Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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martes, 11 de octubre de 2016

Discipulado I: de la doctrina de bautismos


Bautismo de Cristo, por Bartolomé Esteban Murillo

Tercer Fundamento: de la doctrina de bautismos

Carta a los Hebreos 6:1-2
1 Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertasde la fe en Dios, 2 de la doctrina de bautismosde la imposición de manosde la resurrección de los muertos del juicio eterno.


En Hebreos 6:2 el apóstol Pablo habla de la “doctrina de bautismos”.  En el v.1 incluye esto en los “rudimentos de la doctrina de Cristo”. En vista de que la doctrina de bautismos es fundamental para la fe del cristiano, esta entonces debe ser entendida por lo común por todos aquellos que profesen pertenecer a Cristo. Pero este no es el caso. Entre aquellas denominaciones que profesan estar siguiendo a Cristo, hay una extensa divergencia de creencias sobre este tema básico y fundamental. Esta división no es aprobada por Dios. Los cristianos están mandados a hablar las mismas cosas, a ser de una misma mente y un mismo parecer (1 Corintios 1:10). Esta unidad de fe y práctica no puede llegar mientras confiemos en los credos humanos. Solamente puede ser poseída por aquellos que hagan su apelación a la palabra de Dios que nos suple toda buena obra (2 Timoteo 3:16-17). A medida que estudiemos el tema del bautismo no tendremos que ver nosotros mismos con las doctrinas y mandamientos de los hombres. Más bien, intentaremos examinar todo lo que la Biblia tiene para decir sobre este tema fundamental con la visión de aprender la verdad del evangelio. Estamos determinados a hablar solamente donde Dios ha hablado (1 Pedro 4:11), porque cualquier cosa que sea mas o menos llevará a la condenación (Apocalipsis 22:19-20). 

Etimología
El Bautismo (romanización: bapto o baptizo, significado: «lavar» o «sumergir») es un rito de adopción y admisión al cristianismo casi invariablemente asociado con el uso de agua. Con este entendimiento básico del significado de la palabra “bautismo”, veamos cómo es usado en el Nuevo Testamento. La palabra bautizo tiene sus raíces en el vocablo griego “Baptizo” o “Bapto-iz”: “Bapto” que traduce “Sumergir o hundir” algo o alguien en un líquido o agua. “iz”es una sílaba que se agrega para dar la idea de que algo o alguien lleven a cabo la acción del verbo “Bapto”.

El Bautismo en el Antiguo Testamento
La idea dada por las escrituras es la de Lavamiento como ocurría con los sacerdotes del Antiguo Testamento. (Éxodo 29:4, 9). 

Éxodo 29:4, 9 4 Y llevarás a Aarón y a sus hijos a la puerta del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua. ...9 ...y tendrán el sacerdocio por derecho perpetuo. Así consagrarás a Aarón y a sus hijos."

Dios instruye a Moisés, en cuanto a las ceremonias que han de ser observadas en la consagración de los sacerdotes. 

La primera parte del proceso consistía en lavarlos con agua, a la puerta del tabernáculo de reunión. Esta acción es muy significativa, ya que el agua es un símbolo de la Palabra de Dios, como por ejemplo en Juan 3:5, Efesios 5:26, etc. Por tanto, esto era, emblemáticamente, el nuevo nacimiento, o la santificación por medio de la Palabra, apartados así para el servicio de Dios. Nuestro Señor oró así, "Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad." (Juan 17:19). Aarón fue lavado con agua —si se le considera a él solo— para que fuese, en figura, un tipo de la pureza absoluta de Cristo. Cristo fue, personalmente, inmaculado; Aarón es hecho así típicamente por la aplicación de la Palabra, a través de la santificación del Espíritu, como se lo denomina en Pedro. (1 Pedro 1:2). Si Aarón es tomado en asociación con sus hijos, el lavamiento proclama, en tipo, la verdad de que sólo los que han nacido de nuevo, separados para Dios por la aplicación de la Palabra a sus almas, pueden ocupar el lugar de sacerdotes, y gozar del privilegio de "servir" (o adorar) en el Lugar Santísimo. El hombre no puede hacer sacerdotes, y la pretensión de hacerlo es ignorar por completo la enseñanza más clara y más fundamental de las Escrituras. Sólo Dios puede hacer sacerdotes, y todo aquel que ha nacido de nuevo, limpiado por la sangre preciosa de Cristo, y en quien mora el Espíritu Santo, es un sacerdote. Por tanto, arrogarse el derecho de ordenar sacerdotes —y hacerlo aparte aun de la cuestión de la condición de ellos delante de Dios— es entrometerse en una región que bordea la profanidad, así como también es negar los derechos y privilegios de todo el pueblo de Dios.

Lavarse las manos
En tiempos antiguos las manos se lavaban derramando agua sobre ellas, en lugar de sumergirlas en un recipiente lleno de agua. De ese modo, el agua sucia caía al recipiente o palangana que pusieran debajo. (Compárese con 2 Reyes 3:11.)

La Ley prescribía que los sacerdotes se lavaran las manos y los pies en la fuente de cobre que estaba entre el santuario y el altar antes de ministrar en el altar o de entrar en la tienda de reunión. (Éxodo 30:18-21.) La Ley también establecía que si se encontraba muerta a una persona y no se sabía quién era el asesino, los ancianos de la ciudad más cercana al cadáver debían tomar una ternera con la que nunca se hubiera trabajado o que nunca hubiera tirado de un yugo, y llevarla a un valle torrencial donde abundaba el agua, y allí quebrarle la cerviz. Luego, los ancianos tenían que lavarse las manos sobre la ternera, para así mostrar su inocencia del asesinato. (Deuteronomio 21:1-8.) Por otra parte, según la Ley, una persona quedaría inmunda si le tocaba alguien que padecía flujo y no se hubiera lavado las manos. (Levítico 15:11.)

David habló de lavarse las manos en el sentido de tenerlas moralmente limpias para poder adorar delante del altar de Jehová. (Salmo 26:6.)

Por otro lado, Pilato intentó inútilmente limpiarse de culpabilidad por derramamiento de sangre en conexión con la muerte de Jesús lavándose las manos delante del pueblo. Pero de este modo no se libraba de la responsabilidad por la muerte de Jesús, ya que él era quien tenía autoridad para dictar sentencia, no la chusma vociferante. (Mateo 27:24.) Los escribas y fariseos del siglo I d. C., daban gran importancia al acto de lavarse las manos, y criticaron el que los discípulos de Jesucristo traspasasen las tradiciones de los hombres de “otros tiempos” al no lavarse las manos cuando iban a tomar una comida. No se trataba solo de lavarse las manos normalmente por higiene, sino que era un ritual ceremonioso. “Los fariseos y todos los judíos no comen a menos que se laven las manos hasta el codo.” (Marcos 7:2-5; Mateo 15:2.)

El Talmud Babilonio (Sotá 4b) coloca al que come sin lavarse las manos al mismo nivel que el que tiene relaciones con una prostituta, y dice que el que tome a la ligera el acto de lavarse las manos será “desarraigado de este mundo”.

El Bañarse
La palabra hebrea ra·játs se puede traducir “bañar” o “lavar”, y aplica tanto al cuerpo humano como a otros objetos que se limpian sumergiéndolos en el agua o mojándolos. (Levítico 16:24; Génesis 24:32.) Sin embargo, para referirse a lavar la ropa frotándola bajo el agua, los escritores bíblicos usaron el término hebreo ka·vás, relacionado con el árabe kabasa (amasar; pisar) y el acadio kabasu (pisotear). Así, leemos en Levítico 14:8: “Y el que está limpiándose tiene que lavar [una forma de ka·vás] sus prendas de vestir y afeitarse todo el pelo y bañarse [wera·játs] en agua, y tiene que ser limpio”. (Leer también Levítico 15:5-27; Números 19:19.) La palabra griega para baño es lou·trón. (Tito 3:5.)

Se requiere limpieza física de todos aquellos que adoran a Jehová en santidad y pureza. Esto se mostró en el servicio del tabernáculo y, más tarde, del templo. Durante la ceremonia de instalación del sacerdocio, el sumo sacerdote Aarón y sus hijos se bañaron antes de ponerse las prendas de vestir oficiales. (Éxodo 29:4-9; 40:12-15; Levítico 8:6-7.) Para lavarse las manos y los pies, los sacerdotes usaron el agua de la fuente de cobre del patio del tabernáculo y, después, del enorme mar fundido del templo de Salomón. (Éxodo 30:18-21; 40:30-32; 2 Crónica 4:2-6.) En el Día de Expiación el sumo sacerdote se bañaba dos veces. (Levítico 16:4, 23, 24.) Los que llevaban el macho cabrío para Azazel, los restos de los sacrificios animales y la vaca roja sacrificada fuera del campamento, tenían que bañar su carne y lavar sus prendas de vestir antes de volver a entrar en el campamento. (Levítico 16:26-28; Número 19:2-10.)

Se requirió que los israelitas se sometieran a un baño ceremonial por varias razones. Se consideraba “inmundo” y debía bañarse cualquiera que se hubiera recobrado de la lepra, que tocara algo que había estado en contacto con alguien que tuviera “un flujo”, un hombre que tuviera una emisión de semen, una mujer después de la menstruación o de una hemorragia, o cualquiera que tuviera relaciones sexuales. (Levítico 14:8, 9; 15:4-27.) Cualquiera que estuviera en una tienda con un cadáver humano o lo tocara, sería “inmundo” y tendría que ser purificado con agua. Si alguien rehusaba cumplir este reglamento, ‘tenía que ser cortado de en medio de la congregación, porque era el santuario de Dios lo que había contaminado’. (Números 19:20.) Por lo tanto, el uso figurado de “lavar” está indicado cuando se hace referencia a una posición limpia ante Jehová. (Salmo 26:6; 73:13; Isaias 1:16; Ezequiel 16:9.) Bañarse con la palabra de verdad de Dios, simbolizada por el agua, tiene un efecto limpiador. (Efesios 5:26.)

En la Biblia se hallan referencias ocasionales al baño: la hija de Faraón en el Nilo (Éxodo 2:5); Rut antes de presentarse a Bozz (Rut 3:3); Bat-seba, sin saber que se hallaba a la vista de David (2 Samuel 11:2, 3); David antes de postrarse en la casa de Jehová (2 Samuel 12:20), y prostitutas en un estanque de Samaria (1 Reyes 22:38). Cuando Eliseo le ordenó al leproso Naamán: ‘Báñate y sé limpio’, este lo hizo siete veces en el río Jordán. (2 Reyes 5:9-14.) Era costumbre bañar a los recién nacidos y también los cuerpos muertos antes del entierro. (Ezequiel 16:4; Hechos 9:37.)

En el cálido clima del Oriente Medio, donde la gente andaba por caminos polvorientos con sandalias abiertas, era una señal de hospitalidad y bondad procurar que se les lavaran los pies a los invitados. Abrahám extendió esta bondad a ángeles (Génesis 18:1-4); otros ejemplos son Lot, Labán y Abigail. (Génesis 19:1, 2; 24:29-32; 1 Samuel 25:41; Lucas 7:38, 44; 1 Timoteo 5:10.) Jesús también lavó los pies a sus discípulos. (Juan 13:5-17). Los fariseos se lavaban “las manos hasta el codo”, no por razones higiénicas, sino estrictamente por tradición rabínica. (Marcos 7:1-5; Mateo 15:1-2.)

