónicas 9:29) - Hanani - Jehú - Micaia - Jaziel (2 Crónicas 20:14)- Eliezer - Zacarías ben YehudíaHulda.

4 Profetas mayores
Isaías - Jeremías - Ezequiel - Daniel

12 Profetas menores
Oseas - Joel - Amós - Abdías - Jonás - Miqueas - Nahum - Habacuc - Sofonías - Hageo -Zacarías - Malaquías.

Profecía
Una profecía (del latín prophetīa, y este del griego προφητεία, o quizá del griego φαινος, aparición) es, en la primera acepción del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, un «don sobrenatural que consiste en conocer por inspiración divina las cosas distantes o futuras».

Podría considerarse la existencia de diferencias entre los términos profecía y predicción. El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española no marca límites tan precisos en el sentido de la palabra predicción, al señalar que predecir significa «anunciar por revelación, ciencia o conjetura algo que ha de suceder». Por lo tanto, la predicción puede involucrar un don sobrenatural, un proceso lógico-racional, o un juicio más o menos subjetivo basado en indicios u observaciones. Por el contrario, la mayoría de las acepciones del citado diccionario referidas a la palabra profecía señalan que se trataría de un «don sobrenatural», es decir, que sería «inspirada por Dios». Así, se sitúa a las profecías mayormente en el ámbito de la fe, sin ligarlas necesariamente a un razonamiento en la previsión del resultado predicho.

En grados diversos y formas variables, las religiones de la antigüedad hicieron referencia a hombres «inspirados» que afirmaban hablar en nombre de su dios. Pero en las grandes religiones monoteístas (judaísmo, cristianismo, islam), las manifestaciones extraordinarias nunca constituyen lo esencial en los profetas, que se distinguen claramente de otros exaltados o simuladores por tener simplemente carácter de mensajeros. Las profecías eran, pues, consideradas simples indicadores del designio de Dios. Hasta la fecha, más allá de las evidencias científicas que puedan o no resultar suficientes para unos u otros, muchos seguidores de estas grandes religiones históricas afirman que, en buena medida, las profecías de sus libros sagrados se han cumplido.

Las profecías en Israel y en el cristianismo primitivo
En la tierra de Israel, los profetas se diferenciaban de los existentes en otros pueblos, por tener los siguientes rasgos:

1) Eran considerados como hombres llamados por Dios, y varios de ellos narraron con claridad su vocación, e inclusive su reticencia inicial a seguir el llamado. Por lo tanto, se los estimaba como hombres que tenían una «experiencia de Dios»: hablaban a partir de lo que vivieron ellos.
2) Eran hombres de palabra. No se dedicaban a «adivinar». Interpretaban la historia «desde la perspectiva de Dios», y así señalaban las exigencias de Dios, tanto al pueblo como a los gobernantes y sacerdotes, para llevarlos por la senda del arrepentimiento y del amor.
3) Eran profundamente religiosos: sus palabras eran en todo coherentes con sus obras.
4) Eran intercesores por el pueblo delante de Dios. Por eso, una de las tres partes de la Biblia hebrea es llamada «nebi'im» (= profetas).

Siendo estos el carácter y la función de los profetas, no es de extrañar que la Biblia ponga a Moisés a la cabeza del linaje de los profetas, pues conoció al Señor Dios «cara a cara» (Deuteronomio 34, 10). Son ejemplos memorables de profetismo los profetas Elías y Eliseo, y los profetas «canónicos» Isaías, Jeremías, Ezequiel, Amós, Oseas, Miqueas, Sofonías, Nahúm, Habacuc, Hageo, Zacarías, Malaquías, Abdías, Joel, etc.

La comunidad cristiana primitiva reconoció que en ella se manifestaba nuevamente la inspiración profética, como señala explícitamente Pablo de Tarso: «El que profetiza habla a los hombres para edificarlos, exhortarlos y reconfortarlos... El que profetiza edifica a la comunidad» (I Corintios 14, 3-4).

La supervivencia de las profecías en el tiempo: la profecía de María
La característica común de las profecías que sobreviven al paso del tiempo es que han sido determinadas como tales después de que ocurrieron los hechos. Por ejemplo, el Nuevo Testamento incluye una perícopa en la que Jesús de Nazaret señalaba que el Templo de Jerusalén sería destruido (Mateo 24, 1-2) lo que, efectivamente, sucedió en el año 70 d. C. a manos de las legiones romanas comandadas por Tito.

Un ejemplo que los cristianos consideran extraordinario es la llamada «profecía de María», madre de Jesús. Ain-Karim, una pequeña ciudad situada siete kilómetros al oeste de Jerusalén, en la montaña de Judea, fue escenario de este vaticinio en los albores mismos de la era cristiana. Allí vivía Isabel con su esposo Zacarías, cuando María fue a visitarla. Luego del saludo inicial, María realiza un cántico de alabanza a Dios, el Magnificat. En el momento culminante del Magnificat, María profetiza: «Todas las generaciones me llamarán bienaventurada». Casiodoro de Reina; Cipriano de Valera (1909). «Lucas 1,48 ». Biblia; traducción Reina-Valera.

Dice el escritor Giuseppe Ricciotti: «¿Cabría imaginar profecía más inverosímil que esta?... Una muchacha de quince años escasos, desprovista de bienes de fortuna y de toda posición social, desconocida a sus compatriotas y habitante de una aldea no menos desconocida, proclamaba confiadamente que la llamarían bienaventurada todas las generaciones. ¡Fácil parecía coger la palabra a aquella muchacha profetizante con la certeza absoluta de verla desmentir antes de la primera generación! Hoy han pasado veinte siglos y puede hacerse el cotejo entre la predicción y la realidad. Ahora puede ver la historia sin trabajo si María previó con justeza y si la humanidad hoy la exalta más que a Herodes el Grande, entonces árbitro de Palestina, y que a Cayo Julio César Octaviano Augusto, entonces árbitro del mundo.»2​ Quizá sería aún más preciso, dadas las diferencias sociales existentes entre varones y mujeres en el siglo I, comparar la exaltación de María con la de la mujer más poderosa de su época, probablemente Livia Drusila (57 a. C. — 29 d. C.), tercera esposa de Augusto y emperatriz romana, deificada por Claudio, y preguntar quién de las dos ha sido más conocida y reverenciada a través de los tiempos.

A lo largo de la historia, los hombres han mencionado y comentado numerosas profecías, muchas de ellas oscuras y difíciles de desentrañar. El cumplimiento de la profecía de María, madre de Jesús, resulta evidente y constante para los cristianos después de tantos siglos, como también clara y concreta su formulación.

Artes adivinatorias y leyendas urbanas
El término profeta se aplica in sensu stricto en el ámbito de la fe y se refiere, como se señaló anteriormente, al que transmite la palabra de Dios. En un sentido más laxo, se puede considerar una profecía a un «juicio o conjetura que se forma de algo por las señales que se observan en ello» (quinta acepción del Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española). Se trataría de una afirmación clarividente sobre el futuro, en general; a veces consideradas como un viaje no físico a través del tiempo. Este otro tipo de llamadas profecías pueden tener como marco la parasicología o las artes adivinatorias, como es el caso de las Centurias de Nostradamus. Se trata de supuestas indicaciones de hechos futuros que según los escépticos están escritas con un lenguaje ambivalente y, por tanto, podrían referirse a casi cualquier evento que se pueda hacer coincidir con el hecho profetizado. Quizá debido a la oscuridad de sus cuartetas proféticas, estas han perdurado por siglos y han sido a menudo interpretadas de forma distinta por diferentes estudiosos a lo largo de los años. Muchos libros han sido escritos basándose en estas varias interpretaciones, a pesar de que las diversas «lecturas» de su material han variado de una publicación a otra.

Ejemplos de ello son algunas presuntas referencias a Napoleón Bonaparte: «Un emperador nacerá cerca de Italia/ que al Imperio será vendido bien caro/ dirán con qué gentes se une/ será considerado menos príncipe que carnicero». En otra, puede leerse: «De simple soldado llegará a imperio/ de la ropa corta llegará a la larga/ valiente en armas, lo peor con la Iglesia/ vejará a los sacerdotes como el agua empapa la esponja». También las presuntas referencias a Adolf Hitler: «De lo más profundo del Occidente de Europa/ de gentes pobres un niño nacerá/ con su lengua seducirá a la muchedumbre/ su fama crecerá más en el reino de Oriente». Es la supuesta profecía que vaticina su nacimiento. Durante la Segunda Guerra Mundial alcanzó difusión la teoría de que la palabra «Hister» mencionada en otra cuarteta –II, 24– sea una aproximación fonética al nombre del dictador, a pesar de que también se trate del nombre latinizado del río Danubio.

En todos los casos, existirían diferencias en el nivel de claridad y precisión respecto de una profecía bíblica en el sentido estricto de la palabra, como fue la de María.

Lo mismo sucede con ciertas profecías tradicionales en las grandes religiones monoteístas, cuando son interpretadas fuera de contexto, como la «profecía de los papas» de san Malaquías, o las profecías apocalípticas, que tienen como tema principal el fin del mundo o Armagedón.

Algunas supuestas profecías son consideradas por algunos grupos solo como leyendas urbanas, como por ejemplo la leyenda correspondiente a los eventos del 11 de septiembre de 2001 que se hizo popular y circuló masivamente en la Internet luego de producido el ataque a las Torres Gemelas; mientras otros no están de acuerdo, y consideran que existirían antecedentes, tales como una cuarteta de las profecías de Nostradamus.

Los Profetas Anteriores
Los Profetas Anteriores son libros históricos, es decir, relatan eventos de la historia de Israel, mientras que Los Profetas Posteriores relatan las profecías de los grandes profetas de los reinos de Israel y Judá. Los escritos históricos no caen dentro del género que nosotros normalmente llamamos profecía. 

