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miércoles, 24 de octubre de 2018

Los Padres Apostólicos

Los santos Pablo y Bernabé en Listra, óleo de Bartholomeus Breenbergh (1637).

Padres apostólicos
Se llaman padres apostólicos a los autores del cristianismo primitivo que, según la tradición, tuvieron algún contacto con uno o más de los apóstoles de Jesús de Nazaret. Estos escritores del siglo I y de principios del siglo II dejaron textos de profunda importancia para conocer qué creían y cómo vivían los primeros cristianos. Muchos de estos textos contienen descripciones o normas acerca de la doctrina y praxis cristiana. La mayoría de estos escritos son cartas de contenido pastoral y exhortativo: casi no se presenta apología contra otras religiones aunque sí la alerta contra herejías o posibles cismas.

La carta atribuida al apóstol Bernabé se cuenta entre los escritos de los padres apostólicos. En esta categoría se clasifica habitualmente a discípulos de los apóstoles Pedro (Ignacio de Antioquía, Clemente de Roma), Pablo (Bernabé) y Juan (Policarpo y Papías), aunque también se incluyen textos anónimos cuya antigüedad sugiere un origen apostólico, como la Didaché.

Criterio de clasificación
Hay diversidad de criterios para considerar que un texto pertenece a la colección de los Padres Apostólicos, pero es común hallar los siguientes:​

°Que el autor sea un apóstol o un discípulo de los apóstoles.
°Que el texto haya sido compuesto durante el período en que los apóstoles todavía vivían.
°Que el texto refleje la enseñanza de los apóstoles.

Sin embargo, la evaluación de estos criterios puede ser controvertida, por este motivo muchas obras anónimas del siglo I y II como la Epístola a Diogneto son alternativamente aceptadas o rechazadas como apostólicas por los expertos en la materia. En palabras de Ayán Calvo: «bajo la denominación “Padres Apostólicos” se fueron englobando un grupo de obras heterogéneas por su interés teológico, género literario, autoridad, datación y origen, sin que sea posible establecer una criteriología clara y rigurosa que justifique tal hecho».

Clemente de Roma
Clemente de Roma, discípulo de los apóstoles Pedro y Pablo, fue obispo de Roma y mártir a fines del siglo i. Es particularmente conocido por su Epístola de Clemente, dirigida a finales del siglo I a los cristianos de la ciudad griega de Corinto. Este texto tuvo gran importancia en el cristianismo primitivo y fue admitida como parte de la Escritura por la Iglesia de Siria.​ Sin embargo, tras algunos siglos de discusión, la epístola fue excluida del canon del Nuevo Testamento y actualmente forma parte de la colección de los Padres Apostólicos. Clemente escribe en respuesta a una sedición de la comunidad Corintia ya que varios presbíteros habían sido removidos de su ministerio por una revuelta. En la Epístola se insta a la reconciliación de las partes involucradas, obedeciendo la jerarquía legítima que fue establecida originalmente por los apóstoles en esa ciudad. Se tratan diversos temas de importancia. En el campo histórico, informa acerca de la situación de las Iglesias de Corinto y de Roma desde la persecución de Nerón hasta el entorno del año 100. En lo dogmático se presentan ideas sobre la jerarquía y autoridad en la Iglesia, la preponderancia de la iglesia Romana, la resurrección de los muertos y el Orden Natural. Existe además un importante texto anónimo conocido como Segunda Epístola de Clemente pero su composición es más tardía, cercana al año 150.

Ignacio de Antioquía
Ignacio, discípulo del apóstol Juan, y obispo de Antioquía, es autor de siete cartas que redactó en el transcurso de unas pocas semanas, mientras era conducido como prisionero desde Siria a Roma para ser ejecutado. En ellas describe sus sentimientos ante el inminente martirio, y sostiene en la Fe a las comunidades de Asia. Atendiendo al propósito de la redacción, las cartas se dividen también en dos grupos: por una parte, las seis cartas asiáticas y, por otra, la singular «Carta a los romanos». Las asiáticas fueron escritas a las Iglesias del Asia Menor con dos propósitos definidos, en primer lugar exhortarlas a mantener la unidad interna​ y segundo prevenirlas contra ciertas enseñanzas docéticas y judaizantes. La separación entre cristianismo y judaísmo fue un tópico recurrente en el cristianismo primitivo. Se destaca la epístola escrita individualmente a su amigo Policarpo de Esmirna, cuando las demás están destinadas a comunidades colectivas. La uniformidad de los planteamientos de Ignacio sugiere la existencia de un conflicto generalizado en esta parte del Asia Menor, como si toda la región estuviese atravesando circunstancias similares. La otra carta fue dirigida motu proprio a la Iglesia de Roma para rogar a sus miembros que no intercedieran por él ante las autoridades: «si sufro el martirio, seré un liberto de Jesucristo y en él resucitaré» (Ad Rom. 4, 3)

