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Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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viernes, 11 de abril de 2014

La Biblia II: Manuscritos I

El Tetragrámaton en alfabeto Paleo-Hebreo (aparece) varias veces en los Rollos del Mar Muerto (extracto de los salmos que datan de la primera mitad del siglo I d. C.). El texto está en el estilo de las letras hebreas de uso común después del exilio babilónico, pero el Tetragrámaton aparece repetidamente en alfabeto Paleo-Hebreo.


El Tetragrámaton en alfabeto Paleo-Hebreo (1100 a. C. a 300 d.C.), usado antes del exilio babilónico.

Manuscrito
Un manuscrito (del latín «manu scriptum», que significa escrito a mano) se trata de un documento que contiene información escrita a mano sobre un soporte flexible y manejable (por ejemplo: el papiro, el pergamino o el papel), con materias como la tinta de una pluma, de un bolígrafo o simplemente el grafito de un lápiz. El manuscrito no tiene que ser necesariamente antiguo; una carta es un ejemplo de manuscrito moderno. Generalmente, con ese nombre se hace referencia a escritos realizados por la mano de escritores importantes en cualquier campo del saber. Se denomina inscripción al texto que se graba en piedra, metal u otro material duro.

Historia
La historia de los manuscritos es muy antigua siendo parte fundamental de las grandes culturas. Su misión era transmitir conocimientos, relatos o creencias a sus coetáneos, a las siguientes generaciones o a otras culturas. Los escribas del Antiguo Egipto están entre los más antiguos creadores de manuscritos. El fragmento más antiguo de papiro se descubrió en la tumba de Hemaka, alto oficial del faraón Den (2914-2867 a. C.), en la necrópolis de Saqqara, aunque no han perdurado los posibles signos jeroglíficos escritos en él.

Edad Media
En la época medieval, los monjes fueron los mayores productores y copistas de manuscritos (hoy llamados códices) en Occidente, la mayoría de temas religiosos; ellos trabajaban en el scriptorium. El mundo islámico nos ha dejado innumerables manuscritos literarios, científicos y religiosos.

Época Moderna
A mediados del siglo xv el invento de la imprenta por Johannes Gutenberg hizo que los manuscritos no fueran la única forma de documento escrito, distinguiéndose desde entonces entre documentos y libros manuscritos e impresos. El término manuscrito acabó designando también los testimonios autógrafos de autores importantes o famosos. Algunos estudios del siglo xix, entre los que se encuentran los escritos del Abate Flandrin y de su discípulo Jean Hippolyte Michon, trataron de identificar la personalidad analizando el trazado de los caracteres manuscritos, naciendo de esta forma la grafología.

Época Contemporánea
Nuevos inventos, como las máquinas de escribir o la impresión ófset, supusieron un gran avance en la reproducción de textos. Los teclados digitales, vinculados a la reproducción electrónica de los textos (en pantallas de computadoras, telefonía móvil, celulares, etc.), han dejado el uso de la escritura manuscrita solo para tareas escolares, personales (anotaciones) o algunas comunicaciones privadas (cartas, postales), siendo la firma el último vestigio de dicha escritura manuscrita.

Presentación
Los manuscritos pueden presentar diferentes formatos, de los cuales el más simple es una hoja o lámina. Puede componerse de varias hojas «cosidas», que se denomina libro o códice. En la antigüedad se utilizó el rollo de papiro, formado por varias hojas llamadas plagulae, pegadas entre sí y enrolladas sobre un cilindro de madera o hueso. También se utilizaron rollos de pergamino, con las pieles cosidas entre sí, como los célebres Rollos del Mar Muerto.

Los más antiguos son los manuscritos sobre papiro y pergamino. Excepto los manuscritos egipcios, ninguno de ellos se remonta más allá del siglo II de nuestra era. Los manuscritos sobre papel de algodón o seda (charta bombycina) fueron muy usados desde el siglo viii al xiv. Los que están sobre papel de hilo datan como mucho de principios del siglo xiii. Durante la Edad Media, se escribieron muchos libros sobre pergaminos arrancados de antiguos manuscritos y rascados. Se les da el nombre de palimpsestos. El uso de esta forma antigua de transmisión de la información ha dado lugar en la actualidad a una rama de la arqueología denominada paleografía, encargada de reconocer la procedencia y el contenido de ciertos manuscritos.

Caligrafía
El arte de escribir se denomina caligrafía y está íntimamente relacionado con los manuscritos; es muy posible que la invención de la imprenta hiciera que algunas de estas grafías fueran desapareciendo debido a su desuso (es el caso del Sütterlin en Alemania). En otros idiomas la caligrafía se ha convertido en un elemento esencial de su cultura; estos idiomas son: la Caligrafía árabe, que en idioma árabe, فن الخط fann al-jatt, significa «arte de la línea»; la Caligrafía china, ó 書法 shūfǎ, en la que los ideogramas pueden ser trazados según cinco estilos históricos. Normalmente todos son realizados con pincel y tinta. Estos estilos están ligados intrínsecamente a la historia de la escritura china, Caligrafía japonesa y Shodou que se considera un arte y una disciplina muy difícil de perfeccionar, y se enseña como una materia más a los niños japoneses durante su educación elemental.

Bibliotecas
Los recintos acondicionados donde se conservan los manuscritos antiguos suelen ser las bibliotecas. Las bibliotecas donde más manuscritos se encuentran son:

Reino Unido: British Library en Londres. - Bodleian Library ubicada en Oxford.
Francia: Biblioteca Nacional de París. -
España: Biblioteca Nacional de España. - Biblioteca de El Escorial - Bibliotecta del Palacio Real, en Madrid.
Italia: Biblioteca Vaticana. - Biblioteca Laurenciana, en Florencia. - Biblioteca Ambrosiana, en Milán. - Biblioteca San Marcos, en Venecia. - Biblioteca Real de Nápoles.
Alemania: Biblioteca de Viena - Biblioteca de Múnich - Biblioteca de Núremberg - Biblioteca de Leipzig - Biblioteca de Wittemberg - Biblioteca de Breslau - Biblioteca de Gotinga - Biblioteca Estatal de Berlín - Biblioteca de Wolfenbüttel - Biblioteca Batthyaneum.