¿En qué sentido, pues, podemos decir que Los Profetas Anteriores son profetas? ¿Si no hay profecía, cómo pueden ser llamados profetas?.

Aquí vemos algo de lo amplio que es la profecía bíblica, y lo estrecho que es, muchas veces, nuestro entendimiento de ella. La profecía es más que un mero predicción del futuro. La profecía es también la capacidad de discernir el movimiento de Dios en la historia: pasado, presente y futuro. Estos libros, llamados Los Profetas Anteriores, relatan la historia desde una perspectiva espiritual. Los escritores de estos libros no únicamente ven la historia, sino también ven la mano de Dios moviendo en ella. Esta capacidad y este entendimiento vienen sólo bajo la dirección del Espíritu Santo. Esta interpretación de los eventos históricos relacionados con el pueblo de Israel en esa época no es nada menos que una explicación divina de las causas y los propósitos de estos eventos.

Al leer estos libros será claro al lector que su interpretación histórica depende directamente de los libros del Pentateuco. En el Pentateuco, vimos como Dios creó al mundo para que lo glorifique. El ser humano era clave en la revelación de la gloria de Dios en la creación, siendo imagen y semejanza de él. Después vimos cuan pronto el ser humano cayó en pecado, y los desastrosos resultados de ese pecado. A pesar de todo, Dios sigue adelante con su plan de revelar su gloria en nosotros. Para implementar ese plan, Dios eligió a Abraham, como padre de muchas naciones. Eligió también al pueblo de Israel, descendencia de Abraham, para ser su pueblo modelo en el mundo. Lo liberó de la esclavitud en Egipto, y le dio la ley escrita por medio de Moisés llevandolo a la tierra prometida de Canaan para que pudieran vivir según la ley y demonstrar a todas las naciones la grandeza y la gloria de Jehová.

El libro del Deuteronomio termina cuando el pueblo de Israel estaba a punto de entrar en la tierra prometida para comenzar su tarea como pueblo modelo. Al final de este libro, Moisés les exhortaba a guardar toda la ley, para que pudieran vivir tranquilamente en la tierra que el Señor su Dios les iba a dar. En su exhortación, Moisés les explicaba lo bueno que pasaría con ellos si guardaran la ley, y lo malo que les caería ensima si no la guardaran. Los libros de Los Profetas Anteriores eran escritos precisamente para demonstrar la verdad de las profecías de Moises. Claramente estos libros demuestran que cuando el pueblo de Israel se pegaba a la ley de Dios, Dios bendijo sus propósitos, pero cuando extravían de esa ley, Dios permitía caer encima de ellos todo tipo de calamidad. Los profetas anteriores escribieron precisamente para proclamar al pueblo de Israel y también a la Iglesia de hoy, que Dios es fiel a sus promesas. Si nosotros vivimos según su ley, experimentaremos todo tipo de bendición de la mano de Dios, pero si violamos esa ley, podemos esperar todo tipo de juicio de la misma mano de El.

Aquí vemos la importancia de estos libros para la Iglesia hoy día. Muchas veces ignoramos las historias del Antiguo Testamento, pensando que sólo tiene que ver con los Judíos y no con nosotros. Pablo dijo una vez, refiriéndose a las historias de Israel: Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron (1 Corintios 10:6). Las historias de los profetas anteriores son profecías para la Iglesia de Jesucristo, exhortándonos a dejar los pecados y sus resultados desastrosos y pegarnos a Jesús, fuente de ley santa y divina. Así, llenos del Espíritu Santo, nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu, cumplimos la justicia de la ley (Romanos 8:4). No seamos torpes, aprendamos la lección.

Tenemos la costumbre de distinguir en la Biblia los libros históricos y los libros proféticos, fácilmente se podría pensar que los primeros están orientados hacia el pasado y los segundos hacia el porvenir. Los libros de los profetas por una parte, conceden un lugar importante al marco histórico de su predicación, y no solo esto, sino que sus oráculos parten a menudo de la historia pasada o contemporánea para juzgarla o interpretarla. Por otra parte los libros de Josué, de los Jueces, de Samuel y de los Reyes, a los que calificamos de históricos, están clasificados entre los profetas en el canon judía de las escrituras. Este hecho se explica en parte por la creencia de que tuvieron por autores a profetas: a Josué, para el libro que lleva su nombre, Samuel, para Jueces y Samuel a Jeremías para reyes. Pero, más profundamente todavía, los judíos sintieron el parentesco real de estos libros con los mensajes de los profetas. Sus escritos eran objetos de meditaciones asiduas después del regreso de la cautividad: La parte de sus declaraciones inspiradas que habían sido ya confirmada por los hechos, era prenda del cumplimiento de todas las promesas de Dios. En cuanto a la gran colección de tradiciones nacionales que describían además en no pocas de sus páginas presentaba a los profetas actuando en medio del pueblo de Dios. Así se comprende que fuese asociado a las colecciones proféticas, con la apelación genérica de Nebiím (Profetas) que designa la segunda parte de la biblia hebrea. 

Los judíos distinguirán “los profetas anteriores” (Josué - Reyes) y “Los profetas posteriores” (Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce menores), únicamente, a lo que parece según su orden en el canon. Los cuatro profetas anteriores ofrecen cierta unidad. La recibieron al final de la época monárquica o a comienzos de la cautividad, de redactores que a luz del Deuteronomio reelaboraron escritos anteriores. Estos libros son históricos por su objeto. Ofrecen gran interés para el historiador y constituyen sus fuentes indispensables. Traducen una meditación sobre el pasado, nutrida de la enseñanza de los profetas, en busca de luz para el presente. Y, todavía más profundamente, muestran en acción al Dios que hace la historia. Esta revelación de un Dios histórico da su sentido a los acontecimientos, los arranca del pasado y les confiere una orientación hacia el porvenir que ellos mismos preparan y hasta cierto punto prefiguran.

El libro de Josué
en el capítulo uno del libro de Josué que es como un prólogo empalmada con la obra de Moisés, la etapa que comienza y enuncia algunos temas mayores. Dios da el país a su pueblo. Pero este don exige esfuerzo y perseverancia en la fidelidad a la ley divina, reclama también la adhesión afectiva de todo el pueblo. Es una historia con rasgos épicos y un designio religioso. Historia épica: basta leer el relato de la toma de Jericó, de Hay, de la batalla de Gabaón, para percibir la grandeza épica de los relatos del libro de Josué, estas victorias hicieron época en los recuerdos populares. En el relato todo quiere expresar su importancia y sobre todo atribuir la gloria de ello a Yahvé.

Los Profetas Anteriores abarcan solamente los libros Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes. Los demás libros históricos, a saber, Rut, 1 y 2 Crónicas, Esdras y Nehemías, en verdad pertenecen a la sección de los Escritos del canon Hebreo. Por eso los consideraremos en otro estudio bajo el titulo Escritos Históricos.

¿Por qué Josué, Jueces, Samuel y Reyes están incluidos en la sección de los Profetas?
¿Por qué están agrupados estos libros históricos con los de los Profetas?.

Algunas posibles razones serían:
Como herramientas de enseñanza: el apóstol Pablo expresó que los eventos del Antiguo Testamento fueron registrados como lecciones esenciales para las generaciones venideras (1 Corintios 10:11-12; Romanos 15:4).
Para mostrar las profecías cumplidas: en la sección de la Ley, los israelitas fueron advertidos constantemente que si no obedecían a Dios y a su camino de vida, sufrirían terribles castigos, incluyendo cautividad nacional y deprivación. Veamos el ejemplo de la última advertencia que Moisés le dio a la nación justo antes de su muerte (Deuteronomio 31:24-30; 32:29).

Los Profetas Posteriores o Mayores
El término profetas mayores es utilizado en oposición a profetas menores para designar ciertos libros proféticos de la Biblia (Tanaj, Neviim y Antiguo Testamento). Son llamados así, no porque tengan más autoridad que los profetas menores, sino simplemente debido a la mayor extensión del libro.

La expresión "profetas mayores" es particularmente favorecida por el canon cristiano. El canon hebreo por su parte establece a través de la Biblia hebrea una diferencia entre los libros llamados Nevi'im (Profetas) y Ketuvim (Escritos); considera que el libro de Baruc es apócrifo, por lo que no lo incluye.

Los libros incluidos en los Profetas Mayores son:
Libro de Isaías
Libro de Jeremías
Libro de las Lamentaciones
Libro de Baruc: Baruc o Baruj
Libro de Ezequiel
Libro de Daniel

Los Profetas Mayores
El orden que presenta esta sección es cronológico. El lugar que ocupa el libro de Baruc es debido a que era secretario de Jeremías. El libro en prosa de Jonás difiere de los demás. El libro de Daniel, no figura en la Biblia Hebrea. La división entre mayores y menores solo se debe solo a la amplitud de sus composiciones.

Los Profetas del Antiguo Testamento eran los intermediarios entre Dios y el pueblo, eran pues la boca de Dios. Esta función aparece clara en Moisés y Arón. Arón tenía como función el transmitir al faraón el mensaje de Moisés, y así la función del profeta era transmitir el mensaje recibido directamente de Dios. La palabra Profeta tiene un origen hebreo "vidente". Desde los tiempos de Moisés hasta la cesación de la profecía, la historia del profetismo se divide en dos periodos, el periodo anterior a Jeroboam II (800 a. C.) y el que comienza con este. La distinción se basa en el hecho de que los profetas del segundo período dejaron abundante literatura profética que aun se conserva.

