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viernes, 26 de febrero de 2021

La Cristología II: La Communicatio Idiomatum

Cristo Salvador del mundo, el Greco (c. 1600).

Communicatio idiomatum
Communicatio idiomatum es una expresión latina que significa comunicación de las propiedades. El término ha sido usado en la teología cristiana como expresión técnica en el ámbito del estudio de la Encarnación. Significa que las propiedades del Verbo pueden ser atribuidas al hombre Jesucristo. El lenguaje de la Escritura y de los Padres de la Iglesia muestra que tal intercambio recíproco de predicados es legítimo. Sin embargo, este principio no es absoluto y en teología se discute aún las posibles «reglas» y aplicaciones.

Uno de los padres de la Iglesia que más profundizó en esta teoría fue Juan Damasceno que afirma: 

El Logos se apropia lo humano y comunicó a la carne lo que le era propio, a modo de una dádiva mutua en virtud de la inhabitación recíproca de las partes y gracias a la unión según la hipóstasis y por él era uno y mismo que obraba tanto lo divino como lo humano en cada una de las dos formas en unión con la otra
De fide orthodoxa III 3

En este sentido, la communicatio idiomatum es no solo una regla lógica para posibles afirmaciones sobre Jesucristo, sino también una fuente de comprensión dentro de la teología cristiana de la realidad misma de él.

Ya san Basilio (año 363-4) había tratado de las propiedades que distinguen lo que es común (la divinidad) de lo que es propio de cada Persona divina, aunque sin aplicar esta base especulativa a la cristología (cf. Refutación de la apología del impío Eunomio II 28) y luego Gregorio de Nisa también en sus escritos contra Eunomio lo usa para decir que:

En virtud de la unión y la conjunción, ambas cosas se hacen comunes a los dos: al Señor los cardenales del siervo que él asumió en sí mismo, y al siervo la glorificación mediante la gloria del Señor Adv. Eunom. I 5

Las controversias cristológicas del tiempo llevaron la aplicación de esta idea a los extremos, sea la separación total en el nestorianismo o la unión de mezcla en el monofisismo.

Tomás de Aquino afrontó el tema desde el aspecto lógico ofreciendo unas reglas de aplicación de este principio. Estas mismas reglas fueron perfeccionadas por Denis Pétau y que llama cautiones.

El Communicatio Idiomatum
El Communicatio Idiomatum o la comunicación de las propiedades encuentra su fuente en la encarnación donde la Palabra Divina se hace carne en la persona de Cristo: «1 En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 14 Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:1, 14).

Esto significa que en la sola persona de Jesús hay dos naturalezas diferentes pero definidas: La divina y la humana. A esto, lo llamamos la Unión Hipostática. Sin embargo, podemos ver en la Biblia que los atributos de ambas naturalezas son atribuidos a la sola persona de Cristo. Por lo tanto, el Communicatio Idiomatum significa, «que las propiedades tanto de las naturalezas, divina y humana, son ahora las propiedades de la persona y son por lo tanto, atribuidas a la persona».[1. Berkhof, L., «Teología Sistemática» («Systematic Theology»), WM. B. Eerdmans Publishing Co.; Grand Rapids, Michigan, 1988, pág. 324.]

¿Qué Significa Esto y Afecta el Communicatio Idiomatum?
Una vez más, esto significa que la sola persona de Jesús puede mostrar atributos de la divinidad, tales como omnipresencia, presciencia, etc., y al mismo tiempo mostrar los atributos de la humanidad, como el crecer, el comer, el dormir, el cansarse, etc. Sin embargo, el Communicatio Idiomatum no significa que cualquier cosa particular a la naturaleza divina fuera comunicada a la naturaleza humana. De igual forma, éste no significa que cualquier cosa particular a la naturaleza humana fuera comunicada a la naturaleza divina.

Para establecer esto de forma más clara vamos a mirar algunos versículos que ilustran este principio.

Juan 17:5 «Y ahora, glorifícame tú, Padre, junto a ti, con la gloria que tenía contigo antes que el mundo existiera».

Note que en el anterior versículo, Jesús, la persona en términos humanos, está reclamando de la gloria que tuvo con el Padre antes, «… que el mundo existiera». Ahora bien, ¿cómo puede Jesús, el hombre, reclamar Su gloria ya que Él como hombre no existió como tal hasta que nació, en la tierra? La respuesta es que Jesús, la persona, tiene dos naturalezas: la divina y la humana y los atributos de la naturaleza divina fueron atribuidos a la sola persona de Jesús. Permítame repetirlo: Juan 17:5 demuestra que los atributos de la naturaleza divina en Su existencia antes de que el mundo fuese, fue atribuida a la sola persona de Jesús. Por lo tanto, Jesús podría reclamar de la gloria de la divina naturaleza con la cual Él existía antes de que el mundo fuese ya que los atributos de la divina naturaleza, repito, son atribuidos a la sola persona de Jesús.

