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Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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jueves, 21 de junio de 2018

Los Concilios Regionales IV

Fresco de Giotto que representa la presentación de Francisco de Asís y los primeros franciscanos ante el papa Inocencio III.

Letrán I
El Primer Concilio Lateranense se celebró en Roma, con la Basílica de San Juan de Letrán como sede, y desarrolló sus sesiones entre el 18 de marzo de 1123 y el 11 de abril del mismo año. Está considerado por la Iglesia católica como el IX Concilio Ecuménico y el primero de los celebrados en Occidente. Fue convocado por el papa Calixto II en diciembre de 1122, inmediatamente después del Concordato de Worms que puso fin a la querella de las investiduras; y a él asistieron, según la fuentes, entre 300 y 1000 participantes que promulgaron 25 cánones, aunque muchos de los cuales se ciñeron exclusivamente a confirmar decretos de concilios anteriores, en los que legisló sobre las siguientes cuestiones:
  • Ratificación del Concordato de Worms que puso fin a la Querella de las investiduras.
  • Mantenimiento de la Tregua de Dios, instituida en el año 987.
Una de las decisiones más importantes y que marcará la distribución eclesiástica y la vida monacal, es la decisión de Canon 3 y 11, que prohíben a los sacerdotes, diáconos subdiáconos y monjes casarse o tener concubinas; también se prohíbe que tengan en sus casas mujeres, excepto las aprobadas por los cánones antiguos. Los matrimonios de clérigos son declarados nulos de pleno jure y los que los hayan contraído están sujetos a las penas.

Cánones principales
Los principales cánones que aprobaron los Padres Conciliares fueron:

1 Condena de la simonía (Canon 1).
2 Se prohíbe el matrimonio a los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, y monjes. También les prohíbe mantener concubinas y la permanencia en sus casas de cualquier mujer diferente a las admitidas por los antiguos cánones. Los matrimonios en vigor de los clérigos son nulos de pleno derecho, y los que los hubiesen oficiado son declarados pecadores y obligados a confesión (Cánones 3 y 11).
Se declaran nulas todas las ordenaciones efectuadas por el antipapa Gregorio VIII desde el momento de su excomunión (Canon 6).
Se concede el perdón de sus pecados y toma bajo su protección a las familias y posesiones de los cruzados, incurriendo en excomunión aquellos que se atrevan a molestar o apoderarse de ellos en ausencia del propietario y extiende el mandato de excomunión si no retomaran la cruz en un año desde la próxima Pascua, aquellos que han añadido anteriormente la cruz a su vestimenta y luego se han despojado de ella, no solo a los que luchan en Jerusalén sino también en la península ibérica (Canon 11).
Se condena con la excomunión a los laicos que se apoderasen de los ofrecimientos hechos a la Iglesia, y de aquellos que fortificasen las iglesias como fortalezas (Canon 14).
Se establece también la excomunión para los que asaltasen a los peregrinos en su camino a Roma (Canon 16).
Se prohíbe a los abades y religiosos alojar a pecadores penitentes, visitar los enfermos, administrar la extremaunción y cantar misas solemnes y públicas; sin haber obtenido antes santo crisma y el santo aceite de sus respectivos obispos (Canon 17).

Letrán II
Fue convocado por Inocencio II en 1139, y afrontó el asunto de los falsos pontífices, la simonía, la usura, las falsas penitencias y los falsos sacramentos. Se condenó a Arnaldo de Brescia.

El Segundo Concilio Lateranense se celebró en Roma, teniendo como sede la Basílica de San Juan de Letrán, y desarrollando sus sesiones entre el 4 de abril de 1139 y el 11 de abril del mismo año. Está considerado por la Iglesia católica como el X Concilio ecuménico, y el segundo de los celebrados en Occidente.

Temas tratados
Fue convocado por el papa Inocencio II con objeto de ratificar la condena del antipapa Anacleto II, y a él asistieron alrededor de mil participantes que promulgaron treinta cánones, en los que se trató sobre la simonía, la usura, falsas penitencias y sacramentos, decretándose:

Que los obispos y eclesiásticos no debían escandalizar por los colores, la forma, o la extravagancia de sus ornamentos, por lo que vestirían de forma modesta. (Canon 4).
La condena y persecución de los matrimonios y concubinatos de los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, monjes y monjas (Cánones 6, 7 y 11)
La excomunión a los laicos quienes no pagasen los diezmos a los obispos, o no cediesen a éstos últimos las iglesias cuya posesión tuviesen retenidas, ya porque fueron recibidas de manos de los Obispos, u obtenidas de príncipes u otras personas (Canon 10).
La fijación de los períodos y duración de los Armisticios de Dios (Canon 12).
La condena de la usura.
La prohibición de que los monjes se dedicaran al estudio de materias profanas como el Derecho o la Medicina.
La prohibición, bajo pena de privación de un entierro cristiano, de justas y torneos que pusiesen en peligro la vida (Canon 14).
La obligación de reyes y príncipes de dispensar justicia de acuerdo con los obispos (Canon 20).
La excomunión de Arnaldo de Brescia y Pedro de Bruys, acusados de heréticos (Canon 23).
La prohibición de aceptar beneficios de las manos de un laico (Canon 25).
La prohibición a las monjas de cantar el Oficio Divino en un mismo coro con los monjes o canónigos (Canon 27),
La prohibición de que las iglesias dejaran la dignidad de obispo vacante por más de tres años desde la muerte del último (Canon 28).
La prohibición del uso contra los cristianos de la honda, el arco y la ballesta (Canon 29).Letrán III
Convocado bajo el papa Alejandro III en 1179, para condenar a los albigenses y valdenses, y de nuevo la simonía. Se dictaron muchas disposiciones para la reforma moral de los miembros de la Iglesia.

Letran III
Convocado bajo el papa Alejandro III en 1179, para condenar a los albigenses y valdenses, y de nuevo la simonía. Se dictaron muchas disposiciones para la reforma moral de los miembros de la Iglesia. El Tercer Concilio Lateranense se celebró en Roma, teniendo como sede la Basílica de San Juan de Letrán, y desarrollándose en tres sesiones durante el mes de marzo de 1179. Está considerado por la Iglesia católica como el XI Concilio Ecuménico, y el tercero de los celebrados en Occidente.