En tiempo de Samuel encontramos dos veces "una sociedad de profetas", una en la ciudad de Gueba, y la otra en Nayot, en Rama. En el primer caso se dice que profetizaban usando instrumentos musicales, y en el segundo no se mencionan. Los profetas principales de este primer periodo fueron Samuel, Elías y Eliseo. Otros de menor importancia fueron Natán, Gad, Ajías y Miqueas. Sus predicciones se referían a los negocios de la vida diaria y a los asuntos importantes de estado. Natán, Samuel y Gad escribieron anales o historias religiosas, que debían ser al estado literario que hoy se conserva. Con el paso del tiempo fueron surgiendo los profetas mesiánicos. Además de los escritos proféticos hoy conocidos, uno al menos de los profetas de este tiempo escribió también anales históricas como lo habían hecho alguno de sus predecesores. En cuatro profetas -Isaías, Jeremías, Ezequiel y Habacuc- se cita expresamente el mandato divino de poner por escrito sus revelaciones. A Isaías se le manda a escribir dos profecías particulares (Isias 8:1; y 30:8), y solo en el segundo caso se dice que es para que quede como memorial permanente.

A Jeremías se le manda; primero a poner por escrito una profecía (Jeremias 30:2-4). Luego se le manda a escribir todas las profecías desde su ministerio 36:2. La orden dada a Ezequiel de escribir las profecías rezaba solo también para una parte de su libro. El hecho de que los profetas, cuyos escritos se conservan en el canon, escribieran bajo la inspiración divina, no implica que recibieran una orden expresa de Dios para poner por escrito sus profecías.

El orden cronológico de los profetas se indica en las introducciones a sus libros. Los profetas no estaban sometidos a una regla especial de vida, antes bien su único cometido era cumplir la misión que Dios les había confiado. Así sabemos que algunos estaban casados. En cambio, a Jeremías se le prohibió casarse, por los sufrieran una muerte penosa. El tipo de vida de los profetas, al menos en algunos casos, parece que estaba influido por la profesión y estado social de vida.

Vocación y misión de los profetas: El ministerio de los profetas no era hereditario ni estaba vinculado a ninguna condición particular de vida, pero tampoco estaba al alcance de cualquier hombre de buena voluntad el constituirse en profeta, pues la revelación de Dios era un hecho puramente sobrenatural. Solo en algunos casos conocemos detalles de esa vocación y misión divinas. Como la vocación profética era algo que no dependía de la voluntad del hombre, así también lo eran la recepción de las revelaciones y mensajes divinos después de haber sido llamados al ministerio profético; así un profeta no estaba habitualmente en estado profético. El profeta conservaba su libre voluntad, pero no estaba a su alcance recibir un mensaje profético cuando quería; con frecuencia la palabra de Dios venía sin ser buscada, a veces era en contestación a una suplica. Otras veces Dios mismo adoctrinaba al profeta para que orase, prometiendo una revelación en respuesta a su petición. Otras aún, el profeta esperaba la palabra de Dios: "Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja. Habacuc 2:1. La música tenía importancia en culto divino como acompañamiento del canto liturguico, y podía aun excitar los sentimientos.

Como se recibía la visión profética
Las comunicaciones al profeta podían hacerse en estado de sueño o de vigilia. Dios menciono a los sueños como medios por los que se había de revelar a los profetas. El éxtasis es un estado intermedio entre la vigilia y el sueño. En esta situación el sujeto es totalmente inconsciente de los que sucede en el mundo que lo rodea. El modo usual de la comunicación era por visión. Este es uno de los modos que Dios había anunciado usaría con los profetas después de Moisés. La palabra visión era sinónimo de revelación. Este uso de la palabra se explica satisfactoriamente en el supuesto de que las visiones eran el medio normal de la comunicación divina.

Cualquiera que sea el modo con que la palabra de Dios se manifieste al profeta, este sentía un impulso moral para hablar: Si el león ruge, ¿quién no temerá? Si habla Jehová el Señor, ¿quién no profetizará? Amos 3:8.

Para cumplir su deber de anunciar la palabra de Dios los profetas lo hacían también por acciones simbólicas externas, de modo análogo a aquel con que ellos mismos a veces habían sido instruidos por Dios. El carácter dramático de tales acciones les servía para destacar el sentido de la comunicación profética y para imprimirla en la memoria de los oyentes.

Así por ejemplo, Ajías, al predecir a Jeroboam la división de su reino, que había de cumplirse después de la muerte de Salomón, dividió su vestido nuevo en 12 piezas, diciendo: y dijo a Jeroboam: Toma para ti los diez pedazos; porque así dijo Jehová Dios de Israel: He aquí que yo rompo el reino de la mano de Salomón, y a ti te daré diez tribus; 1 Reyes 11:31.

Y a Jeremías se le ordenó romper una orza de barro delante de los jefes de las naciones y decir: y les dirás: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Así quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, ...Jeremías 11:9. Garantías de la Misión Divina: A la obligación que incumbía a los profetas de anunciar la palabra de Dios y a la autoridad divina que respaldaba estos mensajes correspondía de parte de los oyentes la obligación de prestarles atención y obedecer a sus palabras. Si el carisma profético hubiera sido un mero producto de fervor y entusiasmo religioso, habrían surgido también profetas en los tiempos de los Macabeos.

Dios confería a veces a los profetas el poder de hacer milagros como prueba de la misión a ellos encomendada. Así Moisés recibió el poder de obrar prodigios por medio de su bastón y de otros modos. Una garantía de la realidad de la misión del profeta era el elevado carácter moral de su enseñanza en conformidad con el criterio de nuestro Señor. Los verdaderos profetas, nunca halagaron los vicios y debilidades del pueblo, ni predijeron bendiciones y prosperidades que no estuvieran vinculadas a la estricta reforma de los malos caminos, ni lo animaron en la falsa creencia de que Dios lo protegería y favorecería simplemente porque era descendiente de Abraham.

Los Falsos Profetas
Eran una plaga en Israel, y no era siempre fácil para el pueblo sencillo y mal formado distinguir a estos de los verdaderos. Si profetizaban en nombre de dioses paganos, solo eran engañados los que estaban contaminados por la idolatría. "Todo lo que un profeta predice en nombre del Señor y no se realiza, es una cosa que el Señor no ha hablado, sino que el profeta lo ha inventado en el orgullo de su mente. El motivo que impelía a estos impostores era el buscarse un modo de vivir, pues el pueblo reconocía las necesidades materiales de los que le ayudaban en lo religioso y hacia lo mejor que podía por ayudarles.

Las Colecciones Proféticas
Hacia el 750 a. C. se abre una nueva etapa y comienza la edad de oro en la historia del profetismo bíblico. Hasta ese momento, se había conservado numerosas tradiciones sobre la vida y la actividad de los Profetas. Estas tradiciones atestiguan la extraordinaria vitalidad del movimiento profético en Israel, pero solo ocacionalmente y como de paso hacen referencia al mensaje de estos enviados del Señor. A partir del siglo VIII, en cambio, el interés se centra en la palabra misma de los profetas.

La forma mas frecuente de trasmisión del mensaje profético es el oráculo o declaración solemne hecha en nombre del Señor. Pero también se encuentran la parabola, la alegoría, la exhortación, e incluso el monologo, como el caso de las confesiones de Jeremías. Por lo general los profetas recurren al lenguaje poético. Los oráculos proféticos comienzan generalmente con esta frase: "Así habla el Señor". El profeta se presenta como el mensajero y el portavoz del Señor. Ninguno de ellos se preocupo por escribir un libro, fueron sus discípulos los que recogieron el mensaje profético, lo fijaron por escrito y formaron las colecciones incorporadas al Canon de los Libros Sagrados.
Con frecuencia los profetas predican tremendos castigos, pero a la vez infunden con su palabra una inquebrantable esperanza. Al interpretar los acontecimientos a la luz de Dios, que se manifiesta por medio de los signos de los tiempos, ellos abarcan el pasado, presente y futuro.

Libros
Isaias
No todos los profetas nos han dejado sus visiones en forma de escritos. De Elías y Eliseo, por ejemplo, sólo sabemos lo que nos narran los libros históricos del Antiguo Testamento, principalmente los libros de los Reyes. Entre los poetas cuyos escritos poseemos es sin duda, el mayor Isaías, hijo de Amós, de la tierra de Judá, quien fue llamado al duro cargo de profeta en el año 740 a. C., y cuya muerte ocurrió probablemente bajo el rey Manasés (693-639). Según una antigua tradición judía, murió aserrado por la mitad a manos de los verdugos de este impío rey. En 442 d. C. sus restos fueron transportados a Constantinopla.

Isaías es el primero de los profetas del Antiguo Testamento, desde luego por lo acabado de su lenguaje, que representa el siglo de oro de la literatura hebrea, mas sobre todo por la importancia de los vaticinios que se refieren al pueblo de Israel, los pueblos paganos y los tiempos mesiánicos y escatológicos. Ningún otro profeta vio con tanta claridad al futuro Redentor, y nadie, como él, recibió tantas ilustraciones acerca de la salud mesiánica, de manera que Jerónimo no vacila en llamarlo "el Evangelista entre los profetas".

La Obra consta de tres partes, que corresponden a tres etapas distintas de la historia de Israel:

La primera (cap. 1-39) es una colección de profecías, exhortaciones y amonestaciones, que tienen como punto de partida el peligro asirio, y contiene vaticinios sobre Judá e Israel (2, 1-12, 6), oráculos contra las naciones paganas (13, 1-23, 18); profecías escatológicas (24, 1-27, 13); amenazas contra la falsa seguridad (28, 1-33, 24), y la promesa de la salvación de Israel (34, 1-35, 10). Entre las profecías descuellan las consignadas en los cap. 7-12. Fueron pronunciadas en tiempo de Acaz y tienen por tema la Encarnación del Hijo de Dios, por lo cual son también llamadas "El Libro de Emmanuel". Entre la primera y segunda parte media un trozo de cuatro capítulos (36-39) que forma algo así como un bosquejo histórico.

