Apologetica-Teologia-Ciencias Biblicas

Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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miércoles, 14 de septiembre de 2016

Discipulado I: de la fe en Dios

Abraham e Isaac llevando la leña para el sacrificio por Gustav Dore

Segundo Fundamento: Fe en Dios

Carta a los Hebreos 6:1-2
1 Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertasde la fe en Dios,



En el Antiguo Testamento se usa el término en hebreo “batāh” que da la idea de esperar confiadamente en Dios. También se usa el término hebreo “amān” que significa mantenerse fiel a Dios. En el Nuevo Testamento se usan los términos griegos “élpis”, “elpizo” y “pístis”, “pistéou”. Estos términos muestran dos características principales del creyente: confianza en la persona que revela, Cristo (Juan 1:18); y apego al conocimiento revelado a través de las enseñanzas de Cristo (1 Juan 1:1, 8 cf. Hechos 1:1). El arrepentimiento y la fe son la entrada para disfrutar la salvación (Hechos 2:38). La fe que salva es dada por Dios. La fe es un regalo de Dios porque convence de pecado y de juicio a través del Espíritu Santo (Romanos 12:3 cf. Juan 16:8-13). El Espíritu Santo guía al ser humano a la verdad, trae esa convicción que da sentido a la obra y enseñanzas de Cristo. Después, la persona decide aferrarse a esta enseñanza y confesarla como suya. Ambas palabras ponen de manifiesto las dos características del verdadero creyente: «confianza en la persona que revela», y «adhesión del intelecto a sus signos y palabras».

Fe
La Fe es un concepto judío que se deriva de emuná que significa tres cosas: firmeza, seguridad y fidelidad. Para el pensamiento judío, una fe que no incluya seguridad o fidelidad, es lo mismo que separar el espíritu del cuerpo, es decir: es una fe muerta (Santiago 2:26). Ésta es la definición de la fe dada en la carta a los Hebreos 11:1

En hebreo se usan dos palabras para fe, que son Emuná y Bitajón, que se puede traducir como creencia, convicción, fe, y confianza, seguridad. Donde Emuna es la racionalidad y Bitajón es la causalidad.

Emuná es la forma femenina de Emet, que significa verdad. Es decir, alguien con emuná es una persona que no se aparta de la senda de la verdad. Por esto, se le denomina al fiel, al creyente: mahamin, alguien con emuná, pues anda con verdad hacia Dios. Además, se asocia directamente en la lengua sacra con el verbo “entrenar”, lo que lleva a considerar que la creencia no se basa en sentimientos, en pensamientos vagos, en absurdos irracionales, sino en un ejercicio intenso en los cinco planos de existencia, que conlleva una certeza clara de que Dios existe y cumple Su palabra.

Es decir, la verdadera “fe”, mejor llamada convicción o certeza, no requiere de ceguera, sino por el contrario de una claridad intensa de los sentidos, de una búsqueda poderosa de explicaciones, de una profundización esforzada para develar la existencia de Dios. Por supuesto que habrá aspectos que nuestra limitada capacidad no logrará descifrar, pues no alcanzamos la comprensión cabal de Dios. Sin embargo, el abandonarse a la “fe” sin encontrar respuestas racionales es el último peldaño de la emuná y no el primero como exigen las sectas cristianas y las ideologías manipuladoras. No se debe seguir a Dios por fe ciega, sino porque luego de buscar te has encontrado con que Él es.

Bitajón se asocia directamente con seguridad, con garantías, con la confianza ya no sólo en la existencia de Dios, sino en su presencia y su atención permanente en su creación. Quien confía en Dios, no solamente concibe que existe, sino que además está interesado en todo lo que acontece y nada queda por fuera de su control y Juicio. En Salmos 56:12. El salmista lo dice con claridad, su bitajón está puesta en el Eterno. El salmista sabe que el hombre puede hacerle daño y que quizás esa maldad se llegue a concretar. Sin embargo, no teme, no se angustia, no se deja vencer por las emociones negativas. Aunque padezca, su corazón está en armonía con Dios, pues sabe que no queda nada impune, sabe que el dolor de este mundo no es nada comparado con el gozo del mundo venidero. Confía en que aunque fracase, a ojos de los hombres, por su integridad ha triunfado y es exitoso. Por supuesto, es un nivel muy alto de confianza en Dios, pero ahí está, para que lo alcancemos.

Quien cuenta con emuná pero es débil en bitajón, por ahí no duda en la existencia de Dios, pero tiene sus períodos en los cuales le inquieta que no haya un Amo activo y consciente de las circunstancias de su mundo. Quien tiene bitajón, necesariamente debe tener emuná, pues difícilmente pueda una persona considerar que Dios actúa en la naturaleza si desconfía de la existencia del Amo.

Veamos como ha sido traducida esta palabra en diferentes pasajes biblicos: Deuteronomio 32:4 El es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad (emuna), ... E Isaias 25:1. La raíz de esta palabra emuna es común con la palabra aman, y como esta palabra aman es traducida en algunos pasajes: Génesis 42:20 Pero traeréis a vuestro hermano menor, y serán verificadas (aman), ....Y Ruth 4:16 Y tomando Noemí el hijo, lo puso en su regazo, y fue su aya (aman).

Abraham
La convicción y la certeza que Abraham tenía en su corazón hicieron que dejase su tierra y su familia y empezó a caminar sin sabr a dónde iba. Un día Abraham estaba sirviendo a ídolos y al día siguiente estaba sirviendo al Dios Vivo.

Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. Hebreos 11:2. En este versículo podemos comprobar que la Fe bíblica es una Fe Obediente, es una Fe Activa, una Fe que obra. Por la fe los antiguos “alcanzaron buen testimonio”. La lista que encontramos en este capítulo no se debe a sus acciones, justicia, bondad, estos hombres y mujeres de Dios aparecen en este capítulo por la FE que tuvieron en Dios y en su Palabra.

Caín y AbelPor la Fe Abel ofreció un sacrificio mejor que el de Caín y por haber ofrecido un sacrificio mejor fue declarado justo. Hebreos 11:4. Génesis 4:1-7. Cuando leemos este texto con cuidado podemos notar que Caín y Abel sabían perfectamente lo que Dios esperaba de ellos. Abel decidió acercarse a Dios de la forma que Dios había establecido, sin embargo, Caín decidió acercarse a Dios a su manera. Abel dio a Dios lo que Dios demandaba. El problema de Caín no fue que no diera nada a Dios, el problema fue que lo que le dio, Dios no lo estaba demandando.

Podemos observar que Caín creía en Dios, ya que se acerca a El. Pero no creía A Dios. Abel creía en Dios y creía a Dios. Muchas personas quieren ganarse el favor de Dios por medio de sacrificios que Dios no demanda, a esta forma de pensar y de actuar se le llama “el Camino de Caín” en Judas 11. Cuando la gente rechaza la única manera en la que nos podemos acercar a Dios, están siguiendo el “Camino de Caín”.

En el Nuevo TestamentoLos escritores del Nuevo Testamento combinan o equiparan la fe en Dios con la creencia en Jesucristo. El evangelio de Juan es particularmente enfático a este respecto, donde Jesús es citado. Juan 5:22-23. Y cuando le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?", el escritor dice que contestó: "que creáis en el que él ha enviado.". Juan 6:28-29.

Pistis
La palabra "fe" fue traducida del griego πιστις, pi'stis. En el Nuevo Testamento esta palabra fue usada como un sustantivo-verbo, lo que no tiene conversión al español. En el contexto del Nuevo Testamento Pistis es una acción física, basada en una creencia mental y sostenida con la confianza; de hecho es la traducción de la palabra hebrea Emuná. En este contexto, creencia no es sinónimo de fe, porque la creencia principalmente expresa la acción mental, pensamiento de confianza o firme persuasión, no el acto físico. Dependiendo del contexto, la palabra griega también puede entenderse como referida a "lealtad" o "fidelidad" (ver 1 Tesalonicenses 3:7 con Tito 2:10).

El espíritu de fe se basa en la Palabra de Dios, y habla conforme a lo que la Palabra dice. 2 Corintios 4:13. A pesar de las circunstancias, los problemas o los escasos recursos, el espíritu de fe proclama la verdad de la Palabra y no se mueve. Es la certeza y la convicción de las cosas que no se ven. Esto es fe. Y sin esta convicción y certeza en Dios y en su palabra, es imposible agradarle.

La fe brota de una sola fuente. Romanos 10:17 Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. La fe solamente viene y se desarrolla por el oír la palabra de Dios. A la medida que una escucha con su corazón la Palabra de Dios, tendrá la capacidad para tener fe y el espíritu nos guiará a toda verdad, Romanos 3:31.

Hupostasis
La palabra griega Υποστασις (hy-po'sta-sis), traducida como "garantía" aquí, comúnmente en los antiguos papiros de documentos comerciales aparece transmitiendo la idea de que un convenio es un intercambio de garantías que aseguran la futura transferencia de las posesiones descritas en el contrato. En vista de esto, Moulton y Milligan sugieren la interpretación: "La fe es el título de propiedad de las cosas que se esperan" (Vocabulario del Testamento griego, 1963, pág. 660).

El capítulo que expresa de una forma clara y contundente la importancia de la Fe lo encontramos en el libro de Hebreos 11:1. La Fe no es una fe ciega, es una Fe basada en Dios y en su Palabra. La Fe es una certeza, es una convicción. Hebreos 1:8.

Veamos otras versiones:
“Es pues la fe la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven.” R.V. 1909.
“Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve.” N.V.I..
“Ahora, la fe es la sustanciación (dar sustancia) de las cosas que se esperan, la convicción de las cosas que no vemos.” Darby.