Otros países
Instituto Mashtóts de investigaciones sobre los manuscritos antiguos (Ereván, Armenia)
The European Library en La Haya
Beinecke Rare Book Library perteneciente a la Universidad de Yale (New Haven, Estados Unidos).

Antiguas bibliotecas
Biblioteca de Alejandría. Fue en su momento la más grande del mundo. Se estima que fue fundada a comienzo del siglo III a. C. por Ptolomeo I y que llegó a albergar hasta 900.000 volúmenes, todos ellos manuscritos.

Los manuscritos ilustrados
El arte de pintar miniaturas y de ilustrar los libros tuvo un papel relevante en el desarrollo de las pinturas románica y gótica, así como en otras etapas de la Historia de la Pintura. Los grandes nombres del arte de las miniaturas y los libros ilustrados están vinculados a los talleres de ilustradores franceses o flamencos como: Jean de Poucelle, Jaquemart de Hesdin, los hermanos Limbourg; o a pintores toscanos como Simone Martín y otros. Durante la etapa de la pintura gótica, los libros son obras que facilitan el intercambio cultural y consecuentemente la difusión de las corrientes artísticas por las Cortes y otros centros artísticos de toda Europa. Son justamente destacados libros como el Breviario de Felipe el Hermoso, el Salterio de San Luís, el Salterio de la Reina Mary y el libro de Las muy Ricas Horas del Duque de Berry de los hermanos Limbourg.

En España, los manuscritos ilustrados más antiguos datan del siglo XI en el primer Románico, son la Biblia de Ripoll procedente del Monasterio de Ripoll y la Biblia de san Pedro de Rodas procedente del antiguo Monasterio de san Pedro de Rodas, ambos monasterios se hallan en Cataluña, pero los libros actualmente están: el primero en la Biblioteca Vaticana y el segundo en la Biblioteca Nacional de Francia. Otros libros ilustrados procedentes de los antiguos reinos de la Península Ibérica son:

El Libro de los testamentos góticos de la catedral de Oviedo, fechado en el Siglo XII, con extraordinarias miniaturas dibujadas a toda página, con una completa gama de colores y abundantes añadidos de oro y plata. La colección de Códices de las obras de Alfonso X el Sabio, repletas de escenas narrativas sobre temas variados constituyen un valioso testimonio de su época.

Manuscritos Ilustres
Manuscritos del Mar Muerto, también denominados Rollos de Qumrán (llamado así por hallarse los primeros rollos en una gruta situada en Qumrán, a orillas del Mar Muerto) es una colección de casi 800 textos de origen judío, escritos en hebreo y arameo.

-Codex Alexandrinus, un manuscrito del siglo V de la Biblia Griega que contiene la mayor parte de la Septuaginta y del Nuevo Testamento.
-Codex Gigas, también denominado La Biblia del Diablo, corresponde a un manuscrito elaborado en el siglo XII, y considerado en esa época como la «octava maravilla del mundo», debido a su impresionante tamaño (92 x 50,5 x 22 cm), con 624 páginas, y 75 kg de peso.
-Manuscrito de Kesos, el primer escrito en lengua romance del Reino de León, en 959.
-Los Evangelios de Lindisfarne, un manuscrito en latín con abundantes miniaturas que contiene los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
-Codex Aureus de Lorsch, también conocido como el Lorsch Gospels, escrito entre 778 820 durante el reinado de Carlomagno. Estuvo localizado por primera vez en la Abadía de Lorsch en Alemania; denominado en el catálogo de la abadía Evangelium scriptum cum auro pictum habens tabulas eburneas. Fue compilado en 830 bajo el abad Adelung. Fue llamado el Codex Aureus Laurensius, por las letras de oro del manuscrito y su localización en Lorsch.
-Manuscrito Voynich, un libro manuscrito ilustrado de contenido desconocido, escrito hace alrededor de 500 años, segun el carbono 14, en 1400, por un autor anónimo en un alfabeto no identificado y un idioma incomprensible.

Beatos
Beato de Liébana: Un manuscrito miniado elaborado por un monje que vivió en el monasterio de Liebana. Allí fue donde escribió los Comentarios al Apocalipsis de San Juan, en el año 776. Diez años después, en 786, redacta la versión definitiva.

Libros de Horas
Las muy ricas horas del Duque de Berry, un manuscrito con amplias ilustraciones, que contiene plegarias para ser recitadas por los fieles laicos en cada una de las horas canónicas del día.

Hebreo-Aramero-Gruego
El Antiguo Testamento, se escribió originalmente en hebreo, y el Nuevo en griego. Aquí y allí hay pequeñas porciones de arameo, idioma de Siria. El arameo gradualmente se convirtió en lengua popular de los judíos a partir del exilio, y en días del Nuevo Testamento probablemente era la lengua que hablaban Jesús y sus discípulos. El arameo, aunque emparentado con el hebreo, no se deriva del mismo. Ambos son lenguas semíticas, como el árabe, asirio, babilónico, cananeo. Son lenguas muy distintas de los idiomas europeos como el castellano, el francés y el alemán.

