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lunes, 4 de noviembre de 2013

La Iglesia y el Nazismo



La historia del Cristianismo está llena de acontecimientos gloriosos, plenos de integridad y fidelidad a la fe que proclama; pero también contiene hechos oscuros, lamentables, que como en el caso que nos ocupa mostraron su humanidad más terrenal y alejada de todo principio, paradójicamente, cristiano.

Sobre el papel que le tocó jugar al Vaticano y el Catolicismo durante el período Nazi en Alemania, se ha escrito y comentado mucho, dejando en claro que, salvo excepciones puntuales, su respuesta institucional fue muy desacertada y hasta investigadores pro católicos como Michael Burleigh, reconocen que siguen en pie “legítimos interrogantes sobre sus vacilaciones y su tono.”(Causas Sagradas. Ed.Taurus) .

Sin embargo el actuar de las Iglesias protestantes en Alemania durante el mismo tiempo y ante las mismas circunstancias también descubre un vergonzante rol en que el silencio, la indiferencia, el egoísmo y aún la complicidad, son preponderantes.

Cierto también es, que al igual que en el caso del Catolicismo, hubo quienes buscaron ser fieles al espíritu y esencia del cristianismo y superando toda barrera institucional respondieron cabal y fielmente a la doctrina cristiana, en un momento en que resistir al nazismo costaba no sólo la libertad sino la vida.

El advenimiento de Hitler al poder supuso para los cristianos alemanes un verdadero desafío; en primer lugar de discernimiento sobre sus intenciones, pero también a ser consistentes con sus propios fundamentos.

Fue un tiempo de profunda confrontación con una realidad en la que se confundía nacionalismo, teología y política.

Es evidente que las Iglesias protestantes alemanas fallaron a la hora de responder adecuadamente al reto de la historia y que este terrible error no puede ser atribuido, como algunos han pretendido, a la ignorancia de lo que ocurría a su alrededor, como decimos en Peru no dieron la talla.

Las valientes actitudes personales de personajes como Dietrich Bonhoeffer, Martín Niemöller o Karl Barth, por nombrar sólo los más conocidos, destaca una vez más la realidad de la inmovilidad y el acomodamiento del grueso de las instituciones protestantes. La gran mayoría de las iniciativas de protesta y denuncia contra las políticas genocidas que realizaba el gobierno de Hitler, así como la protección de los judíos y sus intereses de la masacre de la que eran víctimas, partió siempre (al igual que en el caso católico) de esfuerzos individuales y que abrigaban un alto riesgo personal.

Aún la crítica Bekennende Kirche (Iglesia Confesante) formada para enfrentar las intenciones aviesas de la Deutscher Christen (Cristianos Alemanes) se quedó limitada en su accionar y demandas contra el régimen.

Hagamos ahora un breve repaso sobre este lapso tan oscuro de la historia , pero atendiendo a criterios prácticos me limitaré sólo a algunos puntos significativos.

En primera instancia hay que observar que la Iglesia Protestante a diferencia del Catolicismo no tiene un mando unificado, sino que se agrupa alrededor de una estructura federal y unificada de iglesias que son iguales en derechos y obligaciones y que son dirigidas por un Sínodo nacional.

Hitler estableció en principio su estrategia en someter esta organización a sus decisiones y soberanía. Contrariamente a lo esperado, chocó con mayores dificultades de las previstas.

Al comienzo de la era hitleriana, en 1933 las Iglesias Protestantes habían recibido con muy buena disposición a Hitler y sus promesas de restauración del orden cristiano, en contra de todo secularismo y ateismo que presionaba a la ciudadanía alemana.

Las Iglesias venían de la experiencia de 1918, donde sufrían una sangría de fieles continua, debido a la influencia de socialdemócratas, comunistas y laicos quienes insuflaban un espíritu anticlerical en la sociedad.

Hitler por el contrario intentó atraer a las Iglesias invitándolas a ser parte formativa del Tercer Reich. En sus primeras plataformas, antes de la toma del poder, declaraba que un cristianismo positivo era la base de su partido.

Los dirigentes nazis alentaban a sus correligionarios a retornar a los cultos cristianos y esto llenaba de satisfacción a los pastores que votaron por Hitler a principios de 1933. Entre ellos se contaba Martín Niemöller que pronto abriría los ojos a las verdaderas intenciones de Hitler y su partido: someter el cristianismo a la ideología nacionalsocialista, desnaturalizándolo por completo.
La organización debía dejar de ser democrática y pasar a ser regida por un Reichsbischof, que sólo debía obediencia al Führer. Para lograr su cometido, Hitler inventó una agrupación que popularmente se llamó Deutscher Christen (Glaubensgemeinschaft Deutscher Christen) y que pretendía hacerse con el control de las iglesias alemanas, reformando su estructura y su credo y que se inspiraba en las tradiciones arias alemanas y asi sincronizar las creencias religiosas con la política del Estado, los nazis intentaron establecer una iglesia nacional unificada, pero no tuvieron éxito. Hitler nombró a Ludwig Mueller “Obispo del Reich”, y el sacerdote lideró un movimiento Deutscher Christen (Cristianos Alemánes) dentro de la Iglesia  y lo propuso como candidato para las siguientes elecciones de ese puesto, siguiendo hasta allí, un criterio legal y democrático.