Como podemos comprobar no ha sido fácil para los traductores buscar una traducción satisfactoria para la palabra fe, por eso unas versiones dicen que la fe es la sustancia, otras dicen la sustanciación, otras la certeza, otras la garantía, debe ser muy difícil expresar con palabras principios y realidades espirituales con un vocabulario tan limitado como el nuestro.

La palabra hupostasis aparece dos veces más en el libro de Hebreos. Hebreos 1:3, y Hebreos 3:14. Teniendo en cuenta que la palabra hupostasis no es un nombre, la mejor traducción sería la de Darby.

La fe da sustancia a las cosas que se esperan, esto implica un proceso (sustanciación), la fe no es algo estático, es algo dinámico, es el proceso de dar sustancia en el mundo físico a las cosas que esperamos. La fe es un proceso, es una posición, cuando Pedro caminó sobre el agua su fe se estaba ejercitando, su fe daba sustancia a lo que hacía, pero cuando dudó empezó a hundirse, si la fe fuese una sustancia no habría desaparecido tan deprisa, pero la fe es una posición y no se requiere mucho tiempo para pasar de una posición de fe a una posición de duda donde nos hundimos, y nuestra fe deja de dar sustancia a lo que creemos y esperamos.

Elengchos
La segunda palabra que encontramos en Hebreos 11:1 es elengchos: “Es, pues, la fe la hupostasis de lo que se espera, la elengchos de lo que no se ve.”

La palabra griega e´leg-khos traducida "certeza" o "convicción" comunica la idea de traer de ahí en adelante la evidencia que demuestre algo, particularmente algo contrario a lo que parece ser el caso. Por eso, esta evidencia hace claro lo que no se ha discernido antes y así refuta a lo que parece ser que es. Esta evidencia por convicción es tan positiva o poderosa, que se dice que la fe es eso. La fe cristiana, descrita en estos términos, no es sinónimo de credulidad. En hebreos se describe el significado y el rol práctico de la fe: Hebreos 11:6. Elenjos se suele traducir tradicionalmente por: 'convicción', pero como hemos visto, la fe no es sólo convicción; sino obrar consecuentemente con lo que uno cree. Élenjos también significa: "evidencia" o "prueba de algo". Así pone Santiago el ejemplo de Abraham: que creyó a Dios y le fue contado por justicia, pero únicamente validó esa convicción cuando llevó a su hijo al altar, como Dios le había mandado (Hebreos 11:17; Santiago 2:21-22).

También es corregir, reprender
Esta palabra es un nombre y el verbo correspondiente a esta palabra es elengcho. Esta palabra no solo nos habla de una evidencia o de una convicción, esta palabra implica una amonestación, una reprobación o una reprensión. Cuando amonestamos a alguien le damos una evidencia para probar que está equivocado. Un pasaje donde aparece la palabra Elengchos. es 2 Timoteo 3:16.

Cuando reprendemos a alguien le damos evidencia de que lo que está haciendo está mal, por tanto la palabra Elengchos no solamente implica dar una evidencia sino que implica el derribar todo lo que no es correcto.

Otros versículos donde aparece la palabra elengchos son Tito 1:9, 13. ...9 retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer (elengchos) a los que contradicen ...13 Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos (elengchos) duramente, para que sean sanos en la fe. y Tito 2:16 Esto habla, y exhorta y reprende (elengchos) con toda autoridad. Nadie te menosprecie.

Entonces la definición bíblica de la fe: “Es, pues, la fe El Proceso de Sustanciación (traer al mundo físico lo que creemos y esperamos) de lo que se espera, la Reprensión (el mundo espiritual reprende todo lo que ve en el mundo físico para establecer y traer las realidades del mundo espiritual) de lo que no se ve.” Hebreos 11:1.

Cuando miramos al viento nos convertimos en gente de poca fe y nos empezamos a hundir, cuando miramos lo que se ve estamos dejando nuestra posición de fe y nos metemos en una posición de duda, de temor, de incredulidad, una posición que no producirá nada bueno en nuestras vidas. 2 Corintios 4:13; 2 Corintios 5:7. Lo contrario de caminar por fe es caminar por vista, caminar por fe es movernos por lo que creemos, caminar por vista es movernos por lo que vemos.

Por esto la fe es una dependencia en la auto revelación de Dios, especialmente en el sentido de confianza en las promesas y de temor de los tratos que están escritos en la escritura hebrea. Es obvio que los escritores suponen que su concepto de fe está enraizado en las escrituras.

La fe salvadora
Esta es la manifestación clarísima de Pistis en cuanto a la verdad revelada. Es la máxima, la más importante de las caras de ese Pistis, ya que nos atañe directamente a los que somos de la fe. La primera vez que la Biblia nos habla de creer, es en cuanto al padre Abraham en el libro de Génesis: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (15:6). El apóstol Pablo en Romanos 4 se apoya en esa declaración bíblica para decir inspiradamente que de igual modo la fe o creencia a Dios (no sólo en Dios) justifica al creyente en Cristo. Romanos 4:1-3. Este es la principal acepción del término: Fe. Este tipo de fe es la fe salvadora, y concuerda con lo dicho en Hebreos 11:1.

Como certeza, es la “base segura” en el griego literal; y como convicción, es la “prueba segura” en el griego literal. Obviamente, hablar de “base segura” y de “prueba segura”, no es hablar de una percepción humana o basada en lo humano, sino de una revelación de Dios, el cual jamás miente. Por lo tanto, aquí estamos hablando de un auténtico tipo de fe: la revelación de Dios al hombre. En ese sentido podemos afirmar que la Biblia es el libro de la Fe, ya que podemos creer y confiar en lo que en ella está escrito, conforme a como está escrito.

La fe salvadora en contraste con la creencia
Mucha gente dice, “yo creo en Dios”. Paradójica y lamentablemente, el diablo también cree en Dios: “Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. Santiago 2:19.

El diablo sabe que lo que dice la Biblia es verdad y que tiene su cumplimiento cabal en su tiempo, pero no quiere que eso ocurra. De igual manera, hay quienes creen que lo que dice la Biblia es verdad, pero no quisieran que eso fuera así. Estos son los enemigos de la fe. El creer en el sentido de un simple asentimiento mental, no es creer conforme a la fe. La fe engloba la creencia, pero va más lejos que esta, dándose de una manera vital a su objeto o sentido de ser. Esto significa que dicha creencia obtiene el resultado por el cual existe. Dicho de otra manera:“porque creo, espero que ocurra todo lo que creo, y tengo la certeza de ello”. Esa es una fe viva, en contraste con la mera fe intelectual, la cual ni vive, ni experimenta lo que expone creer.

La Fe y la Esperanza
Para entender la fe, debemos entender que la fe y la esperanza son cosas diferentes, pero que trabajan juntas para que podamos recibir de Dios. La fe se encuentra en el tiempo presente mientras que la esperanza en el futuro. La esperanza esta siempre en el futuro, nunca nos ofrece la seguridad que tendremos las cosas que queremos recibir. Lo que nos da la seguridad es la fe.

Lo que hace la esperanza es trazarnos la meta, mientras que la fe la realiza. Es como el Ingeniero y el arquitecto, el arquitecto realizaba los planos de la casa y luego la construye el ingeniero. La fe cree que recibe ahora; la esperanza en el futuro. La fe y la esperanza son dos tiempos diferentes para recibir de Dios.





La Fe es la Evidencia de lo que no se ve

La fe en Dios cree en la Palabra de Dios a pesar de las circunstancias en las que estemos.

2 Corintios 4:18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

¿Qué es algo temporal?, una cosa que está sujeta a cambio. El problema o necesidad que tienes puede cambiar; no importa cual sea la circunstancia que estés pasando, está sujeto a cambio. ¿Existe algo que sea eterno? Si, la Palabra de Dios. La Palabra de Dios es eterna.

Mateo 24:35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Santiago 1:17 Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.

Malaquías 3:6 Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.

Dios no es un ser inconstante, ni variante, ni cambiante; Él sigue siendo siempre el mismo; y Su Palabra tampoco cambia. Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta, las cosas que ha dicho las cumplirá en nuestra vida; Él apresura su Palabra para ponerla por obra (Números 23:19, Jeremías 1:12). Podemos caminar confiados porque tenemos un Dios que cumple perpetuamente su Palabra a nuestro favor. Las circunstancias o problemas que pasemos son cosas temporales que cambian cuando ponemos lo eterno en nuestras vidas. Si las circunstancias te hacen sentir enfermo solo debes declarar lo que dice 1 Pedro 2:24: “Soy sano por las llagas de Jesús.” Si tienes problemas financieros solo cree lo que dice Filipenses 4:19: “Mi Dios suplirá todo lo que me falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” La Palabra de Dios tiene la respuesta a tus problemas. Abraham no creyó lo que sus sentidos le decían, no creyó lo que sus ojos veían; él estaba completamente convencido de que Dios iba a cumplir la promesa que le había hecho y su fe trajo como resultado el nacimiento de su hijo Isaac cuando tenía cien años. Abraham no miró las cosas que se veían, sino lo que no se veía la palabra de Dios. Así pone Yakov (Jacobo, o Santiago) el ejemplo de Abraham: que creyó a Dios y le fue contado por justicia, pero únicamente validó esa convicción cuando llevó a su hijo al altar, como Dios le había mandado (Romanos 4:16-22; Hebreos 11:17; Santiago 2:21-22).

Proverbios 4:20-22
20 Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. 21 No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón; 22 Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;

Comprendamos el asunto de la fe: qué creer, qué no creer, cómo creer, etc. conforme la Biblia nos lo muestra.

La Fe y la Razón: La razón humana y su propia Limitación

Los cristianos verdaderos pertenecemos al Reino de Dios, el cual no es de este mundo aunque está en este mundo, justo en nosotros, que también estamos en el mundo, aunque no somos del mundo.

“Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19). “nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).