Por ejemplo, en nuestras lenguas occidentales escribimos de izquierda a derecha, mientras que el hebreo se escribe de derecha a izquierda. En hebreo, las vocales se pronunciaban pero no se escribían y esto se prolongó hasta el siglo VII d. C., en que las añadieron los masoretas. Las vocales se indican mediante puntos y pequeñas marcas encima y debajo de las consonantes. Los más antiguos manuscritos bíblicos en griego y en hebreo no tienen ninguna puntuación, no hay separación entre las palabras, y están en caracteres unciales (todas mayúsculas).

Koiné
El griego del Nuevo Testamento es el dialecto común o vulgar de aquel tiempo, conocido como Koiné.

¿Por qué se escribió el Nuevo Testamento en esa lengua común?. Porque en tiempos de Jesús era el idioma internacional. Un hombre llamado Alejandro de Macedonia desempeñó importante papel en hacer que esto fuera así. Alejandro (siglo IV a. C.) conquistó gran parte del antiguo mundo civilizado, y adondequiera que iba esparcía su idioma. Así que desde la India hasta Roma, y en todas las riberas del Mediterráneo, llegó a hablarse el griego común. Era natural que el Nuevo Testamento se escribiera en esta popular lengua internacional, y no en el arameo local. El que así haya sucedido destaca el hecho de que el Evangelio es para el mundo entero y no para un selecto pueblo aislado.

Manuscritos en Pergamino y Papiro
Los materiales sobre los que se escribieron los antiguos manuscritos eran generalmente de dos clases:

Papiro
Tengo muchas cosas que escribiros, pero no he querido hacerlo por medio de papel y tinta, pues espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que nuestro gozo sea cumplido.  (2 Juan 12, en el original).

Pergamino
Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos. (2 Timoteo 4:13).


El papiro es una especie de junco, un carrizo que se da en las márgenes del río Nilo. Solía escribirse sobre él con una caña ("cálamus"cortada en forma de pluma para escribir (ver 3 Juan 13), y la tinta (Jeremías 36:18; 2 Juan 12) se hacía de hollín, goma y agua. El papiro era muy caro; según su tamaño y calidad, cada hoja costaba el equivalente de cinco a 17 centavos oro. Durante siglos se empleó este material, predecesor del papel (nuestra palabra "papel" se deriva de "papiro").

El pergamino (palabra que se deriva de "Pérgamo", ciudad de Asia Menor que a fines del siglo II perfeccionó el pergamino y lo exportaba) era más duradero que el papiro. Se hacía de cueros especialmente preparados. Los cueros de oveja y cabra se secaban, y se pulían con piedra pómez. A veces se empleaban animales jóvenes porque su piel producía material más fino; la vitela, pergamino extrafino, se obtenía a veces de animales sin nacer extraídos del vientre de la madre.

El pergamino se empleó desde la antigüedad hasta la Edad Media, cuando gradualmente fue reemplazado por el papel. El empleo del papiro y el pergamino por los israelitas y cristianos hizo posible conservar documentos extensos. Los antiguos escribían sobre piedras encaladas, metal, madera, arcilla y otros materiales en los que, por su reducido tamaño, cabía poca escritura.

Pergamino
El pergamino (palabra proveniente del latín pergamina ​), es un material hecho a partir de la piel de res o de otros animales, especialmente fabricado para poder escribir sobre él. La piel sigue un proceso de eliminación de la epidermis, de la hipodermis, dejando sólo la dermis,​ ​ y de estiramiento, al final del cual se consiguen las hojas con las que se elabora un libro, una filacteria o los rollos que se conocían de la Antigüedad. El origen de su nombre es la ciudad de Pérgamo, donde se cree que existía una gran productividad de gran calidad, aunque realmente su existencia se remonta a una época anterior a la ciudad de Pérgamo. En la actualidad se considera que el manuscrito en pergamino más antiguo que se conserva es el Virgilio Vaticano, del siglo IV.

Historia
Desde la Antigüedad se utilizó este material para escribir textos literarios, sagrados, etc. Con anterioridad al pergamino, se utilizaba el papiro que era un material más frágil e incómodo tanto para el copista como para el lector. El pergamino acabó sustituyendo al papiro por sus ventajas materiales, por ser un soporte más fácil de conseguir que el papiro, mucho más duradero​ y de mejor calidad. Pérgamo se convirtió en la ciudad productora por excelencia, dando su nombre a este material. Los volúmenes de la Biblioteca de Pérgamo pasaron a copiarse en pergamino, en sustitución del papiro. Una leyenda sin fundamento histórico​ cuenta que este cambio fue debido a que la ciudad de Alejandría, rival de la ciudad de Pérgamo en cuanto a construcción de bibliotecas y producción de textos, dejó de abastecer a Eumenes de material de papiro, material cuya distribución tenía monopolizada, pero lo cierto es que ya se venía utilizando el pergamino en Egipto desde el ii milenio a.C2​ ​, además de que también en estas regiones de Asia se cultivaba el papiro.

Antigua Roma
El papiro y el pergamino convivieron durante bastantes años. En rollos de papiro siguieron copiándose los libros que fabricaban los talleres romanos, así como los documentos de archivo y las cartas, mientras que el pergamino se reservaba para obras de carácter subalterno o pequeñas composiciones literarias, como relata Marcial en sus Epigramas. El pergamino empezó a utilizarse para copiar libros de buena factura cuando se difundió el nuevo formato de codex o códice a partir del siglo IV d. C.. Aunque la forma del libro llamado códice fue conocida desde el siglo i, no se difundió hasta el siglo iv. Los códices estaban compuestos de cuadernos de pergamino plegados, cosidos y encuadernados imitando la apariencia formal que tenían los polípticos de tablillas enceradas sobre las que también se escribía en la Antigüedad. El propio nombre de códice procede de la manera con la que se identificaban tales tablillas (codex) y los primeros códices fueron conocidos como codex membranei. A pesar de todo, en Roma nació enseguida una industria del pergamino que dio lugar a los comercios llamados tiendas de los membranarii. Una de las ventajas que el pergamino tenía sobre el papiro era que se podía escribir en él por las dos caras de la piel, además se podía raspar o lavar y reutilizar; aun así su alto coste hizo que no sustituyeran el uso de los rollos de papiro durante bastante tiempo. Entre los romanos, a comienzos del siglo ii, el pergamino era ya de uso corriente y fue en el periodo del Bajo Imperio cuando desplazó definitivamente al papiro que aún subsistía, pues era mucho más barato y fácil de conseguir. En realidad los romanos no dejaron de utilizar el papiro después de la inclusión del pergamino, sobre todo para escrituras que consideraban menos importantes, como cartas, algunos documentos, etc.

