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Filipenses 1:27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio,

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jueves, 15 de febrero de 2018

Los Concilios Regionales I

Crónica del Concilio de Constanza de Ulrich Richental

Concilios latinos
Letrán I
Fue convocado por el papa Calixto II en diciembre de 1122, inmediatamente después del Concordato de Worms que puso fin a la querella de las investiduras; aboliéndose el derecho, que reclamaban los príncipes, a investir dignidades y tener beneficios eclesiásticos. Finalizó en 1123.

El Primer Concilio Lateranense se celebró en Roma, con la Basílica de San Juan de Letrán como sede, y desarrolló sus sesiones entre el 18 de marzo de 1123 y el 11 de abril del mismo año. Está considerado por la Iglesia católica como el IX Concilio Ecuménico y el primero de los celebrados en Occidente. Fue convocado por el papa Calixto II en diciembre de 1122 inmediatamente después del Concordato de Worms que puso fin a la querella de las investiduras y a él asistieron, según la fuentes, entre 300 y 1000 participantes que promulgaron 25 cánones, aunque muchos de los cuales se ciñeron exclusivamente a confirmar decretos de concilios anteriores, en los que legisló sobre las siguientes cuestiones:
Ratificación del Concordato de Worms que puso fin a la Querella de las investiduras.
Mantenimiento de la Tregua de Dios, instituida en el año 987.

Una de las decisiones más importantes y que marcará la distribución eclesiástica y la vida monacal, es la decisión de Canon 3 y 11, que prohíben a los sacerdotes, diáconos subdiáconos y monjes casarse o tener concubinas; también se prohíbe que tengan en sus casas mujeres, excepto las aprobadas por los cánones antiguos. Los matrimonios de clérigos son declarados nulos de pleno jure y los que los hayan contraído están sujetos a las penas.

Cánones principales
Los principales cánones que aprobaron los Padres Conciliares fueron:
1 Condena de la simonía (Canon 1).
2 Se prohíbe el matrimonio a los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, y monjes. También les prohíbe mantener concubinas y la permanencia en sus casas de cualquier mujer diferente a las admitidas por los antiguos cánones. Los matrimonios en vigor de los clérigos son nulos de pleno derecho, y los que los hubiesen oficiado son declarados pecadores y obligados a confesión (Cánones 3 y 11).
Se declaran nulas todas las ordenaciones efectuadas por el antipapa Gregorio VIII desde el momento de su excomunión (Canon 6).
Se concede el perdón de sus pecados y toma bajo su protección a las familias y posesiones de los cruzados, incurriendo en excomunión aquellos que se atrevan a molestar o apoderarse de ellos en ausencia del propietario y extiende el mandato de excomunión si no retomaran la cruz en un año desde la próxima Pascua, aquellos que han añadido anteriormente la cruz a su vestimenta y luego se han despojado de ella, no solo a los que luchan en Jerusalén sino también en la península ibérica (Canon 11).
Se condena con la excomunión a los laicos que se apoderasen de los ofrecimientos hechos a la Iglesia, y de aquellos que fortificasen las iglesias como fortalezas (Canon 14).
Se establece también la excomunión para los que asaltasen a los peregrinos en su camino a Roma (Canon 16).
Se prohíbe a los abades y religiosos alojar a pecadores penitentes, visitar los enfermos, administrar la extremaunción y cantar misas solemnes y públicas; sin haber obtenido antes santo crisma y el santo aceite de sus respectivos obispos (Canon 17).

Letrán II
Fue convocado por Inocencio II en 1139, y afrontó el asunto de los falsos pontífices, la simonía, la usura, las falsas penitencias y los falsos sacramentos. Se condenó a Arnaldo de Brescia.

El Segundo Concilio Lateranense se celebró en Roma, teniendo como sede la Basílica de San Juan de Letrán, y desarrollando sus sesiones entre el 4 de abril de 1139 y el 11 de abril del mismo año. Está considerado por la Iglesia católica como el X Concilio ecuménico, y el segundo de los celebrados en Occidente.

Temas tratados
Fue convocado por el papa Inocencio II con objeto de ratificar la condena del antipapa Anacleto II, y a él asistieron alrededor de mil participantes que promulgaron treinta cánones, en los que se trató sobre la simonía, la usura, falsas penitencias y sacramentos, decretándose:

