Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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lunes, 5 de enero de 2009

Jesucristo I: Nacimiento-Niñez


Nacimiento de Jesucristo por Gustave Dore

Jesus de Nazaret, también conocido como Jesús, Cristo o Jesucristo, es la figura central del cristianismo. Para la mayoría de las denominaciones cristianas, es el Hijo de Dios y, por extensión, la encarnación de Dios mismo. Su importancia estriba asimismo en la creencia de que, con su muerte y posterior resurrección, redimió al género humano. En el islam, donde es conocido por el nombre de Isa, lo consideran también como uno de sus profetas más importantes. Es uno de los personajes que han ejercido una mayor influencia en la cultura occidental. Según la opinión mayoritariamente aceptada en medios académicos, basada en una lectura crítica de los textos sobre su figura, Jesús de Nazaret fue un predicador judío que vivió a comienzos del siglo I en las regiones de Galilea y Judea y fue crucificado en Jerusalén en torno al año 30. Lo que se conoce de Jesús depende casi absolutamente de la tradición cristiana, especialmente de la utilizada para la composición de los evangelios sinópticos, redactados, según opinión mayoritaria, unos 30 ó 40 años, como mínimo, después de su muerte. La mayoría de los estudiosos considera que mediante el estudio de los evangelios es posible reconstruir tradiciones que se remontan a contemporáneos de Jesús, aunque existen grandes discrepancias entre los investigadores en cuanto a los métodos de análisis de los textos y las conclusiones que de ellos pueden extraerse. Existe una minoría que niega la existencia histórica de Jesús de Nazaret.

El Cristo
Cristo (del latín Christus, y este del griego antiguo Χριστός, Christós) es una traducción del término hebreo «Mesías» (מָשִׁיחַ, Māšîaḥ), que significa «ungido», y que se emplea como título o epíteto de Jesús de Nazaret en el Nuevo Testamento. En el cristianismo, Cristo se utiliza como sinónimo de Jesús. Los seguidores de Jesús son conocidos como «cristianos» porque ellos creen y confiesan que Jesús es el Mesías profetizado en el Antiguo Testamento, por lo cual le llamaban «Jesús Cristo», que quiere decir «Jesús, el Mesías» (en hebreo: Yeshua Ha'Mashiaj), o bien, en su uso recíproco: «Cristo Jesús» («El Mesías Jesús»). El título «Cristo» también se encuentra dentro del nombre personal «Jesucristo», y se menciona como un sinónimo de Jesús de Nazaret en la fe cristiana, que lo considera salvador y redentor de los hombres, el «Verbo» (o Palabra) de Dios encarnado y «el Hijo unigénito de Dios».

Las principales creencias cristianas acerca de Jesucristo incluyen su consideración como el Hijo de Dios, constituido como Señor; que fue concebido por el Espíritu Santo y que nació de la Virgen María; que fue crucificado, muerto y sepultado durante el mandato de Poncio Pilato; que descendió a los infiernos y posteriormente resucitó de la muerte y subió a los cielos, donde se encuentra junto a Dios Padre y desde donde volverá para el Juicio Final. La Cristología, un área de la teología, se ocupa principalmente de estudiar la naturaleza divina de la persona de Jesucristo, según los evangelios canónicos y los demás escritos del Nuevo Testamento. El título «Mesías» fue utilizado en el Libro de Daniel, que habla de un «Mesías Príncipe» en la profecía acerca de «las setenta semanas». También aparece en el Libro de los Salmos, donde se habla de los reyes y príncipes que conspiran contra Yahveh y contra su ungido. En los evangelios canónicos. Jesús es llamado «el Cristo» en los cuatro evangelios del Nuevo Testamento donde se le describe como ungido con el Espíritu Santo. Algunas referencias incluyen Mateo 1:16, Mateo 27:17, Mateo 27:22, Marcos 8:29, Lucas 2:11, Lucas 9:20 y Juan 1:41.

En el evangelio de Mateo se trata el tema en el siguiente pasaje: Cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?» Y ellos dijeron: «Unos, Juan el Bautista; y otros, Elías; pero otros, Jeremías o uno de los profetas». Él les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Respondiendo Simón Pedro, dijo: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente». Y Jesús, respondiendo, le dijo: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos». Evangelio de Mateo 16:13-17.

En el evangelio de Juan, el título de «Cristo» se usa como nombre de Jesús: «[…] la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo». «Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo».

Nacimiento e Infancia
Los relatos referentes al nacimiento e infancia de Jesús proceden exclusivamente de los evangelios de Mateo 1:18, 2:23 y Lucas 1:5, 2:52. No hay relatos de este tipo en los evangelios de Marcos y Juan. Las narraciones de Mateo y Lucas difieren entre sí:

El Evangelio de Mateo:

-María y su esposo, José, viven (según parece, pues no se relata ningún viaje) en Belén.
-María queda inesperadamente embarazada y José resuelve repudiarla, pero un ángel le anuncia en sueños que el embarazo de María es obra del Espíritu Santo y profetiza, con palabras del profeta Isaías que su hijo será el Mesías que esperan los judíos, Mateo 1:19-21.

Libro del Profeta Isaias 7:14 Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.

-Unos magos de Oriente llegan a Jerusalén preguntando por el «rey de los judíos que acaba de nacer» con la intención de adorarlo, lo que alerta al rey de Judea, Herodes el Grande, que decide acabar con el posible rival. Los magos, guiados por una estrella, llegan a Belén y adoran al niño.
-De nuevo, el ángel visita a José (Mateo 2:13) y le advierte de la inminente persecución de Herodes, por lo que la familia huye a Egipto y permanece allí hasta la muerte del monarca (de nuevo notificada a José por el ángel, que se le presenta por tercera vez:

Evangelio de Mateo 2:19-23
19 Pero después de muerto Herodes, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José en Egipto,20 diciendo: Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a tierra de Israel, porque han muerto los que procuraban la muerte del niño. 21 Entonces él se levantó, y tomó al niño y a su madre, y vino a tierra de Israel. 22 Pero oyendo que Arquelao reinaba en Judea en lugar de Herodes su padre, tuvo temor de ir allá; pero avisado por revelación en sueños, se fue a la región de Galilea, 23 y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno.

Entonces, José se instala con su familia en Nazaret, en Galilea.

El Evangelio de Lucas:

-María y José viven en la ciudad galilea de Nazaret. 
-La historia de la concepción de Jesús se entrelaza aquí con la de Juan el Bautista ―ya que en este evangelio, María e Isabel, madre del Bautista, son parientes― y el nacimiento de Jesús es notificado a María por el ángel Gabriel (lo que se conoce como AnunciaciónLucas 1:26-38).
-El emperador Augusto ordena un censo en el cual cada uno debe empadronarse en su lugar de nacimiento y José debe viajar a Belén, por ser originario de este lugar. Jesús nace en Belén mientras se encuentran de viaje y es adorado por pastores.
-Lucas añade además breves relatos sobre la circuncisión de Jesús, sobre su presentación en el Templo y su encuentro con los doctores en el Templo de Jerusalén, en un viaje realizado con motivo de la Pascua, cuando contaba doce años.
-En los evangelios de Mateo y de Lucas aparecen sendas genealogías de Jesús (Mateo 1:2-16; Lucas 3:23-38). La de Mateo se remonta al patriarca Abraham, y la de Lucas a Adán, el primer hombre según el Génesis. Estas dos genealogías son idénticas entre Abrahán y David, pero difieren a partir de este último, ya que la de Mateo hace a Jesús descendiente de Salomón, mientras que, según Lucas, su linaje procedería de Natam, otro de los hijos de David. En ambos casos, lo que se muestra es la ascendencia de José, a pesar de que, según los relatos de la infancia, éste solo habría sido el padre putativo de Jesús.