Policarpo de Esmirna
Policarpo (c. 70 - c. 155) obispo y mártir de Esmirna fue discípulo del apóstol Juan y maestro de Ireneo de Lyon, el principal autor cristiano del siglo II. Se conserva una carta de Ignacio de Antioquía dirigida a Policarpo, y una carta de Policarpo a la comunidad de Filipos. Al poco tiempo de su martirio, los cristianos de Esmirna escribieron el Martirio de Policarpo, uno de los primeros relatos de un martirio cristiano y que inaugura una larga tradición de registros llamados Acta Mártyrum. El texto relata la persecución de las autoridades contra los cristianos bajo acusación de ateísmo, y la condena y muerte de Policarpo tras negarse a adorar al emperador Antonino Pío. Ante la inquietud de que los cristianos adoraran al difunto Policarpo en lugar de Cristo, el texto explica: «ni podremos abandonar jamás a Cristo … ni hemos de rendir culto a ninguno fuera de él. Porque a Cristo le adoramos como a Hijo de Dios que es; mas a los mártires les tributamos con toda justicia el homenaje de nuestro afecto como a discípulos e imitadores del Señor». Finalmente los cristianos de Esmirna recogieron los huesos del mártir como reliquias para celebrar su martirio como un natalicio: «nos concederá el Señor celebrar el natalicio del martirio de Policarpo, para memoria de los que acabaron ya su combate y ejercicio y preparación de los que tienen aún que combatir».

La Didaché
El texto llamado Didaché (en griego, Enseñanza) también es de la era apostólica. Fue escrito hacia el año 70 de nuestra era, probablemente en la provincia romana de Siria. Este breve texto cristiano es de singular importancia porque en tan solo 552 palabras, el desconocido​ autor resumió la moral cristiana, los preceptos litúrgicos para la celebración del bautismo y de la eucaristía, ciertas reflexiones sobre la jerarquía eclesiástica,​ y algunos párrafos alentando la esperanza en la Segunda venida de Cristo. Este escrito tuvo un amplio reconocimiento en las comunidades cristianas primitivas y fue citado​ por varios autores antiguos, pero su texto original estuvo perdido durante largos siglos. En 1873 Filoteos Bryennios lo halló en un códice del siglo XI bajo el título de Enseñanza de los doce apóstoles (abreviado y en griego, Didaché).​ Desde entonces la obra ha sido de gran interés, ya que describe el cristianismo de una época en la cual los testimonios extra-bíblicos son prácticamente nulos.

Importancia de los padres apostólicos
Si bien no es posible afirmar a ciencia cierta que todos ellos hayan tratado a los apóstoles, estos autores transmiten un eco vivo de su predicación. La exposición de la fe evidente en los escritos de estos autores destella sobre los posteriores apologistas por cuanto permanecieron ajenos al debate antiherético que caracterizó al segundo eslabón en la cadena del cristianismo (los apologetas), aun cuando en los escritos apostólicos existan evidencias de una oposición al docetismo judaizante en la teología del Verbo encarnado de Ignacio de Antioquía o en el caso de Clemente también, donde observamos un contraste con las escisiones que ocurrieron en la comunidad de Éfeso. En todo caso, el talante literario de estos documentos y de los personajes que los crearon está más motivado por exponer la fe que por defenderla del error, si bien no se confunde con este. En efecto, el autor de A Diogneto afirma: «No trato de cosas extrañas ni inquiero cuestiones absurdas, sino que, habiendo sido discípulo de los apóstoles, me hago maestro de las naciones y administro lo que yo he recibido a los que se han convertido en discípulos dignos de la Verdad.»