Siendo ya ajenos a este mundo, Dios quiere que todavía estemos en él, pero que no nos contaminemos con él. Como ciudadanos de la ciudad santa, la nueva Jerusalén, aun y estando físicamente aquí en esta tierra, debemos vivir conforme a la voluntad de Dios, según la guía del Espíritu Santo y de Su Palabra, la Biblia. En ese sentido, la fe nos es indispensable. Veremos que la fe es un concepto mucho más amplio y variopinto del que en primera instancia podemos pensar, que contempla modo de puzzle varias y entrelazadas acepciones. La fe es el vehículo de Dios en el cual nos desplazamos en este mundo perdido y condenado. Es también el conducto de Dios por el cual recibimos lo que es de Él. La fe es esto y mucho más. La buena noticia es que como gente nacida de nuevo, el vivir en fe y por la fe, es algo con lo que podemos contar, porque es parte de nuestra nueva manera de vivir desde que pertenecimos a Dios. Los que no son de la fe, no pueden agradar a Dios, a diferencia de los que sí somos de la fe. La fe es exclusiva de los llamados y escogidos:

Romanos 8:29-32
29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. 31 ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 32 El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?.

“Aunque estamos en el mundo, los cristianos no somos del mundo; sólo estamos de paso en él”

La fe en cuanto a la verdad

La fe (Pistis) tiene también el sentido de la verdad como hemos visto. Partiendo de los dos vocablos en español: fe y verdad, vemos que van de la mano. La fe que creemos es la verdad. Cristo dijo: “Yo soy el camino, la verdad…” (Juan 14:6). Creer en Jesucristo es creer en la verdad. Por tanto, los que somos de la fe, somos de la verdad. Así pues, en este sentido la fe nos salva, porque el creer la verdad nos salva. La mentira, aún la agradable a los sentidos, es muerte. Es sólo apariencia que no produce el resultado que muchos que la creen, esperan. La fe en este caso es la declaración de la verdad revelada por Dios para la salvación del creyente. Ahora veremos que así como esa verdad nos ha sido revelada (fe revelada), esa verdad es preciso defenderla.

El compromiso de la defensa de esa fe

Clarísimamente la Palabra nos enseña que esa fe; es decir, esa verdad revelada por Dios, ha de ser defendida por los creyentes con sinceridad, seriedad, eficacia y determinación (Judas 1:3). Dios nos da la responsabilidad de defender la fe, de nuevo, la verdad, revelada a los santos. Muchos dicen que es cosa de Dios el “juzgar”, y que sólo hay que orar y poco más. No es cierto. La verdad revelada, también llamada, la fe revelada, ha de ser defendida por los que somos de esa verdad. En este sentido leemos en el diccionario bíblico ilustrado: Por esto los cristianos deberían contender eficazmente para no perderla [la verdad]. Se trata de un depósito fundamental. Son muchos los falsos profetas que han salido al mundo, y que se han introducido encubiertamente para predicar herejías destructoras, negando la persona y (o) la obra de Jesucristo (1 Pedro 2:1; Judas 1:3-4).

“Existe una notable diferencia entre juzgar y condenar. El juzgar es propio del cristiano (Juan 7:24), no el condenar”.


La Fe desde tiempos remotos

¿Qué le ocurrió a aquel antepasado humano que comenzó a creer en los dioses? ¿Por qué nuestra especie tiene esa especial tendencia a la fe religiosa?  

La ciencia, especialmente la neurología, ha entrado de lleno en la búsqueda de respuestas dentro del cerebro, que por el momento son muy complejas. Mucho se ha avanzado desde que el anatomista Franz Gall, a principios del siglo XIX, dijera que había encontrado el órgano de Dios en el cuerpo, lo que le valió la condenación eterna. Ahora, muchos investigadores prestigiosos están convencidos de que las redes neuronales están detrás de esa tendencia a la espiritualidad, que es innata y que se ha repetido en todas la culturas y civilizaciones. Si hace unos años, el biólogo americano Dean Hamer aseguraba haber hallado el gen de Dios, ahora investigadores del Instituto Nacional de Desórdenes Neurológicos en Bethesda (EEUU) han revelado las zonas del cerebro que se activan con la fe religiosa, que son las mismas que los humanos empleamos para comprender las emociones, los sentimientos y los pensamientos de los demás.


Jesús y la fe

Dos velos hay que nos cierran la mirada a la realidad viva de Jesús.

-El primero es nuestra ignorancia. Hemos de confesar que no es mucho lo que sabemos acerca de Él. Nos afanamos por infinitas cosas, vamos ávidos y anhelosos tras ellas. ¿Pero tratamos de oír y preguntar, de leer y estudiar con el mismo interés y afán quién es Jesús? ¡Somos ignorantes acerca de Él, lo somos!.

-El otro velo es que creemos saber, y en realidad sólo estamos acostumbrados a oír una y otra vez las mismas palabras, hechos y afirmaciones. Y esta rutina, que imposibilita toda fresca impresión, vela casi más gruesamente nuestra mirada que la misma ignorancia. He ahí por qué estamos haciendo reiteradamente en estas meditaciones un doble ensayo: el de mirar, preguntar, estudiar desde puntos de mira nuevos y juntamente de quitar la parda capa de la rutina y llegar a la novedad de la figura. Así preguntamos ahora. Lo que hace tal al cristiano es su fe, aquella vida interior que la predicación de la revelación despierta en él apenas la recibe en sí.

Ahora bien, ¿en qué relación está Jesús respecto de la fe?

Desde luego no nos referimos a lo que dice sobre la fe, ni a cómo nos lleva a la fe, ni a lo que El exige de ella. Lo que preguntamos es si El mismo es un creyente. Cuando Jesús habla del Padre, ¿habla por fe? Hay una teoría acerca de Jesús y de su relación con Dios, según lo cual, Jesús fue un hombre como nosotros, uno de nosotros en todo. El buscó, como nosotros, la salud. Y la halló, como a nosotros se nos promete y se nos da, en su relación con Dios. Lo grande en El está precisamente en que fue sólo hombre, siquiera el más alto y más cercano a Dios. Por eso puede ser realmente nuestro guía. Se halla en la misma línea que nosotros, si bien un gran trecho más adelante. Su vida tiene la misma dirección que la nuestra: de lo humano a Dios. Consiguientemente fue también un creyente. Eso sí, con fuerza creadora, ya que El instituyó formalmente la actitud creyente del cristiano y dio el ejemplo de ella. Pero creyó. En esta teoría hay algo grande. Alienta en ella un deseo particular de tomar realmente en serio lo cristiano. Pero cree que sólo puede hacerlo, si el que trajo la actitud cristiana al mundo fue de todo en todo como uno de nosotros. Ahí justamente siente esa teoría la invitación y la fuerza, lo que realmente obliga, lo que prende en lo real. Mucho habría que decir sobre eso. Sobre todo que, en esa concepción no se da ya una redención real. Con lo cual cae lo más profundo del cristianismo. Pero prescindamos totalmente de eso: si abrimos el Nuevo Testamento y vemos la postura que toma Jesús ante Dios, cómo habla de El y cómo se sitúa El, en este hablar, delante de Dios, hemos de decir que no queda nada de lo que esta teoría siente. Si nos acercamos a Él con una opinión preconcebida, si realmente dejamos hablar al Evangelio, hemos de afirmar que Jesús no fue un creyente.

Porque, ¿qué significa la fe?.

Supongamos uno que no ha oído aún palabra acerca de la revelación cristiana o que, por lo menos, no ha sido realmente tocado por ella. Un día tropieza con un libro que habla de lo cristiano o conoce a un hombre que vive en lo cristiano, y entra en contacto con ello. Se entabla una discusión; las preguntas van y vienen, hay aproximación y retroceso. La cosa se toma en serio, se penetra más y más, hasta que un día ese hombre se halla ante la última decisión y se atreve a dar el paso hacia la fe. A través de esa discusión se le ha abierto, dentro del ámbito de la existencia humana, una nueva realidad. Por su decisión la ha aceptado realmente y se ha colocado en ella con lo más íntimo de su ser. La fe significa, por tanto, establecer enlace con la realidad divina que aparece en la revelación. Significa abrazar esa realidad y vivir de ella. Esto significa audacia y esfuerzo, significa una transposición y transformación de la propia existencia en el sentido de aquella realidad y desde ella también. Pero significa también nuevas conmociones que se suceden constantemente. En determinados momentos aquella realidad se presenta sensible y poderosa; en otros se vela y retrocede. Hay momentos en que brilla lo que quiere; luego, a su vez, su exigencia se torna oscura. O bien aquella realidad aparece conocida y familiar al espíritu, y de pronto surgen en ella nuevos aspectos, nos plantea nuevas exigencias y el conjunto se torna nuevamente problemático. Y luego penetrando todo lo dicho: Aquella realidad viene de arriba y lo que hay en el hombre, de abajo. Y esto se resiste, no quiere entregarse, no se resigna a la muerte del hombre viejo.

