Francis Bacon (1561 -1626)
Fue un científico, Filósofo, Político, Abogado, Juez, Poeta y Escritor Británico. En el área científica se le recuerda como una de las figuras más destacadas en la formación del método científico y el razonamiento inductivo. Junto a René Descartes, es un personaje clave de la llamada "Revolución Científica", y por sus contribuciones, Bacon ha sido llamado "el padre del método científico moderno", "el padre de la investigación científica moderna", "el padre de la ciencia experimental" y el fundador de la filosofía moderna. En esencia: "Bacon fue el primero en formular una clara teoría del proceso inductivo-hacer experimentos y derivar conclusiones generales de ellos que se confirmen con posteriores experimentos - y llegó a ser extremadamente influyente al impulsar con fervor el nuevo método. Atacó sin ambages las escuelas tradicionales de pensamiento y desarrolló una verdadera pasión por la experimentación científica."
A su corta edad de 12 años, ya había ingresado al Trinity College (Cambridge), donde adquirió una afición por la lectura y aprendió las lenguas latina y griega. En 1576 comenzó a estudiar leyes y mas tarde viajó a Francia donde ingresaría a la Universidad de Poitiers. Después regresó a Inglaterra y a los 23 años fue elegido como miembro del parlamento inglés, donde ocuparía 8 veces su puesto en la Comuna. En 1597, Bacon publicó su primer libro, que fue la primera edición de "Ensayos", que contenía 10 tratados, con temas que incluían: Del régimen de la salud, Del discurso, De los acompañantes y amigos, De los estudios, De las ceremonias y cumplimientos, y De la honra y la reputación.
En éstos dos últimos, Bacon escribía: "Salomón dijo: El que al viento mira no sembrará, y el que mira las nubes no segará. El hombre inteligente tendrá más oportunidades de las que encuentra." ["De las ceremonias y cumplimientos"; en referencia a Eclesiastés 11:4].
"La envidia, que es la corrupción del honor, se elimina mejor cuando un hombre se afirma a los fines que se tienen, procurando buscar más el mérito que la fama, y atribuyendo sus éxitos a la Divina Providencia y a la fortuna, en vez de hacerlo a la virtud propia o a la táctica." [IV. "De la honra y la reputación"].
En el mismo año publica "Meditationes Sacræ" [Meditaciones Sagradas], obra en la que pronuncia su famosa frase: "El conocimiento es poder", la cuál, en contexto, se refería específicamente al poder de Dios: (como el conocimiento mismo es un conocimiento donde Él se conoce). En el libro, Bacon escribió su tratado "De Hæresibus", en el cuál escribió:
"De herejías"
A su corta edad de 12 años, ya había ingresado al Trinity College (Cambridge), donde adquirió una afición por la lectura y aprendió las lenguas latina y griega. En 1576 comenzó a estudiar leyes y mas tarde viajó a Francia donde ingresaría a la Universidad de Poitiers. Después regresó a Inglaterra y a los 23 años fue elegido como miembro del parlamento inglés, donde ocuparía 8 veces su puesto en la Comuna. En 1597, Bacon publicó su primer libro, que fue la primera edición de "Ensayos", que contenía 10 tratados, con temas que incluían: Del régimen de la salud, Del discurso, De los acompañantes y amigos, De los estudios, De las ceremonias y cumplimientos, y De la honra y la reputación.
En éstos dos últimos, Bacon escribía: "Salomón dijo: El que al viento mira no sembrará, y el que mira las nubes no segará. El hombre inteligente tendrá más oportunidades de las que encuentra." ["De las ceremonias y cumplimientos"; en referencia a Eclesiastés 11:4].
"La envidia, que es la corrupción del honor, se elimina mejor cuando un hombre se afirma a los fines que se tienen, procurando buscar más el mérito que la fama, y atribuyendo sus éxitos a la Divina Providencia y a la fortuna, en vez de hacerlo a la virtud propia o a la táctica." [IV. "De la honra y la reputación"].
En el mismo año publica "Meditationes Sacræ" [Meditaciones Sagradas], obra en la que pronuncia su famosa frase: "El conocimiento es poder", la cuál, en contexto, se refería específicamente al poder de Dios: (como el conocimiento mismo es un conocimiento donde Él se conoce). En el libro, Bacon escribió su tratado "De Hæresibus", en el cuál escribió:
"De herejías"
"Erráis, ignorando las Escrituras, y el poder de Dios." Este canon es la madre de todos los cánones contra la herejía. Las causas del error son dos: ignorar la voluntad de Dios, ignorar o no considerar lo suficiente Su poder. La voluntad de Dios es mayor revelada por las Escrituras, y por lo tanto, el precepto es: "Escudriñad las Escrituras"; la voluntad de Dios es a lo más revelada por las criaturas, por lo que el precepto es: "Mira y considera las creaciones." Así como se afirma que la plenitud del poder de Dios no hace ninguna imputación a Su voluntad, la bondad de la voluntad de Dios no deroga Su poder. Por lo tanto, la verdadera religión está establecida en medio de la superstición, con sus herejías supersticiosas por un lado, y el ateísmo, con sus herejías profanas por el otro; La superstición, rechazando la luz de las Escrituras, y entregándose a tradiciones infundadas, y a escritos dudosos y no-canónicos, o a nuevos anunciamientos, o a falsas interpretaciones de las Escrituras, interpretaciones que falsifican y ensueñan muchas cosas sobre la voluntad de Dios, que son extrañas y lejanas del verdadero sentido de las Escrituras. Pero el ateísmo y la lucha contra la religión se revela y desobedece contra el poder de Dios, no teniendo fe en Su palabra que revela Su voluntad, dando deshonra e incredulidad de Su poder, el cuál puede hacer todas las cosas son posibles. Las herejías que surgen de esta fuente parecen más atroces que las otras, porque incluso en los gobiernos civiles es tenido como un delito el negar el poder y la autoridad de un príncipe, más que el tocar su honor y su fama. . ." [Meditationes Sacrae (1597), "Of Heresies"].
"De las obras de Dios y del hombre"
"Dios contempló todo lo que Sus manos habían hecho, y he aquí, todas fueron bien hechas. [Génesis 1:31.]
Pero cuando fue el turno del hombre y vio lo que las obras de sus manos habían hecho, se encontró con todo era vanidad y aflicción de espíritu" [Eclesiastés 1:14].
Pero cuando fue el turno del hombre y vio lo que las obras de sus manos habían hecho, se encontró con todo era vanidad y aflicción de espíritu" [Eclesiastés 1:14].
"Por tanto, si tú trabajas en las obras de Dios, el sudor será como pomada aromática, y tu descanso, como el reposo de Dios: tendrás esfuerzo laborioso en la transpiración de una buena conciencia, y guardarás el día santo en la tranquilidad y la libertad de las más dulces contemplaciones, Pero si tú aspiras a los actos gloriosos de los hombres, tu trabajo será acompañado de dolor y contienda, y tu memoria será seguida de disgustos y reproches; hazlo así, y eso te sucederá, Oh hombre, pues ya que tú, que eres una obra de Dios, no le das la razón rindiéndole un agradable y buen servicio, así tus propias obras también te han de regresar la misma especie de fruta amarga." [Gálatas 6:7]. [Meditationes Sacrae (1597), "Of The Works Of God and Man"].
"Para un hombre, amar mientras sea amado, es la caridad de publicanos contratados por beneficio mutuo y oficios provechosos; pero que un hombre ame a sus enemigos es uno de los aspectos más vívidos de la ley de Cristo, y una imitación de la naturaleza divina ." [Meditationes Sacrae (1597)].
En 1604, en la "Apología de las imputaciones al tardío Earl de Essex", Bacon escribió: "Todo hombre honesto, que tiene su corazón bien sembrado, renunciará al rey en lugar de renunciar a Dios, y renunciará a su amigo en lugar de renunciar a su rey, y aún renunciará a la comodidad terrenal, y hasta su propia vida en algunos casos, en lugar de renunciar a su amigo." [Apology In Certaine Imputations Concerning the Late Earle of Essex, 1604].
Al año siguiente, Bacon publicó sus obras "Los dos libros de Francis Bacon" y "De la proficiencia y el avance del conocimiento, Divino y Humano" (1605), mejor conocida como "El avance del aprendizaje", obra en la que escribió una serie de características sobre el método que comienza a proponer, yendo de los axiomas simples a los particulares. En esta obra, nombra una serie de errores que los hombres cometen al aplicarse a la ciencia, culminando su descripción con el siguiente pensamiento: "El mayor error del resto es confundir o colocar incorrectamente el motivo definitivo y máximo del conocimiento. Porque los hombres han llegado a tener un deseo del saber y del conocimiento, a veces por una curiosidad natural y un anhelo inquisitivo, a veces para entretener sus mentes con variedad y deleite, a veces por el ornamento y la reputación, y en ocasiones para permitirles victoria de ingenio y contradicción, y la mayoría de veces para el lucro y la profesión, y rara vez con sinceridad para dar una verdadera cuenta de su don de razón para el beneficio y uso de los hombres: como si hubieran buscado en el conocimiento un sofá para que descanse un espíritu inquieto y buscador; o una terraza para que una mente errante y variable suba y baje con una perspectiva justa; o una torre de Estado, para elevar una mente orgullosa, o una fortaleza o base, para luchar y contender, o una tienda, con fines de lucro o venta, en vez de un almacén rico para la gloria del Creador y el alivio de la condición humana; más esto último es aquello que verdaderamente dignifica y exalta el conocimiento."
"Son descubridores enfermos aquellos que piensan que no hay tierra, cuando no pueden ver nada más que mar." [Libro II, VII, 5.]
En el mismo libro, Bacon reconoce el papel del conocimiento en la fe cristiana y viceversa:
"Obsérvese que hay dos funciones y servicios principales, además del ornamento y la ilustración, que la ciencia y el aprendizaje humano realiza a la fe y la religión. Una, porque son un incentivo eficaz para la exaltación de la gloria de Dios. Porque los Salmos y otras Escrituras a menudo nos invitan a considerar y magnificamos las grandes y maravillosas obras de Dios... La otra, porque ministran una ayuda singular y preservativa contra la incredulidad y el error. Porque nuestro Salvador dijo: "erráis, ignorando las Escrituras, y el poder de Dios," poniendo delante de nosotros dos libros o volúmenes para estudiar, si vamos a estar asegurados del error: primero las Escrituras, que revelan la voluntad de Dios, y luego las creaciones que expresan Su poder, de lo cual lo último es clave a la primera: no sólo abriendo nuestra comprensión de concebir el verdadero sentido de las Escrituras por las nociones generales de la razón y reglas del discurso, pero sobre todo abriendo nuestra creencia al acercarnos a una meditación de la omnipotencia de Dios, que está sobre todo firmada y grabada en Sus obras. Por lo tanto, mucho hay por testimonio y evidencia divina acerca de la verdadera dignidad y el valor del aprendizaje." "Tampoco hay ninguna cantidad de conocimiento, por grande que sea, que pueda hacer que la mente del hombre engorde, porque nada nos puede llenar, mucho menos prolongar el alma humana, sino sólo Dios y la contemplación de Dios, y, por lo tanto, Salomón, hablando de los dos sentidos principales de la examinación, el ojo y el oído, afirmó que el ojo nunca está satisfecho de ver, ni el oído de oír, y si no hay llenura, entonces el contenedor es más grande que lo contenido: así es el conocimiento y la mente del hombre, eso para los sentidos no es más que reportajes, que precisamente definió estas palabras, halladas en ese calendario o efemérides que hizo sobre la diversidad de tiempos y las estaciones de todas las acciones y propósitos, y concluyó así: "Dios ha hecho todas las cosas hermosas, o decentes, en el verdadero retorno de sus estaciones” "No hay peligro en la proporción o cantidad del conocimiento, por extenso que sea, a no ser que hiciera engordar o se excediera, no; más es meramente la calidad del conocimiento, ya sea mucho o poco, si fuera tomado sin una verdadera corrección del mismo, lo que tiene en su naturaleza un veneno o maldad, y algunos efectos de ese veneno, que son la ventosidad o hinchazón. La especia correctiva, cuya mezcla convierte al conocimiento en algo tan dominante, es el amor, que el Apóstol de inmediato incluye a una cláusula, pues así lo ha dicho: "El conocimiento envanece, pero el amor edifica" algo que no es diferente a lo que pronuncia en otro lugar: "Si yo hablara,” dice él, "lenguas de humanos y ángeles, pero no tengo caridad, sería como un címbalo que retiñe.” No porque no sea una cosa excelente hablar con lenguas humanas o angélicas, sino porque, si esto se separará de la caridad, y no se remite a la bondad a los hombres y la humanidad, tendría una gloria resonante e indigna en vez de una virtud merecedora y sustancial. En cuanto a que la censura de Salomón en el exceso de la escritura y la lectura de libros, y la angustia de espíritu en el conocimiento redundante, y esa advertencia de San Pablo, "Que no seamos seducidos por filosofía vana," entendamos estos pasajes correctamente, y verdaderamente hacen un excelente establecimiento de los verdaderos confines y límites por los cuales el conocimiento humano es restricto y circunscrito, y aun sin contratación o coartación alguna, salvo aquella de comprender el carácter universal de las cosas, porque estos límites son tres: el primero: no pongamos nuestra felicidad en el conocimiento, y olvidemos nuestra mortalidad. El segundo: apliquemos nuestros conocimientos, para brindar entre nosotros descanso y contentamiento, y no desagrado o quejas. el tercero: no presumamos de que por la contemplación de la naturaleza se han alcanzado [completamente] los misterios de Dios. Salomón se explicó excelentemente en otro lugar del mismo libro, donde dice: “He visto que el conocimiento sobrepasa la ignorancia, como la luz a las tinieblas. El sabio tiene sus ojos en su cabeza, más el necio anda en tinieblas: empero también entendí que un mismo suceso de la mortalidad acaecerá al uno que al otro.”" [Eclesiastés 2:13-14].
"Es sólo el amor no admite ningún exceso. Porque como vemos, aspirando a ser como Dios en el poder, los ángeles transgredieron y cayeron; (Ascendam, et ero similis altissimo): aspirando a ser como Dios en el conocimiento, el hombre quebrantó y cayó; (Eritis sicut Dii, scientes bonum et malum), pero aspirando a ser semejante a Dios en la bondad o el amor, ningún hombre o ángel jamás han transgredido o transgrederán." "Los dos últimos puntos, conocidos por Dios y desconocidos por el hombre: tocar los secretos del corazón y las sucesiones de tiempo, en serio hacen una diferencia justa y sana entre la forma de la exposición de las Escrituras y todos los demás libros. Porque es una excelente observación la que se ha hecho sobre las respuestas de nuestro Salvador Cristo a muchas de las preguntas que se le hicieron a Él, de cómo fueron impertinentes al estado que la pregunta exigía: la razón de esto es, porque no actuando como el hombre, que conoce los pensamientos del hombre por sus palabras, sino que, sabiendo los pensamientos del hombre inmediatamente, Él no respondió a sus palabras, sino a sus pensamientos. Muy similar al estilo de las Escrituras, que habiendo siendo escritas para los pensamientos del hombres, y la sucesión de todas las épocas, con una previsión de todas las herejías, las contradicciones, los diferentes estados de la Iglesia, sí, y en particular de los elegidos, no son para ser interpretadas solamente en función a la libertad del sentido propio del sitio, y, respectivamente, hacia esa ocasión presente en la que las palabras fueron pronunciadas, o en la precisa congruencia contextual con las palabras previas o siguiente, o en la contemplación del principal alcance del lugar, más tienen en sí mismas, no sólo totalmente o colectivamente, sino distributivamente en cláusulas y palabras, infinitos manantiales y arroyos de doctrina para dar agua a la Iglesia en todas partes. Y por lo tanto, como el sentido literal es, por así decirlo, la corriente principal o río, así también el sentido moral, principalmente, ya sea alegórico o típico, es lo que la iglesia más ha de usar; no digo que quiera que los hombres sean audaces en alegorías o indulgente o la luz en alusiones, más digo yo condeno aquella interpretación de la Escritura que se hace solamente en la forma en que los hombres interpretan un libro profano." [Francis Bacon, The Advancement Of Learning, (El Avance del Saber) Londres, Henrie Tomes, 1605].