¿Qué sucedió durante la niñez de Jesús?
A excepción de Lucas 2:41-52, la Biblia no nos dice nada acerca de la juventud de Jesús. De este incidente, sabemos ciertas cosas acerca de la niñez de Jesús. Primero, que Él era el hijo de unos padres que eran devotos en sus observancias religiosas. Como era requerido por su fe, José y María hacían una peregrinación anual a Jerusalén para la Fiesta de la Pascua. Adicionalmente, ellos llevaron a su hijo de 12 años para celebrar Su primera Fiesta en preparación para Su bar mitzvah que sería a la edad de 13 años, cuando los niños judíos conmemoran su paso a la adultez. Aquí vemos a un típico niño en una típica familia de esos días. También vemos en esta historia que la permanencia de Jesús en el templo no fue ni maliciosa ni desobediente, sino el resultado natural de Su conocimiento de que Él tenía que estar en los negocios de Su Padre. El hecho de que Él había asombrado a los maestros del templo con Su sabiduría y conocimiento, habla de sus extraordinarias habilidades, mientras que el hecho de escuchar y hacerles preguntas a Sus maestros, demuestra que Él era totalmente respetuoso, asumiendo el papel de un estudiante como correspondía a un niño de Su edad. De este incidente hasta Su bautismo a la edad de 30 años, todo lo que sabemos de la juventud de Jesús es que Él se fue de Jerusalén y regresó a Nazaret con Sus padres y “era obediente a ellos” (Lucas 2:51).

Él cumplió Su deber con sus padres terrenales en sumisión al quinto mandamiento, una parte esencial de la perfecta obediencia a la ley de Moisés, la cual Él cumplió a favor nuestro. Más allá de eso, todo lo que sabemos es que “Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. ” (Lucas 2:52). Evidentemente, esto es todo lo que Dios determinó que necesitábamos saber. Hay algunos escrito extra-bíblicos que contienen historias de la juventud de Jesús (el Evangelio de Tomás, por ejemplo). Pero no tenemos manera de saber si algunas de estas historias son verdaderas y confiables. Dios eligió no decirnos mucho acerca de la niñez de Jesús – así que solo debemos confiar en Él, de que nos ha informado todo lo que necesitamos saber. El Niño Jesús entre los doctores o la Disputa con los doctores es el nombre dado a un pasaje del evangelio de Lucas (Lucas 2:41-50), donde se relata la presencia de Jesús entre los denominados doctores de la religión hebrea. También se encuentra en el evangelio Apócrifo Árabe de la Infancia de Jesús. Los padres de Jesús, María y José, acudían todos los años a Jerusalén por la Fiesta de Pascua (Celebración del Éxodo de Egipto) A la edad de doce años y con ocasión de la visita a la ciudad, Jesús desapareció de la vista de María y José para dirigirse al Templo de Jerusalén. Allí transcurrió un tiempo escuchando y preguntando a los doctores del Templo, quienes quedaron asombrados por sus conocimientos teológicos. Tardaron tres días en encontrarlo y, al hacerlo, María le recriminó la preocupación que le había causado a ella y a José, a lo que Jesús respondió, «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debía estar en las cosas de mi Padre?» Lucas 2:49. Los evangelios constituyen el último de los relatos de la infancia de Jesús. Hasta ese momento, en el propio evangelio de Lucas (Lucas 2:51), Jesús se había mostrado obediente con sus padres hasta el extremo de ser ejemplar. En la interpretación profetica, los tres días de separación de sus padres, en especial de María, se muestran como un signo de lo que será la Redención con el sacrificio del Dios Hijo al Dios Padre y la muerte en la cruz. Es la primera ocasión en la que Jesús muestra lo que será su actividad de predicación: El diálogo con los demás, en vez de la mera transmisión de las normas.

Jesús pasó su niñez y juventud en una aldea de montaña. No había en la tierra lugar que no habría resultado honrado por su presencia. Habría sido un privilegio para los palacios reales recibirle como huésped. Pero él pasó por alto las mansiones de los ricos, las cortes reales y los renombrados atrios del saber, para vivir en el obscuro y despreciado pueblo de Nazaret. Es admirable por su significado el breve relato de sus primeros años. En el resplandor del rostro de su Padre, Jesús. Su inteligencia era viva y aguda; tenía una reflexión y una sabiduría que superaban a sus años. Sin embargo, su carácter era de hermosa simetría. Las facultades de su intelecto y de su cuerpo se desarrollaban gradualmente, en armonía con las leyes de la niñez. Durante su infancia, Jesús manifestó una disposición especialmente amable. Sus manos voluntarias estaban siempre listas para servir a otros. Revelaba una paciencia que nada podía perturbar, y una veracidad que nunca sacrificaba la integridad. En los buenos principios, era firme como una roca, y su vida revelaba la gracia de una cortesía desinteresada. Con profundo interés, la madre de Jesús miraba el desarrollo de sus facultades, y contemplaba la perfección de su carácter. Con deleite trataba de estimular esa mentalidad inteligente y receptiva. Mediante el Espíritu Santo recibió sabiduría para cooperar con los agentes celestiales en el desarrollo de este niño que no tenía otro padre que Dios. Desde los tiempos más remotos, los fieles de Israel habían prestado mucha atención a la educación de la juventud. El Señor había indicado que, desde la más tierna infancia, debía enseñarse a los niños su bondad y grandeza, especialmente en la forma en que se revelaban en la ley divina y en la historia de Israel.

Los cantos, las oraciones y las lecciones de las Escrituras debían adaptarse a los intelectos en desarrollo. Los padres debían enseñar a sus hijos que la ley de Dios es una expresión de su carácter, y que al recibir los principios de la ley en el corazón, la imagen de Dios se grababa en la mente y el alma. Gran parte de la enseñanza era oral; pero los jóvenes aprendían también a leer los escritos hebreos; y podían estudiar los pergaminos del Antiguo Testamento. En los días de Cristo, el pueblo o ciudad que no hacía provisión para la instrucción religiosa de los jóvenes, se consideraba bajo la maldición de Dios. Sin embargo, la enseñanza había llegado a ser formalista. La tradición había suplantado en gran medida a las Escrituras. La verdadera educación debía inducir a los jóvenes a que "buscasen a Dios, si en alguna manera, palpando, le hallen." Pero los maestros judíos dedicaban su atención al ceremonial. Llenaban las mentes de asuntos inútiles para el estudiante, que no podían ser reconocidos en la escuela superior del cielo. La experiencia que se obtiene por una aceptación personal de la Palabra de Dios, no tenía cabida en su sistema educativo. Absortos en las ceremonias externas, los alumnos no encontraban tiempo para pasar horas de quietud con Dios. No oían su voz que hablaba al corazón. En su búsqueda de conocimiento, se apartaban de la Fuente de la sabiduría. Los grandes hechos esenciales del servicio de Dios eran descuidados. Los principios de la ley eran obscurecidos. Lo que se consideraba como educación superior, era el mayor obstáculo para el desarrollo verdadero. Bajo la preparación que daban los rabinos, las facultades de la juventud eran reprimidas. Su intelecto se paralizaba y estrechaba. El niño Jesús no recibió instrucción en las escuelas de las sinagogas. Su madre fue su primera maestra humana. De labios de ella y de los rollos de los profetas, aprendió las cosas celestiales. Las mismas palabras que él había hablado a Israel por medio de Moisés, le fueron enseñadas sobre las rodillas de su madre. Y al pasar de la niñez a la adolescencia, no frecuentó las escuelas de los rabinos. No necesitaba la instrucción que podía obtenerse de tales fuentes, porque Dios era su instructor. La pregunta hecha durante el ministerio del Salvador "¿Cómo sabe éste letras, no habiendo aprendido?" no indica que Jesús no sabía leer, sino meramente que no había recibido una educación rabínica.