Así, la fe significa siempre lucha renovada por la fe; prueba y abnegación y constancia hasta lograr nueva seguridad. Si se trata de un hombre que ha crecido en la fe, las cosas pueden tomar en muchos puntos otro curso. Pero también él tendrá que pasar por una crisis de la fe más o menos profunda. Y aun después que nuevamente haya asentado el pie, su fe se verá una y otra vez rozada por la cuestión de la fe y tendrá que demostrarse: en la lucha por la fe. Cierto que la fe crecerá, logrará nueva certeza y claridad; de pistis, confianza de la fe, pasará a ser, cada vez más claramente, gnosis, conocimiento de la fe; sin embargo, la fe está siempre en tensión, y esta tensión ha de superarse constantemente. Si partiendo de aquí miramos a Jesús y preguntamos si fue un creyente, la respuesta más espontánea ha de ser que no. Jesús no pasa del no creer al creer. Tampoco se ve en El que una primera vida infantil de fe haya sido sacudida por crisis, de las que saliera su fe renovada y fortalecida. En Jesús no hallamos ni pruebas o tentaciones contra la fe ni lucha y victoria de la fe. Es más, en El no hallamos en absoluto la actitud de la fe, que consiste en que el hombre abraza una realidad que le sale al encuentro, ni la lucha de la "antigua" realidad, centro de su vida, con la nueva que se despierta, con todo lo que ello supone de conmoción y abnegación. En Jesús no se da en absoluto la contraposición del que revela y del que recibe. Pudiéramos expresarlo diciendo que Jesús tiene lo que dice. Posee al Dios de quien habla. Aquí no hay dualidad, sino unidad. Sin duda se siente una lucha profunda y misteriosa. Sin duda se perciben tensiones, discusiones. En eso se apoya la opinión que quiere ver a Jesús simplemente en actitud humana, y de ello tendremos que hablar todavía. Pero todo eso se sitúa en otra parte. No afecta a la fe. Ahora pudiera decirse: Bien, Jesús no fue un creyente. Fue un iluminado. La palabra de Dios no llegó a El por un mensajero de la fe ni El la recibió con fe. El es quien trae la palabra de Dios. El es el mensajero de la fe, el enviado. Pero a El le fue dada por interior revelación. Así tenemos que mirar a aquellas personas, de las que nos consta con certeza que recibieron la palabra por revelación, que fueron enviados. Tenemos que mirar a los profetas.

¿Qué pasa con los profetas bíblicos?

En la vida del profeta llega siempre el momento en que Dios pone la mano sobre él. Antes era un creyente como todo el mundo. Luego viene el asirlo Dios y se convierte en instrumento. Pero toda su vida de profeta se realiza en la tensión o contraste entre su realidad humana y terrena y este asimiento de Dios. Lo que aquí se pide al profeta no es fe; pero es algo más difícil que la fe. La lucha es más dura, las crisis más hondas y conmovedoras; la abnegación constantemente exigida más penosa. No tenemos sino seguir en los libros de los reyes la vida de un Elías o leer atentamente el libro de un Isaías para darnos cuenta de ello. Si de aquí volvemos a Cristo y preguntamos si fue un profeta, hemos de contestar nuevamente que no. No hallamos en su vida el acontecimiento de asirlo Dios, de la primera toma de posesión, de la iluminación, de la misión. Se ha querido ver ese acontecimiento en el bautismo del Jordán; pero eso no es exacto. El bautismo de fuego en el Jordán revela su misión, pero no la funda. Y tampoco hallamos en su vida la lucha entre su centro humano y su centro profético. La palabra sagrada de Getsemaní"No se haga mi voluntad, sino la tuya", significa algo totalmente distinto. No hallamos, finalmente, los momentos de agotamiento y de fortaleza, de resistencia y entrega. Nada de eso.

Jesús no es un profeta

Antes hemos dicho que Cristo tiene aquello de que habla. El Dios de quien habla está en El. Ahora hemos de mirar más agudamente y decir: Jesús no habla de oídas o de "recibidas". Habla de suyo. Es distinto del creyente; por eso habla modo distinto que el creyente. Es distinto del profeta; por eso habla de modo distinto que el profeta. Si ponemos atento oído a la manera cómo Jesús habla de Dios, cómo anuncia y requiere, nos sentimos llevados hacia un misterio íntimo, que se sitúa totalmente aparte del misterio del creyente y del profeta: al misterio del Dios-hombre.

Entendiendo más acerca de la fe: La fe y la razón

La Biblia enseña una fe racional, basada en el conocimiento y refinado a través de la prueba. Se anima a que los Cristianos usen sus mentes en todos los aspectos de la vida, incluyendo nuestra vida espiritual, la oración y culto. Dios valora la veracidad a un sumo grado y quiere que sepamos la verdad sobre Su creación, la naturaleza de Su ser y Sus escrituras. Finalmente, Dios quiere que todas las personas vengan al conocimiento de la verdad de Su salvación a través de Jesucristo, para que ellos puedan pasar la eternidad con Él en la nueva creación.

Romanos 12:1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 

La fe viene de parte de Dios, es decir Él te la da, de hecho te dio a ti una medida de fe que puedes usar si quieres, si tú por ejemplo le pides a Dios su ayuda para dejar un pecado (por ej. el alcohol) basándote en la promesa que dice "todo lo puedo en Cristo que me fortalece" y Él te responde, y conforme pasan los días ves la respuesta, te das cuenta de que en verdad Cristo ha fortalecido tu corazón, con las evidencias tu fe se fortalece, tu mente lo comprueba y cuando alguien te dice: No puedo dejar el cigarro, tu le dices Dios puede ayudarte, razonas a partir de tu experiencia, comienzas a conocer a Dios y como actúa, definitivamente existe también un componente de poder, puesto que es Dios, pero la razón humana llega a comprender a través de la fe la experiencia espiritual y a validarla como verdadera conforme la comprueba.

Mayormente, de unos 200 años a esta parte, se ha presentado la fe como opuesta a la razón. Se nos ha presentado la razón humana como superior a la fe, la cual se ha ridiculizado. El hombre, en su intento de buscar su lugar en el universo apartando a Dios de en medio, abandonó en gran manera la racionalidad por el racionalismo. Lo cierto es que la fe no se opone a la razón, ya que una y otra son obra de Dios. La Fe es superior a la razón humana, ya que tiene que ver con la mente y la voluntad de Dios, mientras que la razón humana, sólo es humana. Como dice el diccionario bíblico: “La fe acepta la revelación venida de Dios acerca de temas que el hombre no puede llegar a conocer por su propia cuenta”. El hombre sólo puede investigar aquello que ha sido puesto debajo de su potestad. Existen tantas cosas que escapan de la mente y comprensión del hombre, como dice el proverbio:

“Para la altura de los cielos, y para la profundidad de la tierra, Y para el corazón de los reyes, no hay investigación.” (Proverbios 25:3).

Por tanto la razón humana, a pesar de su propensión al orgullo y enaltecimiento por causa de la caída del hombre, siempre estará limitada a su condición, mientras que la única limitación de la fe es el cese de la revelación de Dios, o el cese del creyente en esta tierra (1 Corintios 13:8-13). La razón humana tiene su principio y su fin, a causa de la limitación humana. En cambio la fe tiene como principio Dios, y como fin Dios también, porque depende de la voluntad de Él, no de la nuestra.

La razón humana y su propia limitación

La razón es aquella facultad por la cual el hombre puede comprender las cuestiones a las cuales puede tener acceso por causa de los sentidos. La razón ayuda al hombre en su análisis empírico de lo que le rodea, y aún de sí mismo, pero todo está limitado por su misma naturaleza. Dicho de otro modo, el hombre tiene la capacidad de acceder a la comprensión y acción de mucho de su entorno, pero la razón no podrá asegurarle que todo lo que crea entender sea toda la realidad existente. El mismo apóstol Pablo dijo algo parecido: “Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo. (1 Corintios 8:2). A causa de la caída, el ser humano ha quedado hundido en las tinieblas. De igual manera que su cuerpo está abocado a la tumba, y su corazón es capaz de lo peores pecados, su razón ha quedado falseada, y su inteligencia entenebrecida. “Profesando ser sabios, se hicieron necios” (Romanos 1:22).

La razón humana no puede llegar a la mente de Dios

El hombre actual cree que ha conseguido algo, quizás por causa del aumento en la tecnología y en el conocimiento, pero se engaña a sí mismo. Estas cosas indirectamente están ayudando a engrosar su corazón y llenarlo de altivez y soberbia. Sin detrimento de los logros y avances tecnológicos, es bien cierto que el hombre moderno cada vez está más alejado del Eterno y de lo que es eterno. Lo natural se convierte en enemigo de lo espiritual, ya que esto último le es locura (o estupidez). La razón no puede atreverse a negar algo a lo cual no tiene acceso, como la revelación de Dios. La buena noticia es esta: el hombre no está limitado por su propia e imperfecta razón, sino que tiene acceso a mucho más por causa de la Fe. Pero cuando en el “nombre de la razón”, se pretende negar la Revelación, se comete un abuso de la racionalidad, al llevarla esta - por la voluntad humana - fuera de su círculo delimitado de acción, y dicha racionalidad se corrompe viniendo a ser racionalismo.

El racionalismo es el resultado de la entronización de la razón humana sobre toda la existencia, atribuyendo a esta la capacidad de juzgar y arbitrar todas las cosas. Dicho de otro modo, es la razón humana sustituyendo a Dios. No es más que la supina necedad puesta en acción. El racionalismo es pecado básico de una infinidad de otros pecados derivados de este, mayormente los de nuestro tiempo: negación de Dios, antropocentrismo (el hombre como dios), materialismo (exaltación de lo visible por encima de lo invisible), hedonismo (culto al placer y la sensualidad), etc.. El racionalismo nada tiene que ver con la razón, que es don de Dios, por tanto, no es esta la que empuja al hombre a negar la Revelación, sino la incredulidad por causa del amor al pecado, rebelión y enemistad contra Dios (Romanos 8:7). Leemos en el diccionario bíblico ilustrado: “El conflicto no es, pues, entre razón y fe, sino entre la razón obrando un esquema mental de incredulidad y rebelión contra Dios y Su revelación”. El hombre deberá escoger si creer exclusivamente a su razón, o creer a Dios, sin abandonar su razón.