Otro Versículo que Demuestra Esta Cualidad: Juan 3:13
«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre que está en el cielo».
Aquí, Jesús, el Hijo del Hombre, afirma haber descendido del cielo. ¿Cómo puede ser esto? A menos, que la persona de Jesús hay sido de alguna forma preexistente. Pero en la Biblia, no existe ninguna enseñanza que afirme que las personas existían antes de ser engendrados como humanos. Nuestra formación y principio es en el vientre de la mujer. Sin embargo, algunos dirán que Jesús en el anterior versículo, está declarando que Él tuvo una existencia previa. Pero aquí, está refiriéndose a Su naturaleza divina, afirmando que sólo Dios, «descendió del cielo». Repasemos nuevamente lo que dice Juan: «En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Él estaba en el principio con Dios. 14 Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:1-2, 14).

¿Qué Significa Esto?
Significa que el Verbo, el cual «era Dios» y «estaba en el principio con Dios», «se hizo carne». Entonces nosotros, basados en la misma Escritura, decimos que en la encarnación, esto es, al momento en que Dios es hecho carne en la persona de Cristo Jesús, empieza a morar Su naturaleza humana, y obviamente Su naturaleza divina continúa en Él. Por eso afirmamos que Jesús, es tanto Dios como hombre, divino y humano y las cualidades tanto de lo divino y lo humano están descritas/atribuidas a la sola persona de Jesús. Esto es simple, pero a la vez, bastante profundo.

Otro Versículos que Ilustran Este Punto de Vista con sus Respectivos Comentarios «¿Pues qué si vierais al Hijo del Hombre ascender adonde antes estaba?» (Juan 6:62).

Comentario: ¿Dónde se encontraba Dios de «primero»? Lógicamente que en el cielo. Jesús afirmaba y con derecho Su real y divina procedencia. Además, este ascender, «adonde estaba primero» afirmaría, poco después de Su resurrección, la legitimidad de Sus reclamos como Dios (Leer también, Hechos 1:9-11).

«Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él compró con su propia sangre» (Hechos 20:28).

Comentario: Este versículo dice que el Señor compró la iglesia con Su propia sangre. El título «Señor» se refiere en el contexto bíblico a Dios mismo («Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios— el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso» [Apocalipsis 1:8]). Aquí entonces vemos los atributos de la humanidad puestos en Dios a través de la obra expiatoria de Cristo. Sabemos que Dios, no tiene sangre. Pero debido a que Jesús es Dios hecho carne, como hombre Él sí tenía sangre y podía, como Señor, ganar Su iglesia por Sí mismo a través de Su sangre. (Nota del Traductor: Existen otras versiones con un mejor texto y más lógica de este versículo 28 en Hechos 20, que aunque antiguos son textos importantes: «Entonces cuídense a sí mismos y cuiden al pueblo de Dios. Alimenten y pastoreen al rebaño de Dios —su iglesia, comprada con su propia sangre— sobre quien el Espíritu Santo los ha designado ancianos» (Nueva Traducción Viviente – NTV).

Como puede ver, el Communicatio Idiomatum se enseña en la Escritura. Pero éste, no es simplemente una curiosidad teológica; éste tiene una parte vital e importante en la naturaleza de la expiación.

La Expiación y el Communicatio Idiomatum
Cuando pecamos ofendemos a un Dios infinitamente santo debido a que quebrantamos Su Ley. ¿Cómo podremos nosotros, seres finitos y profanos, ser capaces de apaciguar a un Dios infinitamente santo? No podemos. Por lo tanto, el único que queda para apaciguar a Dios; el único que puede ofrecer un sacrificio suficiente para complacer a un Dios infinitamente santo, es Dios mismo. Por lo tanto, la Palabra, Dios mismo se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:1, 14). Por eso afirmamos que en Jesús hay dos naturalezas: la divina y la humana.

Mirando Hacia la Cruz
En el sacrificio de Jesús tenemos al mismo Señor muriendo. Pero, ¿murió también con Cristo Su naturaleza divina? No. Y es que Dios no puede morir. ¿Por qué como muere un ser que es Espíritu? Pero si el «lado» divino de Jesús no murió, ¿cómo entonces el sacrificio de Cristo es de un valor infinito? La respuesta se encuentra en el Communicatio Idiomatum, ya que en esta enseñanza (y con base en lo que hemos visto en las Escrituras anteriores), la calidad y los atributos de la naturaleza divina fueron atribuidos a la persona de Cristo. Así que aunque el lado divino de Cristo no murió, la persona de Cristo (Su parte humana) sí. Por lo tanto, la muerte de Cristo fue de un invaluable valor, tanto, como para ser capaz de salvarnos de nuestros pecados. Cristo fue capaz entonces de reclamar los atributos divinos para Sí.

