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martes, 13 de septiembre de 2022

La Teología Cristiana IV

Representación de la Santísima Trinidad hacia 1489.

Santísima Trinidad
característica de Dios en el cristianismo
La Santísima Trinidad es el dogma central sobre las personas que conforman al único Dios en la mayoría de las iglesias cristianas. Esta creencia afirma que Dios es un ser único en tres personas distintas o hipóstasis: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Algunas confesiones minoritarias, como las iglesias unitarias (solamente hay una persona), los testigos de Jehová (arrianos) y los pentecostales unicitarios (una persona en tres manifestaciones) así como las iglesias binitarias (hay dos personas únicamente), rechazan esta creencia. Los mormones afirman creer en la Trinidad pero tienen una interpretación específica, indicando que Dios Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo son seres completamente separados que trabajan juntos en completa unidad, bajo el mismo propósito (triteísmo).

Fuera del ámbito del cristianismo, pero en otra fe también monoteísta, el Corán menciona la Trinidad y se muestra contrario a ella.

Perspectivas históricas
En el año 215 d. C., Tertuliano fue el primero en usar el término «Trinidad» (Trinitas). Anteriormente Teófilo de Antioquía ya había usado la palabra griega τριάς trias (tríada) en su obra A Autólico (c. 180) para referirse a Dios, su Verbo (Logos) y su Sabiduría (Sophia). Tertuliano, en uno de sus escritos polémicos dirigidos contra Práxeas, un seguidor de la doctrina cristiana conocida como «monarquianismo», Adversus Praxeam II, diría que «los tres son uno, por el hecho de que los tres proceden de uno, por unidad de substancia». 

La fórmula fue adquiriendo forma con el paso de los años y no fue establecida definitivamente hasta el siglo IV: La definición del Concilio de Nicea (325), sostenida desde entonces con mínimos cambios por las principales denominaciones cristianas, fue la de afirmar que el Hijo era consustancial (ὁμοούσιον, homousion, literalmente ‘de la misma sustancia’) al Padre. Esta fórmula fue cuestionada y la Iglesia pasó por una generación de debates y conflictos hasta que la «fe de Nicea» fue reafirmada en Constantinopla en 381.

Concilios
En el Primer Concilio de Nicea (325) toda la atención se concentró en la relación entre el Padre y el Hijo, y fue redactado el credo niceno incluso mediante el rechazo de algunas frases típicas arrianas mediante algunos anatemas anexados al credo; sin hacer ninguna afirmación similar acerca del Espíritu Santo.

Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador de todas las cosas visibles e invisibles; y en un solo Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; unigénito nacido del Padre, es decir, de la sustancia del Padre; Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado; de la misma naturaleza del Padre; por quien todo fue hecho: tanto lo que hay en el cielo como en la tierra; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajó y se encarnó, se hizo hombre, padeció y resucitó al tercer día, (y) subió a los cielos, vendrá a juzgar a vivos y muertos; y [creemos] en el Espíritu Santo. Y a los que dicen: hubo un tiempo en que no existió [el Hijo]; antes de ser engendrado no existió; fue hecho de la nada o de otra hipóstasis o naturaleza, pretendiendo que el Hijo de Dios es creado y sujeto de cambio y alteración, a éstos los anatematiza la santa Iglesia católica apostólica.

Credo Niceno
Pero, en el Primer Concilio de Constantinopla (381) se indicó que el Espíritu Santo es adorado y glorificado junto con Padre y el Hijo (συμπροσκυνούμενον καὶ συνδοξαζόμενον), sugiriendo que era también consustancial a ellos redactando así el Credo niceno-constantinopolitano.

Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible; y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María la Virgen y se hizo hombre; por nuestra causa fue crucificado en tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras y subió al cielo; y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, que habló por los profetas. En una Iglesia santa, católica y apostólica. Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados. Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

Credo Niceno-Constantinopolitano
Esta doctrina fue posteriormente ratificada por el Concilio de Calcedonia (451), sin alterar la sustancia de la doctrina aprobada en Nicea.

A finales del siglo VI, algunas iglesias de habla latina agregaron las palabras "y del Hijo" (Filioque) en la descripción de la procesión del Espíritu Santo, ya que las palabras no fueron incluidas en el texto del credo ni por el Concilio de Nicea ni por el de Constantinopla. Esto se incorporó a la práctica litúrgica de Roma en 1014. Con el tiempo, la cláusula Filioque se convirtió en una de las principales causas del Cisma de Oriente y Occidente en 1054 y en los fracasos de los repetidos intentos de unión. 

Según el XI Concilio de Toledo (675) el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son iguales en cuanto a su naturaleza o sustancia, pero son distintas en cuanto a la distinción de personas: Porque cuando decimos: el que es el Padre no es el Hijo, nos referimos a la distinción de personas, pero cuando decimos: el Padre es lo que el Hijo es, el Hijo, lo que es el Padre, y el Espíritu Santo lo que es el Padre y el Hijo, esto se refiere claramente a la naturaleza o sustancia.

El Cuarto Concilio de Letrán (1215) agrega: En Dios solo hay una Trinidad, ya que cada una de las tres personas es esa realidad, es decir, sustancia, esencia o naturaleza divina. Esta realidad no engendra ni se origina; el Padre engendra, el Hijo es engendrado y el Espíritu Santo procede. Por lo tanto, hay una distinción de personas pero una unidad de naturaleza. Aunque, por lo tanto, el Padre es una persona, el Hijo otra persona y el Espíritu Santo otra persona, no son realidades diferentes, sino que lo que es el Padre es el Hijo y el Espíritu Santo, todos iguales, por lo tanto, según la fe ortodoxa y católica, se cree que son consustanciales.

Antecedentes bíblicos
En la Biblia se encuentran alusiones tanto al Padre como al Hijo y al Espíritu Santo que se han presentado como menciones implícitas de la naturaleza de Dios.

Hay diversas citas del Antiguo Testamento en las que aparecen referencias a Dios en plural.

Fórmula trinitaria
La fórmula trinitaria aparece en el bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28:19). El apóstol Pablo cerró una de sus epístolas diciendo: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros» (2 Co 13:14). La Primera epístola de Juan (en versiones bíblicas que contienen la coma joánica) afirma: «Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno». (1 Juan 5:7).

Fuentes posteriores
Fuera de los libros considerados canónicos, la fórmula trinitaria está presente en la Didaché, documento cristiano datado del siglo I por la mayoría de los estudiosos contemporáneos: «Os bautizaréis en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva (corriente). Pero si no tienes agua corriente, entonces bautízate en otra agua […]. Pero si no tienes ni una ni otra, entonces derrama agua sobre la cabeza tres veces en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Did 7,1-3).

Además de la controversia sobre la naturaleza de Jesús —si era humano, divino, o ambas cosas a la vez— y su origen —si era eterno o temporal—, así como otras cuestiones similares relativas al Espíritu Santo, el problema central del dogma trinitario radica en justificar la distinción entre una “sustancia” única y una triple “personalidad”. La mayoría de las iglesias protestantes, al igual que las ortodoxas y la Iglesia católica, sostienen que este es un misterio inaccesible para la inteligencia humana.

Santísima Trinidad, titular de la Hermandad de la Trinidad (Sevilla), que procesiona por las calles de Sevilla en la tarde del Sábado Santo.

La Iglesia católica
La Iglesia católica dice: “La Trinidad es el término con que se designa la doctrina central de la religión cristiana […] Así, en las palabras del Símbolo Quicumque: ‘el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, y sin embargo no hay tres dioses, sino un solo Dios’. En esta Trinidad […] las Personas son co-eternas y co-iguales: todas, igualmente, son increadas y omnipotentes […]”. Así, Dios se revela a sí mismo como una comunión de personas.

Dios es una substancia (traducido a veces también por "esencia" o por "naturaleza") en tres personas o hipóstasis distintas, las tres personas son consubstanciales (de la misma substancia). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: "El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza" "Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina", sin embargo, las Personas divinas son realmente distintas entre sí: "El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo". Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: "El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede". La Unidad divina es Trina. La Iglesia católica recuerda que este dogma fundamental de su fe fue definido en concilios ecuménicos celebrados en Oriente, lo cual es motivo de comunión con las Iglesias orientales.