Mueller intentó sintetizar la ideología nazi y la tradición protestante, además de luchar por una “iglesia del pueblo” basada en la “bondadosa sangre aria”. A mediados de la década de 1930, el movimiento había conseguido 600.000 adeptos. El gobierno nazi también intentó reemplazar el culto cristiano por celebraciones seculares del partido nazi que adoptaban muchos símbolos religiosos pero en su lugar glorificaban al partido y a su líder, el Führer. También se trató de atenuar la influencia clerical sobre la instrucción religiosa en las escuelas públicas, poner un freno a las actividades e influenciar los planes de estudio de las escuelas religiosas. Esta idea de estructura funcional fue aceptada por las Iglesias. Sin embargo un sector de ellas no acogieron con agrado esta propuesta y contrapusieron su propio candidato: Friedich von Bodelschwingh que ganaría la elección en el Sínodo Nacional. Hitler respondió con ataques de las SA Jesucrist (formación paramilitar nazi) a las administraciones de las iglesias críticas y consiguió la pronta renuncia de von Bodelschwingh, dejando expedito el camino al candidato hitleriano.

También concibió un sistema para adueñarse de los gobiernos regionales de las iglesias a través de los Consejos, imponiendo candidatos de los Deutscher Christen (DC =Cristianos Alemanes) en todas ellas. Aunque una vez más enfrentó a opositores, constituidos bajo el nombre de Jóvenes Reformadores, quienes proclamaban la independencia espiritual y administrativa del poder hitleriano; los DC se alzaron con la victoria con el 75% de los votos.

La Reich kirche estaba asentándose firmemente en el panorama de las iglesias alemanas.

Pero hubo tres iglesias donde los DC no habían logrado ganar, estas eran las iglesias de los pastores Wurm, Meiser, Maraherens, de las regionales de Wurttemberg, Baviera y Hannover respectivamente. Se auto denominaban “iglesias intactas” en contraposición a lo que llamaban las “iglesias destruidas” que obedecían a Hitler.

Este es el primer esfuerzo de organización de una oposición clara a las políticas oficiales, representadas por los DC.

En Setiembre de 1933, los DC (Cristianos Alemanes) por medio del Sínodo de Prusia imponen el infame “párrafo ario” el cual supone la expulsión de todos los protestantes de origen judío de los órganos de las iglesias. El paso siguiente fue de carácter doctrinal y dogmático y consistió en liberar del culto y dogma de las iglesias protestantes de todo aquello que no fuera “alemán”, reclamó la supresión del Antiguo Testamento y criticó como malsanas desviaciones todo aquello que tuviera relación con las raíces hebreas del cristianismo, el apóstol Pablo incluido. Esto conducía a una paganización escandalosa y a la creación de una religión política, mezcla de elementos cristianos y de componentes identitarios nacionalistas así como racistas.

Afirmaba un informe de la época, atribuido a los suecos: “los alemanes tienen un nuevo dios, y es la Raza, un dios al que ofrecen sacrificios humanos”.

De inmediato, los opositores a Hitler y a sus medidas raciales y anticristianas pasan a formar la Liga de Emergencia ( Pfarrernotbund )en 1933, un pequeño grupo del clero protestante, fundada por Martin Niemöller entre otros, que adoptó una postura en contra de la dominación nazi de la Iglesia, una liga que tenía por fin ayudar a todos los pastores y miembros afectados por el párrafo ario, poniendo asi las bases para la formación de lo que poco después sería la Bekennende Kirche (Iglesia Confesante), en 1934 declarada antagonista de la Iglesia del Reich que representaban los DC, la cual representaba a una minoría de todos los pastores protestantes de Alemania. Su ideología consistía en resistir la coacción nazi y desenmascarar la falsedad moral del movimiento “cristiano alemán” pronazi. Sin embargo, la iglesia confesionista no repudiaba las políticas raciales ni sociales de los nazis. Si bien muy pocos teólogos alemanes, como Dietrich Bonhoeffer, se oponían al régimen, durante toda la era nazi la gran mayoría de los líderes de la iglesia protestante no cuestionaron la legislación ni las medidas discriminatorias del Estado.

Esto profundizó aún más la división entre aquellos cristianos que se mantenían fieles a la Biblia como única norma de fe y aquellos que aceptaban los dictados de Hitler a través de los DC.

En Mayo de 1934 se celebra el Sínodo de Barmen que dará sustento y base teológica a la Bekennende Kirche. En las declaraciones elaboradas intervendrá Karl Barth, (por entonces profesor en Bonn ) y se afirmará: «la palabra de Dios del A. T. y N. T. como única fuente de nuestra fe» al tiempo que se pronunciarán « libres, en cuestiones de fe, de todo otro compromiso ajeno a la Iglesia». Con esto rechazaban de plano el ser integrados dentro del Estado y la nazificación de las iglesias.