Que los obispos y eclesiásticos no debían escandalizar por los colores, la forma, o la extravagancia de sus ornamentos, por lo que vestirían de forma modesta. (Canon 4).
La condena y persecución de los matrimonios y concubinatos de los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, monjes y monjas (Cánones 6, 7 y 11)
La excomunión a los laicos quienes no pagasen los diezmos a los obispos, o no cediesen a éstos últimos las iglesias cuya posesión tuviesen retenidas, ya porque fueron recibidas de manos de los Obispos, u obtenidas de príncipes u otras personas (Canon 10).
La fijación de los períodos y duración de los Armisticios de Dios (Canon 12).
La condena de la usura.
La prohibición de que los monjes se dedicaran al estudio de materias profanas como el Derecho o la Medicina.
La prohibición, bajo pena de privación de un entierro cristiano, de justas y torneos que pusiesen en peligro la vida (Canon 14).
La obligación de reyes y príncipes de dispensar justicia de acuerdo con los obispos (Canon 20).
La excomunión de Arnaldo de Brescia y Pedro de Bruys, acusados de heréticos (Canon 23).
La prohibición de aceptar beneficios de las manos de un laico (Canon 25).
La prohibición a las monjas de cantar el Oficio Divino en un mismo coro con los monjes o canónigos (Canon 27),
La prohibición de que las iglesias dejaran la dignidad de obispo vacante por más de tres años desde la muerte del último (Canon 28).
La prohibición del uso contra los cristianos de la honda, el arco y la ballesta (Canon 29).Letrán III
Convocado bajo el papa Alejandro III en 1179, para condenar a los albigenses y valdenses, y de nuevo la simonía. Se dictaron muchas disposiciones para la reforma moral de los miembros de la Iglesia.

Letran III
Convocado bajo el papa Alejandro III en 1179, para condenar a los albigenses y valdenses, y de nuevo la simonía. Se dictaron muchas disposiciones para la reforma moral de los miembros de la Iglesia. El Tercer Concilio Lateranense se celebró en Roma, teniendo como sede la Basílica de San Juan de Letrán, y desarrollándose en tres sesiones durante el mes de marzo de 1179. Está considerado por la Iglesia católica como el XI Concilio Ecuménico, y el tercero de los celebrados en Occidente.

Temas tratados
Fue convocado por el papa Alejandro III y como fruto de sus tres sesiones se promulgaron 27 cánones en los que se legisló sobre las siguientes cuestiones:1​
En la elección papal sólo participaran cardenales, siendo necesarios para una elección válida el voto de al menos dos tercios de los electores. Si se proclamase Papa un candidato sin dicha mayoría, tanto él como sus partidarios serían condenados a la excomunión (Canon 1).
La anulación de las ordenaciones realizadas por los antipapas Víctor IV, Pascual III y Calixto III.
Establecer la edad mínima de treinta años para ser consagrado obispo, y de 25 años para acceder a funciones pastorales (Canon 3).
La regulación del tren de vida de los prelados (Canon 4).* La prohibición de ordenar clérigos sin los correspondientes medios de subsistencia (Canon 5).
La prohibición de exigir pago por dar la bendición, administrar los sacramentos o enterrar a los difuntos (Canon 7). Es decir, la prohibición de la simonía.
La revocación a las órdenes militares de los Templarios y de los Hospitalarios de la observación de regulaciones canónicas (Canon 9).
La prohibición de aceptar, mediante pago, nuevos miembros en los monasterios, condenando al que lo hubiera admitido con la privación del cargo (Canon 10).
La prohibición a los clérigos de que recibieran a las mujeres en sus casas, o para frecuentar los monasterios de monjas (Canon 11). Es decir, prohibición del nicolaísmo.
El establecimiento en cada iglesia catedral de un beneficio que permita un maestro encargado de la enseñanza gratuita de los clérigos y a los estudiantes pobres (Canon 18).
La excomunión para los que recibieron contribuciones en las iglesias y de los clérigos sin el consentimiento del clero (Canon 19).
La prohibición de los torneos (Canon 20).
La prohibición de facilitar armas a los sarracenos bajo pena de excomunión (Canon 24).
La exhortación a la cruzada contra los albigenses y excomunión a los valdenses (Canon 27).

Letrán IV
Fue convocado bajo la autoridad del papa Inocencio III en 1215, para condenar varias herejías: de los albingenses, de los valdenses, del abad Joaquín de Fiori, y otras. Se elaboró un credo más extenso, contra los albigenses.

El IV Concilio Lateranense comenzó en 1215. Fue convocado por el papa Inocencio III para tratar temas relativos a la fe y la moral, aunque la mayoría de historiadores apuntan a los intereses políticos y económicos del reino de Francia y del Papado, sobre todo en la condena de las herejías de los albigenses cátaros y de los valdenses. La condena a los albigenses se basaba en las diferencias de fe de este grupo, propugnando que era una sola la Iglesia Universal y que la salvación del alma no era posible fuera de ella. También se condenaron las opiniones del abad Joaquín respecto a la Trinidad, la creación, Cristo Redentor y los Sacramentos. Finalmente, el concilio revisó y fijó la legislación canónica referente a los impedimentos matrimoniales, e impuso a los fieles la obligación de la confesión anual y de la comunión en pascua.