Puesto que él adquirió saber como nosotros podemos adquirirlo, su conocimiento íntimo de las Escrituras nos demuestra cuán diligentemente dedicó sus primeros años al estudio de la Palabra de Dios. Delante de él se extendía la gran biblioteca de las obras de Dios. El que había hecho todas las cosas, estudió las lecciones que su propia mano había escrito en la tierra, el mar y el cielo. Apartado de los caminos profanos del mundo, adquiría conocimiento científico de la naturaleza. Estudiaba la vida de las plantas, los animales y los hombres. Desde sus más tiernos años, fue dominado por un propósito: vivió para beneficiar a otros. Para ello, hallaba recursos en la naturaleza; al estudiar la vida de las plantas y de los animales concebía nuevas ideas de los medios y modos de realizarlo. Continuamente trataba de sacar de las cosas que veía ilustraciones con las cuales presentar los vivos oráculos de Dios. Las parábolas mediante las cuales, durante su ministerio, le gustaba enseñar sus lecciones de verdad, demuestran cuán abierto estaba su espíritu a la influencia de la naturaleza, y cómo había obtenido enseñanzas espirituales de las cosas que le rodeaban en la vida diaria. Así se revelaba a Jesús el significado de la Palabra y las obras de Dios, mientras trataba de comprender la razón de las cosas que veía. Le acompañaban los seres celestiales, y se gozaba cultivando santos pensamientos y comuniones. Desde el primer destello de la inteligencia, estuvo constantemente creciendo en gracia espiritual y conocimiento de la verdad. Todo niño puede aprender como Jesús. Mientras tratemos de familiarizarnos con nuestro Padre celestial mediante su Palabra, los ángeles se nos acercarán, nuestro intelecto se fortalecerá, nuestro carácter se elevará y refinará. Llegaremos a ser más semejantes a nuestro Salvador. Y mientras contemplemos la hermosura y grandiosidad de la naturaleza, nuestros afectos se elevarán a Dios. Mientras el espíritu se prosterna asombrado, el alma se vigoriza poniéndose en contacto con el ser infinito mediante sus obras. La comunión con Dios por medio de la oración desarrolla las facultades mentales y morales, y las espirituales se fortalecen mientras cultivamos pensamientos relativos a las cosas espirituales. La vida de Jesús estuvo en armonía con Dios. Mientras era niño, pensaba y hablaba como niño; pero ningún vestigio de pecado mancilló la imagen de Dios en él. Sin embargo, no estuvo exento de tentación. Los habitantes de Nazaret eran proverbiales por su maldad.

La pregunta que hizo Natanael: "¿De Nazaret puede haber algo de bueno?", demuestra la poca estima en que se los tenía generalmente. Jesús fue colocado donde su carácter iba a ser probado. Le era necesario estar constantemente en guardia a fin de conservar su pureza. Estuvo sujeto a todos los conflictos que nosotros tenemos que arrastrar, a fin de sernos un ejemplo en la niñez, la adolescencia y la edad adulta. Satanás fue incansable en sus esfuerzos por vencer al Niño de Nazaret. Desde sus primeros años Jesús fue guardado por los ángeles celestiales; sin embargo, su vida fue una larga lucha contra las potestades de las tinieblas. El que hubiese en la tierra una vida libre de la contaminación del mal era algo que ofendía y dejaba perplejo al príncipe de las tinieblas. Los padres de Jesús eran pobres y dependían de su trabajo diario para su sostén. El conoció la pobreza, la abnegación y las privaciones. Esto fue para él una salvaguardia. En su vida laboriosa, no había momentos ociosos que invitasen a la tentación. No había horas vacías que preparasen el camino para las compañías corruptas. En cuanto le era posible, cerraba la puerta al tentador. Ni la ganancia ni el placer, ni los aplausos ni la censura, podían inducirle a consentir en un acto pecaminoso. Era sabio para discernir el mal, y fuerte para resistirlo. Jesus fue el único ser que vivió sin pecar en esta tierra. Sin embargo, durante casi treinta años moró entre los perversos habitantes de Nazaret. Este hecho es una reprensión para los que creen que dependen del lugar, la fortuna o la prosperidad para vivir una vida sin mácula. La tentación, la pobreza, la adversidad son la disciplina que se necesita para desarrollar pureza y firmeza. Jesús vivió en un hogar de artesanos, y con fidelidad y alegría desempeñó su parte en llevar las cargas de la familia. Siendo Dios, ahora era un siervo voluntario, un hijo amante y obediente.

Aprendió un oficio, y con sus propias manos trabajaba en la carpintería con José. Vestido como un obrero común, recorría las calles de la pequeña ciudad, yendo a su humilde trabajo y volviendo de él. No empleaba su poder divino para disminuir sus cargas ni aliviar su trabajo. Mientras Jesús trabajaba en su niñez y juventud, su mente y cuerpo se desarrollaban. No empleaba temerariamente sus facultades físicas, sino de una manera que las conservase en buena salud, a fin de ejecutar el mejor trabajo en todo ramo. No quería ser deficiente ni aun en el manejo de las herramientas. Fue perfecto como obrero, como lo fue en carácter. Por su ejemplo, nos enseñó que es nuestro deber ser laboriosos, y que nuestro trabajo debe cumplirse con exactitud y esmero, y que una labor tal es honorable. El ejercicio que enseña a las manos a ser útiles, y prepara a los jóvenes para llevar su parte de las cargas de la vida, da fuerza física y desarrolla toda facultad. Todos deben hallar algo que hacer benéfico para sí y para otros. Dios nos asignó el trabajo como una bendición, y sólo el obrero diligente halla la verdadera gloria y el gozo de la vida. La aprobación de Dios descansa con amante seguridad sobre los niños y jóvenes que alegremente asumen su parte en los deberes de la familia, y comparten las cargas de sus padres. Los tales, al salir del hogar, serán miembros útiles de la sociedad. Durante toda su vida terrenal, Jesús trabajó con fervor y constancia. Esperaba mucho resultado; por lo tanto intentaba grandes cosas.

Después que hubo entrado en su ministerio, dijo: "Conviéneme obrar las obras del que me envió, entretanto que el día dura: la noche viene, cuando nadie puede obrar." Jesús no rehuyó los cuidados y la responsabilidad, como los rehuyen muchos que profesan seguirle. Y debido a que tratan de eludir esta disciplina, muchos son débiles y faltos de eficiencia. Tal vez posean rasgos preciosos y amables, pero son cobardes y casi inútiles cuando se han de arrostrar dificultades y superar obstáculos. El carácter positivo y enérgico, sólido y fuerte que manifestó Cristo, debe desarrollarse en nosotros, mediante la misma disciplina que él soportó. Y a nosotros se nos ofrece la gracia que recibió él. Mientras vivió entre los hombres, nuestro Salvador compartió la suerte de los pobres. Conoció por experiencia sus cuidados y penurias, y podía consolar y estimular a todos los humildes trabajadores. Los que tienen un verdadero concepto de la enseñanza de su vida, no creerán nunca que deba hacerse distinción entre las clases, que los ricos han de ser honrados más que los pobres dignos. Jesús trabajaba con alegría y tacto.

Se necesita mucha paciencia y espiritualidad para introducir la religión de la Biblia en la vida familiar y en el taller; para soportar la tensión de los negocios mundanales, y, sin embargo, continuar deseando sinceramente la gloria de Dios. En esto Cristo fue un ayudador. Nunca estuvo tan embargado por los cuidados de este mundo que no tuviese tiempo o pensamientos para las cosas celestiales. A menudo expresaba su alegría cantando salmos e himnos celestiales. A menudo los moradores de Nazaret oían su voz que se elevaba en alabanza y agradecimiento a Dios. Mantenía comunión con el Cielo mediante el canto; y cuando sus compañeros se quejaban por el cansancio, eran alegrados por la dulce melodía que brotaba de sus labios. Sus alabanzas parecían ahuyentar a los malos ángeles, y como incienso, llenaban el lugar de fragancia. La mente de los que le oían se alejaba del destierro que aquí sufrían para elevarse a la patria celestial.

