Jeremías lamentando la destrucción de Jerusalén, (1630) por Rembrandt van Rijn,
El Libro del Profeta Isaías
El Libro de Isaías (en hebreo, ספר ישעיהו, sɛ.fɛr jə.ʃaʕ.ˈjɑː.hu) es el primero de los Profetas Mayores en la Biblia Hebrea y el primero de los Profetas Mayores en las Biblias cristianas.
El libro es identificado por un sobrescrito como la obra del profeta del siglo VIII a. C. Isaías ben Amoz, pero hay amplia evidencia de que gran parte de este fue compuesto durante la cautividad de Babilonia y después. Bernhard Duhm originó el punto de vista, en consenso a través de la mayor parte del siglo XX, que el libro se compone de tres colecciones separadas de oráculos:
Proto-Isaías (capítulos 1–39), conteniendo las palabras de Isaías;
Deutero-Isaías (capítulos 40–55), el trabajo de un anónimo autor del siglo VI a. C. escrito durante el Exilio; y
Trito-Isaías (capítulos 56–66), compuesto después del retorno del Exilio.
Mientras que prácticamente nadie hoy en día atribuye todo el libro (ni siquiera la mayor parte) a una persona, la unidad esencial del libro se ha convertido en un foco en la investigación actual.
Isaías 1–33 promete el juicio y restauración de Judá, Jerusalén y las naciones; y los capítulos 34–66 presumen que el juicio ha sido pronunciado y que la restauración llegará pronto. Por lo tanto, se puede leer como una extensa meditación sobre el destino de Jerusalén durante y después del exilio.
La parte Deutero-isaiana del libro describe cómo Dios va a hacer de Jerusalén el centro de su gobierno en todo el mundo a través de un salvador real (un mesías) que destruirá a su opresor (Babilonia); este mesías es el rey persa Ciro el Grande, que no es más que el agente que trae el reinado de Yahweh. Isaías habla en contra de los líderes corruptos y por los más desfavorecidos; y las raíces de la rectitud en la santidad de Dios antes que en el pacto de Israel. Isaías 44:6 contiene la primera declaración clara de monoteísmo: «Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios». Este modelo del monoteísmo se convirtió en la característica definitoria del judaísmo post-exilio, y la base para el cristianismo y el Islam. Isaías fue una de las obras más populares entre los judíos en la época del Segundo Templo (c. 515 a. C.–70 d. C.).
En los círculos cristianos se le tuvo en tan alta estima como para ser llamado «el Quinto Evangelio», y su influencia se extiende más allá del cristianismo a la literatura y a la cultura occidental en general, desde el libreto de El Mesías de Haendel a una serie de frases cotidianas como «espadas en rejas de arado» y «voz en el desierto.»
Estructura
El consenso de los expertos que dominó la mayor parte del siglo XX vio tres colecciones separadas de oráculos en el libro de Isaías. Un esquema típico basado en este entendimiento del libro considera su estructura fundamental en términos de la identificación de los personajes históricos que podrían haber sido sus autores:
1–39 – Proto-Isaías, conteniendo las palabras del Isaías original;
40–55 – Deutero-Isaías, la obra de un autor anónimo del Exilio;
56–66 – Trito-Isaías, una antología de unos doce pasajes.
Mientras una parte del consenso todavía se mantiene (prácticamente ningún erudito contemporáneo sostiene que todo el libro, ni siquiera la mayor parte, fue escrito por una persona), esta percepción de Isaías como formado por tres secciones bien diferenciadas sufrió un desafío radical en el último cuarto del siglo XX. El nuevo enfoque considera al libro en términos de sus características literarias y formales, en lugar de los autores, y ve en ella una estructura de dos partes divididas entre los capítulos 33 y 34:
1–33 – Advertencias de juicio y promesas de la posterior restauración de Jerusalén, Judá y las naciones;
34–66 – El juicio ya ha tenido lugar y la restauración se ha acercado.
Resumen
Viendo a Isaías como un libro de dos partes (capítulos 1–33 y 34–66) con un tema general conduce a un resumen de su contenido como el siguiente:
-El libro se abre exponiendo los temas de juicio y posterior restauración de los justos.
Dios tiene un plan que se realizará en el «Día de Yahweh», cuando Jerusalén se convertirá en el centro de su gobierno en todo el mundo. Ese día todas las naciones del mundo vendrán a Sion (Jerusalén) para instrucción, pero primero la ciudad debe ser castigada y limpiada del mal.
Se invita a Israel a unirse a este plan.
Los capítulos 5–12 explican la importancia del juicio asirio contra Israel: el gobierno justo del rey davídico seguirá después de que el monarca asirio arrogante es derribado.
Los capítulos 13–27 anuncian la preparación de las naciones para el gobierno mundial de Yahweh; Los capítulos 28–33 anuncian que un salvador real (un mesías) surgirá como consecuencia del castigo de Jerusalén y la destrucción de su opresor.
-El opresor (ahora identificado como Babilonia en lugar de Asiria) está a punto de caer.
Los capítulos 34–35 cuentan cómo Yahweh regresará a los exiliados redimidos a Jerusalén.
Los capítulos 36–39 hablan de la fidelidad del rey Ezequías a Yahweh durante el asedio asirio como modelo para la comunidad restaurada.
Los capítulos 40–54 señala que la restauración de Sion está ocurriendo porque Yahweh, el creador del universo, ha designado al rey persa Ciro el Grande como el mesías prometido y el constructor del templo.
Los capítulos 55–66 son una exhortación a Israel a mantener el pacto. La eterna promesa de Dios a David se hace ahora a los hijos de Israel/Judá en general.
El libro termina ordenando justicia mientras suceden las etapas finales del plan de Dios, incluyendo la peregrinación de las naciones a Sion y la realización del reinado de Yahweh.