Convocatoria
La bula de convocatoria enviada por Inocencio III ya en 1213, la Vineam Domini Sabaoth habla de la reunión de una asamblea «siguiendo la antigua costumbre de los Santos Padres». Se deseaban alcanzar dos objetivos: de un lado, «extirpar los vicios y afianzar las virtudes... suprimir las herejías y fortalecer la fe...»; y, de otro, «apoyar a Tierra Santa con la ayuda tanto de clérigos como de laicos». En resumen: afianzar la reforma y promover la cruzada.

Inocencio III deseaba que el concilio fuera auténticamente ecuménico. El número de participantes fue, en efecto, impresionante para aquella época: más de cuatrocientos obispos de la cristiandad latina (incluidos los de los países más jóvenes), más de ochocientos representantes de las distintas órdenes religiosas y los embajadores de todos los príncipes y de numerosas ciudades. No se consiguió, sin embargo, la presencia de representantes de la Iglesia griega. De Oriente solo llegaron los patriarcas latinos.

Cánones e influencia
Las disposiciones surgidas del concilio fueron recogidas en 71 cánones. Los tres primeros hacían referencia al dogma: solemne proclamación de fe católica, reprobación de ciertos errores trinitarios de Joaquín de Fiore y condena de las ideas heréticas en general. A los obispos se les amenazaba con la desposesión del cargo caso de que se mostrasen remisos a la hora de limpiar sus diócesis de fermentos heréticos.

El canon 4, a su vez, lanzaba algunas reconvenciones contra la Iglesia griega a la que se acusaba de insolencia frente a los latinos. Un elevado número de cánones afectaban a la disciplina eclesiástica, siguiendo la más clásica tradición reformadora. Otros mostraban su interés por el desenvolvimiento de las órdenes religiosas: funcionamiento de los capítulos y prohibición de nuevas fundaciones a fin de evitar una anárquica proliferación. Dos importantes cánones tocaban específicamente a los laicos: el 21 (utriusque sexus) que imponía la obligatoriedad anual de la confesión y la comunión; y el 51 que rebajaba al cuarto grado de consanguinidad la prohibición de contraer matrimonio y prevenía contra su clandestinidad. Los judíos -afectados ya por disposiciones del III Concilio de Letrán- fueron en el IV objeto de nuevas restricciones: los cánones 68 a 70 les imponían trajes especiales, el alejamiento de los cargos públicos y prohibían radicalmente a los conversos retornar a su antigua fe.

El canon 71, por último, daba un conjunto de normas para la organización de una nueva Cruzada. Los beneficios espirituales se harían extensivos no sólo a los expedicionarios, sino también a todos aquellos cristianos que colaborasen económicamente en la preparación de la empresa. El IV Concilio de Letrán fue también escenario de algunas importantes decisiones políticas. Federico II vio ratificados sus derechos al trono imperial en detrimento del derrotado Otón de Brunswick. La Carta Magna fue objeto de reprobación pontificia. Por último, el conde Raimundo VI de Tolosa, acusado de entendimiento con los herejes del Mediodía francés, fue despojado de sus tierras en beneficio del jefe militar de la cruzada anticátara, Simón de Montfort. Los días finales de 1215 y los iniciales de 1216 los empleó Inocencio III en vigilar la aplicación de las medidas -las políticas especialmente- tomadas a lo largo de las sesiones conciliares.

En las actas latinas del IV Concilio de Letrán se encuentra la primera mención de la coma joánica en lengua griega. La coma joánica (en latín, comma johanneum), también se le conoce como coma juanina, paréntesis joánico, cláusula joánica o apócrifo joánico, y es la identificación dada a la cláusula añadida en algunas versiones bíblicas en los versículos de la Primera epístola de Juan 5:7-8.

Los versículos 7 y 8 [...] constituyen, sin duda alguna, una glosa marginal, que algún escriba poco escrupuloso intercaló en el texto, al pensar que era buena oportunidad para fundamentar el dogma trinitario. Dichas frases faltan en todos los manuscritos griegos de la antigüedad y aún en las primeras versiones latinas, pero fue introducido en la Vulgata y pasó al Textus Receptus o Texto Recibido. La interpolación rompe totalmente el hilo de la argumentación de Juan. Comentario Bíblico de Matthew Henry, Traducido y Adaptado al Castellano por Francisco Lacueva. Editorial Clie. pág. 1897

El texto original, según la Biblia de Jerusalén, dice: Pues tres son los que dan testimonio: el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres convienen en lo mismo. 1 Juan 5:7-8

Los mismos versículos, con el texto conocido como la coma joánica entre paréntesis, es citado así en las notas de esta misma versión: Pues tres son los que dan testimonio (en el cielo, el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y estos tres son uno; y tres son los que dan testimonio en la tierra): el Espíritu, el agua y la sangre; y los tres convienen en lo mismo. El consenso general es que la coma joánica es una añadidura apócrifa, introducida tardíamente en el texto de 1 Juan 5:7-8, por lo cual no puede ser atribuida al escritor de esa epístola, y por tanto no pertenece a la Biblia. Sin embargo, un pequeño sector defiende su uso tradicional, porque desde su punto de vista, la coma joánica sirve como apoyo para el dogma de la Santísima Trinidad.