El Cerebro Creyente

Este último trabajo, publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Science (PNAS), sitúa el área religiosa en el lóbulo temporal y en el frontal, lo que indicaría, según el neurólogo Jordan Grafman, que juzgamos a Dios utilizando los mismos mecanismos que a otras personas y que, como creencias que se transmiten entre generaciones, entrarían en la memoria, la imaginación y la empatía. Ahora bien, ¿por qué se cree en algo de lo que no existe constatación?. Algunos científicos apuestan por la idea de que el cerebro está organizado para que podamos creer. Otras hipótesis defienden que la religión surgió como una adaptación evolutiva que hizo que los genes que la facilitaban se transmitieran y prosperaran: habría ayudado a formar grupos sociales cohesionados y a proporcionar consuelo en las desgracias. Así lo cree el psiquiatra Francisco J. Rubia, autor del libro 'La conexión divina': «El origen de la espiritualidad, que no de Dios, fue multifactorial. Influyeron los sueños, en los que el individuo viajaba sin mover el cuerpo, dando lugar a la idea del alma, y también la predisposición a la dualidad, porque el cerebro está organizado para ver el contraste, como es la luz y la oscuridad, lo finito y lo eterno, lo real y lo imaginario. Todo ello unía al grupo», argumenta.

Sin embargo, algunos antropólogos, como Scott Atran, de Michigan, consideran que «religiones que hablan de paraísos tras la muerte no hacen mucho por la supervivencia en el aquí y ahora». Paul Bloom, psicólogo de Yale, busca la explicación fisiológica. Argumenta que el cerebro tiene dos sistemas cognoscitivos: uno se encarga de las cosas vivas y otro de las muertas, uno se ocupa de la mente y otra de los aspectos físicos (el dualismo del que habla Rubia). Sería la explicación de por qué abandonamos el cuerpo en los sueños o en proyecciones astrales. Es la misma dualidad que prepara al cerebro para conceptos como la eternidad, la vida después de la muerte. Y añade que pensar en experiencias al margen del cuerpo, espirituales, «esta a un paso de la creación de los dioses».

La Búsqueda de Causas

Pero, ¿bastan esos dioses para dar lugar a la religión?

Deborah Kelemen, de la Universidad de Arizona, añade a este cóctel el sentido de la causa-efecto, es decir, buscar un propósito o un diseño para todo, algo que surgió por mera supervivencia (un ruido puede ser un depredador) y que el cerebro extrapola a lo demás: todo tiene un porqué. «La religión es un artefacto ineludible del cableado de nuestro cerebro», asegura Bloom en la revista 'New Scientist'. Incluso los ateos y agnósticos tendrían tendencia a pensar en lo sobrenatural. Según Rubia, en estos casos la espiritualidad innata se deriva hacia otras cuestiones, como la naturaleza. «Siempre se buscará porque produce endorfinas, y por tanto placer, pero las experiencias místicas pueden no ser religiosas», asegura. De hecho, Atran lo llama «la tragedia de la cognición»: «Los seres humanos pueden anticipar el futuro y concebir su propia muerte. Cuando los procesos naturales del cerebro nos dan una salida, la cogemos, claro», argumenta.

Luego, ¿la religión es un subproducto de la evolución del cerebro humano o fue seleccionada para la supervivencia del grupo?. El evolucionista Richard Dawkins considera correctas ambas premisas. Por un lado estaría el adoctrinamiento que se recibe del grupo, y que se acepta para no ser rechazado, pero por otro la predisposición cerebral a creer en seres invisibles, que se concretan en los de los padres. La relación religión y cerebro va, incluso, más lejos. El psiquiatra español Rubia recuerda que hay una epilepsia que afecta al lóbulo temporal y activa la religiosidad por una descarga de neuronas. «Los chamanes eran personas que entraban en éxtasis y algunos sufrían esa enfermedad. Desde antiguo eran quienes hablaban con los muertos y curaban, seguramente por poderes psicosomáticos más que otra cosa».

Continua en el Discipulado I: de la doctrina de bautismos
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viernes, 2 de septiembre de 2016

Discipulado I: del arrepentimiento de obras muertas

El Hijo Prodigo, por Hans Thoma (1885)

Primer Fundamento: arrepentimiento de obras muertas

Carta a los Hebreos 6:1-2
1 Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertasde la fe en Dios, 2 de la doctrina de bautismosde la imposición de manosde la resurrección de los muertos del juicio eterno.

El arrepentimiento de obras muertas es el primer fundamento, entre seis, que vamos a estudiar. Este estudio es para personas que ya han recibido a Cristo como su salvador. Personas que han oído el mensaje de salvación, han creído en el Señor, se han arrepentido de sus pecados y han sido lavados con la sangre de Cristo.

¿Que es Arrepentimiento?
En la Biblia hay por lo menos dos términos que indistintivamente fueron traducidos como "arrepentimiento" de los manuscritos originales del antiguo testamento, y por lo menos otros dos términos griegos de los textos originales del Nuevo Testamento. No obstante, hay casos en los que esos términos no indican lo mismo, y hay versos que por lo tanto pueden resultar confusos para la interpretación, debido a las traducciones bíblicas que no llegan a diferenciarlos.

En el Antiguo Testamento, un término es "na·jám, nacham" o "nä·kham" (נָחַם) que significa "cambiar de parecer", mientras que "shub" (שׁוּב), indica el sentido de “volverse" o "retornar” de un mal camino pecaminoso.

El término "nacham" aparece unas 40 veces aproximadamente en la concordancia hebrea, mientras que "shub" aparece más de 1056 veces en el texto original del Antiguo Testamento. El uso del término "nacham" casi en todos los casos se aplica a Dios, y no al hombre, por lo cual, cuando se llega a decir en la Biblia que Dios “se arrepintió”, el texto bíblico se refiere al cambio de parecer sobre el castigo o el mal que Dios había dispuesto, propuesto o iniciado hacia el hombre impío, a menos de que éste último se arrepintiese. "nacham" por lo tanto, se refiere a la actitud de Dios hacia el hombre en función de una relación personal o la orientación de sus caminos por los que una persona anda.

La palabra hebrea na·jám, puede significar “sentir pesar; estar de duelo; arrepentirse” (Éxodo 13:17; Génesis 38:12; Job 42:6), y también: “consolarse” (2 Samuel 13:39; Ezequiel 5:13), “liberarse” o “desembarazarse (por ejemplo de los enemigos)”. (Isaias 1:24.) Sea que se refiera a sentir pesar o a sentir consuelo, el término hebreo implica un cambio en la actitud mental, o el sentir de la persona.

Por su parte, el término "shub" se refiere a cambiar una persona el rumbo de sus caminos y alejarse del pecado por el que se andaba previamente, acompañado de gran contracción. Éste es el caso de Job 42:6 donde Job escribió “Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en el polvo y en la ceniza”, y el caso de Números 23:19 donde se dice que "Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta", donde el uso del término quiere decir que Dios no puede volverse de algún camino pecaminoso, dado que Dios siempre ha sido Santo y nunca ha pecado. En otras palabras, Dios, como deidad perfecta, no cambia en su naturaleza esencial (Malaquías 3:6, Hebreos 13:8), lo que cambia es la relación y la actitud de ira o misericordia, bendición o juicio que tiene hacia el hombre.

En los manuscritos mas antiguos del Nuevo Testamento, las palabras griegas traducidas como arrepentimiento son 'metanoia' (con su forma verbal 'metanoeo') y 'metamelomai'; de las cuáles metanoeo (arrepentirse) es usada predominantemente para referir un cambio moral radical en el modo de creer y en el modo de actuar. Metanoia aparece unas 22 veces a menudo relacionado con la salvación, mientras que metanoeo aparece unas 34 veces. En griego se usan dos verbos en conexión con el arrepentimiento: me·ta·no·é·ō y me·ta·mé·lo·mai. El primero se compone de me·tá, “después”, y no·é·ō (relacionado con nous, mente, disposición o consciencia moral), que significa “percibir; discernir; captar; darse cuenta”. Por consiguiente, el significado literal de me·ta·no·é·ō, es “conocer después” (en contraste con “pre-conocer”), y se refiere a un cambio en la manera de pensar, la actitud o el propósito de una persona. Por otro lado, me·ta·mé·lo·mai viene de mé·lō, que significa “preocupar; interesar”. El prefijo me·tá (después) le da al verbo el sentido de “sentir pesar” (Mateo 21:29; 2 Corintios 7:8) o “arrepentirse”.

Por consiguiente, me·ta·no·é·ō recalca el cambio de punto de vista o disposición: el rechazo del modo de proceder pasado o que se ha pensado emprender por considerarlo indeseable (Apocalipsis 2:5; 3:3); por otro lado, me·ta·mé·lo·mai subraya el sentimiento de pesar que experimenta la persona. (Mateo 21:29.) El Theological Dictionary of the New Testament (edición de G. Kittel, vol. 4, pág. 629; traducción al inglés de G. Bromiley, 1969) dice: “Por lo tanto, cuando el Nuevo Testamento separa los significados de [estos términos], muestra un claro discernimiento de la naturaleza incambiable de ambos conceptos. En contraste, el uso helenístico acercó el significado de las dos palabras”. Por supuesto, un cambio de punto de vista suele ir acompañado de un cambio de sentimientos, o es posible que sea el sentimiento de pesar el que provoque un decidido cambio en el punto de vista o la voluntad de la persona. (1 Samuel 24:5-7.) Se deduce, entonces, que estos dos vocablos, aunque de distinto significado, son muy afines.

Juan el Bautista manifestó la necesidad y el requerimiento del arrepentimiento para hacer el bautismo. Esto se expresó cuando le dijo a los fariseos que no se habían arrepentido, que primero mostraran "frutos de arrepentimiento", antes de huir de la "ira venidera!". También para los otros judíos se requería el arrepentimiento, antes del bautismo, el cuál era previsto por la confesión de los pecados. De este modo el bautismo era un acto subsecuente al arrepentimiento, y fungía como un acto decisivo de volverse de la antigua forma de vida y sumergirse en la misericordia, y la justicia de aquel que ha de venir (Mateo 3:2, 11; Marcos 1:4; Lucas 3:3, 8; Hechos 13:24; 19:4).