Proceso de fabricación
El pergamino destinado a la confección de libros y documentos se fabricaba con pieles de animales jóvenes (cordero, ternero o cabrito) porque los individuos adultos proporcionaban una membrana recia y basta que dificultaba el cosido de los cuadernos. De las tres partes que componen una piel, el pergamino se fabrica solo con la dermis, debiendo eliminar la epidermis y la hipodermis durante el proceso de manufactura. Para facilitar su separación, las pieles se sumergen en una solución de cal que permitirá efectuar el pelado y el descarnado. A continuación, se tensan en un caballete para su estiramiento y acabado, mientras con la ayuda de piedra pómez se frota la superficie resultante a fin de eliminar las últimas impurezas y pulir la superficie de escritura. El pergamino de mayor calidad era la vitela, fabricada con pieles de animales nonatos o recién nacidos que se reservaba para los códices más lujosos. En cambio, el pergamino más basto se suele utilizar para hacer tambores, panderetas o similar. Existe un falso pergamino fabricado en la actualidad y llamado ‘papel de pergamino’, que se usa entre otras cosas para hacer pantallas de lámparas y manualidades. Se fabrica con el papel ordinario, sumergido en una solución de dos partes de ácido sulfúrico concentrado por una parte de agua. Después de unos segundos en esta solución se neutraliza el ácido. Se utiliza en lugares turísticos como restaurantes.

Escriba
El escriba era el copista o amanuense de la Antigüedad. En la civilización del Antiguo Egipto, era un personaje fundamental, culto, experto en la escritura jeroglífica y pictográfica, y conocedor de los secretos del cálculo, siendo el único capaz de evaluar los impuestos, asegurar los trabajos de construcción y transcribir las órdenes del faraón. Para los hebreos era el copista de las Sagradas Escrituras y, posteriormente, incluso el doctor e intérprete de la ley.

Etimología
La palabra española escriba procede del latín: scriba. En hebreo so·fér, procede de una raíz que significa “contar”, y se traduce “secretario”, “escribano”, “copista”; y la palabra griega gram·ma·téus se traduce “escriba”, “instructor público”; el término alude a una persona instruida.

Escribas del Antiguo Egipto
El escriba egipcio solía proceder de la clase baja, pero era inteligente y educado. Sus útiles eran una paleta con huecos para tintas de diferentes colores, una jarra de agua y un cálamo de papiro con su estuche. Conocía bien los documentos legales y comerciales de la época, y los preparaba al dictado o de otras maneras, un trabajo por el que recibía una remuneración.

Escriba del antiguo Próximo Oriente
Los escribas del antiguo Próximo Oriente eran las personas que conocían la Escritura especialmente la escritura cuneiforme, encargadas de redactar textos y también de leerlos y organizar su clasificación en los archivos. Todo sabio tenía que haber recibido una formación de escriba a los que se llamaba en sumerio DUB·SAR —compuesto de DUB “la tabla” y SAR “inscrita”, “aquél que escribe sobre una tablilla”— y en acadio tupsrrum —forma acadia de la palabra sumeria DUB·SAR.

La complejidad de la escritura cuneiforme y la necesidad de formar escribas especializados en diferentes temas precisaba de una larga formación. Los escribas, una vez preparados, ejercían su profesión que podía cubrir prácticas diferentes. Su cometido particular, esencial en las civilizaciones del antiguo Próximo Oriente —MesopotamiaSiria, Hatti, Elam, etc.— les confería una posición social particular. En Babilonia el escriba era profesional. Sus servicios eran casi indispensables, pues la ley requería que las transacciones comerciales se pusieran por escrito, y las partes contratantes las firmaran ante testigos. El secretario solía sentarse cerca de la puerta de la ciudad, donde se efectuaba gran parte del comercio, con su estilo y pella de arcilla, listo para vender sus servicios a quien los requiriese. Los escribas registraban transacciones comerciales, escribían cartas, preparaban documentos, se encargaban de los registros del templo y realizaban otras tareas administrativas.

Escribas Hebreos
Los escribanos hebreos actuaban como notarios públicos, preparando certificados de divorcio y registrando otras transacciones. Al menos en tiempos posteriores, no tenían ninguna tarifa fija, de manera que se podía negociar con ellos el precio de antemano. Por lo general solo uno de los interesados pagaba el coste de la transacción, pero a veces ambas partes compartían los gastos. Ezequiel vio en una visión a un hombre con un tintero de secretario marcando sobre la frente a sus contemporáneos (Ezequiel 9:3-4).