Concilio de Lyon I
Convocado en 1245, y presidido por Inocencio IV; sólo se abordaron problemas morales y disciplinares de la Iglesia. Se excomulgó y depuso al emperador Federico II y se convocó una cruzada encabezada por el rey Luis IX de Francia (San Luis), que asistió al concilio. y vivió en Portugal.

El primer Concilio de Lyon es considerado por la Iglesia católica como el XIII Concilio ecuménico y el quinto de los celebrados en Occidente. Se desarrolló en tres sesiones (el 28 de junio, 5 de julio y 17 de julio de 1245) en dicha ciudad francesa.

Temas tratados
Fue convocado el 3 de enero de 1245 por el papa Inocencio IV al objeto de deponer a Federico II de sus títulos de rey y emperador, acusándolo de usurpador de los bienes y opresor de los bienes de la Iglesia Católica.

Como fruto de sus tres sesiones se promulgaron 38 cánones en los que:
se depuso y excomulgó al emperador Federico II,
se excomulgó a Sancho II, Rey de Portugal,
se obligó a los cistercienses a pagar diezmos,
se decretó el sombrero rojo como propio de la vestimenta de los cardenales
se hicieron declaraciones rituales y doctrinales a seguir por los griegos ortodoxos como una medida de acercamiento de los mismos.

Se convocó una cruzada (la séptima) de la que se designaría a Luis IX de Francia (San Luis) al mando. No se promulgaron decretos dogmáticos.

Concilio de Lyon II
Fue convocado por Gregorio X en 1274, y se consiguió una breve unión con la Iglesia de Oriente, que estaba separada de Roma desde el llamado Cisma de Oriente. Se promulgaron normas para la elección del papa. Se añadió la cláusula Filioque al símbolo Constantinopolitano.

El segundo Concilio de Lyon es considerado por la Iglesia católica como el XIV Concilio Ecuménico y el sexto de los celebrados en Occidente. Los temas principales que fueron tratados en el concilio hicieron referencia a la conquista de Tierra Santa, la unión con la Iglesia ortodoxa y el sistema de elección papal. Convocado en 1272 por el papa Gregorio X, el concilio se desarrolló en seis sesiones a las que asistieron unos quinientos obispos, sesenta abades y más de mil prelados o sus procuradores entre los que destacaron San Buenaventura que falleció durante las sesiones. En cambio, no pudo intervenir Santo Tomás de Aquino que falleció cuando se dirigía al concilio. También estuvieron presentes Jaime I de Aragón, el embajador del emperador Miguel VIII Paleólogo con miembros del clero griego, y los embajadores de los reyes de Alemania, Hungría, Inglaterra, Escocia, Francia, Sicilia entre otras monarquías, que por primera vez aparecían representadas como tales en un concilio eclesiático. Especial trascendencia tuvo la presencia de los embajadores del Khan de los Tártaros cuyo reino, situado a espalda del Islam, abría la posibilidad de atenazar a los musulmanes entre dos frentes.

Conquista de Tierra Santa
El concilio deliberó sobre la preparación de una nueva cruzada centrándose en los aspectos financieros de la misma, para lo cual se decidió que durante seis años un diezmo de todos los beneficios de la cristiandad deberían destinarse a la cruzada. Jaime I se mostró partidario de iniciarla inmediatamente pero al oponerse los Templarios no se tomó ninguna decisión (los Templarios se ocuparon de la educación de Jaime I desde el castillo de Monzón, donde se celebraron importantes concilios y tuvieron gran influencia y poder en la Corona de Aragón). Ante las indecisiones de los demás asistentes a la asamblea canónica, Jaime I se despidió del Santo Padre, abandonó la reunión con los miembros de su séquito y les dijo: "Barons, anar nos ne podem, que huy es honrrada tota Espanya" ("Barones, ya podemos irnos, que hoy ha quedado honrada toda España").1​ Hispania para los Romanos, Espanha para Jaime I, rey de la Corona de Aragón. Parece lógico que lo llamara como sus antepasados.