La Iglesia ortodoxa griega
 La Iglesia ortodoxa griega dice de la Trinidad lo siguiente: «Dios es trino y uno. […] El Padre es totalmente Dios. El Hijo es totalmente Dios. El Espíritu Santo es totalmente Dios».[16]​The Catholic Encyclopedia afirma que es un dogma y a la vez un misterio como sigue: «Un dogma tan misterioso presupone una revelación divina».

Las iglesias protestantes / evangélicas
Las iglesias protestantes / evangélicas definen que dentro de la unidad de Dios existen tres distintas personas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Los tres comparten los mismos atributos y la misma naturaleza; por lo tanto, estos tres constituyen el único Dios.

Personas de la Trinidad
Según esta doctrina:
  • El Padre. Es increado y no engendrado.
  • El Hijo. No es creado sino engendrado eternamente por el Padre.
  • El Espíritu Santo. No es creado, ni engendrado, sino que procede eternamente del Padre (según las Iglesias ortodoxas y otras Iglesias orientales) o del Padre y del Hijo (según la Iglesia católica y en la cristiandad occidental en general).
Según el dogma católico definido en el Primer Concilio de Constantinopla (381), las tres personas de la Trinidad son realmente distintas pero son un solo Dios verdadero. Esto es algo posible de formular pero inaccesible a la razón humana, por lo que se le considera un dogma de fe. Para explicar este misterio, en ocasiones los teólogos cristianos han recurrido a símiles. Así, Agustín de Hipona comparó la Trinidad con la mente, el pensamiento que surge de ella y el amor que las une. Por otro lado, otros teólogos clásicos, como Guillermo de Occam, afirman la imposibilidad de la comprensión intelectual de la naturaleza divina y postulan su simple aceptación a través de la fe.

Perspectiva de santo Tomás de Aquino
  • Todo ungido presupone por lo menos tres elementos: El que unge, el ungido y la unción.
  • Siendo Jesús el Cristo (es decir, el ungido de Dios), se puede hacer referencia a tres personas:
  1. El que unge: sería Dios Padre.
  2. El ungido: sería Dios Hijo.
  3. La unción: sería Dios Espíritu Santo.[cita requerida]
En el cristianismo no trinitario
Dentro del cristianismo, existen varias denominaciones cristianas que consideran que la Trinidad no es una doctrina que se encuentre en los textos bíblicos. Ellos se basan en que la Trinidad fue producto del desarrollo teológico en siglos posteriores, bajo influencia del pensamiento filosófico griego, Estas son:
  1. El unitarismo o Iglesias unitarias.
  2. Los Testigos de Jehová.
  3. El Pentecostalismo unicitario.
  4. Los Cristadelfianos y grupos como la Iglesia de Dios de la fe en Abraham.
Otros grupos cristianos no trinitarios, como el judaísmo mesiánico y corrientes derivadas del Nuevo Pensamiento.

Unitarismo o Iglesias unitarias
Las Iglesias y congregaciones unitarias surgieron en el siglo XVI como parte del ala radical de la Reforma protestante y su teología ha evolucionado, desde variantes de sabelianismo y arrianismo en sus orígenes, como las defendidas por autores tales como Miguel Servet y Fausto Socino, a un cristianismo ético y racional que evitaba todo tipo de dogmas. La primera formulación estructurada del credo sociniano se estableció en el Catecismo Racoviano (1605) polaco. Asimismo, el lema tradicional de las Iglesias unitarias de Europa Central de lengua húngara sigue siendo desde su fundación el de "Dios es Uno" (Egy az Isten en húngaro), en alusión a su rechazo de la idea trinitaria.

Perspectiva griega
Existen tríadas de dioses desde la antigüedad histórica, tal vez por el carácter místico que algunas culturas tienen del número tres.

Las tríadas presentes en religiones o visiones filosóficas corresponden a fuerzas primordiales hipostasiadas o a aspectos del dios supremo. Aunque las relaciones entre los diferentes términos de estas tríadas no sean siempre fáciles de discernir, parece claro que no han sido concebidas en ningún caso partiendo de un modelo como el de la Trinidad cristiana.

En algunas corrientes platónicas, se distinguen varios niveles de realidad, entre las que encontramos tres de gran importancia:
  • Dios, ser absoluto y causa primera.
  • Logos, o razón universal.
  • Anima mundi, alma universal emanada de Dios que anima y gobierna el mundo visible.
En otras ocasiones, la trinidad platónica es descrita como las ideas de Bien, el resto de ideas inteligibles que proceden del Bien, y las ideas materializadas o mundo visible.

Revelación divina
revelación en base a la fe religiosa
En religión y teología, la revelación divina consiste en revelar, descubrir o hacer algo obvio a través de comunicación activa o pasiva con alguna entidad sobrenatural. Según la tradición judeocristiana la revelación puede originarse directamente a partir de una deidad o a través de algún agente de la misma, como un ángel. A quien ha experimentado ese tipo de comunicación divina se le suele llamar profeta. Según J.F. Rowny, catedrático de la Universidad de California y presidente de la Academia Estadounidense de Religión, un término más propio y amplio para este tipo de encuentro sería mística, convirtiendo la persona que lo experimente en un místico. El encuentro de los profetas tendría un fin más concreto, con lo que todos los profetas serían místicos, pero no todos los místicos serían profetas.

Algunas religiones, como el judaísmo, cristianismo, el islam y el hinduismo cuentan con libros sagrados que se ven como revelados o inspirados de manera sobrenatural. La revelación desde una fuente sobrenatural es mucho menos importante en otras tradiciones religiosas, como el taoísmo o el confucianismo, aunque se han encontrado similitudes entre la visión de la revelación en el Antiguo Testamento y el principio de bodhi del budismo.

En el cristianismo
Para los cristianos, especialmente para los católicos, la revelación es un acto por el cual Dios se da a conocer a los hombres, ya sea de manera natural o sobrenatural. La revelación natural es una manifestación a partir de la realidad del universo, la naturaleza, el mismo ser humano, o sea, toda la creación; el hombre puede, por analogía y con el solo uso de la luz natural de la razón, llegar al conocimiento y certeza de la existencia de un Dios creador. La revelación sobrenatural es una acción más específica y directa de Dios para manifestarse por una libre iniciativa suya de modo que trascienda las realidades naturales.

En el cristianismo la revelación divina sobrenatural consiste específicamente en las verdades teológicas transmitidas por la Sagrada Tradición y las Sagradas Escrituras. Según enseña la Iglesia católica, el Magisterio de la Iglesia es el encargado de interpretar la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición, entendiendo estas últimas como un solo depósito de la fe. Otras iglesias cristianas difieren de este último punto. De acuerdo con la doctrina católica, el hombre puede conocer a Dios con certeza a partir de sus obras haciendo uso de la razón natural. Pero existe otro orden de conocimiento que el hombre no puede de ningún modo alcanzar por sus propias fuerzas, el de la revelación divina.​ Por una decisión enteramente libre, Dios se revela y se da al hombre. Entre sus revelaciones dentro del credo cristiano, destacan aquellas que hablan del envío de su hijo encarnado, Jesucristo, y del Espíritu Santo.

Dios, que «habita una luz inaccesible» quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su hijo, hijos adoptivos. Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas. El designio divino de la revelación se realiza a la vez «mediante acciones y palabras», íntimamente ligadas entre sí y que se esclarecen mutuamente (DV 2). Este designio comporta una «pedagogía divina» particular: Dios se comunica gradualmente al hombre, lo prepara por etapas para acoger la Revelación sobrenatural que hace de sí mismo y que culminará en la Persona y la misión del Verbo encarnado, Jesucristo.