Jesús era la fuente de la misericordia sanadora para el mundo; y durante todos aquellos años de reclusión en Nazaret, su vida se derramó en raudales de simpatía y ternura. Aquel cuya palabra sostenía los mundos podía agacharse a aliviar un pájaro herido. No había nada tan insignificante que no mereciese su atención o sus servicios. Así, mientras crecía en sabiduría y estatura, Jesús crecía en gracia para con Dios y los hombres. Se granjeaba la simpatía de todos tos corazones, mostrándose capaz de simpatizar con todos. La atmósfera de esperanza y de valor que le rodeaba hacía de él una bendición en todo hogar. Y a menudo, en la sinagoga, los sábados, se le pedía que leyese la lección de los profetas, y el corazón de los oyentes se conmovía al ver irradiar una nueva luz de las palabras familiares del texto sagrado. Sin embargo, Jesús rehuía la ostentación. Durante todos los años de su estadía en Nazaret, no manifestó su poder milagroso. No buscó ninguna posición elevada, ni asumió títulos. Su vida tranquila y sencilla, y aun el silencio de las Escrituras acerca de sus primeros años, nos enseñan una lección importante.

Cuanto más tranquila y sencilla sea la vida del niño, cuanto más libre de excitación artificial y más en armonía con la naturaleza, más favorable será para el vigor físico y mental y para la fuerza espiritual. Jesús es nuestro ejemplo. Son muchos los que se espacian con interés en el período de su ministerio público, mientras pasan por alto la enseñanza de sus primeros años. Pero es en su vida familiar donde es el modelo para todos los niños y jóvenes. El Salvador condescendió en ser pobre, a fin de enseñarnos cuán íntimamente podemos andar con Dios nosotros los de suerte humilde. Vivió para agradar, honrar y glorificar a su Padre en las cosas comunes de la vida. Empezó su obra consagrando el humilde oficio del artesano que trabaja para ganarse el pan cotidiano. Estaba haciendo el servicio de Dios tanto cuando trabajaba en el banco del carpintero como cuando hacía milagros para la muchedumbre. Y todo joven que siga fiel y obedientemente el ejemplo de Cristo en su humilde hogar, puede aferrarse a estas palabras que el Padre dijo de él por el Espíritu Santo: "He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma toma contentamiento."

José de Nazaret en el Nuevo Testamento
José de Nazaret (heb.יוסף הקדוש) fue, en el cristianismo y según diversos textos neotestamentarios, el esposo de María, la madre de Jesús de Nazaret y, por tanto, padre terrenal de Jesús. Según los Evangelios, era de oficio artesano (en el original griego, «τεχτων»Mateo 13:55a), lo que ya en los primeros siglos del cristianismo se concretó en carpintero, profesión que habría enseñado a su hijo, de quien igualmente se indica que era "artesano" (Marcos 6:3a). De condición humilde, aunque las genealogías de Mateo 1:1-17 Lucas 3:23-38, lo presentan como perteneciente a la estirpe del rey David. Se ignora la fecha de su muerte, aunque se acepta que José de Nazaret murió cuando Jesucristo tenía ya más de 12 años pero antes del inicio de su predicación. En efecto, el evangelio de Lucas menciona a «los padres» de Jesús cuando éste ya cuenta con 12 años (Lucas 2:41-50), pero no se menciona a José de Nazaret en los Evangelios canónicos durante el ministerio público de Jesús, por lo que se presume que murió antes de que éste tuviera lugar. Las Escrituras señalan a José como «justo» (Mateo 1:18), que implica su fidelidad a la Ley y su santidad. La figura de José fue contemplada y admirada por diversos Padres y Doctores de la Iglesia y es hoy objeto de estudio de una rama particular de la Teología, la Josefología.

El evangelio de Mateo 1:18-24 muestra parte del drama que vivió José de Nazaret al saber que María estaba embarazada. Iba a repudiarla, en secreto porque era justo, porque no quería que fuera apedreada según lo dispuesto en la Ley (Deuteronomio 22:20-21). La Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén interpreta que la justicia de José consistió en no querer encubrir con su nombre a un niño cuyo padre ignoraba, pero también en que, convencido de la virtud de María, se negaba a entregarla al riguroso procedimiento de la Ley. Según el evangelio de Mateo, el ángel del Señor le manifestó en sueños que ella concibió por obra del Espíritu Santo y que su hijo «salvaría a su pueblo de sus pecados», por lo que José aceptó a María (Mateo 1:20-24). Luego, antes que Herodes el Grande ordenara matar a los niños menores de dos años de Belén y de toda la comarca, José tomó al niño Jesús y a su madre y huyó a Egipto (Mateo 2:13-18). Al morir Herodes, José entró nuevamente con el niño y su madre en tierra de Israel pero, al enterarse de que Arquelao, hijo de Herodes el Grande, reinaba en Judea, tuvo miedo de ir allí y se retiró a la región de Galilea, a Nazaret (Mateo 2:19-23) Según el evangelio de Lucas, Nazaret había sido el lugar de residencia de María, ya desposada con José, cuando acaeció la Anunciación (Lucas 1:26-38).

Significado del nombre, y oficio de José
José (o Joseph en su transcripción arcaica al español, usada hasta inicios del Siglo XIX) es un nombre masculino de origen hebreo que deriva de yôsef (יוסף) «añada», del verbo lehosif (להוסיף) «añadir». La explicación del significado de este nombre se encuentra en el libro del Génesis.

Génesis 30:22-24
22 Y se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos. 23 Y concibió, y dio a luz un hijo, y dijo: Dios ha quitado mi afrenta; 24 y llamó su nombre José, diciendo: Añádame Jehová otro hijo.» 

El hecho de que José de Nazaret sea mencionado como padre putativo de Jesús, habría dado lugar en castellano al acrónimo Pepe, resultante del conjunto de ambas iniciales. Sin embargo otros piensan que se trata de una versión reducida de Jusepe (antigua versión del nombre en español). El evangelio de Mateo en griego señala que Jesús de Nazaret era «hijo del artesano» (Mateo 13:55ay el evangelio de Marcos expresa que a Jesús mismo le hacían de ese oficio: «¿No es éste el artesano?» (Marcos 6:3). El término griego usado en ambos casos, «τεχτων», no corresponde específicamente a «carpintero», sino a «artesano», a «obrero», aunque más frecuentemente se diga de José que era carpintero. De hecho, así se lo suele traducir en la mayoría de las Biblias, incluyendo la Biblia de Jerusalén: «¿No es éste (Jesús) el hijo del carpintero?» (Mateo 13:55a). Entre los judíos, el año duodécimo era la línea de demarcación entre la niñez y la adolescencia. Al cumplir ese año, el niño hebreo era llamado hijo de la ley y también hijo de Dios. Se le daban oportunidades especiales para instruirse en la religión, y se esperaba que participase en sus fiestas y ritos sagrados. De acuerdo con esta costumbre, Jesús hizo en su niñez una visita de Pascua a Jerusalén. Como todos los israelitas devotos, José y María subían cada año para asistir a la Pascua; y cuando Jesús tuvo la edad requerida, le llevaron consigo.