Según Jules Lebreton en La Iglesia Primitiva, los mismos Padres poseían una clara conciencia de su posición de sucesores;​ Clemente afirma haber escrito que su carta por impulso del Espíritu, pero reconoce la verdadera inspiración en San Pablo.​ Ignacio al tiempo que se reconoce en línea de continuidad con los doce, indica: «Yo no puedo imponerles mandatos del valor que tienen los de Pedro y Pablo, ellos eran apóstoles; yo no soy más que un condenado a muerte». Con todo, la conciencia de ser el eslabón inmediato en la cadena que por los apóstoles unía a los creyentes con el Señor les hizo emplear la palabra predicada y escrita con un acento único, a tal grado que después de los libros neotestamentarios, no hay un conjunto de obras que proporcionen impresión tan inmediata de la comunidad congregada en torno a la fe en Jesucristo como los padres apostólicos.

Los Testigos de Jehová a pesar de su oposición a la autoridad apostólica de la Iglesia católica reconocen que los Padres Apostólicos tuvieron autoridad en la Iglesia Primitiva.

Desarrollo de la clasificación
La expresión tuvo su origen en la obra que Jean-Baptiste Cotelier publicó en 1672, titulada Patres aevi apostolici («padres de la era apostólica»). Cotelier consideraba tales a Bernabé, Clemente de Roma —que según el testimonio​ de Ireneo de Lyon efectivamente fue discípulo de los apóstoles Pedro y Pablo—, Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna —que según Ireneo fue discípulo del apóstol Juan— y Hermas de Roma. La denominación Patres Apostolici («padres apostólicos») apareció por primera vez en 1699, cuando el teólogo protestante L. J. Ittig publicó su Bibliotheca Patrum Apostolicorum (Biblioteca de los Padres Apostólicos), si bien solamente incluía a Clemente, Ignacio y Policarpo. En 1765 Andrés Gallandi reimprimió la obra de Cotelier, agregando los fragmentos conocidos de Papías de Hierápolis —a quien san Jerónimo califica como auditor Ioannis, oyente de Juan— y el bello escrito anónimo llamado A Diogneto. Luego la lista de padres apostólicos se ha ido ampliando y reduciendo de acuerdo con los estudios de patrología. Por ejemplo, la narración del martirio de Ignacio de Antioquía había sido incluida por Cotelier, pero fue luego descartada. Finalmente se agregó la Didaché, descubierta en 1873. De los martyria, un género literario de pleno derecho en el cristianismo primitivo en el que se relata el martirio de un santo, las ediciones modernas solo incluyen el de Policarpo, Martirio de Policarpo, enviado por la Iglesia de Esmirna —sede de Policarpo— a la Iglesia de Philomelium en Frigia. Si bien su valor histórico es muy desigual, se lo considera cercano a los hechos. El de Ignacio es de fecha tardía, y el de Clemente es totalmente novelesco.

Lista de textos
La edición de los Padres Apostólicos elaborada por Daniel Ruiz Bueno incluye los siguientes textos:

La Didaché, una breve guía litúrgica y catecismo datado cerca del año 70. Es el hijo pródigo de estos escritos por ser el más tardío en descubrirse e incorporarse al grupo, y haber llegado, sin embargo, a ser el más importante de todos ellos. La primera carta que Clemente de Roma escribió a los corintios cerca del año 95. Hay también una Segunda Carta de dudosa autoría, datada cerca del año 150.
Las cartas de Ignacio de Antioquía, mártir y obispo de Antioquía, cerca del año 117.
La Carta a los filipenses de Policarpo de Esmirna, cerca del año 118. También incluye la narración del Martirio de Policarpo, escrita en el 156.
La Epístola de Bernabé. Se trata de un texto atribuido al apóstol José Bernabé, compañero de Pablo de Tarso. Su composición es posterior al año 70 y definitivamente anterior al 136.
La carta anónima enviada a Diogneto, atribuida por algunos a Cuadrato de Atenas.
Los fragmentos supervivientes de la Explicación de los dichos del Señor, de Papías de Hierápolis, otro discípulo del apóstol Juan.
Por último, el libro El Pastor de Hermas de Roma, que a veces se le considera apostólico debido a que Pablo en su carta a los Romanos menciona a una persona llamada Hermas (Rm 16, 14). En realidad el autor de este libro sería otro Hermas vivido a mediados del siglo II.