Ireneo de Lyon habla en varias ocasiones de esta pedagogía divina bajo la imagen de un mutuo acostumbrarse entre Dios y el hombre: «El Verbo de Dios ha habitado en el hombre y se ha hecho Hijo del hombre para acostumbrar al hombre a comprender a Dios y para acostumbrar a Dios a habitar en el hombre, según la voluntad del Padre Dios».

En el judaísmo
Maimónides enumeró diferentes niveles de profecía, indicando también la meramente intelectual, cuyo propósito es conocer la verdad de la Torá especificando que su revelación tuvo lugar para Moisés a través de la palabra divina dirigida a él 'cara a cara' con Dios, lo que se refiere a la visión y revelación de la palabra de Dios a través de los ángeles como fue el caso de Abraham y Jacob, finalmente con visiones de sueño veraz​ (el Talmud especifica sin embargo, que en los sueños algunas partes pueden no ser totalmente ciertas debido a múltiples mensajes, para esto pueden ser interpretadas por el Jajam o por los propios profetas como sucedió con el patriarca José).

«Nuestros Sabios (midrash Beret rabba 70,8) enseñan: ¿Por qué se llama: 'Beit haShoeva'? Esto se debe a que el espíritu profético (el ruaj hakodesh fue extraído de allí). La Guemará (Sota 3a) nos enseña que una persona comete una falta solo cuando 'un espíritu de locura' se apodera de ella. Por otro lado, si una persona tiene cuidado de no cometer errores o de hacer Teshuvá sobre sus faltas, acerca de él, está escrito: en él descansará el espíritu de Hashem: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fuerza, espíritu de ciencia y temor de Dios (Yeshayahu 11,2). Este era el espíritu profético que descansaba sobre las personas que estaban presentes en el Beit haShoeva = un espíritu que era el resultado de la Teshuvá y el hecho de vaciar la culpa»

Es obvio que la profecía debe ser absolutamente reconocida como real y verdadera, ya que deriva de Dios,​ si se trata de la Torá en su conjunto como una revelación divina o si se refiere a eventos pasados, presentes y futuros, aunque el propósito no es usar el espíritu profético para un propósito simple, sino precisamente para el conocimiento de toda la verdad; no es coincidencia que este aspecto, es decir, el del espíritu profético o el Ruaj haKodesh, se correlaciona necesariamente con la paz, la inteligencia, el juicio, la verdad bíblica, además de la evaluación veraz de cada tema puesto ante la persona elegida por Dios. Los textos religiosos judíos tradicionales, en la Cabalá y en los textos de Jasidut afirman que nadie puede igualar a Moisés, en el Pirkei Avot Líder de los profetas: se distingue por su habilidad profética como a través de una superficie clara, mientras que todos los demás profetas usan parábolas que solo son accesibles para aquellos que pueden ver la verdad, hasta el punto de ser acusados de mentir (José Alb​o da el ejemplo de Isaías).

En el futuro, con el Mashiaj,​ será posible​ decir 'un profeta Moisés': esto está en oposición al falso profeta mencionado incluso en el Pentateuco,​ donde está escrito que será asesinado (es cierto que el Mesías tendrá que enfrentar la muerte, precisamente en la era mesiánica, sin negar su veracidad divina); también se sabe que los textos de la Biblia hebrea no dudan en citar eventos mesiánicos que darán testimonio de cómo la profecía también afectará a los bebés, 'siervos' y no judíos, los Goyim.

Porque Dios da la sabiduría, De Su boca viene el conocimiento y el discernimiento. De esta manera la Torá de Dios será perfecta en cada generación y libre de cualquier deficiencia. José Albo, Sefer HaIkkarim

No se puede excluir que incluso la exégesis de la Torá derive de la revelación de la palabra divina. Jajam significa 'sabio': se deduce que un Jajam puede ser investido con el Ruaj haKodesh y así comentar verdaderamente los textos de la Biblia.

Esta es la concepción de Maimónides sobre el conocimiento de Dios, dice, como no podemos comparar su esencia con nuestra esencia, tampoco podemos comparar su conocimiento con nuestro conocimiento, porque el término conocimiento se aplica a Dios ya nosotros como un puro homónimo. Maimónides no quiere decir que el término aplicado a nosotros signifique conocimiento y aplicado a Dios signifique ignorancia, o viceversa, como significaría la homonimia absoluta. Sin sentido. Lo que quiere decir es esto. El término existencia se aplica a Dios y a nosotros mismos de manera absolutamente homónima. Sin embargo, no hay duda de que aunque la existencia de Dios es absolutamente diferente de la existencia de cualquier otra cosa, el término no denota existencia en un caso e inexistencia en el otro. En cuanto al significado negativo, la negación de la no-existencia, el término tiene el mismo significado en ambos casos, como se explica en el Libro Segundo, capítulo 30. El término existencia denota la negación de la no-existencia, tanto aplicada a nosotros como a Dios. El término se aplica a su significado positivo, porque no hay comparación entre la existencia de Dios y la existencia de cualquier otra cosa. De manera similar, el término conocimiento, ya sea que se aplique a Dios o se aplique a nosotros, significa la negación de la ignorancia. En este sentido, con respecto a su significado negativo, la relación de las dos aplicaciones, para Dios y para nosotros, es de prioridad y de posterioridad y no de absoluta homonimia. Sin embargo, con respecto al significado positivo, el término conocimiento se aplica a Dios ya nosotros como un puro homónimo y el conocimiento de Dios es absolutamente desconocido como su esencia es absolutamente desconocida. José Albo, Sefer HaYikkarim

Así, Dios, siempre existente, siempre ha sabido lo que entonces pasó en el Mundo y lo que habrá de volver a pasar; en cuanto al conocimiento, Dios es inmensamente sabio y su sabiduría es infinita y siempre tal como es perfecta: el conocimiento del ser humano, como recuerda Maimónides, aunque se complace con las verdades conocidas cada vez, precisamente por su 'fragmentación' incluso en un razonamiento amplio, completo y lógico, nunca podrá alcanzar ese conocimiento divino que deriva de un pasado eterno en el tiempo, lo 'abarca todo' en el presente y 'se proyecta' infinitamente en el futuro.

En el hinduismo
De acuerdo con la tradición hinduista los textos shruti o śruti (en sánscrito ‘lo que se oye’) son lo que los sabios o rishis escucharon directamente de los dioses , y por tanto, no fueron escritos como creaciones del hombre, por lo que no son obras de origen intelectual, sino revelaciones directas de los dioses a los hombres. Los rishis (sabios o videntes) fueron los intermediarios que captaron esas revelaciones divinas. Estos textos que de acuerdo a la tradición hinduista son universales y eternos. No pueden ser interpretados, sino sólo seguidos al pie de la letra.

Hermenéutica bíblica
estudio de interpretación bíblica
Hermenéutica bíblica es la ciencia de la interpretación aplicada a los libros y epístolas de la Biblia, es decir, la interpretación de los documentos bíblicos o exégesis bíblica.

Además de los términos “exégeta” y “hermeneuta”, también se utiliza el término biblista para denominar al experto en las Sagradas Escrituras. El proceso de interpretación de los textos bíblicos debe ser de índole científico crítico, no un ejercicio de justificación del criterio teológico propio, por lo que la hermenéutica bíblica no debe ser una excusa, sino una sincera búsqueda racional del sentido y alcance de los textos en cuestión. Para este fin, se aplica especialmente el método gramático-histórico, que tiene en cuenta tanto la crítica filológica como el impacto del contexto sobre el texto y la crítica histórica de los hechos relatados. Hermenéutica (del griego ερμηνευτική τέχνη [ermeneutiké tejne], ‘interpretar’, ‘traducir’, ‘explicar’), es el conocimiento y arte de la interpretación de los textos para determinar el significado exacto de las palabras mediante las cuales se ha expresado un pensamiento. Exégesis (del griego ἐξήγησις [exéguesis], de ἐξηγεομαι [exegueomai], ‘explicar’)​ implica la interpretación crítica y completa de un texto. La distinción entre exégesis y hermenéutica es muy sutil, pues no son términos que tengan necesariamente un significado idéntico, aunque se utilizan de forma intercambiable en la mayor parte de los casos. Según la intención del que use dichos términos se puede dar a “hermenéutica” el rasgo de búsqueda de significados espirituales, y a “exégesis” el de una interpretación bíblica centrada en la literalidad del texto y en la reconstrucción de su significado original en el momento de su redacción; pero también puede darse a entender que “exégesis” sea la explicación de la Biblia y “hermenéutica” el conjunto de reglas que se siguen para llegar a tal explicación.