Jesucristo, al igual que Juan el Bautista, inicio su ministerio diciendo: "Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 4:17), indicando a las personas que primero era necesario que se arrepintieran. En Lucas 13:3, Jesús habla a los judíos dejando muy claro que el arrepentimiento es un requisito para no perecer y para poder acceder a la salvación. Los apóstoles siguieron el ejemplo de Cristo, predicando arrepentimiento y perdón de los pecados para las personas que creen verdaderamente en Él y se arrepienten. El apóstol Pedro, en el día de Pentecostés, invitó a los judíos al arrepentimiento. Esto fue registrado en Hechos 2:14-40 donde se muestra que solamente después del arrepentimiento, los judíos pudieron recibir la promesa del Espíritu Santo y el Don de lenguas ejemplificando la importancia vital que tiene para el cristiano. El llamado que hace Jesús a las personas para que se arrepientan se menciona explícitamente en Marcos 1:15 y 6:12, y en Mateo 4:17, 11:20 y 12:41. Además se destaca en el evangelio de Lucas 5:32; 10:13; 11:32; 13:3, 5; 15:7, 10; 16:30; 17:3; y 24:47) y en Mateo 10:7 Jesús exhorta a sus discípulos a predicar de la misma forma. Otros dichos e incidentes en los tres evangelios mencionados expresan muy claramente el carácter del arrepentimiento que exigía Jesús a lo largo de todo su ministerio: por un lado, su naturaleza radical, como un vuelco y un retorno completos, ejemplificado en la parábola del hijo pródigo en Lucas 15:11–24; y expresando su carácter incondicional en La parábola del fariseo y el publicano, donde en su arrepentimiento, estos personajes confiesan sus pecados y reconocen que no tienen absolutamente ningún derecho ante el Dios Padre, y enseguida se entregan a Dios sin excusas o intentos de justificación personal (Lucas 18:13). 

El acto de dar la espaldas a la inmoralidad y al estilo de vida anterior queda evidenciado en el encuentro con el joven rico (Marcos 10:17–22) y con Zaqueo (Lucas 19:8). Además, en Mateo 18:3 se estipula muy bien que la conversión significa llegar a ser como un niño, es decir, reconocer la propia inmadurez y la incapacidad de vivir sin la guía de Dios, de modo que finalmente se acepta una total dependencia de Él. Otro de los ejemplos del arrepentimiento en el Nuevo Testamento, se encuentra en la narración de Zaqueo quien recibió la visita de Jesús en su casa. Cuando la gente criticaba el porqué Jesucristo cenaba con un pecador, Lucas 19:8, demostrando que su doctrina busca la regeneración de los pecadores, que son sacados de los malos camino y llevados al camino de la justicia. Esto en la misma línea de pensamiento que Lucas 5:31. Así mismo, el Apostol Pablo en 2 Corintios 7:10 escribe que el dolor o la tristeza que es "conforme a la voluntad de Dios", produce arrepentimiento que conduce a la salvación. Es por eso que éste es considerado un elemento decisivo de la fe. El arrepentimiento es entendido, en este sentido, como un acto decisivo de cambiar la mente de uno mismo, aunque la doctrina cristiana considera que por sí solo, el arrepentimiento es insuficiente para cambiar la vida o el corazón del cristiano, para lo cuál se necesita la intervención de Dios mismo.

¿Que es Obras Muertas?
Cuando hablamos de obras nos referimos a todo lo que hacemos, sea bueno o malo. El que estas obras estén acompañadas por la palabra arrepentimiento nos dice que se está refiriendo a obras malas. La palabra muerto denota, en cierta forma, historia. Todo lo que muere, de una forma u otra pasa a ser parte de la historia, del pasado. Ya no existe. Podría haber recuerdos de esas obras, pero solo quedarán ahí, en el recuerdo, en el pasado. Esto no es en ninguna manera la errada enseñanza sobre maldiciones generacionales. Cuando tomamos en cuenta toda esta información llegamos a una definición más apropiada para arrepentimiento de obras muertas. Diría algo así: Arrepentimiento de obras malas que ocurrieron y están en el pasado.

¿Por qué, si estamos hablando de algo del pasado, es considerado esto como un fundamento, capaz de detenernos en nuestro crecimiento como cristianos?. 

Porque Satanás está tomando ventaja de la falta de conocimiento de los hijos de Dios, y los está torturando con pecados pasados, obras muertas, causando que el cristiano esté dando vueltas en un mismo circulo vicioso. Sí, vicioso porque sigue pidiendo perdón por algo ya perdonado. En el peor de los casos se queda estancado por qué ese pecado, el cual ya no existe porque ha sido perdonado, pero en su mente, sentimientos y emociones sigue existiendo, lo paraliza por completo. Está cargando con una conciencia de culpabilidad que lo arrastra y doblega hasta inmovilizarlo.

La mayoría de las veces es por causa de la ignorancia de la palabra de Dios. Nos atreveríamos a decir que más que la ignorancia de la palabra de Dios es la falta de creer a esa palabra. Se nos hace más fácil creer las mentiras del diablo que la verdad absoluta de la palabra de Dios. Sin embargo, esa falta de fe a la palabra de Dios es igual a ignorancia también.

Arrepentimiento y Remordimiento
Arrepentimiento y remordimiento suelen parecerse y confundirse, generalmente se considera que no son lo mismo. Se pueden ejemplificar en las actitudes de Judas Iscariote y de Pedro respecto a la entrega que hizo de Jesús. Judas lo traicionó pero se sintió mal por sus acciones y devolvió el dinero que le dieron: le remordió de conciencia y se suicidó. Por otra parte, Pedro negó a Jesús tres veces. Después se sintió muy mal y en la Biblia se registra que "lloró amargamente". Pedro se arrepintió y cuando Jesús resucitó, un ángel le dijo a las mujeres que fueron a la tumba vacía que anunciaran a los discípulos que había resucitado, mencionando especialmente a Pedro. La diferencia radica en que en el remordimiento de conciencia, como en el de Judas, sucede cuando el individuo se siente mal por lo que hizo, pero el sentirse mal por sí solo, no es algo que pueda lograr un cambio de vida, ni un acercamiento con Dios. En contraste, en el arrepentimiento genuino y verdadero, por un lado, comparte el pesar que viene del remordimiento, reflejado en el hecho de que la persona se siente mal por lo que hizo, pero además pide perdón por las ofensas y los pecados cometidos mediante el lloro, lamentación y/o clamor hacia Dios, y sobre todo, se vuelve de un camino en el que se es guiado por Dios espiritualmente, en obras y en vida, logrando un cambio verdadero de mente y actitud respecto al pasado.

Las tres clases de arrepentimiento
1 El Arrepentimiento es para Salvación
Este arrepentimiento es el que toma lugar cuando la persona oye el mensaje de salvación a través de Cristo, se da cuenta que sin Cristo está condenado y abre su corazón a él. En el evangelio según san Mateo, Jesús nos dice lo siguiente: “Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Mateo 9:13).

Cuando Pedro predicó su primer discurso a sus oyentes, estos, compungidos le preguntaron “Varones hermanos, ¿qué haremos? (Hechos 2:37). La respuesta de Pedro no se hizo esperar, él les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo (Hechos 2:38). Una vez el pecador a abierto su corazón a Cristo, es por medio de la persona del Espíritu Santo que Cristo entra y surge lo que se conoce como el nuevo nacimiento. La persona nace a una nueva vida en Cristo Jesús. Esto le concede el perdón total de todos los pecados que hubiere cometido hasta ese preciso momento. Dicho sea de paso, no existe pecado que la sangre preciosa de nuestro amado Cristo no pueda quitar. Todo queda completamente perdonado. Es por eso que la Biblia nos dice en 2 Corintios 5:17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas... La persona que recibe genuinamente a Cristo nace de nuevo y junto con ese nacer de nuevo es limpiado de todos sus pecados. Pero, ¿qué si peca otra vez?. Es aquí que viene el otro tipo de arrepentimiento mencionado en la Biblia:

2 El Arrepentimiento es para Restauración
Este arrepentimiento lo que persigue es llevarnos al estado original, el que obtuvimos cuando nacimos de nuevo, el de estar limpios delante de Dios. El primer arrepentimiento, el que es para salvación, es sumamente importante para las personas que no conocen a Cristo. No hay otro camino para alcanzar salvación, solo por medio de Cristo. En Juan 10:9 Jesús afirma: Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo… También Jesús dijo en Juan 14:6 Yo soy el caminoy la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí... Sin Cristo no podemos llegar a Dios, y si no podemos llegar a Dios estamos perdidos. Para la persona sin Dios el arrepentimiento para salvación es lo primero, lo fundamental. Para la persona que ya ha abierto su corazón a Cristo lo fundamental es el arrepentimiento para restauración.

Debemos recordar que Jesús, en la oración clásica de Juan 17:15 dijo: No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal... Dios en ningún momento tiene la intensión de sacarnos de este mundo. Somos sal y somos luz y es en este mundo donde podemos brillar y dar sazón. Así qué, si pensaba salirse del mundo, aislarse o apartarse, debe entender que es precisamente en el mundo donde Dios nos quiere. Debemos saber que al estar en el mundo, queramos o no, pecados se adherirán a nosotros. Estos pecados nos ensucian y nos roban nuestra limpieza original. A través del arrepentimiento somos restaurados a nuestra posición inicial poniéndonos nuevamente en el camino correcto, el de la bendición. El apóstol Juan nos dice qué debemos hacer cuando pecamos. No debemos escondernos porque no hay lugar donde escondernos que Dios no nos vea. Tampoco debemos ignorar el hecho de que hemos pecado, pensando que Dios se olvidará, porque eso no ocurrirá. La única salida para ser restaurados es el confesar el pecado a Dios. Veamos 1 Juan 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.