Los Cultos NO Cristianos y el Sacrificio de Jesús en la Cruz
Pero en los cultos no cristianos, aquellos que niegan que Jesús sea Dios en carne, ellos no cuentan con un sacrificio en la cruz de valor incalculable. Su fe y confianza está en un supuesto sacrificio de una cosa creada, un «jesús» que en su naturaleza no es divino. El falso cristo de ellos, el cual no es Dios hecho carne, y de acuerdo a Juan 1:1, 14; no puede ofrecer a Dios mismo, un sacrificio de valor incalculable, el cual, y como hemos visto, sí es suficiente en Dios hecho carne, para limpiarnos de todos nuestros pecados. Por lo tanto, todos los seguidores de estos cultos, se encuentran todavía sumergidos en sus pecados. Esta es la razón por la cual se registran las palabras de Jesús en los siguientes pasajes.

Juan 8:24; Éxodo 3:14 «Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados» (Juan 8:24).
«Y dijo Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me ha enviado a vosotros» (Éxodo 3:14).

Antes de Abraham, Jesús es «Yo Soy» «Y vosotros no le habéis conocido, pero yo le conozco; y si digo que no le conozco seré un mentiroso como vosotros; pero sí le conozco y guardo su palabra. 56 Vuestro padre Abraham se regocijó esperando ver mi día; y lo vio y se alegró. 57 Por esto los judíos le dijeron: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? 58 Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, yo soy. 59 Entonces tomaron piedras para tirárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo» (Juan 8:55-59).

¿Por qué los Judíos Querrían Matar a Jesús?
«Los judíos le contestaron: No te apedreamos por ninguna obra buena, sino por blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios» (Juan 10:33. Énfasis añadido).

Los cultos no cristianos niegan que Jesús es Dios; de la misma manera como lo hicieron los judíos y de esta forma, las palabras de Jesús   n se hacen aún más importantes: «Por eso os dije q. e moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados» (Juan 8:24).

COMMUNICATIO IDIOMATUM 
VocTEO
Literalmente significa «intercambio de las propiedades» (divinas y humanas en Jesucristo).

Se trata de una expresión latina,  aunque el segundo término es de origen griego: idiómata en griego son las «propiedades» que pueden y deben atribuirse a un ser como elementos constitutivos o como exigencias y consecuencias necesarias de su realidad natural (por ejemplo, del ser humano son propias la espiritualidad, la racionalidad, así como la pasibilidad, la mortalidad, la sonrisa, etc.).

En el Nuevo Testamento no se encuentra esta expresión, pero su contenido está presente de varias maneras: se dice de Jesús que nació en el tiempo, que sufrió y murió, pero también que es el Logos/Hijo eterno de Dios, que es inmortal, que es la vida eterna (cf. Jn 1,1-14. Rom 9,5; Flp 2,6-11, etc.).

En la época patrística el problema se agudizó debido a los diversos errores relativos a la dimensión divina y a la dimensión humana de Jesús. Ya en las cartas del mártir Ignacio de Antioquía (ss. 1-11) se capta la viva preocupación por atribuir al mismo Jesucristo situaciones de existencia y acciones propias del ser divino y pasiones propias del ser humano. Desde los ss. II y III los Padres empezaron a dar indicaciones teológicas para una recta comprensión y un uso adecuado del "intercambio» de las propiedades humanas y divinas en Cristo (en Oriente se distinguieron especialmente Apolinar de Laodicea, Gregorio de Nisa y Cirilo de Alejandría: en Occidente, Agustín, León Magno). En la primera parte del s. y la controversia que surgió en torno a la propuesta de Nestorio, patriarca de Constantinopla, de negar validez a la atribución del título Theotókos (madre de Dios) a María, madre de Jesús, dio origen a un estudio teórico más profundo de este tema.

Nestorio afirmaba que las propiedades divinas del Logos/Hijo no pueden atribuirse al hombre Jesús ni las humanas al Logos/Hijo; por eso no puede decirse que el Verbo nació, fue engendrado, murió, ni que Jesús es inmortal.

 Se puede admitir un "intercambio» de  propiedades sólo si se refieren a la persona de Cristo, sujeto psicológico que surgió de la íntima unión (fusión) espiritual del Verbo eterno con el hombre Jesús de Nazaret (cf., por ejemplo, M. Mercator, Secunda Nestorii Epistula ad 5. Cyrillum: PL 48, 820-822). Partiendo de esta posición, pensaba que María no debía venerarse ni invocarse como Theotókos, sino como Christotókos (madre de Cristo). En su intervención contra Nestorio, san Cirilo de Alejandría se opuso decididamente a esta tesis, indicando la unión hipostática como base de la atribución de las propiedades humanas al Verbo y de las divinas al hombre Jesucristo (cf. M. Simonetti, Cirilo de Alejandría, en DPAC, 1, 422-424).