Historia
Interpretación de los libros bíblicos desde ellos mismos.
Se presume y da por hecho que los libros que componen la Biblia son la "revelación del único Dios verdadero" que se dio a conocer al pueblo de Israel. Este es uno de los presupuestos dogmáticos fundamentales de la fe judía y cristiana en general sobre la que se fundamenta el dogma: "La Biblia es la Palabra de Dios". Acorde con este supuesto de fe, el trabajo hermenéutico pretende, ya sea mediante el sistema judío (PaRDeS) de exégesis de la Torá, la yuxtaposición de la tradición católica con los textos bíblicos, o la total aceptación de los escritos bíblicos como la única regla de fe y conducta para el creyente cristiano, promulgada por los reformadores del siglo XVI, "sacar" de los textos presuntamente inspirados, su contenido preciso y cabal.

Hay evidencia documental de la interpretación bíblica en el Antiguo Testamento cuando Esdras, fiel sacerdote judío, leyó públicamente al pueblo reunido en asamblea, “en el libro de la ley de Dios, aclarando e interpretando el sentido para que comprendieran la escritura”. Según la tradición, los judíos que retornaron del cautiverio babilónico hablaban arameo, y se vieron en la necesidad de acceder a los textos que constituían las Sagradas Escrituras de su religión, conocidas como Halajá (la Ley de Moisés), que estaban escritas en hebreo; de modo que los levitas (que cumplían la función sacerdotal) hacían la traducción e interpretación del hebreo al arameo, procurando conservar el sentido correcto de la ley.

En adición, en el Nuevo Testamento aparecen numerosos ejemplos de interpretación del Antiguo Testamento, algunos supuestamente realizados por el propio Jesús, al que se requiere explícitamente para ello; otras por los redactores de los Evangelios, para encontrar el “cumplimiento de las Escrituras” en los hechos de la vida de Jesús; y otras por los redactores de las Epístolas, para dar orientaciones a las primeras comunidades cristianas. Es necesario señalar que los grados del enfoque de la interpretación de los textos bíblicos varía, ya sea éste desde el punto de vista de la religión judía, católica o protestante. La fe judía entiende que la revelación divina se realizó mediante dos vertientes complementarias: la escrita, la Tanaj, y la oral. Es, se podría decir, una revelación que fluye articuladamente en función del propio sentido orgánico de una revelación a la que se le puede realizar una hermenéutica abierta. El caso católico es distinto porque aparte de que la religión católica no tiene el sentido étnico judío, sino universalista, con lo que esto repercute en su apreciación del significado de los textos bíblicos, el catolicismo hace de la tradición de la Iglesia ("doctores tiene la Santa Madre Iglesia") el árbitro y maestro del sentido de las Sagradas Escrituras, que serán, en definitiva, complemento de las decisiones finales de los prelados católicos, con el papa a la cabeza, a quien se le reserva la prerrogativa de la infalibilidad. Es, la católica, una hermenéutica bíblica complementaria a la tradición de la Iglesia. Los protestantes, por el contrario, ciñen la interpretación de los documentos bíblicos exclusivamente a los propios textos que componen la Biblia. "Scriptura Scripturae Interpres" (La Biblia se interpreta a sí misma) es su punto de partida hermenéutico del que las iglesias protestantes, en general, dependen ya que entienden, como dogma de fe, que la revelación divina del Dios de Israel en Cristo, está compendiada exclusivamente en los sesenta y seis textos que componen sus biblias.

Hermenéutica bíblica judía
Las formas tradicionales de hermenéutica o exégesis en el judaísmo aparecen a través de la literatura rabínica, que incluye el Mishná, los dos Talmudes y la literatura midrash.

Los exégetas o hermeneutas judíos reciben el título de mefarshim (comentadores). El Midrash forma una exposición de la exégesis bíblica del Torá y sus párrafos relacionados con la Ley, que también es un objeto de análisis. La Halajá comprende una exégesis de la Ley escrita. La Agadá es una exégesis de partes del Torá no conectadas a la Ley. El Mikra comprende el estudio exegético de la Torá, los Nevi'im (“profetas”) y los Ketuvim (“escritos”), las tres divisiones de la Biblia hebrea (no idéntica a lo que los cristianos llaman Antiguo Testamento). La Mesorá es la exégesis que determinó las reglas y principios que gobiernan los textos bíblicos. La redacción del Talmud resulta de estudios exegéticos, y el Talmud en sí se ha convertido en objeto de estudio y análisis. La exégesis judía no terminó con la redacción del Talmud; continuó durante el resto de la Edad Antigua, la Edad Media y el Renacimiento. En el siglo XVII Baruch Spinoza (que fue expulsado de la comunidad judía de Ámsterdam por su racionalismo filosófico) fue uno de los precursores de la hermenéutica bíblica moderna.

En el judaísmo la hermenéutica o exégesis sigue siendo objeto de estudio hoy en día, pues se considera una herramienta importante en el entendimiento de las Escrituras. En cada comunidad judía de cualquier parte del mundo hay centros para estudios exegéticos.

Hermenéutica bíblica cristiana
Edad Antigua
Entre los exégetas antiguos se cita a:
  • Orígenes (185-254),
  • Juan Crisóstomo (347-407),
  • Teodoreto de Ciro (393-458),
  • Hilario (c. 410-468),
  • Ambrosio de Milán (340-397) y, principalmente,
  • Jerónimo de Estridón (340-420).
Estos nos dan una idea de la interpretación bíblica durante el primer medio siglo después de la muerte del apóstol Juan. Las fuentes de ese período son los escritos de los primeros líderes de la iglesia como Clemente de Roma, Ignacio, Policarpo y un escritor seudónimo que se llama a sí mismo Bernabé. ​Los padres apostólicos usaron varios métodos de interpretación. En ocasiones utilizaron la tipología para relacionar el Antiguo con el Nuevo Testamento.​ Por ejemplo: en la Epístola de Bernabé se mencionan dos pasajes del Antiguo Testamento como tipos de la cruz de Cristo, los brazos extendidos de Moisés, que dieron la victoria de Israel sobre Amalec (Éx. 17.8ss) y la serpiente de bronce (Nm. 21, comparar con Jn. 3.14). El escritor trata de mostrar que ambos tipos enseñan que no hay ninguna esperanza de salvación fuera de Jesús.​

Edad Media
En la Edad Media, la exégesis estuvo representada por:
  • Gregorio Magno (540-604),
  • Bernardo de Claraval (1090-1153),
  • Buenaventura de Fidanza (1218-1274),
  • Alberto Magno (1193/1206–1280) y
  • Tomás de Aquino (1225-1274).
Edad Moderna
En la Edad Moderna, con el humanismo del Renacimiento y, sobre todo desde el siglo XVI a ejemplo de Lutero, salieron a la palestra infinidad de intérpretes racionalistas de la Biblia que fueron contrarrestados entre otros por los católicos Cornelio a Lapide (1567-1637) y Dom Calmet (1672-1757). Desde los siglos XVII y XVIII se aplica la hermenéutica a una interpretación objetiva y comprensible de la Biblia. Esta pretende indagar en el contexto histórico bíblico, y en su connotación, pertinencia y relevancia, teniendo en cuenta el ámbito actual. Esta rama de la hermenéutica intenta trazar un puente de comprensión entre el pasaje bíblico (palabra escrita) y la realidad presente. La hermenéutica bíblica siempre respeta el sentido histórico y literario del texto, pero abre las puertas para una interpretación sólida y pertinente, sin violentar lo que se quiso decir inicialmente.