El capítulo 40 da comienzo a la parte segunda del Libro (cap. 40-55), con un trasfondo muy distinto. Proclama una especie de liberacion al puebl exiliado y desterrado en Babilonia. Los oráculos de este mensaje fueron incorporados al libro de Isaias.

La tercer parte (cap. 56-66) reúne una colección de oráculos pronunciados por varios profetas de la escuela de Isaias, cuando el Resto de Israel ya había regresado del exilio y trataba de instalarse en la tierra de sus antepasados. Fuera de eso, su objeto principal es anunciar el misterio de la Redención y de la salud mesiánica, a la cual precede la Pasión del "Siervo de Dios", que se describe proféticamente con la más sorprendente claridad.

No es de extrañar que la crítica racionalista haya atacado la autenticidad de la segunda parte, atribuyéndola a otro autor posterior al cautiverio babilónico. Contra tal teoría que se apoya casi exclusivamente en criterios internos y lingüísticos, se levanta no sólo la tradición judía, cuyo primer testigo es Jesús, hijo de Sirac (Eclesiastes 48, 25 ss.), sino también toda la tradición cristiana. Para la interpretación de Isaías hay que tener presente lo dicho en la Introducción general.

Jeremías
En cuanto a los datos biográficos, Jeremías es el menos ignorado entre todos los profetas de Israel. Hijo del sacerdote Helcías, nació en Anatot, a 4 km. al norte de Jerusalén, y fue destinado por Dios desde el seno materno para el cargo de Profeta (1:5). Empezó a ejercer su altísima misión en el décimotercio año del rey Josías (638-608), es decir, en 625. Durante más de 40 años, bajo los reyes Josías, Joacaz, Joakim, Joaquín (Jeconías) y Sedecías siguió amonestando y consolando a su pueblo, hasta que la ciudad impenitente cayó en poder de los babilonios (587 a. C.). Jeremías no compartió con su pueblo la suerte de ser deportado a Babilonia, sino que tuvo la satisfacción de ser un verdadero padre del pequeño y desamparado resto de los judíos que había quedado en la tierra de sus padres. Mas cuando sus compatriotas asesinaron a Godolías, gobernador del país desolado, obligaron al Profeta a refugiarse con ellos en Egipto, donde, según tradición antiquísima, lo mataron porque no cesaba de predicarles la Ley de Dios.

Esquema Cronológico
Para entender bien las profecías de Jeremías, es necesario reagruparlas en su mayor parte en orden cronológico. El esquema sigue los reinados de los reyes.

I Josías: 641/640 a. C.: 1-20, salvo 12, 7-13, 27.
(Joacaz: 609: nada)
II Joaquim: 609: cc 26, 22-23; 25; 36; 45; 35; 12, 7-13, 27.
( Joaquim: 598: nada)
III Sedecías: 598.
Admoniciones: cc 24; 29; 27-28; 51; 59-64.
Promesas de restauración: cc 30-33.
El Asedio: cc 21; 34; 37-39.
IV Después de la caída de Jerusalén en 587: cc 40-44.
V Profecías contra las naciones: cc 46-51
VI Apendice histórico: c 52.

Historia
La misión de Jeremías fracaso en vida suya, pero su figura no dejo de agrandarse después de su muerte. Por su doctrina de una Alianza Nueva, fundada en la religión del corazón, fue el Padre del Judaismo en su linea mas pura, y su influjo se nota en Ezequiel, en la segunda parte de Isaias y en varios salmos.

Con él, la conciencia profética alcanzó un nivel más alto, y se expresó como un constante estar "en la presencia de Dios". En un temperamento profundamente emotivo como el suyo, y en las condiciones trágicas de su pueblo, la comunión con Dios es una lucha. Jeremías es tierno y sensible por naturaleza, pero su vocación profética obliga a una constante denuncia de la desobediencia, idolatría y rebeldía de su pueblo. Declara la destrucción de Judá frente a la fallida reforma deuteronómica bajo Josías. Su libro está lleno de alusiones su propia vida en bellísimos pasajes (8:18, 21; 9:1; 15:10; 20:14-18) que nos cuentan también su lucha y agonía en la vida de ministerio profético.
Jeremías es un ejemplo de vida religiosa, creyéndose que se conservó virgen (16:1 s.). Austero y casi ermitaño, se consumió en dolores y angustias (15:17 s.) por amor a su pueblo obstinado. Para colmo se levantaron contra él falsos profetas y consiguieron que, por mandato del rey, fuesen quemadas sus profecías. El mismo fue encarcelado y sus días habrían sido contados, si los babilonios, al tomar la ciudad, no le hubiesen libertado.

Cuanto menos comprendido fue Jeremías por sus contemporáneos, tanto más lo fue por las generaciones que le siguieron. Sus vaticinios alentaban a los cautivos de Babilonia, y a él se dirigían las miradas de los israelitas que esperaban la salud mesiánica. Tan grande era su autoridad que muchos creían que volvería de nuevo, como se ve en el episodio de Mateo 16:14. Los santos Padres lo consideran como figura de Cristo, a quien representa por lo extraordinario de su elección, por la pureza virginal, por el amor inextinguible a su pueblo y por la paciencia invencible frente a las persecuciones de aquellos a los cuales amaba.

El ProfetaNo se sabe nada cierto sobre el significado del nombre de Jeremías.

Su historia
Profecía implica la idea de una revelación y una misión. La misión de Jeremías se dirigía, en especial, al rey y al pueblo; su revelación versaba acerca de la futura destrucción de Jerusalén. Exhortaba no solo al arrepentimiento, sino también a someterse al poder de Babilonia, con la promesa de ser tratados con misericordia, y de una definitiva restauración. La tragedia de su vida esta en no haber sido creído, en los males que habían de suceder y que había predicho, y en ser tratado como un falso y desleal profeta del mal.

Después de la toma de Jerusalen, Nabucodonosor dio ordenes de que lo trataran bien (39, 11-12). Después de la muerte de Godolias, Jeremías intento persuadir a los judiios de que permanecieran en Palestina, pero huyeron a Egipto, temiendo las represalias, llevándose a Jeremías y a Baruc con ellos. En el resto del libro habla de reprensiones y profecías contra los judios en Egipto y los gentiles.

Oficio profético -sus sufrimientos-
Para apreciar la finalidad divina del mensaje debemos teneer en cuenta su carácter peculiar. Su vida fue de intenso sufrimiento, ya que tenia una gran sensibilidad para ello. Su vida estuvo siempre en peligro, aun por sus conciudadanos.

Su fidelidad
En todas las circunstancias permanece fiel a Dios; en todo momento proclama "tu palabra era para mi una alegría y gozo de mi corazón". Gozaba de una intimidad con Dios, que se manifiesta de un modo extraño, debido a una turbación de su mente.

Su misión divina
Por un raro privilegio, parece que el fue santificado en el seno materno como el Bautista. Esto podría significar que quedó libre del pecado original y que recibió la gracia santificante antes de nacer. Ni su misión ni su revelación se hallan limitadas, pues incluía a Juda, Jerusalén, los reyes, Israel, los gentiles, especiales grupos de judíos e individuos.

Su inspiración
El libro es algo más que un relato de historia o una profecía. Es un libro de la Sagrada Escritura, escrito bajo el impulso divino dado al entendimiento y a la voluntad del autor sagrado. El libro no representa una revelacion parcial o total; hay incorporado mucho de revelacion y mucho narrativo. Hay muchas predicciones. Muchas de sus profecias no han sido relatadas, cosa que también ocurre con otras del AT. Abundan las exhortaciones.

Su secretario
Se cita como tal a Baruc, lo cual puede demostar el porque de la mension wen tercera persona, pero esta mension es usada mucho por los demás profetas.
- Simbolismo profetico: En el ministerio de Jeremías, como en general en las profecias del AT, desempeña un papel importante el simbolismo. Encontramos dos al principio con la accion amenazadora de Dios y el incidente con Jananías. El mismo profeta puede ser tomado como un simbolo.

Disposicion del texto:
El tiempo en que se desarrollo su ministerio fue turbulento. Esta impresión de desorden se refleja en el texto, como también en la disposicion cronológica. Algunas partes han sido coleccionadas despues de su muerte, y su labor parace haberle tocado a Baruc.

La versión de los Setenta
Contenido del Texto: Título: Capítulo 1:1-3
Comienzo de la predicación de Jeremías: Capítulo 1:4-6.
En los primeros años de su actividad prifetica, denuncia la corrupción moral y religiosa de Judá. Apostofra a sus oyentes (2. 23-25) y los llama a la conversión, que el quisiera hacer brotar de los mando de sus corazones. En su lenguaje se refleja la influencia de Oseas. Jeremías evoca la historia del Exodo para mostrar que Israel habia perdido el contato con sus origenes. Lo que le preocupaba era hacer que Judá se covierta al Señor antes de que sea muy tarde. Pero el puebl oy sus dirigentes estan mas endurecidos que la roca.