Escribas en la Biblia
En la tribu de Zabulón estaban los que poseían el “equipo de escribano” para numerar y registrar las tropas (Jueces 5:14; compárese con 2 Reyes 25:19; 2 Cronicas 26:11). Había escribas o secretarios relacionados con el trabajo en el templo (2 Reyes 22:3). El secretario del rey Jehoás trabajaba con el sumo sacerdote en contar el dinero que se había contribuido, y luego se lo daba a los que pagaban el salario a los trabajadores que reparaban el templo (2 Reyes 12:10-12). Baruc escribía lo que el profeta Jeremías le dictaba (Jer 36:32). Los secretarios del rey Asuero de Persia escribieron bajo la dirección de Hamán el decreto que promulgaba la destrucción de los judíos, y más tarde redactaron el contradecreto bajo la supervisión de Mardoqueo (Ester 3:12; 8:9).

Copistas de las Escrituras
En los días del sacerdote Esdras se empezó a reconocer a los escribas (soh·ferím, “soferim”) como grupo diferenciado. Estos eran copistas de las Escrituras Hebreas, muy cuidadosos en su trabajo, y les aterraban los errores. Con el transcurso del tiempo se hicieron extremadamente meticulosos, hasta el grado de que no solo contaban las palabras copiadas, sino incluso las letras. El hebreo se escribió solo con consonantes, hasta varios siglos después de Cristo, y omitir o añadir una sola letra hubiera cambiado con facilidad una palabra en otra. Si se detectaba el más mínimo error, por ejemplo, que una sola letra estuviera mal escrita, toda aquella sección del rollo se rechazaba como no apta para la sinagoga. Dicha sección se eliminaba y reemplazaba por otra nueva en la que no hubiese errores. Antes de escribir una palabra, la leían en voz alta. El simple hecho de escribir una sola palabra de memoria se consideraba un pecado grave. Se dice, que escribas religiosos limpiaban con gran meticulosidad su pluma antes de escribir la palabra Elohím (Dios) o ´Adonay (Señor Soberano).

Sin embargo, a pesar de este cuidado extremo por evitar errores involuntarios, con el transcurso del tiempo los soferim empezaron a tomarse libertades introduciendo cambios en el texto. Cambiaron el texto hebreo primitivo en 134 pasajes a fin de que leyese ´Adho·nái en lugar de Yahveh. En otros pasajes se utilizó como sustituto la palabra ´Elo·hím. Muchos de los cambios que hicieron los soferim se debieron a un espíritu supersticioso con relación al nombre divino, y también para evitar antropomorfismos, es decir, atribuir a Dios atributos humanos. Los masoretas, nombre por el que se llegó a conocer a los copistas siglos después de Cristo, se dieron cuenta de las alteraciones que habían hecho los soferim y las registraron en el margen o al final del texto hebreo. Estas notas marginales llegaron a conocerse como la masora. En quince pasajes del texto hebreo los soferim marcaron ciertas letras o palabras con puntos extraordinarios. No hay consenso sobre el significado de estos puntos extraordinarios. La masora de los textos hebreos, es decir, la escritura en letra pequeña al margen de la página y al final del texto, contiene una nota al lado de varios pasajes hebreos que lee: “Esta es una de las dieciocho enmiendas de los soferim”, u otra frase similar. Estas enmiendas se hicieron porque se pensaba que los pasajes originales del texto hebreo eran irreverentes para con Dios o irrespetuosos para con sus representantes terrestres. Aunque bien intencionada, fue una alteración injustificada de la Palabra de Dios.

Los escribas, maestros de la Ley
En un principio, los sacerdotes eran a su vez escribas (Esdras 7:1-6). Sin embargo, se dio mucha importancia a que todos los judíos tuvieran conocimiento de la Ley. Los que estudiaron y obtuvieron una buena formación consiguieron el respeto del pueblo, y con el tiempo estos eruditos, muchos de los cuales no eran sacerdotes, formaron un grupo independiente. Por ello, en el tiempo de Jesús la palabra “escribas” designaba a una clase de hombres a quienes se había instruido en la Ley. Estos hicieron del estudio sistemático y de la explicación de la Ley su ocupación. Se les contaba entre los maestros de la Ley o los versados en ella (Lucas 5:17; 11:45). Por lo general pertenecían a la secta religiosa de los fariseos, pues este grupo reconocía las interpretaciones o “tradiciones” de los escribas, que con el transcurso del tiempo habían llegado a ser un laberinto desconcertante de reglas minuciosas y técnicas. La expresión “escribas de los fariseos” aparece varias veces en las Escrituras. (Marcos 2:16; Lucas 5:30; Hechos 23:9). Este hecho puede indicar que algunos escribas eran saduceos, que creían solo en la Ley escrita, mientras que los escribas de los fariseos defendían con celo tanto la Ley como las tradiciones orales que se habían ido acumulando, ejerciendo una influencia aún mayor que los sacerdotes en la conciencia popular. Los escribas se encontraban sobre todo en Jerusalén, aunque también se les podía hallar por toda Palestina y en otras tierras entre los judíos de la Diáspora (Mateo 15:1; Marcos 3:22; compárese con Lucas 5:17).