Había tres fiestas anuales: la Pascua, Pentecostés y la fiesta de las Cabañas o Tabernaculos, en las cuales todos los hombres de Israel debían presentarse delante del Señor en Jerusalén. De estas fiestas, la Pascua era la más concurrida. Acudían muchos de todos los países donde se hallaban dispersos los judíos. De todas partes de Palestina, venían los adoradores en grandes multitudes. El viaje desde Galilea ocupaba varios días, y los viajeros se unían en grandes grupos para obtener compañía y protección. Las mujeres y los ancianos iban montados en bueyes o asnos en los lugares escabrosos del camino. Los hombres fuertes y los jóvenes viajaban a pie. El tiempo de la Pascua correspondía a fines de marzo o principios de abril, y todo el país era alegrado por las flores y el canto de los pájaros. A lo largo de todo el camino, había lugares memorables en la historia de Israel, y los padres y las madres relataban a sus hijos las maravillas que Dios había hecho en favor de su pueblo en los siglos pasados. Amenizaban su viaje con cantos y música, y cuando por fin se vislumbraban las torres de Jerusalén, todas las voces cantaban la triunfante estrofa: "En tus atrios descansarán nuestros pies ¡oh Jerusalen!... Reine la paz dentro de tus muros, y la abundancia en ... tus palacios."

La observancia de la Pascua empezó con el nacimiento de la nación hebrea
La última noche de servidumbre en Egipto, cuando aun no se veían indicios de liberación, Dios le ordenó que se preparase para una liberación inmediata. El había advertido al faraón del juicio final de los egipcios, e indicó a los hebreos que reuniesen a sus familias en sus moradas. Habiendo asperjado los dinteles de sus puertas con la sangre del cordero inmolado, habían de comer el cordero asado, con pan sin levadura y hierbas amargas. "Así habéis de comerlo --dijo,-- ceñidos vuestros lomos, vuestros zapatos en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente: es la Pascua de Jehová." A la medianoche, todos los primogénitos de los egipcios perecieron. Entonces el rey envió a Israel el mensaje: "Salid de en medio de mi pueblo; . . . e id, servid a Jehová, como habéis dicho." Los hebreos salieron de Egipto como una nación independiente. El Señor había ordenado que la Pascua fuese observada anualmente.

Éxodo 12:26-27
26 Y cuando os dijeren vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro?, 27 vosotros responderéis: Es la víctima de la pascua de Jehová, el cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a los egipcios, y libró nuestras casas. Entonces el pueblo se inclinó y adoró.
Y así, de generación en generación, había de repetirse la historia de esa liberación maravillosa.

La Pascua iba seguida de los siete días de Panes Azimos o sin Levadura (Éxodo 29:2, 23; Números 6:15, 17, 19; Levíticos 2:4; 6:16-17; 7:12, 8, 2:26), como era ordenado por la Ley (Éxodo 23:18; 34:25; Levíticos 2:11). También se ordenó su uso para la fiesta de la Pascua (Éxodo 12:8, .15; 13:3, 6, 7; Números 9:11; Deuteronomio 16:3-4, 8). El segundo día de la fiesta, se presentaba una gavilla de cebada delante del Señor como primicias de la mies o cosecha del año. Todas las ceremonias de la fiesta eran figuras de la obra de Cristo. La liberación de Israel del yugo egipcio era una lección objetiva de la redención, que la Pascua estaba destinada a rememorar. El cordero inmolado, el pan sin levadura, la gavilla de las primicias, representaban al Salvador. Para la mayor parte del pueblo que vivía en los días de Cristo, la observancia de esta fiesta había degenerado en formalismo. Pero ¡cuál no era su significado para el Hijo de Dios!. Por primera vez, el niño Jesús miraba el templo. Veía a los sacerdotes de albos vestidos cumplir su solemne ministerio. Contemplaba la sangrante víctima sobre el altar del sacrificio. Juntamente con los adoradores, se inclinaba en oración mientras que la nube de incienso ascendía delante de Dios. Presenciaba los impresionantes ritos del servicio pascual. Día tras día, veía más claramente su significado. Todo acto parecía ligado con su propia vida.

José y María esperaban que se le pudiese inducir a reverenciar a esos sabios y a prestar más diligente atención a sus requerimientos. Pero en el templo Jesús había sido enseñado por Dios, y empezó en seguida a impartir lo que había recibido. En aquel tiempo, una dependencia del templo servía de local para una escuela sagrada, semejante a las escuelas de los profetas. Allí rabinos eminentes se reunían con sus alumnos, y allí se dirigió el niño Jesús. Sentándose a los pies de aquellos hombres graves y sabios, escuchaba sus enseñanzas. Como quien busca sabiduría, interrogaba a esos maestros acerca de las profecías y de los acontecimientos que entonces ocurrían y señalaban el advenimiento del Mesías. Jesús se presentó como quien tiene sed del conocimiento de Dios. Sus preguntas sugerían verdades profundas que habían quedado obscurecidas desde hacía mucho tiempo, y que, sin embargo, eran vitales para la salvación de las almas. Al paso que cada pregunta revelaba cuán estrecha y superficial era la sabiduría de los sabios, les presentaba una lección divina, y hacía ver la verdad desde un nuevo punto de vista. Los rabinos sabían que Jesús no había recibido instrucción en sus escuelas; y, sin embargo, su comprensión de las profecías excedía en mucho a la suya. Dios estaba tratando de dar luz a aquellos dirigentes de Israel, y empleaba el único medio por el cual podían ser alcanzados. Su orgullo se habría negado a admitir que podían recibir instrucción de alguno. No querían admitir que no habían interpretado correctamente las Escrituras que pretendían enseñar. Se preguntaban unos a otros: ¿Cómo tiene este joven conocimiento no habiendo nunca aprendido?. La luz estaba resplandeciendo en las tinieblas; "mas las tinieblas no la comprendieron." Juan 1:5. Mientras tanto, José y María estaban en gran perplejidad y angustia. Al salir de Jerusalén habían perdido de vista a Jesús, y no sabían que se había quedado atrás. El país estaba entonces densamente poblado, y las caravanas de Galilea eran muy grandes. Había mucha confusión al salir de la ciudad.

Mientras viajaban, el placer de andar con amigos y conocidos absorbió su atención, y no notaron la ausencia de Jesús hasta que llegó la noche. Entonces, al detenerse para descansar, echaron de menos la mano servicial de su hijo. Suponiendo que estaría con el grupo que los acompañaba, no sintieron ansiedad. Aunque era joven, habían confiado implícitamente en él esperando que cuando le necesitasen, estaría listo para ayudarles, anticipándose a sus menesteres como siempre lo había hecho. Pero ahora sus temores se despertaron. Le buscaron por toda la compañía, pero en vano. Estremeciéndose, recordaron cómo Herodes había tratado de destruirle en su infancia. Sombríos presentimientos llenaron sus corazones; y se hizo cada uno amargos reproches. Volviendo a Jerusalén, prosiguieron su búsqueda. Al día siguiente, mientras andaban entre los adoradores del templo, una voz familiar les llamó la atención. No podían equivocarse; no había otra voz como la suya, tan seria y ferviente, aunque tan melodiosa. En la escuela de los rabinos, encontraron a Jesús. Aunque llenos de regocijo, no podían olvidar su pesar y ansiedad. Cuando estuvo otra vez reunido con ellos, la madre le dijo, con palabras que implicaban un reproche: Lucas 2:48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. 49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?. Al hallarle en el templo, habían escuchado lo que sucedía entre él y los rabinos, y se habían asombrado de sus preguntas y respuestas. Sus palabras despertaron en ellos pensamientos que nunca habrían de olvidarse. Y la pregunta que les dirigiera encerraba una lección. "¿No sabíais --les dijo-- que en los negocios de mi Padre me conviene estar?".

En la respuesta que dio a su madre, Jesús demostró por primera vez que comprendía su relación con Dios. Antes de su nacimiento, el ángel había dicho a María:

Lucas 1:32-33
32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; 33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.