Así mismo, explora las cualidades científicas que yacen en el conocimiento en las Escrituras:
"(9)...Hechad un vistazo en la ley ceremonial de Moisés; encontréis, además de la prefiguración de Cristo, la identificación o la distinción entre el pueblo de Dios, el ejercicio y la impresión de la obediencia, y otros usos y frutos divinos de la misma. (10) Así también en ese excelente libro de Job, si se escudriña con diligencia, se encontrará una fecunda y abundante filosofía natural, como por ejemplo, en cosmografía y la redondez del mundo. "Él extiende el norte sobre vacío, cuelga la tierra sobre nada," en donde la flotación de la tierra, el polo norte, y la finitud o convexidad de los cielos es mencionada manifiestamente. Así de nuevo, en materia de astronomía: "Su espíritu adorna los cielos; su mano traspasó a la serpiente tortuosa," y en otro lugar: "¿Eres tú quien mantiene juntas las Pléyades y separadas las estrellas del Orión?," en donde la fijación de las estrellas, siempre constante a la misma distancia, se señaló con elegancia. Y en otro lugar: "Él hizo la Osa Mayor, el Orión y las Pléyades; y los lugares secretos del sur;" en donde una vez más se muestra el conocimiento de la depresión del polo sur, que llama "secretos del sur," porque las estrellas del sur no se podían ver en esa región... En materia de minerales: "Ciertamente la plata tiene sus veneros, y el oro lugar donde se refina. El hierro es tomado del polvo, y de la piedra es fundido el metal."y así en lo consiguiente en ese capítulo. (11) En la persona del rey Salomón, vemos el regalo o don de la sabiduría y el aprendizaje, tanto en la petición de Salomón como en la aprobación de Dios de ésta, siendo más preferible que la felicidad temporal y terrenal. Virtud por la cual, Dios concedió o donó a Salomón la cualidad de de ser capaz no sólo de escribir esas excelentes parábolas o aforismos que tratan la filosofía divina y moral, sino también compilar una historia natural de todo verdor, desde el cedro sobre la montaña hasta el musgo en la pared, y también todas las cosas que respiran y se mueven. Es más, el mismo rey Salomón, aunque sobresalió en la abundancia de tesoros y construcciones magníficas, de transporte marítimo y de navegación, de servicios de asistencia, de fama y de renombre, y cosas similares, sin embargo no demandó ninguna de esas glorias, más sólo la de la gloria en la búsqueda de la verdad, porque él lo dice expresamente: "La gloria de Dios es encubrir un una cosa, pero la honra del rey es averiguarlo," como si, de acuerdo al juego inocente de los niños, la Majestad Divina se deleitara en ocultar Sus obras, para que al final se encontraran, y como si los reyes no pudieran obtener un honor más grande que el de ser compañeros de juego de Dios en ese juego, teniendo en cuenta el gran mandamiento del ingenio y los medios... (12) Tampoco la dispensación de Dios varía en las épocas posteriores a las que nuestro Salvador vino a este mundo, porque nuestro Salvador mismo primero demostró Su poder para subyugar a la ignorancia, por medio de los debates con los sacerdotes y doctores de la Ley, antes de que demostrara Su poder para subyugar la naturaleza a Sus milagros. Y la llegada del Espíritu Santo fue principalmente representada y expresada en la forma y el don de lenguas, las cuales son "vehicula scientiæ" [transmisión de conocimiento]. (13) Así mismo, al elegir esos instrumentos, que agradó a Dios usar para la plantación de la fe, en un principio lo hizo empleando a personas indoctas por completo, solamente por la vía de la inspiración, para declarar Su obra inmediata y para traer toda sabiduría o conocimiento humano; más sin embargo aquel letrado de Él, no actuó más pronto, más en el siguiente acto y sucesión en el que Él mismo mandó Su verdad divina al mundo, complementó con otros aprendizajes, como con siervos o servidores, porque así vemos que San Pablo, el único que era erudito de entre los Apóstoles, usó más su pluma en las Escrituras del Nuevo Testamento."
En 1607, Bacon publica "Instauratio Magna", obra en la que dentro de su sección "El Plan de Trabajo" presenta la siguiente oración:
"Dios nos libre de emitir un sueño de nuestra propia imaginación como modelo del mundo, preferible es que Él nos conceda por su gracia el escribir un Apocalipsis o una verdadera visión de las huellas del Creador impresas en sus criaturas. Por lo tanto, Tú, Padre, que diste la luz visible como los primeros frutos de la creación, y soplaste en el rostro del hombre la luz intelectual como corona y consumación de éste mismo, vigila y protege este trabajo, que viniendo de Tu bondad, te de gloria. Tú, cuando miraste las obras que habían hecho Tus manos, viste que todo era muy bueno, y descansaste de Tus labores. Más el hombre, cuando miró la obra que habían hecho sus manos, vio que todo era vanidad y aflicción de espíritu, y no pudo encontrar reposo en ello. Por tanto, si trabajamos en Tus obras con el sudor de nuestra frente, Tú nos harás partícipes de tu visión y tu reposo. Humildemente oramos que esta mente esté firme en nosotros, y que a través de estas nuestras manos, y las manos de otras personas a las que Tú has de dar el mismo espíritu, concedas dotar a la familia humana con nuevas misericordias." [Instauratio Magna, The Plan Of The Work, The work is in six parts, p. 33] Alusión a Génesis 2:7. El mismo año, Bacon publica "Phenomena of the Universe Or Natural History for the Building Up of Philosophy" (1607), donde escribe:
"Ya que Dios me ha dado una mente que a sí misma sabe someterse a las cosas y que rechaza con facilidad lo engañoso gracias a un sentido de lo que es correcto y de confianza en que las cosas van a salir bien, también he traído sobre mí mismo esa parte del trabajo que creo que otros han querido evitar por completo, o tratar de una forma diferente a la idea que yo tengo de ello."
En 1612, se publica la segunda edición de los Ensayos, esta vez aumentada a 38 tratados con nuevos temas que incluían: De la muerte, De la unidad en la religión, Del amor, De los padres y los hijos, De la bondad y bondad en la naturaleza, De la nobleza, Del ateísmo, De las riquezas, De la ambición, De la superstición, De la astucia, De la premura, De la amistad, De la naturaleza en los hombres, De la fortuna, De la ira, De la vanagloria, De la verdadera grandeza de los reinos, entre otros. En éstos, al igual que Blaise Pascal y Albert Einstein, Bacon sopesa la creencia en Dios, asegurando que es muy preferible al ateísmo. Al igual que Isaac Newton, Bacon expresó su desdén por el ateísmo:
"Mejor querría creer todas las fábulas de la Leyenda, del Talmud o del Alcorán, que creer que creer que esta enorme máquina del universo no tiene una inteligencia que presida sus movimientos. Por eso Dios no se ha dignado nunca a obrar milagros para convencer a los ateos, ya que sus obras son una continua y sensible demostración de su existencia. La filosofía superficial hace inclinarse un poco hacia el ateísmo, pero una filosofía más profunda lleva hacia la religión. El hombre en sus contemplaciones busca segundas causas dispersadas, que le parecen esparcidas sin coherencia y se puede detener en ellas sin atreverse a levantarse más arriba; pero cuando considera la liga ininterrumpida que liga y une todas estas causas, entonces necesita elevarse hacia la Providencia y la Deidad. Aún más, incluso esas escuela que es la más acusada del ateísmo es la que más demuestra la religión. Hablo de la escuela de Leucipo, de Demócrito y de Epicuro. . . Encontramos en la Sagrada Escritura estas palabras tan conocidas: "Dijo el necio en su corazón: no hay Dios" [Salmos 14:1]. Observemos que no dice que el insensato -pensó que no hay Dios- sino que se lo ha dicho a sí mismo, más bien como cosa que desea, y de la cual trata de convencerse, que como si de ello estuviese plenamente convencido, pues nadie niega que hay Dios sino aquellos a quienes les parece que no tenía que haberlo. Tal parece que el ateísmo está más en los labios que en el corazón de los hombres; y esto porque los ateos siempre están hablando de su opinión como si no se sintieran seguros de ella y como si se alegraran de fortalecerla con la aprobación de los demás; aún más, se ve también que desean hacer prosélitos, al igual que las otras sectas, y, sobre todo, los veréis que prefieren sufrir los más horrorosos tormentos a retractarse. Pero si están verdaderamente persuadidos de que Dios no existe, ¿ a que viene que se atormenten de ese modo por una opinión negativa? . . . "Más, por supuesto, los ateos destacados son verdaderos hipócritas, que están manoseando sin cesar las cosas santas, pero sin sentimiento, como si, en definitiva, tuvieran la necesidad de ser cauterizados. . . Los que niegan a Dios destruyen la nobleza humana, pues el hombre es análogo a las bestias por su cuerpo; más si no fuera análogo a Dios por su espíritu, sería una criatura baja e innoble. El hombre cuando descansa y se siente seguro bajo el favor y la protección Divina, alcanza una fuerza y fe que la naturaleza humana en sí misma no podría obtener; por tanto, como el ateísmo es odioso en todos los aspectos, también en este de privar la naturaleza humana de los medios para elevarse sobre la fragilidad humana." [Bacon, Ensayos; "Del ateísmo", Traducción Roda Rivas (1974) y Escolar Bareño (1980)].
"La paz no es el asunto, sino los seguidores, y el partido. Contrariamente, algunos Laodiceanos, y algunas personas tibias piensan que pueden acomodar puntos de la religión, por término medio, y tomando parte de ambas, y conciliaciones ingeniosas, como si hicieran un arbitrio entre Dios y el hombre. Ambos de esos extremos deben ser evitados, lo que sería hecho, si la liga de los Cristianos, afirmados por nuestro propio Salvador, nos encontraramos en el lugar de los dos flancos de la cruz, profundamente y claramente expuestos: <el que no está con nosotros, está contra nosotros>, y otra vez, <el que no está contra nosotros, está con nosotros>, [Marcos 9:40] es decir, los puntos fundamentales y sustanciales en la religión deben ser verdaderamente discernidos y distinguidos de los puntos que no son de la fe, sino de la opinión, del orden o las buenas intenciones." ["Ensayos sobre moral y política", "De la unión de la religión"].
"Dios tiene este atributo de que Él es un Dios celoso, y por lo tanto, su adoración y religión no tiene mezcla ni compañera". ["Ensayos sobre moral y política", "De la unión de la religión"].
"Los jueces debieran recordar que su oficio es <jus diciere> y no <jus dare>; interpretar la ley, no hacerla o darla; en otro caso sería como la la autoridad invocada por la Iglesia de Roma que, con el pretexto de explicar las Escrituras, no titubea en agregar o alterar y declara que no ve tal cosa y, pretextando antigüedad, introduce novedades." ["Ensayos sobre moral y política", "De la judicatura"].
"En verdad la contemplación de la muerte, como precio del pecado y tránsito al otro mundo, es santa y religiosa, pero temerla, como tributo debido a la naturaleza, es debilidad. . . Creed que el cántico más dulce es Nunc Dimittis [Ahora despides, Señor, a tu siervo, conforme a tu palabra, en paz. (Lucas 2:29)], cuando el hombre ha obtenido fin y esperanzas dignos." ["Ensayos sobre moral y política", "De la muerte"].
"En verdad la contemplación de la muerte, como precio del pecado y tránsito al otro mundo, es santa y religiosa, pero temerla, como tributo debido a la naturaleza, es debilidad. . . Creed que el cántico más dulce es Nunc Dimittis [Ahora despides, Señor, a tu siervo, conforme a tu palabra, en paz. (Lucas 2:29)], cuando el hombre ha obtenido fin y esperanzas dignos." ["Ensayos sobre moral y política", "De la muerte"].
"La envidia de Caín hacia su hermano Abel fue la más vil y maligna, porque cuando su sacrificio fue mejor aceptado, no había nadie más que lo viera. Así sucede con muchos que son propicios a la envidia. . . es también el más vil de los sentimientos y el más depravado, por esa causa es el atributo más apropiado del demonio, del cual se dice que <durmiendo los hombres, vino su enemigo, y sembró cizaña entre el trigo> y siempre ocurre que la envidia opera sutilmente en la sombre y el perjuicio de las cosas buenas." ["Ensayos sobre moral y política", "De la envidia".]
"Llamo simplemente bondad al hábito de hacer bien, y bondad natural a la inclinación o pensamiento constante de hacerlo. Esta es la más noble facultad del alma humana y la más grande de las virtudes: asemeja al hombre a la Divinidad, de la cual, es el primer atributo. La bondad moral responde a la caridad cristiana, y no es susceptible de exceso, sino solamente de error o equivocación con respecto al fin que se propone. Una ambición excesiva produjo la caída de los ángeles, y un deseo desmedido de saber ocasionó la del hombre, pero en la caridad, repetimos que no cabe exceso, y jamás ángel u hombre alguno puede correr riesgo de excederse, aunque se entregue a ella enteramente. . . en efecto, nunca hubo religión, ley o secta que ensalzara a la bondad tanto como la ha elevado la religión cristiana. . . Procurad el bien de las gentes pero sin dejaros engañar por sus apariencias... el mejor precepto en este particular es el ejemplo de Dios mismo <que hace salir el sol y caer la lluvia sobre justos e injustos>. . . la bondad se conoce por diferentes especies de manifestaciones y efectos que le son propios y que la caracterizan. . . si se alcanza el grado sublime de caridad de San Pablo, que deseaba ser anatemizado por Jesucristo con tal de asegurar la salvación de sus hermanos, este heroico deseo anuncia en él una naturaleza divina y una especie de semejanza con Cristo mismo." ["Ensayos sobre moral y política", XIII "De la bondad natural o adquirida".]
"El reino de los cielos se compara no a ninguna almendra o nuez grande, sino a un grano de mostaza que es de las semillas más pequeñas, pero lleva dentro de sí la propiedad y la fuerza para crecer y engrandecerse." ["Ensayos sobre moral y política", "De la verdadera grandeza de los reinos".]
"No hay verdadero uso de las grandes riquezas salvo en su distribución; lo demás es pura imaginación. Así dice Salomón: <donde hay mucha hacienda, muchos son los que la comen, ¿y que saca de ella el amo mas que verla con sus ojos?. . . como dice Salomón: <las riquezas son como fortalezas en la imaginación de los ricos>. Eso está excelentemente expresado, que está en la imaginación, y no siempre en la realidad." ["Ensayos sobre moral y política", "De las riquezas".]
"Las Escrituras nos exhortan a salvar nuestra vida por la paciencia, porque quienquiera que pierde la posesión de la paciencia, pierde su alma." ["Ensayos sobre moral y política", "De la ira".]
"Algunos libros son para ser probados, otros para ser tragados, y algunos pocos para ser masticados y digeridos." [De su ensayo "De los Estudios".]
"Las Escrituras nos exhortan a salvar nuestra vida por la paciencia, porque quienquiera que pierde la posesión de la paciencia, pierde su alma." ["Ensayos sobre moral y política", "De la ira".]
"Algunos libros son para ser probados, otros para ser tragados, y algunos pocos para ser masticados y digeridos." [De su ensayo "De los Estudios".]
El método científico y Dios
En 1620, Bacon publicó su histórica obra "Novum Organum" [Nuevo Órgano], donde propone formalmente el planteamiento de un método de investigación experimental para la ciencia (que en su tiempo se conocía como "filosofía natural". Para esto, enumera las ideas de su obra en aforismos.
Cualquiera que lea la obra original, podrá darse cuenta que el método científico de Bacon, en cierta forma, fue inspirado por su fe cristiana en diversos aspectos. Al igual que Galileo Galilei, Bacon percibe dos libros inspirados por Dios:
-la Biblia, como Escritura inspirada divinamente, y
-el libro de la naturaleza, que comprenden las obras que Dios formó en la creación, las cuales manifiestan el poder de Dios. Así, Bacon ubica en el estudio de la ciencia en el estudio de la creación de Dios. Es por esto que Bacon no estaba de acuerdo con que hubieran teólogos que restringieran el estudio de la ciencia.