Otros posibles candidatos:

El Fragmento de Cuadrato es una muy breve cita de Cuadrato de Atenas que Eusebio de Cesarea nos da en su libro Historia Eclesiástica.
El Martirio de Ignacio.
P.Oxy. XLI 3057, se ha planteado tentativamente la posibilidad de que este papiro datado hacia finales del siglo I o inicios del siglo II d. C.
Sixto I Las Sentencias de Sexto obra mencionada por Orígenes, la cual describe como escrita por un "fiel", hoy sin embargo se le atribuye a un filósofo pitagórico el cual se acercó accidentalmente al cristianismo.
La Apologia de Aristides escrita por Aristides de Atenas a principios del siglo ii, casi al mismo tiempo que Cuadrato de Atenas.
Prólogos Anti-Marcionistas prólogos anónimos escritos a mediados del siglo II.
Melitón de Sardes Peri Pascha Canon Fragmentos Melitón fue un cristiano del siglo II. Algunas tradiciones lo colocan como el Ángel de Sardes mencionado por Juan el Apóstol en el Libro del Apocalipsis, sin embargo, para que esto sea posible Melitón tiene qué haber estado 70 años ocupando el cargo de obispo de la ciudad de Sardes.

Bernabé apóstol
Bernabé (en griego antiguo: Βαρναβᾶς) fue uno de los primeros cristianos mencionados en el Nuevo Testamento. La Sagrada Escritura lo presenta como un apóstol originario de Chipre, miembro de la tribu de Leví. Vivió durante el siglo I.

Orígenes
Su nombre original era José y los apóstoles lo cambiaron por Bernabé (Hechos 4:36), que significa Hijo de la Exhortación. Los Hechos de los Apóstoles afirman, en el capítulo 4 versículos 34 a 37, que Bernabé vendió su finca, y el producto que de ella obtuvo lo entregó a los apóstoles para distribuir entre los pobres. Fue un gran colaborador de San Pablo, quien a su regreso a Jerusalén tres años después de su conversión recibió de Bernabé apoyo ante los demás apóstoles, así como intercesión para obtener la aceptación del resto de los apóstoles de Jerusalén a su ministerio (Hechos 9:27). No se encuentra entre los doce elegidos por Jesucristo, pero probablemente fue uno de los setenta discípulos mencionados en el Evangelio. Bernabé es considerado apóstol por los primeros Padres de la Iglesia. Los Apóstoles lo apreciaban mucho por ser "un buen hombre, lleno de fe y del Espíritu Santo" (Hechos 11:24), por eso lo eligieron para la evangelización de Antioquía. Con sus prédicas aumentaron los conversos (Hechos 11:24).

Labor con Pablo
Se fue a Tarso y se asoció con San Pablo. Regresaron a Antioquía, donde permanecieron por un año enseñando (Hechos 11:25-26). Antioquía se convirtió en gran centro de evangelización y donde por primera vez se le llamó cristianos a los seguidores de la doctrina de Cristo. Volvieron a Jerusalén enviados por los cristianos de la floreciente iglesia de Antioquía, con una colecta para los que estaban pasando hambre en Judea (Hechos 11:27-30). El Espíritu Santo habló por medio de los maestros y profetas que adoraban a Dios: "Separad a Pablo y Bernabé, para una tarea que les tengo asignada en movilidad" (Hechos 13:1,2). Después de ayuno y oración, Pablo y Bernabé recibieron la misión y la imposición de manos (Hechos 13:3). Partieron acompañados de Juan Marcos, futuro evangelista, que era hijo de María del Cenáculo (Hechos 12:12) y primo de Bernabé, (Colosenses 4:10). Los tres fueron a predicar a otros lugares, entre estos Chipre, la patria de Bernabé. Allí convirtieron al procónsul romano Sergio Paulo, y a Saulo se le nombra por primera vez, en la Biblia, como Pablo en razón de que estando en un ambiente grecorromano, usa su nombre Romano (Hechos 13:9-20). Fueron luego a Perga, en Panfilia, donde se inició el más peligroso viaje misionero. Juan Marcos no estaba muy decidido y les abandonó, regresando solo a Jerusalén. Luego prosiguieron su viaje misionero por las ciudades y naciones del Asia Menor. En Iconio, capital de Licaonia, estuvieron a punto de morir apedreados por la multitud. Se refugiaron en Listra, donde el Señor, por medio de San Pablo, curó milagrosamente a un paralítico y por esa razón los habitantes paganos dijeron que los dioses los habían visitado, haciendo lo imposible evitaron que la población ofreciera sacrificios en honor a ellos y por eso se pasaron al otro extremo y lanzaron piedras contra San Pablo y lo dejaron maltrecho (Hechos 14:19-20). Tras una breve estancia en Derbe, donde muchos se convirtieron (Hechos 14:21), los dos Apóstoles volvieron a las ciudades que habían visitado previamente, para confirmar a los convertidos y para ordenar presbíteros. Recordaban que "es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hechos 14, 22). Después de completar la primera misión regresaron a Antioquía de Siria.