Temas tratados
Fue convocado por el papa Alejandro III y como fruto de sus tres sesiones se promulgaron 27 cánones en los que se legisló sobre las siguientes cuestiones:1​
En la elección papal sólo participaran cardenales, siendo necesarios para una elección válida el voto de al menos dos tercios de los electores. Si se proclamase Papa un candidato sin dicha mayoría, tanto él como sus partidarios serían condenados a la excomunión (Canon 1).
La anulación de las ordenaciones realizadas por los antipapas Víctor IV, Pascual III y Calixto III.
Establecer la edad mínima de treinta años para ser consagrado obispo, y de 25 años para acceder a funciones pastorales (Canon 3).
La regulación del tren de vida de los prelados (Canon 4).* La prohibición de ordenar clérigos sin los correspondientes medios de subsistencia (Canon 5).
La prohibición de exigir pago por dar la bendición, administrar los sacramentos o enterrar a los difuntos (Canon 7). Es decir, la prohibición de la simonía.
La revocación a las órdenes militares de los Templarios y de los Hospitalarios de la observación de regulaciones canónicas (Canon 9).
La prohibición de aceptar, mediante pago, nuevos miembros en los monasterios, condenando al que lo hubiera admitido con la privación del cargo (Canon 10).
La prohibición a los clérigos de que recibieran a las mujeres en sus casas, o para frecuentar los monasterios de monjas (Canon 11). Es decir, prohibición del nicolaísmo.
El establecimiento en cada iglesia catedral de un beneficio que permita un maestro encargado de la enseñanza gratuita de los clérigos y a los estudiantes pobres (Canon 18).
La excomunión para los que recibieron contribuciones en las iglesias y de los clérigos sin el consentimiento del clero (Canon 19).
La prohibición de los torneos (Canon 20).
La prohibición de facilitar armas a los sarracenos bajo pena de excomunión (Canon 24).
La exhortación a la cruzada contra los albigenses y excomunión a los valdenses (Canon 27).

Letrán IV
Fue convocado bajo la autoridad del papa Inocencio III en 1215, para condenar varias herejías: de los albingenses, de los valdenses, del abad Joaquín de Fiori, y otras. Se elaboró un credo más extenso, contra los albigenses.

El IV Concilio Lateranense comenzó en 1215. Fue convocado por el papa Inocencio III para tratar temas relativos a la fe y la moral, aunque la mayoría de historiadores apuntan a los intereses políticos y económicos del reino de Francia y del Papado, sobre todo en la condena de las herejías de los albigenses cátaros y de los valdenses. La condena a los albigenses se basaba en las diferencias de fe de este grupo, propugnando que era una sola la Iglesia Universal y que la salvación del alma no era posible fuera de ella. También se condenaron las opiniones del abad Joaquín respecto a la Trinidad, la creación, Cristo Redentor y los Sacramentos. Finalmente, el concilio revisó y fijó la legislación canónica referente a los impedimentos matrimoniales, e impuso a los fieles la obligación de la confesión anual y de la comunión en pascua.

Convocatoria
La bula de convocatoria enviada por Inocencio III ya en 1213, la Vineam Domini Sabaoth habla de la reunión de una asamblea «siguiendo la antigua costumbre de los Santos Padres». Se deseaban alcanzar dos objetivos: de un lado, «extirpar los vicios y afianzar las virtudes... suprimir las herejías y fortalecer la fe...»; y, de otro, «apoyar a Tierra Santa con la ayuda tanto de clérigos como de laicos». En resumen: afianzar la reforma y promover la cruzada.

Inocencio III deseaba que el concilio fuera auténticamente ecuménico. El número de participantes fue, en efecto, impresionante para aquella época: más de cuatrocientos obispos de la cristiandad latina (incluidos los de los países más jóvenes), más de ochocientos representantes de las distintas órdenes religiosas y los embajadores de todos los príncipes y de numerosas ciudades. No se consiguió, sin embargo, la presencia de representantes de la Iglesia griega. De Oriente solo llegaron los patriarcas latinos.

Cánones e influencia
Las disposiciones surgidas del concilio fueron recogidas en 71 cánones. Los tres primeros hacían referencia al dogma: solemne proclamación de fe católica, reprobación de ciertos errores trinitarios de Joaquín de Fiore y condena de las ideas heréticas en general. A los obispos se les amenazaba con la desposesión del cargo caso de que se mostrasen remisos a la hora de limpiar sus diócesis de fermentos heréticos.

El canon 4, a su vez, lanzaba algunas reconvenciones contra la Iglesia griega a la que se acusaba de insolencia frente a los latinos. Un elevado número de cánones afectaban a la disciplina eclesiástica, siguiendo la más clásica tradición reformadora. Otros mostraban su interés por el desenvolvimiento de las órdenes religiosas: funcionamiento de los capítulos y prohibición de nuevas fundaciones a fin de evitar una anárquica proliferación. Dos importantes cánones tocaban específicamente a los laicos: el 21 (utriusque sexus) que imponía la obligatoriedad anual de la confesión y la comunión; y el 51 que rebajaba al cuarto grado de consanguinidad la prohibición de contraer matrimonio y prevenía contra su clandestinidad. Los judíos -afectados ya por disposiciones del III Concilio de Letrán- fueron en el IV objeto de nuevas restricciones: los cánones 68 a 70 les imponían trajes especiales, el alejamiento de los cargos públicos y prohibían radicalmente a los conversos retornar a su antigua fe.

El canon 71, por último, daba un conjunto de normas para la organización de una nueva Cruzada. Los beneficios espirituales se harían extensivos no sólo a los expedicionarios, sino también a todos aquellos cristianos que colaborasen económicamente en la preparación de la empresa. El IV Concilio de Letrán fue también escenario de algunas importantes decisiones políticas. Federico II vio ratificados sus derechos al trono imperial en detrimento del derrotado Otón de Brunswick. La Carta Magna fue objeto de reprobación pontificia. Por último, el conde Raimundo VI de Tolosa, acusado de entendimiento con los herejes del Mediodía francés, fue despojado de sus tierras en beneficio del jefe militar de la cruzada anticátara, Simón de Montfort. Los días finales de 1215 y los iniciales de 1216 los empleó Inocencio III en vigilar la aplicación de las medidas -las políticas especialmente- tomadas a lo largo de las sesiones conciliares.

En las actas latinas del IV Concilio de Letrán se encuentra la primera mención de la coma joánica en lengua griega. La coma joánica (en latín, comma johanneum), también se le conoce como coma juanina, paréntesis joánico, cláusula joánica o apócrifo joánico, y es la identificación dada a la cláusula añadida en algunas versiones bíblicas en los versículos de la Primera epístola de Juan 5:7-8.

Los versículos 7 y 8 [...] constituyen, sin duda alguna, una glosa marginal, que algún escriba poco escrupuloso intercaló en el texto, al pensar que era buena oportunidad para fundamentar el dogma trinitario. Dichas frases faltan en todos los manuscritos griegos de la antigüedad y aún en las primeras versiones latinas, pero fue introducido en la Vulgata y pasó al Textus Receptus o Texto Recibido. La interpolación rompe totalmente el hilo de la argumentación de Juan. Comentario Bíblico de Matthew Henry, Traducido y Adaptado al Castellano por Francisco Lacueva. Editorial Clie. pág. 1897

El texto original, según la Biblia de Jerusalén, dice: Pues tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres convienen en lo mismo. 1 Juan 5:7-8

Los mismos versículos, con el texto conocido como la coma joánica entre paréntesis, es citado así en las notas de esta misma versión: Pues tres son los que dan testimonio (en el cielo, el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno; y tres son los que dan testimonio en la tierra): el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres convienen en lo mismo. El consenso general es que la coma joánica es una añadidura apócrifa, introducida tardíamente en el texto de 1 Juan 5:7-8, por lo cual no puede ser atribuida al escritor de esa epístola, y por tanto no pertenece a la Biblia. Sin embargo, un pequeño sector defiende su uso tradicional, porque desde su punto de vista, la coma joánica sirve como apoyo para el dogma de la Santísima Trinidad.