"LXXXIX... Por la simplicidad de algunos teólogos, el acceso a cualquier ciencia, ha llegado ha ser obstruido. Algunos están débilmente temerosos de que una búsqueda más profunda de la naturaleza transgreda los límites permitidos por la cordura; luchando y transfiriendo erróneamente lo que se dice en las Sagradas Escrituras contra aquellos que se adentran en misterios sagrados, en las cosas ocultas de la naturaleza, que no están prescritas por prohibición alguna. . . Mas esos últimos temores me huelen completamente a sabiduría carnal, como si los hombres en los recovecos y los pensamientos secretos de sus corazones dudaran y desconfiaran del imperio de la religión por sobre el de los sentidos, y así temieran que la investigación de verdad en la naturaleza pueda ser peligrosa para ellos. Pero si el asunto verdaderamente considerado, la filosofía natural es después de la Palabra de Dios, a la vez, el medicamento más seguro contra la superstición y el nutriente sustentador para la fe, y por lo tanto, le da razón a la religión como su más fiel sierva, ya que una muestra la voluntad de Dios, y la otra su poder.Porque no cometió ningún error aquél que dijo: "Erráis ignorando las Escrituras y el poder de Dios", acoplando así y mezclando en un vínculo indisoluble información acerca de Su voluntad y meditación acerca de Su poder."
En este sentido, Bacon propone esencialmente que para el estudio de las obras creadas por Dios, se eliminen los prejuicios humanos que provienen de una idolatría engañosa. De esta forma, establece la necesidad de excluir la aceptación de ideas que provenían de personajes que se citaban como autoridades "infalibles" en el conocimiento: Aristóteles, Platón, la escolástica griega, entre otros, separando a la ciencia de las doctrinas aristotélicas, la mitología griega, las supersticiones, la adivinación, e incluso las teologías inquisitivas.
"LXII... la vanidad de algunos ha ido tan lejos que hasta han buscado los orígenes de la ciencia por invocaciones a los espíritus y a los genios. Así, pues, todas las falsas filosofías se reducen a tres clases: la sofística, la empírica y la supersticiosa."
En su obra, Bacon reconoce como ídolos a los errores y a los principios que originan percepciones falsas en los seres humanos a la hora de estudiar la ciencia. Lejos de exaltar el entendimiento humano individual, Bacon consideraba que cuando éste se rige por sí mismo, se presenta en forma de idolatría, que desvía el conocimiento.
"XXXVIII: Los ídolos y las nociones falsas que han invadido ya el entendimiento humano, y han echado hondas raíces, no sólo han acosado las mentes humanas de modo que la verdad difícilmente puede entrar, sino que, incluso después de que ésta encuentra acceso, esas falsas nociones, se encontrarán en la restauración de las ciencias y nos perturbarán, a menos que los hombres se fortifiquen previniéndose del peligro, poniéndose en guardia de sus asaltos." "XXXIX: Hay cuatro especies de ídolos que llenan la mente humana. Para hacer una distinción, los he designado con los siguientes nombres: los primeros, ídolos de la tribu, los segundos, ídolos de la cueva, los terceros, ídolos del mercado, los cuartos, ídolos del teatro." "XLI: Los ídolos de la tribu tienen su fundación en la naturaleza misma del hombre, y en la tribu o el género humano. Porque se afirma falsamente que el sentido humano es la medida de las cosas. Por el contrario, todas las percepciones, tanto de los sentidos como las de la mente, están de acuerdo a la medida del individuo y no de acuerdo a la medida del universo. Y el entendimiento humano es como un espejo infiel, que, recibiendo rayos irregularmente, distorsiona y decolora los colores de la naturaleza de las cosas mezclando su propia naturaleza a la de ellas.
El método científico baconiano entonces se propone el fin de que en la ciencia no se confiar en las percepciones propias, ni de otros humanos (Jeremías 17:5), sino que sólo se debe partir de las obras que Dios ha establecido en la naturaleza. Esto se debe a que las percepciones humanas son cambiantes y contradictorias, pero las obras de Dios no lo son:
"XLLII: Los ídolos de la cueva son los ídolos del ser humano individual; porque cada uno (aparte de los errores comunes a la naturaleza humana en general) tiene una cueva o un foso propio que refracta y decolora la luz de la naturaleza, ya sea debido a su naturaleza propia y peculiar, o a su educación y conversación con los demás, o a la lectura de libros, y a la autoridad de aquellos a quienes estima y admira, o las diferencias de las impresiones, como ocurre cuando tienen lugar en una mente preocupada y predispuesta o en una mente indiferente e indispuesta, o por el estilo. De modo que el espíritu del hombre (según se reúne con diferentes individuos), es de hecho una cosa variable y llena de perturbación, y regida como si fuera por lo casual. De ahí que fuera bien observado por Heráclito que los hombres [erróneamente] buscan las ciencias en sus propios mundos inferiores, y no en el mundo mayor o común." "XLIII. También hay ídolos formados por la relación y asociación de los hombres entre sí, los cuales llamo "ídolos del mercado", a causa del comercio y el consorte que los hombres llevan a cabo allí. Porque es por medio de la plática que los hombres asocian, y las palabras se presentan de acuerdo a la comprensión del hombre común. Y por lo tanto, la elección enferma e incapaz de palabras obstruye en gran maneta el entendimiento. Tampoco las definiciones o explicaciones que en algunas cosas los hombres suelen proteger y defender para sí mismos, de ninguna manera establecen las cosas de forma correcta. Mas las palabras claramente fuerzan y anulan el entendimiento, llevando todo a la confusión, y conducen fuera a los hombres en innumerables polémicas vanas y ociosas fantasías."
Al describir los ídolos del teatro, Bacon expuso claramente que en la ciencia se debían cuestionar incluso los mismos "axiomas de la ciencia" negligentes, independientemente del tiempo o la aceptación mayoritaria:
"XLIV. Por último, hay ídolos que han inmigrado a las mentes de los hombres por diversos dogmas filosóficos, y también por leyes erróneas de demostración. A éstos los llamo ídolos del teatro, porque a mi parecer de todos los sistemas recibidos, muchos no son sino obras de teatro, que representan mundos de su propia creación, según un moda irreal y escénica. No sólo se trata de los sistemas actualmente en boga, o sólo de las antiguas sectas y filosofías, de los que hablo, puesto que muchos más espectáculos del mismo tipo puede que aun se vayan a componer y de la misma forma artificial señalada, viendo que los errores, por muy diferentes tengan sin embargo sus causas en una mayor parte similar. Una vez más quiero decir que no sólo me refiero a sistemas completos, sino también a muchos de los principios y axiomas de la ciencia, que por tradición, credulidad o negligencia han llegado a ser recibidos."
"LXVII. Hemos hablado de las diversas clases de ídolos las varias clases de ídolos, y su equipamiento: de los cuales, se debe renunciar a todos ellos y desecharlos con una fija y solemne determinación, y un entendimiento bien liberado y limpiado, siendo la entrada al reino del hombre, fundada en las ciencias, no otra más que aquella entrada al reino de los cielos, en la cual nadie puede entrar, excepto como un niño pequeño." [En referencia a Mateo 18:3].
Al igual que todos los científicos creyentes, Bacon reconoce la causalidad en las obras de la creación, y la precisión de su diseño, por lo cuál reconoce que el éxito del método experimental se debe a que Dios creó el mundo ordenadamente:
"LXX... En el verdadero curso de la experiencia, y al extenderlos a los efectos de nuevas obras, el orden y la sabiduría Divina deben ser nuestro modelo. Ahora, en el primer día, Dios creó solamente la luz, y consagró un día entero a esta obra, en el cual, ninguna substancia material fue creada. Así debemos nosotros hacer lo mismo, de la experiencia de todo tipo, esforzándonos primero por descubrir las verdaderas causas y axiomas, y buscar por experimentos de Luz, no de ganancias, porque los axiomas establecidos y descubiertos acertadamente, proporcionan la práctica con sus instrumentos, no uno por uno, sino en grupos, y de ellos se obtienen series y sucesiones de trabajo."
"CXXI... en lo que respecta a este asunto, en consecuencia, debo decir primeramente, lo que ya he mencionado desde el principio—, que en primer lugar, busco experimentos de la Luz, no experimentos de ganancias; siguiendo así, como ya lo he dicho, el ejemplo de la creación divina, la cual, en el primer día produjo sólo la Luz, y asignó ese día entero a su creación, sin añadir algún otro material de trabajo." (p. 368).
"LXXXII. Y como los objetivos y fines últimos de las ciencias han sido mal establecidos por los hombres; aun cuando los hubieren fijado correctamente, han escogido el método erróneo e impracticable. Y es sobrecogedor, cuando uno reflexiona al respecto, ver que nadie haya puesto empeño siquiera en abrir o completar una ruta para el camino del entendimiento, que partiese la experimentación conducida ordenadamente y con un buen fundamento, sino que todo se haya dejado a la neblina de la tradición, o al remolino y torbellino de la discusión, o a las fluctuaciones y laberintos del azar y de una experiencia vaga y mal digerida. Que cada hombre considere con sobriedad y diligencia cuál es la manera en que los hombres han estado acostumbrados a proceder en sus investigaciones y en sus descubrimientos, y en primer lugar se observará desde luego un método de descubrimiento muy simplista y poco sofisticado, que es el método más comúnmente usado: cuando un hombre emprende una investigación, primero indaga y obtiene un informe completo de lo que otros ya han dicho sobre el asunto, luego añade sus propias reflexiones, y atormentando, por así decirlo, invoca su propio espíritu para finalmente pronunciar sus oráculos; todo esto siendo un método que no tiene ningún fundamento, y se torna solo en opiniones. . . ...Pero el verdadero método experimental, al contrario, primero enciende una vela, y con esta vela muestra el camino, comenzando por una experiencia ordenada y digerida (no una vaga ni una fuera de lugar) y de allí deduce axiomas, y de estos axiomas, nuevos experimentos; porque ni aún la Palabra de Dios ha obrado la masa creada sin el debido orden y método. Por lo tanto, que los hombres dejen de extrañarse porqué el curso de la ciencia aún no está completo, en vista de que se han ido por el mal camino, ya sea dejando y abandonando por completo la experiencia, o perdiéndose en ella y dando vueltas y vueltas como en un laberinto, mientras que un método ordenado correctamente conduce por una ruta irrompible a través de los bosques de la experiencia a un campo abierto de axiomas" [principios].
Imitando el modelo de previsión Divina, marcado en el Nuevo Testamento, Bacon llamó a la aplicación en la ciencia del siguiente precepto cristiano:
"LXXIII. Así como se nos advierte por la religión que debemos mostrar nuestra fe por medio de nuestras obras, en la filosofía [ciencia], por la misma regla debería juzgarse el sistema por sus frutos, declarando inútil a la que es estéril, sobre todo si en lugar de dar frutos de uva y aceitunas, produce espinas y zarzas de conflictos y contiendas."
Bacon explica que si queremos contemplar con precisión las características el libro de la naturaleza, se tiene que empezar con la experimentación. Por ello, reconoce que los conocimientos "a priori" sí provienen de Dios, quien es Omnisciente, pero no pueden provenir del hombre.
"XV: A Dios, verdaderamente, el dador y el arquitecto de las formas, y puede ser que a los ángeles y a las inteligencias superiores, les pertenezca tener un conocimiento afirmativo de las cosas inmediatamente, y desde la primera contemplación. Pero esto ciertamente es más de lo que un hombre puede hacer, a quien se le concede sólo proceder primero por negaciones, y finalmente terminar en afirmaciones, después de que la exclusión se ha agotado."
Bacon, como proponente del método científico, escribe lo siguiente sobre la <falsa filosofía empirista> que se halla en el cientifismo de hoy en día:
"LXIV. Pero la escuela empírica de la filosofía ha dado a luz opiniones más deformadas y monstruosas que la de la filosofía sofística o la racionalista, porque no tiene sus fundaciones en la luz de las nociones comunes que aunque se trate de una luz tenue y superficial, es de cierta forma universal y hace referencia a muchas cosas) sino en la estrechez y oscuridad de unos cuantos experimentos."
Bacon, al igual que muchos científicos posteriores (como Einstein, o Chomsky), reconoció que el método científico es limitado, porque los sentidos son limitados. Éste sólo se limita a estudiar las cosas materiales, las obras de Dios en la naturaleza, pero no puede dar respuestas a las cosas inmateriales, como el deber moral, la voluntad de Dios, cosas que sólo pueden ser reveladas por Él mismo.
"L. Por mucho, el mayor impedimento y aberración del entendimiento humano procede de la torpeza, la incompetencia y los errores de los sentidos: en estos las cosas que se impresionan en los sentidos preponderan sobre aquellos que no repercute inmediatamente, a pesar de que estas últimas sean más importantes. Por ello es que la especulación comúnmente se detiene en donde la vista cesa; al grado de que la observación de las cosas invisibles es poca o muy escasa. De ahí que la contemplación en si mayoría se detiene con la vista, y muy poco, o casi no considera a las cosas que no son visibles. La operación completa, por lo tanto, de los espíritus encerrados en los cuerpos tangibles está oculta y se nos escapa."
En su misma obra, Bacon presentó la complementariedad entre la ciencia y la religión de la siguiente forma:
"Si se objetara que el desarrollo de las artes y ciencias han dado frecuentemente armas a los malos intentos y a las pasiones perversas, nadie se preocupará gran cosa de ello. Otro tanto puede decirse de los bienes del mundo, el talento, el valor, las fuerzas, la belleza, las riquezas, la misma luz y otras.
Dejemos que el género humano recobre ese derecho sobre la naturaleza, el cuál le pertenece por legado divino; y que obtenga ese poder cuyo ejercicio será gobernado por la recta razón y la verdadera religión."
Así mismo, reconoció la autoridad del conocimiento proveniente de Dios. Primeramente, estableciendo que las cuatro idolatrías mencionadas son opuestas o extremadamente diferentes al conocimiento de Dios; y en segundo lugar, manifestando de forma bien explícita que las verdades divinas son mayores a las que sólo se limitan al método:
"XXIII. Existe un gran diferencia entre los ídolos de la mente humana, y las Ideas divinas. Es decir, entre ciertos dogmas vanos, y las verdaderas marcas y sellos impresos establecidos en las obras de la creación, tal como se les encuentra en la naturaleza."
"CXXIV. Que conozcan los hombres, como hemos dicho antes, la diferencia que existe entre los ídolos de la mente humana y las Ideas la Mente Divina. Los primeros son meras abstracciones arbitrarias, las últimas son los verdaderos sellos del Creador sobre sus criaturas, como fueron impresos, y definidos en la materia, por detalles verdaderos y exquisitos. La verdad, por lo tanto, y la utilidad, son perfectamente idénticas."
"XCII. Mas por ahora, el mayor obstáculo para el progreso de la ciencia y la realización de nuevas tareas y esferas, se encuentra en esto— que los hombres se desesperan y piensan que las cosas son imposibles. Porque hombres sabios y serios se entregan a ese género de estudios con mucha desconfianza, pensando siempre en la oscuridad de la naturaleza, en la brevedad de la vida, en los errores de los sentidos, en la fragilidad del juicio, en las dificultades de la experimentación y cosas por el estilo, y de esa forma suponen que las ciencias tienen flujo y reflujo a través de las revoluciones de los tiempos y las diversas épocas del mundo, que en ciertas épocas progresan y florecen, y en otras languidecen y declinan, de suerte que llegadas a cierto grado y a cierto estado, les es imposible avanzar más. Si entonces alguien llega a creer o a prometer más, creen que aquello proviene de alguien que carece aún de madurez y no es dueño de sí; y que en aquellos sus comienzos prósperos, se vuelven difíciles y terminan llenos de confusiones. . . Más por favor, llamemos a consejo a la prudencia política que desconfía de lo que aún no ha visto, y siempre asegura algo mal de los negocios humanos. Vamos, pues, a hablar del tema de la Esperanza: ya que no soy ningún charlatán, no quiero forzar ni imponer juicios humano, sino llevar a hombres de la mano con su pleno consentimiento... Dar a conocer nuestras esperanzas, entra y no por poco, en esta preparación. Porque sin ella, todo cuanto hemos dicho, tiende más a afligir a los hombres (haciéndoles compadecerse de su presente estado, y redoblando en ellos el sentimiento y el conocimiento de su infeliz condición) Y por lo tanto, es conveniente que publique y exponga esas deducciones mías que, en este asunto, ponen a la esperanza como algo razonable...
XCIII. Debemos comenzar por Dios: porque el asunto en cuestión, teniendo el carácter de que es bueno, tan impreso en sí mismo, se muestra manifiestamente procedente de Dios, quien es el Autor de lo que es bueno, y el Padre de la luz. Ahora, en las obras divinas incluso los más pequeños principios llevan a una certeza de su propósito. Y como se dijo de las cosas espirituales, "El reino de Dios no llega por observación," también es así en las grandes obras de la Divina Providencia, todo se desliza suavemente y sigilosamente, y la obra justamente ya se está realizando "antes de que los hombres se den cuenta de que ya ha comenzado". Tampoco debería olvidarse la profecía de Daniel, respecto a los últimos tiempos del mundo: —"Muchos correrán de aquí para allá, y el conocimiento aumentará." [Daniel 12:4] dando a entender claramente que la travesía exhaustiva del mundo (que ahora por tantas navegaciones lejanas parece que se está llevando a cabo, o al menos, en curso), y el avance de las ciencias, están designadas en el destino, es decir, por la Divina Providencia, a concurrir en la misma era." (p. 92).