Si bien la declaración era de tipo teológico, muy bien señala la historiadora Bárbara Koehn que el régimen nazi no comprendía la diferencia entre teología y política y que por eso vio en ella un peligroso acto de desobediencia al Fuhrer.

En el aspecto teológico más profundo, lo afirmado era influenciado por Karl Barth, que ya en 1933 había escrito en “ Theologische Existenz heute”, «que la Iglesia ha de servir, no al pueblo alemán o a la historia, sino a la palabra soberana de Dios; y que por ello debe seguir siendo Iglesia y se tiene que convertir en Iglesia», refiriéndose a las competencias de la Iglesia y de su Dogma.
Abrevaba en las fuentes de Agustín, Tomas de Aquino y del mismo Lutero, separando las esferas de acción del poder religiosos y del secular, pero reconociendo al mismo tiempo la soberanía de Dios y por lo tanto rechazando que se convirtiera en un apéndice del Estado o estar sometido a él en su dominio espiritual.

Sin embargo su falta más grave y que llevó a que algunos preclaros cristianos (entre ellos Karl Barth y Dietrich Bonhoeffer) a ir más allá de lo que ella estaba dispuesta a ir, fue la total ausencia de menciones de los aspectos más racistas y antisemitas de la política que llevaba el gobierno.
No puede alegarse ignorancia en ello, ya que personas como la diaconisa Marga Meusel presidenta del Servicio de Bienestar Evangélico de Berlín, en 1935 denunció a través de un memorándum, la situación extrema que comenzaban a padecer los judíos en Alemania:

"¿ Por qué la iglesia no hace nada? ¿Por qué permite que una injusticia inenarrable ocurra? ¿Qué responderemos un día cuando nos pregunten dónde está nuestro hermano Abel ? La única respuesta que podremos dar como Iglesia , es la respuesta de Caín :" ¿Soy yo encargado de mi hermano? "( Génesis 4:9). 
Karl Barth también escribiría en 1935 poco antes de verse obligado a abandonar Alemania : “para millones que sufren injustamente, la Bekennende Kirche todavía no tiene un corazón.”

La Bekennende Kirche en este punto no tuvo visión para ver que el “ problema judío” era en realidad un problema cristiano, su problema; y que estaba siendo probada en su integridad.
El Pastor protestante Wolfgang Gerlach en su obra “And the Witnesses Were Silent” University Nebraska Press, señala : "la Iglesia Confesante (Bekennende Kirche) fue exitosa, al menos en parte, en defender tanto la autonomía como la doctrina de la Iglesia contra la infiltración Nazi. Pero en cuanto al tema de los judíos hizo silencio".

En 1936 se produce un punto de inflexión en las relaciones entre las Iglesias protestantes y Hitler. Este rápidamente entiende que su política de dominio de las iglesias no está rindiendo frutos y elige abandonar la idea primigenia a través de una Iglesia del Reich y dedicar esfuerzos a debilitar a la Bekennende Kirche (la Iglesia Confesante).

En esta última habían surgido señales de desavenencias entre aquellos que consideraban una ruptura total con el régimen y los que abogaban por conservar cierta moderación.

Las partes respondían por un lado, a aquellos representantes de las iglesias que se encontraban dentro de territorios dominados por los Deutscher Christen (Cristianos Alemanes) y por lo tanto en la oposición y los que estaban bajo los que se denominaban Iglesias intactas.

Para acentuar la división y al mismo tiempo poder quebrar la autonomía y la gestión independiente de la Iglesia Confesante, Hitler crea la figura administrativa del Reichkircheministerium (Ministerio de Culto) y nombra a Hans Kerrl a la cabeza del mismo.

Este propone la idea de Comisiones Regionales para facilitar la gestión y comunicación entre las iglesias y el Estado e invita a todas las iglesias a ser parte de este proyecto. Esta maniobra obligaba a las iglesias a decidirse a ser parte de la Administración estatal o a separarse completamente. Conocedor de las opiniones enfrentadas en el seno de la Iglesia Confesante, Hitler esperaba acelerar el proceso de descomposición de esta organización que le era claramente opuesta .

En principio el ala moderada aceptó la propuesta en la creencia que con esta actitud se cerraba el paso al avance que tenían los Deutscher Christen (Cristianos Alemanes) sobre las iglesias.
No así el ala radical que rehusó toda forma colaboración.

Se produce entonces la creación de dos comisiones directivas en la Bekennende Kirche, una que responde al sector moderado, el Lutherrat y otra al sector radical, Vorläufige Kirchenleitung.

Poco antes de los Juegos Olímpicos de 1936 un memorandum es dirigido a Hitler, en el se hacen muy severas críticas y denuncias de los abusos del régimen nazi. Entre otras cosas señala que el gobierno busca eliminar a las iglesias de la vida pública y descristianizar a la sociedad alemana; denuncia que el entronamiento de la idea de “raza superior” es opuesto al Evangelio, que no se debe sacrificar la legalidad en el altar de la ideología nazi ; al tiempo que advierte que el antisemitismo dominante es decididamente anticristiano. Hace duras menciones también de los campos de concentración, los abusos de poder y el culto al Führer. Este documento es redactado por Friedich Weissler perteneciente al sector radical y representa posiblemente, según diferentes historiadores, el documento más crítico y opuesto a la política nazi de la época, emanado de una institución eclesiástica.