La más antigua comprensión del libro como tres secciones relativamente diferenciadas atribuibles a autores identificables conduce a una visión más atomizada de su contenido, como en este ejemplo:
-Proto-Isaías/Primer Isaías (capítulos 1–39):
-1–12: Oráculos contra Judá principalmente de los primeros años de Isaías;
-13–23: Oráculos contra las naciones extranjeras a partir de su edad madura;
-24–27: El «Apocalipsis de Isaías», añadido en una fecha muy posterior;
-28–33: Oráculos del ministerio tardío de Isaías;
-34–35: Una visión de Sion, tal vez una adición posterior;
-36–39: Historias de la vida de Isaías, algunas desde el Libro de los Reyes.
-Deutero-Isaías/Segundo Isaías (capítulos 40–54), con dos grandes divisiones, 40–48 y 49–54, la primera enfatizando a Israel, la segunda, a Sion y Jerusalén:
-Una introducción y conclusión subrayando el poder de la palabra de Dios sobre todas las cosas;
-Una segunda introducción y conclusión dentro de éstos en la que un heraldo anuncia la salvación a Jerusalén;
-Fragmentos de himnos dividiendo varias secciones;
-El papel de las naciones extranjeras, la caída de Babilonia, y el ascenso de Ciro como un elegido de Dios;
-Cuatro «Cánticos del Siervo» personalizando el mensaje del profeta;
-Varios poemas más largos sobre temas tales como el poder de Dios y las invitaciones a Israel a confiar en él.
-Trito-Isaías/Tercer Isaías (capítulos 55–66):
-Una colección de oráculos de profetas desconocidos en los años inmediatamente después del regreso de Babilonia.
Origen del nombre
El libro suele atribuirse a Isaías, gran profeta hebreo llamado a interpretar a la luz de la fe una triple forma de violencia acaecida en la segunda mitad del siglo VIII a. C.:
-las invasiones militares del reino de Israel primero y del reino de Judá después, por parte de Asiria (Isaías 5:26-30; si bien no se menciona en el pasaje a los asirios, muchos biblistas relacionan el pasaje con las grandes invasiones asirias en tiempo de Isaías);
-Las diferentes modalidades de opresión de la clase dirigente sobre los pobres (Isaías 1:21-23); y
-la ofensa ingrata del pueblo que se dirige a Dios con cultos superficiales, desvinculados de la vida (Isaías 29:13).
Isaías fue hijo de Amoz. No debe confundirse con el profeta Amós, pues éste fue contemporáneo de Isaías y por lo tanto no pudo haber sido su padre. Nació alrededor del 765 a. C. Fue llamado al profetismo en el año de la muerte del rey Ozías (Isaias 6:1) y se convirtió en asesor de los reyes siguientes.
Tuvo dos hijos a los que puso nombres simbólicos:
el del primero (7:3) alude a la liberación de Judá y el segundo (8:3) a la destrucción de los reinos de Siria e Israel.
Traducción del Libro de Isaías al griego
Según la Carta de Aristeas, durante el reinado de Tolomeo II Filadelfo (285 a. C.-245 a. C.), setenta sabios judíos de Alejandría (Egipto) realizaron la ahora llamada Septuaginta, la traducción al griego de la Torá (los primeros cinco libros del actual Antiguo testamento), a la que llamaron Pentateuco (‘cinco libros’).
El resto del Antiguo testamento fue traducido al griego paulatinamente y los expertos estiman actualmente que la traducción del Libro de Isaías fue hecha entre los años 150 y 130 a. C.. Hay algunas diferencias entre la traducción griega de la Septuaginta y las versiones hebreas y a su vez se han detallados las variaciones entre el texto masorético y la versión hebrea más antigua conocida del Libro de Isaías encontradas en Qumrán, entre los rollos llamados manuscritos del Mar Muerto.
Traducción al griego del «Tanaj»
Isaías 7:14
En Isaías 7:14, La Septuaginta utiliza la palabra hebrea "parthenos" para traducir el hebreo "almá" y sitúa la concepción de Emmanuel como si tuviera lugar en un futuro cercano.
Sin embargo, en el texto masorético -Tanaj hebreo-, este hecho está narrado en pasado:
Versión de la Septuaginta | Versión masorética hebrea (Tanaj). |
---|---|
«Por tanto el mismo Señor os dará señal: He aquí que la virgen CONCEBIRÁ, y parirá un hijo, y llamarás su nombre Emmanuel». διὰ τοῦτο δώσει Κύριος αὐτὸς ὑμῖν σημεῖον• ἰδοὺ ἡ παρθένος ἐν γαστρὶ ἕξει, καὶ τέξεται υἱόν, καὶ καλέσεις τὸ ὄνομα αὐτοῦ ᾿Εμμανουήλ• | «La joven HA CONCEBIDO ''(harah)'', y tendrá [en unos meses] un hijo» לָ֠כֵן יִתֵּ֨ן אֲדֹנָ֥י ה֛וּא לָכֶ֖ם אֹ֑ות הִנֵּ֣ה הָעַלְמָ֗ה הָרָה֙ וְיֹלֶ֣דֶת בֵּ֔ן וְקָרָ֥את שְׁמֹ֖ו עִמָּ֥נוּ אֵֽל . |
Las diferencias entre estas versiones pueden ser vistas también incluyendo los manuscritos hebreos más antiguos del Libro de Isaías, los rollos encontrados en Qumrán, especialmente el texto completo 4Q55 (Qa).
Las principales diferencias son:
-Aunque tanto en el texto masorético como en la Septuaginta quien da la señal es «el Señor» (אֲדֹנָ֥י adonai o Κύριος kyrios), el rollo de Qumrán se refiere a él como YHVH. La Septuaginta traduce muchas veces YHVH (Yahvéh o Jehová en las biblias en castellano), como «el Señor», por considerar que no hay un equivalente griego al nombre de Dios es "el que es" y parece que la forma de Qumrán es la original.