Pero el origen de los estudios hermenéuticos se encuentra realmente en la teología cristiana, donde la hermenéutica tiene por objeto fijar los principios y normas que han de aplicarse en la interpretación de los libros sagrados de la Biblia, que, como revelados por Dios pero compuestos por hombres, poseían dos significados distintos: el literal y el espiritual, este último dividido en tres: el anagógico, el alegórico y el moral: 
  1. El sentido literal es el significado por las palabras de la Escritura y descubierto por la exégesis filológica que sigue las reglas de la justa interpretación. Todos los sentidos de la Sagrada Escritura se fundan sobre el sentido literal. 
  2. El sentido espiritual, infuso por Dios en el hombre según la creencia cristiana, da un sentido religioso suplementario a los signos, dividido en tres tipos diferentes:
      1. El sentido alegórico, por el que es posible a los cristianos adquirir una comprensión más profunda de los acontecimientos reconociendo su significación en Cristo; de esa manera el paso del mar Rojo simboliza la victoria de Cristo y el bautismo.
      2. El sentido moral, por el cual los acontecimientos narrados en la Escritura pueden conducir a un obrar justo; su fin es la instrucción.
     3. El sentido anagógico (o sentido místico) por el cual los santos pueden ver realidades y acontecimientos de una significación eterna, que conduce (en griego anagogue) a los cristianos hacia la patria celestial. Así, la Iglesia en la tierra (Iglesia militante) es signo de la Jerusalén celeste (Iglesia triunfante).

El paso del siglo XVIII al XIX ofrece en las "Ciencias Eclesiásticas" de Juan Andrés, en el marco de la tardía Ilustración cristiana, la síntesis madura de la Hermenéutica bíblica junto a la Teología.

Edad Contemporánea
En la Edad Contemporánea, dentro del catolicismo el Concilio Vaticano II indicó criterios para una interpretación de la Sagrada Escritura conforme al Espíritu que la ha inspirado:
  • Unidad de toda la Escritura.
  • Leer la Escritura en el contexto de la tradición viva de toda la Iglesia.
  • La analogía de la fe, es decir, la cohesión de las verdades de fe individuales entre ellas y con el plano completo de la Revelación.
Narración de la creación del Génesis
mito de la creación tanto del judaísmo como del cristianismo
La narración de la creación del Génesis es la cosmogonía tanto del judaísmo como del cristianismo. Dos historias de creación se encuentran en los primeros dos capítulos del Libro del Génesis, en la primera (Génesis 1:1-2:3), Elohim, palabra hebrea genérica para Dios, crea los cielos y la tierra en seis días, luego descansa, bendice y santifica el séptimo; en la segunda historia (Génesis 2:4-2:24), Dios, al que ahora se hace referencia por el nombre propio YHWH, crea a Adán, el primer humano, del polvo y lo coloca en el Jardín del Edén, donde se le da el dominio sobre los animales. Eva, la primera mujer, es creada de Adán y es su compañera.

Expone temas paralelos a los de la mitología mesopotámica, pero enfatizándolos a la creencia del pueblo israelita en un solo Dios. El primer gran borrador completo del Pentateuco (la serie de cinco libros que comienza con Génesis y termina con el Deuteronomio) fue compuesto a finales del siglo VII a. C. o en del siglo VI a. C. (la fuente yahvista) y luego fue expandido por otros autores (la fuente sacerdotal) en una obra muy similar a la que tenemos hoy.​ Las dos fuentes se pueden identificar en la narrativa de la creación: Génesis 1:1-2:3 es sacerdotal y Génesis 2:4-2:24 es yahvista.​ La narrativa combinada es una crítica de la teología mesopotámica de la creación: el Génesis afirma el monoteísmo y niega el politeísmo.​ Robert Alter describió la narración combinada como «convincente en su carácter arquetípico, su adaptación del mito a fines monoteístas».

El malentendido del género de la narración de la creación del Génesis, es decir, la intención de los autores y la cultura dentro de la cual escribieron, puede dar como resultado una lectura incorrecta. Bruce Waltke, un conocido erudito evangélico, advierte contra la que considera una de esas lecturas erróneas, el enfoque que lo lee como historia en lugar de teología y por lo tanto conduce al creacionismo y la negación de la evolución.​ Como señaló el experto en estudios judíos, Jon D. Levenson:

¿Cuánta historia hay detrás de la narración del Génesis? Porque la acción de la narración primitiva no se representa como si tuviera lugar en el plano de la historia humana ordinaria y tiene tantas afinidades con la mitología antigua, es muy exagerado hablar de sus narrativas como históricas en absoluto.

Con todo, es de notar que los primeros cristianos y los judíos contemporáneos eran creacionistas. Como escribió Orígenes de Alejandría: [Celso] presta fe a las historias de los bárbaros y de los griegos, respetando la historia antigua de aquellas naciones cuando habla de ellas. Pero juzga como falsa la historia de únicamente esta nación [Israel]. ... Observen pronto, pues, el proceder arbitrario de este hombre, quien cree las historias de aquellas naciones a base de su erudición, y condena a otras como ignorantes. ... Parece, pues, no ser del amor a la verdad, sino de un espíritu de odio, que Celso hace estas declaraciones, su propósito siendo el despreciar el origen del cristianismo, el cual se relaciona con el judaísmo. ... Los egipcios cuando cuentan jactanciosamente sus relatos de la divinidad de los animales, se deben considerar sabios. Pero si algún judío, quien ha dado a entender su amor a la ley y al Legislador, atribuye todo al Creador del universo—y al único Dios—a él, en la opinión de Celso y sus semejantes, se le tiene por inferior. Orígenes, Against celso, tomo 1, capítulos 14-20.

Composición
Creación por palabra versus creación por combate
Las narraciones en Génesis 1 y 2 no fueron los únicos mitos de creación en el antiguo Israel, y la evidencia bíblica completa sugiere dos modelos contrastantes.​ El primero es el modelo de «logos» (que significa palabra), donde un Dios supremo «habla» a la materia dormida en existencia. El segundo es el modelo «agón» (que significa lucha o combate), en el cual es la victoria de Dios en la batalla sobre los monstruos del mar lo que marca su soberanía y poder. Génesis 1 es un ejemplo de creación por palabra, mientras que Salmos 74 e Isaías 51:9-10 son ejemplos de la mitología «agón», que recuerda un mito cananeo en el que Dios crea el mundo al vencer a las deidades del agua: «Despiértate, despiértate [...] ¿No eres tú el que cortó a Rahab, y el que hirió al dragón? ¿No eres tú el que secó el mar, las aguas del gran abismo; el que transformó en camino las profundidades del mar para que pasaran los redimidos?».

Génesis 1:1-2:3
Fondo
El cosmos creado en Génesis 1:1-2:3 tiene un parecido sorprendente con el Tabernáculo en Éxodo 35-40, que fue el prototipo del Templo en Jerusalén y el centro de la adoración sacerdotal de YHWH; por esta razón, y debido a que otras historias de la creación de Oriente Medio también culminan con la construcción de un templo/casa para el dios creador, Génesis 1 puede interpretarse como una descripción de la construcción del cosmos como la casa de Dios, para lo cual el Templo en Jerusalén sirvió como representante terrenal.

La palabra bara se traduce como «creó» en español, y los eruditos generalmente aceptan que ese era el significado del término hebreo. No obstante, John Walton afirma que el concepto que encarnaba no era el mismo que el término moderno: en el mundo del antiguo Oriente Próximo, los dioses demostraban su poder sobre el mundo no creando materia sino fijando destinos, de modo que la esencia del bara que Dios realiza en Génesis concierne a traer «los cielos y la tierra» (una frase establecida que significa «todo») a la existencia organizando y asignando roles y funciones.

El uso de los números en los textos antiguos era a menudo numerológico más que fáctico, es decir, los números se usaban porque tenían algún valor simbólico para el autor. El número 7, que denota la terminación divina, impregna Génesis 1: el versículo 1:1 consta de 7 palabras; el versículo 1:2, de 14; 2:1-3 tiene 35 palabras (5x7); Elohim se menciona 35 veces; «cielos/expansión» y «tierra», 21 veces cada uno; y las frases «y fue así» y «vio Dios que era bueno» ocurren 7 veces cada una.