-Oraculos pronunciados sobre todo en tiempos de Joaquim: Cap. 7 - 20.
Con la muerte del rey Josías (609 a. C.), comienza una etapa dificil. Joaquim, el nuevo soberano, era un monarca fastuoso y despótico. Comineza la decandecia moral y espiritual. Entonces Jeremías se lanza a recuperar la seguridad que el pueblo va perdiendo. Todos los privilegios de Israel, la Alianza, la Ciudad Santa, la realeza, el sacerdocio, el culto y la circucision, son signos ilusorios si falta la justicia y el conocimiento del Señor. En 7, 12-15 habla de la destrucción del templo si el pueblo no cambia de conducta. Esto le acarrea el estar al borde de la muerte.
- Invectivas contra los reyes y los falsos profetas: Cap. 21 - 25, 13ª: La colección de oraculos contra los reyes de Judá hace ver con que libertad denunciaba a esos "ungidos del Señor" cuando extraviaban a su pueblo y dejaban de conocer a su Dios como lo habia conocido Josias (22. 15-16). Al rey Joaquim le reprocha su despotismo y su injusticia, y le predice un fin vergonzoso (22. 13-19). A su hijo llamado Conías o jeconías, le anuncia que morirá en tierra extranjera (22:24-30). A Sedecías, el ultimo de los reyes de judá, le responde que Jerusalén caerá en poder del rey de Babilonia y será consumida por las llamas (21:1-10). Jeremías le toco enfrentarce con falsos profetas que se presentaban como heraldos del Señor y defendian sus prediccines tanto como él.
- Introduccion a los oraculos contra las naciones: Cap. 25, 13b - 38: Este sector del libro es un prologo a los oraculos contra las naciones, contenidos en los caps. 46-51. En la version de los Setenta, estos oraculos se encuentran despues de 25, 13a.
- Relatos Bibliograficos y anuncios de Salvacion: Cap. 26 - 35: esta seccion se divide en tres partes; comienza con una serie de relatos biograficos (cap. 26-29), prosigue con varios oraculos de salvacion (cap. 30-33) y concluye con los fragmentos adicionales (cap. 34-35). Los oraculos de la sengunda seccion desarrollan el tema central de toda la seccion, que es la restauracion de Israel.

a) Relatos biograficos -presecucion contra Jeremías-: Se presenta enfrentado con los dirigentes de Judá y los falsos profetas. Han sido incorporadas al contexto, para mostrar que en él se realiza el verdadero profeta, que es el complimiento de sus predicciones. Con estos relatos "La religion de Israel habia traspasado las fronteras de la Tierra Santa".
b) Promesas de restauracion: La mision profetica de Jeremías no consistió unicamente en "arrancar y derribar", sino tambíen en "edificar y plantar".

Baruc
En el canon se agrega a las Lamentaciones el pequeño y bellísimo libro de Baruc, en hebreo "Bendito", cuyo texto original se ha perdido, pero que nos ha llegado en la versión griega de los Setenta, cuyos autores, judíos, lo admitían por lo tanto, como auténtico y canónico.

Tras una breve introducción histórica (1, 1-14) trae esta profecía la confesión de los pecados del pueblo desterrado que implora la misericordia de Dios (1:15- 3:18), y termina con amonestaciones y palabras de consuelo (3:9-5:9). Añádase como capítulo sexto una carta del profeta Jeremías (6:1-72) en que éste condena con notable elocuencia la idolatría y el materialismo en el culto. No hay duda de que el autor es aquel Baruc que conocemos como el hombre de confianza de Jeremías quien le dictó sus profecías y luego, hallándose preso, le encargó las leyera delante del pueblo, como lo hizo también más tarde ante los príncipes (Jeremias capitulo 36). 

Después de la caída de Jerusalén Baruc acompañó a Jeremías a Egipto (Jeremías 43); más tarde, en 582, lo encontramos en Babilonia entre los israelitas cautivos, a los cuales en presencia del rey Jeconías leyó su libro (Baruc 1:3). Regresó a Jerusalén con una suma de dinero y vasos destinados para el culto del Templo. La autoridad canónica del libro que algunos intentaron negar, está asegurada por la Tradición y por la solemne decisión del Concilio Tridentino. El texto hebreo se ha perdido.

Ezequiel
Ezequiel, hijo de Buzí, de linaje sacerdotal, fue llevado cautivo a Babilonia junto con el rey Jeconías de Judá (597 a. C.) e internado en Tel-Abib a orillas del río Quebar. Cinco años después, a los treinta de su edad (cf. 1:1), Dios lo llamó al cargo de profeta, que ejerció entre los desterrados durante 22 años, es decir, hasta el año 570 a. C..

A pesar de las calamidades del destierro, los cautivos no dejaban de abrigar falsas esperanzas, creyendo que el cautiverio terminaría pronto y que Dios no permitiría la destrucción de su Templo y de la Ciudad Santa (véase Jeremías 7:4). Había, además, falsos profetas que engañaban al pueblo prometiéndole en un futuro cercano el retorno al país de sus padres. Tanto mayor fue el desengaño de los infelices cuando llegó la noticia de la caída de Jerusalén. No pocos perdieron la fe y se entregaron a la desesperación.

La misión del Profeta Ezequiel consistió principalmente en combatir la idolatría, la corrupción por las malas costumbres, y las ideas erróneas acerca del pronto regreso a Jerusalén. Para consolarlos pinta el Profeta, con los más vivos y bellos colores, las esperanzas de la salud mesiánica.

El libro de Ezequiel aparece a primera vista como un conjunto solidamente estructurado. Despues de la intriduccion dedicada a relatar la vocacion del profeta, siguen cuatro partes bien definidas. Los grandes temas de Ezequiel han encontrada gran eco en el Nuevo Testamento, sobre todo en el Evangelio de San Juan.

"Es notable la última sección del profeta (40-48) en que nos describe en forma verdaderamente geométrica la restauración de Israel después del cautiverio: el Templo, la ciudad, sus arrabales y la tierra toda de Palestina repartida por igual entre las doce tribus" (Nácar-Colunga).
Las profecías de Ezequiel descuellan por la riqueza de alegorías, imágenes y acciones simbólicas de tal manera, que S. Jerónimo las llama "mar de la palabra divina" y "laberinto de los secretos de Dios".

Daniel
Daniel, a quien la misma Biblia cita como prototipo de santidad (Ezequiel 14:14 y 20) y de sabiduría (Ezequiel 28:3), vivió, como Ezequiel, en Babilonia durante el cautiverio, más no fue sacerdote que adoctrinase al pueblo como aquél, y como Jeremías en Jerusalén, sino un alto personaje en la corte de un rey pagano, como fueron José en Egipto y Ester y Mardoqueo en Persia. De ahí sin duda que la Biblia hebrea lo colocase más bien entre los hagiógrafos (aunque no siempre) y el Talmud viese en él una figura del Mesías por su fidelidad en las persecuciones. Su libro, último de los cuatro Profetas Mayores en el orden cronológico y también por su menor extensión, reviste, sin embargo, importancia extraordinaria debido al carácter mesiánico y escatológico de sus revelaciones, "como que en él se contienen admirables y especialísimos vaticinios del estado político del mundo, y también del de la Iglesia, desde su tiempo hasta la Encarnación del Verbo eterno, y después, hasta la consumación del siglo, según el pensamiento de Jerónimo" (Scío). Precisamente por ello, el Libro de Daniel es uno de los más misteriosos del Antiguo Testamento, el primer Apocalipsis, cuyas visiones quedarían en gran parte incomprensibles, si no tuviéramos en el Nuevo Testamento un libro paralelo, el Apocalipsis de Juan. Es, por lo tanto, muy provechoso leer los dos juntos, para no perder una gota de su admirable doctrina. Algunas de las revelaciones sólo se entenderán en los últimos tiempos, dice el mismo Daniel en 10:14; y esos tiempos bien pueden ser los que vivimos nosotros.

El libro de Daniel se divide en dos partes principales. La primera (capitulos 1-6) se refiere a acontecimientos relacionados principalmente con el Profeta y sus compañeros, menos el capítulo segundo que, como observa Nácar-Colunga, es una visión profética dentro de la parte histórica. La segunda (capitulos 7-12) contiene exclusivamente visiones proféticas. "Anuncia, en cuatro visiones notables, los destinos sucesivos de los grandes imperios paganos, contemplados, sea en ellos mismos, sea en sus relaciones con el Pueblo de Dios:

-Las cuatro bestias, que simboliza la sucesión de las monarquías paganas y el advenimiento del reino de Dios (cap. 7);
-El carnero y el macho cabrío (cap.8);
-Las setenta semanas de años (cap.9);
-Las calamidades que el pueblo de Jehová deberá sufrir de parte de los paganos hasta su restablecimiento (caps. 10-12).

El orden seguido en cada una de estas dos partes es el cronológico" (Fillion). Un apéndice de los dos capítulos (13 y 14) cierra el Libro, que está escrito, como lo fue el de Esdras, en dos idiomas entremezclados: parte en hebreo (1, 1-2. 4ª; caps. 8-12) y parte en arameo (2, 4b-7, 28) y cuya traducción por los Setenta ofrece tan notables divergencias con el texto masorético que ha sido adoptada en su lugar para la Biblia griega de Teodoción; de la que San Jerónimo tomó los fragmentos deuterocanónicos (3, 24-90 y los caps. 13-14) para su versión latina. El empleo de dos lenguas se explica por la diferencia de los temas y los destinatarios. Los capítulos escritos en arameo, que en aquel tiempo era el idioma de los principales reinos orientales, se dirigen a éstos (véase 2, 4 y nota), mientras que los escritos en hebreo, que era el idioma sagrado de los judíos, contienen lo tocante al pueblo escogido, y en sus últimas consecuencias, a nosotros. Muchos se preguntan si los sucesos históricos que sirven de marco para las visiones y profecías, han de tomarse en sentido literal e histórico, o si se trata de tradiciones legendarias y creaciones de la fantasía del hagiógrafo, "que bajo forma y apariencia de relato histórico o de visión profética, nos hubiera transmitido, inspirado por Dios, sus concepciones sobre la intervención de Dios en el gobierno de los imperios y el advenimiento de su Reino" (Prado). San Jerónimo aboga por el sentido literal e histórico, con algunas reservas respecto a los dos últimos capítulos, y su ejemplo han seguido, con algunas excepciones, todos los exégetas católicos, de modo que las dificultades que se oponen al carácter histórico de los relatos daniélicos, han de solucionarse en el campo de la historia y de la arqueología bíblicas, así como muchas de sus profecías iluminan los datos de la historia profana y se aclaran recíprocamente a la luz de otros vaticinios de ambos Testamentos.