-Tanto el Texto Masorético como la Septuaginta anteceden el versículo con «...el mismo Señor os dará señal: he aquí...». Sin embargo en los rollos de Qumrán faltan las palabras equivalentes a «una señal: he aquí», lo cual podría ser una laguna o podría leerse «el mismo Yahvé mismo os dará, una joven ha concebido y dará a luz un hijo».
-El hebreo ha'almah (הָעַלְמָ֗ה) se traduce en la Septuaginta como παρθένος parthenos (‘virgen’). Para muchos comentaristas este es simplemente un error, porque ha'almah significa literalmente ‘una joven’. Sin embargo algunos comentaristas discrepan y creen que la traducción es correcta, por el contexto: Ireneo de Lyon argumentó que en cuanto la traducción griega de Isaías fue hecha en Alejandría (Egipto) mucho antes de la aparición del cristianismo, es ese el significado aceptado anteriormente por los expertos judíos y no hay por qué cambiar la traducción. Para Orígenes es obvio que los traductores judíos creyeron que aquél que sería llamado ‘Dios con nosotros’ requería ser concebido de una virgen y consideraban que ha'almah en ese caso significaba ‘virgen’ y no una joven en general; por lo cual no hicieron una traducción literal sino contextual. Hugues Cousin, quien estima que la traducción griega de Isaías ocurrió hacia el 150 a. C., da varios ejemplos que muestran que la Septuaginta traduce repetidamente ha'almah como parthenos, sin que ello implique el significado actual de ‘virgen’.
-La traducción (y versión con puntuación masorética) más probable del הרה es ‘ha concebido’, en tiempo perfecto (pasado), pues el imperfecto (futuro), ‘concebirá’, requeriría un prefijo si la conjugación fuera regular, aunque porque los verbos guturales terminados en h tienen muchas excepciones y como la forma con puntuación masorética הָרָה harah es posterior, varios traductores mantienen el futuro.
-Mientras que en el texto masorético es la mujer la que da el nombre a su hijo (Génesis 4:1-25), en la Septuaginta es el oyente del mensaje (es decir, el rey Acaz) («tú») quien dará el nombre al hijo de la joven. En la versión griega citada en Mateo 1:23 el nombre lo ponen «ellos». En los rollos de Qumrán, podría leerse «él se llamará» o «será llamado».
-En el Texto Masorético se lee «immanu el» עִמָּ֥נוּ אֵל ‘[Dios] Ël con nosotros’ o 'Dios está con nosotros', mientras que en los rollos de Qumrán, el nombre Immanuel está escrito como una sola palabra. Aunque en este caso no varía el significado, esta diferencia atestigua frente a las diferencias entre la versión masorética y las más antiguas.
Política de la época
En el siglo VIII a. C., Israel estaba atrapada entre las dos grandes potencias del mundo de su época: Babilonia y Egipto. Era un país pequeño y débil que se debatía en su papel de tapón entre las dos grandes esferas dominantes.
Para su fortuna, ambas estaban en decadencia. Sin embargo, otro gran poder estaba apareciendo en la escena geopolítica del Asia de 700 a. C.: el Imperio Asirio. Sargón II había saqueado a todas las civilizaciones circundantes y poco faltaba para que se autodenominara Señor del Mundo. Ahora, las únicas vallas entre Asiria y su gran enemigo, Egipto, eran los pequeños reinos independientes de Edom, Filistea, Amón, Moab, Damasco, Hamat, Samaria y Jerusalén. Así como Amós y su continuador Oseas predicaron en Israel, Isaías profetizó en Judá. En realidad, Israel había caído en decadencia luego del reinado de Jeroboam II y, tras la toma de Samaria (722 a. C.), en la práctica ya no existía.
Las tribus hebreas que habían querido separarse de Judá habían sido deportadas. Estos acontecimientos podían denominarse ajenos a Judá, pero inevitablemente repercutían allí. Luego del reinado benévolo, próspero y pacífico del rey Jotán (740-736 a. C.), degradado por la relajación de las costumbres de las clases dirigentes de la sociedad, comenzó una larga serie de enfrentamientos entre Judá e Israel que continuaron bajo el rey Acaz. El mismo Isaías narra cómo este soberano, agobiado por las amenazas de varios ejércitos aliados contra él, despreció el auxilio de Yahvéh para pedir ayuda a Sargón, motivo por el cual Dios lo castigó severamente (Isaias 7:2-16).
El profeta intervino en la política interna de la corte de Acaz para apartarlo del torcido camino en que se estaba internando, aliándose con los asirios en la así llamada Guerra Siro-Efraimita. Logrado su objetivo, el vocero de Dios se alejó de la corte para regresar solamente cuando Acaz fue reemplazado por Ezequías (716-687 a. C.).
El profeta Isaías tuvo también influencia en la política internacional: enemigo de los egipcios, preconizó mantener la alianza con los asirios cuando un sector de la sociedad hebrea pretendió asociarse con el faraón.
Ambiente religioso
Como fue una constante en la historia israelita, la afluencia de riquezas y la llegada del bienestar precipitó una crisis de idolatría bajo el reinado de Jotán. Más tarde, Acaz intentó, mediante el sincretismo religioso, asimilar al Dios judío con otros extranjeros. Fue capaz de sacrificar su hija al dios Moloch e incluso de introducir rituales paganos en el Templo.
Ezequías, por el contrario, comenzó su gobierno con una gran reforma religiosa que expulsó el paganismo y restauró el culto verdadero de Yahvéh que había sido atropellado por sus antecesores.
La destrucción del reino de Israel llevó a Jerusalén a todos los sacerdotes del norte que huían del invasor, lo que produjo, bajo este rey, la fusión y asimilación de las costumbres religiosas de ambos reinos en la capital meridional.