Bacon finaliza su obra Novum Organum con el siguiente fragmento: "El hombre, a causa de la caída, perdió su estado de inocencia y su dominio sobre la creación. Ambas pérdidas pueden ser, en parte, reparadas en esta vida, la primera por la religión y por la fe, la segunda por las artes y las ciencias. Porque la creación, a causa de la maldición, no se volvió rebelde por completo y para siempre. Mas en virtud del mandato: "Ganarás el pan con el sudor de tu rostro", es ahora por diversas labores (y no por contenciones ni ociosas ceremonias mágicas, sino por diversas labores) que el hombre está obligado a ganarse el pan de alguna manera para los usos de la vida humana." (Último fragmento de Novum Organum, Aforismo LII.)
Como hemos visto, Bacon planteó su método científico con el fin de hacer observaciones y descripciones precisas de la naturaleza, y con el fin de realizar avances tecnológicos que ayudaran a la humanidad, y a la vez, glorificaran a Dios. Es importante destacar que reconoció la necesidad de Dios en los aspectos que están fuera del alcance de la mente humana. A mediados de los 1640, las propuestas de Francis Bacon llamaban muchísimo la atención de otros científicos de la época. Un grupo de intelectuales es inspirado por sus escritos, y eventualmente forma la Royal Society de Londres, (conocida en español como la "Sociedad Real Inglesa"). Esta considera la primera sociedad científica fundada en la historia de la que se tiene registro, y cuyos miembros eventualmente incluirían a muchos creyentes intelectuales como Isaac Newton, John Ray, Leonhard Euler, Robert Boyle, William Henry Bragg, J. J. Thomson, Ronald Ross, James Prescott Joule, y muchísimos otros. En el ámbito político, Bacon obtuvo cargos muy variados en los reinados de Isabel I, y el rey Jacobo I. De ser un abogado y miembro del Parlamento, llegó a ser embajador de Francia, consejero real (1604), Registrador de la Cámara y Procurador General (1607), Secretario del Consejo de la Cámara Estrellada (1608), Secretario de Justicia, encargado del Señor de la Junta y Juez de Distrito (1612), Fiscal General (1613), Guardasellos Real (1617), Lord Canciller (Lord Chancellor) de Inglaterra (1618), y barón Verulam, y Bizconte de San Albano (1621).
Como hemos visto, Bacon planteó su método científico con el fin de hacer observaciones y descripciones precisas de la naturaleza, y con el fin de realizar avances tecnológicos que ayudaran a la humanidad, y a la vez, glorificaran a Dios. Es importante destacar que reconoció la necesidad de Dios en los aspectos que están fuera del alcance de la mente humana. A mediados de los 1640, las propuestas de Francis Bacon llamaban muchísimo la atención de otros científicos de la época. Un grupo de intelectuales es inspirado por sus escritos, y eventualmente forma la Royal Society de Londres, (conocida en español como la "Sociedad Real Inglesa"). Esta considera la primera sociedad científica fundada en la historia de la que se tiene registro, y cuyos miembros eventualmente incluirían a muchos creyentes intelectuales como Isaac Newton, John Ray, Leonhard Euler, Robert Boyle, William Henry Bragg, J. J. Thomson, Ronald Ross, James Prescott Joule, y muchísimos otros. En el ámbito político, Bacon obtuvo cargos muy variados en los reinados de Isabel I, y el rey Jacobo I. De ser un abogado y miembro del Parlamento, llegó a ser embajador de Francia, consejero real (1604), Registrador de la Cámara y Procurador General (1607), Secretario del Consejo de la Cámara Estrellada (1608), Secretario de Justicia, encargado del Señor de la Junta y Juez de Distrito (1612), Fiscal General (1613), Guardasellos Real (1617), Lord Canciller (Lord Chancellor) de Inglaterra (1618), y barón Verulam, y Bizconte de San Albano (1621).
Bacon abogó por reformas morales en las leyes, pero de ninguna forma estuvo exento de chismes y calumnias sobre su persona, persisten hasta hoy en día. Se ha dicho que incluso llegó a tener más enemigos que amigos. Después de haber sido acusado de adquirir subsidios para pagar una deuda, Bacon escribe una carta dirigida al Marqués de Buckingham, en donde aseguraba que todo era una acusación falsa: "Percibo por algún discurso que se ha intercambiado entre su señoría y el Sr. [Tomas] Meautys que algún desdichado le ha dicho que era extraño que yo estuviera endeudado, puesto que yo no pudiera haber recibido ni mil libras de bono a menos de haber robado, lo cual es una falsedad abominable. Cuentos así como estos, hicieron a San Santiago [3:6] decir que la lengua es un fuego consumidor, y por sí mismo, un fuego del infierno, a donde estas lenguas regresarán y entonces suplicarán por una gota de agua fría que las enfríe. Alabo a Dios por ello; nunca tomé un solo centavo para soltar nada que me hiciera robar. Nunca tomé un sólo centavo por ninguna comisión, o cosas de tal naturaleza, jamás consentí con algún trabajador lucro alguno ni ganancias internas ni externas." [The Works of Francis Bacon, (1803), p. 392].
Sin embargo, la culminación de su vida política llegó en 1621, cuando Edward Cooke, su rival de toda la vida, convocó una comisión parlamentaria acusando a Bacon de haber realizado sobornos durante los procesos judiciales. Fue declarado culpable después de que haber admitido que, como era usual en la época, había recibido regalos, aunque aseguraba que nada de ello había influido en sus decisiones como juez. Sin embargo, fue destituido como Canciller, condenado a pagar una multa, y llevado por cuatro días a la cárcel. Aunque muchos autores han criminalizado su persona por este evento, otros historiadores, tales como Nieves Matthews, aseguran que Bacon fue víctima de un complot, puesto que él mismo se había declarado inocente en un interrogatorio con el rey: "La ley de la naturaleza me enseña a hablar en mi propia defensa. Con respecto es esta acusación de soborno, soy tan inocente como cualquier nacido el día de San Inocencio. Nunca he hecho gratificación o soborno alguno en mi propia vista o pensamiento al dictar una sentencia u orden. Mas, sin embargo, si es absolutamente necesario que la voluntad del Rey sea obedecida, estoy listo para hacer una oblación por mí mismo al Rey, en cuyas manos estoy como arcilla, para ser hecho una vasija ya sea de honor o deshonor... Aunque con respecto a este cargo de soborno, soy inocente." (Bacon, F. Works, Vol. I, p 92.) también escrito en las Cartas de Bacon al Marqués de Buckingham: Vol. VII, pp. 235-39; House of the Lords, Abril 17, 1621).
En mas o menos un año, Bacon fue despojado de sus oficinas, se le prohibió ocupar otros cargos futuros, se arruinó su reputación política y fue arruinado económicamente hasta llegar a la quiebra. Cualquier persona cuyos tesoros estuvieran las cosas terrenales, se hubiera desmoronado, sin embargo esto no sucedió con Bacon, quien escribiría al Marqués de Buckingham: "Mi mente está en calma, pues mi fortuna no es mi felicidad. Fui el juez más justo que hubo en Inglaterra estos últimos cincuenta años. Cuando el libro de todos los corazones sea abierto, confío que no se me encontrará ninguna fuente turbia de un corazón corrupto. Sé que tengo las manos limpias y un corazón limpio, y espero que la casa limpia para los amigos o trabajadores. Mas Job mismo, o quienquiera que haya sido el juez más justo, por tales cuestiones de caza contra él como las que han sido utilizadas en mi contra, pudieron haber parecido sucios, especialmente en un momento en que la grandeza es la marca y la acusación es el juego." [Valerius Terminus of the Interpretation of Nature, 3].
Después de su experiencia, el británico se fue al condado de Herford, en donde se dedicó de lleno a escribir más reflexiones científicas, filosóficas y morales.
En 1624, Bacon publicó "New Atlantis", una obra en la que había estado trabajando, y en donde plasmaba cómo sería su organización científica ideal, a la que nombra "La casa de Salomón". Esta institución comprendía la visión que él tenía para un futuro descubrimientos científicos y conocimientos. Expresaba el plan de su universidad ideal, una que previera la investigación moderna en la ciencia, con un sentimiento de inspiración cristiana y gratitud a nuestro Creador. Tal como Emilio García, editor al español de la "Nueva Atlántida", nos dice: "Tampoco está Bacon de acuerdo con la doctrina aristotélica de la preeminencia de la vida teórica sobre la práctica. La opinión del filósofo griego era compartida por toda la tradición, por lo que no existía una autoridad alternativa que poner. Nuestro autor propone la Biblia. La sustitución de la filosofía antigua, en concreto la de Aristóteles, por las Divinas Escrituras como fuente de autoridad es uno de los empeños más consistentes y sistemáticos de Bacon para conseguir su objetivo de renovar las ciencias... No intima el nuevo método por motivos científicos sino por motivos morales y religiosos principalmente: la reverencia que debemos a Dios se ha de traducir en el estudio de su obra: la creación." [García Estébanez, Nueva Atlántida, Capítulo "La doctrina"; "Primacía de la acción sobre la contemplación", p. 53-54.]
En la descripción de las ordenanzas y los hábitos observados por los científicos de la Casa de Salomón, Bacon escribe: "Tenemos ciertos himnos y servicios, que decimos todos los días, a Dios y damos gracias a Dios por sus obras maravillosas, y algunas formas de oración, implorando Su ayuda y Su bendición para la iluminación de nuestras labores, para luego usarlas para el bien y para usos santos." ("The New Atlantis", 1627. Francis Bacon).
Mas tarde, Bacon publica la tercera edición de sus ensayos, bajo el título de "Ensayos sobre moral y política" (1625), con un total de 58 tratados. La importancia histórica de éstos es trascendental, ya que Bacon fue el primer autor en introducir el ensayo al idioma inglés, con un estilo muy particular, y abundante en versículos bíblicos. Sus ensayos llegaron a ser los escritos en prosa más citados de la literatura inglesa. Algunos fragmentos a continuación: "¿Qué es la verdad? preguntó Pilato mofándose y no esperaría la respuesta... Quizá la verdad alcance el precio de una perla que luce más durante el día, pero no alcanzará el precio de un diamante o un carbúnculo que brilla más bajo luces variadas... ¿Duda alguien que si se quitaran de la mente de los hombres las opiniones vacías, las esperanzas vanas, los cálculos erróneos, las mimadas fantasías, y cosas por el estilo, no quedaría la mente de algunos hombres como pobres cosas hundidas llenas de melancolía y desanimadas, algo desagradable para ellos? Uno de los padres, con gran seriedad dice de la poesía: "vino de los demonios", porque llena la imaginación y sin embargo no es más que la sombra de una mentira. Pero no es que la mentira pase por la mente, sino que se hunde en ella y se asienta allí, y produce el daño como dijimos antes. Sea cualquiera la idea que los hombres puedan formarse de lo verdadero y lo falso en el extravío de sus juicios y depravación de sus afecciones, la verdad, que sólo se juzga por sí misma, nos enseña que la búsqueda la verdad, que es actuar con amor, o procurarla, el conocimiento de ella, que es su presencia, y la creencia en la verdad, que es gozarla, es el soberano bien de la naturaleza humana... Ciertamente es en el cielo sobre la tierra, en donde se tiene lo que mueve a la mente humana a la caridad, descansar en la Providencia, y volverse a los asideros de la verdad... Se reconocerá, aún por aquellos que no lo practiquen, que el trato claro y rotundo es la honra de la naturaleza humana, y que la mezcla de la falsedad es como alear en la acuñación el oro y la plata, lo que puede hacer que el mejor trabaje, pero lo rebaja. Por esos procedimientos sinuosos y retorcidos caminan las serpientes, las cuelaes reptan sobre el vientre y no sobre los pies. No hay vicio que cubra de vergüenza tanto al hombre como encontrarle falso y pérfido; por eso Montaigne se expresó con elegancia, cuando preguntó la causa de que la palabra mentira tuviera un sentido tan desgraciado y odioso: él dijo: <Sopesándolo bien, decir que un hombre miente es tanto como decir que se hace el valiente ante Dios y cobarde ante los hombres. Porque la mentira se presenta encarándose a Dios y huyendo ante el hombre.> Seguramente, la maldad de la falsedad y el rompimiento de la fe, no puedan ser tan mejor expresadas con tanta certeza, pues en ello será la última apelación, sobre la cuál se llamará al juicio de Dios sobre las generaciones humanas: habiéndose anunciado de antemano que cuando venga Cristo, no encontrará fe sobre la tierra." ["Ensayos sobre moral y política", "De la verdad"; En referencia a Lucas 18:8].
Al igual que Galileo y Louis Pasteur, Bacon reconoce el valor de las adversidades: "En verdad que si los milagros son el mandato sobre la naturaleza, aparecen más en la adversidad, hay un dicho de más elevado de Séneca: <Es una verdadera grandeza tener la fragilidad del hombre, y la seguridad de Dios>. . . hablando llanamente, la virtud de la prosperidad es la temperancia, la virtud de la adversidad es la fortaleza, que en la moral es la virtud más heróica. La prosperidad es la bendición del Antiguo Testamento, la adversidad es la bendición del Nuevo, el cuál ha traído la más grande bendición y la más clara revelación de la gracia de Dios. Pero aún en el Antiguo Testamento, si se escucha el arpa de David, se oirán tantos cánticos fúnebres como cantos alegres. Y la pluma del Espíritu Santo ha trabajado más en la descripción de las aflicciones de Job, que en las felicidades de Salomón. La prosperidad no carece de miedo y disgustos; y la adversidad no carece de consuelos y esperanzas. . . La prosperidad descubre mejor el vicio, pero la adversidad descubre mejor la virtud." ["Ensayos sobre moral y política", "De la adversidad"].
De 1623 a 1626, Bacon se dedicó a formar su obra "Sylva Sylvarum", en donde Bacon reitera en su portada la frase de Genesis 1:4: "Y vió Dios que la luz era buena. "Por si fuera poco, Bacon también se dejó escritas algunas de sus oraciones dirigidas a Dios, conocidas como "La Oraciones de Bacon". En adición, tradujo algunos Salmos del Antiguo Testamento en su Obra "Theological Tracts" (Tratados Teológicos): (Trabajos de Bacon: Traducción de los Salmos). (Translation Of Certain Psalms), (Translation of Certain Psalms Into English Verse).
A continuación se citan fragmentos de sus oraciones traducidas al español: "Muy agraciado Señor Dios, mi Padre misericordioso, desde mi juventud, mi Creador, mi Redentor, mi Consolador. Tú, Señor, sonaste y buscaste las profundidades y los secretos de todos los corazones: ¡Tú reconoces los rectos de corazón!: Tú juzgas a los hipócritas: Tú sopesaste los pensamientos de los hombres y los hechos como en una balanza: Tú mediste las intenciones como en una línea: la vanidad y los caminos torcidos no se pueden esconder de Ti." [Theological Tracts].
En relación a la investigación de uno de los experimentos de su Historia Natural, un día de invierno en 1626, se le ocurrió al científico la idea de que tal vez la carne se podría preservar durante más tiempo con la ayuda del frío. Tomó, pues, la carne de una gallina y salió en un momento en el que estaba nevando con el fin de rellenar la carne con nieve. Llegaría a la conclusión de que el experimento había sido todo un éxito. No obstante, debido a los efectos del cima, Bacon ni si quiera pudo regresar a su hogar aquél día y se quedó en la casa de un amigo. Al cabo de unos días, Bacon enfermó y eventualmente murió de neumonía, no sin antes sentar la idea base para la conservación de los alimentos por medio de la temperatura.
En su testamento, Bacon dejó escrito:
"Yo entrego mi alma y mi cuerpo a las manos de Dios por la bendita oblación de mi Salvador, el único en mi tiempo de disolución, el único en mi tiempo de resurrección." [Francis Bacon, Basil Montagu, (1834) The Works of Francis Bacon, Lord Chancellor of England: A New Edition, William Pickering.]