Concilio de Salamanca (1310)
El Concilio de Salamanca del año 1310 se celebró en octubre en esa ciudad. Su finalidad era juzgar a los caballeros de la Orden del Templo según ordenaba el papa Clemente V.

En el año 1308, el papa Clemente V emitió una encíclica instando a todos los soberanos cristianos de Europa a encarcelar y confiscar los bienes de la orden del Templo citada. En respuesta a ello, los reyes Fernando IV de Castilla y Dionisio I de Portugal procedieron a la confiscación de los bienes que pertenecían a los templarios de sus reinos respectivos y el de Castilla los hizo presos, no así el de Portugal.

Se formaron los procesos y fueron llevados conjuntamente, los de Portugal y Castilla, a un concilio en Salamanca al cual asistieron Rodrigo, arzobispo de Santiago, Juan, obispo de Lisboa, Vasco, de la Guardia, Gonzalo, de Zamora, Pedro, de Ávila, Alonso, de Ciudad Rodrigo, Domingo, de Plasencia, Rodrigo, de Mondoñedo, Alonso, de Astorga, Juan, de Tuy, y Juan, de Lugo, los cuales, examinados los presuntos reos y seguidos los procedimientos legales convenientes, llegaron a la conclusión, por unanimidad, que eran inocentes de los cargos presentados, por lo que desde ese momento quedaron libres.

Concilio de Vienne
Convocado por Clemente V (1311-1312), el primer papa residente en Aviñón. Se trató de los errores de los Templarios, Fraticelli, Beguardos y Beguinas, de Pedro Juan Olivi. Se abolió la orden de los Templarios. Se dictaron normas para reformar al clero.

El Concilio de Vienne fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica que se celebró en la ciudad francesa de Vienne (Francia), en la catedral de San Mauricio, entre el 16 de octubre de 1311 y el 6 de mayo de 1312. Es considerado como el XV Concilio Ecuménico, aceptado solo por la Iglesia Católica, y el séptimo de los celebrados en Occidente.

Antecedentes históricos
Conflicto entre Bonifacio VIII con Felipe IV de Francia

Con Bonifacio VIII, el papado alcanza el más alto grado de poder autoritario, quien por medio de la bula Unam Sanctam confirmaba la teoría, ya antigua, de las dos espadas puestas en manos del pontífice romano, a saber: la espada espiritual y la espada temporal. Ambas espadas hacen referencia a los dos poderes característicos de la Edad Media, el poder espiritual del Papa, que se encuentra por encima de todos; y el poder temporal de los reyes, que está sujeto al primero y se ejerce en beneficio del mismo. En parte era una respuesta a las pretensiones políticas de Felipe IV de Francia sobre la Iglesia. El rey arremetió contra el papa con una serie de falsas acusaciones y lo indispuso con los súbditos de su reino. Bonifacio por su parte, estando en la ciudad de Anagni, se disponía a escribir una carta de excomunión contra el rey, cuando se presentaron Guillermo de Nogaret y Sciarra Colonna a la cabeza de un grupo de mercenarios, enviados por Felipe, que retuvieron al papa por casi tres días, hasta que los habitantes de la ciudad le liberaron. A este acontecimiento se le conoce históricamente como el atentado de Anagni. Bonifacio morirá un mes después, al parecer a causa del disgusto sufrido.

La política francesa
Para sostener las constantes guerras que el reino francés mantenía con otros señoríos y reinos vecinos, el rey Felipe el Hermoso, pretendió hacer tributar al clero de su territorio, lo que planteó conflictos entre los señores eclesiásticos y los oficiales reales, que en general se resolvieron en favor de la jurisdicción real, a pesar de las protestas de los obispos y del Papa. Es posible que dentro de estos intereses se encuentre también la causa de la reacción de Felipe contra los templarios. Algunos historiadores suponen que había quedado endeudado con ellos y no podía pagarles, otros en cambio, plantean que las numerosas riquezas que poseía la Orden del Temple eran codiciadas por el tesoro real. El rey ordenó, el 13 de octubre de 1307, el arresto de todos los templarios que se encontraban en territorio francés bajo la acusación de herejía. Los arrestados sumaban unos dos mil temparios, entre ellos el Maestre General de la Orden, Jacques de Molay.

La actuación del rey francés suponía una afrenta al Papa, de quien dependían directamente los templarios, pero este no reaccionó debido a las confesiones que Felipe IV le presentó como prueba. Dichas confesiones, obtenidas bajo tortura, presentan a los detenidos como culpables de los cargos de idolatría, sodomía, profanación de símbolos cristianos y negación de Cristo, entre otros; y hacen que Clemente V publique la bulaPastoralis praeminen, que decreta la detención de los templarios en todos los territorios cristianos.

El dominio de Francia sobre el papado
Aunque el sucesor de Bonifacio VIII, Benedicto XI excomulgó a los cabecillas y los que participaron en el atentado de Anagni, absolvió al rey de Francia pero no cedió a las pretensiones del rey de hacer un juicio póstumo contra su predecesor. El papa murió con solo ocho meses de pontificado. Como sucesor fue elegido Clemente V, quien se mostró débil ante la presión que sobre él ejerció Felipe IV, quien lejos de facilitarle el gobierno, se lo dificultaba y entorpecía. El papa le hizo muchas concesiones al rey de Francia que le permitieron hacer más fuerte su poder sobre los asuntos de la Iglesia.

Convocatoria
El concilio fue convocado el 12 de agosto de 1308 por el papa Clemente V, quien se encontraba en Poitiers, mediante la publicación de la bula "Regnums in coelis". El lugar escogido fue la ciudad de Vienne, a orillas del Ródano. La bula citaba como razones la cuestión de la Orden del Temple, algunas cuestiones de fe, la reforma de la Iglesia y la reconquista de Tierra Santa.

A la asamblea no fueron convocados todos los obispos, como era la costumbre, sino aquellos que fueron concordados con el rey de Francia. En total, unos 230 obispos y 23 representantes de órdenes religiosas y legados del rey. La mayoría de los presentes eran franceses y en segundo lugar los italianos. A pesar de ello el Concilio es considerado por la Iglesia Católica como ecuménico, porque por la presencia de bien pocos de otras nacionalidades: castellanos, ingleses, aragoneses, etc.

Desarrollo
El 16 de octubre de 1311, Clemente V da inicio al concilio con el discurso inaugural donde desarrollaba las ideas básicas de la convocación del mismo: la cuestión sobre los templarios, la reconquista de Tierra Santa y la reforma de costumbres y la libertad de la Iglesia. La ceremonia termina con la bendición papal.

Supresión de los templarios
En la primera sesión del concilio se debatió fuertemente sobre la cuestión de los templarios. Pero las largas discusiones se llevaron todo el invierno de 1311-1312 sin dar sentencia alguna. Fue el papa quien por medio de un acto administrativo del 22 de marzo de 1312, presionado por Felipe el Hermoso, suprimió la Orden mediante la bula Vox in excelso, sin condenarla.