Realidad social
El ambiente social en tiempos de Isaías sigue tal cual como nos lo describen los profetas menores Amós y Oseas: se había constituido una poderosa clase social de nuevos ricos —propietarios y latifundistas— cuyas tierras se extendían por interminables distancias. Esta clase oligárquica se había establecido gracias a la prosperidad comercial generada durante los reinados de Jotán en Judá y de Jeroboam II en Israel.
Estructura del libro
El Libro de Isaías se encuentra dividido en dos partes perfectamente diferenciadas (la segunda dividida a su vez en dos), separadas por un apéndice histórico. Este último consiste en dos capítulos tomados de II Reyes (2 Reyes 18-20). Los contenidos podrían describirse de la siguiente manera:
Primera parte:
Noticias biográficas (Isaias 6:1-13; 8:1-4; 7:1-16 y 20:1-6).
Promesas y amenazas contra el reino de Judá (Capitulos 1-12).
Oráculos contra pueblos extranjeros (13-23).
Profecías apocalípticas sobre el Juicio Final (24-27).
Más amenazas (28-33).
La sección llamada «Pequeño apocalipsis» (34-35).
Segunda parte:
Primera sección: promesas para los exiliados en Babilonia (40-55) y cánticos del Siervo de Yahvéh
Segunda sección: promesas para los dolientes de Sion (55-66).
Especialmente en esta última sección, Isaías explica por qué la salvación tarda en llegar, pero asegurando que Sion y Jerusalén llegarán a ser los centros religiosos más grandes del mundo y que gentes de todas las naciones llegarán a ellas en peregrinación solemne.
Autoría y atribución
A finales del siglo XI, el rabino y exégeta sefardí Ibn Samuel ha-Cohen ibn Chikatilia (llamado también Chiquitilla) fue el primero en afirmar, que, en el texto de Isaías, existen dos autores completamente distintos. Posteriormente, los estudiosos coincidieron en que el Libro de Isasías, largo y complejo como es, no pudo haber sido escrito por un solo autor, ni aun por dos. Los especialistas consideran evidente que la obra se fue formando a lo largo de muchos años, con partes provenientes de tiempos y lugares muy distintos.
Isaías desempeñó su ministerio profético durante más de cuarenta años: ¿fue él el compilador de tantos y tantos fragmentos distintos o en verdad escribió todo el libro, que hoy nos parece dividido y fragmentario gracias a la intervención de escribas posteriores que lo modificaron hasta dejarlo irreconocible?. No se puede contestar con certeza a estas preguntas, hay diversas hipótesis y muchos críticos, incluso católicos y protestantes, creen que el libro «no fue escrito por un solo hombre, sino por tres». A falta de nombres mejores, se conoce al primer autor como «proto Isaías», al segundo como «deutero Isaías» y se llama al tercero «trito Isaías». Es por ello que es frecuente hallar en la bibliografía alusiones al «segundo Isaías» o al «tercer autor de Isaías», por ejemplo.
Tres Isaías
La primera parte del libro es obra de un poeta y está escrita con estilo brillante, precisión, composición armoniosa e imágenes novedosas. Los críticos coinciden en que este autor redactó con seguridad los capítulos 1 a 12, 15 a 24 y 33 a 35, en tanto que se discute sobre la autoría del resto del libro. Los capítulos 36 a 39 están escritos en tercera persona y posiblemente fueron redactados por discípulos del primer autor. También podrían ser añadidos posteriores los capítulos 13 y 14, 24 a 27 y 33 a 35.
La segunda parte del libro, capítulos 44 a 55, es muy diferente al resto. El tercer Isaías es probablemente un autor postexílico y se le atribuyen especialmente los capítulos 56, 68 y 66 (después del 538 a. C..) Ciertos críticos consideran que la introducción y las autobiografías (narradas en primera persona) no pertenecen a ninguno de los tres autores principales, sino que parecen haber sido añadidas por un redactor postexílico. Así y todo, el padre Pedro Franquesa, profesor de Antiguo testamento, manifiestamente afirma que los primeros 35 capítulos pertenecen a la pluma del Isaías histórico original (con algunas reservas).
Apertura del debate
El rabino Joseph H. Hertz (1872-1946) afirmó que la cuestión de la autoría del libro no afecta su interpretación por los judíos. La PCB (Pontificia Comisión Bíblica) del Vaticano dictaminó mediante su decreto del 28 de junio de 1908 que la segunda parte del Libro de Isaías no parecía ser obra del deutero Isaías sino del primero, pero que a pesar de la opinión de la PCB no era posible descartar de plano la hipótesis de los tres Isaías.
El citado decreto expresa que esa teoría no podía enseñarse hasta que fuera completamente demostrada, pero dejó en libertad a los científicos particulares para que la pongan a prueba e investiguen como deseen. Desde que la PCB se pronunció al respecto, se han ido acumulando las pruebas en favor de la falta de autenticidad de largos pasajes del libro (desde el capítulo 36 en adelante) que, si bien no demuestran la verdad de la teoría de los tres autores, al menos sugieren con indicios firmes que fueron más de uno.
Argumentos por la unidad de Isaías
A pesar de los cuestionamientos que ha sufrido, la atribución tradicional de toda la obra al profeta Isaías se ve apoyada por diversas fuentes comprobables: la tradición judía, la versión griega de los Setenta y la afirmación del Libro de Eclesiástico (48:17-25) y los Manuscritos del Mar Muerto, aunque en estos últimos, el libro de Isaías está seccionado en dos rollos diferentes, uno hasta el capítulo 39 y otros desde el capítulo 40, cosidos después de haber sido transcritos, lo cual podría evidenciar su origen dispar. Por otro lado, existen razones de peso para mantener que el libro de Isaías es obra de un solo escritor. Una de ellas es el uso constante de ciertas expresiones. Por ejemplo, el apelativo divino «el Santo de Israel» aparece doce veces en los capítulos 1 a 39 del libro, y trece veces en los capítulos 40 a 66. Sin embargo, en el resto de las Escrituras Hebreas solo se emplea en seis ocasiones. El uso repetido de esta designación, infrecuente en los demás libros, es una prueba a favor de que hubo un único escritor.