Lavar los pies
Acción con la que se daba la bienvenida y se mostraba hospitalidad, que en los calurosos países del Oriente Medio se acostumbraba a realizar antes de una comida, pues las personas solían llevar sandalias para viajar por aquellos caminos secos y polvorientos. En un hogar de término medio, el anfitrión ponía un recipiente con agua a disposición del visitante, y este se lavaba los pies. (Jueces 19:21.) En cambio, si el anfitrión era una persona acomodada, tenía esclavos para hacer ese trabajo, pues se consideraba una tarea servil. Cuando David pidió a Abigail que fuese su esposa, ella manifestó su disposición al decir: “Aquí está tu esclava como sierva para lavar los pies de los siervos de mi señor”. (1 Samuel 25:40-42.) El que el propio anfitrión lavase los pies de la persona invitada constituía una especial demostración de humildad y afecto hacia él.

No solo se lavaban los pies como muestra de hospitalidad a un invitado, sino que además era una costumbre que cada persona se lavara los pies antes de acostarse. (Cantares 5:3.) Digno de reseñar es el hecho de que a los sacerdotes levitas se les exigía que se lavasen las manos y los pies antes de entrar en el tabernáculo o de oficiar ante el altar. (Éxodo 30:17-21; 40:30-32.)

Cuando Jesús estuvo en la Tierra, un anfitrión podía ofrecer a su invitado agua para lavarse los pies, darle un beso o untarle la cabeza con aceite. Simón el fariseo no tuvo en cuenta ninguna de estas tres expresiones de hospitalidad en la ocasión en que tuvo a Jesús como invitado. Por eso, cuando una pecadora mojó los pies de Jesús con sus lágrimas, los enjugó con su propio cabello, los besó y los untó con aceite perfumado, Jesús le echó en cara a Simón su desatención y luego le dijo a la mujer: “Tus pecados son perdonados”. (Lucas 7:36-50.)

La noche antes de morir, el 14 de Nisán de 33 d. C., Jesús lavó los pies de sus apóstoles con el fin de enseñarles una lección y dejarles un “modelo”, pero no tenía la intención de instituir una nueva ceremonia. (Juan 13:1-16.) Los apóstoles habían discutido entre sí en cuanto a quién de ellos era el mayor. Más tarde, esa misma noche, después de que Jesús les lavó los pies, tuvieron otra acalorada discusión sobre quién parecía ser el mayor. (Lucas 22:24-27.) No obstante, lo que Jesús había hecho no se olvidaría con facilidad. Aquella noche Jesús y sus discípulos estaban en una habitación que habían conseguido para ese fin y no como invitados en la casa de alguna otra persona, pues, de haber sido así, seguramente la servidumbre les hubiese lavado los pies. Ninguno de los apóstoles se prestó para realizar esta tarea servil en beneficio de los demás. Sin embargo, en un momento oportuno en el transcurso de la comida, Jesús se levantó, puso a un lado su prenda exterior de vestir, se ciñó una toalla, llenó de agua una palangana y les lavó los pies. Así demostró que cada uno debe servir a los demás con un espíritu humilde y buscar maneras prácticas de demostrar su amor a otros, haciendo cosas que resulten en su bienestar. Los anfitriones cristianos así lo hicieron, como se desprende de la referencia de Pablo a que las viudas cristianas, entre otras cosas, lavaban los pies de otros miembros de la congregación. (1 Timoteo 5:9, 10.) Las Escrituras Griegas Cristianas no indican que la acción de lavar los pies a otros sea una ceremonia cristiana preceptiva. No obstante, el ejemplo de Jesús es un recordatorio a los cristianos de que deben servir amorosamente a sus hermanos aun en cosas pequeñas y también realizando a favor de ellos tareas humildes. (Juan 13:34, 35).

El Bautismo en el Nuevo Testamento
La palabra “bautismo” ha llegado a tener un significado algo diferente en la forma de hablar común que el que tuvo en los tiempos del Nuevo Testamento. Por ejemplo, el Nuevo Diccionario Webster, define bautismo como:

-un sacramento cristiano marcado por el uso ritual de agua y admitiendo al recipiente a la comunidad cristiana; 
-un rito no cristiano usando agua para purificación ritual; 
-un acto, experiencia, o prueba por la que uno es purificado, santificado, iniciado, o llamado”. 

Clases de Bautismo
Por todo, es hecha referencia a siete bautismos diferentes en el Nuevo Testamento, no obstante, en Efesios 4:5, Pablo dice que hay sino “un bautismo”. Para entender los siete bautismos que están mencionados en el Nuevo Testamento como también el un bautismo que permanece válido hoy día, primero debemos llegar a un entendimiento preliminar del significado de la palabra “bautismo”. Hay varios bautismos diferentes mencionados en el Nuevo Testamento:

-El Bautismo de Moisés. (1 Corintios 10:1-2).
-El Bautismo de Juan el Bautista. (Mateo 3:11).
-El Bautismo del Espíritu Santo. (Mateo 3:11).
-El Bautismo de Fuego. (Mateo 3:11).
-El Bautismo de Sufrimiento. (Mateo 20:20-23).
-El Bautismo de la Gran Comisión. (Mateo 28:19-20).
-El Bautismo por los Muertos. (1 Corintios 15:29).

Sin embargo, en los tiempos del Nuevo Testamento, “bautismo” no se refería necesariamente a un rito o ejercicio religioso. Bautismo es una transliteración de la palabra griega baptizo, y significa zambullir, sumergir, inmergir. De esta manera, cuando una prenda de vestir fue sumergida en un tanque de tintura para colorearle, fue “bautizada”. Similarmente, cuando Naamán se le dijo que se zambullera siete veces en el río Jordán (2 Reyes 5:10-14), el fue y se “bautizó” –sumergió– en el agua.

El Bautismo de Moisés
En 1 Corintios 10:1-2, el apóstol Pablo se refiere a la ocasión de la huida de Israel de la esclavitud egipcia mientras eran guiados por Moisés. El Señor estaba con ellos, guiándoles en la nube. Como llegaron al Mar Rojo, Moisés extendió su vara sobre el agua e inmediatamente las aguas se dividieron. Con el ejército egipcio en ardorosa persecución, los hijos de Israel “pasaron el mar” sobre tierra seca. Rodeados como lo estuvieron por el agua, los muros de agua a cada lado y la nube arriba, Pablo dice que ellos “en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar” (v.2).

Por medio de este bautismo los israelitas fueron separados de los egipcios y de la esclavitud egipcia. Similarmente, el bautismo de la Gran Comisión al igual cómo el anterior somos separados del mundo y libertados de la esclavitud del pecado. Aunque pueden haber otros paralelos interesantes entre estos dos bautismos, es importante notar que el “bautismo en Moisés” nunca fue repetido. Los únicos que lo recibieron fueron aquellos israelitas, que huyeron de Egipto bajo el liderazgo de Moisés. Por tanto, éste no tiene aplicación para hoy día porque no es algo que posiblemente pueda ser repetido. Hay lecciones que podemos aprender de estos eventos que ocurrieron hace algunos 3500 años (1 Corintios 10:6). No obstante, hay una cosa que es completamente cierta: el “bautismo en Moisés” NO es el “un bautismo” al cual Pablo se refirió en Efesios 4:5. El “un bautismo” fue para los efesios y es para nosotros. Pero en vista de que no podemos pasar a través del mar por tierra seca, nunca podemos aplicar el bautismo en Moisés a nosotros mismos.

El Bautismo de Juan el Bautista
Juan el Bautista fue enviado por Dios para preparar el camino para la venida de Su Hijo. En Lucas 3:4, esta profecía de Isaías es aplicada a Juan el Bautista: “... Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas”. En Mateo 3:2, Juan salió predicando, “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. A medida que predicaba no es dicho que “salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados” (v. 5-6). Marcos nos dice que el bautismo de Juan era “de arrepentimiento para perdón de pecados” (Marcos 1:4). No obstante, el bautismo de Juan, no tuvo nada que ver con la iglesia de Cristo porque la iglesia aún no había sido establecida.

A medida que giramos a Hechos 18:24-26, nos es introducido Apolos “un varón elocuente y poderoso en las escrituras”. Este hombre llegó a la ciudad de Éfeso algunos 20 o 25 años después que la iglesia había sido establecida. “... hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor, aunque solamente conocía el bautismo de Juan” (v.25). Aunque no nos es dado ningún detalle del mensaje de Apolos, parece haber tomado la obra y mensaje de Juan preparando al pueblo para la venida del Señor. No comprendía que el Señor ya había venido. Cuando Aquila y Priscila, dos cristianos fieles y algunas veces compañeros de Pablo, escucharon a Apolos predicando, percibieron su falta de entendimiento y “le expusieron más exactamente el camino de Dios”. No nos es dicho que envolvió esto, aunque es seguro concluir que le mostraron la verdad acerca de Jesucristo. También podemos inferir que le mostraron la insuficiencia del bautismo de Juan, porque siguiendo a su conversión, Apolos dejó Efeso y fue a Corinto predicando no el bautismo de Juan sino el evangelio de Cristo.

En Hechos 19:1-5, encontramos un caso similar envolviendo a otros hombres que estaban predicando el bautismo de JuanPablo había ido a Efeso y halló allí a ciertos hombres quienes aparentemente fueron enseñados por Apolos antes de él aprendiera la verdad. Al cuestionar a estos hombres Pablo se enteró de que habían sido bautizados en el bautismo de JuanEsto, por supuesto, es lo que esperaríamos si fueron enseñados por Apolos. Pero tal como Aquila y Priscila le enseñaron la verdad a Apolos, Pablo le enseñó también esto a los hombres. Les dijo, “Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo”. El bautismo de Juan era entonces un bautismo de preparación, un bautismo que apuntaba adelante a la venida de Cristo. Pero en vista de que Cristo ya había venido, el bautismo de Juan ya no era más valido. La escritura dice entonces que cuando los hombres oyeron esto “fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús”. Es claro entonces que el “un bautismo” de Efesios 4:5 no es una referencia al bautismo de Juan. A los hombres en el Nuevo Testamento que habían recibido ese bautismo se les dijo que necesitaban ser bautizados de nuevo en el nombre de – o, por la autoridad del – Señor Jesús.

¿Es el Bautismo de Juan el Bautista Para Hoy?
Hay una enseñanza popular en algunos institutos bíblicos norteamericanos, que dice que el bautismo de Juan el Bautista no es para hoy, no es para esta dispensación, no pertenece a la edad cristiana. Esta enseñanza es popular entre las iglesias interdenominacionales, que no requieren bautismo para ser miembro, y que dicen que el bautismo no es importante para el cristiano. Se dice que el bautismo de Juan el Bautista ha sido reemplazado por "el bautismo en el Espíritu," y que la referencia en Efesios 4:5 acerca de "un bautismo" se refiere al bautismo en el Espíritu, no al bautismo en agua. Vamos a ver lo que la Biblia dice acerca de este sujeto.