La Orden del Temple había sido fundada en 1119 con la finalidad de defender Tierra Santa, acumulando a lo largo de los años numerosas riquezas, gracias a los beneficios y exenciones fiscales otorgadas por los distintos monarcas cristianos. Cuando en 1291 cae San Juan de Acre, el último bastión cristiano en Tierra Santa, los templarios se trasladan a Europa y se convierten en los principales banqueros y prestamistas de las monarquías europeas, especialmente de la francesa, en cuyo territorio se localizaban sus mayores posesiones. Apremiado por Felipe, el Papa Clemente V procedió a convocar el concilio.

El 3 de abril de 1312, en la segunda sesión del Concilio, Clemente V anunció la transferencia de todos los bienes de la Orden del Temple a la de los caballeros de San Juan y órdenes militares, a través de las bulas Ad providam y Considerantes. En contra de la voluntad de Felipe quien quería los tesoros para la corona francesa.

El caso de Bonifacio VIII
Otra de las razones por la cual en 1308, Felipe IV se reunió en la ciudad de Poitiers con el entonces papa, Clemente V, fue la cuestión del pontificado de Bonifacio VIII. El rey francés quería que se declarara que este papa había sido nefasto para la Iglesia y que la actuación del rey francés había estado totalmente justificada. Así lo había hecho, absolviendo no solo al rey, sino levantando la excomunión de Guillermo de Nogaret y los participantes del atentado en Anagni.

El traslado de la sede papal a la ciudad de Aviñón, en territorio francés, en 1309, hizo que el papa cediese a las pretensiones de Felipe. En la primera sesión del Concilio, el rey presentó las acusaciones contra Bonifacio, sin embargo, las negociaciones extenuantes durante la misma resultaron fallidas y se concentraron más en la problemática de los templarios. Así el papa Clemente V para salvar la memoria de su predecesor, sacrificó a los templarios. Finalmente el concilio cerró el proceso contra Bonifacio sin veredicto.

Otras decisiones
Se condenó a los seguidores de Pedro Juan Olivi quien encabezaba una facción radical dentro de la orden franciscana conocida como los Espirituales y cuya doctrina se basaba en la observancia de una pobreza extrema. Se llamó al orden a un grupo de begardos y beguinas seguidores de los escritos espirituales de Margarita Porete, acusados de dar vida al movimiento del Libre Espíritu. Se decretó asimismo la creación de cátedras de griego, hebreo y árabe en las universidades, al constatarse que el conocimiento de dichas lenguas era imprescindible para la labor evangelizadora en Oriente y para el éxito de las cruzadas.

Finalmente se discutieron los temas que tenían que ver con la reforma de la Iglesia, in capite et in membris, es decir, de la cabeza y de los miembros del cuerpo, que es la Iglesia. Sin embargo hubo cierta resistencia a este tema de tal modo que en la sesión final del concilio se leyeron solo algunos decretos.

Concilio de Pisa
concilio celebrado en 1409
El Concilio de Pisa fue una reunión de cardenales, obispos y teólogos, que se celebró en el año 1409 con la intención de poner fin a la división que desde hacía treinta años afectaba a la Iglesia católica. Período conocido con el nombre de Cisma de Occidente. El concilio depone a los papas Gregorio XII de Roma y Benedicto XIII de Aviñón, y seguido de un cónclave, los cardenales eligen a Alejandro V, dando paso a lo que los contemporáneos llamaban el maldito trinomio. El concilio de Pisa no es reconocido por la Iglesia católica en la lista de concilios ecuménicos.

Preliminares
Desde 1378 la cristiandad se encontraba dividida bajo la obediencia de dos papas, uno en Roma y otro en Aviñón. A tal período de la historia de la Iglesia se le llama Cisma de Occidente y ninguna de las vías empleadas para ponerle fin había tenido éxito. La vía diplomática no resultó porque nunca se había intentado seriamente un compromiso arbitral entre las dos partes, la vía de la dimisión había fallado debido a la obstinación de los papas rivales, y la vía de la guerra tampoco había dado resultado. Así la sucesión en los dos bandos continuaba, sin poner fin a la división. A Urbano VI le siguieron Bonifacio IX, Inocencio VI y Gregorio XII en la sede romana; mientras que Benedicto XIII había sucedido a Clemente VII en la de Aviñón.

Hacia 1408 los cardenales de los pontífices reinantes estaban muy descontentos, unos por la pusilanimidad y el nepotismo de Gregorio XII,​ otros por la obstinación de Benedicto XIII. Como mejor método para resolver este problema se optó por celebrar un concilio general, como ya había recomendado al principio del cisma el rey francés Carlos V a los cardenales de Anagni y Fondi en la rebelión contra Urbano VI. También había sido pedido por varios consejos, por las ciudades de Gante y Florencia, por la Universidad de Oxford y la Universidad de París, además de por los doctores más renombrados como, por ejemplo, Enrique de Langenstein, Conrado de Gelnhausen, Juan Gerson y sobre todo Pedro de Ailly. Apoyados por el rey Carlos VI de Francia y la Universidad de París, y fundamentándose en los consejos de los ya anteriormente citados, cuatro cardenales de Aviñón fueron a Livorno donde se entrevistaron con nueve cardenales de Roma para preparar una reunión. Una vez allí buscaron la unión de la Iglesia. Redactaron una carta que dirigieron a los obispos y príncipes de la cristiandad, el 2 y el 5 de julio de 1408, por medio de la cual convocaban a un consejo general en Pisa, a celebrarse el 25 de marzo de 1409.

Enterados de la desobediencia de sus cardenales, para contrarrestar la reunión convocada en Pisa, Benedicto XIII convocó un consejo en Perpiñán, mientras que Gregorio XII reunió otro en Aquilea. En realidad los "rebeldes" cardenales tuvieron más poder de convocatoria y día a día se sumaban a ellos, príncipes y obispos que pretendían solucionar la situación caótica de la cristiandad por medio de un concilio.

Desarrollo del concilio
El concilio inició el día señalado, 25 de marzo de 1409, fiesta de la Anunciación. El lugar de reunión fue la catedral de Pisa, a ella se presentaron 4 patriarcas, 22 cardenales y 80 obispos se reunieron en la Catedral de Pisa bajo la presidencia del cardenal Guido de Malesset, obispo de Palestrina. Entre el clero, hubo representantes de 100 obispos ausentes y de 87 abades con los poderes de los que no podían ir hasta Pisa, 41 priores y generales de órdenes religiosas y 300 doctores en teología o derecho canónico. Los embajadores de todos los reinos cristianos completaron la asamblea.

Dos cardenales diáconos, dos obispos y dos notarios se acercaron a las puertas de la iglesia y de un grito en latín apelaron a los Papas rivales a salir. Nadie respondió, por lo que preguntaron si alguien había sido designado para representarlos. Otra vez nadie respondió, por lo que los delegados solicitaron que Gregorio y Benedicto fuesen declarados culpables de contumacia. Durante tres días consecutivos se repitió esta ceremonia mientras se escuchaban los testimonios contra los demandados.