La gente respetaba a los escribas y los llamaba “Rabí” (gr. rhab·béi, “Mi Grande; Mi Excelso”; del heb. rav, que significa “muchos”, “grande”; era un título de respeto que se usaba para dirigirse a los maestros). Este término se aplica en varios lugares de las Escrituras a Cristo. En Juan 1:38 se dice que significa “Maestro”. Jesús era, de hecho, el maestro de sus discípulos, pero les prohibió que codiciaran esa designación o que se la aplicaran como título (Mateo 23:8), como hacían los escribas (Mateo 23:2, 6-7). Condenó a los escribas de los judíos y a los fariseos porque habían hecho añadiduras a la Ley y habían ideado subterfugios para burlarla, de modo que les dijo: “Han invalidado la palabra de Dios a causa de su tradición”. Mostró un ejemplo de ello: permitían que alguien que tenía que ayudar a su padre o a su madre no lo hiciera so pretexto de que lo que poseía para ayudar a sus padres era un don dedicado a Dios. Jesús declaró que los escribas, al igual que los fariseos, habían convertido la Ley en una carga para la gente al suturarla de sus añadiduras. Además, como clase, no le tenían ningún amor a la gente ni deseo de ayudarla, no estaban dispuestos ni siquiera a mover un dedo para aliviar sus cargas. Amaban los aplausos de los hombres y los títulos altisonantes. Su religión era solo una fachada, un ritual, que encubría su hipocresía. Jesús mostró lo difícil que sería para ellos obtener el favor de Dios debido a su actitud y sus prácticas, diciéndoles: “Serpientes, prole de víboras, ¿cómo habrán de huir del juicio del Gehena?” (Mateo 23:1-33.) Los escribas tenían una gran responsabilidad, puesto que conocían la Ley. Sin embargo, habían quitado la llave del conocimiento. No se contentaban con rechazar a Jesús, de quien testificaban sus Escrituras, sino que se hicieron más reprensibles al intentar impedir por todos los medios que nadie lo reconociera o siquiera lo escuchara (Lucas 11:52; Mateo 23:13; Juan 5:39; 1 Tesalonicences 2:14-16).

Los escribas no solo eran responsables como “rabíes” de las aplicaciones teóricas de la Ley y de la enseñanza de esta, sino que también poseían autoridad judicial para dictar sentencias en tribunales de justicia. Había escribas en el tribunal supremo judío, el Sanedrín (Mateo 26:57; Marcos 15:1). No recibían ningún pago por juzgar, y la Ley prohibía los regalos y los sobornos. Puede ser que algunos rabíes poseyeran riquezas heredadas, pero casi todos tenían un oficio, del que se enorgullecían, puesto que les permitía mantenerse al margen de su servicio religioso. Aunque no estaba permitido remunerarles por su labor judicial, es posible que esperaran y recibieran pago por enseñar la Ley. Esto se puede inferir de lo que dijo Jesús cuando advirtió a las muchedumbres de la avaricia de los escribas y también cuando habló del asalariado a quien no le importan las ovejas (Marcos 12:37-40; Juan 10:12-13)Pedro escribió que los pastores cristianos no deberían apacentar el rebaño por mezquino afán de ganancia: Apacentad la grey de Dios que se os ha encomendado, vigilando, no forzados, sino voluntariamente, según Dios; no por mezquino afán de ganancia, sino de corazón [...] 1 Pedro 5:2.

Copistas de las Escrituras griegas cristianas
En su carta a los colosenses, el apóstol Pablo mandó que esa carta se leyera en la congregación de los laodicenses y que se intercambiara con la de Laodicea (Colosenses 4:16). Pablo utilizó amanuenses en casi todos sus textos bíblicos, excepto en gálatas y en las salutaciones finales de otras epístolas (1 Corintios 16:21), para garantizar su autoría; de los 27 libros neotestamentarios, 21 fueron dictados a este profesional de las letras. Algunas epístolas fueron concebidas cuando el apóstol estaba preso y su ciudadanía romana le permitía tener un auxiliar, uno identificado fue Tercio (Romanos 16:22), quien añadía sus salutaciones y su propio nombre. Sin duda las congregaciones deseaban leer todas las cartas que los apóstoles y otros cristianos les dirigían, y por lo tanto se hicieron copias a fin de seguir teniéndolas a mano y para darles una circulación más amplia. Las colecciones antiguas de las cartas de Pablo (copias de los originales) son prueba de que se copiaban y distribuían a un grado considerable.

Tanto Orígenes de Alejandría, del siglo III, como Jerónimo, el traductor de la Biblia del siglo IV, dicen que Mateo escribió su evangelio en hebreo, dirigido en especial a los judíos. Sin embargo, como había muchos judíos helenizados en la Diáspora, es posible que Mateo mismo lo tradujera más tarde al griego. Marcos escribió su evangelio sobre todo para los gentiles, como lo indican sus explicaciones de las costumbres y enseñanzas judías, la traducción de ciertas expresiones que no entenderían los lectores romanos y otros comentarios. Estos dos evangelios iban dirigidos a un público muy amplio, por lo que se hizo necesario hacer y distribuir muchas copias. Los copistas cristianos no solían ser profesionales, pero debido a su profundo respeto por el valor de los escritos inspirados cristianos, realizaban esta labor con sumo cuidado. Un ejemplo típico de su labor es el fragmento más antiguo que existe de las Escrituras Griegas Cristianas, el Papiro Rylands núm. 457. Está escrito por ambos lados, y tan solo contiene unas cien letras (caracteres) en griego. Se ha fechado como perteneciente a la primera mitad del siglo II. Aunque tiene un aire informal y no pretende ser un modelo de caligrafía, se ha dicho que es una obra cuidadosa. Es interesante que este fragmento pertenece a un códice que muy probablemente contenía todo el evangelio de Juan, es decir unas 66 hojas, o alrededor de 132 páginas en total.

Más testimonio se encuentra en los papiros bíblicos de Chester Beatty, de fecha posterior. Estos consisten en secciones de once códices griegos, producidos entre los siglos II IV. Contienen partes de nueve libros de las Escrituras Hebreas y de quince de las Escrituras Griegas. Son bastante representativos por su variedad en los estilos de escritura. Se dice de uno de los códices que es “la obra de un buen escriba profesional”. De otro se ha dicho: “La escritura es muy correcta, y aunque no destaca por su buena caligrafía, es la obra de un escriba competente”. Y de otro: “La caligrafía es tosca, pero el texto por lo general es correcto”. Más importante que esas características, sin embargo, es su contenido. En su conjunto corroboran los manuscritos de vitela llamados “Neutrales”, del siglo IV, que los eruditos Westcott Hort consideran de gran valor; entre estos se encuentra el Vaticano núm. 1209 y el Sinaítico. Además, no contienen ninguna de las notables interpolaciones que se encuentran en ciertos manuscritos de vitela llamados, quizás erróneamente “Occidentales”.