Primero, vemos en la Biblia que los que recibieron el bautismo en el Espíritu en el día de Pentecostés (Hechos 1:5, 2:2-4) no pensaron que el bautismo de Juan el Bautista había sido reemplazado por el Bautismo en el Espíritu, al contrario, en el mismo día 3000 conversos fueron bautizados en agua. Hechos 2:41. En Hechos 10:47-48, el apóstol Pedro dijo, acerca de los conversos que habían recibido el bautismo en el Espíritu, que todavía tuvieron que ser bautizados en agua. Es evidente que el bautismo en el Espíritu no reemplaza el bautismo de Juan el Bautista.

Los que enfatizan el bautismo en el Espíritu piensan que es un evento recibido por el creyente individualmente, pero en la Biblia vemos que era un evento recibido por los cristianos en un grupo, como en Hechos 1:8, 10:44. Algunos piensan que cuando una persona es salva, recibe el bautismo en el Espíritu en el momento de salvación, pero esto es una equivocación - los apóstoles fueron salvos antes de recibir el bautismo en el Espíritu en el día de Pentecostés.

Los que enseñan que el bautismo de Juan no es para hoy dicen que era un rito de la edad del Antiguo Testamento, y por lo tanto no es para hoy. Pero el bautismo de Juan no es mencionado en el Antiguo Testamento, por lo tanto, no es un rito del Antiguo Testamento. Los judíos estaban muy excitados por el ministerio y el bautismo de Juan, porque era una cosa nueva. Por esa razón multitudes de judíos fueron al río Jordán para ser bautizados por Juan, Mateo 3:5-6. Aun los fariseos y saduceos fueron a Juan para ser bautizados, Mateo 3:7. Si el bautismo había sido un rito tradicional de los judíos, no había sido necesidad de viajar al desierto para ser bautizados por Juan. Los judíos pensaron que el bautismo de Juan fue un señal de la venida del Mesías, Lucas 3:15, Juan 1:25, 31. Si este bautismo había sido un rito familiar, bien conocido en la sociedad judía, nadie hubo pensado que fue la señal de la venida del Mesías. Cuando Cristo preguntó a los principales sacerdotes acerca de la autoridad del bautismo de Juan, no pudieron contestar, Mateo 21:23-27. Si el bautismo de Juan había sido una ordenanza bien establecida entre los judíos, podrían citar la autoridad para este bautismo en el Antiguo Testamento o en las escrituras de los ancianos.

Es claro que el bautismo de Juan era algo nuevo, algo que los judíos piadosos en Palestina nunca habían visto. Por lo tanto, el bautismo de Juan no es basado en la ley del Antiguo Testamento ni en las tradiciones de los judíos.

Los que enseñan que el bautismo de Juan no es para hoy dicen que el ministerio entero de Juan no pertenece a la dispensación cristiana. Se dice que su ministerio fue parte de la edad del Antiguo Testamento y por lo tanto todo su ministerio, incluyendo su bautismo, no es para los cristianos y no es para hoy. Pero Cristo enseñó que el ministerio de Juan era parte de la edad cristiana, el reino de los cielos fue establecido, y la gente entró en el reino de los cielos, durante el ministerio de Juan: Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. (Mateo 11:12-13).

Cristo enseñó lo mismo en Lucas 16:16La ley y los profetas eran hasta Juan: desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. Vemos en estos versículos que Cristo estableció el reino de Dios (también llamado el reino de los cielos) durante su ministerio en la tierra, por lo tanto, la enseñanza que Cristo fracasó en establecer el reino de Dios, y que debemos esperar su Segunda Venida para entrar en el reino de Dios, es equivocada. También vemos que el ministerio de Juan no es parte de la dispensación del Antiguo Testamento. Su ministerio, su evangelio y su bautismo son parte de la edad cristiana, y son para hoy.

Algunos dicen que el bautismo de Juan no es para hoy, porque predicó el arrepentimiento, y se dice que ese arrepentimiento no es para hoy. Esta es una equivocación, el apóstol Pablo predicó el arrepentimiento, Hechos 17:30, 20:21, 26:20, Romanos 2:4, 2 Corintios 7:10, 2 Timoteo 2:25. El evangelio de Juan es el mismo con el evangelio de Cristo (Lucas 13:3-5), y de Pablo, y de Pedro (Hechos 2:38, 2 Pedro 3:9), todos predicaron el arrepentimiento. El evangelista Marcos, describiendo el ministerio de Juan el Bautista, dijo que fue "principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios." (Marcos 1:1). La edad cristiana empezó con el ministerio de Juan el Bautista y durante del tiempo del ministerio de Cristo en la tierra, no en el día de Pentecostés. Es una equivocación grande decir, "El mensaje de arrepentimiento, y el rito de bautismo en agua, no son para hoy, porque fueron enseñado por Juan, que pertenece a la dispensación del Antiguo Testamento."

La Biblia enseña que Juan y su enseñanza pertenecen a nuestra dispensación cristiana. Algunos dicen que el bautismo de Juan no es para hoy, porque Juan estaba bautizando a los pecadores para salvarles por medio del bautismo. Los campbelistas hoy día enseñan que el bautismo es necesario para ser salvo, y que es parte del proceso de ser salvo, dicen que la salvación no es sólo por la fe, sino es una mezcla de fe y obras. Los católicos, los episcopalianos, los ortodoxos griegos y los luteranos también creen que sus sacerdotes pueden regenerar a un pecador por medio del bautismo. Pero es claro, en Mateo 3:7-10, que Juan no estaba bautizando a los pecadores para salvarles. Rehusó bautizar a los pecadores que no habían sido salvos y que no se habían arrepentido de sus pecados. Juan sólo bautizó a los creyentes que habían sido salvos por medio de arrepentirse de sus pecados. La Biblia enseña que la salvación es por la fe sin obras, Romanos 11:5-6, y que nunca ha sido una dispensación en que los pecadores fueron salvos por medio de las obras. Abraham, antes de la ley (Romanos 4:2) y David, bajo la ley (Romanos 4:6-8) fueron salvos por medio de la fé sin obras. Debemos rechazar la enseñanza de los que dicen que el bautismo de Juan no es para hoy, no es importante, no es un requisito para ser discípulo de Cristo o para ser miembro de la iglesia. Debemos ser firme en la convicción que el bautismo en agua (por la inmersión) es un requisito para todos los miembros de una iglesia neotestamentaria, y que el bautismo es el primer paso en la vida de obediencia al señorío del Señor Jesucristo. Los que aceptan los designios de Dios respecto de sí mismos aceptarán el bautismo de Juan. "Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan. Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respeto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan." (Lucas 7:29-30).

El Bautismo del Espíritu Santo
En Mateo 3:11, Juan el Bautista dijo, “... él (eso es, Cristo) os bautizará en Espíritu Santo y fuego”. Así como el bautismo de fuego no es para todos los hombres. Tampoco podemos sugerir que el bautismo del Espíritu Santo es para todos los hombres. Por supuesto, una cosa es hacer una declaración como esta, y otra muy distinta probarla. Vayamos entonces a la Palabra de Dios y veamos qué mas es dicho acerca del bautismo del Espíritu Santo.

En Juan 14, Jesús estaba reunido con sus once apóstoles (Judas Iscariote ya se había ido donde el el sumo sacerdote para traicionarlo) en el aposento alto. Estaban reunidos allí con el propósito de comer la fiesta de la Pascua. Sabiendo que el momento de su muerte estaba a solo a unas horas de distancia, Jesús dio algunas palabras de instrucción y exhortación finales a estos hombres que había escogido. En Juan 13:33, por ejemplo; les dijo, “Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo ahora a vosotros: A donde yo voy, vosotros no podéis ir”. Pero empezó inmediatamente a consolarlos en el capítulo 14 diciendo, “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (v.1-2). Ahora, con este trasfondo en mente, Jesús dijo en Juan 14:16, “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre”. Ahora, ¿a quién estaba siendo dada esta promesa? ¿Por qué esta fue para los apóstoles?. Porque solo ellos estaban presentes con Jesús. Nótese los v.25-26“Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Una vez mas preguntamos, ¿para quiénes fue esta promesa?¿Fue para todos los hombres? ¿Para todos los cristianos?. No, de ninguna manera. Mire de nuevo los versículos, Jesús estaba dando esta promesa a aquellos que personalmente habían viajado con él y habían sido instruidos por él. En vista de que Jesús no ha estado personalmente ni ha hablado personalmente a los hombres hoy día, la promesa de Juan 14:16, 26 no es para los hombres hoy día.

Continuando en el capítulo 15, estamos en el mismo escenario (o trasfondo). En 15:16, por ejemplo, Jesús dijo, “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca ...”. Son los apóstoles los que fueron escogidos y ordenados por el Señor. Es a estos hombres a los que les dice, “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio” (Juan 15:26-27). La promesa del Consolador fue claramente para aquellos que habían estado con Jesús “desde el principio” de su ministerio. A causa de su posición única como testigos oculares de la vida y obra de Jesús, solo ellos serían capaces de dar la clase de testimonio de testigos oculares que sería irrefutable. Finalmente, en Juan 16:13, aún en el mismo escenario, Jesús repitió de nuevo su promesa del Consolador. Pero como antes, la promesa era para los apóstoles.

Dentro de unas pocas horas de haber dicho estas cosas, Jesús fue entregado en manos de los soldados. Habiendo huido sus discípulos, Jesús fue llevado y crucificado. La muerte de Jesús fue un golpe tremendo para los apóstoles. Fue algo que nunca esperaron. Aún cuando Jesús les había dicho lo que iba a pasar no lo pudieron creer. Pero las profundidades de desesperación a que fueron reducidos por la muerte de Jesús fue transformada en un júbilo triunfante en su resurrección.

Fue después de su resurrección pero antes de su ascensión a los cielos que Jesús dijo a sus apóstoles, “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49). La “promesa” a la que Jesús se refirió es la promesa del Consolador la cual les había hecho antes de su muerte. Para recibir esta promesa Jesús les dijo que se quedaran en Jerusalén. A medida que vayamos al libro de Hechos encontramos el cumplimiento de esta promesa.

En Hechos 1:4 Jesús está reunido de nuevo con sus apóstoles, y les mandó que se quedaran en Jerusalén y “... esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (v.4-5). En 1:8, Jesús dijo, “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. 

En estos versículos Jesús iguala “la promesa del Padre” (v.4) con “bautizados con el Espíritu Santo” (v.5) y con “poder” (v.8). En cada caso desde esta distancia donde cualquiera de estas cosas son mencionadas, son solamente mencionados como siendo para los apóstoles. También es interesante notar que en Hechos 1:5 Jesús cita a Juan el Bautista (Mateo 3:11) y aplica el bautismo del Espíritu Santo no para todos los hombres sino para sus apóstoles. Que vergüenza es para los predicadores denominacionales reclamar hoy día para ellos mismos y de sus seguidores el bautismo del Espíritu Santo, cuando Jesús dice que era para los apóstoles.