Gottfried Leibniz (1646-1716)
Gottfried Wilhelm Leibniz, a veces von Leibniz (Leipzig, 1 de julio de 1646 - Hannover, 14 de noviembre de 1716) fue un Filósofo, Lógico, Matemático, Jurista, Bibliotecario y Político Alemán. No hay que buscar en sus obras a un discípulo de Descartes ni de otro filósofo cualquiera: es original en todo. No puede tocar una cuestión sin emitir alguna idea nueva. Fue uno de los grandes pensadores de los siglos XVII y XVIII, y se le reconoce como "El último genio universal." Realizó profundas e importantes contribuciones en las áreas de Metafísica, Epistemología, Lógica, Filosofía de la Religión, así como en la Matemática, Física, Geología, Jurisprudencia e Historia. Incluso Denis Diderot, el filósofo deísta francés del siglo XVIII, cuyas opiniones no podrían estar en mayor oposición a las de Leibniz, no podía evitar sentirse sobrecogido ante sus logros, y escribió en la Enciclopedia: "Quizás nunca haya un hombre leído tanto, estudiado tanto, meditado más y escrito más que Leibniz... Lo que ha elaborado sobre el mundo, sobre Dios, la naturaleza y el alma es de la más sublime elocuencia. Si sus ideas hubiesen sido expresadas con el olfato de Platón, el filósofo de Leipzig no cedería en nada al filósofo de Atenas." De hecho, el tono de Diderot es casi de desesperanza en otra observación, que contiene igualmente mucha verdad: "Cuando uno compara sus talentos con los de Leibniz, uno tiene la tentación de tirar todos sus libros e ir a morir silenciosamente en la oscuridad de algún rincón olvidado." La reverencia de Diderot contrasta con los ataques que otro importante filósofo, Voltaire, lanzaría contra el pensamiento filosófico de Leibniz. A pesar de reconocer la vastedad de la obra de este, Voltaire sostenía que en toda ella no había nada útil que fuera original, ni nada original que no fuera absurdo y risible. Ocupa un lugar igualmente importante tanto en la historia de la filosofía como en la de la matemática. Inventó el Cálculo Infinitesimal, sin conocer trabajo alguno de Newton, y su notación es la que se emplea desde entonces. También inventó el Sistema Binario, fundamento virtualmente de todas las arquitecturas de las computadoras actuales. Fue uno de los primeros intelectuales europeos que reconocieron el valor y la importancia del pensamiento chino y de China como potencia desde todos los puntos de vista. Este es un hombre extraordinario en quien el genio rebosa, aun en sus teorías más extrañas. René Descartes, Baruch Spinoza y Leibniz integran la terna de los tres grandes racionalistas del siglo XVII. Su filosofía se vincula también con la tradición escolástica y anticipa la lógica moderna y la filosofía analítica. Leibniz hizo asimismo contribuciones a la tecnología y anticipó nociones que aparecieron mucho más tarde en biología, medicina, geología, teoría de la probabilidad, psicología, ingeniería y ciencias de la computación. Sus contribuciones a esta vasta lista de temas se recoge en diarios y en decenas de miles de cartas y manuscritos inéditos. Hasta el momento, no se ha realizado una edición completa de sus escritos, y por ello no es posible aún hacer un recuento integral de sus logros.
Niñez
Gottfried Leibniz nació el 1 de julio de 1646 en Leipzig, dos años antes de que terminara la Guerra de los Treinta Años, hijo de Federico Leibniz, jurista y profesor de filosofía moral en la Universidad de Leipzig, y Catherina Schmuck, hija de un profesor de leyes. Siendo adulto, frecuentemente firmaba como "von Leibniz" y numerosas ediciones póstumas de sus obras lo nombran como "Freiherr [Barón] G. W. von Leibniz"; sin embargo, no se ha encontrado documento alguno que confirme que se le haya concedido un título nobiliario. Su padre falleció cuando tenía seis años, de modo que su educación quedó en manos de su madre, de su tío, y según sus propias palabras, de sí mismo. Al morir su padre, dejó una biblioteca personal de la que Leibniz pudo hacer uso libremente a partir de los siete años, y procedió a beneficiarse de su contenido, en particular los volúmenes de historia antigua y de los Padres de la Iglesia. Para cuando tenía 12 años había aprendido por sí mismo latín, el cual utilizó durante el resto de su vida, y había empezado a estudiar griego. En 1661, a la edad de 14 años, se matriculó en la Universidad de Leipzig y completó sus estudios a los 20 años, especializándose en leyes y mostrando dominio de los clásicos, lógica y filosofía escolástica. Sin embargo, su educación en matemáticas no estaba a la altura de franceses o británicos. En 1666 publicó su primer libro y también su tesis de habilitación Sobre el arte de las combinaciones. Cuando la universidad declinó el asegurarle un puesto docente en leyes tras su graduación, Leibniz optó por entregar su tesis a la Universidad de Altdorf y obtuvo su doctorado en cinco meses. Declinó después la oferta de un puesto académico en Altdorf y dedicó el resto de su vida al servicio de dos prominentes familias de la nobleza alemana.
Su Juventud
A los 21 años y después de haber cursado estudios de metafísica escolástica en Leipzig con J. Thomasius y de Física Mecanicista en Jena, con E. Weigel, y de haberse doctorado en Derecho en Altdorf, junto a Nuremberg, entra al servicio del Príncipe Elector de Maguncia, Juan Felipe de Schönborn y mediante él entra de lleno en la vida política y diplomática de su tiempo. En 1672 va a París para interesar a Luis XIV en una empresa en Egipto, pero aprovecha esta estancia, así como otra posterior en Londres, para ponerse en contacto con algunos de los principales científicos y filósofos de la época en ambos países (Huyghens, Mariotte, Malebranche, Arnauld y discípulos de Descartes, Gassendi y Hobbes, la Royal Society, las corrientes científicas de Boyle y de Newton , y posteriormente en Holanda visita a Spinoza).
1666-1674
El primer puesto de Leibniz fue como alquimista asalariado en Núremberg, aunque no tenía ningún conocimiento sobre el tema. Entró en contacto con Johann Christian von Boineburg (1622–1672), antiguo ministro en jefe del elector de Maguncia, Juan Felipe von Schönborn, quien lo contrató como asistente y poco después lo presentó al elector, tras reconciliarse con él. Leibniz le dedicó un ensayo al elector con la esperanza de obtener un empleo. La estrategia funcionó, pues el elector le solicitó ayuda para una nueva redacción del código legal de su electorado, y en 1669 fue nombrado asesor de la Corte de Apelaciones. Aunque von Boineburg murió en 1672, permaneció al servicio de su viuda hasta 1674. Von Boineburg hizo mucho por promover su reputación, y su servicio con el elector pronto tomó un rol más diplomático. Publicó un ensayo bajo el seudónimo de un noble polaco, en el que argumentaba (sin éxito) en favor del candidato alemán a la corona polaca. El principal factor en la geopolítica europea durante su vida adulta fueron las ambiciones de Luis XIV de Francia, respaldadas por su ejército y su poderío económico. La Guerra de los Treinta Años había dejado exhausta a la Europa de habla alemana, además de fragmentada y económicamente atrasada. Leibniz propuso protegerla distrayendo a Luis XIV de la siguiente manera: Se invitaría a Francia a tomar Egipto como un primer paso hacia una eventual conquista de las Indias Orientales Holandesas. A cambio, Francia se comprometería a no perturbar a Alemania ni a Holanda. El plan recibió un apoyo cauteloso del elector. En 1672 el gobierno francés invitó a Leibniz a París para su discusión, pero el plan se vio pronto superado por los acontecimientos y se tornó irrelevante. La fracasada invasión de Napoleón a Egipto puede interpretarse como una realización involuntaria del plan de Leibniz. De esta forma Leibniz inició una estancia de varios años en París, durante la cual incrementó considerablemente sus conocimientos de matemáticas y física y empezó a realizar contribuciones en ambas disciplinas. Conoció a Malebranche y a Antoine Arnauld, el principal filósofo francés de la época, estudió los escritos de Descartes, de Pascal, tanto los publicados como los inéditos y entabló amistad con el matemático alemán Ehrenfried Walther von Tschirnhaus, con quien mantuvo correspondencia hasta el final de su vida. Especialmente oportuno fue el conocer al físico y matemático holandés Christiaan Huygens, quien por entonces también se encontraba en París. Al llegar a París, Leibniz recibió un duro despertar, pues sus conocimientos de física y matemáticas eran fragmentarios. Con Huygens como mentor, inició un programa autodidacta que pronto resultó en la realización de grandes contribuciones en ambos campos, incluyendo el descubrimiento de su versión del cálculo diferencial y su trabajo en las series infinitas. A principios de 1673, cuando quedó claro que Francia no llevaría adelante su parte del plan de Leibniz respecto de Egipto, el elector envió a su propio sobrino, acompañado por Leibniz, en una misión diplomática ante el gobierno británico. En Londres Leibniz conoció a Henry Oldenburg y a John Collins. Después de mostrar ante la Royal Society una máquina capaz de realizar cálculos aritméticos conocida como la Stepped Reckoner, que había estado diseñando y construyendo desde 1670, la primera máquina de este tipo que podía ejecutar las cuatro “operaciones aritméticas básicas”, la Sociedad le nombró miembro externo. La misión concluyó abruptamente al recibir la noticia de la muerte del elector. Leibniz regresó inmediatamente a París y no a Maguncia, como tenía planeado. La muerte repentina de los dos mecenas de Leibniz en el mismo invierno significó que debía buscar un nuevo rumbo para su carrera. A este respecto, fue oportuna una invitación del duque de Brunswick en 1669 para visitar Hanover. Allí declinó la invitación, pero empezó a escribirse con el duque en 1671. En 1673 este le ofreció un puesto de consejero, que aceptó con renuencia dos años más tarde, sólo después de que estuviera claro que no obtendría ningún empleo en París (cuyo estímulo intelectual apreciaba) o en la corte imperial de los Habsburgo.
Casa de Hanover 1676-1716
Logró retrasar su arribo a Hanover hasta finales de 1676, después de otro breve viaje a Londres, donde posiblemente le mostraron algunas de las obras sin publicar de Newton, aunque la mayor parte de los historiadores de las matemáticas afirman ahora que Newton y Leibniz desarrollaron sus ideas de forma independiente: Newton desarrolló las ideas primero y Leibniz fue el primero en publicarlas. En el viaje de Londres a Hanover se detuvo en La Haya, donde conoció a Leeuwenhoek, quien mejoró el microscopio y descubrió los microorganismos. Igualmente dedicó varios días de intensa discusión con Spinoza, quien recientemente había concluido su obra maestra, Ética. Leibniz sentía respeto por el poderoso intelecto de Spinoza, pero estaba consternado por sus conclusiones, que contradecían la ortodoxia cristiana. En 1677 fue promovido, por propia petición, a consejero privado de Justicia, cargo que mantuvo durante el resto de su vida. Leibniz sirvió a tres gobernantes consecutivos de la Casa de Brunswick como historiador, consejero político y como bibliotecario de la Biblioteca Ducal. Desde entonces empleó su pluma en los diversos asuntos políticos, históricos y teológicos que involucraban a la Casa de Brunswick; los documentos resultantes constituyen una parte valiosa de los registros históricos del período. Entre las pocas personas que acogieron a Leibniz en el norte de Alemania se contaban la electora, su hija Sofía Carlota de Hannover (1630–1714), la reina de Prusia y su discípulo confeso, y Carolina de Brandeburgo-Ansbach, la consorte de su nieto, el futuro Jorge II. Para cada una de estas mujeres, Leibniz fue correspondiente, consejero y amigo. Cada una de ellas lo acogió con más calidez de lo que lo hicieron sus respectivos esposos y el futuro rey Jorge I de Gran Bretaña. Hanover contaba entonces sólo con unos 10,000 habitantes y su provincianismo desagradaba a Leibniz. Sin embargo, ser un cortesano importante en la Casa de Brunswick constituía un gran honor, especialmente en vista del meteórico ascenso en el prestigio de dicha Casa mientras duró la relación de Leibniz con ella. En 1692, el duque de Brunswick se convirtió en elector hereditario del Sacro Imperio Romano Germánico. La Ley de Asentamiento de 1701 designó a la electora Sofía y a su descendencia como la familia real del Reino Unido, una vez que tanto el rey Guillermo III como su cuñada y sucesora, la reina Ana, hubieran muerto. Leibniz participó en las iniciativas y negociaciones que condujeron a la Ley, pero no siempre de manera eficaz. Por ejemplo, algo que publicó en Inglaterra, pensando que promovería la causa de Brunswick, fue formalmente censurado por el Parlamento Británico. Los Brunswick toleraron los enormes esfuerzos que dedicaba Leibniz a sus proyectos intelectuales sin relación con sus deberes de cortesano, proyectos tales como el perfeccionamiento del cálculo, sus escritos sobre matemáticas, lógica, física y filosofía, y el mantenimiento de una vasta correspondencia. Empezó a trabajar en cálculo en 1674, y para 1677 tenía ya entre manos un sistema coherente, pero no lo publicó hasta 1684. Sus documentos más importantes de matemáticas salieron a luz entre 1682 y 1692, por lo general en una revista que él y Otto Mencke habían fundado en 1682, la Acta Eruditorum. Dicha revista jugó un papel clave en los progresos de su reputación científica y matemática, la cual a su vez incrementó su eminencia en la diplomacia, en historia, en teología y en filosofía. El elector Ernesto Augusto le comisionó a Leibniz una tarea de enorme importancia, la historia de la Casa de Brunswick, remontándose a la época de Carlomagno o antes, con la esperanza de que el libro resultante ayudaría a sus ambiciones dinásticas. Entre 1687 y 1690 Leibniz viajó extensamente por Alemania, Austria e Italia en busca de materiales de archivo de relevancia para este proyecto. Pasaron las décadas y el libro no llegaba, de modo que el siguiente elector se mostró bastante molesto ante la evidente falta de progresos. Leibniz nunca concluyó el proyecto, en parte a causa de su enorme producción en otros ámbitos, pero también debido a su insistencia en escribir un libro meticulosamente investigado y erudito basado en fuentes de archivo. Sus patrones habrían quedado bastante satisfechos con un breve libro popular, un libro que fuera quizás un poco más que una genealogía comentada, a ser completada en tres años o menos. Nunca supieron que, de hecho, había llevado a cabo una buena parte de la tarea asignada: cuando los escritos de Leibniz se publicaron en el siglo XIX, el resultado fueron tres volúmenes. En 1711 John Keill, al escribir en la revista de la Real Sociedad de Londres y, con la supuesta bendición de Newton, acusó a Leibniz de haber plagiado el cálculo de Newton, dando inicio de esta manera a la disputa sobre la paternidad del cálculo. Comenzó una investigación formal por parte de la Real Sociedad (en la cual Newton fue participante reconocido) en respuesta a la solicitud de retracción de Leibniz, respaldando de esta forma las acusaciones de Keill. Ese mismo año, durante un viaje por el norte de Europa, el zar ruso Pedro el Grande se detuvo en Hanover y se reunió con Leibniz, quien después mostró interés por los asuntos rusos durante el resto de su vida. En 1712 Leibniz inició una estancia de dos años en Viena, donde se le nombró consejero de la Corte Imperial de los Habsburgo. Tras la muerte de la reina Ana en 1714, el elector Jorge Luis se convirtió en el rey Jorge I de Gran Bretaña bajo los términos de la Ley de Asentamiento de 1711. Aunque Leibniz había hecho bastante para favorecer dicha causa, no habría de ser su hora de gloria. A pesar de la intervención de la princesa de Gales Carolina de Brandeburgo-Ansbach, Jorge I le prohibió a Leibniz reunirse con él en Londres hasta que hubiera completado por lo menos un volumen de la historia de la familia Brunswick encargada por su padre casi 30 años atrás. Además, la inclusión de Leibniz en su corte de Londres habría resultado insultante para Newton, quien era visto como el triunfador de la disputa sobre la prioridad del cálculo y cuya posición en los círculos oficiales británicos no podría haber sido mejor. Finalmente, su querida amiga y defensora, la dignataria electora Sofía de Wittelsbach, murió en 1714. Leibniz falleció en Hanover en 1716: para entonces, estaba tan fuera del favor en la Corte que ni Jorge I (quien se encontraba cerca de Hanover en ese momento) ni ningún otro cortesano, más que su secretario personal, asistieron al funeral. Aun cuando Leibniz era miembro vitalicio de la Real Sociedad y de la Academia Prusiana de las Ciencias, ninguna de las dos entidades consideró conveniente honrar su memoria. Su tumba permaneció en el anonimato hasta que Leibniz fue exaltado por Fontenelle ante la Academia de Ciencias de Francia, la cual lo había admitido como miembro extranjero en 1700. La exaltación se redactó a petición de la duquesa de Orleans, nieta de la electora Sofía.