Contra la autenticidad del libro de Daniel se han levantado voces que pretenden atribuirlo en su totalidad o al menos en algunos capítulos, a un autor más reciente. Felizmente existen no pocos argumentos a favor de la autenticidad, especialmente el testimonio de Ezequiel, (14:14 ss.; 28:3), del primer Libro de los Macabeos (1, 57) y del mismo Jesús quien habla del "profeta Daniel" (Mateo 24:15), citando un pasaje de su libro (Dan.9,27). Poseemos, además, una referencia en el historiador judío Flavio Josefo, quien nos dice que el Sumo Sacerdote Jaddua mostró las profecías de Daniel a Alejandro Magno, lo que significa que este Libro debe ser anterior a la época del gran conquistador del siglo IV, es decir, que no puede atribuirse al período de los Macabeos, como sostiene aquellos críticos. Lo mismo se deduce de la incorporación del Libro de Daniel en la versión griega de los Setenta, la cual se hizo en el siglo III o II a. C. No obstante los problemas históricos planteados en este libro divino, sus profecías fueron de profunda y amplia influencia, particularmente durante las persecuciones en el tiempo de los Macabeos. "En los relatos y en las revelaciones de Daniel, el pueblo de Jehová poseía un documento auténtico que le prometía claramente la liberación final gracias al Mesías" (Fillion). En ellas encontraron los judíos perseguido por el tirano Antíoco Epífanes el mejor consuelo y la seguridad de que, como dice el mismo Fillion, "los reinos paganos, por más poderosos que fuesen, no conseguirán destruirlo" y que, pasado el tiempo de los gentiles, vendrá el reino de Dios que el Profeta anuncia en términos tan magníficos (cf. 2:44; 7:13 ss.; 9:24 ss.). Para nosotros, los cristianos, no es menor la importancia del Libro de Daniel, siendo, como es, un libro de consoladora esperanza y una llave de inapreciable valor para el Apocalipsis de Juan. Un estudio detenido y reverente de las profecías de Daniel nos proporciona no solamente claros conceptos acerca de los acontecimientos de fin, sino también la fortaleza para mantenernos fieles hasta el día en que se cumpla nuestra "bienaventurada esperanza" (Tito 2:13).

Los profetas posteriores o mayores
Isaías, Jeremías y Ezequiel son conocidos como los profetas posteriores o mayores, y escribieron los libros que llevan sus nombres (en ocasiones con la ayuda de escribas personales).

Cada uno de ellos hizo un fascinante aporte a la Biblia. Pero al final de cuentas es Jesucristo mismo quien une las dos grandes secciones de la Biblia. Él vincula los profetas hebreos con el Nuevo Testamento. Así que para evaluar a los profetas posteriores o mayores, debemos buscar primero la guía de Cristo.

¿Atribuyó Jesús algunas porciones de la Biblia directamente al profeta Isaías?

“Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías...” (Mateo 15:7).

En los versículos 8-9 Jesús citó de Isaías 29:13 en las Escrituras hebreas.

Los escritores de los cuatro evangelios, ¿atribuyeron a Isaías porciones de las Escrituras hebreas?
“Pues éste [Juan el Bautista] es aquel de quien habló el profeta Isaías...” (Mateo 3:3; ver Marcos 7:6; Lucas 3:4; Juan 12:39-41).

Es obvio que el profeta Isaías habló las palabras citadas por Mateo y los otros escritores. Así como lo hizo el apóstol Pablo cuando redactó algunas de sus cartas del Nuevo Testamento, Isaías bien pudo haber dictado porciones de su libro a un asistente. Recordemos que el sistema oficial de cronistas y escribas (establecido por el rey David) funcionaba todavía en Judá durante la vida de Isaías. Su ministerio profético abarcó los reinados de varios monarcas de Judá (Isaías 1:1).

¿Citó también el apóstol Pablo a Isaías?
“...al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres...” (Hechos 28:25; comparar Romanos 9:27).

¿En qué sentido fue extraordinario el llamamiento del profeta Jeremías?
“Vino, pues, palabra del Eterno a mí, diciendo: Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones” (Jeremías 1:4-5).

La expresión “vino palabra del Eterno a mí” (en formas ligeramente variadas) se repite con frecuencia en el libro de Jeremías. El mensaje del profeta provino directamente de Dios; Jeremías fue simplemente su instrumento humano.

¿Cuál fue una de las responsabilidades del profeta?
“Escribió, pues, Jeremías en un libro todo el mal que había de venir sobre Babilonia, todas las palabras que están escritas contra Babilonia” (Jeremías 51:60).

Pero ¿escribió personalmente Jeremías todo el libro?
“Aconteció en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que vino esta palabra del Eterno a Jeremías, diciendo: Toma un rollo de libro, y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel y contra Judá, y contra todas las naciones, desde el día que comencé a hablarte, desde los días de Josías hasta hoy ... Y llamó Jeremías a Baruc hijo de Nerías, y escribió Baruc de boca de Jeremías, en un rollo de libro, todas las palabras que el Eterno le había hablado” (Jeremías 36:1-2, 4).

Jeremías tenía su propio escriba personal quien también leyó las palabras de Jeremías en “la casa del Eterno”, el templo de Jerusalén (vv. 8, 10).

Cuando llegó al rey Joacim el mensaje que Dios le había enviado por medio de Jeremías (el cual fue escrito por el escriba Baruc), ¿qué hizo el monarca inmediatamente?
“Cuando Jehudí había leído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con un cortaplumas de escriba, y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió sobre el fuego...” (Jeremías 36:23).

Este fue apenas uno de los muchos intentos que en varias épocas se han hecho por acabar con parte o toda la Palabra de Dios. Algunas veces los escritores y traductores bíblicos han sido encarcelados o ejecutados. Muchos dieron sus vidas, literalmente, para traernos la Biblia. En este ejemplo bíblico, no obstante, el intento por prender a Baruc y a Jeremías no tuvo éxito porque “el Eterno los escondió” (v. 26).

¿Cómo reaccionó Dios cuando el rey quemó el rollo de Jeremías?
“Vino palabra del Eterno a Jeremías, después que el rey quemó el rollo, las palabras que Baruc había escrito de boca de Jeremías, diciendo: Vuelve a tomar otro rollo, y escribe en él todas las palabras primeras que estaban en el primer rollo que quemó Joacim rey de Judá ... Y tomó Jeremías otro rollo y lo dio a Baruc hijo de Nerías escriba; y escribió en él de boca de Jeremías todas las palabras del libro que quemó en el fuego Joacim rey de Judá; y aun fueron añadidas sobre ellas muchas otras palabras semejantes” (Jeremías 36:27-28, 32).

Ni siquiera los reyes tienen derecho o autoridad para alterar o destruir la Palabra de Dios. Él ha preservado la Biblia en todas las épocas, a pesar de los intentos por extinguir todo vestigio de ella. Hombres y mujeres fieles han arriesgado sus vidas por preservar, publicar y esparcir las Escrituras.

¿Cuáles eran las credenciales proféticas de Ezequiel?
“Vino palabra del Eterno al sacerdote Ezequiel hijo de Buzi, en la tierra de los caldeos, junto al río Quebar; vino allí sobre él la mano del Eterno” (Ezequiel 1:3).

El profeta Ezequiel es mencionado únicamente dos veces en la Biblia, ambas en el libro que lleva su nombre. Sin embargo, además de las obvias alusiones a los capítulos 40-48 de Ezequiel (que tratan del templo) en Apocalipsis 21, el libro que escribió es citado varias veces en el Nuevo Testamento. Al parecer, la referencia que Jesús hace a sí mismo como el buen pastor (Juan 10:11, 14) es una alusión a ciertos pasajes del libro de Ezequiel (ver 34:5, 8, 12, 23; 37:24). Dios se dirige a Ezequiel como “el hijo del hombre” 90 veces, y en los evangelios Jesús se refirió a sí mismo como “el Hijo del Hombre” unas 80 veces.

Las profecías de Ezequiel le fueron reveladas cuando estaba en cautiverio. En The Oxford Dictionary of the Jewish Religion (“Diccionario de Oxford de la religión judía”) se dice que Ezequiel “fue deportado a Babilonia junto con el rey Joacim de Judá ... en el año 597 a.C. por las fuerzas invasoras de Nabucodonosor (2 Reyes 24:8-16; Ezequiel 1:1-3). Los exiliados fueron asentados en Tela-bib, sobre el río Quebar ... Ezequiel fue llamado a profetizar en julio del 593, y llevó a cabo toda su predicación entre los deportados de Jerusalén...” (1997, pp. 246-247).

El profeta Daniel
¿Qué profeta mencionó Jesús directamente en la profecía del monte de los Olivos?. “Cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda)” (Mateo 24:15; ver Marcos 13:14).

Es evidente que a los ojos de Jesús, Daniel fue en verdad un profeta, aunque su libro no está clasificado entre los profetas, sino entre los escritos, la tercera sección principal del Antiguo Testamento.

¿Cuál de los profetas posteriores (o mayores) coloca a Daniel en un grupo selecto?
“Si estuviesen en medio de [una tierra pecadora] estos tres varones, Noé, Daniel y Job, ellos por su justicia librarían únicamente sus propias vidas, dice el Eterno el Señor” (Ezequiel 14:14, 20).