En Hechos 2, la promesa que Jesús hizo a sus apóstoles fue cumplida. En Hechos 1:26 Matías fue escogido para que ocupara el lugar de Judas Iscariote quien se había suicidado. Pedro dijo que era necesario que un hombre fuera escogido y “... sea hecho testigo con nosotros (eso es, los apóstoles), de su resurrección (la de Cristo)” (v.22). Cuando Matías fue escogido, la última parte del v.26 nos dice que “fue contado con los once apóstoles”. Ahora, guarde en mente que es Matías y los otros once apóstoles quienes están bajo consideración en el texto, y leamos lo que sigue inmediatamente: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos (los apóstoles) unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban (los apóstoles) sentados; y se les aparecieron (a los apóstoles) lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos (los apóstoles). Y fueron todos (los apóstoles) llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2:1-4). Ahí esta. Fue a los apóstoles a los que se les dio la promesa del Consolador. Fue a los apóstoles a los que se les dijo que esperaran en Jerusalén por el poder. Fue a los apóstoles a quienes Jesús les aplicó la profecía de Juan el Bautista del bautismo del Espíritu Santo. Por supuesto, a medida que miramos en Hechos 2:7 nos es dicho que aquellos que recibieron este poder, todos eran galileos. Muchos de los discípulos de Jesús eran judeanos, pero ni un sólo judeano recibió el bautismo del Espíritu Santo. Todos los apóstoles eran de Galilea, y fueron solamente galileos los que recibieron el poder desde lo alto. Sólo los apóstoles lo recibieron porque sólo ellos habían sido escogidos y nombrados por Cristo para “me seréis testigos”. Hubieron otros cristianos que recibieron la medida milagrosa del Espíritu Santo después de Pentecostés. Fueron provistos de un modo distinto con los dones milagrosos de sanidad, milagros, profecía, discernimiento de espíritus, lenguas, interpretación de lenguas, y así sucesivamente. Pero lo que estos otros cristianos recibieron nunca fue llamado el bautismo del Espíritu Santo. Aunque la manifestación milagrosa del Espíritu en ellos fue mucho lo mismo como en los apóstoles, ellos recibieron estos dones de una manera diferente. El bautismo del Espíritu Santo fue administrado directamente por Jesús (Mateo 3:11) sobre los apóstoles. A su vez, los apóstoles fueron habilitados (o capacitados) para imponer las manos sobre otros cristianos, impartiendo de esta manera los dones espirituales también a ellos. No es nuestro propósito en este momento estudiar esto en algún detalle; no obstante, los ejemplos de esto pueden ser encontrados en los siguientes lugares: Hechos 6:6; 8:14-17; Romanos 1:9-11; 2 Timoteo 1:6.

Aparte de los apóstoles, hay solamente otro caso de bautismo del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento. En Hechos 10, el apóstol Pedro fue instruido por Dios para ir a la casa de Cornelio, un gentil. Aunque en este tiempo la iglesia tenía unos ocho o diez años de edad, el evangelio nunca había sido llevado a los gentiles. Esa antigua enemistad y desconfianza entre judíos y gentiles había sido traída a la iglesia. Pero el Señor estaba a punto de cambiar todo eso. Cuando Pedro tiempo después volvió a describir a los cristianos en Jerusalén la cronología de los eventos tal como habían transpirado, dijo, “Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo” (Hechos 11:15-16). Hay varias cosas importantes a notar aquí.

Primero, Pedro dijo que lo que le ocurrió a Cornelio y su casa sucedió “cuando comencé a hablar”. De esta manera, lo que sea que haya pasado no dependió de estos gentiles oyendo la verdad. Segundo, hablando por inspiración Pedro dijo que lo que sucedió a Cornelio y su casa fue el bautismo del Espíritu Santo. Pero no comparó lo que le pasó a Cornelio con lo que le había sucedido a otros cristianos después que la iglesia fue establecida. No dijo, “el Espíritu Santo cayó sobre ellos, como sobre USTEDES al principio”. Más bien dijo, “cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre NOSOTROS al principio”. ¿Quiénes recibieron el Espíritu Santo “al principio” de la iglesia?. Como ya hemos mostrado, fueron los apóstoles. Bueno, ¿Cómo recibieron los apóstoles el Espíritu Santo “al principio”?. Nuevamente, como hemos mostrado, lo recibieron en una medida bautismal, directamente de Dios. Pero los otros cristianos, como también hemos mostrado, recibieron el Espíritu Santo no en la medida bautismal, sino por la imposición de las manos de los apóstoles. Solamente Cornelio fue diferente. Para encontrar otro caso donde el Espíritu Santo fue impartido como sobre Cornelio, Pedro tuvo que regresar hasta “el principio”, a Pentecostés.

El bautismo del Espíritu Santo nunca fue pretendido que fuera para todos los cristianos. Ciertamente, solamente fue por un tiempo limitado y para un propósito específico. Pero el “un bautismo” de Efesios 4:5 es para todos los cristianos en todos los tiempos. Por tanto, cualquier otra cosa que pudiéramos ser capaces de aprender acerca del bautismo del Espíritu Santo, estamos seguros que este no es el “un bautismo” que es para nosotros hoy día.

El Bautismo de Fuego
Cuando Juan el Bautista vino predicando y bautizando en el río Jordán proclamaba, “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11). Primero aprendamos mas acerca del bautismo de fuego al cual Juan se refiere aquí.

Hay muchos en el mundo religioso moderno que son paupérrimos estudiantes de la Biblia. A causa de que no han aprendido a hacer una correcta aplicación de las escrituras (2 Timoteo 2:15) sacan muchas conclusiones que carecen de base. El bautismo en fuego es un caso al punto. Hay muchos que aplican mal Mateo 3:11 y están esperando recibir el bautismo del Espíritu Santo y el bautismo de fuego.

Examinemos el contexto y veamos lo que podemos aprender acerca del bautismo de fuego. En Mateo 3:7, muchos de los fariseos y saduceos vinieron donde Juan quien estaba predicando y bautizando. Estos hombres eran contrarios hacia lo que Juan estaba enseñando porque desafiaba su liderazgo religioso. Aunque eran líderes religiosos, no estaban interesados en la verdad; aunque eran pecadores, no tenían la intención de arrepentirse. Juan reconoció estas cosas y habló contra ellos: “¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?. Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (v.7-8). Estos hombres pensaron que no podían hacer nada malo en vista de que eran los descendientes de Abraham. Su herencia hebrea era su talismán, absolviéndolos milagrosamente de todos los pecados que condenaban en otros. Juan los condenó por su actitud diciendo que “... Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras” (v.9). Dios no está interesado en quiénes somos sino en qué somos.

En el v.10, Juan se refiere al fin del sistema judío cuando “ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles”. Aquellos que rehusen obedecer a Cristo (eso es, aquellos que “no dan buen fruto”) serán cortados “y echados en el fuego”. El “fuego” del v.10 es claramente una referencia al fuego del infierno que está reservado por Cristo para aquellos “... que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tesalonicences 1:7-9). En el v.12, Juan se refiere de nuevo al “fuego” diciendo que Jesús “... quemará la paja en fuego que nunca se apagará”. No puede haber duda que la referencia en los versículos 10 y 12 es al fuego del castigo eterno, al fuego del infierno. Por tanto, concluimos que el “bautismo de fuego” en el v.11 se refiere al mismo fuego acerca del cual estaba hablando en los versículos que le preceden y suceden. Es una clara referencia al lugar donde el gusano no muere y el fuego nunca se apaga (Marcos 9:43-44). El contexto demanda esto. ¿Quién es el que juzgará al mundo? ¿Quién es el que bautizará (eso es, sumergirá, zambullirá) a los hombres en el lago que arde con fuego y azufre?. Es Jesús. Juan lo afirma, Jesús, Pedro, Pablo y otros lo confirman, y nosotros lo creemos. Pero ¿Jesús bautizará a todos los hombres con fuego?. No, claro que no. Las escrituras en ninguna parte enseñan esto y en todas partes lo niega. Comparado a las multitudes que se perderán en el lago de fuego, son pocos los que se salvarán (Mateo 7:13-14). Pero serán salvos, no teniendo que sentir nunca los efectos terribles de ese bautismo de fuego que está reservado para el desobediente.

El “un bautismo” al cual Pablo se refiere en Efesios 4:5 es algo que es para todo el pueblo de Dios hoy día. Sin embargo, el bautismo de fuego, no es para el pueblo de Dios ni es para hoy día. El bautismo de fuego apabullará al desobediente en la eternidad.

El Bautismo de Sufrimiento
En Mateo 20:20-23, la madre de Jacobo y Juan vino a Jesús con una solicitud que hubiera sido normal que cualquier madre hiciera en beneficio de sus hijos. Pidió que a sus hijos se les pudiera dar posiciones de autoridad en Su reino:  uno a la derecha y el otro a la izquierda. ¿Qué madre hay que no desee lo mejor para sus hijos?. Por supuesto, su problema no era diferente a algún otro de los discípulos de Jesús.  Ella no entendía la naturaleza del reino de Cristo. Estaba anticipando un reino físico, terrenal.  Pero como Jesús le diría más tarde a Pilato“Mi reino no es de aquí” (Juan 18:36).

En respuesta a su solicitud Jesús dijo, “... No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?”. Indudablemente, Jacobo y Juan no habían entendido el significado completo lo que Jesús les estaba preguntando, pero contestaron, “Podemos”. Con lo cual Jesús profetizó que ellos ciertamente beberían de la misma copa y serían bautizados con el mismo bautismo como nuestro Señor. Pero en cuanto a la solicitud para posiciones de autoridad en el reino, Jesús dijo, “no es mío darlo”. Entonces, “¿qué es el bautismo que el Señor tenía aquí en mente?.”

Para entender correctamente el significado de lo que dijo el Señor, debemos regresar y recordar el significado de la palabra “bautismo”. Como hemos mostrado, la palabra griega para bautismo significa, zambullir, sumergir, inmergir. Generalmente, era usada en un sentido literal tal como el sumergimiento de algún objeto en agua, o tintura. Este fue el caso, por ejemplo, en el bautismo de Juan que fue llevado a cabo en el río Jordán. Allí, Juan sumergió o inmergió a aquellos que vinieron a él en el agua. No obstante, algunas veces, bautismo debería ser entendido en un sentido figurado. Este es su uso en Mateo 20:20-23. La “copa” que Jesús bebería hacía referencia a la copa de la muerte. En Lucas 22:39-44, Jesús en la noche de su traición había ido al monte de los Olivos, al huerto de Getsemaní. Judas Iscariote ya se había ido para entregar a Jesús a los judíos. Cuando Jesús vino al huerto dejó a ocho de los once apóstoles restantes para que se quedaran y oraran con él. Luego, tomando a Pedro, a Jacobo y a Juan fue un poco más adelante diciéndoles que “velaran y oraran”. Yendo por sí mismo, Jesús había ido a una corta distancia cuando cayó sobre su rostro orando, “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (v.42). La “copa” de la cual Jesús estaba a punto de participar era la copa de la muerte. El sabía que sus discípulos aún no entenderían. Sabía que dentro de unas pocas horas sería colgado en una cruz, muriendo por los pecados que no había cometido.