Puede decirse en general que la  orientación
nestoriana tendía a negar la «communicatio idiomatum», mientras que la corriente teológica contraria, la monofisita, tendía a enseñar la identidad y confusión de las propiedades. Los concilios de Éfeso (431), de Calcedonia (451), de Constantinopla II (553) y III (681), aunque no teorizan la doctrina de la «communicatio», la enseñan claramente en su lenguaje, subrayando en particular que el Logos-Hijo comparte las experiencias humanas gracias a la unión de la naturaleza divina con la humana, «según la hipóstasis» persona. San Juan Damasceno, el último eslabón de la cadena de los grandes Padres griegos, ve el fundamento de la «communicatio idiomatum» en la «perijóresis», es decir, en la inmanencia y en la íntima comunión de las dos naturalezas en Cristo Verbo encarnado (cf. De fide orth., 3, 3s: PG 94, 993-1000).

Tanto la primera Escolástica como la del siglo de oro reflexionaron sobre este tema cristológico. La primera fundamentó el intercambio en la doctrina del
"assumptus homo» (con algunos acentos nestorianos) y en la de la subsistencia de la naturaleza humana en la persona divina (con algunos acentos nestorianos). La segunda, especialmente con santo Tomás, elaboró claramente las reglas que han de regular el  intercambio, basándolas en la doctrina de la unión hipostática.

También la Reforma se interesó por  el problema.
Lutero le dio un significado real, mientras que
Zuinglio le dio sólo un significado verbal; Calvino
le dio uno real, pero sin basarlo en la unión hipostática, sino en el oficio de mediador de Cristo.

La teología católica neoescolástica, que concedió la mayor importancia a la doctrina de la unión hipostática y a sus consecuencias en Cristo, recordó siempre en sus manuales las reglas que deben ser normativas para la «communicatio idiomatum»
brindándonos abundantes ejemplos de las mismas.

Teología de la "communicatio idiomatum».- La «communicatio idiomatum», que se fue precisando a lo largo del camino histórico de la cristología, debe considerarse como un concepto fundamental de la reflexión teológica sobre Jesucristo. Tiene sus raíces y su justificación en la unión del Verbo/Hijo de Dios con la realidad humana-histórica Jesús de Nazaret según la hipóstasis/persona (unión hipostática).

Puesto que la persona divina del Verbo/Hijo es el sujeto que en definitiva «lleva» tanto la naturaleza divina como la humana, unidas íntimamente en él, pero sin mezclarse ni confundirse, al Logos/Hijo le pertenecen (ontológicamente) y por tanto pueden y deben atribuírsele (lógicamente) tanto las propiedades de la naturaleza humana como las de la naturaleza divina; por tanto, puede darse un intercambio entre las dos esferas de existencia de Cristo gracias a la identidad del sujeto de ambas. Sin embargo, la aplicación concreta  de la doctrina no resulta fácil y no siempre se ha hecho correctamente.

Por eso, la teología ha elaborado algunas reglas que pueden expresarse substancialmente en los puntos siguientes:

1) las propiedades pueden predicarse  de un solo y mismo sujeto; 2) el sujeto es la raíz y el soporte de la comunión de las propiedades, no las naturalezas; por eso los atributos no se pueden intercambiar entre las naturalezas: 3) el intercambio es correcto cuando se establece entre lo concreto y lo concreto, y no entre lo abstracto y lo abstracto, o lo abstracto y lo concreto; 4) las afirmaciones relativas al "devenir» de la unión hipostática no pueden referirse al hombre Jesucristo, sino que se refieren al sujeto divino, el Logos/Hijo (encontramos el primer ejemplo en Jn 1,14).

De todo lo dicho se desprende la importancia de este tema cristológico, de apariencia más bien formal y abstracta. Supone y mantiene una recta comprensión del misterio de Jesucristo que, como enseña el concilio de Éfeso, es insondable para la mente humana.

Pero influye también en la comprensión de la función salvífica de Cristo, del misterio mismo de Dios, de María (lo demuestra el caso de Nestorio) y de la Iglesia.

Por lo que se refiere al misterio de  Dios en particular, hoy se escribe y  se oye hablar mucho de la "muerte de Dios", de la "pasión de Dios", del "abandono del Hijo de Dios" por parte del Padre, etc. Se trata de expresiones que ya no suscitan el escándalo o los interrogantes que surgieron en los cristianos de los primeros siglos. Pero sólo una comprensión de las mismas a la luz de las indicaciones que hemos ofrecido sobre la "communicatio idiomatum" puede hacer teológicamente aceptable su uso.
G. Iammarrone Bibl.: A. Auer, Dios uno y trino, Herder,  Barcelona 1989 394-403; i, Smulders, La gran controversia cristológica, en MS, 111, 477-495.

COMMUNICATIO IDIOMATUM
La Comunicación de Atributos
(Apuntes del tema: Cristología Reformada, Jesucristo Dios y Hombre) por Rev. Carlos Mena

A modo de apuntes, comparto con ustedes brevemente este gran tema que ha causado gran debate entre calvinistas y luteranos. Para un estudio más profundo remito al lector a leer las dos obras de Dr. Heber Carlos de Campo, las que tratan de forma clara y profunda estos y otros temas cristológicos.