Es evidente que el grado de espiritualidad de Daniel era de lo más alto. Fue considerado un ejemplo de justicia al lado de Noé (un predicador de justicia, 2 Pedro 2:5) y del patriarca Job (uno de los hombres más justos que haya vivido, Job 1:1, 8).

¿Qué otros dones y cualidades hicieron que Daniel fuera un hombre excepcional?
“A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños” (Daniel 1:17).

“Entonces [el ángel] me dijo: Daniel, no temas; porque desde el primer día que dispusiste tu corazón a entender y a humillarte en la presencia de tu Dios, fueron oídas tus palabras; y a causa de tus palabras yo he venido” (Daniel 10:12).

La humildadante el gran Dios es una cualidad fundamental para el éxito espiritual, ya que es indispensable para abrir la puerta al conocimiento de él. Pocos han entendido este principio mejor que el profeta Daniel. Al estar alabando al Dios de los cielos, Daniel mismo dijo que él “da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos” (Daniel 2:21).

Daniel también tenía un conocimiento excepcional en “todas las letras y ciencias” (Daniel 1:17), aptitudes esenciales para poder escribir su libro. Sin lugar a dudas, Daniel escribió el libro que lleva su nombre (Daniel 9:2; 10:2). Al respecto, The New Bible Commentary: Revised (“Nuevo comentario bíblico: Revisado”) dice: “El libro de Daniel fue un producto del exilio y fue escrito por Daniel mismo” (p. 688). En su libro a menudo habla en primera persona.

Pero como se explica en Daniel 1:17, es Dios, no los seres humanos, la verdadera fuente del conocimiento, entendimiento y sabiduría espirituales. Profetas como Daniel se distinguieron sometiéndose voluntariamente como instrumentos humildes en las manos de Dios.
¿Citaron los apóstoles a algunos de los profetas “menores”?

“Como también en Oseas dice...” (Romanos 9:25).

En otro ejemplo, Hechos 2:16-21, el apóstol Pedro cita Joel 2:28-32 porque los acontecimientos en ese día de Pentecostés fueron un cumplimiento directo de una parte de la profecía de Joel. En ese día santo especial (ver Levítico 23:15-21) el Espíritu de Dios fue derramado en forma espectacular, tal como Joel había profetizado. Pedro proclamó que estos acontecimientos eran un cumplimiento dramático de la profecía de Joel.

¿Qué gran señal dada por Jesús estaba basada en lo que le sucedió a uno de estos 12 profetas?

“La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches” (Mateo 12:39-40).

La tercera parte del Nuevo Testamento está compuesta de citas de, y alusiones a, las Escrituras hebreas. Estas dos secciones de la Biblia están estrechamente vinculadas y entrelazadas una con otra. Los apóstoles se valieron constantemente de la Biblia hebrea en sus escritos.

Los profetas posteriores a Samuel
Después de Samuel, en tiempos del reino unido de Judá Israel, surgieron hombres como Natán el profeta, Gad el vidente (1 Crónicas 29:29) Ahías (2 Crónicas 9:29). Luego, bajo la monarquía dividida, hubo muchos profetas. Algunos (Oseas, Isaías, etc.) fueron autores de libros preservados en el canon sagrado. Otros (Natán, Gad, Semaías, lddo, etc.) también escribieron, pero no se conservaron sus escritos.

Algunos de los mayores profetas, como Elías y Eliseo, no escribieron sus discursos proféticos, y por lo tanto a veces se los llama "profetas orales".

En el canon hebreo, las 4 grandes obras históricas de Josué, Jueces, Samuel y Reyes reciben el nombre de Profetas Anteriores, porque se sostenía que sus autores fueron profetas. Aunque de naturaleza mayormente histórica, estos libros muestran el propósito de sus autores de conservar un registro del trato de Dios con Israel como una lección objetiva para su propia generación y las posteriores. Isaías, Jeremías, Ezequiel y "los Doce" – desde Oseas hasta Malaquías - son llamados Profetas Posteriores.

Bajo el reino dividido: los profetas Oseas, Amós y Jonás trabajaron mayormente para Israel, el reino del norte; el resto, especialmente para Judá, el reino del sur, aunque algunos de éstos también incluyeron al reino del norte en sus mensajes.

Dicho sea de paso, cabe aclarar la frase "Profetas Menores" (Oseas hasta Malaquías): se los llama así sólo porque sus libros son comparativamente breves en relación con los de los "Profetas Mayores" (lsaías hasta Daniel). De ningún modo implica que el ministerio de sus autores fuera de corta duración o que sus escritos fueran de menor importancia y/o inspiración.

Los Profetas Menores o Los Doce
Los Profetas Menores o los Doce Profetas (en arameo: תרי עשר, Trei Asar, "Los Doce"), ocasionalmente llamado Libro de los Doce, es el último libro de la Nevi'im, la segunda división principal del Tanaj o Biblia judía. La colección se divide para formar doce libros individuales en el Antiguo Testamento cristiano, uno para cada uno de los profetas. Los términos "profetas menores" y "doce profetas" también puede referirse a los doce autores tradicionales de estas obras.

El término "menor" se refiere a la longitud de cada libro (que van desde un solo capítulo a catorce), e incluso el más largo es corto en comparación con los de los cuatro profetas mayores, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel . No se sabe cuando fueron recopiladas estas obras cortas y trasladadas a un solo rollo, pero la primera evidencia extra-bíblica que tenemos de estos textos como colección fue aproximadamente hacia 190 a. C. en los escritos de Jesus Ben Sirac. La evidencia de los Rollos del Mar Muerto sugiere que el orden moderno fue establecido en 150 a. C., se cree que inicialmente fueron recogidos los seis primeros, y más tarde se agregaron los otros seis. Los dos grupos parecen complementarse entre sí.

Textos bíblicos
Sus obras se estudian frecuentemente juntas, y están siempre ordenadas en las biblias judías, protestantes y católicas como:

Libro de Oseas: Este libro relata una profecía que se divide en dos partes.
Libro de Joel: El libro de Joel se encuentra dividido en dos partes claramente diferenciadas. En la primera, una devastadora plaga de langostas destruye el país, produciendo una celebración penitencial entre las víctimas. La segunda parte trata acerca de los frutos de la penitencia y de la liberación que anuncia una redención futura.
Libro de Amós: Este libro da un mensaje de advertencia hacia las naciones paganas y a los pecadores de Judá e Israel ya que serán juzgados por Yavé (Dios) y castigados pero eventualmente podrían ser perdonados.
Libro de Abdías: El libro de Abdías profetiza la venganza de Yavé contra Edom, que llegará en 312 con su conquista por parte de los árabes.
Libro de Jonás: El libro da cuenta del profeta Jonás y una historia bien conocida en la cual Dios manda a Jonás profetizar o predicar al pueblo de Nínive para persuadirlos de arrepentirse o recibir destrucción.
Libro de Miqueas: Este libro trata sobre el castigo de Dios sobre el reino del norte por pecados como: idolatría, adoración de Baal, sacrificios, rituales de niños, magia y encantamientos.
Libro de Nahúm: Nahúm profetiza la destrucción de Nínive, que simboliza la liberación de todas las esclavitudes.
Libro de Habacuc: Este libro narra los días finales del Imperio Asirio y el principio del dominio de Babilonia a escala mundial bajo Nabopolasar y su hijo Nabucodonosor.
Libro de Sofonías: El libro de Sofonías es una invitación a la penitencia y una afirmación del amor de Dios hacia el pueblo.
Libro de Ageo o Libro de Hageo: Este libro trata principalmente de la reconstrucción del Templo y se divide en cuatro discursos o sermones que se encuentran en orden cronológico.
Libro de Zacarías: Este libro habla principalmente sobre la restauración del Templo y de Jerusalén y de la coronación del Sumo sacerdote Josué.
Libro de Malaquías: Este es el último libro del Antiguo Testamento que reprocha las actitudes de las familias al separarse y el comportamiento de los sacerdotes por el no cumplimiento al culto divino.

Sin embargo, en muchas Biblias Cristianas Ortodoxas están ordenados de acuerdo con la Septuaginta del siguiente modo: Oseas - Amós - Miqueas - Joel - Abdías - Jonás - Nahum - Habacuc - Sofonías - Hageo -Zacarías - Malaquías.

Composición
Muchos, aunque no todos, los eruditos modernos están de acuerdo en que el proceso de edición que produjo el Libro de los Doce alcanzó su forma definitiva en la Jerusalén durante el período aqueménida (538 a. C.-332 a. C.), aunque no hay acuerdo sobre la fecha concreta. Los estudiosos suelen asumir que existe un núcleo original de la tradición profética en cada libro que se puede atribuir a la figura de la cual toma el nombre. La excepción notable es el libro de Jonás, una obra anónima que no contiene oráculos proféticos, probablemente compuesta en el periodo helenístico (332 a. C.-167 a. C.).

En general, cada libro incluye tres tipos de materiales:

Material autobiográfico, escrito en primera persona, algunos de los cuales se remontan al profeta de que se trate;
Materiales biográficos sobre el profeta, escritos en tercera persona, que demuestra que la recopilación y edición de los libros fue completada por personas distintas a los mismos profetas;
Oráculos o discursos de los profetas, por lo general en forma poética, y basados en una amplia variedad de géneros: juicio de la Alianza, oráculos contra las naciones, oráculos del juicio, discursos, canciones, himnos, narrativa, lamentos, leyes, proverbios, gestos simbólicos, oraciones, escritos sapienciales y profecías.