Unión con la Iglesia Ortodoxa
Para terminar con el cisma entre las Iglesias de Oriente y Occidente, Gregorio X había enviado una embajada a Miguel VIII Paleólogo que había reconquistado Constantinopla y había acabado con el Imperio Latino de Oriente establecido en 1204 con la toma por cruzados occidentales de la ciudad. San Buenaventura por parte de la Iglesia católica y el patriarca Juan XI Beco en representación de la Ortodoxa, lograron un acuerdo sobre las diferencias que separaban ambas Iglesias: primado romano, Filioque, sacramentos, etc. El aparente éxito de la unión fue sin embargo muy efímero ya que se encontró, desde el primer momento, sin la aceptación del bajo clero y del pueblo griego.

Elección papal
La última elección papal se había prolongado provocando que el trono de San Pedro permaneciera vacante durante casi tres años. Para evitar una situación parecida en el futuro, el concilio publicó la bula Ubi periculum en la cual se establecía que los cardenales electores debían reunirse transcurridos diez días tras la muerte del papa, en total aislamiento y encerrados bajo llave, cum clavis (cónclave).

Si no llegaban a un acuerdo transcurridos tres días, verían drásticamente reducido su alimento. Si pasados otros cinco días seguían sin tomar una decisión, sus comidas serían reducidas a pan, agua y vino. Además, se estableció que mientras durase el cónclave, los ingresos de los cardenales pasarían a ser propiedad de la Iglesia en su conjunto.

Otras decisiones
Se confirmaron los privilegios de las cuatro principales órdenes mendicantes: dominicos, franciscanos, agustinos y carmelitas, y se procedió a la supresión de otras.

Respecto a la reforma de la Iglesia, se denunció la forma de vida de muchos prelados y se procedió a deponer a varios obispos y abades por su indignidad.

Se dio solución al conflicto entre Alfonso X el Sabio y Rodolfo I de Habsburgo sobre quién debía proclamarse emperador de Sacro Imperio, resolviendo el concilio a favor de este último.

Concilio de Vienne
Convocado por Clemente V (1311-1312), el primer papa residente en Aviñón. Se trató de los errores de los Templarios, Fraticelli, Beguardos y Beguinas, de Pedro Juan Olivi. Se abolió la orden de los Templarios. Se dictaron normas para reformar al clero.

El Concilio de Vienne fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica que se celebró en la ciudad francesa de Vienne (Francia), en la catedral de San Mauricio, entre el 16 de octubre de 1311 y el 6 de mayo de 1312. Es considerado como el XV Concilio Ecuménico, aceptado solo por la Iglesia Católica, y el séptimo de los celebrados en Occidente.

Antecedentes históricos
Conflicto entre Bonifacio VIII con Felipe IV de Francia

Con Bonifacio VIII, el papado alcanza el más alto grado de poder autoritario, quien por medio de la bula Unam Sanctam confirmaba la teoría, ya antigua, de las dos espadas puestas en manos del pontífice romano, a saber: la espada espiritual y la espada temporal. Ambas espadas hacen referencia a los dos poderes característicos de la Edad Media, el poder espiritual del Papa, que se encuentra por encima de todos; y el poder temporal de los reyes, que está sujeto al primero y se ejerce en beneficio del mismo. En parte era una respuesta a las pretensiones políticas de Felipe IV de Francia sobre la Iglesia. El rey arremetió contra el papa con una serie de falsas acusaciones y lo indispuso con los súbditos de su reino. Bonifacio por su parte, estando en la ciudad de Anagni, se disponía a escribir una carta de excomunión contra el rey, cuando se presentaron Guillermo de Nogaret y Sciarra Colonna a la cabeza de un grupo de mercenarios, enviados por Felipe, que retuvieron al papa por casi tres días, hasta que los habitantes de la ciudad le liberaron. A este acontecimiento se le conoce históricamente como el atentado de Anagni. Bonifacio morirá un mes después, al parecer a causa del disgusto sufrido.

La política francesa
Para sostener las constantes guerras que el reino francés mantenía con otros señoríos y reinos vecinos, el rey Felipe el Hermoso, pretendió hacer tributar al clero de su territorio, lo que planteó conflictos entre los señores eclesiásticos y los oficiales reales, que en general se resolvieron en favor de la jurisdicción real, a pesar de las protestas de los obispos y del Papa. Es posible que dentro de estos intereses se encuentre también la causa de la reacción de Felipe contra los templarios. Algunos historiadores suponen que había quedado endeudado con ellos y no podía pagarles, otros en cambio, plantean que las numerosas riquezas que poseía la Orden del Temple eran codiciadas por el tesoro real. El rey ordenó, el 13 de octubre de 1307, el arresto de todos los templarios que se encontraban en territorio francés bajo la acusación de herejía. Los arrestados sumaban unos dos mil temparios, entre ellos el Maestre General de la Orden, Jacques de Molay.