Veamos primeramente lo que no es la Comunicación de Atributos:

1. Comunicación de atributos no significa que la propiedad de una naturaleza pasa a ser parte esencial de otra naturaleza. La mortalidad de un hombre no puede ser atribuida a Dios, ni la eternidad de Dios puede ser atributo de un hombre.

2. Comunicación de atributos no significa que hay una transmutación de las naturalezas. Más bien, cada una de ellas retine las cualidades que le son naturales.

La Controversia Sobre La Comunión De Atributos ha sido extensa en la historia de la teología. En síntesis se resume a lo siguiente:

1 Estos dos textos están escritos en portugués: A Uniao das Naturazas do Redentor y A Pessoa de Cristo as Duas Naturazas do Redentor. Ambas obras de la Editorial Cultura Cristo, 2004.

1. Controversia entre los propios Luteranos:

• Brenz,Chemnitz, Fárrago, defendían las ideas de Lutero. Teoría de la Ubicuidad.

• Felipe Melanchton. Los philipistas, se oponían a la teoría de la ubicuidad.

2. Controversia entre Luteranos y Calvinistas:

• Juan Calvino creía que la naturaleza humana del Redentor no podía estar en todas parte al mismo tiempo, y de modo especial en la Santa Cena. Pensaba que el cuerpo de Cristo, “siendo finito y contenido en el cielo, como en un lugar, debe ser necesariamente separado de nosotros por una gran distancia, como el cielo lo está de la tierra”.

• Los postulados luteranos afirmaban la presencia real del cuerpo de Cristo ubicuamente, es decir, en todas partes, de acuerdo a su naturaleza divina.

CONCEPCIÓN CALVINISTA DE COMMUNICATIO IDIOMATUM

A. Significado del Communicatio Idiomatum

La comunicación de atributos dice respecto únicamente a la Persona de Jesús Cristo, y no a una interpenetración de naturalezas en Cristo. La persona de Jesús Cristo posee todos los atributos de la divinidad, así como todos los atributos de la humanidad, más cada una de las naturalezas permanece distinta. La naturaleza humana de Cristo siempre permanece humana, y la divina siempre permanece divina. Las cualidades del cuerpo y el alma son y permanecen en la naturaleza humana, así como las cualidades de la omnipresencia, omnisciencia, omnipotencia son propios y permanecen en la naturaleza divina. Hay comunicación de atributos en lo que respecta a la persona del Mediador. Sea que la persona haga de acuerdo a la naturaleza divina, o haga de acuerdo a la naturaleza humana, pero nunca lo humano hará lo divino, ni lo divino lo que es de lo humano.

B. Confesiones Reformadas sobre la Comunión de Atributos

1. Segunda Confesión Helvetica 1566
2. Confesion de Fe de Westminster 1647
Confesión de Fe de Westminster (Capítulo XIII, 7)
Cristo en la obra de mediación, actúa conforme a ambas naturalezas, haciendo por medio de cada naturaleza lo que es propio de ella; aunque por razón de la unidad de la persona, lo que es propio de una naturaleza, algunas veces se atribuye en la Escritura a la persona dominada por la otra naturaleza. (Pedro 3:18; Hebreos 9:14. Hechos 20:28; Juan 3:13; 1 Juan 3:16)
Segunda Confesión Helvética (Capítulo XI)
Tampoco enseñamos que la divina naturaleza en Cristo haya sufrido o que Cristo en su naturaleza humana exista todavía en este mundo o se encuentre en todas partes.
Ni creemos ni enseñamos que el verdadero cuerpo de Cristo, luego de la glorificación, haya sucumbido o haya sido divinizado, y esto de manera que haya renunciado a las cualidades de cuerpo y alma retornando así a su naturaleza divina, o sea, que desde entonces tenga solamente una naturaleza. (Capítulo XI)

C. Fundamento bíblico para la Communicatio Idiomatum

1. Pasajes donde el predicado pertenece a la persona completa:
Hebreos 1:2-4: “en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo. El es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, siendo mucho mejor que los ángeles, por cuanto ha heredado un nombre más excelente que ellos.”
2. Pasajes donde el predicado pertenece solamente a la naturaleza Divina, pero en los cuales la persona es el sujeto
Juan 8:58: “Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, yo soy.”
Juan 17:5: “Y ahora, glorifícame tú, Padre, junto a ti, con la gloria que tenía contigo antes que el mundo existiera.”
Colosenses 1:15-17: “El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en El fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de El y para El. Y El es antes de todas las cosas, y en El todas las cosas permanecen.”
El énfasis de estos pasajes, está en la persona del Redentor, no sobre la naturaleza divina o la naturaleza humana. Por lo tanto, lo que pertenece a una naturaleza,
divina o humana, debe ser atribuido a la Persona del Redentor.
3. Pasajes donde el predicado pertenece solamente a la naturaleza humana, pero en las cuales la persona es el sujeto

Juan 19:28: “Después de esto, sabiendo Jesús que todo se había ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed.”
Mateo 26:37,38: “Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo: Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.”
Juan 11:35: “Jesús lloró”

Todo lo que pertenece únicamente a la naturaleza humana, es atribuido a la persona del Redentor, al Mediador.