Pre-creación: Génesis 1:1–2
1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra.
2 Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. –Génesis 1:1-2

Aunque la frase inicial de Génesis 1:1 se traduce comúnmente como está escrito arriba, el hebreo es ambiguo y se puede traducir al menos de tres maneras:
  1. como una declaración de que el cosmos tuvo un comienzo absoluto («En el principio creó Dios los cielos y la tierra»),
  2. como una declaración que describe la condición del mundo cuando Dios comenzó a crear («Cuando en el principio creó Dios los cielos y la tierra, la tierra era indomable e informe»); y
  3. tomando todo Génesis 1:2 como información de fondo («Cuando en el principio creó Dios los cielos y la tierra, siendo la tierra indomable e informe, Dios dijo: ¡Hágase la luz!»).
Según Walton, el segundo parece ser el significado pretendido por el autor sacerdotal original: el verbo bara se usa solo para Dios (la gente no participa en el bara), y se refiere a la asignación de roles, como en la creación de las primeras personas como «masculino» y «femenino» (es decir, les asigna sexos): en otras palabras, el poder de Dios se muestra no por la creación de la materia, sino por la fijación de los destinos. Otros eruditos, como John Day, consideran que Génesis 1:1 describe la creación inicial del cosmos.

Los cielos y la tierra son una expresión idiomática que significa «todo», es decir, el cosmos. En las cosmogonías del antiguo Oriente Próximo, éste estaba compuesto de tres niveles: la tierra habitable en el medio, los cielos arriba, un inframundo abajo, todo rodeado por un «océano» acuoso de caos como el Tiamat babilónico.​ La tierra misma era un disco plano, rodeado de montañas o mar. Sobre ella estaba el firmamento o expansión, una cúpula transparente pero sólida que descansaba sobre las montañas, permitiendo a los hombres ver el azul de las aguas de arriba, con «ventanas» para permitir la entrada de la lluvia, y que contenía el sol, la luna y las estrellas. Las aguas se extendían debajo de la tierra, que descansaba sobre pilares hundidos en las aguas, y en el inframundo estaba el Seol, la morada de los muertos.

La apertura de Génesis 1 continúa: «Y la tierra estaba desordenada y vacía [...]». La frase «desordenada y vacía» es una traducción del hebreo tohu va-bohu, (hebreo: תֹהוּ וָבוה), caos; la condición que bara, ordenamiento, remedia. Tohu en sí mismo significa «vacío, inutilidad», se usa para describir el desierto del desierto; bohu no tiene ningún significado conocido, aunque parece estar relacionado con la palabra árabe bahiya («estar vacío»), y aparentemente fue acuñado para rimar con y fortalecer a tohu.​ La frase también aparece en Jeremías 4:23, donde el profeta advierte a Israel que la rebelión contra Dios conducirá al regreso de la oscuridad y el caos, «la tierra [...] que estaba asolada y vacía».

La apertura de Génesis 1 concluye con una declaración de que «las tinieblas estaban sobre la faz del abismo» (hebreo: תְהוֹםk tehôm); las «tinieblas» y el «abismo» son dos de los tres elementos del caos representado en tohu va-bohu (el tercero es la «tierra desordenada»). En el Enuma Elish, el «abismo» se personifica como la diosa Tiamat, la enemiga de Marduk;​ aquí está el cuerpo sin forma de agua primitiva que rodea el mundo habitable, que luego será liberado durante el Diluvio, cuando «fueron rotas todas las fuentes del grande abismo» de las aguas debajo de la tierra y de las «cataratas» del cielo.

La ruaj de Elohim se mueve sobre la faz del abismo antes de que comience la creación. Ruaj (רוּחַ) tiene los significados «viento, espíritu, aliento», y elohim puede significar «grande» como también «dios»: la ruaj elohim puede significar el «viento/aliento de Dios» (el viento de la tormenta es el aliento de Dios en Salmos 18:16 y en otros lugares, y el viento de Dios regresa en la historia del Diluvio como el medio por el cual Dios restaura la tierra), o el «espíritu» de Dios, un concepto que es algo vago en la Biblia hebrea, o simplemente significa un gran viento de tormenta.

Seis días de la Creación: Génesis 1:3–2:3
El primer acto de Dios fue la creación de luz indiferenciada; la oscuridad y la luz se separaron en noche y día, su orden (antes de la mañana) significaba que ese era el día litúrgico; y luego se crearon el sol, la luna y las estrellas para marcar los tiempos adecuados para los festivales de la semana y el año. Solo cuando esto se hace Dios crea al hombre y la mujer y los medios para sostenerlos (plantas y animales). Al final del sexto día, cuando se completa la creación, el mundo es un templo cósmico en el cual el papel de la humanidad es la adoración a Dios. Esto es paralelo al mito mesopotámico (el Enuma Elish) y también se hace eco del capítulo 38 del Libro de Job, donde Dios recuerda cómo cantaban las estrellas, los «hijos de Dios», cuando se colocaba la piedra angular de la creación.

Primer día
3 Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. 4 Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. 5 Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche. Y fue la tarde y la mañana un día. –Génesis 1:3-5

El día 1 comienza con la creación de la luz (y, por implicación, el tiempo). Dios crea mediante un comando hablado y nombra los elementos del mundo a medida que los crea. En el antiguo Oriente Próximo, el acto de nombrar estaba ligado al acto de crear: así, en la literatura egipcia, el dios creador pronunció los nombres de todo, y el Enûma Elish comienza en el punto donde nada ha sido nombrado aún. La creación de Dios mediante la palabra también sugiere que se lo compara con un rey, que simplemente tiene que hablar para que las cosas sucedan.

Segundo día
6 Luego dijo Dios: Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas. 7 E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que estaban debajo de la expansión, de las aguas que estaban sobre la expansión. Y fue así. 8 Y llamó Dios a la expansión Cielos. Y fue la tarde y la mañana el día segundo. –Génesis 1:6-8

Rāqîa, la palabra traducida como expansión, proviene de rāqa, el verbo utilizado para el acto de golpear el metal en placas delgadas. Creado en el segundo día de la creación y poblado por luminarias en el cuarto, es una cúpula sólida que separa la tierra debajo del cielo y sus aguas arriba, como en la creencia egipcia y mesopotámica de ese mismo tiempo. En Génesis 1:17, las estrellas se establecen en la raqia'; en la mitología babilónica, los cielos estaban hechos de varias piedras preciosas (compare con Éxodo 24:10, donde los ancianos de Israel ven a Dios en el embaldosado de zafiro del cielo), con las estrellas incrustadas en su superficie. Según la leyenda judía, el segundo día es también el día de la creación del infierno. Por lo tanto, no se podía decir del día como de los demás, que «vio Dios que era bueno».

Tercer día
9 Dijo también Dios: Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue así. 10 Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas llamó Mares. Y vio Dios que era bueno. 11 Después dijo Dios: Produzca la tierra hierba verde, hierba que dé semilla; árbol de fruto que dé fruto según su género, que su semilla esté en él, sobre la tierra. Y fue así. 12 Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno. 13 Y fue la tarde y la mañana el día tercero. –Génesis 1:9-13

En el tercer día, las aguas se retiran, creando un anillo de océano que rodea un único continente circular. Al final del tercer día, Dios ha creado un ambiente fundacional de luz, cielos, mar y tierra.​ Luego, los tres niveles del cosmos se pueblan en el mismo orden en el que fueron creados: cielos, mar, tierra. Dios no crea ni hace árboles y plantas, sino que ordena a la tierra que los produzca. El significado teológico subyacente parece ser que Dios le ha dado a la tierra previamente estéril la capacidad de producir vegetación, y ahora lo hace a su orden. «Según su género» parece esperar las leyes que se encuentran más adelante en el Pentateuco, que ponen gran énfasis en la santidad a través de la separación.