La actuación del rey francés suponía una afrenta al Papa, de quien dependían directamente los templarios, pero este no reaccionó debido a las confesiones que Felipe IV le presentó como prueba. Dichas confesiones, obtenidas bajo tortura, presentan a los detenidos como culpables de los cargos de idolatría, sodomía, profanación de símbolos cristianos y negación de Cristo, entre otros; y hacen que Clemente V publique la bulaPastoralis praeminen, que decreta la detención de los templarios en todos los territorios cristianos.

El dominio de Francia sobre el papado
Aunque el sucesor de Bonifacio VIII, Benedicto XI excomulgó a los cabecillas y los que participaron en el atentado de Anagni, absolvió al rey de Francia pero no cedió a las pretensiones del rey de hacer un juicio póstumo contra su predecesor. El papa murió con solo ocho meses de pontificado. Como sucesor fue elegido Clemente V, quien se mostró débil ante la presión que sobre él ejerció Felipe IV, quien lejos de facilitarle el gobierno, se lo dificultaba y entorpecía. El papa le hizo muchas concesiones al rey de Francia que le permitieron hacer más fuerte su poder sobre los asuntos de la Iglesia.

Convocatoria
El concilio fue convocado el 12 de agosto de 1308 por el papa Clemente V, quien se encontraba en Poitiers, mediante la publicación de la bula "Regnums in coelis". El lugar escogido fue la ciudad de Vienne, a orillas del Ródano. La bula citaba como razones la cuestión de la Orden del Temple, algunas cuestiones de fe, la reforma de la Iglesia y la reconquista de Tierra Santa.

A la asamblea no fueron convocados todos los obispos, como era la costumbre, sino aquellos que fueron concordados con el rey de Francia. En total, unos 230 obispos y 23 representantes de órdenes religiosas y legados del rey. La mayoría de los presentes eran franceses y en segundo lugar los italianos. A pesar de ello el Concilio es considerado por la Iglesia Católica como ecuménico, porque por la presencia de bien pocos de otras nacionalidades: castellanos, ingleses, aragoneses, etc.

Desarrollo
El 16 de octubre de 1311, Clemente V da inicio al concilio con el discurso inaugural donde desarrollaba las ideas básicas de la convocación del mismo: la cuestión sobre los templarios, la reconquista de Tierra Santa y la reforma de costumbres y la libertad de la Iglesia. La ceremonia termina con la bendición papal.

Supresión de los templarios
En la primera sesión del concilio se debatió fuertemente sobre la cuestión de los templarios. Pero las largas discusiones se llevaron todo el invierno de 1311-1312 sin dar sentencia alguna. Fue el papa quien por medio de un acto administrativo del 22 de marzo de 1312, presionado por Felipe el Hermoso, suprimió la Orden mediante la bula Vox in excelso, sin condenarla.

La Orden del Temple había sido fundada en 1119 con la finalidad de defender Tierra Santa, acumulando a lo largo de los años numerosas riquezas, gracias a los beneficios y exenciones fiscales otorgadas por los distintos monarcas cristianos. Cuando en 1291 cae San Juan de Acre, el último bastión cristiano en Tierra Santa, los templarios se trasladan a Europa y se convierten en los principales banqueros y prestamistas de las monarquías europeas, especialmente de la francesa, en cuyo territorio se localizaban sus mayores posesiones. Apremiado por Felipe, el Papa Clemente V procedió a convocar el concilio.

El 3 de abril de 1312, en la segunda sesión del Concilio, Clemente V anunció la transferencia de todos los bienes de la Orden del Temple a la de los caballeros de San Juan y órdenes militares, a través de las bulas Ad providam y Considerantes. En contra de la voluntad de Felipe quien quería los tesoros para la corona francesa.

El caso de Bonifacio VIII
Otra de las razones por la cual en 1308, Felipe IV se reunió en la ciudad de Poitiers con el entonces papa, Clemente V, fue la cuestión del pontificado de Bonifacio VIII. El rey francés quería que se declarara que este papa había sido nefasto para la Iglesia y que la actuación del rey francés había estado totalmente justificada. Así lo había hecho, absolviendo no solo al rey, sino levantando la excomunión de Guillermo de Nogaret y los participantes del atentado en Anagni.

El traslado de la sede papal a la ciudad de Aviñón, en territorio francés, en 1309, hizo que el papa cediese a las pretensiones de Felipe. En la primera sesión del Concilio, el rey presentó las acusaciones contra Bonifacio, sin embargo, las negociaciones extenuantes durante la misma resultaron fallidas y se concentraron más en la problemática de los templarios. Así el papa Clemente V para salvar la memoria de su predecesor, sacrificó a los templarios. Finalmente el concilio cerró el proceso contra Bonifacio sin veredicto.