COMMUNICATIO OPOTELESMATUM
Tiene que ver con la obra redentora de Cristo, y particularmente el resultado final de ella, la apotelesma, donde encontramos un carácter divino-humano. Por tanto, significa:

1. Que la causa eficiente de la obra redentora de Cristo es ese sujeto personal uno e indivisible en Cristo.

2. Que ésta se produce mediante la cooperación de las dos naturalezas.

3. Que cada una de estas naturalezas obra con su propia y especial “enérgeia”

4. Que a pesar de todo esto, el resultado forma una unidad indivisible porque es la obra de una sola persona, Jesús Cristo.

CONCEPCIÓN LUTERANA COMMUNICATIO IDIOMATUM

A. Genus Idiomaticum
Este género enseña que las cualidades o atributos de ambas naturalezas se dan en la persona del Mediador, de forma que Dios-hombre, como una persona puede decirse que el sufre y muere, pero también que sustenta y gobierna toda la creación. Las cualidades de cada naturaleza pertenecen a la persona de Cristo, más cada naturaleza retiene su propio atributo.

B. Genus Apotelesmaticum
Tiene que ver con el desempeño de las funciones mesiánicas. Cada naturaleza desempaña lo que le es peculiar o propio, y a la vez con la participación de la otra.

C. Genus Majestaticum
Este punto enseña que en razón de la unión personal, la humanidad de Cristo no es solamente omnipotente y omnisciente, más también omnipresente, y que la naturaleza human de Cristo recibe estos y otros atributos desde el primer momento de la encarnación del Logos (Brenz) Se trata de la comunicación de propiedades de una naturaleza a la otra. Los poderes divinos como el conocimiento divino y la omnipresencia divina, son atributos comunicados por la naturaleza divina a la naturaleza humana.

RESUMEN DE LA DOCTRINA COMMUNICATIO IDIOMATUM

A. En El Pensamiento Luterano
Hay tres estados que desenvuelven la doctrina luterana:

1. Comunicación de todos los atributos en la Communicatio Idiomatum de ambos lados, unida a la Persona.

2. Comunicación de la naturaleza divina a la naturaleza humana solamente.

3. Comunicación solamente de tres atributos de la naturaleza divina a la humana: Omnipotencia, Omniciencia, Omnipresencia.

B. En el Pensamiento Reformado
En el pensamiento reformado, el énfasis es una comunicación de atributos de ambas naturalezas en la Persona del Mediador. Por tanto, la naturaleza divina está inseparablemente e indivisiblemente unida a la Persona del Mediador, quien existe y se manifiesta en los límites de la humanidad.

C. Punto clave de diferencia entre luteranos y calvinistas:

1. Luteranos. Ven la comunicación real de atributos de una naturaleza a otra.

2. Calvinistas. Ven la comunicación de los atributos de ambas naturalezas para la Persona del Redentor.

Extra calvinístico
El extra calvinisticum es la doctrina según la cual la presencia del Hijo eterno no se limita a su naturaleza humana asumida, sino que mantiene su existencia también más allá de ella ( etiam extra carnem) perpetuamente, desde el momento de su encarnación. El término extra calvinisticum fue utilizado inicialmente por los luteranos para referirse al uso de este concepto en la teología reformada . Sin embargo, el concepto se encuentra en los escritos de una amplia gama de teólogos anteriores a la Reforma, incluidos los Padres de la Iglesia.

Historia del término
El término extra Calvinisticum (en latín, "el calvinista más allá/afuera") es un término teológico técnico dado por los teólogos escolásticos luteranos alrededor de 1620. La doctrina lleva el nombre y está asociada con Juan Calvino, pero se encuentra comúnmente en los Padres de la Iglesia y es prominente en la cristología de Agustín. E. David Willis demuestra la existencia de esta doctrina en los escritos de Agustín de Hipona, Pedro Lombardo, Juan de Damasco, Gregorio de Nacianzo, Tomás de Aquino, Duns Escoto, Gabriel Biel y Jacques LeFevre d'Estaples. Andrew M. McGinnis promueve la investigación y demuestra evidencia de la doctrina en los escritos de Cirilo de Alejandría.