La situación se torna en muy grave cuando es filtrado a la prensa extranjera , a pesar de que se esperaba mantenerlo reservado hasta que Hitler diera una respuesta.

Interviene la GESTAPO y en 1937 son arrestados Weissler junto a otros dos pastores, todos acusados de la redacción y entrega a los corresponsales extranjeros. De inmediato son encerrados en el campo de concentración Sachsenhausen, donde Weissler sería ejecutado en 1938.

Esto sin embargo, no amedrentaría a la fracción radical de la Bekennende Kirche (la Iglesia Confesante), que continuaría batallando. En el verano de 1936 componen un mensaje para ser leído en todos los púlpitos de las iglesias durante los Juegos Olímpicos y que, siguiendo el pensamiento de Lutero y los comienzos de la Reforma, incita a la resistencia activa contra un régimen que se opone a los mandamientos divinos. El sector moderado de la Bekennende no consideró prudente leerlo y por lo tanto no se realizó su lectura en las iglesias que respondían a su dirección.

Hitler fortalecido por la división imperante en el seno de la Bekennende decide entonces embestir directamente contra el sector más crítico y manda arrestar a Martín Niemöller bajo la acusación de un delito contra el Tercer Reich. A pesar de las protestas internacionales y que el Tribunal Supremo sólo lo condena a una corta detención provisoria ; por orden de Hitler es enviado al campo de concentración de Buchenwald (luego lo tranferírían a Dachau) como su prisionero personal. Recuperaría la libertad al finalizar la guerra en 1945 al ser el campo liberado por las tropas americanas.

En Septiembre de 1938, una vez más los radicales de la Bekennende proponen, conforme a la tradición luterana redactar una oración para ser repetida en todas las iglesias. Se trataba en realidad de una confesión ante Dios de reconocimiento del pecado del pueblo alemán, admitiendo que se han cometido crímenes, abusos y profanaciones. Por ser demasiado fustigadora de la realidad que llevaba a cabo el gobierno nazi, es rechazada por la parte moderada que se distancia haciendo una declaración, que es firmada por lo pastores que representa, presionados por el temor a las S.S. y sus acusaciones de traición a la patria.

Este será el punto más bajo y de virtual ruptura dentro de la Bekennende Kirche, entre aquellos que por temerosa prudencia intentaban evitar mayores enfrentamientos y sus inevitables consecuencias y los que consideraban que el régimen nazi y sus autoridades debían ser combatidos porque representaban el mal en su misma esencia.

Meses antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial una nueva ofensiva de Hitler intentará terminar con la Bekennende Kirche. Por medio del Reichkircheministerium (Ministerio de Culto) se prohíbe a las Iglesias protestantes de Alemania toda fraternidad con Iglesias evangélicas en el extranjero (tenían una decisiva participación en protestas contra los abusos de Hitler y de apoyo a los radicales de la Bekennende).

Pero además se declara al nacionalsocialismo la continuidad natural de la Reforma luterana, siguiendo criterios de exclusivismo nacionalista, prejuicios raciales y fuerte antisemitismo. Esta era la doctrina de los Deutscher Christen  (Cristianos Alemanes) y la subversión total del cristianismo.

La Bekennende Kirche ( La Iglesia Confesante) rechaza de plano este planteo.

De inmediato se producen medidas represivas, como el cierre de los seminarios donde se formaban los pastores de la Iglesia de la Confesión, entre ellos el célebre Finkenwalde, que dirigía Dietrich Bonhoeffer) y la vigilancia y presión de la GESTAPO a los pastores opositores al régimen, enviando a algunos de ellos a los campos de concentración.

Paradójicamente esto hizo que el ala moderada de la Bekennende reconsiderara su postura y comenzara a unirse al ala radical en la oposición contra el totalitarismo hitleriano. Poco después los pastores Wurm y Meiser retiraran sus firmas de la declaración en que se distanciaban de los radicales .

En 1940 Wurm protesta, en nombre de toda la Bekennende Kirche, contra la eliminación por parte del régimen de los enfermos mentales y por las deportaciones de los judíos, especialmente los convertidos al protestantismo y que mostraba que la decisión del gobierno no era de tipo religioso, lo cual ya era ignominioso, sino demencialmente racial.

También comienzan a intensificarse los contactos con el Círculo Kreisau, que reunía a personajes de la resistencia conservadora, que se oponían a Hitler y planeaban eliminarlo físicamente.
En junio de 1941, se genera un decreto reservado por medio de Martin Bormann y que afirma que por primera vez en la Historia de Alemania el Führer tiene consciente y completamente el liderazgo del pueblo en sus propias manos.