Otras decisiones
Se condenó a los seguidores de Pedro Juan Olivi quien encabezaba una facción radical dentro de la orden franciscana conocida como los Espirituales y cuya doctrina se basaba en la observancia de una pobreza extrema. Se llamó al orden a un grupo de begardos y beguinas seguidores de los escritos espirituales de Margarita Porete, acusados de dar vida al movimiento del Libre Espíritu. Se decretó asimismo la creación de cátedras de griego, hebreo y árabe en las universidades, al constatarse que el conocimiento de dichas lenguas era imprescindible para la labor evangelizadora en Oriente y para el éxito de las cruzadas.

Finalmente se discutieron los temas que tenían que ver con la reforma de la Iglesia, in capite et in membris, es decir, de la cabeza y de los miembros del cuerpo, que es la Iglesia. Sin embargo hubo cierta resistencia a este tema de tal modo que en la sesión final del concilio se leyeron solo algunos decretos.

Concilio de Constanza
Convocado por Martín V (1414-1418). Condenó las afirmaciones de Juan Hus, Wicleff y otros. También se ocupó de las divisiones en la Iglesia provocadas por el Cisma de Occidente. Es considerado concilio ecuménico sólo en sus últimas sesiones (XLII-XLV), cuando lo legitimó Gregorio XI al convocarlo formalmente.

El Concilio de Constanza fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica, convocado el 30 de octubre de 1413 por Segismundo de Luxemburgo, emperador germánico, y el antipapanota 1​ Juan XXIII. La reunión se llevó a cabo del 5 de noviembre de 1414 hasta el 22 de abril de 14181​ en la ciudad imperial de Constanza. Sus principales objetivos fueron: acabar con el Gran Cisma de Occidente y estudiar la reforma de la Iglesia, aunque se tomaron otras decisiones, como la condena de Juan Huss.

Contexto histórico
La duda sobre la validez de la elección del papa Urbano VI, llevada a cabo bajo la presión del pueblo romano, el 8 de abril de 1378 y el carácter fuerte del pontífice hizo que varios cardenales se pusieran en su contra. Una parte de ellos declaró ilegítima la elección de Urbano y reunieron un nuevo cónclave en Fondi, el 20 de septiembre del mismo año, en el que eligieron al cardenal Roberto de Ginebra como nuevo papa, quien tomó el nombre de Clemente VII (pasará a la historia como antipapa). Ante la negativa de Urbano VI de renunciar al solio pontificio, Clemente estableció su residencia en Aviñón. El hecho causó la división de la cristiandad en dos obediencias papales y alimentó la doctrina del conciliarismo, desarrollada por teólogos como Guillermo de Ockam y Marsilio de Padua, que planteaban que un concilio ecuménico podía juzgar y deponer a un papa. Basándose en esta doctrina, un grupo de cardenales, obedientes tanto a Roma como a Aviñón, decidió reunir un concilio en Pisa en 1409. En él depusieron a los dos papas y se dio paso a la elección de un nuevo sucesor de san Pedro. En el cónclave tenido luego del concilio, eligieron a Alejandro V. Lo que pretendió ser la solución al problema, en verdad lo complicó, puesto que se pasó de una Iglesia bicéfala a una Iglesia tricéfala.

El papa de Pisa, Alejandro V, murió al año siguiente de ser elegido. Inmediatamente le sucedió Juan XXIII, dando muestra de que los pisanos no darían marcha atrás a sus pretensiones. De frente a la imposibilidad de reconciliación, la teoría conciliarista continuaba siendo la alternativa. El emperador Segismundo de Luxemburgo convocó el concilio de Constanza para el día de Todos los Santos de 1414. Luego de Segismundo, el antipapa Juan XXIII confirmó la convocatoria.

Desarrollo del concilio
En el concilio de Constanza se desarrollaron en especial modo tres argumentos o causas:
la causa de la unión, por la que se intentó poner fin al gran cisma; la causa de la fe, por la que se condenaban las doctrinas heréticas de Wycliff y Hus, entre otros; 
y la causa de la reforma de la Iglesia. Causa de la unión, fin del Cisma de Occidente