María había ponderado estas palabras en su corazón; sin embargo, aunque creía que su hijo había de ser el Mesías de Israel, no comprendía su misión. En esta ocasión, no entendió sus palabras; pero sabía que había negado que fuera hijo de José y se había declarado Hijo de Dios. Jesús no ignoraba su relación con sus padres terrenales. Desde Jerusalén volvió a casa con ellos, y les ayudó en su vida de trabajo. Ocultó en su corazón el misterio de su misión, esperando sumiso el momento señalado en que debía emprender su labor. Durante dieciocho años después de haber aseverado ser Hijo de Dios, reconoció el vínculo que le unía a la familia de Nazaret, y cumplió los deberes de hijo, hermano, amigo y ciudadano. Al revelársele a Jesús su misión en el templo, rehuyó el contacto de la multitud. Deseaba volver tranquilamente de Jerusalén, con aquellos que conocían el secreto de su vida. Mediante el servicio pascual, Dios estaba tratando de apartar a sus hijos de sus congojas mundanales, y recordarles la obra admirable que él realizara al librarlos de Egipto. El deseaba que viesen en esta obra una promesa de la liberación del pecado. Así como la sangre del cordero inmolado protegió los hogares de Israel, la sangre de Cristo había de salvar sus almas; pero podían ser salvos por Cristo únicamente en la medida en que por la fe se apropiaban la vida de él. No había virtud en el servicio simbólico, sino en la medida en que dirigía a los adoradores hacia Cristo como su Salvador personal. Dios deseaba que fuesen inducidos a estudiar y meditar con oración acerca de la misión de Cristo.

El Salvador no sentía atracción por esas compañías. Jesús esperaba dirigir la atención de José y María a las profecías referentes a un Salvador que había de sufrir, mientras volviese solo con ellos de Jerusalén. Así como Jesús había estado separado de ella y ella le había buscado con pesar tres días, cuando fuese ofrecido por los pecados del mundo, lo volvería a perder tres días. Y cuando saliese de la tumba, su pesar se volvería a tornar en gozo. ¡Pero cuánto mejor habría soportado la angustia de su muerte si hubiese comprendido las Escrituras hacia las cuales trataba ahora de dirigir sus pensamientos!. Si José y María hubiesen fortalecido su ánimo en Dios, podrían haberse dado cuenta del carácter sagrado de su cometido, y no habrían perdido de vista a Jesús. Por la negligencia de un día, perdieron de vista al Salvador; pero el hallarle les costó tres días de ansiosa búsqueda. En nuestro trato mutuo, debemos tener cuidado de no olvidar a Jesús, ni pasar por alto el hecho de que no está con nosotros. Cuando nos dejamos absorber por las cosas mundanales de tal manera que no nos acordamos de Aquel en quien se concentra nuestra esperanza de vida eterna, nos separamos de Jesús. Esta es la razón por la cual existe con tanta frecuencia el desaliento entre los que profesan seguir a Cristo. Muchos asisten a los servicios religiosos, y se sienten refrigerados y consolados por la Palabra de Dios; pero por descuidar la meditación, la vigilancia y la oración, pierden la bendición, y se hallan más indigentes que antes de recibirla. Con frecuencia les parece que Dios los ha tratado duramente. No ven que ellos tienen la culpa. Mientras nos asociamos unos con otros, podemos ser una bendición mutua. Si pertenecemos a Cristo, nuestros pensamientos más dulces se referirán a él. Nos deleitaremos en hablar de él; y mientras hablemos unos a otros de su amor, nuestros corazones serán enternecidos por las influencias divinas. Contemplando la belleza de su carácter, seremos "transformados de gloria en gloria en la misma semejanza."

La Adoración de los Paganos: Los Reyes Magos
La palabra griega μαγοι (mάgoi) se traduce como “magos” en las versiones RVR60, LBLA, y RVA, mientras que en las versiones RVC y NIV usan la palabra “sabios”. Originalmente, la palabra generalmente se refiere a una clase de hombres sabios persas, y posiblemente sacerdotes, que eran intérpretes de señales especiales, sobre todo en la astrología. Con el tiempo, la palabra fue utilizada de diversas maneras para referirse a personas con conocimientos y habilidades sobrenaturales, magos, o incluso engañadores o embaucadores. Los Padres de la Iglesia reconocían en la adoración del Niño por los Reyes Magos, la aceptación de la divinidad de Jesucristo por parte de los pueblos paganos. Los magos no eran parte del pueblo de Israel, pero supieron utilizar sus conocimientos (astronomía) para descubrir al Salvador. Se cumplió primero en ellos la profecía de que por medio de Israel, Dios se manifestaría a todos los hombres. Jesús vino para salvar a todos, no solo los judíos. Herodes descubre en el anuncio del nacimiento de un rey una amenaza para sus intereses. Utiliza la mentira con intenciones criminales. No se sentía seguro en su trono porque los judíos lo odiaban. Era hijo del idumeo Antipatro, quien ayudó a los romanos a conquistar a Palestina. Su título de rey se lo debía a los romanos y los judíos no aceptaban que un extranjero fuese su rey. Herodes se había casado con una princesa judía pero la mandó a asesinar junto con los hijos que tuvo con ella. Los sumos sacerdotes y los maestros de la ley, por su parte, supieron informar a los Reyes Magos sobre donde debía nacer el Mesías según las profecías (Miqueas 5:2): en Belén de Judá; sin embargo ellos mismos no fueron a adorarlo. Los magos buscaban a Dios en las estrellas, pero estas les guiaron para encontrarlo en la tierra, en la humildad, junto con María, Su Madre.

¿El relato bíblico de los magos apoya la historia tradicional que rodea a estos enigmáticos personajes? ¿Quiénes eran? ¿Cómo supieron sobre el Rey de los Judíos? ¿Cuántos eran? ¿Cuándo y dónde vieron al Señor Jesucristo?

Muy posible los magos conocían algunas profecías mesiánicas de los judíos porque estos residían en todos los países, por eso llegaron a Jerusalén y acuden al palacio de Herodes preguntando por el rey de los judíos, cuya estrella habían visto. La narrativa original en el evangelio de Mateo habla solamente de unos Magos de Oriente, sin especificar su número, sus nombres o su medio de transporte, que efectivamente siguieron una estrella que los guiaba.

he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño..” (Mateo 2:9).

Evangelio de Mateo 2:1-2
1 Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, 2 diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.

El significado original de mάgoi en vista de lo mencionado aquí, probablemente sea: Sabios que interpretaban señales especiales. Existen al menos tres razones para identificarlos de ese modo:

-En el relato dieron a conocer que estaban interesados en las señales en los cielos. 
-La Biblia dice que eran “de Oriente,” lo cual estaba en la dirección de Babilonia y la antigua Persia.
-De todos los pueblos de “Oriente,” los babilonios tuvieron muchas oportunidades de aprender sobre las Escrituras Judías, que contenían múltiples promesas sobre la venida del MesíasDaniel era un funcionario del gobierno influyente en Babilonia alrededor de 600 años a. C. y él predijo la venida del Mesías.

Libro del Profeta Daniel 9:24-26
24 Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. 25 Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. 26 Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. 

Además, decenas de miles de judíos vivían en Babilonia durante el tiempo del exilio (605-536 a. C.), y mantuvieron una gran presencia allí durante los siguientes siglos. Algunos académicos creen que el libro de Números informó a los magos sobre el niño que sería precedido por una estrella.

17 Lo veré, mas no ahora; Lo miraré, mas no de cerca; Saldrá ESTRELLA de Jacob, Y se levantará cetro de Israel, Y herirá las sienes de Moab, Y destruirá a todos los hijos de Set. (Números 24:17).

Tal vez se les dijo sobre el nacimiento del Mesías por medio de un sueño. Después de todo, Dios les advirtió en sueños que no volvieran a Herodes después de haber visto al niño Jesús y de haberle presentado sus regalos (Mateo 2:12). Si bien estas son los dos sugerencias creíbles, no tenemos suficiente información sobre los magos para saberlo con seguridad. Sin embargo, podemos estar seguros de que estaban totalmente a la espera de poder contemplar a un niño que nació como “Rey de los Judíos”. Esta probablemente sea la razón por la que viajaron primero a Jerusalén, el lugar más probable para el nacimiento de un rey judío.