Considera que con el Partido Nazi, sus componentes y unidades adjuntas, el Führer ha creado para sí mismo, y por tanto para el liderazgo del Reich Alemán, un instrumento que le hace independiente de las Iglesias.

Que todas las influencias que puedan reducir o dañar el liderazgo del pueblo ejercido por el Führer con la ayuda del NSDAP deben ser eliminadas y cada vez más se ha de separar al pueblo de las Iglesias y sus representantes, los pastores.

Y finalmente el Estado debe eliminar la posibilidad de la iglesia de influir en el pueblo alemán.
Para este tiempo ya hay quien rebasando las limitaciones propias de la institución de la Bekennende y sus limitadas acciones, deciden tomar caminos personales de resitencia y oposición a Hitler, entre ellos ya se ha mencionado a Dietrich Bonhoeffer que fue encarcelado y luego ejecutado en el campo de concentración de Flossenburg, pero también hubo otros como Elisabeth Schmitz o Gertrud Staewen , de la Iglesia de Dahlem Berlín, que también pasan a la acción y deciden tomar medidas de ayuda a los perseguidos, obteniendo para ellos documentos de identidad, alimentos para los escapados de las deportaciones y refugio para los judíos. Gertrud sería por esto arrestada por la GESTAPO aunque sobreviría a la guerra.

De igual forma el Pastor Paul Schneider en Hochelheim a través de su ministerio pastoral y sus sermones no dejó de denunciar la barbarie que representaba el nazismo en aquellos días, instando a la Iglesia a ser fiel a Cristo y no hipócrita y temerosa. Sería detenido por la GESTAPO y enviado a Buchenwald donde moriría.

El Pastor Karl Stellbrink de Lubeck, que sería martirizado por los nazis en Hamburgo en 1943, por sus actividades de oposición al nazismo, es otro de aquellos que no escatimaron su vida con tal de ser fieles cristianos en los tiempos más aciagos de la historia de Alemania.

En Octubre de 1945, ya finalizada la guerra y encabezados entre otros por Martín Niemöller y Hans Asmussen se llevó a cabo el último acto de la Bekennende Kirche que en nombre de todos los protestantes alemanes hizo una declaración pública de culpa que se conoce como la Confesión de Stuttgart.

En ella se afirma: 
“Con gran dolor decimos: mal infinito fue llevado por nosotros a muchos países y pueblos.”

Nunca ha sido la intención de estas notas el juicio moral o espiritual sobre las Iglesias Protestantes de Alemania en el período que corre entre 1933-1945 y que estuvo signado por el totalitarismo nazi fascista de Hitler.

Pero sí que sirvieran para un acercamiento al tema que permita esbozar una reflexión despojada de todo apasionamiento.

Hitler contó con el apoyo de gran parte de los protestantes alemanes de todos los estamentos en 1933, y hubo muy pocos, como Bonhoeffer, que desde un comienzo discernieron claramente quién era Hitler y cuales sus verdaderas intenciones.

Sin embargo el desarrollo de los acontecimientos sirvieron para comenzar a dividir prontamente las aguas entre aquellos que estaban dispuestos a seguir a Hitler y aceptar sus políticas de asimilación del cristianismo al nazismo y los que plantaron cara a toda tergiversación del Evangelio y del rol de Cristo como Señor de Su Iglesia.

En principio esto quedó evidenciado en el enfrentamiento entre los Deutscher Christen o la Iglesia del Reich (nunca mejor dicho “del Reich”, no de Cristo) y la Bekennende Kirche o Iglesia Confesante.

Pero con el devenir del tiempo, también entre estos últimos habrá notables divisiones, entre la fracción mayoritaria, moderada, que buscaba conservar cierto margen de maniobra como organismo espiritual y aquellos de la fracción minoritaria y radical que no estaban dispuestos a hacer ninguna concesión a Hitler ni a su régimen. Estos sobrepasaron los límites de su institución para tomar en sus manos la responsabilidad que les cabía como cristianos y dar la respuesta suficiente que la Bekennende no estaba dando.

Quizá las Iglesias Protestantes no tuvieran una respuesta monolítica al nacionalsocialismo.
Sin embargo, por los diferentes matices y niveles de respuestas, no como entidad sino a tenor individual muchas veces, (recordemos que la Iglesia en lo espiritual esta formada por cada persona particularmente que confiesa a Cristo como su fe) resultó para el Estado de Hitler un hueso muy duro de roer.

La Bekennende Kirche derrotó en el campo teológico a los Deutscher Christen y sus planteos seudo-cristianos e impidió con esto que, Hitler se erigiera alguna vez, como la única autoridad de las Iglesias Protestantes, como pretendía. Demostraron con ello que sólo había una Cruz y que esta no era la cruz gamada.

Aún con todas sus limitaciones, fallas, divisiones y cobardías, fue la Bekennende Kirche un espacio donde muchos resistentes a Hitler encontraron un lugar de confortamiento y sustento espiritual; donde otros fueron formados (Finkenwalde), muchos despertados a su responsabilidad y a aquellos que planeaban la eliminación física del Furher, nunca los aisló, ni condenó.