Controversia y Concilio de Jerusalén
Días después, algunos de los judíos cristianos, contrarios a las opiniones de Pablo y Bernabé, comenzaron a exigir que los nuevos cristianos procedentes del paganismo, aparte de ser bautizados, fueran circuncidados. A raíz de eso, se convocó el Concilio de Jerusalén, donde participaron Pablo, Bernabé y Tito (Gálatas 2 y Hechos, capítulos 13 al 15). Se declaró entonces que los gentiles convertidos estaban exentos del deber de la circuncisión. No obstante el problema no se zanjó del todo, porque seguía habiendo muchos cristianos de Jerusalén que mantenían el pudor por guardar las normas de pureza de la Ley. Así, sabemos por Gálatas (2, 11-13) que unos representantes de Santiago llegaron a Antioquía y se escandalizaron de ver a judíos y paganos comer juntos en las comunidades; de resultas de esto, Pedro y muchos más comenzaron a practicar la separación ritual, y arrastraron finalmente a esta actitud al propio Bernabé, lo que parece que dolió especialmente a Pablo, quien se enfrentó a Pedro en público por su debilidad.

Posterior actividad misionera
Ante el segundo viaje misionero, surgió un conflicto abierto entre Pablo y Bernabé. Bernabé quería llevar a su sobrino Juan Marcos, y Pablo se oponía porque les había abandonado en mitad del primer viaje (por miedo a tantas dificultades). Por ello decidieron separarse. San Pablo se fue a su proyectado viaje con Silas, y Bernabé partió a Chipre con Marcos. Dado que Hechos no menciona en absoluto el incidente del que habla Pablo en Gálatas, solo podemos intuir que entre Pablo y Bernabé ya se había producido un cierto distanciamiento previo. De todas maneras Pablo, mucho más tarde, menciona de manera amistosa la actividad misionera de Bernabé (1 Corintios 9:5-6), informándonos indirectamente de que, al igual que Pablo, trabajaba por su propio sustento para no ser una carga para las comunidades: se deduce de ello que Bernabé aún estaba activo por los años 54-57. Posteriormente, Pablo incluirá en su círculo de colaboradores al denostado Marcos (2 Timoteo 4:11), mencionándole mientras estaba preso (Filemón 1: 24), de lo cual podríamos deducir (si es verdad que se trata del mismo Juan Marcos, porque hay autores que dudan de ello) que Bernabé ya habría fallecido por aquella altura.

Martirio
Algunas tradiciones tardías y algunos apócrifos (como el libro de los Hechos de Bernabé) hablan de que acompañó al apóstol Pedro en su viaje a Roma, y después fundó la comunidad de Milán. Otras más hablan de su martirio, hacia el año 70, en Salamina, en la isla de Chipre, por mano de los judíos de la diáspora, que lo lapidaron. La realidad es que todo lo que se sabe con seguridad sobre Bernabé, son los escasos datos que se nos da sobre él en el Nuevo Testamento.

Patronazgos y supuesta actividad como autor
Bernabé es venerado en Chipre como el fundador de la Iglesia local y su primer obispo, siendo el santo patrono de la isla. También en Milán se considera a Bernabé el fundador de la iglesia local, así como su primer obispo. En España, entre otras muchas localidades, es el patrono de la ciudad de Logroño. Y también es el patrón y Alcalde Perpetuo de la localidad de Marbella, (Málaga) venerado todos los 11 de junio, día de su festividad.En la isla de Tenerife, San Bernabé fue invocado en épocas históricas como patrono y protector de los campos de la isla frente a la sequía, conjuntamente con San Benito de Nursia.