Cuarto día
14 Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años, 15 y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. 16 E hizo Dios las dos grandes lumbreras; la lumbrera mayor para que señorease en el día, y la lumbrera menor para que señorease en la noche; hizo también las estrellas. 17 Y las puso Dios en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra, 18 y para señorear en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. 19 Y fue la tarde y la mañana el día cuarto. –Génesis 1:14-19

El cuarto día se introduce el lenguaje de «señorío»: los cuerpos celestes «señorearán» día y noche y marcarán las estaciones, años y días (una cuestión de crucial importancia para los autores sacerdotales, ya que las festividades religiosas se organizaron en torno a los ciclos del sol y luna); más tarde, el hombre será creado para gobernar sobre toda la creación como el regente de Dios. Dios pone «lumbreras» en el firmamento para «señorear» el día y la noche. Específicamente, Dios crea la «lumbrera mayor», la «lumbrera menor» y las estrellas. Según Victor Hamilton, la mayoría de los estudiosos coinciden en que la elección de «lumbrera mayor» y «lumbrera menor», en lugar de los más explícitos «sol» y «luna», es una retórica antimitológica destinada a contradecir las creencias contemporáneas generalizadas de que el sol y la luna eran deidades en sí mismas.

Quinto día
20 Dijo Dios: Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en la abierta expansión de los cielos. 21 Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su género, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. 22 Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y multiplicaos, y llenad las aguas en los mares, y multiplíquense las aves en la tierra. 23 Y fue la tarde y la mañana el día quinto. –Génesis 1:20-23

En las mitologías egipcia y mesopotámica, el dios creador tiene que luchar con los monstruos marinos antes de poder construir el cielo y la tierra; en Génesis 1:21, la palabra tannin, a veces traducida como «monstruos marinos» o «grandes criaturas», es paralela a los llamados monstruos del caos Rahab y Leviatán de Salmos 74:13, Isaías 27:1 e Isaías 51:9, pero no hay ninguna pista (en Génesis) de combate, y los tannin son simplemente criaturas creadas por Dios.

Sexto día
24 Luego dijo Dios: Produzca la tierra seres vivientes según su género, bestias y serpientes y animales de la tierra según su especie. Y fue así. 25 E hizo Dios animales de la tierra según su género, y ganado según su género, y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno. 26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. 27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. 28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. 29 Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer. 30 Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así. 31 Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto. –Génesis 1:24-31

Cuando en Génesis 1:26 Dios dice «hagamos al hombre», la palabra hebrea que se usa es adam; de esta forma es un sustantivo genérico, «humanidad», y no implica que esta creación sea masculina. Después de esta primera mención, la palabra siempre aparece como ha-adam, «el hombre», pero como Génesis 1:27 muestra («Y creó Dios al hombre a su [propia] imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó»), la palabra todavía no es exclusivamente masculina.

El hombre fue creado a la «imagen de Dios». El significado de esto no está claro; las sugerencias incluyen:
  1. Tener las cualidades espirituales de Dios tales como el intelecto, la voluntad, etc.;
  2. Tener la forma física de Dios;
  3. Una combinación de estos dos;
  4. Siendo la contraparte de Dios en la tierra y capaz de entrar en una relación con él;
  5. Ser representante de Dios o virrey en la tierra.
El hecho de que Dios diga «Hagamos al hombre [...]» ha dado lugar a varias teorías, de las cuales las dos más importantes son que «Hagamos» es plural mayestático,​ o que refleja un escenario en un concilio divino con Dios entronizado como rey y proponía la creación de la humanidad a los seres divinos inferiores.

Dios le dice a los animales y a los humanos que les ha dado «toda planta verde [...] para comer»; la creación es ser vegetariano. Solo más tarde, después del Diluvio, el hombre recibe permiso para comer carne. El autor sacerdotal del Génesis parece mirar hacia atrás a un pasado ideal en el que la humanidad vivía en paz tanto consigo misma como con el reino animal, y que podía ser re-lograda a través de una vida sacrificial adecuada en armonía con Dios.

Al finalizar, Dios ve que «todo lo que había hecho [...] era bueno en gran manera» (Génesis 1:31). Esto implica que los materiales que existían antes de la Creación («tohu va-bohu», «oscuridad», «tehom») no eran «buenos en gran manera». Israel Knohl hipotetizó que la fuente sacerdotal estableció esta dicotomía para mitigar el problema del mal.

Séptimo día: descanso divino
1 Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos. 2 Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. 3 Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación. –Génesis 2:1-3

La creación es seguida de descanso. En la antigua literatura del Cercano Oriente, el descanso divino se logra en un templo como resultado de haber llevado al orden el caos. El descanso es a la vez desvinculación, ya que el trabajo de la creación ha terminado, pero también el compromiso, ya que la deidad está ahora presente en su templo para mantener un cosmos seguro y ordenado.​ Compárese con Éxodo 20:8-11: «Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Dios tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Dios los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Dios bendijo el día de reposo y lo santificó». 

Génesis 2:4–2:25
Génesis 2–3, la historia del Jardín del Edén, probablemente fue escrita alrededor del año 500 a. C. como «un discurso sobre los ideales en la vida, el peligro en la gloria humana y la naturaleza fundamentalmente ambigua de la humanidad, especialmente las facultades mentales humanas».​ El Jardín en el que tiene lugar la acción se encuentra en la frontera mitológica entre los mundos humano y divino, probablemente al otro lado del océano cósmico, cerca del borde del mundo; siguiéndome encantan los un concepto antiguo tradicional del Cercano Oriente, el río Edén primero forma ese océano y luego se divide en cuatro ríos que corren desde los cuatro rincones de la tierra hacia su centro.​ Inicia «en el día en que YHWH Elohim hizo la tierra y los cielos», una introducción similar a las que se encuentran en los mitos babilónicos.​ Antes de que el hombre sea creado, la tierra es un desperdicio estéril regado por un ’êḏ (אד); la versión Reina–Valera de Génesis 2:6 tradujo esto como «vapor» siguiendo la práctica judía pero, desde mediados del siglo XX, los hebraístas generalmente han aceptado que el verdadero significado es «manantial de agua subterránea».

En Génesis 1, la palabra característica para la actividad de Dios es bara, «crear»; en Génesis 2 la palabra usada cuando crea al hombre es yatsar (ייצר, yîṣer), que significa «formar», una palabra usada en contextos tales como un alfarero que forma una olla de barro.[53]​ Dios respira su propio aliento en el barro y se convierte en nefesh (נֶ֫פֶשׁ), una palabra que significa «vida», «vitalidad», «la personalidad viva»; el hombre comparte nefesh con todas las criaturas, pero el texto describe este acto vivificante de Dios solo en relación con el hombre. Edén, donde Dios pone su Jardín del Edén, proviene de una raíz que significa «fertilidad»: el primer hombre debe trabajar en el jardín milagrosamente fértil de Dios.​ El «árbol de la vida» es un motivo del mito mesopotámico: en la Epopeya de Gilgamesh (c. 1800 a. C.) al héroe se le da una planta cuyo nombre es «el hombre se vuelve joven en la vejez», pero una serpiente le roba la planta. Existe mucha discusión académica sobre el tipo de conocimiento dado por el segundo árbol. Las sugerencias incluyen: cualidades humanas, conciencia sexual, conocimiento ético o conocimiento universal; siendo el último el más aceptado.​ En el Edén, la humanidad tiene la opción de elegir entre la sabiduría y la vida, y elige la primera, aunque Dios le propuso para la segunda.

El mítico Edén y sus ríos pueden representar la verdadera Jerusalén, el Templo y la Tierra Prometida. Edén puede representar el jardín divino en Sion, la montaña de Dios, que también era Jerusalén; mientras que el verdadero Gihón era un manantial fuera de la ciudad (reflejando el manantial que riega el Edén); y las imágenes del Jardín, con su serpiente y sus querubines, se han visto como un reflejo de las imágenes reales del Templo de Salomón con su serpiente de cobre (el nehushtán) y sus querubines guardianes. Génesis 2 es el único lugar en la Biblia donde el Edén aparece como una ubicación geográfica: en otros lugares (especialmente en el Libro de Ezequiel) es un lugar mitológico ubicado en la montaña sagrada de Dios, con ecos de un mito mesopotámico del rey como hombre primordial colocado en un jardín divino para proteger el árbol de la vida.