Careció, indefectiblemente, de la decisión suficiente para abandonar posiciones de diálogo que le suponían cierta seguridad. Tuvo un silencio cómplice que no se justifica, como hemos probado, con la ignorancia de los hechos que se estaban sucediendo.
Le faltó valentía para exponerse por los más débiles (y aquí falla cruelmente como Iglesia de Cristo).

Curiosamente quienes más claro tenían el papel de oposición y resistencia que ejercían las Iglesias Protestantes (con poder real o potencial), eran Hitler y su camarilla que buscaron siempre distintas formas de dominarlas, acallarlas o destruirlas. Lo intentaron por vías pacíficas, teológicas-doctrinales, políticas y finalmente también violentas enviando a los campos de concentración y a la muerte en muchos casos, a los pastores que ejercieron una oposición activa.

¿Hasta dónde tuvieron responsabilidad la Iglesias Protestante en la barbarie de Hitler? ¿Por qué la mayoría de los líderes protestantes no defendieron vehementemente la causa de los judíos? ¿Su silencio era complicidad, cobardía o estrategia de propia sobrevivencia?

Estas preguntas son complejas de responder. Hay cuestiones históricas que se enraízan con formaciones teológicas que no se pueden ignorar. Las Iglesias no tenían poder político, solo pastoral espiritual. Entendían por razones teológicas que su primera responsabilidad eran con sus rebaños, en base a eso buscaron proteger lo que entendían eran sus prioridades. Se sirvieron a si mismas pero no al prójimo como indica el Evangelio. Fueron insolidarias por la ausencia de una denuncia clara y audible de la injusticia que sufría el pueblo judío, de la opresión al más débil. Y esas eran también sus responsabilidades como Iglesia.

Esta claro que décadas de un discurso antisemita entre líneas, subliminal , popular, implícito y explícito dentro y fuera de las iglesias; preparó las conciencias débiles para la persecución y genocidio de los judíos. Y que esto también afectó transversalmente a las iglesias y sus líderes condicionándolas en su respuesta. Esto es hoy aceptado ampliamente por la mayoría de los investigadores y si bien faltó en la Declaración de Stuttgart este reconocimiento al silencio culpable sobre la persecución de los judíos, hoy en día las iglesias protestantes alemanas han reconocido sus faltas al respecto. El silencio de las Iglesias son una compleja trama de los tres factores que enuncia la pregunta.

Dejo para el final una pregunta que muchos se han formulado. ¿Dónde estaba Dios en aquellos días si Su Iglesia tenía esta actitud de pasividad y temor?

Dios estaba obrando por medio de aquellos que no doblaron sus rodillas ante Hitler.
En aquellos que no hicieron oídos sordos a los gritos de las víctimas. En aquellos que no pensaron en su propia seguridad sino en su deber como cristianos.
Dios actuaba en esos momentos a través de hombres y mujeres como Dietrich Bonhoeffer, Martín Neumöller, Karl Barth, Paul Schneider, Elisabeth Schmitz, Gertrud Staewen, Hans Gruber, Friedich Weissler, Karl Stellbrink y otros que pagaban con cárcel, deportaciones, exilio y hasta con la muerte el terrible desafío de la fidelidad .

El hecho de reflejar las faltas y errores más terribles de la Iglesia protestante Alemana de ese tiempo, debe correr paralelo con valorar la vida y la actitud de hombres y mujeres que no se dejaran arrastrar por el error, por el silencio cómplice o la indiferencia. Hombres y mujeres que en la medida de sus posibilidades y en muchos caso más allá de sus fuerzas fueron fieles a sus conciencias cristianas.

Las dos iglesias, Católica (Algunas excepciones) y Protestante, defendieron a los judíos que se habían convertido al cristianismo o se habían casado con miembros de sus iglesias, y de esta manera salvaron algunas vidas. Además, repudiaron firmemente el Programa de Eutanasia Nazi y lograron limitar su alcance. Si bien el régimen nazi posteriormente detuvo la parte visible de este programa, una parte secreta continuó vigente. Sin embargo, la acción de las iglesias sobre este asunto demostró que la protesta podía provocar un impacto en la política nazi. A pesar de eso, ni el liderazgo católico ni la jerarquía clerical protestante repudiaron oficialmente la persecución de los judíos ni los horrores de la “solución final”. Hemos nombrado unos pocos, pero vaya en estos nombres la representación de todos los protestantes alemanes que quedaron en el anonimato de la historia, pero que tuvieron igual actitud y forman parte de, esa gran nube de testigos que nos observa desde la eternidad.

Dietrich Bonhoeffer
Bonhoeffer nació en Breslau, Alemania (hoy Wroclaw, Polonia) en el seno de una familia de la alta burguesía prusiana que integraba la élite cultural berlinesa.