Tertuliano afirma que fue Bernabé quien escribió la Epístola a los Hebreos. También lleva su nombre una apócrifa Epístola de Bernabé, cuyo lugar de composición más probable es Alejandría. Finalmente, se han conservado sólo un par de fragmentos de un apócrifo Evangelio de Bernabé.

Papías de Hierápolis
Papías de Hierápolis fue uno de los Padres Apostólicos de la Iglesia católica, hoy venerado como santo (h. 69-h. 150). Fue contemporáneo de Policarpo, Justino Mártir y Marción, y probablemente discípulo del apóstol Juan. No se conserva ninguno de sus escritos salvo breves citas realizadas por autores posteriores, sobre todo Eusebio de Cesarea. La importancia de este escritor radica en su testimonio en favor de la doctrina milenarista, que fue posteriormente debatida por muchos autores, como el escritor Eusebio de Cesarea. Son también relevantes sus comentarios sobre los evangelistas. Eusebio de Cesarea dice que fue obispo de Hierápolis, Frigia (Asia Menor), y san Ireneo de Lyon que fue «oyente de Juan, compañero de Policarpo de Esmirna, varón antiguo»; uno, sin duda, de los que integraban el grupo de los denominados «presbíteros asiáticos» de los que habla el obispo de Lyon. La vida de Papías fue paralela con la de Policarpo, aunque es poco probable que alcanzase la edad del obispo de Esmirna. Murió, a lo que parece, hacia el 150. En algunas obras se lo considera mártir, si bien en unos casos se corresponde con errores de identificación, y en otros la información no es suficiente.

Influencias y diferencias
El prestigio de Papías fue grande en la Antigüedad, siendo tenido en gran estima por san Ireneo. En cambio, Eusebio no parece compartir esta opinión, llegando a decir que Papías fue «un varón de mediocre inteligencia, como demuestran sus libros» (Hist. Ecl. III,39,13); pone además en tela de juicio el hecho de que fuese auditor directo del apóstol Juan: después de haber seguido en su Crónica el parecer de san Ireneo y de san Jerónimo, se aparta de éstos en su Historia, fundando su opinión en las primeras palabras de la obra de Papías (III,39,2); según el obispo cesariense, Papías no fue discípulo de Juan el Evangelista, sino de Juan el Presbítero. No parece avalar el parecer de Eusebio el hecho de la doctrina quiliasta de Papías se explicaría fácilmente en un discípulo directo de Juan Evangelista. El deseo de desacreditar al milenarismo por parte de algunos ya desde la Antigüedad explicaría la forma en que Eusebio de Cesarea lo trata en su "Historia Eclesiástica".

Según Craig Evans, la evidencia de Ireneo (siglo II) es muy poderosa a favor de que Papías haya sido discípulo de Juan el Apóstol. Agrega que probablemente Eusebio (siglo IV) haya inventado la figura de Juan el Anciano para justificar que Papías fuese milenarista, dado que la doctrina del milenarismo era políticamente inconveniente tras la legalización del cristianismo en el año 325: Eusebio también asigna al misterioso Anciano la redacción del Apocalipsis, libro que él no considera parte de la Biblia. El abad Anastasio el Sinaítico, en un brevísimo párrafo comenta una interpretación del Génesis aplicado a Cristo y a la Iglesia que habían elaborado «Panteno, obispo de Alejandría, y el sapientísimo Ammonio», a quienes cita junto a Clemente de Roma como inspiradores de Papías. La cita de Eusebio nos trae otro fragmento, en el que Papías dice conocer las enseñanzas específicas de distintos apóstoles, mencionando abiertamente a Andrés, Pedro, Tomás, Santiago, Juan y Mateo.

Escritos
Siendo ya obispo de Hierápolis, Papías escribió un tratado en cinco libros titulado Explicación de los dichos del Señor. Esta obra fue compuesta hacia el 130, según resulta de la referencia que en ella se hace al gobierno de Adriano (fragmento XI). Bardenhewer fija la composición entre los años 117 y 139, Adolf von Harnack entre el 140 y 160, Pierre Batiffol hacia 150. Es una de las primeras exégesis de los dichos (logias) de Jesús de Nazaret. Como fuentes utiliza el autor los evangelios de Mateo, Marcos y Juan y, además, las enseñanzas orales de los familiares de los apóstoles y tal vez los testimonios de las hijas del apóstol Felipe, que vivían en Hierápolis. El conjunto de su obra se perdió, y sólo quedaron fragmentos del prefacio, citados por Eusebio, lo que dificulta enormemente un análisis con cierto rigor de la obra.