Sin confesar a Cristo como nuestro Salvador no hay salvación. De igual forma sin confesar nuestros pecados a Dios no hay perdón de pecados. Es por eso que el pasaje comienza diciendo “si confesamos”. Al confesar el pecado somos perdonados, limpiados y restaurados a nuestra posición original. Gracias a Dios por Jesucristo, porque según 1 Juan 2:1 él es nuestro abogado. Teniendo claro estos dos arrepentimientos, el de salvación y el de restauración, pasemos ahora al arrepentimiento de obras muertas.

3 El Arrepentimiento de Obras Muertas
El que esté mencionado como nuestro Primer Fundamento nos debe decir también cual es su importancia. No podríamos avanzar al siguiente fundamento si no tenemos puesto este primero, y así sucesivamente. En la Biblia el orden de las cosas es de gran importancia. Recordemos que no hay nada puesto en algún lugar equivocado. Todo está exactamente donde Dios quiere que esté. Así que, entendamos que si este fundamento es el primero mencionado debe ser porque es el primero en importancia y necesario para poder poner los otros. Recordemos que estamos construyendo para la eternidad. Un pueblo o un cristiano falto de conocimiento, o falto de fe en creer lo que Dios dice puede ser llevado cautivo y eventualmente, si no se repone de esa condición, puede llegar a ser destruido. Isaias 5:13. Oseas 4:6.

Lo primero que debemos observar es que estas palabras, esta invitación a construir un fundamento sólido, son para personas que ya han sido salvadas. Son personas que ya pasaron por el primer arrepentimiento, el de salvación, y esperamos que estén viviendo haciendo uso del segundo arrepentimiento, el de restauración. Quien no ha sido salvado, restaurado, limpiado y nacido de nuevo, no puede construir este fundamento.

Lo segundo que debemos observar, según la carta a los Hebreos 6 es que se está haciendo una invitación hacia la perfección, o sea hacia la madurez. La vida del cristiano es una vida en movimiento, siempre mirando a la perfección. No que lo haya alcanzado ya nos dice Pablo (Filipenses 3:12), sino que vamos en ese camino. Es en este punto donde vemos la importancia, no solo de este fundamento, sino de los otros cinco también. Sin este fundamento ningún cristiano podría avanzar a la perfección que Dios quiere que cada uno de nosotros alcancemos. Este arrepentimiento de obras muertas es tan importante que sin él difícilmente podríamos avanzar una pulgada.

Hebreos 6:1 dice: Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección. El que diga “dejando ya” no quiere decir que estos fundamentos no son importantes como algunos están tratando de decir. Tampoco quiere decir que nos debemos olvidar de ellos. Debemos conocerlos, tanto por letra como por experiencia. Repetimos, la invitación de Dios a nosotros es a avanzar, a seguir caminando, a no detenernos ni a retroceder. Prestemos atención a lo que estamos hablando desde el plano cotidiano. Una casa, por mejor construida que pueda estar, si es azotada por una fuerte tempestad o algún movimiento sísmico aconteciere cerca de ella, su fundamento puede ser afectado. Lo primero que se hace, una vez ha terminado la prueba, es salir a inspeccionar los fundamentos de dicha casa. El propósito es para ver si sufrió algún daño que podría representar algún peligro para sus ocupantes. De haber algún daño en alguna parte del fundamento, lo siguiente sería trabajar para restaurar esa parte afectada y de esa manera hacer la casa nuevamente firme y sólida. Como cristianos debemos tener esos fundamentos construidos en nuestra vida.

Sabemos que tempestades vendrán y azotaran con violencia (Lucas 6:48, Juan 16:33, 1 Pedro 4:12, pero si tenemos un fundamento sólido, nuestra casa no caerá. Algo si es cierto, una vez acabada la prueba debemos salir y examinar nuestro fundamento para ver que ninguno de ellos haya sido afectado. De haber alguno un poco debilitado debemos reforzarlo para poder estar completamente firme nuevamente. Recordemos que luego que Satanás terminó de tentar a Jesús en el desierto se apartó de él por un tiempo (Lucas 4:13). Así será con nosotros también, la tormenta será por un tiempo, pero debemos prepararnos para cuando la otra asome. El propósito final de un fundamento bien construido en nuestras vidas es que le de gloria a Dios. Es por eso que Efesios 6:11 dice Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firme contra las asechanzas del diablo. Y el verso 13 del mismo capítulo añade Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firme.

Un pueblo o un cristiano falto de conocimiento o falto de fe en creer lo que Dios dice puede ser llevado cautivo y eventualmente, si no se repone de esa condición, puede llegar a ser destruido. En este punto de nuestro estudio debemos hacer un alto para conocer algo sobre nuestro enemigo. Este pasaje bíblico de Juan 8:44 es a cierta medida el resume de Satanás, porque no hay otro pasaje que describa tan bien a Satanás, y muy en especial cuando sale de los labios de Jesús. Observemos cómo lo describió Jesús hablando con los fariseos en:

Evangelio de Juan 8:44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira. 

Todo lo que sale de la boca de Satanás lleva toda mentira y también algo de mentira. Es por eso que no debemos confiar en lo que nos pueda decir. Vimos que la falta de conocimiento abre la puerta para que Satanás venga, y su llegada no es para nada bueno, sino para hurtar y matar y destruir. Qué precioso es ver que Jesús no se detuvo ahí. Nos dice para que viene Satanás, pero también nos dice para que viene él, veamos: …yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia (Juan 10:10.) Esta vida abundante solo puede llegar a nosotros cuando conocemos que Satanás ya no tiene parte ni suerte con nosotros y que cuando él viene, viene cargado de mentiras. Por lo tanto, arrepentirnos de cosas que ya nos arrepentimos es no conocer el fundamento de arrepentimiento de obras muertas. Es estar dando vueltas en un círculo vicioso donde Satanás nos tendría cautivos y desorientados. Esto causa mucha tristeza al Señor, pues él ha venido para que disfrutemos de la libertad plena, y nos ha dado lo necesario para que así sea. La falta de conocimiento nos ata y nos hace estar cautivos.

Tres áreas indispensables
Posiblemente usted piense que esto es sencillo, pues la Biblia claramente nos dice que Dios nos perdona. Lo cierto es que es tan sencillo que podemos perder su profundidad e importancia. Nunca olvidemos que Dios es Espíritu y la única forma en que podemos recibir de él algo, es si lo creemos en nuestro espíritu. Es simple, pero a la vez profundo. Simple porque solo debemos creer, pero profundo porque muchas veces queremos creer con nuestras mentes. Prueba de esto es que confesamos algún pecado cometido conforme 1 de Juan 1:9, pero al rato el enemigo nos lanza un dardo de acusación y nos encontramos confesando nuevamente el mismo pecado que ya Dios perdonó, y nos perdonó porque él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad. 

¿Por qué, si sabemos que Dios es fiel y justo, nos encontramos confesando algo que ya confesamos?. ¿Por qué, si sabemos que Dios es fiel y justo, creemos más a la mentira del diablo que a la verdad de Dios?.

Es que conocemos los versículos de memoria, pero no los conocemos espiritualmente. Satanás también sabe que no conocemos los versículos en nuestro espíritu. Tres áreas en las cuales consideramos indispensables en la vida de cada cristiano:

-Lo primero que debemos saber es lo que Jesús nos dice acerca de la libertad. El dijo en Juan 8:32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libre. Esto es tan simple que lo pasamos por alto. Jesús es la verdad absoluta. Cuando conocemos a Jesús conocemos la verdad y esa verdad nos hace libres. Pero para poder permanecer libres de toda acusación satánica debemos permanecer en esa verdad. Debemos permanecer en Jesús. La forma de permanecer en Jesús es aprendiendo más verdades de la Biblia y aplicarlas a nuestras vidas. Miremos varias verdades que el enemigo no quiere que usted aplique a su vida. En 1 de Juan 1:9, se nos dice: Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. También se nos dice en 1 de Juan 1:7, en la segunda parte del versículo: …la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.

Esto se hace una realidad en nuestras vidas cuando cometemos pecados, si pudiéramos decirlo así, pequeños. Pero cuando es un pecado de mayor envergadura la duda de si fuimos perdonados o no toca a la puerta de nuestras conciencias. Debemos entender que Dios es fiel a su palabra y si él nos dice que la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado debemos creer eso y punto. Satanás podrá tirar sus dardos de dudas, pero cuando usted ha edificado un fundamento sólido en cuanto a esto, no habrá diablo que lo haga dudar la palabra de Dios. Recuerde que la palabra de Dios es nuestra espada con la que enfrentamos al diablo. Usémosla con autoridad y esgrimamos contra él hasta hacerlo huir. ¿Qué pecado quedaría fuera de todo pecado? Ninguno. ¿Qué parte en nosotros quedaría sucia si confesamos nuestros pecados?. Ninguna. Pues entienda que ningún pecado confesado quedará sin ser cubierto por la preciosa sangre de Cristo. Dios es fiel y así lo hará.

Entre el armamento otorgado al cristiano se encuentra la sangre de Cristo. Satanás tiembla ante un cristiano que sabe hacer uso de la sangre de Cristo. Es la sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado. Es sobre esa palabra que nos debemos parar firmes, creerla, confesarla y hacerle ver al diablo que ninguna acusación nos hará tambalear porque creemos a la palabra de Dios.

Hablemos un poco de la confesión
Repetimos nuevamente, estas palabras aprendidas añadirán conocimiento intelectual. Debemos orar a Dios para que él nos dé de su gracia y podamos recibir las palabras espiritualmente. La confesión de pecados puede caer en una de estas dos categorías, intelectual o espiritual. Una confesión intelectual es aquella que hacemos rápidamente, sin causar dolor o genuino arrepentimiento. Esto es señal de un corazón endurecido. Sin embargo, la confesión espiritual es aquella que lleva fruto de genuino arrepentimiento. El genuino arrepentimiento no es conocido por las lágrimas, aunque sí podemos verlas. El genuino arrepentimiento es el mostrado en Proverbios 28:13 El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia. El apartarse de seguir haciendo lo que hicimos, y que nos llevó a pecar, es señal de un genuino arrepentimiento. Los pecados deben siempre ser confesados primeramente al Padre por medio de Cristo. Esto nos lleva a nuestro segundo punto. Jesús como nuestro Abogado.