La Tradición
Según cuenta la tradición, pasados 12 días del nacimiento de Jesus llegaron a adorarlo Tres Reyes Magos provenientes de Oriente. Guiados por la estrella de Belén, los tres magos, de nombre Melchor, Gaspar y Baltasar, llegaron montados en un caballo, un camello y un elefante hasta donde se encontraba la sagrada familia y ofrecieron al neonato tres obsequios:

Oro (representando las riquezas terrenales),
Incienso (como símbolo de lo divino) y
Mirra (en anticipación a los sufrimientos a los que se enfrentaría el redentor en su vida adulta).

La gran mayoría de los detalles de la historia son adornos narrativos que se han ido añadiendo a través de los siglos en diferentes culturas cristianas. Las tradiciones populares han ido añadiendo detalles sobre lo que en verdad se conoce. Por ejemplo, se dice que los reyes eran, uno rubio, uno moreno, otro negro.

¿Cuántos reyes magos vinieron a ver a Jesús?
Aunque hay himnos y tradiciones populares de la Navidad que nos dicen que tres reyes magos visitaron a Cristo, la Biblia no nos da el número de los magos. Hay poca o ninguna base bíblica o histórica para identificar a estas personas como reyes. Mateo escribió lo siguiente en relación con la visita de los "Reyes" Magos:

9 Ellos, habiendo oído al rey, se fueron; y he aquí la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. 10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo. 11 Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. (Mateo 2:9-11).

La opinión tradicional de que tres reyes magos viajaron a ver a Cristo se basa probablemente en el hecho que le dieron tres regalos. Sin embargo, ya que la Biblia no nos dice el número de magos, sólo podemos especular. Sabemos que por lo menos fueron dos magos y podrían haber sido muchos más. Algunos creen que la visita de los magos es un cumplimiento de lo que dice en:

Libro del Profeta Isaías 60:3 Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento.

Si esto fuera verdad, esto proporcionaría apoyo a su identificación como reyes. Sin embargo, el contexto de este versículo parece estar hablando de algo diferente, y no hay ninguna indicación en el Nuevo Testamento de que los magos eran reyes. Además, Mateo estaba muy empeñado en identificar el cumplimiento de la profecía, ya que lo menciona tres veces sólo en el capítulo 2, pero no citó este evento como un cumplimiento de lo que dice en Isaías 60:3.

¿De China y Arabia?
Recientemente, en base a un documento del siglo VIII conocido como "Revelación de los Reyes Magos”, algunos han afirmado que los magos eran de la China. Aunque la Biblia no descarta la China, hay algunos problemas con las afirmaciones hechas en el documento. Por ejemplo, los “magos” de la China eran descendientes de Set, (el Hijo que nació después de la muerte de Abel) quienes supuestamente les dieron una profecía acerca de una estrella que simbolizaría el nacimiento del Hijo de Dios. Si bien todos nosotros somos descendientes de Set, debemos recordar que todos los descendientes de Set que no eran descendientes de Noé fueron destruidos en el Diluvio. La información que estuvo a disposición para estos supuestos magos chinos habría estado a disposición de todos los descendientes de Noé. Además, se abriría la posibilidad de que habría algo de verdad profética en fuentes que no son la Palabra de Dios, pero la Biblia dice que a los judíos se les fue confiada la Palabra de Dios (Romanos 3:1-2). Hay una pequeña posibilidad de que los magos hayan sido de algún otro lugar y no de PersiaJustino Mártir los colocó en Arabia, pero habría sido una trayectoria de norte a sur, no de este a oeste. Tiene más sentido, que si llegaron de la China, habrían recibido su información durante los días de Salomón cuando la gente llegaba de todas partes para oír su sabiduría (1 Reyes 10:24). Ya que los magos eran una casta específica de alto nivel asociados con las estrellas y la sabiduría en Persia, y a la luz de la interpretación de la Escritura con la Escritura (donde se menciona que son de Babilonia—más tarde Persia—en Daniel), tiene más sentido pensar que vinieron de allí.

¿La Navidad? 
Según el diccionario la Navidad es un término que proviene del latín "nativitas" que significa "nacimiento" o "natividad". Por otra parte, existen serias dudas de que el nacimiento de Jesús se produjera un 25 de diciembre. En la Biblia, Lucas habla de la actividad de los pastores de la zona en los días del nacimiento, cuidando a sus rebaños y a los corderos recién nacidos durante la noche, algo que sucede en primavera, y no en pleno invierno. Además, el 25 de diciembre es precisamente la fecha en que los romanos, que dominaban la región en aquél tiempo, celebraban sus Saturnales, una de sus festividades más importantes y para la que se adornaban calles y casas y se intercambiaban regalos. No es casualidad que, para evitar ser perseguidos, los primeros cristianos eligieran precisamente esa fecha para celebrar el nacimiento de Jesucristo. Más tarde, en el siglo IV, cuando el Emperador Constantino adoptó oficialmente el Cristianismo, el 25 de diciembre se conservó como el día de la Navidad. El 25 de diciembre fue oficialmente reconocido como la fecha del nacimiento de Jesús en el año 345, por influencia de Juan Crisóstomo y Gregorio Nacianzo, aunque es casi comprobado que Jesús no nació el 25 de diciembre, según la Biblia, por las siguientes razones:

- Las condiciones climáticas. Jesús no pudo haber nacido en invierno, porque como dice en: Evangelio de Lucas 2:8 había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.

Entonces, los pastores estaban en el campo con sus rebaños a la intemperie y esto sería imposible el 25 de diciembre, porque en el hemisferio norte, el invierno comienza el 21 de diciembre y en el sur empieza el verano.

- Las costumbres de las tierras bíblicas. Los pastores de Israel traían sus rebaños del campo a los rediles siempre antes del 15 de octubre, esto prueba la imposibilidad de que el nacimiento de Cristo sea el 25 de diciembre.
- El nacimiento de Juan el Bautista. En Lucas 1:24-38 vemos que Jesús es menor que Juan el Bautista, su primo, exactamente seis meses. Elizabeth tenía ya seis meses de embarazo cuando María concibió sobrenaturalmente a Jesús. Veamos la fecha del nacimiento para dar un aproximado del la verdadera fecha del nacimiento de Jesús. Zacarías, el padre de Juan, era un sacerdote que ejercía su ministerio en Jerusalén. El ritual judío establecía que cada sacerdote tenía un tiempo definido del año en que servía en el templo. Según en el:

1 de Crónicas 24:7-9
7 La primera suerte tocó a Joiarib, la segunda a Jedaías, 8 la tercera a Harim, la cuarta a Seorim, 9 la quinta a Malquías, la sexta a Mijamín,

Habían 24 turnos de servicio durante el año religioso judío, confirmado por el historiador judío Flavio Josefo en su libro “Antigüedades de los judíos" donde cuenta que cada uno de estos turnos o cursos de servicio duraban una semana y que después de seis meses cada sacerdote repetía su turno sirviendo en total dos veces al año. En Lucas 1, vemos que Zacarías pertenecía a la clase de Abías y servía en el templo según le correspondía a los de su clase (versos 5,8). Esta fecha del año correspondiente a esta clase era el octavo en orden, de acuerdo a 1 Crónicas 24:10. Es decir, entre el 27 de Iyar y el 5 de Siván, que en nuestro calendario equivalen a la semana del 1 al 8 de junio. Después de esta semana, Zacarías debió quedarse a ministrar por siete días más porque era obligación de todos los sacerdotes prestar servicio conjunto en las fiestas religiosas judías (que en estas fechas era Pentecostés). Terminando su ministerio regresó a su casa. Y como dice Lucas 1:23-24 su esposa concibió a Juan. Por eso es muy probable que Juan fue engendrado a mediados del mes de junio, por lo que nació nueve meses después, es decir, a mediados del mes de marzo. En Lucas 1:26 y 36 nos da a entender que Jesús era menor que Juan por seis meses. Así que si sumamos seis meses a la fecha de nacimiento de Juan en marzo, veremos que la fecha del nacimiento de Jesús corresponde a setiembre, fecha que concuerda con el relato bíblico de los pastores y sus rebaños en el campo, porque evidentemente no era invierno, si no comienzos del otoño en la zona de Israel.