En el prefacio de su obra resume Papías el fin que pretende: No dudaré en ofrecerte, ordenadas juntamente con mis interpretaciones, cuantas noticias un día aprendí y grabé bien en mi memoria, seguro como estoy de su verdad. Porque no me complacía yo, como hacen la mayor parte, en los que mucho hablan, sino en los que dicen la verdad; ni en los que recuerdan mandamientos ajenos, sino en los que recuerdan los que fueron mandados por el Señor a nuestra fe y proceden de la verdad misma. Y si se daba el caso de venir alguno de los que habían seguido a los ancianos, yo trataba de discernir los discursos de los ancianos: qué había dicho Andrés, qué Pedro, qué Felipe, qué Tomás o Santiago, o qué Juan o Mateo o cualquier otro de los discípulos del Señor; igualmente, lo que dice Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor. Porque no pensaba yo que los libros pudieran serme de tanto provecho como lo que viene de la palabra viva y permanente (Eusebio, Hist. Ecl. III, 39,3-4)

En esta obra, Papías no sólo explica el sentido de las palabras de Cristo y narra también relatos de su vida, tomados de los evangelios, sino que añade otras, e incluso presenta teorías que dice que le llegaron por vía de transmisión oral a las que Eusebio de Cesarea adjetiva como «fábulas» (por ejemplo, el milenarismo). De estos escritos de Papías que tuvieron en sus manos Ireneo de Lyon, Eusebio de Cesarea, Felipe de Side y Andrés de Cesárea, quedan pequeños fragmentos, recogidos casi todos ellos por el obispo de Cesarea en su Historia Eclesiástica.

Doctrina
Entre los fragmentos que Eusebio nos ha transmitido de la obra de Papías se encuentran dos observaciones sobre los dos primeros evangelios que arrojan luz sobre su origen. Con respecto al evangelio de Marcos, dice Papías: El anciano decía también lo siguiente: Marcos, que fue el intérprete de Pedro, puso puntualmente por escrito, aunque no con orden, cuantas cosas recordó referentes a los dichos y hechos del Señor. Porque ni había oído al Señor ni le había seguido, sino que más tarde, como dije, siguió a Pedro, quien daba sus instrucciones según sus necesidades, pero no como quien compone una ordenación de las sentencias del Señor. De suerte que en nada faltó Marcos, poniendo por escrito algunas de aquellas cosas, tal como las recordaba. Porque en una sola cosa puso cuidado: en no omitir nada de lo que había oído y en no mentir absolutamente en ellas (Eusebio, Hist. Ecl. III,39,15)