Exactamente como la “copa” que Jesús bebería no era literal, sino una copa figurada, así también el “bautismo” con el que sería bautizado no era uno literal, sino uno bautismo figurado. Cuando Jesús participó de la copa de la muerte, fue bautizado con el bautismo de sufrimiento. En Lucas 12:50 Jesús dijo, “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!.” Jesús sufriría grandemente y probaría la muerte no por algún crimen que hubiera cometido sino por lo que afirmó ser, ciertamente, había probado ser el Hijo de Dios “con maravillas, prodigios y señales”. 

Jesús profetizó que Jacobo y Juan “A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados” (Mateo 20:23). En Hechos 12:1-2, Lucas nos dice que “Herodes echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan”. Como Cristo antes de él, Jacobo tomó la copa de la muerte, fue bautizado, abrumado, inmergido, en sufrimiento. No fue por crímenes que hubiera cometido, sino simplemente por ser cristiano. En Apocalipsis 1:9, Juan se describió a sí mismo a sus hermanos cristianos en Asia como “... vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación ...” Había sido desterrado como prisionero a la isla de Patmos “... por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo”. Tal como Jesús había profetizado mas de sesenta años antes, fue sumergido, bautizado, en sufrimiento.

El bautismo de sufrimiento no es el “un bautismo” de Efesios 4:5 porque no todos los cristianos lo recibieron. En 1 Pedro 4:12-16, el apóstol Pedro anotó que serían muchos los cristianos lo que experimentarían el “fuego de prueba” a medida que serían hechos “participantes de los padecimientos de Cristo”. Pero no todos los cristianos tendrían que experimentar tal padecimiento (o sufrimiento) porque dice “Si sois vituperados por el nombre de Cristo ...”, y nuevamente, “... si alguno padece como cristiano ...”.  Aquellos que sean abrumados o sumergidos en la persecución por el testimonio de Jesucristo deben tomarlo felizmente, regocijándose de que sean dignos de sufrir y de esta  manera glorificar  y honrar Su nombre. Pero si nunca somos llamados a colocar nuestras vidas en la línea por la causa de Cristo, no pensemos que no hemos mantenido la unidad del Espíritu del cual el “un bautismo” es una parte. Todos debemos recibir el “un bautismo” para agradar a Dios, pero tenemos o no que soportar la persecución, el bautismo de sufrimiento.

El Bautismo por los Muertos
En 1 Corintios 15:29, encontramos un sexto bautismo: el bautismo por los muertos. Miremos el versículo y luego veamos lo que podemos aprender acerca de este bautismo. “De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?”. Para entender lo que Pablo está diciendo primero debemos entender el problema con el que estaba tratando.

Habían algunos en la iglesia en Corinto que estaban enseñando la antigua doctrina de los saduceos que no hay resurrección de muertos. Para contestar a estos falsos maestros, Pablo empezó el capítulo hablando acerca del evangelio que ellos habían recibido, creído y obedecido. Pablo dijo que la cosa que todos ellos habían creído, es “... Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (15:3-4). Procedió a mencionar a varios que lo habían visto personalmente, que habían hablado y tocado a Jesús después de su resurrección. El testimonio de estos testigos estaba más allá de la reputación. Pablo señaló luego la inconsistencia de estos falsos maestros: dicen que no hay resurrección de muertos, sin embargo basan su salvación en su creencia en la resurrección de Jesús. En efecto, ellos estaban afirmando y negando la proposición de una resurrección. Pablo presiona su punto diciendo más adelante, “Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe” (15:13-14). Concluye en el v.17 diciendo que si estas cosas son ciertas, entonces “vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados”. En consecuencia, si no hay resurrección entonces no hay salvación.

Empezando en el v.20 Pablo señala que por Su resurrección de los muertos Cristo se convirtió en “primicias de los que durmieron es hecho”. Su significado es que si creemos en la resurrección de Jesús, y la evidencia es tan abundante para negarla, entonces, también debemos creer que nosotros también seremos resucitados. Exactamente como Adán introdujo la muerte en el mundo para todos los hombres, así también Jesús introdujo la esperanza y expectativa de la resurrección de los muertos.

La siguiente línea de argumentación de Pablo es una muy práctica para estos cristianos perseguidos. Cuando consideramos la persecución intensa bajo la que estaban los cristianos en ese día, no podemos ayudar sino estar impactados por el hecho de que permanecieron fieles a Cristo. Los judíos y romanos de igual manera estaban dispuestos a destruir la iglesia a toda costa, pero a pesar de todos sus esfuerzos la iglesia continuaba creciendo dramáticamente. Parecía no haber forma de silenciar a estos cristianos. Cuando eran azotados y liberados salían con un celo y determinación redoblado. Cuando eran muertos su lugar era llenado inmediatamente por otros cristianos. No había un sólo cristiano que no estuviera personal e íntimamente familiarizado con estas cosas. Contra este telón de fondo de prosecución severa, Pablo pregunta a aquellos que negaban la resurrección: “¿Y por qué nosotros peligramos a toda hora?” (15:30). Si la resurrección es una doctrina principal de la fe cristiana, entonces ¿por qué un hombre pone en peligro su vida por una doctrina que no cree?.

Pablo usa la palabra “bautizar” en 1 Corintios 15:29 para referirse al hecho de que estos cristianos estaban siendo bautizados (eso es, agobiados, abrumados) en persecución. La palabra “por” (eso es, por los muertos) en el versículo 29 es de la palabra griega Huper que significa en beneficio de, o en lugar de. En consecuencia, Pablo hace su argumento para una resurrección por medio de mostrar a estos cristianos perseguidos la inutilidad total de permanecer bajo las pruebas presentes si no hay resurrección. Podemos de inmediato aclarar la aparente dificultad del v.29 por medio de leerlo de esta manera: “De otro modo, ¿qué harán los que están agobiados (eso es, bautizados) en persecución en lugar de (eso es, por) los muertos, si los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, son agobiados (eso es, bautizados) en persecución en lugar de (eso es, por) por los muertos?” ¿Por qué, pregunta él, en este período de intensa persecución – aún hasta el punto de morir alguien escogería ser agobiado en persecución – aún hasta el punto de morir – si los muertos no resucitan en absoluto? ¿Por qué los nuevos cristianos voluntariamente tomarían el lugar de sus hermanos quienes habían sido asesinados si no hay resurrección?. Y si no hay resurrección como estos falsos maestros estaban diciendo, ¿qué podían ofrecer ellos al mundo de pecadores? ¿Muerte sin esperanza?. Ya tenían eso. Porque no habría causa para regocijarse en medio de la persecución. No habría razón para poner en peligro nuestras vidas si no hay ventaja eterna en esto. Por eso Pablo concluye, si no hay resurrección “... comamos y bebamos, porque mañana moriremos” (15:32).

El “bautismo por los muertos” tiene su aplicación solamente a aquellos tiempos y en aquellos lugares donde las persecuciones son tan severas que los cristianos literalmente están siendo muertos. Por contraste, el “un bautismo” de Efesios 4:5 es para todos los hombres, sin hacer caso del grado o naturaleza de la persecución. El bautismo por los muertos no es el un bautismo al cual todos debemos someternos.

No es como enseñan los Mormones
La doctrina de la secta de los Mormones o los santos de los ultimos dias, enseña que se debe uno bautizar por los familiares fallecidos, abuelos, padres o hermanos, pero esto no es verdad es falso.

El Bautismo de la Gran Comisión
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” En Marcos 16:15-16. Este encargo fue dado por Jesús a sus apóstoles y es referido comúnmente como la Gran Comisión. Eran “Gran” porque debía ser llevado a todo el mundo y predicado a toda persona. Pero más que todo, era “grande” porque ofrecía los términos de Dios de la salvación eterna.

Esta comisión empezó a ser llevada a cabo en Hechos 2. Esto fue en el día de Pentecostés. Judíos devotos de todas las naciones habían venido a Jerusalén para guardar las fiestas de la Pascua y del Pentecostés. Los apóstoles estaban reunidos como el Señor les había mandado cuando en (Hechos 2:12). Instó a los apóstoles a la acción por este derramamiento milagroso del Espíritu Santo empezando a hablar en las lenguas de los judíos nacidos en el extranjero quienes estaban en la ciudad. Cuando las noticias de esto llegaron a la ciudad se reunió una gran multitud. Empezando en Hechos 2:14 tenemos el primer sermón del evangelio siendo predicado. La esencia del sermón de Pedro fue que Jesús de Nazaret quien había sido crucificado y muerto ante la insistencia de estos judíos ahora había resucitado de los muertos y había sido hecho por Dios Señor y Cristo. La evidencia que Pedro presentó para probar sus afirmaciones eran abrumadoras. Habían cerca de 3.000 personas que fueron persuadidas por la evidencia y creyeron que Jesús era ciertamente el Hijo de Dios. Pero esta fe en Jesús solamente hizo los asuntos peores. Ahora entendían que no había sido un blasfemo el que habían matado, ¡sino que habían asesinado al Hijo de Dios! Con lo que debe haber sido un gran temor de la ira y juicio de Dios por lo que habían hecho, clamaron a Pedro y al resto de los apóstoles, “Varones hermanos, ¿Qué haremos?” (Hechos 2:37). La fe sola no fue suficiente para corregir lo incorrecto que habían hecho y lo sabían. “Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (2:38). Nos es dicho en el v.41 que “... los que recibieron su palabra fueron bautizados ...” ¿Qué bautismo predicó Pedro en Pentecostés?. ¿Con qué bautismo fueron bautizados estos 3.000 arrepentidos?. La razón, era el mismo bautismo que Jesús le dijo a los apóstoles que predicaran cuando los envió con la Gran Comisión. Este era un bautismo para los creyentes para salvación.

En la narración de Mateo de la Gran Comisión (Mateo 28:19-20), a los apóstoles les es dicho por Jesús no sólo que vayan, hagan discípulos y bauticen, sino también que enseñen a aquellos que habían sido bautizados “a guardar todas las cosas que os he mandado”. Claramente, la Comisión no estaba destinada solamente para los apóstoles, sino para todos los cristianos. Era una Comisión que fue tomada seriamente. En Hechos 7, tenemos el primer registro de alguien aparte de los apóstoles llevando a cabo la Gran Comisión. En ese tiempo, Esteban predicó esencialmente el mismo sermón que Pedro había predicado en Pentecostés. Pero los oyentes fueron hostiles y al final lo apedrearon hasta la muerte. Esto marcó el inicio de la persecución religiosa contra la iglesia de Cristo; no obstante, no desestimuló el espíritu evangelístico de los cristianos. Hechos 8:4. “Pero los que fueron esparcidos (como resultado de la persecución) iban por todas partes anunciando el evangelio”

Inmediatamente entonces, encontramos a Felipe en Samaria predicando a Cristo a ellos. Como resultado de su predicación hubieron muchos que creyeron y fueron bautizados (8:12). Después que dejó Samaria encontramos a Felipe predicando a Jesús al eunuco Etíope. Aunque no nos es dicho todos los detalles de lo que Felipe dijo, estamos seguros de que le dijo al etíope lo que Jesús dijo que debe hacer para ser salvo. Recuerde, en la Gran Comisión Jesús había dicho en (Marcos 16:16). Mientras Felipe estaba predicando a Jesús (Hechos 8:36-38). Estos dos casos de conversión en Hechos 8 muestran que para predicar a Jesús debemos predicar la fe y el bautismo. Si fallamos en predicar esto no le hemos dicho al pecador lo que debe hacer para ser salvo. Los samaritanos entendieron esto y así lo hizo el eunuco etíope. Estos no son los únicos casos de conversión registrados en el Nuevo Testamento. En Hechos 9Hechos 22 encontramos las narraciones de la conversión de Saulo de Tarso. En Hechos 10-11 está la conversión de Cornelio. En Hechos 16 leemos de la conversión de Lidia y luego la del carcelero de Filipos. En estos y en todos los otros casos de conversión en el Nuevo Testamento el bautismo fue requerido. Esto no es decir que el bautismo es más importante que la fe, el arrepentimiento, o la confesión de Cristo, sino solamente que es el paso final que el pecador debe dar para ser salvo. Jesús había dicho, “El que creyere y fuere bautizado será salvo”. Esto es lo que los primeros cristianos predicaron. Esto es lo que los pecadores obedecieron.