Defensores de Gregorio XII y Benedicto XIII
El 15 de abril una embajada alemana en defensa de Gregorio llegó a Pisa bajo instancia de Roberto de Baviera, rey de los romanos. John, Arzobispo de Riga, puso varias objeciones pero en general los delegados alemanes fueron tratados hostilmente y obligados a salir de la ciudad. Carlos Malatesta, Príncipe de Rímini, adoptó una postura diferente, mostrando a Gregorio XII como un hombre orador, un político y un caballero, pero fracasó.​

Benedicto XIII, por su parte, rechazó asistir al concilio en persona, pero acabó enviando unos delegados el 14 de junio, lo que provocó las protestas y la risa del concilio por la tardanza. Escucharon al Canciller de Aragón mientras el Arzobispo de Tarragona hizo una declaración imprudente de guerra. Intimidados, algunos embajadores, entre ellos Bonifacio Ferrer, Prior de la Gran Cartuja, abandonó la ciudad y volvió con su maestro.

Condena y deposición de los papas
Hubo unanimidad entre los 500 miembros durante el mes de junio, sobre todo en la decimoquinta sesión general que se celebró el 5 de junio de 1409. Cuando la demanda de la condena definitiva contra Benedicto (Pedro de Luna) y Gregorio (Angelo Corrario) se hizo efectiva, los padres de Pisa devolvieron la sentencia en una acción sin precedentes en la historia de la Iglesia hasta entonces. Todo se revolvió aún más cuando el Patriarca de Alejandría, Simon de Cramaud, dirigió una carta en agosto llamada: "Benedicto XIII y Gregorio XII", donde dijo que eran herejes, culpables de perjurio, violación de las promesas solemnes y culpables de escandalizar la Iglesia universal.

En consecuencia, fueron declarados indignos del Pontificado Soberano y fueron depuestos de sus funciones y dignidades. Todas las actas y procedimientos hechos por ellos fueron anulados y la Santa Sede fue declarada vacante. Esta sentencia fue recibida con aplausos, fue cantado el Te Deum y además se celebró una procesión, el Corpus Christi.

Todos los miembros añadieron sus firmas al decreto y pareció ser el final del concilio. El 15 de junio los cardenales se reunieron en el Palacio Arzobispal de Pisa para elegir un nuevo Papa y el Cónclave duró once días. No hubo apenas problemas externos, a pesar de las intrigas para hacer elegir un Papa francés. El Cardenal Cossa consiguió el 26 de junio de 1409 una votación unánime en favor del Cardenal Pedro Philarghi, que tomó el nombre de Papa Alejandro V.

Él mismo presidió las cuatro últimas sesiones del concilio y confirmó todas las órdenes hechas por los cardenales después de su rechazo de obediencia a los antipapas, unió los dos colegios sagrados y posteriormente declaró que él trabajaría con energía para la reforma.

Lista de cardenales electores de Alejandro V
Fueron 24 los cardenales que participaron en la elección del antipapa Alejandro V, 14 de obediencia a Roma y 10 de obediencia a Aviñón.

Obediencia a Roma
  • Enrico Minutoli (creado el 18 de diciembre de 1389): Cardenal-obispo de Frascati; Decano del colegio cardenalicio; Camarlengo del Colegio Cardenalicio; arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor
  • Antonio Caetani (27 de febrero de 1402): Cardenal-obispo de Palestrina; Tribunal de la Penitenciaria Apostólica; arcipreste de la Archibasílica de San Juan de Letrán
  • Angelo d'Anna de Sommariva (17 de diciembre de 1384): Cardenal-sacerdote de S. Pudenziana; protosacerdote del colegio cardenalicio
  • Corrado Caraccioli (12 de junio de 1405): Cardenal-sacerdote de S. Crisogono; administrador de Mileto
  • Francesco Uguccione (12 de junio de 1405): Cardenal-sacerdote de SS. IV Coronati; administrador de Burdeos
  • Giordano Orsini (12 de junio de 1405): Cardenal-sacerdote de SS. Silvestro y Martino en Monti
  • Giovanni Migliorati (12 de junio de 1405): Cardenal-sacerdote de S. Croce en Jerusalem; administrador de Ravenna
  • Pietro Filargo (12 de junio de 1405): Cardenal-sacerdote de SS. XII Apostoli; administrador de Milán
  • Antonio Calvi (12 de junio de 1405): Cardenal-sacerdote of S. Prassede; arcipreste de la Basílica de San Pedro
  • Landolfo Maramaldo (21 de diciembre de 1381): Cardenal-diácono de S. Nicola en Carcere Tulliano; Protodiácono del colegio cardenalicio;
  • Rinaldo Brancaccio (17 de diciembre de 1384): Cardenal-diácono de SS. Vito y Modesto; comendatario de S. Maria en Trastevere
  • Baldassare Cossa (27 de febrero de 1402): Cardenal-diácono de S. Eustachio; legate en Bolonia y Romaña
  • Oddone Colonna (12 de junio de 1405): Cardenal-diácono de S. Giorgio en Velabro; obispo de Urbino
  • Pietro Stefaneschi (12 de junio de 1405): Cardenal-diácono de S. Angelo en Pescheria
Consecuencias
Una vez que terminó el Concilio y se proclamó a Alejandro como nuevo Papa, algunas universidades mantuvieron que si Gregorio y Benedicto eran dudosos también lo eran los cardenales escogidos por ellos. Por lo tanto, pensaron que ¿cómo podría Alejandro tener derechos indiscutibles y el reconocimiento de toda la Cristiandad? Así pues, la situación era aún peor, ahora había tres Papas perseguidos y exiliados de sus capitales. A pesar de no ser elegido como era habitual en un Papa, la posición de Alejandro era mejor que la de Gregorio y Benedicto. En esta situación Francia, Inglaterra, Portugal, Bohemia, Prusia, algunos Estados de Alemania, Italia y el Condado Venaissin eran seguidores de Alejandro; Nápoles, Polonia, Baviera y parte de Alemania eran seguidores de Gregorio, y España y Escocia estaban sujetos a Benedicto.​

El Concilio fue también duramente condenado. Theodore Urie, un partidario de Gregorio, dudó de los motivos del concilio de Pisa. Un partidario violento de Benedicto, Bonifacio Ferrer, lo llamó "convento de demonios", y San Antonio, Tomás Cayetano, Turrecremata y Odericus Raynaldus también pusieron en duda toda su autoridad. Los historiadores protestantes ven en el concilio de Pisa un pre anuncio de la reforma; mientras que para san Roberto Belarmino es simplemente una asamblea, un consejo general que no fue ni aprobado, ni desaprobado.

Concilio de Constanza
Convocado por Martín V (1414-1418). Condenó las afirmaciones de Juan Hus, Wicleff y otros. También se ocupó de las divisiones en la Iglesia provocadas por el Cisma de Occidente. Es considerado concilio ecuménico sólo en sus últimas sesiones (XLII-XLV), cuando lo legitimó Gregorio XI al convocarlo formalmente.

El Concilio de Constanza fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica, convocado el 30 de octubre de 1413 por Segismundo de Luxemburgo, emperador germánico, y el antipapanota 1​ Juan XXIII. La reunión se llevó a cabo del 5 de noviembre de 1414 hasta el 22 de abril de 14181​ en la ciudad imperial de Constanza. Sus principales objetivos fueron: acabar con el Gran Cisma de Occidente y estudiar la reforma de la Iglesia, aunque se tomaron otras decisiones, como la condena de Juan Huss.