Entre los capítulos 1 a 39 y 40 a 66. En ambas secciones se utilizan con frecuencia las mismas figuras retóricas, como la de una mujer con dolores de parto y un «camino» o una «calzada». También se hace referencia a Sion repetidamente: veintinueve veces en los capítulos 1 a 39 y dieciocho en los capítulos 40 a 66. De hecho, en Isaías se menciona a Sion en más ocasiones que en cualquier otro libro de la Biblia. Tales pruebas, según The International Standard Bible Encyclopedia, «imprimen al libro una individualidad que sería difícil de explicar» si hubiera tenido dos, tres o más escritores.
La principal prueba de que Isaías fue obra de un solo escritor se encuentra en otros libros inspirados: las Escrituras Griegas Cristianas. Estas indican claramente que los cristianos del siglo I creían que el profeta había compuesto la totalidad del libro. Lucas, por ejemplo, habla de un funcionario etíope que estaba leyendo parte de lo que ahora constituye el capítulo 53 de Isaías, el cual, según los críticos modernos, se debe a la pluma del Deutero-Isaías. Sin embargo, Lucas dice que el etíope «leía en voz alta al profeta Isaías» (Hechos 8:26-28).
Otro ejemplo lo hallamos en el evangelista Mateo, quien explica que el ministerio de Juan el Bautista cumplió las palabras proféticas que ahora leemos en Isaías 40:3. Mateo identificó al escritor sencillamente como «Isaías el profeta» (Mateo 3:1-3). En otra ocasión, Jesús tomó un rollo y leyó las palabras que actualmente aparecen en Isaías 61:1-2. Lucas indica en su relato que «se le dio el rollo del profeta Isaías» (Lucas 4:17). En su Carta a los romanos, Pablo cita tanto de las primeras secciones como de las últimas del libro profético, y en ningún momento da a entender siquiera que no las haya redactado una misma persona: Isaías (Romanos 10:16, 20; 15:12). Es obvio, que los cristianos del siglo I no creían que el libro de Isaías fuera obra de dos, tres o más escritores. Veamos también el testimonio de los Rollos del mar Muerto. Muchos de estos documentos antiguos son anteriores a Jesucristo. El manuscrito conocido como el Rollo de Isaías, que data del siglo II a. C. En este documento antiguo, aunque está cosido precisamente en este punto, lo que ahora conocemos como el capítulo 40 empieza en la última línea de una columna, y la oración inicial concluye en la columna siguiente. Está claro que el copista no tenía conocimiento de que en ese punto del libro hubiese un supuesto cambio de escritor o división.
Examinemos el testimonio del historiador judío del siglo I, Flavio Josefo. Este no solo señala que las profecías de Isaías acerca de Ciro se escribieron en el siglo VIII a. C., sino también que aquel monarca estaba al tanto de su contenido. «Ciro conoció esto al leer el libro en que Isaías emitió profecías relativas a él y que su autor había legado doscientos diez años antes», escribe Josefo. Según él, es posible que el conocimiento de tales profecías incluso haya contribuido a la buena disposición de Ciro para enviar a los judíos de regreso a su patria, pues señala que a este rey «lo embargó una suerte de ímpetu y pasión por cumplir lo escrito» (Antigüedades Judías, libro XI, cap. I, sec. 2 [5, 6]).
Muchos críticos señalan que del capítulo 40 en adelante se habla de Babilonia como el imperio dominante y de los israelitas como si ya estuvieran en el exilio. Hay que tener en cuenta que aun antes del capítulo 40 se presenta a veces a Babilonia como la potencia mundial dominante. Por ejemplo, en Isaías 13:19 se la llama «la hermosura de reinos» o, como lo traduce la Versión Reina-Valera actualizada, «el más hermoso de los reinos». Estas palabras son claramente proféticas, ya que Babilonia no se convirtió en potencia mundial hasta más de un siglo después. Un crítico «resuelve» esta aparente dificultad afirmando que el capítulo 13 de Isaías pertenece a otro escritor. Pero lo cierto es que en las profecías bíblicas es bastante común que se hable de sucesos futuros como si ya hubieran tenido lugar. Este recurso literario recalca de forma eficaz la certeza del cumplimiento de la profecía en cuestión (Apocalipsis 21:5-6).
La Escuela Isaiana
Sin embargo, parte de la crítica considera demostrado que toda una escuela de escribas se derivó de la prédica del Isaías histórico. En Isaias 8:16; 9:1, el mismo libro habla de la inteligencia de los discípulos del profeta en contraposición a la ignorancia de las masas populares que le respondían con la indiferencia. La existencia de una «escuela isaiana» de escribas formados y conducidos por Isaías puede, entonces, entenderse como una solución intermedia al enigma de la autoría: ni un autor único ni tres autores independientes. La segunda y la tercera partes del Libro de Isaías muy bien pueden haber sido escritas por dos de sus discípulos luego de la muerte del profeta. Esta teoría se apoya en la lógica y se encuentra actualmente muy extendida entre amplios sectores de los estudiosos.
Mensajes contenidos en el libro
El castigo de Dios contra el pueblo infiel es una de las ideas centrales del Libro de Isaías. Es el único y verdadero creador del mundo y por lo tanto dueño del mismo; ha hecho una alianza indisoluble con el pueblo de Israel y, al verla traicionada, ha llamado con un silbido a los ejércitos egipcios y asirios —como se llama a un perro— para que castiguen en Su nombre a los impíos.
Los puntos fundamentales que recalca el libro son los siguientes:
-Dios es santo e Isaías su profeta;
-Las tribulaciones del pueblo son consecuencia de sus pecados;
-El verdadero judaísmo saldrá de los sobrevivientes a este castigo;
-Isaías canta para las generaciones sucesivas la gloria de este renacimiento;
-Solo Dios salvará a Israel y no las alianzas políticas;
-La injusticia social es repugnante a los ojos del Señor; y
-La justicia perfecta solo se logrará después de la llegada del Mesías.