El bautismo de la Gran Comisión es el “un bautismo” de Efesios 4:5. A diferencia de todos los otros bautismos que han sido examinados, este bautismo es para todos los hombres. Es para salvación, para remisión de pecados. Sólo este bautismo nos pone en relación con Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por tanto, aquellos que no se sometan al bautismo de la Gran Comisión están mostrando su poco aprecio por la unidad del Espíritu del cual el bautismo es una parte.

El Bautismo en Agua
Introducción: Cuando venimos a Jesucristo arrepentidos por nuestros pecados, experimentamos un nuevo nacimiento. Cuando nacemos de nuevo, en nuestro corazón recibimos la presencia de Dios mismo. Después del arrepentimiento y de haber hecho a Cristo nuestro Señor y único y suficiente salvador, debemos dar el siguiente paso en nuestra vida cristiana: el “bautismo en agua”.

I. Bautismo en agua
A. La palabra “bautismo” viene del griego "baptizo" que significa: hundir, sumergir, sepultar, introducir en agua y purificar. Tomando en cuenta el significado de la palabra "bautismo", determinamos que el bautismo es por inmersión (sumergirse en agua). Las escrituras respaldan este método: en Mateo 3:5-6, Juan bautiza en el Jordán. El bautizo en agua no fue idea del hombre o de la iglesia, sino de Dios. En Mateo 3:13-17 Jesús se bautiza en agua para cumplir toda justicia. Jesús siempre debe de ser nuestro modelo; si el bautismo no tuviera importancia, Jesús no se habría bautizado, Jesús siempre hizo la voluntad de Su Padre.
B. El bautismo en agua es vestirnos con Cristo. Gálatas 3:27 lo dice claramente: "...porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos". El bautismo no es una obra para salvación que deba hacerse antes de nacer de nuevo. (Tito 3:4-7) "Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y Su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna". Notemos las palabras "nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo". La idea dada por las escrituras es la de lavamiento como ocurría con los sacerdotes de antaño. (Éxodo 29:4)
C. Tenemos que dejar que la biblia forme nuestros principios de vida. Nunca hagamos algo que se censure en las Sagradas Escrituras y obedezcamos a todo lo que ellas nos indiquen.
D. El único requisito espiritual para poder recibir el bautismo enaguas es haberse arrepentido de sus pecados y haber recibido a Jesús como su Señor y Salvador. (Hechos 2:37-38, 41; 8:35-38; Marcos 10:37-40).

II. Muerte al pecado y resurrección a la nueva vida
A. El bautismo en agua es sinónimo de sepultura y resurrección. La Biblia nos indica esto cuando enseña que el cristiano es completamente sepultado dentro del agua. "Sepultados con él en el bautismo, en el cuál fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos" (Colosenses 2:12) y (Gálatas 5:24).
B. Al sumergirnos en el agua, morimos juntamente con Cristo, pero al salir, somos resucitados con Él y estamos preparados para vivir una nueva vida. Las personas que han creído en Jesús como su Señor y Salvador, y se han identificado con Él, en Su muerte y resurrección por medio del bautismo en agua, han sido liberadas del poder y de la esclavitud del pecado (1 Pedro 3:20-21).

Conclusión:
El bautismo en agua es un mandato a todo creyente y es un acto físico que expresa una verdad espiritual.
Es el testimonio público de que se está valiendo de la obra de Cristo. Como Cristo murió al pecado por tanto el que se bautiza, muere simbólicamente al pecado. La persona que se bautiza declara que vivirá para Jesús como discípulo. "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mi; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gálatas 2:20). En otras palabras, es literalmente ponerse de acuerdo con Dios en que se está muerto por Cristo a los principios del pecado y muerte, y ahora se está vivo en Cristo para Dios.

¿Limpia el bautismo en agua los pecados?
No. La Biblia enseña que solo la sangre derramada de Jesús puede limpiar nuestros pecados (Romanos 5:8-9; 1 Juan 1:7). Pero si queremos obtener los beneficios de su sacrificio, debemos tener fe en Jesús, cambiar nuestra manera de vivir para seguir sus enseñanzas y bautizarnos (Hechos 2:38; 3:19).

¿Cuáles son los requisitos para bautizarte? 
Según Marcos 16:16, el candidato al bautismo solo debe cumplir un requisito: CREER EN JESUCRISTO. Algunos piensan que no puede ser que Dios para perdonar nuestros pecados y darnos la vida eterna, no exija nada más. Sin embargo, la Biblia nos enseña en Efesios 2:8-9, que la vida eterna es “un regalo” (la palabra “gracia” significa: regalo inmerecido), que el hombre no puede ganar (lea el vers. 9). De igual modo, la vida eterna (por ser un regalo de parte de Dios), tampoco el hombre se lo merece, por más “bueno y correcto” que socialmente sea o aparente ser.

Jesús dijo en Mateo 5:48, que para entrar al cielo debíamos ser perfectos (maduros) como el Padre (2 Timoteo 3:16-17). Lo anterior significa no tener practica de pecado. Ahora bien, ya sabemos que el hombre no tiene la capacidad de quitarse los pecados por sí solo. El ser humano, no puede dominar sus pensamientos con los cuales comete pecado. Por otro lado, la Biblia afirma en muchas ocasiones que Dios es amoroso y misericordioso, y nunca quiso castigarnos. Pero también afirma que, Dios es un Dios Justo y por lo tanto debe castigar todo lo que está contra él. Dios debe demostrar su justicia castigando sin excepciones al hombre y a la mujer que le da la espalda con sus hechos y/o palabras. Planteado así vemos que existía en el cielo, un terrible problema: ¿Cómo tener misericordia del hombre pecador sin dejar de hacer justicia?.

Dios resuelve éste problema enviando a Jesucristo, el eterno Dios-Hombre, para cargar sobre Él el pecado, el castigo de la humanidad. Esto está expresado muy bien en Isaías 53:6. Jesús debió ofrecerse voluntariamente para morir en la cruz, a fin de que cualquier persona pudiera recibir el perdón de todos sus pecados. Nadie queda excluido de recibir gratuitamente este regalo de parte de Dios. No importa la gravedad social del pecado cometido. Dios no hace “escalas de pecados”, para Él, todos merecemos el regalo de la vida eterna; lo único que exige es que tengamos fe, confianza en sus palabras. El regalo no se compra con buenas acciones, donaciones o cumplimientos de rituales religiosos, se recibe gratuitamente. Por si alguno de los candidatos al bautismo, todavía tenga dudas, se debe aclarar los pasos imprescindibles que toda persona debe dar para recibir la vida eterna:

-Reconocer que es pecador. Usted debe aceptar consciente y emocionalmente que hasta aquí ha vivido de espaldas a Dios.
-Arrepentirse de sus pecados. Esto significa tomar la firme determinación de cambiar de actitud, de llevar (con la ayuda de Dios) una vida controlada por Dios.
-Pedir perdón confesando sus pecados. Eso implica pedir piedad por cada uno de los que se acuerde que cometió en el pasado.
-Aceptar a Jesucristo como el único que puede salvar y gobernar en tu vida. Usted debe estar convencido totalmente de que el único camino para lograr la salvación es Jesucristo. No hay iglesia, “santo”, o ritual que produzca la salvación de su alma. Solo la persona de Jesús es el medio por el cual sus pecados han sido perdonados (Juan 14:6).

Si usted ha cumplido estos pasos entonces puede bautizarse. Su obligación como cristiano es entender lo que está haciendo; de otra manera si usted no sabe lo que está haciendo ni por qué lo hace, éste acto se convierte en un rito mas, en vez de ser algo que le sirva de crecimiento para su vida cristiana.

¿Enseña Marcos 16:16 que el bautismo es o no necesario para la salvación?. ¿Cómo podemos saber, entonces, si uno debe ser bautizado a fin de ser salvo?.
No, no enseña nada al respecto, lo único que puede salvar es Jesucristo, se establece muy claramente que creer es un requisito para la salvación, pero no prueba o desaprueba si el bautismo es una condición o requisito para la salvación. Es importante recordar que existen algunos problemas textuales con Marcos 16:9-20. Hay dudas sobre si estos versos eran originalmente parte del Evangelio de Marcos, o si fueron añadidos más tarde por un escribano. Por consiguiente, es mejor no basar una doctrina clave en cualquier parte de Marcos 16:9-20, cosas tales como la manipulación de serpientes, a menos que también esté apoyado por otras Escrituras.

Asumiendo que el verso 16 fue incluido en el manuscrito original de Marcos, ¿enseña que el bautismo es requerido para la salvación?. La respuesta simple es no, no lo hace. De hecho, cuando uno examina cuidadosamente este verso, se vuelve claro que a fin de hacer de él una enseñanza, de que el bautismo es requerido para la salvación, uno debe ir más allá de lo que el verso dice en realidad. Lo que este verso enseña, es que el creer es necesario para la salvación, lo cual es consistente con todos los otros versos de la Biblia que tratan de la salvación, especialmente los incontables versos donde solo el creer o la fe es mencionado (p. ej. Juan 3:18; 5:24; 12:44; 20:31; 1 Juan 5:13). “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:16). Si vemos este verso más de cerca, vemos que está compuesto de dos declaraciones básicas.

1) “El que creyere y fuere bautizado, será salvo;” y 2) “el que no creyere, será condenado.”
Es claro, que el factor determinante respecto a si uno es salvado o condenado es si uno cree o no. Para interpretar este pasaje correctamente, es importante notar que, si bien nos dice algo acerca de los creyentes que han sido bautizados (ellos son salvos), no dice nada acerca de los creyentes que no han sido bautizados. Para que este verso enseñe que el bautismo es necesario para la salvación, tendría que tener incluida una tercera declaración. Ésta sería, “el que creyere y no fuere bautizado, será condenado.” Pero, desde luego, ninguna de estas declaraciones se encuentra en este verso.