Lucas 1:26-27, 36-37
26 Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María ...36 Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril; 37 porque nada hay imposible para Dios.

La fecha no es lo más importante, todo lo que se diga en cuanto a fechas son nada más que probabilidades. Lo importante es que Jesús vino al mundo a morir por nosotros en la cruz y ese es el verdadero sentido de la Navidad y nosotros debemos recordarlo siempre. Navidad es Jesús.

Los Padres de la Iglesia
La fiesta de la Navidad no está incluida en la lista de festividades cristianas de Ireneo ni en la lista de Tertuliano acerca del mismo tema, las cuales son las listas más antiguas que se conocen. La evidencia más temprana de la preocupación por la fecha de la Navidad se encuentra en Alejandría, cerca del año 200 d. C., cuando Clemente de Alejandría indica que ciertos teólogos egipcios “muy curiosos” asignan no solo el año sino también el día real del nacimiento de Cristo como 25 pashons copto (20 de mayo) (El idioma copto o lengua copta es el nombre utilizado para referirse a la última etapa del idioma egipcio antiguo).en el vigésimo octavo año de Augusto. Desde 221, en la obra Chronographiai, Sexto Julio Africano popularizó el 25 de diciembre como la fecha del nacimiento de Jesús. Para la época del Concilio de Nicea I en 325 d. C. la Iglesia Alejandrina ya había fijado el Díes nativitatis et epifaníae.

Adopción de la fecha de Navidad como 25 de diciembre
Existen diversas teorías sobre el origen del 25 de diciembre como día de la Navidad. Según defiende William J. Thige, ya en el siglo III d. C. se celebraría el nacimiento de Jesucristo el 25 de diciembre, aún antes de que los romanos celebraran la fiesta del Sol invencible (Sol Invictus). Según otros autores, la celebración de esta fiesta el 25 de diciembre se debe a la antigua celebración Romana del nacimiento anual del dios-Sol en el solsticio de invierno (natalis invicti Solis), adaptada por la Iglesia católica en el siglo III d. C. para permitir la conversión de los pueblos paganos. En Antioquía, probablemente en 386 d. C., Juan Crisóstomo impulsó a la comunidad a unir la celebración del nacimiento de Cristo con el del 25 de diciembre, aunque parte de la comunidad ya guardaba ese día por lo menos desde diez años antes. En el Imperio romano, las celebraciones de Saturno durante la semana del solsticio, que eran el acontecimiento social principal, llegaban a su apogeo el 25 de diciembre. Para hacer más fácil que los romanos pudiesen convertirse al cristianismo sin abandonar sus festividades, el papa Julio I pidió en el 350 que el nacimiento de Cristo fuera celebrado en esa misma fecha. En Roma, puede ser confirmado solamente cuando se menciona un documento aproximadamente del año 350, pero sin ninguna mención de la sanción por el emperador Constantino. Finalmente el papa Liberio decreta este día como el nacimiento de Jesús de Nazaret en 354. La lectura atenta de expedientes históricos indica que la primera mención de un banquete de Navidad en Constantinopla no sucedió sino hasta 379, bajo San Gregorio Nacianceno. La fiesta fue introducida en Antioquía hacia 380 d. C.. En Jerusalén, Egeria, en el siglo IV, atestiguó el banquete de la presentación, cuarenta días después del 6 de enero, el 15 de febrero, que debe haber sido la fecha de celebración del nacimiento. El banquete de diciembre alcanzó Egipto en el siglo V. Algunos mantienen que el 25 de diciembre fue adoptado solamente en el siglo IV como día de fiesta cristiano después de que el emperador romano Constantino I el Grande se convirtiera al cristianismo para animar un festival religioso común y convertir a los paganos en cristianos.

La Navidad en la Primera Iglesia
Sin embargo, los primeros discípulos de Cristo (llamados posteriormente cristianos en Hechos 11:26) no celebraban la Navidad, divergencias con respecto a la fecha del nacimiento han hecho que se adoptara el 25 de diciembre como fecha oficial de su natalicio y el 06 de enero como la Epifanía (Esto todavía se celebra en Argentina, Armenia, España, Ecuador, Perú, Paraguay, Puerto Rico, República Dominicana, México, Colombia, Chile, Uruguay y Venezuela). Para las Iglesias Orientales la Epifanía es más importante que la Natividad, ya que es ese día cuando se da a conocer al mundo, en la persona de los extranjeros. Algunas tradiciones de la Navidad, particularmente las de Escandinavia, tienen su origen en la celebración germánica de Yule, como son el árbol de Navidad.
Allí la Navidad se conoce como Yule (o jul).

Prohibición de la celebración de la Navidad
Durante la Reforma protestante, la celebración del nacimiento de Cristo fue prohibida por algunas iglesias protestantes, llamándola "Trampas de los papistas" y hasta "Garras de la bestia", debido a su relación con el catolicismo y el paganismo antiguo. Después de la victoria parlamentaria contra el Rey Carlos I durante la Guerra civil inglesa en 1647, los gobernantes puritanos ingleses prohibieron la celebración de la Navidad. El pueblo se rebeló realizando varios motines hasta tomar ciudades importantes como Canterbury, donde decoraban las puertas con eslóganes que hablaban de la santidad de la fiesta. La Restauración de 1660 puso fin a la prohibición, pero muchos de los miembros del clero reformista, no conformes, rechazaban las celebraciones navideñas, utilizando argumentos puritanos. En la época colonial de los Estados Unidos, los puritanos de Nueva Inglaterra rechazaron la Navidad, y su celebración fue declarada ilegal en Boston de 1659 a 1681. Al mismo tiempo, los cristianos residentes de Virginia y Nueva York siguieron las celebraciones libremente. La Navidad cayó en desgracia en los Estados Unidos después de la Revolución, porque se consideraba una costumbre inglesa. En la década de 1820, las tensiones sectarias en Inglaterra se habían aliviado y algunos escritores británicos comenzaron a preocuparse, pues la Navidad estaba en vías de desaparición. Dado que imaginaban la Navidad como un tiempo de celebración sincero, hicieron esfuerzos para revivir la fiesta. El libro de Charles Dickens Un cuento de Navidad, publicado en 1843, desempeñó un importante papel en la reinvención de la fiesta de Navidad, haciendo hincapié en la familia, la buena voluntad, la compasión y la celebración familiar. La Navidad fue declarada día feriado federal de los Estados Unidos en 1870, en ley firmada por el Presidente Ulysses S. Grant, pero aún es una fiesta muy discutida por los distintos líderes puritanos de la nación. Actualmente, los más serios estudiosos y eruditos de la Biblia coinciden en que Jesús no nació el 25 de Diciembre como la tradición cristiana nos dice. ¿Por qué?. Porque los pastores tenían a sus rebaños fuera, en el campo (Lucas 2.8) lo que implica que esto sucedió antes de Octubre. Y asimismo hay que tener en cuenta de que la razón del peregrinaje de José y su esposa embarazada, María, fue para ser censado. Ningún administrador romano que se respetara, hubiera requerido hacer un censo que implicara el viajar por Judea en la temporada en que ésta era intransitable. (Mateo 24:20).

Continua en Jesucristo II: Bautismo-Vida Publica
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