Filosofía
El pensamiento filosófico de Leibniz aparece de forma fragmentada, ya que sus escritos filosóficos consisten principalmente en una multitud de textos cortos: artículos de revistas, manuscritos publicados mucho después de su muerte y gran cantidad de cartas con personajes múltiples. Escribió únicamente dos tratados de filosofía, y el que se publicó durante su vida, la Théodicée de 1710, es tanto teológico como filosófico. El propio Leibniz fecha su inicio como filósofo con su Discurso sobre la metafísica, el cual elaboró en 1686 como un comentario a una disputa entre Malebranche y Antoine Arnauld. Esto condujo a una extensa y valiosa disputa con Arnauld (Ariew & Garber|69, Loemker|§§36,38); dicho comentario y el discurso no se publicaron sino hasta el siglo XIX. En 1695 Leibniz realizó su entrada pública a la filosofía europea con un artículo titulado Nuevo sistema de la naturaleza y comunicación de las sustancias (Ariew & Garber, 138, Loemker, §47, Wiener, II.4). En el período 1695-1705 elaboró sus Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, un extenso comentario sobre An Essay Concerning Human Understanding (1690) de John Locke, pero al enterarse de la muerte de Locke en 1704 perdió el deseo de publicarlo, de modo que los Nuevos ensayos no se publicaron sino hasta 1765. La Monadologie, otra de sus obras importantes, compuesta en 1714 y publicada póstumamente, consta de noventa aforismos. Leibniz conoció a Spinoza en 1676 y leyó algunos de sus escritos sin publicar, y se sospecha desde entonces que se apropió de algunas de sus ideas. A diferencia de Descartes, Leibniz y Spinoza tenían una educación filosófica rigurosa. La disposición escolástica y aristotélica de su mente revelan la fuerte influencia de uno de sus profesores en Leipzig, Jakob Thomasius, quien supervisó además su tesis de grado. Leibniz también leyó vorazmente a Francisco Suárez, el jesuita español respetado incluso en las universidades luteranas. Tenía un profundo interés por los nuevos métodos y conclusiones de Descartes, Huygens, Newton y Boyle, pero observaba sus trabajos desde una perspectiva bastante influida por las nociones escolásticas. Sin embargo, sigue siendo notable el que sus métodos y preocupaciones anticipan con frecuencia la lógica y la filosofía analítica y lingüística del siglo XX.
Obra
Leibniz escribió principalmente en tres idiomas: latín escolástico (ca. 40 %), francés (ca. 35 %) y alemán (menos del 25 %). Durante su vida publicó muchos panfletos y artículos académicos, pero sólo dos libros filosóficos, De Ars combinatoria y la Théodicée. Publicó numerosos panfletos, con frecuencia anónimos, en nombre de la Casa de Brunswick, entre los que se destaca De jure suprematum, una importante consideración sobre la naturaleza de la soberanía. Otro libro sustancial apareció póstumamente: su Nouveaux essais sur l'entendement humain (Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano), el cual había evitado publicar tras la muerte de John Locke. Hasta 1895, cuando Bodemann completó su catálogo de los manuscritos y la correspondencia de Leibniz, no se esclareció la enorme extensión de su legado: aproximadamente 15 000 cartas a más de 1000 destinatarios, además de 40 000 ítems adicionales, sin contar que muchas de dichas cartas tienen la extensión de un ensayo. Gran parte de su vasta correspondencia, en particular las cartas fechadas después de 1685, permanecen inéditas, y mucho de lo que se ha publicado lo ha sido apenas en décadas recientes. La cantidad, la variedad y el desorden de los escritos de Leibniz son el resultado predecible de una situación que él describió de la siguiente manera: No puedo terminar de decirles lo extraordinariamente distraído y disperso que soy. Estoy intentando hallar varias cosas en estos archivos; busco papeles antiguos y voy detrás de documentos sin publicar. Con esto espero arrojar alguna luz sobre la historia de la Casa de Brunswick. Recibo y respondo una inmensa cantidad de cartas. Al mismo tiempo tengo tantos resultados matemáticos, pensamientos filosóficos y otras innovaciones literarias, que no se debe permitir que se desvanezcan, que a menudo no sé por dónde comenzar. (1695, carta a Vincent Placcius en Gerhardt).
Las partes existentes de los escritos en edición crítica de Leibniz están organizadas de la siguiente manera:
Serie 1. Correspondencia política, histórica y general. 25 vols. 1666-1701.
Serie 2. Correspondencia filosófica. 1 vol. 1663-1685.
Serie 3. Correspondencia matemática, científica y técnica. 8 vols. 1672-1696.
Serie 4. Escritos políticos. 7 vols. 1667-1699.
Serie 5. Escritos históricos y lingüísticos. Inactivo.
Serie 6. Escritos filosóficos. 5 vols. 1663-1690 y Nouveaux essais sur l'entendement humain.
Serie 7. Escritos matemáticos. 6 vols. 1672-1676.
Serie 8. Escritos científicos, médicos y técnicos. 1 vol. 1668-1676.
La catalogación de la totalidad del legado de Leibniz se inició en 1901. Dos guerras mundiales (con el holocausto judío de por medio, incluyendo a un empleado del proyecto y otras consecuencias personales) y décadas de división alemana (dos Estados divididos por una cortina de hierro, que separaron a los académicos y dispersaron también partes de su legado literario) obstaculizaron grandemente el ambicioso proyecto de edición que debe tratar con el empleo de siete idiomas en cerca de 200 000 páginas de material impreso. En 1985 fue reorganizado e incluido en un programa conjunto de academias federales y estatales alemanas. Desde entonces las ramas en Potsdam, Münster, Hannover y Berlín han publicado en conjunto 25 volúmenes de la edición crítica (hasta 2006), con un promedio de 870 páginas por volumen (comparado con los 19 volúmenes desde 1923), más la preparación de índices y la labor de concordancia.
Los principios
Leibniz recurría de forma libre a uno u otro de siete principios fundamentales (Mates 1986: 7.3, 9; y Mercer 2001: 473–84):
-Identidad/contradicción. Si una proposición es verdadera, entonces su negación es falsa, y viceversa.
-Sustancia. La sustancia es aquello que en un predicado se corresponde con el sujeto, y que individualiza el mundo. Es la unidad individual básica del mundo, que tiene capacidad de percepción y apetencia y cuyos atributos sólo pueden venir causados por sí misma (autocausados, puesto que es sustancia).
-Identidad de los indiscernibles. Dos cosas son idénticas si y sólo si comparten las mismas propiedades, independientemente de que ocupen lugares distintos en el espacio. A este principio se le llama con frecuencia ley de Leibniz 8 . Dicho principio ha sido objeto de grandes controversias, en particular de la filosofía corpuscular y la mecánica cuántica.
-Principio de razón suficiente. «Debe existir una razón suficiente (a menudo sólo por Dios conocida ) para que cualquier cosa exista, para que cualquier evento se produzca, para que cualquier verdad pueda obtenerse». (LL 717).
-Armonía preestablecida. «La naturaleza apropiada de cada sustancia hace que lo que le ocurre a una corresponda a lo que le ocurre a las otras, sin que sin embargo actúen entre ellas directamente». (Discurso sobre la metafísica, XIV).
«Un vaso que se cae se hace añicos porque “sabe” que ha tocado el suelo, y no porque el impacto con el suelo lo «compela» a partirse».
-Continuidad. Natura non facit saltum. Un concepto análogo en matemáticas a este principio sería el siguiente: Si una función describe una transformación o algo a lo cual se aplica la continuidad, entonces su dominio y su rango serán ambos conjuntos densos.
-Optimismo. «Indudablemente Dios siempre elige lo mejor». (LL 311).
-Plenitud. «El mejor de los mundos posibles actualizaría cada posibilidad genuina, y el mejor de los mundos posibles contendrá todas las posibilidades, con nuestra experiencia finita de la eternidad que no provee razones para disputar la perfección de la naturaleza».
-Principio de conveniencia: o «la elección de lo mejor», que a diferencia de la lógica que parte del principio de la necesidad, ésta tiene como base la contingencia (Monadología, 46).
Principio de razón suficiente
El principio de razón suficiente, enunciado en su forma más acabada por Gottfried Leibniz en su Teodicea, afirma que no se produce ningún hecho sin que haya una razón suficiente para que sea así y no de otro modo. De ese modo, sostiene que los eventos considerados azarosos o contingentes parecen tales porque no disponemos de un conocimiento acabado de las causas que lo motivaron. Cita de la siguiente manera: «Ahora debemos remontarnos a la metafísica, sirviéndonos del gran principio por lo común poco empleado, que afirma que nada se hace sin razón suficiente, es decir que nada sucede sin que le fuese imposible a quien conociera suficientemente las cosas, dar una razón que sea suficiente para determinar por qué es esto así y no de otra manera. Enunciado el principio, la primera cuestión que se tiene derecho a plantear será: por qué hay algo más bien que nada. Pues la nada es más simple y más fácil que algo. Además, supuesto que deban existir cosas, es preciso que se pueda dar razón de por qué deben existir de ese modo y no de otro». (Principios de la naturaleza, 7).
El principio de razón suficiente es complementario del principio de no contradicción, y su terreno de aplicación preferente son los enunciados de hecho; el ejemplo tradicional es el enunciado “César pasó el Rubicón”, del cual se afirma que, si tal cosa sucedió, algo debió motivarlo. De acuerdo a la concepción racionalista, el principio de razón suficiente es el fundamento de toda verdad, porque nos permite establecer cuál es la condición —esto es, la razón— de la verdad de una proposición. Para Leibniz, sin una razón suficiente no se puede afirmar cuándo una proposición es verdadera. Y dado que todo lo que sucede por algo, es decir, si todo lo que sucede responde siempre a una razón determinante, conociendo esa razón se podría saber lo que sucederá en el futuro. Éste es el fundamento de la ciencia experimental. Sin embargo, dados los límites del intelecto humano, hemos de limitarnos a aceptar que nada ocurre sin razón, a pesar de que dichas razones muy a menudo no pueden ser conocidas por nosotros. Una de las consecuencias generales para la física del principio de razón suficiente fue condensada por Leibniz en forma de aforismo: «En el mejor de los mundos posibles la naturaleza no da saltos y nada sucede de golpe», lo cual vincula dicho principio con el problema del continuo y de la infinita divisibilidad de la materia.
La Teodicea y el optimismo
(Tener presente que el término “optimismo” es utilizado aquí en el sentido de óptimo, y no en el más común de la palabra, es decir, estado de ánimo contrario al pesimismo). La Teodicea intenta justificar las evidentes imperfecciones del mundo, afirmando que se trata del mejor de los mundos posibles. Tiene que ser el mejor y más equilibrado de los mundos posibles, ya que fue creado por un Dios perfecto. En Rutherford (1998) se encuentra un estudio académico detallado acerca de la Teodicea de Leibniz. La concepción de “el mejor de los mundos posibles” toma su justificación bajo un Dios con capacidad ordenadora, no moral sino matemáticamente. Para Leibniz, este es el mejor de los mundos posibles, sin entender “mejor” de un modo moralmente bueno, sino matemáticamente bueno, ya que Dios, de las infinitas posibilidades de mundos, ha encontrado la más estable entre variedad y homogeneidad. Es el mundo matemática y físicamente más perfecto, puesto que las combinaciones (sean moralmente buenas o malas, no importa) son las mejores posibles. Leibniz reescribe al final de este libro una fábula que viene a simbolizar esto mismo: la perfección matemática de este mundo real frente a todos los posibles, que siempre se encuentran en la imperfección y descompensación de hetereogeneidad y homogeneidad, siendo el infierno el máximo homogéneo (los pecados se repiten eternamente) y el paraíso el máximo heterogéneo. La afirmación de que “vivimos en el mejor de los mundos posibles” le atrajo burlas, más notablemente de Voltaire, quien lo caricaturizó en su novela cómica Candide, al introducir un personaje el Dr. Pangloss (una parodia de Leibniz) que la repite como un mantra. De ahí proviene el adjetivo “panglosiano”, para describir a alguien tan ingenuo como para creer que nuestro mundo es el mejor de los mundos posibles. El matemático Paul du Bois-Reymond escribió, en sus Pensamientos de Leibniz sobre la ciencia moderna, que Leibniz pensaba en Dios como un matemático. Como se sabe, la teoría de máximos y mínimos de las funciones está en deuda con él por el progreso, gracias al descubrimiento del método de las tangentes.Pues bien, concibe a Dios en la creación del mundo como un matemático resolviendo un problema de mínimos, o más bien, en nuestra fraseología moderna, un problema en el cálculo de las variaciones — siendo la cuestión determinar, entre un número infinito de mundos posibles, aquél en el cual se minimiza la suma del mal necesario. Una defensa cautelosa del optimismo de Leibniz recurriría a ciertos principios científicos que emergieron en los dos siglos desde su muerte y que están ahora establecidos: el principio de la menor acción, la conservación de la masa y la conservación de la energía. Las verdades eternas no pueden depender de Dios por hallarse determinadas tan sólo por la contradicción interna. El principio queda así confirmado en la potencia que le otorgó el Estagirita: la no contradicción es condición necesaria de toda entidad, comprendida la que Dios constituye. Tras este breve excursus, volvamos a a la Creación. Cada esencia eterna tiene un cierto grado de perfección, que Leibniz llama cantidad de esencia y que viene caracterizado precisamente por su tendencia a coexistir, a ser composible con otras esencias. Las posibilidades de existir de las esencias eternas no son equivalentes y el entendimiento divino mide o establece la escala correspondiente. Al considerar todas las combinaciones posibles surge una gradación. Esta es la primera fase de lo que Leibniz suele llamar matemática divina o mecanismo metafísico. Entendiendo todo el proceso como puramente lógico, pues no tiene sentido imaginarlo como sucesión, cabe afirmar que la segunda fase surge cuando interviene la voluntad divina, guiada por el principio de perfección, de maximización o de óptimo, como se le quiera llamar. Este principio, del cual se complace en encontrar numerosas ejemplificaciones en la naturaleza (gravitación, geodésicas , forma esférica de las partículas de agua, etc.), viene a establecer que, en el caso de las esencias contingentes, pasa a existir aquella que más perfección implica en relación con las restantes. Dicho brevemente: Dios quiere elegir lo más perfecto y lo más perfecto siempre resulta consistir en la producción del máximo efecto con el mínimo de gasto; de gasto causal, se sobreentiende. De tal manera que el mundo existente, el deseado por la voluntad divina, y por lo tanto creado en función de su omnipotencia, es el más perfecto entre todos los posibles, es decir aquel en el que existen más esencias eternas en un mínimo de difusión espacio-temporal. Ambas variables, máximo de esencias composibles y mínimo de difusión, son inseparables de la elección divina. Cum Deus calculat fit mundus. La posibilidad es el principio determinante de las esencias, la perfección es el principio rector de las esencias al modo del principio de optimización, claro está. Como consecuencia inmediata de todo lo anterior, Leibniz afirma que el mundo efectivamente existente es el mejor de los mundos posibles, el más perfecto, esta proposición no puede ser demostrada. Afirmar que esta proposición es indemostrable y afirmar que Dios es libre son una y la misma cosa. Es tan sólo un artículo de fe: "Todo ha sido desde un principio ordenado por Dios quien ha previsto las oraciones, las buenas y malas acciones y todo lo demás; y cada cosa ha contribuido idealmente antes de su existencia a la resolución tomada sobre la existencia de todas las cosas. De tal manera que nada puede ser cambiado en el universo (como tampoco en un número) salvo su esencia, o si se prefiere, su individualidad numérica. Así, si el menor mal que acontece en el mundo viniera a faltar, ya no se trataría de este mundo, el cual exhaustivamente mesurado y explorado ha sido considerado como el mejor por el creador que lo ha elegido. Cierto que cabe imaginar mundos posibles, sin pecado y sin desgracia, y podríamos como los romanos construir utopías; mas estos mismos mundos serían de hecho con mucho inferiores al nuestro. No estoy en condiciones de mostrarlo detalladamente, pues ¿cómo puedo yo conocer, representar y comparar infinitos? Mas debéis juzgarlo conmigo ab effectu, puesto que Dios ha escogido este mundo tal como es." Teodicea I, parágrafos 7-10.