Aquellos que tratan de usar Marcos 16:16 para enseñar que el bautismo es necesario para la salvación, cometen una común pero seria falacia lógica que a veces es llamada la falacia de la inferencia negativa. Esta falacia puede exponerse como sigue: “Si una declaración es verdadera, podemos asumir que todas las negaciones a esa declaración, también son verdaderas.” En otras palabras, solo porque Marcos 16:16 dice que “El que creyere y fuere bautizado, será salvo;” no significa que si uno cree, pero no es bautizado, no será salvo. Sin embargo, esto es exactamente lo que aseguran aquellos que señalan este verso, para apoyar la opinión de que el bautismo es necesario para la salvación. A menudo, cuando consideramos falacias lógicas, puede ser de ayuda ver otros ejemplos de la misma falacia. Esto nos ayudará ver con más claridad la falacia que está siendo cometida. En este caso, consideremos dos diferentes pero similares estructuras de declaraciones. La primera es respecto al devastador huracán que destruyó gran parte de Ica en el 2007. Como resultado del huracán, muchas vidas se perdieron, y áreas enteras de Ica fueron destruidas. Con ese escenario en mente, consideremos la primer declaración que es muy similar en estructura a lo que encontramos en Marcos 16:16“Aquellos que dejaron sus hogares y salieron de Ica se salvaron; aquellos que permanecieron en sus casas, perecieron.”

Ahora, si aplicamos la misma lógica a estas declaraciones como aquellos que creen que Marcos 16:16 enseña que el bautismo es necesario para la salvación, entonces tendríamos que concluir que si las dos primeras condiciones no se cumplieron (dejar sus hogares o salir de Ica), entonces todos los demás habrían muerto. Sin embargo, en la vida real, sabemos que esto no es verdad. Algunas personas sí se quedaron en sus casas en las áreas bajas y no murieron. En esta situación es fácil ver que, mientras que la primera declaración es verdad, no es verdad que todos aquellos que no salieron de Ica murieron. Sin embargo, si usamos la misma lógica que está siendo usada por aquellos que dicen que Marcos 16:16 enseña que el bautismo es necesario para la salvación, esta es la conclusión a la que se debe llegar. Está claro que es una conclusión errónea. Otro ejemplo puede ser esta declaración: “El que cree y vive en Lima será salvo, aquellos que no crean serán condenados.” Nuevamente, tomen nota de la estructura similar a Marcos 16:16. Decir que solo los creyentes que viven en Lima son salvos es una suposición falsa e ilógica. Si bien Marcos 16:16 nos dice algo acerca de los creyentes que han sido bautizados (ellos serán salvos), nuevamente, no dice nada acerca de creyentes que no han sido bautizados.

“El que crea y viva en Lima será salvo.” “El que creyere y fuere bautizado, será salvo;” (Marcos 16:16). Si bien, ambas declaraciones son verdad, debemos notar que la primera declaración no dice nada acerca de la gente que cree y no vive en Lima. De la misma manera, Marcos 16:16 no nos dice nada acerca de los creyentes que no han sido bautizados. Es una falacia lógica y una falsa suposición, hacer que la primera declaración diga que tú tienes que vivir en Lima para ser salvo, o que la segunda declaración diga que tú tienes que ser bautizado para ser salvo. Solo porque Marcos 16:16 tiene dos condiciones relativas a la salvación (creer y ser bautizado), no significa que ambas condiciones sean requerimientos para la salvación. Esto también sería verdad, si fuera añadida una tercera condición. Ya sea que haya dos o tres condiciones en una declaración acerca de la salvación, el hecho es que eso no significa que todas las tres condiciones deban ser cumplidas para que uno sea salvo. En efecto, podemos añadir a creer cualquier número de condiciones secundarias, tales como si tú crees y eres bautizado serás salvo, o si tú crees, eres bautizado, vas a la iglesia, y ofrendas, serás salvo. Sin embargo, el implicar que todas esas condiciones son requerimientos para la salvación es algo erróneo. Esto es importante porque, a fin de conocer que una condición específica es requerida para la salvación, debemos tener una declaración negativa como la tenemos en la segunda parte de Marcos 16:16: “el que no creyere, será condenado.” En esencia, lo que Jesús ha hecho en este verso es darnos tanto la condición positiva de creer (el que crea será salvo) como la condición negativa de un incrédulo (el que no crea será condenado). Por tanto, podemos decir con absoluta certeza, que creer es un requisito para la salvación. Aún más importante, vemos estas dos condiciones, positiva y negativa, una y otra vez a través de la Escritura (Juan 3:16, 18, 36, 5:24; 6:53-54, 8:24; Hechos 16:31).

Mientras que Jesús da la condición positiva del bautismo (el que es bautizado) en Marcos 16:16 y otros versos, en ninguna parte de la Biblia encontramos que sea enseñada la condición negativa del bautismo (algo como, el que no es bautizado será condenado). Por tanto, no podemos decir que el bautismo sea necesario para la salvación basándonos en Marcos 16:16 (o en ningún otro verso similar). Aquellos que lo hacen, están basando su argumento en una falsa lógica. Aquellos que creen en la regeneración bautismal, harían bien en considerar en oración y muy cuidadosamente, en quién o en qué realmente están poniendo ellos su fe y confianza. ¿Está siendo puesta la fe en un acto humano (ser bautizado), o en la obra terminada de Cristo en la cruz?. ¿En quién o en qué se está confiando para la salvación?. ¿Podría ser que en la sombra (bautismo) en vez de la sustancia (Jesucristo)?. Jamás debemos olvidar que nuestra fe debe descansar únicamente en Cristo, porque es Él “en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia.” (Efesios 1:7). Debemos ver toda la Palabra de Dios para establecer esto. Para sintetizar la evidencia contra la necesidad del bautismo para la salvación, tenemos lo siguiente:

-La Biblia es clara en que somos salvados solamente por fe. Abraham fue salvo por fe, y nosotros somos salvos por la fe (Romanos 4:1-25; Gálatas 3:6-22).
-A través de la Biblia, en cada dispensación, la gente ha sido salvada sin haber sido bautizada. Todo creyente en el Antiguo Testamento (p. ej. Abraham, Jacob, David, Salomón) fueron salvos pero no bautizados. El ladrón en la cruz fue salvo pero no bautizado. Cornelio fue salvo antes de que fuera bautizado (Hechos 10:44-46).
-El bautismo es un testimonio de nuestra fe y una declaración pública de que creemos en Jesucristo. Las Escrituras nos dicen claramente que tenemos vida eterna al momento en que creemos (Juan 5:24), y el creer siempre viene antes del ser bautizado. El bautismo no nos salva más que nos salva el caminar por un pasillo o decir una oración. Somos salvados por gracia a través de la fe (Efesios 2:8-9).
-La Biblia nunca dice que si uno no está bautizado, entonces no es salvo.
-Si el bautismo es requisito para la salvación, significa que nadie puede ser salvo sin que un tercero esté presente. En otras palabras, si el bautismo es requisito para la salvación, alguien debe bautizar a una persona antes que pueda ser salva. Esto efectivamente limita a quién pueda ser salvo y cuándo pueda ser salvo. Significa que alguien que confía en la muerte, sepultura, y resurrección de Jesucristo, pero no tiene la oportunidad de ser bautizado, no puede salvarse. Las consecuencias de esta doctrina, cuando se llega a su conclusión lógica, son devastadoras. Un soldado que cree pero es muerto en batalla antes de que pueda ser bautizado, se condenará, etc.
-A través de toda la Biblia, vemos que en el momento de la fe o creer, un creyente posee todas las promesas y bendiciones de la salvación (Juan 1:12, 3:16, 5:24, 6:47, 20:31; Hechos 10:43, 13:39, 16:31). Cuando uno cree, tiene vida eterna, no será condenado, y ha pasado de muerte a vida (Juan 5:24), todo antes de ser bautizado.

Por ejemplo el carcelero en Filipos, como dice la Biblia en Hechos 16:31 ”Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo...”. Como consecuencia de esta fe, el carcelero y su casa fueron bautizados. Su salvación, sin embargo, no estaba basada en el bautismo, sino en creer lo que Jesucristo había hecho en la cruz. Solo la fe, la confianza en Jesucristo es la que permite que Dios nos declare inocentes, nos perdone los pecados cometidos y nos regale la vida eterna. Otro ejemplo: Lucas 23:41-43. El ladrón de la cruz creyó en Jesucristo y Él lo llevó al cielo ese mismo día. Ese ladrón no pudo pasar por las aguas del bautismo. Definitivamente usted debe saber que el bautismo es un acto exterior que muestra lo que ocurrió dentro de nosotros cuando creímos en Jesucristo y nos entregamos a Él. Nada podrá salvarnos ni sustituir el requisito que Dios ha puesto de creer en su Hijo Jesucristo para ser salvos (Hechos 4:12). También hay que tener en cuenta que las aguas del bautismo no tienen poder sanador o curativo. Solamente la fe en Jesucristo es la que sana y salva. Como con cualquier verso o pasaje aislado, discernimos lo que enseña, primeramente filtrándolo a través de lo que sabemos que enseña la Biblia sobre el asunto a tratar. En el caso del bautismo y la salvación, la Biblia es clara en que la salvación es por gracia, a través de la fe en Jesucristo, no por obras de ninguna clase, incluyendo el bautismo (Efesios 2:8-9). Por tanto, cualquier interpretación que llegue a la conclusión de que el bautismo, o cualquier otra acción, son necesarios para la salvación, es una interpretación falsa.

En el nombre de Jesús
Desde antiguo, se destaca la controversia entre la Iglesia católica, y los creyentes de la unicidad de Dios, con relación a la invocación del nombre de Jesús en el bautismo. Los creyentes en la unicidad de Dios confiesan que la Iglesia primitiva, siempre administró el bautismo a los creyentes bajo la fórmula "en el nombre de Jesucristo" "en el nombre del Señor Jesús", pero este modelo inicial fue cambiado gradualmente a la fórmula "en el nombre Padre, Hijo, y Espíritu Santo".  Por su parte, la Iglesia católica afirma que Cristo ordenó a sus Discípulos bautizar bajo la forma "en el nombre del Padre, Hijo, y Espíritu Santo" (Mateo 28:19). En la opinión de varios teólogos católicos el uso de los términos "en el nombre del Señor Jesús" o "en el nombre de Jesucristo", se refieren al bautismo en la fe enseñado por Cristo, empleados para distinguir el bautismo cristiano de aquel de Juan el Precursor (Mateo 3:11).

Lo cierto es que algunos cristianos en Efesios declararon que nunca habían oído hablar del Espíritu Santo, el apóstol Pablo entonces les pregunta: "¿En quién han sido bautizados?" a los que ellos responden "En el bautismo de Juan" y mandó bautizarlos en el nombre del Señor Jesús. (Hechos 19:2-5). Este texto ciertamente parece declarar que Pablo dio por hecho que los Efesios debían haber escuchado el nombre del Espíritu Santo cuando la fórmula sacramental del bautismo fue pronunciada sobre ellos. La Iglesia católica siempre etiquetó el bautismo con la fórmula "en el nombre del Señor Jesús" o "en el nombre de Jesucristo", como el bautismo realizado por los "herejes". Finalmente, en el Concilio de Florencia de 1439, se declaró la necesidad de la fórmula trinitaria.