«Bien y mal» es un merismo, en este caso significa simplemente «todo», pero también puede tener una connotación moral. Cuando Dios prohíbe al hombre comer del árbol del conocimiento, dice que si lo hace está «condenado a morir»: el hebreo detrás de esto está en la forma utilizada en la Biblia para emitir sentencias de muerte.

La primera mujer fue creada para ser ezer kenegdo (עזר כנגדו ‘êzer kəneḡdō), un término notablemente difícil de traducir, para el hombre. Kəneḡdō significa «al lado, opuesto, una contraparte de él», y ‘êzer significa intervención activa en nombre de la otra persona.​ El nombramiento de Dios de los elementos del cosmos en Génesis 1 ilustra su autoridad sobre la creación; ahora el nombramiento del hombre de los animales (y de Mujer) ilustra la autoridad de Adán dentro de la creación. La mujer es llamada ishah (אשה ’iš-šāh), «Mujer (Varona)», con una explicación de que esto se debe a que fue tomada de ish (אִישׁ, ’îš), que significa «Varón»; aunque en realidad, las dos palabras no están conectadas. Más tarde, una vez completada la historia del Jardín, recibe un nombre: Ḥawwāh (חוה, Eva). Esto significa «vivir» en hebreo, de una raíz que también puede significar «serpiente».​ La palabra traducida tradicionalmente como «costilla» también puede significar «lado», «aposento» o «viga».[66]​ Una antigua tradición exegética sostiene que el uso de una costilla del lado del hombre enfatiza que tanto el varón como la mujer tienen la misma dignidad, ya que la mujer fue creada del mismo material que el varón, moldeada y dotada de vida por los mismos procesos.

Creacionismo y el género de la narrativa de la creación
El significado que se derivará de la narrativa de la creación del Génesis dependerá de la comprensión del lector de su género, el «tipo» literario al que pertenece: «hace una enorme diferencia si los primeros capítulos del Génesis se leen como cosmología científica, mito de la creación o saga histórica». La mala interpretación del género del texto, es decir, la intención del autor/autores y la cultura dentro de la cual escribieron, dará lugar a una lectura errónea. El erudito evangélico reformado Bruce Waltke advierte contra uno de esos malentendidos, el enfoque «literal rígido» que conduce a la «ciencia de la creación» y tales «interpretaciones inverosímiles» como la «teoría de la brecha», la presunción de una «tierra joven» y la negación de evolución.​ Otro erudito, Conrad Hyers, resume el mismo pensamiento en estas palabras: «Una interpretación literal de los relatos del Génesis es inapropiada, engañosa e inviable [porque] presupone e insiste en un tipo de literatura e intención que no existe».

Sea lo que sea, Génesis 1 es un «relato», ya que presenta el personaje y su caracterización, un narrador y una tensión dramática expresada a través de una serie de incidentes organizados en el tiempo. El autor sacerdotal de Génesis 1 tuvo que enfrentar dos dificultades principales. Primero, está el hecho de que dado que solo Dios existe en este punto, nadie estaba disponible para ser el narrador; el narrador resolvió esto presentando un discreto «narrador en tercera persona». En segundo lugar, estaba el problema del conflicto: el conflicto es necesario para despertar el interés del lector en la historia, pero sin nada más existente, ni un monstruo del caos ni otro dios, no puede haber ningún conflicto. Esto se resolvió creando una tensión muy mínima: a Dios se le opone la nada misma, el espacio en blanco de la tierra «sin forma y vacía». Contar la historia de esta manera fue una elección deliberada: hay una serie de historias de creación en la Biblia, pero tienden a ser contados en primera persona: por Sabiduría, el instrumento por medio del cual Dios creó el mundo; la elección de un narrador omnisciente en tercera persona en la narrativa del Génesis permite al narrador crear la impresión de que todo se está contando y que nada se detiene. También puede considerarse como historia antigua, «parte de un espectro más amplio de narraciones antiguas del Oriente Próximo originalmente anónimas, similares a la historia». Frecuentemente se le denomina mito en los escritos académicos, pero no hay acuerdo sobre cómo se debe definir el «mito»: Brevard Childs sugirió que el autor de Génesis 1–11 «desmitificó» su narrativa, lo que significa que eliminó de sus fuentes (los mitos babilónicos) aquellos elementos que no encajaban con su propia fe; otros autores señalan que la narrativa es completamente mítica.

Génesis 1–2 puede analizarse como ciencia antigua: en palabras de E.A. Speiser, «sobre el tema de la creación, la tradición bíblica se alineó con los principios tradicionales de la ciencia babilónica». Las palabras iniciales de Génesis 1, «En el principio Dios creó los cielos y la tierra», resumen la creencia del autor de que YHWH, el dios de Israel, era el único responsable de la creación y no tenía opositores. Los pensadores judíos posteriores, adoptando ideas de la filosofía griega, concluyeron que la Sabiduría, la Palabra y el Espíritu de Dios penetraron todas las cosas y les dieron unidad.​ El cristianismo a su vez adoptó estas ideas e identificó a Jesús como la palabra creadora: «En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios».

Cuando los judíos entraron en contacto con el pensamiento griego, esto condujo a una importante reinterpretación de la cosmología subyacente de la narrativa del Génesis. Los autores bíblicos concibieron el cosmos como una Tierra plana en forma de disco en el centro, un inframundo para los muertos de abajo y el cielo de arriba.​ Debajo de la Tierra estaban las «aguas del caos», el mar cósmico, hogar de monstruos míticos derrotados y muertos por Dios; en Éxodo 20:4, Dios advierte contra hacer una imagen de cualquier cosa ubicada «en las aguas debajo de la tierra». También había aguas sobre la Tierra, por lo que la raqia (firmamento), un cuenco sólido, era necesario para evitar que inundaran el mundo.[80]​ Durante el período helenístico, esto fue reemplazado en gran medida por un modelo más «científico» como lo imaginaban los filósofos griegos, según el cual la Tierra era una esfera en el centro de las capas concéntricas de esferas celestes que contienen el sol, la luna, las estrellas y los planetas.

La idea de que Dios creó el mundo de la nada (creatio ex nihilo) es fundamental hoy en día para el judaísmo, el cristianismo y el islam; de hecho, el filósofo judío medieval Maimónides sintió que era el único concepto que las tres religiones compartían,​ pero no se encuentra directamente en Génesis, ni en toda la Biblia hebrea. Según Walton, los autores sacerdotales de Génesis 1 no estaban interesados en los orígenes de la materia (el material que Dios formó en el cosmos habitable), sino en la asignación de roles para que el cosmos funcionara.​ John Day, sin embargo, considera que Génesis 1 proporciona claramente un relato de la creación del universo material.​ Aun así, la doctrina todavía no había sido plenamente desarrollada a principios del siglo II, aunque los primeros eruditos cristianos comenzaban a ver una tensión entre la idea de la formación del mundo y la omnipotencia de Dios; a principios del siglo III se resolvió esta tensión: la formación del mundo fue superada y la creación ex nihilo se convirtió en un principio fundamental de la teología cristiana. ​Es interesante también advertir que dichos relatos bien pudieron ser gestados en épocas muy disímiles. El primer relato llamado anteriormente "del logos" por la creación de la nada del mundo a través de la palabra, pertenece a una época más reciente que el segundo relato caracterizado por la creación de materia preexistente (barro) y que con el aliento le otorga el hálito vital (al hombre). Este último relato posiblemente es más antiguo que el primero. Es interesante advertir que en este ùltimo la imagen de un Dios-alfarero, propia de la época patriarcal, nómades por el desierto. En cambio el primer relato corresponde a un Dios-Rey Monarca, propio de la época en donde el pueblo de Israel tuvo experiencia histórica de la monarquía con Saúl, David y Salomón.

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