Hay muchos miles de manuscritos posteriores al siglo IV. Los eruditos que los han estudiado y comparado con cuidado han visto que los escribas fueron muy minuciosos en su trabajo. Algunos de estos eruditos han confeccionado recensiones basadas en estas comparaciones. Estas recensiones forman el texto básico de nuestras traducciones modernas. Los eruditos Westcott Hort dijeron que «lo que de algún modo puede llamarse variación sustancial es tan solo una fracción pequeña de toda la variación residual, y difícilmente superaría la milésima parte de todo el texto.»​ Sir Frederic Kenyon dijo con respecto a los papiros de Chester Beatty: “La primera y más importante conclusión derivada de su examen es satisfactoria, pues confirma la solidez esencial de los textos existentes. No hay ninguna variación fundamental ni en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo. No hay importantes omisiones ni añadiduras de pasajes, ni ninguna variación que afecte hechos o doctrinas fundamentales. Las variaciones del texto afectan a cuestiones de menor importancia, tales como el orden de las palabras o su selección” Sir Frederic Kenyon​.

Por diversas razones, en la actualidad quedan pocos trabajos de los primeros copistas. Muchas de sus copias de las Escrituras se destruyeron durante la época en que Roma persiguió a los cristianos. El paso del tiempo también se cobró su tributo. Por otra parte, el clima cálido y húmedo de algunos lugares aceleró su deterioro. Además, cuando los escribas profesionales del siglo IV sustituyeron los antiguos papiros por manuscritos de vitela, no parecía haber razón para conservar las viejas copias de papiro. La tinta que usaban los escribas era una mezcla de hollín y goma, a la que añadían agua para su uso. El instrumento de escritura era el cálamo, hecho de caña; humedecían la punta con agua para que actuara como una pluma o pincel. La escritura se hacía sobre rollos de cuero o papiro; posteriormente, se utilizaron hojas, que juntas formaban un códice, al que en ocasiones se colocaban cubiertas de madera.

Copista
Copista es la palabra que designa a una persona que reproduce libros a mano. De ahí su sinónimo, amanuense. También se utiliza para referirse a un pintor que reproduce obras de los grandes maestros de la pintura.​ Destaca su labor en la difusión del libro hasta la aparición de la imprenta de tipos móviles en el mundo occidental, a mediados del siglo XV. Un copista experimentado era capaz de escribir de dos a tres folios por día. Escribir un manuscrito completo ocupaba varios meses de trabajo. Esto solo en lo que se refiere a la escritura del libro, que posteriormente habían de ilustrar los iluminadores, o encargados de dibujar las miniaturas e iniciales miniadas (de minium, en latín, sustancia que producía el color rojo de la tinta, el más habitual en estas ilustraciones), en los espacios en blanco que dejaba. Los utensilios más habituales que utilizaba el copista eran: penna (la pluma o péñola), rasorium o cultellum (raspador) y atramentum (tinta).

Historia
La labor del copista tuvo gran importancia social en el Antiguo Egipto, donde los escribas o copistas eran muy valorados en una sociedad cuya escritura jeroglífica era un saber al que accedían solo unos pocos, y por su necesidad para las clases dirigentes, ocupaban un alto lugar entre la jerarquía administrativa. El escriba, siempre de familia principal, aprendía de un escriba experimentado las enseñanzas de su oficio desde niño. Sentado en el suelo con las piernas cruzadas, el escriba egipcio utilizaba como soporte el papiro, elaborado tras un complicado proceso a partir la planta homónima, y usaba para escribir una pluma de caña o un tallo de la misma planta del papiro. La escritura adoptaba el sentido de derecha a izquierda en columnas verticales.

En lo que respecta a una de las características semánticas más importantes de la palabra copista, la de reproducción, difusión y conservación del libro mediante su copia, este oficio, que desempeñaban los siervos, comienza en Grecia, y más tarde en Roma. El dominus o señor hacía copiar a sus esclavos, con destino a su biblioteca particular, cualquier libro. Los libreros, que comercializaban estos manuscritos, también tenían un número variable de copistas a su cargo para atender sus necesidades de reproducción de libros. El panorama cambia cuando son los centros monásticos los encargados de transmitir y salvaguardar el patrimonio de libros escritos. El amanuense medieval acostumbraba a escribir o aislado en su celda (el caso de los monjes cartujos y de los cistercienses) o en el scriptorium (escritorio), que era una dependencia común del monasterio acondicionada para tal fin, allí trabajaban muchos monjes a la vez. En esta sala los monjes escribían habitualmente al dictado, o traducían los libros escritos en griego o en latín con lo que se podían efectuar varias copias simultáneamente. Era un trabajo ingrato, que obligaba a forzar la vista, debido a la luz pobre que en general penetraba en los monasterios medievales. Cada día el copista trabajaba en un fragmento del ejemplar o modelo encomendado, o bien podían trabajar varios copistas al mismo tiempo en un códice repartiéndose los cuaterniones o cuadernillos.