Su padre, Karl Ludwig Bonhoeffer (1868-1948), era profesor de psiquiatría y neurología, director de la clínica psiquiátrica de la Universidad de Breslau; y su madre, la pianista Paula von Hase, nieta del teólogo Karl von Hase —predicador de la corte del Kaiser Guillermo II— e hija de Klara von Hase que había sido pupila de Clara Schumann y Franz Liszt, tomó parte en la educación de sus ocho hijos (Karl-Friedrich, Walter, Klaus, Ursula, Christine, Dietrich, Sabine, Susanne).

La familia se mudó a Berlín en 1906, donde su padre ocupó la cátedra más importante de psiquiatría y neurología de Alemania. El teólogo Adolf von Harnack —que luego sería su maestro en la Universidad de Tubinga— era vecino de ellos, y Dietrich, a los 8 años de edad, vive los horrores de la Primera Guerra Mundial, en la que muere uno de sus hermanos y tres primos.

Estudia en el Gymnasium de Grunewald junto a su hermano Klaus y Hans von Dohnanyi, hijo del compositor Erno Dohnányi, quien se casará con su hermana Christine (padres del director de orquesta Christoph von Dohnányi y del socialdemócrata Klaus von Dohnanyi, alcalde de Hamburgo entre 1981-88).

A los 17 años comienza sus estudios de teología en la Universidad de Tubinga y 2 años después los continúa en la Universidad de Berlín. En 1927, a la edad de 21 años, se doctoró con distinción summa cum laude con la tesis Sanctorum communio, la que el teólogo Karl Barth consideró como un milagro teológico.

Se traslada a Barcelona, para asumir la vicaría de la Iglesia Luterana en Barcelona, posteriormente se devuelve a Berlín, y presenta en 1930 su tesis de habilitación titulada Akt und Sein: Traszendentalphilosophie und Ontologie in der systematischen Theologie. Como aún era muy joven para ser ordenado, aprovecha de viajar en ese año a Nueva York para tomar algunos cursos de especialización en el Union Theological Seminary. Finalmente, el 11 de noviembre de 1931, a la edad de 25 años, es ordenado como pastor luterano.

Resistencia contra el nazismo
En la Universidad de Berlín enseñó Teología y escribió varios libros. Opuesto firmemente al nazismo y a la claudicación de las iglesias alemanas frente a Hitler, se vio implicado, junto con Karl Barth, Martin Niemöller y otros, en el establecimiento de la Bekennende Kirche (Iglesia Confesante o Iglesia de la Confesión, de teología luterana pero no oficial). En abril de 1933, en una conferencia ante los pastores berlineses, Bonhoeffer insistió en que la resistencia política se hacía imprescindible. Entre finales de 1933 y 1935 sirvió como pastor de dos iglesias germanófonas protestantes en Londres.

Volvió a Alemania para encabezar un seminario ilegal para pastores de la Iglesia Confesante, en Finkenwalde, Pomerania —hoy Szczecin, Polonia sobre el río Oder—, donde recibió el apoyo incondicional de la condesa Ruth von Kleist Retzow. Allí conoció a su nieta Maria von Wedemeyer, que sería su prometida.

Regresó a los Estados Unidos brevemente y retornó a Alemania en uno de los últimos barcos que hicieron la travesía antes del comienzo de las hostilidades.

La Gestapo clausuró el seminario en 1937 y le prohibió predicar, enseñar y finalmente hablar en público. El seminario funcionó entonces en el estadio von Blumenthal de Gross Schlönwitz, pero fue nuevamente cerrado al estallar la guerra. La resistencia, con la que colaboraba Bonhoeffer, era activa desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Durante este período, Bonhoeffer mantuvo estrechos contactos con Carl Friedrich Goerdeler y trabajó mano a mano con numerosos opositores a Hitler.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Bonhoeffer desempeñó un papel clave de acaudillamiento en la Iglesia de la Confesión, que se oponía a las políticas antisemitas de Hitler. Estaba entre aquellos que apelaban a la abierta resistencia de la Iglesia al tratamiento que Hitler daba a los judíos. Aunque la Iglesia de la Confesión no era grande, representaba un foco considerable de oposición cristiana al régimen nazi en Alemania.

En 1939 se unió a un grupo clandestino de la resistencia, que incluía militares de alto rango con base en Abwehr, la Oficina de Inteligencia Militar, quienes, encabezados por el almirante Wilhelm Canaris, querían derrocar el régimen nacionalsocialista de Hitler.

Lo arrestaron en abril de 1943, después de que condujera hacia él el dinero del Proyecto 7, usado para ayudar a escapar a judíos a Suiza. Fue acusado de conspiración y encerrado en la cárcel de Tegel, en Berlín, durante un año y medio.

Tras el infructuoso atentado del 20 de julio de 1944, Bonhoeffer fue sindicado de complicidad por sus conexiones con los conspiradores, algunos de los cuales eran familiares suyos, como su tío, el comandante de la ciudad de Berlín, Paul von Hase, ejecutado el 8 de agosto de 1944.

El 8 de octubre fue trasladado a la prisión de la Gestapo en la calle Prinz-Albrecht para interrogarlo y el 7 de febrero de 1945 al campo de concentración de Buchenwald. En abril de 1945 fue llevado al Campo de concentración de Flossenbürg.