La comparación de diferentes manuscritos antiguos indica que el orden de los libros individuales fue originalmente fluido. La disposición que se encuentra en las Biblias actuales es más o menos cronológica. Primero vienen los profetas datados a:

Principios del Período Asirio: Oseas, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas. Joel no está datado, pero se colocó posiblemente antes de Amós porque partes de un verso del final del libro de Joel (3:16 [4:16 en hebreo]) se repite al comienzo del libro de Amós (1:2) siendo idénticos. También podemos encontrar tanto en Amós (4:9 y 7:1 a 3) como en Joel la descripción de una plaga de langostas.

Después se sitúan los profetas correspondientes al tiempo:

Posterior del Período Asirio: Nahum, Habacuc y Sofonías.

Por último vienen los correspondientes al:

Período Persa: Hageo, Zacarías y Malaquías. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la cronología no es la única consideración, ya que "parece que un enfoque enfático sobre Jerusalén y Judá fue [también] una preocupación principal". Por ejemplo, el libro de Abdías se entiende generalmente como un reflejo de la destrucción de Jerusalén en el año 586 a. C. y, por tanto, debió ser escrito más tarde en una secuencia puramente cronológica.

Conmemoración cristiana
En la Iglesia católica, los doce profetas menores son leídos en el Breviario durante la cuarta y quinta semana del mes de noviembre, que son las dos últimas semanas del año litúrgico. Colectivamente su santidad se conmemora el 31 de julio, en el Calendario de los Santos de la Iglesia Apostólica Armenia.

Nebiismo
El nebiismo fue un movimiento religioso dentro del judaísmo formado por los Nevi'im (en hebreo נְבִיאִים) también llamados «hijos o discípulos de los profetas» (benê hannebî'îm). Se trata de un grupo social especial dentro del pueblo israelita que aparece por primera vez en el libro de Samuel. Su existencia y características han sido objeto de controversia en el estudio bíblico, única fuente disponible para conocer sus características. Conformaban comunidades asimilables a primitivas formas de vida religiosa, o a grupos extáticos al estilo de las culturas de la época, pero se trata de un fenómeno muy particular de la religiosidad yahvista palestina.

Los neb'í fueron en su inicio un movimiento ascético y crítico de la monarquía israelita. En la imagen, Jeremías ante las ruinas de Jerusalén, de Iliá Yefímovich Repin, (1870).
Elías retirado en el desierto, de Washington Allston (1818). El recuerdo de la experiencia del desierto es una constante en la teología israelita, especialmente en la literatura profética.

Las causas que motivaron su nacimiento, de acuerdo con los textos bíblicos, fueron la escasez de revelaciones proféticas, el atractivo de los cul­tos cananeos y la pasividad de los sacerdotes israelitas. Esas causas indujeron a determinados fieles yahvistas, pertenecientes a bajos estratos sociales, casi marginados, a agruparse en torno a un personaje considerado como «padre»,4 con el que se reunían, al menos en ocasiones.

Características
Forman comunidades independientes y ambulantes, como respuesta a un carisma colectivo, sin que ello impida que algunos profetas sean «llamados» personalmente, como Abdías de Silo, Miqueas ben Yimlá y Eliseo.

Todos están hermanados en la pobreza, comparten el propio trabajo y se nutren de productos silvestres y, sobre todo, de la caridad pública como medios de subsistencia. Parece que la mayoría de ellos tenían familia, pero habría algunos célibes. En los relatos se suelen establecer en lugares en el sur del Reino del Norte, quizás guardando una estrecha relación con santuarios locales: Ramá, Betel, Jericó y el Monte Carmelo, en los que actúan como auxiliares del culto. Mostraban un gran entusiasmo religioso mediante danzas, música, incisiones y tatuajes. Estas prácticas han de explicarse por el carácter de su carisma, modelado en los ritos cultuales de la época.

Evolución posterior
Con motivo del cisma durante el sincretismo del reinado de Ajab, algunas comunidades se dividieron en seguidores de Baal, «profetas de Baal», protegidos por la corona pero exterminados por mandato divino y gremios fieles a Yahvé, amenazados a pagar su fidelidad con la persecución y la muerte.

Tras un renacimiento bajo la guía de Eliseo, se produce su declive, llevados por una vida lánguida. Son duramente criticados por perseguir sus propios intereses y no ya los de Dios y merecieron el reproche de los grandes profetas de Israel.

Religiosidad
Los exégetas clasifican este fenómeno como típicamente religioso por su celo, itinerancia y pobreza extrema, la aparición del grupo en momentos críticos para la vivencia de la fe yahvista y el enfrentamiento con los profetas de Baal. También tienen una clara dimensión social, dada su intervención en la caída de la dinastía ómrida y el ascenso de la casa de Jehú.

Las características fundamentales de su religiosidad son:

-El éxtasis de grupo: especialmente esencial en el primer movimiento profético. Su origen podría ser el culto, como indican sus lugares de residencia y, quizás, la influencia de los profetas de Baal. La danza y el canto sagrados son imprescindibles en la liturgia judía desde antiguo y continúa en muchas tradiciones religiosas, desde los derviches hasta los bailes del hassidismo. El éxtasis místico capacita para dar informaciones en nombre de Yahvé, de ahí el nombre neb'i, hombre en el que reside la palabra de Dios.
-Lucha contra la religión cananea: el auténtico motivo de la unión de los grupos proféticos es enfrentarse fanáticamente a las influencias cananeas, aunque también se conjugase la situación política y social. En los tiempos de fuerte opresión política, se suelen radicalizar los sentimientos religiosos que piden una vuelta a la tradición más pura.
-Anuncio y obediencia a la voluntad de Yahvé: en un pueblo como Israel, con una conciencia tan viva de la cercanía de Dios y de su acción directa, se atribuyen a Yahvé las acciones milagrosas de los maestros profetas (como Eliseo) y los consejos extraídos del éxtasis.24 El profeta nunca se atribuye el poder, sino que ora para conseguirlo, es una herramienta, un mediador y un mensajero de Dios.
-Equilibrio entre el desierto y el pueblo: en el ciclo de Elías hay frecuentes referencias a la vuelta al ideal nómada y desértico de Israel, y los profetas se retiran con frecuencia al Monte Horeb o al Carmelo. Eliseo, por su parte, inaugura una nueva época más cercana al pueblo y a los lugares de culto. Participan de las preocupaciones cotidianas de la sociedad y tienen una función de responsabilidad como portavoces de la palabra de Yahvé. Comienza a unirse e influirse la profecía y la historia, prefigurando a los grandes profetas del siglo VIII a. C.
-Independencia frente los bienes: la vida externa del neb'i es también una protesta, por la forma de vestir, la piel peluda y el cinturón de cuero, por la itinerancia y su «escape» de los intereses del mundo: se colocan equidistantes del poder político y del cultual, aunque reconocen al rey, los templos y los sacerdotes como realidades sagradas. Lo que pretendían era que Israel volviera a su propia fe, con radicalidad excluyente. Su conducta y entusiasmo religioso son una afirmación de Dios, de Yahvé como Dios único de Israel. De hecho, en unión con los líderes proféticos, son los protagonistas de la vida religiosa de Israel en la difícil crisis que supuso el tránsito a la monarquía y el cisma de los reinos. Con sus arrebatos de fanatismo, proclaman que éste es el pueblo de Yahvé y que Yahvé está presente en medio de su pueblo. Por su misma natura­leza, son un testimonio elocuente, férvido de yahvismo.

El biblista Gerhard von Rad capta así el alma de las comunidades proféticas:

Quizá no nos equivoquemos si consideramos a esas confraternidades de profetas como los últimos portadores de una fe en Yahvé, pura y sin mezclas, ni tampoco nos equivoquemos, si estimamos en alto grado su importancia en orden a la pervivencia de· la fe en Yahvé, y en especial para el sello característico que tendrá en adelante. En último término, éste es el punto del que partió aquella inaudita radicalización de la fe yahvista y del derecho divino que nos encontramos en los profetas más tardíos.

Declive
Con el rey David, comunidades de profetas se establecieron en Jerusalén, dando lugar a una especie de institución con finalidad profético-cultural. De esa manera, los «hijos de los profetas» se convirtieron allí en un cuerpo de «levitas-profetas».

El nebiismo fue un movimiento fuerte mientras se manifestó en una cultura nacionalista religiosa en auge, pero degeneró al asimilarse el profetismo a los profetas reales o gracias a las influencias de los cultos cananeos, donde eran mucho más frecuentes los éxtasis violentos y exagerados y a las interpretaciones de sueños, normalmente rechazados por la religiosidad judía. A esto se unió la desaparición de los maestros carismáticos del nebiismo, siendo Eliseo el último conocido. Es decir, se convirtieron en herramientas del poder y funcionarios de la corte, contra la que, en principio, se crearon. Olvidaron su mensaje y dejaron de ser portavoces de Yahvé, por lo que fueron merecedores de castigo según los profetas posteriores. No es suficiente, para muchos autores, una «bancarrota económica» para explicarse la ruptura de estos hombres con una sociedad burguesa y campesina.

Casi doscientos años después de nuestro ciclo, Jeremías se revolvió violentamente contra la presunta familiaridad de los nebî'îm con el mensaje divino, frecuentemente explotado para fines propios. La institucionalización del gremio profético relegó a un segundo plano la búsqueda de la voluntad de Dios para ponerse al servicio de la voluntad del poder nacional de la monarquía. Ser profeta es un título profesional, como muestra Amós (Amos 7:14). Aunque estos grupos fueron muy criticados, como «falsos profetas», por los grandes profetas del siglo VIII a. C., fueron la base sobre la que se asentó la independencia social, cultural y política de los que después hablaron a Israel en nombre de Yahvé.

Continua en La Biblia XII: Profetas Anteriores I