Contexto histórico
La duda sobre la validez de la elección del papa Urbano VI, llevada a cabo bajo la presión del pueblo romano, el 8 de abril de 1378 y el carácter fuerte del pontífice hizo que varios cardenales se pusieran en su contra. Una parte de ellos declaró ilegítima la elección de Urbano y reunieron un nuevo cónclave en Fondi, el 20 de septiembre del mismo año, en el que eligieron al cardenal Roberto de Ginebra como nuevo papa, quien tomó el nombre de Clemente VII (pasará a la historia como antipapa). Ante la negativa de Urbano VI de renunciar al solio pontificio, Clemente estableció su residencia en Aviñón. El hecho causó la división de la cristiandad en dos obediencias papales y alimentó la doctrina del conciliarismo, desarrollada por teólogos como Guillermo de Ockam y Marsilio de Padua, que planteaban que un concilio ecuménico podía juzgar y deponer a un papa. Basándose en esta doctrina, un grupo de cardenales, obedientes tanto a Roma como a Aviñón, decidió reunir un concilio en Pisa en 1409. En él depusieron a los dos papas y se dio paso a la elección de un nuevo sucesor de san Pedro. En el cónclave tenido luego del concilio, eligieron a Alejandro V. Lo que pretendió ser la solución al problema, en verdad lo complicó, puesto que se pasó de una Iglesia bicéfala a una Iglesia tricéfala.

El papa de Pisa, Alejandro V, murió al año siguiente de ser elegido. Inmediatamente le sucedió Juan XXIII, dando muestra de que los pisanos no darían marcha atrás a sus pretensiones. De frente a la imposibilidad de reconciliación, la teoría conciliarista continuaba siendo la alternativa. El emperador Segismundo de Luxemburgo convocó el concilio de Constanza para el día de Todos los Santos de 1414. Luego de Segismundo, el antipapa Juan XXIII confirmó la convocatoria.

Desarrollo del concilio
En el concilio de Constanza se desarrollaron en especial modo tres argumentos o causas:
la causa de la unión, por la que se intentó poner fin al gran cisma; la causa de la fe, por la que se condenaban las doctrinas heréticas de Wycliff y Hus, entre otros; 
y la causa de la reforma de la Iglesia. Causa de la unión, fin del Cisma de Occidente

Causa de la unión, fin del Cisma de Occidente
A la apertura del concilio, sólo los obispos que apoyaban a Juan XXIII estaban presentes. En línea con la doctrina conciliarista que habían adoptado en Pisa, el concilio declaró la primacía de su autoridad y en mayo de 1415 depuso a Juan XXIII, que había esperado de ellos la confirmación de sus títulos para el papado, pero se enemistó con el emperador y huyó por la noche. Fue capturado por la guardia imperial, hecho prisionero y, puesto que debía su nombramiento original a una autoridad conciliar, acató finalmente la decisión. En julio de ese mismo año, con la presencia ya de los cardenales de Gregorio XII, se reabrió el concilio, que aceptó la renuncia de Gregorio. La postura de éste, que no había admitido la doctrina de que la autoridad conciliar estuviera por encima del Papa, sería finalmente confirmada por concilios posteriores. Ante la situación, Benedicto XIII abandonó los planes de sumarse al concilio y huyó desde Aviñón a Peñíscola, en la costa valenciana. Tras largas negociaciones de Segismundo con el rey de Aragón, a la sazón monarca de esos territorios, se consiguió finalmente que una parte de los cardenales y obispos de Benedicto se incorporasen al concilio y votasen la destitución del mismo. Benedicto no abandonaría el castillo de Peñíscola hasta su muerte. Sin embargo, quizás en atención a su origen —Benedicto había nacido como Pedro Martínez de Luna en Illueca, Aragón— las coronas de Navarra y la escocesa lo reconocieron como Papa durante el resto de su vida. Aragón mantendría durante años una posición poco clara, como medio de presión ante Roma, para proteger sus intereses en el sur de la península italiana.

Elección del papa
La elección de un nuevo papa se mostró en extremo compleja por las constantes presiones de los monarcas, que –preocupados por la presencia de Segismundo– buscaron también influir en la decisión. Se llegó a la resolución de que ninguno de los tres que habín ostentado el título de papa, hasta ese momento, podía ser elegido pontífice. Finalmente la elección el 11 de noviembre de 1417 del moderado cardenal Otón de Colonna como Martín V logró aplacar las tensiones. Con esta se dio fin al Gran Cisma de Occidente, tras casi cuarenta años de disputas.

Causa de la fe
El concilio continuó también las obras del de Pisa en cuanto a las reformas de doctrina y teología sacramental. Los teólogos Jan Hus, John Wycliff y Jerónimo de Praga fueron condenados como herejes. Los restos de Wycliff, que llevaba ya varias décadas muerto, fueron exhumados y transportados a Constanza, donde fueron quemados. Jan Hus fue arrestado como hereje el 28 de noviembre de 1414, en ausencia del rey Segismundo que había garantizado su protección, y quemado el 6 de julio de 1415. Jerónimo de Praga que acudió en su ayuda, también fue arrestado y quemado el 30 de mayo de 1416. La reacción no se hizo esperar en Bohemia, donde la revolución husita tendría la región en conflicto permanente hasta la guerra de los Treinta Años. En Constanza se debatió también la acusación, realizada por los caballeros Teutónicos, de que Polonia albergaba y defendía activamente a paganos. Los intereses de la orden, que desde la conversión al cristianismo de Jogaila de Lituania y su matrimonio con la reina Eduviges de Polonia había culminado con su ascensión al trono como Vladislao II de Polonia, había visto mermada su capacidad de acción, fueron desatendidos. El rector de la Universidad de Cracovia, Pawel Wlodkowic, un eminente jurista, defendió la teoría del derecho al autogobierno de todas las naciones, aun las paganas, que sería luego recogida y desarrollada en las obras de la escuela de Salamanca.

Causa de la reforma de la Iglesia
El decreto Haec Sancta, promulgado el 6 de abril de 1415, estableció la solidaridad colegial entre las decisiones conciliares y la autoridad papal, continuando la línea de reformas iniciada en Pisa. Sin embargo, y en parte debido a las medidas que debió tomar luego Martín V para restaurar la debilitada influencia del papado en Roma, se suspendió el plan, que debía incluir, entre otras cosas, concilios regulares convocados quinquenalmente. En relación con el decreto Haec Sancta, que postulaba el conciliarismo, existe historiografía de la Iglesia que niega que dicho documento hubiera sido aprobado por el Concilio de Constanza.4​5​6​ Esas fuentes sostienen que, en el momento de promulgarse el texto, el concilio se encontraba en una situación de acefalia, y sin autoridad.7​ También se afirma que el Papa Martín V, que se ocupó de aprobar los decretos del concilio, no aprobó sin embargo el documento en cuestión, por lo que no podría sostenerse que Haec Sancta formara parte del magisterio de este concilio ecuménico. El decreto Frequens, del 9 de octubre de 1417, establecía que la celebración del concilio ecuménico debía darse con una frecuencia mayor, por lo que se programó un futuro concilio cinco años después del cierre del concilio de Constanza. Entre otras cosas, el concilio fijó nuevas penas contra la simonía, abolió las exenciones fiscales y beneficios adquiridos durante el cisma y reformó ciertos aspectos de la vida clerical, el uso del hábito y la tonsura,2​ y se sentaron las bases para la imposición del celibato sacerdotal, lo cual se hizo en el Concilio de Trento, un siglo más tarde.