¿Pablo no Bautizaba?
Hay maestros falsos que dicen que el bautismo en agua no es para hoy porque Pablo dijo en 1 Corintios 1:17, "No me envió Cristo a bautizar." Pero ignoran que en 1 Corintios 1:14-16Pablo dijo que bautizó a Crispo y Gayo y la familia de Estéfanas, y tal vez otras personas en Corinto. Todos los miembros de la iglesia de Corinto habían sido bautizados, 1 Corintios 1:13, pero nadie en el nombre de Pablo. La prioridad de Pablo era predicar el evangelio, no bautizar. Pero todos que respondieron a su predicación del evangelio fueron bautizados (Hechos 16:33, 19:5).

Hay algunos que dicen que el bautismo de Juan no es para hoy, porque Pablo bautizó otra vez los discípulos en Éfeso que habían recibido el bautismo de Juan, Hechos 19:1-5. Pero el problema con estos "discípulos" no era su bautismo, sino su falta de fé, porque no habían oído del Espíritu Santo; no creyeron en la Divinidad. Parece que no habían salvos. Hoy día cuando un miembro de la iglesia realiza que no ha sido nacido de nuevo, y entonces es salvo, le bautizamos otra vez, porque el bautismo de un incrédulo no es válido. Jesucristo y sus apóstoles tuvieron solamente el bautismo de Juan, y nunca recibieron otro bautismo. El bautismo de Juan fue un requisito para ser apóstol, Hechos 1:22. Cristo incluyó el bautismo de Juan en la Gran Comisión (Mateo 28:19-20, Marcos 16:16) diciendo que esta comisión sería válido hasta el fin del mundo. El bautismo es un requisito para ser miembro del cuerpo de Cristo (la iglesia, Hechos 2:41, 1 Corintios 12:13).

Formas de Administrar el Bautismo
Para distintas Iglesias cristianas tales como la católica, ortodoxa, anglicana y algunas protestantes, entre otras, el bautismo se considera un sacramento. Para los anabaptistas y el fundamentalismo cristiano, por su parte, es considerado una «ordenanza de Cristo». En general existen tres formas de administrar el bautismo:

Bautismo por inmersión, era la forma primitiva generalizada, y pervive en la etimología de la propia palabra bautismo.
Bautismo por ablución o derramamiento, es la forma generalizada en el catolicismo.
Bautismo por aspersión, consiste en salpicar con agua. Esta es una forma utilizada sólo por aquellas Iglesias que practican el bautismo por ablución, cuando por alguna razón no es posible hacer un derramamiento de agua.

El bautismo por inmersión se suele aplicar en Iglesias protestantes, como las bautistas y evangélicas, además de en otras denominaciones cristianas, como La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los Testigos de Jehová y Iglesia adventista del séptimo día. También se practica en la Iglesia ortodoxa y en menor medida dentro de la Iglesia católica. A partir del Concilio de Nicea (325, d. C.), la ceremonia (acto) de la inmersión o ablución es obligatoriamente triple, y el rito (palabras) del bautismo propiamente dicho, se centra en la invocación de la Trinidad sobre la persona que ha de ser bautizada (candidato o bautizando), con variantes según el rito de cada Iglesia:

«Es bautizado el siervo de Dios (nombre...) en el nombre del Padre, Amén, y del Hijo, Amén, y del Espíritu Santo, Amén», como ejemplo del rito bizantino de la Iglesia ortodoxa y otras orientales.
«(Nombre...), Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.», es el ejemplo básico del cristianismo occidental y la Iglesia ortodoxa.

Algunas Iglesias fundamentalistas acuden exclusivamente a los datos del Nuevo Testamento, y aplican el bautismo únicamente con la fórmula «En el nombre de Jesús». Este es un punto de discusión teológica que tiene que ver con el concepto de Dios Padre, de Cristo y del Espíritu Santo, que se tenga en cada denominación. En todos los bautismos que se mencionan en la Biblia hubo inmersión. Por ejemplo, las Escrituras explican que, cuando el diacono Felipe bautizó al etíope, los dos “bajaron al agua” y después salieron de ella (Hechos 8:36-39). En la escritura de Marcos no solo vemos el mandamiento hecho por nuestro Señor para que lo obedezcamos. También entendemos en esta cita bíblica que Jesús nos enseñó cuando y como debe ser el bautismo:

-Él dejó claro que el bautismo debe hacerse después que una persona comprende y reconoce que es pecador, que necesita salvación y perdón de sus pecados. Después de su confesión de fe, recibiéndolo a Él como Señor y Salvador, el segundo paso es el bautismo en aguas.
-Él mismo nos dejó su ejemplo de cómo debe realizarse el bautismo, pues Él vino a Juan el Bautista para ser bautizado en el rio Jordán. Por lo que entendemos que el bautismo debe ser por sumersión.

¿Cuándo Jesús dijo que el Reino pertenece a los niños, estaba enseñando que hay que bautizar a los bebés? (Mateo 19:13-15; Marcos 10:13-16).

Jesús no estaba hablando del bautismo cuando dijo estas palabras. En realidad, estaba mostrando que para entrar en el Reino de Dios es necesario ser como niños, es decir, ser humildes y estar dispuestos a aprender (Mateo 18:4; Lucas 18:16-17).

¿Qué ropas debes usar para bautizarte?
En el Nuevo Testamento, los ejemplos de bautismos relatados en el libro de los Hechos, indican que la gente era bautizada tal como estaba vestida. En la actualidad, en algunas ocasiones, se le da túnicas blancas a los bautizantes, para que todo sea más uniforme y tratando de simbolizar la purificación que Dios hizo interiormente en nosotros. Pero no es necesario, ni indispensable usar la túnica, usted puede ser bautizado con la ropa que lleva puesta.

En realidad, no hay ninguna indicación al respecto en la Biblia. A Dios no le interesa tanto el aspecto exterior de su vestimenta al bautizarse, como el aspecto interior de su vida. Ya vimos que la única exigencia para el bautismo es que usted crea en Jesucristo como su único y suficiente Salvador, y que le haya entregado su vida. Cuando usted tomó esta decisión, entonces Dios lo vistió interiormente, como lo expresa la Biblia: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeo de manto de justicia...” (Isaías 61:10).

A continuación algunas indicaciones que le pueden ayudar en este aspecto:
-Use ropa que no encoja, ya que si encoge la va a echar a perder al meterse al agua.
-No use ropa que se transparente al mojarse. Si va a usar túnica, asegúrese de ponerse algo debajo de la túnica que no sea transparente al mojarse con el agua.
-No use ropa de baño o playa.
-Lleve una muda de ropa (completa) para cambiarse después del bautismo y también un toallón y peine.

Se debe usar ropa que cubra todo el cuerpo del candidato al bautismo, de preferencia que no sea ropa que al contacto con el agua se transparente. Traer un cambio de ropa, toalla, peine o cepillo, y una bolsa de plástico para su ropa mojada.

¿Qué viene luego tras el bautismo?. ¿Qué debes hacer luego de bautizarte?
Inmediatamente después de pasar por las aguas del bautismo, el creyente tendrá gozo abundante por haber dado testimonio público de su fe en Jesucristo. Esta decisión tomada abrirá las puertas como hijo de Dios, podrá recibir la Cena del Señor, y le dará la confianza y seguridad para participar en todas las actividades de la iglesia y participar activamente en el ministerio al cual ha sido llamado. El paso a seguir es comenzar a estudiar formalmente la Palabra de Dios con responsabilidad involucrándose en los cursos establecidos de enseñanza e instituto bíblico y hacer la Gran Comisión obedeciendo el mandato dado por Dios en Mateo 28:18-20.

Teología del rito de iniciación (en la Reforma)
La Reforma involucró una idea distinta de sacramento (dado que para Lutero y sus seguidores estos no producen eficazmente la gracia). De ahí que las denominaciones dependientes de ella se fueran alejando progresivamente de la práctica del bautismo de niños y fueran dando progresiva importancia a la celebración como rito de iniciación. Se dan las siguientes reflexiones dentro de la Reforma:

Martín Lutero (Wittenberg, Alemania, 1520): El Bautismo efectúa perdón de los pecados, redime de la muerte y del mal, da la salvación eterna y la gracia divina. Lutero mantiene el bautismo infantil: «Enseñamos también que se deben bautizar los niños y que por este Bautismo son ofrecidos a Dios y reciben la gracia de Dios»La salvación estaría en la Palabra de Dios que está en el agua y unida a ella.
Ulrico Zuinglio (Zúrich, Suiza, 1523): rechaza el bautismo para alcanzar la salvación. La salvación se da antes del bautismo, el cual es sólo un símbolo.
Juan Calvino (Ginebra, Suiza, 1564): rechaza el bautismo de Zuinglio y el de Martín Lutero. El bautismo es medio normal de la salvación, pero no es necesario. La fe es más importante que el bautismo
Anabaptistas (Zúrich, Suiza, 1525): con ideas de Zuinglio. Rebautizaban a la gente por derramamiento de agua como símbolo externo de una salvación previamente recibida por la fe y se oponían al bautismo infantil, aplicándolo solamente a los adultos.

Desde 1608, surgen denominaciones cristianas provenientes de la Reforma que subrayan de manera especial el bautismo. Estas son las Iglesias llamadas bautistas. Las únicas denominaciones protestantes que mantienen el bautismo infantil son la luterana, la calvinista, la presbiteriana, la anglicana, la metodista, la morava, la Iglesia Unida de Cristo, la Iglesia del Nazareno y la Iglesia de la Comunidad Metropolitana, las demás hacen el bautismo de adultos.

Postura del Paidobaustimo (bautizo de niños)
La Circuncisión
La circuncisión en el Antiguo Testamento tenía un significado espiritual:

Bautismo. Hechos 2:38-39; 22:16; Colosenses 2:11; Galatas 3:27, 29; 1 Pedro 3:21; Tito 3:5-6.
Circuncisión. Deuteronomio 10:16; 30:6 Jeremías 4:4; 9:25-26; Ezequiel 44:7, 9; Romanos 2:28-29.

Las dos señales son expresiones exteriores de una justicia interior:
Circuncisión. Romanos 4:11.  
Bautismo. Mateo 3:13-17 Hechos 22:16.

Prefigurado por los Profetas
Ezequiel 36:25-28, "Derramaré sobre ustedes agua purificadora y quedarán purificados”
Isaias 44:2-14 ”Porque yo derramaré agua sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida”.

El bautismo reemplaza la circuncisión como señal de la conversión del pecador, y los dos representan la purificación espiritual. Los fieles del Antiguo Testamento, empezando con Abraham, sellaron su pacto con Dios y se hicieron merecedores de la promesa por la Circuncisión, que era el Bautismo para esa dispensación. Esa circuncisión para pactar con Dios de los fieles del Antiguo Testamento ahora se ha cambiado por el Bautismo. De modo que la Circuncisión y el Bautismo valen para ser parte de los Pactos de Dios, según la dispensación, Para heredar las promesas de la tierra y el reino mesiánico. En el Antiguo Testamento los dos son señales de iniciación en el mismo pacto Bautismal: Mateo 28:19-20; Hechos 2:28-39; 10:47-48; Génesis 17:7, 10-11: Romanos 4:11.

Los dos representan la conversión y la limpieza de pecados.

Continua en Discipulado IV: de la imposición de manos
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