Panorama general de la doctrina
La Definición de Calcedonia (451 d.C.) afirma lo siguiente acerca de la unión hipostática de las dos naturalezas de Cristo: Un solo y mismo Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, que debe ser reconocido en dos naturalezas, inconfundiblemente, inmutablemente, indivisiblemente, inseparablemente; la distinción de naturalezas no siendo eliminada de ninguna manera por la unión, sino más bien siendo conservada la propiedad de cada naturaleza, y concurriendo en una Persona y una Subsistencia, no partida o dividida en dos personas, sino un solo y mismo Hijo, y Unigénito, Dios el Verbo, el Señor Jesucristo.

Algunas tensiones que se encuentran dentro de la lógica de la definición se intensificarían hasta convertirse en controversias durante la Reforma Protestante , cuando los teólogos luteranos y reformados expusieron doctrinas opuestas sobre la persona de Cristo. La controversia se refería principalmente a la naturaleza humana de Cristo. Por ejemplo, ¿cómo se relaciona esta unión inconfundible, inmutable, indivisible e inseparable con la omnipresencia de Cristo? La comprensión reformada de la relación entre las dos naturalezas de Cristo y su omnipresencia es lo que suele llamarse el extra Calvinisticum. El extra Calvinisticum enseña que el Hijo eterno mantiene su existencia etiam extra carnem (también más allá de la carne) durante su ministerio terrenal y perpetuamente.

Esta distinción teológica contrasta con la cristología luterana escolástica. En la teología de Martín Lutero , Jesucristo es omnipresente no sólo en su naturaleza divina sino también en su naturaleza humana, debido a la comunicación de propiedades ( communicatio idiomatum ) entre esas dos naturalezas. Los reformados, en contraste con los luteranos, argumentaron que "la Palabra está completamente unida a la naturaleza humana, pero nunca totalmente contenida en ella, y, por lo tanto, incluso en la encarnación debe concebirse como más allá o fuera de (extra) la naturaleza humana".

James R. Gordon hace una distinción entre dos versiones de la doctrina —la débil y la fuerte— en la tradición. La versión débil simplemente mantiene “que (1) el Hijo no puede ser reducido al cuerpo físico de Cristo y (2) hay alguna forma de presencia ejercida por el Hijo más allá de la vida encarnada del Hijo en Cristo”; y permanece agnóstica sobre el qué y el cómo de la vida del Hijo extra carnem , y no hace inferencias del hecho de la presencia del Hijo más allá del cuerpo físico de Cristo a ramificaciones teológicas adicionales de tal presencia. La versión fuerte de la doctrina hace afirmaciones teológicas adicionales con respecto a los detalles del qué y el cómo de la presencia del Hijo más allá de la carne al hacer las “afirmaciones de que (1) el Hijo no se revela exhaustivamente en la persona de Cristo, (2) el Hijo simpliciter no participa en la gama completa de experiencias humanas de la persona de Cristo, y (3) la encarnación es contingente a la vida del Hijo”.

Divinidad de Cristo, el ‘extra calvinisticum’
Las respuestas de Calvino vienen proyectadas por la continua apelación al misterio de la encarnación, piedra de tropiezo del judío.

El autor del ensayo breve del que copié algo el encuentro anterior, presenta una posición de Calvino que, más que contra el judío que había escrito las objeciones al cristianismo, (al que ni conoce, ni le interesa como tal), la lanza contra sus adversarios de la Reforma radical. Aquí sólo la menciono, pues ocurre otras veces en el pensamiento del reformador. Antonio Rivera explica que “esta sección de la Reforma radical rechazaba dos doctrinas firmemente asentados en el pensamiento de Calvino: la relativa a la unidad de las dos Alianzas y del pueblo elegido antes y después de Cristo; y la que aseveraba la relación entre circuncisión y bautismo. Los radicales consideraban igualmente insostenible la vinculación que establecían los reformadores magisteriales -y principalmente el reformador de Ginebra- entre Ley y Evangelio (gracia), justicia y amor (libertad del cristiano), Estado e Iglesia”.

(Advierte el autor, sin embargo, de que un sector de esa Reforma radical sí propone la vinculación de los dos pactos, pero con fines anti-institucionales. Se trata del imperio directo y universal de Cristo en el milenio, con la restauración de las leyes levíticas. De esto, también, sólo lo apunto.)

Y ya nos vamos a lo que pone el título de este encuentro. El autor explica que las respuestas de Calvino vienen proyectadas por la continua apelación al misterio de la encarnación, piedra de tropiezo del judío: “el Hijo de Dios no puede ser al mismo tiempo Hijo del Hombre”. “Es lógico que Calvino [nos dice el autor] tuviera especial interés en responder esta cuestión, pues si algo caracteriza la cristología del reformador, es la extraordinaria acentuación de la naturaleza divina de Cristo. Esto es precisamente lo que se conoce como extra calvinisticum”.

Incluso, nos advierte, podría parecer que, en Calvino, el Cristo del Evangelio se asemeja demasiado al Dios del Antiguo Testamento. Es evidente que en el reformador se acentúa la realidad de las dos naturalezas de Cristo, pero con un énfasis especial en la divinidad, con ello “pretende evitar que la encarnación suponga una disminución de la divinidad, y, por tanto, quiere salvaguardar la divinidad de Cristo de toda contaminación por parte de su humanidad”. [No está de más recordar que este trabajo se editó por la entidad que promociona la obra de Servet.]