La Verdad
Según Leibniz, la verdad puede ser buscada en dos grandes ámbitos:
Las Verdades de razón y verdades de hecho.
-Las Verdades de razón son necesarias. Su negación implica contradicción. Su negación es falsa siempre. Hay dos verdades de razón: El principio de identidad y el principio de no contradicción.
Para encaminarnos hacia lo individual hay que considerar las verdades de hecho, el ámbito de las experiencias factuales que conocemos mediante la experiencia. Ya Platón y Descartes habían realizado una crítica de lo factual. El primero había hablado de la doxa que se asienta únicamente sobre lo sensible, y por lo mismo no se remonta al fundamento de las impresiones o sensaciones que recibimos de los objetos. No es allí donde hay que buscar los existentes auténticos. Descartes ejerció su duda metódica y trituró los contenidos sensibles al ser éstos indignos de confianza. Lo mismo hizo con la hipótesis del genio maligno que proyecta sobre nosotros apariencias de objetos, haciéndonos creer que lo falso existe verdaderamente. Para Leibniz, el punto de partida no puede ser simplemente el cogito. Si yo pienso, yo pienso algo, en algo. Mi pensar apunta, tiende, se refiere a algo o a alguien. No sólo pienso, sino que otros piensan y diversas cosas son pensadas por mí. Según Leibnitz, Dios, ser Infinito, Eterno, Inmutable, ha sacado de la nada el universo. Dios es la unidad suprema: Monas, que conoce con infinita perfección todo lo actual y lo posible. El mundo no es sino la explicitación de que la armonía entre las mónadas es posible y está realizada actualmente en todo momento. Incluidos los instantes aparentemente caóticos. Según Leibniz, la creación implica, como paso lógico previo a su explicitación física o realización, un cálculo de infinitas variables y de innumerables entradas y salidas, cálculo que es llevado a cabo por el entendimiento divino o país de los posibles.
Las mónadas
La contribución más importante de Leibniz a la metafísica es su teoría de las mónadas, tal como la expuso en la Monadologie. Las mónadas son al ámbito metafísico, lo que los átomos, al ámbito físico/fenomenal; las mónadas son los elementos últimos del universo, (del griego μονάς monas, "unidad" de μόνος monos, "uno", "solo", "único"), la fuente, o el Uno, de acuerdo con los pitagóricos, fue un término para Dios o el primer ser o la unidad originaria, o para la totalidad de todos los seres, con el significado de «sin división».) son conceptos. Son “formas del ser substanciales” con las consiguientes propiedades: son eternas, no pueden descomponerse, son individuales, están sujetas a sus propias leyes, no son interactivas y cada una es un reflejo de todo el universo en una armonía preestablecida (un ejemplo históricamente importante de pansiquismo). Las mónadas son centros de fuerza; la substancia es fuerza, mientras el espacio, la materia, y el movimiento son meramente fenomenales. El espacio es fenoménico y no absoluto, sino relativo, y consiste en la percepción de las relaciones espaciales entre unas mónadas y otras (o conjunto de ellas). Así, la espacialidad se da cuando percibo que una silla está frente a una mesa, la mesa en el centro de las paredes de la habitación, la ventana en una de ellas, etcétera. No puede ser absoluto porque no hay una razón suficiente para considerar que el universo está situado en un área y no en otra. En cuanto a la materialidad o extensión de las mónadas, no existe porque entonces habríamos de aceptar que un objeto, al dividirse en dos por algo externo, está siendo modificado por una causa ajena a sí, lo que entraría en contradicción con la autocausación inherente de la sustancia (esto se resuelve, en lo que al mundo fenoménico concierne (es decir, el mundo de las ciencias naturales), en con el principio de armonía preestablecida, en la que todo sucede según un orden simultáneo y coherente de “reflejos”). La esencia ontológica de una mónada es su simpleza irreductible. A diferencia de los átomos, las mónadas no poseen un carácter material o espacial. También difieren de los átomos en su completa independencia mutua, de modo que las interacciones entre mónadas son sólo aparentes. Por el contrario, en virtud del principio de la armonía preestablecida, cada mónada obedece un conjunto particular de “instrucciones” preprogramadas, de modo que una mónada “sabe” qué hacer en cada momento. (Estas “instrucciones” pueden entenderse como análogas a las leyes científicas que gobiernan a las partículas subatómicas.) En virtud de estas instrucciones intrínsecas, cada mónada es como un pequeño espejo del universo. Las mónadas son necesariamente “pequeñas”; p. ej., cada ser humano constituye una mónada, en cuyo caso el libre albedrío se torna problemático. Igualmente, Dios es una mónada, y su existencia puede inferirse de la armonía prevaleciente entre las mónadas restantes; Dios desea la armonía preestablecida. Se supone que las mónadas se han deshecho de lo problemático: de la interacción entre la mente y el cuerpo (véase el problema mente cuerpo que surge en el sistema de Descartes); de la falta de individuación inherente al sistema de Spinoza, el cual presenta a las criaturas individuales como meramente accidentales. La monadología fue vista como arbitraria, excéntrica incluso, en la época de Leibniz y desde entonces.
De los individuos a Dios
La Lógica Leibniciana postula que todas las propiedades o características que puedan contribuir a individualizar a alguien y a distinguirle de los otros, de las restantes sustancias individuales en el único ámbito con el que contamos para establecer dichas distinciones (el espacio-tiempo) le pueden ser atribuidas mediante una predicación en la que intervenga el verbo ser y en la que el deíctico que la designe a uno mismo ocupe el lugar lógico-gramatical de sujeto. El principio de los indiscernibles enunciado anteriormente supone la erección de la diferencia en dimensión constitutiva de la identidad, sea cual sea el plano (individual, específico, genérico) en que ésta se define. Todo lo que yo pueda predicar de un concepto se halla ya a priori en el interior de ese concepto. Lo que yo predique estaba ya incluido en la noción del sujeto. El acto de predicar es desplegar la autoidentidad del concepto, un acto de análisis. Por ello el nombre de juicios analíticos a los juicios en los que el concepto del predicado está incluido en el sujeto. Todo juicio para Leibniz es analítico. Todo juicio se puede reducir en última instancia a la fórmula A=A. Este es el Principio de identidad. La verdad es la auto-identidad del concepto. La verdad es coherencia interna de un sistema axiomático. Es la coincidencia del sujeto con el predicado. El análisis determina si el concepto enunciado en el predicado conviene con el sujeto. Dentro de un concepto, una mónada, caben infinitas notas distintivas de esa mónada respecto a las otras infinitas mónadas del cosmos. Por ello, en cierto modo, una mónada es un aspecto, una perspectiva del cosmos, un espejo viviente del universo. Tiene que haber un entendimiento capaz de captar esas infinitas nociones lógicas constituyentes de los conceptos en la multitud e infinitud de sus diferencias, y de conocerlas a priori. Hace falta un sujeto que conozca a priori el fundamento de toda esa diversidad espacio-temporal.
Las sustancias individuales, en efecto, pueden ser consideradas de dos maneras:
-cada cual manifiesta lo que es en un cierto ámbito espacial y durante un determinado período temporal, bajo la forma de acciones, sucesos, peculiaridades físicas y temperamentales, etc.
-no precisa de este despliegue extensional, de esta difusión espacio-temporal de la Mónada.
La ilación de los acontecimientos atribuidos al individuo, la posibilidad misma de atribuírselos a un mismo sujeto, ha de ser justificada. No basta con que nuestra apercepción o conciencia interna nos acredite como siendo nosotros mismos. Debe haber una razón de ello, y es importante conocerla, pues la subsistencia de un mismo sujeto que designa a cada individuo pensante a lo largo de sus avatares vitales es una de las marcas más claras de su sustancialidad. Esta sustancialidad es acreditada y constatada experimentalmente, pero también ha de serlo racionalmente. Al proceder de esta segunda manera, surge la unidad como "fundamento de la conexión entre todos los estados de un individuo". De cada una de las mónadas hay una noción completa que incluye todos sus atributos. La intuición va a ser la aprehensión directa y, por así decirlo, instantánea de dichas notas. Al haber una unidad de ellas, entre todas ellas, proveniente de poder ser atribuidas a un mismo sujeto, cabe también un conocimiento cierto, directo de dicha unidad, que ya no provenga de la experiencia.Quien pueda conocer de esta manera, no tiene por qué recurrir al espacio y al tiempo, ya que sabrá por conocimiento puramente intuitivo todo cuanto pueda convenirle a cada sujeto. Dicho ser, por lo tanto, no tiene que existir ni en el espacio ni en el tiempo, ya que tales recursos cognoscitivos no le son necesarios para saber qué pasa, pasó y pasará. Es un ser que existe, es decir, no es corpóreo. Es eterno (no temporal) incorpóreo (no espacial). Es incluso el único ser sustancial que posee estas dos notas según Leibniz, es Dios. El problema que nos ocupa es el de la identidad del individuo. ¿Cómo saber que uno es uno mismo, es decir, un individuo, en el espacio y en el tiempo? Hay una razón a posteriori para autoatribuirse subsistencia espacio-temporal como individuos, de la misma manera tiene que haber una razón a priori. Dios conoce a priori lo que nosotros conocemos a posteriori, por propia experiencia, es decir, nuestra identidad, nuestra subsistencia como individuos o indivisibilidad a lo largo de una serie de avatares llamados vida. Desde la eternidad, fuera del espacio y del tiempo, él sabe cuanto nos ocurrirá en el espacio y el tiempo. Y no sólo conoce aquello de lo que podríamos ser conscientes con respecto a nosotros mismos, si nuestro pensamiento fuese suficientemente claro y distinto, sino que también sabe lo que nos atañe desde antes de nacer y aún después de morir. Conoce nuestra noción completa de una manera intencional con todas las notas que le sean o le pueden ser atribuidas afirmativamente. La posibilidad de conocer extensionalmente el conjunto de todos los individuos tiene su reverso intensional en la aprehensión directa y total de cuantas notas lógicas puedan incluirse en la noción o concepto de cada uno. No hay individuo sin Dios.
El Dios de Leibniz
Las sustancias individuales son totalmente independientes de sí, unas de otras. Las sustancias sólo dependen de Dios y ello una por una, directamente, sin mediación:
"Cada sustancia individual o ser completo es como un mundo aparte, independiente de cualquier otra cosa que no sea Dios". Carta a Arnauld, 14 de julio de 1686.
La dependencia del individuo respecto a Dios es directa. Cada sustancia individual expresa enteramente el universo a su manera y según una cierta relación o punto de vista:
"Toda sustancia es como un mundo entero y como un espejo de Dios o bien de todo el universo, al cual expresa cada una a su manera, más o menos como una misma ciudad es representada de maneras diversas según las diversas situaciones del que mire". Discours de Metaphysique, parágrafo IX.
El modo en que ve el mundo cada individuo, modo que caracteriza a su conciencia, expresa con mayor o menor claridad y distinción la relación sustancial entre su alma y Dios. Caben múltiples percepciones de la naturaleza a lo largo del espacio y del tiempo, pero en cada una de ellas se esconde un reflejo de Dios, el cual es conocido por las mónadas con ocasión del mundo.
Dios es sobre todo armonía
La existencia de Dios venía ligada a la posibilidad de que, con tantos elementos sustanciales a percibir, pudiese haber todavía una identidad o subsistencia en el sujeto percipiente. Mas no basta con dar cuenta de esta infinita pluralidad temporal, sino que además hay que explicar la unidad de cada percepción del mundo, y sobre todo, la concordancia entre las percepciones de los diversos individuos, los cuales son plenamente independientes entre sí. Pues bien, "esta correspondencia mutua entre las diferentes sustancias es una de las más fuertes pruebas de la existencia de Dios", ya que, si no fuese así, "los fenómenos de los espíritus diferentes no concordarían entre sí y habría tantos sistemas como sustancias, o bien sería puro azar que concordasen a veces". Dios, por lo tanto, existe, y no es sino la armonía o concordancia entre los distintos individuos o mónadas; y no sólo la armonía entre sus respectivas percepciones, sino también entre sus actos: proyectos comunes, etc. El mundo no es sino la explicitación de que la armonía entre las mónadas es posible y está realizada actualmente en todo momento. Incluidos los instantes aparentemente caóticos. Según Leibniz, la creación implica, como paso lógico previo a su explicitación física o realización, un cálculo de infinitas variables y de innumerables entradas y salidas, cálculo que es llevado a cabo por el entendimiento divino o país de los posibles. El Dios de Leibniz aparece radicalmente escindido en entendimiento y voluntad. En cuanto substancia, Dios se caracteriza por la Omnipotencia o, Dios es todo voluntad de ser, poder Infinito. Dios posee también inteligencia y voluntad. No es el Dios ciego o pura necesidad que le atribuyó Espinosa. El mundo que existe es contingente. Dios es plenamente libre al crearlo. Contra lo afirmado por Hobbes y Espinosa, Leibniz piensa que el mundo hubiera podido no existir jamás. El entendimiento divino, al combinar las esencias eternas que pujaban por existir, no sólo tuvo en cuenta la posibilidad del mundo existente, en el cual están contenidos todos los acontecimientos habidos y por haber en la historia de los individuos y en la de los diversos entes ideales sostenidos por ellos, sino que valoró también la posibilidad de crear otros, estableciendo una escala o jerarquía entre los diversos mundos posibles, es decir, entre las esencias eternas y todas sus posibles combinaciones u ordenaciones. A la voluntad divina le correspondió elegir uno, el mundo existente, pero hubiera podido inclinarse por otro. Estas dos fases lógicas previas a la creación efectiva del mundo, en virtud de la omnipotencia divina no existirían si no fuese porque el mundo es contingente.
Las esencias eternas
A las que Leibniz suele llamar metafóricamente ideas del entendimiento divino, son por un lado independientes de la voluntad divina y por otra parte tienden por sí mismas a la existencia. Dijo Aristóteles en Metafísica Libro III: "to gàr autò hama hyparkhein kaì mè hyparkhein, adinaton to auto katà tò autò. Es imposible que a lo mismo y bajo un mismo respecto lo mismo le pertenezca y a la vez no le pertenezca". Se trata del texto más poderoso de la historia de la filosofía. El principio calificado por Aristóteles de más firme rige tanto el orden de la realidad sensible como el lingüístico y el de las representaciones o imágenes, constituyendo así un principio universal del ser. La fuerza del principio es tal que cuando Guillermo de Ockham intenta preservar el dogma de la potencia absoluta excluye a Dios de toda sujeción a los mandamientos, excepto al primero. Y ello, precisamente, porque tal libertad supondría para Dios el odiarse a sí mismo y para el mundo quedar privado de la no contradicción.Tomás de Aquino (1224-1274) nos presenta una divinidad confundida a tal punto con la ley que pese a su omnipotencia (salvaguardada con mil artificios) no podría suprimir o modificar uno solo de los mandamientos sin automáticamente suprimirse o modificarse a sí mismo. El Teólogo Escoces Duns Escoto (1266-1308) da un paso gigantesco en favor de la Omnipotencia, al considerar como leyes absolutas (es decir, leyes que ni el mismo Dios puede modificar) tan sólo los preceptos de la primera tabla. Dios ha impuesto que matar, fornicar o hurtar (preceptos de la segunda tabla) sea pecado, pero hubiera podido imponer otra cosa. El paso que Ockham no se atreve a dar constituye el trasfondo de la hipótesis cartesiana del genio maligno que conviene contemplar a la luz de textos más explícitos como, por ejemplo, esta carta a Mersenne de 1637: "Dios se ha hallado libre de hacer que no fuera verdad que todas las líneas que van del centro a la circunferencia fueran iguales, como de no crear el mundo, pues tales verdades no son más co-esenciales a su esencia que las otras creaturas".
Pues bien, Leibniz restaura la co-esencialidad de las verdades eternas (aquellas cuyo opuesto encierra contradicción) a la divinidad: "Sin embargo, no cabe imaginar, como algunos hacen, que las verdades eternas, hallándose en dependencia de Dios, son arbitrarias y dependen de su voluntad, como Descartes parece haberlo creído, y tras él Monsieur Poiret. Esto es verdad tan sólo de las verdades contingentes, cuyo principio es la conveniencia o elección de lo mejor; mientras que las verdades eternas dependen tan sólo de su entendimiento y constituyen el objeto interno" Monadología.