Concilio de Basilea
Convocado por Eugenio IV (1431-1445) para buscar la pacificación religiosa de Bohemia. Se celebró en Basilea, Ferrara y Florencia. Se intentó la unidad con los ortodoxos, sin resultados, y la de los armenios y jacobitas con la Iglesia de Roma.

El Concilio de Basilea, también conocido como Concilio de Basilea-Ferrara-Florencia o Concilio de Florencia,1​ se inició en Basilea en 1431, desde donde se trasladó a Ferrara en 1438 y al año siguiente a Florencia donde finalizaría en 1445. Entre tanto, el Concilio se mantuvo reunido y rebelde al papa en la ciudad de Basilea, llegando a deponer a Eugenio IV y a elegir al antipapa Félix V. Está considerado por la Iglesia católica como el XVII Concilio Ecuménico, y el noveno de los celebrados en Occidente.

Contexto histórico
En 1378, algunos miembros del colegio cardenalicio, no contentos con la elección de Urbano VI, decidieron elegir un nuevo papa, el antipapa Clemente VII, causando la división de la cristiandad occidental en dos obediencias papales, período conocido como el Cisma de Occidente. En 1409 se intentó solucionar la situación por medio de la convocación de un concilio ecuménico en Pisa, creyendo que solo una reunión general de la Iglesia podía poner fin al cisma. Los dos pontífices de entonces, Gregorio XII de Roma y Benedicto XIII de Aviñón, se negaron a participar del concilio, por lo que éste les depuso y en su lugar eligieron a Alejandro V. El papa de Pisa, Alejandro V, murió al año siguiente de ser elegido. Inmediatamente le sucedió el antipapa Juan XXIII. De esa manera, Pisa complicó el problema, ahora la Iglesia se encontraba dividida en tres obediencias.

Con la celebración del Concilio de Constanza (entre 1414 y 1418) y la elección de un solo papa, Martín V, se pone fin al gran cisma, pero en el debate teológico cobra fuerza la doctrina conciliarista. Las discusiones eclesiológicas del tiempo debatían entre dos conceptos fundamentales sobre la Iglesia: el primero definía a la Iglesia como una organización monárquica, cuya cabeza es el papa, sucesor de san Pedro; mientras que el segundo planteaba que la Iglesia es una comunidad de fieles, representada en el concilio, cuya presidencia ostenta el Papa. El concilio emana el decreto Frequens por medio del cual se ordena la celebración de otro concilio cinco años después del de Constanza y la frecuencia de un concilio cada diez años. Siguiendo el decreto Frequens, el papa Martín V, aunque si estaba preocupado por el avance de la teoría conciliarista, cinco años después del concilio de Costanza convocó un nuevo concilio en Pavía, el cual inició en abril de 1423, pero por causa de la peste fue trasladado a Siena. Al no asistir un número considerable de representantes de toda la Iglesia y al no emanar ningún decreto, dicho concilio se cerró sin ser considerado un concilio ecuménico.

Desarrollo del concilio
Basilea

El decimoséptimo concilio ecuménico fue convocado el 1 de febrero de 1431 por el papa Martín V. Su localización inicial en Basilea (Suiza) se debió al deseo de los participantes de desarrollar las sesiones fuera de los territorios dominados por las grandes potencias de la época para evitar influencias externas al propio concilio. El papa designó para presidir el concilio al cardenal Julián Cesarini, iniciándose las sesiones el 23 de julio de 1431 ya bajo el pontificado de Eugenio IV al haber fallecido Martín el 20 de febrero de ese mismo año. El concilio se dividió en cuatro comisiones, cada una de las cuales abordó uno de los objetivos previstos en la convocatoria. Así, una comisión se ocupó de los problemas de la fe, con los objetivos principales de la herejía husita y la unión con la Iglesia Ortodoxa; otra trabajó en la consecución de la paz entre los reinos cristianos, sobre todo en los conflictos entre Francia e Inglaterra, por un lado, y entre los reinos ibéricos, por otro; una tercera comisión se dedicó a la reforma de la Iglesia; y la cuarta a los asuntos generales. Inmediatamente comenzaron a tomarse decisiones, como la obligación de celebrar dos concilios provinciales por año y sobre todo el acuerdo con los husitas a los que se les permitió, mediante la publicación del decreto Compactata, recibir la comunión en ambas especies (pan y vino) en las zonas donde esa costumbre se hubiera implantado. Cuando el concilio comienza a impregnarse de la doctrina del conciliarismo, según la cual se daba preeminencia a los decretos aprobados en las asambleas conciliares frente a las decisiones del Papa como monarca absoluto de la Iglesia, Eugenio IV, el 18 de diciembre, decide disolverlo. Sin embargo, los participantes en Basilea, reforzados en su doctrina conciliarista, se niegan a reconocer la bula de disolución y mantienen el concilio vivo hasta que, el 15 de diciembre de 1433, el Papa, presionado por el emperador del Sacro Imperio, numerosos monarcas y con el colegio cardenalicio en su contra, se ve obligado a anular la bula de disolución y reconocer el concilio de Basilea como legítimo.

Ferrara
Cuando el concilio intenta solucionar el Cisma de Oriente y Occidente, Eugenio IV ve una oportunidad para concluir un concilio que pretende acabar con el absolutismo pontificio, al surgir una discusión sobre si el lugar adecuado para tratar el tema de la unión de la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa era Basilea u otro lugar más accesible a la legación griega que debía participar en las deliberaciones. Surgieron ciudades candidatas, como Aviñón, Udine y Florencia, ciudad esta última donde residía el Papa tras verse obligado a abandonar Roma por los conflictos en que se hallaba inmersa. Pero la elegida será Ferrara. Eugenio IV, sintiéndose reforzado en su posición tras este éxito, promulgó en 1436 el Libellus apologeticus, una feroz crítica a los logros de Basilea y posteriormente, el 18 de septiembre de 1437, ordenó el traslado del concilio a Ferrara donde se iniciarán las sesiones el 8 de enero de 1438. Aunque una pequeña parte de los reunidos en Basilea acató la orden papal y se trasladaron a la nueva sede conciliar, la gran mayoría se negó a obedecer y decidieron continuar reunidos y declarar, el 25 de julio de 1439, depuesto al Papa acusándolo de cismático y herético. Entre los que lideraban esa corriente conciliarista estaba el teólogo Juan de Segovia.

Florencia
El 6 de julio de 1439, y debido a un brote de peste en Ferrara, Eugenio IV logró que el concilio se trasladase a Florencia, donde tenía fijada su residencia. Allí recibió la noticia de que Basilea, donde seguían reunidos en concilio, había procedido a elegir el 5 de noviembre a un nuevo papa que adoptó el nombre de Félix V.