Mesianismo en Isaías
Uno de los puntos centrales alrededor de los que giran las ideas de Isaías, es que la verdadera paz, la justicia y la equidad solo serán accesibles al ser humano cuando llegue el Mesías.
La profecía isaiana habrá de cumplirse inexorablemente:
El Mesías será descendiente de la Casa de David (Isaias 9:6 y 11:1-10);
Reinará sobre Judá (8:8);
En su reinado, el Templo será un lugar de oración para todos los pueblos (2:2)
Fundará un imperio de paz (11:1-9).
Influencia en el cristianismo
Algunos pasajes del libro de Isaías han conocido una gran fama debido a su uso en la teología cristiana. Son famosos, en particular:
Isaías 7:14 es la cita empleada por el autor del evangelio de Mateo para probar que el nacimiento de Jesús a través de una virgen fue anunciado por los profetas.
Isaías 11:2 es la cita preferida por católicos y ortodoxos para enumerar los Dones del Espíritu Santo.
Isaías 53 es el texto más empleado para probar la idea de que el mesías debía sufrir por los pecados de la humanidad y es ampliamente citado tanto por los evangelistas, como en las epístolas.
Isaías 54:1 es citado por San Pablo en Gálatas 4:27 y también en la Segunda epístola de Clemente.
El Libro del Profeta Jeremías
El Libro de Jeremías (en hebreo, ספר יִרְמְיָהוּ, abreviado Jer. o Jerem. en citas) es el segundo de los Últimos Profetas en la Biblia hebrea, y el segundo de los profetas en el Antiguo Testamento cristiano. El sobrescrito en el capítulo 1:1-3 lo identifica como «las palabras de Jeremías hijo de Hilcías», y coloca el profeta históricamente de las reformas del rey Josías en 627 a. C. hasta el asesinato del gobernador de Judá designado por Babilonia en 582 a. C. De todos los profetas, Jeremías se muestra más claramente como una persona, reflexionando con su escriba Baruc sobre su papel como un siervo de Dios con pocas buenas noticias para su audiencia.Jeremías está escrito en un hebreo muy complejo y poético (aparte de el versículo 10:11, curiosamente escrito en arameo bíblico). Ha llegado en dos versiones distintas, aunque relacionadas: una en hebreo, la otra conocida desde una traducción griega.
Los estudiosos han tenido diferentes opiniones en cuanto a cómo reconstruir los aspectos históricos del Libro de Jeremías, debido a las diferencias que cada versión contiene en comparación con la otra. El libro es una representación del mensaje y el significado del profeta destinado sustancialmente a los judíos en el exilio en Babilonia: su propósito es explicar el desastre como la respuesta de Dios a la adoración pagana de Israel: el pueblo, afirma Jeremías, es como una esposa infiel e hijos rebeldes: su infidelidad y rebeldía hacen al juicio inevitable, si bien se anuncia la restauración y un nuevo pacto.
Estructura
Es difícil discernir cualquier estructura en Jeremías, probablemente debido a que el libro tuvo composición histórica muy larga y compleja. Se puede dividir en aproximadamente 6 secciones:
Capítulos 1–25 (El núcleo más antiguo y principal del mensaje de Jeremías).
Capítulos 26–29 (Materiales biográficos e interacción con otros profetas).
Capítulos 30–33 (La promesa de Dios de la restauración incluyendo un «nuevo pacto» en Jeremías, interpretado de manera diferente en el judaísmo y en el cristianismo).
Capítulos 34–45 (Sobre todo la interacción con Sedequías y la caída de Jerusalén).
Capítulos 46–51 (El castigo divino a las naciones que rodean a Israel).
Capítulo 52 (Apéndice que relata nuevamente 2 Reyes 24:18-25:30).
Sumario
Contexto histórico
El contexto de Jeremías se describe brevemente en el sobrescrito en el libro: Jeremías comenzó su misión profética en el decimotercer año del rey Josías (alrededor de 627 a. C.) y terminó en el undécimo año del rey Sedequías (586 a. C.), con «la cautividad de Jerusalén en el mes quinto». Durante este período, Josías reformó la religión judaíta, Babilonia destruyó Asiria, Egipto impuso brevemente el estatus de vasallo a Judá, Babilonia derrotó a Egipto e hizo a Judá un vasallo de Babilonia (605 a. C.), Judá se rebeló, pero fue subyugado nuevamente por Babilonia (597 a. C.), y Judá se rebeló una vez más. Esta revuelta fue la final: Babilonia destruyó Jerusalén y su Templo y exilió a su rey y muchos de los principales ciudadanos en 586 a. C., poniendo fin a la existencia de Judá como un reino independiente o casi independiente e instaurando el exilio en Babilonia.
Información general
El libro puede ser convenientemente dividido en partes biográfica, prosa y cadenas poéticas, cada una de los cuales se puede resumir por separado. El material biográfico se encuentra en los capítulos 26–29, 32 y 34–44, y se centra en los acontecimientos que condujeron al sitio y la caída de Jerusalén ante los babilonios en 587 a. C.; proporciona fechas precisas para las actividades del profeta comenzando en 609 a. C. Los pasajes en prosa no biográficos, como el sermón del templo en el capítulo 7 y el pasaje del Pacto en 11:1–17, se encuentran dispersos en todo el libro; muestran claras afinidades con los deuteronomistas, la escuela de escritores y editores que dieron forma a la serie de libros de historia de Jueces a Reyes, y si bien es poco probable que vinieran directamente de Jeremías, es muy posible que tengan sus raíces en las tradiciones acerca de lo que dijo e hizo. El material poético encontrado se encuentra en gran medida en los capítulos 1–25 y consta de oráculos en el que el profeta habla como mensajero de Dios. Estos pasajes, que tratan de la infidelidad de Israel a Dios, el llamado al arrepentimiento, y los ataques contra el sistema religioso y político, son en su mayoría sin fecha, y no tienen ningún contexto claro, pero es ampliamente aceptado que representan las enseñanzas de Jeremías, y que son la etapa más temprana del libro. Junto con ellos, y también, probablemente, un reflejo del auténtico Jeremías, son pasajes más poéticos de carácter más personal, que han sido denominados confesiones de Jeremías o diario espiritual. En estos poemas el profeta sufre por el aparente fracaso de su misión, es consumido por la amargura a los que se le oponen o lo ignoran, y acusa a Dios de traicionarlo.