Para apoyo de esta afirmación, el autor pone nota al pie con el texto de la Institución: “Respecto a la afirmación que 'el Verbo fue hecho carne' (Jn. 1:14) no hay que entenderla como si se hubiera convertido en carne, o mezclado confusamente con ella; sino que en el seno de María ha tomado su cuerpo humano como templo en el que habitar; de modo que el que era Hijo de Dios se hizo también hijo del hombre, no por confusión de sustancia, sino por unidad de la Persona. Porque nosotros afirmamos que de tal manera se ha unido la divinidad con la humanidad que ha asumido, que cada una de estas dos naturalezas retiene íntegramente su propiedad, y sin embargo ambas constituyen a Cristo”.

Por eso rechazó desde el principio el concepto de ubicuidad de los luteranos, que usan para justificar su doctrina de la santa Cena. Para Calvino el que sí tiene ubicuidad es el Espíritu Santo, y por él se une el creyente con Cristo en la Cena, sin su mediación no hay modo de salvar la distancia con el resucitado en los cielos. Afirma el autor: “Calvino, si bien admite la ubicuidad de la naturaleza divina, rechaza categóricamente la ubicuidad del cuerpo de Cristo por las mismas razones que rechaza toda tentativa de deificación del hombre, incluso en la persona de Cristo [anoten, anoten, esto es protestantismo.]. La divinidad del Hijo no está ligada a su humanidad, aunque resida en esta humanidad. Cristo, ciertamente, se ha rebajado hasta nosotros tomando la naturaleza humana, pero sin desprenderse de su majestad y gloria eterna”.

Sigue nuestro autor: “Calvino afirma que no se trata de que Dios se haya hecho semejante a su criatura, sino que, revistiéndose de carne humana, se ha hecho hombre sin cambiar su naturaleza eterna e inmutable. Ciertamente es hombre mortal, pero como su cuerpo se convierte en 'templo de la divinidad', dentro del cual habita la gloria perfecta del Creador, entonces el poder vivificante de su Espíritu se expande al mismo tiempo a su naturaleza humana. Esto significa que el cristiano tiene fe en el Mesías no porque sea un hombre mortal, 'Hijo del Hombre', sino porque su cuerpo es templo de la divinidad en el que habita la gloria perfecta de Dios, y por ello es ante todo 'Hijo de Dios'”.

Y llegamos a otro aspecto que el autor propone como señal distintiva de la enseñanza de Calvino, pero también como otro componente problemático: redención y predestinación.

“La otra peculiaridad de la cristología de Calvino tiene que ver con la cuestión de cómo consigue conciliar la doctrina de la redención con la predestinación, el relato sobre el Hijo, Cristo, con el del Padre, Dios. (…) Más allá de que, como señalan algunos especialistas, se haya exagerado la importancia de la predestinación en Calvino, lo cierto es que al final de su vida, y sólo al final, el decreto eterno de elección aparece conectado con su cristología como reacción a una disputa que mantuvo en 1555 con Lelio Socino. Este último había preguntado al reformador de Ginebra cómo puede ser que el decreto eterno de elección, mediante el cual Dios ha decidido salvar a los hombres por un acto de su voluntad libre y soberana (predestinación), sea determinado por los méritos de Cristo, esto es, por la obediencia y sacrificio del Hijo de Dios. Y es que, si la voluntad divina es libre y soberana, entonces no tiene necesidad de ninguna intervención exterior, como los méritos de Cristo, para hacer realidad sus decisiones.

En la edición de 1559/60 de la Institución, o sea, en la última, responde a esta dificultad subordinando la teoría de la redención (el mérito de Jesucristo) a la predestinación ('a la misericordia de Dios'), de forma que los méritos del Hijo provienen de la sola gracia de Dios”.

Aquí dejo este asunto, para continuar, d. v., la semana próxima. Merece que se rumie. Les pongo, para terminar, la nota al pie que el autor inserta de la Institución donde Calvino explica este pormenor: “Admito de buen grado que, si alguno quiere oponer simplemente y en sí mismo Jesucristo al juicio de Dios, no habría lugar a mérito alguno, pues no es posible hallar en el hombre dignidad capaz de obligar a Dios. Más bien, como dice San Agustín, Jesucristo, en cuanto hombre, es un resplandor de la predestinación y gracia de Dios, pues la naturaleza humana que asume Jesucristo no puede conseguir ser lo que es (…) Al tratar del mérito de Jesucristo no ponemos el principio de su mérito en Él, sino que nos remontamos al decreto de Dios, que es su causa primera, en cuanto que por puro beneplácito y graciosa voluntad lo ha constituido Mediador para que nos alcanzase la salvación”.

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