Reunido con los delegados de la Iglesia ortodoxa y con el emperador bizantino Juan VIII Paleólogo se alcanzó, mediante el decreto de unión bula Laetentur caeli, la unificación de ambas Iglesias. Los ortodoxos aceptaron que la incorporación del Filioque al credo niceno era una explicitación de la fe y no una herejía; cada Iglesia debía seguir su tradición respecto al pan fermentado o sin fermentar en la eucaristía; se aceptó la existencia del purgatorio; y la primacía del papa sobre toda la Iglesia. Posteriormente se firmaron actas de unión con las Iglesias: armenia: bula Exultate deo el 22 de noviembre de 1439 y copta: bula Cantate Domino el 4 de febrero de 1442.

Fin del concilio en Roma
Con la aceptación de los decretos de unión de las iglesias griega y armenia, podía darse por terminado el concilio en Florencia, sin embargo, como en Basilea persistían con su reunión y el pequeño cisma, Eugenio IV quiso mantener el concilio abierto. El 7 de enero de 1443 hace otro traslado, esta vez al corazón del centro de la Iglesia, Roma, donde aún se mantuvieron dos sesiones: una en septiembre de 1444 y otra en agosto de 1445.6​ Consta que en ese tiempo se unieron nuevas iglesias orientales: la de siria, por medio de la bula Multa et admirabilia del 30 de noviembre de 1444; la de los caldeos y maronitas de Chipre con la bula Benedictus sit Deus del 7 de agosto de 1445. En Basilea las sesiones se extenderán hasta el 25 de abril de 1449, fecha en que se disolverá espontáneamente el concilio tras la abdicación del antipapa Félix.

Magisterio
Bula Laetentur caeli (6 de julio de 1439), sobre el Espíritu Santo, la Eucaristía y los Novísimos.
Bula Exultate Deo (22 de noviembre de 1439), sobre los Sacramentos.
Bula Cantate Domino (4 de febrero de 1442), sobre la Trinidad y la Encarnación.

Repercusiones
El resultado principal fue el reconocimiento por parte de la Iglesia ortodoxa de que la cabeza de la Iglesia era el Papa, opción apoyada por el emperador Juan VIII Paleólogo, el Patriarca latino de Constantinopla (Basilio Bessarión) y el Patriarca ortodoxo de Constantinopla (Gregorio III). Sin embargo, la oposición de los monjes griegos, que tenían un gran poder en la iglesia de oriente, y la conquista de Constantinopla por los turcos acabó con el acuerdo, ratificándose la separación de ambas iglesias en 1472. La victoria de Eugenio IV sobre los que persistían con el concilio en Basilea, si bien no significó el fin de las doctrinas conciliaristas, significó el reconocimiento del Romano Pontífice como la más alta autoridad eclesiástica en la cristiandad. La unión con otras iglesias orientales permanece hasta hoy, estas constituyen iglesias sui iuris y están en plena comunión con la Iglesia de Roma, es decir el Pontífice romano es la cabeza de esas iglesias pero ellas mantienen cierta autonomía y sobre todo en sus usos litúrgicos y tradiciones.

Concilio de Letrán V
Convocado en 1511 (comenzó en 1512) por el Papa Julio II y clausurado por León X en 1517. Su tema central fue la reforma de la Iglesia, decretándose disposiciones disciplinarias. Se propuso una cruzada contra los turcos, que no llegó a realizarse. El Quinto Concilio Lateranense se celebró en Roma, teniendo como sede la Basílica de San Juan de Letrán, y desarrollándose en doce sesiones entre el 3 de mayo de 1512 y el 16 de marzo de 1517. Está considerado por la Iglesia católica como el XVIII Concilio Ecuménico, y el décimo de los celebrados en Occidente.

El concilio de Pisa
La derrota del conciliarismo con el que se cerró el Concilio de Basilea, hizo que durante toda la segunda mitad del siglo xv no se volviera a celebrar un concilio ecuménico. A principios del siglo xvi, en 1503, Julio II es elegido papa gracias a la promesa bajo juramento de que convocaría un concilio ecuménico. Tras nueve años de pontificado dicho concilio no había sido aún convocado por el papa. Esta dilación fue aprovechada por Luis XII de Francia, enfrentado con un papa que pretendía liberar Italia de la influencia francesa, para lograr que un grupo de cardenales convocase, el 16 de mayo de 1511, el Concilio de Pisa, señalando como fecha de inicio el 1 de septiembre de dicho año.

El inicio del concilio se retrasó hasta el 1 de octubre, teniendo lugar entre siete u ocho sesiones, en las que se procedió a suspender a Julio II y se intentó recuperar el espíritu conciliarista que animó los concilios de Constanza y Basilea, para trasladarse en 1512 a Milán donde languidecería hasta su disolución.

El concilio
El papa reaccionó a la convocatoria del concilio de Pisa, al que calificó de "conciliábulo", declarándolo nulo y convocando, el 18 de julio, el Quinto Concilio Lateranense fijando inicialmente su apertura para el 19 de abril de 1512, aunque su inicio se retrasó hasta el 3 de mayo debido a la victoria francesa de Rávena.

Julio II falleció el 21 de febrero de 1513 cuando sólo se habían celebrado cinco sesiones en las que los acuerdos más relevantes hicieron referencia a:

La condena del concilio de Pisa.
La condena del conciliarismo.
La derogación de la Pragmática Sanción de Bourges.

El sucesor de Julio, León X, continuó con el concilio logrando los siguientes acuerdos en las siete sesiones que presidió: La adhesión al concilio de los franceses quienes, tras la muerte de Luis XII y su sucesión por Francisco I, abandonaron las posturas del concilio de Pisa. La condena de Piero Pomponazzi y de su doctrina de negación de la inmortalidad del alma, reconociendo además la existencia de un alma distinta para cada hombre. La obligación de que toda obra impresa sea autorizada por la Iglesia. Esta censura previa se traducirá, en 1559, en la creación del Index Librorum Prohibitorum.

Primer Concilio Limense
El Primer Concilio Limense se celebró en la Ciudad de los Reyes, sede de gobierno del Virreinato del Perú, y desarrolló sus sesiones entre el 4 de octubre de 1551 y finales de febrero de 1552.

Fue organizado por el arzobispo de la diócesis, el dominico trujillano Gerónimo de Loayza, debido a la necesidad de la iglesia católica de evangelizar la heterogeneidad de costumbres de la población indígena en el territorio peruano. En el concilio se discutieron los procedimientos y actuaciones para la erradicación de las creencias ancestrales a la que los pueblos originarios se resistían. Al concilio acudieron representantes de las órdenes religiosas establecidas en el virreinato, entre las cuales estuvieron los dominicos, los franciscanos, los mercedarios y los agustinos.

Las decisiones tomadas por las autoridades religiosas para la eficaz labor de los extirpadores de idolatrías fueron la destrucción de las huacas y la colocación de cruces cristianas o la construcción de templos sobre los restos de los lugares sagrados indígenas,] la observancia del enterramiento y el culto a los muertos, y la obligatoriedad de los sacramentos como el bautismo, la penitencia y el matrimonio. Las constituciones adoptadas por este primer concilio no tuvieron el resultado deseado de imponer la religión europea. En la década de 1560 surgió en los Andes el movimiento mesiánico insurreccional Taki Onqoy, por lo que las autoridades virreinales convocaron un segundo concilio que reforzase las medidas del primero.


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