Scriptorium
El término scriptorium,​ literalmente «un lugar para escribir», se usa habitualmente para referirse a la habitación de los monasterios de la Europa medieval dedicada a la copia de manuscritos por los escribas monásticos. No obstante, múltiples indicios (tanto documentales como arqueológicos) parecen indicar que tales habitaciones fueron muy poco frecuentes; la mayor parte de la escritura monástica se habría realizado en una especie de cubículos que existían en los claustros o en las propias celdas de los monjes. Por lo demás, las referencias especializadas suelen aludir en la actualidad con el término scriptoria a la producción escrita de un monasterio, y no a unas habitaciones. En cualquier caso, e independientemente de su identidad física, un scriptorium era, necesariamente, una zona próxima o adjunta a una biblioteca; dicho de otra forma, la presencia de una biblioteca es indicio de la existencia próxima de un scriptorium.​ ​Los scriptoria, en este sentido de habitaciones dedicadas a un fin concreto, probablemente solo existieron durante periodos de tiempo limitados, cuando una institución o un individuo querían conseguir un gran número de textos copiados para nutrir una biblioteca; una vez que esto se conseguía, no habría necesidad de que tales zonas siguiesen estando habilitadas para ello. Hacia comienzos del siglo XIII, se empezaron a desarrollar también negocios seculares de copia de textos; los escribas profesionales pudieron haber llegado a tener habitaciones especiales dedicadas a su tarea, pero en la mayor parte de los casos lo más probable es que tuviesen una mesa de escritura próxima a una ventana en sus propias casas.

Época Moderna
A mediados del siglo XV el invento de la imprenta por Johannes Gutenberg hizo que los manuscritos no fueran la única forma de documento escrito, distinguiéndose desde entonces entre documentos y libros manuscritos e impresos. El término manuscrito acabó designando también los testimonios autógrafos de autores importantes o famosos. Algunos estudios del siglo xix, entre los que se encuentran los escritos del Abate Flandrin y de su discípulo Jean Hippolyte Michon, trataron de identificar la personalidad analizando el trazado de los caracteres manuscritos, naciendo de esta forma la grafología.

Época Contemporánea
Nuevos inventos, como las máquinas de escribir o la impresión ófset, supusieron un gran avance en la reproducción de textos. Los teclados digitales, vinculados a la reproducción electrónica de los textos (en pantallas de computadoras, telefonía móvil, celulares, etc.), han dejado el uso de la escritura manuscrita solo para tareas escolares, personales (anotaciones) o algunas comunicaciones privadas (cartas, postales), siendo la firma el último vestigio de dicha escritura manuscrita.

Presentación
Los manuscritos pueden presentar diferentes formatos, de los cuales el más simple es una hoja o lámina. Puede componerse de varias hojas «cosidas», que se denomina libro o códice. En la antigüedad se utilizó el rollo de papiro, formado por varias hojas llamadas plagulae, pegadas entre sí y enrolladas sobre un cilindro de madera o hueso. También se utilizaron rollos de pergamino, con las pieles cosidas entre sí, como los célebres Rollos del Mar Muerto. Los más antiguos son los manuscritos sobre papiro y pergamino. Excepto los manuscritos egipcios, ninguno de ellos se remonta más allá del siglo ii de nuestra era. Los manuscritos sobre papel de algodón o seda (charta bombycina) fueron muy usados desde el siglo VIII al XIV. Los que están sobre papel de hilo datan como mucho de principios del siglo XIII. Durante la Edad Media, se escribieron muchos libros sobre pergaminos arrancados de antiguos manuscritos y rascados. Se les da el nombre de palimpsestos. El uso de esta forma antigua de transmisión de la información ha dado lugar en la actualidad a una rama de la arqueología denominada paleografía, encargada de reconocer la procedencia y el contenido de ciertos manuscritos.

Palimpsesto
Se llama palimpsesto (del griego antiguo "παλίμψηστον", que significa "grabado nuevamente") al manuscrito que todavía conserva huellas de otra escritura anterior en la misma superficie, pero borrada expresamente para dar lugar a la que ahora existe.

Esta práctica de economía es muy antigua, pero se hizo frecuente en especial a partir del siglo VII a causa de las dificultades que entonces empezaron a surgir en el comercio del papiro egipcio, y se prolongó durante los cinco siglos siguientes a causa de lo costoso y escaso que era el pergamino y lo laborioso que era disponerlo para un uso apropiado, así como por la falta de papel, invento que no se conocía entonces y tardó en ser conocido y utilizado mucho tiempo después. Por ello se borraba el texto raspando la tinta con pumita (piedra pómez) y se volvía a escribir encima, aunque siempre quedaban restos de escritura poco visibles sobre el pergamino o vitela. Y a partir del siglo XIX algunos eruditos y filólogos consiguieron restaurar la escritura antigua desaparecida de los palimpsestos con técnicas especiales, siendo comunes en la antigüedad la aplicación de tintura de agallas mediante un pincel o la llamada tintura de Giobert de sulfidrato de amoníaco, el uso de reactivos químicos y, en la actualidad, de forma menos agresiva, leerlos y transcribirlos mediante el uso de distintas variedades de luz que permiten contemplar los textos borrados sin erosionar físicamente el documento. Uno de los más célebres palimpsestos es el que descubrió Barthold Georg Niebuhr en Verona en 1816. Contenía las Instituciones del célebre jurisconsulto romano Gayo imperfectamente raspadas para escribir encima las obras de Jerónimo. Después, en 1822, el cardenal milanés Angelo Mai encontró bajo la escritura de diversos palimpsestos numerosos fragmentos de autores antiguos como HomeroSímacoDion Casio, cartas de Antonino Marco Aurelio, el De re publica de Cicerón y, en 1853, gran número de fragmentos de los Santos Padres.

Arqueología
En arqueología se llama palimpsesto a un yacimiento que presenta mezcla de estratos, impidiendo a los arqueólogos saber cuál es el superior y cuál el inferior.

Geología
En geología se llama palimpsesto a un cauce cuyo patrón de drenaje ha sido modificado súbitamente (en relación al tiempo geológico), pudiendo evidenciarse ambos patrones como resultado del proceso.


Continua en La Biblia II: Manuscritos II