Por lo que se refiere al evangelio de Mateo, Eusebio cita estas palabras de Papías: «Mateo ordenó en lengua hebrea los dichos del Señor y cada uno las interpretó [tradujo] conforme a su capacidad» (Hist. Ecl. III,39,16). Esta afirmación prueba que en tiempos de Papías la obra original de Mateo ya había conocido algunas traducciones, entre ellas, es lógico suponerlo, la griega. Estas traducciones no hay por qué pensar que fuesen auténticas versiones escritas; es más, el tenor de la frase de Papías hace suponer, por el contrario, que se trataba de versiones orales, en lengua vernácula, de las perícopas contenidas en el evangelio. Otro de los fragmentos del obispo de Hierápolis, el del prefacio de su obra ya citado, suscita una cuestión no resuelta hasta ahora unánimemente por los investigadores: la identificación de los dos Juanes, nombrados por él entre los garantes de la ortodoxia de su doctrina: Juan el Apóstol y Juan el Presbítero. Queda por determinar si son dos o uno, porque los equipara incluso a la autoridad del testimonio doctrinal. Sin embargo, no es necesario que se vea la presencia de dos hombres diferentes de nombre Juan. Juan el Apóstol obviamente era un anciano (presbítero) de la Iglesia primitiva. Y después de haber sufrido prisión en la isla de Patmos, la tradición es unánime en decir que el apóstol se estableció en Éfeso, desde donde todavía se menciona que hacía algunos viajes de predicación y donde habría escrito no solamente su Apocalipsis ("Revelación"), sino también el evangelio que lleva su nombre. Otros fragmentos de la obra de Papías contienen leyendas e historias, más o menos fabulosas. El hecho de no contar con la obra de Papías en la actualidad hace difícil determinar si lo que se dice que escribió realmente lo escribió o si se trata de citas tomadas fuera de su contexto. Eso hace que se mantenga la controversia en cuanto a la enseñanza y doctrina de este hombre que fue una figura muy importante en la Iglesia de su tiempo, al grado que Ireneo de Lyon lo cita como autoritativo para temas como el reinado milenario de Cristo sobre la Tierra. Y así por el estilo, inserta Papías otros relatos como llegados a él por tradición oral, lo mismo que algunas enseñanzas suyas y algunas otras cosas que tienen aún mayores visos de fábula. Entre esas fábulas hay que contar no sé qué milenio de años que dice ha de venir después de la resurrección de entre los muertos y que el reino de Cristo se ha de establecer corporalmente en esta tierra nuestra; opinión que tuvo, a lo que creo, por haber interpretado mal Papías las explicaciones de los Apóstoles y no haber visto el sentido de lo que ellos decían místicamente en ejemplos... [y otras narraciones] que tienen aún mayores visos de fábula.
Eusebio.

Son leyendas del fin de Judas, el asesinato de Juan, hermano de Santiago, perpetrado por los judíos y también lo que él había oído decir a las hijas de Felipe, que residían en Hierápolis; según dice, le hablaron de los milagros que habían sucedido en sus días: de la resurrección de la madre de Manaimo y de la historia del justo Barsabás, que se tragó una porción de veneno sin experimentar efecto alguno. No obstante, como ya se ha dicho más arriba, la atribución del texto a Papías es discutida.

Juicio crítico
Papías es uno de los personajes más discutidos de la antigüedad cristiana, a pesar de que sólo nos han llegado pequeños fragmentos de su obra o tal vez por eso mismo. Desde Eusebio ya sus relaciones con el apóstol Juan y su testimonio acerca de los evangelios de Marcos y Mateo, son objeto permanente de estudios críticos; algo análogo sucede con su milenarismo. Por eso, no resulta fácil valorar en su justa medida a Papías. Aparece como un autor un tanto confuso, a pesar de su deseo de informarse de la verdad y pese a su celo por beber en las más genuinas fuentes de la tradición. Pero lo que hace importante la obra de Papías y notabilísima su contribución a la historia del cristianismo: el testimonio que nos brinda sobre la transmisión de la enseñanza oral de los discípulos de los apóstoles y su conservación en los evangelios.

Hermas de Roma
Hermas fue un escritor cristiano autor del Pastor de Hermas, un texto del siglo ii que constituye el escrito más largo del periodo de los Padres Apostólicos. Orígenes y Eusebio de Cesarea lo identifican con el Hermas mencionado en un saludo al final de la carta de san Pablo a los romanos. De acuerdo con el Fragmento Muratoriano y el Catálogo Liberiano, Hermas era hermano del obispo de Roma Pío I, décimo papa de la Iglesia. Esto permitiría datar el texto del Pastor aun cuando se deban considerar también partes de la misma obra que lo sitúan más bien en tiempos de Clemente de Roma. La contradicción se ha resuelto suponiendo que el Pastor tal como lo conocemos hoy es en realidad una recopilación de escritos de distinta datación, aunque siempre del mismo autor. Según se relata en el Pastor, Hermas era un esclavo que fue vendido a una mujer romana llamada Rode, que posteriormente le liberó. Luego alcanzó cierta posición y hasta holgura económica. Se ha estudiado y debatido si Hermas era de origen judío o pagano: su obra —con reminiscencias de la espiritualidad esenia combinada con un profundo conocimiento de la cultura griega— ha dificultado obtener conclusiones definitivas. El Pastor contiene muchos elementos autobiográficos: Hermas habría tenido dos hijos, que apostataron del cristianismo durante las persecuciones. Habla también de su esposa, a la que describe como parlanchina. También menciona sus tierras y cultivos, que se encontraban entre Roma y Cumas.