Su Libro: La Monadologia
Dice Leibniz en la "Monadología", al comienzo:
"1. La mónada, sobre la cual hablaremos aquí, no es sino una substancia simple que forma parte de las compuestas; simple, es decir, sin partes. 2. Es preciso que existan substancias simples, puesto que hay substancias compuestas; porque lo compuesto no es sino un conglomerado o aggregatum de cosas simples. 3. Pero donde ya no hay partes, no hay extensión, ni figura, ni divisibilidad posible. Y estas mónadas son los verdaderos átomos de la Naturaleza; en una palabra, los elementos de las cosas [...]. 18. Se podría dar el nombre de entelequias a todas las substancias simples o mónadas creadas ya que tienen en sí una cierta perfección y poseen una cierta suficiencia que las hace fuente de sus acciones internas y, por así decir, como autómatas incorporales. 19. Si queremos llamar "alma" a todo lo que posee percepciones y apetitos en el sentido general que acabo de explicar, todas las sustancias simples o mónadas creadas podrían llamarse almas..."
Las mónadas son sustancias espirituales simples, que surgen por creación y desaparecen por aniquilación. Leibniz define a las mónadas recurriendo a los conceptos aristotélicos de "entelequia" y "forma". Las mónadas son fuerza, acto, alma.
Características de las mónadas:
-son fuerzas primitivas. -son simples e inextensas. -no tienen ventanas. No interactúan entre ellas.
-la actividad monádica es interna: percepción y apetición.
La apetición determina que se pase de una percepción a otra.
La doctrina monadológica anula la distinción cartesiana entre res cogitans y res extensa y la sustituye por una multiplicidad infinita en el Universo.
La Armonía Preestablecida
"El mundo ha sido creado por Dios. Es uno de los mundos posibles que la mente divina concibe. Su existencia es contingente. Es una verdad de hecho sobre la cual sólo es posible encontrar la razón suficiente que permita explicar que es así y no de otro modo".
¿Por qué hay ser más bien que nada? Dios se rige por el principio de conveniencia o de elección de lo mejor. Dios elige el mejor de los mundos posibles. La presencia del mal en el mundo no constituye ninguna objeción contra la bondad divina. En tal mundo reina la armonía más perfecta. Todas las cosas están ligadas unas a otras por la percepción que cada mónada individual tiene del universo desde su peculiar perspectiva. Cada mónada tiene percepción y percibe desde sí al Universo entero. Cada mónada es una representación del universo entero. Cada substancia es expresión de las demás y esto lo posibilita la armonía preestablecida en el cosmos por Dios. Él ha sincronizado todos los movimientos entre sí como un gran relojero omnisciente y sabio.
Conocimiento
Percepción y apercepción. Las mónadas tienen percepciones. Pueden ser claras u oscuras. Las cosas tienen percepciones sin conciencia. Cuando las percepciones tienen claridad y conciencia y a un tiempo van acompañadas por la memoria, son apercepción, propia de las almas. Las humanas pueden conocer verdades universales y necesarias. Así, el alma es espíritu. En la cumbre de la escala de las mónadas está la divina. Una buena fuente para profundizar esto último se encuentra en la Monadología. Leibniz distingue entre verdades de razón y verdades de hecho. Las primeras son necesarias. Las segundas no se justifican a priori, sin más. Dos y dos son cuatro es una verdad de razón. “Colón descubrió América” es una verdad de hecho, porque pudo haber sido de otra manera, es decir, “Colón no descubrió América”. Pero Colón descubrió América porque ello estaba en su ser individual, Colón (mónada). Las verdades de hecho están incluidas en la esencia de la mónada. Pero solamente Dios conoce todas las verdades de hecho, porque en su omnisciencia y omnipotencia no puede haber distinciones de verdades de razón y de hecho de cada mónada. Sólo Dios puede comprender las verdades de hecho, pues ello presupone un análisis infinito. Leibniz, en el orden del conocimiento, afirmará un tipo de innatismo. Todas las ideas sin exclusión proceden de la actividad interna que le es propia a cada mónada. Las ideas, por ello, son innatas. Leibniz se opondrá a Locke y a todo el empirismo inglés. La Razón es evidenciante en el encadenamiento de las verdades en buena forma y de sus objeciones ("Discurso de la conformidad de la fe con la razón" & 65).
La Razón es una función identificadora, esto es tiene una función aclaradora de las contradicciones aparentes entre los términos.
La Monadología implica una consecuencia acerca de la experiencia primaria e indubitable de la certeza: no solamente el ser de la propia conciencia por el hecho de pensar, sino con igual razón y originalidad, el hecho de la multitud de los contenidos de conciencia. Descartes partía de la evidencia cogito, ergo sum. Leibniz parte de la siguiente verdad: varia a me cogitantur.
Hay dos principios fundamentales para Leibniz: El Principio de Razón Suficiente y el Principio de no contradicción. El primero rige las existencias y el segundo las esencias. En los "Principes de la Nature et de la Grace", se nos dice en el parágrafo 7:
"Hasta aquí hemos hablado, en calidad de simples físicos, en adelante hemos de elevarnos a la Metafísica sirviéndonos del Gran Principio, comúnmente poco usado, que nada se hace sin razón suficiente" [...] "Una vez puesto este principio, la primera cuestión que hay que plantearse será por qué hay más bien algo que nada".
Leibniz ataca el concepto de espacio y de tiempo absolutos de Newton, pues si todas las cosas del universo cambiasen simultáneamente su posición o su tamaño, o la distancia temporal de los acontecimientos, resultaría este nuevo mundo absolutamente indiscernible del anterior. Por lo tanto, el espacio y el tiempo no representan nada absoluto, sino que se constituyen a partir del conjunto de relaciones entre los entes. La voluntad divina se rige por la combinación más perfecta según el principio del máximo de resultados mediante el mínimo de gasto, tendiendo a la mayor riqueza de efecto por los procedimientos más simples. Cada mónada constituye un todo hermético en sí mismo y sin otra comunicación posible con el resto del universo y de las demás mónadas que la armonía preestablecida por el Creador. Incluso en el compuesto humano no se da la interacción psicosomática, sino que la mónada psíquica o "alma" lleva inscrita en sí, como un disco o una cinta magnetofónica la versión psíquica de todos los movimientos de la mónada somática, y de este modo resulta una apariencia de interacción y de percepción. Cada mónada psíquica contiene en sí, pero inconscientemente, una infinidad de percepciones -las de todos los fenómenos del mundo precisamente-, que mediante la Apperception van haciéndose conscientes; y así va el alma conociendo el mundo, un mundo que ya poseía inconscientemente en su interior en toda su complejidad, pero que no apercibía distintamente, es decir, que no elevaba a consciencia, sino como el rumor lejano del mar (petites perceptions). La teoría de los posibles de Leibniz supera a Suárez (Suárez definía el posible como aquello cuyas notas esenciales no implican contradicción entre sí) al definir el posible en virtud de los demás posibles. El posible para ser realmente posible ha de ser composible con otros posibles dentro de un orden determinado, para el cual ha de haber una razón suficiente. Un posible sólo puede existir si es composible. El Mundo es un agregado de cosas finitas gobernado por la Monas Monadum, Dios y regido por el principio de Razón Suficiente. Este es el mejor de los mundos posibles dentro de la ley de la composibilidad.
A la objeción del mal en el Mundo, da Leibniz una triple respuesta:
-si se trata del mal físico, es éste una consecuencia de la composibilidad y un medio de mayor bien total;
-si se trata del mal moral, su posibilidad es condición de la libertad, o consecuencia práctica de la misma; de todos redunda en el mayor bien total;
-el mal metafísico, o defectibilidad esencial de los individuos, es una consecuencia de la finitud de la criatura y de su limitación esencial.
En realidad, el orden actual del Mundo no puede tener más razón suficiente que un relativo grado de bondad, mezclada con muchas imperfecciones y la absoluta gratuidad de la elección divina, cuya libertad está fuera de toda razón suficiente. Pues evidentemente a la voluntad libre del Creador le basta alguna razón de bien y no requiere la perfección máxima para elegir. Esto aparte de que ningún orden contingente de composibles puede ser absolutamente el mejor. La fuerza disponible, o desplegada en un instante determinado por la sustancia monádica forma parte de una serie de instantes mutuamente referidos, según una ley que envuelve toda la serie y está implicada en cada uno de ellos. Esta relación de la sustancia a su potencial puede reducirse a una relación matemática, la de la integral y la diferencial. Y mediante la introducción de cantidades infinitamente pequeñas y de los principios de continuidad (natura non facit saltus) y de los indiscernibles (la diferencia numérica implica necesariamente una diferencia cualitativa infinitamente pequeña).
La Mecánica de Leibniz se funda en otras dos leyes:
la ley de la conservación de la fuerza y la ley de la continuación del progreso en un conjunto.
Esto exige la existencia de una armonía entre todos los fenómenos mecánicos que afectan a un sistema. Existir es ser armónicamente en virtud de los principios de complementariedad, covariante y preadaptación, implicados en un sistema de concomitancias. El mundo es un agregado de cosas finitas, presididas por la unidad dominante, superior y trascendente al mismo mundo, y que por lo mismo es la razón suficiente de su existencia. Existe algo así como una lucha entre muchos posibles, cuya existencia decide la Razón Suprema, teniendo en cuenta todas las combinaciones posibles y rigiéndose según la ley de la perfección: el máximo de esencia con el mínimo de gasto. Principium meum est -dice Leibniz- quidquid existere-potest et aliis compossibile est, id existere" (Cfr. Carta 1 a Mr. Bourguet, 1714, y De Veritatibus primis y De rerum originatione radicali, 1697.
Dios ha otorgado libremente a las mónadas creadas el conocimiento que tienen. (V. Filosof. fund., l. I, not. X.).
Celebridad póstuma
Al momento de fallecer Leibniz, su reputación estaba en declive; se le recordaba únicamente por un libro, la Théodicée, cuyo supuesto argumento central fue caricaturizado por Voltaire en su Candide. La descripción que hizo Voltaire de las ideas de Leibniz fue tan influyente que muchos la tomaron como una descripción precisa (esta malinterpretación puede seguir ocurriendo entre ciertas personas legas). De modo que Voltaire tiene algo de responsabilidad en el hecho de que muchas de las ideas de Leibniz sigan sin ser comprendidas. Además, Leibniz tuvo un ardiente discípulo, el filósofo Christian Wolff, cuya apariencia dogmática y superficial contribuyó a dañar considerablemente la reputación de Leibniz. En cualquier caso, el movimiento filosófico se estaba apartando del racionalismo y de la construcción de sistemas del siglo XVII, del cual Leibniz había sido un gran exponente. Su trabajo en derecho, diplomacia e historia fue percibido como efímero en su interés, y la vastedad y la riqueza de su correspondencia se pasó por alto. Gran parte de Europa llegó a dudar de que hubiera descubierto el cálculo independientemente de Newton, y por ende se despreció la totalidad de su trabajo en matemáticas y física. Voltaire, quien admiraba a Newton, también escribió su Candide, al menos en parte, para desacreditar la aseveración de Leibniz de su descubrimiento del cálculo y su opinión de que la teoría de la gravitación universal de Newton era incorrecta. El surgimiento de la relatividad y el trabajo subsiguiente en la historia de las matemáticas situaron la posición de Leibniz bajo una luz más favorable. El largo recorrido de Leibniz hasta su gloria presente empezó con la publicación en 1765 de sus Nouveaux Essais, los cuales fueron leídos rigurosamente por Kant. En 1768 Dutens publicó la primera edición en varios volúmenes de la obra de Leibniz, seguida en el siglo XIX por varias más, incluyendo la de Erdmann, Foucher de Careil, Gerhardt, Gerland, Klopp y Mollat, así como la publicación de su correspondencia con personajes notables, como Antoine Arnauld, Samuel Clarke, Sofía de Hanover y la hija de ésta, Sofía Carlota de Hannover. En 1900 Bertrand Russell publicó un estudio crítico acerca de la metafísica de Leibniz, y poco después Louis Couturat publicó un importante estudio de Leibniz y editó un volumen de escritos hasta entonces no divulgados, principalmente de lógica. Aunque dichas conclusiones, especialmente las de Russell, se pusieron en duda y a menudo se desecharon, le dieron a Leibniz algo más de respetabilidad entre los filósofos analíticos y lingüísticos del siglo XX del mundo de habla inglesa (Leibniz había sido ya de gran influencia para varios alemanes, como Bernhard Riemann). Sin embargo, la literatura secundaria en habla inglesa sobre Leibniz no floreció realmente hasta después de la Segunda Guerra Mundial, en la bibliografía de Brown. Menos de treinta de las entradas en inglés se publicaron antes de 1946. Nicholas Jolley (Jolley, 217–19) ha dicho que la reputación de Leibniz como filósofo es quizás ahora más alta de lo que lo fue en cualquier momento desde la época de Leibniz, por las siguientes razones: El trabajo en la historia de las ideas de los siglos XVII y XVIII ha revelado con mayor claridad la "Revolución intelectual" que precedió a la más conocida Revolución industrial y comercial de los siglos XVIII y XIX. El menosprecio de la metafísica, característico de la filosofía analítica y lingüística, se ha atenuado. La filosofía analítica contemporánea continúa recurriendo a ideas diversas de Leibniz acerca de la identidad, la individuación, los mundos posibles. Se le ve ahora como una importante prolongación del poderoso esfuerzo iniciado por Platón y Aristóteles: el universo y el lugar del hombre en él es atribuible a la razón humana. En 1985 el gobierno alemán instituyó el Premio Leibniz, que anualmente entrega 1,55 millones de euros para resultados experimentales y 770 000 euros para resultados teóricos (el premio más importante a nivel mundial para las contribuciones científicas). En 1970 la UAI decidió llamarle en su honor «Leibniz» a un astroblema ubicado en el hemisferio sur del lado oscuro de la Luna. En 2006, la Universidad de Hanover fue nombrada "Gottfried Wilhelm Leibniz" en su honor.
Matemática
Aunque la noción matemática de función estaba implícita en la trigonometría y las tablas logarítmicas, las cuales ya existían en sus tiempos, Leibniz fue el primero, en 1692 y 1694, en emplearlas explícitamente para denotar alguno de los varios conceptos geométricos derivados de una curva, tales como abscisa, ordenada, tangente, cuerda y perpendicular. En el siglo XVIII, el concepto de “función” perdió estas asociaciones meramente geométricas. Leibniz fue el primero en ver que los coeficientes de un sistema de ecuaciones lineales podían ser organizados en un arreglo, ahora conocido como matriz, el cual podía ser manipulado para encontrar la solución del sistema, si la hubiera. Este método fue conocido más tarde como “eliminación gaussiana”. Leibniz también hizo aportes en el campo del álgebra booleana y la lógica simbólica.
Cálculo infinitesimal
La invención del cálculo infinitesimal es atribuida tanto a Leibniz como a Newton. De acuerdo con los cuadernos de Leibniz, el 11 de noviembre de 1675 tuvo lugar un acontecimiento fundamental, ese día empleó por primera vez el cálculo integral para encontrar el área bajo la curva de una función y=f(x). Leibniz introdujo varias notaciones usadas en la actualidad, tal como, por ejemplo, el signo “integral” ∫, que representa una S alargada, derivado del latín summa, y la letra "d" para referirse a los “diferenciales”, del latín differentia. Esta ingeniosa y sugerente notación para el cálculo es probablemente su legado matemático más perdurable. Leibniz no publicó nada acerca de su Calculus hasta 1684. La regla del producto del cálculo diferencial es aún denominada “regla de Leibniz para la derivación de un producto”. Además, el teorema que dice cuándo y cómo diferenciar bajo el símbolo integral, se llama la “regla de Leibniz para la derivación de una integral”. Desde 1711 hasta su muerte, la vida de Leibniz estuvo emponzoñada con una larga disputa con John Keill, Newton y otros sobre si había inventado el cálculo independientemente de Newton, o si meramente había inventado otra notación para las ideas de Newton. Leibniz pasó entonces el resto de su vida tratando de demostrar que no había plagiado las ideas de Newton. Actualmente se emplea la notación del cálculo creada por Leibniz, no la de Newton.
Topología
Leibniz fue el primero en utilizar el término analysis situs, que luego se utilizaría en el siglo XIX para referirse a lo que se conoce como topología.
Continua en Cristianos Científicos V: Dalton-Faraday-Planck
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