Ejecución
El 8 de abril de 1945 bajo órdenes de Ernst Kaltenbrunner, en corte marcial se condenó a la horca a Dietrich Bonhoeffer y a su cuñado Hans von Dohnanyi -éste último fue ejecutado al día siguiente en Sachsenhausen-, General Hans Oster, General Friedrich von Rabenau, Theodor Strünck, juez Dr. Karl Sack, Capitán Ludwig Gehre y al almirante Wilhelm Canaris.

En el amanecer del 9 de abril, Bonhoeffer, que el día anterior -domingo de cuasimodo- había dirigido un servicio religioso a petición de los demás presos, fue ejecutado con la horca. Debió desnudarse para subir al cadalso. Sus últimas palabras fueron "Este es el fin; para mí el principio de la vida".2 El doctor del campo -testigo de la ejecución- anotó "Se arrodilló a rezar antes de subir los escalones del cadalso, valiente y sereno. En los cincuenta años que he trabajado como doctor nunca vi morir un hombre tan entregado a la voluntad de Dios".3 Su cadáver fue incinerado.

También fue condenado por participar en la conspiración su hermano Klaus Bonhoeffer, que fue ejecutado en Berlín junto a doce conspiradores entre ellos Rüdiger Schleicher y Friedrich Justus Perels.

Legado
Bonhoeffer es considerado mártir por su fe; fue absuelto de cualquier crimen por el gobierno alemán a mediados de los 90. El calendario de la Iglesia Episcopal en los Estados Unidos de América lo recuerda el 9 de abril, fecha de su martirio.

Una frase muy citada de uno de sus libros más leídos, «Seguimiento» («El costo de ser discípulo» o «El precio de la gracia», 1937), prefiguraba su muerte. «Cuando Cristo llama a un hombre, le ofrece a venir y morir».

Se ha debatido si hubo razones teológicas y políticas detrás de un supuesto cambio desde su pacifismo cristiano, que expuso a mediados de los años 30, hasta su pretendida participación en el plan de magnicidio de Hitler, según la acusación de sus verdugos. En realidad había pasado más de un año desde el encarcelamiento de Bonhoeffer, cuando algunos de los resistentes atentaron contra el Führer, sin que pueda probarse de ninguna manera que Bonhoeffer haya participado en el violento plan de los resistentes militares.

Durante su cautiverio en la prisión de Tegel, Bonhoeffer ha tenido correspondencia con su amigo Eberhard Bethge y con sus padres, la que fue publicada póstumamente bajo el título «Resistencia y Sumisión». Éstas han impactado al mundo teológico, ya que en ellas desarrolla una visión crítica del cristianismo, indicando lo que éste ha de ser en el mundo actual. De ese periodo también se ha conservado la correspondencia con su novia Maria von Wedemeyer, la que sólo ha podido ser publicada después de su fallecimiento en el año 1977. Su traducción al español apareció en el año 1998, bajo el título «Cartas de amor desde la prisión». En la cárcel de Tegel, Bonhoeffer continuó escribiendo en torno al tema de la ética, que iba a ser su gran obra. De ella se han conservado valiosos fragmentos que Bethge ha reunido y publicado póstumamente bajo el título «Ética».

Las cartas y papeles de Bonhoeffer desde la cárcel incluían sentencias vagas que han intrigado a muchos teólogos, incluyendo una referencia a un «cristianismo sin religión». Decía, «Jesús nos llamó, no a una nueva religión, sino a una nueva vida». Estas ideas han estimulado un movimiento teológico cristiano etiquetado como «Teología Secular» popularizado por el libro de Harvey Cox, «La Ciudad Secular». Los teólogos cristianos desde Bonhoeffer han hecho hincapié en cómo construir una teología para lo que Bonhoeffer llamó «un mundo mayor de edad», un mundo que desde la época del renacimiento ha ido dejando su adolescencia.

El obispo anglicano J.A.T. Robinson, refiriéndose a sus cartas desde la prisión, decía que Bonhoeffer estaba muy adelantado para su tiempo, y que posiblemente lo que escribió no se entienda apropiadamente de aquí a cien años. Varios libros han ayudado para acortar este trecho, entre ellos el del propio Robinson titulado «Sinceros para con Dios».

Bonhoeffer es uno de los pocos teólogos reivindicados tanto por cristianos liberales como por conservadores. Fue además una personalidad de resonancia ecuménica. El teólogo y sacerdote jesuita español José Joaquín Alemany (1937-2001), quien fue en su tiempo el mayor conocedor y divulgador hispanoamericano de la vida y obra de este teólogo luterano, dice que Bonhoeffer ha sido una figura de gran importancia de la cual se han enriquecido de su acción y de su obra cristianos más allá de todas las fronteras confesionales. También el papa Pablo VI se refería a Bonhoeffer como una personalidad hondamente cristiana y cuya definición «Jesús, hombre para los demás» es válida para nuestro tiempo.

Se acepta universalmente que, con su muerte, el mundo perdió una de las mentes teológicas más profundas.
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