Causa de la unión, fin del Cisma de Occidente
A la apertura del concilio, sólo los obispos que apoyaban a Juan XXIII estaban presentes. En línea con la doctrina conciliarista que habían adoptado en Pisa, el concilio declaró la primacía de su autoridad y en mayo de 1415 depuso a Juan XXIII, que había esperado de ellos la confirmación de sus títulos para el papado, pero se enemistó con el emperador y huyó por la noche. Fue capturado por la guardia imperial, hecho prisionero y, puesto que debía su nombramiento original a una autoridad conciliar, acató finalmente la decisión. En julio de ese mismo año, con la presencia ya de los cardenales de Gregorio XII, se reabrió el concilio, que aceptó la renuncia de Gregorio. La postura de éste, que no había admitido la doctrina de que la autoridad conciliar estuviera por encima del Papa, sería finalmente confirmada por concilios posteriores. Ante la situación, Benedicto XIII abandonó los planes de sumarse al concilio y huyó desde Aviñón a Peñíscola, en la costa valenciana. Tras largas negociaciones de Segismundo con el rey de Aragón, a la sazón monarca de esos territorios, se consiguió finalmente que una parte de los cardenales y obispos de Benedicto se incorporasen al concilio y votasen la destitución del mismo. Benedicto no abandonaría el castillo de Peñíscola hasta su muerte. Sin embargo, quizás en atención a su origen —Benedicto había nacido como Pedro Martínez de Luna en Illueca, Aragón— las coronas de Navarra y la escocesa lo reconocieron como Papa durante el resto de su vida. Aragón mantendría durante años una posición poco clara, como medio de presión ante Roma, para proteger sus intereses en el sur de la península italiana.

Elección del papa
La elección de un nuevo papa se mostró en extremo compleja por las constantes presiones de los monarcas, que –preocupados por la presencia de Segismundo– buscaron también influir en la decisión. Se llegó a la resolución de que ninguno de los tres que habín ostentado el título de papa, hasta ese momento, podía ser elegido pontífice. Finalmente la elección el 11 de noviembre de 1417 del moderado cardenal Otón de Colonna como Martín V logró aplacar las tensiones. Con esta se dio fin al Gran Cisma de Occidente, tras casi cuarenta años de disputas.

Causa de la fe
El concilio continuó también las obras del de Pisa en cuanto a las reformas de doctrina y teología sacramental. Los teólogos Jan Hus, John Wycliff y Jerónimo de Praga fueron condenados como herejes. Los restos de Wycliff, que llevaba ya varias décadas muerto, fueron exhumados y transportados a Constanza, donde fueron quemados. Jan Hus fue arrestado como hereje el 28 de noviembre de 1414, en ausencia del rey Segismundo que había garantizado su protección, y quemado el 6 de julio de 1415. Jerónimo de Praga que acudió en su ayuda, también fue arrestado y quemado el 30 de mayo de 1416. La reacción no se hizo esperar en Bohemia, donde la revolución husita tendría la región en conflicto permanente hasta la guerra de los Treinta Años. En Constanza se debatió también la acusación, realizada por los caballeros Teutónicos, de que Polonia albergaba y defendía activamente a paganos. Los intereses de la orden, que desde la conversión al cristianismo de Jogaila de Lituania y su matrimonio con la reina Eduviges de Polonia había culminado con su ascensión al trono como Vladislao II de Polonia, había visto mermada su capacidad de acción, fueron desatendidos. El rector de la Universidad de Cracovia, Pawel Wlodkowic, un eminente jurista, defendió la teoría del derecho al autogobierno de todas las naciones, aun las paganas, que sería luego recogida y desarrollada en las obras de la escuela de Salamanca.

Causa de la reforma de la Iglesia
El decreto Haec Sancta, promulgado el 6 de abril de 1415, estableció la solidaridad colegial entre las decisiones conciliares y la autoridad papal, continuando la línea de reformas iniciada en Pisa. Sin embargo, y en parte debido a las medidas que debió tomar luego Martín V para restaurar la debilitada influencia del papado en Roma, se suspendió el plan, que debía incluir, entre otras cosas, concilios regulares convocados quinquenalmente. En relación con el decreto Haec Sancta, que postulaba el conciliarismo, existe historiografía de la Iglesia que niega que dicho documento hubiera sido aprobado por el Concilio de Constanza.4​5​6​ Esas fuentes sostienen que, en el momento de promulgarse el texto, el concilio se encontraba en una situación de acefalia, y sin autoridad.7​ También se afirma que el Papa Martín V, que se ocupó de aprobar los decretos del concilio, no aprobó sin embargo el documento en cuestión, por lo que no podría sostenerse que Haec Sancta formara parte del magisterio de este concilio ecuménico. El decreto Frequens, del 9 de octubre de 1417, establecía que la celebración del concilio ecuménico debía darse con una frecuencia mayor, por lo que se programó un futuro concilio cinco años después del cierre del concilio de Constanza. Entre otras cosas, el concilio fijó nuevas penas contra la simonía, abolió las exenciones fiscales y beneficios adquiridos durante el cisma y reformó ciertos aspectos de la vida clerical, el uso del hábito y la tonsura,2​ y se sentaron las bases para la imposición del celibato sacerdotal, lo cual se hizo en el Concilio de Trento, un siglo más tarde.

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