Composición: Visión general
Jeremías existe en dos versiones, la griega (es decir, una traducción griega de un texto escrito originalmente en hebreo) y la hebrea, representando la traducción griega a la versión anterior.
El texto más largo aparentemente fue desarrollado para reemplazar al más corto; la versión más corta en última instancia se convirtió en canónica en las iglesias ortodoxas griegas, mientras que la más larga fue adoptada en el judaísmo y en las iglesias cristianas occidentales. Está generalmente acordado que los tres tipos de materiales intercalados en todo el libro (poético, narrativo y biográfico) provienen de diferentes fuentes o círculos. Los oráculos auténticos de Jeremías probablemente se encuentran en las secciones poéticas de los capítulos 1–25, pero el libro en su conjunto ha sido fuertemente editado y aumentado por los seguidores (incluyendo quizás al compañero del profeta, el escriba Baruc) y las generaciones posteriores de deuteronomistas. La fecha de las versiones finales del libro (en griego y en hebreo) puede ser sugerida por el hecho de que el griego muestra preocupaciones típicas del período persa temprano, mientras que el masorético (es decir, el hebreo) muestra perspectivas que, aunque conocidas en el período persa, no alcanzaron su realización hasta el segundo II a. C.
Textos y manuscritos
Jeremías existe en dos versiones, una traducción griega, llamada la Septuaginta, que data de los últimos siglos antes de Cristo y se encuentra en los manuscritos cristianos más antiguos, y el texto masorético hebreo de las biblias judías tradicionales; la versión griega es aproximadamente un octavo más corta que la hebrea, y organiza el material de manera diferente. No se encontraron equivalentes de ambas versiones entre los Rollos del Mar Muerto, por lo que es claro que las diferencias marcan etapas importantes en la transmisión del texto. La mayoría de los estudiosos sostienen que el texto hebreo en que se basa la versión de los Setenta es más antigua que el texto masorético, y que el masorético evolucionó bien de esta o de una versión estrechamente relacionada.
Desarrollo literario
El Libro de Jeremías aumentó durante un largo período de tiempo. La etapa griega, esperando la caída de Babilonia y alineándose en lugares con el Segundo Isaías, ya había visto gran redacción (edición), en términos de estructura general; los sobrescritos (frases identificando los pasajes siguientes como las palabras de Dios o de Jeremías); la asignación de los escenarios históricos; y la disposición de material; y pueden haber sido completado por el período tardío del exilio (última mitad del siglo VI a. C.); las etapas iniciales de la versión hebrea masorética pueden haber sido escritas no mucho tiempo después, aunque el capítulo 33:14–26 apunta a un ajuste de tiempos post-exilio.
Jeremías y Baruc
De acuerdo con su apertura versos del libro registra las declaraciones proféticas del sacerdote Jeremías hijo de Hilcías, «a quien vino la palabra de YHWH en los días del rey Josías» y después. Jeremías vivió durante un período turbulento, los últimos años del reino de Judá, desde la muerte del rey Josías (609 a. C.) y la subsiguiente pérdida de la independencia, a través de la destrucción de Jerusalén por los babilonios y el exilio de gran parte de su población (587/586 a. C.).
El libro representa un profeta muy introspectivo, impetuoso y con frecuencia enojado por el papel en el que ha sido empujado, alternando sus esfuerzos para advertir a las personas con súplicas a Dios por misericordia, hasta que recibe la orden de «orar más por este pueblo». Él se dedica al amplio arte de acción, caminando por las calles con un yugo sobre el cuello y participando en otros esfuerzos para atraer la atención. Él es burlado y toma represalias, es lanzado en la cárcel como resultado, y en cierta ocasión es arrojado a un pozo para morir.
Jeremías y los deuteronomistas
Los deuteronomistas fueron una escuela o movimiento que editó los libros de Josué, Jueces, Samuel y Reyes en una historia más o menos unificada de Israel (la denominada Historia Deuteronomista) durante el exilio judío en Babilonia (siglo VI a. C.). Se argumenta que los deuteronomistas jugaron un papel importante en la producción del libro de Jeremías; por ejemplo, hay un lenguaje claramente deuteronomista en el capítulo 25, en el que el profeta mira en retrospectiva, a más de veintitrés años de la profecía desatendida. Desde la perspectiva deuteronomista el papel profético implicaba, más que nada, la preocupación con la ley y el pacto a la costumbre de Moisés. En esta lectura, Jeremías fue el último de una larga línea de profetas enviados a advertir a Israel de las consecuencias de la infidelidad a Dios; a diferencia de los deuteronomistas, para quienes el llamado al arrepentimiento fue siempre central, Jeremías parece en algún momento de su carrera haber decidido que más intercesión era inútil, y que el destino de Israel estaba sellado.
Jeremías como un nuevo Moisés
El sobrescrito del libro afirma que Jeremías estuvo activo durante cuarenta años, desde el año trece de Josías (627 a. C.) hasta la caída de Jerusalén en el año 587 a. C. Se desprende de los últimos capítulos del libro, sin embargo, que él continuó hablando en Egipto después del asesinato de Gedalías, gobernador de Judá designado por Babilonia, en 582 a. C. Esto sugiere que el sobrescrito está tratando de hacer un punto teológico sobre Jeremías al compararlo a Moisés:
Moisés pasó cuarenta años guiando a Israel de la esclavitud en Egipto a la Tierra Prometida, y los cuarenta años de Jeremías viendo a Israel exiliado de la tierra y, en última instancia, el propio Jeremías exiliado en Egipto.