-Lo segundo que debemos saber es que Jesús es nuestro Abogado
En 1 de Juan 2:1 se nos dice: …y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. 

Cada vez que pecamos debemos correr a la presencia del Padre, y apelando a la justicia de nuestro abogado Jesucristo, pedir perdón. Ese acto nos garantiza el perdón de Dios y la limpieza por medio de la sangre de Cristo. Cualquier acusación que venga, sabremos en seguida que es satánica y nos podremos parar con firmeza y rechazarla.

Hay una gran diferencia entre el redargüir del Espíritu Santo y la acusación satánica. Cuando el Espíritu Santo nos redarguye será en forma amorosa y buscando una sola cosa, reanudar la comunión con nosotros. El nos redarguye con el propósito de que nosotros vallamos al Padre pidiendo perdón por medio de la obra perfecta de Cristo en la cruz del Calvario. Una vez hemos confesado el pecado, el Padre nos perdona y nos lava con la sangre de Cristo. En ese preciso momento cesa el redargüir porque el objetivo ha sido logrado.

Si hemos hecho lo arriba mencionado debemos tener claro que Dios ha hecho lo que él dice que hace, nos ha perdonado. Si seguimos sintiendo la carga del pecado cometido debemos entender que eso es acusación satánica. Ante la acusación satánica nosotros no vamos al Padre, sino hacemos uso de la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, y como buen esgrimista la usamos contra el enemigo haciendo uso de versos que confirmen nuestro perdón. Junto con esto hacemos resistencia contra Satanás, y la palabra de Dios nos dice en: Santiago 4:7 Resistid al diablo, y huirá de vosotros. De esa manera contraatacamos toda acechanza del diablo.

Estos son versículos que los conocemos muy bien, los recitamos y hasta podemos predicar o enseñar de ellos, pero si no los conocemos en nuestro espíritu seremos victimas fáciles del enemigo. La falta de este conocimiento nos mantiene atrapados en confesiones que ya han sido perdonadas por Dios. Tenemos que romper con ataduras que nos detienen y en muchos casos nos jalan al pasado impidiéndonos avanzar a la perfección de Dios que está en el futuro. Esta falta de conocimiento espiritual también impide al hombre poder servir a Dios de la manera que desea. Miremos lo que nos dice el Señor en Hebreos 9:14 ¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?. 

Una conciencia hostigada por la culpabilidad no permitirá que el hombre pueda servirle a Dios. Es por eso que decimos que no podremos avanzar en la vida cristiana porque esa conciencia de culpabilidad no nos permitirá recibir lo que Dios tiene para nosotros porque nos estaremos viendo siempre sucios e indignos. Cristo, por medio de Su sangre nos hace dignos delante de Dios. Es tiempo de pararnos firmes en la palabra de Dios y resistir todo ataque satánico.

Una conciencia de culpabilidad también crea una auto estima baja. Es por eso que decimos que la persona sin este fundamento se siente indigna e impotente para recibir algo de parte de Dios. Sin este fundamento de Arrepentimiento de obras muertas difícilmente podremos avanzar a la perfección.
¿Puede usted ver ahora por qué Satanás no quiere que usted aprenda esto? ¿Puede también ver por qué este fundamento es el primero en ser construido?. La conciencia de culpabilidad es un ancla que no le dejará, por más que trate, avanzar a la perfección. Solo la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. Solo a través de la confesión es que la sangre de Cristo nos puede limpiar. Veré la sangre, dice Jehová, y pasaré de largo. Solo por Su sangre.

Nuestro último punto en este estudio es para que veamos qué hace Dios con esos pecados confesados.

-Lo tercero que debemos saber es lo que hace Dios con esos pecados confesados. En primer lugar veamos lo que nos dice Miqueas 7:19 El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados. 

El conocimiento de este pasaje debe ser más que suficiente para nosotros poder descansar en paz. Sepultará nuestras iniquidades y arrojará al fondo del mar nuestros pecados. Esto es tremendo, pero el enemigo nos podría arrojar un dardo diciendo: Sí, arrojó tus pecados al fondo de la mar, pero de allí él puede sacarlos nuevamente. Si no sabemos hacer uso de la palabra de Dios podemos ser engañados con esta mentira, pero si por el contrario sabemos qué nos dice Dios respecto a los pecados podremos hacer uso de la espada contra Satanás y citarle Isaías 43:25 Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor a mí mismo, y no me acordaré de tus pecados. Si Dios no se acuerda más de esos pecados que has confesado y que han sido limpiados con la sangre preciosa de Cristo, ¿porqué vamos a permitir que Satanás nos trate de engañar trayéndolos a nuestra memoria?. Levantémonos como buenos soldados de Cristo y peleemos la buena batalla de la fe usando la espada del Espíritu con firmeza.

Arrepentimiento en el Judaísmo y el Cristianismo
En la teología judeocristiana el equivalente al término arrepentimiento es traducido del Hebreo
" תשובה)", que significa literalmente “volver” "volverse". Así mismo, literalmente significa dejar el pecado atrás, dejar de pecar, rechazar la maldad, para volverse al camino de Dios y guardar sus mandamientos, volverse lejos de la maldad y la mentira, hacia la santidad y la verdad. Implica volver a la Ley moral de Dios, aunque esto llega a tener diferentes interpretaciones: desde un punto de vista más judaico, significa volver del mal camino para guardar los mandamientos de la Ley Mosáica y los estatutos del Antiguo Pacto, mientras que desde el punto de vista mesiánico y cristiano, implica volverse del camino del pecado para guardar los mandamientos y enseñanzas de Jesucristo, en el evangelio o Nuevo Pacto.

El efecto del arrepentimiento en la vida cristiana
Los cristianos están llamados a arrepentirse de todo lo que sea necesario antes del regreso de Jesucristo. El arrepentirse debe ser genuino, de corazón, para que sea válido, representando en un acto valioso de humildad y sumisión ante el Señor, un acto necesario y vital para la conversión y una cualidad de gran valor para la vida cristiana.

En particular, cuando el hombre se aleja voluntariamente de la dirección y el camino de Dios, descubre que la consecuencia, determinada por Dios, es un mal aun mayor (Génesis 6:6s; 1 Samuel 15:11, 35; 2 Samuel 24:16; Jeremías 18:10). Si por en cambio, una persona que estaba alejada de Dios, se arrepiente, la persona que se vuelve a Dios encuentra a un Dios de amor, pronto para el perdón y la misericordia (Jeremías 18:8; 26:3, 13, 19; Jonas 3:9sÉxodo 32:12–14 y Amos 7:3, 6). La ausencia del arrepentimiento en el judeocristianismo resulta en la muerte debido a la firmeza del juicio de Dios en contra del pecado (Números 23:19; 1 Samuel 15:29; Salmo 110:4; Jeremías 4:28; Ezequiel 24:14; Zacarias 8:14). Cabe destacar que la benevolencia de Dios es fiel y por eso hay momentos en los que Dios ha perdonado a su pueblo que se arrepiente del mal, aun cuando este le haya sido infiel (Éxodo 32:14; Deuteronomio 32:36; Jueces 2:18; 1 Crónicas 21:.5; Salmos 106:45; 135:14; Jeremías 42:10; Joel 2:13s; Jonas 4:2). En este sentido, la oferta de Dios de perdonar a los hombres, está condicionada a que los mismos se arrepientan. Versículos como Amós 4.6–11 muestran claramente que el mal determinado por Dios como consecuencia del pecado de Israel no es rencoroso ni vengativo, sino que más bien está destinado a hacer que Israel se arrepienta. El que hace el mal recibe un mal determinado por Dios.

El llamado al arrepentimiento es necesario para la promesa del perdón. En la doctrina cristiana, si no hay arrepentimiento, tampoco hay perdón. También es una manifestación de fe, y un rasgo constante del relato que hace Lucas de la predicación de los primeros cristianos (Hechos 2:38; 3:19; 8:22; 17:30; 20:21; 26:20, 3:19; 9:35; 11:21; 14:15; 15:19; 26:18, 28:27, 11.18; y 1 Tesalonicenses 1:9).

En Hechos 5:31 y 11:18 se parece describir al arrepentimiento como un don de Dios y al mismo tiempo como responsabilidad del hombre y un deber de todo cristiano. Al mismo tiempo, el arrepentimiento se cita varias veces en Isaías 6:9–10 como explicación de la razón por la cual los hombres no se convierten (Mateo 13:14; Marcos 4:12; Juan 12:40; Hechos 28:26).

El autor de la Carta a los Hebreos también indica la importancia del arrepentimiento inicial y cuestiona la posibilidad de un segundo arrepentimiento para un creyente que ha vuelto al camino de pecado después de haber nacido de nuevo (Hebreos 6:4–6; 12:17). Por eso, el arrepentimiento se describe como una necesidad de los cristianos en la cual no se debe volver más al pecado (2 Corintios 7:9s; 12:21; Santiago 5:19s; 1 Juan 1:5–2:2; Apocalipsis 2:5, 16, 21s; 3:3, 19). De igual forma, el arrepentimiento para el perdón de los pecados surgía invariablemente en la predicación del cristianismo primitivo. En el Libro de Apocalipsis destacan las muchas exhortaciones que se hacen al arrepentimiento, incluyendo las últimas palabras proféticas que Jesús da a las siete iglesias.

Continua en Discipulado II: de la fe en Dios
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