Temas: Pacto
La mayor parte de la predicación profética de Jeremías se basa en el tema de la alianza entre Dios e Israel (Dios protegería a la gente a cambio de su adoración exclusiva a él): Jeremías insiste en que el pacto es condicional, y puede ser roto por la apostasía de Israel (adoración de dioses distintos de Yahweh, Dios de Israel). El pueblo, dice Jeremías, es como una esposa infiel e hijos rebeldes: su infidelidad y rebeldía hace al juicio inevitable. Intercalados con esto están las referencias al arrepentimiento y la renovación, aunque no está claro si Jeremías pensó que el arrepentimiento podría evitar el juicio o si de todas maneras Israel sería juzgado. El tema de la restauración es más fuerte en el capítulo 31:32, que vislumbra un futuro en el que es hecho un nuevo pacto con Israel y Judá, uno que no se romperá. Este es el tema del pasaje del «nuevo pacto» en el capítulo 31:31–34, basándose en la relación en el pasado de Israel con Dios a través de la alianza en el Sinaí para prever un nuevo futuro, en el que Israel va a ser obediente a Dios.
Las «Confesiones» de Jeremías
Los estudiosos han identificado varios pasajes de Jeremías que se pueden entender como «confesiones»; se producen en la primera sección del libro (capítulos 1–25) y son 11:18–12:6, 15:10–21, 17:14–18, 18:18–23 y 20:7–18. En estos pasajes, Jeremías expresa su descontento con el mensaje que él debe entregar, pero también su firme compromiso con el llamado divino a pesar de que él no lo había solicitado. Además, en varias de estas «confesiones», Jeremías ora para que el Señor se vengue de sus perseguidores (por ejemplo, Jeremías 12:3).
Las «confesiones» de Jeremías son un tipo de lamento individual. Estos lamentos se encuentran en otros lugares en los Salmos y el Libro de Job. Como Job, Jeremías maldice el día de su nacimiento (Jeremías 20:14–18 y Job 3:3–10). Del mismo modo, la exclamación de Jeremías «Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes» (Jeremías 20:10) coincide con Salmos 31:13 exactamente. Sin embargo, los lamentos de Jeremías son únicos por su insistencia en que él ha sido llamado por Yahweh para entregar sus mensajes. Estos lamentos «ofrecen una mirada única a la lucha interna del profeta con la fe, la persecución y el sufrimiento humano».
Gestos proféticos
Los gestos proféticos, también conocidos como actos inscritos o acciones simbólicas, eran una forma de comunicación en la que un mensaje fue entregado mediante la realización de acciones simbólicas. No es exclusivo del libro de Jeremías, estos eran con frecuencia extraños y violaban las normas culturales de la época (por ejemplo, Ezequiel 4:4–8). Sirvieron los efectos de tanto ilustrar a la audiencia y causar que la misma haga preguntas, dando al profeta la oportunidad de explicar el significado de la conducta. El registrador de los eventos en el texto escrito (es decir, el autor del texto) no tenía ni la misma audiencia ni, posiblemente, la misma intención que Jeremías tenía en la realización de estos gestos proféticos. La siguiente es una lista (no exhaustiva) de acciones simbólicas destacables que se encuentran en Jeremías:
Jeremías 13:1-11. El uso, el entierro, y la recuperación de un cinturón de lino.
Jeremías 16:1-9. El rehuir de las costumbres esperadas del matrimonio, luto, y la celebración general.
Jeremías 19:1-13. La adquisición de una jarra de arcilla y la ruptura de dicha jarra delante de los líderes religiosos de Jerusalén.
Jeremías 27-28. El uso de un yugo de bueyes y su posterior rotura por un profeta falso, Ananías.
Jeremías 32:6-15. La compra de un campo en Anatot por el precio de diecisiete shekels de plata.
Jeremías 35:1-19. La ofrenda de vino para los recabitas, una tribu conocida por vivir en tiendas de campaña y negarse a beber vino. Esto se hizo en el Templo, lo cual es una parte importante de la ruptura de las normas sociales.
Interpretación e influencia posterior
Judaísmo
La influencia de Jeremías durante y después del exilio fue considerable en algunos círculos, y tres libros adicionales, el Libro de Baruc, Lamentaciones, y la Carta de Jeremías, le fueron atribuidos en el judaísmo del Segundo Templo (el judaísmo en el período comprendido entre el edificio del Segundo Templo en alrededor de 515 a. C. y su destrucción en el año 70); en la Septuaginta griega se encuentran entre Jeremías y el Libro de Ezequiel, pero solamente Lamentaciones está incluido en las biblias judías modernas y las protestantes (la Carta de Jeremías aparece en las biblias católicas como el sexto capítulo de Baruc). Jeremías es mencionado por su nombre en Crónicas y el Libro de Esdras, ambos fechados en el período persa posterior, y su profecía de que el exilio babilónico duraría 70 años fue retomada y reaplicada por el autor del Libro de Daniel en el siglo II a. C.
Cristianismo
La comprensión de los primeros cristianos de que Jesús representaba un «nuevo pacto» (1 Corintios 11:25 y Hebreos 8:6-13) se basa en Jeremías 31:31-34, donde se anuncia que un futuro Israel se arrepentirá y dará a Dios la obediencia que él exige. La representación de los evangelios de Jesús como un profeta perseguido debe mucho al relato de los sufrimientos de Jeremías en los capítulos 37-44, así como a las «Canciones del Siervo Sufriente» en Isaías.
Continua en La Biblia XII: Profetas Posteriores II
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